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Domingo - Reflexiones Católicas

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DOMINGO DE LA PRIMERA SEMANA DE<br />

PASCUA<br />

¡ALELUYA!<br />

¡CRISTO HA RESUCITADO!<br />

¡ALELUYA ALELUYA!<br />

Exulten por fin los ángeles.<br />

Que se asocien a la Fiesta los<br />

creyentes,<br />

y por la victoria de Jesús sobre la<br />

muerte<br />

salga el pregonero a las calles<br />

anunciando la derrota del Hades.<br />

Alégrese la madre naturaleza<br />

con el grito de la luna llena:<br />

que no hay noche que no acabe en día,<br />

ni invierno que no reviente en<br />

primavera,<br />

ni muerte que no dé paso a la vida;<br />

ni se pudre una semilla<br />

sin resucitar en cosecha.<br />

Alégrese nuestra Madre la Iglesia<br />

porque en la historia del mundo


siguen los hombres resucitando,<br />

y abiertos con esperanza al futuro<br />

confiesan a Cristo glorificado.<br />

Esta es la noche del absoluto vacío<br />

que la Palabra llenó creadora.<br />

Esta es la noche de Abraham<br />

en que el Cordero redime a Isaac<br />

sobre la cumbre del monte Moria.<br />

Esta es la noche de Egipto<br />

con Moisés de caudillo,<br />

un Pueblo peregrino a la libertad<br />

y los esclavos vencedores del Esbirro.<br />

¡Qué noche maravillosa:<br />

Cristo subiendo del abismo<br />

y la muerte muerta!<br />

¡Qué maravilla de Dios:<br />

entregando al Hijo<br />

salvaste al esclavo!<br />

¡Qué maravilla de amor:<br />

porque hubo pecado<br />

conocimos el perdón!<br />

¿De qué nos sirviera nacer<br />

si la muerte fuera nuestro destino?<br />

Esta es la noche<br />

en que cayeron dictaduras.


Esta es la noche<br />

en que el avaro renunció a su fortuna.<br />

Esta es la noche<br />

en que el lascivo dejó la lujuria.<br />

Esta es la noche<br />

que acabó con viejas rupturas<br />

engendradas en guerras añejas,<br />

y encontró abrazados a hermanos<br />

que riñeron por líos de herencias.<br />

Esta es la noche que sacude<br />

conciencias,<br />

quema los ídolos, despierta<br />

vocaciones,<br />

alumbra virginidades, engendra<br />

esperanzas,<br />

convierte en arados las espadas,<br />

saca renacidos de las aguas,<br />

alegra a los tristes, provoca<br />

adoradores,<br />

descarga pistolas y derriba opresores.<br />

Esta es la noche<br />

que trae la Buena Noticia a los pobres,<br />

abre los ojos de los ciegos,<br />

libera a los prisioneros<br />

y anuncia el perdón a los pecadores.<br />

¡Sea bendito Nuestro Señor


que subiendo a la Cruz<br />

y entrando en la muerte,<br />

venció para siempre<br />

los poderes del mal!<br />

¡A gozar de la Luz...<br />

rota la oscuridad...<br />

victorioso de nuevo el Amor...!<br />

La celebración de Pascua<br />

Cristo con su resurrección de entre los muertos ha hecho<br />

de la vida de los hombres una fiesta.<br />

Los ha colmado de gozo al hacerles vivir no ya una vida<br />

terrestre sino una vida celestial.<br />

(Homilía pascual de Basilio de Seleucia, V siglo: PG 28,<br />

1081).<br />

Contenido:<br />

Introducción<br />

La Resurrección De Cristo:<br />

Del Kerigma A La Celebración<br />

El kerigma de la Resurrección<br />

Indicios de una celebración<br />

primitiva de la noche pascual<br />

Los más antiguos textos<br />

pascuales de la Iglesia


Los textos rituales más<br />

antiguos<br />

Una celebración diferenciada<br />

de la vigilia pascual: el rito<br />

latino y el rito bizantino<br />

Iconos de la Resurrección<br />

El icono de la victoria de Cristo<br />

en los abismos del infierno<br />

El icono de las mujeres<br />

miroforas<br />

Conclusión: La Vida Iluminada por<br />

la Pascua<br />

Introducción<br />

La celebración del misterio pascual está en el centro de la<br />

fe y de la vida de la Iglesia. La resurrección de Cristo no<br />

es solo su victoria sobre el pecado y la muerte. Es la<br />

manifestación de la divina economía de la Trinidad: el<br />

amor infinito y omnipotente del Padre, la divinidad del<br />

Hijo, el poder vivificante del Espíritu Santo.<br />

Toda la historia de la salvación tiene su centro y su<br />

culmen en la Resurrección de Jesús. Hacia ella tiende la<br />

creación entera, las maravillas realizadas por Dios en el<br />

Antiguo Testamento, y de modo especial la Pascua de<br />

Israel, profecía de la Pascua de Cristo, de su paso de la<br />

muerte a la vida.<br />

Hacia la resurrección del tercer día, tantas veces<br />

anunciada como coronación de su pasión por parte de


Jesús, va precipitándose toda su vida, sus palabras, sus<br />

milagros, sus enseñanzas. Hasta los últimos momentos,<br />

cuando Cristo de muestra con sus palabras y con sus<br />

gestos que está para pasar de este mundo al Padre. En<br />

efecto, El del Padre ha venido y al Padre va, y por ello su<br />

vida es una Pascua, un paso; pero en este éxodo, más<br />

glorioso que el paso del Mar Rojo, Jesús arrastra su<br />

propia humanidad, asumida de la Virgen Madre,<br />

haciéndola pasar por el misterio de la pasión y de la<br />

muerte, para que quede para siempre sellada por el amor<br />

sacrificial en su carne que lleva marcados los estigmas de<br />

su pasión gloriosa.<br />

A partir de la Resurrección se comprende todo el sentido<br />

de la historia del Antiguo y del Nuevo Testamento, la<br />

gracia de Pentecostés con la que del cuerpo glorioso de<br />

Cristo se desprenden las llamas del Espíritu Santo, para<br />

que la Iglesia viva siempre en contacto con este misterio<br />

que permanece para siempre y atrae hacia sí todo,<br />

anunciando ya su retorno final en la gloria y la pascua del<br />

universo.<br />

La Pascua del Señor es la fuente y la raíz del Año<br />

litúrgico. Una Pascua semanal, celebrada por la Iglesia<br />

apostólica y llamada ya desde antiguo, como dice el<br />

Apocalipsis (Ap 1:10) "Día del Señor" o "Día señorial." Y<br />

una Pascua anual celebrada por las primeras<br />

generaciones cristianas, al menos a partir del siglo II,<br />

como un memorial conjunto de la Muerte y de la<br />

Resurrección del Señor, dos caras de la misma medalla.<br />

En torno a esta celebración anual nace su prolongación<br />

de cincuenta días, hasta Pentecostés, y se forma el<br />

tiempo de su preparación con el tiempo de Cuaresma. La<br />

luz de la Pascua iluminará el misterio de la manifestación<br />

de Jesús en su nacimiento y su Epifanía. El misterio del<br />

Crucificado-Resucitado dará sentido al martirio y al culto<br />

de los mártires.


Desde las fórmulas primitivas de la confesión de la fe,<br />

que encontramos ya en las Cartas de San Pablo y más<br />

tarde en el Símbolo apostólico y en la profesión de fe<br />

bautismal, creer en Cristo, muerto y resucitado, adherir a<br />

él por la fe y el bautismo, es la condición y la garantía de<br />

la comunión con el Señor y de la nueva vida en Cristo y<br />

en el Espíritu. El cristiano no solo cree en Jesús sino que<br />

vive de su misma vida divina e inmortal.<br />

Por eso la predicación evangélica de la Resurrección de<br />

Cristo ha quedado plasmada, como otros misterios de la<br />

vida del Señor, en el arte iconográfico primitivo, como<br />

una muestra viva de la fe de los cristianos.<br />

Dos escenas, sobre todo, han plasmado en imágenes el<br />

misterio de la Resurrección. La primera, la más primitiva,<br />

ha representado, ya desde la antigüedad cristiana, en las<br />

Iglesia-sinagoga de Doura Europos (s. IV) o en las<br />

ampollas de Monza (s. V), o en el Evangeliario de<br />

Rabbula de Edessa (s. VI) los relatos evangélicos de la<br />

Resurrección: en torno al sepulcro vacío y a su cabecera<br />

la figura del Ángel con vestiduras blancas que anuncia<br />

que Cristo ha resucitado, están las mujeres que de buena<br />

mañana van al sepulcro con perfumes (las mujeres<br />

miroforas o portadoras de aromas), para ungir el cuerpo<br />

del Señor. Es el icono de las mujeres miroforas ante el<br />

sepulcro vacío de Cristo.<br />

Solo a partir del segundo milenio de la era cristiana, la<br />

iconografía, siguiendo algunos textos bíblicos que hablan<br />

del descenso de Jesús a los abismos infernales (Cfr. 1<br />

Ped 3:18-19), y algunas homilías primitivas de Pascua<br />

que se refieren al momento intermedio entre muerte y<br />

sepultura del Señor y a su Resurrección gloriosa, y a los<br />

cantos de Pascua de la liturgia bizantina, tienen la osadía<br />

de pintar lo que ningún ojo humano pudo ver. Es la<br />

escena que la tradición iconográfica oriental ha plasmado<br />

al presentar ante nuestros ojos la victoria de Cristo sobre<br />

el pecado, la muerte y el infierno y la gracia salvadora del<br />

Resucitado. Cristo, el Crucificado Resucitado, llevando a


veces en sus manos el trofeo de la Cruz, va anunciar la<br />

salvación a los primeros Padres y a los justos del Antiguo<br />

Testamento y los arranca de sus sepulcros para darles la<br />

vida.<br />

Es un icono más tardío pero que ha logrado fijar de la<br />

forma más elocuente la teología oriental de la<br />

Resurrección gloriosa de Cristo, en plena armonía con los<br />

cantos, los gestos, los ritos y la espiritualidad de la<br />

Pascua del Oriente cristiano. Un icono, una liturgia y una<br />

espiritualidad que todavía hoy tienen una vigencia<br />

extraordinaria y que constituyen un auténtico desafío<br />

evangelizador y un gozoso anuncio de victoria y<br />

esperanza, que como ha resonado durante muchos<br />

decenios en la oscuridad de los "gulags" del comunismo,<br />

sigue resonando en los ambientes secularizados de<br />

nuestra época.<br />

Es el canto de la victoria, el grito de la liberación,<br />

entonado con entusiasmo y convicción durante las fiestas<br />

pascuales: "Cristo ha resucitado de entre los muertos,<br />

con su muerte ha vencido a la muerte, y a los que<br />

estaban muertos en los sepulcros les ha dado la vida."<br />

Hay un tercer icono que completa de alguna forma, en<br />

una perfecta trilogía, el misterio de la Resurrección del<br />

Señor. Propone un episodio significativo que a veces<br />

queda explicitado en la imagen del sepulcro vacío y de la<br />

mujeres miroforas que van a ungir el cuerpo de Jesús. Se<br />

ve la imagen de Cristo Resucitado en el jardín que se<br />

aparece a María de Mágdala y le manda que vaya a<br />

anunciar a los apóstoles que El ha Resucitado. Así, los<br />

tres momentos fundamentales del "kerigma" o anuncio<br />

evangélico de la Resurrección se completan: el sepulcro<br />

vacío, el anuncio del Ángel, la aparición del Resucitado.<br />

El misterio de Cristo, que es nuestra Pascua, nos ofrece<br />

la oportunidad y el gozo de confesar nuestra fe en su<br />

Resurrección gloriosa partir del anuncio evangélico y de<br />

la catequesis apostólica. Nos permite evocar el sentido


pleno de la Resurrección a partir de la celebración<br />

litúrgica de la pascua, con el recuerdo de la historia y la<br />

ilustración de su vivencia y vigencia actual, para<br />

concentrar después nuestra mirada en los iconos<br />

orientales de la Resurrección que son imagen viva y fiel<br />

del misterio que la palabra proclama y la liturgia celebra<br />

con la poesía, el canto, los sacramentos de ese Cristo que<br />

los textos primitivos llaman nuestra Pascua.<br />

En efecto, el sentido primitivo del misterio pascual en su<br />

unidad característica que podría ser expresada en estas<br />

dos afirmaciones: Cristo es la Pascua o Cristo es nuestra<br />

Pascua, o también: el misterio de la Pascua es Cristo.<br />

La primera expresión recuerda el texto de Pablo: "Cristo<br />

nuestra Pascua ha sido inmolado" (1 Cor 5:7), texto que<br />

podría ser traducido: "La inmolación de Cristo es nuestra<br />

Pascua."<br />

La segunda expresión se encuentra en los primeros<br />

textos pascuales, como la homilía de Melitón de Sardes<br />

donde se dice explícitamente: "El misterio de la Pascua<br />

que es Cristo," o también "El, (Cristo) es la Pascua de<br />

nuestra salvación."<br />

La Iglesia, por tanto, concentra en Cristo, muerto y<br />

resucitado, la realidad de la Pascua que no es ya un<br />

acontecimiento solo, o un rito que se celebra, sino una<br />

persona viviente. Por lo tanto, en el Señor tenemos la<br />

Pascua de la Iglesia. Se comprende así, porqué en los<br />

textos líricos de las homilías de los Padres se dice por<br />

ejemplo: "Yo te hablo a tí, (Pascua) como a una persona<br />

viviente" (Gregorio Nacianceno: Oratio in S. Pascha<br />

45,30: PG 36,664).<br />

Los iconos de la Resurrección tienen pleno sentido y<br />

completan el anuncio y la celebración de la Pascua<br />

cristiana anual, e incluso de la pascua semanal del<br />

<strong>Domingo</strong>. Por eso reciben toda la luz de la Palabra que<br />

los ilumina y de la liturgia que los inserta en su


celebración. Contemplándolos tiene un sentido cabal la<br />

proclamación de los Evangelios de la Resurrección y de<br />

los cantos y troparios pascuales que se repiten durante<br />

los cincuenta días de Pascua y, sobre todo en la liturgia<br />

bizantina, cada domingo en el oficio matutino de la<br />

Resurrección.<br />

La Resurrección De Cristo:<br />

Del Kerigma A La Celebración<br />

El kerigma de la Resurrección<br />

El misterio de la Resurrección de Cristo de entre los<br />

muertos pertenece a la predicación fundamental del<br />

anuncio evangélico, desde el mismo día de Pentecostés,<br />

cuando los Apóstoles con la fuerza del Espíritu anuncian<br />

con confianza y sin temor el misterio de Cristo. "A este<br />

Jesús, dice Pedro, Dios lo resucitó, de lo cual todos<br />

nosotros somos testigos" (He 2:32). Es este el anuncio<br />

fundamental de la fe, el "Kerigma" que resuena con<br />

fuerza en toda la predicación primitiva.<br />

Los hechos que atestiguan este anuncio inaudito los han<br />

relatado con impresionante unanimidad los cuatro<br />

Evangelistas (Mt 28:1-15; Mc 16:1 ss; Lc 24:1-11; Jn<br />

20:1 ss.).<br />

En todos los anuncios hay unas constantes que suponen<br />

el modo unánime con que los discípulos proclaman lo que<br />

ha sucedido.<br />

Ante todo se constata la evidencia que el sepulcro donde<br />

habían puesto el cuerpo del Señor está vacío; su cuerpo<br />

ya no se encuentra allí. Son testigos de este hecho las<br />

mujeres que al alba del primer día van a ungir el cuerpo


del Señor, puesto en el sepulcro al atardecer del día de<br />

su muerte, el viernes. Se rinden a la evidencia también<br />

los soldados puestos a custodiar el cuerpo y los enemigos<br />

de Jesús que tratan de acusar a los apóstoles de haber<br />

substraído el cuerpo para afirmar que ha resucitado. En<br />

el lugar del sepulcro solo se encuentran las vendas en las<br />

que fue envuelto su cuerpo y el sudario que cubría su<br />

rostro (Cf. Jn 20:6-7).<br />

A este hecho que suscita el estupor de una ausencia y<br />

hace presentir una presencia diversa, la del Resucitado,<br />

sigue el anuncio de los Ángeles, mensajeros divinos, o de<br />

un Ángel con vestiduras blancas que explica el sentido de<br />

la ausencia y de una nueva presencia, la del Resucitado:<br />

"Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el<br />

Crucificado; no está aquí. Ha resucitado, como lo había<br />

dicho. Venid, ved el lugar donde estaba" (Mt 28:5-6).<br />

A la visión del sepulcro vacío con las vendas por tierra y<br />

al anuncio del Ángel que explica lo que ha sucedido,<br />

seguirá el tercer acontecimiento sobre el que se asienta<br />

el anuncio de la Resurrección: Jesús mismo, el<br />

Resucitado, se aparece a los discípulos y a las mujeres,<br />

confirmando el mismo el hecho de su victoria sobre la<br />

muerte. Está vivo. Jesús es mensajero y mensaje a la vez<br />

de su Pascua, de su Resurrección.<br />

Las primeras representaciones pictóricas de este misterio<br />

dan pleno sentido a estos tres momentos y representan<br />

al vivo el sepulcro vacío y las mujeres a van a visitarlo; el<br />

ángel con su vestido blanco, y algunas de las apariciones<br />

del Resucitado, especialmente, por lo que se refiere a la<br />

iconografía oriental a María de Mágdala.<br />

Pablo en su predicación pone siempre al centro del<br />

anuncio la buena noticia de Cristo Resucitado, hasta el<br />

punto de afirmar que si el Señor no ha resucitado vana<br />

es nuestra fe: "Os trasmití, en primer lugar, lo que a mi<br />

vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según<br />

las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer


día, según las Escrituras; se apreció a Cefas y luego a los<br />

doce..." (1 Cor 15:3-5).<br />

La Iglesia apostólica celebra siempre la presencia de<br />

Cristo Resucitado sobre todo en el sacramento del<br />

bautismo (Cf. Rm 6:3-11) y en la fracción del pan de la<br />

eucaristía, donde se anuncia la muerte del Señor, es<br />

decir del Kyrios resucitado hasta que él vuelva (Cf. 1 Cor<br />

11:26).<br />

Indicios de una celebración primitiva de la<br />

noche pascual<br />

Las primeras noticias acerca de una celebración anual de<br />

la Pascua nos han llegado a través de una polémica<br />

acerca de la fecha de la misma celebración. La<br />

controversia sobre la Pascua nos es conocida por el<br />

testimonio de Eusebio de Cesarea en su Historia<br />

Eclesiástica, libro V, cc. 23-25 (Madrid, Bac, 1973, pp.<br />

330-337). La fecha de la controversia está fijada hacia<br />

finales del siglo II, durante el pontificado del Papa Víctor<br />

(188-199). A través de los testimonios podemos<br />

remontarnos casi a principios del siglo II para afirmar que<br />

ya entonces existía una tradición acerca de la celebración<br />

de la Pascua anual en las iglesias del Asia menor.<br />

En la controversia narrada por Eusebio el gran<br />

protagonista es el Papa Víctor que amenaza con<br />

excomulgar a los obispos del Asia menor por motivo de<br />

su celebración pascual, fijada el 14 del mes de Nisán. A<br />

esta amenaza de excomunión responde Polícrates, obispo<br />

de Efeso. Interviene como mediador y hombre pacífico,<br />

según su nombre, Ireneo, obispo de Lyon, oriental de<br />

nacimiento ya que había nacido en Esmirna, pero que<br />

vivía en Occidente y seguía el uso de la iglesia de Roma.<br />

La controversia versa sobre la fecha de la celebración de<br />

la Pascua y no sobre el sentido de la celebración.


En Asia menor, siguiendo una costumbre que parece se<br />

remonta hasta Juan Evangelista, se celebra anualmente<br />

la Pascua el 14 de Nisán (en la misma fecha en que la<br />

celebraban los judíos) en cualquier día de la semana que<br />

caiga esta fecha.<br />

En Roma se celebrada el domingo que sigue al 14 de<br />

Nisán, también en fuerza de una tradición apostólica que<br />

parece remonta al apóstol Pedro. Los primeros son<br />

denominados cuartodecimanos por la fecha de la<br />

celebración,, 14 de Nisán. Los Obispos de Roma quieren<br />

imponer el uso romano que parece más de acuerdo con<br />

la tradición de la pascua dominical, para dar sentido<br />

gozoso al acontecimiento, probablemente por el temor de<br />

que una celebración del 14 de Nisán no refleje<br />

claramente el sentido del misterio, en su aspecto de<br />

Resurrección. Ireneo interviene como mediador, sabiendo<br />

bien que aquí no se trata de una cuestión doctrinal, a la<br />

que él es bien sensible, sino de diferentes uso litúrgicos;<br />

y pide al Papa Víctor que conserve la paz y respete la<br />

antigua tradición asiática que se remonta también a un<br />

legado apostólico.<br />

He aquí el testimonio de Eusebio acerca del sentido de la<br />

controversia: "Por este tiempo, suscitóse una cuestión<br />

bastante grave, por cierto, porque las iglesias de toda<br />

Asia, apoyándose en una tradición muy antigua,<br />

pensaban que era preciso guardar el decimocuarto día de<br />

la luna para la fiesta de la Pascua del Salvador, día en<br />

que se mandaba a los judíos sacrificar el cordero y en<br />

que era necesario a toda costa, cayera en el día en que<br />

cayese de la semana, poner fin a los ayunos, siendo así<br />

que las iglesias de todo el resto del orbe no tenían por<br />

costumbre realizarlo de este modo, sino que, por una<br />

tradición apostólica, guardaba la costumbre que ha<br />

prevalecido incluso hasta hoy: que no está bien terminar<br />

los ayunos en otro día que en el de la resurrección de<br />

nuestro el Salvador" (c. 23,1).


La decisión romana estaba expresada en estos términos:<br />

"Para tratar este punto hubo sínodos y reuniones de<br />

obispos y todos unánimes, por medio de cartas,<br />

formularon para los fieles de todas partes un decreto<br />

eclesiástico: que nunca se celebre el misterio de la<br />

resurrección del Señor de entre los muertos otro día que<br />

en domingo y que solamente en ese día guardemos la<br />

terminación de los ayunos pascuales" (c. 23,2).<br />

La intervención de Ireneo fue providencial. El afirma que<br />

la división no tocaba lo esencial de la fe: "Y todos ellos no<br />

por eso vivieron menos en paz unos con otros, lo mismo<br />

que nosotros; el desacuerdo en el ayuno confirma el<br />

acuerdo en la fe" (c. 24,13).<br />

Los más antiguos textos pascuales de la<br />

Iglesia<br />

Los dos textos homiléticos más antiguos sobre la Pascua,<br />

de finales del siglo II, son el Peri Pascha del Obispo<br />

Melitón de Sardes, y la homilía Sobre la Pascua del Ps.<br />

Hipólito.<br />

La Homilía sobre la Pascua de Melitón es un texto<br />

catequético y exegético, poético y académico a la vez,<br />

sobre la Pascua. Su lectura nos permite remontarnos a la<br />

teología pascual de los cuartodecimanos, basada sobre<br />

un comentario sapiencial de Ex 12 aplicado al misterio de<br />

Cristo en su pasión gloriosa. Consta de un Exordio, de<br />

una primera parte sobre la Pascua judía como figura de la<br />

realidad que está por venir, de una segunda parte sobre<br />

la Pascua cristiana cumplida en el verdadero Cordero que<br />

es Cristo y en su pasión; termina con un Epílogo muy<br />

hermoso del que transcribimos este texto:<br />

"Soy Yo, en efecto vuestra remisión;<br />

soy yo, la Pascua de la salvación;


yo el cordero inmolado por vosotros,<br />

yo vuestro rescate,<br />

yo vuestra vida,<br />

yo vuestra luz,<br />

yo vuestra salvación,<br />

yo vuestra resurrección,<br />

yo vuestro rey...<br />

El es el Alfa y el Omega<br />

El es el principio y el fin.<br />

El es el Cristo. El es el rey. El es Jesús,<br />

el caudillo, el Señor,<br />

aquel que ha resucitado de entre los muertos<br />

aquel que está sentado a la derecha del Padre...."<br />

El texto Sobre la Santa Pascua del Anónimo<br />

Cuartodecimano, se abre con un hermoso Exordio sobre<br />

el tema de la luz y de la primavera, inspirado en el<br />

momento de la celebración vigilar y una invitación a la<br />

fiesta, provisto de un plan de desarrollo general inspirado<br />

en Ex 12. Sigue la primera parte sobre la Pascua judía,<br />

realizada con una exégesis minuciosa de los textos.<br />

Tenemos después la segunda parte sobre la Pascua<br />

cristiana con una hermosa exposición sobre los<br />

momentos progresivos de la revelación del misterio de<br />

Cristo, el nacimiento, la pasión, con un hermoso himno a<br />

la cruz, la resurrección y glorificación de Cristo.


He aquí cómo describe el descenso a los infiernos: "Ya<br />

que muchos justos habían anunciado la buena noticia<br />

profetizando, lo esperaban como primogénito de entre los<br />

muertos por medio de la Resurrección, aceptó<br />

permanecer tres días bajo tierra para salvar a todo el<br />

género humano: los que vivieron antes de la ley, los que<br />

vinieron después de la ley y los de su tiempo. Quizá<br />

permaneció tres días en la tumba para resucitar a los<br />

vivientes en todo lo que compone su realidad: alma<br />

espíritu y cuerpo. Una vez resucitado son las mujeres las<br />

primeras que lo ven...`Mujeres, alegraos’; esta es la voz<br />

que resuena en sus oídos para que la primitiva tristeza de<br />

la mujer quede como engullida por gozo de la<br />

Resurrección."<br />

La homilía pascual se cierra con una exaltación lírica de<br />

Cristo nuestra Pascua, que parece haber influenciado<br />

muchos textos líricos pascuales de la antigüedad<br />

cristiana, que todavía hoy resuenan en el Exultet de la<br />

liturgia romana, y en los Estikirás de Pascua de la liturgia<br />

bizantina. He aquí un texto del Epílogo:<br />

"Oh, Pascua divina!<br />

Oh, festividad espiritual!<br />

Del cielo tú desciendes hasta la tierra<br />

Y de la tierra nuevamente subes al cielo.<br />

Oh, consagración común de todas las cosas!<br />

Oh, solemnidad de todo el cosmos!<br />

Oh, alegría del universo, su honor,<br />

festín y delicia...!<br />

Oh, Pascua divina! Por tí la gran sala de bodas


está llena;<br />

todos llevan el vestido de bodas,<br />

ninguno es echado fuera por estar privado<br />

del vestido nupcial..."<br />

En esta homilía el predicador anónimo describe también<br />

el misterio de la Resurrección con los tres momentos que<br />

hemos evocado al principio.<br />

Los textos rituales más antiguos<br />

Entre los textos más antiguos que nos recuerdan algún<br />

esquema de celebración primitiva de la Pascua debemos<br />

citar un fragmento de la Didascalía siríaca (siglo III)<br />

donde se expresa así el desarrollo de la vigilia pascual:<br />

"Ayunad los días de Pascua... la parasceve y el<br />

sábado pasadlos en ayuno íntegro sin tomar nada.<br />

Durante toda la noche, quedaos reunidos juntos,<br />

despiertos y en vela, suplicando y orando, leyendo<br />

los profetas, el Evangelio y los Salmos, con temor y<br />

temblor y con asidua súplica, hasta la hora de tercia<br />

de la noche pasado el sábado, entonces romped<br />

vuestro ayuno... Después ofreced vuestros<br />

sacrificios, comed y alegraos, gozad y exultad<br />

porque Cristo ha resucitado prenda de nuestra<br />

resurrección y esto sea legítimo para vosotros<br />

perpetuamente hasta el fin del mundo" (V, 17-19).<br />

Tertuliano en diferentes textos alude a la Pascua y al<br />

ayuno, pero habla claramente de una noche entera de<br />

vigilia para celebrar esta santa festividad cuando escribe:


"Quién finalmente se fiará de permitirle de pasar la noche<br />

fuera de casa con ocasión de los ritos anuales de la<br />

Pascua?" (Ad uxorem, 2, 4,2: PL 1,1407).<br />

Es justo preguntarse: ¿cómo se celebraba al inicio la gran<br />

vigilia de la Pascua? ¿Cuáles son los elementos rituales<br />

apenas citados, por ejemplo, en el texto de la Didascalía?<br />

Todo se desarrollaba durante la noche en un ambiente<br />

iluminado, por tanto en un lucernario permanente, que<br />

poco a poco inspirará el solemne rito de la luz con una<br />

referencia clara a Cristo luz del mundo. Pero al principio<br />

no tenemos algo semejante e la bendición del cirio<br />

pascual y del Exultet que son de época posterior. A.<br />

Hamman reconstruye el ambiente de la noche de Pascua<br />

con estas sugestivas pinceladas.<br />

"La noche del sábado toda la ciudad estaba<br />

iluminada; las antorchas alumbraban las calles<br />

mientras los fieles con sus luces se encaminaban a<br />

la asamblea litúrgica. Con actitud solemne, los<br />

cristianos escuchaban la lectura de las grandes<br />

páginas de la Biblia. Los catecúmenos oían<br />

proclamar por última vez las principales etapas de la<br />

historia de salvación, la historia del pueblo de Dios,<br />

convertida, en esta noche, en su historia personal.<br />

Hacia el final de la vigilia, el Obispo rodeado de sus<br />

ministros, pronunciaba la homilía... la gran vigilia de<br />

lecturas y de oraciones terminaba con el bautismo.<br />

Los candidatos se acercaban a la fuente bautismal y<br />

descendían desnudos a la piscina. Cuando salían<br />

vestían túnicas blancas con las cuales volvían a la<br />

iglesia en procesión, para participar por primera vez<br />

en la cena cristiana. Al alba cada uno volvía a su<br />

casa con los ojos resplandecientes de alegría<br />

pascual."<br />

Tratemos ahora de reconstruir en síntesis algunos de<br />

estos elementos rituales, apoyándonos en los testimonios<br />

de los Padres de la Iglesia.


El ayuno. Los cristianos se preparaban a la Pascua con<br />

un ayuno riguroso de al menos dos días enteros (viernes<br />

y sábado) como testimonia la Traditio Apostolica,<br />

Tertuliano y la Didascalía. Por esto la SC n. 110 lo<br />

recuerda todavía hoy y algunas comunidades<br />

diligentemente lo han restablecido. Este ayuno, según el<br />

testimonio de Tertuliano, está inspirado en las palabras<br />

de Jesús: ayunarán cuando les sea quitado el Esposo (cfr.<br />

Lc 5:35). Algunos pensaban que era un ayuno de<br />

reparación o de contestación por la Pascua de los judíos.<br />

Se ayuna en espera de la Pascua; el cuerpo participa con<br />

el ayuno en una tensión hacia el momento de la<br />

celebración pascual con la Eucaristía que rompe el ayuno.<br />

La gran vigilia nocturna. Al testimonio de la Didascalía<br />

acerca de la noche pasada en vela se pueden añadir<br />

algunos testimonios de los Padres. Así describe Gregorio<br />

de Nisa la celebración: "¿Qué hemos visto? El esplendor<br />

de las antorchas que eran llevadas en la noche como en<br />

una nube de fuego. Toda la noche hemos oído resonar<br />

himnos y cánticos espirituales. Era como un río de gozo<br />

que descendía de los oídos a nuestras almas, llenándonos<br />

de buena esperanza... Esta noche brillante de luz que<br />

unía el esplendor de las antorchas a los primeros rayos<br />

del sol ha hecho con ellos un solo día sin dejar intervalos<br />

a las tinieblas" (PL 38,1087-1088). 129).<br />

Juan Crisóstomo recuerda entre otras cosas como<br />

elementos celebrativos: "la predicación de la santa<br />

palabra, las antiguas oraciones, las bendiciones de los<br />

sacerdotes, la participación en los divinos misterios, la<br />

paz y la concordia" (PG 50,415-432).<br />

Los cristianos sienten que todo el mundo vela, que<br />

incluso los judíos y los paganos celebran la fiesta con<br />

ellos, que las antorchas encendidas son los símbolos de<br />

los deseos de todos. Esta es la vigilia de las vigilias, la<br />

madre de todas las vigilias cristianas.


Las lecturas y los salmos. Entre las lecturas que son<br />

señaladas aquí y allí por los Padres, es necesario<br />

recordar: El relato de la creación y quizás el sacrificio de<br />

Abrahán, el éxodo del pueblo hebreo Ex 12-14, el<br />

Evangelio de la Resurrección. Entre los salmos se citan el<br />

Salmo 117, y los salmos bautismales 22 y 41 (42) con su<br />

referencia a las aguas bautismales y a los otros<br />

sacramentos.<br />

Sobre estas lecturas los Padres dictan sus homilías,<br />

caracterizadas por un tono lírico kerigmático,<br />

mistagógico; con referencias poéticas a la primavera, a<br />

los sacramentos pascuales, a la Resurrección y a nuestra<br />

redención. Son particularmente hermosas las de Agustín,<br />

de Gregorio de Nisa y de Máximo de Turín, y la atribuida<br />

a San Juan Crisóstomo que todavía hoy se lee en la<br />

liturgia bizantina (PG 59,721-723). Jerónimo que no se<br />

sentía poeta dice sentirse arrebatado por el gozo<br />

inspirador de esta noche (PL 39 2058-2059).<br />

Entre los textos líricos más hermosos, nos gusta citar el<br />

texto de Asterio de Amasea, llamado el Sofista, que es<br />

una lírica exaltación de la Pascua cristiana como canto de<br />

la noche santa, con acentos que resuenan en nuestro<br />

Exultet pascual:<br />

"Oh noche más resplandeciente que el día.<br />

Oh noche más hermosa que el sol.<br />

Oh noche más blanca que la nieve.<br />

Oh noche más brillante que la saeta.<br />

Oh noche más reluciente que las antorchas.<br />

Oh noche más deliciosa que el paraíso.<br />

Oh noche libre de tinieblas.


Oh noche llena de luz.<br />

Oh noche que quitas el sueño.<br />

Oh noche que haces velar con los ángeles.<br />

Oh noche terrible para los demonios.<br />

Oh noche anhelo de todo un año...<br />

Oh noche madre de los neófitos... “(PG 40, 433-<br />

444).<br />

He aquí el hermoso texto con el que Basilio de Seleucia<br />

inicia con garbo una homilía pascual: "Cristo con su<br />

Resurrección de entre los muertos ha hecho de la vida de<br />

los hombres una fiesta" (PG 28, 1081).<br />

Entre los salmos resuena también el Aleluya pascual que<br />

los Padres comentan con el sentido típico de la alegría de<br />

Pascua.<br />

Célebre es el comentario de Agustín sobre el cántico<br />

nuevo: (PL 38,210-213).<br />

Los ritos de la iniciación cristiana. Por el testimonio<br />

de Tertuliano y los textos de la Tradición apostólica y de<br />

manera particular por las catequesis mistagógicas de<br />

Cirilo de Jerusalén, se puede afirmar que ya desde los<br />

primeros decenios del siglo III se celebra el bautismo, la<br />

unción con el crisma, y la primera eucaristía de los<br />

neófitos, con una variada expresividad de símbolos que<br />

los Padres comentan en sus homilías mistagógicas. Cada<br />

rito es explicado en su significado místico. El sentido beso<br />

de paz intercambiado en la asamblea, expresa en este<br />

momento el gozo particular de la vigilia pascual. Beso de<br />

paz y de reconciliación según este conocido texto de


Gregorio de Nisa que todavía hoy resuena en los Estikirás<br />

de Pascua en la liturgia bizantina.<br />

"Día de Resurrección, (feliz inicio! Celebremos con gozo<br />

esta fiesta y démonos el beso de paz. Invitemos (oh<br />

hermanos! a hacer Pascua aún a aquellos que nos<br />

odian... Perdonándonos todo en honor de la<br />

Resurrección, olvidemos las ofensas recíprocas" (PG<br />

35,396-401).<br />

La Eucaristía. El centro de la celebración es la<br />

Eucaristía, en la que el Señor Resucitado se hace<br />

presente y se entrega a la Iglesia. Es la unión nupcial con<br />

la Esposa. Los neófitos reciben la comunión con el cuerpo<br />

y la sangre del Señor por primera vez y se les ofrece un<br />

cáliz en el que saborean la leche mezclada con la miel,<br />

signo de su ingreso en la tierra prometida. La comunión<br />

interrumpe el ayuno y surge la alegría del encuentro con<br />

el Señor Resucitado que se prolonga cincuenta días.<br />

Pero en medio de la Pascua puede existir una experiencia<br />

dolorosa de persecución como la que nos transmite<br />

Eusebio en este hermoso texto antiguos: "Nos exiliaron<br />

y, solos, entre todos fuimos perseguidos y llevados a la<br />

muerte. Pero también entonces hemos celebrado la<br />

fiesta. Cada lugar donde se padecía, llegó a ser para<br />

nosotros un lugar donde se celebraba la fiesta: aunque<br />

fuese un campo, un desierto, una nave, una posada, una<br />

prisión. Los mártires perfectos celebran la más<br />

espléndida de las fiestas pascuales siendo admitidos a la<br />

gracia del festín celestial" (Eusebio, Historia Eccl. VII,<br />

22,4).<br />

El ágape. Con la Eucaristía se rompía el ayuno y con el<br />

ágape de la fraternidad se participaba en el gozo común.<br />

Todavía hoy el ágape forma parte de la celebración<br />

pascual en Oriente y expresa la participación del regocijo<br />

común después del largo ayuno de espera.


El Lucernario. Todo, lo hemos dicho, sucedía en la noche<br />

iluminada por las antorchas. El aula de la celebración<br />

iluminada como el día, era la más hermosa expresión de<br />

una obscuridad vencida por la luz de Cristo, y por la luz<br />

de los cristianos que resplandecen en las tinieblas con su<br />

vida de hijos de la luz.<br />

Ya se percibe en el exordio de la homilía del Anónimo<br />

Cuartodecimano este cántico lírico de la luz cuando<br />

escribe: "He aquí que brillan ya los sagrados rayos de la<br />

luz de Cristo... Aquél que es antes que la estrella<br />

matutina y que los astros, Cristo el inmortal, el grande, el<br />

inmenso, brilla sobre todas las cosas más que el sol...”.<br />

La continuación de la fiesta. La fiesta iniciada en la vigilia<br />

se prolongaba durante todo el día; más aún, por una<br />

semana entera y todavía después por cincuenta días.<br />

Escribe Hamman: "Desde la mañana los cristianos se<br />

intercambiaban augurios y felicitaciones. Todo el domingo<br />

era día de gozo. En Hipona, Agustín predicaba también a<br />

la mañana y frecuentemente también a la tarde. El tema<br />

pascual era inagotable. La fiesta se prolongaba por una<br />

semana entera, durante la cual los fieles escuchaban en<br />

la misa el relato evangélico de las apariciones del<br />

Resucitado..."<br />

Una celebración diferenciada de la vigilia pascual:<br />

el rito latino y el rito bizantino<br />

La vigilia pascual del rito romano<br />

Después de un día de silencio, de oración y de ayuno, los<br />

cristianos de disponen en el rito latino a celebrar la<br />

Pascua, el paso, la Resurrección del Señor. La vigilia<br />

pascual es la Pascua del Señor y la Pascua de la Iglesia,<br />

origen y raíz de todo el año litúrgico. La estructura actual


ecupera el pleno sentido de la antigua celebración<br />

pascual en el corazón de la noche. Debe ser celebrado<br />

como vigilia completa hasta las primeras horas del alba,<br />

con el gozo de vivir el vela orando y cantando en esta<br />

noche "esperada durante todo un año."<br />

En esta celebración de la vigilia reciben su consagración<br />

pascual las palabras, las oraciones, los sacramentos, y<br />

los símbolos de la Iglesia que son prolongaciones e<br />

irradiaciones de la Pascua. Todo es nuevo, todo confiere<br />

novedad a la Iglesia en los grandes símbolos cristológicos<br />

y litúrgicos.<br />

Estos grandes símbolos son: La asamblea santa que es<br />

siempre la Esposa y la comunidad del Resucitado. El<br />

tiempo nuevo que es siempre, de noche y de día, tiempo<br />

pascual insertado ya en nuestro hoy que es Cristo.<br />

La espera vigilante, celebración de la presencia y del<br />

retorno definitivo del Resucitado. La luz pascual que<br />

desde el Génesis al Apocalipsis bajo el signo de Cristo luz<br />

del mundo lo inunda todo. El fuego nuevo que recuerda<br />

la columna de fuego y el fuego del Espíritu encendido por<br />

el Resucitado y en los corazones de los fieles. El agua<br />

regeneradora, signo de la vida nueva en Cristo, fuente de<br />

la vida. El crisma santo de la unción espiritual de los<br />

bautizados. El banquete nupcial de la Iglesia, en el pan y<br />

en el vino de la Eucaristía tenemos el banquete<br />

escatológico, la comida del Resucitado y con el<br />

Resucitado. El canto nuevo del aleluya pascual, himno de<br />

los redimidos, cantar de los peregrinos en camino hacia<br />

la patria.<br />

Todos los otros símbolos son pascuales: la cruz, el altar,<br />

el ambón, el libro. Sobre todo, por la importancia ritual<br />

de la Vigilia, el Cirio pascual, signo de Cristo que ilumina<br />

con su presencia la asamblea. Todo, durante todo el año,<br />

será signo de Cristo resucitado. El templo su morada; el<br />

tiempo, espacio histórico donde él se hace presente. El<br />

altar el sepulcro nuevo; el ambón el jardín de la


esurrección desde donde se anuncia el "kerigma" de la<br />

resurrección y Cristo explica las Escrituras.<br />

La liturgia de la luz. Con la lógica bendición del fuego<br />

nuevo para encender la nueva luz, se recuerda que<br />

estamos en la noche donde todo se renueva en aquél que<br />

hace nuevas todas las cosas. El cirio es bendecido y<br />

adornado porque es símbolo de Cristo luz. La procesión<br />

de las tinieblas a la luz, la peregrinación de la Iglesia,<br />

nuevo pueblo de Dios, guiada por la columna de fuego,<br />

iluminación bautismal que cada uno recibe de Cristo para<br />

ser siempre hijo de la luz.<br />

La proclamación del anuncio pascual es momento<br />

solemne y antiguo, lírico y cargado de teología y de<br />

pathos que debe realizarse en una atmósfera de fe y de<br />

gozosa escucha, con plena participación.<br />

El texto actual contiene estos momentos:<br />

• Invitación al gozo pascual a la asamblea del cielo, a<br />

la tierra, a la Iglesia entera, a la asamblea reunida;<br />

• La gran oración de bendición y de exaltación de la<br />

Pascua del Señor, la noche dichosa, síntesis de las<br />

noches salvíficas de Dios en la historia de la<br />

salvación.<br />

• El canto de la teología de la redención pascual:<br />

"Feliz la culpa que mereció tal Redentor!." Es la<br />

noche verdaderamente dichosa que reconcilia la<br />

tierra al cielo y el hombre a su Creador. Se canta la<br />

victoria de Cristo, victoria de los cristianos.


• El ofrecimiento de la alabanza de la Iglesia y del<br />

signo luminoso del cirio pascual.<br />

La liturgia de la palabra. Se vuelve a la antigua<br />

estructura celebrativa de una gran vigilia de lecturas, de<br />

oraciones, de cantos. La proclamación de la palabra de<br />

Dios se hace simbólicamente a la luz de Cristo Resucitado<br />

centro del cosmos y de la historia. Las lecturas actuales<br />

tienen un triple carácter simbólico. Son lecturas<br />

progresivas de la historia de la salvación; tienen un<br />

carácter cristológico; poseen una estrecha relación con el<br />

bautismo. A la proclamación sigue el salmo o cántico. A<br />

continuación la oración de la Iglesia expresa el sentido<br />

tipológico de la lectura. Tras las lecturas del Antiguo<br />

Testamento a la luz de Cristo que ilumina la continuidad<br />

y la unidad entre los dos Testamentos se canta con<br />

solemnidad el Gloria, antiguo himno de la mañana, que<br />

por su alusión a las palabras del Ángel no puede menos<br />

de evocar en esta noche santa el sentido pascual de la<br />

encarnación y del nacimiento de Cristo. La oración<br />

colecta evoca la noche santísima, la gloria de la<br />

Resurrección, la renovación de todos los hijos en la<br />

adopción.<br />

Sigue la liturgia de la palabra del N.T. con la lectura de<br />

Rm 6:3-11: El bautismo, misterio pascual, el Salmo que<br />

canta la victoria pascual de Cristo: Este es el día en que<br />

actuó el Señor. Y se entona el Aleluya: Solemne anuncio<br />

del canto nuevo, con la triple proclamación ritual del<br />

Aleluya. Todo tiene su culmen en la proclamación del<br />

Evangelio: El Kerigma de la Resurrección: Mt 28:1-10, Mc<br />

16,1-8, Lc 24,1-12. A este punto se continúa con la<br />

homilía que en el estilo de la tradición patrística debería<br />

ser kerygmática, mistagógica y pascual.


La liturgia bautismal. Sigue la liturgia bautismal con la<br />

invocación de los santos, la bendición de la pila bautismal<br />

y todos los otros ritos del bautismo y de la confirmación<br />

cuando hay adultos para bautizar. Si no hay bautismos,<br />

se pasa en seguida a la bendición del agua lustral, a las<br />

renuncias y promesas del bautismo, con la aspersión del<br />

agua. Es el recuerdo memorial de la Pascua y del<br />

bautismo. Termina con la oración de los fieles.<br />

La liturgia eucarística. Encuentro con el Cristo<br />

resucitado en su sacrificio pascual, en la comunión con El,<br />

con los elementos propios de la oración para esta noche<br />

santísima en el canon romano y en las otras plegarias<br />

eucarísticas. Una monición prepara a los neófitos a la<br />

primera eucaristía.La celebración se cierra con la<br />

invitación pascual al final de la misa para llevar a todos el<br />

anuncio del Cristo Resucitado.<br />

Las celebraciones del día. La celebración del <strong>Domingo</strong><br />

de Pascua a continuación de la vigilia tiene algunos<br />

elementos característicos.<br />

La liturgia de la palabra se estructura ya partiendo de la<br />

lectura de los Hechos de los Apóstoles que sustituye el AT<br />

según la antigua costumbre de la Iglesia: la 10 lectura de<br />

Hch 10:34-43 recuerda la predicación de los apóstoles,<br />

testigos de la resurrección. El Salmo: 117:1-2, 16-23<br />

canta el día en que actuó el Señor. La segunda lectura<br />

del Apóstol evoca las exigencia de la ética pascual y de la<br />

vida nueva de los que han sido bautizados en Cristo.<br />

En el Evangelio se leen, según los ciclos, diversos textos<br />

que relatan el acontecimiento de la Resurrección del<br />

Señor.


En la misa de la tarde se lee muy apropiadamente el<br />

episodio de la aparición a los discípulos de Emaús,<br />

acaecida en la tarde del primer día de la semana.<br />

Entre la segunda lectura y el Evangelio se intercala la<br />

bella Secuencia de Pascua "Victimae paschali laudes..."<br />

de Vipone (+1048). Uno de los textos más bellos y<br />

sugestivos de la liturgia latina, cargado de nostalgia y de<br />

profesión gozosa de la fe. Actualmente le falta una<br />

estrofa que decía así: "Credendum est magis soli Mariae<br />

veraci quam turbae iudeorum fallac": "Es mejor creer a<br />

María que dice la verdad que a la multitud de los judíos<br />

que proclaman la mentira." En la celebración litúrgica del<br />

<strong>Domingo</strong> de Resurrección merecen un relieve especial las<br />

Vísperas como celebración vespertina de la presencia de<br />

Cristo en la Iglesia y de la gloria del Resucitado, Luz<br />

gozosa de la santa gloria del Padre.<br />

La liturgia bizantina de la vigilia pascual<br />

La vigilia pascual es ya la celebración del santo <strong>Domingo</strong><br />

de Pascua, en el que se celebra la vivificante<br />

Resurrección de Cristo. Cuando suenan las campanas de<br />

la media noche se hace una procesión alrededor de la<br />

Iglesia con las velas encendidas y comienza la<br />

celebración con el tropario: "Tu Resurrección, (oh Cristo<br />

Salvador! los ángeles cantan en los cielos, haznos dignos<br />

también a nosotros, sobre la tierra, de glorificarte con<br />

puro corazón." Después de la lectura del Evangelio de la<br />

Resurrección (Mc 16:1-8), se entona por tres veces el<br />

tropario que resonará todavía decenas y decenas de<br />

veces en la noche santa; "Cristo ha resucitado de entre<br />

los muertos con su muerte aplastó la muerte y los que<br />

estaban el sepulcro les dio la vida." La procesión gozosa<br />

entra en el templo adornado de luz y de flores, repitiendo<br />

incansablemente el tropario pascual y el augurio de la<br />

Resurrección, repetido en varias lenguas. Y comienzan<br />

los maitines de la Resurrección con hermosísimos textos


entre los cuales es necesario recordar el Canon poema de<br />

la Resurrección de Juan Damasceno.<br />

El texto clave de esta celebración es sin duda los Estikirás<br />

de Pascua pieza lírica de gran belleza e intensidad<br />

poética.<br />

Antes de la celebración eucarística se lee la hermosa<br />

catequesis u homilía pascual de Juan Crisóstomo que es<br />

una invitación al gozo del banquete pascual para todos.<br />

Se intercambia el beso de paz con la fórmula clásica que<br />

después se repite durante todo el tiempo pascual como<br />

saludo entre los cristianos (y también con ocasión de la<br />

muerte de algún familiar o pariente). En español:(Cristo<br />

ha resucitado! (Sí, verdaderamente ha Resucitado! En<br />

griego: (Christós anésti! — Alizós anésti!. En eslavo<br />

antiguo: Cristós voskriesse! — Voistinu voskriesse!<br />

Se proclama en la misa el Prólogo del Evangelio de Juan<br />

en varias lenguas. Se bendicen los panes y los huevos<br />

pascuales al final de la misa. Resuena también el tropario<br />

de los bautizados en la divina liturgia aunque no se<br />

administre el bautismo ya que se recuerda la<br />

participación de todos los cristianos en la pascua de<br />

Cristo por medio del bautismo:<br />

"Todos vosotros los que habéis sido bautizados en Cristo,<br />

habéis sido revestidos de Cristo." La vigilia, después del<br />

largo y extenuante ayuno, prolongándose durante varias<br />

horas hasta el alba, se concluye con el ágape pascual.<br />

La mañana del domingo la celebración eucarística es<br />

solemne; las puertas del iconostasio permanecen siempre<br />

abiertas, signo de que Cristo ha abierto de par en par a<br />

todos de las puertas del paraíso. En algunos lugares<br />

existe la costumbre de ir al cementerio a celebrar las<br />

Vísperas de la Resurrección, para cantar así la esperanza<br />

que está expresada por el tropario pascual: "Cristo ha<br />

resucitado de entre los muertos..."


Y con la vigilia pascual y el domingo de la Resurrección<br />

empieza los cincuenta días de Pascua, el "Pentecostario,"<br />

como se le llama también al libro que contiene los oficios<br />

de los cincuenta días.<br />

Iconos de la Resurrección<br />

Los textos evangélicos de la Resurrección del Señor y el<br />

texto de la 10 Carta de S. Pedro sobre el descenso de<br />

Jesús al infierno, anteriormente recordados, para liberar<br />

a los que estaban en poder de la muerte, ilumina el<br />

sentido pleno de los dos iconos de la Resurrección más<br />

comunes en la Iglesia de Oriente: el de la Anástasis o<br />

Resurrección bajo el signo del descenso de Cristo a los<br />

abismos y el de las Mujeres miroforas, portadoras de<br />

aromas, ante el sepulcro vacío.<br />

El icono de la victoria de Cristo en los abismos del<br />

infierno<br />

Empecemos por el icono de la Resurrección gloriosa que<br />

expresa el triunfo de Jesús Resucitado que baja a los<br />

infiernos para liberar a nuestros padres que estaban en<br />

los abismos de la muerte.<br />

A primera vista el icono de la Resurrección nos resulta un<br />

poco diverso de la forma con que ordinariamente se pinta<br />

en Occidente la Resurrección de Jesús. Lo solemos ver<br />

así: Cristo sale victorioso del sepulcro. La piedra ha sido<br />

levantada. Junto al sepulcro los guardias duermen. Jesús<br />

lleva el estandarte de la cruz. Es su victoria personal, su<br />

triunfo de Resucitado.<br />

El mensaje del icono oriental de la Resurrección es<br />

diverso y complementario; quiere indicar que el triunfo<br />

de Jesús nos envuelve a todos, que El ha bajado hasta el


abismo, para llenarlo de luz y para que su Resurrección<br />

se manifieste en toda su fuerza salvadora que llega hasta<br />

el primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva.<br />

La Iglesia de Oriente conmemora en el Viernes santo y en<br />

el Sábado santo con hermosos cantos y símbolos esta<br />

presencia de Cristo bajo la tierra, como sol escondido,<br />

como vida engullida por la muerte, como grano de trigo<br />

que va a romperse para dar la vida en abundancia. Ahora<br />

contempla el camino de Cristo en su descenso, ya<br />

glorioso, a los infiernos, en una danza de victoria y de<br />

luz.<br />

Muchos son los iconos orientales que así representan este<br />

misterio, los frescos que engalanan las paredes de las<br />

iglesias y monasterios, los mosaicos de las antiguas<br />

catedrales que han recibido el influjo del Oriente<br />

cristiano, como San Marcos de Venecia o la Capilla<br />

Palatina de Palermo.<br />

Sin embargo, como hemos advertido, solo con grande<br />

recato esta contemplación de lo que estuvo fuera de la<br />

vista de los ojos de este mundo pasa a ser una<br />

representación pictórica.<br />

En realidad este icono oriental ha sido inspirado por los<br />

textos bíblicos, patrísticos y litúrgicos que han<br />

profundizado este misterio, lo han celebrado en los<br />

cantos litúrgicos y ahora, finalmente lo han iluminado con<br />

la pintura para que todo el pueblo santo de Dios lo<br />

contemple.<br />

Este descenso de Cristo a los abismos mantiene la<br />

continuidad que la Iglesia oriental mantiene en sus oficios<br />

litúrgicos con la pasión gloriosa y el "epitaphios trinos" o<br />

sepultura de los tres días que el Viernes Santo termina<br />

con el canto de la profecía de Ezequiel 37 acerca de los<br />

huesos áridos que el Espíritu tiene que resucitar y con el<br />

canto de María y de la Iglesia que clama por la<br />

Resurrección de Jesús.


Existen varios tipos de iconos orientales del descenso del<br />

Señor a los infiernos. Los más célebres son sin duda<br />

alguna el del "paraclession" de Kariye Kami en Istanbul.<br />

Algunos iconos griegos de Tesalónica, Dafni, y de la<br />

escuela de Creta. y fionalmente algunos iconos rusos de<br />

la escuela de Dionisio y de la ciudad de Novgorod.<br />

El icono de la Resurrección de Kariye Cami<br />

Todos los iconos repiten el mismo esquema que sintetiza<br />

la fe de la Iglesia y el canto de la liturgia en la noche<br />

santa de Pascua, cuando se repite decenas de veces el<br />

gran tropario pascual: "Cristo ha resucitado de entre los<br />

muertos; con su muerte ha vencido la muerte y a los que<br />

estaban en los sepulcros ha dado la vida."<br />

Hay, sin embargo, una pintura que se puede considerar<br />

el culmen de la teología iconográfica de la resurrección,<br />

así como el icono de la Trinidad de Andrej Roublëv es el<br />

culmen de la expresión del misterio trinitario. Es la<br />

pintura de la pequeña capilla o paraclession de San<br />

Salvador de Chora (de los campos), el templo de Kariye<br />

Camy en Estambul.<br />

En efecto, en Constantinopla existe una pequeña iglesia<br />

en la que se puede admirar la pintura más bella de la<br />

Resurrección. En el ábside de la capilla del paraclession,<br />

un fresco maravilloso expresa el arte y la teología<br />

bizantina del siglo XIV. Ante nuestros ojos un Cristo<br />

Resucitado lleno de poder y majestad, envuelto en un<br />

círculo de luz, en medio de la oscuridad del abismo. El<br />

fresco ofrece una visión extraordinaria del Resucitado en<br />

medio de un intenso fondo azul que dibuja una cavidad<br />

entre dos montañas. El Resucitado, lleno de luz, aparece<br />

majestuoso entre una "mandorla" ojival llena de<br />

estrellas, con su aureola dorada. Con fuerza<br />

extraordinaria arranca de sus sepulcros a Adán y a Eva,<br />

mientras con sus pies rompe las puertas de la muerte.


Campea sobre la figura del Resucitado escrita en griego<br />

la palabra Anástasis: Resurrección.<br />

Un autor ortodoxo comenta el mensaje de la imagen con<br />

estas hermosas palabras: "Cristo desciende a los<br />

infiernos para destruirlos; es de una blancura<br />

relampagueante, pero ahora ya no está en el monte de la<br />

trasfiguración sino en el abismo de la angustia y de la<br />

asfixia tenebrosa. Uno de sus pies, con un gesto de<br />

increíble violencia, rompe las cadenas de este mundo. La<br />

otra pierna, con un movimiento de danza, de nado,<br />

empieza ya a subir de nuevo, como el nadador que<br />

después de haberse zambullido en el fondo, toma fuerza<br />

para regresar al aire y a la luz. Pero es El el aire y la luz.<br />

El aire y la luz son irradiación de su rostro en el fulgor del<br />

Espíritu Santo. Y aquí está su gesto liberador: con cada<br />

mano Cristo agarra por las muñecas al Hombre y a la<br />

Mujer. Y no por la mano, porque la salvación no se<br />

negocia, se da. Así los arrastra fuera de sus tumbas.<br />

Ninguna sombra: todo rostro tiene la luz del infinito.<br />

Ninguna reencarnación: todo rostro es único. Ninguna<br />

fusión: todo rostro es un secreto. Ninguna separación:<br />

todos los rostros son llamas de un mismo fuego. Y la<br />

finalidad no es la de conseguir la inmortalidad del alma,<br />

porque inmortales ya lo son las almas en el infierno.<br />

Cada rostro es de esta tierra, pero de esta tierra que ha<br />

sido ya plasmada con el cielo" (O. Clément).<br />

Hay otros iconos de las escuelas rusas en los que el<br />

rostro de Cristo es dulce, amoroso, como el del Buen<br />

Pastor que ha ido hasta el infierno a buscar la oveja<br />

perdida y ahora le ofrece con su mano extendida, la vida<br />

inmortal.<br />

Dentro del canon fundamental del modelo iconógráfico<br />

del icono podemos destacar algunos detalles comunes. La<br />

figura central es siempre la de Cristo en el esplendor de<br />

su cuerpo ya glorificado: baja a los abismo infernales,<br />

representados por una cavidad oscura aplastando con sus<br />

pies las puertas de la muerte. Está con frecuencia


enmarcado en una "mandorla" redonda u ojival,<br />

punteada de estrellas. A veces lleva en sus manos el<br />

trofeo de la Cruz o el rollo de la revelación, para indicar<br />

el signo de la victoria y la Escritura donde estaba<br />

contenida la profecía de su victoria final. Otras veces loa<br />

ángeles en lo alto levantan la cruz gloriosa, signo de<br />

salvación y de continuidad entre la pasión y la victoria<br />

gloriosa de la resurrección. Sus vestidos son blancos y<br />

resplandecientes o bien dorados y luminosos, como si se<br />

descendieran centellas de luz de su cuerpo glorioso a<br />

través de sus vestiduras.<br />

Son figuras centrales Adán y Eva. A veces Cristo está<br />

situado en medio de ellos y con la fuerza de sus manos<br />

los arranca de sus sepulcros. Otras veces Cristo se acerca<br />

a Adán o a Eva para darles la mano y arrastrarlos fuera<br />

del sepulcro. Nuestros progenitores llevan un vestido de<br />

diverso color. Junto a ellos hay un grupo de Justos del<br />

Antiguo Testamento. Se distinguen algunos por algunos<br />

rasgos iconográficos, entre ellos Juan el Bautista, David y<br />

Salomón, otros reyes con sus coronas, un grupo de<br />

profetas entre ellos Isaías y Daniel. Moisés está algunos<br />

iconos y se le reconoce porque lleva en sus manos las<br />

tablas de la ley. Hombres y mujeres que representan los<br />

justos que esperaban la victoria del Mesías en el abismo<br />

infernal del Sheol.<br />

Todos los justos están en actitud adorante. A veces en<br />

algunos iconos extienden sus manos, recubiertas con sus<br />

vestidos en signo de adoración con la mirada puesta en el<br />

Resucitado.<br />

El infierno aparece bajo los pies de Cristo como un<br />

abismo oscuro en el que a veces vemos llaves y cerrojos,<br />

clavos y otros instrumentos, que simbolizan la victoria de<br />

Cristo sobre todo aquellos que tenía prisioneros a los<br />

justos.<br />

En algunos iconos bajo los pies del resucitado que aplasta<br />

rotas las puertas del Ades hay un grupo de figuras


oscuras y de figuras blancas, otros condenados y otros<br />

justos, mientras algunos ángeles encadenan al enemigo<br />

mortal del hombre que es el diablo.<br />

Los textos de la Vigilia pascual comentan esta imagen:<br />

"Has bajado de la tierra al seno del abismo, has roto los<br />

vínculos ternos de los que la muerte tenía prisioneros. Y<br />

ahora después de tres días, como Jonás, resucitas<br />

dejando vacío el sepulcro" (Oda VI). "Has bajado a la<br />

tumba, oh Inmortal y has destruido la potencia del Ades.<br />

Has resucitado vencedor, oh Señor. A las mujeres<br />

miroforas has dirigido un saludo de gozo. Has dado la paz<br />

a los apóstoles y a los caídos has otorgado la<br />

Resurrección." (Kontakion). "De la muerte celebramos la<br />

muerte y la destrucción del infierno. Cantemos,<br />

danzando, al autor de la vida inmortal, único y bendito<br />

Señor glorioso de nuestros Padres" (Oda VII) "Dormido<br />

en la carne como un muerto, oh Rey y Señor, has<br />

resucitado al tercer día. Comunicas a Adán la<br />

incorruptibilidad y la muerte ya no existe. Oh Pascua que<br />

vences la corrupción y eres del mundo la salvación"<br />

(Exapostilario).<br />

El icono de la vida que vence la muerte<br />

En su gran expresividad teológica y plástica este icono de<br />

la Resurrección canta la victoria de la vida sobre la<br />

muerte. Canta la vida, la penetración de Cristo en el<br />

abismo que se abre a sus pies. La canta el fulgor<br />

blanquísimo de sus vestidos que expresa la fuerza de su<br />

divinidad. Canta la vida el poder de su figura dulcísima y<br />

fuerte de Resucitado que anuncia la paz y la libertad.<br />

Aquí está el Libertador porque da la vida, arrancada de la<br />

muerte. Da la vida eterna. Promete una vida como la<br />

suya en la que cada uno recupera su propio ser, su<br />

propio cuerpo. Pisotea todo lo que es muerte, las puertas<br />

del abismo, los sepulcros, los mismos instrumentos que<br />

lo han llevado a la pasión.


El es la Luz y el Fulgor; el que da la Vida, porque es la<br />

Vida, va más allá de la muerte y del sepulcro. Es la vida<br />

divina que va más allá de las consecuencias del pecado. Y<br />

la infunde en los cuerpos. En su Humanidad nueva<br />

empieza la nueva Humanidad; en su Cuerpo de<br />

Resucitado la Iglesia empieza a tener un germen de vida<br />

inmortal que la alimenta y la aglutina. Los sacramentos,<br />

empezando por el Bautismo infunden en los hombres la<br />

vida que nace de la Resurrección.<br />

Los ángeles, como hemos recordado, en algunos iconos<br />

muestran la cruz gloriosa. En otros es Cristo quien con su<br />

cruz, victorioso, desciende llevando con la cruz como un<br />

báculo el anuncio de paz y de victoria. Unas rocas<br />

abiertas indican que toda la creación participa de esta<br />

victoria de Cristo, el Resucitado que ha vencido la muerte<br />

y anuncia en su cuerpo la nueva pascua del universo, los<br />

cielos nuevos y la tierra nueva.<br />

La blancura de los vestidos de Cristo indica su condición<br />

de Resucitado, su fuerza arrolladora con la que penetra<br />

en el abismo y todo lo ilumina, todo lo bautiza con el<br />

fulgor de su carne trasparente y verdadera, la misma que<br />

ha sufrido, la que tomó de la Virgen María y que ahora ha<br />

adquirido para siempre la condición del Resucitado: es<br />

carne vivificada y vivificadora, con la fuerza del Espíritu<br />

Santo.<br />

Un Cristo que desciende hasta nuestros sepulcros<br />

La figura de la Resurrección de Jesús contiene una<br />

hermosa teología, decisiva para la comprensión del<br />

misterio que se actualiza en nosotros. Ver a Cristo que<br />

desciende hasta el abismo es reconocer su poder<br />

inmenso para bajar hasta el abismo de cada hombre,<br />

hasta su propio sepulcro. Es confesar con un inmenso<br />

amor y con intensa fe que el Resucitado es también el<br />

Resucitador y que por lo tanto tiene que bajar hasta lo


más profundo de nuestro ser para arrancarnos de la<br />

muerte, vencer nuestro pecado, liberarnos de la<br />

esclavitud.<br />

Con su Resurrección Cristo es el Salvador. Puede<br />

anunciar a todos la Paz con el rostro iluminado. Viene a<br />

decirnos "Shalom": "La Paz sea contigo." Viene a<br />

anunciarnos que no hay pecado que El no pueda<br />

perdonar; afirma que el grande, decisivo, único pecado,<br />

es el de no reconocer su Resurrección, ignorar la<br />

maravilla de las maravillas del amor del Padre, rechazar<br />

el poder salvador de su misterio pascual.<br />

Creer en la Resurrección es afirmar que Cristo es el<br />

Salvador, el que cambia la muerte en vida, el dolor en<br />

amor, el pecado en gracia, el odio en perdón. Lo ha<br />

cambiado en su propia carne y ahora lo quiere cambiar<br />

en todos los que creen en su santa Resurrección.<br />

Creer en Cristo Resucitado es dejar que Cristo pueda<br />

hacer con cada uno de nosotros, lo que ha hecho con<br />

Adán y Eva: bajar hasta su abismo, su sepulcro de la<br />

muerte; arrancar con fuerza de este sepulcro y de este<br />

abismo a todos los que están sujetos a la fuerza de la<br />

muerte que es el pecado, la tumba en la que cada uno se<br />

encierra y en la que encerramos a los demás.<br />

El icono que canta la victoria de Cristo Libertador<br />

Uno de los cantos más bellos de la Iglesia oriental, en la<br />

noche de Pascua, expresa así la alegría de la<br />

Resurrección del Señor, con unos sentimientos que son<br />

característicos de toda la literatura cristiana primitiva tal<br />

como se expresan en las homilías pascuales de los Padres<br />

de la Iglesia:<br />

"Una Pascua divina hoy se nos ha revelado.


Pascua nueva y santa. Pascua misteriosa.<br />

Pascua solemnísima de Cristo Libertador.<br />

Pascua inmaculada y grande. Pascua de los creyentes.<br />

Pascua que abre las puertas del Paraíso.<br />

Pascua que santifica a todos los cristianos...<br />

Pascua dulcísima, Pascua del Señor. Pascua!<br />

Una Pascua santísima se nos ha dado.<br />

Es Pascua. Abracémonos mutuamente.<br />

Tú eres la Pascua que destruyes la tristeza.<br />

Porque hoy Cristo Jesús resucita resplandeciente.<br />

Sí, esta es la Pascua de Cristo Libertador. Una libertad<br />

que incluye la vida y la muerte. Una liberación que<br />

abraza todo el ser del cristiano. Una liberación de la<br />

muerte, para ser verdadera liberación de la vida, porque<br />

el que no ha resuelto el problema de la muerte, no ha<br />

resuelto el problema de la vida. Cristo libera la vida,<br />

librando de la muerte.<br />

Sí, Jesús ha librado con su muerte a todos aquellos que<br />

el diablo tenía prisioneros y esclavos por miedo a la<br />

muerte. Liberados de este miedo existencial que<br />

condiciona la naturaleza humana hasta hacerla esclava<br />

del pecado en un esfuerzo desesperado de vivir para no<br />

morir, ahora no hay que hacer las obras de la muerte;<br />

hay que dar frutos de vida nueva. Son frutos de todo<br />

aquello que empieza a ser nuevo y definitivo con la<br />

Pascua: gozo, bondad, magnanimidad, paz, justicia,<br />

fortaleza, amor verdadero.


