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La mujer sorprendida en adulterio, o Miseria y ... - Believers Chapel

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EL EVANGELIO DE JUAN<br />

Lección 35<br />

Agosto, 1982<br />

Juan 7:53—8:11<br />

Introducción<br />

BOLETÍN<br />

DEL CREYENTE<br />

DE LA BIBLIA<br />

<strong>Believers</strong> <strong>Chapel</strong> * 6420 Churchill Way * Dallas, Texas 75230<br />

<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> <strong>sorpr<strong>en</strong>dida</strong> <strong>en</strong> <strong>adulterio</strong>, o<br />

<strong>Miseria</strong> y misericordia<br />

S. Lewis Johnson, Jr.<br />

“Caminando a través de las galerías de Europa”, Clar<strong>en</strong>ce Edward<br />

MaCartney com<strong>en</strong>tó, “Usted se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra bastante seguro de ver<br />

pinturas <strong>en</strong> casi todas las exhibiciones. Una del mártir San Esteban<br />

amarrado a un árbol, con sus asesinos lanzándole flechas. <strong>La</strong> otra es la<br />

de una <strong>mujer</strong> <strong>sorpr<strong>en</strong>dida</strong> <strong>en</strong> <strong>adulterio</strong>. Los grandes maestros han<br />

hecho su obra bastante bi<strong>en</strong> al reproducir la segunda de estas<br />

conmovedoras y esc<strong>en</strong>as dramáticas, pero ninguna de ellas se<br />

comparan con el magistral retrato del NuevoTestam<strong>en</strong>to 1 ”.<br />

Es el Espíritu del “Retrato de la hija pródiga”, y es una ilustración muy<br />

conmovedora de Juan 1:17: “Porque la ley fue dada por medio de<br />

Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de<br />

Jesucristo”.<br />

<strong>La</strong> mayoría de los grandes hombres escrib<strong>en</strong> algo, pero esto es todo lo que<br />

el Señor escribió, y no es ni siquiera un sermón. Hay algunas lecciones<br />

fáciles de este hecho. Él no clama ser un educador, aunque nadie nunca<br />

hizo el trabajo tan bi<strong>en</strong>. Él no clama ser un filósofo, aunque ningún filósofo


poseyó alguna vez procesó una interpretación tan pura de la realidad como<br />

Él lo hizo, Ciertam<strong>en</strong>te Él no clamó ser un líder religioso, como un obispo,<br />

aunque ningún líder tuvo tales seguidores como Él los tuvo y los t<strong>en</strong>drá. Él<br />

no fue ningún rey terr<strong>en</strong>al, pero realm<strong>en</strong>te Él es Rey de reyes y Señor de<br />

señores. ¿Qué clamores hace, <strong>en</strong>tonces, si Él no reclamó nada como<br />

educador, filósofo, líder religioso o presid<strong>en</strong>te? Preemin<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te, Él es<br />

un salvador. En la anunciación angélica a los pastores se les dijo: “No<br />

temáis, porque he aquí, os traigo bu<strong>en</strong>as nuevas de gran gozo que serán<br />

para todo el pueblo; porque os ha nacido hoy, <strong>en</strong> la ciudad de David, un<br />

Salvador, que es Cristo el Señor” (Ver Lc 2:10-11). Y Él afirmó mucho de<br />

lo mismo cuando decretó su maravillosa invitación: “V<strong>en</strong>id a mí, todos los<br />

que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo<br />

sobre vosotros y apr<strong>en</strong>ded de mí, que soy manso y humilde de corazón, y<br />

HALLAREIS DESCANSO PARA VUESTRAS ALMAS. Porque mi yugo es fácil y mi carga<br />

ligera” (Mt 11:28-30). Entonces El era un Salvador y no hay otro titulo mas<br />

significativo.<br />

A nuestra g<strong>en</strong>eración se le ha llamado <strong>en</strong> las revistas nacionales: “<strong>La</strong><br />

g<strong>en</strong>eración adúltera”. Este incid<strong>en</strong>te establece claram<strong>en</strong>te que otras<br />

g<strong>en</strong>eraciones se caracterizaron por el mismo pecado. Además habla de<br />

la culpa del pecado y de la posibilidad de su perdón. Y habla de estas<br />

cosas honestam<strong>en</strong>te.<br />

Esa es unas de las cosas que marcan la Biblia, su honestidad y su<br />

franqueza al revelar el defecto de la historia de la humanidad, su<br />

pecado. “Compare esta honestidad con el final de la dialéctica marxista<br />

<strong>en</strong> un paraíso de acero inoxidable”. Dice Buttrick. “Compárela con el<br />

optimismo hegeliano que se supone que v<strong>en</strong>ga al clímax <strong>en</strong> el perfecto<br />

estado prusiano. Compárelos con la fe americana <strong>en</strong> la bondad del<br />

hombre y del progreso material sin fin. Entonces esté agradecido por la<br />

honestidad de la historia de la Biblia. El hombre <strong>en</strong> las calles está al<br />

lado de la Biblia. Él ti<strong>en</strong>e una compr<strong>en</strong>sión más profunda que los<br />

filósofos: Él sabe ‘que hay algo mal <strong>en</strong> el mundo’. <strong>La</strong>s páginas de la


