La mujer en el horizonte de su refundación Lilliths, Evas ...

a la primera oportunidad que tuvo Eva, sin titubear,
proporcionara el rojo fruto prohibido y Adán, sin la
más mínima pizca de hambre, le hincara el diente y
le arrancara el tajo. No tenían nada que perder. Al
contrario, la expulsión del Paraíso era la salvación para
ese par de entes ociosos que empezaba a detestarse. Es
más, hay quienes comentan que ellos mismos contrataron
a la serpiente y hasta echaron unas lagrimitas, medio
remolonas, para despistar.
De más está decir que desde entonces se armó la
de San Quintín y comenzó la relación de amor y odio
entre hombres y mujeres que hoy en día conocemos.
Ellos, acusándonos de ser débiles, incapaces, histéricas
y pizpiretas, y nosotras, calificándolos de insensibles,
mentirosos, salvajes y básicos. Eso por no mencionar
apelativos menos decorosos que suelen volar de
lado y lado. (Me disculpan, hoy no tengo ganas
de escandalizar).
En todos estos años ha pasado mucha
agua debajo de ese puente civilizador: dedos
acusadores, teorías feministas, consignas de
macho herido e intentos por fumar la pipa
de la paz bajo las sábanas. Quizás nunca
sabremos a ciencia cierta quien metió
la mano (o algo menos inocente) para
que se armara este lío de mentadas
emancipaciones, hormonas agitadas y
reproches compartidos. Por lo pronto,
propongo que dejemos en paz a Adán
y Eva y a la buena de la serpiente
que, todo el mundo sabe, sería
incapaz de matar una mosca.
Echémosle la culpa a la manzana
que de todos modos, aunque
apetecible y sabrosona, ya está
bien desprestigiada…
Mayo-Junio de 006 • Facultad de Humanidades y Educación
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