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la rabia y el orgullo - Rafael Revilla

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efectuada bajo <strong>la</strong> consigna de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ndestinidad. Una c<strong>la</strong>ndestinidad que<br />

preocupa porque no es una c<strong>la</strong>ndestinidad bondadosa y dolorosa. Es una<br />

c<strong>la</strong>ndestinidad arrogante y protegida por <strong>el</strong> cinismo de los políticos que cierran<br />

un ojo y, a veces, los dos ante <strong>el</strong><strong>la</strong>.<br />

Nunca olvidaré <strong>la</strong>s asambleas con <strong>la</strong>s que los c<strong>la</strong>ndestinos llenaron <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>zas de<br />

Italia, <strong>el</strong> año pasado, para conseguir sus permisos de residencia. Sus rostros<br />

turbios y feos. Sus puños alzados, amenazantes. Sus voces airadas que me<br />

retrotraían al Teherán de Jomeini. No lo olvidaré jamás, porque me sentí vejada<br />

por los ministros que decían: «Querríamos repatriarlos, pero no sabemos dónde<br />

se esconden». ¡Estúpidos! En nuestras p<strong>la</strong>zas había miles de <strong>el</strong>los y ciertamente<br />

no se escondían en absoluto. Para repatriarlos, hubiera bastado con ponerlos en<br />

fi<strong>la</strong>, por favor, querido señor, acomódese, y acompañarlos a un puerto o a un<br />

aeropuerto.<br />

El segundo motivo, querido sobrino d<strong>el</strong> tío de <strong>la</strong> maleta de te<strong>la</strong>, lo entendería<br />

incluso un esco<strong>la</strong>r de primaria. Para exponerlo, bastan un par de <strong>el</strong>ementos. Uno:<br />

América es un continente. Y en <strong>la</strong> segunda mitad d<strong>el</strong> XIX, es decir cuando <strong>el</strong><br />

Congreso estadounidense dio su visto bueno a <strong>la</strong> inmigración, dicho continente<br />

estaba casi despob<strong>la</strong>do. La mayoría de <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción se condensaba en los estados<br />

d<strong>el</strong> Este, es decir, en los estados de <strong>la</strong> zona d<strong>el</strong> Atlántico y en <strong>el</strong> Mid West había<br />

todavía muy poca gente. Y California estaba casi vacía. Pues bien, Italia no es un<br />

continente. Es un país muy pequeño y muy pob<strong>la</strong>do.<br />

Dos: Estados Unidos es un país bastante joven. Piense que <strong>la</strong> Guerra de <strong>la</strong><br />

Independencia tuvo lugar a finales d<strong>el</strong> 1700, se deduce, pues, que apenas tiene<br />

200 años y se entiende por qué su identidad cultural no está todavía bien<br />

definida. Italia, por <strong>el</strong> contrario, es un país muy viejo. Su historia tiene al menos<br />

3.000 años. Su identidad cultural es, pues, muy precisa y, dejémonos de tonterías,<br />

no está dispuesta a prescindir de una r<strong>el</strong>igión que se l<strong>la</strong>ma <strong>la</strong> r<strong>el</strong>igión católica y<br />

de una iglesia que se l<strong>la</strong>ma <strong>la</strong> Iglesia católica. La gente como yo su<strong>el</strong>e decir: «No<br />

quiero tener tratos con <strong>la</strong> Iglesia católica. Pero c<strong>la</strong>ro que los tenemos. Y muchos.<br />

Me guste o no. Nací en un paisaje de iglesias, conventos, cristos, vírgenes y<br />

santos. La primera música que oí al venir al mundo fue <strong>la</strong> música de <strong>la</strong>s<br />

campanas. Las campanas de Santa María d<strong>el</strong> Fiore, cuyos tañidos sofocaba con<br />

su cháchara <strong>el</strong> muecín de <strong>la</strong> época de <strong>la</strong> tienda. Y con esa música y en medio de<br />

ese paisaje crecí. Y a través de esa música y de ese paisaje aprendí qué es <strong>la</strong><br />

arquitectura, qué es <strong>la</strong> escultura, qué es <strong>la</strong> pintura y qué es <strong>el</strong> arte. Y a través de<br />

esa iglesia (después rechazada) comencé a preguntarme qué es <strong>el</strong> Bien, qué es <strong>el</strong><br />

Mal... ¡Por Dios!

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