La mujer sorprendida en adulterio, o Miseria y ... - Believers Chapel
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<strong>La</strong> segunda respuesta de nuestro Señor es audible: “El que de vosotros<br />
esté sin pecado, sea el primero <strong>en</strong> tirarle una piedra”. Es una respuesta<br />
maravillosa, exhibi<strong>en</strong>do lo que uno esperaría del divino Hijo de Dios.<br />
Diestram<strong>en</strong>te se mueve de asunto de la esfera judicial a la esfera<br />
moral, porque Él no desea ir más allá de esa esfera, al m<strong>en</strong>os por el<br />
mom<strong>en</strong>to.<br />
Su retorno a la escritura (Jn 8:8).<br />
Entonces, le sigue otro sil<strong>en</strong>cio dramático ya que los escribas y los<br />
fariseos son obligados a juzgarse ellos mismos y no a la <strong>mujer</strong>. Juan<br />
escribe s<strong>en</strong>cillam<strong>en</strong>te: “E inclinándose de nuevo, escribía <strong>en</strong> la tierra”.<br />
En varios manuscritos de la narración se dice que Jesús escribió <strong>en</strong> la<br />
tierra los pecados de sus acusadores, pero las lecturas no son<br />
g<strong>en</strong>uinas, sin dudas fueron añadidas para explicar por qué escribió, y<br />
por qué se retiraron.<br />
<strong>La</strong> retirada (Jn 8:9).<br />
Y <strong>en</strong>tonces “com<strong>en</strong>zó la diversión”, ha dicho algui<strong>en</strong>. O, para decirlo de<br />
otra manera, <strong>en</strong>tonces com<strong>en</strong>zó ¡“la procesión de convicción”! Cristo<br />
ha dicho que el que conoce que su naturaleza está libre de pecados<br />
sea la primera persona que lanzara una piedra a la <strong>mujer</strong>. Estos<br />
hombres malvados habían v<strong>en</strong>ido para escuchar al Señor cond<strong>en</strong>ar a<br />
una pobre <strong>mujer</strong>, pero <strong>en</strong> lugar de eso, escuchan a sus propios<br />
corazones cond<strong>en</strong>ándolos. Habían v<strong>en</strong>ido a escucharlo para aplicar la<br />
severa ley de Moisés , pero <strong>en</strong> su lugar fueron forzados a sil<strong>en</strong>ciar la<br />
pequeña voz de sus conci<strong>en</strong>cias cond<strong>en</strong>ándolos <strong>en</strong> sus corazones. Así<br />
que comi<strong>en</strong>zan a escabullirse, com<strong>en</strong>zando con el mayor hasta el<br />
último hombre.<br />
Macartney com<strong>en</strong>ta: “<strong>en</strong> la ley<strong>en</strong>da Antigua del Santo Grial un hombre<br />
vino a la pres<strong>en</strong>cia de la sagrada vasija que cont<strong>en</strong>ía la sangre que<br />
Jesús había derramado <strong>en</strong> la cruz por la red<strong>en</strong>ción del hombre, sintió la