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Suzana, A Mulher-Calopsita

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La Mujer-Cacatúa<br />

<strong>Suzana</strong> está en análisis hace dos años. Había intentado múltiples tipos de<br />

tratamiento para disminuir su angustia antes de buscarme y dice que nunca logró<br />

involucrarse realmente con ellos. Tiene un gran miedo de envejecer, no soporta ser<br />

dejada de lado, no sabe cómo educar a los hijos y se pelea mucho con el marido, con<br />

quien trabaja (su segundo marido, treinta años mayor). Se irrita con los hijastros que<br />

trabajan en la empresa por sentirse excluida de la relación de ellos con su marido.<br />

Lo que veo es una mujer de treinta y cinco años, mucho Botox, cabello teñido de<br />

rubio, extremamente impulsiva y muy angustiada, desconectada de su estado emocional.<br />

Noto también que tiene la movilidad corporal de un pájaro, más específicamente de una<br />

cacatúa ninfa. Su cuello se mueve hacia tras y hacia adelante en rápidos movimientos,<br />

como quien picotea y retrocede. Todo el movimiento es arisco y “rígido”, su cabeza<br />

parece independiente del cuerpo, como la de un pájaro. Su habla es seca, tajante y<br />

angustiada. Me cuenta que comanda todo en la empresa y que casi todos son<br />

incompetentes. La escucho repetir seguido construcciones humillantes que hacen que<br />

los empleados salgan llorando de su sala. Hace lo mismo con los hijos: los llama<br />

“burros” y “incompetentes”, lo que los lleva a los dos (uno de 10 y otro de 14 años) a un<br />

estado de pasividad y desvitalización.<br />

Me gustaría de dialogar respecto al tipo de respuesta contratransferencial que<br />

esta paciente ha despertado en la analista, principalmente en el primer año y medio de<br />

trabajo. En este período tuve la impresión de tener un contacto muy poco psicoanalítico<br />

con ella: respondía a sus preguntas directamente, no trabajaba con el setting como suelo<br />

hacer en otros casos y el análisis funcionaba de modo general como si estuviéramos<br />

conversando afuera del consultorio. Por otra parte, además de la paciente no haber<br />

dejado el tratamiento, de a poco se veía también algunas transformaciones en su vida<br />

externa y en el análisis. Mi hipótesis es que el patrón de intercambio tranferencial-<br />

contratransferencial y determinado tipo de comunicación, aunque en rigor puedan<br />

considerarse no-psicoanalíticos o pre-psicoanalíticos, son simbolizantes y, por lo tanto,<br />

terapéuticos.<br />

Ilustraré un poco más lo que llamé patrón de intercambio tranferencial-<br />

contratransferencial que suelo tener con ella mientras narro el clima de las sesiones y el<br />

modo como ello frecuentemente me afecta. El nivel de impulsividad y de acción de la<br />

paciente es muy alto tanto en la vida exterior como en las sesiones. Ella me habla muy<br />

1


emocionada, dice que es horrible lo que sucede en su vida y me pregunta qué puede<br />

hacer para cambiar eso. Dice que ya no aguanta más, que quiere separarse y que no<br />

puede hacerlo porque no imagina vivir sin un hombre. Por cierto, tampoco sabe qué<br />

hacer con los hijos ya que el menor no estudia, no sabe nada, no logra hacer los deberes<br />

sólo, requiere su presencia, pero ella tiene ganas de matarlo porque él no entiende nada,<br />

no hace todos los ejercicios, se engaña y quiere engañarla. El hijo mayor la engaña<br />

cuando dice que se acosta temprano y ella descubre que se queda hasta las 4 de la<br />

madrugada en la computadora. Entonces, ella lo quiere matar y le pone el castigo de un<br />

mes sin computadora. Ese tipo de discurso cuyo gradiente de acción e impulsividad es<br />

enorme en comparación con un discurso considerado más cercano del polo<br />

representacional (con posibilidad de contención) (Donet, 2005) provoca en mí lo que he<br />

llamado de respuestas poco psicoanalíticas. No llego a darle opiniones e intento<br />

calmarla. Sugiero maneras de conversar con los hijos, le digo que no los llame “burros”.<br />

