Discurso del orador de orden, César Miguel Rondón - Iesa
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escalofriantes y con un agravante terrible: se limitaban a la<br />
ciudad capital, lo que <strong>de</strong>jaba por fuera nada menos que al<br />
resto <strong><strong>de</strong>l</strong> país. El Gobierno, sin embargo, las <strong>de</strong>scartó (y las<br />
sigue <strong>de</strong>scartando) no por éste u otros <strong>de</strong>talles puntuales, sino<br />
por uno meramente formal y burocrático: no son cifras<br />
oficiales.<br />
Hago estas referencias porque quiero ilustrar el punto<br />
medular: medir, asir, atrapar la realidad en tiempos <strong>de</strong><br />
revolución es una tarea engorrosa y complicada, y ello porque,<br />
a pesar <strong>de</strong> que todos somos venezolanos y vivimos en el<br />
mismo tiempo y en el mismo territorio, no pareciera que, por<br />
instrucciones, directrices, <strong>de</strong>cretos y dogmas i<strong>de</strong>ológicos <strong><strong>de</strong>l</strong><br />
gobierno revolucionario, pertenecemos y/o procuramos el<br />
mismo país. Esto, pues, crea un abismo <strong>de</strong> vértigo entre 28<br />
millones <strong>de</strong> ciudadanos que portan la misma cédula <strong>de</strong><br />
i<strong>de</strong>ntidad.<br />
Casi cinco lustros en este trance, jalando una cuerda que<br />
nunca antes habíamos conocido, ha <strong>de</strong>jado un país<br />
traumatizado, resentido en sus cimientos, fracturado en sus<br />
creencias y principios fundamentales, y, sobre todo, herido en<br />
su espíritu nacional. Hoy no hay un venezolano, hay dos o tres<br />
tipos <strong>de</strong> venezolano y, lo peor, perversa y diabólicamente<br />
enfrentados entre sí. Por ello, ya no es infrecuente que leamos<br />
sesudos ensayos y análisis, o meras voces <strong>de</strong> la calle, que<br />
hablen <strong>de</strong> la eventualidad, cada vez cercana, <strong>de</strong> un estallido<br />
social o <strong>de</strong> una imperdonable guerra fratricida.<br />
Los que nos oponemos a semejantes escenarios, siempre<br />
levantamos como <strong>de</strong>fensa el escudo <strong>de</strong> la razón. Mas la<br />
revolución, que ha servido <strong>de</strong> caldo <strong>de</strong> cultivo para que<br />
germinasen todas estas situaciones, impensables por<br />
imposibles hasta no hace mucho, se justifica y fundamenta en<br />
exactamente lo contrario: el imperio <strong>de</strong> la sinrazón y la<br />
emoción, la empatía mística y fanática con un lí<strong>de</strong>r, un<br />
caudillo, la sed <strong>de</strong> venganza (¿histórica? ¿social? ¿política?)