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Ushuaia - Iberescena

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<strong>Ushuaia</strong><br />

Alberto Conejero López


Un hombre habita en la casa que juega con las serpientes<br />

que escribe<br />

que escribe al anochecer a Alemania.<br />

Paul Celan, Fuga de la muerte, 1948.<br />

Cuando uno de ellos muere, todos aquellos que tienen el mismo nombre llevan por una larga<br />

temporada otro que tendría probablemente el significado de “lugar del muerto”. No tienen idea del<br />

futuro, no esperan nada después de la muerte; creen que el espíritu abandona el cuerpo y va<br />

vagando por los bosques. Algunos dicen que los hamush son hombres que han cometido un crimen<br />

o individuos atacados de una locura furiosa y que se refugiaron en los bosques.<br />

Roberto Debanne, Viaje a la Tierra del Fuego y a la Isla de los Estados, 1902.<br />

“Fin del mundo, principio de todo”<br />

Lema de la ciudad de <strong>Ushuaia</strong><br />

Buenos Aires – <strong>Ushuaia</strong>- Madrid,<br />

Junio de 2011- septiembre de 2012<br />

2


PERSONAJES<br />

MATEO, al final de sus setenta años<br />

NINA, en sus treinta años<br />

MATTHÄUS, apenas los treinta<br />

ROSA, en sus treinta años<br />

NOTA: MATEO hablará con un suave acento extranjero; MATTHÄUS no conoce el idioma de ROSA ni<br />

ROSA el de MATTHÄUS. El espectador sabrá esto aunque oiga de los actores el mismo idioma.<br />

APUNTES PARA EL ESPACIO: Así fue como el salón se llenó de raíces. Saltaron los goznes de las<br />

ventanas, se agrietaron las paredes, se abrieron los techos bajo el cielo. El hielo de las cumbres se<br />

hizo presente. Los zorzales robaron los corchos de las botellas. El bosque se abalanzó, incendiado<br />

por el otoño, enmarañado de lenga y de canelos, hasta la puerta de la casa. Allí se detuvo, sin<br />

estrépito. Desde entonces, es difícil distinguir la casa del bosque o el bosque de la casa, e imposible<br />

saber si una puerta se entreabre o si es que el viento está doblando los troncos.<br />

El signo / indica que la frase es interrumpida por la réplica del siguiente personaje.<br />

3


1<br />

En el principio<br />

Amanecer. MATEO sentado en una silla. El joven lo lava con el agua de una palangana; hunde, una<br />

y otra vez, un trapo y luego le limpia un codo, el otro, las rodillas, el cuello, la frente; el viejo,<br />

desnudo, recorre los pliegues y arrugas de la piel con insistencia. El joven vestido con un pantalón<br />

cualquiera, mangas de camisa. Nada excepcional, nada que diga quién es.<br />

MATTHÄUS.- “Después en medio de la calle de la ciudad me mostró un río limpio, resplandeciente<br />

como el cristal. Y a uno y a otro lado del río estaba el árbol de la vida que produce doce frutos y<br />

cada mes da su fruto; y las hojas del árbol bendecían las naciones.” (Pausa breve.)<br />

MATEO.- “Y ya no habrá más maldición.”<br />

MATTHÄUS.- Sí. Espera. Dame sólo un segundo. “Y ya no habrá más maldición, no habrá allí más<br />

noche ni habrá luz/<br />

MATEO.- porque el tiempo está cerca y el que es injusto, sea injusto todavía.”<br />

MATTHÄUS.- No me interrumpas. Sólo necesito concentrarme. “Y el que es bueno, sea bueno<br />

todavía.”<br />

MATEO.- Si lo hago es porque algún día te olvidarás. Y estas son las únicas palabras que te alivian.<br />

Así que esfuérzate. No quiero que llegue el día en que te desesperes durante horas tratando de<br />

recordarlas. Otra vez. “Bienaventurados /<br />

MATTHÄUS.- Bienaventurados los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida.<br />

MATEO.- Pero los perros esperan fuera, y los hechiceros y los asesinos y los impostores esperan<br />

fuera.” (Pausa.) Me olvidé. Me olvidé.<br />

MATTHÄUS.- “Y todo aquel que ama y miente.” Hemos terminado.<br />

4


MATEO.- Dímelo una vez más. Aborrecerás leerlo y si no lo recuerdas, si no lo haces, si no puedes /<br />

MATTHÄUS.- (Acercándole la ropa.) Me están esperando.<br />

MATEO.- ¿Ella te esperando?<br />

MATTHÄUS.- Eres tú el que está esperando. Desde hace demasiados años.<br />

MATEO.- Quizá debería seguir solo.<br />

Silencio.<br />

MATTHÄUS.- Estás viejo y cansado. Ya no es una elección. Termina de vestirte. Pronto llamará a la<br />

puerta.<br />

MATEO.- Tenía que haber quitado el anuncio. No pensé que nadie fuese a responder.<br />

MATTHÄUS.- Ponte los zapatos.<br />

MATEO.- Pero yo no estoy listo. ¿Cómo sabré que es la persona correcta?<br />

MATTHÄUS.- Tengo que marcharme.<br />

MATEO.- Espera. ¿Cómo sabré que no va a hacerme daño?<br />

MATTHÄUS.- A eso yo no puedo responderte.<br />

Un ruido fuera, no muy lejos. MATTHÄUS ya no está.<br />

5


2<br />

Me llamo Mateo<br />

MATEO termina de vestirse. Llaman a la puerta. No se mueve. Llaman otra vez. No abre. Vuelven a<br />

llamar. No abren. Golpean en una ventana.<br />

NINA.- (Desde fuera.) ¿Hay alguien?<br />

MATEO.- ¿Qué quiere?<br />

NINA.- (Aún desde fuera.) Abra, por favor.<br />

Abre la puerta. NINA en el umbral.<br />

NINA.- ¿Es usted Mateo?<br />

MATEO.- ¿Quién pregunta?<br />

NINA.- (Con una hoja de periódico en la mano.) Vengo por el anuncio. Me costó encontrarle.<br />

MATEO.- Siento mucho haberle hecho venir para nada. Debí avisar para que lo retirasen.<br />

NINA.- Pero/<br />

MATEO.- Lo siento. Puede marcharse.<br />

NINA.- ¿Ha contratado ya a alguien?<br />

MATEO.- No.<br />

NINA.- Entonces permítame que le muestre mis referencias.<br />

MATEO.- No se moleste. No voy a contratar a nadie.<br />

NINA.- Por favor, léalas. Se lo ruego.<br />

MATEO.- No insista.<br />

NINA.- Léalas.<br />

6


MATEO.- ¿Por qué insiste? Ya le he dicho que/<br />

NINA.- No puedo regresar.<br />

MATEO.- ¿No puede qué?<br />

NINA.- Regresar. Sin el dinero.<br />

MATEO.- Hay otros trabajos.<br />

NINA.- ¿Qué?<br />

MATEO.- En la ciudad. Hay otros trabajos. Por favor, no me mire así. (Lee.) ¿Por qué ha dejado<br />

Buenos Aires? (Silencio.) Dígame, ¿por qué ha dejado Buenos Aires? (Silencio.)<br />

NINA.- Quisiera empezar. De otro modo.<br />

MATEO.- ¿Por eso ha venido hasta aquí?<br />

NINA.- Le ruego que se fije en mis referencias. No tiene nada que ver con el trabajo. Fui yo quien<br />

decidió dejar un buen empleo. Aquí está la carta de mi último patrón. Déjeme que se la lea yo si lo<br />

prefiere. “Sentimos mucho que Nina tenga que dejarnos. Durante todos estos años ha sido<br />

rigurosamente eficaz en su trabajo y amable en su trato. Sentimos que se va alguien de nuestra<br />

familia a la que”/<br />

MATEO.- Es suficiente. Pase si quiere unos minutos. ¿Dónde se aloja?<br />

NINA.- Cerca del puerto, en una hostería.<br />

MATEO.- ¿Ha venido caminando?<br />

NINA.- Sí.<br />

MATEO.- Cuando llegue el invierno será duro subir hasta aquí.<br />

NINA.- ¿Entonces me contrata?<br />

MATEO.- ¿Podrá llegar sin ayuda?<br />

NINA.- Sí, por supuesto.<br />

MATEO.- No conoce los inviernos de <strong>Ushuaia</strong>. Todo el camino se llenará de hielo.<br />

