SWEET & LOW Yael Farache - Acapulco70

demasiado feas. Uno mira para abajo, al piso, y ya. Un parapléjico,
uno mira al piso. El Niño Más Bello del Planeta, uno mira al piso.
Lo que es la pena. Y yo veía al piso pero pendiente ¿No? Así con
el rabillo del ojo, pues. Pero viendo al piso. Y de pronto me doy
cuenta de que el Niño Más Bello del Planeta me está viendo a mí.
Me está viendo y con curiosidad. Probablemente es por mi corte de
pelo. Seguramente es por eso que me estaba viendo, pensaba yo, pero
me seguía viendo y levanté un poco la mirada para ver si sonreía,
y nos vimos un poquito. Yo sentí que me iba poniendo toda roja y
que un calorcito me subía por el cuello y me mordía la cara y la
nariz, y no me quedó más remedio que sonreir, reirme, siempre me río
cuando estoy muy nerviosa. Mirando el piso. Hay que ver lo que es la
pena. Creo que el viejo ejecutivo se dió cuenta de toda la situación
porque me veía como con lástima y se reía, se reía de mí, qué rabia.
Entonces como que me tocó el turno en los taxis, ¿No? porque ya
se me iba olvidando que a todas estas yo estaba en una cola para
agarrar un taxi. Entonces me toca el turno. Me tenía que tocar algun
día. Y yo digo que para La Urbina y él dice que para La Urbina, y
yo ya no podía creerme que iba a compartir el taxi con el Niño Más
Bello del Planeta.
Pero como son las cosas, como es el mundo de despiadado que el viejo
ejecutivo, el yuppie, el mirón, el sádico ése, también iba para La
Urbina y se sentó en el medio. Seguro que lo hizo a propósito eso de
sentarse en el medio. Si él no podía quedarse con ninguna mujer en
mallas, ¿Por qué iba a permitir que yo me quedara con el Niño Más
Bello del Planeta? Y nada, se sentó ahí con su estúpido maletín y su
cara de wallstreet y su chaqueta y sus canas y su risa. Los viejos
ejecutivos nunca entienden nada. Bueno, mentira, sí entienden.
Entienden los números y tal, las acciones, los teléfonos con manos
libres. Las raíces cuadradas. De eso entienden.
Total que el Niño Más Bello del Planeta y yo tuvimos que vernos