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atractivo en todos y cada uno dde sus gesttos, y eso quizás q no toodos los hommbres eran n capaces de apreciarlo en unaa mujer. La mayooría, se queedaban en el caminoo buscando un cuerpoo a la meddida de sus s propios deseos, cuerpos pperfectos o casi perfeectos, y en algunas ocasioness buscaban n más la aprobacióón de los demás, que la suya proopia. La pub blicidad tenía mucho qque ver en todo esto. Se vendíía una imaggen perfectaa, después los hombre es no exigíaan menos een sus vida as diarias, la mujer por otro laado intentaba parecerrse a lo que vendían los medioss y se olvid daban en ocasionees de ser ellas mismass. Así pensaaba y sentía a él mismo un año atrrás, ahora sabía s que actuar assí, significabba perdersee gran partee del desfile e de la vida. Natalia, noo era así. El verdaddero deseoo hacia otraa persona nacía por motivos quue nada tennían que ve er con la perfeccióón física deel cuerpo. EEl deseo see hallaba en gestos, mmiradas, rissas, y palab bras bien pronunciaadas. El deeseo era sabber leer enttre líneas más m allá de la piel. Al mmenos así lo o percibía él. Natalia era un compendioo equilibraddo de la du ulzura, inteeligencia y sensibilida ad que él necesitabba. Su ausencia, su ppérdida habbía significa ado para él, uno de loos mayores fracasos personalees de su vidda. Ya nacíaa el otoño. CCuando la luuz empezabba a languid decer, las hojas sembrraban el asf falto de la ciudad y el gris adornaba el hoorizonte, Daaniel, sentía a a Natalia, muy dentroo de él. Per ro ella no había vueelto a llamaarle. Pensó enn hacerlo él, llamarla y decirle lo que realme ente sentía, , pero la insseguridad de d Daniel, le impedíía hacerlo. Tenía demaasiado mieddo a ser rec chazado. QQuizás no erra lo suficientemente atractivo para ella. ¿Cómo estaría? Daniel, solo sa abía que deeseaba bessarla y que hacer el amor conn ella era uun sueño, que le asaltaba muy a menudo. . Su deseoo se desper rtaba con apenas ppensarla. Daniel, sabía que paara una muujer hacer eel amor era algo más qque un acto físico en el que dos personass se encuenntran. Para ellas era enntregar una parte de suu alma que hasta ese momento nadie haabía sabido encontrar y al hacer el amor de ejaban al hhombre quee leyera esa a parte a través dee su cuerpoo. Al menoos así lo seentían las mujeres m sennsibles, aunnque siemp pre había excepcioones. A Daniell el mes dee octubre le gustaba especialme ente. Era eel preludio del invierno. Era el comienzoo de un peeriodo marccado por loo quedaba atrás y por todo aqueello que em mpezaba. Comenzaaba un nuevvo curso esscolar. Su hhermano em mpezaba el nuevo cursso con el pr recedente de nuevaas ilusiones. Mientras octubre aggonizaba, DDaniel seguuía pensand do en Natalia. La noche anterior r no pudo dormir. SSu cabeza repasaba todos los momentos y palabraas que habbían compa artido. La oscuridadd le engullía mientrass los minuttos pasaba an como hooras intermminables. Se e levantó varias veeces, tomó leche calieente, vio la televisión, cogió el libbro que leíía, pero tod do fue en vano. El despertadoor sonó, see levantó y se dio cue enta de quue estaba eenamorado. Menuda ironía, see enamoraaba por priimera vez en su vida a y la mujjer a la quue amaba, dormiría seguramente en los brazos de otro hombrre. Al salir a la calle, sinntió el frío dde la mañanna. Se dirigió a su cochhe mientrass la falta de e sueño le hacía pensar las cossas dos vecces. — Daniel. Volvió la cabeza y aal ver a Nataalia, se quedó mirando o sin saber qqué decir. — Daniel, ¿estás bieen? Candadoss en el vientoo Ana Belio 27
— Sí, aunque esta nnoche no coonseguí dorrmir. — ¿Y tú? ? ¿Cómo esstás? — Preocupada por tti. Solo quería saber poor qué no re espondías a mis llamadas. — Nataliaa se acercóó—. Entremmos al cochee, hace frío. . Le miraba confusa, mientras veeía cómo evvitaba su mirada. — ¿Te lleevo a la oficcina? — No, Daaniel, antess debemos hablar. Míraame. Daniel see enfrentó a sus ojos. NNo quería eescuchar na ada. Solo deeseaba besarla. — ¿Qué pasó Danieel? ¿Por qué no responndías a mis s llamadas? ? — ¡Qué ppasó! Dímeelo tú. — ¿A qué te refieress? —Te vi salir de la officina. Te vi con él. Me sentí engañado. — Lo supponía. — ¿Lo suuponías? — Te vi, te llamé, peero no escuuchabas. — ¿Querrías presentármelo? — Por favor, no seaas irónico. AAbrazaba a mi hermano o. Hacia meeses que noo le veía. Daniel, sse sintió esstúpido y aavergonzadoo. No fue capaz c de ddecir nada. . La miró y vio una sonrisa een sus labioos. — Estás en tu dereccho. Puedess reírte de mmí. — No mee río de ti. — Daniel, en estos meses de ssilencio he pensado mucho m en ti. Estoy seguura de que te t quiero. ¿Me quieeres tú? Daniel, nno dijo nadaa, en esos mmomentos ssolo se ace ercó y la beesó. Natalia recibió su beso con impacienncia mientraas Daniel laa sentía temmblar. Desp pués de unos segundoos, en un susurro s le dijo: —Sí, yo ttambién te quiero-. Se miraroon abrazados en silenccio. Sus mirradas habla aban de desseo. Daniel, llamó a su secretaria. . Le dijo que no podría ir a traabajar, que se ocupar ra de las llamadass. Después en silencio le dio su mmóvil a Nata alia.Subieron a su casaa mientras los l besos hablabann. Se entreggaron sin pprisa, leyenddo en las miradas m y eescribiendo cada uno en e la piel del otro, todo aquello que nuncca se habíann atrevido a decir. Pasaron las horas casi sin haablar. Las palabras se s perdían en las carricias. Se quedaban q tatuadas en la piel, se cicatrizaaban todass las heridas s que estabban por cerrrar. Llegó la noche. Natalia se quedó junnto a él. Sobraban las palabras. Había H nacidoo el silencioo compartid do. A primerros de noviembre el ffrío se refleejaba en lo os árboles. Un domingo mientra as Daniel, preparabba el desayyuno, escucchaba el ruido de la lluvia. Esperraba que NNatalia, saliera de la ducha. DDesde el díaa en que se reencontraaron no se habían h vueltto a separar. El día annterior no saalieron de ccasa. Hablaaron durant te todo el ddía. Daniel lle habló de Rodrigo, de lo quee su encuenntro había ssupuesto paara él. Nata alia le hablóó de su herrmano. Le contó c que hacía unaas semanass había vennido a la ciuudad huyend do de la soledad y represión de id deas, que se respiraaban en el pueblo. Su hermano tenía uuna habilidaad increíblee para el dibujo y queería estudiaar Arquitectu ura. Pero debía encontrar un trabajo. Ahhora estaba viviendo en el piso dee Natalia. EEra un piso pequeño que habíía encontrado al llegarr a la ciudaad. Estaba en e venta cuuando lo enncontró, y gracias g al dinero quue sus padrres le habíaan dado al huir de su pasado, puudo pagar uuna entrada a y con el dinero quue ganaba, pagaba lass letras del ccrédito que había soliccitado. Candadoss en el vientoo Ana Belio 28
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