NINA.- Podré hacerlo.<br />

7


MATEO.- Vendrá dos veces por semana. Siempre a la hora que le indique. Se ocupará de hacer la<br />

compra en la ciudad y acercarla. ¿Conduce?<br />

NINA.- Sí. Vine en mi auto.<br />

MATEO.- En invierno no podrá conducir hasta aquí; tendrá que dejarlo en la entrada del bosque y<br />

andar hasta la casa.<br />

NINA.- No hay problema.<br />

MATEO.- Preparará la comida, arreglará la ropa, limpiará la casa. Por lo que leo aquí, sabe<br />

perfectamente realizar esas tareas.<br />

NINA.- Sí, señor.<br />

MATEO.- No me llame señor. Lo que voy a decirle es importante. Si quiere el trabajo, tendrá que<br />

aceptar unas reglas.<br />

NINA.- ¿Reglas?<br />

MATEO.- Unas normas que debe cumplir.<br />

NINA.- Por supuesto.<br />

MATEO.- Desde ahora mismo.<br />

NINA.- Sí.<br />

MATEO.- Sin excepciones.<br />

NINA.- Sí, señor.<br />

MATEO.- Por favor, no insista en llamarme señor.<br />

NINA.- Disculpe.<br />

MATEO.- Hay determinados objetos que no debe tocar.<br />

NINA.- Por supuesto.<br />

MATEO.- Determinadas estancias a las que usted no debe acceder. Ya se lo explicaré con calma. El<br />

dinero no es un problema. Le pagaré bien. Por último, le ruego que no hable con nadie de la ciudad<br />

sobre mí. Eso es importante.<br />

8


NINA.- No se preocupe.<br />

MATEO.- Le preguntarán, téngalo por seguro. Podrá decirles que trabaja en mi casa pero nada más.<br />

¿Lo ha entendido?<br />

NINA.- Nina.<br />

MATEO.- ¿Qué?<br />

NINA.- Mi nombre es Nina. Y usted es Mateo…<br />

MATEO.- Mateo es suficiente. Regrese en un par de días y le explicaré con calma. Ahora le pido que<br />

me deje solo.<br />

Sale NINA. Por unos segundos, vemos la silueta de otra mujer en el fondo de salón y…<br />

9


3<br />

El Olimpo<br />

… regresa MATTHÄUS. MATEO terminar de vestirlo. Le ajusta la chaqueta con cuidado. Durante unos<br />

segundos, se pierde en los ojos del joven.<br />

MATEO.- Podían verse las montañas desde los balcones del hotel. Por encima de las fragatas y de los<br />

destructores.<br />

MATTHÄUS.- El Olimpo.<br />

MATEO- Sí, a lo lejos. Cuando los días amanecían claros. ¿En qué mes llegamos a Salónica?<br />

MATTHÄUS.- Abril.<br />

MATEO.- ¿En abril?<br />

MATTHÄUS.- Sí, era primavera. Desde el puerto se veían los montes aún nevados, por eso ahora<br />

piensas que era invierno. ¡El Olimpo! Los dioses de los griegos estaban ya viejos, no servían, no les<br />

ayudaron.<br />

MATEO.- Tampoco a nosotros.<br />

MATTHÄUS.- ¿Qué?<br />

MATEO.- Dios. Tampoco nos ayudó.<br />

MATEO.- ¿Habías oído hablar de esa ciudad?<br />

MATTHÄUS.- Nunca. Aún recuerdo los vendedores ambulantes y el aire pegajoso y aquel licor<br />

blanquecino y dulce. (Pausa.) ¿Por qué no escribiste a tus padres? ¿Por qué no les dijiste que no<br />

habías muerto?<br />

MATEO.- Me lloraron una vez y es suficiente.<br />

MATTHÄUS.- Pero tu hermana, trató de encontrarte.<br />

MATEO.- No insistas. Ahora todos están muertos. ¿Por qué te importa eso?<br />

10


MATTHÄUS.- Es a ti a quien le importa. ¿La enciendo?<br />

MATEO.- Todavía no. ¿No quieres saber lo que ocurrió?<br />

MATTHÄUS.- ¿Qué?<br />

MATEO.- Lo que ocurrió luego.<br />

MATTHÄUS.- ¿Después?<br />

MATEO.- Sí.<br />

MATTHÄUS.- ¿Para qué?<br />

MATEO.- La historia, nunca te preocupó, nunca me preguntaste. ¿Acaso la conoces?<br />

MATTHÄUS- (Ha terminado de vestirse.) El futuro, la historia después, ¿por qué deben importarme?<br />

MATEO.- Pero lo sabes.<br />

MATTHÄUS.- Sí, como todos. Y no es asunto mío. Ya no.<br />

MATEO.- Nos equivocamos.<br />

MATTHÄUS.- Salió mal, eso es todo. ¿Cuántos años han pasado?<br />

MATEO.- ¿Cincuenta?<br />

MATTHÄUS.- ¿No estás cansado?<br />

MATEO.- No lo llamaría así.<br />

MATTHÄUS.- Como quieras. Ha llegado el momento. Enciende.<br />

MATEO enciende una lamparita en una mesa. Se sienta. MATTHÄUS, joven oficial nazi, encargado de<br />

gestionar el traslado de los prisioneros, canturrea mientras estampa el sello en lo que parecen<br />

pasaportes. Ya no está MATEO. De repente un ruido. Se levanta. Nada. Se sienta. A los pocos<br />

segundos vuelve a levantarse y saca una pistola.<br />

MATTHÄUS.- ¿Quién está ahí? (Silencio. Se acerca, sin dejar de apuntar.) ¿No me ha oído? ¿Quién<br />

está ahí?<br />

11


Una mujer emerge de entre las sillas y mesas apiladas. Intenta escapar arrojándole una silla.<br />

Tropieza. Cae. Él se abalanza sobre ella. Ella se revuelve. Forcejean. Él la golpea con la pistola.<br />

Ella inmóvil. Él la coge de una muñeca y la levanta. Él va a avisar, ella le tapa la boca con la<br />

mano. Él muerde la mano y sonríe. Ella no aparta la mano. No llora.<br />

MATTHÄUS.- ¿De dónde has salido? (La coge por el mentón y le levanta la cara.) ¿De dónde has<br />

salido tú? (Ella ahora llora. Él le da la vuelta, le levanta la falda.) ¿Eres muda? (Silencio.) Da<br />

igual. Lo que digas. Así que puedes seguir callada. (Pausa.) ¿Cómo te llamas? (Silencio.) ¿Quieres<br />

que grite? ¿Quieres que suba la voz?<br />

ROSA.- ¡No!<br />

MATTHÄUS.- Así que no estás muda ¿Qué hacías aquí?<br />

ROSA.- No te entiendo. No hablo alemán.<br />

MATTHÄUS.- ¿Cómo te llamas?<br />

ROSA.- No te entiendo. Déjame.<br />

MATTHÄUS.- Tu nombre.<br />

ROSA.- (Repite.) ¿Nombre?<br />

MATTHÄUS.- Sí, tu nombre. Yo soy Matthäus. Matthäus. Repite. Repítelo.<br />

ROSA.- Matthäus.<br />

MATTHÄUS.- ¿Y tú? ¿Cómo te llamas? (ROSA intenta zafarse.). No tan aprisa. Habla si no quieres<br />

que terminemos ahora mismo. Habla.<br />

ROSA.- Rosa.<br />

MATTHÄUS.- ¿Lo ves? No era tan difícil. ¿Cuánto tiempo llevabas ahí escondida?<br />

ROSA.- Por favor, déjame marchar, te lo suplico.<br />

MATTHÄUS.- ¿Tienes hambre? (Le muestra algo de comida.) ¿Quieres comer? Acércate. (Ella duda.<br />

12


Lo hace. Come de su mano. Él la acaricia el pelo.) Rosa. ¿Qué nombre es ése?<br />

Le agarra con fuerza del pelo y la zarandea La tira al suelo. Se desabrocha. Sobre ella. Oscuro.<br />

13


4<br />

La ballena<br />

MATEO se ha quedado dormido en un sillón, con un libro en las manos. De vez en cuando, la hoja<br />

de la ventana se abre y se cierra con violencia. Durante esos segundos, el viento empuja el rumor<br />

del bosque que se esparce por la casa. Entra NINA con una bandeja en las manos. La ventana se<br />

abre ahora de par en par. NINA se apresura, deja la bandeja en una mesa y cierra a duras penas la<br />

ventana. Al golpe, MATEO se despierta.<br />

NINA.- Disculpe. La ventana no hacía más que /<br />

MATEO.- (Busca el reloj de bolsillo.) ¿Qué hora es? Tenía que haberme despertado.<br />

NINA.- He traído lo que me pidió. Lo he dejado todo en la cocina. (Tras unos segundos.) Señor,<br />

espero que no se moleste, pero esta mañana, cuando subía de la ciudad, vi un juego de sábanas en<br />

un escaparate. Entré a preguntar y estaban realmente bien de precio. El vendedor me dijo que otras<br />

mujeres ya se habían interesado. Así que no lo pensé y las compré. Sé que tenía que habérselo<br />

consultado pero me pareció que hacían falta.<br />

MATEO.- No pasa nada, Nina. Coja el dinero que haya adelantado. Pero la próxima vez pregúnteme<br />

antes. No conoce a los vendedores de esta ciudad.<br />

NINA.- Sí, no lo dude. (Pausa breve.) Si en alguna ocasión tiene visita, agradecerá tener las camas<br />

preparadas.<br />

MATEO.- Ya.<br />

NINA.- ¿No espera a nadie?<br />

MATEO.- ¿Cómo?<br />

NINA.- Algún familiar, alguien que venga a visitarle.<br />

MATEO.- (Incómodo.) Nunca se sabe.<br />

14


Silencio.<br />

NINA.- ¿Quiere que le suba alguna cosa más cuando regrese?<br />

MATEO.- No. No me hace falta nada. (Pausa.) ¿Está usted bien?<br />

NINA.- (Sorprendida.) Sí. Hace dos semanas dejé la hostería. Encontré una habitación en alquiler en<br />

casa de unos chilenos. No es gran cosa pero me permiten utilizar la cocina y está más cerca de aquí.<br />