Son los frutos del Espíritu, las bienaventuranzas<br />

evangélicas, la vida nueva de los hombres nuevos y<br />

resucitados por Cristo.<br />

El gozo de la Pascua cristiana<br />

En la Resurrección de Jesús está el centro de nuestra fe.<br />

Es nuestra salvación. Y es el mensaje que tenemos que<br />

gritar a todos con las palabras y con la vida.<br />

La Iglesia oriental canta así:<br />

"Día de la Resurrección.<br />

Resplandezcamos de gozo en esta fiesta.<br />

Abracémonos, hermanos, mutuamente.<br />

Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos<br />

odian.<br />

Perdonemos todo por la Resurrección<br />

y cantemos así nuestra alegría:<br />

Cristo ha resucitado de entre los muertos<br />

con su muerte ha vencido la muerte<br />

y a los que estaban en los sepulcros<br />

les ha dado la vida"<br />

En la fe y en el amor, siempre es Pascua. La vida es<br />

resurrección cuando se vive en Cristo y se manifiesta en<br />

su amor. Y el morir es también Pascua, porque en Cristo


Jesús la muerte ha sido vencida y todo marca un sendero<br />

de vida inmortal para los que creen y viven en Cristo que<br />

es la Resurrección y la Vida.<br />

No es verdad que nadie ha vuelto del cementerio, como<br />

plásticamente se expresa la más castiza filosofía popular.<br />

"Un tal Jesús," decía el Procurador romano ante las<br />

declaraciones de Pablo, que los cristianos afirman que ha<br />

resucitado. Nosotros así lo creemos y hemos hecho de<br />

este misterio el centro de nuestra fe. Y el que ha vuelto<br />

del sepulcro, es el que da ya la vida nueva a todos, y<br />

abre un sendero de vida en medio de la muerte y<br />

promete una vida imperecedera, como la suya, a la<br />

derecha del Padre.<br />

En la vida y en el dolor, ante la muerte y las desgracias,<br />

podemos decir como los cristianos de Oriente, que suelen<br />

reservar este saludo incluso para dar el pésame ante la<br />

muerte de un ser querido: "Cristo ha resucitado." Y se<br />

responde, tal vez con alegría, tal vez con el dolor y la<br />

esperanza: "Sí, de verdad, El ha resucitado." Un monje<br />

santo de la Rusia de siglo XVIII, Serafín de Sarov, acogía<br />

a los que iban a visitarlo con estas palabras, llenas de<br />

ternura y de esperanza: "Mi alegría, Cristo ha<br />

resucitado."<br />

El icono nos evangeliza de nuevo y quiere hacernos<br />

testigos de la Resurrección. Testigos que llevan luz de la<br />

fe en los ojos, alegría en el corazón, fortaleza ante las<br />

adversidades, amor en todas las manifestaciones, porque<br />

Cristo ha resucitado y nos ha dado la luz de la fe, la<br />

antorcha de la esperanza, nos ha anunciado la paz, nos<br />

fortalece ante las adversidades, y ha derramado sobre<br />

nosotros el Espíritu Santo, que es el don inefable de<br />

nueva vida que nace de la Pascua del Señor.<br />

Un grande testigo de la tradición ortodoxa ha escrito<br />

invitándonos a contemplar este icono: "Os invito a<br />

contemplar un icono litúrgico que expresa, mucho más y<br />

se manifiesta mucho más poderosa para hablarnos de


nuestra transformación teológica que muchos tratados<br />

cultos. Se trata del icono que en la tradición bizantina es<br />

la expresión litúrgica más fiel del icono del misterio de la<br />

Resurrección: el descenso de Cristo a los infiernos. Aquí<br />

tenemos, además, un indicio precioso de la cualidad de<br />

una y de otras tradición litúrgica. Vosotros conocéis todas<br />

esas pinturas, es decir esos iconos de épocas de<br />

decadencia, que representan a Cristo mientras sale del<br />

sepulcro... Sin embargo el icono del descenso de a los<br />

infiernos es un signo litúrgico mucho más cercano al<br />

misterio. Nos atrae hacia la interioridad del<br />

acontecimiento y nos introduce en él, nos pone en<br />

relación con él. Cristo Resucitado, resplandeciente de luz,<br />

imagen del Dios invisible en su Humanidad transfigurada,<br />

penetra en nuestras profundidades tenebrosas y arranca<br />

al hombre y a la mujer de la tumba en la que la muerte<br />

los tenía prisioneros. Aquí se expresa todo el dinamismo<br />

de nuestra vida nueva: `Conocerlo a Él y el poder de su<br />

Resurrección’ (Fil 3:10), consiste en este movimiento, en<br />

el cual Cristo baja a nuestras profundidades para<br />

hacernos volver a la luz de la vida. Es el mismo<br />

movimiento del Bautismo, un bajar y un subir (Cf. Rm<br />

6:3-4), con todo el realismo espiritual che el poder del<br />

espíritu actuará cada día en nuestra vida personal.<br />

Nuestra participación actual a la Resurrección de Cristo<br />

consiste en este bajar a los infiernos, es decir a nuestras<br />

profundidades para hacer pasar todo a la luz" (I. Hazim).<br />

El icono de las mujeres miroforas<br />

Un icono y una fiesta<br />

En la sugestiva unidad entre palabra e imagen, entre<br />

anuncio que llega al oído y pintura que se presenta ante<br />

nuestros ojos, el misterio de las mujeres de Pascua tiene<br />

una hermosa representación plástica en el icono oriental


llamado "Las miroforas ante el sepulcro." La tradición<br />

pictórica es muy antigua. Así aparece en los frescos<br />

murales de la Iglesia de Doura Europos del siglo III, o en<br />

las "ampollas de Monza" que provienen de Palestina y se<br />

remontan a los siglos IV-V. Así tenemos ilustrada la<br />

escena en el Evangeliario de Rabbula de Edessa que se<br />

conserva en la Biblioteca Laurenziana de Florencia, que<br />

viene del Asia menor y data del siglo VI. Y la tradición<br />

continúa a través de los mosaicos y los iconos clásicos de<br />

Grecia y de Rusia.<br />

La escena es siempre la misma. Un grupo de mujeres, de<br />

dos a cuatro, llevando bien visibles entre sus manos los<br />

tarros de ungüento perfumado para las unciones, se<br />

acercan al sepulcro. Contemplan la piedra levantada, los<br />

vestidos están por el suelo. Un Ángel o dos tal vez,<br />

vestidos con vestiduras blancas, les señalan el sepulcro<br />

vacío y las vendas por el suelo, con un gesto que parece<br />

acompañar con las palabras del anuncio evangélico: "Ha<br />

resucitado, no está aquí. Id a anunciar a sus discípulos"<br />

(Cf. Mt 28:5-7) .<br />

El porte de las miroforas es a la vez majestuoso y<br />

hierático. Sus ojos miran al Ángel y al sepulcro, pero se<br />

encuentran también en una mirada recíproca como si se<br />

diesen unas a otras la noticia. Parece que traen todavía el<br />

luto del día de la muerte del Señor pero poco a poco se<br />

van iluminando sus ojos con la luz de la Pascua del Señor<br />

que ha vencido a la muerte.<br />

La hierba verde del prado que se ve en algunos iconos es<br />

como un anuncio de la primavera divina inaugurada por<br />

la resurrección de Cristo. Y los vestidos que yacen en el<br />

sepulcro, vestidos blancos como las sábanas del lecho<br />

nupcial del Esposo, son según una hermosa intuición de<br />

Clément "como una crisálida de la que se ha evadido una<br />

mariposa." Y así se recupera el sentido simbólico del<br />

gusano de seda, como una profecía de la resurrección<br />

inscrita de alguna manera ya en esta metamorfosis del


gusano de seda, según la mitología de los egipcios s y<br />

algunos textos sugestivos de los Padres de la Iglesia.<br />

Las mujeres han visto y han creído. Este es el mensaje<br />

fundamental del icono de las miradoras.<br />

Pero la tradición litúrgica bizantina tiene algo más. Todos<br />

los años el tercer domingo de Pascua celebra la memoria<br />

de estas santas mujeres. Y lo hace con toda la<br />

solemnidad característica del oficio bizantino. En la<br />

celebración de la divina liturgia y en la oración de las<br />

horas. Es como un domingo que canta la dignidad de la<br />

mujer, una fiesta de las mujeres cristianas que pueden<br />

mirarse en el espejo de estas afortunadas "evangelistas."<br />

Una estrofa del canto de Pascua de la Iglesia oriental<br />

comenta así la presencia de las mujeres en este icono:<br />

"Las mujeres miradoras con la luz del alba<br />

Fueron al sepulcro del autor de la vida<br />

Y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.<br />

Dirigiéndose a ellas les decía así:<br />

Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?<br />

Por qué lloráis al Incorruptible<br />

como si hubiese caído en la corrupción?<br />

Id y anunciad a sus discípulos:<br />

Cristo ha resucitado de entre los muertos.


Mujeres evangelistas, levantáos<br />

dejad la visión e id a anunciar a Sión:<br />

Recibe el anuncio de la alegría:<br />

Cristo ha resucitado.<br />

Alégrate, danza, exulta Jerusalén<br />

y contempla a Cristo tu Rey que sale<br />

del sepulcro como un Esposo."<br />

Los textos litúrgicos bizantinos<br />

La liturgia bizantina canta con entusiasmo el ministerio<br />

de estas mujeres que al alba del primer día de la semana<br />

fueron al sepulcro del Señor. Lo hace todos los años en la<br />

Vigilia pascual y a partir de este momento en todo el<br />

tiempo de Pascua, hasta Pentecostés. Pero precisamente<br />

porque la liturgia bizantina ha conservado al domingo el<br />

tono característico de pascua semanal, todos los<br />

domingos se hace memoria de estas santas mujeres.<br />

Es suficiente citar el canto más sugestivo de la pascua<br />

oriental el célebre himno de los "Stichirà" de Pascua que<br />

con gozo expresa la aventura de las mujeres y las<br />

apostrofa con estas palabras: "Mujeres evangelistas,<br />

levantáos; dejad la visión e id a anunciar a Sión: Recibe<br />

el anuncio de la alegría: "Cristo ha resucitado."... Las<br />

mujeres miroforas con la luz del alba fueron al sepulcro<br />

del autor de la vida y encontraron a un ángel sentado<br />

sobre la piedra. Dirigiéndose a ellas les decía así: "Id a<br />

anunciar a sus discípulos: Cristo ha resucitado de entre<br />

los muertos... Tú eres la pascua que destruye la tristeza.<br />

Porque hoy sale resplandeciente y abandona la tumba<br />

como un tálamo y ha llenado de gozo a las mujeres<br />

diciendo: Llevad este anuncio a los apóstoles."


Otros textos litúrgicos dramatizan las escenas y cantan<br />

otros posibles aspectos de la reacción de las mujeres:<br />

"A tu sepulcro, oh Cristo, que contenía la vida<br />

llegaron la mujeres miroforas gimiendo, y trayendo<br />

aromas querían perfumar tu cuerpo inmaculado.<br />

Pero encontraron un ángel luminoso, sentado sobre<br />

una piedra que les habla diciendo: )Por qué lloráis a<br />

Aquel que de su costado ha hecho brotar la vida<br />

para el mundo? ¿Por qué buscáis en la tumba como<br />

un muerto el que es Inmortal? Corred más bien y<br />

anunciad a sus discípulos su gloriosa resurrección<br />

que es gozo para todo el mundo..."<br />

Hay alusiones en los himnos al acto de fe de las mujeres<br />

al encuentro con el Señor Resucitado: "Las mujeres con<br />

divina sabiduría corrían detrás de ti con los perfumes y te<br />

buscaban con lágrimas, como si estuvieras muerto; pero<br />

te adoraron como Dios vivo, con inmenso gozo, y<br />

anunciaron a tus discípulos, oh Cristo, la Pascua mística."<br />

Resuena incluso en algunas estrofas pascuales la inicial<br />

desconfianza de los Apóstoles al escuchar la buena<br />

noticia de labios de unas mujeres, que en el ambiente de<br />

la época no contaban para nada. Así escuchamos en este<br />

texto poético:<br />

"Estaba amaneciendo y las mujeres vinieron al sepulcro,<br />

pero no encontraron tu cuerpo, oh Cristo. Por eso se les<br />

aparecieron, mientras permanecían inciertas, ángeles con<br />

vestidos blancos y les dijeron: Por qué buscáis al Viviente<br />

entre los muertos? Ha resucitado, como lo había dicho.<br />

¿No os acordáis de sus palabras? Y ellas, convencidas,<br />

anunciaban las cosas que habían visto. Pero este gozoso<br />

mensaje les pareció un delirio a los apóstoles que<br />

estaban todavía aturdidos."


Un texto final: "La mujeres miroforas llegaron de buena<br />

mañana al sepulcro y trataban de perfumarte, Oh Verbo<br />

Inmortal y divino. Pero animadas por las palabras de los<br />

ángeles afirmando con claridad que habías resucitado tú<br />

que eres la vida del universo y concedes a todos el<br />

perdón y la gran misericordia."<br />

Por eso una estrofa resume el gozo de las mujeres<br />

evangelistas y canta su sabiduría con estas palabras:<br />

"Hoy Cristo ha resucitado del sepulcro y ha ofrecido a<br />

todos la inmortalidad, renueva el gozo de las miroforas,<br />

después de la pasión y de la resurrección. Alegráos,<br />

pues, oh mujeres, portadoras de perfumes, pues habéis<br />

sido las primeras en contemplar la resurrección de Cristo<br />

y en anunciar a sus discípulos la salvación del mundo<br />

entero."<br />

Esta es la fiesta de las mujeres evangelistas en la que la<br />

liturgia bizantina canta: "Un Ángel resplandeciente se les<br />

apareció a las mujeres y les dijo: Se ha levantado la Luz<br />

que ilumina a los que duermen en las tinieblas de la<br />

muerte. Anunciad a los discípulos "iluminados" que el luto<br />

cese y empiece la alegría; aplaudid con vuestras manos y<br />

con la fe de vuestros corazones. Exultad por esta pascua<br />

gozosa que nos salva, porque Cristo ha resucitado y ha<br />

ofrecido al mundo la gracia de la salvación."<br />

El <strong>Domingo</strong> tercero de Pascua es en la liturgia bizantina<br />

una fiesta para las mujeres cristianas. Se hace alusión,<br />

con delicadeza, a las lágrimas de Eva que Cristo<br />

Resucitado convierte en gozo. Se dialoga con la Virgen<br />

María que es también "evangelista y mirófora," testigo de<br />

la resurrección, ya que la liturgia bizantina subraya<br />

también el gozo de la Madre en la victoria del Hijo;<br />

recuerda aquel anuncio del Ángel de la Encarnación,<br />

aquel "Alégrate" que ahora le repite como invitación a la<br />

más pura de las alegrías por la resurrección de Cristo:<br />

"Danza ahora y exulta, oh Sión, Tú alégrate, oh purísima<br />

Madre de Dios, en la Resurrección de tu Hijo."


Se repite en los textos litúrgicos que ellas son, las<br />

mujeres miroforas, las que en medio de los discípulos<br />

llevan y llevarán siempre, como primicias de su<br />

ministerio femenino, el gozoso anuncio de la<br />

resurrección. Así lo expresa con un texto de exquisita<br />

sensibilidad poética y dramática Romano el Melode en<br />

uno de sus versos cuando pone en boca de María estas<br />

palabras persuasivas y consoladoras a los discípulos<br />

incrédulos y todavía atribulados: "Vosotros, íntimos del<br />

Señor, que lo habéis amado con tanto entusiasmo. No<br />

tenéis que pensar así. Tened paciencia y no perdáis los<br />

ánimos. Todo lo que ha sucedido se ha hecho por<br />

disposición divina para que las mujeres que cayeron<br />

primero, fuesen también la primeras en contemplar al<br />

Señor. A nosotras ha querido dar las primeras el anuncio:<br />

"Shalom," a nosotras que estábamos en medio de la<br />

tristeza nos ha dado su saludo el que da a todos los<br />

caídos la resurrección."<br />

Tres nombres con mensaje teológico<br />

La dignidad de la mujer en la Iglesia de Oriente está<br />

plasmada en tres nombres bellos, cargados de teología y<br />

a veces difíciles de traducir en las lenguas modernas a<br />

partir del original griego. En efecto en los textos litúrgicos<br />

de la Resurrección resuenan estos tres apelativos<br />

dirigidos a las mujeres: miroforas, evangelistas,<br />

isapóstolas.<br />

El nombre di miroforas con el que sencillamente se<br />

designan las santas mujeres que fueron de buena<br />

mañana al sepulcro, significa literalmente portadoras del<br />

mirón o ungüento perfumado. Con él iban a embalsamar<br />

el cuerpo de Jesús que yacía en el sepulcro. También<br />

María de Betania habrá derramado a los pies de Jesús un<br />

perfume costosísimo (cfr. Jn 12:18). En ese ser<br />

"portadoras de aromas" o de perfumes aromáticos, se<br />

revela toda la ternura de estas discípulas de Jesús que


permanecen fieles al Maestro hasta la cruz y lo recuerdan<br />

tras la noche oscura del sábado santo, cuando van a<br />

ungir su cuerpo que todavía creen que está allí,<br />

prisionero de la muerte. Toda mujer cristiana, dicen los<br />

teólogos bizantinos, es una mirófora, una portadora de<br />

aromas, en la medida que es una fiel discípula del Señor.<br />

Simbólicamente el perfume que llevan en sus manos es<br />

el de las virtudes, especialmente el de la caridad, la<br />

compasión y la ayuda que se inclina sobre todos aquellos<br />

que hoy son el cuerpo del Señor y necesitan el cuidado<br />

de sus discípulos fieles. Pero también es perfume de buen<br />

olor de Cristo que es la palabra del Evangelio y del<br />

conocimiento de Cristo (Cfr. 2 Cor 2:15).<br />

El apelativo de evangelistas que nos es familiar para<br />

designar a los cuatro autores de los Evangelios<br />

canónicos, en femenino es empleado por la liturgia<br />

bizantina para designar a las mujeres que escucharon el<br />

primer anuncio de la Resurrección y fueron a su vez las<br />

primeras en anunciarlo a los apóstoles.<br />

Si Pablo ha podido hablar del buen olor de Cristo que<br />

deja rastro con la predicación evangélica, podemos<br />

afirmar que las mujeres miroforas perfuman el orbe con<br />

el anuncio evangélico de la resurrección y son<br />

"portadoras de la buena noticia," servidoras del<br />

Evangelio, evangelistas, las primeras que pronuncian el<br />

"kerigma" fundamental de la fe cristiana: "Cristo ha<br />

resucitado."<br />

El tercer nombre teológico es el de "isapóstolas" o a la<br />

letra "iguales a los apóstoles." Este nombre, que tiene<br />

algo de osadía, expresa simplemente que las mujeres<br />

que siguieron a Jesús fueron discípulas, como los otros<br />

discípulos, y fueron también enviadas a anunciar el<br />

Reino, incluso asumidas por los Apóstoles en su<br />

ministerio de predicación, como las diaconisas de las que<br />

nos habla San Pablo.


Por extensión e] Calendario de la Iglesia bizantina aplica<br />

este nombre a muchas mujeres que en su vida han<br />

tenido la oportunidad de colaborar en la fundación de las<br />

iglesias o en la extensión del Evangelio. Tales son María<br />

de Mágdala y de Betania, Marta y Tecla, la princesa Olga<br />

de Kiev y otras muchas que han dejado en la historia un<br />

modelo de santidad apostólica.<br />

El poema de Romano el Melode<br />

Hemos anticipado un texto poético de Romano el Melode,<br />

el gran himnógrafo bizantino, especialista en dar<br />

movimiento y vida, expresión lírica y hasta dramatismo a<br />

las escenas evangélicas.<br />

A este famoso himnógrafo debemos de los textos que la<br />

Iglesia canta en la liturgia bizantina pascual. Sobre todo<br />

a él hemos de referimos para recoger algunos acentos<br />

bellos y poéticos dedicados a las mujeres miroforas en<br />

uno de sus poemas que es casi como un auto<br />

sacramental o una dramatización poética en la que las<br />

mujeres evangelistas tienen un hermoso protagonismo.<br />

Esta pieza poética firmada por el "pequeño Romano"<br />

tiene un encanto singular y completa cuanto hemos<br />

podido escuchar en los textos litúrgicos.<br />

Es suficiente una selección de los versos más<br />

significativos. Empezando por esta especie de invitatorio<br />

que abre el poema: "Puestas en camino desde la aurora,<br />

hacia el Sol que es anterior al sol que se había ocultado<br />

en la tumba, las jóvenes miroforas se daban prisa como<br />

quien siente el deseo ardiente de la luz del día y se<br />

decían unas a otras: Adelante, amigas, vamos a ungir<br />

con aromas el cuerpo vivificante y sepultado, la carne<br />

que yace en el sepulcro pero que resucita a Adán el<br />

caído. De prisa, vamos y como ya lo hicieran los magos<br />

adorémoslo, a El que ahora está envuelto no en pañales<br />

sino en la sábana, llevemos como dones los perfumes. Y


llorando digamos: Resucita, Señor, tú que a los caídos<br />

concedes la resurrección."<br />

Estas mujeres, dice Romano, son sabias y valientes, son<br />

"theoforas," portadoras de Dios, tienen la memoria<br />

abierta al recuerdo de los episodios evangélicos que<br />

podían ser preludios de la Resurrección de Cristo.<br />

Recuerdan que Jesús resucitó el hijo de la viuda de Naim,<br />

la hija de Jairo. Por eso no puede quedar en el sepulcro.<br />

Romano, poeta y teólogo, pone en labios de Jesús esta<br />

apología de la mujer, una de las más bellas expresiones<br />

de su poema: "Que tu lengua, mujer, proclame<br />

públicamente estas cosas y las haga conocer a los hijos<br />

del reino que están esperando que me levante yo que soy<br />

el viviente. He encontrado en ti la trompeta con un<br />

sonido poderoso. Haz escuchar a los oídos de los<br />

discípulos miedosos y escondidos un canto de paz.<br />

Despiértalos como de un sueño para que puedan salir a<br />

mi encuentro con las antorchas encendidas. Diles: El<br />

Esposo se ha despertado y ha salido del sepulcro sin<br />

dejar nada allí dentro. Despejad, apóstoles, vuestra<br />

tristeza mortal, porque se ha despertado el que a los<br />

caídos da la resurrección."<br />

La lengua de la mujer es trompeta que anuncia el<br />

"kerigma" y lo hace resonar en los oídos y en el corazón<br />

de los discípulos. Pero es también pico de la paloma<br />

mensajera que tras el diluvio anuncia la paz: "Date prisa<br />

María — le dice el Señor. — Tómame en tu lengua como<br />

un ramo de olivo para anunciar la buena noticia a los<br />

descendientes de Noé y hazles saber que ha sido<br />

destruida la muerte y que ha resucitado el Señor."<br />

Y las mujeres se hacen solidarias del mensaje de María.<br />

Creen a sus palabras y forman un grupo compacto de<br />

testigos de Cristo que exclaman: "Ojalá podamos ser<br />

muchas las bocas que ratifiquen tu testimonio. Vamos<br />

todas al sepulcro para confirmar la aparición que ha


acaecido. Sea común a todas, compañera nuestra, la<br />

gloria que te ha reservado el Señor."<br />

Juntas cantan la gloria del sepulcro vacío con un himno<br />

sencillo y sugestivo a la vez: "Sepulcro santo, pequeño e<br />

inmenso a la vez, pobre y rico. Tesoro de la vida, lugar<br />

de la paz, estandarte de la alegría, sepulcro de Cristo.<br />

Monumento de uno solo y gloria del universo."<br />

A los Apóstoles dan la buena noticia con un anuncio<br />

cuajado de ternura, de comprensión, de entusiasmo que<br />

contagia: "Con una mezcla de temor y de gozo, como<br />

enseña el Evangelio, regresaron del sepulcro adonde<br />

estaban los Apóstoles y les dijeron: Por qué tanta<br />

tristeza? Por qué os cubrís el rostro? Levantad vuestros<br />

corazones: Cristo ha resucitado! Formemos coros para<br />

danzar y decid con nosotras: El Señor ha vuelto a la<br />

vida." He aquí la luz que brilla antes de la aurora. No os<br />

entristezcáis. Reverdeced!<br />

Ha aparecido la primavera. Cubríos de flores, oh ramos.<br />

Tenéis que ser portadores de frutos, no de penas.<br />

Aplaudamos todos con nuestras manos cantando: "Ha<br />

vuelto a la vida el que a los caídos da la resurrección."<br />

Hasta aquí la poesía y el canto de Romano el himnógrafo<br />

en honor de las mujeres evangelistas y miroforas. Valsa<br />

la pena evocar esta poesía eclesial y estos textos<br />

litúrgicos para recuperar un filón de la tradición cristiana<br />

que tan distante nos parece de ciertas interpretaciones<br />

antifeministas del misterio y de la misión de la mujer en<br />

la Iglesia.<br />

Conclusión:<br />

La Vida Iluminada por la Pascua


La palabra anunciada, el bautismo recibido, la comunión<br />

con el cuerpo y la sangre gloriosos del Resucitado nos<br />

ponen en comunión viva y vivificante con Cristo y con el<br />

poder de su Pascua, nos orientan hacia la definitiva<br />

esperanza realizada e inscrita para siempre en el cuerpo<br />

de Cristo Resucitado.<br />

La contemplación de los iconos de la Resurrección en los<br />

que la fe y el arte, guiados por el Espíritu Santo, han<br />

plasmado el misterio iluminan nuestra mirada.<br />

La espiritualidad litúrgica está enraizada en la teología de<br />

la Pascua, en el "paschale sacramentum" que comporta<br />

indisolublemente la pasión — muerte — resurrección.<br />

Esto es verdad para la Pascua de Cristo, para la Pascua<br />

de la Iglesia y para la Pascua del cristiano, que entra en<br />

la Pascua de Cristo por la iniciación bautismal y la<br />

consuma con su muerte abierta a la inmortalidad.<br />

En esta indisoluble secuencia de acontecimientos y de<br />

celebraciones es necesario dejarse plasmar por los<br />

textos, por los símbolos de la gracia de la liturgia, en la<br />

triple dimensión del celebrar, meditar, vivir el misterio.<br />

La celebración de la vigilia pascual es el punto central de<br />

una espiritualidad eclesial y personal porque plasma<br />

definitivamente el sentido de la historia personal y<br />

colectiva de los cristianos, a partir del memorial de la<br />

Pascua de Cristo y de la iniciación bautismal con la que<br />

también nosotros estamos ya insertados en esta Pascua.<br />

La victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, la<br />

perspectiva de victoria salvífica, es la clave del nuevo<br />

sentido que tiene la vida: morir para vivir, aceptar la<br />

muerte para resucitar, cambiar el sentido y el destino de<br />

las cosas en un dinamismo y en una cultura de la<br />

Resurrección. El misterio pascual de Cristo es el<br />

arquetipo fundamental de la vida de la Iglesia y de la<br />

existencia cristiana. Una vida, por lo tanto, de hombres<br />

vivos, de resucitados, no de hombres abocados a la<br />

muerte. Una vida de testigos que llevan luz en los ojos,


contagian la alegría del corazón, demuestran su fortaleza<br />

ante la adversidad, testifican el amor del Resucitado en<br />

todas sus obras. Vivir así significa "no pecar contra la<br />

resurrección" sino vivir en la atmósfera de la Pascua.<br />

Aquí es donde nace el verdadero sentido de la ascesis y<br />

la mística de la vida cristiana. Una ascesis pascual,<br />

liberadora y vivificante. Una mística que es comunión con<br />

el Señor en su misterio de muerte y de vida.<br />

El cristiano que celebra la Pascua lleva en sus ojos la luz<br />

de la Resurrección, en sus labios mensajes de paz, en su<br />

corazón la fortaleza ante todas las adversidades y en la<br />

vida el testimonio de la novedad del Espíritu, la promesa<br />

de la victoria final.<br />

La Iglesia proclama: "Ya todo tiende hacia la<br />

Resurrección universal. No sabemos en realidad a través<br />

de qué caminos, pero todo en realidad se orienta en este<br />

sentido. Entre todos los acontecimientos de la historia la<br />

Resurrección es el único absoluto, el solo acto que<br />

resume, en cierto modo, toda la realidad humana y toda<br />

la realidad cósmica. Es la Resurrección la que da sentido<br />

a la historia como a la misma gravitación del universo...<br />

Por eso hay que tener siempre fijos los ojos en la<br />

Resurrección de Cristo para acoger todo en su misma luz.<br />

Pascua significa paso. Si de veras estamos enraizados en<br />

el Resucitado, el mundo y la historia en nosotros están ya<br />

pasando a la eternidad. Nuestra vida debe estar<br />

iluminada por la esperanza y la espera pacificada y<br />

pacificadora de aquel que vendrá a consumar los siglos y<br />

a juzgar a los vivos y a los muertos."<br />

Los cantos de Pascua hacen reverdecer la esperanza,<br />

colman de alegría a los cristianos. Resuenan como un<br />

grito de victoria. Así lo expresa con fuerza y belleza el<br />

himno pascual de los Estikirás de Pascua:


Que se levante Dios y sean dispersados sus<br />

enemigos!<br />

Una Pascua divina hoy se nos ha revelado<br />

Pascua nueva y santa, Pascua misteriosa.<br />

La Pascua solemnísima de Cristo Redentor.<br />

Pascua inmaculada y grande, Pascua de los fieles<br />

Pascua que abre las puertas del Paraíso<br />

Pascua que santifica a todos los cristianos.<br />

Mujeres evangelistas, levantaos<br />

dejad la visión e id a anunciar a Sión:<br />

Recibe el anuncio de alegría:<br />

(Cristo ha resucitado!<br />

Alégrate, danza, exulta Jerusalén<br />

y contempla a Cristo tu Rey<br />

que sale del sepulcro como un Esposo.<br />

Las mujeres miroforas, con la luz del alba<br />

fueron al sepulcro del Autor de la vida<br />

y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.<br />

Dirigiéndose a ellas les decía así:


)Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?<br />

)Por qué lloráis al Incorruptible<br />

como si hubiese caído en la corrupción?<br />

Id y anunciad a sus discípulos:<br />

Cristo ha resucitado de entre los muertos.<br />

Pascua dulcísima, Pascua del Señor, (Pascua!<br />

Una Pascua santísima se nos ha dado<br />

Es Pascua. Abracémonos mutuamente.<br />

Tú eres la Pascua que destruyes la tristeza!<br />

Porque hoy Cristo Jesús, sale resplandeciente<br />

y abandona la tumba con un tálamo<br />

ha llenado de gozo a las mujeres diciéndoles:<br />

Llevad este anuncio a mis apóstoles.<br />

Día de la Resurrección<br />

Resplandezcamos de gozo por esta fiesta<br />

Abracémonos, hermanos, mutuamente.<br />

Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos<br />

odian<br />

y perdonemos todo por la resurrección<br />

y cantemos así nuestra alegría:


1.<br />

Cristo ha resucitado de entre los muertos<br />

con su muerte ha vencido a la muerte<br />

y a los que estaban muertos en los sepulcros<br />

les ha dado la vida.<br />

Cristo ha resucitado!<br />

En verdad ha resucitado!<br />

PREPARAR EL DOMINGO<br />

-LA MEMORIA DEL BAUTISMO. No todos los fieles -lo<br />

sabemos bien- vienen a la Vigilia Pascual. Mucho más<br />

numerosos son los que acuden a las misas del domingo de<br />

Pascua. Para los que no han participado en la Vigilia<br />

Pascual, hay que prever unos signos que les hagan<br />

renovar el bautismo. Durante los domingos de Cuaresma,<br />

hemos ido predicando que por Pascua hay que renovar la<br />

gracia bautismal. Para todos, pues, tiene que haber la<br />

ocasión de esta renovación en las misas del domingo.<br />

Por eso es de desear que la misa empiece con la aspersión<br />

del agua bendecida en la Vigilia Pascual. También es muy<br />

conveniente que la profesión de fe después de la homilía<br />

sea dialogada: al estilo de la renovación de las promesas<br />

bautismales en la Vigilia. El baptisterio debe permanecer<br />

iluminado y adornado con flores este domingo.<br />

Pero sobre todo la Eucaristía debe presentarse como el<br />

gran banquete de Pascua: la segunda lectura de la misa


(1 C 5, 6-8) invita a relacionar el pan eucarístico con el<br />

pan ácimo que hemos de ser los cristianos que,<br />

comulgando con el Cuerpo de Cristo, nos convertimos en<br />

aquello que comemos: la carne de Cristo, el cordero<br />

pascual inmolado. En la línea que he apuntado en la<br />

Vigilia, hay que poner de relieve la unidad de la iniciación<br />

cristiana que nos injerta en el Misterio pascual: siempre<br />

que celebramos la eucaristía renovamos nuestro bautismo<br />

y recibimos el Espíritu del Resucitado (en la epíclesis<br />

después de la memoria de la cena). La eucaristía nos<br />

mantiene siempre viva la pascua del Señor: y eso, que<br />

constituye el motivo supremo de la alegría cristiana,<br />

alcanza su cumbre en la pascua anual, hoy.<br />

-EL KERIGMA PASCUAL. Evangelizar es predicar la Pascua.<br />

Podríamos decir, pues, que la evangelización a partir de la<br />

liturgia, de la eucaristía en concreto, encuentra su<br />

momento pleno en la homilía de Pascua.<br />

Este domingo sí que los que predicamos nos tendríamos<br />

que revestir del valor y de la alegría de los ángeles junto<br />

al sepulcro, de María Magdalena, de los Apóstoles: ¡HA<br />

RESUCITADO! ¡No busquéis entre los muertos al que vive<br />

por siempre! A las misas de Pascua asisten a menudo<br />

bastantes practicantes ocasionales. Es muy conveniente<br />

que este domingo sientan una palabra límpida, clara,<br />

esencial, nuclear de la Iglesia, su mensaje único: ¡La<br />

muerte ha sido vencida definitivamente por la Vida! El<br />

Resucitado es el único Salvador; él nos libra del Mal, nos<br />

abre el camino de la verdadera felicidad. Este es el<br />

kérigma pascual, el que predicaron los apóstoles a partir<br />

de Pascua y Pentecostés, el que siempre ha de repetir la<br />

Iglesia de todas las generaciones.<br />

Las homilías de Pascua han de estar bien preparadas,<br />

convincentes, no deben irse por las ramas, han de<br />

mostrar el tronco firme de nuestra fe. Nuestra fe -<br />

respuesta positiva al kérigma- es radicalmente pascual:<br />

consiste en creer que Jesús HA RESUCITADO, que ¡es el<br />

SEÑOR!


2. LAS CELEBRACIONES DEL DOMINGO DE PASCUA<br />

Este domingo es el tercer día del Triduo Pascual, que ha<br />

tenido en la Vigilia su punto culminante y, a la vez, el<br />

primer día de la Cincuentena Pascual, las siete semanas<br />

de celebración de la Pascua, que concluirá con<br />

Pentecostés, el nombre griego del "día quincuagésimo".<br />

Tenemos que cuidar las celebraciones de este día. Por su<br />

importancia intrínseca y también porque bastantes fieles<br />

de los que vienen hoy a misa no han participado en la<br />

Vigilia. Las celebraciones de este domingo no tienen que<br />

ser como un apéndice poco festivo a la gran fiesta de la<br />

noche o a la Semana Santa.<br />

Una Eucaristía pascual y festiva<br />

Las misas del día de Pascua se deben celebrar con la<br />

máxima solemnidad. Deben transpirar la alegría y la<br />

importancia de la Pascua del Señor. La oración colecta se<br />

alegra porque "en este día nos has abierto las puertas de<br />

la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte". La<br />

de las ofrendas afirma que todos estamos "rebosantes de<br />

gozo pascual", y la poscomunión, que la Iglesia ha<br />

quedado "renovada por los sacramentos pascuales". A lo<br />

largo de esta misa sería bueno hacer referencia a la Vigilia<br />

que la comunidad cristiana ha celebrado la noche pasada.<br />

Hay varios rasgos que pueden destacarse en las misas de<br />

hoy:<br />

a) En el rito de entrada, la procesión se podría hacer con<br />

el Cirio llevado expresivamente, mientras un canto<br />

pascual, gozoso y prolongado, crea ambiente de fiesta y<br />

centra la atención de todos en Cristo Resucitado.<br />

b) El Cirio Pascual, que estará encendido durante toda la<br />

Cincuentena, se coloca cerca del ambón de la Palabra, en<br />

el lugar donde fue entronizado en la Vigilia. Lo que la


Palabra nos irá proclamando con su lenguaje, lo irá<br />

diciendo también, con su lenguaje propio, humilde pero<br />

constante, este Cirio encendido. En la monición de entrada<br />

el sacerdote hará bien en aludir a este sereno y expresivo<br />

signo pascual.<br />

c) La aspersión bautismal tiene sentido todos los<br />

domingos, pero más en los de Pascua, y sobre todo hoy:<br />

en lugar del acto penitencial y del Kyrie, es muy<br />

conveniente hacer la aspersión con el agua bendecida en<br />

la Vigilia. Es un gesto que vale la pena realizar con<br />

expresividad, pasando por toda la iglesia, mientras se<br />

canta un canto bautismal. Además, el sacerdote debe dar<br />

ejemplo: como indica el Misal, primero se asperja a sí<br />

mismo, porque también él necesita recordar y renovar su<br />

bautismo. Al rito de la aspersión le sigue el canto gozoso<br />

del Gloria.<br />

d) En cuanto a las lecturas bíblicas, "para la misa del día<br />

de Pascua, se propone el evangelio de san Juan sobre el<br />

hallazgo del sepulcro vacío. También pueden leerse, si se<br />

prefiere, los textos de los evangelios propuestos para la<br />

noche santa, o, cuando hay misa vespertina, la narración<br />

de Lucas sobre la aparición a los discípulos que iban de<br />

camino hacia Emaús. La primera lectura se toma de los<br />

Hechos de los Apóstoles, que se leen durante el tiempo<br />

pascual en vez de la lectura del Antiguo Testamento. La<br />

lectura del Apóstol se refiere al misterio de Pascua vivido<br />

en la Iglesia" (Leccionario 99).<br />

e) Antes del evangelio, se canta o se recita la hermosa<br />

secuencia Victimae paschali laudes con alabanzas al<br />

Resucitado que ha triunfado de la muerte. Hoy habría que<br />

cantar los títulos y las aclamaciones del evangelio y dar<br />

especial relieve al Aleluya: para bastantes de los<br />

presentes será la primera vez que lo cantan desde el inicio<br />

de la Cuaresma.


f) Algunas comunidades celebran en este día, en la misa<br />

central, los bautizos que se han ido preparando durante la<br />

Cuaresma.<br />

g) El Credo se podría decir en su forma dialogada, como<br />

en la Vigilia y en los bautizos. Incluida aquí, si se cree<br />

oportuno, la renovación de las promesas.<br />

h) Hoy es uno de los días en que más sentido tiene la<br />

comunión bajo las dos especies, al igual que en la<br />

Eucaristía de la Vigilia.<br />

i) Al final, a la despedida hay que darle un tono más<br />

festivo, con el doble Aleluya y un expresivo deseo de<br />

felices Pascuas.<br />

Vísperas bautismales<br />

Las Vísperas de este domingo han tenido en la historia un<br />

sentido bautismal que habría que aprovechar<br />

pastoralmente: ayudaría a concluir más expresivamente el<br />

Triduo Pascual, dando gracias por el don del Bautismo.<br />

a) Después de la entrada y una oportuna monición, se<br />

podría hacer el rito del "lucernario": el presidente<br />

enciende expresivamente el Cirio, mientras se canta un<br />

himno pascual al Resucitado.<br />

b) Después de los salmos, lectura y homilía, se organiza,<br />

mientras se canta un canto bautismal, la procesión al<br />

baptisterio, lugar que debe aparecer bien iluminado, con<br />

flores, con agua nueva. Allí puede hacerse una aspersión,<br />

aunque se haya hecho por la mañana. Este día el<br />

recuerdo bautismal debe ser muy explícito. Se podría<br />

hacer de modo distinto: pasan todos a mojar su mano en<br />

el agua de la fuente, bendecida en la Vigilia, y se<br />

santiguan.


c) Se concluye con el Magníficat (con incensación, si<br />

parece oportuno), las preces, el Padrenuestro y la<br />

bendición solemne.<br />

3.<br />

La misa de Pascua está llena de gozo, del gozo de la Vida<br />

que nos comunica el Resucitado. La misa de hoy la<br />

tenemos que entender y celebrar sobre todo como un<br />

encuentro con el Resucitado tal como lo disfrutaron los<br />

discípulos el mismo día de Pascua.<br />

1. LA BUENA NOTICIA PASCUAL<br />

Las lecturas bíblicas son hoy más abundantes. Hay que<br />

escogerlas con esmero, con sentido de acomodación con<br />

cada asamblea concreta.<br />

La primera es de los Hechos de los Apóstoles. Es el libro<br />

que nos acompañará durante el tiempo pascual. Conviene<br />

enseñarlo a los fieles: la Iglesia nace de Pascua por eso<br />

leemos en este tiempo el primer libro de su historia. La<br />

predicación de Pedro hoy en nuestras asambleas ha de<br />

sonar primero como un kerigma, un primer anuncio de la<br />

Buena Noticia: la muerte y la resurrección de Jesucristo,<br />

precisamente porque somos conscientes que hoy vienen<br />

algunos que quizás son débiles en la fe, que no tienen<br />

muy asumido ni claro lo que predica la Iglesia. Hay que<br />

mostrarles hoy lo que es realmente fundamental y nuclear<br />

en nuestra fe: acoger a Jesús que muriendo destruyó la<br />

muerte y resucitando nos devolvió a la vida. Es la vida<br />

nueva, que vivimos al estilo pascual, pasando como Jesús<br />

de la muerte de nuestros pecados y egoísmos, del mal<br />

que nos obsesiona y agobia, a la esperanza de la victoria<br />

de la resurrección que ya late en nuestra condición mortal<br />

y que nos proyecta hacia la participación plena de la vida<br />

J


eternamente feliz. Es la tensión celestial que nos presenta<br />

la epístola de Pablo a los colosenses.<br />

2. COMER Y BEBER CON EL RESUCITADO<br />

Otro texto a remarcar de la primera lectura es: "Nosotros<br />

hemos comido y bebido con él después de la<br />

resurrección". Los apóstoles continuaron compartiendo con<br />

el Maestro la mesa, la Cena. La comensalidad con el<br />

Resucitado los hizo testimonios de la resurrección,<br />

mensajeros de la Buena Noticia. Es el Resucitado quien<br />

nos continúa reuniendo cada domingo para compartir la<br />

resurrección, para ser testigos de ella ante todo el mundo.<br />

Hay que predicar que hoy es el domingo principal del año<br />

y que, para el cristiano, la celebración auténtica del<br />

domingo consiste en sentarse en la mesa con el<br />

Resucitado, compartir la Eucaristía con los hermanos,<br />

para ser testigos de la vida nueva en el mundo.<br />

3. "REALMENTE EL SEÑOR HA RESUCITADO"<br />

Hoy hay tres textos evangélicos para escoger.<br />

Primero, en las misas del día, hay que escoger entre el<br />

evangelio de Juan (20, 1-9), el tradicional, puesto que el<br />

tiempo pascual tiene el cuarto evangelio como preferido, y<br />

el de Lucas, que fue proclamado en la Vigilia Pascual. Un<br />

primer criterio es escoger el de Juan si se sabe que<br />

muchos de los presentes han acudido a la Vigilia. El texto<br />

de Lucas, como he comentado en las orientaciones de la<br />

Vigilia, es muy incisivo por su valor kerigmático: "¿Por<br />

qué buscáis entre los muertos al que vive?" Para muchos,<br />

Jesús ¿sólo es un personaje histórico, que ya ha pasado?<br />

¿o es la fuente de la vida, el Señor que vive para siempre<br />

después de vencer la muerte?<br />

En las misas vespertinas se puede leer Lc 24, 13-35. El<br />

encuentro del Resucitado con los dos discípulos que van<br />

de Jerusalén a Emaús tiene un verismo singular cuando se<br />

proclama en la tarde de Pascua. Es toda una catequesis


de la Eucaristía de la Iglesia peregrina, a menudo<br />

desencantada, agobiada por la muerte y el fracaso, que se<br />

encuentra con el Maestro que va retrayendo y explicando<br />

las Escrituras, que se sienta en la mesa con los<br />

peregrinos y estos lo reconocen cuando parte el pan;<br />

entonces con los demás comparten la alegría pascual y<br />

dan testimonio: "Realmente el Señor ha resucitado".<br />

4. RENOVAR EL BAUTISMO<br />

En todas las misas de Pascua, sea por aspersión del agua<br />

bautismal al comienzo en lugar del acto penitencial, sea<br />

con la renuncia y con la profesión de fe (con el texto de la<br />

Vigilia Pascual) después de la homilía, es muy<br />

conveniente renovar el compromiso bautismal en aquellas<br />

asambleas en que se prevé que muchos no han asistido a<br />

la Vigilia.<br />

No está de más recordar hoy que la Eucaristía de cada<br />

domingo hace revivir y perdurar, alimentándola y<br />

poniéndola al día, nuestra iniciación cristiana que<br />

comienza por el bautismo y la confirmación. La oración<br />

sobre las ofrendas es muy sugerente sobre esto:<br />

"Celebramos estos sacramentos en los que tan<br />

maravillosamente ha renacido y se alimenta tu Iglesia".<br />

5. LAS SEGUNDAS VÍSPERAS DE PASCUA<br />

El triduo pascual y la solemnidad anual de la Pascua se<br />

cierran con la celebración de vísperas que acaban con la<br />

procesión a la fuente bautismal. Es una celebración muy<br />

recomendable tanto para introducir a los fieles más y más<br />

en la liturgia de las horas, como para resaltar el carácter<br />

glorioso de la alabanza divina que entonan los bautizados<br />

el domingo central de todo el año cristiano.<br />

4. Lecturas para la Semana<br />

Lunes:


Hechos 2,14.22-23. Dios resucitó a este Jesús y todos<br />

nosotros somos testigos. Mateo 28,8-15. Id a comunicar a<br />

mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán.<br />

Martes:<br />

Hechos 2,36-41. Convertíos y bautizaos todos en nombre<br />

de Jesucristo. Juan 20,11-18. He visto al Señor y ha dicho<br />

esto.<br />

Miércoles:<br />

Hechos 3,1-10. Te doy lo que tengo: en nombre de<br />

Jesucristo, echa a andar. Lucas 24,13-38. Reconocieron a<br />

Jesús al partir el pan.<br />

Jueves:<br />

Hechos 3,11-26. Matasteis al autor de la vida; pero Dios le<br />

resucitó de entre los muertos. Lucas 24,35-48. Estaba<br />

escrito: El Mesías padecerá y resucitará de entre los<br />

muertos al tercer día.<br />

Viernes:<br />

Hechos 4,1-12. Ningún otro puede salvar. Juan 21,1-14.<br />

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el<br />

pescado.<br />

Sábado:<br />

Hechos 4 13-21. No podemos menos de contar lo que<br />

hemos visto y oído. Marcos 16,9-15. Id al mundo entero y<br />

predicad el Evangelio.<br />

5.<br />

* LA GRAN FIESTA


¡Feliz Pascua! Con estas u otras palabras parecidas hemos<br />

de disponernos a preparar la celebración. Esto es, de<br />

hecho, lo primero que dice quien preside, a la comunidad<br />

al empezar la misa, cuando saluda con "El Señor esté con<br />

vosotros". Y lo que el pueblo responde lo reafirma. Esta<br />

salutación "ritual", con tan gran contenido como el de<br />

afirmar la presencia-presidencia de Cristo resucitado en<br />

medio de su pueblo reunido, hoy ha de tener una fuerza<br />

especial. Y, a continuación, será bueno que las palabras<br />

introductorias sean muy cordiales, siendo adecuado<br />

iniciarlas con un sencillo "Feliz Pascua". También, en forma<br />

de cartel, éste podría ser el saludo que encuentre la gente<br />

a la entrada.<br />

PREPARÉMOSLA BIEN<br />

Siendo esta la gran fiesta de la Iglesia, hemos de<br />

prepararla bien. Y plantearnos cómo se destaca esta<br />

realidad. Tengamos presente, de entrada, que lo que<br />

motiva la fiesta es la resurrección de Cristo: no el que<br />

seamos muchos, que cantemos muy bien, o que<br />

compartamos todo lo que hacemos... Se trata de la gran<br />

fiesta de la fe. Será Pascua tanto si llenamos la iglesia<br />

como si está medio vacía, tanto si los músicos están como<br />

si han ido de vacaciones, tanto si tenemos buenos<br />

lectores como si no... incluso, aunque estemos muy<br />

cansados después de la Semana Santa. ¡Aun así es<br />

Pascua! Una buena preparación comportará, pues, partir<br />

de la realidad que tenemos para destacar a partir de ella,<br />

según las posibilidades, que Cristo ha resucitado. De<br />

manera que los cristianos puedan salir de la iglesia con el<br />

corazón lleno de alegría ya que, en una liturgia sencilla y<br />

tranquila, han podido celebrar que el Señor está vivo y<br />

presente entre nosotros.<br />

La primera preparación de la misa debiera de ser hoy la<br />

oración de aquellos que la preparan. Y a partir de ahí, ver<br />

qué elementos festivos nos proporciona la misma liturgia.<br />

Las flores, ausentes durante la Cuaresma, ahora<br />

destacarán, sobre todo si las colocamos adecuadamente


en los lugares clave: altar, ambón, pila bautismal... El cirio<br />

pascual, bien situado en el presbiterio, cerca de la<br />

Palabra, es muy expresivo; y, si está adornado con flores,<br />

más todavía. El color blanco de los ornamentos litúrgicos.<br />

Los cantos, partiendo de las posibilidades de la<br />

comunidad. Y el dar el tono adecuado a cada momento de<br />

la misa: la aspersión con el agua que nos recuerda el<br />

bautismo recibido; el gloria, bien presentado y destacado<br />

(incluso cuando no se pueda cantar); la proclamación del<br />

evangelio, con un aleluya; la profesión de fe bautismal; la<br />

plegaria eucarística; la comunión bajo las dos especies;<br />

una despedida distendida saludando personalmente en la<br />

cancela ...<br />

LA RESURRECCIÓN DE CRISTO ES EL INICIO DE TODO<br />

He aquí la buena noticia: Todo nace en la Pascua.<br />

Naturalmente, todo lo referente a la fe, a la vida de los<br />

creyentes. Porque, por otra parte, todo continúa igual.<br />

Cristo resucitó la mañana de un día primero de una<br />

semana normal; después de un viernes y un sábado<br />

normales (sólo muy especiales para el grupo que iba con<br />

Jesús, quien para las autoridades no era más que un<br />

conflicto a resolver), en una ciudad y en un mundo que<br />

siguieron con la vida de cada semana... Pero todo empezó<br />

de nuevo para aquellos que "vieron y creyeron", que<br />

"comieron y bebieron con él después de que él resucitara<br />

de entre los muertos". La misma experiencia vivida con<br />

Jesús aquellos años es nueva: ahora se percatan de que<br />

Dios lo "había ungido con el Espíritu Santo y con poder",<br />

que si "pasó por todas partes haciendo el bien y<br />

devolviendo la salud", era "porque Dios estaba con él". Su<br />

muerte, "colgado de un madero", es también vista de una<br />

forma nueva. Y ahora "toman la palabra" y dan<br />

testimonio, aquellos que antes se habían escondido.<br />

También para nosotros la vida seguirá igual. La fiesta de<br />

estos días no habrá cambiado las circunstancias en las<br />

que vivimos. Pero la experiencia pascual que iniciamos con<br />

el bautismo nos hace ser de una manera nueva. La


Pascua anual, y la pascua semanal, debe re-hacer en los<br />

cristianos esta vida nueva recibida en el bautismo.<br />

Y la ha de re-hacer de tal manera que nos empuje a la<br />

acción. No sería consecuente con la Pascua del Señor que<br />

habláramos de esta novedad reduciéndola a una cuestión<br />

personal, íntima... Porque esta novedad nos hace creer<br />

que también el mundo, especialmente en lo referente a<br />

las circunstancias injustas que en él se viven, es renovado<br />

por la acción de Dios, la misma acción que ha resucitado a<br />

su Hijo de entre los muertos. Desde la Pascua que nos<br />

renueva, creemos que Dios lo renueva todo y queremos<br />

que Dios lo renueve todo. Por la comunión con esta<br />

Pascua nos ponemos a disposición de esta fuerza<br />

renovadora, para que el resucitado nos envíe a trabajar<br />

con todos los que luchan por un mundo nuevo.<br />

LA HOMILÍA, LAS ORACIONES...<br />

El contenido de la homilía y de las oraciones (y de las<br />

diversas moniciones que podamos hacer) bien pudiera<br />

basarse en una reflexión previa, hecha entre quien<br />

presidirá la celebración y los demás que la preparan. Una<br />

reflexión que podría partir de los aspectos puestos de<br />

relieve anteriormente: la motivación profunda de la gran<br />

fiesta y la renovación de todo que nace de la Pascua. Y<br />

también debiera partir de la realidad vivida por la gente<br />

del lugar donde estamos celebrando. Después cada cual<br />

deberá asumir su parte.<br />

1. VIO Y CREYÓ<br />

REFLEXIONES


Pedro y el otro discípulo, con un testimonio muy personal,<br />

confiesan que hasta entonces no habían entendido el<br />

sentido de la muerte y de la resurrección del Señor.<br />

Ahora, al encontrar la tumba vacía tal como las mujeres<br />

les han anunciado, es cuando llegan a la fe; es decir,<br />

cuando no lo ven es cuando creen. El Señor ha realizado el<br />

"paso" de Muerte a Vida. Ellos también realizan el "paso"<br />

por la fe. Ya no se quedan bloqueados en el escándalo del<br />

Viernes Santo sino que descubren como Dios les abre un<br />

horizonte de vida insospechado, y la vida que habían<br />

compartido con Jesús ahora toma un nuevo sentido:<br />

nosotros somos testigos de todo lo que hizo... dice Pedro<br />

en la primera lectura. Han quedado verdaderamente<br />

transformados por la Pascua del Señor. También ellos han<br />

realizado el "paso" a la fe y pasan a ser hombres nuevos.<br />

Ahora se tornan "misioneros" de esta Buena Nueva: ¡El<br />

Señor ha resucitado! El libro de los Hechos de los<br />

Apóstoles que ocupará la primera lectura de todo este<br />

tiempo pascual es el libro de la misión, del anuncio de la<br />

resurrección, de la vida nueva de los hombres nuevos que<br />

forman la Iglesia. Es el libro de los testigos. También hoy<br />

debemos seguir escribiendo páginas de este libro con la<br />

acción evangelizadora y misionera de la Iglesia que<br />

encuentra su fuente en la Resurrección del Señor que<br />

celebramos y que da sentido a nuestra vida.<br />

YA QUE HABÉIS RESUCITADO CON CRISTO<br />

Aspirad a los bienes de arriba, dice la segunda lectura. La<br />

invitación, que debemos transmitir con alegría a nuestras<br />

comunidades, es plenamente actual. Creer en la<br />

resurrección de Cristo nos lleva a creer que ya ahora<br />

vivimos esta nueva vida, resucitada, gracias al Bautismo<br />

que hemos recibido. Por él nos ha llegado la fuerza de la<br />

resurrección, nos han llegado los bienes de arriba. La<br />

Pascua nos invita a renovar nuestro Bautismo. Valdría la<br />

pena hacerlo hoy así en el momento de la profesión de fe.<br />

Así también nosotros habremos llegado a entender la<br />

Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.


LA EUCARISTÍA SIEMPRE ES PASCUAL<br />

Sobre todo la de hoy, que coincide con la Pascua anual y<br />

nos permite "revivir" el momento de la resurrección del<br />

Señor. Así podemos celebrar la Pascua (1Corintios 5,8, la<br />

otra posible segunda lectura de hoy) porque es de ella<br />

que sacamos la levadura que hará fermentar toda la<br />

pasta de nuestra vida y de nuestro mundo.<br />

2. DOMINGO/DIA-PRIMERO<br />

"El primer día de la semana" fue María Magdalena al<br />

sepulcro. Todos los evangelios nos presentan la<br />

resurrección el "primer día de la semana". En la tarde del<br />

"primer día de la semana" los discípulos de Emaús<br />

reconocen a Jesucristo resucitado en la "fracción del pan".<br />

Y el "primer día de la semana" se reúne la comunidad<br />

cristiana para escuchar la palabra del Resucitado y hacer<br />

la fracción del pan, la Eucaristía. De ahí la importancia de<br />

la celebración de la Eucaristía del domingo. No es una ley,<br />

no es un mandamiento. Es una necesidad para el<br />

cristiano. Tenemos necesidad de encontrarnos, reunirnos,<br />

somos la comunidad de Cristo Resucitado. Y tenemos<br />

necesidad de escuchar su Palabra, su "Buena Noticia<br />

gozosa". Esa Palabra que se hace Pan, "carne para la vida<br />

del mundo". Y esa Palabra es luz y alimento para que a lo<br />

largo de la semana intentemos hacer las obras que el<br />

Padre quiere, en favor de nuestros hermanos los hombres.<br />

Obras concretas, como Jesús hizo.<br />

3. GRATUIDAD<br />

La vida no es un derecho, la vida es un don. Y el don, la<br />

gracia o lo gratuito, no es consecuencia de ningún<br />

derecho, sino del amor. Por eso, lo que contraría al amor,<br />

se opone a la vida. El odio pone fin a la vida y siembra la


muerte. El egoísmo asfixia la vida, la interrumpe y<br />

desertiza la tierra fecunda y fecundada.<br />

La vida nace del amor, ésa es su raíz, que no el derecho.<br />

Tampoco la muerte es un derecho, aunque habrá que<br />

reconocer el derecho a morir para descalificar tantas<br />

ansias de matar. También la muerte es un don. Pero,<br />

entiéndase bien, es un don, porque es una nueva vida, no<br />

porque sea fin de la vida. Aunque en el acotado campo de<br />

nuestra experiencia la muerte aparezca como fin de esta<br />

vida -no de la vida, sino de ésta- o, mejor dicho, de esta<br />

forma de vivir. Lo que supone un alivio para la inmensa<br />

mayoría de la humanidad, mortificada hasta el extremo<br />

por las pretensiones de los científicos, de los técnicos, de<br />

los políticos... o sea, de los poderosos.<br />

Debería bastarnos el testimonio perenne de la naturaleza<br />

no humana, que muere cada invierno y resucita cada<br />

pascua florida, para entender que la vida no termina, se<br />

transforma. (...).<br />

La fe cristiana es fe en la vida, porque es fe en Jesús que<br />

vive. Ciertamente pasó por la experiencia de la muerte,<br />

para desvelarnos su misterio y la esperanza, pero resucitó<br />

y vive para siempre. Así lo han atestiguado los que lo<br />

vieron vivo antes y después del tránsito de la muerte. Y<br />

así lo ha guardado celosamente y lo ha transmitido<br />

durante siglos la Iglesia. Así lo confesamos y proclamamos<br />

los cristianos: creemos en la resurrección, creemos en la<br />

vida sin fin. No sólo en la vida que esperamos como un<br />

don póstumo, sino en el don de la vida que ya poseemos y<br />

disfrutamos y reclamamos para nosotros y para todos los<br />

hombres.<br />

Por eso creer en la resurrección es apostar por la vida<br />

frente a la muerte y a los sistemas que recurren a la<br />

muerte como solución o justificación de cualesquiera<br />

intereses. Y en esta apuesta nos hemos comprometido<br />

con la vida, como don, para hacerla posible, para<br />

favorecerla en todos y en todo, para defenderla en todos


los niveles, para colmarla de sentido, para humanizarla,<br />

sin domesticarla ni degradarla, hasta descubrir en ella y<br />

por ella al verdadero dador del multiforme y siempre<br />

sorprendente don de la vida.<br />

4. PASCUA RESURRECCIÓN MUERTE.<br />

Pascua es el día que hizo el Señor, el día grande, la<br />

solemnidad de las solemnidades, el día rey, el día<br />

primero, día sin noche, tiempo sin tiempo, edad definitiva,<br />

primavera de primaveras...., pasión inusitada.<br />

"La Resurrección es la verdad fundamental del cristianismo<br />

y el motivo y garantía de nuestra esperanza". (...).<br />

La muerte no es toda la realidad, sólo una parte -y no la<br />

más importante- que remite al todo: Jesús resucitado.<br />

(...).<br />

Si el Señor no ha resucitado, que retornen a casa los<br />

misioneros, que se cierren las iglesias, que cese la<br />

caridad, dejemos la catequesis, que se hundan los<br />

conventos, que quemen el martirologio, que lloren los<br />

santos, camino de los museos, pues son meras tallas de<br />

arte..., que nadie luche, que nadie se esfuerce, porque<br />

"inane, inútil y estéril es nuestra fe" (1 Cor 15, 14 ss).<br />

Pero nuestra fe es roca viva, hormigón cada día más<br />

fuerte y compacto, y esta matinal, fresca, nueva y limpia<br />

Pascua volverá a llenar los caminos de los hombres de<br />

Teresas de Jesús o de Calcuta, de Franciscos-Javier en<br />

Goa o Pacos sindicalistas, aprenderán el nombre de Dios<br />

los niños de labios de sus madres, mientras los<br />

amamantan, y amanecerá el sol del pan y la justicia en<br />

Latinoamérica, aunque sigan los martirios de Romeros y<br />

Ellacurías. Sí, sí, porque es Pascua y "mi fuerza y mi poder<br />

es el Señor", que vive.


5.RECUERDO:<br />

"Seguiré desapareciendo mucho tiempo después de<br />

haberme dormido, porque mi nombre se apagará de<br />

nuevo cada vez que uno de los que me conocieron,<br />

admiraron, amaron, odiaron, exhale su último suspiro.<br />

Pero aun si de generación en generación algunos fieles<br />

transmitieran mi nombre, si mi memoria nunca se apagara<br />

y si recibiera esta seguridad, no encontraría en ello ni<br />

alivio ni consuelo, porque esta inmortalidad en la memoria<br />

de los hombres sólo puede parecer irrisoria a quien<br />

espera la inmortalidad verdadera".<br />

6. /SAL/117/POEMA:<br />

Este es el día en que actuó el Señor,<br />

que sea un día de gozo y de alegría.<br />

Este es el día en que, vencida la muerte,<br />

Cristo sale vivo y victorioso del sepulcro.<br />

Este es el día que lava las culpas y devuelve la inocencia,<br />

el día que destierra los temores y hace renacer la<br />

esperanza,<br />

el día que pone fin al odio y fomenta la concordia,<br />

el día en que actuó el Señor,<br />

que sea un día de gozo y de alegría,<br />

Hoy, Señor, cantamos tu victoria,<br />

celebramos tu misericordia y tu ternura,<br />

admiramos tu poder y tu grandeza,<br />

proclamamos tu bondad y tu providencia.<br />

Que sea para nosotros el gran día,<br />

que saltemos de gozo y de alegría,<br />

que no se aparte nunca de nuestra memoria<br />

y que sea el comienzo de una vida<br />

de esperanza, de amor y de justicia.<br />

7.


"Creer en la resurrección... es el acto de participar en la<br />

creación ilimitada... Tener fe, si es que yo alcanzo a<br />

descifrar la imagen cristiana, es percibir en su identidad la<br />

resurrección y la crucifixión. Sostener la paradoja de la<br />

presencia de Dios en un Jesús crucificado, es decir, en el<br />

fondo de la desgracia y de la impotencia, un Jesús<br />

abandonado de Dios. Tener tal fe es adquirir la libertad de<br />

hombre sobre toda ilusión, la del poder y la del tener.<br />

Dios no es ya el emperador de los romanos, ni aquel tipo<br />

de hombre estimado por los griegos como ejemplar de<br />

belleza y de fuerza..., sino más bien la certeza de que es<br />

posible creer un futuro cualitativamente nuevo, pero tan<br />

sólo si se identifica con aquellos que en el mundo son los<br />

más despojados y los más aplastados... Tal amor y la<br />

esperanza en la resurrección se identifican. Porque no hay<br />

amor más que cuando un ser es para nosotros<br />

irreemplazable, y nosotros estamos prestos a dar por él<br />

nuestra propia vida... Cuando de verdad estamos<br />

dispuestos a tal donación y entrega por el último de los<br />

hombres, es entonces cuando Dios está con nosotros; he<br />

aquí el poder de transformar el mundo".<br />

8.<br />

RECONCILIARSE PARA LA PASCUA<br />

Sigue teniendo sentido lo de "confesar par Pascua". El<br />

camino cuaresmal de purificación y conversión tiene para<br />

los cristianos una expresión sacramental muy válida en la<br />

Reconciliación penitencial.<br />

Antes, en la liturgia romana, se celebraba una Eucaristía<br />

para los penitentes en la mañana del Jueves Santo,<br />

último día de Cuaresma. Ahora organizamos una<br />

celebración comunitaria de la Penitencia con confesión y<br />

absolución personal este mismo día del Jueves por la<br />

mañana, o bien otro día anterior muy cercano. En la<br />

liturgia hispánica el gran acto penitencial se celebra el


Viernes Santo, ya dentro de la Pascua, con la<br />

impresionante ceremonia de la "indulgencia" o "perdón"<br />

en la que el pueblo clama centenares de veces pidiendo<br />

perdón a Dios.<br />

Es bueno entrar en la Pascua -el paso con Cristo a la<br />

Nueva Vida- celebrando con humildad y expresividad el<br />

sacramento de la Penitencia, el sacramento de la muerte a<br />

lo viejo y al pecado, el sacramento de la reconciliación<br />

con Dios y con la comunidad. La Pascua debe ser novedad<br />

total en nuestras vidas. Todo lo viejo, sobre todo el<br />

pecado, tiene que dejar paso a la Vida que nos quiere<br />

comunicar el Resucitado.<br />

9.<br />

Para orar con la liturgia<br />

Señor Dios, que en este día<br />

nos has abierto las puertas de la vida<br />

por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte,<br />

concédenos a los que celebramos la solemnidad<br />

de la resurrección de Jesucristo,<br />

ser renovados por tu Espíritu<br />

para resucitar en el reino de la luz y de la paz.<br />

“¿Por qué buscáis entre los muertos el que está vivo?” (Lc<br />

24,5)<br />

Para mí, hermanos, “la vida es Cristo y morir significa una<br />

ganancia” (Flp 1,21) Me voy, pues, a Galilea, a la montaña<br />

que Jesús nos ha indicado (Mt 28,10.16). Lo veré y lo<br />

adoraré para no morir ya más, porque todo aquel que ve<br />

al Hijo del Hombre y cree en él tiene la vida eterna,


“aunque haya muerto, vivirá.” (Jn 11,25)<br />

Hoy, hermanos, ¿cuál es el testimonio de la alegría que<br />

colma vuestro corazón por el amor de Cristo? Si alguna<br />

vez habéis experimentado el amor a Jesús, vivo o muerto,<br />

resucitado: hoy cuando los mensajeros proclaman su<br />

resurrección en la Iglesia, vuestro corazón exulta y<br />

exclama: “me han traído esta buena noticia: Jesús, mi<br />

Dios, vive. Al escuchar estas palabras, mi corazón que<br />

estaba hundido en la pena y en el desánimo,<br />

languideciendo de tibieza y cobardía, ha recobrado<br />

ánimo.” Hoy, la suave música de este gozoso mensaje<br />

reanima a los pecadores que estaban hundidos en la<br />

muerte. Sin este mensaje no habría más salida que<br />

desesperar y enterrar en e l olvido a aquellos que Jesús,<br />

saliendo de los infiernos, habría dejado en el abismo.<br />

Comprobarás que tu espíritu ha recobrado la vida en<br />

Cristo, si dices: “Si Jesús vive, esto me basta. Si él vive,<br />

yo vivo en él, mi vida depende de él. El es mi vida, él es<br />

mi todo. ¿Qué me puede faltar si Jesús vive? Mejor aun:<br />

que todo lo demás me falte, no me importa, si sé que<br />

Jesús vive.”<br />

LA PASCUA JUDÍA<br />

El pueblo de nuestros antepasados en la fe, celebra su<br />

liberación<br />

La fiesta pascual de los cristianos tiene sus raíces en la<br />

pascua de los judíos. Cuanto mejor conozcamos la<br />

celebración judía, tanto mejor comprenderemos el papel<br />

de la tipología pascual del Antiguo Testamento para<br />

interpretar el misterio de la muerte y la resurrección de


Jesús y tanto mejor comprenderemos lo que celebramos<br />

en la fiesta más importante de nuestra Iglesia.<br />

En Ex 12,1-28 se nos narra la razón por la cual los judíos<br />

celebraban la fiesta pascual. La narración está compuesta<br />

de diferentes relatos, que proceden de tiempos diversos.<br />

Podemos recordar lo siguiente:<br />

LO QUE ERA LA FIESTA DE LA PASCUA ANTES DEL ÉXODO<br />

Desde tiempos inmemoriales, los pastores nómadas<br />

celebraban, con ocasión del comienzo del año, o mejor<br />

aún, con ocasión de la época de transición entre el<br />

invierno y la primavera, una fiesta especial.<br />

Era la época del año en la cual nacían las crías de las<br />

ovejas. Era la época en la cual ellos tenían que comenzar<br />

de nuevo la peregrinación que los conduciría al país<br />

cultivado, en cuyas inmediaciones podrían pasar el<br />

tiempo del verano.<br />

En la noche del primer día de luna llena de la primavera<br />

se reunían los pastores en el desierto, sacrificaban un<br />

cordero, realizaban un rito mágico para espantar los<br />

espíritus que podían perjudicar a los ganados o para<br />

ganarse la protección de los buenos espíritus, y<br />

celebraban una cena. En esta cena comían las carnes del<br />

cordero, con los vegetales que podían encontrar en el<br />

desierto. Cuando la celebración tenía efectivamente un<br />

sentido religioso, agradecían a los dioses la protección<br />

sobre los ganados y la que ellos mismos experimentaban<br />

en la peregrinación que los llevaba más allá del desierto.<br />

En algún momento, cuando ya el pueblo era sedentario,<br />

la fiesta de la Pascua, que era una fiesta pastoril,<br />

coincidió con la fiesta de primavera de los agricultores,<br />

que consistía más que todo en comer los panes sin


levadura, amasados con los primeros frutos de la cosecha<br />

de cereales.<br />

LA FIESTA PROPIAMENTE DICHA DE LA PASCUA DE LOS<br />

ISRAELITAS<br />

La fiesta de primavera que ya existía antes del<br />

surgimiento de Israel como pueblo, se relacionó<br />

estrechamente con la experiencia de fe de la liberación<br />

de los hebreos, esclavos en el Egipto: Ex 12,12-13.21-<br />

23. Y ya no se celebró en función de los ganados (ni de<br />

las cosechas, en el caso de la fiesta de los campesinos),<br />

sino como conmemoración de la liberación del éxodo. La<br />

fiesta comenzaba con la cena pascual y se extendía por<br />

siete días, de acuerdo con la tradición de los ácimos: Ex<br />

12,14-20.<br />

Esta fiesta de la Pascua israelita tiene toda una historia,<br />

que nos obliga a considerar varios momentos:<br />

-Primero que todo, el de lo que podríamos designar como<br />

la celebración doméstica, cuando se realizaba un rito con<br />

la sangre (se marcaban el dintel y los postes de las<br />

casas), además de la cena propiamente dicha.<br />

-Luego la celebración centralizada en Jerusalén, que<br />

incluía un sacrificio cultual con la sangre (recogida por los<br />

sacerdotes en vasijas que se pasaban de mano en mano<br />

hasta el altar), la parte que correspondía a Dios en el<br />

banquete de la comunión; y una cena, que obedecía a un<br />

ritual bien establecido, en el que jugaban un papel<br />

fundamental las carnes del cordero, el pan ázimo, las<br />

hierbas amargas y las cuatro copas de vino. Todos estos<br />

elementos de la cena encarnaban simbólicamente el<br />

memorial del éxodo para ser compartido fraternalmente.<br />

La cena tenía una hermosa estructura pedagógica, que<br />

permitía que los niños aprendieran experimentalmente a<br />

ser judíos, a convertirse en miembros del pueblo elegido.


