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Destruyó en su furor todas las tiendas de Jacob;<br />
Echó por tierra las fortalezas de la hija de Judá,<br />
Humilló al reino y a sus príncipes” (2:1, 2).<br />
Este capítulo 2 se inicia con una exclamación, “Como oscureció el Señor en su furor a la hija de Sion!”<br />
Relata a si el estado de confusión que reinaba en la ciudad de Jerusalén, el asolamiento en que se<br />
encontraban sus calles, sus plazas y mercados. No había gente que transitaran sus calles, ni mercadearan<br />
sus productos, el bullicio de sus plazas se había convertido en un silencio sepulcral y espantoso.<br />
La hermosura de la ciudad ya no estaba presente, todo era escombros, y las lágrimas estaban presentes en<br />
los rostros las gentes tristes y enlutadas. La ira de Dios que antes había anunciado por medio de sus<br />
profetas había hecho incursión en la ciudad de Jerusalén.<br />
Dios siempre será un Dios de intenso amor y de grande misericordia, a si lo mostró en su trato con su<br />
pueblo Israel; le amó cuando aun eran esclavos en Egipto. Su pueblo gozó de la koinonía con El, le cuido,<br />
le sustento en el desierto, la nación adquirió renombre y gran prestigio entre los demás pueblos. Cuando<br />
Vivian en comunión con su Dios, recibían respaldo divino, Dios peleaba por ellos, los sanaba, le libraba de<br />
plagas y le sustentaba de manera asombrosa, pero cuando pecaban y se apartaban de Dios, ofendiéndole en<br />
su ingratitudes provocaban la ira del Dios Santo. Su ira se hizo presente, después de haberle dado<br />
cuantiosas oportunidades para arrepentirse.<br />
“En aquel tiempo, dice Jehová, yo seré por Dios a todas las familias de Israel, y ellas me serán a mí por<br />
pueblo. Así ha dicho Jehová: El pueblo que escapó de la espada halló gracia en el desierto, cuando Israel<br />
iba en busca de reposo. Jehová se manifestó a mí hace ya hace mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno<br />
te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia” (Jeremías 31:1-3).<br />
Aunque cada vez que se apartaban pecando en contra de su Dios, esto constituía una ofensa directa a El,<br />
esta actitud lo separaba de Dios. Jehová le había servido de pastor divino a toda la familia de Israel, la<br />
nación se hizo fuerte y de ciudad fortificada, se creyó grande y quiso independizarse de Dios, rompió la<br />
relación que tenia con el que lo formó, se volvió rebelde y abominable con todas las practicas pecaminosas<br />
contra Jehová su Dios, provocándole a ira.<br />
“La actitud permanente del Dios Santo y Justo cuando se enfrenta al pecado y al mal se denomina su<br />
“ira”. Resulta inadecuado considerar a este término simplemente como una descripción del “inevitable<br />
proceso de causa y efecto en un universo moral”, o como otro modo de hablar de los resultados del<br />
pecado. Es más bien una cualidad personal, sin la cual Dios dejaría de ser plenamente justo, y su amor<br />
degeneraría en sentimentalismo. Sin embargo, aun cuando su ira, igual que su amor, tiene que ser descrita<br />
en lenguaje humano, no es caprichosa, antojadiza, o espasmódica, como lo es siempre el enojo humano.<br />
Es un elemento tan permanente y tan consecuente de su naturaleza como lo es su amor. Esto se destaca<br />
claramente en el tratado de Lactancio, De ira Dei.<br />
La injusticia y la impiedad de los hombres, por las que no tienen excusa, tiene que producir<br />
manifestaciones de la ira divina tanto en la vida de los individuos como en la de las naciones (véase Rom.<br />
1:18–32); y el ATAT Antiguo Testamento contiene numerosas ilustraciones de esto, tales como la<br />
destrucción de Sodoma y Gomorra y la caída de Nínive (véase Dt. 29:23; Neh. 1.2–6). Pero hasta el “día<br />
de la ira” final, que se anticipa en toda la Biblia y se pinta muy gráficamente en Apocalipsis, la ira de<br />
Dios está siempre obtemperada por la misericordia, particularmente en lo que hace a su trato con el<br />
pueblo elegido (véase, p. ej.p. ej. por ejemplo, Os. 11:8ss).<br />
Sin embargo, si el pecador se aprovecha de esta misericordia, amontona ira sobre sí mismo “para el día<br />
de la ira”, cuando se revelará el justo juicio de Dios (Rom. 2:5). Pablo estaba convencido de que una de<br />
las razones principales que explican por qué Israel no pudo detener el proceso de deterioro moral,