Biblia son sangri<strong>en</strong>tas—porque los hombres son viol<strong>en</strong>tos. <strong>La</strong>s páginas<br />

de la Biblia hablan de los patriarcas visitando prostitutas—porque la<br />

historia de la humanidad no está libre de ese estigma. No existe<br />

Polyana <strong>en</strong> la Escritura, y por eso debemos estar agradecidos: “Ella es<br />

una muchacha asquerosam<strong>en</strong>te acaramelada 2 ”. <strong>La</strong> naturaleza humana<br />

está estropeada con su cáncer del pecado original.<br />

“Algunos v<strong>en</strong> causa para la sátira”, dijo también Buttrick, “como<br />

cuando S. Parkes Cadman dijo torcidam<strong>en</strong>te de la historia de nuestra<br />

humanidad que él había llegado a la conclusión de que nuestro planeta<br />

estaba si<strong>en</strong>do usado como el asilo lunático del sistema solar, aunque<br />

esa palabra asume que sus ojos están cuerdos 3 ”.<br />

Como todos los lectores de las modernas ediciones de la Biblia sab<strong>en</strong>,<br />

existe un poco de duda sobre la aut<strong>en</strong>ticidad de la historia. Su base<br />

textual está bajo disputa, aunque casi todos los editores modernos<br />

conti<strong>en</strong>d<strong>en</strong> que la narración, Juan 7:53--8:11, no es parte del<br />

Evangelio de Juan como vino de las manos de su autor. Es una<br />

cuestión interesante, y no es posible <strong>en</strong>trar <strong>en</strong> la materia de una<br />

manera detallada <strong>en</strong> un estudio como este. Está aus<strong>en</strong>te <strong>en</strong> la mayoría<br />

de los manuscritos y versiones antiguas. Los primeros padres no<br />

parec<strong>en</strong> saberlo. Sin embargo, lo conocían Ambrosio, Agustín y más<br />

adelante Jerónimo. En algunos de los manuscritos más tardíos se<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra al final de Lucas 21:38. Papías lo pudo haber conocido, uno<br />

de los primeros padres, pero el asunto es especulativo. Se cita <strong>en</strong> <strong>La</strong><br />

constitución apostólica, una obra del siglo tercero.<br />

Agustín dice que la historia se elimino para evitar un escándalo, ya que<br />

algunos consideran que provee alguna justificación a un punto de vista<br />

ligero del pecado de <strong>adulterio</strong>.<br />

Para resumir este asunto: No parece posible que el incid<strong>en</strong>te sea parte<br />

del evangelio de Juan, pero pudo haberse añadido más adelante para


ilustrar Juan 8:15: “Yo no juzgo a nadie”. De todos modos, no se<br />

puede probar que la historia es parte del Evangelio pero, por otra<br />

parte, hay ciertas cosas acerca del relato que hace probable que sea<br />

parte del Evangelio, además, hay ciertas cosas acerca del relato que<br />

hace posible que sea un relato de un acontecimi<strong>en</strong>to g<strong>en</strong>uino <strong>en</strong> la<br />

vida de nuestro Señor. El creador de un incid<strong>en</strong>te, que deseaba hacer<br />

parecer que haya v<strong>en</strong>ido de Juan y <strong>en</strong> última instancia de la vida de<br />

nuestro Señor, nunca hubiera repres<strong>en</strong>tado a Jesús escribi<strong>en</strong>do sobre<br />

el suelo, porque <strong>en</strong> la tradición del evangelio no hay registro que se<br />

haya <strong>en</strong>contrado <strong>en</strong> lugar alguno acerca de Él, haci<strong>en</strong>do eso. Aún más,<br />

las palabras de nuestro Señor a los acusadores de la <strong>mujer</strong> ti<strong>en</strong><strong>en</strong> tal<br />

aire de originalidad <strong>en</strong> ellas, que es difícil dudar de su aut<strong>en</strong>ticidad. <strong>La</strong><br />

búsqueda y los convinc<strong>en</strong>tes com<strong>en</strong>tarios son tan similares a otros<br />

como estos de Él <strong>en</strong> otros lugares que es muy probable que Él los haya<br />

pronunciado. Por tanto, yo si<strong>en</strong>to que el incid<strong>en</strong>te es uno g<strong>en</strong>uino <strong>en</strong> la<br />

vida del Señor. Ahora, ya que toda palabra que nuestro Señor dijo fue<br />

un com<strong>en</strong>tario inspirado, no <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tro difícil ver la narración como<br />

auténtica y digna de exposición como proced<strong>en</strong>te del Señor.<br />

