Antología de la producción literaria de 1940 a 1970 - Portal ...
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abrirse es una <strong>de</strong>bilidad o una traición. El mexicano pue<strong>de</strong> dob<strong>la</strong>rse, humil<strong>la</strong>rse, "agacharse", pero no "rajarse", esto<br />
es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad. El "rajado" es <strong>de</strong> poco fiar, un traidor o un hombre <strong>de</strong><br />
dudosa fi<strong>de</strong>lidad, que cuenta los secretos y es incapaz <strong>de</strong> afrontar los peligros como se <strong>de</strong>be. Las mujeres son seres<br />
inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en su sexo, en su "rajada", herida<br />
que jamás cicatriza.<br />
El hermetismo es un recurso <strong>de</strong> nuestro recelo y <strong>de</strong>sconfianza. Muestra que instintivamente consi<strong>de</strong>ramos peligroso al<br />
medio que nos ro<strong>de</strong>a. Esta reacción se justifica si se piensa en lo que ha sido nuestra historia y en el carácter <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
sociedad que hemos creado. La dureza y hostilidad <strong>de</strong>l ambiente —y esa amenaza, escondida e in<strong>de</strong>finible, que siempre<br />
flota en el aire— nos obligan a cerrarnos al exterior, como esas p<strong>la</strong>ntas <strong>de</strong> <strong>la</strong> meseta que acumu<strong>la</strong>n sus jugos tras una<br />
cáscara espinosa. Pero esta conducta, legítima en su origen, se ha convertido en un mecanismo que funciona solo,<br />
automáticamente. Ante <strong>la</strong> simpatía y <strong>la</strong> dulzura nuestra respuesta es <strong>la</strong> reserva, pues no sabemos si esos sentimientos<br />
son verda<strong>de</strong>ros o simu<strong>la</strong>dos. Y a<strong>de</strong>más, nuestra integridad masculina corre tanto peligro ante <strong>la</strong> benevolencia como<br />
ante <strong>la</strong> hostilidad. Toda abertura <strong>de</strong> nuestro ser entraña una dimisión <strong>de</strong> nuestra hombría.<br />
Nuestras re<strong>la</strong>ciones con los otros hombres también están teñidas <strong>de</strong> recelo. Cada vez que el mexicano se confía a un<br />
amigo o a un conocido, cada vez que se "abre", abdica. Y teme que el <strong>de</strong>sprecio <strong>de</strong>l confi<strong>de</strong>nte siga a su entrega. Por<br />
eso <strong>la</strong> confi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>shonra y es tan peligrosa para el que <strong>la</strong> hace como para el que <strong>la</strong> escucha; no nos ahogamos en <strong>la</strong><br />
fuente que nos refleja, como Narciso, sino que <strong>la</strong> cegamos. Nuestra cólera no se nutre nada más <strong>de</strong>l temor <strong>de</strong> ser<br />
utilizados por nuestros confi<strong>de</strong>ntes —temor general a todos los hombres— sino <strong>de</strong> <strong>la</strong> vergüenza <strong>de</strong> haber renunciado a<br />
nuestra soledad. El que se confía, se enajena; "me he vendido con Fu<strong>la</strong>no", <strong>de</strong>cimos cuando nos confiamos a alguien<br />
que no lo merece. Esto es, nos hemos "rajado", alguien ha penetrado en el castillo fuerte. La distancia entre hombre y<br />
hombre, creadora <strong>de</strong>l mutuo respeto y <strong>la</strong> mutua seguridad, ha <strong>de</strong>saparecido. No so<strong>la</strong>mente estamos a merced <strong>de</strong>l<br />
intruso, sino que hemos abdicado.<br />
Todas estas expresiones reve<strong>la</strong>n que el mexicano consi<strong>de</strong>ra <strong>la</strong> vida como lucha, concepción que no lo distingue <strong>de</strong>l resto<br />
<strong>de</strong> los hombres mo<strong>de</strong>rnos. El i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> hombría para otros pueblos consiste en una abierta y agresiva disposición al<br />
