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Un billete de los que entregaba a los viajeros
la primera empresa de diligencias de
Gran Canaria. Fue expedido el 18 de septiembre
de 1865 para viajar a Telde.
pero con el tiempo se fue complicando su
decoración, hasta transformarlo en un verdadero
objeto espejo de la vanidad de sus
dueños.
En el primer cuarto del siglo XVIII,
el Obispo de entonces se hizo traer de la
España peninsular un coche, carruaje con
ruedas, para uso de sus familiares y de él. El
Cronista Ofi cial de Gran Canaria, don Néstor
Álamo, en su obra Thenesoya Vidina y
otras tradiciones, y Alzola González, tomándolo
como fuente, señala: “Otro Pastor
que disfruto de esta comodidad fue Fray Joaquín
de Herrera (1779-1783) y tanto apego
le tenía que en una ocasión, disgustado con su
Cabildo, decidió marchar de descanso a Telde,
alejándose por un poco tiempo de los insumisos
Capitulares; pero antes dispuso que su
coche –como no podía ir por tierra- fuera por
la mar y esperara su llegada en la capital del
Sur. A fuerza de vela arribó a Telde la carroza
episcopal y allí contribuyó a que se aplacara el
enojo del prelado”.
Todo parece confi rmarnos que durante
el resto de la Centuria de las Luces, y buena
parte del siglo XIX, en poco o en casi nada
cambió la situación con respecto al número
de vías abiertas al tráfi co rodado, y a la cantidad
y calidad de los vehículos dedicados al
transporte de mercancías y viajeros. El 19
de septiembre de 1860 se publica, en el número
128 del Boletín de La Provincia, una disposición
para que se realizase un censo de
carros, carromatos y demás, a nivel municipal;
el resultado fue descorazonador, pues a
los existentes en la capital insular se le sumaron
unos pocos más en Telde, Gáldar-Guía,
Arucas, y pare usted de contar. La empresa
de transportes Massieu Hermanos y Compañía
llegó a tener en esa misma década,
en nuestra ciudad, dos carretas, que prestaban
sus servicios a los pocos comerciantes
de Los Llanos, y algún que otro agricultor
adinerado. En El Ómnibus, rotativo de gran
infl uencia en la sociedad insular, se publicó
el 27 de octubre de 1860 una noticia a colación
de la construcción del famoso puente
sobre el curso medio del Barranco Real de
Telde “a esta mejora seguirá indudablemente
el establecimiento de coches- diligencias que,
según las necesidades de las dos ciudades, se
establecerán inmediatamente produciendo
este cambio mutuo de intereses y esta facilidad
de comunicaciones un aumento de riquezas,
de bienestar y de prosperidad que llevará
consigo el desarrollo de la
industria, del comercio y de
la agricultura”. Una cosa
era el predicar y otro muy
distinta el hacer pan, pues
hasta julio de 1863, no había
quedado perforado el
túnel de la Marfea, y, por
lo tanto, el camino a Telde
seguía bloqueado. Con
anterioridad, en el número
874 de El Ómnibus, editado el 12 de marzo
de 1863, se lanzaba el bulo “hemos oído
que se trata de establecer una empresa de carruajes
que haga el servicio entre esta ciudad
y Telde, tan pronto como se termine la carretera…”.
El 31 de enero de 1864 comenzó
la línea de carromatos de alquiler que iban y
venían entre la capital insular y la sureña con
cierta asiduidad. El mismo periódico, al que
ya hemos hecho mención con anterioridad,
en su número 874 de 30 de enero de 1864,
recoge: “Desde mañana quedará establecido
un servicio de coches-ómnibus entre esta ciudad
y la de Telde. Las salidas de esta ciudad
son: los domingos, a las 8 de la mañana y los
lunes, martes, miércoles, jueves y viernes, a
las 4 de la tarde. Las salidas de Telde son: los
martes, miércoles, jueves y viernes, a las 8 de
la mañana y los sábados y domingos a las 4 de
la tarde”, de lo que deducimos que los sábados
el trayecto Las Palmas-Telde se hacía
solamente en sentido inverso. En El País,
número 95 del 29 de enero de 1864, se señala
cómo la salida para Telde se hará en la
esquina del hospital, y en esta ciudad en la
Plaza de San Juan, advirtiéndose que: “Las
personas que no se hallen en dichos sitios a la
hora señalada, pierden el valor del billete. Los
billetes se despacharan en esta ciudad, Plaza
del Pilar Nuevo, establecimiento de don Domingo
Caballero; y en la Telde, calle Real,
establecimiento de don Antonio Carlos. Precio
del billete: asientos interiores 6 reales de
vellón; exteriores, 5 reales de vellón”. Podrá
sorprender al lector que los asientos con
vistas resulten algo más económicos que
los otros, pero tenga en cuenta que dichos
transportes carecían de protección ante el
polvo del camino y la lluvia, toda vez que no
disponían de cristales en sus ventanas, sólo
una loneta encerada, que la mayoría de las
veces permanecía enrollada en su parte alta,
junto al techo.
Ya el 12 de abril de 1864, en su número
114, El País se lamentaba de que los viajes
a la ciudad de Telde habían cesado, toda
vez que los coches y las bestias habían sido
enajenadas por una nueva compañía de diligencias,
formada al efecto. Fue el conocido
y emprendedor comerciante don Nicolás
Massieu quien aparece como dueño de
una empresa poseedora de cinco ómnibus
o coches de tracción animal, llamada La Primera,
que se acercaba a Telde, haciendo
las delicias de propios y extraños por “la comodidad
de sus asientos”. Don José Miguel
Alzola, en su obra ya consultada (7), nos relata
un hecho acontecido a un ilustre teldense,
que pasamos a consignar por lo que de
ilustrativo tiene: “A don Antonio Calimano:
adquirió un billete con la debida ‘oportunidad’
para la expedición que salía de Telde a las
ocho de la mañana del 18 de septiembre de
1865 y cuando fue a tomar asiento comprobó,
con gran disgusto, que ya estaban estibados
nueve pasajeros en un coche que sólo hacía
ocho. No perdió el tiempo don Antonio en
tirarse de los pelos sino que le alquiló a un tal
José Francés su charabán y en él vino a la ciudad.
Al llegar pagó religiosamente el viaje y,
precavido que era, obtuvo un resguardo redactado
así: Con el
billete de la diligencia y el recibo de Francés,
bien pertrechado de pruebas, se fue al Ayuntamiento,
denunció el hecho y pidió el reintegro
de los ochenta rvn.
El señor Massieu, que no deseaba complicaciones,
se apresuró a depositar la cantidad
reclamada por Calimano, pero…formula una
reconvención: don Antonio no hizo completamente
solo el viaje; con él vino su padre don
Domingo y, por lo tanto, la empresa solo (sic)
debe pagar 40 rvn. Al ver el atestado, el alcalde
López Botas decreta: