ciencia-tecnologia-democracia - Universidad EAFIT
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1.- introducción<br />
n tanto orientación normativa, la conjunción de investigación, innovación e inclusión<br />
social es por demás atractiva: las dos primeras son portadoras de promesas que desafían la<br />
imaginación en materia de soluciones a problemas, y la tercera constituye una de las cuestiones<br />
más serias de nuestro tiempo. Sin embargo, la inclusión social adolece, en tanto asunto del<br />
que pudieran ocuparse la investigación y la innovación, de múltiples dificultades. Una serie de<br />
ellas está relacionada con el propio concepto, con su definición y con su alcance, pues según<br />
cómo se entienda la inclusión social podrá visualizarse mejor o peor como problema para<br />
la investigación y la innovación. Otra serie de dificultades hace referencia a qué se entiende<br />
por innovación y cuál es el papel que se le debe adjudicar en la dinámica socioeconómica,<br />
pues algunas de sus acepciones no permitirían fácilmente vincularla con la inclusión social.<br />
Este conjunto de dificultades constituye un freno para la elaboración conceptual y para la<br />
implementación concreta de acciones que estrechen los vínculos entre los tres dominios. Nos<br />
corresponde por lo tanto explicitar qué acepciones de los términos que nos preocupan estamos<br />
utilizando.<br />
Por otra parte está también la pregunta del lugar desde el cual se reflexiona sobre estos<br />
aspectos.<br />
“[...] la pregunta apropiada sobre la idea de inclusión social no es qué quiere decir sino qué<br />
entendemos por ella, o aun qué se entiende por ella y quién entiende qué. Como todos los<br />
conceptos a través de los cuales tratamos de representarnos el mundo –incluyendo conceptos<br />
como ‘sociedad’, ‘comunidad’, ‘estructura’, ‘red social’, ‘sistema’– se trata de una metáfora.<br />
¿Cómo se usa esta metáfora, quién la usa, con qué objetivos? ¿Cuáles son las consecuencias<br />
políticas o las posibilidades de esta metáfora en particular? ¿Qué tipo de sociedad está actualmente<br />
–o podría estar– implícita en el término inclusión social?” (Levitas, 2003: 1).<br />
Este ensayo se sitúa frente a preguntas de este tipo desde una perspectiva particular: la<br />
de una universidad latinoamericana en la que se busca convocar las capacidades de creación<br />
de conocimiento de sus investigadores para colaborar a resolver problemas que (1) afectan a<br />
segmentos vulnerables de la población y (2) requieren conocimiento nuevo para resolverse. Más<br />
allá de esta perspectiva, que se concreta en un llamado específico y competitivo a la presentación<br />
de proyectos de investigación e innovación “orientados a la inclusión social”, un objetivo mayor<br />
es colaborar a que la agenda de investigación e innovación universitaria integre a la inclusión<br />
social como origen de demanda cognitiva. De más largo alcance aun es el objetivo de colaborar<br />
a que, a nivel nacional, las políticas de investigación e innovación se diseñen para dar respuesta<br />
a demandas de la política social y, desde el otro lado, las políticas sociales se constituyan en<br />
demandantes activas a las políticas de innovación (Arocena y Sutz, 2009, 2010).<br />
Políticas como las recién indicadas enfrentan un problema mayor: ¿quién identifica y<br />
cómo la demanda derivada del objetivo de colaborar a la inclusión social desde el aporte de la<br />
creación de conocimiento? ¿Son los propios investigadores, es un proceso previo que les plantea<br />
a los investigadores algunas grandes avenidas de trabajo, son los que tienen o perciben los<br />
problemas? Un arduo tema aparece aquí, asociado a la identificación de este tipo de demanda.<br />
Así pues, este trabajo busca, por una parte, encontrar una acepción de inclusión social<br />
que ayude a un mejor diseño de políticas de investigación e innovación orientadas a incrementar<br />
dicha inclusión y, también, una acepción de innovación que coadyuve a ello. Por otra parte,<br />
intenta identificar algunas de las dificultades asociadas a la detección de la demanda cognitiva<br />
planteada por problemas de inclusión social a partir de la acepción encontrada. Estos objetivos,<br />
por ser extremadamente complejos, son inmodestos; sin embargo, el abordaje que de ellos se<br />
haga será por demás modesto y exploratorio.<br />
2.- Exclusión social, inclusión social:<br />
ElEmEntos quE ayudan a intEgrarlas<br />
con invEstigación E innovación<br />
A primera vista parecería que una vez delimitada una acepción de exclusión social, la de<br />
inclusión social también lo está. Sin embargo hay advertencias en contrario. Por ejemplo: si la<br />
exclusión social se asocia ante todo a la carencia de empleo, podría inferirse que la inclusión<br />
social debe priorizar por encima de todo la dinamización del mercado laboral; pero si ello<br />
se hiciera a partir de desregulaciones que permitieran el acceso a empleos de mala calidad,<br />
el objetivo de inclusión social estaría, por diversas razones, lejos de lograrse. A pesar de estas<br />
advertencias, hay un elemento que ayuda a no distorsionar el concepto de inclusión social<br />
al verlo como un avance hacia la reversión de la exclusión: uno de los pocos consensos en la<br />
superabundante literatura sobre exclusión social es la imposibilidad de definirla a partir de un<br />
criterio único y singular. Esto complica considerablemente el análisis, pero también ayuda a no<br />
caracterizar la inclusión, distorsionándola potencialmente, a partir algún parámetro particular<br />
y prefijado.<br />
Dos autores particularmente influyentes, Manuel Castells y Amartya Sen, ayudan<br />
a pensar la inclusión desde su opuesto, la exclusión. A partir de su conceptualización de la<br />
sociedad en red en el marco del capitalismo informacional, Castells indica:<br />
“Las relaciones entre los nodos de la red son asimétricas, pero todas son necesarias para<br />
su funcionamiento, para la circulación de dinero, información, tecnología, imágenes, bienes,<br />
servicios o personas a través de la red. La distinción más crítica en esta lógica organizacional<br />
no es estabilidad sino inclusión o exclusión. Las redes cambian permanentemente, se<br />
mueven, se forman y reforman en una variación sin fin. Los que permanecen dentro tienen<br />
la oportunidad de compartir y, a lo largo del tiempo, de incrementar sus oportunidades. Los<br />
que se salen o son sacados verán desaparecer sus oportunidades” (Castells, 1999: 4).<br />
Converge con esta mirada la conceptualización que subraya el carácter relativo y<br />
contingente de la exclusión social:<br />
“[...] no es un estado absoluto adjunto a individuos o grupos particulares y a sus circunstancias<br />
independientemente del contexto más amplio. No es un estado dicotómico con<br />
algunos excluidos y otros incluidos en la vida social. Por el contrario, los procesos de exclusión<br />
impactan de formas diferentes y en grados diferentes a diversos grupos y sociedades en<br />
momentos particulares. […] Entender los procesos que generan y sostienen la exclusión requiere<br />
prestarle atención a las interacciones entre relaciones sociales y resultados a diferentes<br />
niveles –individual, familiar, comunitario, nacional y global– y a cómo esas interacciones<br />
cambian en tiempos históricos y biográficos” (Popay, 2006: 7).<br />
Así, la inclusión o exclusión de las redes en torno a las cuales se organiza la vida social<br />
no es permanente, lo que implica que en términos de inclusión –específicamente– nada está<br />
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