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LA CASA SOLARIEGA - andes

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que hasta entonces fuera para él, ideal a que anhelaba llegar. Al ensueño de la mitra sucedió el<br />

ensueño del periódico. Poseer un diario y una imprenta, he ahí el deseo que unió las tres<br />

jóvenes voluntades, reforzando los lazos de recíproca simpatía y sincera amistad que ya<br />

existían entre ellos.<br />

Cuando "La Abeja" comenzaba a obtener inesperado éxito en las filas de estudiantes<br />

que leían sus columnas entre risas y comentarios, un descuido, motivó el descubrimiento de la<br />

circulación cl<strong>andes</strong>tina de esa pequeña hoja casi revolucionaria. El escándalo fue monumental<br />

y sus autores severamente castigados.<br />

Cierto bedel bárbaro, uno de aquellos forajidos que en las noches se descolgaban de<br />

los muros del colegio para ir luego en busca de mujerzuelas y que durante el día registraban<br />

los baúles de los alumnos para robar los, armado de un chicote, fue el verdugo encargado de<br />

dar doce latigazos a cada uno de los tres jacobinos, que en el recinto mismo de aquella<br />

institución católica, se habían permitido proclamar tácitamente la libertad de pensamiento y la<br />

libertad de imprenta.<br />

El superior del establecimiento echó una bravata terrible al personal del colegio<br />

reunido, mientras los tres culpables yacían arrodillados sobre los ladrillos desnudos, en frente<br />

de dos centenares de caras burlonas y curiosas.<br />

Doña Dorotea, al tener noticia de la hazaña de su sobrino, tuvo un fuerte colerón y<br />

exigió a su padre que castigara al muchacho. Aquel se rió de la furia de su parienta y festejó el<br />

atrevimiento de los chiquillos, calificándolo de prueba de carácter e inteligencia. Más, al saber<br />

que Gaspar había sido castigado de una manera que conceptuaba infamante, notificó a la<br />

solterona que no permitiría que su hijo estuviera un día más en un plantel de instrucción en que<br />

todavía se usaba el látigo.<br />

Gaspar dejó el seminario.<br />

Por aquellos días su padre, cada vez más débil y alucinado, sufrió el paroxismo<br />

definitivo, después de haberse bebido una botella de whisky. Sobreviniéronle delirio y fiebre<br />

fortísimos. Varias veces se arrojó de la cama, creyéndose perseguido por los curas del<br />

seminario, que imaginaba iban a envenenarlo; lo gritaba a su voz en cuello, poseído de un<br />

terror loco, con los ojos saltados y los cabellos de punta. Parecía tranquilizarse, volvía a la<br />

cama, obedeciendo dócilmente a los brazos que lo sujetaban y tornara a reír de sus terrores y<br />

de la ira de los frailes que él iba a arrojar a puntapiés, si lo acometían. Su organismo se<br />

aniquiló en veinticuatro horas. La expresión de su fisonomía tornóse la de un perfecto idiota: los<br />

ojos adquirieron una opacidad de vidrio empañado y los labios se le descolgaron, dejando<br />

correr entre las comisuras de la boca un hilo de baba.<br />

Al primer ímpetu de terror, sucediéronse otros, cada vez más fuertes. Los estentóreos<br />

gritos de Félix conmovían y horrorizaban a las personas allí presentes, las cuales no hacían<br />

otra cosa que contener al alcohólico, cuyas fuerzas decuplicadas por la excitación nerviosa,<br />

difícilmente podían dominar. Muchas veces consiguió desasirse de las manos que lo sujetaban<br />

y fue a agazaparse a un rincón del dormitorio, casi en cuclillas, temblando como un azogado o<br />

como un perro envenenado con estricnina.<br />

Al fin sus fuerzas fueron languideciendo; sus ojos fijándose, mortecinos e inexpresivos;<br />

las convulsiones que lo agitaban hiciéronse más intensas y distanciadas unas de otras; la fiebre<br />

disminuyó y el enfermo cayó en estado de coma, sobreviniendo poco después la muerte.<br />

Gaspar había asistido sollozando a esa escena dolorosa. Doña Dorotea no quiso que lo<br />

sustrajeran a tal tormento, porque ese espectáculo debía servir al muchacho, que parecía<br />

destinado a ser tan hereje como su padre, de severa lección. Para doña Dorotea la desastrosa<br />

muerte de Félix era un castigo de sus blasfemias e impiedades.<br />

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