los libros de las gaviotas 18. froilán escobar. tocar ... - Nueva Agenda
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guna costumbre <strong>de</strong> risa. Los niños que son vivos hoy, pa<strong>de</strong>cen <strong>de</strong> no hacer uso<br />
<strong>de</strong> la alegría en <strong>los</strong> dientes. Sólo <strong>las</strong> auras tiñosas remolinan círcu<strong>los</strong> arriba <strong>de</strong><br />
<strong>las</strong> cabezas...<br />
Todo es cementerio, papá. La Ikú viene vestida en su oscuro. La noche,<br />
te digo. La noche, está estando <strong>de</strong> tinieb<strong>las</strong>; se aparece sin que la aparezca.<br />
Va a<strong>de</strong>lantando un pie puesto <strong>de</strong> mucha negrura. Lo pone en lo <strong>de</strong>lante mío<br />
para ocultarse en su <strong>de</strong>trás. ¿Se me disimula? Yo miro por la ventana el largo<br />
<strong>de</strong> leguas para don<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> resiste todavía y solo muertos compren<strong>de</strong>n mis<br />
ojos. Muertos que se exhalan, pobrecitos, sin su cabeza encima <strong>de</strong>l cuerpo,<br />
pues por tenerla cortada o mauseada, se pronuncian anónimos <strong>de</strong> cualquier<br />
nombre o apodo que tuvieron. Nadie conoce, propio, <strong>de</strong> cuál lugar salieron a<br />
venir. Nadie, al voltear<strong>los</strong> <strong>de</strong> la cara, sean cubanos o españoles o isleños mas-<br />
cadores <strong>de</strong> tabaco, pue<strong>de</strong> hacer mención <strong>de</strong> quiénes eran. Convulsiono con<br />
eso. Se me <strong>de</strong>sasosiegan <strong>las</strong> agujas. Me aterra que tú, papá, postrado también<br />
ahí, caído, te pierdas humillado en contra <strong>de</strong>l suelo, sin un cabo <strong>de</strong> vela, sin<br />
aquella inspiración <strong>de</strong> pasos con que trepabas un subirte, con fin no sólo <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>smochar palmiche a <strong>los</strong> puercos, sino <strong>de</strong> compren<strong>de</strong>r, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un arriba, con<br />
el todo cabido <strong>de</strong>l horizonte en tus ojos, cómo la palma coge con sus pencas el<br />
rayo y se lo guarda <strong>de</strong>ntro.<br />
–Ay, mija, ay, no traigas más a esta casa lo que no tenemos.<br />
El viento trae mucha una murmullación. Los combates no paran <strong>de</strong> se-<br />
guirse por el rumbo entre <strong>los</strong> mogotes que seguro ya lleva Maceo. Los repiten<br />
<strong>los</strong> quejumbres, ¡úmlo!, ¡úmlo!, que gritan <strong>los</strong> pájaros cimarrones al agorerar el<br />
suce<strong>de</strong>r. Los arroyos también, porque, al ser <strong>de</strong>scuajadas <strong>las</strong> cabezas, <strong>de</strong>s-<br />
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