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carmelo mesa-lago, carlos quijano, alberto recarte, josé juan ruiz, carlos solchaga<br />
<strong>11</strong>2<br />
<strong>encuentro</strong><br />
La economía cubana: hipótesis de futuro <br />
dudoso que las reglas sean desde el primer momento económicamente impecables.<br />
Si uno analiza qué es lo que ha ocurrido en otros países que han pasado<br />
por transiciones políticas similares a las que anticipamos que ocurrirá en<br />
<strong>Cuba</strong>, no es difícil constatar que lo primero que hay que asegurar es la convivencia<br />
democrática y el establecimiento de un sistema político que garantice<br />
libertades personales. Y esto, como demuestra por ejemplo el caso español<br />
tras la muerte de Franco, exige la construcción de consensos políticos y transacciones<br />
ideológicas que suelen resultar en el diseño, no del mejor modelo<br />
económico posible, sino del modelo económico que es políticamente viable.<br />
Aunque probablemente inevitable, esta situación crea un amplio margen para<br />
que el resultado de la transición no esté predeterminado.<br />
Mi tercer punto es la <strong>Cuba</strong> que a mí me gustaría ver aparecer tras ese proceso<br />
de transición. La respuesta en este caso es inequívoca: a mí me gustaría<br />
ver a una <strong>Cuba</strong> <strong>int</strong>egrada perfectamente a la economía mundial, es decir,<br />
abierta a los flujos de comercio, abierta a los flujos de inversión y de capital, y<br />
adoptando un patrón de especialización productiva que esté acorde con sus<br />
ventajas comparativas. Es decir, una <strong>Cuba</strong> que no fuera dist<strong>int</strong>a al resto de la<br />
economía mundial. Difiero de la visión que Alberto Recarte tiene sobre la viabilidad<br />
de ese escenario, dada la cercanía de Estados Unidos. Evidentemente,<br />
<strong>Cuba</strong> va a desarrollar unos lazos muy fuertes con la economía norteamericana,<br />
pero tengo la sensación de que por insistir en los riesgos de la «dependencia»<br />
se pierde de vista la dimensión real de la globalización, y, sobre todo, se<br />
minimiza el papel que <strong>Cuba</strong> puede jugar en la economía iberoamericana. El<br />
futuro económico de <strong>Cuba</strong> va a depender mucho de cuál sea el modelo de<br />
desarrollo y de especialización productiva de Latinoamérica. Si el modelo<br />
hacia el que caminamos es el de una economía realmente globalizada, el concepto<br />
de «áreas de influencia» pierde mucho de su sex-appeal. Sobre todo, si<br />
Europa descubre el atractivo que Iberoamérica puede tener para su excedente<br />
estructural de ahorro, y compite con Estados Unidos por inversiones rentables<br />
en el área. En síntesis, no veo por qué <strong>Cuba</strong> tenga a priori que sentirse en<br />
situación de desventaja frente a otros países del continente. Por el contrario,<br />
es posible que, aunque sólo sea por su bajo nivel de partida, sus ventajas comparativas<br />
sean mayores que el de algunas economías del área.<br />
Esto me lleva al último de mis comentarios: qué posibilidades de progreso<br />
tiene <strong>Cuba</strong> en los próximos diez o quince años.<br />
Yo soy optimista por al menos tres razones. En primer lugar, porque los<br />
actuales niveles de renta per cápita son tremendamente bajos, lo que sugiere<br />
que hay un gran trecho de mejora por recorrer. En segundo lugar, porque<br />
esos bajos niveles de renta per cápita son básicamente consecuencia de una<br />
dramáticamente ineficiente asignación de los recursos, y, en consecuencia,<br />
mejoras —aunque sean marginales— en su uso eficiente tienen un enorme<br />
potencial de generación de prosperidad. Finalmente, porque estoy absolutamente<br />
convencido de que la isla va a tener una gran capacidad para atraer<br />
capital y ahorro externo, y ello no por razones «políticas», sino sencillamente<br />
económicas. Las entradas de capital externo dependen de la tasa de rentabilidad