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VI Concurso de Relatos recuperados de la tradición ... - Hartu Emanak

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queño pueblo <strong>de</strong> <strong>la</strong> provincia <strong>de</strong> Palencia, separado <strong>de</strong> Burgos<br />

por el río Pisuerga. Sabes nena, el río ese que tiene un puente<br />

con un albergue para los peregrinos <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> Santiago que<br />

vemos cuando vamos ahora al pueblo. Allí el trabajo era escaso y<br />

casi todo giraba en torno al río. Unos vivían <strong>de</strong>l campo, <strong>de</strong> hecho<br />

se l<strong>la</strong>ma Tierra <strong>de</strong> Campos, y usaban su agua para regar. Otros,<br />

como mi padre, tu bisabuelo, eran pastores. Yo mismo estuve algún<br />

tiempo trabajando <strong>de</strong> pastor. Lo recuerdo como muy aburrido,<br />

todo el día cuidando y or<strong>de</strong>ñando <strong>la</strong>s ovejas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> madrugada<br />

hasta <strong>la</strong> noche. Sólo al mediodía, cuando más calor hacía,<br />

<strong>de</strong>scansaba un poco. Allí me casé y vivía feliz con mi mujer, con<br />

tu madre y tu tía. Estuve trabajando en <strong>la</strong> construcción <strong>de</strong>l Canal<br />

<strong>de</strong>l Pisuerga para encauzar el río y aprovechar su agua para <strong>la</strong>s<br />

acequias <strong>de</strong> riego. Nos llevaban todos los días a 25 kilómetros en<br />

camiones <strong>de</strong>scubiertos”.<br />

“Mis familiares se fueron poco a poco <strong>de</strong>l pueblo, emigrando<br />

a <strong>la</strong>s gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s, buscando trabajo y dinero. Ellos <strong>de</strong>cían<br />

que fortuna. Al <strong>de</strong> un tiempo, nosotros también <strong>de</strong>cidimos irnos<br />

<strong>de</strong> Lantadil<strong>la</strong>. Primero, yo solo a Asturias y luego, con <strong>la</strong> abue<strong>la</strong> y<br />

<strong>la</strong>s niñas nos vinimos a Barakaldo”.<br />

En ese momento noté en los ojos <strong>de</strong> mi abuelo cierta me<strong>la</strong>ncolía,<br />

pero él continuó con su historia.<br />

“Vinimos a Barakaldo, porque habíamos oído que había mucho<br />

trabajo. Cuando llegamos vimos muchísima gente y, por sus<br />

ropas, no es que fueran muy adinerados”.<br />

“Nos insta<strong>la</strong>mos en un pequeño piso, frente a <strong>la</strong> iglesia <strong>de</strong> San<br />

Vicente. Pequeño, pero tenía todo lo necesario para vivir, incluso<br />

más. Pero no te creas que cuando te digo “todo lo necesario” te<br />

digo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas que tenemos ahora. Tú ya sabes que no había<br />

televisión ni teléfono, pero es que, durante bastante tiempo, tampoco<br />

teníamos agua todo el día. Nos <strong>la</strong> daban a ratos y teníamos<br />

que hacer co<strong>la</strong>s en <strong>la</strong>s fuentes <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle para coger unos cubos y<br />

llevarlos casa. Otra cosa curiosa y me l<strong>la</strong>maba <strong>la</strong> atención era que,<br />

en casi todas <strong>la</strong>s calles había unas tiendas, <strong>la</strong>s carbonerías, que<br />

vendían carbón y leñas para que <strong>la</strong>s quemásemos en <strong>la</strong> “chapa”<br />

<strong>de</strong> casa y po<strong>de</strong>r calentarnos. De todas formas, éramos muy afortu-<br />

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