MATEO.- Lo agradecerá en invierno. ¿Y la gente?<br />

NINA.- ¿La gente?<br />

MATEO.- ¿Le tratan bien?<br />

NINA.- Sí.<br />

Pausa.<br />

MATEO.- ¿Le han preguntado por mí? Venga, Nina, no hace falta que mienta.<br />

NINA.- Sí, varias veces.<br />

MATEO.- ¿Y usted qué dijo?<br />

NINA.- ¿Yo? Nada, se lo prometo. Cumplí lo que me pidió.<br />

MATEO.- ¿Y ellos, qué le preguntaron?<br />

NINA.- Querían saber si /<br />

MATEO.- Siga.<br />

NINA.- Algunos dicen que nunca lo han visto, otros recuerdan que llegó hace ya muchísimos años y<br />

que construyó esta casa con sus propias manos; otros dicen que alguna vez se cruzaron con usted en<br />

el bosque y /<br />

MATEO.- (Riendo.) ¿Me los comí?<br />

15


NINA.- (Sorprendida.) No, no. No quería decir eso. Es sólo que como usted casi nunca baja a la<br />

ciudad y aquí, cuando se van los turistas, no hay mucho de lo que hablar…<br />

MATEO.- Un viejo solo es una cosa muy triste. Y aburrida. Si alguien más vuelve a preguntarle,<br />

dígales que aquí no hay nada de interés. Sólo un triste viejo.<br />

NINA.- Así lo haré. No, perdóneme. (Se calma con la sonrisa de MATEO. Pausa.) Señor, yo vine<br />

aquí buscando esto: este silencio. No sé explicarle. Sentía un peso muy grande en el pecho. No era<br />

dolor ni angustia. Sólo un peso que iba haciéndose más fuerte con el paso de los días y sentía que<br />

me arrastraba, que me arrastraba entre la gente y sus costumbres, y los gestos más cotidianos, de<br />

pronto, se me hicieron insoportables. Las compañías que antes frecuentaba, los lugares que amé. De<br />

repente todo perdió su sentido. Y decidí dejar Buenos Aires. Por eso vine aquí, por eso le rogué que<br />

me aceptase para el puesto. Hay tardes que camino hasta los lagos, como una loca, horas y horas. Y<br />

cuando estoy allí arriba, y siento cómo el aire helado entra por mi nariz, por mi boca, de repente<br />

todo ese frío me hace sentir de nuevo viva. Perdone. He hablado demasiado. Ya sé que no le gusta<br />

hablar.<br />

MATEO.- No se preocupe.<br />

NINA.- Le había preparado café. Se habrá quedado frío. Si quiere yo /<br />

MATEO.- Así está bien. Antes de irse.<br />

NINA.- Dígame.<br />

MATEO.- Quería pedirle un favor, si no tiene usted prisa.<br />

NINA.- No, por supuesto que no. Dígame.<br />

MATEO.- (Le acerca el libro.) Tenga. ¿Lo conoce?<br />

NINA.- No. (Susurra el título.)<br />

MATEO.- Entonces quédeselo. Le gustará leerlo ahora que llega el invierno y hay menos horas de sol<br />

para caminar. Quería tan sólo que me leyese un fragmento en voz alta.<br />

NINA.- ¿Qué yo le?/<br />

16


MATEO.- Si no le importa…<br />

NINA.- Pero/<br />

MATEO.- Por favor, de esta página. (Le entrega el libro y cierra los ojos.)<br />

NINA.- “¿Has de perecer entonces, y sin mí? ¿Estoy separado del último orgullo afectuoso de los<br />

más bajos capitanes naufragados? ¡Ah, muerte solitaria para vida solitaria! ¡Ah, ahora siento mi<br />

supremo dolor! ¡Ah, ah, desde vuestros más lejanos confines, venid ahora a verteros, osadas olas de<br />

toda mi vida pasada, y amontonaos en esta gran oleada reunida de mi muerte! Hacia ti bogo,<br />

ballena omnidestructora, pero invencible; al fin lucho contigo; desde el corazón del infierno te<br />

hiero; por odio te escupo mi último aliento. ¡Húndanse todos los ataúdes y todos los coches<br />

fúnebres en un charco común! Y puesto que ninguno ha de ser para mí, ¡vaya yo a remolque en<br />

trozos, sin dejar de perseguirte, aunque atado a ti, ballena maldita! ¡Así entrego la lanza! (Detrás de<br />

NINA aparecen las siluetas de ROSA y de MATTHÄUS.) Se disparó el arpón: la ballena herida voló<br />

hacia delante; con velocidad inflamadora, la estacha corrió por el surco, y se enredó. Ahab se<br />

agachó para desenredarla, y lo logró, pero el lazo al vuelo le dio vuelta al cuello, y sin voz, igual<br />

que los silenciosos turcos estrangulan a sus víctimas, salió disparado de la lancha, antes que los<br />

tripulantes supieran que se había ido. Un momento después, la pesada gaza en el extremo final de la<br />

estacha salía volando de la tina vacía, derribaba a un remero, e, hiriendo el mar, desaparecía en sus<br />

profundidades.”.<br />

MATEO.- Muchas gracias. ¿Le ha gustado?<br />

NINA.- Sí, pero no he entendido nada.<br />

MATEO.- Lo disfrutará. Es la historia de un viejo capitán que se obsesiona con dar caza a una<br />

ballena blanca que le había arrancado una pierna muchos años antes y la persigue por todos los<br />

confines del mundo.<br />

NINA.- ¿Y la encuentra, consigue cazar al monstruo?<br />

MATEO.- No sea impaciente. Léela y hablemos. Quizá entonces podamos hablar de quién es el<br />

17


monstruo. No se demore, está anocheciendo.<br />

Sale NINA. La ventana vuelve a abrirse. Ha aparecido ROSA.<br />

ROSA.- Es distinta.<br />

MATEO.- ¿Distinta?<br />

ROSA.- A mí.<br />

MATEO.- ¿Qué importa?<br />

ROSA.- No es un reproche. Nunca pensé que yo sería la última.<br />

MATEO.- Pero lo fuiste.<br />

ROSA.- Hubo otras.<br />

MATEO.- Sí, hubo otras. Quise olvidarte.<br />

ROSA.- Puede que alguna vez/<br />

MATEO.- Nunca.<br />

ROSA.- En otros cuerpos.<br />

MATEO.- Sólo eso: otros cuerpos.<br />

ROSA.- ¿Nunca volviste a sentirlo?<br />

MATEO.- No.<br />

ROSA.- Hasta ahora.<br />

MATEO.- No.<br />

ROSA.- No tienes por qué mentirme.<br />

MATEO.- Pero no es cierto.<br />

ROSA.- Tienes miedo.<br />

MATEO.- Soy un viejo.<br />

ROSA.- Para ella no, para mí no. Siempre te recordaré como un chiquillo. Detrás de tus ojos siempre<br />

18


veo a ese muchacho. Asustado, como ahora.<br />

MATEO.- Nunca te lo dije.<br />

ROSA.- No hizo falta.<br />

MATEO.- Pero tú no /<br />

ROSA.- No, nunca. ¿Qué crees que ha venido a buscar?<br />

MATEO.- Ha llegado el momento de marcharnos.<br />

ROSA.- ¿Estás seguro?<br />

MATEO.- Sí.<br />

Penumbra y….<br />

19


5<br />

Salónica<br />

MATTHÄUS comprueba cédulas, pasaportes. NINA ha entrado en un cuarto. Está lleno de libros,<br />

figuras y decenas de pequeños objetos que parecen estar colocados siguiendo un patrón<br />

inescrutable pero exacto. Con el mismo cuidado con el que MATTHÄUS clasifica los documentos.<br />

NINA ha dejado la puerta abierta y cada poco, mientras limpia, se asegura de que no viene nadie.<br />

Separa con cuidado algunos libros que parecen marcados. Coge uno del que cae una fotografía en<br />

blanco y negro de una mujer. La guarda. Pasa las páginas y…<br />

NINA.- (Lee.) “Entre tanto; el veloz Aquiles perseguía y estrechaba sin cesar a Héctor. Como el<br />

perro va en el monte por valles y cuestas tras el cervatillo que levantó de la cama, y, si éste se<br />

esconde, azorado, debajo de los arbustos, corre aquél rastreando hasta que nuevamente lo descubre;<br />

de la misma manera, el Pelión, de pies ligeros, no perdía de vista a Héctor. Como en sueños ni el<br />

que persigue puede alcanzar al perseguido, ni éste huir de aquél; de igual manera, ni Aquiles con<br />

sus pies podía dar alcance a Héctor, ni Héctor escapar de Aquiles. ¿Y cómo Héctor se hubiera<br />

librado entonces de las Parcas de la muerte que le estaba destinada”.<br />

MATTHÄUS.- (Al teléfono.) Por supuesto que es provisional la cifra. Es imposible que pueda darle<br />

una cifra exacta. No puede pedírmela. Intento hacer una estimación de los que mueren, por<br />

supuesto, pero debe entender que no es matemático, que no existe un cálculo que me permita<br />

anticipar con qué frecuencia mueren. Perdóneme, capitán Wisleceny; por supuesto, mi capitán.<br />

Salen 2.800. Mañana 15 de marzo de 1943, nueve vagones, cinco días hasta llegar a Birkenau. No<br />

habrá ningún problema. No tiene por qué haber problemas. Yo soy el que está orgulloso de servir a<br />

Alemania.<br />

NINA.- (Ha salido unos segundos, regresa y marco en el teléfono) Soy yo. Desde la casa, sí. No va a<br />

20


haber ningún problema. Salió a pasear. El viejo se pasa horas dando vueltas por el bosque. No lo sé.<br />

Lo siento, no he podido llamar antes. ¿Qué hora es allí? Libros, sólo libros. Los tiene anotados,<br />

subrayados. Pero nada que lo comprometa. Sí, claro. Discos de pizarra de Salónica. Algunas<br />

postales viejas, sin cursar. Han pasado muchos años pero por supuesto que es él. Estoy segura. Ni<br />

siquiera se ha cambiado el nombre. Mateo, Matthäus Brunner. No, no voy a fallarte. Por supuesto<br />

que no. Hasta el último centavo de dólar será para nosotros. Nada, aún nada. El cabrón del viejo no<br />

suelta prenda. No puedo preguntárselo. No todavía. No, ni una sola referencia. Ni familia ni amigos<br />

ni de cómo llego hasta aquí. Tampoco saben nada. No quieren hablar y debo ser discreta. Lo<br />

normal, cuestiones de la casa. Sí, habla, claro que conversamos. De lo esencial. Ya sabes que es lo<br />

esencial. Naderías supongo. Necesito tiempo. Sí, dos veces por semana. No, no, no baja a la ciudad.<br />

Una furgoneta de reparto trae lo que más pesa y yo me encargo de la compra. Tranquilo. No va a<br />

descubrirme, no es la primera vez que hago esto. ¿Por qué insistes? Ha salido. Ya te lo he dicho: al<br />

bosque. ¿Y yo qué sé que hace en el bosque? Pasear. Este sitio es bonito. No, no seas estúpido. No,<br />

no he visto ningún arma. ¿Que cómo estoy? Yo también te echo de menos.<br />

MATTHÄUS.- (Sigue al teléfono.) Claro que sé lo importante que es, capitán ¿Cuándo le he fallado?<br />

Sí, por supuesto que satisfecho. Sí, un gran hombre, un gran varón. Venciendo, dominando,<br />

exterminando. Sí, un orgullo. Todos los pasaportes. Uno a uno. Al rabino hay que dejarlo fuera.<br />

Harán falta hombres para llevarlos hasta los trenes. Buscaré entre los griegos. Están desesperados,<br />

seguro que algunos querrán hacerlo. Sí, se ha quedado una buena noche. Puede que este clima le<br />

ayude con su lumbago. Ya se han marchado. Solo. Sí, yo solo. No, tengo que terminar de revisar las<br />

cédulas. Sí, capitán; claro, capitán. (Sale.)<br />

NINA ha estado pasando las hojas de un álbum de discos de gramófono. Escoge un disco que<br />

parece marcado. Mira la puerta, se asegura. Lo coloca en el gramófono. Mueve la aguja. Cuando<br />

lo hace es ROSA la que empieza a cantar sobre el pequeño escenario del salón del hotel.<br />

21


ROSA.- “Her yer karanlık pür nur o mevki<br />

mağrip mi yoksa makber mi ya rab<br />

ya habgah-ı dilber mi ya rab<br />

rüya değil bu, ayniyle vaki<br />

kabri çiçekten bir türbe olmuş<br />

dönmüş o türbe bir haclegahe<br />

bir haclegahe dönmüşse türben<br />

aç koynunu aç maşukanım ben.".<br />

MATEO.- (Que ha entrado en algún momento. Mueve la aguja del gramófono.) ¿Qué está haciendo?<br />

NINA.- Lo siento.<br />

MATEO.- Salga de aquí, inmediatamente.<br />

NINA.- Perdone, sólo estaba /<br />

MATEO.- Salga de este cuarto.<br />

NINA.- Usted no me dijo /<br />

MATEO.-Le prohibí expresamente que entrara aquí. Lleva dos meses en esta casa y sabe<br />

perfectamente cuáles son las reglas. Recoja sus cosas y márchese. Le haré llegar el dinero que crea<br />

oportuno.<br />

NINA.- No he querido molestarle. Vi la puerta entreabierta, que estaba desordenado, y me olvidé de<br />

que/<br />

MATEO.- No está desordenado. ¿Sabe cuántas veces puede escucharse ese disco antes de que quede<br />

inservible? ¿Sabe que cada vez que el disco suena la aguja lo va arañando hasta destruirlo?<br />

NINA.- (Llorando.) No quise estropearlo.<br />

MATEO.- No ha entendido nada.<br />

NINA.- ¿Cómo puedo arreglarlo?<br />

22


MATEO.- ¿Arreglarlo?<br />

NINA.- ¿Qué puedo hacer?<br />

MATEO.- No tiene que hacer nada más. Salga de mi casa. Por favor, no llore. Sencillamente usted no<br />

sirve para este trabajo. Tome, aquí tiene algo de dinero, es todo lo que puedo darle ahora. Si<br />

necesita referencias también se las haré llegar. Nadie tiene por qué saber que la he despedido.<br />

NINA.- Se lo ruego.<br />

MATEO.- Salga. No me obligue a...<br />

NINA.- Necesito el dinero.<br />

MATEO.- Con lo que le he dado podrá arreglarse un tiempo. Mientras tanto, busque otro trabajo.<br />

NINA.- Perdóneme.<br />

MATEO.- No insista.<br />

NINA.- Perdonarme. Por un error. Por un solo error en todo este tiempo.<br />

MATEO.- Usted ha incumplido el trato.<br />

NINA.- Me he acostumbrado.<br />

MATEO.- ¿Cómo?<br />

NINA.- A usted. Me he acostumbrado a observarle, cuando pasea por el jardín o cuando se queda<br />

dormido con un libro en las manos. Me gusta mirarle sentado en el salón, sin decir nada, durante<br />

horas. Me gusta el silencio de esta casa. Allí abajo, en la ciudad, todos tienen algo que decir y todos<br />

creen que pueden hacerlo en cualquier momento; se acercan, te miran y te llenan los oídos de<br />

palabras y palabras hasta que todas terminan precipitándose las unas sobre las otras como en una<br />

masa viscosa y entonces yo pienso en el silencio de esta casa y en cómo usted sólo se dirige a mí<br />

cuando cree que tiene algo realmente importante que decirme.<br />

MATEO.- No siga hablando.<br />

NINA.- Mateo.<br />

MATEO.- Deje de llorar. Es insoportable. (Silencio.) No vuelva a entrar aquí.<br />

23


NINA.- ¿Entonces?<br />

MATEO.- La próxima vez no volveré a perdonárselo.<br />

NINA.- No habrá próxima vez.<br />

MATEO.- Nina.<br />

NINA.- Dígame.<br />

MATEO.- ¿Leyó usted el libro?<br />

NINA.- ¿Qué libro?<br />

MATEO.- El que le presté.<br />

NINA.- Ah, disculpe, el de la ballena.<br />

MATEO.- Ya veo que no. Por favor, cierre la puerta cuando salga.<br />

Sale NINA. MATEO retira el disco del gramófono. Acaricia la pizarra con los dedos. Despacio, lo<br />

vuelve a colocar en el gramófono y mueve la aguja. ROSA vuelve a cantar. Ésta vez la canción no<br />

suena con la nitidez de la primera y el paso de la aguja sobre el surco es más fuerte y sucio; el<br />

gramófono deja escapar ahora el ruido de las botas de los militares, arengas, edificios que se<br />

desploman, golpes secos en la tierra, gritos. MATEO retira de golpe la aguja y MATTHÄUS tumbado<br />

junto a ROSA, con un libro de alemán para niños.<br />

MATTHÄUS.- Yo estoy en la casa.<br />

ROSA.- Yo estoy en la casa.<br />

MATTHÄUS.- Yo no tengo hijos.<br />

ROSA.- Yo no tengo hijos.<br />

MATTHÄUS.- La casa es grande.<br />

ROSA.- La casa es grande.<br />

MATTHÄUS.- Mi madre y mi padre no están en la casa.<br />

24


ROSA.- Mi madre y mi padre no están en la casa.<br />

MATTHÄUS.- Alemania es nuestra nación. (Silencio.) Alemania es nuestra nación. (Silencio. ROSA<br />

lo besa.) ¿Por qué no repites? Alemania es nuestra nación. (ROSA lo vuelve a besar.) ¿Por qué te<br />

ríes? ¿Qué te crees que hacemos aquí? Piensas que es fácil, piensas que es fácil porque no tienes ni<br />

idea, porque no puedes imaginar el enorme sacrificio que supone nuestra empresa. Por el bien de<br />

