NUTRICIÓN DE LA MUJER ADULTA ESTHER CASANUEVA

notifican cada año de 15 mil a 20 mil casos
nuevos de tuberculosis, la mayoría (60 por
ciento) entre individuos de 14 a 44 años. El bacilo
responsable de la tuberculosis puede ser
transmitido a través de la leche, por lo que mujeres
infectadas o portadoras no deben lactar. Lo
mismo sucede con el virus de la hepatitis B.90
En lo que se refiere a las enfermedades infecciosas
agudas que se curan en forma
espontánea (como la gripe), hay que considerar
que cuando aparecen mani-festaciones
clínicas en la madre, el neonato ya ha estado
expuesto al agente causal, por lo que la
práctica de la lactancia no añade riesgos. Es
necesario recordar, además, que en esos casos
los anticuerpos presentes en la leche
humana serán beneficiosos para el niño, ya
que le brin-dan protección específica. Una
excepción importante a esta regla es el caso
del cólera, el cual puede ser mortal para la
madre y que contraindica en forma temporal
la práctica de la lactancia, no por el riesgo
de transmisión de la enfermedad al niño,
sino por el ataque al estado general de la madre.
En relación con los medicamentos que pasan
a través de la leche humana, conviene
señalar que las sustancias que se eliminan
con mayor facilidad a través de la leche son:
a) las que tienen bajo peso molecular, son liposolubles
y se encuentran pobremente unidas
a proteínas; b) las que se prescriben en
megadosis, y c) las que se administran para
combatir padecimientos crónicos.
Los factores que determinan posibles riesgos
por fármacos que se eliminan a través de la
leche son: la dosis consumida por el lactante,
la biodisponibilidad del medi-camento, la capacidad
de absorción del neonato y la facilidad
de eliminación del fármaco. Si la administración
de un determinado medicamento es
de crucial importancia para la salud materna,
siempre se debe seleccionar el agente
menos tóxico y dar la dosis eficaz mínima
que pueda administrarse con menor frecuencia.
La tetada ha de tener lugar inmediatamente
antes de tomar el medicamento, y no
repetirse hasta por lo menos cuatro horas después
de que éste se ha administrado (tabla 13).
Preparación para la lactancia y atención de los
problemas más frecuentes
Alrededor de la vigésima semana del embarazo
se debe explorar la erección del-pezón.
Para hacerlo se colocan los dedos índice y pulgar
al margen de la areola y se comprime con
ellos el pezón y los tejidos subyacentes a él
con objeto de observar si se proyectan. De no
ser así, es preciso iniciar maniobras de estimulación
desde ese momento (ver el capítulo
Nutrición en el primer año de la vida).
En el último trimestre de la gestación se
debe instruir a la madre para que estimule
sus pezones ejerciendo cierta presión sobre
ellos con ambos pulgares colocados en sentido
opuesto, primero en el plano horizontal y
des-pués en el plano vertical, durante uno o
dos lapsos de cinco a 10 minutos, todos los
días. Al provocarse la erección del pezón, las
adherencias que pueda tener en su base
van desapareciendo, hasta lograr su máxima
erección. Esta técnica es particularmente
útil en primigestas. Cuando esto no sea suficiente
para lograr el objetivo, se recomendará a
la mujer el uso de "conchas" especiales, que
al colocarse sobre el pezón provocan un vacío
que facilita la erección. Es importante que el
personal de salud instruya a la mujer sobre la
necesidad de restarle sensibilidad a los pezones
mediante la frotación vigorosa con un cepillo
o toalla; de esta manera tolerará en forma
más adecuada la presión que produce el
bebé al succionar, en especial los primeros
días.
Al principio de la lactancia, sobre todo si no
se realizaron ejercicios preparatorios, los pezones
de la madre pueden estar agrietados y
adoloridos. Las dos causas más frecuentes de
esta molestia son, o bien que los pezones no
son lo suficientemente fuertes para resistir la
presión ejercida por las encías del bebé, o bien
que la boca del bebé se esté colocando en una
posición inadecuada.
Para aliviar estas molestias se recomendará
a la mujer hacer lo siguiente:
Dar el pecho por periodos más cortos (cinco a
10 minutos) y con mayor frecuencia (cada dos
o tres horas). De esta manera el bebé tendrá
menos hambre y succionará con más suavidad.