Uno debe recordar las palabras finales de Juan <strong>en</strong> el Evangelio: “Y hay<br />

también muchas otras cosas que Jesús hizo, que si se escribieran <strong>en</strong><br />

detalle, pi<strong>en</strong>so que ni aun el mundo mismo podría* cont<strong>en</strong>er los libros<br />

que se escribirían” (Jn 21:25). Aquí Juan dice claram<strong>en</strong>te que hay<br />

muchas otras cosas que Jesús hizo, que no se pued<strong>en</strong> <strong>en</strong>contrar <strong>en</strong> la<br />

tradición del evangelio. A mi m<strong>en</strong>te este pasaje es probablem<strong>en</strong>te una<br />

de tales “cosas” que Él hizo. Con esto <strong>en</strong> m<strong>en</strong>te, ahora nos volvemos a<br />

él.<br />

I. LAS CIRCUNSTNCIAS CIRCUNDANTES AL INCIDENTE<br />

Los escriba y fariseos (John 7:53-8:3).<br />

Al final del debate del día la multitud se había marchado a sus propios<br />

hogares, y Él se había ido al Monte de los olivos, sin duda para orar y<br />

meditar además para dormir.


Temprano <strong>en</strong> la mañana fue de nuevo al templo, y la multitud vino a Él<br />

para la <strong>en</strong>señanza. Mi<strong>en</strong>tras las voces de instrucción se escucharon <strong>en</strong><br />

la parte de atrás de la multitud dici<strong>en</strong>do: ¡Abran! ¡Abran paso!<br />

¡Despéj<strong>en</strong>os el camino! Queremos ver a Cristo”.<br />

Uno puede imaginar a nuestro Señor observando calmadam<strong>en</strong>te lo que<br />

está sucedi<strong>en</strong>do, despreocupado y ser<strong>en</strong>o. William <strong>La</strong>w dijo una vez:<br />

“Él que ha apr<strong>en</strong>dido a orar ha apr<strong>en</strong>dido el secreto mayor de una vida<br />

santa y feliz”. Y esa fue una lección que nuestro Señor había apr<strong>en</strong>dido<br />

bi<strong>en</strong>, y siempre estaba listo para lo inusual.<br />

Los escribas y fariseos eran hombres ins<strong>en</strong>sibles, crueles, sutiles y<br />

orgullosos. Algunas de sus características son las de los<br />

fundam<strong>en</strong>talistas, particularm<strong>en</strong>te la t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia de ser orgullosos e<br />

hipócritas. Por tanto, no es fácil que un hombre ortodoxo los acuse, ya<br />

que sus pecados son <strong>en</strong>démicos para los que claman estar <strong>en</strong> lo cierto<br />

<strong>en</strong> asuntos bíblicos.<br />

Fue el gobernador Bradford qui<strong>en</strong>, vi<strong>en</strong>do a un criminal si<strong>en</strong>do llevado<br />

al patíbulo dijo: “Ahí, voy yo al no ser por la gracia de Dios”. Bu<strong>en</strong>o, un<br />

hombre ortodoxo, al describir la orgullosa ortodoxia de los escribas y<br />

de los fariseos, ti<strong>en</strong>e algo similar con los mismos s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos. Es tan<br />

fácil pecar a la manera de tales hombres.<br />

Sir Winston Churchill una vez jocosam<strong>en</strong>te com<strong>en</strong>tó sobre una bi<strong>en</strong><br />

conocida t<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia al orgullo y a la arrogancia de Sir Stafford Cripps<br />

de esta manera: “¡Ahí va Dios por la gracia de Dios!”.<br />

Los escribas formularon todas las reglas y regulaciones que<br />

caracterizaron el judaísmo, pero fueron los fariseos los que<br />

consagraron sus vidas a mant<strong>en</strong>erlas.


<strong>La</strong> <strong>mujer</strong> (Jn 8:3).<br />

El estatus real de la <strong>mujer</strong> no se da. ¿Estaba solam<strong>en</strong>te comprometida<br />

(Ver v.5; Lv 20:10; Dt 22:24)? En tal captura <strong>en</strong> el acto de <strong>adulterio</strong><br />

t<strong>en</strong>ía que ser muerta por lapidación. ¿O era una <strong>mujer</strong> casada? De<br />

todos modos, por la ley judía era una criminal, capturada y cond<strong>en</strong>ada<br />

por el hombre. El <strong>adulterio</strong> era un crim<strong>en</strong> muy serio <strong>en</strong> la ley judía. Los<br />

rabíes t<strong>en</strong>ían un dicho: “Cada judío debe morir antes de que cometa<br />

idolatría, asesinato o <strong>adulterio</strong>. <strong>La</strong> muerte era el castigo (Ver Lv<br />