Pocas veces logro ser menos sugestiva. Cuando intento señalarle el miedo de no<br />

conseguir vivir sin un hombre o apuntar que ella se desorienta cuando se siente<br />

engañada (excluida), termino en seguida por calmarla con respuestas más objetivas, ya<br />

que su angustia se agranda excesivamente y ella se desorganiza sin saber “qué hacer”.<br />

De ese modo, es mucho más común que mis respuestas sean más próximas a las<br />

“respuestas actuadas” que van al encuentro del alto grado de impulsividad y<br />

materialidad de sus preguntas. O sea, siento que funciono “accionada” no por mis<br />

propios recursos psíquicos, sino por el modo de funcionamiento de ella y de su discurso<br />

“actuado”. Es ese tipo de interacción que considero menos analítica, ya que me veo<br />

ofreciéndole discursos y hasta acciones que satisfacen directamente y de inmediato sus<br />

solicitaciones, sin autonomía para pensar o funcionar de otra manera. En este punto, lo<br />

que me interesa discutir es si, en esa experiencia en particular o en otras semejantes, ese<br />

tipo de interacción que a primera vista parece poco simbólica no resultaría<br />

absolutamente necesaria para la construcción de una interacción que promoviese<br />

holding y continencia y que fuese simbolizante.<br />

Parto del principio sostenido por algunos psicoanalistas 1 de que las respuestas<br />

actuadas del analista son testigos de la potencia de la identificación proyectiva asociada<br />

1 Psicoanalistas se han dedicado al estudio de la comunicación infraverbal entre paciente y analista. Sus<br />

estudios comprenden la identificación proyectiva y sus efectos (a réverie del analista), los aspectos<br />

corporales presentes en la sesión así como los agieren de la pareja analítica. Cf. Dispaux, M-F (2002),<br />

Haber, J. et M. (2002), Donnet, J-L. (2005), Coelho Junior, N. E. (2010) y Minerbo, M. (2009), entre<br />

otros.<br />

2


a los agieren del paciente. Ese concepto es presentado por Freud en Recordar, repetir y<br />

reelaborar (1914) y generó innúmeras interpretaciones y traducciones tales como acting<br />

out, enactement, entre otras que tienen tendencia a oponer los diversos tipos de “acción”<br />

(en el consultorio o afuera pero movilizados por el tratamiento) a cualquier grado<br />

posible de interpretación y elaboración psíquica.<br />

Para los psicoanalistas belgas Haber y Haber (2002), la “experiencia actuada<br />

compartida” por el paciente y el analista en el espacio analítico contrasta con el modelo<br />

de discurso, escucha y interpretación de la concepción clásica del psicoanálisis. Desde<br />

este punto de vista, la experiencia actuada funcionaría como resistencia a las<br />

posibilidades de emergencia de la elaboración de fantasías, de la simbolización y de la<br />

cura por la palabra. De manera distinta, Haber y Haber comprenden que la<br />

perseverancia de los agieren del analista tiene otra razón de ser y función: una función<br />

de regulación, que buscaría inconscientemente conectar el funcionamiento psíquico del<br />

paciente hasta que pueda bascular a otro funcionamiento psíquico- un nivel de<br />

simbolización más evolucionado. Se trata de darle al paciente la posibilidad de<br />

experimentar una interacción con holding y continencia, un “diálogo de base”<br />

mantenido por el actuar del analista.<br />

Son innúmeras las maneras como nos vinculamos con cada paciente y los<br />

elementos que garantizan esa conexión. Así, me parece cada vez más importante<br />

investigar los mecanismos más primitivos e inconscientes de esa interacción. Hay<br />

muchos niveles de comunicación los cuales no decodificamos, sean los elementos de la<br />

comunicación infraverbal, la experiencia corporal y sensorial, sea lo que resuena de<br />

nuestra historia personal y de aspectos nuestros aún no analizados. Esos finalmente<br />

resultan en un precipitado de elementos presentes en el análisis, conscientemente o no.<br />

