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Domingo - Reflexiones Católicas

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El es la Luz y el Fulgor; el que da la Vida, porque es la<br />

Vida, va más allá de la muerte y del sepulcro. Es la vida<br />

divina que va más allá de las consecuencias del pecado. Y<br />

la infunde en los cuerpos. En su Humanidad nueva<br />

empieza la nueva Humanidad; en su Cuerpo de<br />

Resucitado la Iglesia empieza a tener un germen de vida<br />

inmortal que la alimenta y la aglutina. Los sacramentos,<br />

empezando por el Bautismo infunden en los hombres la<br />

vida que nace de la Resurrección.<br />

Los ángeles, como hemos recordado, en algunos iconos<br />

muestran la cruz gloriosa. En otros es Cristo quien con su<br />

cruz, victorioso, desciende llevando con la cruz como un<br />

báculo el anuncio de paz y de victoria. Unas rocas<br />

abiertas indican que toda la creación participa de esta<br />

victoria de Cristo, el Resucitado que ha vencido la muerte<br />

y anuncia en su cuerpo la nueva pascua del universo, los<br />

cielos nuevos y la tierra nueva.<br />

La blancura de los vestidos de Cristo indica su condición<br />

de Resucitado, su fuerza arrolladora con la que penetra<br />

en el abismo y todo lo ilumina, todo lo bautiza con el<br />

fulgor de su carne trasparente y verdadera, la misma que<br />

ha sufrido, la que tomó de la Virgen María y que ahora ha<br />

adquirido para siempre la condición del Resucitado: es<br />

carne vivificada y vivificadora, con la fuerza del Espíritu<br />

Santo.<br />

Un Cristo que desciende hasta nuestros sepulcros<br />

La figura de la Resurrección de Jesús contiene una<br />

hermosa teología, decisiva para la comprensión del<br />

misterio que se actualiza en nosotros. Ver a Cristo que<br />

desciende hasta el abismo es reconocer su poder<br />

inmenso para bajar hasta el abismo de cada hombre,<br />

hasta su propio sepulcro. Es confesar con un inmenso<br />

amor y con intensa fe que el Resucitado es también el<br />

Resucitador y que por lo tanto tiene que bajar hasta lo

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