Alemania y del mundo. (Suena un teléfono.) Muy pronto el mundo nos dará la razón, es cuestión de<br />

tiempo, ya lo verás. Cuántas veces los siglos venideros verán representar nuestra heroica empresa<br />

en lenguas y país por nacer. No sé si es así exactamente. Creo recordar que sí, que lo dijo así.<br />

Nuestra juventud se mantiene de pie. Una juventud que no sabe de clases ni de castas. Dispuesta al<br />

sacrificio. Alemania será porque nosotros, los jóvenes, seremos. Nos tornaremos obedientes, duros<br />

como la piedra, y llegará el imperio, y llegará la paz. (El teléfono vuelve a sonar, con más<br />

insistencia.) Y cuando nuestros mayores lloren la bandera desde la nada nosotros la sostendremos<br />

en nuestro puño. Era así. (Ella vuelve a besarlo.) Repite: Alemania es nuestra nación...<br />

ROSA.- (Mientras él la desnuda suena de nuevo la melodía de Makber) En otro tiempo, cantaba en<br />

este salón con una orquesta. Un armenio gordo con un laúd y un turco que tocaba el violín como<br />

ningún otro en los Balcanes. Y yo, con el pelo cortado a la moda de París, y un vestido que mi<br />

madre me había cosido a escondidas, lleno de lentejuelas y de ribetes dorados. La gran guerra había<br />

terminado y creíamos esta tierra saciada de sangre. Tocábamos de todo: lo que llegaba de París, las<br />

canciones de los griegos, de los búlgaros, marchas, polkas...<br />

MATTHÄUS.- Habla despacio. Tienes que aprender cuanto antes mi idioma. Mi idioma (Se tumba<br />

sobre ella.)<br />

ROSA.- Fuimos estúpidos. Porque es la guerra quien ha parido estas tierras y estos mares, ella les ha<br />

dado forma, ha cosido y descosido sus fronteras, ella nos trajo aquí hace mucho tiempo y ahora ella<br />

nos arranca de aquí. Ella me ha criado, ella me ha enseñado a caminar y a hablar y a ganarme el pan<br />

entre los brazos de los soldados. No sé cuándo empezó. Hace un par de años, quizá más. Ya nadie<br />

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quería acudir a escuchar a las orquestas de judíos. Los franceses se fueron marchando y los griegos<br />

preferían ir a sus locales. Algunos venían para insultarme, me escupían después de cada canción.<br />

Así que tuve que hacerlo. Dejar la orquesta y acostarme con los hombres. Porque hay que quitar<br />

vida de algún sitio para ponerla en otro. Porque los hombres nacen y mueren y ésta es la ley que nos<br />

ha tocado. Yo sigo viva y debo pagar por eso. Y también tú pagarás.<br />

Él se vacía en ella, termina y se queda a su lado, resoplando, feliz.<br />

26


6<br />

Un partido de hockey<br />

MATEO termina de vestirse. Entra NINA en la habitación con un montón de camisas planchadas.<br />

NINA.- Perdone.<br />

MATEO.- No se preocupe, puede pasar.<br />

NINA.- Pensé que estaría fuera.<br />

MATEO.- No se preocupe. Siga con su trabajo.<br />

NINA.- ¿Cuál se va a poner?<br />

MATEO.- Deje cualquiera.<br />

NINA.- La roja. Con ese pantalón le sentará bien (Pausa.) ¿Qué le ha pasado?<br />

MATEO.- ¿Qué?<br />

NINA.- En el hombro, la cicatriz.<br />

MATEO.- (Se pone la camisa, molesto.) Fue hace muchos años, jugando al hockey.<br />

NINA.- Nunca lo hubiera creído.<br />

MATEO.- ¿El qué?<br />

NINA. No parece usted una persona a la que/<br />

MATEO.- No siempre fui viejo, Nina.<br />

NINA.- Que jugara al hockey, que jugara, en general.<br />

MATEO.- Los hombres cambian. (Silencio.)<br />

NINA.- ¿Y cómo se hizo eso? ¿En un partido?<br />

MATEO.- Sí, estábamos jugando... hace tantos años... estábamos jugando al hockey a las afueras, en<br />

una explanada de hierba, hacía bastante calor para ser primavera, de repente, por un segundo, el<br />

cielo se nubló; yo me quedé atontado viendo esa enorme bandada de estorninos, creo, sí, eran<br />

27


estorninos sobrevolaban enloquecidos por encima de nuestras cabezas, habían tapado el sol, se<br />

habían llevado la luz, ¿cuántos serían, cuántos centenares serían? Parecían querer arrasarlo todo. Me<br />

olvidé del juego, me olvidé completamente del juego. Y de repente sentí el golpe en el hombro.<br />

Seco. Rápido. Y la sangre. Me quité la camisa, vi la herida, vi cómo la sangre se convertía en vaho<br />

por el frío del inverno.<br />

NINA.- ¿Entonces era en primavera o en invierno?<br />

MATEO.-Los pájaros habían desaparecido pero la oscuridad seguía ahí. Vi a mis compañeros, me<br />

preguntaban, me hablaban, no les entendía. Todo pasó tan de repente, no me dio tiempo a pensar, no<br />

pude hacer otra cosa más que quedarme de pie, viendo la sangre... un compañero se me acercó, me<br />

levantó del suelo, me susurró algo.<br />

NINA.- ¿Dónde fue?<br />

MATEO.- ¿Ha terminado su trabajo?<br />

NINA ¿Sale de nuevo al bosque?<br />

MATEO.- Sí. (Pausa.) ¿Qué se ha hecho en el pelo?<br />

NINA.- Me lo he recogido.<br />

MATEO.- Le sienta bien.<br />

NINA.- ¿No baja a la ciudad? Hay una feria. Llegaron ayer por la noche. Están montando una noria,<br />

autos de choque, puestos de manzanas con caramelo. Si quiere, puedo acompañarle.<br />

MATEO.- No me interesa. Salga.<br />

NINA.- No quería molestarle.<br />

MATEO.- No lo ha hecho.<br />

NINA.- Sencillamente, usted...<br />

MATEO.- ¿Qué quiere decirme, Nina?<br />

NINA.- Está solo, aquí, en esta casa.<br />

MATEO.- Le ruego que me disculpe. Quiero pasear antes de que anochezca y usted debe regresar a<br />

28


la ciudad.<br />

NINA.- Perdóneme. Pero no puede ser bueno que un hombre pase tanto tiempo solo.<br />

MATEO.- No se preocupe por mí.<br />

NINA.- Pero usted...<br />

MATEO.- No insista.<br />

NINA.- ¿Por qué ha decidido estar solo?<br />

MATEO.- Lo he estado durante muchísimos años, quizá más de los que tiene usted.<br />

NINA.- ¿Su familia? No tiene retratos, fotografías.<br />

MATEO.- No tengo familia. Y no creo que deba darle ningún tipo de explicaciones.<br />

NINA.- Yo sólo quería... hace tres meses que vengo a esta casa dos días por semana y desde entonces<br />

no ha bajado usted ni una sola vez a la ciudad. No recibe visitas, no ha sonado nunca el teléfono. A<br />

todos nos hace falta la compañía, ¿verdad? A todos nos hace falta, aunque sea una sola vez por día,<br />

hablar con otra persona, cruzar unas palabras, aunque sean rutinarias, para recordarle a nuestra<br />

cabeza que no estamos solos, que no tenemos por qué estar solos si no queremos, que podemos<br />

olvidarnos un poco de nosotros, en los otros, me está entendiendo, que podemos descansar un poco<br />

de nuestros pesares, y por eso los hombres y la mujeres ríen y beben juntos, por eso los hombres y<br />

las mujeres insisten en buscarse, aunque eso luego tenga un precio.<br />

MATEO. ¿Y usted?<br />

NINA.- ¿Yo?<br />

MATEO ¿Qué precio está pagando?<br />

NINA (Pausa.) Una vez besé a un hombre; una sola vez. En casa de unos amigos. Habíamos bebido.<br />

No sé cómo ocurrió. Un beso apenas, cuando nos despedíamos. No le di importancia entonces.<br />

Luego vinieron otros hombres pero no fui capaz de olvidarme del beso de ese desconocido. No he<br />

vuelto a sentir eso. Sencillamente él no me quiso. Estuvo con otras, se casó, tuvo hijos. De vez en<br />

cuando me buscaba. Por eso tuve que irme, para intentar olvidarlo.<br />

29


MATEO.- No sirve de nada.<br />

NINA.- No.<br />

MATEO.- Da igual donde estés. No puedes huir de ti mismo. Pero el tiempo ayuda.<br />

NINA.- ¿Usted cree? ¿Puede algo tan doloroso desaparecer en el tiempo?<br />

Silencio.<br />

MATEO.- Se me hace tarde, tengo que salir. Cuando anochece, los zorzales dejan de cantar y ya no<br />

merece la pena el paseo. Ahora que ha llegado el invierno cantan más tiempo, en la tierra, en los<br />

