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LA PROFECIA
Es posible que el 25 de marzo
no traiga grandes recuerdos
para el 99.99% de las
personas que me conocen, porque
es una fecha como cualquier
otra, tan común como lo es el
paso de la noche al día. Sin embargo,
sí es una fecha especial
para mí. En esa fecha, de un año
que no quiero acordarme, vine
yo al mundo: una alhaja para el
corazón de mi madre. Porque un
hijo, siempre es una alhaja para
una madre, aunque éste, andando
el tiempo, llegue a ser poeta o
escritor de folios ignorados.
Cuando cualquier persona viene a
este mundo, trae consigo escrita
una profecía de lo que será él en
su vida, algo así como los roles
que Calderón de la Barca anuncia
en el Gran Teatro de la Vida.
Bueno, pues cuando yo nací vine
con el siguiente augurio:
“Cuando Dios hizo esta alhaja,
Luego se puso a pensar:
¿Así habrélo de dejar,
Cual sin agua la tinaja?”
“¡No! Hele yo de poner,
La fl or en el corazón,
Un gran numen y razón,
Y cantará a la mujer.”
“Ella será la razón
Por la cual su numen vuele;
Será la que le desvele:
La letra de su canción.”
“Le daré una profesión:
Que sea maestro quiero.
No abogado ni ingeniero,
Ni político ladrón.”
“Poeta… le haré un tanto,
No así como al gran Rubén,
Lo tendrá como sostén,
Aunque no tenga su encanto.”
“Emergerán sus escritos
Cuando no los pueda ver;
La gloria la ha de tener,
Cuando cierre sus ojitos.”
Comenzando a caminar por este
Por: Prof. José Ramón Pinell.*
mundo, sin saber qué sería
de mi vida, de repente me
vi estudiando para maestro,
una profesión que hasta
ese momento no sabía que
existía, mucho menos que
me agradara, sin embargo
ya mi destino estaba escrito,
y como tal, la inclinación
afl oró de pronto y jamás
me abandonó. En esto doy
gracias porque mi profecía
haya sido correcta para no
convertirme en el tercero o
cuarto verso de la estrofa de mi
destino, en relación a mi profesión.
Y es que nadie puede huir de su
Sino, como no se puede huir de
la muerte. Más delante y como
quien no quiere la cosa, me asaltó
el deseo de escribir… versos.
¡Se imaginan… me dio por escribir
versos! ¡Versos!, que son casi
como vomitivos para el común
de los mortales conciudadanos
nuestros. Y lo peor de todo, medidos
y rimados, con un gran juego
de palabras y multiplicidad de
fi guras, de metros y de estrofas.
¿Por qué esto? Porque ya estaba
escrito que sería “Poeta… un tanto,
pero no como el gran Rubén,
aunque me serviría de sostén o
sea de guía”. Esto ha llevado a
mis versos a la desventura, los
han tildado de “anacrónicos”,
porque no se ajustan a la prosa
versifi cada que emana de los sesudos
poetas postvanguardistas.
¿Qué le vamos hacer! Son cosas
que ya estaban escritas. Menos
mal, porque así se evitan los lectores
de exprimirse el cerebro
queriendo encontrar el sentido
recto de la locura.
Pero la que en verdad dio en el
clavo, es la última de las estrofas.
Me he convertido en un escritor
ignorado por falta de mecenas,
sean gubernamentales o privados.
Por allí andan mis desgraciados
folios, con poemas, cuentos
y ensayos, divirtiendo o admiran-
MARZO/2010 # 90
do a algunos amigos, que les han
dado una palmadita de aceptación
y esperanza. Porque en la Instituciones
culturales o educativas en
donde se han asomado, los han
tratado con desdén, cual si careciesen
de algún valor literario,
por lo que solamente han logrado
sacar a luz la suprema educación
y altos conocimientos literarios de
aquellas personas ante cuya puerta
humildemente tocaron.
Sin embargo, la esperanza se encierra
en los dos últimos versos
de mi profecía, y es por eso que
estoy ansioso de estirar las patas
y de que el cerebro se me seque,
para que alguien comience a gritar
la injusticia cometida. Entonces
serán objeto de estudio en
todos los centros de enseñanza, o
por lo menos en las universidades
como otros que conozco, y el pueblo
hará cola para adquirir ejemplares
de mis escritos, y el Alcalde
de la ciudad me declarará Hijo
dilecto de la Comuna. Me erigirán
una estatua en medio del parque
central con una leyenda en su pedestal:
“Este es el poeta Pinell,
De las Musas favorito,
Hombre de llanto solito,
Lleno de ortigas y miel.”
Y yo gozaré allá en mi tumba y
me reiré con mis quijadas desdentadas.
*El autor es profesor, escritor y
poeta.
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