-En la época de Jesús, la cena pascual tenía además una<br />

importancia escatológica muy grande. Las esperanzas<br />

mesiánicas eran cultivadas de una manera especial en<br />

esta cena, lo que hace bien comprensible el hecho de<br />

que, ya en los mismos relatos por lo menos de los<br />

sinópticos, se dé tanta trascendencia a la referencia a<br />

esta fiesta.<br />

LA CELEBRACIÓN PASCUAL DE LOS JUDÍOS DE HOY<br />

¿Cómo nos narraría hoy un judío su celebración pascual?<br />

Hay que tener en cuenta que, desde la destrucción del<br />

templo en el año 70 d. C. por los romanos, los judíos<br />

renunciaron a comer en la cena pascual un cordero<br />

inmolado. Y también, que la cena pascual se celebra una<br />

vez que se ha asistido a la liturgia sinagogal.<br />

Todo comienza en la tarde del Seder. Seder significa<br />

orden: los judíos llaman a la cena pascual cena del<br />

Seder, porque en ella todo está rigurosamente ordenado,<br />

pues se trata de la tarde más solemne del año.<br />

Con anticipación ha sido retirado todo pan fermentado y<br />

ha sido guardada la vajilla ordinaria. Para la fiesta hay<br />

una vajilla especial. Se prepara pues la fuente del Seder<br />

(el plato), se ponen las copas en las que se servirá el<br />

vino como signo de la alegría, se acercan las sillas<br />

cómodas que reemplazan los triclinios en los cuales se<br />

recostaban los comensales en las cenas antiguas.<br />

La introducción consiste en el servicio de la primera copa<br />

de vino, que se bebe mientras se pronuncia una oración<br />

de alabanza. El padre de familia moja entonces la<br />

verdura en un agua salada, pronuncia una bendición y da<br />

algo a cada uno. Luego reparte un pan ázimo, del que<br />

separa la mitad para después de la cena.


Ahora tiene lugar la cena propiamente dicha. El padre de<br />

familia dirige una invitación a "los que tienen hambre y a<br />

los pobres". Se sirve entonces la segunda copa. El menor<br />

de los asistentes pregunta sobre la razón por la cual se<br />

celebra en esta forma la fiesta. Todos responden:<br />

Un día fuimos esclavos del Faraón en el Egipto; entonces<br />

nos condujo el Eterno, nuestro Dios, fuera de allí.<br />

Se narra entonces la historia de la liberación. Con ocasión<br />

de la narración del recuerdo de las diez plagas, cada uno<br />

mete un dedo en la copa de vino, toma diez veces una<br />

gotita y la derrama. No se debe beber completamente la<br />

copa de la alegría, pues entonces hubo mucho<br />

sufrimiento entre las gentes en el Egipto. A la narración<br />

de la historia de la liberación responden todos con el<br />

Hallel, el conjunto de salmos de alabanza que tienen que<br />

ver con la liberación del Egipto. Se bebe entonces la<br />

segunda copa. El padre de familia toma el pan, pronuncia<br />

la acción de gracias, lo parte y da de él un trocito a cada<br />

uno. De la misma manera toma de las hierbas amargas,<br />

las sumerge en la salsa, pronuncia una bendición, y da a<br />

cada cual de comer.<br />

En ese momento son traídas las viandas propiamente<br />

dichas de la cena. Antiguamente se comían ahora las<br />

carnes del cordero. El postre es simplemente el trozo de<br />

pan ázimo reservado para este momento.<br />

Después de comer se sirve la tercera copa. El padre de<br />

familia comienza la oración de la mesa con las palabras:<br />

"Alabemos a quien nos da el alimento!", y reza la oración<br />

de la mesa. Se bebe entonces la tercera copa.<br />

Se sirve finalmente la cuarta copa. Se abre la puerta para<br />

que pueda entrar el mensajero del Mesías, el profeta<br />

Elías. En medio de la mesa se pone una copa llena de<br />

vino para él. Se canta la segunda parte del Hallel y se<br />

bebe la cuarta copa.


Con una oración de conclusión se termina la celebración.<br />

Podría decirse que celebrar la fiesta de la Pascua ha sido<br />

siempre para el pueblo judío asumir la memoria de su<br />

historia, entendida como historia de liberación. Un<br />

hermoso poema, el Targum de Ex. 12,42, nos da una<br />

cierta idea de la manera como se evoca, en el sentido del<br />

éxodo, toda la historia en el memorial de los judíos.<br />

EL POEMA DE LAS CUATRO NOCHES<br />

(Targum de /Ex/12/42)<br />

Al final de los cuatrocientos años, aquel mismo día,<br />

salieron todos los ejércitos de YHWH liberados, del país<br />

de Egipto. Es una noche de vigilia, preparada para la<br />

liberación en nombre de YHWH, en el momento en que<br />

hizo salir a los hijos de Israel, liberados del país de<br />

Egipto.<br />

Pues bien, hay cuatro noches inscritas en el libro de las<br />

Memorias. La primera noche fue cuando YHWH se<br />

manifestó en el mundo para crearlo. El mundo estaba<br />

informe y vacío y las tinieblas se extendían sobre la<br />

superficie del abismo, y la palabra de YHWH era luz y<br />

brillaba. Y la llamó primera noche.<br />

La segunda noche, cuando YHWH se le apareció a<br />

Abrahán anciano de 100 años y a su esposa Sara, de<br />

noventa años, a fin de cumplir lo que dice la Escritura:<br />

"Es que Abrahán, a los cien años de edad, va a engendrar<br />

y su esposa Sara, de noventa años, va a dar a luz un<br />

hijo?" Pues bien, Isaac tenía 37 años cuando fue ofrecido<br />

en el altar. Los cielos se inclinaron y bajaron e Isaac vio<br />

sus perfecciones. Y la llamó la segunda noche.<br />

La tercera noche fue cuando YHWH se apareció a los<br />

egipcios en medio de la noche; su mano mataba a los<br />

primogénitos de Israel, para que se cumpliera lo que dice


la Escritura: "Israel es mi primogénito". Y la llamó la<br />

tercera noche.<br />

La cuarta noche será cuando el mundo llegue a su fin<br />

para ser disuelto. Los yugos de hierro se romperán y las<br />

generaciones perversas serán aniquiladas. Moisés subirá<br />

de en medio del desierto y el rey Mesías vendrá desde lo<br />

alto. Uno avanzará a la cabeza del rebaño y su palabra<br />

caminará entre los dos y ellos marcharán juntos.<br />

Es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche<br />

reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo<br />

largo de sus generaciones.<br />

LA FIESTA DE LA PRIMERA GAVILLA<br />

O FIESTA DE LA PASCUA<br />

1. PRELIMINARES<br />

Hasta ahora no hemos encontrado en el calendario judío<br />

ninguna fiesta que haya pasado al calendario cristiano.<br />

En cambio, con la fiesta de la primera gavilla, la antigua<br />

fiesta de la primavera, llegamos a la primera solemnidad<br />

nacida en el paganismo de las religiones cósmicas y<br />

progresivamente espiritualizada hasta el punto de ser<br />

hoy la fiesta cristiana por antonomasia, en continuidad<br />

externa con las fiestas humanas antiguas, pero<br />

íntegramente renovada en cuanto a su alcance y<br />

contenido. Recordemos brevemente el punto de partida<br />

humano de la fiesta. La caracterizan dos ritos esenciales:<br />

el pan ácimo y la sangre protectora del cordero.<br />

El rito del cordero es clásico entre las tribus nómadas,<br />

incluso actuales: se inmola un cordero (no hay por qué<br />

comerlo necesariamente) y se derrama su sangre sobre<br />

las estacas de la tienda para que sirva de preservativo


contra las incursiones del espíritu maligno. En cuanto al<br />

rito de los ácimos, parece ser de origen agrícola y refleja<br />

la preocupación de los campesinos, al obtener la primera<br />

harina del nuevo trigo, por no mezclarle levadura<br />

procedente de la cosecha anterior. Con esto entramos de<br />

lleno en el sincretismo de los ritos nómadas y de los ritos<br />

agrícolas, tal como lo practicaba el mundo pagano<br />

cuando nació el pueblo hebreo: por una parte, la fiesta<br />

de la primavera, que pudo determinar durante algún<br />

tiempo el comienzo del año; por otra, el rito del cordero<br />

preservador.<br />

Se comprende que la aparición de la primavera pudiera<br />

concretarse en una fiesta con el mismo título que la<br />

riqueza de la recolección se plasmó en la fiesta del otoño.<br />

Si la fiesta de la primavera no llegó a alcanzar el<br />

esplendor de la fiesta de los Tabernáculos, ello se debió,<br />

sin duda, a que el duro trabajo de los campos coartaba<br />

en primavera un esparcimiento que el final de la<br />

recolección hacia más fácil y completo.<br />

Nuestros semipaganos de hoy día, que forman las masas<br />

populares, celebran espontáneamente, a menos que sea<br />

por un resto inconsciente de civilización cristiana, la<br />

fiesta de la primavera: vacaciones de Pascua, nueva<br />

costumbre de estrenar por Pascua, huevos de Pascua,<br />

etc. Todo esto alude al sentido de renovación, al olvido<br />

de la vida antigua, a la evasión del mundo de todos los<br />

días a cambio de "otra cosa". Pensando en estos ritos de<br />

la primavera pagana de nuestros días, podremos ver<br />

cómo se las ha ingeniado Dios para obligar a su pueblo a<br />

superar esos ritos sin oponerse a ellos, celebrando así la<br />

renovación de la vida espiritual y la marcha hacia la<br />

nueva era de los hijos de Dios.<br />

Si bien el rito mágico de la sangre del cordero no tiene<br />

prácticamente cabida en un mundo que cree poder<br />

sustituir la magia con la técnica para inmunizar al<br />

hombre contra los elementos, quedan todavía muchos<br />

cadáveres de pájaros o de roedores colgados a la puerta


de los establos para preservar de epidemias al ganado y<br />

muchos quicios pintados de tiza o cal, para que podamos<br />

considerar a nuestros contemporáneos absolutamente<br />

ajenos a ciertos ritos preservativos, como el de la sangre<br />

del cordero.<br />

Parece, pues, que existe la posibilidad de una catequesis<br />

a partir de esas realidades humanas para llevar al<br />

cristiano hasta la plenitud del misterio pascual. Las líneas<br />

esenciales de semejante catequesis nos las indicará Dios<br />

mismo, si somos capaces de seguir paso a paso el<br />

desarrollo de su pedagogía en la Escritura.<br />

2. COINCIDENCIA DE DOS RITOS<br />

El primer hecho que debemos considerar es la<br />

yuxtaposición del rito agrícola de los ácimos y del rito<br />

nómada del cordero. Entre ambos ritos no existe ningún<br />

nexo original, puesto que pertenecen a dos mundos<br />

distintos y, si el primero está ligado al decurso del año, el<br />

segundo depende de acontecimientos incontrolables. El<br />

uno pone al hombre en contacto con el ritmo cósmico y<br />

natural; el otro, en cuanto es posible, le previene de<br />

acontecimientos inesperados: epidemia, desgracia, etc.<br />

Sin embargo, los textos más antiguos de la Biblia -sobre<br />

todo, a partir del Deuteronomio- nos muestran ambos<br />

ritos en coexistencia pacífica. La Pascua se celebra el<br />

catorce de nisán, mientras que la fiesta de los ácimos<br />

comienza al día siguiente. Es probable que este<br />

sincretismo obedezca en gran parte a la lenta penetración<br />

de los hebreos nómadas en la región agrícola de Canaán.<br />

Pero la Biblia da de ello una explicación diversa, apenas<br />

comprensible para nuestra mentalidad moderna.<br />

Durante la estancia del pueblo en Egipto, se<br />

desencadenan sobre el país una serie de plagas<br />

espantosas. La última es particularmente trágica: el<br />

espíritu del mal (el "ángel exterminador", dice la<br />

Escritura) pasará dando muerte a todos los primogénitos.


Inmediatamente los judíos nómadas echan mano del rito<br />

tradicional del cordero degollado y la sangre derramada.<br />

El yahvista refiere la tradición por su cuenta,<br />

entroncándola en la concepción del monoteísmo según la<br />

cual el ángel exterminador actúa por voluntad de Dios,<br />

pero pone gran cuidado en mostrar que los judíos<br />

poseían en su patrimonio un rito eficaz por cuya virtud se<br />

vieron protegidos al tiempo que sucumbían los egipcios:<br />

"Tomad unas cabezas de ganado menor para vuestras<br />

familias e inmolad la Pascua. Luego cogeréis un manojo<br />

de hisopo, lo empaparéis en la sangre que contiene la<br />

fuente y aplicaréis esta sangre de la fuente al dintel y a<br />

los quicios de las puertas. ¡Que nadie de vosotros salga<br />

de casa hasta la mañana siguiente! Así, cuando Yahvé<br />

recorra Egipto para castigarlo, al ver sangre en el dintel y<br />

en los quicios pasará por delante de aquella puerta sin<br />

permitir al Exterminador entrar en vuestras moradas<br />

para asestar sus golpes. Ex. 12, 21-24.<br />

Se adivina la preocupación del redactor de este pasaje<br />

por purificar la tradición, pero ello no quita que podamos<br />

ver todavía su trasfondo mágico en la prescripción de "no<br />

salir de casa hasta el día siguiente". Este aspecto<br />

preservativo de la sangre parece ser el portante del rito,<br />

pues el redactor se apoyará en una etimología fantástica<br />

de la palabra Pascua para hacerle decir que el<br />

exterminador "pasará adelante" o pasará por delante".<br />

Dios interviene en un antiguo rito mágico para manifestar<br />

así a su pueblo que Él le "salva" del peligro que aplastará<br />

a Egipto.<br />

El hecho acontece, como por casualidad, en primavera.<br />

Está cerca la fiesta de la primera gavilla, con que se<br />

inaugura el período de los panes sin levadura. He ahí los<br />

dos ritos fortuitamente unidos según el modo de ver del<br />

redactor yahvista, el cual presenta a los judíos<br />

abandonando Egipto precisamente en el momento en que<br />

se elabora el pan sin levadura. Pero el redactor atribuye<br />

luego a este pan ácimo un sentido nuevo que lo hace


pasar del nivel naturalista al nivel histórico. Será el pan<br />

que hubo de llevarse sin esperar a que fermentara,<br />

debido a la prisa por escapar de la tierra de la esclavitud:<br />

Los egipcios apremiaban al pueblo para apresurar su<br />

marcha, pues decían: "¡Vamos a morir todos!" La gente<br />

se llevó la masa antes de que fermentara, cargando las<br />

artesas al hombro, envueltas entre sus mantos... Los<br />

hijos de Israel partieron de Ramsés hacia Sukkot en<br />

número de unos seiscientos mil infantes -todos los<br />

hombres- sin contar sus familias. Se unió a ellos una<br />

numerosa y variada muchedumbre, así como ganado<br />

mayor y menor formando inmensos rebaños. Cocieron<br />

ellos, en forma de tortas ácimas, la masa que sacaron de<br />

Egipto, porque no había fermentado. Expulsados de<br />

Egipto sin la menor demora, no habían podido procurarse<br />

provisiones para el viaje. Ex. 12, 32-39.<br />

Este pasaje es particularmente interesante, porque nos<br />

demuestra una vez más cómo se las ha arreglado la<br />

liturgia para asimilar un rito de origen agrícola. Mientras<br />

que, por lo que se refiere al rito del cordero, se ha<br />

limitado a quitarle el carácter mágico y encuadrarlo en el<br />

monoteísmo (haciendo depender de Yahvé al ángel<br />

exterminador), en el caso del rito agrícola la labor de<br />

espiritualización consiste en procurarle nuevas<br />

referencias. Y así, en lugar de ser el signo del ciclo<br />

natural de las cosechas y de la renovación que ese ciclo<br />

introduce en la vida, el pan ácimo significa ahora un<br />

acontecimiento histórico: la prisa con que los israelitas<br />

abandonaron la tierra de Egipto. El rito pasa del<br />

significado agrícola al nómada, del naturalista al<br />

histórico. Es el proceso seguido por varios ritos agrícolas<br />

de la fiesta de los Tabernáculos, como hemos visto en el<br />

párrafo anterior: la experiencia del desierto es un foco<br />

universal de atracción que fuerza realmente el<br />

simbolismo obvio de los ritos. El rito hebreo no pierde de<br />

vista la renovación primaveral celebrada originariamente<br />

por el rito mismo; pero esa renovación adquiere una<br />

densidad inesperada: no es ya la simple novedad cíclica


producida anualmente por la naturaleza, sino la novedad<br />

de vida que hizo pasar a todo un pueblo de la esclavitud<br />

a la libertad, que le dio nacimiento y le lanzó a la vida, a<br />

raíz de librarle milagrosamente de un mal extraordinario.<br />

3. RITO Y PALABRA<br />

El primer documento legislativo importante que trata de<br />

la fiesta de Pascua pertenece a uno de los más antiguos<br />

estratos de la legislación judía: el Código de la Alianza.<br />

Este toma una posición decidida en favor de la<br />

interpretación histórica de la fiesta:<br />

Guardarás la fiesta de los ácimos. Durante siete días<br />

comerás ácimos, como te he mandado, en el tiempo<br />

fijado del mes de Abib: porque durante ese mes saliste<br />

de Egipto. Ex., 23, 14-16.<br />

No se puede concluir gran cosa de este texto por lo que<br />

se refiere al silencio sobre el rito del cordero. Sin<br />

embargo, es significativo que se hable de "fiesta de los<br />

ácimos", aplicándole el nombre agrícola, mientras que el<br />

término "Pascua" irá más bien ligado al rito del cordero.<br />

Advirtamos también cómo justifica su prescripción el<br />

texto legislativo: "porque durante ese mes saliste de<br />

Egipto". Tal justificación es importante y nos ilustra<br />

acerca de la necesidad de explicar la liturgia una vez que<br />

esta abandona el simbolismo simplemente natural.<br />

Mientras el rito no tiene otro significado que el natural,<br />

no hay necesidad de catequesis para hacerlo<br />

comprender. Un observador de la época que asistiera a<br />

una comida con pan ácimo, podía comprender su sentido<br />

obvio, sobre todo dentro de un contexto concreto. Pero,<br />

para que considere esos panes ácimos como signo de la<br />

salida de Egipto, le es necesaria una iniciación, una<br />

catequesis. Así es como nació la catequesis litúrgica:<br />

como compañera normal de un rito desde que éste<br />

adquiere otro significado además del contenido en su<br />

simbolismo obvio. Lo cual quiere decir que, desde que un<br />

rito pagano se espiritualiza para llegar a ser lo que es en


nuestra liturgia, debe ir acompañado de una catequesis<br />

explicativa: la Palabra acompaña al Rito para determinar<br />

su nuevo alcance. La "relectura" de un rito humano sólo<br />

puede realizarse a través de la Palabra. Vemos, en<br />

efecto, ya desde la época del yahvista y sobre todo en la<br />

reforma deuteronomista, cómo esa catequesis se va<br />

ritualizando de algún modo en el ceremonial de la comida<br />

pascual en familia:<br />

Durante siete días, comerás ácimos, y no se verá en tu<br />

casa pan fermentado; no se verá pan fermentado en todo<br />

tu territorio. Aquel día, darás a tu hijo esta explicación:<br />

"Esto es memoria de lo que Yahvé hizo por mi cuando salí<br />

de Egipto." Ex., 13, 7-8.<br />

Idéntica catequesis a propósito del rito del cordero:<br />

Cuando hayáis entrado en la tierra que Yahvé os va a<br />

dar, guardaréis este rito. Y cuando vuestros hijos os<br />

pregunten: "¿Qué significa para vosotros este rito?", les<br />

responderéis: "Es el sacrificio de la Pascua en honor de<br />

Yahvé, que pasa por delante de las casas de los hijos de<br />

Israel, en Egipto, cuando hirió a Egipto mientras<br />

perdonaba nuestras casas." Ex., 12, 25-27.<br />

El diálogo entablado entre los hijos y el padre a propósito<br />

de los dos ritos pascuales viene a ser el origen de la<br />

catequesis litúrgica. La referencia al acontecimiento<br />

asegura la nueva autenticidad del rito, y la Palabra<br />

proporciona al rito su nuevo significado. Nos hallamos en<br />

el punto de partida de una evolución que permanecerá<br />

fiel a sí misma y se consagrará en una ley fundamental<br />

de la celebración litúrgica cristiana: la unión entre la<br />

Palabra y el Rito. Pero, por desgracia, la mentalidad<br />

católica que sucedió a la Contrarreforma y privó a los<br />

católicos de la Biblia, los privará igualmente de toda<br />

catequesis bíblica de los ritos, desembocando en la triste<br />

situación de nuestra época, en que los ritos se celebran<br />

sin catequesis y tienden por tanto a ser comprendidos, no


ya en su significado sobrenatural, sino en su mero<br />

simbolismo humano<br />

4. RITO Y ACTUALIZACIÓN DEL ACONTECIMIENTO<br />

Poco después del reinado de Salomón, las costumbres y<br />

la religión del pueblo elegido experimentan un profundo<br />

relajamiento. El pueblo olvida los acontecimientos<br />

antiguos y los ritos recaen rápidamente en su simple<br />

significado naturalista o incluso pagano: es el culto del<br />

becerro de oro, de los baales, de los dioses de los<br />

elementos. Son conocidos los esfuerzos casi estériles de<br />

los profetas, desde Elías hasta Isaías, por purificar un<br />

culto lleno de simbolismos paganos. Más tarde, el rey<br />

Josías y la reforma deuteronomista marcan la primera<br />

etapa hacia una espiritualización. Por una disposición un<br />

poco draconiana y que no conseguirá grandes resultados,<br />

Josías exige que vayan todos a Jerusalén para celebrar la<br />

Pascua: suprime así las costumbres paganas que<br />

pudieran nacer en una celebración local de la misma y<br />

unifica la práctica al tiempo que la purifica. Pero el<br />

elemento en que más insiste la reforma deuteronomista<br />

es la actualización del acontecimiento expresado por el<br />

rito. La razón es fácil: los hebreos han ido perdiendo de<br />

vista los acontecimientos del desierto y se han apartado<br />

de la espiritualidad que el desierto llevaba consigo, por<br />

culpa de una vida cómoda en una tierra fértil. Todo<br />

aquello está demasiado lejos, y ellos prefieren aferrarse a<br />

la religión de la naturaleza, que asegura la fecundidad de<br />

la tierra y la regularidad de las cosechas. Para enderezar<br />

esta espiritualidad y reanimar el interés por los<br />

acontecimientos del pasado, el Deuteronomio declarará<br />

que el rito no se limita a recordar unos acontecimientos<br />

antiguos, sino que sitúa al fiel de hoy en el mismo<br />

acontecimiento. El rito no es tan sólo recordatorio de un<br />

hecho pasado que pierde su interés a medida que se<br />

adentra en el pretérito. Al contrario, lleva al individuo de<br />

todos los tiempos hasta el hecho originario.


Ya hemos visto algunos textos que presentan esta óptica<br />

en los ejemplos de catequesis antes citados: "Esto es en<br />

memoria de lo que Yahvé hizo por mi..." o porque<br />

durante ese mes saliste de Egipto". Pero el Deuteronomio<br />

consagrará definitivamente este género de catequesis<br />

que no se limita a tender un puente entre el rito y el<br />

acontecimiento, sino que nos implica en el<br />

acontecimiento del pasado:<br />

Procura guardar el mes de Abib celebrando en él una<br />

Pascua a Yahvé tu Dios, porque fue en el mes de Abib<br />

cuando Yahvé tu Dios, de noche, te hizo salir de Egipto.<br />

Inmolarás a Yahvé tu Dios una Pascua de ganado mayor<br />

y menor, en el lugar elegido por Yahvé tu Dios para hacer<br />

habitar su nombre. Durante siete días no comerás, con la<br />

víctima, pan fermentado; comerás con ella ácimos -pan<br />

de miseria-, porque con prisa abandonaste Egipto: así te<br />

acordarás todos los días de tu vida del día en que saliste<br />

del país de Egipto. Durante siete días, no se verá<br />

levadura en todo tu territorio, y de la carne que<br />

sacrifiques por la tarde del primer día, no quedará nada<br />

para la noche hasta la mañana siguiente. No podrás<br />

inmolar la Pascua en cualquiera de las ciudades que te dé<br />

Yahvé tu Dios; silo en el lugar elegido por Yahvé tu Dios<br />

para hacer habitar su nombre. Sacrificarás la Pascua, a la<br />

tarde, al ponerse el sol, a la hora de tu salida de Egipto...<br />

Dt., 16, 1-7.<br />

Varios pasajes de esta prescripción están simplemente<br />

tomados de legislaciones anteriores, pero la originalidad<br />

del Deuteronomio consiste en el afán de implicar en el<br />

rito a la persona del fiel: eres tú quien salió de Egipto.<br />

Esta observación nos permite descubrir un importante<br />

aspecto de la eortologia judía: la fiesta pone al individuo<br />

en contacto con el acontecimiento, pero no sólo por<br />

medio del simbolismo de los ritos, sino -y esto sobre<br />

todo- poniendo la conciencia del fiel en una actitud que<br />

se identifica con la actitud de los antepasados que<br />

vivieron realmente el acontecimiento. En otras palabras,


el común denominador entre el acontecimiento y la fiesta<br />

no es, en rigor, el simbolismo del rito que recuerda tal o<br />

cual acontecimiento, sino la actitud de espíritu común al<br />

antepasado y al fiel que revive la historia. En la Haggadá<br />

actual de la fiesta de Pascua, el ritual tiene prevista esta<br />

munición:<br />

No sólo liberó a nuestros antepasados, sino que también<br />

nos liberó a nosotros con ellos. Porque no se alza un solo<br />

enemigo contra nosotros para exterminarnos. El Santo -<br />

bendito sea- nos salva de sus manos (Ed. Durlacher).<br />

En este estadio de purificación, la fiesta tiende a<br />

provocar, mediante el recuerdo del acontecimiento y el<br />

simbolismo del rito, una actitud de espíritu, una posición<br />

de fe, la cual caracteriza, en último término, el objeto<br />

esencial de la fiesta. Sin embargo, esta "personalización"<br />

de la fiesta no se realiza a costa del simbolismo del rito:<br />

la continuidad con las etapas precedentes está bien<br />

asegurada. Por el contrario, el simbolismo del rito se<br />

sirve de ella, en cierto modo, para espiritualizarse más.<br />

Parece ser, en efecto, si nos atenemos al texto bíblico,<br />

que la fiesta de Pascua ve nacer por entonces un nuevo<br />

rito: la manducación del cordero. Es probable que tal<br />

costumbre se extendiera en el pueblo bastante antes de<br />

la reforma de Josías, quizá bajo la influencia del medio<br />

ambiente; de todos modos, el Deuteronomio, es el<br />

primer texto legal que consagra la existencia del<br />

banquete con el cordero pascual.<br />

Sólo en el lugar elegido por Yahvé tu Dios para hacer<br />

habitar su nombre sacrificarás la Pascua, a la tarde, al<br />

ponerse el sol, a la hora de tu salida de Egipto. La<br />

cocerás y la comerás en el lugar elegido por Yahvé tú<br />

Dios, y de allí, a la mañana siguiente, te volverás para ir<br />

a tus tiendas. Dt., 16, 6-7.<br />

Hasta entonces todo se reducía a la inmolación del<br />

cordero y a la efusión de su sangre sobre los quicios de la<br />

puerta. Si se comía luego el cordero, tal comida no


formaba parte del rito pascual, que se limitaba<br />

exclusivamente a la comida de los ácimos. Pero, a partir<br />

del Deuteronomio -y más aún en la legislación<br />

sacerdotal-, la comida del cordero pasa a primer plano.<br />

Semejante evolución es muy significativa por lo que se<br />

refiere a la personalización que se ha operado en el rito:<br />

lo que cuenta en primer lugar no es el simbolismo del rito<br />

(repetir lo que hicieron los antepasados), sino la actitud<br />

de espíritu provocada por el recuerdo del acontecimiento.<br />

La manducación del cordero es, a este respecto, mucho<br />

más apta para expresar la participación personal de los<br />

fieles en la fiesta que la sola inmolación. Téngase en<br />

cuenta, por lo demás, que la legislación del<br />

Deuteronomio no habla ya de derramar la sangre sobre<br />

las estacas de la tienda o los quicios de la puerta:<br />

asimilarse el cordero -y, más allá del cordero, el<br />

acontecimiento- supone un compromiso personal mucho<br />

más profundo, expresado claramente por la misma<br />

manducación. Cuando entre en vigor la legislación<br />

sacerdotal, tomará el aspecto de una compilación en que<br />

se fusionan elementos diversos: cordero y ácimos, rito de<br />

la sangre derramada y de la manducación, etc. Pero esta<br />

legislación no presenta novedad alguna, fuera del<br />

ceremonial para comer el cordero<br />

El diez de este mes, procuraos cada uno una cabeza de<br />

ganado menor por familia; una cabeza de ganado menor<br />

por casa. Si la familia es demasiado reducida para<br />

consumir el animal, asóciese con su vecino más cercano<br />

a la casa, según el número de personas. Tendréis en<br />

cuenta el apetito de cada uno para determinar el número<br />

de comensales. El animal será sin defecto, macho, de un<br />

año. Lo escogeréis entre los corderos o las cabras. Lo<br />

conservareis hasta el día catorce de este mes; entonces<br />

la asamblea entera de la comunidad de Israel lo degollará<br />

entre dos luces. Tomaréis de su sangre y untaréis los<br />

quicios y el dintel de las puertas de las casas donde se<br />

coma. Aquella noche comeréis la carne asada al fuego; la<br />

comeréis con los ácimos y hierbas amargas. No lo comáis


crudo o cocido, comedlo solamente asado al fuego, con la<br />

cabeza, las patas y las tripas. No guardéis nada para el<br />

día siguiente. Lo que sobrare, lo quemaréis al fuego. Lo<br />

comeréis así: ceñidos los lomos, calzados los pies, con el<br />

bastón en la mano. Lo comeréis con toda prisa, pues es<br />

una Pascua en honor de Yahvé. Ex., 12, 1-12.<br />

Prescindamos, por el momento, de los minuciosos<br />

preceptos de este ritual para quedarnos con los datos<br />

esenciales: cuando el fiel judío come el cordero pascual<br />

como lo haría un nómada, cree hacer algo más que<br />

recordar el acontecimiento; quiere hacer suya la actitud<br />

de sus antepasados, alcanzar su libertad, participar en la<br />

renovación de su vida interior. Por eso, el banquete está<br />

calcado sobre el antiguo rito de inmolación y de aspersión<br />

de la sangre. Así queda clara la rica evolución que ha<br />

seguido la fiesta de Pascua hasta llegar a nosotros. Antes<br />

hemos visto la exigencia de una catequesis; ahora vemos<br />

la exigencia de una actitud personal consciente,<br />

introducida por el banquete pascual: una manera de<br />

revivir el acontecimiento salvador en la medida en que<br />

cada uno se lo asimila por la fe. El rito evoca el<br />

acontecimiento, haciéndolo presente en cierto modo y<br />

exigiendo nuestra adhesión: tenemos ahí en primicias el<br />

alcance del Hodie de nuestra liturgia cristiana.<br />

5. FIESTA DE LA RESTAURACIÓN DEL PUEBLO<br />

Este aspecto de personificación no lo hemos encontrado<br />

tan intenso en nuestro análisis de la fiesta de los<br />

Tabernáculos ni en las fiestas de orden astronómico. Ello<br />

se debe, probablemente, a que la Pascua poseía el<br />

dinamismo interno necesario para supervivir<br />

definitivamente y doblar el cabo de la cristianización, en<br />

el cual se hundieron tantas fiestas judías. Esta<br />

preeminencia de la Pascua sobre las demás fiestas se va<br />

perfilando ya en el Antiguo Testamento, incluso en la<br />

época en que la fiesta de los Tabernáculos es todavía "la<br />

fiesta" por excelencia. Y así, en los distintos períodos de<br />

la historia del pueblo en que se afirma una restauración o


se sanciona de nuevo la alianza -sin cesar comprometida<br />

por la infidelidad del pueblo, los reformadores señalan la<br />

Pascua y no los Tabernáculos como fiesta de esa<br />

renovación o restauración. Josías, después de proclamar<br />

solemnemente la renovación de la alianza, la sanciona<br />

con la celebración de la fiesta de Pascua:<br />

El rey dio esta orden a todo el pueblo: "Celebrad una<br />

Pascua en honor de Yahvé vuestro Dios, del modio que<br />

está escrito en este libro de la alianza." No se había<br />

celebrado una Pascua como aquella desde los días de los<br />

Jueces que habían regido a Israel, ni durante todo el<br />

tiempo de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. El<br />

año decimoctavo del rey Josías, en Jerusalén, se celebró<br />

aquella Pascua en honor de Yahvé. 2 Re., 23, 21-23.<br />

El aspecto moral pasa aquí a primer plano para afirmar el<br />

valor de esta renovación de la alianza sancionada por<br />

Josías y, al mismo tiempo, la restauración de la fiesta de<br />

Pascua. Más tarde, cuando Esdras concluya la<br />

restauración del pueblo liberado del destierro, tendrá<br />

lugar su celebración en torno a la fiesta de Pascua: Los<br />

exiliados celebraron la Pascua el catorce del primer mes.<br />

Todos los levitas, como un solo hombre, se habían<br />

purificado; y ellos inmolaron la Pascua por todos los<br />

exiliados, por sus hermanos los sacerdotes y por sí<br />

mismos comieron la Pascua: los israelitas que habían<br />

vuelto del destierro y todos los que, habiendo roto con la<br />

impureza de los pueblos de aquella tierra, se habían<br />

unido a ellos para buscar a Yahvé, el Dios de Israel.<br />

Celebraron con gozo durante siete días la fiesta de los<br />

Ácimos... Esd. 6, 19-22.<br />

La actitud personal, que es aquí actitud de conversión,<br />

ocupa realmente el lugar más importante de la fiesta.<br />

Poco después del destierro, los documentos sacerdotales<br />

dan cuenta de otra Pascua interesante: la que celebró el<br />

rey Ezequías para sancionar otra renovación de la<br />

alianza. Los Libros de los Reyes no habían prestado<br />

atención a esta celebración pascual, sin duda porque


todavía no estaban preparados para ello. Por el contrario,<br />

los Libros de las Crónicas, dependientes de la corriente<br />

deuteronomista y sobre todo de la corriente sacerdotal,<br />

dan gran relieve a esta Pascua de restauración celebrada<br />

por Ezequías y refieren, en particular, que entonces la<br />

Pascua fue celebrada el segundo mes en lugar del<br />

primero, para asegurar una mayor purificación por parte<br />

del pueblo (2 Cor., 30). No es imposible, por otra parte,<br />

que los cronistas hayan trasladado al pasado de Ezequías<br />

un hecho que debió de tener origen en la reforma de<br />

Josías. Se advierte el mismo procedimiento de<br />

anticipación en la descripción de la primera Pascua<br />

celebrada por el pueblo a su llegada a Guilgal (Jos., 5,<br />

10-12), relato ciertamente antiguo, pero "releído" en<br />

función de preocupaciones sacerdotales.<br />

Así, pues, tanto en el plano individual de la actitud de<br />

espíritu como en el plano colectivo de la restauración y<br />

renovación de la alianza, la Pascua aparece, cada vez con<br />

mayor claridad, como una fiesta personalista cuyo objeto<br />

esencial, provocado desde luego por el rito, es la actitud<br />

interior, la conversión, la fidelidad moral. Todo esto, sin<br />

embargo, se realiza en plena continuidad con el pasado:<br />

nunca faltan los ácimos para indicar la renovación<br />

primaveral, y la celebración de la antigua liberación de<br />

Egipto por la sangre del cordero sigue siendo el<br />

verdadero objeto de la fiesta, aunque sometido a<br />

incesantes relecturas por arte de unas almas llamadas a<br />

una conversión y una renovación interiores cada vez más<br />

profundas.<br />

Una última modificación en el ritual de la Pascua es<br />

introducida por la Thora de Ezequiel, que prevé una<br />

ceremonia de expiación antes de la celebración de la<br />

Pascua. Esta reforma, que desdobla la antigua fiesta de<br />

la expiación situada en dependencia de la fiesta de los<br />

Tabernáculos, viene a demostrar el creciente auge de la<br />

Pascua frente a la fiesta de los Tabernáculos y, sobre<br />

todo, la preocupación personalista y moralizante: si los<br />

antiguos pasaron de Egipto a la Tierra Prometida,


nosotros hemos de celebrar hoy aquel acontecimiento<br />

pasando, a nuestra vez, de la impureza a la pureza:<br />

Así habla el Señor Yahvé. El primer mes, el día primero<br />

del mes, tomarás un novillo sin defecto, para quitar el<br />

pecado del santuario. El sacerdote tomará sangre de la<br />

víctima por el pecado y la pondrá en los postes del<br />

templo y en los cuatro ángulos de la base del altar y en<br />

los postes de los pórticos del atrio interior. Así hará<br />

también el séptimo mes, en favor de los que hubieren<br />

pecado por inadvertencia o irreflexión... Ez., 45, 18-20.<br />

Aquí aparece un nuevo tema: la víctima expiatoria hace<br />

el papel del cordero pascual liberador. Sin tardar mucho,<br />

una sola persona asumirá los dos papeles en su único<br />

sacrificio: será a un tiempo el macho cabrío de la<br />

expiación y el cordero pascual.<br />

6. LA PASCUA Y EL CALENDARIO PERPETUO<br />

Parece ser que, hasta los documentos sacerdotales, la<br />

fecha de la Pascua estuvo bastante imprecisa. Los textos<br />

que hemos citado hablan tan sólo "del tiempo fijado en el<br />

mes de Abib" (Ex., 23, 15). Tampoco el Deuteronomio es<br />

demasiado claro:<br />

Procura guardar el mes de Abib celebrando en él una<br />

Pascua a Yahvé tu Dios, porque fue en el mes de Abib<br />

cuando Yahvé tu Dios, de noche, te hizo, salir de Egipto.<br />

Dt., 16, 1-2.<br />

Esta imprecisión se comprende si la fiesta está<br />

determinada por el comienzo de la siega de la cebada y<br />

la ofrenda de la primera gavilla. El mismo término Abib<br />

significa Espiga. Pero, a medida que predominaba el rito<br />

del cordero sobre el rito de la espiga y de los ácimos, la<br />

fiesta pudo liberarse un poco de su servilismo demasiado<br />

material al ritmo agrícola y concretarse con más<br />

exactitud. Además, mientras el cómputo del tiempo<br />

estuvo basado esencialmente en las fases de la luna, la


fiesta podía caer en cualquier día de la semana. Pero,<br />

después del destierro, se va imponiendo en ciertas<br />

esferas sacerdotales, aunque no sin provocar vivas<br />

reacciones, un nuevo computo, medio lunar y medio<br />

solar, que permite calcular de manera estable un<br />

determinado día del mes. A partir de entonces, en todos<br />

los documentos bíblicos de la época, los sucesos serán<br />

consignados con su fecha exacta, incluso con el día del<br />

mes.<br />

Este nuevo cómputo era un calendario perpetuo solar con<br />

algunas concesiones al calendario lunar. Así resultaba<br />

posible que el 14 de nisán (nueva fecha de la Pascua) no<br />

cayera nunca antes del plenilunio del mes.<br />

Todos los documentos bíblicos datados después del<br />

destierro lo están de acuerdo con este calendario<br />

perpetuo. Y así la Pascua cae siempre el 14 de nisán por<br />

la tarde (nisán era el nuevo nombre del primer mes); por<br />

tanto, siempre en martes, para que la fiesta se celebre<br />

durante la jornada del miércoles 15 de nisán. Pero no<br />

hemos de pensar que el calendario en cuestión se impuso<br />

por completo: oficialmente incluso, el clero del templo<br />

conservó (o adoptó de nuevo) el antiguo calendario en el<br />

que la Pascua podía caer en cualquier día de la semana,<br />

según el ritmo de las fases lunares.<br />

De hecho, parece ser que este calendario no será<br />

aplicado más que en ciertas comunidades judías de<br />

Palestina, en Babilonia y en Elefantina y sólo unos<br />

sectarios, como los miembros de la Comunidad de<br />

Qumrán, seguirían observando este calendario en abierta<br />

oposición con las costumbres vigentes en el Templo de<br />

Jerusalén, al menos en la época de Cristo. Las cuestiones<br />

de calendario siempre han sido, en todas las religiones,<br />

objeto de las peores querellas; no es extraño que<br />

también sucediera así en el pueblo elegido. Entre los<br />

argumentos que suscita la polémica, debemos fijarnos en<br />

uno: el que alegan los partidarios del calendario perpetuo<br />

diciendo que el otro cómputo, de base lunar, es de origen


pagano y contribuye a mezclar las costumbres paganas<br />

con las costumbres judías. Semejante argumento no<br />

carece de razón y no es imposible que se llegara a<br />

regular por un calendario propio la celebración de la<br />

liturgia y de las fiestas judías, precisamente para<br />

caracterizar mejor su originalidad.<br />

La inclusión de la fiesta de la Pascua en los problemas de<br />

los calendarios tendrá dos repercusiones importantes por<br />

lo que se refiere a la espiritualización de la fiesta. En ellas<br />

vamos a detenernos.<br />

La primera característica nueva es que, de ahora en<br />

adelante la Pascua se celebrará "el primer mes del año;<br />

así el Año Nuevo dependerá de la Pascua, perdiendo este<br />

privilegio la fiesta de los Tabernáculos:<br />

Este mes será para vosotros el comienzo de los meses, el<br />

primer mes del año. Ex., 12, 2.<br />

El primer mes, el día decimocuarto del mes, entre dos<br />

luces, es la Pascua de Yahvé y el día decimoquinto de ese<br />

mes es la fiesta de los Ácimos de Yahvé. Lv., 23, 5-6.<br />

En estas prescripciones hemos de ver una importante<br />

consagración de la evolución que ha hecho de la Pascua<br />

la fiesta más espiritual del ciclo judío. A propósito del<br />

ritual de la expiación, hemos visto que varias<br />

prerrogativas de la fiesta de los Tabernáculos han pasado<br />

o pasan a la de Pascua. Ahora le toca al comienzo del<br />

año. Se comprende fácilmente, en esta perspectiva, que<br />

la primera tradición cristiana, al trasladar de la fiesta de<br />

los Tabernáculos a la de Pascua el ritual de entronización<br />

del Mesías bajo la forma de la entrada de Cristo en<br />

Jerusalén, no hizo sino seguir el movimiento iniciado en<br />

el judaísmo. La segunda característica, por hipotética que<br />

sea, merece nuestra máxima atención. En la medida en<br />

que existieron dos cómputos pascuales distintos -el oficial<br />

del Templo, basado en la luna, y el sectario, basado en el<br />

calendario perpetuo-, ¿no habría también dos maneras


de celebrar el banquete pascual? No es fácil imaginar, en<br />

efecto, que los partidarios del calendario perpetuo, para<br />

quienes la Pascua caía en la tarde del martes, comieran<br />

el cordero pascual de acuerdo con lo prescrito, ya que<br />

éste debía ser inmolado en el Templo por los sacerdotes,<br />

los cuales seguían oficialmente un calendario en el que la<br />

inmolación del cordero podía caer varios días más tarde.<br />

Se podría pensar que prescindían de corderos pascuales,<br />

lo cual no sería demasiado extraño. Pero, en concreto,<br />

parece probable que los monjes de Qumrán inmolaban el<br />

cordero pascual, aunque no en el Templo de Jerusalén,<br />

pues juzgarían que su propia comunidad y su servicio,<br />

constituía un verdadero Templo (doctrina que es<br />

fundamental en Qumrán), lo cual les daba derecho a<br />

inmolar el cordero. La hipótesis es atrayente y podría<br />

muy bien señalar una nueva etapa en la espiritualización<br />

de la Pascua, etapa que prepararla el comportamiento de<br />

Cristo en su propio banquete pascual: el cordero no es<br />

sino el símbolo de una actitud de espíritu. Desde el<br />

momento en que está creada tal actitud -y lo está en el<br />

servicio mutuo, sobre todo si el cordero es el símbolo del<br />

"siervo"-, ciertas prescripciones rituales referentes a la<br />

inmolación del cordero pueden ceder ante lo esencial y<br />

desaparecer. Más adelante insistiremos en la importancia<br />

de esta espiritualización.<br />

Idéntico problema se plantea a propósito de los ácimos.<br />

Si hubo dos calendarios distintos, es probable que<br />

hubiera también cierta confusión en el ritual de la Pascua<br />

y que los partidarios del calendario perpetuo celebraran a<br />

veces el banquete pascual sin disponer ya de ácimos, al<br />

menos si la confección de éstos estaba condicionada por<br />

el calendario oficial del templo. Podríamos pensar por<br />

tanto, que Cristo celebró la Cena el martes 14 de nisán,<br />

sin cordero (puesto que no será inmolado hasta el<br />

viernes siguiente en el templo) e incluso sin ácimos. Tal<br />

es el punto que procuraremos dilucidar en el párrafo que<br />

sigue.<br />

7. CRISTO EN LA CELEBRACIÓN DE LA PASCUA


El rodeo que acabamos de dar con la cuestión de los<br />

calendarios no es inútil, porque nos permite, a la luz de<br />

los trabajos de A. Jaubert , ver más claro en la conducta<br />

de Cristo durante la Pascua que iba a ser suya como<br />

ninguna otra. La mejor explicación a las aparentes<br />

contradicciones entre los sinópticos y San Juan en cuanto<br />

a la cronología de la Semana Santa procede a partir del<br />

conflicto entre los dos distintos calendarios (conflicto que<br />

se prolongó en la primera tradición cristiana y dio origen,<br />

en parte, a las graves disputas pascuales que dividieron a<br />

la cristiandad hasta el siglo III). El año de la Cena, la<br />

Pascua del 14 de nisán según el calendario perpetuo caía,<br />

como estaba previsto, en martes, mientras que la Pascua<br />

según el calendario lunar, tal como se observaba en el<br />

Templo, era el viernes siguiente. Según esto, Cristo<br />

celebró el banquete pascual con sus apóstoles el martes<br />

par la tarde, sin cordero y, probablemente, sin ácimos. Y<br />

murió el viernes, precisamente a la hora en que se<br />

inmolaba el cordero en el Templo, como subraya<br />

discretamente San Juan. Estos datos parecen<br />

actualmente ciertos a la mayoría de los exegetas de la<br />

Semana Santa.<br />

Pero entonces, ¿qué sentido tiene, para nuestro propósito<br />

un banquete pascual sin cordero ni ácimos? ¿No es la<br />

negación de la evolución hasta aquí seguida? ¿O será,<br />

por el contrario, su coronamiento? Aquí conviene<br />

subrayar un punto: después del destierro, Pascua es ante<br />

todo la fiesta de la renovación de la actitud de espíritu, la<br />

fiesta de la "restauración”. Cada uno renueva su corazón<br />

y su fidelidad; renovación que se explicita en la comida<br />

del cordero pascual. La coordenada esencial de la fiesta<br />

no es ya la que pone en conexión el rito y su simbolismo<br />

con el acontecimiento del pasado que se conmemora,<br />

sino la que relaciona el rito con la presente actitud de<br />

espíritu del fiel.<br />

Pero he aquí que uno de esos fieles, Cristo, fiel por<br />

antonomasia, celebra la Pascua con una actitud de<br />

espíritu muy concreta, tan concreta que es el


acontecimiento máximo de toda la historia de salvación:<br />

su sumisión al Padre, su deseo de "servir" a sus<br />

hermanos mediante su muerte expiatoria. Este<br />

acontecimiento es tan esencial que ante él se desvanece<br />

todo rito, resultando caduco e inútil. Es inútil inmolar un<br />

cordero cuando el Cordero de Dios está presente, en<br />

persona, como el Siervo de Dios (Is., 53, 7) que se<br />

ofrece por los pecados de los hombres y se da en<br />

alimento.<br />

Así se comprende por qué Cristo, para celebrar la Cena,<br />

eligió el calendario perpetuo en vez del calendario lunar.<br />

Con ello se liberaba mejor de la sujeción del rito y podía<br />

presentarse más fácilmente, sin velo y sin intermediario,<br />

como el rito y el acontecimiento a la vez. El rito tenía<br />

sentido en ausencia del acontecimiento que<br />

conmemoraba, pero resulta vacío en el acontecimiento<br />

mismo.<br />

La densidad del banquete pascual de Cristo no reside en<br />

su ritualismo, sino en la actitud de espíritu del Señor que<br />

procura comunicar a sus apóstoles. Es curioso, a este<br />

respecto, comparar los diferentes relatos del banquete<br />

pascual en los evangelios y en San Pablo. Mateo y Marcos<br />

se limitan a describir la institución del nuevo rito en torno<br />

al pan y el vino. En cambio, Lucas da un paso más al<br />

referir una singular disputa entre los apóstoles, disputa<br />

que los otros sinópticos sitúan en distinto momento de la<br />

vida de Cristo:<br />

Surgió luego entre ellos una disputa sobre quién de ellos<br />

había de ser tenido por el mayor. El les dijo: "Los reyes<br />

de las naciones imperan sobre ellas y los que ejercen<br />

autoridad sobre las mismas se hacen llamar<br />

Bienhechores. Pero entre vosotros no es así, sino que el<br />

mayor entre vosotros debe comportarse como el más<br />

joven, y el que gobierna, como el que sirve. ¿Quién es,<br />

en efecto, el mayor: el que está sentado a la mesa o el<br />

que sirve? ¿No lo es el que está sentado? Pues bien, yo<br />

estoy entre vosotros como quien sirve". Lc., 22, 24-27.


Lucas tiene, sin duda, una intención muy concreta al<br />

añadir a la Cena -o al conservar en su puesto- esta<br />

tradición que la sitúa en su perspectiva exacta: la<br />

presencia de un "siervo" doliente y humilde basta por sí<br />

misma para justificar la celebración de la fiesta de<br />

Pascua, porque tal presencia es su contenido. Juan va<br />

todavía más lejos cuando sustituye totalmente el relato<br />

de la institución por el del lavatorio de los pies como<br />

elemento esencial del banquete de Pascua:<br />

Durante la cena, una vez que el diablo había inspirado a<br />

Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de<br />

entregarle, sabiendo que el Padre había puesto todo en<br />

sus manos y que él había salido de Dios y a Dios volvía,<br />

se alzó de la mesa, se quitó el manto y, tomando una<br />

toalla, se la ciñó. Luego vertió agua en una palangana y<br />

se puso a lavar los pies de los discípulos y a enjugarlos<br />

con la toalla que se había ceñido... Después de lavarles<br />

los pies, tomar de nuevo sus vestidos y sentarse a la<br />

mesa, les dijo: "¿Entendéis lo que he hecho con<br />

vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís<br />

bien, porque lo soy. Por tanto, si yo, que soy el Señor y<br />

el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros<br />

debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo,<br />

para que hagáis vosotros como yo he hecho. En verdad,<br />

en verdad os digo: no es el esclavo mayor que su señor,<br />

ni el enviado mayor que quien le envía." Jn., 13, 1-16.<br />

Incluso el pan ácimo experimenta aquí una importante<br />

modificación, pues no es imposible que Cristo tomara pan<br />

ordinario para significar su Cuerpo. Parece sugerirlo la<br />

palabra artos, así como la fecha anticipada del banquete<br />

pascual tomado por el Señor. Es radical el cambio que<br />

introduce Cristo en los ritos de la fiesta de Pascua.<br />

Trastorna el calendario y suprime los dos elementos<br />

esenciales desde el punto de vista ritual: e¡ cordero y los<br />

ácimos (lo cual tendrá como primera consecuencia<br />

permitir que las comunidades cristianas celebren la fiesta<br />

pascual todos los domingos), pero saca a plena luz el<br />

contenido subyacente a tales ritos: la sangre expiadora y


liberadora del cordero sigue estando presente, pero bajo<br />

la figura de un siervo y en el drama de una persona<br />

humillada; sigue también presente la renovación<br />

primaveral de la fiesta, pero bajo la forma de la "nueva"<br />

alianza sellada con esa sangre, y, si los ácimos han<br />

desaparecido, su contenido de novedad y de huida del<br />

pasado continúa tan esencialmente incorporado al nuevo<br />

rito de la Pascua que San Pablo puede aludir a él sin que<br />

dé la impresión de que vuelve atrás:<br />

Purificaos de la vieja levadura para ser masa nueva,<br />

puesto que sois ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra<br />

Pascua, Cristo. Celebremos, pues, la fiesta no con vieja<br />

levadura, ni con levadura de malicia y perversidad, sino<br />

con ácimos de pureza y de verdad. 1 Cor., 5, 7-8.<br />

Este último pasaje expresa la nueva manera de celebrar<br />

la Pascua: la actitud de espíritu de Cristo le ha permitido<br />

personalizar la fiesta en su propio drama. Y la actitud de<br />

espíritu que nosotros adoptemos al participar en ese<br />

drama será asimismo el contenido de la fiesta: el rito de<br />

los ácimos será nuestra renuncia al mal y nuestra nueva<br />

alianza con Dios, al igual que el rito del cordero era Cristo<br />

mismo. No obstante, el rito perdura en la celebración<br />

cristiana de la Pascua:<br />

Cada vez que comáis este pan y bebéis este cáliz,<br />

anunciáis la muerte del Señor hasta que venga. Por<br />

tanto, quien come el pan o bebe el cáliz del Señor<br />

indignamente, tendrá que responder del cuerpo y de la<br />

sangre del Señor. 1 Cor., 11, 26-27.<br />

Esto quiere decir que, si la actitud de espíritu del fiel,<br />

unida a la de Cristo-Siervo, es el contenido esencial de la<br />

fiesta de Pascua, su rito no está menos presenté corno<br />

presencia objetiva de Cristo y de su actitud de espíritu y<br />

como levadura capaz de suscitar en nosotros la actitud<br />

de espíritu correspondiente. Ha nacido así una nueva<br />

manera de celebrar la Pascua, de suerte que el rito ya no<br />

tiene el alcance mágico de antaño, ni siquiera el antiguo


alcance simbólico, sino que pasa a ser sacramento, es<br />

decir, contiene el acto mismo de Cristo, objeto de la<br />

fiesta, y, al mismo tiempo, el acto del fiel que renueva en<br />

El la alianza eterna suscitada por el acto de Cristo.<br />

8. UNA HOMILÍA PASCUAL CRISTIANA<br />

Hemos advertido que la catequesis litúrgica apareció al<br />

lado del rito en el momento en que éste abandonó su<br />

simbolismo puramente natural para subir un grado en la<br />

escala de espiritualización. Podemos suponer con razón<br />

que esa catequesis litúrgica debió de alcanzar una<br />

importancia mucho mayor cuando el rito dobló el cabo<br />

del cristianismo y recibió el encargo de expresar y<br />

realizar el nuevo acontecimiento de Cristo y la<br />

correspondiente actitud de espíritu del fiel. Al parecer,<br />

tenemos una gran suerte a este respecto, pues poseemos<br />

una homilía del tiempo apostólico en los materiales de la<br />

primera carta de San Pedro. Carta que ha sido analizada<br />

recientemente y presentada como una composición que,<br />

entre numerosos. materiales reproduce un pequeño<br />

catecismo para la celebración de la noche pascual. Nos<br />

bastará señalar los puntos más característicos del estudio<br />

publicado por el P. Boismard, para descubrir a qué grado<br />

de purificación había llegado la fiesta de Pascua y qué<br />

exigencias concretas de vida suponía su celebración. Si<br />

prescindimos del encabezamiento de la carta, añadido en<br />

época tardía para incorporar la homilía al grupo de las<br />

cartas del Nuevo Testamento, leeremos en primer lugar<br />

una especie de himno introductorio a la Noche de Pascua,<br />

que Boismard -basándose en otros textos paralelos,<br />

como Tit., 3, 5-7- reconstruye de este modo:<br />

Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor en su<br />

misericordia, el cual nos reengendró por la resurrección<br />

de Jesucristo de entre los muertos para una esperanza<br />

viva para una herencia incorruptible para una salud<br />

pronta a manifestarse. 1 Pe., 1, 3-5.


Después de esta bendición de entrada, se leería el<br />

capítulo 12 del Éxodo, lectura que se encuentra en todas<br />

las liturgias pascuales de la época, en toda la Iglesia, y<br />

que es ciertamente una herencia del judaísmo. Dicho<br />

capitulo contiene el relato del acontecimiento judío y la<br />

descripción del banquete pascual, que permite a los<br />

judíos asimilarse el acontecimiento y hacerlo suyo. A<br />

continuación, la primera carta de Pedro nos presenta<br />

unos elementos que podrían formar el tipo de homilía<br />

cristiana sobre esa lectura judía (1 Pe., 1, 13-21).<br />

Homilía particularmente interesante porque nos revela<br />

cómo desemboca el rito en una actitud de espíritu. He<br />

aquí lo que resulta del rito de los lomos ceñidos, previsto<br />

en el ceremonial del banquete (Ex., 12, 11):<br />

Ceñíos, pues, los lomos de vuestro espíritu, permaneced<br />

vigilantes, esperad plenamente en la gracia que os traerá<br />

la revelación de Jesucristo. 1 P., 1, 13.<br />

También el rito del cordero se espiritualiza 12, 5);<br />

Sabed que habéis sido liberados de la vana conducta<br />

heredada de vuestros padres, no con cosas corruptibles,<br />

sino con una sangre preciosa como de un cordero sin<br />

defecto ni mancha, Cristo, conocido antes de la creación<br />

del mundo y manifestado en los últimos tiempos por<br />

vuestra causa. 1 Pe., 1, 18-19.<br />

La salida de Egipto y el culto que había que tributar a<br />

Yahvé en el desierto (Ex., 12, 31) hallan también una<br />

traducción espiritual: son el abandono de los ídolos y el<br />

culto en espíritu y santidad:<br />

Como hijos obedientes, no os conforméis a las<br />

concupiscencias de antaño, del tiempo de vuestra<br />

ignorancia. Antes bien, lo mismo que el que os llamó es<br />

santo, sed santos vosotros en toda vuestra conducta,<br />

según está escrito: "Sed santos, porque yo soy santo." 1<br />

P, 1, 14-15.


El rito halla, pues, su cumplimiento en la actitud de<br />

espíritu del cristiano. Pero esa actitud de espíritu es<br />

provocada, a su vez, y desarrollada por el rito<br />

sacramental. Según el P. Boismard, después de esta<br />

homilía se administraba el bautismo a los nuevos<br />

cristianos. Y, acto seguido, la explicación del misterio de<br />

este sacramento era tema de otra homilía cuyo esquema<br />

figuraría en la continuación de la epístola.<br />

Tal homilía consta de dos dípticos: una breve catequesis<br />

mistagógica y una exhortación moral. Analicemos, en<br />

primer lugar, la catequesis:<br />

Obedeciendo a la verdad, habéis santificado vuestras<br />

almas para amaros sinceramente como hermanos. Con<br />

corazón puro, amaos los unos a los otros sin desfallecer,<br />

engendrados de nuevo de una semilla no corruptible, sino<br />

incorruptible: la Palabra de Dios vivo y eterno... Como<br />

niños recién nacidos, desead la leche espiritual no<br />

adulterada, para que, por medio de ella, crezcáis en<br />

orden a la salvación, si es que, al menos habéis gustado<br />

cuán bueno es el Señor. 1 Pe., 1, 22~2, 3.<br />

Esta exposición se centra, como vemos, en torno a las<br />

ideas del nuevo nacimiento y del tránsito de lo corruptible<br />

a lo incorruptible. Notemos la importancia que en este<br />

nuevo nacimiento tiene la "Palabra", la cual es, a un<br />

tiempo, la persona de Cristo y la del Espíritu en la<br />

enseñanza de la Iglesia: el bautismo es "baño de agua<br />

acompañado de una palabra", dirá un San Pablo (Ef, 5,<br />

26) como para indicar dónde reside la originalidad del rito<br />

cristiano; un rito, sí, pero acompañado de una palabra de<br />

Dios y de una obediencia a esa palabra. La catequesis<br />

prosigue entonces con una nota más eclesial: la<br />

constitución del nuevo pueblo, en torno al sacrificio y al<br />

sacerdocio espiritual:<br />

Acercaos a él, piedra viva, rechazada por los hombres,<br />

pero elegida por Dios, preciosa. Y vosotros, como piedras<br />

vivas, servid para la construcción de un edificio espiritual,


para un sacerdocio santo, en orden a ofrecer sacrificios<br />

espirituales, agradables a Dios, por medio de Jesucristo...<br />

Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio regio, una<br />

nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las<br />

alabanzas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz<br />

admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo y<br />

que ahora sois el pueblo de Dios, que no habíais<br />

alcanzado misericordia y que ahora la habéis alcanzado.<br />

1 P, 2, 4-10.<br />

La intención de este texto es mostrar que la Iglesia<br />

hereda ciertos privilegios del pueblo judío: al<br />

acontecimiento pascual de antaño, que aseguró al pueblo<br />

semejantes privilegios, responde ahora la persona y el<br />

misterio de Cristo, el cual eleva a la categoría de pueblo<br />

a quienes se incorporan a su vida y se unen a él, piedra<br />

fundamental, en el nuevo edificio. Notemos también la<br />

importancia del tema del Espíritu: todo es "espiritual". La<br />

fiesta de Pascua nos introduce en la realidad<br />

escatológica, que se caracteriza precisamente por el don<br />

del Espíritu. Nos hallamos aquí en plena continuidad con<br />

el bautismo "según el Espíritu", que acaba de celebrarse.<br />

Una vez terminada esta catequesis, se pasa a una<br />

exhortación moral que procura aplicar a la vida de cada<br />

día los temas del nuevo nacimiento y de la vida<br />

espiritual. Se pasa revista a todas las categorías sociales<br />

de los recién bautizados, con el fin de señalar en qué se<br />

manifiesta el comportamiento social de los cristianos (1<br />

Pe., 2, 11-3, 12). Concluye la celebración con un nuevo<br />

himno que parece inspirado por el tema judío de los dos<br />

caminos y que ha sido reconstruido como sigue:<br />

Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los<br />

humildes. Humillaos, pues, ante Dios y El os ensalzará.<br />

Resistid al Diablo y huirá lejos de vosotros. Acercaos a<br />

Dios y El se os acercará. 1 P, 5, 5-1 1.<br />

Si se la toma demasiado sistemáticamente, la tesis del P.<br />

Boismard y de otros exegetas que consideran esta carta


como una homilía pascual resultará tal vez inexacta.<br />

Pero, en todo caso, hay que reconocer que esta<br />

catequesis utiliza un número impresionante de<br />

documentos parenéticos e himnológicos y que,<br />

catalogando esos documentos, se descubre en ellos una<br />

perfecta unidad con respecto a la fiesta pascual. Pero lo<br />

que se desprende, sobre todo, de tales documentos es la<br />

profunda "relectura" llevada a cabo en el medio cristiano<br />

primitivo sobre ciertos elementos antiguos de la fiesta de<br />

Pascua. En el centro de la celebración figura la persona<br />

misma del Señor: es la Palabra que acompaña al rito,<br />

Palabra que es "revelación" del plan de Dios en el rito y<br />

que exige "obediencia" por parte del fiel.<br />

9. CONCLUSIÓN<br />

A la luz de lo que Dios ha hecho para realizar su Pascua<br />

ideal, podríamos nosotros examinar nuestra manera de<br />

celebrar la Pascua. ¿Nos situamos realmente en ese nivel<br />

sacramental donde, en el rito, se une nuestra fe a la<br />

actitud de Cristo, o bien nos contentamos con la emoción<br />

suscitada por el simbolismo pascual... a menos que no<br />

hayamos pasado todavía del simple recordatorio histórico<br />

o nos hallemos en el rito de contenido mágico?<br />

La cuestión merece ser planteada, y un profundo examen<br />

de conciencia nos revelará tal vez que, si ciertas reformas<br />

como las que Roma introdujo recientemente en la<br />

Semana Santa y, más concretamente, en la Vigilia<br />

pascual- no dan los frutos apetecidos o manifiestan cierta<br />

inconsistencia, ello se debe principalmente a que<br />

pastores y fieles no se han situado de verdad en el nivel<br />

necesario. Es muy ilustrativo, a este respecto, seguir la<br />

decadencia de la Pascua en la historia de la Iglesia,<br />

examinando las sucesivas razones que la provocaron.<br />

Durante los primeros siglos, la noche de Pascua está<br />

dedicada esencialmente a los bautismos y a la eucaristía.<br />

Nos hallamos en pleno ámbito sacramental: el rito<br />

pascual, sea bautismal o eucarístico, moviliza a toda la<br />

comunidad (y no sólo a los neófitos) en una actitud de


conversión, en una profesión de fe consciente y<br />

comunitaria por la que todos expresan su deseo de unirse<br />

a Cristo en su nueva vida de resucitado. La asamblea<br />

había ayunado previamente para mejor unirse en la<br />

aceptación de su muerte. Apenas si había en aquella<br />

época otros ritos fuera de las sumarias ceremonias de los<br />

sacramentos, y todo se centraba en la renovación interior<br />

producida por esos sacramentos en conexión con el<br />

acontecimiento pascual de Cristo. Pronto, sin embargo,<br />

se inicia un segundo periodo en el que desaparecen los<br />

bautismos de la Vigilia Pascual. Y entonces nacen dos<br />

ritos de carácter más simbólico que propiamente<br />

sacramental. Se amplía desmesuradamente la bendición<br />

del agua, que sustituye a la administración del bautismo:<br />

el agua como elemento simbólico reemplaza al<br />

sacramento y al acto vital de conversión. Se da asimismo<br />

una gran importancia a la bendición de la luz (cirio<br />

pascual), precisamente en una época en que, por irse<br />

anticipando cada vez más la vigilia, se podía prescindir de<br />

luz. Es cierto que cabía la posibilidad, a partir de los<br />

símbolos del agua y la luz, de proclamar el misterio<br />

pascual, provocando la indispensable actitud de espíritu.<br />

Pero ¿se pasó siempre de la posibilidad al hecho?<br />

Un tercer periodo -coincidente, por lo demás, con el<br />

anterior- procurará dar a los ritos un contenido histórico.<br />

Se olvidará un poco que el rito actualiza el pasado para<br />

reducirlo a simple recordatorio de ese pasado, de igual<br />

modo que los primeros judíos celebraban la Pascua en<br />

memoria de la liberación de Egipto. Por eso, se<br />

"reproduce" la resurrección mediante la aparición<br />

repentina del cirio pascual en las tinieblas del templo, se<br />

reproduce la entrada de Cristo en Jerusalén mediante la<br />

procesión de los ramos, se reproduce el lavatorio de los<br />

pies. Una vez más, la catequesis, capaz de sacar fuego<br />

de cualquier astilla, podría servirse de estos ritos<br />

historicistas para llegar a lo esencial. Pero ¿llegó<br />

realmente? ¿No provocó, por el contrario, con harta<br />

frecuencia, algunas reacciones más emotivas que


auténticamente cristianas como, por ejemplo, esa<br />

"imitación" de la pasión que es el viacrucis o el rito de<br />

adoración de la cruz?<br />

El último período hará descender el contenido ritual de la<br />

Pascua a un nivel todavía inferior. Hay que encuadrar en<br />

este momento el tema del fuego sacado de la piedra que<br />

es Cristo (una forma de combatir ciertos ritos mágicos<br />

semejantes del mundo germánico), los trocitos de cirio<br />

pascual que tomaban los asistentes para llevárselos a<br />

casa a modo de "sacramental" y que se han convertido<br />

en los agnus Dei de nuestros días, la abundancia de agua<br />

bendita el sábado santo, la interminable bendición de los<br />

ramos, etcétera. ¿No nos da la impresión, al recorrer<br />

sumariamente la historia de esta decadencia, de que es<br />

la historia contada al revés de las sucesivas purificaciones<br />

a que Dios sometió la fiesta judía de la Pascua a lo largo<br />

del Antiguo Testamento? En cuanto a la feliz reforma de<br />

la Vigilia Pascual, dependerá de la manera en que los<br />

sacerdotes sepan adoctrinar a los fieles el que esa<br />

reforma logre su objetivo, restableciendo una verdadera<br />

fiesta pascual donde la renovación de Cristo se haga<br />

presente en el seno de una comunidad que toma<br />

conciencia de ello gracias a los sacramentos y que<br />

renueva igualmente su fe y se convierte de nuevo para<br />

acentuar su dignidad de hijos de Dios.<br />

PRIMERA LECTURA<br />

Evangelizar es testificar la resurrección de Jesús.<br />

Ciertamente, esta evangelización se refiere a Aquel que<br />

pasó su vida haciendo el bien y luchando por la liberación<br />

de los oprimidos, pero no puede reducirse únicamente a<br />

un proyecto de mera liberación intrahistórica.


Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43.<br />

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:<br />

Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el<br />

país de los judíos, cuando Juan predicaba el<br />

bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me<br />

refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la<br />

fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien<br />

y curando a los oprimidos por el diablo; porque<br />

Dios estaba con él.<br />

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en<br />

Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un<br />

madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo<br />

hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que<br />

él había designado: a nosotros, que hemos comido<br />

y bebido con él después de su resurrección.<br />

Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne<br />

testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de<br />

vivos y muertos. El testimonio de los profetas es<br />

unánime: que los que creen en él reciben, por su<br />

nombre, el perdón de los pecados.<br />

Palabra de Dios<br />

COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA<br />

Hch 10. 34a. 37-43<br />

1. TESTIGO/APOSTOL<br />

Tenemos aquí un compendio de la predicación de Pedro.<br />

Vemos en sus palabras cómo describe la actividad de<br />

Jesús siguiendo el esquema que hallamos en el evangelio<br />

de Mc, subrayando que la cosa comenzó en Galilea.<br />

Destaca igualmente los rasgos característicos del segundo


evangelio: Jesús, ungido por Dios con la fuerza del<br />

Espíritu, pasa haciendo bien, esto es, curando a los<br />

enfermos y liberando a los oprimidos por el diablo.<br />

Sabemos que Mc recogió en su evangelio la catequesis de<br />

Pedro. Así lo atestigua, ya en el año 130, Papías de<br />

Hierápolis.<br />

Pedro está convencido de lo que dice. No habla de lo que<br />

le han contado, sino de lo que él mismo ha visto con sus<br />

propios ojos.<br />

Pero él no es el único testigo; Pedro habla solidariamente<br />

con todos los apóstoles: "Nosotros somos testigos..." En<br />

sentido estricto, "apóstol", es el testigo cualificado, elegido<br />

por Dios para proclamar que Jesús de Nazaret, el mismo<br />

que fue crucificado en Jerusalén, es ahora el Señor que ha<br />

resucitado. Por eso, únicamente puede ser "apóstol" un<br />

hombre que haya conocido a Jesús, que haya vivido con él<br />

a partir del bautismo en el Jordán y hasta su ascensión a<br />

los cielos: cuando los apóstoles buscaron un sustituto que<br />

ocupara en el Colegio de los Doce el lugar del traidor, lo<br />

eligieron entre aquellos que conocieron a Jesús<br />

personalmente (Hch 1. 21-26). El testimonio de los<br />

apóstoles puede resumirse en estas palabras: Jesús es el<br />

Cristo, el Señor.<br />

Hay, pues, una identidad entre el Cristo predicado y el<br />

Jesús histórico, y esta misma identidad constituye la<br />

sustancia de la fe cristiana.<br />

Jesús es el Señor, el juez de los vivos y muertos; pero es<br />

también el rostro humano del amor de Dios: en él se ha<br />

manifestado que Dios nos ama y nos perdona. Pedro<br />

invoca el testimonio unánime de los profetas para<br />

anunciarnos la gran noticia: que todos sin distinción<br />

alguna, podemos recibir el perdón de Dios si creemos que<br />

Jesús es el Señor. El evangelio es el anuncio de la muerte<br />

y resurrección de Jesús y, en consecuencia, el anuncio del<br />

perdón de Dios a todos los que creen en el nombre de<br />

Jesús. El evangelio es siempre evangelio de reconciliación.


2.<br />

El cap. 10 de los Hechos señala un momento crucial en la<br />

vida de la Iglesia primitiva por sus consecuencias. Es el<br />

primer encuentro con un pagano. Lucas no ha inventado el<br />

hecho, aunque lo ha enriquecido y acomodado. Del relato<br />

que circulaba en la comunidad, Lucas deduce dos<br />

conclusiones fundamentales: 1ª. Dios ha mostrado que<br />

hay que admitir a los paganos sin imponerles la ley<br />

mosaica; 2ª. Pedro, por voluntad de Dios, acepta la<br />

hospitalidad de un incircunciso-pagano. En el trasfondo<br />

está la problemática de las relaciones entre judíocristianos<br />

y pagano-cristianos. La interpretación de la<br />

visión había hecho comprender a Pedro que no debía<br />

preocuparse por la impureza legal (Hech 10, 10-16). Lucas<br />

quiere dejar muy claro que acoger a los paganos en la<br />

Iglesia, sin las obligaciones de la ley judía, no es obra ni<br />

de Pablo, ni de Pedro sino de Dios.<br />

Según la concepción hebrea de la muerte y sepultura, el<br />

anuncio de la resurrección, al tercer día, tenía su<br />

importancia en orden a la realidad de la muerte y de la<br />

resurrección. Para el autor de los Hechos no es una<br />

determinación temporal, sino una afirmación históricosalvífica.<br />

Hay que separar los elementos que son expresión de la<br />

concepción del mundo de la época de Jesús y considerar la<br />

Pascua como un acontecimiento que está en relación con<br />

nuestra historia, pero que la supera. El resucitado se hace<br />

presente en este mundo, pero no pertenece ya a este<br />

mundo. Así los evangelistas no pueden describir el proceso<br />

que ha seguido la resurrección (=el modo de la<br />

resurrección), sino sólo el hecho de las apariciones.<br />

Si bien las narraciones de la resurrección sirven para<br />

explicar y hacer comprensible la Pascua, sin embargo no<br />

son relaciones de lo que aconteció. Son predicación y


profundización teológica. La resurrección no es<br />

directamente objeto de la ciencia histórica. Es realidad<br />

trascendente. Los discípulos llegan a la fe por las<br />

apariciones, no por el sepulcro vacío.<br />

1-3.<br />

Este quinto discurso de Pedro en Hechos es, en sus<br />

detalles, estructura y estilo una composición de Lucas,<br />

pero presenta los temas básicos de la predicación cristiana<br />

primitiva, del "kerigma" como suele decirse.<br />

En este anuncio lo esencial es el acontecimiento pascual,<br />

aunque "la cosa haya empezado en Galilea". La referencia<br />

rápida a la vida de Jesús sirve para introducir y razonar el<br />

acontecimiento central. No se puede separar la muerte de<br />

Jesús de toda su vida anterior, como si fuera algo mágico<br />

o inesperado, sino provocado por la misión de Jesús contra<br />

los poderes del mal encarnados en los personajes<br />

concretos de su tiempo. Los oprimidos que Jesús ayuda no<br />

son sólo victimas del "diablo", sino del mal producido por<br />

los hombres, simbolizado en esa figura, pero que no ha de<br />

despistar al lector.<br />

A Jesús lo matan los hombres (nótese el "lo mataron" del<br />

v. 39) y, en contraposición Dios lo resucita. Es decir, le da<br />

la razón y se la quita a los poderosos que lo han<br />

ejecutado. La resurrección es el Sí de Dios a la forma de<br />

vivir de Jesús en favor de los oprimidos y contra los<br />

opresores. No conviene ideologizar ese suceso quitándole<br />

su fuerza polémica y su significado de condena del mal en<br />

el mundo. La resurrección es la proclamación de la<br />

liberación.<br />

No es sólo algo positivo para Jesús, sino para todos los<br />

hombres. Ni sólo una esperanza, sino un juicio sobre la<br />

situación del mundo. Ni del mundo sólo de entonces. Una<br />

forma de "quitarle hierro" a la resurrección es referirla sólo


a los judíos, contra los que se yergue el Resucitado. En<br />

realidad es condena de toda opresión y mal humanos. Y<br />

un grito de esperanza liberadora para todos los que ahora<br />

viven.<br />

4.<br />

Nos encontramos ante uno de los varios discursos,<br />

construidos por Lucas, para presentar el anuncio de la<br />

primitiva Iglesia. Es paralelo a otros que nos encontramos<br />

en este libro. Reproducen los puntos fundamentales del<br />

anuncio, pero están construidos libremente por Lucas.<br />

En este párrafo destaca: 1) la realidad terrestre de Jesús,<br />

la referencia a El como base de lo demás. Aunque se nos<br />

escapen detalles de esa historia, es imprescindible para<br />

apoyar todo el resto; 2) anuncio de la muerte, también<br />

histórica y real del propio Jesús. Hay una alusión a los<br />

actores de esa muerte, no mítica o casual, sino provocada<br />

por su actividad anterior; 3) sobre todo el anuncio de la<br />

Resurrección de Cristo, atestiguada por los propios<br />

apóstoles. Es el acontecimiento sobre el que se basa el<br />

anuncio y la verdad de Jesucristo para nosotros. No se<br />

puede disminuir en lo más mínimo; 4) dimensión<br />

salvadora de todos estos hechos. No son puro recuerdo de<br />

algo pasado, sino ofrecimiento y realidad de la salvación<br />

de Dios, de su comunicación con el hombre que se abre a<br />

esta accción de Dios en la historia. La muerte y la<br />

resurrección nos constituyen, si nos abrimos a ella, en una<br />

relación diferente con Dios que recibe el nombre de<br />

salvación que es más que el mero perdón de pecados. Es<br />

la vida total de Dios en nosotros.<br />

5.<br />

Es la hora del testimonio. Es la hora de los testigos. Para<br />

empezar, nadie mejor que Pedro, el que siguió a Jesús


paso a paso desde el principio, desde lo de Galilea y el<br />

bautismo de Juan. Lo siguió paso a paso, menos en uno.<br />

Pero este fallo también formará parte de su testimonio.<br />

Pedro conoce bien a Jesús y toda su historia, que ahora<br />

cuenta a la familia de Cornelio.<br />

Este testimonio de Pedro es un modelo de predicación<br />

kerigmática, centrada en el anuncio de la salvación que<br />

nos viene de Cristo, el que encarnó entre nosotros la<br />

presencia de Dios, el que estaba ungido por el Espíritu, el<br />

que pasó como un meteoro de luz y alegría, el que fue<br />

apagado por los hombres, pero Dios lo devolvió a la luz y<br />

se ha convertido en la estrella viva de la mañana.<br />

Mirar esta estrella, creer en este Ungido, eso es la Pascua,<br />

una fiesta de liberación. Creer en el Cristo de Dios es<br />

nuestra alegría y nuestra vida, es perdón y reconciliación,<br />

es paz y principio de vida eterna.<br />

6.<br />

Lectura: Hechos 10,34a.37-43. Nosotros hemos comido y<br />

bebido con él<br />

La lectura es un fragmento del c.10 que narra la<br />

predicación de Pedro ante un prosélito romano: el<br />

centurión Cornelio en Cesarea. Es la primera vez que el<br />

mensaje cristiano sale del círculo estrictamente judío en<br />

sus diferentes grupos religiosos. Pedro se centra en el<br />

anuncio kerigmático típico de los múltiples discursos del<br />

libro de los Hechos: 1 / Cristo ha muerto y ha resucitado;<br />

2 / la Escritura, los profetas en este caso, ya lo<br />

anunciaban; 3/ nosotros somos testigos de todo lo<br />

sucedido; 4 / cambiad de vida, aceptad la fe en Cristo y<br />

bautizaos.<br />

Dios es protagonista absoluto: ha guiado a Jesús con su<br />

Espíritu, lo ha resucitado, ha dejado que lo vieran aquellos


que él ha querido, y ha encargado a los discípulos la<br />

predicación de su mensaje. La resurrección de Cristo es,<br />

pues, don de Dios para el pueblo, empezando por los<br />

judíos e incluyendo a los paganos.<br />

El salmo responsorial nos presenta la contraposición entre<br />

la piedra desechada y la piedra escogida como angular. La<br />

muerte aparente es vida en realidad. Y por eso mismo, es<br />

obra de Dios. "Es el Señor quien lo ha hecho..." En la línea<br />

de la lectura anterior, Dios es el único protagonista.<br />

SALMO RESPONSORIAL<br />

Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23<br />

R/. Este es el día en que actuó el Señor:<br />

sea nuestra alegría y nuestro gozo. [o, Aleluya]<br />

Dad gracias al Señor porque es bueno,<br />

porque es eterna su misericordia.<br />

Diga la casa de Israel:<br />

eterna es su misericordia.<br />

La diestra del Señor es poderosa,<br />

la diestra del Señor es excelsa.<br />

No he de morir, viviré<br />

para contar las hazañas del Señor.<br />

La piedra que desecharon los arquitectos,<br />

es ahora la piedra angular.<br />

Es el Señor quien lo ha hecho,<br />

ha sido un milagro patente.<br />

SEGUNDA LECTURA


El cristiano, por el hecho de tener ya asegurada su<br />

resurrección, no puede conformarse con los valores<br />

puramente terrenos e históricos, sino que debe estar<br />

constantemente proyectado hacia esa zona superior,<br />

donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Si los<br />

cristianos ofreciéramos únicamente una esperanza de<br />

liberación terrena, engañaríamos al pueblo.<br />

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los<br />

Colosenses 3,1-4.<br />

Hermanos:<br />

Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los<br />

bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a<br />

la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba,<br />

no a los de la tierra.<br />

Porque habéis muerto; y vuestra vida está con<br />

Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo,<br />

vida nuestra, entonces también vosotros<br />

apareceréis, juntamente con él, en gloria.<br />

Palabra de Dios.<br />

O bien puede sustituirse por la siguiente:<br />

SEGUNDA<br />

LECTURA<br />

Los cristianos no pueden contentarse con la vejez y<br />

decadencia de un mundo que se cree orgullosamente<br />

autosuficiente; al contrario, deben poner en juego su<br />

imaginación para captar y producir los nuevos modos y<br />

maneras de transformar el mundo.


Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los<br />

Corintios 5,6b-8.<br />

Hermanos:<br />

¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda<br />

la masa? Barred la levadura vieja para ser una<br />

masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha<br />

sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así,<br />

pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja<br />

(levadura de corrupción y de maldad), sino con los<br />

panes ázimos de la sinceridad y la verdad.<br />

Palabra de Dios.<br />

S E C U E N C I A<br />

Ofrezcan los cristianos<br />

ofrendas de alabanza<br />

a gloria de la Víctima<br />

propicia de la Pascua.<br />

Cordero sin pecado<br />

que a las ovejas salva,<br />

a Dios y a los culpables<br />

unió con nueva alianza.<br />

Lucharon vida y muerte<br />

en singular batalla


y, muerto el que es Vida,<br />

triunfante se levanta.<br />

¿Qué has visto de camino,<br />

María, en la mañana?<br />

-A mi Señor glorioso,<br />

la tumba abandonada,<br />

los ángeles testigos,<br />

sudarios y mortaja.<br />

¡Resucitó de veras<br />

mi amor y mi esperanza!<br />

Venid a Galilea,<br />

allí el Señor aguarda;<br />

allí veréis los suyos<br />

la gloria de la Pascua.<br />

Primicia de los muertos,<br />

sabemos por tu gracia<br />

que estás resucitado;<br />

la muerte en ti no manda.<br />

Rey vencedor, apiádate<br />

de la miseria humana<br />

y da a tus fieles parte<br />

en tu victoria santa.<br />

Amén. Aleluya.<br />

COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA<br />

Col 3. 1-4<br />

1. BAUTISMO<br />

La resurrección no es sólo lo que sucedió una vez en<br />

Cristo, sino lo que ha de suceder en nosotros por Cristo y<br />

en Cristo. Más aún: en cierto sentido, es lo que ya ha


sucedido por el bautismo. Ha sucedido radicalmente, en la<br />

raíz, pero ha de manifestarse aún en sus consecuencias,<br />

en los frutos.<br />

Porque ya ha sucedido en nosotros, es posible la nueva<br />

vida; porque todavía no se ha manifestado, es necesario<br />

dar frutos de vida eterna. Nuestra vida se mueve entre el<br />

"ya" y el "todavía-no".<br />

Hay, por lo tanto, un camino que recorrer y un deber que<br />

cumplir. Estamos en ello, en el paso o trance de la<br />

decisión. Hay que elegir, y nuestra elección no puede ser<br />

otra que "los bienes de arriba". Lo cual no significa que el<br />

cristiano se desentienda de los "bienes de la tierra", si ello<br />

implica desentenderse del amor al prójimo. Pues los<br />

"bienes de arriba", es decir, lo que esperamos, es también<br />

la transformación por el amor del mundo en que<br />

habitamos.<br />

Lo que ha sucedido visiblemente, es decir, en la<br />

expresividad del símbolo bautismal, y en la interioridad del<br />

espíritu, no ha cambiado aparentemente la vida de los<br />

bautizados, pues la auténtica vida está escondida con<br />

Cristo en Dios. Cristo, ascendido al cielo, es "nuestra vida"<br />

(sólo participando de la manera de ser de Cristo<br />

resucitado, podemos vivir de verdad).<br />

Cuando Cristo aparezca, se mostrará en él nuestra vida y<br />

entonces veremos lo que ahora somos ya radicalmente,<br />

misteriosamente.<br />

Entonces aparecerá la gloria de los hijos de Dios y la<br />

nueva tierra. Mientras tanto, la creación entera está ya en<br />

dolores de parto esperando la manifestación de los hijos<br />

de Dios (/Rm/08/19-22). Buscar las cosas de arriba es<br />

también llevar a plenitud las cosas de abajo.<br />

2.


La comunidad de Colosas, tras un momento inicial de<br />

desarrollo, está en crisis. La causa hay que buscarla en el<br />

fuerte influjo ambiental de la filosofía; 2,8. El autor<br />

presenta los elementos de este mundo como peligrosos<br />

poderes angélicos que quieren determinar el orden<br />

cósmico y el destino de cada uno de los hombres. Hacer<br />

caso de estos elementos es separarse de Cristo; 2,10. Las<br />

prácticas que se insinúan son caracterizadas como<br />

ejercicios ascéticos de procedencia judaica.<br />

El texto de hoy abre la parte parenética de la carta y es<br />

como el fundamento de la ética o comportamiento<br />

cristiano. Contrapone las cosas de arriba a las de abajo. La<br />

diferencia sustancial entre el anuncio de la filosofía y el del<br />

evangelio radica en la relación histórica que determina el<br />

fundamento de la ética cristiana. A la concepción dualista<br />

del mundo no contrapone una metafísica cristiana sino una<br />

realidad histórica: Cristo crucificado, resucitado y<br />

glorificado. Hay una identidad total entre el Cristo<br />

glorificado y el Cristo crucificado.<br />

Por tanto el paso de lo de "abajo" a lo de "arriba" no se<br />

realiza por prácticas ascéticas, gnosis o misterios, sino por<br />

la confesión de fe en Cristo Jesús.<br />

La contraposición entre las cosas de arriba y las de abajo<br />

ha influido fuertemente en la teología y en la piedad<br />

cristiana, y ha dejado a un lado con frecuencia la realidad<br />

de la vida. Basta recordar algunos textos de oraciones,<br />

incluso litúrgicas. Buscar las cosas de arriba no significa<br />

despreciar los bienes de la tierra para poder amar los del<br />

cielo. La responsabilidad del progreso material no se<br />

puede separar de la moral cristiana. La piedad ha valorado<br />

excesivamente algunas prácticas destinadas a mortificar el<br />

cuerpo para liberar el alma.


3. BAUTISMO/MUERTE/VIDA/NUEVA<br />

Estos cuatro versículos de la carta a los de Colosas<br />

cabalgan entre la parte de la carta en polémica con las<br />

falsas doctrinas -de la que sería al final- y la exhortación a<br />

lo que debe ser realmente la vida cristiana.<br />

Pablo nos define primeramente al cristiano como aquel<br />

que, al bajar a las aguas bautismales "murió", y salió de<br />

ellas "resucitado con Cristo" a una nueva vida. Si ésta es<br />

la realidad fundamental del creyente, todo su modo de<br />

pensar y de actuar debe acomodarse a ello: "buscad los<br />

bienes de allá arriba". El bautismo, la unión con Cristo<br />

resucitado, marca para el cristiano la orientación<br />

fundamental de su vida. Y se trata de una vida que camina<br />

hacia una plenitud y que está llamada a crecer<br />

continuamente.<br />

4.<br />

Este texto aparece en el contexto de la nueva vida en<br />

Cristo. Es insistir una vez más en la fuente de donde ella<br />

brota y en las consecuencias que tiene. Subraya la<br />

dimensión salvadora de la Resurrección, porque no otra<br />

cosa es la vida que Cristo resucitado nos da a quienes<br />

estamos unidos con él.<br />

Por un lado, se hace la afirmación fuerte de lo ya sucedido<br />

a quien por la fe y el bautismo, la vida en la iglesia, ha<br />

establecido relación íntima y total con Cristo. Unión que es<br />

también, y sobre todo, por el amor a Él y a los hombres.<br />

El autor de Colosenses llega a afirmar una resurrección del<br />

cambio que produce en la vida esta unión con el<br />

resucitado. De ahí surge la motivación de cualquier<br />

conducta del cristiano.<br />

La unión con Cristo lleva necesariamente consigo una<br />

forma de vivir acorde con eso que se es. Por otro lado,


también hay un recuerdo del "todavía no". La vida poseída<br />

está escondida. Aún no se vive en todas sus consecuencias<br />

de gozo, seguridad, imposibilidad de perderla. También<br />

por ello cabe la esperanza. Pero en algo que ya se tiene,<br />

no en algo sólo futuro.<br />

5. BAUTISMO/VIDA-NUEVA:<br />

Por su bautismo, los cristianos penetran en el campo<br />

abierto de una nueva vida. Lo que ha sucedido en ellos<br />

socialmente y en la interioridad de su espíritu ha de<br />

acreditarse ahora manifestándose en una vida orientada<br />

hacia Dios. Primero es siempre el indicativo evangélico:<br />

"Habéis resucitado con Cristo", y sobre este hecho se<br />

funda después el imperativo de la Nueva Ley: "Buscad las<br />

cosas de arriba".<br />

Sin embargo, aparentemente, nada ha cambiado para los<br />

cristianos que han sido bautizados: Cristo, "nuestra vida"<br />

(porque sólo participando de la manera de ser de Cristo<br />

resucitado podemos vivir), ha sido elevado al cielo y<br />

sentado a la diestra del Padre y, así, está ahora oculto a<br />

nuestros ojos carnales. En la Parusía se manifestará la<br />

gloria de Cristo y con ella también nuestra vida escondida<br />

ahora en Dios. Entonces veremos claramente lo que ahora<br />

ya somos misteriosamente y contra todas las apariencias:<br />

resucitados con Cristo e incluso sentados por él a la<br />

diestra del Padre (Ef. 2, 5).<br />

6.<br />

No sólo Cristo ha muerto y resucitado, también nosotros.<br />

No es que resucitaremos, sino que estamos resucitados.<br />

Lo que quiere decir que Cristo no sólo resucitó sino que<br />

resucitó para mí y que resucita en mí. Cristo vive y vive en<br />

mí. Dicho de manera insuperable: «Cristo, vida nuestra».


Lo que pasa es que todo esto aún está muy «escondido en<br />

Dios». Pero algún día se manifestará gloriosamente.<br />

Mientras tanto, dejémonos atraer por Cristo, tendamos a<br />

él, aspiremos a él, vivamos para él, y no para las cosas del<br />

mundo. Toda esta vida de consumo no es vida.<br />

Leemos este texto pensando en el bautismo. En él fuimos<br />

sumergidos, muriendo en Cristo, y por él resucitamos en<br />

Cristo. «Cuando nos bautizaron nos llevaron a enterrar. En<br />

el mismo momento quedasteis muertos y nacisteis» (SAN<br />

CIRILO DE JERUSALEN). El bautismo es tumba y seno.<br />

7. /Col/03/01-17 CV/BAUTISMO/VCR<br />

Pablo considera al creyente como un hombre que ha<br />

muerto con Cristo a los elementos del mundo y ha<br />

resucitado juntamente con él. En esta misma línea aborda<br />

lo que hoy llamaríamos el compromiso cristiano. Este,<br />

como tal, lo es para la vida. Es decir, el creyente se ha<br />

comprometido a vivir de distinta forma que vivía antes.<br />

Creer implica, pues, descubrir esta nueva manera de vivir,<br />

llamada globalmente vida cristiana, como algo posible -si<br />

lo quiere- para el que cree. La vida cristiana, sin embargo,<br />

no se desarrolla por sí misma sin más, sino que, de hecho,<br />

se encuentra continuamente acechada por fuerzas hostiles<br />

que la obstaculizan y que anidan en el propio hombre. Es<br />

decir, el creyente, pese a su buena voluntad y a la<br />

atracción que pueda sentir por su nueva manera de vivir,<br />

no se ve -por eso sólo- liberado de los obstáculos a la hora<br />

de ser consecuente en sus decisiones con aquello que ha<br />

creído y ha visto. Por eso, lo que llamamos conversión es<br />

en realidad una tarea de toda la vida. Cristiano no será,<br />

pues, el hombre convertido, sino, más exactamente, el<br />

que nunca cesa de convertirse. Así se entiende la intención<br />

de Pablo de despertar esta conciencia en los creyentes:<br />

buscad, desead lo que es de arriba, no lo que es de la<br />

tierra.


Es evidente que, en la vida de un hombre que busca y<br />

desea efectivamente lo que es de arriba, las inevitables<br />

inconsecuencias no merecen sino comprensión y<br />

benevolencia. Ambas están presentes -aunque no<br />

explícitas- en el trasfondo del texto del Apóstol, el cual<br />

sabe muy bien que no se dirige a cristianos perfectos.<br />

Además es consciente de que a él no se le ha concedido<br />

juzgar a nadie. Su enseñanza no busca tampoco el<br />

perfeccionamiento de instituciones y estructuras. La<br />

doctrina de Cristo, tal como él la entiende, busca al<br />

hombre concreto y real, del que aquéllas tienden a<br />

adueñarse, para abrirle caminos de libertad. Juntamente<br />

con Cristo, a Pablo se le ha revelado el hombre.<br />

8.<br />

«Cristo, vida nuestra». La fe en Cristo resucitado no es<br />

sólo una convicción de que Jesús vive, es una experiencia<br />

de que Cristo es vida nuestra, que Cristo alienta nuestra<br />

vida, que nos hace resucitar. No sólo creemos que Cristo<br />

resucitó, sino que Cristo está resucitando en mí, en su<br />

Iglesia.<br />

Este texto es una catequesis bautismal. Todo bautizado<br />

muere y resucita con Cristo. Por eso, debe empezar a vivir<br />

una vida nueva, una vida resucitada. Hay que buscar "los<br />

bienes de arriba", no los de la tierra; los valores<br />

auténticos, no los del consumo. Hay que alzar la puntería,<br />

porque Cristo está arriba.<br />

Vida nueva. En la noche bautismal de Pascua todo era<br />

nuevo: el fuego, la luz, el agua, los vestidos, la levadura.<br />

Empezamos una vida nueva.<br />

9. /Col/03/1-17


Evidentemente, hay una cierta exigencia lógica entre lo<br />

que cada uno cree y su propio comportamiento. En eso se<br />

apoya el razonamiento de Pablo en relación a los<br />

creyentes cuando les dice: «Por tanto, si habéis resucitado<br />

con Cristo, buscad lo de arriba...; estad centrados arriba,<br />

no en la tierra» (vv 1s). Sin embargo, la inteligencia de lo<br />

que el Apóstol dice y el esfuerzo para vivir en consonancia<br />

con ello tropiezan con un escollo. Y tal escollo reside en<br />

que la vida no se presenta aquí como dice la doctrina; es<br />

decir, el creyente -pese a haber sentido que ha resucitado<br />

con Cristo- sigue sujeto a la muerte, como cualquier otro<br />

hombre, y vive atraído por todas las cosas de la tierra. En<br />

otras palabras: la fe no cambia la realidad que el hombre<br />

ve. La fe dice que la realidad no es como se presenta, pero<br />

no hace que se muestre como dice que es.<br />

Sin embargo, la enseñanza evangélica no cesa de hablar al<br />

hombre de una nueva manera de vivir que, si quiere,<br />

puede hacer realidad en sí mismo, ya que la vida, ante<br />

todo, sólo se da en la propia intimidad de cada uno. En<br />

este sentido, Pablo le dice que, aunque no pueda extirpar<br />

los deseos terrenos, sí puede -en su interior- oponerse al<br />

deseo de poseer las cosas de la tierra, ahorrándose las<br />

preocupaciones que comporta cualquier ley de posesión.<br />

La lógica de la recomendación de Pablo tiene un aspecto<br />

indiscutible: al poner de manifiesto la caducidad de<br />

cualquier posesión y, por tanto, su falta de sentido, revela<br />

que, a fin de cuentas, nada de aquí abajo vale la pena. Se<br />

trata de la muerte, que para el hombre significa la<br />

caducidad efectiva de todo. Es verdad que la comprensión<br />

que uno pueda tener de la muerte no parece bastar por sí<br />

sola para moverlo a vivir según el evangelio. Ahora bien:<br />

tal vez tampoco lo es siquiera la esperanza de una<br />

glorificación con Cristo en el futuro, dado que la opacidad<br />

de la misma muerte borra también cualquier certeza y<br />

seguridad. Todo eso hace pensar que probablemente sólo<br />

aquellos que libremente se empeñan en vivir según lo que<br />

creen pueden decir si realmente vale la pena. Y no en el<br />

otro mundo, sino ya ahora.


EVANGELIO<br />

María Magdalena, Pedro y Juan no eran unos visionarios,<br />

sólo constataban los hechos escuetos. Ahora bien, estos<br />

hechos no demostraban la resurrección de Jesús. Ellos<br />

llegaron a creer porque aceptaron la llamada invisible de<br />

Dios. Dios no suele hablar en medio del bullicio del<br />

fanatismo religioso.<br />

En lugar de este evangelio puede leerse el de la Vigilia<br />

Pascual. Cuando se celebra la misa por la tarde, también<br />

puede leerse en ella el evangelio Lc 24,13-35, como en el<br />

III <strong>Domingo</strong> de Pascua.<br />

Lectura del santo Evangelio según San Juan 20,1-9.<br />

El primer día de la semana, María Magdalena fue al<br />

sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y<br />

vio la losa quitada del sepulcro.<br />

Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el<br />

otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:<br />

-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos<br />

dónde lo han puesto.<br />

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del<br />

sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro<br />

discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó<br />

primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas<br />

en el suelo: pero no entró.


Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en<br />

el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario<br />

con que le habían cubierto la cabeza, no por el<br />

suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio<br />

aparte.<br />

Entonces entró también el otro discípulo, el que<br />

había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.<br />

Pues hasta entonces no habían entendido la<br />

Escritura: que él había de resucitar de entre los<br />

muertos.<br />

Palabra del Señor<br />

1.<br />

COMENTARIOS AL EVANGELIO<br />

Jn 20. 1-9<br />

"El había de resucitar de entre los muertos"<br />

También en los relatos pascuales el evangelio de Juan<br />

presenta notables diferencias respecto a los evangelios<br />

sinópticos, si bien es probable que parta de tradiciones<br />

comunes, que, no obstante, han pasado por la criba de la<br />

teología propia del círculo juánico.<br />

En las palabras de María Magdalena resuena<br />

probablemente la controversia con la sinagoga judía, que<br />

acusaban a los discípulos de haber robado el cuerpo de<br />

Jesús para así poder afirmar su resurrección. Los<br />

discípulos no se han llevado el cuerpo de Jesús. Más aún,<br />

al encontrar doblados y en su sitio la sábana y el sudario,<br />

queda claro que no ha habido robo.


La carrera de los dos discípulos puede hacer pensar en un<br />

cierto enfrentamiento, en un problema de competencia<br />

entre ambos. De hecho, se nota un cierto tira y afloja: "El<br />

otro discípulo" llega antes que Pedro al sepulcro, pero le<br />

cede la prioridad de entrar. Pedro entra y ve la situación,<br />

pero es el otro discípulo quien "ve y cree".<br />

Seguramente que "el otro discípulo" es "aquel que Jesús<br />

amaba", que el evangelio de Juan presenta como modelo<br />

del verdadero creyente. De hecho, este discípulo,<br />

contrariamente a lo que hará Tomás, cree sin haber visto<br />

a Jesús. Sólo lo poco que ha visto en el sepulcro le<br />

permite entender lo que anunciaban las Escrituras: que<br />

Jesús no sería vencido por la muerte.<br />

2. TUMBA-VACIA:<br />

Ninguno de los discípulos se esperaba la resurrección de<br />

Jesús. Puede notarse el simbolismo de la escena del<br />

sepulcro vacío: Jesús se ha "desatado" de los lazos del<br />

reino de la muerte; en cambio, Lázaro tiene que ser<br />

"desatado" para poder caminar (para seguir a Jesús). Esto<br />

es lo que "ve", desde la fe, el Discípulo amado, y con él, la<br />

comunidad. Es el hoy del resucitado.<br />

3. DISCIPULO-ANONIMO:<br />

Algo, sin embargo, me parece importante destacar a<br />

propósito del discípulo a quien Jesús quiere y que nunca<br />

tiene nombre propio.<br />

Esta falta de nombre no parece obedecer a un recuerdo de<br />

modestia del autor para evitar referirse a sí mismo<br />

(interpretación anecdótica), sino a la intención del autor<br />

de englobar a todos y cada uno de los creyentes en Jesús,<br />

incluidos los que no han conocido a Jesús según la carne,<br />

como diría Pablo. Por eso este discípulo no puede tener un


único nombre propio. Su nombre es el tuyo y el mío, que<br />

este día de Pascua creemos en Jesús resucitado y<br />

experimentamos en nosotros el amor de Jesús resucitado.<br />

4.<br />

Texto. María hace una constatación en el sepulcro y<br />

comunica su interpretación a dos discípulos (vs, 1-2). Los<br />

dos discípulos inspeccionan por separado el sepulcro,<br />

llegando a conclusiones distintas (vs, 3-8). Comentario<br />

editorial explicando el presupuesto desde el que se había<br />

llevado a cabo la inspección (v. 9).<br />

Pre-texto. Isaías 26, 19-21: "¡Vivirán tus muertos, tus<br />

cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que<br />

habitan en el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz y la<br />

tierra de las sombras parirá. Anda, pueblo mío, entra en<br />

los aposentos y cierra la puerta por dentro: escóndete un<br />

breve instante mientras pasa la cólera. Porque el Señor va<br />

a salir de su morada para castigar la culpa de los<br />

habitantes de la tierra: la tierra descubrirá la sangre<br />

derramada y no ocultará más a sus muertos".<br />

Sentido del texto. María va al sepulcro poseída por la falsa<br />

concepción de la muerte; cree que la muerte ha triunfado;<br />

busca a Jesús como un cadáver. Su reacción, al llegar, es<br />

de alarma y va a avisar a Simón Pedro (símbolo de la<br />

autoridad) y al discípulo a quien quería Jesús (símbolo de<br />

la comunidad). Las dos veces que hasta ahora han<br />

aparecido juntos ambos (cfr. Jn. 13, 23-25; 18, 15-18), el<br />

autor ha establecido una oposición entre ellos dando la<br />

ventaja al segundo. Es lo mismo que vuelve a hacer en<br />

este relato y que volverá a hacer en 21, 7. El discípulo<br />

amado llega antes (v. 4) y cree (v. 8); Pedro, en cambio,<br />

llega más tarde (v. 6) y de él no dice que creyera. Correr<br />

(CORRER/SIMBOLO) más de prisa es imagen plástica para<br />

significar tener experiencia del amor de Jesús.


Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y<br />

fuente de vida. En el atrio del sumo sacerdote había<br />

fracasado en su seguimiento de Jesús (cfr. Jn. 18, 17. 25-<br />

27); el otro discípulo, en cambio, siguió a Jesús (cfr. Jn.<br />

19, 26). De esta manera, puede ahora marcar el camino a<br />

la autoridad en la tarea, común a ambas, de discernir a<br />

Jesús y encontrarse con él; corriendo tras la comunidad es<br />

como podrá la autoridad alcanzar su meta. Ambas,<br />

autoridad (Pedro) y la comunidad (discípulo amado)<br />

habían partido de la misma no-inteligencia, de la misma<br />

obscuridad, del mismo sepulcro. Ni Pedro ni el otro<br />

discípulo habían entendido, cuando partieron, el texto de<br />

Is. 26, 19-21. Pero el otro discípulo, al ver, creyó, captó el<br />

sentido del texto: la muerte física no podía interrumpir la<br />

vida de Jesús, cuyo amor hasta el final ha manifestado la<br />

fuerza de Dios.<br />

5. CRUZ/TRONO.<br />

Contexto. Jesús ya ha transmitido el espíritu (cfr. Jn. 19,<br />

30). De ahí que el que no nazca de arriba no puede ser del<br />

Reino (cfr. Jn. 3, 3). Arriba es la cruz. El espíritu es el<br />

amor capaz de dejarse matar por los demás. En el cuarto<br />

evangelio la cruz es trono y gloria: es la hora del triunfo<br />

de Jesús, pues pone de manifiesto quién es Jesús. La cruz<br />

expresa un estilo, un talante de vivir y de ser.<br />

Sentido del texto. Este estilo, este talante, son una tarea<br />

ardua y difícil, pues pasa inevitablemente por la<br />

experiencia aniquiladora del que vive ese espíritu. En el<br />

relato de Juan, María Magdalena adquiere la función de<br />

recordar y hacer viva esta experiencia: "Se han llevado del<br />

sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". En<br />

el relato de Juan no hay ángeles ni mensajes pascuales.<br />

Para Juan, el mensaje pascual y el triunfo de Jesús están<br />

en la cruz. La resurrección de Jesús es su amor a prueba<br />

de la propia vida. Es este amor el que ha roto la muerte,<br />

porque, al amar al máximo, Jesús se ha encontrado con la


potencia viva del Padre, que es sólo amor. Esto requiere<br />

un gran esfuerzo de credibilidad (fe), porque es un desafío<br />

a las reglas elementales de lo empírico.<br />

De los dos personajes que corren al sepulcro en el relato,<br />

sólo uno rompe el reto de lo empírico. El discípulo amado<br />

"vio y creyó" (v. 9). Una vez más, Pedro no capta la<br />

situación. De él sólo se dice que vio, pero no que creyó.<br />

Pedro todavía no ha entendido que vivir es amar. Pedro<br />

todavía no posee el espíritu que Jesús transmite. No lo<br />

poseerá hasta más adelante (cap. 21) y entonces sólo<br />

gracias a este discípulo amado que le ayudará en la ardua<br />

y difícil tarea de creer (cfr. Jn. 21, 7). De ser cierto lo que<br />

fundadamente dicen algunos exégetas de que el discípulo<br />

amado simboliza en el cuarto evangelio a la comunidad<br />

cristiana, habrá que restituir hoy para la comunidad<br />

cristiana el protagonismo que el autor del cuarto evangelio<br />

quiso darle.<br />

6.<br />

María ha visto que el sepulcro está abierto y corre adonde<br />

están los discípulos, pero sólo puede hacer una banal<br />

constatación: "Se han llevado del sepulcro al Señor". María<br />

piensa en ladrones de cadáveres. Es verdad que aún no ha<br />

despertado del todo y no es un modelo de creyente: a<br />

pesar de lo cual, para los tiempos venideros será la<br />

iniciadora, la que presintió las secretas promesas del<br />

cuerpo sin vida que ella tanto amó.<br />

Pero aún le queda camino por recorrer. Primero necesita<br />

escuchar el testimonio oficial de la Iglesia, el que da Pedro<br />

y para el que el príncipe de los apóstoles reunió todas las<br />

pruebas: las vendas por el suelo, y en un lugar aparte, el<br />

sudario cuidadosamente doblado. Son unas pruebas<br />

silenciosas, pero ¿acaso no es el tiempo de recogimiento,<br />

en que cada objeto adquiere el valor de signo visible que<br />

remite a lo invisible? La ausencia del cuerpo no es,


ciertamente, la prueba de la resurrección; es el indicio de<br />

que el poder glorificador del Espíritu no ha olvidado el<br />

cuerpo.<br />

Juan es el último en llegar al final del camino. Ve las<br />

vendas, pero no las hace caso. En efecto, su mirada se ha<br />

vuelto ya hacia el interior; si revuelve algo, es en sus<br />

recuerdos y en su corazón. El vino de las bodas, el templo<br />

purificado, Lázaro...<br />

Otros tantos presentimientos de lo posible, de un<br />

insospechado orden de las cosas. Un sepulcro abierto y<br />

unas vendas, una mujer y dos hombres para interpretar...<br />

Todo es ordinario y cotidiano, pero todo tiene valor de<br />

signo. "Vio y creyó"<br />

SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO<br />

Jn 20,1-9: ¿Qué necesidad tienes de lo que no amas?<br />

-Dámelo<br />

Hoy se ha leído la resurrección del Señor según el<br />

evangelio de San Juan y hemos escuchado que los<br />

discípulos buscaron al Señor y no lo encontraron en el<br />

sepulcro, cosa que ya habían anunciado las mujeres,<br />

creyendo, no que hubiera resucitado, sino que había sido<br />

robado de allí. Llegaron dos discípulos, el mismo Juan<br />

evangelista -se sobreentiende que era aquel a quien<br />

amaba Jesús- y Pedro con él; entraron, vieron solamente<br />

las vendas, pero ningún cuerpo. ¿Qué está escrito de Juan<br />

mismo? Si lo habéis advertido, dice: Entró, vio y creyó (Jn<br />

20,8). Oísteis que creyó, pero no se alaba esta fe; en<br />

efecto, se pueden creer tanto cosas verdaderas como<br />

falsas. Pues si se hubiese alabado el que creyó en este<br />

caso o se hubiera recomendado la fe en el hecho de ver y<br />

creer, no continuaría la Escritura con estas palabras: Aún<br />

no conocía las Escrituras, según las cuales convenía que


Cristo resucitara de entre los muertos (Jn 20,9). Así, pues,<br />

vio y creyó. ¿Qué creyó? ¿Qué, sino lo que había dicho la<br />

mujer, a saber, que habían llevado al Señor del sepulcro?<br />

Ella había dicho: Han llevado al Señor del sepulcro y no sé<br />

dónde lo han puesto (Jn 20,2).<br />

Corrieron ellos, entraron, vieron solamente las vendas,<br />

pero no el cuerpo y creyeron que había desaparecido, no<br />

que hubiese resucitado. Al verlo ausente del sepulcro,<br />

creyeron que lo habían sustraído y se fueron. La mujer se<br />

quedó allí y comenzó a buscar el cuerpo de Jesús con<br />

lágrimas y a llorar junto al sepulcro. Ellos, más fuertes por<br />

su sexo, pero con menor amor, se preocuparon menos. La<br />

mujer buscaba más insistentemente a Jesús, porque ella<br />

fue la primera en perderlo en el paraíso; como por ella<br />

había entrado la muerte, por eso buscaba más la Vida. Y<br />

¿cómo la buscaba? Buscaba el cuerpo de un muerto, no la<br />

incorrupción del Dios vivo, pues tampoco ella creía que la<br />

causa de no estar el cuerpo en el sepulcro era que había<br />

resucitado el Señor. Entrando dentro vio unos ángeles.<br />

Observad que los ángeles no se hicieron presentes a Pedro<br />

y a Juan y sí, en cambio, a esta mujer. Esto, amadísimos,<br />

se pone de relieve, porque el sexo más débil buscó con<br />

más ahínco lo que había sido el primero en perder. Los<br />

ángeles la ven y le dicen: No está aquí, ha resucitado (Mt<br />

28,6). Todavía se mantiene en pie llorando; aún no cree;<br />

pensaba que el Señor había desaparecido del sepulcro. Vio<br />

también a Jesús, pero no lo toma por quien era, sino por<br />

el hortelano; todavía reclama el cuerpo de un muerto. Le<br />

dice: «Si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo<br />

lo llevaré (Jn 20,15). ¿Qué necesidad tienes de lo que no<br />

amas? Dámelo». La que así le buscaba muerto, ¿cómo<br />

creyó que estaba vivo? A continuación el Señor la llama<br />

por su nombre. María reconoció la voz y volvió su mirada<br />

al Salvador y le respondió sabiendo ya quien era: Rabi,<br />

que quiere decir «Maestro» (Jn 20,16).


Hoy celebramos la Pascua, "la fiesta de las fiestas",<br />

porque es el día de la resurrección del Señor. Por esto,<br />

hoy, cielos y tierra cantan el aleluya, expresión de alegría<br />

que significa "alabad al Señor", antiguo grito de alabanza<br />

litúrgica heredado del culto israelítico.<br />

Celebramos hoy -después de escuchar esta pasada noche<br />

el anuncio pascual- el hecho central de nuestra fe: que<br />

Cristo, tal como decimos en el Símbolo de la fe, después<br />

de su crucifixión, muerte y sepultura, "resucitó al tercer<br />

día".<br />

-Pascua es un acto de fe: Cristo es el Viviente<br />

Con una conciencia clara de que no podemos agotar el<br />

contenido de esta fiesta de hoy, que continuamos -como<br />

en una sola y única fiesta- durante toda la cincuentena<br />

pascual, hasta Pentecostés, repasemos las tres lecturas<br />

bíblicas de esta celebración.<br />

Y, en primer lugar, el evangelio, que nos invita a dejarnos<br />

penetrar por la luz de la fe ante el hecho del sepulcro vacío<br />

de Jesús.<br />

Este hecho desconcertó primeramente a las mujeres y a<br />

los mismos Apóstoles, pero después entendieron su<br />

sentido: aceptaron un hecho histórico y comprendieron su<br />

sentido de salvación a la luz de las Escrituras. El cuerpo de<br />

Jesús, muerto en la cruz, ya no estaba allí. Pero no porque<br />

hubiera sido robado, sino porque HABÍA RESUCITADO.<br />

Aquel Cristo a quien habían seguido era el VIVIENTE; en El<br />

triunfaba la vida; en El se anticipaba el "Día del Señor", en<br />

el que los mejores israelitas esperaban la resurrección de<br />

los muertos. Cristo era el vencedor de la muerte: "Victor<br />

mortis".<br />

Sí, la Pascua nos pide sobre todo un gran ACTO DE FE.<br />

Creemos que Cristo vive; creemos que es nuestro<br />

Redentor, el Redentor del hombre y de todo hombre que


no lo rechaza; creemos que en Cristo tenemos la Vida<br />

verdadera...<br />

-Pascua es una transfiguración de nuestra vida<br />

Cristo resucitó por todos nosotros. El es la primicia y la<br />

plenitud de una humanidad renovada. Su vida gloriosa es<br />

como un inagotable tesoro, que todos estamos llamados a<br />

compartir desde ahora.<br />

Mediante el bautismo, su presencia se ha compenetrado<br />

con nuestro ser y nos da ya ahora, germinalmente, la<br />

gracia de nuestra futura resurrección. El pasaje de la Carta<br />

a los Colosenses que leemos en la misa de hoy es una<br />

reminiscencia de una homilía bautismal y nos sitúa muy<br />

bien en el sentido de esta fiesta para nosotros: "Ya que<br />

habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá<br />

arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios..."<br />

En Cristo todo adquiere un sentido nuevo. Por esto en la<br />

Pascua, como nos recuerdan a menudo las homilías de<br />

aquellos grandes obispos de los primeros siglos llamados<br />

"Padres de la Iglesia", se alegran a la vez el cielo y la<br />

tierra; los ángeles, los hombres y la creación entera:<br />

porque todo está llamado a ser transfigurado, a ser<br />

liberado de la esclavitud del pecado y a compartir la gloria<br />

del Señor Resucitado. Si nuestra fe es sincera, nuestra<br />

alegría pascual tiene que ser profunda y contagiosa.<br />

Pascua nos pide amar la vida más que a nadie.<br />

-Pascua es un compromiso de testimonio<br />

Sin la resurrección de Cristo no se habrían escrito los<br />

Evangelios ni existiría la Iglesia. Los Apóstoles fueron,<br />

antes que nada, testigos de la resurrección de Jesús, como<br />

vemos hoy escuchando la predicación de Pedro, leída en la<br />

primera lectura de esta misa del día de Pascua.<br />

Aquel mismo testimonio, que ha sido como un fuego que<br />

ha ido dando calor a las almas de los creyentes hasta hoy,


llega en este año de gracia hasta nosotros. No nos reúne<br />

nada más. Seamos conscientes de que no tenemos otro<br />

objetivo, en nuestra convocatoria de hoy y de cada<br />

domingo -¡todo el año es como una celebración pascual!-<br />

que acoger el don de Dios Padre en el Cristo Viviente y<br />

transmitir este mensaje a las nuevas generaciones. Sean<br />

cuales sean las dificultades, éste es nuestro deber más<br />

sagrado: transmitir la BUENA NOTICIA DE QUE, EN<br />

CRISTO, LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE, como glosa<br />

poéticamente la secuencia de la misa. Digamos al mundo<br />

hoy, día santo de Pascua, y todo el año que:<br />

"lucharon vida y muerte<br />

en singular batalla<br />

y, muerto el que es Vida,<br />

triunfante se levanta".<br />

(Secuencia de Pascua)<br />

1.<br />

50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />

RESURRECCIÓN<br />

1-9<br />

A veces es útil hacerse preguntas. Y hoy, en este solemne<br />

y glorioso día de Pascua, al iniciar la gran fiesta de los<br />

cristianos -la gran fiesta de la fe- podría ser oportuno<br />

preguntarnos si sabemos exactamente lo que creemos. No<br />

quisiera ofender a nadie. Quisiera únicamente que todos<br />

hoy nos interrogáramos sinceramente para que así<br />

podamos celebrar bien estas siete semanas de fiesta<br />

cristiana que es el tiempo pascual. Y, para celebrarlo bien,<br />

es necesario que sepamos bien qué creemos.<br />

-¿Qué es ser cristiano? ¿El cristiano, es el hombre que<br />

cree en Dios? Sí, pero no es necesario ser cristiano para<br />

creer en Dios: hay millones de creyentes que no son


cristianos (y no únicamente en países lejanos; también<br />

entre nosotros).<br />

¿El cristiano, es aquel que cree en una vida que no<br />

termina con la muerte? Sí, pero tampoco es exclusiva<br />

nuestra creer en la pervivencia: también hay hombres que<br />

esperan otra vida sin ser cristianos.<br />

¿El cristiano, es el hombre que cree en la necesidad de<br />

cierto tipo de comportamiento, basado en el amor, en la<br />

justicia, en la verdad...? Sí, pero -una vez más- debemos<br />

reconocer que no es necesario ser cristiano para creer en<br />

la exigencia de un camino de amor, de lucha por la<br />

justicia, de búsqueda de la verdad... Hay muchos hombres<br />

-incluso no religiosos- que de hecho procuran vivir así.<br />

Todas estas preguntas no definen lo que es nuestra fe.<br />

Pero tampoco basta decir que el cristiano es aquel que<br />

quiere inspirar su vida en la palabra y en el ejemplo de JC.<br />

Ciertamente, el cristiano -como dice la misma palabra- se<br />

define en relación, en referencia con Cristo. Pero para<br />

nosotros, Jesús no es únicamente un maestro, un ejemplo.<br />

Nuestra fe nos pide un paso más, un paso de una<br />

importancia -y no lo escondamos: de una dificultad-<br />

decisiva.<br />

La pregunta sobre nuestra fe tiene una respuesta precisa y<br />

concreta: ser cristiano es creer en la resurrección de JC.<br />

Quien tiene esta fe -con todas sus consecuencias- es<br />

cristiano; quien no cree en la Resurrección, no puede<br />

llamarse cristiano (por más que pueda ser un hombre<br />

admirador de Jesús o un hombre religioso o un hombre<br />

justo). Ser cristiano no pide nada más ni nada menos que<br />

esto: creer que Jesús de Nazaret, después de seguir su<br />

camino de anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios,<br />

para ser fiel a ello hasta el extremo, aceptó el camino de<br />

la cruz con una fe, con un amor, con una esperanza total.<br />

Y que por ello Dios Padre le resucitó, es decir, le comunicó<br />

aquella plenitud de vida que Él había anunciado,


constituyéndole así Señor -es decir, criterio y fuente de<br />

vida-, para todos los que creyeran en Él.<br />

Pero hagamos un paso más. Hagámonos otra pregunta:<br />

¿Cómo los que creemos en JC resucitado, vivo, vivimos<br />

nosotros vinculados a su vida? Y la respuesta será: la<br />

consecuencia de nuestra fe en JC vivo, es que nosotros<br />

creemos que su Espíritu -aquel Espíritu de Dios que dicen<br />

los evangelios que estaba en él- está en nosotros.<br />

El tiempo de Pascua debe significar para los cristianos un<br />

progreso en esta fe en el Espíritu de JC que penetra,<br />

ilumina, fortalece, nuestro camino. Porque es gracias a<br />

que el Espíritu Santo está presente en mí, en ti, en cada<br />

uno de nosotros, que yo, tú, todos nosotros, estamos<br />

injertados, vinculados con JC resucitado.<br />

El error de los cristianos muy a menudo es éste: nos lo<br />

queremos arreglar solos, porque olvidamos el Espíritu de<br />

Dios que está en nosotros, como estaba en los primeros<br />

cristianos. Repitámoslo: creer en la Resurrección de JC -<br />

esto que define nuestra fe- es lo mismo que creer que<br />

tenemos en nosotros su Espíritu. El camino no lo hacemos<br />

solos: el camino es el Espíritu quien lo hace en nosotros.<br />

Y si ésta es nuestra fe, ésta es también la causa de<br />

nuestra alegría. Por eso, la Pascua es tiempo de alegría,<br />

de fiesta, de abrirnos sin miedo a la vida de Dios. De ahí<br />

que ahora, como hemos hecho en la celebración de<br />

anoche, en la solemne Vigilia Pascual, renovemos nuestro<br />

compromiso bautismal de lucha contra todo mal, de fe en<br />

el Padre que es amor, en el Hijo que es nuestro camino,<br />

en el Espíritu que está presente y vivo en nosotros.<br />

Renovación de nuestra fe que es renovación de vida y<br />

llamada a la alegría.<br />

2. CINCUENTENA:


-La gran fiesta que dura 50 días<br />

Hermanas y hermanos: hoy es la gran fiesta cristiana, la<br />

mayor de todas. Una fiesta tan fiesta que no tenemos<br />

bastante con un día para celebrarla: por eso la Pascua<br />

dura nada menos que 50 días, siete semanas, hasta la<br />

Pascua de Pentecostés (que significa precisamente<br />

"cincuenta"). Y todo como una sola y única y gran fiesta.<br />

En realidad, es la única fiesta de los cristianos porque es la<br />

que celebramos también cada domingo. Y es normal que<br />

así sea porque la Pascua significa aquello que ES EL<br />

NÚCLEO, LA RAÍZ Y LA FUERZA DE LA FE CRISTIANA: la<br />

gran afirmación de que Jesucristo ha resucitado, está<br />

plenamente vivo, es el triunfador de la muerte y de todo<br />

mal. Es la gran afirmación de nuestra fe y es una<br />

afirmación no para guardarla -como en el congelador para<br />

que se conserve- sino para sembrarla en lo más vivo de<br />

nuestra vida para que la renueve, penetre y transforme.<br />

Porque si Jesucristo vive, vive para nosotros y en<br />

nosotros.<br />

Ayer por la noche la comunidad cristiana se reunió para<br />

aquella VIGILIA expectante que desemboca en el canto<br />

jubiloso del aleluya: la vigilia pascual, la más importante<br />

de las reuniones cristianas del año. Y allí los cristianos que<br />

pudieron asistir, renovaron su COMPROMISO BAUTISMAL -<br />

como haremos nosotros en esta misa- para expresar<br />

sencillamente esto: queremos compartir la muerte y<br />

resurrección de Cristo, es decir, LUCHAR contra todo lo<br />

que hay de mal en nosotros y en el mundo, ABRIRNOS A<br />

LA VIDA que es de Dios, que nos enseñó Jesús de Nazaret,<br />

que siembra en nosotros el Espíritu Santo.<br />

-Pedro nos explica qué es la Pascua<br />

Para entender y vivir más esta realidad central de nuestra<br />

fe, podríamos fijarnos unos momentos en la 1. Lectura<br />

que hemos leído. Es un resumen de la fe y de la<br />

predicación de la PRIMERA COMUNIDAD cristiana. En las


palabras de san Pedro encontramos los ASPECTOS<br />

PRINCIPALES de la afirmación de la fe. Es decir, de lo que<br />

es la Pascua. Esquemáticamente podríamos decir que<br />

encontramos tres aspectos.<br />

1) En primer lugar la INICIATIVA, la acción gratuita y<br />

amorosa de Dios. Pedro insiste en que es Dios quien nos<br />

dio a Jesús de Nazaret, quien lo consagró con su Espíritu y<br />

su fuerza de verdad y amor. Jesucristo pasó haciendo el<br />

bien (dice san Pedro) y liberando del mal "porque Dios<br />

estaba con él". Pero la acción de Dios se MANIFESTÓ<br />

SOBRE TODO RESUCITANDO A JESÚS, no permitiendo que<br />

el mal y la muerte triunfara sobre Aquél que se había<br />

entregado totalmente al bien y a la vida.<br />

2) Esta acción de Dios sigue eficaz y actual hoy para<br />

nosotros.<br />

JC está vivo y está con nosotros, por gracia, por obra de<br />

Dios. Pero NOSOTROS TENEMOS QUE RECONOCERLO,<br />

tenemos que descubrir su presencia. Y éste es el segundo<br />

aspecto que es preciso entender.<br />

De nada nos serviría crecer y repetir que JC ha resucitado<br />

si no sabemos QUIÉN ES JC Y QUÉ es para nosotros. JC<br />

resucitado es el mismo Jesús de Nazaret que nos<br />

presentan los evangelios. El mismo que dijo: "YO SOY LA<br />

FUENTE del agua de vida que brotará dentro de vosotros";<br />

"Yo soy LA LUZ que guía hacia la vida y vosotros también<br />

tenéis que ser luz que guíe"; "Yo soy la RESURRECCIÓN y<br />

la vida, y el que crea en mí nunca morirá"; "Yo soy EL REY<br />

y mi misión es dar testimonio de la verdad". Aquella<br />

verdad que es simplemente: Dios es amor.<br />

3) Este es JC para nosotros, en nosotros. Es necesario que<br />

lo encontremos, lo reconozcamos, en el evangelio y en<br />

nuestra vida. Y es preciso también (es el tercer aspecto<br />

que subraya san Pedro) QUE LO VIVAMOS, QUE DEMOS<br />

TESTIMONIO de él, que lo anunciemos. Es nuestra misión<br />

de cristianos, de Iglesia en el mundo. Una misión que es


lucha por la verdad y el amor, por el Reino de Dios. Una<br />

misión que es un camino difícil, doloroso (como el de JC),<br />

pero que conduce HACIA LA PLENITUD de vida que la<br />

Resurrección de JC inicia y anuncia. Por eso es una lucha y<br />

un camino de esperanza e incluso de fiesta.<br />

Expresamos en la eucaristía de hoy estos tres aspectos de<br />

la Pascua: damos gracias al Padre por su constante acción<br />

amorosa y fecunda: reconocemos a JC vivo en nosotros,<br />

revelador y comunicador de la vida de Dios; pedimos ser<br />

más fieles a esta vida siempre nueva y para todos, que<br />

nos permite abrirnos sin miedo a la alegría, a la lucha, a la<br />

esperanza, a la fiesta.<br />

3.<br />

Hoy no es un domingo cualquiera: HOY ES PASCUA. Si<br />

cada domingo celebramos la resurrección del Señor, hoy la<br />

celebramos con mayor solemnidad junto con su Pasión.<br />

Rebosa tanto de sentido, lleva consigo tanto gozo el<br />

domingo de Pascua, que NECESITAREMOS CINCUENTA<br />

DÍAS para celebrarlo debidamente. Es el tiempo pascual, o<br />

la cincuentena pascual, que va desde la fiesta de hoy<br />

hasta domingo de Pentecostés, estos cincuenta días que<br />

son como un solo y único día festivo, como un gran<br />

domingo.<br />

-"Dios lo resucitó al tercer día... Nosotros somos<br />

testigos..." Este es el anuncio de Pedro en casa de<br />

Cornelio: "Dios lo resucitó al tercer día": Pedro y los<br />

demás discípulos nos dan testimonio. Podemos tenerlo por<br />

muy seguro. No pecan en absoluto de ilusos o mentirosos:<br />

¡BASTANTE LES COSTO creérselo! Primero, no se fían<br />

nada de unas mujeres visionarias. Luego, comprueban con<br />

sus propios ojos que efectivamente el sepulcro está vacío.<br />

Pero no descartan la sospecha de que alguien se haya


llevado el cuerpo del Señor. Y así, entre dudas y miedos,<br />

recordando las palabras del Maestro y leyendo de nuevo<br />

las Escrituras, avanzan hacia la luz. Hasta que llega LA<br />

PRUEBA DEFINITIVA, LA DE LA AMISTAD, LA DEL AMOR:<br />

se sientan a la mesa con él. Sí, Jesús de Nazaret, el hijo<br />

del carpintero, el que fue ungido con el Espíritu Santo y<br />

con poder, que pasó por el mundo haciendo el bien y<br />

terminó colgado en un patíbulo, a éste, ¡DIOS LO HA<br />

RESUCITADO! Nadie lo ha visto con los ojos de la carne,<br />

pero él no está en el lugar donde lo pusieron y por el<br />

contrario se ha aparecido, no a todo el pueblo, sino a unos<br />

testigos que Dios había designado.<br />

Nosotros creemos que Jesús resucitó porque UNOS<br />

HOMBRES, unos sencillos pescadores, NOS LO HAN DICHO<br />

Y LO HAN RUBRICADO con su sangre. Y porque, después<br />

de ellos, muchos otros cristianos han vivido y han muerto<br />

por esta misma causa durante veinte siglos.<br />

Nosotros estamos ahora aquí porque, habiendo sido<br />

BAUTIZADOS en esta fe, que es la de la Iglesia,<br />

QUEREMOS EXPERIMENTARLA una vez más y proclamarla<br />

en todo el mundo y TRANSMITIRLA, eslabones de la<br />

tradición, a las gene- raciones que vendrán.<br />

-Nosotros también somos testigos Eso es lo que<br />

deberíamos poder anunciar también nosotros, después de<br />

esta celebración, después de cada celebración, convertidos<br />

en apóstoles y evangelistas actualizados. Teniendo muy en<br />

cuenta que, si somos capaces de afirmar de palabra y de<br />

confirmar con las obras la resurrección de Jesús, es<br />

porque también nosotros hemos sido resucitados con él<br />

por la fuerza del Espíritu.<br />

-Debemos ser HOMBRES DE ESPERANZA. No se puede<br />

andar por el mundo con cara de angustias y profetizando<br />

calamidades. Debemos mantenernos, a pesar de todo, en<br />

un optimismo insobornable, hecho a prueba de amor y de<br />

muerte. Como el de Juan XXIII. Muy realista pero lleno de<br />

buen humor. Jesús, el martes de Pascua, comía arenques


con sus amigos junto al mar de Tiberíades. Debemos estar<br />

al lado de los jóvenes y de los hombres de buena voluntad<br />

que luchan por un mundo mejor. La salvación del hombre<br />

y de la humanidad no es una utopía. El amor y la vida<br />

triunfarán. Cristo ha vencido al pecado y la muerte.<br />

-Debemos entrar sin miedo "en el sepulcro de Dios" que es<br />

EL MUNDO MODERNO -tan secularizado, tan vacío de Dios<br />

aparentemente- para descubrir en él, contrastando los<br />

hechos con la Escritura, la presencia y la ACCIÓN DEL<br />

RESUCITADO. Juan llegó primero al sepulcro, pero fue<br />

Pedro el primero que entró y creyó. No tenemos que<br />

esperar que la jerarquía vaya siempre por delante; pero sí<br />

tenemos que esperar su palabra y que, dejándose de<br />

seguridades demasiado humanas, fiándose bastante más<br />

del Espíritu, acepte también ella el riesgo de la fe.<br />

-(MISA/DO)Debemos tomarnos en serio LA MISA DE CADA<br />

DOMINGO, no como un precepto religioso que hay que<br />

cumplir, como una mera ceremonia que nos puede<br />

justificar por sí misma, sino como el lugar y el momento<br />

privilegiado de nuestro encuentro semanal con el Señor,<br />

encuentro que nos ayudará a renovarnos en nuestro<br />

compromiso bautismal, a no perder nunca de vista el<br />

horizonte de la trascendencia en el atareamiento por las<br />

cosas temporales, a distinguir "los bienes de arriba" de<br />

"los bienes de la tierra", puesto que "allá arriba" es "donde<br />

está Cristo, sentado a la derecha de Dios". Deberíamos<br />

convertir siempre nuestra reunión dominical, y más<br />

especialmente en este tiempo, en una auténtica fiesta<br />

desbordante de alegría, que prefigurase el banquete del<br />

Reino.<br />

Dispongámonos, pues, a CELEBRAR la Pascua del Señor, a<br />

hacer la experiencia del Señor resucitado. El está aquí con<br />

nosotros. No lo vemos pero está. ¡Claro que está! Como<br />

estamos nosotros mismos. Sólo nos falta darnos cuenta,<br />

RECONOCERLO, intimar con él.


