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LA CASA SOLARIEGA - andes

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Muchas veces pasaba junto a la joven, que arrodillada en su reclinatorio, miraba<br />

sonriente la fila de estudiantes marchando a tomar posesión de los escaños. Gaspar se<br />

limitaba, por razón de su invencible timidez, a componerse mucho y a contemplarla<br />

insistentemente y como ella, coquetuela y pizpireta, lo mirara a su vez con frecuencia, al ver<br />

fijas en él esas gr<strong>andes</strong> pupilas ingenuas, se creyó correspondido.<br />

—Como si confirmara sus suposiciones, un compañero de filas, que observaba las<br />

cosas a su lado, le dijo por lo bajo:<br />

—¡Caramba que la Matilde Bernal te mira!. ¡Mi felicitación!<br />

Aquella tarde el mismo estudiante contó a todo el personal del curso de filosofía, que<br />

acababa de hacer el descubrimiento de los amores de Gaspar Silva y de Matilde Bernal.<br />

Al oír lo que refería aquél hubieron comentarios y dichos burlones.<br />

—Esa es una coqueta.<br />

—La Matilde Bernal corresponde a todo el que sea hombre.<br />

—Note metas con esa Gaspar, se va a burlar de tí.<br />

—Serás el número veinticinco de la lista.<br />

—La conozco mucho. Poco me faltó para acostarme con ella. Buenas ganas que tenía<br />

de meterse en cama conmigo.<br />

Gaspar se sintió corrido.<br />

Sus ilusiones Se desvanecieron bien pronto. Un día se apercibió de que Matilde<br />

cambiaba cartas con uno de sus condiscípulos, en la capilla, al pasar éste junto al reclinato río<br />

de ella. Otro día en que tuvieron salida, al regresar al colegio de un largo paseo, a las seis de la<br />

tarde, sorprendió un beso rápido, a la sombra de la puerta de calle de la casa de Matilde, entre<br />

ella y un joven que no conocía.<br />

Dió el examen final con lucimiento se graduó de bachiller y poco después hizo su<br />

entrada en el "convento verde", entre la algazara de las criadas que le arrojaban mistura de<br />

flores, la aparente satisfacción de doña Dorotea que lo abrazaba, la franca alegría de<br />

Carmencita, transformada en una linda joven y los elogios del padre Sierra y de dos o tres<br />

canónigos, que veían en el mocito una probable lumbrera de la Iglesia, ya que doña Dorotea<br />

pensaba en destinarlo al sacerdocio.<br />

Gaspar, resolvió seguir la carrera de las leyes, puesto que el tener profesión era una<br />

necesidad para un mozo pobre como él. Inscribióse en la Facultad de derecho.<br />

Doña Dorotea, cuando lo supo, reprendió al estudiante por no haber consultado su<br />

opinión.<br />

—Quiero que seas sacerdote, —le dijo— Si he costeado tu educación ha sido con ese<br />

deseo. Seguirás una tradición de familia y redimirás los pecados de tu padre y de tu abuelo.<br />

Gaspar, con entereza, se negó a abrazar la carrera eclesiástica, manifestando que él<br />

tenía ideas modernas.<br />

El padre Sierra consultado sobre el particular, fue de opinión de que no se debía<br />

violentar al estudiante. Si éste no sentía vocación, con qué objeto obligarlo a seguir una carrera<br />

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