Candados en el viento - Publicatuslibros.com

de su noovio.
El verrano
era esspecialmente
feliz. Ha abían hablaado
de la bboda.
Había an hecho
planes, pero algo sucedió y todo
dio un ggiro
ine esperado.
Sara se ccambiaba
een
una habitación.
Se pponía
su ba añador paraa
disfrutar dde
la piscina a. En una
habitacióón
sin puerrta
y tapadaa
con una cortina, es scuchó habblar
a la heermana
de su novio
preocupaada,
con el resto o dde
la familia:
—Anochee
llegó mi hermano a primera hoora
de la mañana, m esttábamos
mmuy
preocup pados. Mi
madre esstuvo
a punnto
de llamaar
a Sara, pero yo le dije que noo
lo hiciera, , pues sabí ía que no
estaba coon
mi hermmano.
Cuanddo
llegó le ppreguntamo
os, por qué llegaba tann
tarde. Nos s dijo que
había estado
por ahhí.
Mi madrre
le pregunntó,
si Sara a había estaado
con él. Él contestó ó que no,
que a Saara
la habíaa
dejado enn
su casa a las once y que ella lee
dejó el cooche
para que q no se
marcharaa
en taxi. EEstoy
muy ppreocupada,
me da pena
por Saraa.
Además me he ente erado, de
que lo haace
todos loos
fines de ssemana,
y eestá
con otr ras chicas.
Sara lo eescuchó
y ssintió
que ell
mundo se desmorona aba. De proonto,
sintió la necesida ad de que
él se lo cconfirmara.
Salió de laa
habitacióón
dando un n manotazoo
a las corttinas
que hacían h de
puerta immprovisada.
La hermanna
de su noovio,
al ver rla, palideció,
ya que iggnoraba
qu ue estaba
detrás dee
esas cortinas.
—No le ddigas
que yoo
te lo he dicho.
—Tú no mme
has dichho
nada, caasualmente
lo he oído.
Sara salió
en direccción
a la pisscina
sin importarle
dem masiado naada.
Queríaa
saber si er ra verdad
lo que había oído. Él estaba tumbado y al vverla
venir,
se in ncorporó.
Sara le inncrepó
e intterrogó
delaante
de todoos
por lo qu ue acababa de escuchaar.
— ¿Es ciierto?
Su novio se quedó ccallado
duraante
unos mmomentos,
después d haabló.
—Sí, lo ees.
—¿Te has gastaado
todo lo que me dec cías que guardabass
en el banco?
—Lo siento,
no he ahorrado nada. Me gusta demasiado
saliir,
he de innvitar
a los s amigos;
entiéndello.
—Pero, eentonces,
¿ ¿es cierto quue
estás coon
otras muj jeres? ¿Te gastabas eel
dinero con n ellas?
—Mira, SSara.
No te lo tomes assí,
a partir dde
ahora tod do cambiaráá.
No volverá
a sucede er.
—Pero……
me has eengañado,
traicionadoo,
has abus sado de mmi
confianzaa,
te he da ado todo,
incluso mmi
coche es más tuyo qque
mío, y lo has usad do para llevvar
en él a ootras
chicas s, cuando
me dejabbas
a mí en casa.
—Estás eexagerandoo.
—¿Tú crrees?
Explíccame,
cómo
se puedee
decir a la mujer a laa
que dices que te cas sarás con
ella, que tienes una cantidad dee
dinero ahorrado
cuan ndo no es ccierto.
—Bueno,
está bienn,
mira, mme
gusta mmucho
salir r y divertirmme
y si no
lo hago más es
precisammente,
porquue
no tengoo
más dineroo.
En ese mmomento
Saara
se dio ccuenta,
de que toda la a familia esttaba
reunida,
escuchando
y sin
decir nadda.
Se sintióó
una extrañña.
—Hemoss
terminadoo,
no vuelvvas
a llamaarme.
Ya no n habrá booda.
Ahoraa
dime, ¿dó ónde has
dejado laas
llaves de mi coche?
Hubo un silencio general.
Sara entró a la ccasa,
se ca ambió, y vio las llaves ddescansand
do al lado
de la roppa
de él. Laas
cogió sinn
vacilar. See
marchó. Nadie N intentó
detenerlaa.
Cuando su coche
volaba poor
la carretera,
las lággrimas
teníaan
un sabor
agridulce. Su único ppensamient
to es que
había tiraado
tres añños
de su vvida
por la borda. Pen nsaba en BBlanca,
necesitaba
a su s amiga.
Pensaba lo contentaa
que se poondría
su mmadre,
ella, que tantass
veces le hhabía
dicho o que ese
chico… ssolo
era guaapo
por fuera.
Candadoss
en el vientoo
Ana Belio
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