No tenemos control sobre aquello que esa interacción provoca ni sobre cómo vamos<br />

responder a ella. En el caso de esa paciente, fue posible traducir conscientemente apenas<br />

que ella necesitaba mucha continencia para sus aspectos arcaicos que aparecían de<br />

manera disruptiva y violenta. Sin embargo, yo no habría podido ofrecerle eso si, por<br />

ejemplo, ella tuviese provocado en mí irritación. Eso no está bajo nuestro control. Por<br />

medio de algún elemento de comunicación que no pude decodificar conscientemente, lo<br />

que ella provocó en mí, desde el principio, fue compasión y un estado análogo a la<br />

preocupación maternal primaria. Además, pasé a tener un funcionamiento si bien no<br />

parecido al de ella, suficientemente sintonizado con él de ella de modo tal que pudimos<br />

3


construir y mantener el “diálogo de base”, interacción que proporciona el holding y la<br />

continencia y que puede considerarse precursora del vínculo.<br />

Siguiendo las huellas de los psicoanalistas citados, podemos decir que el<br />

funcionamiento “limite” de algunos pacientes y la omnipresencia de los agieren evocan<br />

la existencia de clivajes que se manifiestan en análisis por medio de solicitaciones<br />

concretas y abruptas. Las respuestas del analista nos llevan a observar un aspecto muy<br />

importante de esta argumentación: la inducción en el analista de un funcionamiento<br />

también clivado. La intensidad de los clivajes puede llegar a disminuir progresivamente<br />

si se da la alternancia entre los momentos de intercambio actuado y un retomar<br />

posterior por parte del analista en el sentido de una “psiquisación”. Apenas cuando<br />

ciertos registros psíquicos de carácter traumático son suficientemente compartidos por<br />

el analista, es decir, si se convierten en materia de transacción transferencial (y<br />

transicional), es posible que sean procesados psíquicamente. (Penot, apud Haber, 2002).<br />

Una situación vivida con <strong>Suzana</strong> evidencia lo que quiero demostrar por tornar<br />

aguda esa forma de “experiencia actuada compartida”. Era día de pago. Era la primera<br />

vez que faltaba a dos sesiones en un mes desde que empezara el análisis algunos meses<br />

antes. En principio yo le cobraría por esas sesiones ya que habíamos hecho ese acuerdo.<br />

Con su rigidez habitual y acompañada por numerosos movimientos corporales de una<br />

cacatúa nerviosa, saca la chequera y me pregunta, ya afirmando: “¿Debo pagar por<br />

todas las sesiones del mes, no es cierto?” Para mi sorpresa, aunque estuviese convencida<br />

de que le tenía que cobrar las ausencias, me veo contestándole: “¿Qué te gustaría<br />

hacer?” Ella dice: “Vos decime”. Y yo sigo: “Acá nosotras dos decimos. Me gustaría<br />

escucharte”. Su rostro empieza a transformarse profundamente. De movimientos<br />

bruscos de pájaro arisco ella empieza a expresar un enorme sufrimiento y su rostro se<br />

transfigura en el rostro de una persona mucho mayor. Pero en realidad es una nena<br />

quien habla: “Me muero de vergüenza de llorar por eso. Pero me emocionó la manera<br />

como me hablaste y me hizo acordar de una situación que ocurrió cuando yo era chica.<br />

Vivíamos en el campo y mi papá criaba animales. Entonces una cabra dio a luz a un<br />

cabritito a lo cual me apegué. Le daba mamadera, lo cuidaba, él era mío. Pero nadie<br />

sabía de mi vínculo con él. Un día, mi papá precisaba de dinero y vendió mi cabritito sin<br />

ni siquiera hablar conmigo. Me quedé muy sola, muriéndome de vergüenza por llorar<br />

por un cabrito. Y siento mucha vergüenza ahora”. Yo le digo que su historia era de<br />

hecho muy triste y que entendía su dolor.<br />

4


Hubo algo en nuestra comunicación que inicialmente no pasó por los canales<br />

verbales, sino que me “alertó” de la dirección a ser seguida. Algo que la hacía parecer<br />

