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Globalizar la solidaridad Globalizar la solidaridad - Mondragon

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socorrido y manido, es amable su mensaje, no produce desazón<br />

ni concita el escalofrío de <strong>la</strong> duda. Su enseñanza produce <strong>la</strong><br />

misma sensación de apacible tranquilidad que nos sugiere el<br />

cálido abrigo de <strong>la</strong> caverna tribal donde todo se repite según un<br />

rito ancestral. Son sabios como bazar colmado de baratijas y<br />

curiosidades pero sin nada almacenado realmente valioso. Son<br />

gente que tienen razón mientras están hab<strong>la</strong>ndo pero no<br />

soportan <strong>la</strong> mínima reflexión cuando acaban su discurso.<br />

Ejemplos en <strong>la</strong> historia de buenos maestros<br />

Cuentan que un discípulo se acercó a Sócrates para decirle:<br />

— Maestro, quiero contarte lo que de ti ha dicho uno que se<br />

hace pasar por tu amigo pero te critica a tus espaldas.<br />

— Espera – le dijo este- ¿ya has hecho pasar eso que me vas a<br />

decir por <strong>la</strong>s Tres Puertas de Equidad?.<br />

— ¿Las Tres Puertas de Equidad?. Nada sé de el<strong>la</strong>s.<br />

— Pues debes saber que <strong>la</strong> primera puerta es <strong>la</strong> Puerta de <strong>la</strong><br />

Verdad. Quisiera saber si examinaste con cuidado si lo que<br />

vas a decirme es verdadero en todos sus puntos y si estás<br />

convencido de que es así de cierto y rotundo como tú<br />

piensas expresarlo. La segunda puerta es <strong>la</strong> Puerta de <strong>la</strong><br />

Bondad porque supongo que lo que vas a decirme tiene<br />

mucho de bueno. La tercera puerta es <strong>la</strong> Puerta de <strong>la</strong><br />

Necesidad porque espero que lo que piensas decirme es<br />

algo de lo que no podemos prescindir.<br />

Si no pasa por <strong>la</strong>s tres puertas lo que vas a decirme: si<br />

no es verdadero, bueno y necesario es mejor que lo<br />

sepultemos en el olvido.<br />

El alumno se calló y no dijo nada.<br />

A Ghandi le l<strong>la</strong>maban el Mahatma (Alma Grande) por su<br />

excelencia moral. En cierta ocasión una atribu<strong>la</strong>da madre le<br />

rogó que convenciera a su hijo para que se tomara <strong>la</strong> medicina<br />

que el médico le había recetado. Sabía a rayos y el niño se<br />

resistía. Gandhi pidió a <strong>la</strong> madre que le trajera <strong>la</strong> medicina y<br />

prometió, cuando pudiera, l<strong>la</strong>mar al niño.<br />

Pasaron varios días, al fin Ghandi estuvo con el jovencito<br />

que corrió a donde su madre para decirle “Voy a tomar <strong>la</strong><br />

medicina, mamá”.<br />

Al agradecer su intercesión <strong>la</strong> madre, sin embargo, le criticó<br />

haber tardado tantos días en estar con él, a lo que este le<br />

respondió “¿Acaso crees que le podía convencer si antes no<br />

probaba en mí mismo <strong>la</strong> medicina?”.<br />

Rousseau, el gran pensador francés, afirmaba: “Que el<br />

niño no aprenda <strong>la</strong> ciencia, que <strong>la</strong> invente”. Aseguraba que los<br />

buenos maestros no explican los secretos de <strong>la</strong> ciencia siguiendo<br />

una disciplina pedagógica estricta y rígida sino que<br />

aprovechando <strong>la</strong> caída de un <strong>la</strong>picero, por ejemplo, terminaban<br />

por formu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> Ley de <strong>la</strong> Gravedad, analizando textos literarios<br />

interesantes establecer <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s de ortografía, visitando <strong>la</strong><br />

ciudad descubrir <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ves que identifican a los diferentes estilos<br />

artísticos. Viviendo junto a los pobres descubrir <strong>la</strong> justicia y <strong>la</strong><br />