20:10), aunque <strong>en</strong> el caso m<strong>en</strong>cionado, o sea, <strong>en</strong> Levítico 20:10, el<br />

método de castigo es por lapidación (cf. Dt 22:13-24). De esa manera,<br />

parece que los escribas y fariseos estaban <strong>en</strong> lo cierto. <strong>La</strong> <strong>mujer</strong> era<br />

culpable de la p<strong>en</strong>a de muerte.<br />

II. LA CONVERSACIÓN CON LOS LÍDERES<br />

<strong>La</strong> petición de ellos (Jn 8:4-6a).<br />

Los hombres confrontan a Jesús con las palabras: “Maestro, esta <strong>mujer</strong> ha<br />

sido <strong>sorpr<strong>en</strong>dida</strong> <strong>en</strong> el acto mismo del <strong>adulterio</strong>. Y <strong>en</strong> la ley, Moisés nos<br />

ord<strong>en</strong>ó apedrear a esta clase de <strong>mujer</strong>es; ¿tú, pues, qué dices? Decían<br />

esto, probándole, para t<strong>en</strong>er de qué acusarle”.<br />

<strong>La</strong>s palabras implican que testigos habían visto el mismo acto, y esto<br />

era necesario, porque las circunstancias comprometedoras no eran<br />

sufici<strong>en</strong>tes para la p<strong>en</strong>a de muerte. Era necesario que los movimi<strong>en</strong>tos<br />

físicos de la pareja fueran vistos, y para que tales movimi<strong>en</strong>tos no<br />

admitieran otra explicación que el acto de la cópula. Es la opinión de<br />

algunos que, ya que tales condiciones son tan rigurosas y difíciles para<br />

que alguna vez sucediera, la <strong>mujer</strong> había sido <strong>sorpr<strong>en</strong>dida</strong> <strong>en</strong> una<br />

trampa que se le había t<strong>en</strong>dido. Como dice Morris: “Más aún todo<br />

parece indicar que este es el caso <strong>en</strong> que el hombre no estaba<br />

pres<strong>en</strong>te. ¿Por qué no? Ya que la <strong>mujer</strong> había sido <strong>sorpr<strong>en</strong>dida</strong> <strong>en</strong> el<br />

mismo acto debieron haber dos pecadores, no uno, ante Jesús. Pero si<br />

todo fue una provisión diseñada, se había hecho para que el hombre


escapara. Aún más, el testigo debió haber advertido a la <strong>mujer</strong> de<br />

acuerdo con la máxima: ‘No hay castigo sin advert<strong>en</strong>cia’. No hay<br />

ningún indicio de que ellos hubieran hecho algo así. Todas las<br />

indicaciones son que sus acusadores s<strong>en</strong>tían r<strong>en</strong>cor por ella. Esto se<br />

muestra además <strong>en</strong> el hecho de que habían traído a la <strong>mujer</strong> de<br />

manera pública (Ver Knox: ‘la hicieron pararse para que todos la<br />

vieran.). No había necesidad de esto. A ella se le pudo haber<br />

mant<strong>en</strong>ido bajo custodia mi<strong>en</strong>tras el caso se le hubiera referido a<br />

Jesús.<br />

Existían muchos motivos para la trampa. Uno bu<strong>en</strong>o sería material,<br />

porque si un esposo se divorciaba de su esposa, ella t<strong>en</strong>dría que<br />

llevarse la propiedad con ella. Si moría, <strong>en</strong>tonces al esposo se le daría<br />

todos sus bi<strong>en</strong>es.<br />

Algo impactante es evid<strong>en</strong>te al comi<strong>en</strong>zo: Estos abogados bíblicos,<br />

pidi<strong>en</strong>dole que com<strong>en</strong>tara acerca de la <strong>en</strong>señanza de la ley de Moisés<br />

sobre el <strong>adulterio</strong> para ponerle una trampa, estaban rompi<strong>en</strong>do la ley<br />

de Moisés. Ellos debieron haberla llevado al Sanedrín para una<br />

decisión. Y aún más, ellos no habían traído al hombre con ellos,<br />

evid<strong>en</strong>tem<strong>en</strong>te habiéndolo liberado.<br />

Ellos tratan a la <strong>mujer</strong> como si fuera simplem<strong>en</strong>te una cosa, hablando de<br />

ella como “esta <strong>mujer</strong>”, una expresión de desprecio cínico. Cuán difer<strong>en</strong>te<br />

es la actitud de la Biblia para con el individuo. “Dr. Paul Tournier <strong>en</strong> El<br />

diario de un médico, como apunta Barclay, “habla de lo que él llama ‘el<br />

personalismo de la Biblia’. Él apunta cuán tierna es la Biblia <strong>en</strong> cuanto a los<br />

nombres. Dios le dice a Moisés: “te he conocido por tu nombre”. (Ex<br />

33:17). Dios le dijo a Ciro: “ yo, soy el SEÑOR, Dios de Israel, el que te<br />

llama por tu nombre” (Is 45:3). Hay páginas <strong>en</strong>teras de nombres <strong>en</strong> la<br />