árboles, como enfebrecidos. Hay un instante preciso cuando está a punto de anochecer, y la luz se<br />

filtra ya gastada por las copas de los árboles, que el bosque se queda en silencio. Completamente<br />

mudo. Como si en este rincón del mundo fuese aún posible el silencio. Y de repente, en esa quietud,<br />

los zorzales vuelven a cantar. Desde todos los rincones, como desesperados porque termina el día y<br />

olvidan que detrás de la noche siempre llega otro día. Siento compasión por ellos y quisiera<br />

acompañarlos. Se está haciendo tarde, no quisiera perdérmelo.<br />

NINA.- Déjeme acompañarlo. Sólo una vez. Si quiere, no hablaremos, pasearemos juntos.<br />

MATEO.- No insista. Escuche. Si no tiene ningún problema, puede quedarse aquí los meses de<br />

invierno. La casa es lo suficientemente grande para que no nos molestemos el uno al otro. Si no le<br />

parece mal, traiga sus cosas. Se ahorrará el dinero del alquiler y yo me quedaré más tranquilo. No<br />

quiero que le ocurra nada cuando la nieva haga difícil llegar hasta aquí. ¿Qué le parece?<br />

NINA.- (Le abraza.) No sabe cuánto se lo agradezco. (Espera unos segundos, se acerca a una<br />

ventana y comprueba que ha salido. Busca el teléfono. ) Estoy cerca, muy cerca. No me pongas más<br />

nerviosa. Ya sé que se me ha agotado el tiempo. No, no sospecha nada. Pero casi me despide. Nada,<br />

nada, sólo porque puse un estúpido disco de pizarra. No lo sé. No sé por qué es importante.<br />

Escucha, no, escucha tú. Claro que no me equivoco. No me repitas lo del dinero. Déjame hablar, por<br />

30


favor. No vamos a perder ese dinero. Diles que me den unos días más. Sólo un par de semanas. Me<br />

ha dicho que me quede en su casa. ¿Estás loco? No, no he perdido la cabeza. Lo sentaré en los<br />

tribunales, te lo prometo. No, no cuelgues. No me has dicho nada. De nosotros. De acuerdo, ya<br />

hablamos en otro momento. Sí, me cuido. Sí. Sí. Espera.<br />

Cuelga. Por unos segundos, es incapaz de moverse del teléfono. No muy lejos, en el bosque, MATEO<br />

pasea entre las lengas despojadas por el invierno, algunas torcidas por el viento. La luz del<br />

anochecer proyecta inmensas sombras sobre las laderas nevadas. MATEO camina penosamente<br />

mientras susurra palabras en su idioma, frases arrancadas del olvido. Sentada en la cama de<br />

MATEO, NINA lee Moby Dick.<br />

31


7<br />

MAKBER<br />

MATTHÄUS.- (Entra con un fardo en las manos.) Puedes salir. (Silencio.) Sal te digo. (Silencio.) ¿Por<br />

qué no contestas? (Entra y sale llevando a ROSA del brazo.) Di, ¿por qué no contestabas? Toma.<br />

Esto es para ti. Es todo lo que podido conseguir. Escúchame, ahora. Es importante que me<br />

entiendas. Es muy importante que lo entiendas. Esta noche irás al Vardar, allí te estarán esperando<br />

dos hombres. Te preguntarán, tendrás que decirles tu nombre. Sólo tu nombre. ¿Lo has entendido?<br />

¿Qué les dirás? (Silencio.) Hice que te lo escribieran. (Le entrega un papel.) Si te descubren, yo seré<br />

el primero en pegarte un tiro en la boca. Irás al Vardar, verás dos hombres, les dirás tu nombre.<br />

¿Qué les dirás?<br />

ROSA.- Rosa. Les diré que me llamo Rosa.<br />

MATTHÄUS.- Eso es. Te montas en el camión sin abrir la boca. Te llevarán a Atenas, con los<br />

italianos. Cuando el camión se pare, bajarás e irás a esta otra dirección. Allí sólo tienes que<br />

enseñarles esta cédula. Hablan tu lengua, diles que eres de España. El cónsul te ayudará. Está<br />

escrito, está todo escrito en ese papel. Es importante que les digas que eres española. Te sacarán de<br />

Grecia. (Espera que ROSA termine de leer.) Seré el primero en dispararte si te descubren. Márchate.<br />

Ahora. (No se mueve.) ¿Es que no lo entiendes? Dame ese papel, ¿qué pone en ese maldito papel?<br />

ROSA lo abraza. Él la aparta y la tira al suelo.<br />

ROSA.- Todavía no, todavía no puedo marcharme.<br />

MATTHÄUS.- Tienes que largarte. Ya no puedo esconderte más aquí. No sabes lo que está ocurriendo<br />

ahí fuera. No puedes imaginarlo. Lárgate ahora, te digo. Desaparece.<br />

ROSA.- No voy a hacerlo. No voy a irme a ningún lado. Adonai ha cerrado los ojos y nos ha dado la<br />

32


espalda para que las bestias conviertan esta ciudad en sangre y ceniza; y yo no pensaba encontrarte,<br />

yo no creí nunca que podría sentir esto por uno de vosotros. Por eso ahora tengo que traicionarte o<br />

traicionar a los míos.<br />

MATTHÄUS.- Márchate de aquí, por favor.<br />

ROSA.- Matthäus.<br />

MATTHÄUS.- ¿Estás sorda? Vete, vete si quieres salvarte.<br />

No se mueve. No se mueven. Las ventanas y puertas de la casa se abren de golpe. Los techos,<br />

desvencijados por el peso de la nieve, parecen vencerse. MATEO espera en la penumbra. Llega<br />

NINA.<br />

NINA.- Quería verme.<br />

MATEO.- Pase. Hay algo que quería preguntarle.<br />

NINA.- (Nerviosa, no se mueve del umbral.) Lo que quiera.<br />

MATEO.- ¿No va a sentarse?<br />

NINA.- Sí, por supuesto. (Lo hace.)<br />

MATEO.- Hace muchos días que me ronda por la cabeza pero hasta ahora no me he atrevido a hablar<br />

con usted (Pausa.) ¿Se encuentra bien?<br />

NINA.- Si. ¿Por qué lo pregunta?<br />

MATEO.- Tuve la impresión /<br />

NINA.- Es el cansancio. Y estos días sin luz.<br />

MATEO.- En cualquier caso no la entretendré mucho. Sólo quiero hacerle una pregunta pero antes<br />

déjeme contarle algo. ¿Se acuerda del disco de gramófono que puso usted hace unos meses?<br />

NINA.- Sí.<br />

MATEO.- Recordará entonces que le grité.<br />

33


NINA.- Sí.<br />

MATEO.- Si lo hice es porque ese disco es el recuerdo de algo que ya no existe, de una ciudad que<br />

ya no existe. Hace tantos años, en el otro extremo del mundo.<br />

NINA.- ¿Qué ciudad?<br />

MATEO.- Salónica. ¿No es dulce ese nombre?<br />

NINA.- Supongo. ¿Qué hacía usted allí?<br />

MATEO.- Déjeme que le cuente de qué habla esa canción: Makber. Los turcos enviaron a un<br />

embajador llamado Tarhan a Bombay. Cuando regresaba, acompañado de su mujer, llamada Fátima,<br />

ésta enfermó y murió en Beirut. Tarhan no podía regresar a Bombay ni intentar el viaje hasta<br />

Estambul con el cadáver de su mujer así que decidió enterrarla allí mismo y sembrar la tumba de<br />

rosales. Eso significa “Makber”, una tumba.<br />

NINA.- ¿Por qué me cuenta todo esto?<br />

MATEO.- Pensé que sentía curiosidad por ese disco, que sentía curiosidad por mi pasado. (Pausa<br />

breve.) De repente parece usted pálida.<br />

NINA.- Ya le he dicho que estoy agotada. (Se ha levantado, en el umbral.)<br />

MATEO.- Entonces le haré la pregunta y podrá marcharse.<br />

NINA.- Ya le he dicho que puede hacerla. ¿Qué le ocurre, Mateo?<br />

MATEO.- Nina, ¿cree que basta toda la voluntad de un solo hombre para conseguir un átomo de<br />

salvación?<br />

NINA.- ¿Qué?<br />

MATEO.- ¿Cree usted en la salvación?<br />

NINA.- ¿Me está preguntando si creo en Dios?<br />

Mateo.- Quizá, en cierto modo /<br />

NINA.- Sí.<br />

MATEO.- ¿En qué Dios?<br />

34


NINA.- No le entiendo.<br />

MATEO.- (Se ha acercado a ella.) ¿En qué Dios cree usted? Eso le pregunto. ¿De qué sirven los<br />

rezos ante la iniquidad del hombre? ¿Por qué nos permitió hacerlo? ¿Por qué nos puso esa prueba?<br />

