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Globalizar la solidaridad Globalizar la solidaridad - Mondragon

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AULA COOPERATIVA<br />

Alumnos<br />

Ualumno que no reconoce a su<br />

maestro es como un caballo sin<br />

jinete que escucha una voz que le<br />

dice: “¡Galopa! Pero, ¿hacia<br />

dónde?; ¿dónde está <strong>la</strong> meta,<br />

donde el horizonte? “¡Tú galopa!”, vuelve a<br />

escuchar. Y lo hace a ciegas, sin un porqué, sin un<br />

para qué, sin saber quién o qué le empuja hacia<br />

de<strong>la</strong>nte y sin saber nunca qué se aguarda de él.<br />

Hay muchos “domadores” que quieren<br />

enseñar a galopar a los hombres siempre que<br />

sean ellos los que lleven <strong>la</strong>s riendas, hay quien los<br />

considera asnos a los que es preciso enseñar a<br />

palos y otros que los tratan como conejos a los que<br />

hay que alimentar. No es extraño que los seres<br />

humanos resulten, a veces, monstruos mitológicos<br />

mitad conejos, mitad burros a modo de una<br />

especie de multi- culturalidad individual aberrante.<br />

Por eso es importante que el alumno sepa<br />

elegir al maestro. No es el maestro el que hal<strong>la</strong> al<br />

alumno, sino el alumno el que elige al maestro.<br />

Si tu meta es <strong>la</strong> mediocridad busca tu maestro<br />

entre los mezquinos y hal<strong>la</strong>rás lo que deseas, si<br />

quieres ser grande mira hacia lo alto.<br />

En busca del maestro<br />

Algunos pasan <strong>la</strong> vida preguntando a los sabios<br />

dónde está <strong>la</strong> verdad, se aproximan hacia ellos<br />

con cara arrobada por <strong>la</strong> emoción, <strong>la</strong> mirada<br />

sumisa y el gesto humilde, preguntando: “Maestro,<br />

dime, dónde está <strong>la</strong> verdad”. Los “gurús” no<br />

responden sino es con el gesto. Seña<strong>la</strong>n <strong>la</strong> lejanía<br />

con el dedo, en una dirección cualquiera y el<br />

memo mira con fijeza el dedo, tratando de<br />

descubrir en él el arcano de <strong>la</strong> verdad. El memo<br />

tiene abiertos los ojos y cerradas <strong>la</strong>s entendederas.<br />

Cuando el alumno busca al buen maestro<br />

debería esperar preguntas, no respuestas. Hacerse con<br />

respuestas es acudir a <strong>la</strong> ley del mínimo esfuerzo, es tratar de<br />

aprovecharse del esfuerzo de otro para así evitar consumir sus<br />

propias energías sin apercibirse que <strong>la</strong> sabiduría tiene <strong>la</strong> rara<br />

condición de aumentar cuando más se <strong>la</strong> utiliza y se <strong>la</strong> consume.<br />

El buen maestro nos sugiere el camino que debemos seguir<br />

pero nos deja solos ante el esfuerzo de avanzar. Nos abandona<br />

a <strong>la</strong> intemperie de lo desconocido, nos arroja al páramo de <strong>la</strong><br />

TU ABENDUA 2003 DICIEMBRE 36<br />

José Mª Larrañaga<br />

incertidumbre como si nos tuviera ojeriza y le gustara hacernos<br />

sufrir. Nada de lugares comunes ni p<strong>la</strong>nes prefijados, pensar<br />

estar reñido con el cronometro. Nada cultivar <strong>la</strong> memoria para<br />

replicar ideas de otros sino que trata de que aprendamos a<br />

discurrir.<br />

El maestro malo se adorna de majestad, se apoya en<br />

pensamientos ajenos, se sube a <strong>la</strong> peana de los famosos a los<br />

que copia sin añadir nada más que <strong>la</strong> vulgaridad de lo

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