Biblia. Dr. Tournier insiste que esto es prueba de que la Biblia pi<strong>en</strong>sa de<br />

las personas primeram<strong>en</strong>te y ante todo, no como fracciones de las masas,<br />

o abstracciones o ideas, o casos sino como personas. ‘el nombre propio’,


escribe el Dr. Tournier, ‘es el símbolo de la persona. Si yo olvidara el<br />

nombre de mis paci<strong>en</strong>tes, si yo me digo: “Ah, He ahí ese tipo de vesícula<br />

o esa tuberculosis que vi el otro día”, me estoy interesando más <strong>en</strong> sus<br />

vesículas, o <strong>en</strong> sus pulmones que <strong>en</strong> ellos como personas, y nunca como<br />

un caso 5 ”. Los fariseos pi<strong>en</strong>san de la <strong>mujer</strong> como un tipo de adúltera.<br />

Los fariseos decían y hacían lo que decían y hacían para t<strong>en</strong>tarlo, o<br />

sea, para provocarlo a decir o hacer algo que les diera razón para<br />

acusarlo por la violación de la ley de Moisés. Lo que ellos hicieron<br />

planteó un dilema al Señor, un tanto similar al comediante común que<br />

usa <strong>en</strong> broma: “¿Has dejado de golpear a tu esposa?” Por supuesto, no<br />

hay manera de responder eso?<br />

Si nuestro Señor, <strong>en</strong> respuesta a su pregunta: “¿tú, pues, qué dices?”,<br />

respondía: “<strong>La</strong>píd<strong>en</strong>la, como dijo Moisés”, <strong>en</strong>tonces Él estaría <strong>en</strong><br />

conflicto con Moisés. Uno ti<strong>en</strong>e que admirar la astucia de los hombres.<br />

En el capítulo siete al despachar a los oficiales para que lo pr<strong>en</strong>dieran<br />

ellos habían empleado el rugido de un león (Ver 7:45), pero ahora<br />

usan la astucia de la serpi<strong>en</strong>te, ya que la otra táctica falló.<br />

Uno nota un punto importante aquí. Los seguidores de la serpi<strong>en</strong>te,<br />

Satanás, pued<strong>en</strong> citar la Escritura. Eso es un hecho fundam<strong>en</strong>tal que<br />

no podemos ignorar, si deseamos evitar la trampa de las sectas. Desde<br />

Jezabel (Ver 1 R 21:10) hasta el Juez Rutherford y los Testigos de<br />

Jehová, los adher<strong>en</strong>tes de la falsa doctrina practican y citan la palabra<br />

de Dios para apoyar sus puntos de vista. Ellos no citan la Escritura <strong>en</strong><br />

contexto y de acuerdo con la analogía de fe, pero sí articulan las<br />

palabras de la Biblia. Debemos recordar que los textos de la Escritura,<br />

citados fuera de contexto, son s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te eso, palabras. No son la<br />

palabra de Dios, cuando se citan de manera falsa.<br />

Su respuesta (Jn 8:6b).


<strong>La</strong> respuesta de nuestro Señor es extraordinaria. Juan escribe: “Pero<br />

Jesús se inclinó y con el dedo escribía <strong>en</strong> la tierra”. <strong>La</strong> palabra griega<br />

usada <strong>en</strong> el s<strong>en</strong>tido de escribir aquí no ocurre otra vez <strong>en</strong> el Nuevo<br />

Testam<strong>en</strong>to, aunque aparece unas pocas veces <strong>en</strong> el griego del<br />

Antiguo Testam<strong>en</strong>to con el s<strong>en</strong>tido de registrar, un s<strong>en</strong>tido que<br />

también se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> los papiros. <strong>La</strong> palabra parece que ti<strong>en</strong>e el<br />

s<strong>en</strong>tido aquí de trazar, quizás algo como “garabatear”. Godet sugiere:<br />

“Escribi<strong>en</strong>do, Jesús aludía al oficio de juez, el que sus adversarios le<br />

estaban atribuy<strong>en</strong>do <strong>en</strong> ese tiempo. Ya que una s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia judicial no<br />

solam<strong>en</strong>te se pronuncia, sino que se escribe; y este dicho de Jesús<br />

merece el nombre de s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>cia <strong>en</strong> un doble s<strong>en</strong>tido, al ser de<br />

inmediato una cond<strong>en</strong>ación de los acusadores y una absolución de la<br />

acusada 6 ”.<br />

Bajo cualquier circunstancia, las acciones de nuestro Señor nos dan<br />

uno de los sil<strong>en</strong>cios dramáticos de la Biblia. Y, si preguntamos lo que<br />

escribió, quizás la respuesta más sabia es s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te que no era su<br />

