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Vals sin fin - Bernardo Ruiz

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convento para dar la noticia de su recuperación a los aldeanos. Se celebran misas; se ruega a<br />

Dios nuestro Señor por el completo restablecimiento de Gozon. En la ciudad se inician<br />

grandes fiestas que duran varios días para celebrar la victoria del hospitalario.<br />

Ayudándose con una muleta, Gozon acude a la iglesia para agradecer su vida y su<br />

victoria. Comulga piadosamente. Un caballero, cuyo nombre no registra la historia, le informa<br />

que el gran maestro Casasís lo recibirá esa noche en la sala de audiencias.<br />

–Caballero Dieudonné de Gozon –dice esa noche al inaugurar el capítulo el maestro<br />

Hélion de Casasís–: más de veinte años has vivido con las reglas de la sagrada orden de los<br />

hospitalarios de San Juan de Acre; has servido honestamente a Dios y a tus hermanos con la<br />

cruz que pusieron en tu costado las fuerzas de la religión. Eres bien amado por tus<br />

compañeros y querido por el pueblo al que defendemos. Ningún caballero de la lengua<br />

provenzal es más digno de estima que tú. Sin embargo, has caído en desobediencia.<br />

Soberbiamente, has arriesgado tu vida en una empresa <strong>sin</strong> nuestra bendición ni<br />

consentimiento. ¿Qué tienes que argumentar a tu favor?<br />

–Ningún argumento me defiende de mi desobediencia, gran maestro de los<br />

hospitalarios de Rodas, <strong>sin</strong>o el amor a mis hermanos, el sufrimiento de las buenas gentes y el<br />

prestigio de la orden. Nada más puedo decir a mi favor.<br />

No hay penitencia en estos casos, Gozon. Despójate de tu cruz, no uses más la<br />

sopraveste. Desde esta noche nuestra congregación te ha expulsado, Gozon. Eres libre de tus<br />

votos. Puedes retirarte. Quede el Señor con vosotros, hermanos.<br />

A Gozon no le importaron los murmullos que llenaban la sala. Ignoro la<br />

consternación de los caballeros; no podía notar la tristeza en el rostro de los ciudadanos de<br />

Rodas: sus ojos estaban llenos de lágrimas y el corazón de pesadumbre por la resolución del<br />

maestro Casasís. Guillaume de Villaret se le acercó; y cojeando, en su compañía, Gozon<br />

anduvo en una silenciosa caminata bajo las estrellas alrededor de la ciudad. Luego, Gozon<br />

suplicó quedar solo; se hundió en un desconsuelo más profundo que el abismo límite del<br />

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