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ALFONSO RUMAZO GONZÁLEZ - Ministerio del Poder Popular del ...

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FRANCISCO DE MIRANDA<br />

En Madrid, Miranda empieza a vivir solo. ¡La experiencia<br />

necesaria! Antes de un mes de llegado, da con Juan Gaspar de<br />

Terriegel, quien le ofrece en venta el grado de Capitán de Infantería;<br />

el rey, por servicios especiales, habíale otorgado a este su súbdito<br />

cuatro Patentes de Capitán. La compra se hizo ante escribano por la<br />

suma de ochenta y cinco mil reales, 11 dos años más tarde;<br />

probablemente la demora se debió a que el padre no pudo remitirle<br />

antes, desde Caracas, el dinero necesario. Al nuevo oficial se le<br />

destinará a Granada y luego a Toledo, incorporado al Regimiento de<br />

Infantería de la Princesa; en esas plazas permanecerá cerca de dos<br />

años, hasta diciembre de 1774. Será el lapso de su aprendizaje militar,<br />

complejo para él por no haber comenzado desde los grados inferiores.<br />

Nunca tendrá contacto de camaradería con el elemento popular: la<br />

tropa, el hombre humilde. Ha dado un salto, no sólo de escalafón,<br />

sino de relaciones sociales. Marcado así, buscará los estratos de altura.<br />

Madrid se le vuelve una segunda Universidad, pero de rostro<br />

nuevo, diferente. Al descubrirlo, toma su propia vida en serio. Sabe<br />

desde el principio qué quiere. Cuida mucho su apariencia; viste con<br />

lujo; la juventud se le hace no dilapidación ni desbordamiento, sino<br />

búsqueda de poderes penetrantes destinados al dominio; tiene<br />

necesidad de perfeccionarse y de ascender; intuye que debe<br />

necesariamente prepararse. Parece de mayor edad; Píndaro lo hubiese<br />

llamado hombre tempranamente hiperbóreo. De un metro ochenta<br />

centímetros, fuerte y bien proporcionado, normalmente armonioso<br />

y serio sin rigidez, no pasa nunca inadvertido; su elegancia y su lenguaje<br />

inteligente, rico, crean simpatía, atraen. Desde su natural altivez,<br />

convence; la vida le ha dado dones excepcionales.<br />

Hay un hombre –el catalítico– que le abrirá los nuevos<br />

horizontes: monsieur La Planche, profesor de francés. Con las clases<br />

de este idioma, Miranda –que será un polígloto eminente– recibe de<br />

Francia los libros que el gobierno español y la Inquisición han<br />

prohibido; le llegan por la vía <strong>del</strong> contrabando. Y su capacidad de<br />

lectura empieza pronto a desbordarse, pues aprende y domina la nueva<br />

11 CARRASCO, RICARDO. Francisco de Miranda. Buenos Aires: Editorial Bell,<br />

1951: 33.<br />

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