jurisdicción para s<strong>en</strong>t<strong>en</strong>ciar, porque Él no era juez y, de ahí, su<br />

retic<strong>en</strong>cia. Otras respuestas se ha sugerido, tales como que Él hubiera<br />

deseado s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te ganar tiempo para responder más<br />

cuidadosam<strong>en</strong>te, o forzarlos a declarar sus cargos una vez más para<br />

que vieran su naturaleza sádica, o que Jesús fue agarrado con tal<br />

s<strong>en</strong>tido de vergü<strong>en</strong>za que Él <strong>en</strong> su vergü<strong>en</strong>za y confusión escondió el<br />

rostro mirando hacia abajo escribi<strong>en</strong>do <strong>en</strong> el suelo (una razón tonta <strong>en</strong><br />

mi opinión), o que Él deseaba escribir <strong>en</strong> el polvo los pecados de los<br />

acusadores de la <strong>mujer</strong> para incriminarlos.<br />

<strong>La</strong> repetición de la petición (Jn 8:7a).<br />

Ellos, quizás p<strong>en</strong>sando que su sil<strong>en</strong>cio era una evasión de la dificultad<br />

por su interrogatorio, continuaron haciéndoles la pregunta.<br />

Su segunda respuesta (Jn 8:7b-c).


<strong>La</strong> segunda respuesta de nuestro Señor es audible: “El que de vosotros<br />

esté sin pecado, sea el primero <strong>en</strong> tirarle una piedra”. Es una respuesta<br />

maravillosa, exhibi<strong>en</strong>do lo que uno esperaría del divino Hijo de Dios.<br />

Diestram<strong>en</strong>te se mueve de asunto de la esfera judicial a la esfera<br />

moral, porque Él no desea ir más allá de esa esfera, al m<strong>en</strong>os por el<br />

mom<strong>en</strong>to.<br />

Su retorno a la escritura (Jn 8:8).<br />

Entonces, le sigue otro sil<strong>en</strong>cio dramático ya que los escribas y los<br />

fariseos son obligados a juzgarse ellos mismos y no a la <strong>mujer</strong>. Juan<br />

escribe s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te: “E inclinándose de nuevo, escribía <strong>en</strong> la tierra”.<br />

En varios manuscritos de la narración se dice que Jesús escribió <strong>en</strong> la<br />

tierra los pecados de sus acusadores, pero las lecturas no son<br />

g<strong>en</strong>uinas, sin dudas fueron añadidas para explicar por qué escribió, y<br />

por qué se retiraron.<br />

<strong>La</strong> retirada (Jn 8:9).<br />

Y <strong>en</strong>tonces “com<strong>en</strong>zó la diversión”, ha dicho algui<strong>en</strong>. O, para decirlo de<br />

otra manera, <strong>en</strong>tonces com<strong>en</strong>zó ¡“la procesión de convicción”! Cristo<br />

ha dicho que el que conoce que su naturaleza está libre de pecados<br />

sea la primera persona que lanzara una piedra a la <strong>mujer</strong>. Estos<br />

hombres malvados habían v<strong>en</strong>ido para escuchar al Señor cond<strong>en</strong>ar a<br />

una pobre <strong>mujer</strong>, pero <strong>en</strong> lugar de eso, escuchan a sus propios<br />

corazones cond<strong>en</strong>ándolos. Habían v<strong>en</strong>ido a escucharlo para aplicar la<br />

severa ley de Moisés , pero <strong>en</strong> su lugar fueron forzados a sil<strong>en</strong>ciar la<br />

pequeña voz de sus conci<strong>en</strong>cias cond<strong>en</strong>ándolos <strong>en</strong> sus corazones. Así<br />

que comi<strong>en</strong>zan a escabullirse, com<strong>en</strong>zando con el mayor hasta el<br />

último hombre.<br />

Macartney com<strong>en</strong>ta: “<strong>en</strong> la ley<strong>en</strong>da Antigua del Santo Grial un hombre<br />

vino a la pres<strong>en</strong>cia de la sagrada vasija que cont<strong>en</strong>ía la sangre que<br />

Jesús había derramado <strong>en</strong> la cruz por la red<strong>en</strong>ción del hombre, sintió la


herida de las trasgresiones largam<strong>en</strong>te olvidadas com<strong>en</strong>zando a<br />

quemarlo una vez más d<strong>en</strong>tro de su alma. Sí, es la pres<strong>en</strong>cia de Cristo<br />

la que nos cond<strong>en</strong>a a todos y sin embargo nos da esperanza y nos<br />

capacita para clamar: ‘Dios t<strong>en</strong> misericordia de mí que soy pecador’ 7 ”<br />

¿Por qué se fueron los mayores primero? Porque t<strong>en</strong>ían más s<strong>en</strong>tido,<br />

¿O no? O quizás, ¿porque t<strong>en</strong>ían más pecados? No lo sabemos.<br />

