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LA CASA SOLARIEGA - andes

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González interrumpió su plática para conducir a Luque a una sala contigua a la biblioteca del<br />

convento, que hacía las veces de museo. Enseñóle allí una colección de objetos exóticos:<br />

collares de colmillos de cerdo montés y de tigre, tejidos de colores vivos, encajes de relativa<br />

finura, huesos, cintas, hachas de piedra, porongos, dijes toscamente labrados, tembetas,<br />

cuernos sonoros, sombreros de plumas, arcos de chonta y flechas de diversas formas, desde la<br />

adornada con plumas multicolores hasta el arma dentada que usan los bárbaros en sus<br />

combates.<br />

—He ahí la colección de objetos que traje de esa hermosa parte de Bolivia, que por<br />

ahora sólo es buena para la conquista por la fe, para la obra del Evangelio. Pasarán muchos<br />

años, hasta que allí llegue la civilización.<br />

Cuando terminó de decir esto, fray González, quedó un momento pensativo y<br />

silencioso, como si recordara con cariño las reducciones de infieles, en que había pasado una<br />

parte de su vida.<br />

En otro estante mostró a Luque minerales. El aventurero vió allí piritas brillantes de<br />

varios colores, plata nativa, pepitas de oro, trozos de bIen da estriados de estaño; metales que<br />

sobre una costra pétrea yacían afectando forma geométrica y tenían apariencia cristalina;<br />

blocs, cuyo color ceniciento, apenas si revelaba la subida proporción de metal que contenían.<br />

De un grande armario extrajo fray González pieles y tejidos y desplegó ante su visitante<br />

finísimas pieles de chinchilla, lustrosas como el raso y suaves cual el terciopelo; pieles de<br />

vicuña, de un amarillo dorado y de pacovicuña, más finas aún, color paja o cenicientas; cueros<br />

de alpaca, de opulentas lanas sedosas.<br />

Luque vió frazadas gruesas de colores vivos, tejidas con lana de llama y de oveja, a<br />

mano o en primitivos telares, por los indios aimaráes; mantas, cuyos dibujos y matices<br />

producían agradable impresión a la vista; ponchos finos y fuertes, que desafiaban<br />

impunemente la injuria de los años; aguayos primorosos, de labores simples y de policromías<br />

raras.<br />

En la sección de alfarería examinó, atento, antiguos vasos de Tiahuanaco, de un barro<br />

amarillento pálido con dibujos simples, combinaciones de líneas rectas y de ángulos; garrafas<br />

extrañas que eran al mismo tiempo aptas para guardar líquidos y que servían de instrumento<br />

músico, afectando formas animales.<br />

Junto a figuras de piedra, que imitaban vasijas y cuerpos monstruosos de insectos,<br />

miró Luque estatuetas de oro; llamas de una pulgada de altura, fabricadas con láminas<br />

delgadas del precioso metal; idolillos macizos de perfil egipcio, con el vientre desnudo y el<br />

miembro viril enorme; cintas de oro de un centímetro de ancho. Eran preciosidades halladas en<br />

las islas del Sol y de la Luna del lago Titicaca y en el templo de las vestales en la península de<br />

Copacabana. Valiosas reliquias del opulento imperio del Tahuantinsuyo o de los Incas.<br />

—Las curiosidades que acabo de enseñarle, —dijo fray González, al cerrar el último<br />

armario, —pertenecen, con excepción de las pieles y las muestras de minerales, al pasado.<br />

Eso le probará a usted que la prehistoria del país que va a visitar es tan interesante como su<br />

porvenir. Están sin desvendarse aún los secretos de las razas misteriosas que edificaron<br />

Tiahuanaco y del mismo imperio de los Incas conocemos muy poco.<br />

En la región minera de Bolivia se explota una pequeñísima parte de los yacimientos<br />

metalíferos. Entre tanto, la riqueza allí es fabulosa. No es una exageración el dicho aquel de<br />

que el altiplano boliviano es una mesa de plata con los pies de oro. Su porvenir está en esa<br />

región, en el occidente.<br />

En aquel momento un hermano lego anunció a fray González un nuevo visitante.<br />

Luque, al que la elocuencia del recoleto había fatigado un poco, se despidió. El buen fraile dió<br />

unas cuantas palmadas a su protegido en un hombro a guisa de despedida, y le deseó feliz<br />

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