La oración - Edición
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Testimonio<br />
“¡No tan rápido! ¡Yo estoy muy<br />
cansada! Llame a mi hermana pero<br />
sencillamente siguió corriendo<br />
escaleras arriba, y deslizándose<br />
hacia a bajo. Al principio intente<br />
correr con la misma rapidez, pero<br />
tuve que parar para recuperarme.<br />
De repente me di cuenta que mi<br />
corazón latía con fuerzas. “¡Gabi,<br />
Nicki, mi corazón late muy rápido!”<br />
“¡Oh, Moni, que te estas<br />
imaginando nuevamente!” Ellos no<br />
me entendían.<br />
Nosotros estábamos de viaje en el<br />
extranjero, y pasamos la noche en<br />
un hotel. Yo busque a mis padres<br />
pero no los encontré enseguida.<br />
Entonces vi que mi madre regresaba<br />
de un paseo. “¡Mami mi corazón<br />
late realmente rápido!” “¿hija que<br />
estas pensando?” fuimos a nuestro<br />
cuarto de hotel; cuando mi padre me<br />
escucho y sintió los latidos de mi<br />
corazón, se asusto. Mi corazón latía<br />
más de 200 veces por minuto.<br />
Nosotros oramos a Dios para que<br />
me sane.<br />
Mis padres averiguaron sobre la<br />
posible causa de mi enfermedad, y<br />
que se podía hacer al respecto. Se<br />
nos recomendó poner hielo para<br />
refrescar el rostro. También apretar<br />
la nariz con dos dedos y tratar de<br />
soplar por ella.<br />
Dado que teníamos que seguir<br />
viaje, mis padres y hermanos<br />
empacaron el equipaje y lo llevaron<br />
al auto. Mi madre me puso hielo en<br />
la frente, hasta que estuvo bien fría.<br />
Todo lo que habíamos intentado no<br />
funcionaba.<br />
Antes de seguir viaje, todos<br />
oramos muy fervientes por mí.<br />
Entonces probé soplar de nuevo por<br />
la nariz tapada. De repente sentí,<br />
como mi corazón se calmaba. “¡late<br />
normal!” apenas dije eso, mi padre<br />
exclamó: “¡Bendito sea el Señor!”<br />
todos alabamos felices de que Dios<br />
me había sanado. Nos detuvimos y<br />
agradecimos a Dios. Pero ninguno<br />
estuvo tan feliz como yo.<br />
MonikaSchulz (12), Kitchener (CA)<br />
PAGINA INFANTIL<br />
Página infantil<br />
Detrás de puertas cerradas<br />
En tiempos de Eliseo, vivía en Israel una familia temerosa de Dios. El<br />
tiempo que el padre pudo estar con su esposa y sus dos hijos, fueron<br />
felices y bien abastecidos. Pero lo triste es que el padre murió pronto.<br />
Desde entonces la responsabilidad cayó sobre los hombros de la querida<br />
madre. Pero estaba muy contenta que aun tenia a sus dos hijos, a los que<br />
ella tanto amaba.<br />
Un día la madre se apresuro con una necesidad especial a Eliseo: ella<br />
tenía una cuenta que pagar, pero sencillamente no tenía como reunir ese<br />
dinero. Sus acreedores amenazaron con llevarse a sus hijos. ¡Que horror!<br />
Eliseo pregunta: ¿Qué tienes en tu casa? Ella contesta: “yo tengo<br />
solamente una vasija con un poco de aceite, nada mas.” Ahora, le dice<br />
Eliseo: “ve a tu casa, y presta de tus vecinos muchos recipientes vacíos;<br />
estos lleva a tu casa, y cierra con llave la puerta tras de ti y de tus hijos,<br />
entonces echa de tu vasija el aceite en los recipientes vacíos.” <strong>La</strong> mujer se<br />
fue e hizo todo como el hombre de Dios le mando. Los hijos le<br />
alcanzaban los recipientes vacíos, y la madre los llenaba. Al final ella<br />
dijo: “Alcáncenme todavía otro recipiente” pero no había más recipientes<br />
vacíos. Eliseo dijo: “ahora ve, vende el aceite y paga tus deudas.” ¡Con el<br />
dinero que les sobre puedes vivir! ¿No era este un gran milagro de Dios?<br />
¿Por qué tuvo la mujer que cerrar con llave la puerta, tras de ella y de<br />
sus hijos? ¡Naturalmente, para que nadie entre! ¿Pero quien podría venir?<br />
-¡los vecinos, que pueden haber tenido muchas preguntas, dudas y<br />
objeciones!- Sus hijos, si ellos debían estar allí, y contemplar el gran<br />
milagro de Dios; pero todo lo que impide y perturba tuvo que quedar<br />
afuera.<br />
Jesús también nos dice, que cuando oramos, vayamos a una pequeña<br />
habitación, es decir un lugar tranquilo cerrar con llave la puerta, para que<br />
nada ni nadie pueda molestar. Así podemos con el corazón y con fe orar<br />
a nuestro padre celestial, para que también hoy nosotros podamos<br />
experimentar grandes milagros de Dios.<br />
Claudia Wutke<br />
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