Así que sus <strong>en</strong>emigos se fueron, hasta donde podemos decir, pero<br />

claram<strong>en</strong>te superados <strong>en</strong> estrategias, ilustrando el principio de Mateo<br />

12:37: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras<br />

serás cond<strong>en</strong>ado”.<br />

III. LA CONVERSACIÓN CON LA MUJER<br />

Su petición (Jn 8:10).<br />

Jesús y la <strong>mujer</strong> están solos. Agustín, p<strong>en</strong>sando <strong>en</strong> las emociones de<br />

los dos, dijo: “Ahí permanecieron una gran infelicidad y una gran<br />

misericordia 8 ”.<br />

Sus preguntas son: “Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha<br />

cond<strong>en</strong>ado?” (Ver v.10). El término “<strong>mujer</strong>” no es de falta de respeto<br />

(Ver2:4; 19:26: de su madre; 20:15).<br />

Su respuesta (Jn 8:11a).<br />

Ella responde s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te: “Ninguno, Señor”. Sus palabras se pued<strong>en</strong><br />

contrastar con las de sus acusadores <strong>en</strong> los términos con los que se<br />

dirigieron a Él. Los hombres lo llamaron: “Amo” (Ver v.4), una palabra<br />

que significa maestro, pero ella lo llama “señor”, pero además ti<strong>en</strong>e su<br />

máxima significación. A la luz de lo que ha sucedido, no es improbable<br />

<strong>en</strong> modo alguno, que ahora ella t<strong>en</strong>ga la idea de que Él es más que un<br />

hombre. Y si es así, <strong>en</strong>tonces un verdadero arrep<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>to se refleja<br />

<strong>en</strong> sus palabras porque, como dice Pablo, nadie puede llamar a Jesús


Señor, excepto por el Espíritu Santo (cf. 1 Co 12:3). Ella no se excusa<br />

<strong>en</strong> lo absoluto, sino que espera por su palabra.<br />

Su respuesta (Jn 8:11b-d).<br />

¡Le sigu<strong>en</strong> las palabras del único capaz de lanzarle una piedra a ella!<br />

Fueron: “Yo tampoco te cond<strong>en</strong>o. Vete; desde ahora no peques más”.<br />

Estas palabras tra<strong>en</strong> al incid<strong>en</strong>te a una conclusión adecuada y<br />

dramática. Jesús, tampoco cond<strong>en</strong>ará a la <strong>mujer</strong>. Eso no significa, por<br />

supuesto, que Él aprueba el pecado, o aun que lo condone, porque Él<br />

dice: “Vete; no peques más”.<br />

En la palabra “cond<strong>en</strong>o” está la idea de una cond<strong>en</strong>ación divina. Es la<br />

palabra <strong>en</strong>contrada <strong>en</strong> la forma de un sustantivo <strong>en</strong> Romanos 8:1. Con<br />

el negativo el p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to resultante el del regalo de una nueva<br />

posición, y Él es capaz de conferir esto por virtud de lo que Él hará <strong>en</strong><br />

el Calvario (Ver Ro 8:3). Él será cond<strong>en</strong>ado <strong>en</strong> el lugar de ella.<br />

<strong>La</strong> admonición a no pecar más, la que <strong>en</strong> este ejemplo se puede<br />

traducir como no continúes pecando o no peques más, debe resultar<br />

<strong>en</strong> un nuevo estado. Fue además, estoy seguro, una palabra de<br />

esperanza para ella, aun a pesar de la sociedad <strong>en</strong> que ella había<br />

hecho su hogar.<br />

Es la opinión de algunos com<strong>en</strong>taristas que Jesús no perdonó a la<br />

<strong>mujer</strong>, sino que s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te la invitó a <strong>en</strong>m<strong>en</strong>dar sus caminos 9 ”.<br />

Godet com<strong>en</strong>ta: “Lo que le dijo Jesús a esta <strong>mujer</strong> no se puede<br />

confundir con una declaración positiva de perdón, como la que se<br />

<strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> Lucas 7:48 y 50. Ella no había v<strong>en</strong>ido a Jesús <strong>en</strong> fe<br />

como esa pecadora contrita, y Él s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te le dio tiempo para que<br />

se arrepintiera y creyera. Fue una declaración de sufrimi<strong>en</strong>to, no de<br />

justificación 10 ’” Por otra parte, se puede decir que, si Cristo la despidió<br />

y solam<strong>en</strong>te la estimuló a que se reformara, <strong>en</strong>tonces había algo que<br />

faltó <strong>en</strong> su trato con ella.