una cacatúa nerviosa y amenazadora y que era en realidad una tristeza que no había sido<br />

llorada, protegida detrás de aquellas amenazas de picoteo.<br />

Una importante categoría del actuar incluye las manifestaciones corporales<br />

motrices que tienen lugar en la comunicación infraverbal. “Los canales corporales<br />

motrices vehiculan mensajes frecuentemente imperceptibles a la consciencia (mímicas,<br />

gestos, posición del cuerpo, entonación de la voz, etc.) cuya implicación interviene en el<br />

proceso”. (Haber, 2002, p.1422). Coelho Junior (2010) utiliza el término co-<br />

corporeidad para contemplar los niveles más primitivos de comunicación en la pareja<br />

analítica. Ellos ocurren a partir de la presencia de dos corporeidades (que ya contienen<br />

en sí mismas el Yo y el Otro) y incluyen niveles de diferenciación y indiferenciación<br />

entre paciente y analista. Eso nos hace acordar la complementariedad de las respuestas<br />

musculares entre el adulto y el bebé cuando se le sostiene en brazos. Ciertos músculos<br />

del bebé se contraen y relajan en respuesta a la contracción o relajamiento muscular del<br />

adulto. El contraste es evidente cuando se sostiene en brazos a un bebé autista. Las<br />

respuestas musculares no están en sintonía; donde debería haber relajamiento hay<br />

contracción y viceversa. La experiencia es de total desencuentro.<br />

En la situación con <strong>Suzana</strong>, los procesos corporales y las demás formas de<br />

comunicación infraverbal han dado a la pareja paciente-analista la posibilidad de tener<br />

una experiencia compartida suficientemente segura, sostenida por la relación<br />

transferencial. La situación vivida por la paciente en análisis, gracias a la<br />

correspondencia del objeto, debe haberle proveído una experiencia inédita de<br />

acogimiento, lo que puede llegar a promover la inscripción de un nuevo rasgo en su<br />

organización psíquica. Los intercambios actuados tendrían la función de transformar<br />

rasgos en símbolos. Sin embargo, apenas en el après-coup el analista logra recuperar<br />

(ahora conscientemente) lo que subyacía a los agieren que toman forma en la<br />

transferencia y en la contratransferencia. Lo que se dio a nivel de los intercambios<br />

actuados, o sea, mi respuesta a sus movimientos arcaicos, quizás haya sido equivalente<br />

a una “respuesta muscular”. Me vi socorriendo a un pájaro retorciéndose de dolor, como<br />

amparamos automáticamente a alguien que tropieza al lado nuestro. De la cacatúa<br />

surgió un cabritito. El pasaje de pájaro a mamífero revela un salto en la línea de<br />

desarrollo y, en este caso – tal vez en todos, eso sólo pueda pasar a través del “diálogo<br />

5


de base”, de la co-corporeidad o de lo que también podríamos llamar “bisagra<br />

interhumana”.<br />

Referencias Bibliográficas:<br />

COELHO JUNIOR, Nelson Ernesto (2010) “Da intercorporeidade à cocorporeidade:<br />

elementos para uma clínica psicanalítica”, in Revista Brasileira de<br />

Psicanálise, volume 44, n.1.<br />

DISPAUX, Marie-France (2002) “Aux sources de l’interpretation”, in Revue<br />

Française de Psychanalyse, tome LXVI, Número especial do Congrès<br />

“Transformations psychiques”. Pag. 1461 a 1496.<br />

DONNET, Jean- Luc (2005) La Situation Analysante. Paris: P.U.F.<br />

HABER, Jacqueline et Maurice (2002) “L’expérience agie partagée”, in Revue<br />

Française de Psychanalyse, tome LXVI, Número especial do Congrès<br />

“Transformations psychiques”. Pag. 1417 a 1460.<br />

MINERBO, Marion (2009) Neurose e Não-Neurose. São Paulo, Casa do<br />

Psicólogo.<br />

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