1 - Ministerio A la Luz de la Biblia

Página 30 La Voz del Heraldo
... Continuación
Preparar un pueblo para permanecer en pie durante el tiempo de angustia sin mediador, sin intercesor.
Nunca permaneceremos en pie por nosotros mismos, ni por un programa de obras, sino que permaneceremos
por fe, por lo tanto, debemos comprender cuál es esa clase de fe que sea capaz de resistir la prueba
de la marca de la bestia. Prueba que puede ser mucho más sutil de lo que hayamos creído anteriormente.
No podemos comprender cuál es esa fe a menos que comprendamos la palabra que trastocó el mundo
entero: es la palabra “ágape”, de manera que voy a dedicar el resto de la mañana a explorar qué es esa
palabra, y por favor, no penséis, puesto que voy a hablar del amor, que os vaya a dar un sermón sentimental
y lacrimógeno. De ninguna manera.
El “ágape”, quizá sea tan suave como el terciopelo, pero es tan duro como el acero, y la norma de carácter
que está implícita en la idea de “ágape” es más alta que el más elevado pensamiento humano. De
hecho es un carácter semejante al de Cristo. Nadie, absolutamente nadie, con excepción de Jesús, ha nacido
con la dotación natural de “ágape”. Debe ser aprendido, debe ser importado de arriba. Todos nacemos
con la dotación básica de “eros”, que es el amor humano que incluye el amor maternal. Y el amor
maternal es maravilloso.
Gracias a Dios por él, pero no os sintáis orgullosos por él, porque también los animales tienen amor maternal.
Debe haber un amor superior, que sea importado: es el “ágape”. Hay muchos contrastes entre
esas dos nociones de amor. Triste decirlo: nuestro idioma español, del que estamos tan orgullosos, es tan
pobre, que no hay una palabra capaz de diferenciar entre estos distintos conceptos de amor. Tenemos
una sola palabra en español para “amor”, y esa sola palabra debe abarcarlo todo; desde lo que la inmoralidad
de Hollywood llama amor, hasta la ecuación sublime de Juan, que dice que Dios es amor.
Hay una sola palabra amor en inglés, en francés, en alemán, en los lenguajes africanos..., pero los griegos
tenían más de una palabra, de manera que estamos obligados a emplear sus términos para diferenciar
los conceptos.
El amor con el que nacemos de forma natural, es un amor que no puede nunca ser soberano, libre e independiente.
Siempre es dependiente de la belleza o del valor del objeto amado. El amor con el que nacemos,
encuentra imposible amar a la gente mala, a la gente fea, a la gente vil.
Uno de mis amigos en África estaba yendo a la iglesia en bicicleta, un sábado por la mañana, y llevaba
en la cesta de la bicicleta una Biblia. Un ugandés le preguntó: “¿Usted cree ese libro?” Él dijo: “si”. Entonces
el ugandés replicó: “Yo antes creía, pero ahora, ya no más”. Continuó: “Ese libro dice cosas imposibles:
que amemos a nuestros enemigos, y eso es algo que no podemos hacer”.
Ese hombre estaba confundido en cuanto a lo que es el amor. Es cierto que en nuestro estado natural somos
incapaces de amar a los miserables, malos o viles, pero el ágape es enteramente diferente, el ágape
es un tipo de amor que es capaz de amar a la gente indeseable.
En Romanos 5, cuando leemos la palabra amor, debemos comprender lo que el apóstol Pablo realmente
escribió: es ágape. En Romanos 5:7 y 8, durante mucho tiempo, yo no comprendía de lo que Pablo estaba
hablando. Descubrí un libro en la Biblioteca de la Universidad de Nairobi, que explica el contexto de
lo que Pablo está hablando aquí: “Ciertamente apenas muere alguno por un justo, con todo podrá ser
que alguno osara morir por el bueno”. La palabra bueno, en griego, implica bondad de carácter. Alguno
podría incluso morir por éste, por el bueno. Pensemos en el asesinato de A. Lincoln en 1865.