La mujer en el horizonte de su refundación Lilliths, Evas ...

parlante
de poder y subordinación de
lo masculino y femenino sea la
irreductible diferencia. Más allá de
la certeza biológica de componentes
masculinos y femeninos que harían
de todo ser humano un proyecto de
androginea (como ya lo intuyera
Platón), lo cierto es que la dominante
sexual parece crear la diferencia
irreductible: lo femenino como el
sujeto de la sexualidad interiorizada,
de la intimidad como condición
de vida, de la sensibilidad con
el espacio y con el presente; y lo
masculino como el sujeto de la
sexualidad exteriorizada, del afuera
y de la conquista del futuro. En
la persistencia de esta diferencia
el primer imaginario del hombre
respecto a la mujer es el de botín de
guerra, y el de la mujer respecto al
hombre, la del hijo para la ternura y
la protección.
En la persistencia de esa
diferencia se han articulado los
diagramas de poder de las culturas,
pero en Occidente, por arte de
la modernidad, y de su valor
más controvertible, el de la
libertad, lo femenino empezó
su proceso de liberación, su
conversión en sujeto (con
los mismos derechos y
libertades y, asombro, con
las mismas o mayores
capacidades), en un
proceso que, según
Lipovesky, es el más
importante de los
emprendidos por
la modernidad. La
asunción de la mujer como
sujeto, en los horizontes de la
4 Mayo-Junio de 006 • Facultad de Humanidades y Educación
modernidad, es irreversible, y esta
nueva situación que apenas lleva
quinientos años, producirá sin duda
cambios profundos en la civilización
y en la cultura.
En este sentido Lipovesky dice que
el siglo XXI será el de la feminización
de la cultura. Si durante veinte
siglos, y aún más, bajo la conducción
del hombre, las culturas, más allá
de sus logros, produjeron lo que
Benjamín llama documentos
de barbarie,
e s c l a v i t u d
y guerras,
aniquilación sistemática del otro y de
los otros, hasta llegar al imaginario
utópico que derivó en feroces
intolerancias y campos de exterminio,
la “feminización” de la cultura
puede transponer aquellos rasgos
ontológicos que facilitaron diagramas
de poder y subordinación (la entrega,
el imperativo de belleza, la sexualidad
interiorizada…) y convertirse en
soportes para una mejor asunción
de lo humano: la apertura hacia lo
que busca de manera callada pero
ya definitivamente agónica: su
supervivencia.