13.05.2013 Views

LA CASA SOLARIEGA - andes

LA CASA SOLARIEGA - andes

LA CASA SOLARIEGA - andes

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Entre tanto la ropa de Sánchez iba envejeciendo. A los seis meses estaba de tal modo<br />

grasienta y descolorida que su dueño, cuyo cuello cubría un pañuelo negro, no podía<br />

presentarse en las calles a la luz del sol.<br />

De noche iba de farra con amigos y visitaba algunas veces la redacción de "La Vida<br />

Moderna". Llamábase a sí mismo "ave nocturna". Sus camaradas pusiéronle el apodo de "el<br />

búho Sánchez".<br />

Celebraban sus arengas, alocuciones, discursos y salidas con nutridos aplausos o con<br />

burlescas carcajadas. A él le importaba poco que le tomaran el pelo, con tal de que le oyesen.<br />

Sus artículos contra el femenismo que el noctámbulo denominaba: "la mayor<br />

aberración contemporánea", pues le parecía absurdo que mujeres como la suya pudiesen<br />

pretender los mismos derechos que el hombre, acogíanse con aplausos en la redacción del<br />

periódico y divertían a sus numerosos lectores.<br />

Apreciábanse también los editoriales pomposos que de vez en cuando escribía y<br />

encargábasele de llevar la palabra, en representación del grupo, en los entierros de políticos y<br />

de personas espectables y en las veladas que se celebraban en las fiestas patrias. En tales<br />

acontecimientos la redacción de "La Vida Moderna" pagaba camisa nueva, cuello y puños para<br />

Sánchez, así como la limpieza de la levita de mucho vuelo, que aquél guardaba religiosamente,<br />

para lucirla en los días cívicos y feriados o a la muerte de algún prójimo de campanillas.<br />

Entonces, esa estrígida humana, se campeaba en pleno día, olvidada la "torre" en que<br />

habitaba, que no era ciertamente de marfil y que estaba " guardada por la terrible Concha. A<br />

veces Sánchez empinaba el codo. Su esposa, al verlo borracho, le cascaba las liendres de lo<br />

lindo, mientras él la insultaba con toda la elocuencia que le daba el alcohol.<br />

—Pedro Quiroz, escribía la crónica social de "La Vida Moderna". Músico hábil, con<br />

igual facilidad tocaba el violín, la guitarra, la cítara y el acordeón. Marinetti le había vuelto los<br />

cascos. Quiroz era futurista.<br />

Antiguo admirador de Arrieta y afortunado compositor de valses sentimentales, con<br />

marcado dejo criollo, habíase hecho popular en diversos círculos sociales de Sucre por la<br />

complacencia con que se sentaba al piano en los saraos, para tocar sus creaciones o para<br />

acompañar romanozas, canciones y recitados de los concurrentes que querían lucir sus<br />

cualidades artísticas y porque enseñaba la técnica de aquel instrumento a la mayoría de las<br />

señoritas casaderas.<br />

Invitábasele a cuanto baile, tertulia, matrimonio o bautizo se celebraba en la ciudad.<br />

Ninguno de sus amigos estaba más al corriente de las actualidades mundanas y por lo tanto<br />

mejor preparado para escribirlas en el “día social" de "La Vida Moderna", es cierto que bastante<br />

enmendadas por Gálvez y Arenales.<br />

El instrumento músico favorito de Quiroz era el violín. Bajo su pálida barba la caja<br />

sonora vibraba dulcemente en la aria "bella alma innamorata" de Lucía di Lammemoor, en el<br />

"Sherzo" en si bemol de Chopin o en la "Balada" de Talberg.<br />

Más de una señora o señorita, sacudido su sensorio por las notas trágicas y vibrantes<br />

del violín de Quiroz, se había enamoricado de él.<br />

Cierta chiquilla endiablada, a la que daba lecciones de cítara, hízole consentir que lo<br />

amaba. Creyéndose el héroe de una pasión, el artista anduvo pregonando su felicidad y<br />

disecando en gr<strong>andes</strong> infolios musicales violetas, nomeolvides y pensamientos, que su dulce<br />

tormento le obsequiaba.<br />

Enardecido un día por las coqueterías de su experta alumna, que lo miraba con<br />

desparpajo, mientras los finos deditos herían burlonamente las cuerdas de la cítara intentó<br />

44

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!