Lo acabamos de escuchar, nos sentamos con él a la mesa.<br />

En virtud del pan y del vino, también nosotros podemos<br />

decir que "hemos comido y bebido con él". Y entonces<br />

NUESTRA VIDA será como la de Jesús, y NUESTRO<br />

TESTIMONIO como el de los apóstoles.<br />

4. FIESTA<br />

Celebramos la Resurrección de Cristo. Celebramos nuestra<br />

propia resurrección, es decir, el hecho que hemos sido<br />

transformados en Nuevas Criaturas. Nuestra alegría<br />

consiste en que lo más profundo de nuestra persona, lo<br />

más íntimo, ese reducto que nadie ni nada puede llenar<br />

satisfactoriamente, se ha encontrado con Dios mismo.<br />

Y este encuentro tiñe toda nuestra vida, nuestra relación<br />

con los demás, y la ofrecemos, pobremente pero con<br />

inmensa confianza a todos los hombres y a todas las<br />

situaciones. Hoy es un día que debemos, como nunca,<br />

hablar desde nuestra fe.<br />

Pero debemos hacerlo también de la forma más realista,<br />

más inmediata, más sobria. Porque hemos de hablar de<br />

nuestra Fiesta real y concreta, a los hombres reales y<br />

concretos. Hoy se tiene que levantar la voz de la<br />

comunidad creyente con la misma sencillez y con la misma<br />

fuerza que tuvieron aquellas palabras: "Vosotros conocéis<br />

lo que sucedió...". Jesús "nos encargó predicar al pueblo,<br />

dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado<br />

juez de vivos y muertos".<br />

¿A quién predicamos esto? ¿A quién invitamos a la Fiesta?<br />

Predicamos e invitamos a los hombres -comenzando por<br />

nosotros mismos- que están en la lucha, en los afanes, en<br />

los logros y los reveses de su concreta vida. Proclamamos<br />

una fiesta distinta de la vacación, del descanso o del


desvarío. Proclamamos una fiesta que se refiere a lo más<br />

sagrado que el hombre tiene en sí.<br />

Proclamamos la fiesta siendo conscientes de que muchos,<br />

muchísimos hombres son heridos en su intimidad.<br />

Proclamamos la fiesta sintiendo en nuestra carne y en la<br />

de los hermanos los límites de nuestra condición.<br />

Para muchos hoy la fiesta cristiana es un contrasentido o<br />

una utopía. Muchos cristianos, incluso, se desalientan y no<br />

son capaces tampoco de afirmar la alegría de la Buena<br />

Nueva. Pero si la fiesta desapareciese, si no fuésemos<br />

capaces de celebrar, si creyésemos que todo se había de<br />

resolver en la horizontalidad de nuestras experiencias, la<br />

Iglesia no sería ya el lugar de comunión de todos los<br />

hombres y cada uno de nosotros habría perdido la<br />

posibilidad de entrar en comunión con los demás.<br />

La Fiesta cristiana de la Resurrección que se celebra cada<br />

domingo y especialmente en éste es el descubrimiento de<br />

que en lo más escondido de nuestra intimidad hay una<br />

salvación. Es el descubrimiento en cada uno de nosotros<br />

que la realidad de nuestra vida ha sido esencialmente<br />

transfigurada por el HECHO de la Resurrección de Cristo.<br />

La Fiesta cristiana es una convocación a aquello que<br />

tenemos en común. Esa soledad última, esa pregunta que<br />

nadie sacia, esa inquietud, si se quiere, que no nos deja<br />

descansar, esa búsqueda de sentido, ese anhelo por el<br />

bien en cualquiera de sus formas, esa razón que buscamos<br />

al dolor, al envejecimiento, al impulso por vivir<br />

dignamente... a esto nos convoca la Fiesta.<br />

Sentirse transformado porque Cristo ha dado sentido<br />

salvador a todo, porque nos hace pasar por el valle oscuro<br />

de la existencia y de la muerte y nos conduce más allá de<br />

toda lágrima, es ponerse en situación de fiesta.<br />

La resurrección de Cristo ha vencido los poderes<br />

demoníacos que hay en el fondo de nuestro ser: esos


desalientos y agresividades, esa búsqueda de lo inmediato<br />

y de lo egoísta, esa maldición de tener que morir. Y...<br />

cuando esto se descubre en la fe de un acontecimiento<br />

que es presente, se juega, se baila, se canta y se celebra.<br />

Se está en Fiesta.<br />

Jugar en vez de apostar. Esperar en vez de maldecir.<br />

Amar en vez de odiar. Creer en vez de "saber". Vivir la<br />

alegría de que "todo era verdad". La verdad de Jesús de<br />

Nazaret. Esa verdad que cambia todo sin cambiar nada.<br />

Sobre todo que nos hace cambiar a nosotros y nos<br />

impulsa a decir a todos que la alegría es una realidad que<br />

disuelve y asume todos nuestros dolores. Hoy sabemos<br />

que nuestra fe se mide por la capacidad de fiesta como<br />

iremos viendo en los domingos que vienen.<br />

5.<br />

Se abrió el mar en dos mitades, y un pueblo de esclavos lo<br />

atravesó "a pie enjuto". Este pueblo comenzó a vivir en<br />

libertad.<br />

He aquí la pascua de Israel. He aquí la fiesta de la<br />

liberación que año tras año celebran los judíos hasta<br />

nuestros días.<br />

Se abrió una tumba de par en par, y el que había muerto<br />

bajo el poder de Poncio Pilato resucitó: la muerte no pudo<br />

tragarlo, y la tumba quedó vacía. Esta es nuestra pascua:<br />

éste es el paso de la muerte a la vida: ésta es en verdad<br />

para todos los cristianos la gran fiesta de liberación. Año<br />

tras año, domingo tras domingo, la celebraremos.<br />

No hay pascua sin ruptura: no hay resurrección sin<br />

ruptura: no hay libertad sin ruptura. ¿Continuismo? El que<br />

padece la esclavitud no puede continuar, si quiere llegar a<br />

la libertad. En algún momento decisivo tiene que dar el<br />

paso hacia delante, ha de saltar, ha de romper; pues sólo


es posible llegar a la libertad, en libertad. Y esto vale para<br />

el hombre, para cada hombre, en la historia de su vida, y<br />

para el pueblo, para cada pueblo, en su larga biografía.<br />

Hay que dejar al faraón que se hunda con sus caballos en<br />

el Mar Rojo. La libertad está en la otra orilla.<br />

Es cierto que los hombres y los pueblos viven en la<br />

tradición, y aun de la tradición; pero la tradición de los<br />

hombres que aman la libertad no puede ser otra que la<br />

memoria inapreciable de todos los hechos de<br />

emancipación. Cualquier otra tradición que no sea ésta es<br />

un fardo inútil que retrasa la marcha, una trampa, un lazo<br />

que nos hace caer en el pasado, una tentación que nos<br />

hace volver el rostro para que nos convirtamos en<br />

estatuas de sal.<br />

La verdadera tradición cristiana, en la que estamos y en la<br />

que entramos por el bautismo, es la memoria subversiva<br />

de la muerte y resurrección de Jesús. Memoria subversiva<br />

sí, porque es la memoria que nos subleva ante cualquier<br />

tipo de esclavitud y mantiene despierta la conciencia de la<br />

vocación a la libertad de los hijos de Dios; pues para esto,<br />

para que vivamos en libertad, Cristo ha levantado la losa<br />

de la tumba y ha dejado abierto el camino a nuestra<br />

esperanza.<br />

En el principio de esta tradición hay unos hombres que<br />

perdieron el miedo a la muerte. Son los testigos, los<br />

apóstoles. Para ellos la experiencia pascual fue<br />

ciertamente liberadora: Desató su lengua cuando estaban<br />

callados como muertos, desató sus pies cuando estaban<br />

acorralados por el miedo a los judíos, irguió su esperanza<br />

cuando estaban abatidos, les abrió el sentido de las<br />

escrituras cuando éstas se hallaban herméticamente<br />

cerradas a su comprensión... Y estos hombres liberados<br />

salieron por las calles y plazas y por todos los caminos del<br />

mundo a predicar con valor el anuncio y la denuncia del<br />

evangelio. Es verdad que la fe en la resurrección del Señor<br />

no podrá evitar que Pedro y Pablo sean encadenados, pero<br />

¿quien ha podido encadenar ya el evangelio? ¿Quién podrá


detener ya la esperanza, una vez desatada? Pues hay una<br />

promesa pendiente que se ha de cumplir no obstante y a<br />

pesar de todo. Dios es fiel y no defrauda a sus testigos:<br />

"Si Cristo no ha resucitado, somos los más desgraciados<br />

de los hombres; pero ¡Cristo ha resucitado!" He aquí la<br />

adversativa que nadie puede dominar. "¡Si Cristo ha<br />

resucitado, también nosotros resucitaremos!" La<br />

resurrección, la pascua, es irreversible. Porque es un paso<br />

hacia delante. Cristo no resucita para volver a morir. La<br />

resurrección de Cristo no es el mito del eterno retorno:<br />

vivir para morir, morir para vivir, y vuelta a empezar. No,<br />

la resurrección es un hecho histórico, el hecho mayor de<br />

toda la historia de la salvación o de la liberación. No tiene<br />

que ver nada con un suceso de la naturaleza. Por eso es<br />

siempre una ruptura, pues el que resucita no vuelve ya a<br />

las andadas.<br />

En este sentido nos dice Pablo: "Ya que habéis resucitado<br />

con Cristo, buscad los bienes de allá arriba...; aspirad a<br />

los bienes de arriba, no a los de la tierra". Pero ¡cuidado!,<br />

la fe en la resurrección no pone a los creyentes en una<br />

órbita extraterrestre, no puede dispararlos más allá de las<br />

realidades de este mundo. Es decir, no puede privarnos de<br />

la responsabilidad de alumbrar con dolores de parto la<br />

nueva tierra en la que habita la justicia. La resurrección es<br />

una ruptura respecto al pecado del mundo, respecto a las<br />

estructuras injustas o formas de este mundo que pasan;<br />

pero es una vinculación y un compromiso con la esperanza<br />

de toda la creación que suspira para que un día se<br />

manifieste, al fin, la gloria de los hijos de Dios.<br />

6. JESÚS/PRIMOGENITO<br />

Jesús murió: ¿Cabía esperar otra cosa? Y si no cabía<br />

esperar nada más que la muerte de Jesús, porque era un<br />

hombre, y si no podemos los hombres esperar otra cosa<br />

que la muerte..., ¿qué sentido tiene la vida? ¿Es el hombre<br />

un ser para la muerte? Y, en este supuesto, ¿qué puede


ser la historia de la emancipación del hombre, sino una<br />

pasión inútil, al fin y al cabo? Pues la muerte no vencida,<br />

el último enemigo, es la gran necesidad a la que van a<br />

parar todas las libertades.<br />

Los idealistas esperan que llegue un día a florecer la<br />

revolución final y traiga consigo la cosecha de la sociedad<br />

deseada. Los idealistas esperan, y luchan..., y mueren por<br />

la justicia, por la paz y por la libertad de todos. Pero ¿qué<br />

justicia, qué paz y qué libertad habrá aquel día -si es que<br />

llega- para los que ya murieron y sacrificaron su vida a tan<br />

grandes ideales? Rehabilitar el nombre de los mártires y<br />

rescatar su memoria -"¡hermano, no te olvidamos!"- no es<br />

hacerle justicia. Entonces ¿qué? Entonces, nada; nada<br />

para los que ya murieron. Valga, pues, el refrán: "el<br />

muerto al hoyo y el vivo al bollo", y disfruten los vivos de<br />

la plusvalía de los muertos. ¿Cinismo? En absoluto, es el<br />

único realismo si no hay resurrección.<br />

Pero Cristo ha resucitado: Así lo confesaron los Apóstoles.<br />

Cuando todo parecía que había terminado en una tumba<br />

como siempre, hallaron la tumba vacía y anunciaron que<br />

había sucedido lo imposible y lo nunca visto: que Jesús, el<br />

justo, había sido rehabilitado por Dios, él mismo y no sólo<br />

su memoria; que Jesús de Nazaret, juzgado por el<br />

Sanedrín y ejecutado bajo el poder de Poncio Pilato, él<br />

mismo y no otro, había resucitado.<br />

No entenderíamos este mensaje si pensáramos que la<br />

resurrección no es más que la continuación en el mundo<br />

de la causa por la que él vivió y murió. No lo<br />

entenderíamos si creyéramos que Jesús, por su muerte<br />

ejemplar, en vez de pasar de la muerte a la vida pasó de<br />

la vida a la historia, como se dice de los "inmortales".<br />

-Primogénito de los muertos: La resurrección de Jesús fue<br />

para los Apóstoles, y es para los creyentes, un paso<br />

adelante y no un retroceso. Jesús no resucitó como<br />

Lázaro, para volver a morir. La resurrección auténtica de


la muerte, el paso definitivo del reino de la necesidad al<br />

reino de la libertad.<br />

Y así derribó Jesús, de una vez por todas, el muro de la<br />

desesperación. Ya hay camino hacia la nueva humanidad,<br />

porque ha sucedido lo imposible y ahora todo es posible<br />

con la gracia de Dios. Porque ha nacido en el mundo una<br />

esperanza contra toda esperanza, contra la muerte que<br />

todo lo mortifica. La acción y la pasión de los que luchan y<br />

esperan no será confundida, pues todos los dolores del<br />

mundo son ahora dolores de parto. Jesús encabeza el<br />

triunfo de la vida, es el primogénito: si él ha resucitado,<br />

también los que luchan y mueren como él resucitarán.<br />

RS/REVOLUCION: La resurrección de Jesús es la señal de<br />

que Dios ha decidido llevar a cabo la gran insurrección de<br />

todos los que fueron explotados hasta el límite de la<br />

muerte. A diferencia de las revoluciones humanas, que no<br />

redimen a los muertos, la revolución de Dios en Jesucristo<br />

es verdaderamente radical y universal. Y esto nos permite<br />

a los creyentes sentirnos solidarios en una misma lucha no<br />

sólo con las generaciones futuras, sino también con las<br />

generaciones pasadas.<br />

-Testigos de la resurrección: Creer en la resurrección de<br />

Jesús no es sólo tener por cierto que resucitó, sino<br />

resucitar con él.<br />

Porque es vencer, ya en esta vida, por la esperanza la<br />

desesperación de la muerte. La fe en la resurrección de<br />

Jesús es la única fuerza que puede disputar a la muerte su<br />

dominio. La muerte es el último enemigo y el arma más<br />

poderosa de todos los enemigos del hombre. El poder de<br />

la muerte se anuncia en el hambre, las enfermedades, la<br />

explotación, la marginación, las injusticias... y todo cuanto<br />

mortifica a los hombres y a los pueblos. Creer en la<br />

resurrección de Jesús es sublevarse ya contra ese dominio<br />

de la muerte.


7.<br />

La Resurrección no es un mito para cantar lo que siempre<br />

sucede, el eterno retorno de la naturaleza o el proceso<br />

interminable de continuadas reencarnaciones, un volver a<br />

la vida para volver a morir desesperadamente... Tampoco<br />

es una "historieta piadosa" nacida de la credulidad y de la<br />

profunda frustración de un puñado de discípulos, ni un<br />

hecho histórico hundido en el pasado y sin actualidad y<br />

vigencia para nosotros. La Resurrección de Jesús se<br />

presenta como un acontecimiento que sucede una sola vez<br />

y, por lo tanto, una vez por todas: El que murió bajo<br />

Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de<br />

entre los muertos, Jesús vive ya para siempre y no vuelve<br />

a morir.<br />

Ciertamente no se trata aquí de un hecho documentado<br />

históricamente ni tan siquiera documentable -la "tumbavacía"<br />

no es una prueba histórica irrefutable de la<br />

Resurrección, los incrédulos pueden hallar otras hipótesis<br />

más "razonables" y plausibles-, no es un hecho que pueda<br />

ser objeto de una investigación histórica como las<br />

campañas de Julio César o el incendio de Roma. Pero<br />

aunque no puede ser registrado por una cámara<br />

fotográfica, es un acontecimiento real y verdadero para el<br />

creyente y para cuantos se dejan sorprender por la acción<br />

imprevisible de Dios. No queremos decir, sin embargo,<br />

que la Resurrección deba entenderse como lo que sucedió<br />

tan sólo en el interior de la fe de un grupo de discípulos,<br />

como un acontecimiento puramente subjetivo. No; es la<br />

Resurrección lo que hizo posible la fe y no la fe lo que<br />

produjo la Resurrección. La Resurrección como misterio de<br />

salvación es acción de Dios en Jesucristo que sale al<br />

encuentro de la incredulidad de sus discípulos<br />

-"Nosotros esperábamos...", "Si no veo en sus manos la<br />

señal de los clavos... no creeré"-, y así, un hecho exterior<br />

y objetivo. Este es el sentido de todo cuanto se dice en el<br />

Nuevo Testamento sobre las "apariciones" a "los testigos<br />

que Dios había designado". Los evangelistas presentan el


acontecimiento de la Resurreción como sentido último y fin<br />

de todo cuanto nos dicen de la vida concreta e histórica de<br />

Jesús, el Nazareno; por otra parte, la Resurrección es el<br />

fundamento y el principio de la historia de la comunidad<br />

de la que se ocupará San Lucas en el Libro de los Hechos.<br />

Este acontecimiento central y culminante no puede ser<br />

entendido como una ficción de cuanto supone y origina.<br />

Así, pues, aunque el relato de las apariciones exprese ya<br />

la fe de la comunidad cristiana, esa fe se presenta como<br />

una fe fundada en la Resurrección; y no obstante las<br />

contradicciones y oscuridades de estos relatos, una cosa<br />

clara dicen los textos: que Jesús vive, que es el Señor y se<br />

presenta a sus discípulos.<br />

La Resurrección es un hecho improbable desde cualquier<br />

punto de vista meramente humano, pues está en contra<br />

de lo que parece absolutamente cierto: que la muerte<br />

acaba con todas las posibilidades de vida. Pero he aquí<br />

que cuando todas las posibilidades humanas se han<br />

agotado, Dios actúa sorprendentemente y hace valer para<br />

el hombre la posibilidad que únicamente él tiene en sus<br />

manos. Este hecho imposible es por otra parte lo más<br />

conveniente y los más deseado, lo único que puede librar<br />

al hombre de todo cuanto le esclaviza y mortifica sus más<br />

hondas esperanzas. Si siempre pasara en el mundo lo que<br />

siempre es posible, no habría salvación para nosotros.<br />

Pero ahora es distinto: ¡Ha sucedido lo imposible! ¡La<br />

muerte ha sido vencida! Jesús, el Hijo de Dios, pero<br />

también un hombre entre los hombres, vive eternamente.<br />

Esta novedad radical, que supera de antemano todas las<br />

revoluciones y las hace posibles, actúa en el mundo para<br />

recrearlo desde un nuevo principio. Porque Jesús, el<br />

hombre que murió como un esclavo víctima de los poderes<br />

de este mundo, ha resucitado y ha sido constituido en<br />

Señor y Juez de la historia, podemos y debemos mantener<br />

la esperanza y llevarla adelante contras todas las<br />

injusticias hasta que todos los enemigos le sean<br />

sometidos.


El Cristo misterioso, Jesús, muerto y resucitado, es una<br />

garantía de que la lucha por la justicia tiene sentido.<br />

Jesús, vivo por la fe en la comunidad de los creyentes,<br />

funda una esperanza invencible que nadie ni nada pueden<br />

ya domesticar. Jesús, el Señor, es también la garantía de<br />

que "todas las fuerzas de intereses bastardos, de<br />

conformismo, de cobardía, de pesimismo histórico, que<br />

tratan de ahogar cuanto es contestación en nombre de la<br />

liberación y de la justicia, serán impotentes para eliminar<br />

de la historia la resistencia contra el egoísmo, la injusticia<br />

y la opresión".<br />

8. EL ANHELO DE VIVIR: V/DESEOS:<br />

Es un dato de experiencia que todos sentimos un profundo<br />

deseo de vivir, y de vivir en armonía, en comunión con los<br />

hombres y con el universo entero. Pero frente a tal deseo<br />

se impone una realidad muy distinta: la limitación de<br />

nuestro cuerpo, la injusticia, la separación... y la muerte.<br />

Sin embargo, algo dentro de nosotros se resiste a este<br />

fracaso; por eso, los hombres buscamos salidas a estos<br />

problemas, especialmente al mayor: a la muerte.<br />

-LOS ANHELOS Y LAS PROMESAS DE ISRAEL<br />

También Israel sintió tales anhelos y sufrió idénticas<br />

decepciones; sin embargo, a Israel se le habían hecho una<br />

serie de promesas: vivir por encima de fracasos y<br />

pecados, comunicación plena con todos los hombres,<br />

armonía con el Universo, etc. Todas estas promesas no<br />

eran sino respuestas, soluciones a las angustias del<br />

hombre.<br />

-EL CUMPLIMIENTO DE ESAS PROMESAS EN JESÚS<br />

En determinado momento de la historia surge un hombre,<br />

Jesús de Nazaret, que dice que en él se cumplen todas las<br />

promesas que le habían sido hechas a Israel: "Yo soy la


esurrección y la vida" (Jn 11, 25). Pero ese hombre, un<br />

buen día, es apresado, juzgado y condenado a muerte.<br />

-UN GRUPO DE HOMBRES PROCLAMAN EL HECHO<br />

Aquel hombre había formado un grupo de seguidores.<br />

Estos, tras su muerte, se dispersan. Pero a los pocos días<br />

estos hombres se reúnen y proclaman un hecho; que<br />

Jesús de Nazaret, aquél a quien los sumos sacerdotes<br />

habían crucificado, ha resucitado, cumpliendo así las<br />

promesas que se le habían hecho a Israel y dando<br />

respuesta al problema más angustioso de todos los<br />

tiempos: la muerte había sido derrotada. Los pescadores<br />

tímidos e ignorantes, llenos de miedo, se han convertido<br />

ahora en ardientes propagandistas que se dejarán matar<br />

por defender su convicción de que Jesús ha resucitado.<br />

-LOS APÓSTOLES VIVIERON UNA EXPERIENCIA<br />

DESCONCERTANTE<br />

Aquellos hombres habían quedado llenos de dudas tras la<br />

muerte de su jefe y su guía. Y aunque él les había hablado<br />

de resucitar al tercer día, esto no es sino una expresión<br />

que ellos la entendían como: "al final de los tiempos"; por<br />

eso, los apóstoles no esperaban la resurrección inmediata<br />

de Jesús; era algo que no entra, ni por asomo, en su<br />

imaginación. Tan cierto es esto que, cuando Jesús se<br />

manifieste a sus discípulos, éstos no le van a crecer al<br />

principio.<br />

Pero algo sucede, y algo desconcertante, que obliga a los<br />

discípulos a superar sus dudas, sus temores; algo distinto<br />

de una resurrección al estilo de la de Lázaro, y distinto a<br />

una aparición cualquiera; algo maravilloso, nuevo, distinto<br />

a cuantas experiencias podían haber tenido hasta<br />

entonces: viven la experiencia de que su maestro ha<br />

resucitado, de que un hombre como ellos ha resucitado,<br />

ha superado los fracasos de esta existencia, de que a uno<br />

como ellos, Dios, su Padre, lo ha introducido en la vida<br />

definitiva.


-LA PRIMERA COMUNIDAD CRISTIANA SE CONVIERTE EN<br />

TESTIGO<br />

Ese algo que han experimentado los discípulos ha<br />

cambiado, ha transformado radicalmente a éstos y da<br />

lugar a la aparición de la primera comunidad cristiana. Es<br />

el primer acontecimiento histórico que se ha producido<br />

tras la cruz. En el momento de la muerte de Jesús los<br />

discípulos tienen miedo. Ahora se deciden a formar una<br />

comunidad en nombre de aquel muerto; ¿qué ha sucedido<br />

en el intermedio? Que el muerto ha resucitado y así lo han<br />

experimentado los discípulos, y por eso forman esa<br />

comunidad, comunidad que, por los motivos que han<br />

ocasionado su origen, se ha convertido en testigo, en el<br />

primer signo histórico que aparece del misterio pascual.<br />

-JESÚS HA SIDO RESUCITADO<br />

Dios Padre ha resucitado a Jesús y ahora Jesús existe y<br />

establece, con esta su nueva existencia, su reinado sobre<br />

el mundo entero, un mundo transformado. Por su<br />

resurrección, un hombre de nuestra tierra y raza se<br />

convierte en la cumbre efectiva de la creación entera, con<br />

lo cual la humanidad toda queda exaltada. Por eso la<br />

resurrección de Jesús nos atañe a todos. Si Jesús ha<br />

resucitado, también nosotros resucitaremos. "Porque si los<br />

muertos no resucitan, tampoco ha resucitado el Cristo, y si<br />

el Cristo no ha resucitado, nuestra fe es ilusoria...” (1 Cor<br />

15, 16 s).<br />

En la resurrección de Jesús se hace realidad ante nosotros<br />

el acontecimiento del fin: en él contemplamos el término<br />

hacia el que caminamos nosotros. En el resucitado<br />

contemplamos un hombre que ha triunfado sobre todos los<br />

fracasos de esta vida y que existe totalmente orientado<br />

hacia Dios y hacia los demás. Su resurrección es la<br />

anticipación de la nuestra; en Jesús resucitado se ha<br />

cumplido la promesa de Dios para él y para nosotros. Y,<br />

sin embargo, todo queda aún por hacerse: la resurrección


de Jesús es nuestra esperanza y nuestra exigencia de<br />

transformación histórica de la vida.<br />

-JESÚS VIVE<br />

Que Jesús ha resucitado significa que, desde los primeros<br />

discípulos hasta nuestros días, hay una serie de personas<br />

que tienen la experiencia real de que Jesús vive. Se trata<br />

de descubrir y afirmar que Jesús está entre nosotros.<br />

Lo que interesa es que nosotros, como los primeros<br />

discípulos, tengamos la experiencia de que Jesús ha<br />

resucitado, sintamos en nuestras carnes que Jesús vive,<br />

porque hayamos entrado en contacto con él, y que esto<br />

transforme nuestras vidas como transformó las vidas de<br />

sus discípulos primeros.<br />

9.<br />

La Resurrección de J.C. es el origen, el objeto y el<br />

fundamento de la fe cristiana. En la medida en que fuera<br />

incierta o dudosa la Resurrección, sería incierta o dudosa<br />

la fe cristiana. No hay comunidad cristiana -ni del siglo<br />

primero ni del siglo XX- cuya verdad central no sea ésta:<br />

¡Cristo ha resucitado! Siempre habrá que traer a la<br />

memoria la frase tan sabida de Pablo: "Si Cristo no ha<br />

resucitado, vana es nuestra predicación y vana vuestra fe"<br />

(1Co/15/14). "Tanto ellos (los Doce) como yo, esto es lo<br />

que predicamos; esto es lo que habéis creído" (v. 11).<br />

Si la muerte de Jesús en la cruz hubiera sido el último<br />

episodio de aquella vida, no se hubiera escrito ni una<br />

página del N.T., ni hubiera surgido la Iglesia. No hubiera<br />

llegado a nosotros ni el Padre-nuestro, ni las<br />

Bienaventuranzas, ni sus bellísimas parábolas... La historia<br />

no hubiera conservado ni el nombre de Jesús de Nazaret.<br />

Hubiera quedado olvidado como uno más en la larga lista<br />

de condenados por Roma a la pena de la crucifixión.


Pero la muerte de Jesús no fue el último episodio de<br />

aquella vida. La sentencia dictada por Pilato contra Jesús<br />

no fue la última palabra en aquel proceso. La última<br />

palabra estaba todavía por decirse, por pronunciarse. La<br />

última palabra fue pronunciada por Dios Padre resucitando<br />

a Jesús de entre los muertos. La Resurrección es la<br />

revisión de aquel proceso entablado contra Jesús y que,<br />

aparentemente, sus enemigos habían ganado, y la<br />

ratificación de la sentencia. Dios había apostado por Jesús,<br />

confirmando solemnemente toda su predicación y<br />

actuación. Luego Jesús tenía razón. Luego Jesús tenía<br />

razón cuando proclamaba por los caminos que Dios es el<br />

Padre de todos, que Dios es amor al hombre, y nos decía<br />

que todos éramos hermanos y que teníamos que vivir<br />

como hermanos. Luego Jesús tenía razón cuando nos<br />

invitaba a pasar por la vida haciendo bien todas las cosas<br />

y haciendo el bien a todos.<br />

Hay verdades y verdades. Hay acontecimientos y<br />

acontecimientos. Hay verdades teóricas, que no nos<br />

conciernen íntima y vitalmente, y que nosotros aceptamos<br />

simplemente con la cabeza. Pero hay verdades y<br />

acontecimientos que son decisivos, radicalmente decisivos<br />

para el hombre: toda la persona queda comprometida,<br />

afectada. Exigen una respuesta total, que implican la fe y<br />

la conversión, es decir, un cambio radical en nuestra<br />

forma de pensar, de sentir y de vivir.<br />

La Resurrección es la verdad más importante, y es<br />

también la más decisiva, la más radicalmente decisiva. Es<br />

una verdad cargada de infinitas consecuencias para la<br />

persona que la acoge. Exige la conversión; exige decir que<br />

"sí" a Jesús, con todas las infinitas e imprevisibles<br />

consecuencias que ese "sí" implica. Confesar y celebrar la<br />

Resurrección exige vivir como Jesús vivió, vivir como<br />

Jesús nos enseñó a vivir. "Lo viejo pasó; ahora comienza<br />

lo nuevo" (2Co/05/17). Y surge un hombre nuevo, que no<br />

se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a su Señor y<br />

vive para él. Y se convierte en testigo.


La Resurrección no es una verdad puramente teórica, que<br />

pueda, sin más, ser aceptada intelectualmente, sino que<br />

es una verdad vital, existencial, que afecta íntima y<br />

vitalmente a la totalidad de la persona, que sólo puede ser<br />

acogida en la fe y en la conversión. No creemos de verdad<br />

en la Resurrección si no creemos del todo, y no creemos<br />

del todo si no nos tomamos totalmente en serio aquello<br />

que creemos y ajustamos nuestra vida a las exigencias de<br />

esa verdad central de nuestra fe, que tiene luz y fuerza<br />

capaces de cambiar todas nuestras personas y todas<br />

nuestras vidas.<br />

Evoquemos, para confirmación de esto, el primer discurso<br />

de Pedro al pueblo judío: "Vosotros lo matasteis, pero Dios<br />

lo ha resucitado" (Hch/02/23-24). Los oyentes escuchan<br />

aquella predicación con el corazón compungido, y dicen a<br />

los Doce: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?" (He 2'37). Y<br />

Pedro, en nombre de los Doce: "Convertíos y bautizaos en<br />

el nombre de Jesús". Y a continuación, el autor del libro de<br />

los Hechos nos describe aquel insólito, nunca visto ni<br />

imaginado estilo de vida de la primitiva comunidad<br />

cristiana. Se había estrenado, por primera vez en la<br />

historia, como consecuencia de la fe en la Resurrección, el<br />

ideal del Evangelio, que es el ideal del amor y de la<br />

fraternidad. Los tres famosos sumarios del libro de los<br />

Hechos son un conmovedor y bello testimonio de la<br />

conducta de aquellos hombres que creen en la<br />

Resurrección de Jesús (He 2,42-47; 4,32-35; 5, 12-16).<br />

Y podemos evocar también el caso ejemplar de Pablo. El<br />

encuentro de Pablo con Cristo Resucitado a las puertas de<br />

Damasco enciende en Pablo la fe en la Resurrección.<br />

Aquella fe parte en dos mitades la persona y la vida de<br />

Pablo. Pablo quedó deshecho y rehecho. Y surge un<br />

hombre nuevo. El encarnizado perseguidor se convierte en<br />

el más apasionado seguidor de Jesús. Y desde aquel<br />

instante vivirá totalmente para su Señor (Ro 14,8) y<br />

consagrará toda su vida para la causa de su Señor (He<br />

15,26).


La fe en la Resurrección iluminará y transformará las vidas<br />

de Pablo y de los Doce y los lanzará a todos los horizontes<br />

del mundo, proclamando con una audacia, firmeza y<br />

perseverancia indomables la Buena Noticia de la<br />

Resurrección. Y nada ni nadie -ni las prohibiciones, ni las<br />

amenazas, ni los castigos de las autoridades- podrán<br />

impedir que sigan inquietando a todos con aquel extraño<br />

mensaje. Y en pocos años, la increíble noticia, avalada y<br />

hecha creíble por el testimonio de vida de los<br />

predicadores, hará surgir florecientes comunidades<br />

cristianas por el vasto Imperio Romano.<br />

50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />

RESURRECCIÓN<br />

10-18<br />

10. EL DÍA QUE HIZO EL SEÑOR: /SAL/117/24<br />

Este es el DÍA que hizo el Señor, canta gozosa la Iglesia<br />

en el Día de Pascua. Este DÍA de triunfo, de gloria, de<br />

promesas cumplidas, es el DÍA que hizo el Señor, es el<br />

DÍA por antonomasia de los cristianos. No lo son el Jueves<br />

ni el Viernes Santos, días en los que Cristo dio la medida<br />

exacta de su talla gigantesca. No. El DÍA que no necesita<br />

calificativos ni apellidos (como son ahora los hombres<br />

famosos a los que se les conoce sólo por el nombre e<br />

incluso por las iniciales) es el <strong>Domingo</strong> de Resurrección.<br />

Hoy.<br />

Este DÍA irrumpe sin que nada ni nadie pueda detenerlo<br />

en el horizonte de la vida cristiana para que, como decía


San Pablo, no seamos los más miserables de los hombres<br />

ni sea vana nuestra fe. El sepulcro vacío, sin cadáver, es<br />

una llamada a la esperanza y a lo que debe ser el estilo de<br />

vida cristiano, un estilo de vida que tiene por norte un<br />

HOMBRE RESUCITADO, porque el Dios cristiano no es un<br />

Dios de muertos, sino de vivos, un Dios que quiere que los<br />

hombres sean felices y gocen y rían; un Dios que quiere<br />

que los hombres sean hombres de verdad, capaces de<br />

comprender al hombre, de compartir con él la alegría y el<br />

dolor, la escasez y la abundancia, los proyectos y las<br />

decepciones; un Dios que quiere que vivamos en una<br />

espléndida libertad porque El murió y vivió precisamente<br />

para que seamos libres, con una libertad como nada ni<br />

nadie puede darnos, porque está apoyada en la verdad. Lo<br />

dijo El en su vida pública con toda rotundidad.<br />

Es inconcebible cómo teniendo este DÍA como quicio en el<br />

que se apoya nuestra fe, y por consiguiente nuestra vida,<br />

hayamos dado al mundo, en tantas ocasiones, el<br />

espectáculo de un cristianismo duro, aburrido, intolerante<br />

y hasta cruel. Es incomprensible pero es funesta<br />

costumbre no arrumbada del todo. En buena lógica no<br />

podría haber en el mundo hombres más equilibrados que<br />

los cristianos, quizá porque tenemos como fundamento de<br />

nuestra vida la resurrección que supone el triunfo<br />

definitivo sobre lo que resulta más doloroso e inexplicable:<br />

la muerte.<br />

Hoy es un DÍA de buenas noticias y el mundo está<br />

necesitando sin duda que le lluevan noticias favorables,<br />

noticias que le descubran lo mucho que hay en el hombre<br />

de bueno si es capaz de vivir, como dice hoy San Pablo en<br />

su carta, buscando las cosas del cielo y no las de la tierra.<br />

Naturalmente que lo dice para aquéllos que, creyendo en<br />

la resurrección, se sienten ya resucitados con Cristo. Esta<br />

postura de Pablo, que la hizo vida de su vida, supone un<br />

estilo que apenas tiene nada que ver con el estilo al uso,<br />

pero hay que advertir que buscar las cosas del cielo no es,<br />

ni mucho menos, vivir un angelismo desencarnado y<br />

simplista (algo así como el famoso «opio del pueblo»).


Buscar las cosas del cielo es vivir conociendo<br />

perfectamente las de la tierra para ordenarlas<br />

debidamente según una jerarquía de valores y cuando<br />

llegue la hora de elegir, que llegará en algún momento, lo<br />

hagamos desde una fe que se fortalece hoy: la fe en Cristo<br />

resucitado.<br />

Creer en Cristo resucitado tiene que producir en los<br />

cristianos, en todos nosotros, un cambio que -repito-<br />

resume San Pablo en la Epístola de hoy de modo tan<br />

conciso: buscar las cosas del cielo para hacerlas realidad<br />

en la tierra, que es donde vivimos y donde tenemos que<br />

hacer que Cristo viva para que los hombres crean de<br />

verdad que ha resucitado y camina con nosotros en el día<br />

a día que, a veces, resulta un tanto fatigoso. El DÍA que<br />

hizo el Señor, hoy, es un reto importante en nuestra vida.<br />

Es un DÍA que no puede acabar cuando hayamos cantado<br />

con especial énfasis el Gloria y el Aleluya que la liturgia<br />

pone como demostración comunitaria de alegría, sino que<br />

tiene que ser el origen de un cambio profundo para que<br />

quienes nos vean adivinen nuestra fe en la resurrección y<br />

perciban la impronta de esa buena noticia que tenemos y<br />

que no pretendemos guardar avaramente, sino darla a los<br />

demás, porque comprendemos que haciéndolo servimos al<br />

hombre y le indicamos, con toda sencillez, el camino que<br />

conduce a Dios, un Dios que ha vencido a la muerte<br />

precisamente para que el hombre no mate ni muera, sino<br />

que viva con la mayor intensidad posible.<br />

La resurrección necesitó testigos en su momento; los<br />

necesita hoy también: los cristianos. Pero sólo según<br />

vivamos, nuestro testimonio será fiable.<br />

11.<br />

1. El acontecimiento pascual, sacramentalmente celebrado<br />

en la eucaristía, no se reduce sólo a Cristo y a la Iglesia,<br />

sino que tiene relación con el mundo y con la historia. La


eucaristía pascual es promesa de la Pascua del universo,<br />

una vez cumplida la totalidad de la justicia que exige el<br />

reino. Todo está llamado a compartir la Pascua del Señor,<br />

que, celebrada en comunidad, anticipa la reconciliación<br />

con Dios y la fraternidad universal.<br />

2. En el día pascual de la resurrección, Jesús se apareció a<br />

las «mujeres», a los discípulos de Emaús y a los Once en<br />

el cenáculo. Comió con todos ellos. Son comidas<br />

transitorias entre la resurrección y la venida del Espíritu.<br />

Estas comidas expresan el perdón a los discípulos y la fe<br />

en la resurrección. Enlazan las comidas prepascuales de<br />

Jesús con la eucaristía.<br />

3. Denominada «fracción del pan» por Lucas y «cena del<br />

Señor» por Pablo, se celebraba al atardecer, a la hora de<br />

la comida principal. Había desde el principio un servicio<br />

eucarístico (mesa del Señor) y un servicio caritativo (mesa<br />

de los pobres). Se festejaba el «primer día de la semana»,<br />

con un ritmo celosamente observado. Surge así la<br />

celebración del día del Señor (pascua semanal), y poco<br />

después la celebración anual de la Pascua.<br />

REFLEXIÓN CRISTIANA:<br />

¿Vivimos un cristianismo gozosamente pascual?<br />

12.<br />

1. El amor nos hace ver a Jesús<br />

El evangelio de hoy es una alegoría de Juan que nos hace<br />

descubrir qué necesitamos para «ver» a Jesús en su nueva<br />

dimensión de Hombre Nuevo.<br />

Es el primer día de la semana, aún de madrugada, casi a<br />

oscuras, cuando la fe aún no ha iluminado nuestro día.<br />

Estamos, como la Magdalena, confusos y llorosos, mirando<br />

con miedo el vacío de una tumba. Ese vacío interior que a


veces nos invade: cansancio de vivir, acciones sin sentido,<br />

rutina. El vacío que se nos produce cuando estamos en<br />

crisis y los esquemas antiguos ya no tienen respuesta;<br />

cuando sentimos que tal acontecimiento o nueva doctrina<br />

nos quita eso seguro a lo que estábamos aferrados.<br />

Cuando tomamos conciencia de ello, nos asustamos,<br />

creyendo que se derrumba nuestro mundo bien armado.<br />

¿Y Jesús? Nos lo han robado, justamente a nosotros que<br />

creíamos tenerlo tan seguro, tan bien «conservado».<br />

Habíamos casado a Jesús con cierto modo muy definido de<br />

vivir, como si el tiempo se hubiera detenido para que<br />

nosotros pudiéramos gozar y recrearnos indefinidamente<br />

en ese mundo ya hecho y terminado.<br />

Pero sobreviene la crisis, cae ese mundo y Cristo<br />

desaparece... Entonces pedimos ayuda, y Pedro y Juan<br />

comienzan a correr... ¿Será posible que Jesús no esté allí<br />

donde lo habíamos dejado debajo de una pesada piedra<br />

para que no escapara?<br />

Es la pregunta de la comunidad cristiana, atónita cuando<br />

algo nuevo sucede en el mundo o en la Iglesia, y debe<br />

recomponer sus esquemas. Pedro y Juan se largan a la<br />

carrera. Pedro, lo institucional de la Iglesia. Juan, el amor,<br />

el aspecto íntimo. El amor corre más ligero y llega antes,<br />

pero deja paso a la autoridad para que investigue y<br />

averigüe qué ha pasado. Pedro observa con detenimiento<br />

todo, pero no comprende nada. Mas Juan, el discípulo «a<br />

quien Jesús amaba», el que había estado a los pies de la<br />

cruz en el momento en que todos abandonaron al<br />

maestro, el que vio cómo de su corazón salía sangre y<br />

agua, el que recibió a María como madre..., el Juan que<br />

compartió el dolor de Cristo, «vio y creyó». Intuyó lo que<br />

había pasado porque el amor lo había abierto más al<br />

pensamiento de Jesús. Pedro siempre había resistido a la<br />

cruz y al camino de la humillación; el orgullo lo había<br />

obcecado y no se decidía a romper sus esquemas galileos.


Pero tiempo más tarde, cuando junto al lago de Genesaret<br />

Jesús le exija el triple testimonio de amor: "¿Me amas más<br />

que éstos?", y le proponga seguirlo por el mismo derrotero<br />

que conduce a la cruz, entonces Pedro será recuperado y<br />

no solamente creerá, sino que -como hemos leído en la<br />

primera lectura- dará testimonio de ese Cristo resucitado<br />

que "había comido y bebido con él después de la<br />

resurrección".<br />

La lección del Evangelio es clara: sólo el amor puede<br />

hacernos ver a Jesús en su nueva dimensión; sólo quien<br />

primero acepta su camino de renuncia y de entrega,<br />

puede compartir su vida nueva.<br />

Inútil es, como Pedro, investigar, hurgar entre los lienzos,<br />

buscar explicaciones. La fe en la Pascua es una<br />

experiencia sólo accesible a quienes escuchan el Evangelio<br />

del amor y lo llevan a la práctica.<br />

El grano de trigo debe morir para dar fruto. Si no<br />

amamos, esta Pascua es vacía como aquella tumba. Si<br />

esta Pascua no nos hace más hermanos, sus palabras son<br />

mentirosas. Si esta comunidad no vive y crece en el amor,<br />

si no pasa «haciendo el bien y curando a los oprimidos»<br />

(primera lectura), ¿cómo pretenderá dar testimonio de<br />

Cristo? ¿Y cómo lo podrá ver y encontrar si Cristo sólo<br />

está donde "dos o tres se reúnen en mi nombre"?<br />

2. La Pascua, levadura del mundo<br />

El breve mensaje de Pablo (segunda lectura) sirve de<br />

magnífico cierre para estas reflexiones de cuaresma y<br />

semana santa. «Basta un poco de levadura para fermentar<br />

toda la masa.» No nos preguntemos con los técnicos de<br />

estadísticas cuántos somos los cristianos en el mundo, es<br />

decir, los bautizados por el agua. Lo que importa es cómo<br />

vivimos esa fe -y aquí no podemos hacer estadísticas-, si<br />

como levadura vieja o nueva. Hace dos mil años, un<br />

pequeño grupo de hombres, conscientes de la Presencia<br />

viva de Cristo y llenos de su Espíritu, se metieron


sigilosamente en la gran masa humana, colocando en ella<br />

la nueva levadura de la Pascua. Ya conocemos los<br />

resultados.<br />

Hoy los cristianos somos un escaso grupo, aunque<br />

numéricamente grande, en proporción al mundo moderno<br />

y sus problemas. Pero no es esa la cuestión que debe<br />

preocuparnos. El interrogante es otro: ¿Qué significamos<br />

para el mundo de hoy? ¿Qué nueva levadura aportamos?<br />

¿Qué representará para los hombres de este 1978 el que<br />

nosotros hayamos celebrado una Pascua más? Pablo nos<br />

invita a celebrarla «con los panes ácimos de la sinceridad<br />

y la verdad». Quizá sea éste nuestro camino y el mejor<br />

aporte a un mundo corrompido por la mentira. Predicarles<br />

el mensaje de la verdad con una vida nueva, amasada de<br />

sinceridad... Bastará un poco. y con el tiempo fermentará<br />

toda la masa.<br />

13.<br />

1. La Resurrección, signo del Reino<br />

Es muy común considerar la resurrección de Jesús como<br />

un simple milagro biológico por el cual un cadáver tomó<br />

nuevamente vida para no abandonarla. O bien centrar<br />

toda la atención en la crónica de los relatos evangélicos<br />

como si éstos trataran de una descripción minuciosa de<br />

hechos que hubiesen sido presenciados por testigos<br />

oculares, algo así como hacen nuestros periodistas<br />

modernos.<br />

Si todo se redujera a esto llegaríamos a una muy confusa<br />

conclusión, ya que si leemos los diversos relatos tanto de<br />

los evangelistas como de Pablo, nos encontraríamos con<br />

que existen evidentes contradicciones entre ellos, tanto<br />

acerca de la presencia de las mujeres, como de los<br />

apóstoles, del ángel y otras circunstancias más.


Si, en cambio, partimos de que para la primitiva<br />

comunidad cristiana la resurrección de Jesús es el<br />

acontecimiento fundamental de su fe y de que los relatos<br />

tratan de ahondar en el sentido de ese acontecimiento,<br />

nos encontramos con que nuestros ojos deben estar muy<br />

abiertos para saber descubrir el significado o los<br />

significados profundos de ese signo llamado<br />

«resurrección», que será siempre para la ciencia y para la<br />

historia un verdadero enigma.<br />

En efecto, la resurrección no se instala en el más acá de la<br />

historia, sino en el más allá, pues es la misma puerta de<br />

entrada al Reino definitivo de Dios y su manifestación<br />

suprema. Comprender o pretender comprender la<br />

resurrección con un criterio biologista o simplemente<br />

historicista es lo mismo que querer abarcar el misterio del<br />

Reino desde esos mismos ángulos. Si toda la vida de Jesús<br />

no fue sino el abrirse del Reino tanto por sus palabras<br />

como por sus actos (signos), su resurrección fue la<br />

irrupción plena del Reino en el mundo, como si se<br />

anticipara en Cristo a fin de que los demás hombres nos<br />

aferráramos a él con segura confianza. Es así como Pablo<br />

pudo decirles a los corintios que dudaban del significado<br />

de la resurrección: "si Cristo no ha resucitado, nuestra fe<br />

es inútil" (1 Cor 15,14).<br />

Quizá todo esto pueda sorprendernos, pero no nos debiera<br />

sorprender si pensamos que el Reino no es el<br />

establecimiento de cierta institución religiosa en el mundo<br />

(tal como pensaban los judíos) sino el advenimiento de la<br />

liberación total a un hombre que se siente pobre, ciego,<br />

oprimido, en lágrimas o muerto.<br />

La palabra "resurrección", que de por sí sólo significa<br />

«levantarse», es la expresión evangélica de que en Cristo<br />

el Reino es ya una plena realidad. Cristo -como recuerda<br />

Rom 6,3-11- es el primero en ser liberado radicalmente de<br />

toda forma humana de servidumbre (servidumbre a la ley,<br />

al pecado y a la muerte, según Pablo) para surgir como un<br />

hombre que sólo ahora puede llamarse con propiedad


«nuevo» porque no tiene ejemplar alguno similar en la<br />

raza humana adamítica.<br />

Y siendo Cristo la cabeza de una nueva raza de hombres,<br />

el primero entre todos, su resurrección no se cierra en él<br />

como una aureola particular, sino que pasa a ser en la<br />

esperanza el patrimonio de toda la humanidad creyente.<br />

Creer en la resurrección de Cristo es mucho más que<br />

afirmar que él fue sacado por Dios de la tumba; es<br />

reconocer que el proyecto de Dios se realiza en cada<br />

hombre, ahora sólo entre luchas y como primicias,<br />

mañana como total realidad. Por esto, la resurrección es la<br />

garantía de nuestro sentido de trascendencia. Los<br />

cristianos creemos --o debiéramos creer, por lo menos-<br />

que si hoy reina en el mundo la opresión bajo variadas<br />

formas, si nuestra historia se rige por la ley del más fuerte<br />

o astuto, si el odio y la ambición funcionan como motores<br />

de muchas gestas humanas, también estamos<br />

convencidos de que esa triste realidad puede cambiar y<br />

debe cambiar, no sólo relativamente sino absolutamente.<br />

En síntesis: la palabra o el concepto de «resurrección»<br />

pretende significar que el Reino triunfa sobre el mundo<br />

tenebroso. El triunfo del Reino es la victoria de la vida en<br />

cuanto tal, la victoria sobre las limitaciones humanas,<br />

sobre los conflictos que prostituyen al hombre, sobre los<br />

obstáculos que se oponen a una liberación plena.<br />

Subrayamos la palabra «plena» porque el Reino de por sí,<br />

por ser de Dios, es plenitud de vida. En Cristo está esa<br />

plenitud, por eso él es nuestra plenitud, y en él vemos<br />

como anticipadamente cuál es la última intención de Dios<br />

sobre el hombre.<br />

Jesús alcanza la resurrección después de pasar por la<br />

puerta estrecha de la muerte. En este sentido su<br />

resurrección nos muestra que morir como murió Cristo, en<br />

libertad y por amor, no es algo sin sentido, que su muerte<br />

no fue inútil ni el trágico desenlace que nos puede<br />

emocionar pero que sigue siendo un hecho «irreparable»,


tal como sucede en los cementerios donde encontramos<br />

lápidas que rezan la «irreparable pérdida que los deudos<br />

lloran acongojados».<br />

El viernes santo veíamos en la muerte de Jesús la muerte<br />

brutal, anónima, silenciosa o heroica de millones de<br />

hombres sacrificados al ritmo de una historia manejada<br />

por las manos de los poderosos. Pues bien, esas muertes<br />

no son un absurdo ni una pérdida definitiva. Desde la<br />

resurrección de Cristo, ellas aparecen como una positiva<br />

contribución a la caída definitiva de toda estructura<br />

opresora -sea del signo que sea- que impida al hombre<br />

llegar a ser aquello para lo que fue llamado: la imagen de<br />

Dios, del Dios de la vida.<br />

Que tal resurrección sea una utopía o un sueño de niños<br />

ingenuos no es algo que debamos discutir hoy. El cristiano<br />

no se avergüenza de creer en esta utopía, pues lo es, ya<br />

que «no tiene cabida aquí entre nosotros todavía».<br />

Porque creemos en esta utopía -la utopia del Reino- aún<br />

podemos llamarnos cristianos. Y a eso le damos el nombre<br />

de esperanza. Y esta esperanza es al fin y al cabo la<br />

palanca que mueve la historia.<br />

2. La Resurrección, fruto de la lucha diaria<br />

La resurrección del domingo de Pascua no puede ser<br />

entendida si la desconectamos de toda la vida de Jesús.<br />

En efecto, Cristo no se encontró de repente y<br />

sorpresivamente con la resurrección que le ofrecía Dios;<br />

en realidad, recogió en su muerte lo que había sembrado<br />

durante toda su vida. Jesús luchó por la pervivencia del<br />

Reino entre los hombres; lo anunció, pero también lo hizo<br />

efectivo: dio de comer a los hambrientos, curó a los<br />

enfermos, se enfrentó con las autoridades, rebatió sus<br />

esquemas religiosos, criticó duramente la actitud de zorros<br />

de algunos y la voracidad de otros, sin pensar en ningún<br />

momento que todo se iba a resolver buenamente en la<br />

otra vida. No fue un piadoso idealista, un romántico de la


evolución social o un poeta de la utopía. De ello dan<br />

testimonio todos los evangelios.<br />

Sin embargo, no siempre el cristiano entendió que la<br />

esperanza del Reino -o de la resurrección- no podía<br />

limitarse a cruzar los brazos para que con la muerte todo<br />

se solucionara. Esta actitud fue definida en el siglo pasado<br />

como «opio del pueblo», como cortina de humo que<br />

impide al hombre asumir toda su responsabilidad en la<br />

liberación de los pueblos y de sí mismo. El cristianismo -<br />

como se desprende de los relatos de la resurrección- no es<br />

la religión de los muertos. «No busquéis entre los muertos<br />

al que está vivo...» No anuncia que la muerte todo lo<br />

resuelve y que es mejor estar en el cementerio con Dios<br />

que aquí entre los hombres. Por todo ello, nuestra fe en la<br />

resurrección implica por su misma esencia un compromiso<br />

cotidiano y real para que la liberación del Reino se haga<br />

presente aquí y ahora, si bien reconocemos de antemano<br />

que tal liberación podrá no ser completa y definitiva. Pero<br />

menos podrá ser completa si nos desentendemos de los<br />

conflictos que hoy vive la humanidad para refugiarnos en<br />

la religión del sopor y de la mentira.<br />

La crisis de fe que atraviesa el mundo moderno no tiene<br />

por motivo la persona de Jesucristo ni la validez de su<br />

evangelio sino precisamente la ausencia de Cristo y del<br />

evangelio en el cristianismo tal como se lo vive. No es de<br />

fe de lo que se nos acusa sino de pereza y cobardía, dos<br />

vicios que son el anti-cristo por antonomasia. Decíamos<br />

que la resurrección del hombre y de la historia debe ser<br />

sembrada con hechos concretos. Los cristianos hemos<br />

pecado de idealismo y de buenas palabras. Tampoco<br />

bastan las buenas intenciones, ni siquiera las oraciones<br />

que hacemos por la paz, por los pobres y por cuanta<br />

necesidad hay en el mundo. Se necesitan estructuras<br />

concretas -perdonen si insistimos en esta palabra<br />

«concreta»- para que todo el esfuerzo que se derrocha en<br />

palabras durante todos los domingos del año se<br />

transforme en acciones mancomunadas, organizadas,


pensadas, evaluadas, criticadas y superadas con un<br />

esfuerzo constante.<br />

Por eso decíamos al principio que no se puede entender la<br />

resurrección de Jesús si no se la relaciona con toda su<br />

vida. Cuando Jesús dio su último aliento, terminó de<br />

triunfar en él la vida; pero ese triunfo comenzó cuando<br />

prefirió la pobreza de Belén, la oscuridad de Nazaret, la<br />

compañía de publicanos y prostitutas, el mal aliento de los<br />

leprosos, el hambre de los pobres, el dolor de los<br />

enfermos, etc.<br />

Signo de este inteligente esfuerzo de Jesús es la creación<br />

de una comunidad que continúa en el tiempo y en el<br />

espacio la obra iniciada por él. Si él se limitó más bien a<br />

las ovejas perdidas de Israel y no traspasó los confines de<br />

su patria, envió a los suyos a proclamar el evangelio del<br />

Reino hasta los confines del mundo y hasta el final de los<br />

tiempos.<br />

Por eso resucitó Jesús: para que hasta ese final, hasta la<br />

plenitud de la historia los hombres contáramos con su<br />

presencia, acicate y exigencia de una lucha que dentro o<br />

fuera del cristianismo no se puede detener...<br />

3. La Resurrección, eclosión del Espíritu Pascua es «la<br />

fiesta» cristiana por antonomasia; es «el día del Señor»,<br />

que se prolonga a lo largo de todo el año en cada<br />

domingo, pequeña pascua semanal. Pero es la fiesta de<br />

una comunidad renovada por el Espíritu de la vida. Según<br />

Pablo, fue el Espíritu Santo el que dio vida al cuerpo de<br />

Jesús transformándolo en el Señor y la cabeza de la<br />

Iglesia (Rom 8,11).<br />

Pues bien, la Pascua -tan íntimamente relacionada con<br />

Pentecostés por lo que acabamos de decir, de tal forma<br />

que conforma con ella una sola solemnidad- adquiere<br />

sentido desde una comunidad cristiana que se renueva<br />

permanentemente a impulsos del Espíritu. Si la Nueva<br />

Alianza es la obra del Espíritu que graba en nuestros


corazones la ley del amor, la Pascua es la eclosión e<br />

irrupción de ese Espíritu en hombres dispuestos a decirle<br />

sí a la vida.<br />

Una de las experiencias más tristes del cristianismo es la<br />

de haber perdido la frescura del Espíritu, el permanente<br />

rebrotar de la primavera. Nunca podemos olvidarnos de<br />

que Jesús resucita en la luna llena de la primavera, como<br />

si toda la naturaleza que despierta de la muerte invernal<br />

fuese el preludio de un renacimiento universal, tanto de<br />

los hombres como del universo entero, como interpreta<br />

Pablo (Rom 8,19-23).<br />

Pues bien -aunque en los domingos del tiempo pascual<br />

vamos a tener la oportunidad de reflexionar más<br />

detenidamente sobre este tema-, es importante que hoy<br />

tomemos conciencia de que una Pascua que no suponga la<br />

renovación de la comunidad es una pascua vacía. Es cierto<br />

que el empuje de una comunidad no puede ser constante<br />

y supone sus altibajos; por eso cada año surge la Pascua,<br />

cíclicamente, como una llamada a despertar y revitalizar lo<br />

que se ha transformado con el tiempo en rutina, tedio,<br />

cansancio, aburrimiento e indiferencia.<br />

Vivir esta Pascua supone, por ejemplo, el esfuerzo por<br />

cambiar, por pensar de nuevo las cosas como si hoy<br />

mismo comenzáramos a hacerlas, como si todo lo ya<br />

hecho fuese sólo un peldaño en el ascenso hacia el Reino,<br />

plenitud de la vida.<br />

La Pascua nos urge a profundizar en el significado de los<br />

textos bíblicos -tal como hace Jesús con los discípulos de<br />

Emaús- para aprender a ver con nuevos ojos cosas que<br />

antes no veíamos o veíamos de un modo imperfecto.<br />

La Pascua no exige hoy preguntarnos por la marcha de<br />

esta comunidad, para ver si todo lo que se hace en ella<br />

está orientado al proyecto de Cristo, para encontrar los<br />

motivos de ciertos fracasos o para revisar por qué cierto<br />

esfuerzo no logra sus objetivos. Es inútil que hoy digamos


celebrar la Pascua si la vida de nuestra comunidad no<br />

acusa cambio positivo alguno, si todo sigue con el mismo<br />

ritmo de inercia. Cierta quietud y perezosa estabilidad de<br />

nuestras comunidades suenan más a sábado que a<br />

domingo de Pascua.<br />

El mejor testimonio de la resurrección de Jesús no son los<br />

textos bíblicos sino la renovación de la Iglesia, su<br />

constante rejuvenecimiento, su permanente búsqueda, su<br />

incansable acción.<br />

En este sentido, hoy podemos preguntarnos: ¿Cuál es la<br />

pascua o «paso» que debemos dar este año? ¿Trabajamos<br />

en la comunidad con alegría, con espíritu de comprensión,<br />

con respeto mutuo, con espíritu de diálogo, con ganas de<br />

aportar sentimiento, pensamiento y acción al proyecto<br />

común? ¿No hay aspectos en los cuales nos hemos<br />

quedado dormidos, o no existen ciertas estructuras que<br />

más parecen una tumba vacía sobre la que nos inclinamos<br />

a llorar como aquellas mujeres del relato bíblico? Es triste<br />

constatar cómo muchos feligreses abandonan sus<br />

parroquias porque allí «no pasa nada» (no hay pascua),<br />

no se dan oportunidades o se coartan las iniciativas. Y, sin<br />

embargo, suele suceder... Pascua no es una palabra; es<br />

acción, es la fuerza del Espíritu. No es un orden estático<br />

sino el constante movimiento de la historia; es urgencia<br />

por pensar, por aportar, por mejorar. Es apertura a las<br />

nuevas ideas, a la sangre joven, a arriesgadas<br />

iniciativas... Podemos también hoy preguntarnos. ¿Por qué<br />

los varones y en general los jóvenes no se suelen sentir<br />

identificados con la Iglesia, y esa misma gente que nada<br />

pudo o supo hacer en su comunidad cristiana es capaz de<br />

hacer tantas cosas y con tanto sacrificio en un sindicato,<br />

en un partido político o en una organización de barrio? ¿O<br />

no será que tampoco creemos en la presencia del Espíritu<br />

en la gente de nuestro pueblo, que es lo mismo que negar<br />

que «todos hemos resucitado con Cristo»? La Pascua<br />

cuestiona hoy a toda la Iglesia para que se mire a sí<br />

misma con sinceridad y se pregunte si el abandono masivo<br />

de tantos cristianos no se debe precisamente a que la


esurrección sólo es una palabra ritual, pero no la fuerza<br />

que dinamiza la vida de la sociedad.<br />

La Pascua es el centro de la vida cristiana, de la liturgia,<br />

de la catequesis. Y esta Pascua debe ser anunciada. Pero<br />

anunciar la Pascua no es solamente decir que «Cristo<br />

resucitó»... Es creer, es tener confianza en el futuro, es<br />

vivir con optimismo, es derrochar energía y alegría. Hoy<br />

se necesitan, como ayer, testigos de la resurrección, pero<br />

¿en qué consiste este testimonio que debe estar acorde<br />

con los tiempos que vivimos y con nuestra situación<br />

cultural y política?<br />

En síntesis: hoy debemos interiorizar la Pascua, traducir el<br />

testimonio de los textos evangélicos en una forma de vida<br />

capaz de ilusionar y esperanzar a cuantos viven en esta<br />

coyuntura histórica.<br />

Los apóstoles -como veremos en los próximos domingos-<br />

fueron testigos de una experiencia que transformó sus<br />

vidas. Pues bien, ¿cuál es esta experiencia nueva que<br />

debemos vivir y testificar? ¿Qué implica el dicho de Pablo<br />

de que «todos hemos resucitado con Cristo»? ¿De qué<br />

resucitamos y a qué resucitamos? Si Cristo es la<br />

primavera del mundo..., ¿cuáles son los brotes de esa<br />

primavera?<br />

14.<br />

AMENAZADOS DE RESURRECCIÓN<br />

él había resucitado de entre los muertos.<br />

Cada vez es más intenso el afán de todos por estrujar la<br />

vida, reduciéndola al disfrute intenso e ilimitado del<br />

presente. Es la consigna que encuentra cada vez más<br />

adictos: «Lo queremos todo y lo queremos ahora».<br />

.


No dominamos el porvernir y, por ello, es cada vez más<br />

tentador vivir sin futuro, actuar sin proyectos, organizar<br />

sólo el presente. La incertidumbre de un futuro demasiado<br />

oscuro parece empujarnos a vivir el instante presente de<br />

manera absoluta y sin horizonte. No parece ya tan<br />

importantes los valores, los criterios de actuación o la<br />

construcción del mañana. El mañana todavía no existe.<br />

Hay que vivir el presente.<br />

Sin embargo, cada uno de nosotros vive más o menos<br />

conscientemente con un interrogante en su corazón.<br />

Podemos distraernos estrenando nuevo modelo de coche,<br />

disfrutando intensamente unas vacaciones,<br />

sumergiéndonos en nuestro trabajo diario, encerrándonos<br />

en la comodidad del hogar. Pero, todos sabemos que<br />

estamos "amenazados de muerte".<br />

En el interior de la felicidad más transparente se esconde<br />

siempre la insatisfacción de no poder evitar su fugacidad<br />

ni poder saborearla sin la amenaza de la ruptura y la<br />

muerte. Y aunque no todos sentimos con la misma fuerza<br />

la tragedia de tener que morir un día, todos entendemos<br />

la verdad que encierra el grito de Miguel de ·Unamuno-M:<br />

«No quiero morirme, no, no, no quiero ni puedo quererlo;<br />

quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este<br />

pobre yo que soy y me siento ser ahora y aquí».<br />

Este pobre hombre que somos todos y cuyas pequeñas<br />

esperanzas se ven tarde o temprano malogradas e,<br />

incluso, completamente destrozadas, necesita descubrir en<br />

el interior mismo de su vivir un horizonte que ponga luz y<br />

alegría a su existencia. Felices los que esta mañana de<br />

Pascua puedan comprender desde lo hondo de su ser, las<br />

palabras de aquel periodista guatemalteco que,<br />

amenazado de muerte, expresaba así su esperanza<br />

cristiana:<br />

«Dicen que estoy amenazado de muerte... ¿Quién no está<br />

amenazado de muerte? Lo estamos todos desde que<br />

nacemos... Pero hay en la advertencia un error


conceptual. Ni yo ni nadie estamos amenazados de<br />

muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de<br />

esperanza, amenazados de amor.<br />

Estamos equivocados. Los cristianos no estamos<br />

amenazados de muerte. Estamos «amenazados» de<br />

resurrección. Porque además del Camino y la Verdad, él es<br />

la Vida, aunque esté crucificada en la cumbre del basurero<br />

del Mundo».<br />

15<br />

DIOS LO HA RESUCITADO<br />

Vio y creyó...<br />

Pocos escritores han logrado hacernos intuir el vacío<br />

inmenso de un universo sin Dios, como el poeta alemán<br />

Jean Paul en su escalofriante "Discurso de Cristo muerto"<br />

escrito en 1795. Jean Paul nos describe una visión terrible<br />

y desgarradora. El mundo aparece al descubierto. Los<br />

sepulcros se resquebrajan y los muertos avanzan hacia la<br />

resurrección. Aparece en el cielo un Cristo muerto. Los<br />

hombres corren a su encuentro con un terrible<br />

interrogante: ¿No hay Dios? y Cristo muerto les responde:<br />

No lo hay. Entonces les cuenta la experiencia de su propia<br />

muerte: «He recorrido los mundos, he subido por encima<br />

de los soles, he volado con la vía láctea a través de las<br />

inmensidades desiertas de los cielos. Pues bien, no hay<br />

Dios. He bajado hasta lo más hondo a donde el ser<br />

proyecta su sombra, he mirado dentro del abismo y he<br />

gritado allí: ¡Padre! ¿Dónde estás? Sólo escuché como<br />

respuesta el ruido del huracán eterno a quien nadie<br />

gobierna... Y cuando busqué en el mundo inmenso el ojo<br />

de Dios, se fijó en mí una órbita vacía y sin fondo...».<br />

Entonces los niños muertos se acercan y le preguntan:<br />

Jesús, ¿ya no tenemos Padre? Y él contestó entre un río


de lágrimas: Todos somos huérfanos. Vosotros y yo.<br />

¡Todos estamos sin Padre!...».<br />

Después Cristo mira el vacío inmenso y la nada eterna.<br />

Sus ojos se llenan de lágrimas y dice llorando: «En un<br />

tiempo viví en la tierra. Entonces todavía era feliz. Tenía<br />

un Padre infinito y podía oprimir mi pecho contra su rostro<br />

acariciante y gritarle en la muerte amarga: ¡Padre! saca a<br />

tu hijo de este cuerpo sangriento y levántalo a tu corazón.<br />

Ay, vosotros, felices habitantes de la tierra que todavía<br />

creéis en El. Después de la muerte, vuestras heridas no se<br />

cerrarán. No hay mano que nos cure. No hay Padre...».<br />

Cuando el poeta despierta de esta terrible pesadilla, dice<br />

así. «Mi alma lloró de alegría al poder adorar de nuevo a<br />

Dios. Mi gozo, mi llanto y mi fe en El fueron mi plegaria».<br />

Cristianos habitados por una fe rutinaria y superficial, ¿no<br />

deberíamos sentir algo semejante en esta mañana de<br />

Pascua? Alegría. Alegría incontenible. Gozo y<br />

agradecimiento. «Hay Dios. En el interior mismo de la<br />

muerte ha esperado a Jesús para resucitarlo. Tenemos un<br />

Padre. No estamos huérfanos. Alguien nos ama para<br />

siempre». Y si ante Cristo resucitado, sentimos que<br />

nuestro corazón vacila y duda, seamos sinceros.<br />

Invoquemos con confianza a Dios. Sigamos buscándole<br />

con humildad. No lo sustituyamos por cualquier cosa. Dios<br />

está cerca. Mucho más cerca de lo que sospechamos.<br />

16.<br />

Para este proyecto he optado, en las misas de la mañana,<br />

por el evangelio de Marcos, el mismo de la Vigilia, por ser<br />

él el "evangelista del año". Para las misas vespertinas, por<br />

el de Lucas (Emaús): en este caso se sustituye el primer<br />

párrafo por el segundo. Como segunda lectura he elegido<br />

la de Colosenses.<br />

• (La mejor noticia del año)


(En las misas de la mañana: Alegraos, hermanos. El ángel<br />

nos lo ha anunciado también a nosotros, no sólo a las<br />

mujeres que acudieron al sepulcro: "¿Buscáis a Jesús el<br />

Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado").<br />

(En las misas de la tarde: Alegraos, hermanos. Los<br />

apóstoles nos han asegurado también a nosotros, como a<br />

los dos discípulos de Emaús: "¡Era verdad: ha resucitado<br />

el Señor!". Y los que venían de Emaús, a su vez, contaron<br />

a todos la experiencia que habían tenido al reconocer al<br />

Señor Resucitado en la fracción del pan).<br />

Fue el acontecimiento que cambió la vida de aquellos<br />

primeros discípulos de Jesús. Y que nos llena de alegría<br />

también a nosotros. Tenemos todo motivo para cantar,<br />

como hemos hecho hace un momento: "Este es el día en<br />

que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo".<br />

Algunos de nosotros ya lo hemos celebrado esta noche<br />

pasada, en la solemne Vigilia Pascual. Y miles y miles de<br />

comunidades cristianas lo están celebrando en todo el<br />

mundo, en este domingo que es el más importante de los<br />

domingos del año y también el momento central del Año<br />

Santo del Jubileo. Por eso hemos encendido este hermoso<br />

Cirio Pascual, que arderá en las misas de las siete<br />

semanas del Tiempo Pascual que empieza hoy, 23 de<br />

abril, hasta el día 11 de junio, el domingo de Pentecostés.<br />

Como símbolo silencioso pero expresivo de la presencia<br />

viva del Señor Resucitado.<br />

• (Cristo ha iniciado su Vida Nueva; nosotros también)<br />

Las lecturas nos ayudan a darnos cuenta de la importancia<br />

de esta fiesta: Cristo Jesús, después del trágico camino de<br />

la cruz y de la muerte, ha sido resucitado a una Vida<br />

Nueva por la fuerza de Dios.<br />

¿Os habéis dado cuenta del valiente testimonio que ha<br />

dado Pedro, el que había negado cobardemente a Jesús?<br />

Ahora, como hemos leído en la primera lectura, delante de


todos declara: "A Jesús de Nazaret lo mataron colgándolo<br />

de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo<br />

hizo ver a nosotros, que hemos comido y bebido con él<br />

después de su resurrección". A partir de ahora nadie podrá<br />

hacer callar a Pedro. Ni a los demás discípulos, que irán<br />

anunciando a todos la buena noticia: "Dios ha nombrado a<br />

Jesús juez de vivos y muertos. Los que creen en él<br />

reciben, por su nombre, el perdón de los pecados".<br />

Si creemos esta buena noticia, algo tiene que cambiar en<br />

nuestra vida. Ante todo, se nos ha invitado a vivir<br />

pascualmente, o sea, según el estilo de vida de Jesús.<br />

Pablo, en la segunda lectura, nos ha propuesto, a los que<br />

hemos sido bautizados en Cristo Jesús, un programa muy<br />

dinámico y exigente: "Ya que habéis resucitado con Cristo,<br />

buscad los bienes de allá arriba... aspirad a los bienes de<br />

arriba, no a los de la tierra". Todos entendemos qué<br />

diferencia hay entre vivir según los criterios de este<br />

mundo, que se obsesiona con los intereses de aquí abajo,<br />

y vivir según los criterios de Jesús, que nos incita a poner<br />

los ojos en los valores definitivos. Vivir según la Pascua<br />

significa vivir en alegría, sin perezas, sin cobardías ni<br />

medias tintas. La Pascua de Cristo tiene que llegar a ser<br />

también nuestra Pascua. Para que nuestra vida sea más<br />

enérgica, más claramente inspirada en la alegría del<br />

Resucitado.<br />

• (Saber anunciar a otros la noticia de la Pascua)<br />

Pero además tendríamos que anunciara los que nos<br />

rodean nuestra fe pascual. La comunidad cristiana,<br />

siguiendo el ejemplo de aquellos primeros discípulos, y<br />

sobre todo de Pedro, hace ya dos mil años que proclama<br />

ante el mundo este acontecimiento que ha cambiado la<br />

historia. Entonces decía Pedro: "Nosotros somos testigos...<br />

nos encargó predicar, dando solemne testimonio, su<br />

resurrección". Las mujeres, después del susto inicial,<br />

fueron también las primeras anunciadoras de la noticia.<br />

Los de Emaús corrieron a decírsela a los demás discípulos.