Personalm<strong>en</strong>te, me gusta p<strong>en</strong>sar que <strong>en</strong> la despedida de Cristo con las<br />

palabras: “Vete; desde ahora no peques más”, hay un reconocimi<strong>en</strong>to,<br />

de parte de Él de su fe al llamarlo: “Señor”, y el perdón de sus pecados<br />

como resultado. Si hubo tal perdón, no puedo estar absolutam<strong>en</strong>te<br />

seguro de que mi punto de vista sea la situación real. <strong>La</strong> naturaleza<br />

limitada de la narración no nos provee esa certeza.<br />

Conclusión<br />

Permítanme concluir recordándole a mis lectores una de las pocas<br />

cosas fundam<strong>en</strong>tales. En primer lugar, <strong>en</strong> el pecado de esta <strong>mujer</strong> está<br />

esbozado el problema de las épocas, a saber, ¿Cuál es la esperanza del<br />

pecador a la luz de la ley de Dios que se ha quebrantado? O<br />

sorpr<strong>en</strong>dido <strong>en</strong> el acto, o no, o un pecador secreto, debemos <strong>en</strong>fr<strong>en</strong>tar<br />

el hecho de que la paga del pecado es muerte (Ver Ro 6:23), y que<br />

está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de<br />

esto, el juicio (Ver He 9:27). ¿Qué debemos hacer?<br />

Es <strong>en</strong> este punto que la gracia de Dios <strong>en</strong> la obra de Jesucristo, y el<br />

perdón que se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra <strong>en</strong> su sangre sacrificial, es tan gloriosa.<br />

Expresado <strong>en</strong> las palabras del salmista: “Como está de lejos el ori<strong>en</strong>te del<br />

occid<strong>en</strong>te, así alejó de nosotros nuestras transgresiones. Como un padre<br />

se compadece de sus hijos, así se compadece el SEÑOR de los que le<br />

tem<strong>en</strong>. (Sal 103:11, 12).<br />

Se dice que un ministro le preguntó una vez a un ing<strong>en</strong>iero y erudito<br />

salvo que le diera un cálculo de cuán lejos estaba el este del oeste. El<br />

hombre tomó un lápiz y com<strong>en</strong>zó a calcular y <strong>en</strong>tonces dijo: “¡Es<br />

imposible!” El amor de Dios y la misericordia de Dios son<br />

inm<strong>en</strong>surables.


Y, finalm<strong>en</strong>te, si no hay respuesta a la obra salvífica del Señor<br />

Jesucristo, su muerte y resurrección, <strong>en</strong>tonces se debe mant<strong>en</strong>er esa<br />

cita para el juicio final. Ahí la revelación de la conci<strong>en</strong>cia humana se<br />

llevará a cabo y las bocas de todos los no redimidos serán cerradas<br />

para siempre. Entonces será solam<strong>en</strong>te Cristo y el hombre o la <strong>mujer</strong>.<br />

Uno deduce de la reacción de los escribas y fariseos que los pecados<br />

pasados de los hombres saldrán de sus sepulcros donde podemos<br />

p<strong>en</strong>sar que los pusimos, y nos presionan con consecu<strong>en</strong>cias<br />

aterradoras.<br />

"Dequincey sostuvo," un estudiante moderno ha escrito, “que no hay<br />

tal cosa como el olvido, que el cerebro es un palimpsesto; que ‘las<br />

capas eternas de las ideas, imág<strong>en</strong>es, los s<strong>en</strong>timi<strong>en</strong>tos’ se manti<strong>en</strong><strong>en</strong><br />

cay<strong>en</strong>do sobre él suavem<strong>en</strong>te como la luz. Cada desc<strong>en</strong>d<strong>en</strong>cia parece<br />

que ha sepultado todo lo que antes fue. Y sin embargo, <strong>en</strong> realidad, ni<br />

una se ha extinguido (Ensayo sobre ‘Palimpsesto del cerebro humano).<br />

Estos son los libros que se abrirán al final, y cuya evid<strong>en</strong>cia es<br />

irrefutable y final 11 ”. Huye de la ira v<strong>en</strong>idera para v<strong>en</strong>ir a los brazos del<br />

salvador que trató tan g<strong>en</strong>tilm<strong>en</strong>te con la hija pródiga.<br />

Notas<br />

1<br />

Clar<strong>en</strong>ce Edward Macartney, Great Interviews of Jesus, p. 75. [Grandes <strong>en</strong>trevistas de<br />

Jesús]<br />

2<br />

George Arthur Buttrick, Christ and History (New York and Nashville: Abingdon-Cokesbury,<br />

1963), pp. 22-23. [Cristo y la historia]<br />

3 Ibid., p. 34.<br />

4 Morris, p. 885.<br />

5 Barclay, II, 6.<br />

6 Godet, II, 310.<br />

7 Macartney, p. 82.<br />

8 Augustine's words are remansit magna miseria et magna misericordia, Enarr. in Ps. 18.<br />

[<strong>La</strong>s palabras son magna miseria et magna misericordia]<br />

9 Morris, p. 891.<br />

10 Godet, II, 311-12.<br />

11 The Interpreter's Bible, VIII, 593 [<strong>La</strong> Biblia del intérprete]

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