La mujer en el horizonte de su refundación Lilliths, Evas ...

Y…
¡tanto alboroto, por una manzana!
En algún lugar, cercano o remoto, en un tiempo de inagotable antigüedad, ocurrió. En algún medio linfático
la vida decidió escindirse para siempre en dos entidades irreconciliablemente desunidas. Esa separación
de cuerpos recibió la inmensa comisión de perpetuar la existencia de los seres así escindidos.
Quizás fue Eva la culpable, con su carita de yo no fui
y su hoja de parra muy mal puesta; o puede haber sido
Adán, por picaflor, machista y mal amante; a lo mejor
fue la serpiente, la muy rastrera y sin oficio, la única
responsable…¿A quién le echamos la culpa de este
berenjenal de género en que estamos metidos? Es que
tiene que haber un autor ¿o autora? intelectual,
un cerebro, una voz cantante, una conciencia
sucia por ahí a quien responsabilizar por
la batalla más antigua de la historia: la
guerra de los sexos.
Tiene que haber una explicación
para esta telenovela de las 9,
este bolero corta venas con
mojito cubano, esta algarabía
de dimes y diretes que
padecemos mujeres y hombres
habitantes de esta tragedia
de identidades perdidas e
igualdades proclamadas,
desde que tenemos memoria
o, mejor dicho, desde que
queremos acordarnos. Y yo…
tengo la impresión de que la
cosa viene de atrás. Sí, del
inicio de los tiempos. De esa
época remota en la que sólo
dos seres trajeron al mundo
un gentío, sin el más mínimo
indicio de inmoralidad, por
purito milagro u obra y gracia del
espíritu santo quien, al parecer, ya
venía trabajando desde entonces.
Aunque los hechos están un poco
confusos, creo haber encontrado pistas
sufucientes para arriesgarme a decir que el
Génesis, señoras y señores, no es exactamente
como nos lo han contado. Sí, y aunque casi nadie
la conoce, al parecer todo tiene que ver con una tal
Lilith: el secreto mejor guardado de la Historia Sagrada.
Se dice que fue Lilith, y no Eva, la primera mujer de
Lezama Lima
Adán…y de la Tierra. Pero lo sorprendente no acaba allí,
resulta que en esta versión “políticamente incorrecta”
de nuestros orígenes no hay costillas dadoras de vida ni
mujeres resignadas a vivir a la sombra de sus hombres.
Entérense que Lilith surgió del polvo, bien desgreñada y
sucia, igualito que Adán. Ella, que se sabía dueña de su
cuerpo, de su intimidad y de su placer, se negó
rotundamente a ser fundida a su hombre
para toda la vida, se resistió a someterse
a su voluntad, a sus designios y a
quedarse en casa, siempre sumisa
y dependiente, domesticando
periquitos y haciendo tortas por
encargo hasta altas horas de la
noche.
Lilith era muy distinta a
la Eva que nos han hecho
conocer, ella quería salir de
su nidito de amor, curiosear,
deleitarse con cuanta cosa
le ofrecía el paraíso, así
que ni corta ni perezosa,
decidió separarse del
primer macho dominante
y de su abrazo coital más
rápido de lo que canta
un gallo. Así que fue ella,
precisamente ella, la primera
desplazada del paraíso.
S e r á q u e e n t o n c e s
podemos culpar a Lilith de
sublevar a las mujeres para que
dejaran sus lechos de rosas (o
más bien de espinas), para que
rompieran en mil pedazos sus tacitas
de plata, abrieran sus jaulas de oro,
sus confortables cautiverios, y ya no se
conformaran con hacer arroz con leche y poner
la mesa en su santo lugar. Después de todo, ella andaba
trashumante por el mundo, rueda libre, regando un
semillero de transgresiones por doquier. Sí, me atrevería
Mayo-Junio de 006 • Facultad de Humanidades y Educación
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