¿Y nosotros? Todos podemos ser misioneros y mensajeros,<br />

no tanto con discursos sino con nuestro estilo de vida, de<br />

la noticia de la Pascua, de la convicción de que la salvación<br />

está en Cristo Jesús, que él es quien da sentido a nuestra<br />

existencia, que vale la pena seguir su camino porque ahí<br />

está la verdadera felicidad. Cada uno en su ambiente: en<br />

nuestra familia (los padres a los hijos y los hijos a los<br />

padres), en nuestra sociedad (en el mundo del trabajo o<br />

de las amistades o de la escuela o de las distintas<br />

actividades), en la comunidad cristiana (con la catequesis,<br />

con la colaboración en la vida parroquial)...<br />

Si celebramos bien la Eucaristía, nuestro encuentro con el<br />

Resucitado, en que él nos comunica su vida, tendremos<br />

ánimos para ser, en la historia de cada día, unas personas<br />

"pascuales", que contagian a todos la alegría de su fe.<br />

17.<br />

SI A LA VIDA<br />

Cuando uno es cogido por la fuerza de la resurrección de<br />

Jesús, comienza a entender a Dios de una manera nueva,<br />

como un Padre "apasionado por la vida" de los hombres, y<br />

comienza a amar la vida de una manera diferente.<br />

La razón es sencilla. La resurrección de Jesús nos<br />

descubre, antes que nada, que Dios es alguien que pone<br />

vida donde los hombres ponemos muerte. Alguien que<br />

genera vida donde los hombres la destruimos.<br />

Tal vez nunca la humanidad, amenazada de muerte desde<br />

tantos frentes y por tantos peligros que ella misma ha<br />

desencadenado, ha necesitado tanto como hoy hombres y<br />

mujeres comprometidos incondicionalmente y de manera<br />

radical en la defensa de la vida. Esta lucha por la vida<br />

debemos iniciarla en nuestro propio corazón, «campo de


atalla en el que dos tendencias se disputan la primacía:<br />

el amor a la vida y el amor a la muerte» (E. Fromm).<br />

Desde el interior mismo de nuestro corazón vamos<br />

decidiendo el sentido de nuestra existencia. O nos<br />

orientamos hacia la vida por los caminos de un amor<br />

creador, una entrega generosa a los demás, una<br />

solidaridad generadora de vida... O nos adentramos por<br />

caminos de muerte, instalándonos en un egoísmo estéril y<br />

decadente, una utilización parasitaria de los otros, una<br />

apatía e indiferencia total ante el sufrimiento ajeno. Es en<br />

su propio corazón donde el creyente, animado por su fe en<br />

el resucitado debe vivificar su existencia, resucitar todo lo<br />

que se le ha muerto y orientar decididamente sus energías<br />

hacia la vida, superando cobardías, perezas, desgastes y<br />

cansancios que nos podrían encerrar en una muerte<br />

anticipada.<br />

Pero no se trata solamente de revivir personalmente sino<br />

de poner vida donde tantos ponen muerte.<br />

La «pasión por la vida» propia del que cree en la<br />

resurrección, debe impulsarnos a hacernos presentes allí<br />

donde «se produce muerte», para luchar con todas<br />

nuestras fuerzas frente a cualquier ataque a la vida.<br />

Esta actitud de defensa de la vida nace de la fe en un Dios<br />

resucitador y «amigo de la vida» y debe ser firme y<br />

coherente en todos los frentes.<br />

Quizás sea ésta la pregunta que debamos hacernos esta<br />

mañana de Pascua: ¿Sabemos defender la vida con<br />

firmeza en todos los frentes? ¿Cuál es nuestra postura<br />

personal ante las muertes violentas, el aborto, la<br />

destrucción lenta de los marginados, el genocidio de<br />

tantos pueblos, la instalación de armas mortíferas sobre<br />

las naciones, el deterioro creciente de la naturaleza?


18.<br />

Los cristianos hablamos casi siempre de la resurrección de<br />

Cristo como de un acontecimiento que constituye el<br />

fundamento de nuestra propia resurrección y es promesa<br />

de vida eterna, más allá de la muerte. Pero, muchas<br />

veces, se nos olvida que esta resurrección de Cristo es, al<br />

mismo tiempo, el punto de partida para vivir ya desde<br />

ahora de manera renovada y con un dinamismo nuevo.<br />

Quien ha entendido un poco lo que significa la resurrección<br />

del Señor, se siente urgido a vivir ya esta vida como «un<br />

proceso de resurrección», muriendo al pecado y a todo<br />

aquello que nos deshumaniza, y resucitando a una vida<br />

nueva, más humana y más plena.<br />

No hemos de olvidar que el pecado no es sólo ofensa a<br />

Dios. Al mismo tiempo, es algo que paga siempre con la<br />

muerte, pues mata en nosotros el amor, oscurece la<br />

verdad en nuestra conciencia, apaga la alegría interior,<br />

arruina nuestra dignidad humana. Por eso, vivir<br />

«resucitando» es hacer crecer en nosotros la vida,<br />

liberarnos del egoísmo estéril y parasitario, iluminar<br />

nuestra existencia con una luz nueva, reavivar en nosotros<br />

la capacidad de amar y de crear vida.<br />

Tal vez, el primer signo de esta vida renovada es la<br />

alegría. Esa alegría de los discípulos «al ver al Señor».<br />

Una alegría que no proviene de la satisfacción de nuestros<br />

deseos ni del placer que producen las cosas poseídas ni<br />

del éxito que vamos logrando en la vida. Una alegría<br />

diferente que nos inunda desde dentro y que tiene su<br />

origen en la confianza total en ese Dios que nos ama por<br />

encima de todo, incluso, por encima de la muerte.<br />

Hablando de esta alegría, Macario el Grande dice que, a<br />

veces, a los creyentes «se les inunda el espíritu de una<br />

alegría y de un amor tal que, si fuera posible, acogerían a<br />

todos los hombres en su corazón, sin distinguir entre<br />

buenos y malos». Es cierto. Esta alegría pascual impulsa al<br />

creyente a perdonar y acoger a todos los hombres, incluso


a los más enemigos, porque nosotros mismos hemos sido<br />

acogidos y perdonados por Dios.<br />

Por otra parte, de esta experiencia pascual nace una<br />

actitud nueva de esperanza frente a todas las<br />

adversidades y sufrimientos de la vida, una serenidad<br />

diferente ante los conflictos y problemas diarios, una<br />

paciencia grande con cualquier persona.<br />

FE/EXP-PASCUAL: Esta experiencia pascual es tan central<br />

para la vida cristiana que puede decirse sin exagerar que<br />

ser cristiano es, precisamente, hacer esta experiencia y<br />

desgranarla luego en vivencias, actitudes y<br />

comportamiento a lo largo de la vida.<br />

19.<br />

50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />

RESURRECCIÓN<br />

19-27<br />

«Dinos, María, ¿qué has visto en el camino?»<br />

Una de las piezas maestras del canto gregoriano es, sin<br />

duda, la secuencia de la fiesta de hoy: Victimae paschali<br />

laudes, «Alabanzas a la víctima pascual». Con anterioridad<br />

al concilio de Trento existían numerosas secuencias<br />

litúrgicas medievales, un canto que precedía a la<br />

proclamación del evangelio. Desde ese Concilio, quedan<br />

sólo unas pocas en la liturgia que tienen una gran calidad<br />

musical: recordemos, por ejemplo, el famoso Veni Creator<br />

del día de Pentecostés, el Stabat Mater del Viernes de<br />

Dolores, o el Dies irae de la misa de difuntos.


El texto latino de la secuencia de hoy, que es del siglo Xl,<br />

no tiene especial valor, pero incluye un diálogo lleno de<br />

lirismo e ingenuidad con María Magdalena. La traducción<br />

oficial española lo versifica con dignidad: "¿Qué has visto<br />

de camino, María en la mañana?". Y María responde: «A<br />

mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles<br />

testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y<br />

mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí<br />

veréis los suyos la gloria de la pascua».<br />

María Magdalena, la que los cuatro evangelios presentan<br />

al pie de la cruz, es la gran protagonista de las primeras<br />

apariciones del Resucitado. Su nombre está recogido por<br />

los tres sinópticos dentro del grupo de mujeres que fueron<br />

a embalsamar el cuerpo de Jesús y se encontraron con la<br />

tumba vacía y el anuncio de que Jesús había resucitado.<br />

En el evangelio de Juan, María Magdalena acude sola al<br />

sepulcro, lo encuentra vacío y vuelve corriendo a<br />

comunicarlo a los discípulos, como hemos escuchado en el<br />

relato de hoy. Inmediatamente después continúa con la<br />

aparición de Jesús a Magdalena en la que ésta le confunde<br />

con el hortelano.<br />

MAGDALENA/QUIEN-FUE: ¿Quién fue María Magdalena?<br />

Los datos que tenemos claros son los siguientes: aparece<br />

dentro del grupo de mujeres que acompañaban a Jesús y<br />

le ayudaban con sus bienes. De María Magdalena dirá<br />

Lucas que Jesús había expulsado siete demonios. Y, como<br />

indicábamos antes, Magdalena tiene un puesto muy<br />

importante, tanto al pie de la cruz, como en las primeras<br />

apariciones del Resucitado. Estos son los datos claros<br />

sobre María Magdalena procedentes de los evangelios.<br />

Es probable también que hubiese nacido en la población<br />

galilea de Magdala. Hay que añadir además que la<br />

tradición cristiana ha hecho coincidir a María Magdalena<br />

con aquella mujer, pecadora pública, que irrumpe durante<br />

la comida de Jesús con el fariseo Simón y a la que se le<br />

perdonan sus muchos pecados porque amaba mucho. Y<br />

también se la ha hecho coincidir con María, la hermana de


Lázaro y Marta. Sería también, por tanto, la que<br />

escuchaba a los pies de Jesús mientras su hermana Marta<br />

se afanaba en el trabajo doméstico, la que fue testigo de<br />

la resurrección de su hermano y, también la que vertió,<br />

ante el escándalo de Judas, una libra de perfume de nardo<br />

puro sobre los pies de Jesús. Pero notemos que, según los<br />

evangelios, no es claro que se dé esta coincidencia. Según<br />

esta interpretación Magdalena sería una conversa a la que<br />

Jesús había cambiado la vida, que se mantiene fiel cuando<br />

han huido atemorizados los discípulos y que es testigo<br />

privilegiado de las primeras apariciones del Resucitado.<br />

Últimamente se han construido sobre la figura de María<br />

Magdalena otras hipótesis que carecen de fundamento en<br />

los evangelios: recordemos desde lo que podía insinuar<br />

Jesucristo Superstar hasta La última tentación de Cristo de<br />

Martín Scorsesse. Sin que se pueda probar la imagen<br />

global de María Magdalena, que ha sido acentuada por la<br />

tradición cristiana, hay que reconocer que esa<br />

interpretación es bella y ajustada al mensaje del<br />

evangelio.<br />

María Magdalena pudo haber sido aquella mujer que<br />

experimentó, en aquella comida convencional ofrecida por<br />

el fariseo al maestro, que nadie la había mirado con tanta<br />

pureza y comprensión y nadie había sabido reconocer la<br />

existencia de su mucho amor en su corazón como lo hizo<br />

el maestro. Y fue ese amor nuevo, que la limpieza de<br />

Jesús había hecho surgir dentro de su ser, el que le<br />

empujó a derramar aquella libra de nardo puro, intuyendo<br />

de alguna manera que no lo iba a poder hacer en el día de<br />

su sepultura. Y aquella mujer nueva, que amaba mucho<br />

porque sentía que se la había perdonado mucho, será la<br />

que estará firme junto a la cruz y la protagonista del<br />

anuncio inesperado de que el maestro había resucitado.<br />

En este día de pascua en que, como dice la vieja<br />

secuencia, los cristianos presentan «ofrendas de<br />

alabanza», nos dirigimos a esta mujer que fue primer<br />

testigo del centro de nuestra fe: la muerte y la


esurrección de Cristo. Y, podemos preguntarle también<br />

con esa vieja e ingenua secuencia de pascua: « ¿Qué has<br />

visto de camino, María, en la mañana?». Ojalá nuestra fe<br />

nos pueda decir, en esta mañana de la pascua siempre<br />

florida -porque el grano de trigo ha comenzado a dar vida-<br />

lo que sintió aquella mujer que quizá había sido pecadora,<br />

de cuyo corazón Jesús había expulsado muchos demonios<br />

y que, fue fiel a su Señor en la cruz y en la resurrección.<br />

«Dinos, María», en esta mañana de pascua, que nadie<br />

hablaba tan de verdad al corazón como aquel a quien tú<br />

escuchabas sentada a sus pies. Dinos que tenemos que<br />

trabajar, que entregarnos a la lucha de la vida, a las<br />

personas a las que queremos... Pero que nunca nos<br />

olvidemos de lo que es últimamente lo único necesario:<br />

estar a la escucha de nuestro yo, en donde pueda resonar<br />

la palabra del Señor resucitado.<br />

«Dinos, María», que Jesús resucitado puede expulsar de<br />

nosotros todos esos demonios que están como agarrados<br />

a nuestro corazón; que él puede cambiar nuestro corazón<br />

de piedra por uno de carne y hacer que nos nazca una<br />

carne nueva sobre nuestra carne vieja y podrida.<br />

«Dinos, María», lo que sentiste cuando Jesús te miraba a<br />

los ojos y al corazón en aquella fría comida del fariseo.<br />

Dinos que podemos encontrar en Jesús a alguien que nos<br />

mira siempre con limpieza; que espera de nosotros lo<br />

mejor; que sabe descubrir en los escondrijos de nuestro<br />

ser y de nuestra vida ese pozo de bondad que todos<br />

llevamos dentro. Dinos que es más importante amar<br />

mucho que errar mucho, que al que mucho se le perdona,<br />

mucho ama. Dínoslo hoy, María, al corazón...<br />

"Dinos, María", que cuando se vive en el amor se está más<br />

allá de esas lógicas fariseas que siempre calculan todo;<br />

que la fuerza del amor es inseparable del riesgo y la<br />

generosidad, hasta de cierta locura... Es lo que tú hiciste<br />

derramando sobre los pies de Jesús esa libra de nardo<br />

puro.


"Dinos, María", que valió la pena estar junto a la cruz del<br />

Señor, intentándole dar aunque sólo sea tu compañía y tu<br />

amor, y que el seguidor del maestro tiene que estar junto<br />

a las cruces del hombre de nuestro tiempo.<br />

Y «dinos, sobre todo, María», en esta mañana de pascua,<br />

que podemos sentir que Cristo resucitado nos llama por<br />

nuestro propio nombre y nos dice siempre al corazón una<br />

palabra de aliento y esperanza. Dinos que hay siempre<br />

una Galilea, una patria de bondad, en la que Cristo nos<br />

aguarda. Dinos que Cristo debe ser nuestro amor y<br />

nuestra esperanza. Dinos que ese Cristo resucitó de veras<br />

que sigue hoy vivo ante mi propia vida. «Dinos, María»,<br />

que ha resucitado Cristo nuestra esperanza y nos llama<br />

por nuestro nombre, con el mismo cariño con el que<br />

pronunció el tuyo; que el amor es más fuerte que el<br />

pecado y la vida más fuerte que la muerte.<br />

«Dinos, María», en esta mañana de pascua, lo que decía la<br />

vieja secuencia medieval: "¡Resucitó de veras mi amor y<br />

mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí<br />

veréis los suyos la gloria de la pascua.<br />

20.<br />

- El hecho.<br />

El evangelista Juan nos relata dos hechos. María<br />

Magdalena, la más madrugadora, va al sepulcro y se<br />

encuentra la losa quitada, el sepulcro vacío. No creyó. Se<br />

limitó a contar lo que le pareció más razonable: "se han<br />

llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". El<br />

segundo hecho es la visita temprana de Pedro y Juan,<br />

avisados por las palabras de María Magdalena. Salen<br />

corriendo. Naturalmente corre más y llega antes Juan,<br />

pero espera a que Pedro llegue y entre. Pedro ve el<br />

sepulcro vacío, pero también las vendas por el suelo y el<br />

sudario, cuidadosamente plegado y puesto aparte. Juan


vio lo mismo. Vio y creyó. Vio la tumba vacía y las vendas<br />

y el sudario aparte, y creyó que Jesús había resucitado. Y<br />

creyeron en las Escrituras y en las palabras de Jesús, que<br />

había anunciado su muerte y resurrección.<br />

-El evangelio.<br />

El evangelio es la Buena Noticia de la resurrección de<br />

Jesús. Más que un hecho, es un acontecimiento que<br />

cambia la vida y el mundo. Pues si Cristo ha resucitado,<br />

también nosotros resucitaremos. Por eso es una buena<br />

noticia, la mejor para los seres mortales. En el evangelio<br />

se anuncia lo imposible, sí, pero también lo irrenunciable,<br />

la resurrección, la vida después de la vida, el triunfo y<br />

desmitificación contra la muerte. Morir ya no es morir, es<br />

sólo un paso, el tránsito hacia la vida perdurable y feliz.<br />

Así lo entendieron los apóstoles. No entendieron sólo que<br />

la causa de Jesús perduraba, ni que Jesús pasaba a la<br />

historia de los inmortales. Entendieron que Jesús estaba<br />

vivo. Y comprendieron que su promesa de vida eterna era<br />

una promesa que se cumpliría a pesar de todo.<br />

-La evangelización.<br />

Y así lo proclamaron a los cuatro vientos, haciendo<br />

hincapié en su experiencia: nosotros somos testigos, lo<br />

hemos visto todo. Hemos vivido con él, hemos asistido<br />

atónitos a su muerte y, cuando todo parecía acabado en la<br />

frialdad de la tumba, la tumba está vacía y el muerto ha<br />

resucitado. Y nosotros con él. Evangelizar es siempre eso,<br />

anunciar la Buena Noticia, proclamar la resurrección del<br />

Señor, anunciar a todos que la muerte ha sido vencida,<br />

que la muerte no es el final, que la vida sigue más allá de<br />

la muerte. Jesús ha derribado de una vez por todas el<br />

muro de la desesperación humana. Ya hay camino hacia<br />

una nueva humanidad, porque lo imposible ya es posible<br />

por la gracia y con la gracia de Dios. ¿Lo creemos?<br />

-La fe que vence al mundo.


Creer en la resurrección de Jesús no es sólo tener por<br />

cierta su resurrección, sino resucitar, como nos dice san<br />

Pablo. Creer es realizar en la vida la misma experiencia de<br />

la vida de Jesús. Es ponernos en su camino y en el camino<br />

de nuestra exaltación, resueltamente y sin echar marcha<br />

atrás. Jesús entendió su exaltación como subida a la cruz,<br />

como servicio y entrega por todos, dando su vida hasta la<br />

muerte. El que ama y va entregando su vida con amor, va<br />

ganando la vida y verifica ante el mundo la fuerza de la<br />

resurrección, porque en "esto hemos conocido que hemos<br />

pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los<br />

hermanos", en que estamos dispuestos a dar la vida y no<br />

a quitarla. Sólo esta fe viva, esta experiencia de la nueva<br />

vida inaugurada por el Resucitado, puede discutir a la<br />

muerte y a la violencia su dominio. Sin esa experiencia,<br />

nada de lo que digamos sobre la resurrección podrá<br />

convencer a los otros. Tenemos que ser testigos de la<br />

resurrección, resucitando y ayudando a alumbrar la nueva<br />

vida.<br />

-El testimonio.<br />

Creer es ser testigos de la resurrección. Creer es resucitar,<br />

vencer ya en esta vida por la esperanza la desesperación<br />

de la muerte. La fe en la resurrección de Jesús es la única<br />

fuerza capaz de disputar a la muerte, y a los ejecutores de<br />

la muerte, sus dominios. La muerte es el gran enemigo, el<br />

mayor enemigo del hombre. El poder de la muerte se<br />

evidencia en el hambre, en las enfermedades y<br />

catástrofes, en la violencia y el terrorismo, en la<br />

explotación, en la marginación, en las injusticias, en todo<br />

cuanto mortifica a los hombres y a los pueblos. Creer en la<br />

resurrección es sublevarse ya contra ese dominio de<br />

muerte. Es trabajar por la vida, por la convivencia en paz.<br />

Es trabajar y apoyar a los pobres y marginados, a los<br />

desprotegidos, a los oprimidos. Y debe ser también plantar<br />

cara a los partidarios de la muerte, a los asesinos, a los<br />

violentos, a los explotadores, a los racistas y extremistas.<br />

Porque sólo trabajando para la vida puede resultar creíble<br />

la fe en una vida eterna y feliz.


21.<br />

1. Iglesia de hombres, Iglesia de mujeres.<br />

En el evangelio, María Magdalena, la primera que ha visto<br />

la losa quitada del sepulcro, corre a informar del hecho a<br />

los dos discípulos más importantes, Pedro, el ministerio<br />

eclesial, y Juan, el amor eclesial. Se dice que los dos<br />

discípulos corrían «juntos» camino del sepulcro, pero no<br />

llegaron a la vez: el amor es más rápido, tiene menos<br />

preocupaciones y está por así decirlo más liberado que el<br />

ministerio, que debe ocuparse de múltiples cosas. Pero el<br />

amor deja que sea el ministerio el que dictamine sobre la<br />

situación: es Pedro el primero que entra, ve el sudario<br />

enrollado y comprende que no puede tratarse de un robo.<br />

Esto basta para dejar entrar también al amor, que «ve y<br />

cree» no en la resurrección propiamente dicha, sino en la<br />

verdad de todo lo que ha sucedido con Jesús. Hasta aquí<br />

llegan los dos representantes simbólicos de la Iglesia: lo<br />

que sucedió era verdad y la fe está justificada a pesar de<br />

toda la oscuridad de la situación. En los primeros<br />

momentos esta fe se convertirá en verdadera fe en la<br />

resurrección sólo en María Magdalena, que no «se vuelve a<br />

casa», sino que se queda junto al sepulcro donde había<br />

estado el cuerpo de Jesús y se asoma con la esperanza de<br />

encontrarlo. El sitio vacío se torna ahora luminoso,<br />

delimitado por dos ángeles, uno a la cabecera y otro a los<br />

pies. Pero el vacío luminoso no es suficiente para el amor<br />

de la Iglesia (aquí la mujer antes pecadora y ya<br />

reconciliada, María Magdalena, ocupa sin duda el lugar de<br />

la mujer por excelencia, María, la Madre): debe tener a su<br />

único amado. Ella le reconoce en la llamada de Jesús:<br />

¡María! Con esto todo se colma, el cadáver buscado es<br />

ahora el eterno Viviente. Pero no hay que tocarle, pues<br />

está de camino hacia el Padre: la tierra no debe retenerle,<br />

sino decir sí; como en el momento de su encarnación,<br />

también ahora, cuando vuelve al Padre, hay que decir sí.


Este sí se convierte en la dicha de la misión a los<br />

hermanos: dar es más bienaventurado que conservar para<br />

sí. La Iglesia es en lo más profundo de sí misma mujer, y<br />

como mujer abraza tanto al ministerio eclesial como al<br />

amor eclesial, que son inseparables: «La hembra abrazará<br />

al varón» (Jr 31,22).<br />

2. El ministerio predica.<br />

Pedro predica, en la primera lectura, sobre toda la<br />

actividad de Jesús; el apóstol puede predicar de esta<br />

manera tan solemne, meditada y triunfante sólo a partir<br />

del acontecimiento de la resurrección. Esta arroja la luz<br />

decisiva sobre todo lo precedente: por el bautismo Jesús,<br />

ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, se ha<br />

convertido en el bienhechor y salvador de todos; la pasión<br />

aparece casi como un interludio para lo más importante: el<br />

testimonio de la resurrección; pues testimonio debe ser,<br />

ya que la aparición del Glorificado no debía ser un<br />

espectáculo para «todo el pueblo» sino un encargo,<br />

confiado a los testigos «que él había designado» de<br />

antemano, de «predicar al pueblo» el acontecimiento, que<br />

tiene un doble resultado: para los que creen en él, el<br />

Señor es «el perdón de los pecados»; y para todos será el<br />

«juez de vivos y muertos» nombrado por Dios. La<br />

predicación del Papa es la sustancia de la Buena Nueva y<br />

la síntesis de la doctrina magisterial.<br />

3. El apóstol explica.<br />

En la segunda lectura Pablo saca la conclusión para la vida<br />

cristiana. La muerte y resurrección de Cristo,<br />

acontecimientos ambos que han tenido lugar por nosotros,<br />

nos han introducido realmente en su vida: «Habéis<br />

muerto», «habéis resucitado con Cristo». Como todo tiene<br />

en él su consistencia (Col 1,17), todo se mueve y vive con<br />

él. Pero al igual que el ser de Cristo estaba determinado<br />

por su obediencia al Padre, así también nuestro ser es<br />

inseparable de nuestro deber. Nuestro ser consiste en que<br />

nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, ha sido


sustraída al mundo y por tanto ahora no es visible; sólo<br />

cuando aparezca Cristo, «vida nuestra», podrá salir<br />

también a la luz, juntamente con él, nuestra verdad<br />

escondida. Pero como nuestro ser es también nuestro<br />

deber, tenemos que aspirar ante todo a las cosas celestes,<br />

a las cosas de arriba; aunque tengamos que realizar<br />

tareas terrestres, no podemos permanecer atados a ellas,<br />

sino que hemos de tender a lo que no solamente después<br />

de la muerte sino ya ahora constituye nuestra verdad más<br />

profunda. En el don de Pascua se encuentra también la<br />

exigencia de Pascua, que es asimismo un puro regalo.<br />

22.<br />

«ESTE ES EL DÍA»<br />

Este es el día que hizo el Señor. Un día que empezó<br />

aquella madrugada del sábado al lunes de hace dos mil<br />

años y que perdurará para siempre. De lo que ocurrió ese<br />

día arranca «todo» para el cristiano.<br />

Es verdad que, como dijo Pedro, «la cosa empezó en<br />

Galilea», concretamente en Nazaret, cuando el ángel se<br />

llegó a María y le dijo: «Dios te salve, llena de gracia...».<br />

Pero, cuando las cosas empezaron a «tener sentido de<br />

verdad» fue aquella mañana de resurrección. Es decir,<br />

hoy.<br />

Porque daos cuenta. La muerte de Jesús cortó por lo sano<br />

todas las ilusiones de los apóstoles y de sus seguidores.<br />

¿Quiénes eran los apóstoles? Gentes que «lo habían<br />

dejado todo y le seguían». ¿Por qué? Porque «una rara<br />

virtud salía de Él y curaba a todos». Porque «tenía<br />

palabras de vida eterna». O porque, como los de Emaús,<br />

«esperaban que fuera el futuro libertador de Israel». Lo<br />

cierto es que «a aquel profeta poderoso en obras y<br />

palabras, los sumos sacerdotes y los jefes lo condenaron a<br />

muerte y lo crucificaron». Y entonces, a todos sus


seguidores, se les hundió el mundo. Y sobre sus vidas y<br />

sobre su corazón, cayó una losa, tan grande y fría como la<br />

que cayó sobre el sepulcro de Jesús. «Causa finita». Fin.<br />

Pero no. Más bien: Principio, Aurora definitiva. Día<br />

«octavo» de la Creación. «La primavera ha venido. Y todos<br />

sabemos cómo ha sido». Leed despacio el evangelio de<br />

hoy, y el de ayer-noche, y el de todo este tiempo. Y veréis<br />

cómo van «resucitando» todos: la Magdalena, los de<br />

Emaús, y los apóstoles desconcertados. Escuchad su grito<br />

estremecido que se les sube por los entresijos del alma:<br />

«Era verdad, ha resucitado y se ha aparecido a Simón».<br />

Es decir, tras el aparente fracaso de Cristo crucificado, que<br />

da al traste con todas sus ilusiones, la resurrección trajo<br />

un cambio radical en su mente y en su vida. Dio «sentido»<br />

a todo lo que los discípulos antes no habían entendido: al<br />

valor de la humillación, del dolor, de la pobreza;<br />

comprendieron aquella obsesión de Jesús por el Padre, la<br />

fuerza del «mandamiento nuevo», distinto, imprescindible.<br />

Todo lo entendieron.<br />

Y así, la resurrección se convirtió para ellos en la piedra<br />

fundamental de su fe, en el convencimiento de la divinidad<br />

de Jesús, y en el núcleo de toda su predicación. Eso. Ya no<br />

pensaron en otra cosa. Esa fue su chaladura: declarar<br />

oportuna e inoportunamente que «ellos eran testigos de la<br />

muerte y de la resurrección de Jesús». Y que «creer eso,<br />

era entrar en la salvación». Ese fue su pregón. Y ésa debe<br />

ser la única predicación de la Iglesia.<br />

Lo que ocurre es que, a partir de ahí, los hombres se<br />

dividen en dos: los que no creen y piensan que todo acaba<br />

con la muerte. Y prefieren no pensar en ella, aunque la<br />

ven cabalgando por todos lados, de un modo inevitable. Y<br />

se agarran a la «filosofía de la dicha», ya que el tiempo<br />

corre que vuela. Y proclamen como Camús: «No hay que<br />

avergonzarse de ser dichosos». Y, segundo los que<br />

creemos, a pesar del tormento de la duda y la humillante<br />

caducidad de las cosas. Los que hemos aceptado el


kerigma de Cristo resucitado. Porque algo nos dice en<br />

nuestro interior que no pueden quedar fallidas nuestras<br />

ansias de inmortalidad. Y, sobre todo, porque como dirá<br />

Pablo: «Si Cristo no hubiera resucitado, seríamos los seres<br />

más desdichados». Por eso, dejadme que os repita: «La<br />

primavera ha venido. Y todos sabemos cómo ha sido».<br />

23. «LA PRIMAVERA HA VENIDO»<br />

No hace falta ser profeta, ni experto en sociologías y<br />

sicologías, para reconocer que la vida del hombre es un<br />

tejer y un destejer, una línea ascendente de ilusiones y<br />

proyectos, y otra descendente, en la que todos<br />

terminamos cantando aquello de «las ilusiones perdidas,<br />

hojas son, ¡ay! desprendidas, del árbol del corazón».<br />

Cada uno hemos escalado una vereda de primaveras<br />

diciendo que «la vida es bella». Y cada uno también, de<br />

pronto, nos hemos encontrado en una niebla de tristezas,<br />

quebrantos y soledades. Añadid el despojo que hacen los<br />

años... Y entenderéis al poeta: «Todo el mundo es otoño,<br />

corazones desiertos..., palomares vacíos de las blancas<br />

palomas que anidaron ayer». Sí, con los años, después de<br />

combatir en mil batallas, hacemos el recuento de las<br />

«bajas» y nos llenamos de melancolía; acaso, de<br />

desolación.<br />

Pero, ¡ojo!, yo no quería salpicaros de pesimismo. Al<br />

contrario. Esta noche he leído muy atentamente los textos<br />

litúrgicos. Y muchos de mis «cables cruzados» se han<br />

puesto en orden. Os subrayaré algo:<br />

EL SEPULCRO VACÍO.-He aquí una primera realidad<br />

reconfortante. ¡Qué malo hubiera sido que María<br />

Magdalena hubiera descorrido la piedra y hubiera<br />

embalsamado a Jesús! A estas horas sus seguidores, si<br />

quedábamos, estaríamos diciendo: «Ni contigo, ni sin ti,<br />

tienen mis males remedio». Pero, no. Encontró el sepulcro


«vacío». Y tuvo que comprender que sus ungüentos eran<br />

regalos inútiles, alivios ridículos para un cuerpo inmortal.<br />

« ¡No estaba allí! ¡Había resucitado!» Allá sólo estaban las<br />

reliquias de la muerte: «unas vendas, un sudario».<br />

Constataciones de un dolor superado y redentor. Agua<br />

pasada. Banderas de la muerte, humilladas por el huracán<br />

de la Vida.<br />

Por eso, comprendió -y nosotros con ella- muchas cosas.<br />

Por ejemplo:<br />

1. ° Las sagradas escrituras.-«Era verdad», dijeron los de<br />

Emaús. Y «era verdad» es lo que nos vemos obligados a<br />

decir todos los que creemos. -Y nos referimos a todo lo<br />

que anunciaron los profetas, a todo lo que predijo Jesús.<br />

Desde entonces, el creyente sabe que la muerte y<br />

resurrección de Jesús son el broche final de toda la obra<br />

salvadora de Dios. La Creación, el pecado, las vicisitudes<br />

del pueblo de Israel, la Encarnación, la Cruz..., encuentran<br />

su culmen en la «Resurrección». ¡Aleluya!<br />

2. ° Comprendemos también «nuestra incorporación a<br />

Cristo». San Pablo lo pregona en la segunda lectura de<br />

hoy: «Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con<br />

El, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado, ya no<br />

muere más...». Lo dice de mil maneras: «Si nuestra<br />

existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo<br />

estará también en una resurrección como la suya».<br />

¡Aleluya, Aleluya!<br />

3. ° No ha lugar al pesimismo.-Efectivamente, vistas<br />

desde esta panorámica, todas las tristezas y quebrantos<br />

que el hombre va acumulando, todas las enfermedades y<br />

soledades, todas las incomprensiones y frustraciones,<br />

empiezan a «tener sentido». Si al final de la vida el<br />

hombre tiene la sensación de que todo se le vuelve<br />

«otoño», con la resurrección de Jesús, tiene la certeza de<br />

que todo es primavera. Eterna primavera. Los árboles del<br />

«cielo nuevo y la tierra nueva» que ya no acabarán.<br />

Antesala del «séptimo día». O mejor, amanecer del Día


Primero. Día sin ocaso. Ocasión propicia para escuchar a<br />

Pablo: «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los<br />

bienes de arriba». Y volver a cantar: « ¡Aleluya, aleluya,<br />

aleluya!»<br />

24. EL «PASO» Y LOS «PASOS»<br />

Durante esta semana que acaba de terminar, las calles<br />

más típicas de nuestras viejas ciudades, a pesar del clima<br />

de secularización reinante, han visto desfilar escenas<br />

bellísimas y entrañables, memoriales de nuestra fe,<br />

escultura dolorida y procesional de la Pasión del Señor,<br />

catequesis vivas -de hoy, de ayer y de mañana-, para<br />

quienes se quieran dejar interpelar. Joyas del arte y de las<br />

creencias de nuestro pueblo. Celebración popular de estos<br />

extremos de amor, por los que quiso «pasar» el Hijo de<br />

Dios. Son «los pasos» de la Pasión. Todos ellos -la entrada<br />

en Jerusalén, la cena, el prendimiento, la flagelación, la<br />

crucifixión, el descendimiento, los cristos yacentes- son<br />

«pasos hacia la muerte».<br />

Pero he aquí que, en esta noche recién terminada, ha<br />

cambiado la decoración. Han desaparecido los «pasos de<br />

la muerte» y sólo contemplamos el «Paso hacia la Vida»:<br />

la PASCUA. El gran PASO con mayúscula y definitivo. La<br />

Vigilia que ayer noche celebrábamos nos ha introducido en<br />

ese Paso ya para siempre. Y ésa es nuestra Vida. Repasad<br />

la liturgia de esta madrugada. Y veréis que todos los<br />

símbolos que en ella vemos expuestos, todas las lecturas<br />

que hemos proclamado, todas las aclamaciones que<br />

hemos cantado, dicen lo mismo: «El Señor no es un Dios<br />

de muertos, sino de vivos». Eso eran las lecturas del A.T.<br />

Hablan del Dios que es «creador», del Dios que «libera a<br />

Israel», del Dios que, con el diluvio, «hace brotar una<br />

naturaleza nueva». Es decir, un Dios que desborda vida. Y<br />

la bendición del fuego, el desfile del cirio pascual por entre<br />

las tinieblas del templo, el canto del pregón pascual, el<br />

gloria a toque de campanillas, lo mismo. Son


proclamaciones de que el Hijo de Dios ha vencido a la<br />

muerte, tal y como lo anunció: «Yo soy la resurrección y la<br />

vida».<br />

Yo no sé cómo los cristianos no vibramos más y nos<br />

dejamos arrastrar más por esta noticia, válida por sí sola<br />

para que hagamos cada uno nuestro verdadero «paso»<br />

hacia la Vida única. Quizá por esta razón, los obispos de<br />

nuestra tierra, siguiendo esa buena costumbre de<br />

ofrecernos cada cuaresma un alimento de primera calidad,<br />

nos han brindado esa magnífica carta-pastoral titulada «Al<br />

servicio de una vida más humana». ¿La habéis leído? ¿No?<br />

A mí, más que pastoral de cuaresma, me parece pastoral<br />

de Pascua. Si la leéis, llegaréis a convenceros de tres<br />

cosas «clave» por lo menos:<br />

Una. Aunque todos, hoy, parecemos proclamar el derecho<br />

a la vida y hemos avanzado asombrosamente en logros<br />

médicos increíbles, sin embargo, paradójicamente, vamos<br />

inventando más descarados sofismas para aparcar de la<br />

vida a muchos seres, generalmente indefensos,<br />

absolutamente menesterosos, juzgando de esta manera<br />

que esas vidas no eran necesarias.<br />

Dos. Aunque hemos conseguido cotas indiscutibles en<br />

cuanto a nivel de vida y a calidad de existencia, es posible,<br />

casi seguro, que esa «calidad» la hemos centrado<br />

únicamente en la vertiente material del hombre, en sus<br />

posibilidades de confort y de consumismo; y no en su<br />

dimensión espiritual.<br />

Y tres. Frente a todas las ofertas de «vida efímera» que<br />

nos brindan por ahí, la Fuente de «vida verdadera» sigue<br />

siendo Dios. El, «a través del sufrimiento liberador del<br />

crucificado» y de la «resurrección con Cristo», nos regala<br />

la oportunidad de «vivir una Vida Nueva». Por eso decimos<br />

que «nuestra Pascua es Cristo». Porque, frente a todos los<br />

«pasos de la muerte» nos ha traído el «PASO HACIA LA<br />

VIDA».


25.<br />

Frase evangélica: «El primer día de la semana»<br />

Tema de predicación: EL DÍA DE LA RESURRECCIÓN<br />

1. Después de la muerte de Jesús en el «último día», el<br />

evangelio de Juan presenta el «primer día», tiempo de la<br />

nueva Pascua y de la nueva Creación. De este modo<br />

culminan la obra de Jesús y el proyecto creador de Dios.<br />

Comienza el día por un «amanecer», aunque todavía<br />

«oscuro», porque el pensamiento de María Magdalena está<br />

en el sepulcro, en el cadáver de Jesús.<br />

2. El evangelio del <strong>Domingo</strong> de Resurrección descubre la<br />

búsqueda de Jesús por parte de los discípulos: una mujer<br />

(la Magdalena) y dos hombres (Pedro y Juan). La mujer se<br />

adelantó, y por su testimonio corrieron «juntos» los dos<br />

hombres. Los discípulos reconocen los signos: la losa<br />

retirada (roto el sello mortal), los lienzos aparte (el cuerpo<br />

desatado) y el sudario enrollado en otro sitio (la muerte<br />

superada). La muerte no tiene la última palabra: ha sido<br />

vencida por la vida.<br />

3. Pedro, a pesar de sus negaciones, pasa el primero,<br />

después de seguir a Juan, el cual se había adelantado por<br />

ser testigo de la cruz y por su experiencia de amor. La<br />

Escritura y la decisión de encontrar al Señor contribuyen a<br />

creer que Jesús «resucitó de entre los muertos».<br />

REFLEXIÓN CRISTIANA:<br />

¿Sabemos comprobar los signos de muerte?<br />

¿Transcendemos estos signos hasta constituir muestras de<br />

vida?


26.<br />

Frase evangélica: «Él había de resucitar de entre los<br />

muertos»<br />

Tema de predicación: LA VIDA DESDE LA MUERTE<br />

1. El tesoro más apreciado por el ser humano es la vida.<br />

Símbolo bíblico de la vida es el árbol -de por sí resistente-<br />

de la vida plena. Por ser don de Dios, es sagrada; por ser<br />

la suprema riqueza del ser humano, es inapreciable; y por<br />

estar amenazada por la enfermedad y la muerte, es frágil.<br />

De hecho, el dolor -sobre todo el injustamente infligido-<br />

domina la vida. Hay una distancia considerable entre la<br />

vida ideal y la fatigosa (y a menudo injusta) vida real.<br />

Pero todos deseamos y buscamos una vida placentera y<br />

plena, a pesar de estar tan sometidos y condicionados por<br />

influencias de todo tipo. Ciertamente, hoy se conocen y<br />

dominan muchos aspectos de la vida, pero se corre el<br />

peligro de desconocer el sentido de la vida. Se da esta<br />

paradoja: al crecer los medios de vida, decrecen las<br />

razones para vivir: en el «primer mundo» abundan dichos<br />

medios, mientras que en el «tercer mundo» sobreabundan<br />

las mencionadas razones.<br />

2. El ser humano ha recibido de Dios la vida, no<br />

simplemente para vivirla, sino para realizarla. Y sólo se<br />

realiza con una vida ética y, en el caso del creyente, con la<br />

práctica de la palabra de Dios. Una vida alejada de los<br />

hermanos y de Dios es la muerte, precisamente porque<br />

Dios es la síntesis de la vida. Por pertenecer a la vida el<br />

cuerpo y el espíritu, no hay vida sin cuerpo: de ahí la<br />

necesidad de prestar atención a los cuerpos desnutridos<br />

de vida. En suma, la vida espiritual no es vida abstraída<br />

del mundo, sino fuente de toda vida, con misericordia y<br />

con justicia.<br />

3. Frente a la vida presente -en continuidad y, a la vez, en<br />

ruptura- está la vida plena futura. Ésta sobreviene, no por<br />

la inmortalidad del alma, sino por la resurrección de los


muertos con la intervención de Dios. Según el Nuevo<br />

Testamento, dicha vida está determinada por la<br />

resurrección de Jesucristo y es comunión con Dios,<br />

vencedor de la muerte. El creyente vive ya una vida nueva<br />

por la fuerza del Espíritu, entre el ya y el todavía no: es<br />

realidad presente con dimensiones de futuro. Será plena<br />

cuando sea vencido el último enemigo, que es la muerte,<br />

con todas sus actuales mortandades.<br />

REFLEXIÓN CRISTIANA:<br />

¿Hacemos algo en beneficio de la vida de los demás?<br />

¿Cómo entendemos los cristianos la calidad de la vida?<br />

27.<br />

Los cristianos orientales tienen una manera muy bella y<br />

teológica de hablar de la resurrección. Dicen que el<br />

ateísmo es no creer en la resurrección. Sólo se puede<br />

creer en Dios si hay resurrección: la de Jesús y la nuestra.<br />

Porque si Dios permanece impasible e impotente en su<br />

bienaventuranza celeste, contemplando la historia de las<br />

injusticias, opresiones y asesinatos que es la historia<br />

humana, si ve cómo los injustos y malvados casi siempre<br />

triunfan, mientras que los justos e inocentes padecen en<br />

sus manos, y no hace nada, este Dios no es creíble.<br />

Pensemos sólo en los seis millones de judíos deportados y<br />

exterminados cruelmente en los campos de concentración<br />

nazis, o en los millares de "desaparecidos" bajo los<br />

regímenes militares sudamericanos, o de "campesinos"<br />

asesinados en Centroamérica, o de negros de Sudáfrica...<br />

Ante esta injusticia radical, si Dios no actúa, no es Dios,<br />

sino un monstruo o un impotente. Sólo un Dios que pueda<br />

resucitar a los muertos es digno de fe. Si no podemos<br />

creer en la resurrección, no podemos creer en Dios. La<br />

resurrección es el gran acto de justicia de Dios hacia su<br />

Hijo JC, y esperamos que también, hacia sus otros hijos


que han sufrido absurdamente, que han padecido<br />

inocentemente.<br />

Esto es esencial. La palabra definitiva de Dios no puede<br />

ser el oscuro silencio del Calvario, sino la luz<br />

resplandeciente de la Pascua.<br />

La Pascua es la protesta de Dios contra la malicia e<br />

injusticia de los hombres. La resurrección es el acto de<br />

protesta de Dios contra la injusticia que mata a su Hijo<br />

inocente, la protesta de Dios contra la maldad de los<br />

hombres que se matan unos a otros. Si la resurrección no<br />

ha acaecido "vana es nuestra fe" (1Co 15, 14). Se ha de<br />

poder creer en un Dios que hace justicia, y la justicia es<br />

que el inocente injustamente aplastado sea restablecido a<br />

la vida. Por eso la resurrección es realmente la llave de la<br />

Historia. Parece que los justos e inocentes son<br />

abandonados y que el mal siempre triunfa. Los malvados<br />

odian, engañan, hacen violencia, explotan, matan al débil,<br />

al pobre, al indefenso, y Dios parece que no hace nada<br />

para impedirlo. "Esta es vuestra hora y el poder de las<br />

tinieblas" (Lc 22, 53). Como si Dios no se entrometiera en<br />

este mundo.<br />

Es que éste es el mundo de nuestra responsabilidad, de<br />

nuestra libertad. Aquí hay que recurrir a lo que Jesús nos<br />

quiso decir con las parábolas del Reino de Dios. Dios es<br />

aquel señor de las parábolas que se fue a tierras lejanas<br />

(Lc 19. 11-27). Dejó a sus administradores a cargo de sus<br />

bienes, y ellos los malgastaron. Pero el Señor volvió. La<br />

resurrección es el momento en que el Señor vuelve, o en<br />

que nosotros volvemos al Señor y le tenemos que dar<br />

cuentas. Si no hubiese este momento, este señor que se<br />

va y deja que los otros hagan lo que quieran y no se<br />

preocupa de nada no es un Señor de verdad. Por eso la<br />

resurrección es la clave de nuestra vida cristiana. Creer en<br />

la resurrección no es sólo creer una doctrina. Se ha de<br />

creer en la resurrección con la vida; no sólo con la cabeza.<br />

Tenemos que hacer nuestra la resurrección haciendo<br />

nuestro el juicio de Dios contra el mal. Dios no tolera


impasible el mal de los oprimidos, y nosotros tampoco lo<br />

debemos tolerar. Sólo cree en la resurrección el que no<br />

está conforme con el mundo tal como es.<br />

Tenemos que creer en la resurrección con nuestra actitud<br />

y nuestras obras. Tenemos que hacer resurrección.<br />

Tenemos que preguntarnos si nuestra vida, nuestra<br />

existencia, es causa de vida o causa de muerte a nuestro<br />

alrededor, si es causa de crucifixión o de resurrección para<br />

los que nos rodean. Esto es importante, porque quizá<br />

podemos pasarnos la vida cantando el misterio pascual y<br />

"haciendo la pascua" a todo el mundo. Podríamos decir<br />

que nosotros somos como colaboradores de la<br />

resurrección. "Tenemos que completar lo que falta a la<br />

pasión de Cristo" (Col 1, 24).<br />

Y tenemos que completar también lo que falta a la<br />

resurrección de Cristo. Los Santos Padres decían que<br />

Cristo no está todavía totalmente resucitado y, según<br />

como se entienda, hay en esto cierta verdad.<br />

Cristo no posee el pleno gozo de la resurrección mientras<br />

haya alguien que sufra. No le dejamos, por así decir, ser<br />

plenamente resucitado, porque se ha identificado con<br />

todos nosotros. Si engañamos, si explotamos, si hacemos<br />

violencia, si estamos con las fuerzas del mal y de la<br />

muerte contra la resurrección, continuamos la pasión de<br />

Cristo y atrasamos la Pascua total. Si, por el contrario,<br />

amamos, servimos, compartimos, ayudamos, estamos con<br />

Dios contra el padecimiento del justo y a favor de la<br />

resurrección, hacemos resplandecer la gloria de la<br />

resurrección. La resurrección no es algo del último día,<br />

sino que la vamos haciendo. San Pablo lo dice de manera<br />

muy bella: Cristo es las primicias (1Co 15, 20), el primer<br />

fruto, el comienzo de una abundante y espléndida<br />

cosecha. Cristo ha resucitado ya, ciertamente. Pero<br />

nosotros vamos haciendo nuestra resurrección y la de los<br />

otros a medida que vamos madurando en el amor.


28.<br />

50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />

RESURRECCIÓN<br />

28-38<br />

De las distintas posibilidades de lecturas que se ofrecen<br />

para la misa de hoy, este proyecto supone que se lee<br />

como segunda lectura la carta a los Corintios y como<br />

evangelio el mismo de la Vigilia, de Lucas.<br />

La fiesta de las fiestas<br />

"No está aquí. Ha resucitado". Hermanos, alegrémonos de<br />

corazón. Ésta es la Buena Noticia por excelencia. En medio<br />

de tantas informaciones tristes o preocupantes que nos<br />

aporta la historia, los cristianos hemos escuchado con<br />

gozo el anuncio del evangelio: Dios ha dicho un "si"<br />

decisivo a la humanidad al resucitar de entre los muertos<br />

a su Hijo y Hermano nuestro, Cristo Jesús, que se había<br />

entregado a la muerte por solidaridad con todos nosotros.<br />

Aunque muchos no se hayan enterado, ha sido un<br />

inmenso regalo para toda la humanidad. Los cristianos<br />

tenemos motivos muy válidos para cantar con convicción<br />

lo que nos ha hecho repetir el salmo de hoy: "Este es el<br />

día en que actuó el Señor, sea nuestra alegra y nuestro<br />

gozo".<br />

Esta noche pasada, con la solemne Vigilia Pascual, hemos<br />

dado comienzo a la gran fiesta de Pascua, que va a durar<br />

siete semanas, hasta el día de Pentecostés, el 31 de<br />

mayo.<br />

La victoria de Cristo es también nuestra victoria


Lo que celebramos no es un aniversario. Es una realidad<br />

que todavía sigue sucediendo. Jesús, hace dos mil años,<br />

inauguró la Pascua: la Pascua sigue viva. Él, Cristo Jesús,<br />

sigue vivo. Aunque no le vemos, está en medio de<br />

nosotros.<br />

Con qué valentía lo ha dicho Pedro ante las autoridades,<br />

él, que negó a Jesús delante de una criada y unos<br />

guardias: "Lo mataron, colgándolo de un madero, pero<br />

Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver y lo ha<br />

nombrado juez de vivos y muertos". La resurrección de<br />

Jesús cambió la historia. Transformó a Pedro y a los<br />

demás discípulos de la primera comunidad.<br />

Y quiere transformarnos también a nosotros. La Pascua de<br />

Cristo es también nuestra Pascua. Cristo quiere crear algo<br />

nuevo en nosotros, darnos su vida, su energía, su<br />

entusiasmo, su alegría. Como nos ha dicho Pablo, en la<br />

carta a los Corintios: ya que los judíos celebran su Pascua<br />

con panes ácimos, sin levadura, destruyendo todo el pan<br />

que tuvieran de antes y comiendo sólo pan nuevo, así<br />

nosotros, los cristianos, hemos de celebrar nuestra Pascua<br />

no con levadura vieja, levadura de corrupción y de<br />

maldad, sino con los panes nuevos de la sinceridad y de la<br />

verdad.<br />

Una comunidad pascual<br />

Pascua es noticia festiva y, a la vez, compromiso y<br />

estimulo para una vida nueva, según Cristo Jesús. Se<br />

tiene que notar no sólo en nuestros cantos y en el color de<br />

los vestidos y las flores y en el cirio que estará encendido<br />

durante siete semanas: sino en nuestra vida, en nuestro<br />

amor, en nuestra actitud de verdad y sinceridad.<br />

Pascua es fiesta y es también tarea. Pedro nos ha dicho<br />

que Jesús, al aparecerse a ellos, llenándoles de alegría, les<br />

encargó que predicaran al pueblo y dieran testimonio de<br />

su resurrección. Es lo que hicieron aquellas valientes<br />

mujeres, las que habían estado al pie de la Cruz de Jesús


y ahora eran los primeros testigos de su nueva vida:<br />

"recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y<br />

anunciaron todo esto a los once y a los demás". Se<br />

convirtieron en "apóstoles de los apóstoles", en<br />

pregoneras de la Buena Noticia a todo el que quisiera<br />

escucharlas, aunque no les hicieran mucho caso. (Y lo que<br />

hicieron los dos discípulos de Emaús. Al reconocer a Jesús,<br />

fueron corriendo a Jerusalén y contaron lo que les habla<br />

pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir<br />

el pan).<br />

Cada uno en su ambiente -jóvenes, familia, escuela,<br />

mundo de los enfermos y los marginados, medios de<br />

comunicación, trabajo profesional, comunidad religiosa-<br />

debemos ser testigos de la Pascua de Jesús, contagiando a<br />

los demás, sin demasiados discursos, pero si con una vida<br />

convincente, su alegría y su dinamismo.<br />

Dejémonos llenar del mismo Espíritu de Dios que llenó a<br />

Jesús. Este año, especialmente, Pascua tendría que ser<br />

para nosotros totalmente llena del Espíritu del Resucitado.<br />

O sea, llena de vida, de energía, de novedad, de aire<br />

fresco, tanto personalmente como en la comunidad<br />

eclesial.<br />

Hermanos, dejemos actuar en nosotros al Espirito de Dios:<br />

el que resucitó a Jesús quiere resucitarnos también a<br />

nosotros. Y así, Pascua no sólo será fiesta por Cristo, sino<br />

también por cada uno de nosotros.<br />

29.<br />

La acción transformadora más palpable de la resurrección<br />

de Jesús fue su capacidad de transformar el interior de los<br />

discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y<br />

atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en<br />

torno a la causa del evangelio y llenarlos de su espíritu de<br />

perdón. La pequeña comunidad de los discípulos no sólo


había sido disuelta por el ajusticiamiento de Jesús, sino<br />

también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad<br />

que deja en un grupo la traición de uno de sus<br />

integrantes.<br />

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la<br />

verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había<br />

entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por<br />

eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a<br />

su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos<br />

estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la<br />

comunidad de seguidores, darles cohesión interna en el<br />

perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la<br />

igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la<br />

presencia y la fuerza interior del resucitado lo logró.<br />

Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten<br />

interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y<br />

cuando la comunican, es cuando realmente experimentan<br />

su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas<br />

las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico<br />

de los relatos del Resucitado actuando que presentan a la<br />

comunidad, revela el proceso renovador que hace el<br />

Resucitado en el interior de las personas y del grupo.<br />

Veamos cómo demuestran esto las tres lecturas de este<br />

domingo. A nivel cronológico, debemos empezar por el<br />

evangelio (Jn 20, 19-31). La comunidad anda todavía<br />

disuelta. Tomás, el incrédulo, es sólo un ejemplo. ¿Qué<br />

hace Jesús para aunarlos? Dar al grupo su Espíritu de<br />

perdón, para que haga lo mismo con los demás y tomar a<br />

Tomás como ejemplo de reconciliación. En una comunidad<br />

reconciliada renace la fraternidad, la alegría, la capacidad<br />

de entrega... y se puede convertir en una comunidad<br />

creadora de nuevas comunidades reconciliadas. Este<br />

proceso de sentirse perdonado y de tener capacidad de<br />

perdonar a otros es el que va a ir activando la presencia<br />

del Resucitado en todos los que entren en contacto con la<br />

comunidad cristiana original. Es el mismo Jesús quien<br />

pone todo el énfasis de su resurrección en el sentirlo


interiormente, más que en el verlo o en palparlo<br />

físicamente, a través de apariciones. Esta afirmación<br />

queda sellada con sus palabras: "Dichosos los que sin<br />

haber visto han creído".<br />

Hch 5, 12-16 nos presenta el actuar de una comunidad<br />

que cree en el Resucitado: quien lo siente vivo y actuante<br />

en su interior, trata de comunicarlo de la misma forma. El<br />

testimonio que irradia la pequeña comunidad es el de una<br />

comunidad reconciliada, en la que todos tienen "un mismo<br />

espíritu" (v. 12), causan por eso impacto en la sociedad<br />

que los rodea (v. 13), despiertan nuevos seguidores y<br />

entregan gratuitamente a otros el amor que recibieron del<br />

Maestro. A partir de aquí, cualquier milagro es posible y es<br />

plenamente explicable. La lectura del libro del Apocalipsis<br />

(1, 12-13.17-19) nos coloca en medio de una comunidad<br />

perseguida por el solo hecho de seguir las enseñanzas del<br />

Crucificado, ahora Resucitado. Es la fuerza del Resucitado<br />

la que preside y guía la comunidad perseguida. Si ella<br />

sabe mantener viva la presencia de Jesús Resucitado, se<br />

mantendrá viva y fuerte aun en medio de la persecución<br />

más tenaz. El cristiano no debe tener miedo frente a nada<br />

ni nadie, pues no es la muerte su destino, sino la<br />

resurrección. A la comunidad cristiana no la preside la<br />

muerte. La preside la vida. Y es precisamente a partir de<br />

la vida, en cuyo servicio está, en donde el cristianismo<br />

tiene su fuerza. Cualquier participación o apoyo a procesos<br />

de muerte, es una traición al resucitado y un golpe mortal<br />

a su propia vida.<br />

Para la revisión de vida<br />

-¿Cómo va mi alegría, mi esperanza, mi optimismo o<br />

pesimismo frente a la realidad global?<br />

-¿Es mi fe en la resurrección de Jesús una opción también<br />

por la vida a todos sus niveles?<br />

Oración comunitaria


Oh Dios que en la resurrección de Jesús has dejado clara<br />

tu voluntad y tu propuesta de Vida abundante para todos;<br />

llenos de alegría te damos gracias por la confirmación que<br />

en la resurrección de Jesús has dado a todas nuestras<br />

esperanzas. Por N.S.J.<br />

Para la oración de los fieles:<br />

-Para que la resurrección de Jesús se expanda a toda la<br />

humanidad y el cosmos, y triunfe siempre el Amor y la<br />

Vida, roguemos al Señor...<br />

-Para que vivamos siempre el cristianismo como lo que es:<br />

una buena noticia de alegría y salvación...<br />

-Por la Iglesia entera, para que sea siempre testimonio de<br />

esperanza, de optimismo, de alegría, misericordia y<br />

acogida...<br />

-Por todos los que tienen esperanza en la transformación<br />

del mundo, para reciban el premio a sus esfuerzos...<br />

-Para que el Señor nos dé el coraje de afirmar siempre la<br />

vida sobre la muerte, la esperanza sobre la desesperanza,<br />

y el amor sobre toda forma de egoísmo...<br />

30.<br />

Este proyecto está redactado a partir del evangelio de<br />

Mateo, el mismo de la Vigilia. En las vespertinas, el de<br />

Lucas 24,13-35. En este caso, en lugar del primer párrafo<br />

del proyecto, se dice el segundo, el que va entre corchetes<br />

[ ]. Como segunda lectura escogemos la de Colosenses.<br />

-La fiesta principal del año<br />

"Ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ha<br />

resucitado, como había dicho". Hermanos, ¡qué anuncio


más gozoso nos hace el ángel! La mejor noticia de todo el<br />

año: Cristo ha resucitado.<br />

["Era verdad: ha resucitado el Señor". Y ellos contaron<br />

cómo lo habían reconocido al partir el pan. Fue el<br />

acontecimiento que cambió la vida de los dos discípulos de<br />

Emaús y de todos los demás. Habían visto a Cristo morir<br />

en la cruz y ahora se les aparece resucitado].<br />

Con razón hoy es la fiesta principal de los cristianos. Si<br />

cada domingo nos reunimos para celebrar la presencia del<br />

Resucitado en medio de nosotros, hoy, día de Pascua, con<br />

mayor motivo todavía. Estos últimos días hemos seguido a<br />

Jesús en su camino hacia la Cruz, en su Muerte y<br />

sepultura, y ahora nos gozamos, con todos los cristianos<br />

del mundo, de su resurrección.<br />

Muchos ya nos hemos reunido esta noche pasada, en la<br />

Vigilia Pascual, para escuchar las lecturas de la Historia de<br />

la Salvación, recordar nuestro Bautismo y, sobre todo,<br />

para proclamar el evangelio de san Mateo: que Cristo ha<br />

salido del sepulcro, triunfando de la muerte y del pecado.<br />

En esa celebración se ha encendido este Cirio que nos<br />

acompañará durante siete semanas, como símbolo del<br />

Señor victorioso, Luz del mundo.<br />

-Cristo ha resucitado<br />

Las lecturas nos lo han dicho con entusiasmo. Qué<br />

convicción muestra san Pedro cuando, en su catequesis de<br />

la primera lectura, nos ha resumido el misterio de Cristo:<br />

"Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del<br />

Espíritu: lo mataron, colgándolo de un madero, pero Dios<br />

lo resucitó al tercer día y lo nombró juez de vivos y<br />

muertos: los que creen en él reciben el perdón de los<br />

pecados".<br />

Dejándonos contagiar de su alegría, hemos cantado con el<br />

salmo: "Este es el día en que actuó el Señor". Y luego<br />

proclamaremos en el prefacio: "Cristo, nuestra Pascua, ha


sido inmolado: muriendo, destruyó nuestra muerte;<br />

resucitando, restauró la vida". Si hemos admirado, a lo<br />

largo de la Cuaresma y de la Semana Santa, la entrega<br />

generosa de Cristo a la muerte, por solidaridad con todos<br />

nosotros -su "sí" a la humanidad y a Dios-, ahora nos<br />

alegramos del "sí" que Dios Padre ha dicho a su Hijo, y a<br />

nosotros, resucitándole a una nueva existencia.<br />

-El testimonio de la comunidad<br />

La comunidad cristiana, siguiendo el ejemplo del ángel, y<br />

de las mujeres que acudieron al sepulcro, y de los<br />

discípulos de Emaús, y de la primera comunidad de los<br />

apóstoles, y sobre todo de Pedro, hace dos mil años que<br />

proclama ante el mundo este acontecimiento que ha<br />

cambiado la historia. Entonces decía Pedro: "Nosotros<br />

somos testigos... nos encargó predicar, dando solemne<br />

testimonio, su resurrección".<br />

Y lo seguimos diciendo ahora: que Cristo es el que da<br />

sentido a toda la existencia humana. Que, en medio de un<br />

mundo agitado por mil crisis, él es el Salvador y Liberador,<br />

que nos conduce a la salvación y la vida verdadera. Por<br />

eso nos gozamos en ser cristianos, agradecemos a Dios el<br />

don de la fe e intentamos evangelizar a la sociedad en<br />

torno nuestro: comunicarle esta Buena Noticia.<br />

-Invitación a una vida pascual<br />

Pero el mejor modo de comunicar a otros la noticia de la<br />

Pascua es que vean reflejada en nosotros la vida pascual<br />

de Jesús.<br />

Es lo que nos ha dicho san Pablo en la segunda lectura:<br />

"Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de<br />

allá arriba... aspirad a los bienes de arriba..."<br />

Por el sacramento del Bautismo (que hemos recordado con<br />

la aspersión al inicio de esta misa) fuimos incorporados al<br />

Señor Resucitado, a su muerte y resurrección. Por eso


somos invitados a vivir como "resucitados". La fiesta de<br />

hoy, junto con la alegría y la esperanza que nos comunica,<br />

nos compromete también a vivir según la vida nueva de<br />

Jesús, a mirar las cosas de arriba, dando a nuestra historia<br />

de cada día una dimensión pascual. La Cincuentena que<br />

hoy iniciamos -las siete semanas de Pascua, hasta el día<br />

de Pentecostés, 23 de mayo- supone que nuestra vida no<br />

es la misma de antes. Pascua no admite tristeza, ni<br />

pereza, ni egoísmo, ni desánimo, ni apego a lo viejo, ni<br />

esclavitud.<br />

La Pascua de Cristo Jesús quiere ser también Pascua<br />

nuestra. Porque "hemos resucitado con Cristo", tenemos<br />

que dejar a Cristo y a su Espíritu que actúen en nosotros<br />

el milagro de cada Pascua: una nueva vida, una vida más<br />

"pascual".<br />

31.<br />

Hch 10, 34a.37-43: Testigos de su resurrección Salmo<br />

117, 1-2.16-17.22-23 Col 3, 1-4: Si han resucitado con<br />

Cristo busquen las cosas de arriba Jn 20, 1-9: El primer<br />

día de la semana María Magdalena fue al sepulcro<br />

Los Hechos nos presentan el discurso de Pedro en<br />

presencia de los gentiles, antes del pentecostés de<br />

Cesarea. Las palabras de Pedro están articuladas en dos<br />

secciones.<br />

La primera parte sustenta la apertura a los no judíos. El<br />

Dios de la vida, que resucitó a Jesús, acoge sin acepciones<br />

a todos aquellos que anuncian el Reinado de Dios y<br />

construyen la paz. La práctica de Jesús fue siempre recibir<br />

a los excluidos y conformar un grupo humano donde se<br />

creciera en humanidad y amor al Padre. Por eso, la<br />

apertura a todas las naciones del mundo estaba inscrita en<br />

los planes de Dios y en el ministerio de Jesús. La Buena


Noticia se comunica a todos los seres humanos de buena<br />

voluntad.<br />

La segunda parte (Hch 10, 37-43), describe el ministerio<br />

de Jesús como una transformación de la humanidad<br />

marginada y deprimida: "haciendo el bien y curando a los<br />

poseídos por el demonio". La acción de Jesús rompía las<br />

mentalidades e ideologías esclavizadoras y posesivas. Con<br />

su enseñanza preparaba a hombres y mujeres a un nuevo<br />

éxodo: la liberación del ser humano hacia un nuevo pueblo<br />

de seres humanos libres.<br />

En esta parte, Pedro hace énfasis en el testimonio. Los y<br />

discípulos son testigos de la práctica liberadora de Jesús,<br />

de la injusta muerte a la que fue condenado, del triunfo de<br />

Dios sobre la tiniebla de la historia: Jesús fue resucitado.<br />

La resurrección es la experiencia del grupo de seguidores<br />

y seguidoras que compartieron con él la comida diaria, el<br />

trabajo y los afanes cotidianos. La comunidad se<br />

transforma en la presencia del resucitado y se siente<br />

llamada a dar testimonio de su presencia en la<br />

humanidad.<br />

La carta a los Colosenses enfrenta las dificultades de una<br />

comunidad que se ve expuesta a una desviación, práctica<br />

y doctrinal, de la auténtica enseñanza cristiana. La<br />

comunidad se encuentra en un medio con fuertes<br />

influencias de creencias misteriosas, gnosticismo y otras<br />

tendencias religiosas que pululaban en el momento. El<br />

problema es diferente al de las iglesias de Jerusalén y<br />

Antioquía. Ya no es el legalismo judío que amenazaba con<br />

absorber al cristianismo. La dificultad radica en la<br />

confusión respecto al lugar que Jesús ocupa en la historia<br />

humana. Por esto, Cristo es presentado como Señor del<br />

universo, cabeza de la Iglesia y vencedor de los grandes<br />

poderes que someten a la humanidad y al mundo.<br />

El pasaje que hoy leemos es la conclusión de una extensa<br />

exposición doctrinal. Enfatiza en la necesidad de<br />

permanecer abierto a las realidades históricas pero sin


crear innecesarias confusiones doctrinales. Exhorta a no<br />

trastocar lo que es una experiencia de vida fundada en la<br />

catequesis paulina con los caprichos religiosos de moda.<br />

Concluye contraponiendo lo que pertenece al mundo del<br />

Espíritu frente a las propagandas religiosas. Lo de arriba<br />

manifiesta la máxima aspiración de los creyentes: la<br />

resurrección. Lo de abajo las pasajeras modas ideológicas.<br />

La vida de la comunidad se convierte entonces en una<br />

semilla de esperanza: la voluntad de Dios es irrevocable.<br />

La comunidad está llamada a hacer de la "vida en<br />

abundancia" el derrotero de su acción, y para esto<br />

necesita estar firme en su enseñanza apostólica.<br />

El evangelista Juan nos presenta la resurrección como un<br />

acontecimiento del "primer día". La pasión, crucifixión y<br />

muerte presentadas como un acontecimiento del día<br />

sexto. Como en el Génesis el día sexto es la conclusión de<br />

la obra de creación, en el evangelio es el final de la vida<br />

física de Jesús. Ahora, en un nuevo día, en un nuevo<br />

génesis, Dios comienza una nueva etapa de la humanidad.<br />

La negatividad de la historia es transformada por la acción<br />

de Dios. Pero, al igual que toda la acción de Jesús, todo<br />

ocurre en la discreción de la vida humilde y sencilla. Sólo<br />

una comunidad, representada por tres figuras: María<br />

Magdalena, Pedro y el otro discípulo, da testimonio de lo<br />

acontecido. El evangelio nos presentará diversas actitudes<br />

frente a la ausencia del crucificado.<br />

El Evangelio nos relaciona a los testigos del resucitado<br />

representados en tres grupos con actitudes diferentes. El<br />

primero, el de María Magdalena. Ella se asoma a la tumba<br />

cuando todavía hay tinieblas. La oscuridad es símbolo de<br />

la oposición a Dios. Jesús vence las tinieblas. María,<br />

desafía la situación de oscuridad y busca el cuerpo del<br />

crucificado. En esta actitud priman el desconcierto y la<br />

constatación abierta e insistente: "se han llevado a mi<br />

Señor y no sé donde lo han puesto".