combate; nosotros acentuamos el carácter <strong>de</strong>fensivo, listos a repeler el ataque. El "macho" es un ser hermético,<br />
encerrado en sí mismo, capaz <strong>de</strong> guardarse y guardar lo que se le confía. La hombría se mi<strong>de</strong> por <strong>la</strong> invulnerabilidad<br />
ante <strong>la</strong>s armas enemigas o ante los impactos <strong>de</strong>l mundo exterior. El estoicismo es <strong>la</strong> más alta <strong>de</strong> nuestras virtu<strong>de</strong>s<br />
guerreras y políticas. Nuestra historia está llena <strong>de</strong> frases y episodios que reve<strong>la</strong>n <strong>la</strong> indiferencia <strong>de</strong> nuestros héroes<br />
ante el dolor o el peligro. Des<strong>de</strong> niños nos enseñan a sufrir con dignidad <strong>la</strong>s <strong>de</strong>rrotas, concepción que no carece <strong>de</strong><br />
gran<strong>de</strong>za. Y si no todos somos estoicos e impasibles —como Juárez y Cuauhtémoc— al menos procuramos ser<br />
resignados, pacientes y sufridos. La resignación es una <strong>de</strong> nuestras virtu<strong>de</strong>s popu<strong>la</strong>res. Más que el brillo <strong>de</strong> <strong>la</strong> victoria<br />
nos conmueve <strong>la</strong> entereza ante <strong>la</strong> adversidad […]<br />
Octavio Paz<br />
Libertad bajo pa<strong>la</strong>bra 1957<br />
¿Águi<strong>la</strong> o sol? (Fragmento)<br />
Comienzo y recomienzo. Y no avanzo. Cuando llego a <strong>la</strong>s letras fatales, <strong>la</strong> pluma retroce<strong>de</strong>: una prohibición imp<strong>la</strong>cable<br />
me cierra el paso. Ayer, investido <strong>de</strong> plenos po<strong>de</strong>res, escribía con flui<strong>de</strong>z sobre cualquier hoja<br />
disponible: un trozo <strong>de</strong> cielo, un muro (impávido ante el sol y mis ojos), un prado, otro cuerpo. Todo me servía: <strong>la</strong><br />
escritura <strong>de</strong>l viento, <strong>la</strong> <strong>de</strong> los pájaros, el agua, <strong>la</strong> piedra.<br />
¡Adolescencia, tierra arada por una i<strong>de</strong>a fija, cuerpo tatuado <strong>de</strong> imágenes, cicatrices resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>cientes! El otoño<br />
pastoreaba gran<strong>de</strong>s ríos, acumu<strong>la</strong>ba esplendores en los picos, esculpía plenitu<strong>de</strong>s en el Valle <strong>de</strong> México, frases<br />
inmortales grabadas por <strong>la</strong> luz en puros bloques <strong>de</strong> asombro. Hoy lucho a so<strong>la</strong>s con una pa<strong>la</strong>bra. La que me pertenece,<br />
a <strong>la</strong> que pertenezco: ¿cara o cruz, águi<strong>la</strong> o sol? [... ]<br />
Octavio Paz<br />
Piedra <strong>de</strong> sol (fragmento)<br />
Un sauce <strong>de</strong> cristal, un chopo <strong>de</strong> agua,<br />
un alto surtidor que el viento arquea,<br />
un árbol bien p<strong>la</strong>ntado mas danzante,<br />
un caminar <strong>de</strong> río que se curva,<br />
avanza, retroce<strong>de</strong>, da un ro<strong>de</strong>o<br />
y llega siempre:<br />
un caminar tranquilo<br />
<strong>de</strong> estrel<strong>la</strong> o primavera sin premura,<br />
agua que con los párpados cerrados<br />
mana toda <strong>la</strong> noche profecías,<br />
unánime presencia en oleaje,<br />
o<strong>la</strong> tras o<strong>la</strong> hasta cubrirlo todo,<br />
ver<strong>de</strong> soberanía sin ocaso<br />
como el <strong>de</strong>slumbramiento <strong>de</strong> <strong>la</strong>s a<strong>la</strong>s<br />
cuando se abren en mitad <strong>de</strong>l cielo,<br />
un caminar entre <strong>la</strong>s espesuras<br />
<strong>de</strong> los días futuros y el aciago<br />
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