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cristiandad corre peligro. No obstante, como gobernador de esta isla, si alguno de mis<br />
hombres desea dar muerte a esa extraña bestia de la que hablas, no lo impediré. Id en paz.<br />
Varios caballeros se ofrecieron para la lucha. Los ancianos nada más pudieron dar<br />
señas muy vagas del inmenso saurio o reptil, aseguraban que su tamaño no era menor al<br />
de una vaca ni su piel más débil que la de un cocodrilo. Habitaba en una cueva, al pie del<br />
monte Etienne, y se la distinguía por un olor más fétido que el de cualquier carroña o<br />
agua podrida. Temían tanto sus fauces como su cola, capaces de aniquilar a cualquier<br />
enemigo con un solo golpe.<br />
Ninguno de los caballeros de san Juan que accedieron al ruego de los habitantes de la<br />
isla se inmutó ante la descripción del peligro. Sin embargo, ni su habilidad en el manejo de las<br />
armas, ni su valor o destreza en el combate, les permitió obtener la victoria. Ninguno de ellos<br />
regresó. El maestro Casasís debió prohibir, bajo amenaza de expulsión de la orden, que<br />
miembro alguno de la confraternidad intentara liberar del dragón a la isla de Rodas.<br />
Enfermo de fiebres durante la época en que la amenaza del ofidio comenzó a<br />
aterrorizar la isla; convaleciente apenas cuando Hélion de Casasís publicó el veto y la<br />
amenaza para los miembros de la orden que intentaran participar en la cacería, Dieudonné de<br />
Gozon, recuperado, meditaba un plan para vencer al animal. Pesaba en su ánimo la muerte de<br />
varios de sus compañeros y hermanos de armas. Lo desconsolaban los comentarios y quejas<br />
de los paisanos, así como el letargo de la inacción.<br />
Pretextando una enfermedad incurable de una hermana suya, pidió permiso al<br />
maestro Casasís para dirigirse a Provenza. Quería velar al lado de ella hasta el postrer<br />
momento. Casasís, juzgando conveniente para la recuperación absoluta del hermano Gozon<br />
una breve estancia en su país, concedió el permiso con la única condición de que se<br />
presentara en Rodas en caso de que recibiera noticia de cualquier peligro.<br />
El único peligro en la mente de Gozon era el desprestigio de la orden. Nunca había<br />
juzgado las instrucciones de su superior, pero en este caso se encontraba dispuesto a pasaron<br />
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