Conteste. (Le ha cogido del brazo.) ¿Se acuerda del capitán y de la ballena? Yo creo que hay<br />

monstruos que no pueden ser heridos, que siguen de pie aunque tengan el corazón lleno de plomo y<br />

se tambalean pero cuando vas a darle el golpe de gracia, están de nuevo dentro de ti, proyectando su<br />

sombra. Por eso el capitán se hunde con el animal porque el monstruo estaba en sus entrañas. Sólo<br />

con su muerte podía aniquilarlo.<br />

NINA.- No sé de qué me habla. No me encuentro bien, le ruego que me deje marchar.<br />

MATEO.- (Se desploma en el sillón.) Perdóneme. Puede irse.<br />

NINA duda durante unos segundos, luego sale corriendo.<br />

35


8<br />

Ernest<br />

Inmediatamente entra MATTHÄUS arrastrando a ROSA de un brazo. La golpea la tira al suelo; él,<br />

MATTHÄUS, llora; afuera, en el invierno austral, los zorzales arañan la corteza y la tierra.<br />

MATTHÄUS.- ¿Desde cuándo? (Un golpe.) ¿Desde cuándo lo estás haciendo? (Otro golpe. Silencio.)<br />

¿Desde el principio? ¿Quiénes? ¿Habla? ¿Quiénes te han enviado? (Otro golpe.) ¿Quién eres? Tu<br />

nombre, ahora, ¡habla!<br />

ROSA.- Rosa. No te he mentido. Ese es mi nombre.<br />

MATTHÄUS.- ¡Mentira! (Otro golpe.)<br />

ROSA.- Rosa.<br />

MATTHÄUS.- Mientes. (Otro golpe.) Alguien está pasando información, decían, uno de nosotros les<br />

está pasando información. Saben los horarios, saben el número. ¿Cómo pueden saberlo? De noche<br />

llenas las vías de chatarras, de troncos; las vías por las que tiene que pasar un tren que nadie sabe<br />

que va a pasar por esa vía. ¿Cómo pueden saberlo? Hay que estar atentos, decían. Alguien desde<br />

dentro está pasando información. ¿Desde cuándo lo estás haciendo?<br />

ROSA.- Matthäus Déjame explicarte, te lo suplico.<br />

Entra MATEO, vestido elegantemente, con un uniforme doblado. Se sienta. Se coloca el uniforme en<br />

el regazo, también una pistola. MATEO sigue en todo momento las acciones de MATTHÄUS. Quizá en<br />

algún momento musite alguna de las frases que éste va a decir, tantas y tantas veces repetidas todos<br />

esos años. Quizá en algún momento acaricie las páginas macilentas del pasaporte de MATTHÄUS.<br />

Quizá en algún momento intente detener la escena, ésta que sigue<br />

36


MATTHÄUS.- Y yo, yo.../<br />

ROSA.- Matthäus<br />

MATTHÄUS.- Ahora tengo que hacerlo.<br />

MATEO.- No, no lo hagas.<br />

MATTHÄUS.- Para eso te dejaron aquí. Por eso no querías irte. (Le apunta con la pistola.) ¿Cómo lo<br />

has hecho? ¿Quién más sabe que estás aquí? ¿Quién más sabe que te he tenido aquí escondida y<br />

yo...?<br />

MATEO.- Te enamoraste. Eso me dijiste. Te enamoraste por primera vez en la vida. De una judía, de<br />

una cabaretera a la que escondías. Eso me dijiste. Una noche bebiendo aguardiente en Salónica.<br />

Llorabas, sólo llorabas, como lo hacen los borrachos, de corazón. Te enamoraste como el hombre<br />

que habías empezado a ser: lleno de desesperación y de esperanza. Tanto sacrificio por tu país,<br />

tanta sangre por tu país. Pero tu corazón estaba intacto. Eso me contabas porque yo era tu amigo,<br />

porque habíamos crecido juntos y una vez, jugando al hockey, me levantaste del suelo. Borracho me<br />

lo decías en esa cantina de Salónica: Es necesario destruirlos para salvarlos pero mi corazón está<br />

intacto porque sigo amando.<br />

ROSA.- ¿Estaba intacto?<br />

MATTHÄUS.- ¿Quién te instruyó? ¿Quiénes son tus contactos? Responde. Tengo que hacerlo, tengo<br />

que hacerlo igual. ¿Quién te enseñó alemán?<br />

MATEO.- La casa es inmensa. Las habitaciones están vacías.<br />

ROSA.- Lo aprendí aquí, en el hotel. En la primera guerra, llegaban muchos soldados, marineros.<br />

Hay que contentarlos. Hay que decirles a los hombres lo que quieren oír. Hay que quitarles la<br />

tristeza con las palabras. Déjame que/<br />

MATTHÄUS.- ¿Por eso te eligieron?<br />

ROSA.- No tengo hijos./<br />

MATTHÄUS.- ¿Qué?<br />

37


ROSA.- Nadie me va a necesitar cuando desaparezca. Por eso me ofrecí.<br />

MATTHÄUS.- ¿A quiénes?<br />

MATEO.- No lograste que confesara.<br />

MATTHÄUS.- ¿A quiénes?<br />

MATEO.- Nunca te lo dijo. Pero no le preguntaste lo que realmente necesitabas saber.<br />

MATTHÄUS.- Tengo que hacerlo. Diré que regresé, esta noche regresé les diré, que había olvidado<br />

unos papeles; sí, regresé, te vi rebuscando en los papeles, una figura, no supe distinguir, alguien<br />

que no tenía que estar y disparé. Luego sabrán que fuiste tú, que eras tú la que entregaba la<br />

información. Pero ya no podrás hablar, ya no podrás hablar. Quizá me condecoren. ¿Por qué no te<br />

fuiste?<br />

MATEO.- No le preguntaste. Ella quiso decírtelo.<br />

MATTHÄUS.- Ya no podrás hablar. ¿Por qué?<br />

ROSA .- Déjame explicarte, Matthäus. Es cierto que al principio yo /<br />

MATEO.- Eso me contó después, en el puerto. Quiso decirte que te amaba.<br />

MATTHÄUS.- Te lo dije, seré el primero en dispararte.<br />

MATEO.- No te atreviste a preguntárselo. A ella no le dio tiempo. Ibas a disparar. Lleno de amor,<br />

ibas a disparar. Pero entré yo. Quería avisarte de que te seguían, que sospechaban de ti. Entré yo.<br />

¿Qué haces?<br />

MATTHÄUS.- ¿Qué?<br />

MATEO.- ¿Qué ocurre?<br />

MATTHÄUS.- Ella/<br />

MATEO.- Deja la pistola.<br />

MATTHÄUS.- Ella/<br />

MATEO.- Ibas a disparar.<br />

MATTHÄUS.- Ella me ha engañado, Ernest. Ha estado pasando la información de los trenes/<br />

38


MATEO.- Ibas a disparar. Lleno de amor, ibas a dispararle. Me abalancé sobre ti, me disparaste. Sentí<br />

el frío en el hombro y luego la sangre. Te vi apuntarme de nuevo. Así que tuve que hacerlo. Disparé.<br />

Un acto reflejo. Te disparé. Me miraste asustado con la bala dentro del pecho. Te arrodillaste. Me<br />

acerqué a ti. Ella se acercó a ti. La escupiste. Me abrazaste. Me dijiste algo al oído. Y ahí terminó.<br />

MATTHÄUS.- Que la quería.<br />

MATEO.- No te entendí. ¿Por qué no se lo dijiste?<br />

ROSA.- No ha terminado. Nunca.<br />

MATEO.- No.<br />

ROSA.- Yo te besé en la boca.<br />

MATTHÄUS.- No lo recuerdo.<br />

MATEO.- Ya no estabas. Pero seguías con los ojos abiertos.<br />

ROSA.- Nunca pude quitarme esa amargura de la boca. No pudimos pensar. Te dejamos ahí. ¿Cómo<br />

vamos a dejarlo aquí?<br />

MATEO.- No tenemos tiempo.<br />

ROSA.- ¿Por qué lo has hecho? ¿Por qué me has salvado?<br />

MATEO.- Tampoco respondí a esa pregunta. ¿Lo imaginaste?<br />

ROSA.- ¿Qué?<br />

MATEO.- Cuando te dejé en el puerto, cuando desapareciste para siempre.<br />

ROSA.- ¿Qué?<br />

MATTHÄUS.- ¿Cómo lograste escapar, Ernest?<br />

MATEO- Sí, siempre has sabido por qué lo hice.<br />

ROSA.- No, nunca lo supe.<br />

MATEO.- Que te había amado en las palabras de mi amigo, en las lágrimas de mi amigo. Que te<br />

había amado como un idiota, desde la primera vez que él me dijo tu nombre. “Ernest, si la<br />

conocieras, si pudieras estar con ella, olerla, oírla respirar, te olvidarías de esta guerra de mierda”. Y<br />

39


sonreías. No podía permitir que todo se pudriese. Si tú te salvabas algo de nosotros se salvaría.<br />

ROSA.- ¿Nosotros?<br />

MATTHÄUS.- Nosotros.<br />

ROSA.- ¿Me dijiste tu nombre?<br />

MATEO.- Sí. Te dije: “No te asustes, soy Ernest, él me ha hablado de ti”. Pero sólo repetías el<br />

nombre de mi amigo.<br />

ROSA.- Cargaste con su cuerpo. Anduvimos unos metros, hasta el puerto. ¿Por qué lo hicimos?<br />