Luego viene el par de discípulos. Uno identificado con el<br />

nombre propio: Pedro. Lo acompaña alguien identificado<br />

genéricamente como el otro discípulo. Ambos corren a<br />

verificar el anuncio de la Magdalena. El otro se adelanta,<br />

examina la situación de la tumba y se abstiene de entrar.<br />

Pedro, por el contrario, entra y se encuentra con el<br />

sepulcro vacío. Ante las vendas que atan los pies e<br />

impiden la movilidad, y ante el sudario que representa la<br />

muerte, Pedro no tiene ninguna reacción. El "otro<br />

discípulo", por el contrario, al ingresar al sepulcro cree y<br />

alcanza la comprensión cabal de lo que le ha ocurrido a<br />

Jesús.<br />

Las tres actitudes ilustran tres diferentes procesos de la<br />

resurrección. De un lado el complejo y completo proceso<br />

de la primera testigo de la resurrección. De la actitud de<br />

desconcierto y zozobra pasa al encuentro desprevenido e<br />

inconsciente con el Señor en el huerto. Por último<br />

descubre la presencia del resucitado y se convierte en<br />

testigo cualificado de la buena noticia.<br />

Pedro, alterna con el "otro discípulo". Pedro representa a<br />

un grupo fiel a las expectativas del Israel histórico. Por<br />

eso, ante la ausencia del crucificado no se percibe reacción<br />

alguna. A pesar del diligente seguimiento, al grupo de<br />

Pedro le cuesta asumir la nueva situación de Jesús como<br />

una fuente de agua viva, como una semilla de vida (Jn 12,<br />

24). Su actitud se contrapone a la del "otro discípulo".<br />

Este es más ágil en el seguimiento. El texto simboliza su<br />

disposición con la frase "corría más que Pedro". A la vista<br />

de la tumba, guarda un silencio respetuoso y reflexivo. Las<br />

vendas en el piso le significan una nueva situación que se<br />

debe entender con la mirada. Luego, entra en el sepulcro<br />

y alcanza la inteligencia de la nueva realidad en oposición<br />

a la falta de comprensión de Pedro. Sin embargo, el "otro<br />

discípulo" comprende todo ante la evidencia de la tumba<br />

según la Escritura, y no a partir de una experiencia con el<br />

resucitado. Será la totalidad de la comunidad la que, a<br />

partir del testimonio de la mujer, llegue a una<br />

comprensión plena del Resucitado.


Para la revisión de vida<br />

¿He vivido esta Semana Santa como el camino que es a la<br />

resurrección y a la vida eterna? ¿He apostado por la vida,<br />

en mi vida?<br />

Para la reunión de grupo<br />

- Pedro describe a Jesús como el que pasó por la vida<br />

"haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo".<br />

¿Es también así nuestro paso por la vida, el de nuestro<br />

grupo, comunidad; el de la Iglesia? ¿Somos testigos de<br />

que Cristo ha resucitado?<br />

- El bautismo nos asocia a Cristo muerto y resucitado.<br />

¿Cómo vivimos el bautismo, como un rito mágico o como<br />

el gesto que nos da una nueva vida? Y nuestra vida<br />

posterior, ¿es coherente con esa nueva vida recibida en el<br />

bautismo?<br />

- Jesús ha resucitado; ¿esto es un artículo del credo, un<br />

enunciado que yo tengo que aceptar, o es una<br />

experiencia, un sentimiento en mi corazón y en mi vida,<br />

igual que experimento y siento, por ejemplo, el amor y el<br />

cariño de amigos y familiares? ¿Creo, sinceramente, en la<br />

resurrección de Cristo, en la resurrección de los muertos y<br />

en la vida eterna?<br />

Para la oración de los fieles<br />

- Para que la Iglesia dé testimonio de la resurrección<br />

trabajando siempre en favor de la vida, y de una vida<br />

digna y justa. Oremos.<br />

- Para que todos los pueblos avancen en el camino de<br />

libertad, la justicia y la paz. Oremos.<br />

- Para que el esfuerzo personal y colectivo de todos los<br />

que buscan una persona más humana y una sociedad más<br />

justa y fraterna, no resulte estéril. Oremos.


- Para que todos los que sufren las secuelas de la<br />

opresión, la violencia y la injusticia, encuentren más apoyo<br />

en nosotros para salir de su situación. Oremos<br />

- Para que nuestra fe en la resurrección nos haga perder<br />

todo miedo a la muerte y sus secuelas. Oremos<br />

- Para que el gozo por la resurrección de Cristo nos afiance<br />

en nuestro compromiso con el Reino de Dios y su justicia.<br />

Oremos.<br />

Para la hora acción comunitaria<br />

Dios, Padre nuestro, que nos llenas de gozo al abrir para<br />

todos en este día las puertas de la vida, por medio de tu<br />

Hijo, vencedor de la muerte; protégenos y ayúdanos para<br />

que, renovados por tu amor, trabajemos siempre por<br />

vencer a la muerte y hacer crecer tu Reino, hasta que<br />

recibamos el don de la resurrección. Por Jesucristo.<br />

32.<br />

Testigos de la Resurrección<br />

Durante todos los domingos del tiempo pascual la primera<br />

lectura será de los Hechos de los Apóstoles. En los<br />

primeros domingos encontraremos fragmentos de la<br />

primera predicación cristiana a través de los discursos de<br />

Pedro (domingos primero, tercero y cuarto) y el proyecto<br />

de vida de la primera comunidad cristiana (segundo<br />

domingo). En el quinto domingo veremos a Pablo tomando<br />

contacto con la comunidad de Jerusalén; y el domingo<br />

sexto ya estará marcado por la referencia al Espíritu. Los<br />

textos de la Ascensión y Pentecostés son los propios de<br />

estas solemnidades.<br />

El testimonio sobre la resurrección de Jesús que se<br />

encuentra en la parte final es el núcleo del fragmento de<br />

hoy. El discurso de Pedro en casa de Cornelio sigue el


esquema de la primitiva predicación apostólica, en la que<br />

la resurrección es el hecho fundamental, la más<br />

importante de las acciones salvíficas de Dios.<br />

La lectura nos ofrece también otros aspectos dignos de<br />

consideración. Los apóstoles han tenido una experiencia<br />

muy real de la presencia del Resucitado ("comimos y<br />

bebimos con él") que es la fuente de su predicación. La<br />

resurrección es el cumplimiento pleno de la salvación<br />

anunciada por los profetas; la fe en Jesús Resucitado es la<br />

aceptación explícita de la salvación.<br />

La resurrección y exaltación de Cristo es lo que da sentido<br />

a la vida de "Jesús de Nazaret", que Pedro ha resumido en<br />

la primera parte del texto ("Dios consagró a Jesús de<br />

Nazaret... pasó haciendo el bien").<br />

Resucitados con Cristo<br />

Estos cuatro versículos de Colosenses inician la parte<br />

exhortativa de la carta, en la que se quiere subrayar cómo<br />

debe ser la vida cristiana auténtica.<br />

Cristiana es aquella persona que, al bajar a las aguas del<br />

bautismo, "murió" y subió de estas aguas "resucitado con<br />

Cristo" para una nueva vida. Si ésta es la nueva realidad<br />

del creyente, todo su modo de pensar y de actuar tiene<br />

que estar de acuerdo con su ser: "busquen... piensen en<br />

las cosas de arriba". El bautismo, la unión con Cristo<br />

resucitado, marea la orientación fundamental de la vida<br />

del cristiano. Y se trata de una vida que camina hacia una<br />

madurez o plenitud, en crecimiento continuo.<br />

«Las 'cosas de arriba' en el lenguaje bíblico son las cosas<br />

de Dios. A ellas debemos aspirar (cf. Col 3,2). Lo propio<br />

de Dios es la vida, toda la vida; nada de lo que llamamos<br />

material y espiritual, temporal y definitivo, escapa al don<br />

gratuito de la vida. Creer en la resurrección del Señor<br />

significa 'dar testimonio' de aquel que es 'juez de vivos y<br />

muertos' (Hch 10,42). Sólo viviremos la alegría pascual si,


como el Cristo de nuestra fe, damos vida" (Gustavo<br />

Gutiérrez).<br />

Jesús debía resucitar de entre los muertos. Para Juan, el<br />

sepulcro abierto y vacío es un signo de la resurrección. Los<br />

discípulos lo ven y creen. Las apariciones que siguen (cf.<br />

segundo y tercer domingos de Pascua) vendrán a<br />

confirmar y a dar sentido pleno a este signo que en sí es<br />

ambiguo, y darán lugar a una profesión de fe más explícita<br />

(declaración de Tomás, en el próximo domingo).<br />

El cuarto evangelista pretende subrayar, por una parte, el<br />

realismo corporal de Cristo resucitado y, por otro, la<br />

condición nueva y definitiva de esta corporeidad. Se da<br />

también una referencia a la primacía de Pedro: él entra en<br />

el sepulcro, porque tiene que ser el primero en anunciar la<br />

Buena Noticia (cf. primera lectura de hoy). Pero sólo de<br />

Juan se subraya la fe (vio y creyó). Lucas nos mostrará<br />

que para comprender las Escrituras es necesario que el<br />

propio Cristo abra la mente del discípulo (cf. evangelio del<br />

tercer de Pascua).<br />

33.<br />

¡ALELUYA! CRISTO HA RESUCITADO. ALELUYA.<br />

1. Los enemigos de Jesús habían conseguido lo que tanto<br />

tiempo pretendían y creían que todo había terminado.<br />

Ahora, ya están tranquilos. También los amigos de Jesús<br />

creían que con su muerte había llegado el final. La fe de<br />

todos se tambaleó. Sólo María, la Madre de Jesús, se<br />

mantuvo firme, sin ninguna sombra de vacilación. La vela<br />

del tenebrario que queda encendida después de todas<br />

apagadas en maitines. Se lleva detrás del altar y se saca<br />

después. Es la fe de María. María Magdalena no hacía más<br />

que llorar. Para ella nada tenía ya sentido. Jesús ya no<br />

está con ellos. Su cadáver está en el sepulcro. Ella hacía<br />

poco tiempo que había derrochado una fortuna para


ungirle con perfume. Judas la criticó y Jesús la defendió<br />

porque le había perfumado ungiéndole para la sepultura.<br />

El viernes, a las tres de la tarde, todo se había<br />

consumado. José de Arimatea y Nicodemo le amortajaron<br />

y le enterraron. María Magdalena quiso perfumarle<br />

también, después de muerto, una vez transcurrido el<br />

descanso legal del sábado judío.<br />

2. Cargada iba de perfumes y llorando camino del sepulcro<br />

del Jesús que le había cambiado la vida y se la había<br />

llenado de alegría. ¡Pero qué impresión tan fuerte cuando<br />

vio el sepulcro abierto y las vendas depositadas y plegadas<br />

sobre el sepulcro! Juan 20,1.<br />

3. Corriendo ha ido a anunciar lo que ha visto a los<br />

Apóstoles. Pedro y Juan escuchan y reciben el mensaje de<br />

María Magdalena y van corriendo al sepulcro. "Entonces<br />

entró también el otro discípulo, el que había llegado<br />

primero al sepulcro; vio y creyó". Sólo en esta ocasión<br />

dice el Evangelio que alguien cree en la Resurrección al<br />

ver el sepulcro vacío. El evangelista tiene en cuenta que la<br />

mayoría de lectores a quienes no se les ha aparecido<br />

Cristo Resucitado, han de creer. Juan quiere demostrar<br />

que si él ha creído sólo por haber visto el sepulcro vacio,<br />

no es necesario verle resucitado, para creer en la<br />

resurrección.<br />

4. Para él fue un hecho inesperado, insólito, nuevo: "No<br />

había aún entendido la Escritura que dice que Él había de<br />

resucitar de entre los muertos". Los Apóstoles se fueron. Y<br />

María se quedó junto al sepulcro, llorando... "Se volvió<br />

hacia atrás y vió a Jesús allí de pie, pero no sabía que era<br />

Jesús. ¿Jesús le dijo: "Mujer, por qué lloras? ¿A quién<br />

buscas?". -"María". -"Maestro" (Jn 20,11). Cristo se<br />

aparece a una mujer, porque fue una mujer la causa del<br />

pecado de Adán, ha de ser una mujer la que anuncie a los<br />

hombres la resurrección y por tanto la liberación del<br />

pecado.


5."Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido al Padre;<br />

ve a mis hermanos y diles que subo al Padre mío y<br />

vuestro" (Jn 20,17). María deja alejarse a su Amado, y en<br />

esa privación se encierra el más hermoso homenaje que<br />

una mujer haya hecho a un hombre, porque es su Dios.<br />

San Juan de la Cruz cantará con voz sublime el<br />

alejamiento del Amado: "¿Adónde te escondiste, Amado, -<br />

y me dejaste con gemido? -Como el ciervo huiste -<br />

habiéndome herido, - salí tras tí clamando - y eras ido".<br />

6. Otra vez María en busca de los discípulos. El amor es<br />

activo, no puede estar quieto. "Qui non zelat non amat",<br />

dice San Agustín. El encuentro con Jesús engendra<br />

caminos de búsqueda de hermanos para anunciarle. La<br />

experiencia de la belleza y del amor impone<br />

psicológicamente la comunicación de lo que se<br />

experimenta, de lo que se goza. Por eso sólo puede<br />

anunciar a Cristo con fruto, quien ha experimentado su<br />

amor. Los apóstoles son testigos de la resurrección porque<br />

han visto a Jesús, el que bien conocían, vivo entre ellos<br />

después de la resurrección. Vieron que no estaba entre los<br />

muertos, sino vivo entre ellos, conversando con ellos,<br />

comiendo con ellos. No anunciaron una idea de la<br />

resurrección, sino al mismo Jesús resucitado, con una<br />

nueva vida, que no era retorno a la mortal, como Lázaro,<br />

sino inmortal, la vida de Dios. Ha vencido a la muerte y ya<br />

no morirá más.<br />

7. Pedro, testigo de la resurrección, repite una y otra vez:<br />

"que lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo<br />

resucitó al tercer día y nos lo hizo ver a nosotros que<br />

hemos comido y bebido con él después de la resurrección.<br />

Los que creen en él reciben el perdón de los pecados"<br />

Hechos 10,34. En consecuencia: "Ya que habéis resucitado<br />

con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, no los de la<br />

tierra" Colosenses 3,1.<br />

8 Si María Magdalena se hubiera cerrado en su<br />

decaimiento, la resurrección habría sido inútil. María


Magdalena hizo, como Juan y Pedro, lo que debieron<br />

hacer: salir, abrirse, comunicar. Es el mejor remedio para<br />

curar la depresión. San Ignacio aconseja "el intenso<br />

moverse" contra la desolación (EE 319). De esta manera,<br />

la sabia colaboración de todos, ha conseguido la<br />

manifestación de Cristo Resucitado.<br />

9. Proclamemos que "este es el día grande en que actuó el<br />

Señor: sea el día de nuestra alegría y de nuestro gozo"<br />

Salmo 117. Exultemos de gozo con toda la Iglesia, porque<br />

éste es el gran día de la actuación de las maravillas de<br />

Dios. "¿De qué nos serviría haber nacido, si no hubiéramos<br />

sido rescatados?" (Pregón Pascual). Hay que profundizar<br />

en el misterio de belleza que encierra la resurrección de<br />

Jesús. Según los autores bíblicos «bello es todo aquello<br />

que ha sido tocado por la presencia de Dios». Según el<br />

mundo y la mentalidad dominante de la actual sociedad de<br />

la imagen, saturada de erotismo, la belleza parece ser el<br />

valor más buscado, hasta llegar a la idolatría, usurpando<br />

el puesto de Dios, con una extraña indiferencia por el bien<br />

y la verdad.<br />

10. Existe una ambigüedad intrínseca en la belleza,<br />

cuando sólo se la mira bajo el aspecto sensual, como lo<br />

demuestra la publicidad, el mundo del espectáculo, los<br />

medios de comunicación, la moda, e incluso el mundo<br />

telemático de Internet. Es decir, cuando la belleza se<br />

concentra únicamente en el cuerpo humano y en el<br />

erotismo.<br />

11. Ha escrito un autor ortodoxo: Dios no es el único que<br />

se reviste de belleza. El mal le imita y hace la belleza<br />

profundamente ambigua. Eva fue seducida por la belleza,<br />

se dio cuenta de que el fruto era bello, deseable,<br />

estéticamente atrayente. Esto quiere decir que, si bien la<br />

verdad siempre es bella, la belleza no siempre es<br />

verdadera. Esta ambigüedad es superada por Jesús, quien<br />

redimió la belleza privándose de ella por amor en el<br />

misterio de su pasión, muerte y resurrección. De este


modo, el Hijo de Dios demostró que sólo hay algo<br />

precioso: la belleza del amor que pasa a través de la cruz<br />

y que es purificada por la cruz. Más que cerrar los ojos<br />

ante la belleza ambigua hay que abrir de par en par la<br />

mirada a la belleza de Cristo resucitado.<br />

12. Y así como Cristo ha resucitado, nos resucitará a<br />

nosotros. Vivamos ya ahora como resucitados que mueren<br />

cada día al pecado. La resurrección se va haciendo<br />

momento a momento. Es como el crecimiento de un árbol,<br />

que no crece de golpe, sino imperceptiblemente.<br />

Tendremos tanta resurrección cuanta muerte. Con el<br />

auxilio de la gracia siempre actuante en nosotros.<br />

"Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección,<br />

Señor Jesús".<br />

34.<br />

"RESUCITO"<br />

1. Hoy es la fiesta de las fiestas, y el día de Cristo Señor<br />

por antonomasia.<br />

Hoy Jesús, vencedor de la muerte y del pecado, se<br />

manifestó a los suyos resucitado.<br />

En el templo de la Sagrada Familia de Barcelona, la figura<br />

de Cristo atado a la Columna, tiene la columna rota. Cristo<br />

rompe el mundo viejo del pecado y crea el mundo nuevo<br />

de la gracia. Crea al hombre nuevo. "Celebremos la<br />

Pascua, no con levadura vieja (de corrupción y de<br />

maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la<br />

verdad 1 Corintios 5, 6.<br />

2 "La cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de<br />

Nazaret" Hechos 10,34. Jesús ha vivido en Nazaret la<br />

mayor parte de su vida. En Nazaret ha crecido, se ha<br />

desarrollado. Ha pasado de niño a adolescente, de joven a


adulto. De Nazaret guarda recuerdos imborrables. De su<br />

dulce vida familiar de trabajo, silencio, oración en familia y<br />

personal solitaria. De sus horas de oración, donde ha ido<br />

descubriendo la ternura del Abbá, el cariño dulce y<br />

absorbente que ha ido llenando su corazón día a día,<br />

donde ha ido creciendo en edad y en sabiduría y gracia.<br />

Allí ha ido descubriendo la voluntad del Padre y ha<br />

resuelto seguirla hasta la muerte, con la fuerza del Espíritu<br />

Santo.<br />

3 "Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo". Es<br />

necesario que descubramos el papel principal que el<br />

Espíritu Santo ejerce en la vida de Jesús de Nazaret, y en<br />

cada cristiano, animado por él, y en la Iglesia. Un obispo<br />

maronita, León XXIII, llegó a decir en el Concilio: "La<br />

Iglesia latina es aún adolescente en pnematología".<br />

Conviene que en este año del ESPIRITU SANTO corrijamos<br />

este vacío. Con la fuerza del Espíritu Santo afirma Pedro<br />

que Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos<br />

por el diablo y soportó la muerte colgado de un madero, y<br />

Dios lo resucitó y nos lo hizo a ver a los testigos que él<br />

había designado y nos encargó predicar al pueblo, y según<br />

el unánime testimonio de los profetas, los que creen en él<br />

reciben el perdón de los pecados" (Is 49,6; Mal 1,11).<br />

4 "Entró también el otro discípulo: vio y creyó" Jn 20,1. Es<br />

la única vez que se dice en el evangelio que alguien cree<br />

sólo por ver el sepulcro vacío. Sabe el que lo escribe que<br />

sus lectores no habrán tenido un encuentro personal con<br />

Cristo resucitado, y quiere convencerles de que esa<br />

prueba no es necesaria para creer. Afirma también Juan<br />

que esta fe fue una novedad para él.<br />

5. Como resucitó a Lázaro, que estaba muerto (Jn 11,43),<br />

Cristo resucita al mundo. Aquella era una profecía de su<br />

Resurrección. Lázaro ya olía a muerto, pero Cristo lo<br />

resucita. A pesar de que el mundo huele ya a cadáver,<br />

Cristo lo resucita también. Pero la resurrección de Cristo<br />

no es como la de Lázaro, que es un cadáver que retorna a<br />

la vida anterior. La resurrección de Cristo es recibir la


plenitud de la Vida. Con la resurrección de Cristo nos llega<br />

toda la Vida, no sólo que durará, sino que se tiene toda a<br />

la vez: "Tota simul et perfecta possesio" (Boecio).<br />

6 Cristo hombre muere y vuelve a la tierra, como Adán.<br />

Antes de morir había entregado su espíritu al Padre. Su<br />

espíritu, su alma, la que le informaba hombre vivo. Porque<br />

el Verbo, no se había separado de él. El Padre le devuelve<br />

el espíritu y su cuerpo, al recibir de nuevo el alma,<br />

resucita y vive como hombre vivo, siguiendo unido a la<br />

persona divina. No dejará nunca de ser hombre, como<br />

nunca dejará de ser Dios.<br />

6. Pero, aunque Cristo ha hecho brotar el manantial,<br />

hemos de acercarnos a la fuente para sacar agua:<br />

"Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación"<br />

(Is 12,3). Jesús no nos chapuza en el agua a la fuerza.<br />

Como al hombre que llevaba treinta y ocho años paralítico<br />

le pide permiso para curarlo: "¿Quieres curarte?" (Jn 5,6),<br />

respeta nuestra voluntad libre. ¿Quieres curarte de tus<br />

viejos pecados, de tus defectos viejos? ¿De tu levadura<br />

vieja? Acude a la fuente. El sacramento de la penitencia<br />

actualizará en tí la Resurrección.<br />

7. Dice Juan que los Apóstoles no habían comprendido qué<br />

era la resurrección (20,9). Es difícil de comprender,<br />

porque es un misterio, que sólo se comprende por la fe.<br />

8. Estamos celebrando la Eucaristía, el sacramento de la<br />

fe. En él Cristo muere y resucita hoy, y cada día. Por<br />

nosotros, para quitar de nosotros la levadura vieja.<br />

9. "Nuestra víctima pascual: Cristo, ha sido inmolada" 1<br />

Corintios 5, 7. Celebremos la Pascua resucitando con él y<br />

colaborando con su Espíritu para permanecer resucitados<br />

siempre, inmolándonos con Cristo, para ser también<br />

víctimas con él, "extirpando lo que hay de terreno en<br />

nosotros: lujuria, inmoralidad, pasión, deseos rastreros y<br />

codicia" (Col 3,5); "pues hemos muerto con él, y nuestra


vida está escondida con Cristo en Dios" Colosenses 3,1,<br />

para gloria de Dios Padre, que por la fuerza del Espíritu<br />

Santo, ha resucitado y exaltado a su Hijo, constituyéndolo<br />

Señor. Y "cuando se manifieste él glorioso, que es nuestra<br />

vida, os manifestaréis también vosotros gloriosos".<br />

10 Glorifiquemos al Señor porque "este es el día en que<br />

actuó, y es la causa de nuestra alegría y gozo. Porque su<br />

diestra es poderosa y excelsa. Y porque resucitando a<br />

Jesús, nos promete que también nos resucitará a nosotros<br />

y nos hará partícipes de su vida gloriosa. No he de morir,<br />

no nos ha creado el Señor para la muerte, sino para la<br />

vida. Viviremos para cantar las hazañas del Señor " Salmo<br />

117. A El triunfante y glorioso la gloria por los siglos.<br />

Amen.<br />

35.<br />

CREER EN LA RESURRECCIÓN ES CREER EN EL DIOS DE<br />

LA VIDA<br />

Hoy la Iglesia celebra el día más grande de la historia,<br />

porque con la resurrección de Jesús se abre una nueva<br />

historia, una nueva esperanza para todos los hombres.<br />

Si bien la muerte de Jesús es el comienzo de nueva<br />

historia, porque su muerte es redentora, es en la<br />

resurrección donde se muestra todo lo que el Calvario<br />

significa. Por eso, la Pascua cristiana adelanta nuestro<br />

destino.<br />

Al modo, pues, de la muerte de Cristo, nuestra muerte,<br />

también, es el comienzo de algo nuevo, que se revela en<br />

nuestra propia resurrección.<br />

Explayaremos esas ideas en el comentario a las tres<br />

lecturas de la Misa.


1ª Lectura (Hch 10,34.37-42): La historia de Jesús se<br />

resuelve en la resurrección "Me refiero a Jesús de Nazaret,<br />

ungido por Dios..., que pasó haciendo el bien... Lo<br />

mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al<br />

tercer día y nos lo hizo ver... a nosotros, que hemos<br />

comido y bebido con él después de la resurrección".<br />

1.1. Esta primera lectura del día corresponde al discurso<br />

de Pedro ante la familia de Cornelio (Hch 10, 34.37-42),<br />

una familia pagana que con su conversión viene a ser el<br />

primer eslabón de una apertura imparable en el proyecto<br />

universal de salvación de todos los hombres. Pedro, tal<br />

como lo ha entendido Lucas, expone ante esta familia<br />

pagana, simpatizante de la religiosidad judía, la novedad<br />

del camino que los cristianos han emprendido después de<br />

la resurrección.<br />

1.2. El apóstol ha debido pasar por el trauma de salir de<br />

su judaísmo, de su mundo, de su ortodoxia, para ir a una<br />

casa de paganos con objeto de anunciar la salvación de<br />

Dios. En realidad es el Espíritu el que lo lleva, el que se<br />

adelanta a Pedro y a sus decisiones; se trata del Espíritu<br />

del Resucitado que va más allá de toda ortodoxia religiosa.<br />

1.3. El texto de la lectura es, primeramente, una<br />

recapitulación de la vida de Jesús y de la primitiva<br />

comunidad con él, a través de lo que se expone en el<br />

Evangelio y en los Hechos: la Predicación en Galilea y en<br />

Jerusalén, la muerte y la resurrección, así como las<br />

experiencias pascuales en las que los discípulos<br />

«conviven» con él, en referencia explícita a las eucaristías<br />

de la primitiva comunidad.<br />

Se trata, por tanto, de un discurso de tipo kerygmático,<br />

que tiene su eje en el anuncio pascual: muerte y<br />

resurrección del Señor.<br />

2ª Lectura (Col 3,1-4): Nuestra vida está en la vida de<br />

Cristo "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los


ienes de allá arriba....; aspirad a los bienes de arriba, no<br />

a los de la tierra..."<br />

2.1. Esta segunda lectura, de la carta a los Colosenses<br />

3,1-4, es, sin duda, un texto bautismal, y en ella se sacan<br />

las consecuencias que para los cristianos tiene el creer y<br />

aceptar el misterio pascual. Ese misterio supone pasar de<br />

la muerte a la vida, del mundo de abajo al mundo de<br />

arriba; un cambio bien simbolizado en el sacramento del<br />

bautismo.<br />

2.2. Por el bautismo, en efecto, nos incorporamos a la vida<br />

de Cristo y estamos en la estela de su futuro. Esto es muy<br />

importante, ya que creer en la resurrección no es adoptar<br />

una actitud estética que contemplemos pasivamente, sino<br />

comprometernos con Cristo. Aunque hemos de amar y<br />

transformar la historia humana, debemos saber que<br />

nuestro futuro no es consumirnos en la debilidad de lo<br />

histórico y de lo que nos ata a este mundo. Nuestra<br />

esperanza apunta más alta, hacia la vida de Dios, que es<br />

el único que puede hacernos eternos.<br />

3ª Evangelio (Jn 20,1-9): El discípulo verdadero creyó,<br />

porque había amado. "El primer día de la semana, María<br />

Magdalena fue al sepulcro al amanecer..., y vio la losa<br />

quitada del sepulcro.... Pedro y el otro discípulo salieron<br />

camino del sepulcro... El otro discípulo vio las vendas en el<br />

suelo y el sudario...Vio y creyó. Hasta entonces no habían<br />

entendido la Escritura...”<br />

3.1. El evangelio de Juan 20,1-9, que todos los años se<br />

proclama en este día de la Pascua, nos propone<br />

acompañar a María Magdalena al sepulcro, y nos hace vivir<br />

el asombro y la perplejidad de que el Señor ya no está en<br />

el sepulcro.<br />

¿Es que podía estar allí quien entregó la vida para<br />

siempre? No. En el sepulcro no hay vida, y El, Jesús, se<br />

había presentado como la resurrección y la vida (Jn<br />

11,25).


3.2. También el evangelio de hoy nos ofrece el ejemplo<br />

fascinante del «discípulo amado» -clave en la teología del<br />

cuarto evangelio-, que corre con Pedro, que corre incluso<br />

más que éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es<br />

el discípulo<br />

- que espera hasta que el desconcierto de Pedro pase;<br />

- que, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor<br />

por medio de la fe, nos hace comprender que la<br />

resurrección es el infinito; que las vendas que ceñían a<br />

Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia;<br />

que su presencia entre nosotros debe ser de otra manera<br />

absolutamente distinta y renovada.<br />

3.3. Creer en la resurrección conlleva, pues, asumir una<br />

calidad de vida que nada tiene que ver con la búsqueda de<br />

intereses mundanos que se hace entre nosotros, y con<br />

nuestras propuestas de tipo humano y social. Es asumir<br />

una calidad teológica de vida que nos lleva más allá de<br />

toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no<br />

debería ser absurda, pero, si lo es para alguien, debemos<br />

mostrarle, desde la fe más profunda, que Dios nos has<br />

destinado a vivir con Él. Rechazar esta dinámica de<br />

resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No<br />

solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio<br />

la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en<br />

una vida nueva para cada uno de nosotros.<br />

3.4. Creer en la resurrección es creer en el Dios de la vida.<br />

Y no solamente eso; es creer en nosotros mismos como la<br />

verdadera posibilidad que tenemos de ser algo en Dios.<br />

Aquí, no hemos sido todavía nada, casi nada, comparado<br />

con lo que nos espera más allá de este mundo. No es<br />

posible engañarse.<br />

Aquí nadie puede estar realizado en ninguna dimensión de<br />

la nuestra propia existencia. Más allá está la esperanza.


La resurrección de Jesús es la primicia de que en la<br />

muerte se nace ya para siempre.<br />

36.<br />

MEDITACIÓN: " EL SEPULCRO ESTÁ VACÍO”<br />

¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido<br />

nuestra fe.<br />

Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado<br />

de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la<br />

angustia.<br />

El tiempo pascual es tiempo de alegría.<br />

De una alegría que no se limita a esa época del año<br />

litúrgico, sino que se instala en todo momento en el<br />

corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo.<br />

Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo<br />

y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo<br />

maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel; Dios<br />

con nosotros.<br />

Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los<br />

suyos.<br />

¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues<br />

aunque se olvidara, yo no me olvidaré de ti, había<br />

prometido el Señor, según lo relata el libro de Isaías. Y ha<br />

cumplido su promesa.<br />

La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para<br />

interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe.<br />

Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda<br />

predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de<br />

contenido.<br />

La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe<br />

católica. La importancia de este milagro es tan grande,<br />

que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la<br />

Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo<br />

de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte


siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La<br />

Resurrección es el argumento supremo de la Divinidad de<br />

Nuestro Señor.<br />

Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso<br />

fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de<br />

que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer,<br />

comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los<br />

Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas<br />

pruebas, y muchos de estos hombres murieron<br />

testificando esta verdad.<br />

Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón.<br />

Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.<br />

Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado<br />

sobre el dolor y la muerte. En Él, encontramos todo. Fuera<br />

de Él, nuestra vida queda vacía.<br />

La Resurrección de Jesús, no tuvo otro testigo que el<br />

silencio de la noche pascual. Ninguno de los evangelistas<br />

describe la Resurrección misma, sino solamente lo que<br />

pasó después. El hecho de la Resurrección misma no fue<br />

visto por nadie, ni pudo serlo. La Resurrección fue un<br />

acontecimiento estrictamente sobrenatural. No se puede<br />

constatar por los sentidos de nuestro cuerpo mortal, ya<br />

que no fue un simple levantarse de la tumba para seguir<br />

viviendo como antes. La Resurrección es el paso a otra<br />

forma de vida, a la Vida gloriosa.<br />

María de Magdala fue a visitar el sepulcro de Jesús, al<br />

amanecer del primer día de la semana, del Día del Señor.<br />

Todas las apariciones de Jesús Resucitado ocurren en el<br />

día domingo.<br />

El día del Señor, fue el amanecer de la Nueva Creación en<br />

Jesucristo. En el Señor fue renovada la primera creación,<br />

que había caído bajo la corrupción del pecado. Por eso los<br />

cristianos santificaron desde el comienzo este día.<br />

María de Magdala es precisamente una de aquellas


mujeres que estaban al pie de la cruz de Jesús y que<br />

estaban presentes cuando lo sepultaron. Así que no hay<br />

error posible a propósito de la tumba de Jesús.<br />

Jesús, al resucitar de entre los muertos, no ascendió<br />

inmediatamente al cielo. Si lo hubiera hecho, los<br />

escépticos que no creían en la Resurrección, hubieran<br />

resultado más difíciles de convencer. El Señor decidió<br />

permanecer cuarenta días en la tierra. Durante este<br />

tiempo se apareció a María Magdalena, a los discípulos<br />

camino de Emaús y, varias veces, a sus Apóstoles.<br />

El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo<br />

había dicho. ¡Alegrémonos y regocijémonos todos, porque<br />

reina para siempre, aleluya!<br />

Nunca falta la alegría en el transcurso del año litúrgico,<br />

porque está permanentemente relacionado, de un modo u<br />

otro, con la solemnidad pascual, pero es en este día,<br />

<strong>Domingo</strong> de Pascua de Resurrección, cuando este gozo se<br />

pone especialmente de manifiesto.<br />

Con la Muerte y la Resurrección del Señor hemos sido<br />

rescatados del pecado, del poder del demonio y de la<br />

muerte eterna.<br />

La alegría profunda de este día tiene su origen en Cristo,<br />

en el amor que Dios nos tiene y en nuestra<br />

correspondencia con ese amor. Se cumple aquella<br />

promesa del Señor: Yo les daré una alegría que nadie les<br />

podrá quitar. La única condición que nos pone es no<br />

separarnos nunca del Padre, no dejar nunca que las cosas<br />

nos separen de Él; experimentar en todo momento que<br />

somos hijos suyos.<br />

Nexo entre las lecturas<br />

¡Qué noche tan dichosa! Canta el pregón pascual que se<br />

proclama en esta solemne vigilia. En esta noche toda la


comunidad cristiana está invitada a velar con sus lámparas<br />

encendidas porque Cristo triunfa de la muerte y del<br />

pecado mediante su resurrección. El sentido profundo de<br />

las lecturas de esta noche se anuncia claramente en la<br />

introducción que hace el celebrante principal al inicio de la<br />

liturgia de la Palabra: “Recordemos las maravillas que Dios<br />

ha realizado para salvar al primer Israel, y cómo en el<br />

avance continuo de la historia de la salvación, al llegar los<br />

últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que con<br />

su muerte y su resurrección, salvara a todos los hombres”.<br />

La vigilia de esta noche se ilumina con la Palabra de Dios<br />

que nos narra la historia de la salvación: la creación, el<br />

sacrificio de Abraham, el paso del mar rojo, la promesa de<br />

una misericordia que nunca acaba, la purificación de los<br />

corazones... el significado del bautismo. El evangelio de<br />

san Marcos pone de relieve que el “crucificado” ha<br />

resucitado, no para volver a una nueva vida terrenal, sino<br />

que ha sido elevado a una nueva dimensión: con la fe en<br />

la resurrección de Jesús encuentra la comunidad primitiva<br />

su propia salvación, contempla así su futuro definitivo.<br />

Mensaje doctrinal<br />

1. La resurrección del Señor el primer día de la semana.<br />

La Resurrección de Cristo es el principio y fundamento de<br />

la fe cristiana, pues "si Cristo no resucitó, vana es nuestra<br />

fe" ( 1 Cor 15, 16s). La Resurrección de Cristo es el<br />

culmen de la Historia de la Salvación: Jesús ha vencido al<br />

pecado y a la muerte y es el principio de nuestra<br />

justificación y de nuestra futura resurrección. Por eso, esta<br />

noche celebramos la fiesta de las fiestas, aquella que da<br />

significado a todo nuestro humano caminar.<br />

Después de escuchar atentamente las lecturas del Antiguo<br />

Testamento y la Epístola de san Pablo, llegamos al<br />

momento culminante de la proclamación del evangelio. En<br />

el ciclo B se lee el evangelio de Marcos quien pone su<br />

acento en que “el crucificado, es el mismo que ha<br />

resucitado”. La tres mujeres que habían estado en la


crucifixión: María de Magdala, María la de Santiago y<br />

Salomé se reúnen, como era costumbre entre los judíos,<br />

para visitar la tumba de Jesús, deseaban, además, ungirlo<br />

debidamente, pues la tarde del viernes todo había sido<br />

muy precipitado. El reposo sabático no les había dado la<br />

oportunidad de hacerlo. Ahora, al despuntar el día, se<br />

dirigen al sepulcro, no sin un profundo dolor y una viva<br />

emoción. Se debe notar que san Marcos habla del “primer<br />

día de la semana”. Hasta ahora, los anuncios de la<br />

resurrección hablaban del “tercer día”. Cómputo que se<br />

hacía a partir del día de la crucifixión (Cfr. Mt 16,21; Lc<br />

9,22). El tercer día en la biblia se reconocía como día de la<br />

teofanía. Al tercer día desciende Yahveh sobre el Sinaí (Ex<br />

19,16); al tercer día llega Abraham al lugar del sacrificio<br />

con su hijo Issac (Gen 22,4). Por su parte los santos<br />

Padres prefieren mencionar el “octavo día” poniendo de<br />

relieve la venida del Señor al final de los tiempos.<br />

Comenta el Card. Ratzinger al respecto: “De este modo,<br />

los tres simbolismos (primer día de la semana, tercer día<br />

de la semana, octavo día de la semana, respecto a la<br />

pascua ndr ) terminan por identificarse: el más importante<br />

de ellos, sin embargo, es del “primer día de la semana”.<br />

En el mundo mediterráneo en el que el cristianismo se ha<br />

formado, el primer día de la semana era visto como el día<br />

del sol,.... El día de la celebración litúrgica de los cristianos<br />

había sido elegido como memoria del obrar de Dios, a<br />

partir de la resurrección de Cristo” Joseph Ratizinger<br />

Introduzione allo spirito della liturgia, San Paolo Milano<br />

2001, p. 92 (la traducción es nuestra). Es decir, el tiempo<br />

encontraba su punto de referencia para los cristianos a<br />

partir de la resurrección de Cristo, de aquí nace la<br />

importancia del domingo cristiano. A esto se debe añadir<br />

que “el primer día” es el día de la creación. La nueva<br />

creación re-toma la antigua. Así, el día de la resurrección<br />

es también fiesta de la creación: la comunidad cristiana da<br />

gracias a Dios por el don de la creación. Esto ha quedado<br />

de manifiesto en la primera lectura de esta vigila que<br />

narra poéticamente la creación del mundo y del hombre.


Dios no permite que la creación se destruya, sino que la<br />

reconstituye después de las prevaricaciones del hombre.<br />

En el término “primer día de la semana” está también<br />

contenida la idea paolina según la cual la creación espera<br />

la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,19): como el<br />

pecado destruye la creación, así la creación se cura<br />

cuando los “hijos de Dios” se hacen presentes (Cfr.<br />

Ratzinger ibidem).<br />

2. Id a decir a sus discípulos y a Pedro. Las mujeres<br />

reciben el encargo de decir a Pedro y a sus discípulos que<br />

“el crucificado ha resucitado”. Aquellas mujeres que<br />

habían conocido a Jesús, que habían visto sus milagros,<br />

que habían oído su predicación, que habían sido objeto de<br />

su misericordia y que lo habían visto materialmente<br />

destrozado en la cruz, reciben un mensaje inesperado y<br />

desconcertante para ellas: “el crucificado ha resucitado”.<br />

Aquel que ellas tanto amaban y por el que habían<br />

arriesgado su vida siguiéndole hasta la cruz, ha<br />

resucitado. No simplemente ha vuelto a la vida, sino que<br />

ya no muere más. Así las mujeres fueron las primeras<br />

mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios<br />

Apóstoles (cf. Lc 24, 9_10). Jesús se apareció en seguida<br />

a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15,<br />

5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos<br />

(cf. Lc 22, 31_32), ve por tanto al Resucitado antes que<br />

los demás y sobre su testimonio es sobre el que la<br />

comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado<br />

y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34). Se debe notar,<br />

sin embargo, que las primeras en anunciar la resurrección<br />

del Señor fueron las mujeres.<br />

El catecismo de la Iglesia católica nos dice: “La<br />

Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra<br />

fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad<br />

cristiana como verdad central, transmitida como<br />

fundamental por la Tradición, establecida en los<br />

documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte<br />

esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:


Cristo resucitó de entre los muertos.<br />

Con su muerte venció a la muerte.<br />

A los muertos ha dado la vida.<br />

(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua)<br />

Catecismo de la Iglesia católica 638.<br />

Esto es lo que hoy también estamos invitados a anunciar.<br />

Sugerencias pastorales<br />

1. La meditación sobre la resurrección. La piedad cristiana<br />

se ha detenido siempre mucho en los misterios de la<br />

pasión y muerte, y con razón, pues de ellos depende<br />

nuestra salvación. Sin embargo, no siempre ha dado la<br />

importancia que merece al misterio de la resurrección, es<br />

decir, no siempre ha considerado el misterio pascual de<br />

Cristo de forma integral. Creo que sea muy útil introducir<br />

a nuestros fieles en la meditación del misterio de la<br />

resurrección del Señor como victoria sobre la muerte y el<br />

pecado. En un mundo transido de violencia y terror, es<br />

precisamente la resurrección del Señor la que debe alentar<br />

e impulsar llena de esperanza la vida de los cristianos.<br />

Ellos deben seguir siendo en la sociedad como el alma<br />

para el cuerpo, porque ellos tienen el deber de anunciar<br />

que el amor de Dios en Cristo ha vencido por encima de la<br />

mentira, del pecado, de la calumnia y, sobre todo, de la<br />

muerte. Aquello que el catecismo aplica a Pedro y a los<br />

apóstoles, podemos aplicarlo a nosotros creyentes de este<br />

nuevo milenio: “Todo lo que sucedió en estas jornadas<br />

pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles _ y a<br />

Pedro en particular _ en la construcción de la era nueva<br />

que comenzó en la mañana de Pascua”. Lo que sucede en<br />

esta Vigilia Pascual, en este domingo de resurrección nos<br />

compromete a todos en la construcción de un nuevo<br />

mundo, en la construcción de la civilización del amor.


2. Valorar el propio bautismo. La vigilia pascual con su<br />

liturgia bautismal nos invita a considerar el valor del<br />

propio bautismo. Por medio de él, nos dice san Pablo,<br />

hemos sido injertados en Cristo, hemos sido incorporados<br />

al cuerpo de Cristo, liberados del pecado y hechos hijos de<br />

Dios. ¡Oh cuántas cosas grandes ha obrado Dios en favor<br />

nuestro! Sucede, sin embargo, que a veces vivimos<br />

distraídos de las verdades fundamentales que sostienen<br />

nuestras vidas. Nos dejamos arrebatar por el miedo, el<br />

cansancio, el sueño, porque no nos damos cuenta de las<br />

riquezas que llevamos en el alma: “Despierta tú que<br />

duermes y el Señor te alumbrará”. Que cada uno valore<br />

hoy la dignidad de su ser cristiano (Reconoce Oh Cristiano,<br />

tu dignidad decía san León Magno), que cada uno sienta<br />

en toda su belleza la alegría de ser hijo de Dios -porque en<br />

verdad lo somos-, de ser coheredero con Cristo, de ser<br />

partícipe de la misión de Cristo. Si, así lo hacemos,<br />

nuestra vida dará un vuelco y seremos “más cristianos”,<br />

alejaremos de nuestra vida la tentación de vivir de forma<br />

pagana como si Dios no existiese y como si Cristo no<br />

hubiese muerto y resucitado por nosotros.<br />

37.<br />

COMENTARIO 1<br />

PASION Y RESURRECCION DEL PUEBLO<br />

Cansado de sufrir, casi resignado a su suerte, nuestro<br />

pueblo se ha fijado en la pasión y muerte de Jesús de<br />

Nazaret. Su dolor y marginación, su vejación y postración<br />

de siglos se han proyectado religiosamente en la imagen<br />

del nazareno, varón de dolores, y de su madre, María. Los<br />

artistas han ido captando en los pasos de Semana Santa,<br />

uno a uno, todos los fotogramas de la película de los<br />

últimos días del profeta galileo, plasmándolos en tallas e<br />

imágenes de las más variadas escuelas escultóricas de los<br />

últimos siglos.


El Cristo de la borriquita, de la oración del huerto, del<br />

prendimiento, de la sentencia, amarrado a la columna, con<br />

la cruz a cuestas, caído, coronado de espinas... El Cristo<br />

que se encuentra con su madre, crucificado en el Calvario,<br />

de la buena muerte, descendido de la cruz, sepultado...<br />

Cristo de la expiación, de la clemencia, de la humildad y<br />

paciencia, de la misericordia, de la gracia y perdón.<br />

También María, su madre, su fiel compañera, María de la<br />

esperanza, de gracia y amparo, de la merced, de la<br />

piedad, del amor, del silencio, de la paz... María de los<br />

desamparados, de la amargura, de los dolores, de las<br />

lágrimas en su desamparo, del mayor dolor en su soledad,<br />

de la Madre de Dios en sus tristezas...<br />

De los pasos procesionales que tiene la Semana Santa,<br />

muy pocos son los que recuerdan el desenlace subversivo<br />

de tan trágico triduo sagrado, que el apóstol Pedro<br />

anunció así a los israelitas: «Rechazasteis al santo, al<br />

justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al<br />

autor de la vida, pero Dios lo resucitó; nosotros somos<br />

testigos (Hch 3,14-15).<br />

Parece como si nuestro pueblo, vejado durante siglos, se<br />

hubiera identificado casi en exclusiva con tanto<br />

padecimiento y, armado de paciencia, se hubiera<br />

resignado a vivir zarandeado por los poderosos de la tierra<br />

que injustamente lo han oprimido. Al final o al principio,<br />

poco importa, este sentimiento, esta compasión se han<br />

hecho liturgia en la calle, rezo y fiesta, celebración del<br />

dolor compartido.<br />

Poca atención ha merecido en las procesiones de Semana<br />

Santa la Resurrección de Jesús. Sin embargo, el domingo<br />

de Resurrección presenta al creyente una rara utopía, el<br />

sueño dorado y frustrado de tanta marginación, la<br />

subversión de tantos derechos humanos pisoteados, el<br />

grito de victoria de un pueblo que no se deja vencer, que<br />

sabe llevar airosamente la cruz de sus dolores, pero que


espera, cada día con más fuerza, ver la luz, la libertad, el<br />

gozo, la alegría.<br />

Es una pena que toda esta celebración de Pascua de Resurrección<br />

se haya quedado encerrada en los templos,<br />

expresada en una hierática y fría liturgia que deja poco<br />

margen a la fiesta.<br />

En este día, los cristianos tendríamos que salir a las calles<br />

a gritar que es posible la vida, y otra vida, y otro mundo,<br />

sin tantas injusticias y desigualdades. Tendríamos que<br />

denunciar a todos los que, desde alguna de las gradas del<br />

poder, nos llevan a diario a la marginación, al paro, a la<br />

pobreza, a la dominación. Como los apóstoles, deberíamos<br />

denunciar el suplicio, la tortura, la muerte de todos<br />

aquellos que, injustamente, van cayendo a nuestro lado<br />

cada día, víctimas de un sistema que da vida a pocos y<br />

muerte a los más. Habría que entonar un 'no nos<br />

vencerán' dedicado a quienes manejan los hilos de nuestra<br />

historia y disponen de nuestro futuro. Tanto dolor no<br />

puede ser baldío ni tanta lucha sofocada. Y todo esto equivaldría<br />

a gritar con palabras de hoy el mensaje de<br />

siempre: que ese Cristo doloroso con el que se identifica<br />

nuestro pueblo no acabó en la muerte y en la tumba.<br />

Ninguna tumba puede encerrar tanto amor, tanta lucha,<br />

tanta ilusión, tanta fuerza, tanta vida. Tras tanto padecer,<br />

como Jesús, también a nuestro pueblo le espera la vida,<br />

¿lo creemos?<br />

38<br />

COMENTARIO 2<br />

EL AMOR SIGUE SIENDO SUBVERSIVO<br />

La muerte de Jesús no entraba, como tal muerte, dentro


del plan de Dios; pero era seguro que llegaría, al<br />

mantener Jesús con firmeza su compromiso de amor. Pero<br />

el amor es siempre la derrota de la muerte y la victoria de<br />

la vida. Murió por amor, y el amor lo devolvió a la vida.<br />

Decir esto en un mundo de muerte sigue siendo<br />

subversivo, pero, por eso, necesario.<br />

LO ENCONTRO EL AMOR<br />

El primer día de la semana, por la mañana temprano,<br />

todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio<br />

la losa quitada del sepulcro. Fue entonces corriendo a ver<br />

a Simón Pedro y también al otro discípulo a quien quería<br />

Jesús y les dijo:<br />

-Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde<br />

lo han puesto.<br />

Aquel día, aunque ya había amanecido, María Magdalena<br />

(que simboliza a la comunidad de Jesús) estaba aún en<br />

tinieblas, pues muy a su pesar creía que la tiniebla había<br />

vencido definitivamente a la luz, que la muerte había<br />

prevalecido sobre la vida, que el poder había vencido al<br />

amor. Cuando llegó al sepulcro no encontró al Señor: la<br />

tumba estaba vacía; sólo quedaban los lienzos con los que<br />

lo ataron después de su muerte. María se asustó. Y fue<br />

corriendo a avisar a los discípulos.<br />

Ante el anuncio de María reaccionan dos discípulos: Pedro,<br />

el que había negado a Jesús porque en el fondo creía que<br />

la muerte es más fuerte que el amor (Jn 18,16.25-27), y<br />

el que había entrado con Jesús en la sala del juicio y lo<br />

había acompañado hasta la misma cruz (Jn 18,15; 19,26),<br />

dispuesto a dar la vida, por amor, con él. Allí, al pie de la<br />

cruz, fue testigo de que cuando la vida se entrega por


amor es fuente de más y más vida. Por eso, al llegar al<br />

sepulcro, sólo él supo interpretar los signos que tenían<br />

ante sí y sólo creyó él.<br />

María tardó muy poco -lo cuenta el evangelio en el párrafo<br />

siguiente (20,1l-18)-en descubrir vivo a Jesús. María<br />

Magdalena y el discípulo amado son, en el evangelio de<br />

Juan, figuras simbólicas del amor de Jesús -ternura y compromiso-<br />

que da fruto en la comunidad cristiana; ellos son<br />

figura de la comunidad que ha recibido y aceptado el amor<br />

de Jesús, amor que están dispuestos a poner en práctica.<br />

Y porque están identificados con su amor, lo buscan y lo<br />

encuentran vivo.<br />

Pedro tardó un poco más. Entra el primero y ve antes que<br />

nadie que el sepulcro está vacío...; vio, pero no creyó.<br />

Porque no había aceptado todavía ni la fuerza<br />

revolucionaria del amor ni la revolución que nace de esa<br />

fuerza. El, preocupado de conseguir el poder y de<br />

aumentar el prestigio de su santa religión, tardó un poco<br />

más en acoger sin condiciones el mensaje de Jesús.<br />

Entonces sí: aceptó el amor sin límites a la humanidad y<br />

decidió seguir a Jesús y comprometerse a ser, como él,<br />

pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas, compromiso<br />

que lo llevaría a manifestar, también él, con una muerte<br />

por amor, la gloria de Dios Jn 21,15-19).<br />

BARRED LA LEVADURA VIEJA<br />

¿No sabéis que una pizca de levadura fermenta toda la<br />

masa? Haced buena limpieza de la levadura del pasado<br />

para ser una masa nueva.<br />

(Segunda lectura) Colosenses 3,1-4


Era «el primer día de la semana», el día que empezó una<br />

nueva cuenta de los días porque un hombre nuevo y una<br />

nueva humanidad habían nacido del costado abierto del<br />

Nazareno; surgía una nueva posibilidad: un modo nuevo<br />

de ser hombre, comprometido en la tarea de transformar<br />

este mundo y de construir y consolidar un modelo de<br />

relaciones entre los hombres que de verdad se pudiera<br />

decir que procedía de Dios. Relaciones basadas en el amor<br />

y la vida, en la verdad y la justicia, y en la libertad, la<br />

única tierra que produce amor y vida, verdad, justicia y<br />

paz.<br />

En esta nueva etapa continuará el conflicto entre el amor<br />

y la muerte, pero desde ahora con la certeza de que la<br />

victoria se iría logrando. Aunque no sin resistencias, que<br />

persisten hasta el presente: el odio y la arrogancia del<br />

poder todavía son fuertes, el imperio aún se opone al<br />

designio de Dios, que quiere la libertad para los hombres y<br />

para los pueblos; todavía hay algún imperio que busca la<br />

alianza del altar para poner también a Dios a su servicio,<br />

mientras obliga a que se rece en las escuelas, dispone la<br />

muerte de los que están del lado de los pobres, y todavía<br />

hay algún altar que acepta con gusto la alianza con el<br />

imperio. Todavía queda mucha levadura (en este párrafo<br />

de Pablo la levadura simboliza todo lo que hay que<br />

abandonar para poder ser cristiano) por barrer para que<br />

este mundo llegue a «ser una masa nueva». En el<br />

momento presente no son el amor y la vida los valores en<br />

los que se funda la convivencia entre los hombres. Sigue<br />

siendo el dinero, el fanatismo, la adulación al poder<br />

imperial..., la muerte. La muerte voluntaria de aquellos<br />

que renuncian a amar para aparentar que siguen viviendo,<br />

y la muerte violenta de los que, para que otros vivan, se<br />

juegan la vida y momentáneamente la pierden. Por eso no<br />

podemos soltar la escoba. No podemos bajar la guardia.<br />

Hoy, domingo de resurrección, proclamamos la victoria de<br />

la vida; pero cuidado!, que defender la vida sigue siendo,<br />

ya en los umbrales del siglo XXI, subversivo. Y, además,


para algunos, pasado de moda. No hay más que oír lo que<br />

dicen y ver lo que hacen- algunos que fueron progres<br />

cuando estaba de moda -¡y cuando parecía que el viento<br />

del poder soplaba en esa dirección!- serlo. Pero si<br />

queremos dar testimonio de que a Dios no se le puede<br />

atribuir la muerte, sino la vida, si creemos que el amor<br />

vencerá, que está venciendo a pesar de las apariencias, si<br />

seguimos creyendo en la resurrección..., no podemos<br />

abandonar. ¡Aunque nos llamen subversivos! ¿Es que<br />

acaso no lo somos?<br />

39.<br />

COMENTARIO 3<br />

La acción transformadora más palpable de la resurrección<br />

de Jesús fue su capacidad de transformar el interior de los<br />

discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y<br />

atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en<br />

torno a la causa del evangelio y llenarlos de su espíritu de<br />

perdón. La pequeña comunidad de los discípulos no sólo<br />

había sido disuelta por el ajusticiamiento de Jesús, sino<br />

también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad<br />

que deja en un grupo la traición de uno de sus<br />

integrantes.<br />

Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la<br />

verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había<br />

entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por<br />

eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a<br />

su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos<br />

estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la<br />

comunidad de seguidores, darles cohesión interna en el<br />

perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la<br />

igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la<br />

presencia y la fuerza interior del resucitado lo logró.


Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten<br />

interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y<br />

cuando la comunican, es cuando realmente experimentan<br />

su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas<br />

las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico<br />

de los relatos del Resucitado actuando que presentan a la<br />

comunidad, revela el proceso renovador que hace el<br />

Resucitado en el interior de las personas y del grupo.<br />

Veamos cómo demuestran esto las tres lecturas de este<br />

domingo. A nivel cronológico, debemos empezar por el<br />

evangelio (Jn 20, 19-31). La comunidad anda todavía<br />

disuelta. Tomás, el incrédulo, es sólo un ejemplo. ¿Qué<br />

hace Jesús para aunarlos? Dar al grupo su Espíritu de<br />

perdón, para que haga lo mismo con los demás y tomar a<br />

Tomás como ejemplo de reconciliación. En una comunidad<br />

reconciliada renace la fraternidad, la alegría, la capacidad<br />

de entrega... y se puede convertir en una comunidad<br />

creadora de nuevas comunidades reconciliadas. Este<br />

proceso de sentirse perdonado y de tener capacidad de<br />

perdonar a otros es el que va a ir activando la presencia<br />

del Resucitado en todos los que entren en contacto con la<br />

comunidad cristiana original. Es el mismo Jesús quien<br />

pone todo el énfasis de su resurrección en el sentirlo<br />

interiormente, más que en el verlo o en palparlo<br />

físicamente, a través de apariciones. Esta afirmación<br />

queda sellada con sus palabras: "Dichosos los que sin<br />

haber visto han creído".<br />

Hch 5, 12-16 nos presenta el actuar de una comunidad<br />

que cree en el Resucitado: quien lo siente vivo y actuante<br />

en su interior, trata de comunicarlo de la misma forma. El<br />

testimonio que irradia la pequeña comunidad es el de una<br />

comunidad reconciliada, en la que todos tienen "un mismo<br />

espíritu" (v. 12), causan por eso impacto en la sociedad<br />

que los rodea (v. 13), despiertan nuevos seguidores y<br />

entregan gratuitamente a otros el amor que recibieron del<br />

Maestro. A partir de aquí, cualquier milagro es posible y es<br />

plenamente explicable. La lectura del libro del Apocalipsis


(1, 12-13.17-19) nos coloca en medio de una comunidad<br />

perseguida por el solo hecho de seguir las enseñanzas del<br />

Crucificado, ahora Resucitado. Es la fuerza del Resucitado<br />

la que preside y guía la comunidad perseguida. Si ella<br />

sabe mantener viva la presencia de Jesús Resucitado, se<br />

mantendrá viva y fuerte aun en medio de la persecución<br />

más tenaz. El cristiano no debe tener miedo frente a nada<br />

ni nadie, pues no es la muerte su destino, sino la<br />

resurrección. A la comunidad cristiana no la preside la<br />

muerte. La preside la vida. Y es precisamente a partir de<br />

la vida, en cuyo servicio está, en donde el cristianismo<br />

tiene su fuerza. Cualquier participación o apoyo a procesos<br />

de muerte, es una traición al resucitado y un golpe mortal<br />

a su propia vida.<br />

40.<br />

COMENTARIO 1<br />

PERO DIOS LO RESUCITO<br />

Si las tradiciones populares reflejan con fidelidad el modo<br />

de pensar de los pueblos, los cristianos andaluces<br />

deberíamos estar muy preocupados por nuestro modo de<br />

celebrar la Semana Santa. Aparte de otras muchas<br />

consideraciones que, desde el punto de vista de la fe,<br />

podríamos hacer, hay algo especialmente grave en<br />

nuestro modo de recordar los momentos culminantes de la<br />

misión de Jesús de Nazaret: celebramos su muerte más,<br />

mucho más, que su resurrección; y celebramos la muerte<br />

desconectada de la resurrección.<br />

TODAVÍA EN TINIEBLAS<br />

«El primer día de la semana, por la mañana temprano,<br />

todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio


la losa quitada».<br />

No podía ser. Los discípulos no se lo podían creer. No entraba<br />

dentro de las posibilidades que ellos manejaban. A<br />

pesar de que Jesús se lo había anunciado varias veces (Jn<br />

10,17-18; 12,7.23-28; véase también Mc 8,31; 9,31;<br />

10,33-34), no creían que Jesús pudiera resucitar. Por eso,<br />

aunque ya era de día, María Magdalena (que simboliza a la<br />

comunidad de Jesús) estaba aún en tinieblas. Porque, muy<br />

a su pesar, pensaba que la tiniebla había vencido<br />

definitivamente a la luz, que la muerte había prevalecido<br />

sobre la vida, que el poder había vencido al amor. Ella<br />

estaba triste; pero seguro que había muchos que todavía<br />

estaban celebrando la que creían que era su victoria.<br />

Todos se equivocaron. No había lugar para la tristeza de la<br />

Magdalena ni para la alegría de los que hicieron matar a<br />

Jesús. Su misión no era cosa de sólo tejas abajo, que se<br />

pudiera destruir con sólo derramar su sangre. Su misión<br />

estaba respaldada y lo habrían visto, si hubieran tenido<br />

ojos para verlo, en la inmensidad del amor que se<br />

manifestó en la cruz por el mismo Dios. Por eso, a pesar<br />

de que María Magdalena estaba todavía en tinieblas, aquel<br />

día amaneció.<br />

EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA<br />

Y empezó una nueva época para la humanidad. El proyecto<br />

que Dios había presentado a los hombres por medio de<br />

Jesús no se iba a ver interrumpido por la oposición del<br />

gobernador de una lejana provincia del Imperio romano y<br />

por algunos jerarcas religiosos con delirios de grandeza. Al<br />

contrario: su actuación iba a tener el efecto contrario al<br />

que ellos deseaban. Su mundo, el de ellos, y no el de<br />

Jesús, empezaba a desaparecer con la nueva era que


comenzaba aquel primer día de la semana.<br />

Aquel domingo (pronto empezaría a llamarse así, «día del<br />

Señor») comenzaba de nuevo la cuenta de los días del<br />

hombre, del hombre nuevo y la nueva humanidad nacidos<br />

del costado abierto del Nazareno; comenzaba una nueva<br />

posibilidad para el hombre: un modo nuevo de ser<br />

hombre.<br />

Era el principio de la primavera, y en aquel huerto/jardín<br />

(que recuerda el jardín del Edén, en donde sitúa el libro<br />

del Génesis la primera pareja humana: Gn 2,8ss) en el<br />

que estaba el sepulcro de Jesús se iba a manifestar la<br />

victoria de la vida sobre el poder homicida.<br />

VIO Y CREYO<br />

«Llegó también Simón Pedro,... entró en el sepulcro y<br />

contempló los lienzos puestos, y el sudario... Entró<br />

también el otro discípulo, el que había llegado primero al<br />

sepulcro, vio y creyó».<br />

Cuando llegó María al sepulcro, no encontró allí al Señor. Y<br />

corrió, asustada, a avisar a los discípulos. El sepulcro<br />

estaba vacío y los lienzos con los que habían atado a Jesús<br />

después de su muerte estaban allí como testigos<br />

silenciosos del triunfo del amor y de la vida.<br />

Ante el anuncio de María, reaccionan dos discípulos: Pedro,<br />

el que había negado a Jesús porque en el fondo creía<br />

que la muerte es más fuerte que el amor (Jn 18,16.25-<br />

27), y el que, siguiendo a Jesús, había entrado con él en la<br />

sala del juicio y lo había acompañado hasta la misma cruz<br />

(Jn 18,15; 19,26), dispuesto a dar la vida, por amor, con<br />

él. Y allí, al pie de la cruz, fue testigo de que, cuando la


vida se entrega por amor, es fuente de más y más vida.<br />

Por eso sólo él supo interpretar los signos que tenían ante<br />

sí. Por eso, vio y creyó. Pedro aún tenía que decidirse a<br />

ser pastor al estilo de Jesús, dispuesto a dar la vida por<br />

las ovejas. En ese momento aceptaría que el triunfo está<br />

en la vida y no en la muerte, en el amor y no en el poder<br />

(Jn 21,15-19).<br />

Y DIOS LO RESUCITO<br />

Sí. Porque la misión de Jesús no era sólo cosa suya. Dios<br />

estaba con él. Y Dios lo resucitó.<br />

Muchas veces, a lo largo de la historia y a lo ancho de la<br />

geografía, se ha querido presentar a Dios como el que<br />

justificaba los abusos homicidas del poder: en nombre de<br />

Dios condenaron a Jesús de Nazaret y en nombre de Dios<br />

se sigue condenando a los verdaderos luchadores por la<br />

liberación de los pueblos. Pues a pesar de que los tiranos<br />

invoquen a Dios, y a pesar de que existan profesionales de<br />

la religión que dan la razón a los tiranos, la resurrección<br />

de Jesús nos muestra de parte de quién está Dios. Y,<br />

además, la resurrección de Jesús demuestra que -aunque<br />

no siempre sea necesaria la mayor prueba de amor, dar<br />

de una vez la vida por aquellos a quienes se quiere- el<br />

amor es el único camino que conduce a la salvación de<br />

este mundo; que la entrega de la propia vida por amor es<br />

el único instrumento verdaderamente eficaz para construir<br />

un mundo en el que todos puedan vivir felices.<br />

MUERTE Y RESURRECCION<br />

Tenemos que tomar conciencia del significado de la resurrección<br />

de Jesús y preguntarnos por qué es tan poco<br />

importante para nosotros. María Magdalena, Pedro y el


otro discípulo, amigo de Jesús, seguían estando de parte<br />

de Jesús. Por supuesto que todos ellos consideraban que<br />

su muerte había sido una injusticia, un verdadero<br />

asesinato; pero les faltaba todavía la fe en la fuerza de la<br />

vida.<br />

Como a nosotros los andaluces. Jesús crucificado, el dolor<br />

de María, su Madre, lo injusto de esos sufrimientos, nos<br />

conmueven sinceramente; y así lo expresamos (allí donde<br />

lo que se haga sea una verdadera manifestación de fe).<br />

Pero conmemorar sólo la muerte de Jesús y olvidar su<br />

resurrección es o no querer comprometer nuestra propia<br />

vida en la lucha por la construcción de un mundo mejor, o<br />

presentar la muerte de Jesús como un fracaso y, de esa<br />

manera, hacer el juego a los opresores de todos los<br />

tiempos, a quienes conviene que se siga creyendo que la<br />

muerte es más fuerte que el amor. La resurrección de<br />

Jesús muestra lo contrario.<br />

41<br />

COMENTARIO 2<br />

Hoy conmemoramos la Pascua de Jesús, su paso de la<br />

muerte a la resurrección, paso al que fuimos asociados<br />

todos los creyentes al recibir el bautismo. Preside nuestra<br />

celebración el cirio pascual que anoche, en la solemne<br />

vigilia de resurrección fue bendecido, incensado y cantado,<br />

como símbolo de la luz que es Jesucristo, de su Palabra y<br />

su vida. En muchos lugares a la largo y ancho del mundo,<br />

donde haya cristianos, los recién bautizados de anoche<br />

participan hay en la fiesta pascual de la comunidad<br />

cristiana. Y nosotros mismos conmemoramos y renovamos<br />

hoy nuestro bautismo.<br />

En estos 50 días del tiempo pascual, que hoy se inaugura,<br />

leeremos el libro de las Hechos de los Apóstoles, donde se<br />

narran los orígenes de la Iglesia cristiana, nacida de la


muerte y de la resurrección de Jesús y del don de su<br />

Espíritu Santo. Una muy antigua tradición que data del<br />

siglo II, lo atribuye a San Lucas, lo mismo que el tercer<br />

evangelio. Se trata, según la misma tradición, de un<br />

discípulo de Pablo, mencionado en Flm 24; Col 4,14 y<br />

2Tim 4,11. Él habría sido testigo de muchas de las cosas<br />

que narra, otras las habría conocido por la tradición de los<br />

apóstoles y de los primeros cristianos.<br />

La 1ª lectura de hoy está tomada del libro de los Hechos.<br />

Es uno de los muchos discursos que Lucas pone en boca<br />

de las apóstoles Pedro y Pablo y que conservan el<br />

recuerdo fidedigno de lo que los apóstoles predicaban<br />

después de la resurrección de Jesús. Es el llamado<br />

"Kerygma" o proclamación solemne del núcleo de la fe<br />

cristiana, destinada a los judíos y a los paganos,<br />

invitándolos a creer en Jesucristo, a confiarse en El, a<br />

incorporarse a su Iglesia. No se trata de una ideología, ni<br />

de un código moral detallado. Se trata del anuncio de los<br />

acontecimientos que acabamos de celebrar en la Semana<br />

Santa: La vida, muerte y resurrección de Jesús de<br />

Nazaret. A sus oyentes -y a nosotros hoy- Pedro exhorta a<br />

creer en Jesucristo para obtener la salvación.<br />

Este es el contenido fundamental de nuestra fe, que todos<br />

debemos testimoniar gozosamente con nuestra vida y con<br />

nuestras palabras. Porque son hechos salvadores,<br />

liberadores, por los cuales Dios se nos entrega como<br />

Padre, perdonando nuestros pecados y dándole sentido a<br />

nuestra vida, a veces tan extraviada.<br />

La 2ª lectura, muy breve, es un pasaje de la carta de<br />

Pablo a los colosenses. Afirma categóricamente el apóstol<br />

que hemos resucitado con Cristo. Este es el efecto de<br />

nuestro bautismo: nos hace morir al pecado para resurgir<br />

a la vida de la gracia divina en el nombre de Jesús.<br />

El evangelio, tomado de Juan, narra el hallazgo de la<br />

tumba vacía de Jesús por parte de María Magdalena. Es


todo un signo de la victoria de Dios sobre la muerte. Los<br />

ojos del verdadero discípulo sabrán descifrar el significado<br />

de las vendas mortuorias tiradas por el suelo, del sudario<br />

que cubría el rostro del crucificado enrollado aparte de las<br />

vendas. Es que Jesús ha resucitado, ya no está aquí en la<br />

tumba, como dirán los ángeles en otros relatos. Más tarde<br />

se aparecerá a los suyos, se hará ver por sus discípulos, y<br />

los llenará con la alegría de su vida nueva y definitiva, la<br />

misma vida de Dios.<br />

Es significativo que el primer testigo de la resurrección sea<br />

una mujer, María Magdalena, discípula y amiga de Jesús.<br />

Ahora misionera y apóstol. En esto son unánimes los<br />

evangelistas: en que los primeros testigos de la<br />

resurrección de Jesús fueron mujeres de su grupo que<br />

llevaron la alegre noticia a los apóstoles. Para irnos<br />

curando de machismos, y para que comprendamos, por<br />

fin, que en la Iglesia de Jesucristo todos somos iguales.<br />

También nosotros hemos de correr hacia la tumba vacía<br />

de Jesús, hemos de entrar en ella, para ver con los ojos de<br />

la fe, no con los de la carne, que Jesús ya no está allí, y<br />

para creer entonces en El, que vive para siempre. La<br />

resurrección de Jesús da sentido a nuestra vida de<br />

cristianos. Sin ella, como dijo san Pablo (1Cor 15,14-15),<br />

«vana es nuestra fe», porque nos remitiríamos a una<br />

ilusión. Con ella cobra sentido todo: El compromiso en la<br />

lucha por hacer un mundo más justo y más humano, el<br />

servicio a los pobres y a los necesitados, el anuncio del<br />

Evangelio a todos los pueblos, llevado con tantos<br />

esfuerzos y sacrificios, hasta enfrentar la muerte por él.<br />

Con Cristo resucitado renace la esperanza en una vida<br />

nueva, donde no haya dolor ni sufrimiento, separación,<br />

muerte ni olvido, donde todos los seres humanos podamos<br />

ser felices como quiere Dios. Esto es lo que significan esa<br />

tumba vacía y esos lienzos y el sudario que vieron los<br />

discípulos.


