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como de celuloide. El calor de un local puede ser muy<br />
reconfortante. Maurice me invitaba con frecuencia a un café<br />
que estaba cerca de la casa. La camarera, en sus treinta,<br />
caminaba muy despacio.<br />
En una oportunidad en ese café Maurice y yo retomamos la<br />
conversación del cementerio. Estabamos sentados uno frente<br />
al otro, yo ni siquiera me había quitado el abrigo del frío<br />
que tenía. Maurice tomó un sorbo de café, y yo puse mis manos<br />
alrededor de la taza de chocolate que me había pedido. Podía<br />
sentir el calor del chocolate a través de la porcelana. "Te<br />
equivocaste de historia", me dijo.<br />
“¿Qué historia?"<br />
"Hanzel y Gretel".<br />
"¿Qué pasa con ellos?" Tomé un sorbo sin quitarle la mirada a<br />
Maurice, y luego me limpié la comisura de los labios con una<br />
servilleta.<br />
"Ellos no se guiaban con un hilo, ellos dejaban migajas de<br />
pan. No somos Hanzel y Gretel. Tú eres Ariadne".<br />
Yo crucé las piernas. "¿Y tú eres el Minotauro?"<br />
"No. Yo soy Teseo, tonta.” Dijo Maurice y señalando en<br />
dirección al cementerio continuó: “El Minotauro descansa en<br />
paz."<br />
Maurice, sonrió satisfecho. Yo me quité el abrigo. Varios<br />
metros más atrás, la mesonera hablaba con el hombre de la caja<br />
y a través de las vitrinas, en París titilaban todas las luces<br />
de neón.<br />
INTERCUT:<br />
Aparco el coche y me doy prisa. Ella me está esperando en<br />
el Ateneo. En mi cabeza repaso los cinco o seis discursos