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Vals sin fin - Bernardo Ruiz

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Gozon era instrumento del poder del Señor; en esa medida, el mundo, como aquella<br />

mañana el tiempo y la luz, se iniciaban sólo para el cumplimiento de la voluntad divina.<br />

Y él, menos que nadie, iba a criticar el acontecimiento; al contrario, lo agradecía.<br />

Era una madrugada, se adivinaba el resplandor que distinguía el contorno de la isla<br />

del cielo y del mar. Se encaminó hacia la capilla, dejándose conmover al entrar por un silencio<br />

más profundo que el exterior. Una lámpara con aceite mostraba una breve flama junto al altar.<br />

Era la única iluminación.<br />

Dieudonné de Gozon, caballero de la orden hospitalaria del Santo Sepulcro, de san<br />

Juan de Acre y Rodas, desde el año de gracia de 1313, caminó hasta el altar, se arrodilló,<br />

cerró los ojos, y con profunda humildad besó el suelo al pie de la escalinata murmurando el<br />

Salve Regina. Se dejó llevar por sus pensamientos y temores reconfortado por la santidad del<br />

lugar.<br />

“El villano ignora por qué un hombre es capaz de renunciar a la riqueza a cambio del<br />

prestigio de la orden. Prestigio que sólo conduce a la muerte. Morir bajo una túnica negra,<br />

bajo la sopraveste roja con la cruz blanca de ocho puntas. Unicamente morir, un día u otro.<br />

Salvar el negro abismo. No hay otra misión. Señor Dios, Mater misericordiae.<br />

“El sarraceno muere bajo una luna blanca. Ninguna cruz marca su camino. Asísteme<br />

arcángel san Miguel. Un caballero solo carece de toda fuerza. Un hombre solitario apenas<br />

sobrevive. Cuando uno es joven contempla el cielo y las estrellas de Provenza y sueña con el<br />

mar y sueña con el amor, porque uno es joven. Pero ser joven nada más quiere decir que uno<br />

tiene frente a sí toda la esperanza, todos los caminos. Ayúdame san Jaques.<br />

“La vida, Cristo misericordioso, a nadie <strong>sin</strong>o a ti pertenece. Eres el poder, oh Señor, y<br />

la fortaleza. ¿Para qué los placeres cortesanos, el ocio, la caricia de las bellas mujeres, el canto<br />

del trovador y el laúd frente a la hoguera, mientras el invierno adormece la tierra? Nada hay<br />

después, tampoco, del cansancio tras la cetrería <strong>sin</strong>o el sabor de la soledad en las noches<br />

brevísimas de verano. Era joven, Madre mía, y no encontré más seducción en el mundo que la<br />

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