humanidad.<br />

Jesucristo casi toda su enseñanza lo hace en dos<br />

circunstancias cotidianas o cuando viajaba o alrededor de una<br />

mesa. Nada de templos, ni lugares escogidos, nada de<br />

prácticas sofisticadas o difíciles. Los apóstoles aprendían<br />

mientras comían o caminaban, cosas que estamos haciendo<br />

todos los días de manera habitual y quizá por ello no caemos en<br />

cuenta de su capacidad para transformar nuestra vida, nuestras<br />

ideas y nuestras convicciones.<br />

Ese compañero de trabajo que nos ilumina con respecto a<br />

<strong>la</strong>s cosas bien hechas, ese vecino que cuida el entorno, esa<br />

mujer que consue<strong>la</strong> al niño herido, son los grandes maestros que<br />

no apreciamos.<br />

Porque muchas veces el tesoro más preciado está en nuestro<br />

propio jardín, pensamos que <strong>la</strong>s grandes cosas sólo son<br />

accesibles para los gigantes del pensamiento, de <strong>la</strong> voluntad y<br />

del conocimiento. Buscamos el ideal en lugares inaccesibles o<br />

lejanos, nos dejamos arrastrar por <strong>la</strong> aureo<strong>la</strong> de lo famoso, de<br />

los gurús y de los grandes nombres que aparecen en los<br />

escaparates. Pero en el Vaticano jamás se ha enseñado tanto y<br />

tan bueno como en los pobres caminos de Judea.<br />

Ni en Mondragón se puede aprender más cooperativismo<br />

ahora que cuando Arizmendiarrieta caminaba por sus calles y<br />

hab<strong>la</strong>ba en sus esquinas. Ahora se puede saber más pero se<br />

puede aprender menos.<br />

Quizá no sea malo alejarnos un poco de nuestra casa,<br />

aunque sólo sea metafóricamente, para apreciar mejor nuestra<br />

fortuna y nuestro valioso patrimonio. A lo mejor debemos sentir<br />

primero <strong>la</strong> pérdida de lo que poseemos para después apreciar<br />

mejor su valor como sucedió con San Pedro después de negarle<br />

a Jesús o a Buda al valorar <strong>la</strong> alegría después de su etapa de<br />

sacrificio y privación.<br />

Cuando descubrimos que el maestro es un ser normal, con<br />

sus defectos y sus miserias podemos caer en <strong>la</strong> depresión y el<br />

desaliento pero ese es el momento más grande y luminoso. Es el<br />

momento cuando el discípulo está listo y desaparece el maestro.<br />

Una lección práctica<br />

Un gran maestro hab<strong>la</strong>ba siempre de una enorme y<br />

extraordinaria fiera que habitaba en <strong>la</strong>s altas montañas del<br />

Tibet. Decía que aquel que tuviera el valor y el coraje de<br />

acercarse a su cubil y estudiar su naturaleza sería capaz de<br />

conquistar después todos los reinos de Asia. Todas sus lecciones<br />

acababan con esta historia y todos los que le escuchaban<br />

sentían ardientes deseos de iniciar el viaje al lugar donde<br />

habitaba este extraordinario ser.<br />

Los más audaces de sus seguidores le pidieron que les<br />

guiara. Él les previno sobre <strong>la</strong>s enormes dificultades del viaje,<br />

pero era tanta <strong>la</strong> ilusión que en ellos había despertado que, sin<br />

hacer caso de sus recomendaciones le exigieron emprender<br />

inmediatamente el camino. Así lo hizo el Maestro y durante<br />

muchos días, durante semanas, caminaron por veredas<br />

peligrosas, por sendas empinadas y por desiertos y nevados<br />

cerros. Algunos quedaron en el camino, otros, desanimados,<br />

optaron por renunciar, pero unos pocos pudieron alcanzar el<br />

valle donde se encontraba <strong>la</strong> Gran Fiera.<br />

Cuando ya estaban frente a <strong>la</strong> cueva el Maestro, les señaló<br />

el cubil y se apartó para sentarse bajo un árbol, a cierta<br />

distancia. Los elegidos le dijeron: “Maestro, guíanos hasta el<br />

interior de <strong>la</strong> caverna porque tenemos miedo”. Este les<br />

respondió: “Hasta aquí he podido he podido ser vuestro guía,<br />

pero ahora os corresponde a vosotros recorrer el último tramo<br />

para cumplir el objetivo del viaje. Es vuestro compromiso<br />

enfrentaros con <strong>la</strong> Gran Fiera, estaréis sólos ante el miedo final.<br />

Mi misión consistía en alentar el deseo y orientaros en el camino<br />

de aproximación”.<br />

No hay buenos maestros sin buenos alumnos. •<br />

37 ABENDUA 2003 DICIEMBRE TU

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