MATEO.- Aún siento el ruido de tu cuerpo hundiéndose en el agua.<br />

MATTHÄUS.- Nunca lo encontraron. Pensaron que desertamos los dos, Ernest.<br />

MATEO.- Y te buscaron. Hasta ahora.<br />

ROSA.- ¿Por qué lo hicimos?<br />

MATEO.- Te llevé hasta el camión, te vi desaparecer en la distancia, con los ojos cerrados. ¿Qué fue<br />

de ti?<br />

ROSA.- Nunca terminó. Esa amargura en la boca.<br />

MATEO.- Creí verte, en Beirut. Muchos años después.<br />

ROSA.- Nunca ocurrió, nunca nos cruzamos. ¿Y ella?<br />

MATTHÄUS.- Después de tantos años.<br />

ROSA.- ¿No se lo vas a preguntar?<br />

MATEO.- Ya es tarde.<br />

ROSA.- ¿Qué?<br />

MATEO.- Está terminando. Ya les ha avisado.<br />

MATTHÄUS.- Pero pudiste sentirlo otra vez.<br />

ROSA.- Y ahora podrás descansar.<br />

MATEO.- ¿Podré?<br />

ROSA.- Sí.<br />

40


Ha entrado NINA, llevando sus maletas. Desaparecen ROSA y MATTHÄUS. NINA repara en el<br />

uniforme, en la pistola. Saca su pistola también.<br />

MATEO.- Puede guardar eso. No voy a hacerle nada. Mi nombre es Ernest Bauman<br />

NINA.- ¿Qué?<br />

MATEO.- Un nombre vulgar, sí. Siento defraudarla. (Silencio.)<br />

NINA.- ¿Cuándo?/<br />

MATEO.- ¿Supe quién era usted?<br />

NINA.- Sí.<br />

MATEO.- No se asuste.<br />

NINA.- ¿Cuándo lo supo?<br />

MATEO.- Hace ya unas semanas. Sin embargo, usted jamás pensó que yo no era al hombre que<br />

buscaba.<br />

NINA.- Pero usted se llama Mateo. Matthäus/<br />

MATEO.- Mi nombre es Ernest Bauman. Me enviaron a Salónica cuando tenía diecisiete años. Para<br />

servir a Alemania. Limpiaba los uniformes, limpiaba las letrinas, servía en la cantina del cuartel.<br />

Aquí tiene mi pasaporte.<br />

NINA.- No es posible.<br />

MATEO.- No he jugado con cráneos, no he esterilizado, no he convertido en cenizas a centenares de<br />

persona. Siento defraudarla.<br />

NINA.- Pero entonces<br />

MATEO.- ¿Lo hubiera preferido?<br />

NINA.- ¿Por qué lo hizo?<br />

MATEO.- Pero no todo su trabajo ha sido en balde. Una vez maté a un hombre. A un amigo:<br />

41


Matthäus Brunner. El hombre que buscaba.<br />

NINA.- Quiere confundirme.<br />

MATEO.- Aquí está su pasaporte. Puede comprobar los nombres. Así que imagino que él ya está<br />

juzgado y que usted debe sentirse feliz. ¿Quién le paga?<br />

NINA.- Entonces usted /<br />

MATEO.- No le sirvo para nada, ¿verdad? Deserté. Quizá esa historia le sea de interés. Abandoné a<br />

mi país, a mi familia. ¿En qué dirección puedes correr para olvidar, Nina? ¿Se llama usted así? Qué<br />

importa.<br />

NINA.- ¿De qué habla?<br />

MATEO.- Eso es lo que buscaba.<br />

NINA.- ¿Qué?<br />

MATEO.- ¿Qué buscaba si no?<br />

NINA.- Buscaba justicia.<br />

MATEO.- ¿Quién se la ha pedido?<br />

NINA.- No tengo por qué contestarle.<br />

MATEO.- ¿Quién le paga? ¿Su país?<br />

NINA.- ¿Cómo?<br />

MATEO.- Por perseguir nazis, ¿cuánto le pagan?<br />

NINA.- No es el dinero lo que/<br />

MATEO.- Por perseguir viejos nazis. ¿Cuánto vale eso? ¿Cuántos años tiene usted? ¿Por qué hace<br />

esto? (Silencio.) ¿Por qué ha dedicado su vida a esto?<br />

NINA.- Están llegando. Déjeme que yo hable con ellos primero. Le prometo que no ocurrirá nada.<br />

Sólo tiene que explicarles quién es.<br />

MATEO.- No importa.<br />

NINA.- Le harán preguntas. No tiene por qué asustarse. Si es quien dice, no tendrá ningún problema.<br />

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MATEO.- Es usted la que está asustada. No voy a dispararle. No voy a disparar a nadie. Pero salga de<br />

mi casa.<br />

NINA.- Mateo.<br />

MATEO.- Mi nombre es Ernest.<br />

NINA.- ¿Por qué utilizó el nombre de su amigo?<br />

MATEO.- Pensé que así estaría más cerca de ella. La última vez que la vi repetía su nombre una y<br />

otra vez.<br />

NINA.- ¿Ella? ¿De quién habla?<br />

MATEO.- Ya no tenemos tiempo para más historias, Nina.<br />

NINA.- ¿Por qué no regresó entonces a Alemania cuando terminó?<br />

MATEO.- Nunca terminó.<br />

NINA.- Cuando la guerra terminó.<br />

MATEO.- Deserté. Había matado a un compañero, a un soldado alemán, por amor. A él, a ella.<br />

¿Cuántas ciudades fueron, cuántos nombres fueron? Pasé quince años en una barriada de El Cairo.<br />

¿Cuántas noches fueron? De repente, aquella nube tomó forma; en los libros, en las películas, en los<br />

programas de televisión. Todo el mundo sabe lo que ocurrió, todo el mundo sabe lo que no ocurrió.<br />

Yo, que estuve allí, no lo supe. No lo supe hasta luego. Sentado en una sala de cine, con un refresco<br />

de cola, viendo las películas que hablaban de nosotros, de lo que fuimos, de lo que hicimos. De ese<br />

horror. ¿Cómo es posible tener tanto horror en las manos y no sentirlo? ¿Puede responder a eso?<br />

NINA.- ¿Cuándo llegó aquí?<br />

MATEO.- Y mientras, recordaba la sonrisa de mi amigo aquella noche en que me dijo que se había<br />

enamorado, por vez primera, de una hermosa muchacha que cantaba en una orquesta. ¿Cómo puede<br />

sonreír alguien de ese modo?<br />

NINA.- Nadie recuerda cuándo llegó aquí/<br />

MATEO.- ¿Hace cuántos años? Ya no importa.<br />

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NINA.- ¿Por qué lo mató? ¿Por qué asesinó a Matthäus Brunner?<br />

MATEO.- ¿Por qué quiere saberlo?<br />

NINA.- Porque usted entonces sería un /<br />

MATEO.- Ni se lo ocurra decirlo.<br />

NINA.- Nadie le juzgaría.<br />

MATEO.- ¿Quién me juzga, Nina? ¿Usted? ¿Por qué lo hace?<br />

NINA.- Es mi deber.<br />

MATEO.- Y sin embargo yo no quise saber nada más, de nosotros, de lo que decían de nosotros. Ya<br />

lo hacen ustedes, ya cuentan la historia para entretenerse y tomar palomitas con refresco de cola,<br />

para decirse que el monstruo está fuera, siempre fuera. Como hacía yo en ese cine lleno de moscas<br />

de El Cairo. (Toma la pistola.) No se asuste. No voy a dispararle. Le ruego que salga.<br />

NINA.- Entonces no tiene por qué preocuparse. Le harán preguntas. Sólo eso. La gente necesita<br />

saber/<br />

MATEO.- ¿La gente?<br />

NINA.- Lo que hizo. Lo que ocurrió.<br />

MATEO.- Ha terminado.<br />

NINA.- Mateo/<br />

MATEO.- No es mi nombre/<br />

NINA.- Quiero que sepa/<br />

MATEO.- Salga/<br />

NINA.- Que yo, en cierto modo/<br />

MATEO.- Márchese antes de que lleguen.<br />

NINA.- De alguna manera supe que usted no era capaz de/<br />

MATEO.- No lo diga.<br />

NINA.- Déjeme explicarle, deme sólo unos minutos.<br />

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MATEO.- No se permita llorar, Nina. Salga.<br />

NINA.- Pero/<br />

MATEO.- No quiero oír nada más.<br />

NINA.- Necesito explicarle, necesito que me perdone/<br />

MATEO.- Cállese.<br />

NINA.- No voy a dejarle ahora.<br />

MATEO.- ¿No me ha oído? (Le apunta.) ¡Salga!<br />

NINA lo hace. MATEO toma la pistola. Sonríe. Se levanta y pone un disco en el gramófono. La aguja<br />

recurre el surco pero no hay sonido. Aparecen MATTHÄUS y ROSA. MATEO se sienta en el sillón con<br />

la pistola. Apunta. Fuera los zorzales cantan enfebrecidos. Oscuro final.<br />

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