42.<br />

50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />

RESURRECCIÓN<br />

42-50<br />

Este <strong>Domingo</strong>: Creer en la Resurrección es confiar en el<br />

Dios que da vida<br />

María Magdalena y un grupo de mujeres son las<br />

protagonistas en la mañana de Pascua. Ellas descubren,<br />

cuando aún es de noche, el gran acontecimiento de la<br />

historia. Es un amanecer desconcertante del todo: ¡Se han<br />

llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!<br />

Ponerse en camino movidos por el amor es el primer paso<br />

para encontrarnos con el Viviente y para anunciar que no<br />

entendemos nada, pero que algo grande ha ocurrido. Y<br />

por eso echan a correr, como echará a correr la noticia de<br />

que Dios, fiel a su Palabra, resucitó a su Hijo y con Él nos<br />

da la posibilidad de vivir una vida nueva<br />

La experiencia de las mujeres, y la de Pedro, es nuestra<br />

propia y cotidiana experiencia: Nosotros tampoco hemos<br />

visto a Jesús Resucitado, sólo hemos constatado el vacío<br />

de una tumba, pero en lo profundo de nuestro corazón,<br />

hemos experimentado la vida nueva, la cercanía del Dios<br />

viviente, de Jesús Resucitado.<br />

Hemos comido y bebido de su Cuerpo y de su Sangre,<br />

hemos podido superar el escándalo del viernes santo y un<br />

horizonte infinito se abre ante nuestras vidas: el Señor ha<br />

resucitado ¡y hay que celebrarlo!, ha vencido toda muerte<br />

y opresión y ni el pecado ni el mal tienen ya poder sobre


nosotros que hemos compartido su mesa y su suerte.<br />

Es tiempo de “buscar las cosas de arriba”. Es tiempo para<br />

la alegría y el gozo, para la vida nueva. La Pascua nos<br />

ofrece la oportunidad de “estrenar” nuevamente nuestro<br />

Bautismo y de profesar con convicción nuestra fe en Jesús<br />

que, según las Escrituras, ha resucitado de entre los<br />

muertos.<br />

Es Pascua, toca vivir y revivir la resurrección de Jesús<br />

porque su vida es la levadura que hará fermentar nuestra<br />

vida y la del mundo entero.<br />

Comentario bíblico:<br />

Creer en la Resurrección es confiar en el Dios que da vida<br />

Hoy la Iglesia celebra el día más grande de la historia,<br />

porque con la resurrección de Jesús se abre una nueva<br />

historia, una nueva esperanza para todos los hombres. Si<br />

bien es verdad que la muerte de Jesús es el comienzo,<br />

porque su muerte es redentora, la resurrección muestra lo<br />

que el Calvario significa; así, la Pascua cristiana adelanta<br />

nuestro destino. De la misma manera, nuestra muerte<br />

también es el comienzo de algo nuevo, que se revela en<br />

nuestra propia resurrección.<br />

1ª Lectura (Hch 10,34.37-42): La historia de Jesús se<br />

resuelve en la resurrección<br />

I.1. La 1ª Lectura de este día corresponde al discurso de<br />

Pedro ante la familia de Cornelio (Hch 10,34.37-42), una<br />

familia pagana ("temerosos de Dios", simpatizantes del<br />

judaísmo, pero no "prosélitos", porque no llegaban a<br />

aceptar la circuncisión) que, con su conversión, viene a<br />

ser el primer eslabón de una apertura decisiva en el<br />

proyecto universal de salvación de todos los hombres.<br />

Este relato es conocido en el libro de los Hechos como el


"Pentecostés pagano", a diferencia de lo que se cuenta en<br />

Hch 2, que está centrado en los judíos de todo el mundo<br />

de entonces.<br />

I.2. Pedro ha debido pasar por una experiencia traumática<br />

en Joppe para comer algo impuro que se le muestra en<br />

una visión (Hch 10,1-33), tal como lo ha entendido Lucas.<br />

Veamos que la iniciativa en todo este relato es "divina",<br />

del Espíritu, que es el que conduce verdaderamente a la<br />

comunidad de Jesús resucitado.<br />

I.3. El apóstol Pedro vive todavía de su judaísmo, de su<br />

mundo, de su ortodoxia, y debe ir a una casa de paganos<br />

con objeto de anunciar la salvación de Dios. En realidad es<br />

el Espíritu el que lo lleva, el que se adelanta a Pedro y a<br />

sus decisiones; se trata del Espíritu del Resucitado que va<br />

más allá de toda ortodoxia religiosa. Con este relato, pues,<br />

se quiere poner de manifiesto la necesidad que tienen los<br />

discípulos judeo-cristianos palestinos de romper con<br />

tradiciones que les ataban al judaísmo, de tal manera que<br />

no podían asumir la libertad nueva de su fe, como sucedió<br />

con los "helenistas". Lo que se había anunciado en<br />

Pentecostés (Hch 2) se debía poner en práctica.<br />

I.4. Con este discurso se pretende exponer ante esta<br />

familia pagana, simpatizante de la religiosidad judía, la<br />

novedad del camino que los cristianos han emprendido<br />

después de la resurrección.<br />

I.5. El texto de la lectura es, primeramente, una<br />

recapitulación de la vida de Jesús y de la primitiva<br />

comunidad con Él, a través de lo que se expone en el<br />

Evangelio y en los Hechos. La predicación en Galilea y en<br />

Jerusalén, la muerte y la resurrección, así como las<br />

experiencias pascuales en las que los discípulos "conviven"<br />

con él, en referencia explícita a las eucaristías de la<br />

primitiva comunidad. Porque es en la experiencia de la<br />

Eucaristía donde los discípulos han podido experimentar la<br />

fuerza de la Resurrección del Crucificado.


I.6. Es un discurso de tipo kerygmático, que tiene su eje<br />

en el anuncio pascual: muerte y resurrección del Señor.<br />

2ª Lectura: (Col 3,1-4): Nuestra vida está en la vida de<br />

Cristo<br />

II.1. Colosenses 3,1-4, es un texto bautismal sin duda.<br />

Quiere decir que ha nacido en o para la liturgia bautismal,<br />

que tenía su momento cenital en la noche pascual, cuando<br />

los primeros catecúmenos recibían su bautismo en nombre<br />

de Cristo, aunque todavía no estuviera muy desarrollada<br />

esta liturgia.<br />

II.2. El texto saca las consecuencias que para los<br />

cristianos tiene el creer y aceptar el misterio pascual:<br />

pasar de la muerte a la vida; del mundo de abajo al<br />

mundo de arriba. Por el bautismo, pues, nos incorporamos<br />

a la vida de Cristo y estamos en la estela de su futuro.<br />

II.3. Pero no es futuro solamente. El bautismo nos ha<br />

introducido ya en la resurrección. Se usa un verbo<br />

compuesto de gran expresividad en las teología paulina<br />

"syn-ergeirô"= "resucitar con". Es decir, la resurrección de<br />

Jesús está operante ya en los cristianos y como tal deben<br />

de vivir, lo que se confirma con los versos siguientes de<br />

3,5ss. Es muy importante subrayar que los<br />

acontecimientos escatológicos de nuestra fe, el principal la<br />

resurrección como vida nueva, debe adelantarse en<br />

nuestra vida histórica. Debemos vivir como resucitados en<br />

medio de las miserias de este mundo.<br />

II.4. El autor de Colosenses, consideramos que un<br />

discípulo muy cercano a Pablo, aunque no es determinante<br />

este asunto, ha escogido un texto bautismal que en cierta<br />

manera expresa la mística del bautismo cristiano que<br />

encontramos en Rom 6,4-8. En nuestro texto de<br />

Colosenses se pone más explícitamente de manifiesto que


en Romanos, que por el bautismo se adelanta la fuerza de<br />

la resurrección a la vida cristiana y no es algo solamente<br />

para el final de los tiempos.<br />

II.5. Esto es muy importante resaltarlo en la lectura que<br />

hagamos, ya que creer en la resurrección no supone una<br />

actitud estética que contemplamos pasivamente. Si bien<br />

es verdad que ello no nos excusa de amar y transformar la<br />

historia, debemos saber que nuestro futuro no está en<br />

consumirnos en la debilidad de lo histórico y de lo que nos<br />

ata a este mundo. Nuestra esperanza apunta más alto,<br />

hacia la vida de Dios, que es el único que puede hacernos<br />

eternos.<br />

III. Evangelio (Jn 20,1-9): El amor vence a la muerte: la<br />

experiencia del discípulo verdadero<br />

III.1. El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se<br />

proclama en este día de la Pascua, nos propone<br />

acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un<br />

símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa<br />

el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el<br />

sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida<br />

para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había<br />

presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25).<br />

María Magdalena descubre la resurrección, pero no la<br />

puede interpretar todavía. En Juan esto es caprichoso, por<br />

el simbolismo de ofrecer una primacía al "discípulo amado"<br />

y a Pedro. Pero no olvidemos que ella recibirá en el mismo<br />

texto de Jn 20,11ss una misión extraordinaria, aunque<br />

pasando por un proceso de no “ver” ya a Jesús resucitado<br />

como el Jesús que había conocido, sino “reconociéndolo”<br />

de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer,<br />

desde luego, es testigo de la resurrección.<br />

III.2. La figura simbólica y fascinante del "discípulo<br />

amado", es verdaderamente clave en la teología del cuarto<br />

evangelio. Éste corre con Pedro, corre incluso más que


éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante<br />

todo, "discípulo", y por eso es conveniente no identificarlo,<br />

sin más, con un personaje histórico concreto, como suele<br />

hacerse; él espera hasta que el desconcierto de Pedro<br />

pasa y, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor<br />

por medio de la fe, nos hace comprender que la<br />

resurrección es como el infinito; que las vendas que<br />

ceñían a Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta<br />

historia. Que su presencia entre nosotros debe ser de otra<br />

manera absolutamente distinta y renovada.<br />

III.3. La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una<br />

calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda<br />

que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y<br />

económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima<br />

que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte<br />

absurda. La muerte no debería ser absurda, pero sí lo es<br />

para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más<br />

profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con Él.<br />

Rechazar esta dinámica de resurrección sería como<br />

negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar<br />

el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que<br />

ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada<br />

uno de nosotros.<br />

III.4. Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios<br />

de la vida. Y no solamente eso, es creer también en<br />

nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que<br />

tenemos de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido<br />

todavía nada, mejor, casi nada, para lo que nos espera<br />

más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí<br />

nadie puede realizarse plenamente en ninguna dimensión<br />

de la nuestra propia existencia. Más allá está la vida<br />

verdadera; la resurrección de Jesús es la primicia de que<br />

en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía<br />

de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón de<br />

vivir y vivir siempre tiene en la resurrección de Jesús la<br />

respuesta adecuada por parte de Dios. La muerte ha sido<br />

vencida, está consumada, ha sido transformada en vida


por medio del Dios que Jesús defendió hasta la muerte.<br />

Pautas para la homilía<br />

¡Alégrate, Cristo Ha resucitado!<br />

El Padre ha resucitado a Jesús y nos lo ha manifestado y<br />

ahora nos toca a nosotros dar testimonio de que Él nos ha<br />

merecido la liberación definitiva.<br />

Testimoniar a Jesús resucitado, que Vive, comporta el<br />

compromiso insobornable de hacer lo que Él hizo y de vivir<br />

a impulsos del Espíritu (el mismo Espíritu que le ungió a<br />

Él, se nos dio en plenitud en el Bautismo) que lo empujaba<br />

a “pasar haciendo el bien y a curar a los oprimidos”.<br />

“Dios estaba con Él”, -y está con nosotros- a pesar de que<br />

la “justicia humana le condenó a una muerte ignominiosa,<br />

al igual que como las que hoy sigue condenado a tantos<br />

inocentes. Dios su Padre –y nuestro Padre- no se dejó<br />

vencer y lo resucitó constituyéndolo como juez de vivos y<br />

muertos, ¡juez universal! El Padre, queriendo ejercer<br />

misericordia con los hombres y mujeres, nos lo puso fácil:<br />

Uno de los nuestros, uno que ha compartido nuestra<br />

suerte, nos juzgará y saldrá fiador nuestro porque es<br />

capaz de reconocernos como hermanos. Y esto es motivo<br />

de esperanza y alegría.<br />

Resucitados con Cristo, busquemos los bienes de arriba<br />

Pero el Padre no sólo ha resucitado a Jesús, nos ha<br />

resucitado también a nosotros regalándonos la posibilidad<br />

de vivir el acontecimiento pascual de su Hijo. La muerte,<br />

el pecado, la debilidad y el fracaso ya no tienen la última<br />

palabra. Si hemos compartido su mesa nutriéndonos de su<br />

Cuerpo y de su Sangre; pero sobre todo, si Él ha querido<br />

identificarse radicalmente con nosotros nos tiene, en


virtud de su naturaleza humana, “escondidos en Dios”, o<br />

sea, ganados para su causa. De este modo es imperativo<br />

buscar “las cosas de allá arriba” dónde está Cristo, pero<br />

donde también estamos nosotros. ¡La muerte ha sido<br />

vencida y ya nunca más podrá herir a sus amigos, a sus<br />

hermanos!<br />

Nosotros somos testigos<br />

Es la hora del testimonio y de la Buena Noticia. Como<br />

María Magdalena y las otras mujeres hemos de ir, movidos<br />

por el amor, al encuentro del Señor, al encuentro del que<br />

Vive. El sepulcro vacío nos abre los ojos de la fe para<br />

entender lo que tal vez hasta ahora no hemos entendido:<br />

la muerte y resurrección de Jesús, ¡la pasión y muerte de<br />

nuestro mundo y, en esta perspectiva, también su<br />

resurrección y su vida nueva!<br />

Es el momento de “creernos” la Buena Noticia de la<br />

Salvación y dejar que el Espíritu nos permita “entender las<br />

Escrituras” para, como Jesús, pasar haciendo el bien, dar<br />

la vida por amor y reconocer a Dios que nos da la vida<br />

nueva, como Padre, y a los hombres y mujeres, como<br />

hermanos en el Resucitado<br />

43.<br />

Nexo entre las lecturas<br />

Cristo resucitado, éste es el mensaje central de la liturgia<br />

de Pascua. Ante todo, Jesucristo resucitado, como objeto<br />

de fe, ante la evidencia del sepulcro vacío: "vio y creyó"


(Evangelio). Cristo resucitado, objeto de proclamación y<br />

de testimonio ante el pueblo: "A Él, a quien mataron<br />

colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día"<br />

(primera lectura). Cristo resucitado, objeto de<br />

transformación, levadura nueva y ácimos de sinceridad y<br />

de verdad: "Sed masa nueva, como panes pascuales que<br />

sois, pues Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha sido<br />

ya inmolado" (segunda lectura).<br />

Mensaje doctrinal<br />

1. Cristo resucitado, objeto de fe. El sepulcro, aunque esté<br />

vacío, no demuestra que Cristo ha resucitado. María<br />

Magdalena fue al sepulcro y llegó a la siguiente<br />

conclusión: "Se han llevado del sepulcro al Señor, y no<br />

sabemos dónde lo han puesto". Pedro entró en el sepulcro<br />

y comprobó que "las vendas de lino, y el paño que habían<br />

colocado sobre su cabeza estaban allí". Ni María ni Pedro<br />

creyeron, al ver el sepulcro vacío, que Jesucristo había<br />

resucitado. Sólo Juan, "vio y creyó", porque el sepulcro<br />

vacío le llevó a entender la Escritura, según la cual Jesús<br />

tenía que resucitar de entre los muertos (Evangelio). "Esto<br />

supone, nos enseña el catecismo 640, que constató en el<br />

estado del sepulcro vacío que la ausencia del cuerpo de<br />

Jesús no había podido ser obra humana". El conocimiento<br />

que, hasta entonces, Juan tenía de la Escritura era<br />

nocional, por eso afectaba solamente sus ideas; ahora, al<br />

entrar en el sepulcro vacío, ver las vendas y el sudario, el<br />

conocimiento de la Escritura se convierte en experiencia y<br />

vital. Todavía Cristo resucitado no se le ha aparecido, pero<br />

ya lo ha "visto", porque la Palabra de Dios es verdadera;<br />

las apariciones de Cristo a los discípulos no harán, sino<br />

confirmar la fe en la resurrección.<br />

2. Cristo resucitado, objeto de proclamación. Cuando el<br />

hombre vive una experiencia profunda, no la puede callar,<br />

por más que sea consciente de que sus palabras no<br />

lograrán nunca expresar la intensidad, viveza y plenitud


de la experiencia. La experiencia de Cristo resucitado fue<br />

tan marcada en el alma de los apóstoles y discípulos, que<br />

necesariamente tenían que hablar de ella, a quienes no la<br />

habían tenido. Bueno, no sólo hablar de ella, sino también<br />

testimoniarla, es decir, proclamar su verdad, incluso,<br />

llegado el caso, con el sufrimiento y con la vida. Callar esa<br />

experiencia, hubiese sido una muestra de egoísmo<br />

imperdonable. Por eso, los cristianos, durante los primeros<br />

años, y como primer anuncio, eran monotemáticos. Lo<br />

único que decían era que "Cristo fue matado por los<br />

judíos, pero que Dios lo resucitó de entre los muertos".<br />

Todo lo demás gira en torno a este grande mensaje. No<br />

proclaman ideas, por muy bellas que puedan ser, sino<br />

acontecimientos vividos en primera persona. Esta<br />

experiencia de Cristo resucitado no fue pasajera, sino que<br />

llegó a incorporarse, por así decir, a su misma existencia<br />

en este mundo, y por este motivo, nunca cesaron de<br />

proclamar con sus labios y con su vida la resurrección de<br />

Jesucristo.<br />

3. Cristo resucitado, objeto de transformación. Hay una<br />

relación estrechísima entre resurrección de Jesucristo y<br />

transformación del hombre. Cristo, hombre perfecto, es el<br />

primero transformado al ser resucitado por Dios, llegando<br />

a ser un hombre totalmente penetrado por el Espíritu. San<br />

Pablo nos habla de la transformación ética, que comporta<br />

la experiencia de Cristo resucitado, una transformación<br />

que toca las raíces mismas del hombre: la sinceridad y la<br />

verdad. A su vez, el hombre transformado por Cristo<br />

resucitado, es capaz de transformar a otros, como la<br />

levadura es capaz de hacer fermentar toda la masa. Esta<br />

transformación ética y misionera se fundamenta en la<br />

transformación interior, operada por el Espíritu de Cristo,<br />

que hace de todo el que ha experimentado a Cristo<br />

resucitado un hombre enteramente espiritual, impregnado<br />

del Espíritu.<br />

Sugerencias pastorales


1. Experimentar a Cristo resucitado. La experiencia se<br />

hace o no se hace, se tiene o no se tiene. No puedes<br />

mandar un representante para que haga la experiencia por<br />

ti. El cristianismo es una fe, pero penetrada por una<br />

experiencia vital, a fin de que la fe no decaiga. La<br />

experiencia viva de Cristo resucitado la puede hacer<br />

cualquier cristiano. Puesto que es un don que Dios<br />

concede, lo primero que habrá que hacer es pedirla. ¡Qué<br />

mejor día que el domingo de Pascua para pedir al Señor la<br />

gracia de esta experiencia! El cristiano puede disponerse a<br />

recibir el don de esta experiencia, mediante el desarrollo<br />

de una sensibilidad espiritual creciente. Al contacto con<br />

Dios, el hombre va gustando a Dios y las cosas de Dios, va<br />

adquiriendo una mayor capacidad de escucha y de<br />

docilidad al Espíritu, va sintonizando más con la fe de la<br />

Iglesia. Esto constituye el terreno cultivado para que en él<br />

pueda nacer y florecer la experiencia de Cristo resucitado.<br />

Todos sin excepción estamos llamados a hacer esta<br />

experiencia. No pensemos que es sólo para unos cuantos<br />

místicos, que tienen una cierta propensión a estos estados<br />

del alma. Es importante, para todo cristiano, el hacerla,<br />

porque, quien la haya hecho, no podrá seguir viviendo de<br />

la misma manera, incluso si ya se llevaba una vida<br />

cristiana buena. Esa experiencia viva e intensa toca y<br />

cambia la mentalidad, las costumbres, el estilo de vida, el<br />

modo de relacionarse con los demás, los criterios de<br />

acción, las mismas obras, hasta el mismo carácter. Si has<br />

hecho ya esta experiencia de Cristo resucitado, creo que<br />

estarás de acuerdo conmigo en que con ella nos vienen<br />

todos los bienes. Si todavía no la has hecho, pide al Señor<br />

que te conceda hacerla cuanto antes. ¡Ojalá sea el don<br />

que Dios te concede esta Pascua!<br />

2. La resurrección de Jesucristo y la ética cristiana. ¿Existe<br />

una ética cristiana? Digamos, al menos, que existe un<br />

modo cristiano de vivir la ética. Existe sobre todo un<br />

fundamento de la ética cristiana, que es la persona de<br />

Jesucristo, principalmente el misterio de su resurrección.


Una ética que no esté fundada en la persona y en el<br />

mensaje de Jesucristo, no podrá recibir el nombre de<br />

cristiana. Y cuando hablo de ética cristiana, no me refiero<br />

ni sólo ni principalmente a los profesores de ética en las<br />

universidades, en los institutos o en los seminarios, sino al<br />

comportamiento cristiano en su trabajo, ante los medios<br />

de comunicación, en el ámbito de la familia, ante los<br />

impuestos, ante el pluralismo religioso, etcétera. Cristo<br />

resucitado nos ha hecho partícipes de su vida divina<br />

mediante el bautismo y la gracia santificante, y desea<br />

continuar repitiendo en nosotros su presencia ejemplar en<br />

la historia. Vivamos la experiencia de Cristo resucitado, y<br />

estemos seguros de vivir siempre un comportamiento<br />

ético digno del hombre. Entonces realmente la<br />

resurrección de Jesucristo será el centro de nuestra vida y<br />

de nuestra fe.<br />

44.<br />

¡Ha resucitado el Señor!<br />

Juan 20, 1-9<br />

Reflexión<br />

“¡Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las<br />

jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso,<br />

que las trompetas anuncien la salvación!”. Con estas<br />

palabras inicia el maravilloso pregón pascual que el<br />

diácono canta, emocionado, la noche solemne de la Vigilia<br />

de la resurrección de Cristo. Y todos los hijos de la Iglesia,<br />

diseminados por el mundo, explotan en júbilo incontenible<br />

para celebrar el triunfo de su Redentor. ¡Por fin ha llegado<br />

la victoria tan anhelada!<br />

En una de las últimas escenas de la película de la Pasión<br />

de Cristo, de Mel Gibson, tras la muerte de Jesús en el<br />

Calvario, aparece allá abajo, en el abismo, la figura que en


todo el film personifica al demonio, con gritos estentóreos,<br />

los ojos desencajados de rabia y con todo el cuerpo<br />

crispado por el odio y la desesperación. ¡Ha sido<br />

definitivamente vencido por la muerte de Cristo! En este<br />

sentido es verdad –como proclamaba Nietzsche— “que<br />

Dios ha muerto”. Pero ha entregado libre y<br />

voluntariamente su vida para redimirnos, y con su muerte<br />

nos ha abierto las puertas de una vida nueva y eterna.<br />

Es muy sugerente el modo como Franco Zeffirelli presenta<br />

la escena de la resurrección en su película “Jesús de<br />

Nazaret”. Los apóstoles Pedro y Juan vienen corriendo al<br />

sepulcro, muy de madrugada, y no encuentran el cuerpo<br />

del Señor. Luego llegan también dos miembros del<br />

Sanedrín para cerciorarse de los hechos, y sólo hallan los<br />

lienzos y el sudario, y el sepulcro vacío. Y comenta<br />

fríamente uno de ellos: “¡Éste es el inicio!”.<br />

Sí. El verdadero inicio del cristianismo y de la Iglesia. De<br />

aquí arrancará la propagación de la fe al mundo entero.<br />

Porque la Vida ha vuelto a la vida. Cristo resucitado es la<br />

clave de todas nuestras certezas. Como diría Pablo más<br />

tarde: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación,<br />

vana es vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados… Pero<br />

no. Cristo ha resucitado de entre los muertos como<br />

primicia de los que duermen” (I Cor 15, 14.17.20). En Él<br />

toda nuestra vida adquiere un nuevo sentido, un nuevo<br />

rumbo, una nueva dimensión: la eterna.<br />

Y, sin embargo, no siempre resulta fácil creer en Cristo<br />

resucitado, aunque nos parezca una paradoja. Una de las<br />

cosas que más me llaman la atención de los pasajes<br />

evangélicos de la Pascua es, precisamente, la gran<br />

resistencia de todos los discípulos para creer en la<br />

resurrección de su Señor. Nadie da crédito a lo que ven<br />

sus ojos: ni las mujeres, ni María Magdalena, ni los<br />

apóstoles –a pesar de que se les aparece en diversas<br />

ocasiones después de resucitar de entre los muertos—, ni<br />

Tomás, ni los discípulos de Emaús. Y nuestro Señor tendrá


que echarles en cara su incredulidad y dureza de corazón.<br />

El único que parece abrirse a la fe es el apóstol Juan, tal<br />

como nos lo narra el Evangelio de hoy.<br />

Pedro y Juan han acudido presurosos al sepulcro, muy de<br />

mañana, cuando las mujeres han venido a anunciarles,<br />

despavoridas, que no han hallado el cuerpo del Señor.<br />

Piensan que alguien lo ha robado y les horroriza la idea.<br />

Los discípulos vienen entonces al monumento, y no<br />

encuentran nada. Todo como lo han dicho las mujeres.<br />

Pero Juan, el predilecto, ya ha comenzado a entrar en el<br />

misterio: ve las vendas en el suelo y el sudario enrollado<br />

aparte. Y comenta: “Vio y creyó”. Y confiesa<br />

ingenuamente su falta de fe y de comprensión de las<br />

palabras anunciadas por el Señor: “Pues hasta entonces<br />

no habían entendido la Escritura: que Él debía de resucitar<br />

de entre los muertos”.<br />

¿Qué fue lo que vio esa mañana? Seguramente la sábana<br />

santa en perfectas condiciones, no rota ni rasgada por<br />

ninguna parte. Intacta, como la habían dejado en el<br />

momento de la sepultura. Sólo que ahora está vacía, como<br />

desinflada; como si el cuerpo de Jesús se hubiera<br />

desaparecido sin dejar ni rastro. Entendió entonces lo<br />

sucedido: ¡había resucitado! Pero Juan vio sólo unos<br />

indicios, y con su fe llegó mucho más allá de lo que veían<br />

sus sentidos. Con los ojos del cuerpo vio unas vendas,<br />

pero con los ojos del alma descubrió al Resucitado; con los<br />

ojos corporales vio una materia corruptible, pero con los<br />

ojos del espíritu vio al Dios vencedor de la muerte.<br />

Lo que nos enseñan todas las narraciones evangélicas de<br />

la Pascua es que, para descubrir y reconocer a Cristo<br />

resucitado, ya no basta mirarlo con los mismos ojos de<br />

antes. Es preciso entrar en una óptica distinta, en una<br />

dimensión nueva: la de la fe. Todos los días que van desde<br />

la resurrección hasta la ascensión del Señor al cielo será<br />

otro período importantísimo para la vida de los apóstoles.<br />

Jesús los enseñará ahora a saber reconocerlo por medio


de los signos, por los indicios. Ya no será la evidencia<br />

natural, como antes, sino su presencia espiritual la que los<br />

guiará. Y así será a partir de ahora su acción en la vida de<br />

la Iglesia.<br />

Eso les pasó a los discípulos. Y eso nos ocurre también a<br />

nosotros. Al igual que a ellos, Cristo se nos “aparece”<br />

constantemente en nuestra vida de todos los días, pero<br />

muy difícilmente lo reconocemos. Porque nos falta la<br />

visión de la fe. Y hemos de aprender a descubrirlo y a<br />

experimentarlo en el fondo de nuestra alma por la fe y el<br />

amor.<br />

Y esta experiencia en la fe ha de llevarnos paulatinamente<br />

a una transformación interior de nuestro ser a la luz de<br />

Cristo resucitado. “El mensaje redentor de Pascua –como<br />

nos dice un autor espiritual contemporáneo— no es otra<br />

cosa que la purificación total del hombre, la liberación de<br />

sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos;<br />

purificación que, aunque implica una fase de limpieza y<br />

saneamiento interior –por medio de los sacramentos— sin<br />

embargo, se realiza de manera positiva, con dones de<br />

plenitud, como es la iluminación del Espíritu, la vitalización<br />

del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz,<br />

suma de todos los bienes mesiánicos; en una palabra, la<br />

presencia del Señor resucitado”.<br />

En efecto, san Pablo lo expresó con incontenible emoción<br />

en este texto, que recoge la segunda lectura de este<br />

domingo de Pascua: “Si habéis resucitado con Cristo,<br />

buscad las cosas de allá arriba, donde está Cristo sentado<br />

a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a<br />

los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está<br />

escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo,<br />

vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis,<br />

juntamente con Él, en gloria” (Col 3, 1-4). ¡Pidamos a<br />

Cristo resucitado poder resucitar junto con Él, ya desde<br />

ahora!


45.<br />

¡¡Ha resucitado y vive para siempre!!<br />

Autor: Autor desconocido<br />

Lo que tengo que decirles lo han oído otras veces, pero<br />

me gustaría que no pareciera lo de siempre. Es necesario<br />

que les suene a nuevo, que les dé la impresión de que no<br />

lo han oído nunca.<br />

Olviden un momento la rutina: esas reflexiones a veces<br />

tan monótonas que apenas les rozan la piel.<br />

Olviden un momento la vida diaria: las discusiones<br />

caseras, los huesos que duelen, las jaquecas, las rabietas<br />

de los niños, los pelmazos que no dejan vivir.<br />

Hoy quisiera que mis palabras sonaran a nuevas.<br />

Si creen mi palabra de hoy, si de verdad toman en serio lo<br />

que hoy les voy a decir... su vida será nueva, empezarán<br />

a vivir de una forma distinta, la rutina diaria tendrá una<br />

profundidad desconocida, las celebraciones religiosas les<br />

traspasará el alma, la alegría que nadie puede quitar será<br />

su huésped, incluso la muerte será una puerta llena de<br />

posibilidades, la vida será una ruta acompañada por la<br />

esperanza, la misma enfermedad tendrá una cara<br />

desconocida. Para que entiendan bien lo que voy a<br />

decirles, es necesario que el Señor esté con ustedes... que<br />

levantemos el corazón... que demos gracias al Señor<br />

nuestro Dios...<br />

Hermanos, esto es lo que hoy tengo que decirles: Jesús de<br />

Nazaret, el hijo de José y de María, el muerto<br />

injustamente y sepultado, ¡¡Ha resucitado y vive para<br />

siempre!!! La muerte ha sido vencida: el muro<br />

impenetrable, la oscuridad existencial, el mal constante


que nos envuelve, la queja permanente... no son verdad<br />

del todo.<br />

Alguien ha roto el misterio, ha trocado la noche en aurora<br />

luminosa, ha iniciado una nueva creación. Óiganlo todos:<br />

¡Cristo ha resucitado!<br />

Ustedes jóvenes, que les asusta la dureza de la vida:<br />

Cristo resucitado fortalece su rebeldía contra la injusticia.<br />

Ustedes padres y madres de familia, Cristo vivo<br />

resplandece en el amor fiel que se tienen, ilumina y<br />

sostiene la entrega generosa a los hijos.<br />

Solteros y solteras, Cristo resucitado los hace fecundos,<br />

pone en sus manos otro modo de crear vida, construye<br />

otra familia no según la carne y la sangre, sino en el<br />

Espíritu de hijos y hermanos.<br />

Hombres y mujeres de la tercera edad, Cristo resucitado<br />

vive con ustedes, no permite que se reseque su alma, con<br />

Él hasta el final llegarán llenos de vida.<br />

Ustedes, enfermos, Cristo vivo está con ustedes en la cruz<br />

de su dolor, con ustedes se pone en las manos del Padre,<br />

con ustedes cruza la frontera de la vida sin fin.<br />

Ustedes, pobres de la tierra, únanse a Cristo resucitado, Él<br />

está animando su lucha por salir de la miseria, por lograr<br />

que los respeten y los escuchen; Él está dentro de ustedes<br />

y se identifica con ustedes.<br />

Ustedes, los que luchan por la justicia, libertad, amor, y<br />

dignidad de todo ser humano, sepan que Cristo resucitado<br />

los está sosteniendo, les patrocina la tarea, les asegura<br />

que resucitarán y su vida será todo un éxito.<br />

Hermanos: Cristo, el amigo de los niños, el que perdona a<br />

la adúltera, el cercano a los enfermos, el que se sienta con


los pecadores, el que quiere a las prostitutas, el que<br />

acepta a todo hombre... resucitado, sigue haciendo lo<br />

mismo. No dejen de acercarse a su presencia; crean en él,<br />

enciendan las velas en su vida resucitada. Vengan y vean,<br />

experimenten una vida nueva.<br />

Que no pase este Tiempo de Pascua sin haber conectado<br />

con Cristo vivo.<br />

46.<br />

LECTURAS: HECH 10, 34. 37-43; SAL 117; COL 3, 1-4; JN<br />

20, 1-9<br />

SE HAN LLEVADO DEL SEPULCRO AL SEÑOR Y NO<br />

SABEMOS DÓNDE LO HABRÁN PUESTO.<br />

Comentando la Palabra de Dios<br />

Hech. 10, 34. 37-43. ¿Realmente creemos en Cristo?<br />

¿Realmente vivimos como hombres nuevos, liberados de<br />

la esclavitud del pecado y dejando atrás nuestros signos<br />

de muerte? Quien, en Cristo, ha sido hecho una criatura<br />

nueva, debe pasar haciendo el bien y curando a los<br />

oprimidos por el diablo, pues Dios estará con nosotros. Sin<br />

embargo nuestra lucha de liberación no puede reducirse a<br />

la liberación de los males que aquejan a la humanidad en<br />

la historia. Ciertamente no podemos cerrar los ojos ante<br />

las angustias, tristezas, pobrezas, injusticias,<br />

persecuciones y muerte, de que son víctimas muchos<br />

hermanos nuestros. Pero no podemos sólo levantar la voz<br />

para defenderlos. Sin dejar de hacerlo, debemos<br />

esforzarnos denodadamente para que la salvación y el<br />

amor de Dios llegue al corazón de aquellos que generan<br />

todos estos males; sólo así estaremos luchando<br />

efectivamente para que el Reino de Dios llegue a lo más<br />

íntimo del hombre y lo transforme. Nosotros, que nos


sentamos a la Mesa del Resucitado, demos testimonio de<br />

Él con una vida recta, justa e intachable; y proclamemos a<br />

todos el Evangelio de salvación para que el Señor anide en<br />

el corazón de cada uno de nuestros hermanos, y así,<br />

juntos, iniciemos el Reino de Dios hasta que llegue a su<br />

plenitud en nosotros por obra del mismo Dios.<br />

Sal. 117. Demos gracias a Dios porque su Misericordia es<br />

eterna. Él nos libró de la mano de nuestros enemigos con<br />

su diestra poderosa. Envió a su propio Hijo para<br />

rescatarnos del pecado y de la muerte y para que,<br />

reconciliados con Él, nos hiciera hijos suyos. Aquel que no<br />

tenía ya aspecto atrayente, y que más que un hombre<br />

parecía un gusano cualquiera, por su actitud reverente y<br />

por su obediencia incondicional y fiel a su Padre, ha sido<br />

elevado en gloria para reinar eternamente. Quienes<br />

unimos a Él nuestra vida participamos de su Victoria y<br />

somos hechos hijos de Dios. Pero ser hijo de Dios no es<br />

sólo una dignidad, es todo un compromiso para dar<br />

testimonio de que nuestras esclavitudes al pecado y a la<br />

muerte han quedado atrás. Ya no continuemos en la<br />

muerte; dejemos que Cristo nos levante de nuestras<br />

miserias y vivamos para contar las hazañas del Señor con<br />

una vida recta, que hable de que en verdad Dios está en<br />

nosotros y nosotros en Él.<br />

Col. 3, 1-4. Jesucristo, antes de padecer, rogó a su Padre<br />

Dios por sus discípulos diciendo: Ellos están en el mundo,<br />

sin ser del mundo. No te pido que los saques del mundo,<br />

sino que los preserves del mal. Los cristianos no somos<br />

seres desencarnados de la realidad, sino totalmente<br />

comprometidos con el hombre de nuestro tiempo.<br />

Hacemos nuestras sus aspiraciones y cargamos sobre<br />

nuestros hombros sus miserias para remediarlas con la<br />

gracia de Dios. Vamos esforzándonos continuamente por<br />

construir una ciudad terrena más digna del hombre;<br />

aportamos nuestro trabajo en la diversidad de campos en<br />

los que se desarrolle nuestra existencia; lo hacemos con<br />

un gran amor y con una altísima responsabilidad. Sin


embargo no podemos decir que nuestras aspiraciones se<br />

queden sólo en lo temporal y pasajero. Si así fuera<br />

estaríamos engañando al pueblo al que hemos sido<br />

enviados por Cristo para proclamarles su Buena Noticia de<br />

salvación. La salvación del hombre se inicia ya desde este<br />

mundo, pero no termina aquí. Nuestra mirada se eleva<br />

hacia los bienes eternos, ahí donde está Cristo dándole<br />

sentido a nuestro camino, a nuestra entrega, a nuestros<br />

sufrimientos y a nuestra muerte. Por eso la acción pastoral<br />

de la Iglesia no puede reducirse a una simple filantropía.<br />

Amamos a nuestro prójimo porque lo queremos ver como<br />

un lugar sagrado en el que Dios quiere hacer su morada y<br />

transformarlo para que pueda amar, trabajar por la paz,<br />

ser capaz de perdonar y de vivir en un auténtico amor<br />

fraterno. Cuando realmente el Espíritu de Dios habite en<br />

nosotros y guíe nuestros pasos por el camino del bien,<br />

podremos decir que estamos en camino hacia la posesión<br />

de los bienes definitivos, donde viviremos eternamente<br />

glorificados con Cristo y unidos todos como hermanos, ya<br />

sin sombras de pecado, de división ni de muerte, en torno<br />

a nuestro único Dios y Padre.<br />

Jn. 20, 1-9. Muchas veces el fanatismo religioso nos puede<br />

llevar a creer falsamente en Cristo. Hacer que nuestra fe<br />

en Él se base sólo en algunas señales que nos deben<br />

conducir a Él es una fe demasiado frágil. Nuestra fe no<br />

aumenta por tocar los lugares o las cosas que estuvieron<br />

en contacto con Cristo. Si después de llenarnos de objetos<br />

sagrados no sabemos dónde ha quedado Cristo, si Él se<br />

quedó fuera de nuestro corazón y sólo recibe incienso en<br />

sus imágenes estamos demasiado equivocados en lo que<br />

es la fe auténtica en Él. El que ha depositado su fe en<br />

Cristo abre su corazón para que Él haga ahí su morada; se<br />

deja invadir totalmente por el Espíritu Santo para que no<br />

sólo sus palabras, sino sus obras y toda su vida se<br />

conviertan en un signo del amor de Dios en el mundo.<br />

Creer en Cristo es entregarle nuestra vida para que la<br />

transforme cada día hasta llevarla a la perfección que Él<br />

posee, recibida del Padre, y de la que nos quiere hacer


partícipes. El Señor ha resucitado de entre los muertos, y<br />

ahora vive en cada uno de nosotros. ¿Dónde lo han<br />

puesto?; El no ha desaparecido de entre nosotros;<br />

busquémoslo en aquellos con quienes Él ha querido<br />

identificarse para que ahí lo amemos y sirvamos conforme<br />

al mandato que nos dio.<br />

La Palabra de Dios y la Eucaristía de este <strong>Domingo</strong>.<br />

Nuestro Dios y Padre, que nos ha reconciliado consigo por<br />

medio de la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo, nos<br />

sienta a su Mesa para que alimentados con este<br />

Sacramento podamos llegar a la gloria de la resurrección.<br />

Participar juntos de la Mesa del Señor, sin odios ni<br />

divisiones, nos hace sentirnos y vernos como hermanos;<br />

nos hace experimentar el amor de Dios y nos impulsa para<br />

que aprendamos a compartir lo nuestro con los demás. El<br />

Resucitado es nuestra Victoria sobre el pecado y la<br />

muerte. Entremos en comunión de vida con Él, de tal<br />

forma que en verdad podamos hacer nuestra su Vida y,<br />

revestidos de Él, podamos no sólo participar de su<br />

Banquete, Memorial de su Pascua, sino que también nos<br />

calcemos las sandalias para ponernos en camino y<br />

proclamar, desde una vida sencilla pero llena de amor,<br />

que Dios ha venido como el Camino que nos une como<br />

hermanos y nos conduce hacia la casa paterna para vivir<br />

eterna y plenamente unidos como hermanos con nuestro<br />

Dios y Padre, para que pueda en verdad lograrse que Dios<br />

sea todo en todas las cosas.<br />

La Palabra de Dios, la Eucaristía de este <strong>Domingo</strong> y la vida<br />

del creyente.<br />

Ser un signo de la Pascua de Cristo para nuestros<br />

hermanos debe llevarnos no sólo a invocar a Dios como<br />

Padre nuestro en la celebración Eucarística, sentándonos a<br />

su mesa junto con nuestros hermanos; sino que nos debe<br />

llevar a sentar también nosotros, a nuestra mesa, a todos<br />

aquellos que necesitan el pan de cada día, o que necesitan


vestir su cuerpo, o tener una vivienda digna, o ser<br />

asistidos en sus enfermedades y sacados de sus<br />

marginaciones. Si muchos han proclamado el Evangelio de<br />

la gracia a los demás dejando sus hogares, no pudieron<br />

llegar a ellos sólo para cumplir con una misión de unos<br />

días en que no tenían otra cosa que hacer, sino que deben<br />

haber iniciado un nuevo compromiso para estar cercanos a<br />

aquellos que necesitan el consuelo constante en sus<br />

desgracias, o una luz que los guíe y ayude a salir de sus<br />

pecados. El Señor espera de su Iglesia un auténtico<br />

compromiso de fe para hacer llegar el amor, la paz, la<br />

misericordia y la alegría a todos aquellos que viven<br />

oprimidos por el mal, por el pecado o por la pobreza. Al<br />

paso de los días no podemos dejar que se diluya nuestro<br />

amor por aquellos con quienes vivimos intensamente estos<br />

días pascuales; los hemos de seguir amando y hemos de<br />

volver a ellos para continuar recorriendo juntos el camino<br />

de fe, e impulsando hacia una vida más plena a quienes<br />

amamos como Cristo los ama y como Cristo nos ama a<br />

nosotros.<br />

Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima<br />

Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ser un<br />

signo de Cristo resucitado para todos aquellos con quienes<br />

constantemente entramos en contacto en la vida para<br />

conducirlos, con el Poder del Espíritu Santo que actúa en<br />

nosotros, hacia un encuentro personal con Cristo, y hacia<br />

un verdadero compromiso personal con Él para que,<br />

juntos, podamos manifestar nuestra fe y nuestro amor con<br />

las buenas obras, dando así razón de nuestra esperanza<br />

en el mundo. Amén.<br />

47.<br />

QUITEMOS LA LOSA<br />

La vida no está libre de problemas, pesadumbres y<br />

situaciones que amenazan con quitarnos la paz. Estas


contradicciones se pueden afrontar de diversas maneras,<br />

particularmente tras un primer movimiento de enfado o<br />

desolación pongo los medios posibles (humanos y divinos)<br />

para solucionarlos, hago algún comentario jocoso y al día<br />

siguiente continúo afrontando los problemas de ese día sin<br />

dejar que los pasados problemas sean una carga más en<br />

el caminar de mi vida. Perder la paz suele ser un problema<br />

muy relacionado con la soberbia y el orgullo que<br />

guardamos celosamente tras la losa de nuestro sepulcro<br />

íntimo y que no queremos abrir pues, como las hermanas<br />

de Lázaro, tenemos miedo a que “ya huela”. Tenemos a<br />

veces la manía de llenar nuestra vida de sepulcros, bien<br />

cerrados y sellados, y acabamos –como los reyes de<br />

España en el Monasterio de El Escorial-, del trono de la<br />

realeza de hijos de Dios a habitar en “el pudridero”, que es<br />

un nombre que por desagradable me hace gracia.<br />

“María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún<br />

estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.” Tal vez,<br />

a pesar de la luz que anoche rompió las tinieblas, sientas<br />

que sigues en la oscuridad, que no encuentras la paz, que<br />

tu alma sigue llena de sepulcros cerrados que guardan en<br />

su interior no el cuerpo de Cristo sino los cuerpos pútridos<br />

de tu soberbia, tu egoísmo, tu ira, tus envidias, … ¡Quita<br />

la losa!, anímate, no te dé miedo, descubre el feo rostro<br />

de todo lo que lleva a la muerte, y deja que Cristo<br />

resucitado airee esos rinconcillos de tu alma. ¡Quita esas<br />

losas!, con decisión, con fe y verás que, como los<br />

vampiros en las películas de serie B, esos monstruos que<br />

se esconden en las cavernas de tu alma se desvanecen al<br />

contemplar a Cristo resucitado, se vuelven polvo y ceniza,<br />

se quedan en nada. ¡Quita esas losas! y cuando las<br />

personas malvadas o las circunstancias quieran tocar tu<br />

orgullo encontrarán una cueva vacía, cuando te quieran<br />

herir en tu amor propio descubrirán un hueco vano,<br />

cuando te humillen tu soberbia habrá abandonado tu alma<br />

y sólo habrá sitio para el amor entrañable de Cristo<br />

resucitado que airea todo.


Un consejo, confía en la Iglesia “Llegó también Simón<br />

Pedro detrás de él y entró en el sepulcro” que te dirá que<br />

efectivamente los sepulcros de tus vanidades están vacíos,<br />

que lo que creías imposible, lo que no habías entendido,<br />

ha sucedido y tiene pleno sentido, que eres como Juan<br />

que “vio y creyó.”<br />

¡Quita la losa!, “quitad la levadura vieja para ser una masa<br />

nueva”, “panes ázimos de la sinceridad y la verdad”, y<br />

encontrarás la paz, el mensaje tan repetido de Cristo<br />

resucitado, que nadie te podrá arrebatar pues tu vida ya<br />

no es tuya, ya no te perteneces, eres de Cristo. La Virgen<br />

sabe que, si te dejas, su hijo Jesucristo arrancará las losas<br />

de los sepulcros de tu alma y convertirá un cementerio en<br />

el paraíso donde el Espíritu Santo hará de ti testigo de la<br />

resurrección.<br />

48.<br />

Sagrada Escritura:<br />

Primera: Hch 10,14ª 37-43<br />

Salmo: 117<br />

Segunda: Col 3,1-4<br />

Evangelio: Jn 20,1-9<br />

Nexo entre las lecturas<br />

La fe en la Resurrección del Señor es el tema fundamental<br />

de este día. “Este es el día en el que actuó el Señor” canta<br />

el Salmo 117. Es el domingo por excelencia. Es el día en el<br />

que se expresó su poder soberano venciendo la muerte y<br />

que, en consecuencia, es motivo de gozo y alegría para<br />

todos los cristianos. En su discurso, Pedro proclama que se<br />

le ha encomendado el anunciar y predicar la Resurrección<br />

de Cristo. Los apóstoles son los testigos que han visto al<br />

Resucitado, han comido y bebido con Él. Ellos han recibido<br />

el encargo de predicar que Cristo resucitado ha sido<br />

constituido juez de vivos y muertos (1L) San Pablo


subraya, de modo especial, que la Resurrección del Señor<br />

instaura una nueva vida en el bautizado. El cristiano es<br />

aquel que ha muerto con Cristo y ha resucitado con Él a<br />

una vida nueva. La fe en la Resurrección es la roca firme<br />

para san Pablo, el lugar donde se asienta todo su<br />

dinamismo apostólico. (2L). El Evangelio nos muestra a<br />

Pedro y Juan que, entrando en el sepulcro, “ven y creen”.<br />

El sepulcro vacío es para ellos el inicio de una meditación<br />

que los conduce a la fe en Cristo resucitado.<br />

Mensaje doctrinal<br />

1. Cristo ha resucitado. “La Resurrección de Jesús es la<br />

verdad culminante de nuestra fe en Cristo” nos dice el<br />

Catecismo de la Iglesia Católica (CCC 683). La comunidad<br />

cristiana de los primeros tiempos vivió esta verdad como<br />

el centro de su existencia. Todas sus certezas: su caridad<br />

patente a todos, su serenidad ante el martirio, su amor<br />

por la Eucaristía... todo se refería en último término al<br />

misterio Pascual de Cristo a su muerte y su resurrección.<br />

“Si Cristo no resucitó vana es nuestra fe” argumenta san<br />

Pablo.<br />

Así como las primeras comunidades cristianas vivían de la<br />

fe en la Resurrección del Señor, así también los cristianos<br />

están llamados a vivir más a fondo el misterio de la<br />

Resurrección en sus vidas. “Si habéis resucitado con<br />

Cristo, buscad las cosas de arriba”. Para el creyente la<br />

resurrección es el dato culminante de su fe en Cristo; por<br />

la resurrección se confirman todas las promesas del<br />

Antiguo Testamento. El Señor ha sido fiel a su amor y se<br />

ha dado sin límites, con sobreabundancia. Por la<br />

Resurrección se confirma la divinidad del Señor: verdadero<br />

Dios y verdadero hombre. La Resurrección nos enseña la<br />

verdad íntima acerca de Dios (Dios es amor) y acerca de<br />

la salvación humana. Cristo en su misterio pascual lleva a<br />

su plenitud la revelación de Dios. Auto revelación definitiva<br />

de Dios. Por eso, es contraria a la fe católica la tesis del


carácter incompleto, limitado e imperfecto de la revelación<br />

en Cristo y que se completaría con la revelación de otras<br />

religiones (Cfr. Dominus Iesus 6).<br />

Conviene poner de relieve el carácter universal y salvífico<br />

de la muerte y resurrección del Señor. Cristo murió por<br />

todos para perdonarlos a todos de sus pecados. Porque<br />

Dios quiere que todos los hombres se salven.<br />

2. El cristiano está llamado a “con-resucitar” con Cristo y a<br />

“buscar las cosas de arriba”. Él es una creatura nueva, lo<br />

antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado y su vida está<br />

escondida con Cristo en Dios. ¿Está muy lejos de nuestra<br />

vida diaria esta verdad fundamental? A veces parecería<br />

que sí, que es una verdad demasiado bella para ser<br />

realidad, que es un sueño, un ideal inalcanzable. Parecería<br />

que el pecado y la muerte son más fuertes y condenan al<br />

hombre a una vida de obscuridad. Sin embargo, cuando<br />

consideramos con mayor atención el problema nos damos<br />

cuenta de que el poder y el amor de Dios son más fuertes<br />

que el pecado. “El amor es más fuerte” y Dios suscita en<br />

el corazón de los hombres anhelos de conversión, de bien,<br />

de transformación, y, con su Providencia Divina los<br />

conduce por caminos de salvación. Creed vivamente en la<br />

resurrección del Señor para vivir una nueva vida llena de<br />

esperanza, de fortaleza, de amor. Resucitar con Cristo<br />

será no vivir más en el pecado; será participar con Cristo<br />

en el misterio de la cruz y la salvación de los hombres;<br />

será vivir esta vida como peregrinos hacia la posesión<br />

eterna de Dios.<br />

Sugerencias pastorales<br />

1. Las mujeres son las primeras encargadas de anunciar la<br />

resurrección. El Evangelio nos dice que fueron las mujeres<br />

las primeras mensajeras de la resurrección del Señor,<br />

incluso antes que los apóstoles. Por su feminidad la mujer<br />

tiene una particular sensibilidad religiosa y humana.


Comprende más rápida e intuitivamente las verdades<br />

religiosas y las verdades humanas. Se inclina<br />

espontáneamente al valor religioso, a la protección de la<br />

vida humana, al cuidado de los más débiles. A ella se le<br />

encomendó anunciar el triunfo definitivo de Cristo sobre la<br />

muerte. Ella experimenta, como lo muestra el Evangelio,<br />

una particular fortaleza de espíritu porque comprende que<br />

se le ha encomendado de algún modo el bien de los<br />

hombres.<br />

En el mundo post-moderno que nos toca vivir con un<br />

fuerte relativismo y pérdida de la fe, la mujer cristiana<br />

está llamada a ser nuevamente mensajera privilegiada de<br />

las verdades cristianas. Ella será en el hogar aquella que<br />

irradia amor, comprensión y que educa a la familia en los<br />

valores sobrenaturales. Podemos decir que de la mujer<br />

depende en gran medida la fe del hogar, porque ella la<br />

transmite no sólo por sus palabras, sino por medio de su<br />

vida, de sus actitudes, de su capacidad de sufrimiento, de<br />

perdón. Ella, en el seno del hogar, o en el seno de una<br />

comunidad religiosa, o en el seno de la sociedad, o en la<br />

vida pública, o en los hospitales, o en la escuela... es la<br />

que hace presente los valores trascendentes y, lo que es<br />

más importante, la que revela a Dios como amor, la que<br />

muestra a Cristo resucitado y conduce hacia Él. Ella es<br />

maestra de la fe. Ella es el sol de la familia y de la<br />

sociedad.<br />

2. La comprensión de la resurrección del Señor. Sabemos<br />

que hay una gran ignorancia religiosa en nuestras<br />

generaciones jóvenes. Surgen por todas partes ideas<br />

erróneas de la fe, de la Iglesia, del dogma... En el tema de<br />

la resurrección también se da este fenómeno. No son<br />

pocos los que piensan en la reencarnación o en cosas<br />

semejantes. Es pues importante, salir al encuentro de<br />

nuestros fieles y ayudarlos a conservar su fe. Ayudarles<br />

con nuestra predicación, con nuestra atención personal,<br />

proporcionándoles, además materiales de apoyo como<br />

buenas lecturas, folletos, documentales... que les ayuden


a ilustrar su fe. Promover círculos bíblicos, escuelas de<br />

oración, encuentros fortuitos o preparados para defender y<br />

promover la fe de nuestros fieles. Debemos hacer todo lo<br />

que está en nuestras manos para que ninguna oveja se<br />

pierda por ignorancia o por falta de cultivo de nuestra<br />

parte.<br />

María, reconoció a Jesús resucitado cuando escuchó<br />

pronunciar su nombre. Quizá muchos de nuestros fieles<br />

puedan descubrir a Cristo resucitado cuando experimenten<br />

su amor, cuando comprendan su pasado, su presente y su<br />

futuro a la luz de este amor. Cuando hagan la experiencia<br />

de Cristo resucitado en sus propias vidas.<br />

49<br />

“Ha resucitado verdaderamente”<br />

Los discípulos que la tarde de la pascua volvieron de<br />

Emaús a Jerusalén para anunciar que habían visto al<br />

Señor entrando en la sala donde estaban reunidos los<br />

otros discípulos, aun antes de que abrieran la boca fueron<br />

acogidos por un coro de voces que gritaban: el Señor ha<br />

resucitado verdaderamente y se apareció a Simón<br />

(Lc.24,34). Todas las lecturas de hoy dicen que Cristo<br />

“resucitó”, pero el texto de Lucas contiene además el<br />

adverbio “verdaderamente”. Es una palabra pequeña (en<br />

griego, ontos ), pero ¡cuan densa de significado!) quiere<br />

decir: en realidad (no por decirlo así), según el ser (no<br />

según la apariencia solamente).<br />

La comunidad apostólica nos inculca de tal modo que, a<br />

propósito de la resurrección, no basta una fe cualquiera,<br />

por ejemplo una fe en un significado espiritual y simbólico,<br />

sino que es necesaria una fe en el “hecho” de la<br />

resurrección, una fe en su verdad “histórica”. Este


adverbio será por tanto el núcleo de nuestra homilía<br />

pascual de este año.<br />

¿En qué sentido se puede hablar de la resurrección como<br />

de un acontecimiento histórico? En un sentido<br />

particularísimo: ella está en el límite de la historia, como<br />

el hilo que divide el mar de la tierra firme; está dentro y<br />

fuera al mismo tiempo. Con ella, la historia se abre a lo<br />

que está más allá de la historia, a la escatología. En cierto<br />

sentido, es la ruptura de la historia y su superación, así<br />

como la creación es su comienzo. De ahí resulta que la<br />

resurrección sea un acontecimiento en sí mismo no<br />

testimoniable y no asible con nuestras categorías mentales<br />

que están todas ellas liga das a la experiencia. Nadie<br />

asiste al instante en el cual Jesús resucita. Nadie puede<br />

decir haber visto “resucitar” a Jesús, sino sólo haberlo<br />

visto “resucitado”. La resurrección no se conoce sino “a<br />

posteriori”, en segundo momento. Exactamente como la<br />

Encarnación es la presencia física del Verbo en María que<br />

demuestra el lecho de que él se ha encarnado. Así es la<br />

presencia espiritual de Cristo en la comunidad, hecha<br />

visible en las apariciones, que de muestra que Jesús ha<br />

resucitado verdaderamente. Esto explica el hecho<br />

desconcertante de que ningún historiador profano<br />

mencione la resurrección. Tácito, que con todo, recuerda<br />

“la muerte de un tal Cristo en el tiempo de Poncio Pilato” (<br />

Annales , 25), calla de la resurrección. Ese acontecimiento<br />

no tuvo relevancia y sentido sino para aquéllos que<br />

experimentaron sus consecuencias en el seno de la<br />

comunidad.<br />

¿En qué sentido, entonces, hablamos de una aproximación<br />

histórica a la resurrección de Cristo? Lo que se ofrece a la<br />

consideración del historiador y le permite hablar de la<br />

resurrección son dos hechos: la imprevista e inexplicable<br />

fe de los discípulos (una fe tan tenaz que resiste hasta la<br />

prueba del martirio) y la explicación que de tal fe ellos<br />

mismos nos han dejado. Recorramos su testimonio para<br />

ver hasta qué punto nos es dado, con él, acercarnos al<br />

acontecimiento de la resurrección.


Cerca del año 56 d.C. el apóstol Pablo escribe: Les he<br />

transmitido lo que yo mismo recibí Cristo murió por<br />

nuestros pecados, conforme a la Escritura. Se apareció a<br />

Pedro y después a los apóstoles. Luego se apareció a más<br />

de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte<br />

de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se<br />

apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles. Por<br />

último se me apareció también a mí, que soy como el fruto<br />

de un aborto (1 Cor. 15,3-8).<br />

El núcleo central de este testimonio es un “credo” anterior<br />

a san Pablo que -él mismo como dice explícitamente-<br />

recibió de otros y que podemos remontar a cerca del año<br />

35 d.C., es decir, a 5-6 años después de la muerte de<br />

Jesús. Testimonios antiquísimos, pues.<br />

Pero, ¿qué testimonian en concreto sus palabras? Dos<br />

hechos:<br />

Primero: “Ha sido resucitado”, en el sentido de “se<br />

despertó de nuevo”, “resucitó”, o en el pasivo “ha sido<br />

redespertado, resucitado”, se entiende, por Dios. Son<br />

palabras claramente inadecuadas. Cristo, de hecho, no<br />

resucita hacia atrás (como parece sugerirlo la partícula<br />

“re” que precede estos verbos). No vuelve a la vida de<br />

antes como Lázaro para después morir de nuevo, sino que<br />

resucita hacia adelante, hacia el nuevo mundo, a la nueva<br />

vida según el Espíritu (cfr. Rom. 1,4). Se trata de algo que<br />

no tiene semejanza en la experiencia humana y por esto<br />

debe ser expresado en términos impropios y figurados.<br />

Segundo: “aparece”, en el sentido de “se mostró”, ha sido<br />

hecho visible por Dios. Se trata de una experiencia<br />

fortísima y concretísima, por lo cual no pueden no hablar<br />

(Hech. 4,20). Quien la hizo está seguro de haber<br />

encontrado personalmente a Cristo, Jesús de Nazaret, no<br />

sólo un fantasma. Pablo dice que la mayoría todavía viven,<br />

enviando así tácitamente al lector a ellos para que pueda<br />

cerciorarse. La experiencia hecha por los otros es<br />

confirmada después por la propia experiencia: se apareció


también a mí. Cuando alguien como san Pablo afirma con<br />

toda simplicidad y seguridad una cosa como ésta, quedan<br />

pocas alternativas: o vio realmente a Cristo resucitado y<br />

vivo o es un mentiroso.<br />

Las narraciones evangélicas reflejan una fase ulterior del<br />

testimonio de la Iglesia. El núcleo central, empero, sigue<br />

siendo el mismo: ¡El Señor resucitó y apareció vivo! A esto<br />

se añade un elemento nuevo: el sepulcro vacío. De ello<br />

saca san Juan una prueba casi física de la resurrección de<br />

Jesús (cfr. Jn. 20 ssq). Pero también para los evangelios el<br />

hecho decisivo siguen siendo las apariciones.<br />

He aquí, pues, en síntesis, lo que dicen las fuentes.<br />

Después de la muerte, Jesús se hizo visible corporalmente<br />

a una serie de testigos por los cuales se ha hecho<br />

reconocer como aquél que vivía y actuaba entre ellos<br />

antes de la muerte. Se trata de una experiencia concreta,<br />

corporal: vieron al Resucitado con sus ojos, lo escucharon<br />

con sus oídos, y, tal vez, lo tocaron (cfr. Mt. 28, 9; Jn. 20,<br />

27). Al aparecer Jesús dio la impresión de estar<br />

corporalmente presente en el espacio y el tiempo, de<br />

moverse en este mundo. Fueron encuentros personales,<br />

de tú a tú, como cuando él estaba vivo. Los testigos tenían<br />

la certeza de que se trataba de la misma persona de<br />

antes. El Nuevo Testamento, que bien conoce la<br />

experiencia de la visión, describe las apariciones del<br />

Resucitado como algo completamente distinto.<br />

Las apariciones testimonian, sin embargo, también la<br />

nueva dimensión del Resucitado, su modo de ser “según'<br />

el Espíritu” que un modo nuevo y diverso respecto del<br />

modo de existir de antes, “según la carne”. Él puede ser<br />

reconocido por ejemplo, no por cualquiera que lo ve, sino<br />

sólo por aquél a quien él mismo se da a conocer. Su<br />

corporeidad es distinta de la de antes está libre de las<br />

leyes físicas: entra y sale por las puertas cerradas;<br />

aparece y desaparece. ¿Dónde estaba Jesús cuando<br />

desaparecía y de dónde parecía? Es un misterio como es<br />

un misterio su comer después de la resurrección. Nos falta


cualquier experiencia del mundo futuro -el mundo de Dios<br />

en el cual él entró- para poder hablar de él como cuando<br />

uno llega corriendo con los propios pies hasta la orilla del<br />

mar y después debe detenerse y contentarse con echar<br />

más allá sólo su mirada, porque en el agua no rigen ya las<br />

leyes físicas que permiten caminar sobre la tierra firme. En<br />

el mundo de la resurrección se entra sólo con la fe.<br />

Todas las objeciones contra el cristianismo se rompen -se<br />

ha dicho- contra la piedra derribada del sepulcro de Cristo<br />

y son repelidas como olas contra un arrecife. Es verdad,<br />

pero los creyentes no pueden eximirse de mirarlas en la<br />

cara y darles una respuesta, aun sabiendo que sus<br />

respuestas serán siempre estériles hasta que el Resucitado<br />

mismo no eche luz en la mente del que escucha.<br />

Sobre todo a propósito de las apariciones. Una explicación<br />

común es que se trata de visiones psicógenas, es decir, de<br />

sensaciones, tan vívidas de Cristo que los afectados creen<br />

haberlo visto de verdad. Pero esto, si fuese verdad, sería<br />

un milagro no menos grande. Supone que distintas<br />

personas, en lugares y situaciones distintos, tuvieron la<br />

misma “impresión” (o alucinación).<br />

Los discípulos no pudieron engañarse, eran gente<br />

concreta, pensadores, todo, menos afectos a las visiones.<br />

Primero, no creen y Jesús debe casi derribar su resistencia<br />

(Lc. 24,25): ¡Hombres, duros de entendimiento, cómo les<br />

cuesta creer...! (Mc. 16,14): (Los reprendió por su<br />

incredulidad y dureza de corazón). No pudieron ni siquiera<br />

engañar a los otros: todos sus intereses se oponían a ello.<br />

Habrían sido ellos los primeros en estar y sentirse<br />

engañados por Jesús si él no hubiera resucitado. ¿Con qué<br />

fin, entonces, afrontar la persecución y la muerte por él?<br />

Las visiones llegan de costumbre al que las aguarda y las<br />

desea intensamente, no al que ni siquiera piensa en ellas.<br />

Pero los apóstoles, después de los hechos del Viernes<br />

Santo, no esperaban nada ya. Al contrario, dieron por<br />

concluido el caso de Jesús y estaban pensando volver a<br />

sus aldeas y a sus tareas de antes. ¿Qué determinó en


ellos el cambio súbito y radical del estado de ánimo para<br />

que crean, testimonien, funden iglesias, si no<br />

precisamente las apariciones de Jesús resucitado?<br />

De cuando llegó a la palestra la idea (propuesta por R.<br />

Bultmann) de la demitologización, se suele poner esta<br />

objeción de fondo contra el hecho de la resurrección: esto<br />

-se dice- refleja el modo de pensar y de representarse el<br />

mundo de una época pre-científica que concibe el universo<br />

como hecho de planos superpuestos (el de Dios, el del<br />

hombre y el de los infiernos) con la posibilidad de pasar<br />

del uno al otro. Esta sería una concepción “mítica” del<br />

mundo que hoy ya no puede ser mantenida. A esto se<br />

debe responder que la idea de la demitización no puede<br />

ser aplicada de esta manera al hecho de la resurrección de<br />

Cristo. La resurrección de la muerte, de hecho,<br />

contrastaba con la concepción antigua del mundo como<br />

contrasta con la de hoy, como demuestra el discurso de<br />

Pablo en Atenas (cfr. Hech. 17,32). Si, por tanto, los<br />

apóstoles la defendieron tan tenazmente no es porque ella<br />

es conforme a las representaciones de su tiempo, sino<br />

porque era conforme a la verdad, es decir, a lo que ellos<br />

habían visto, oído y tocado.<br />

Muchos de aquéllos que niegan el carácter histórico de la<br />

resurrección admiten, sin embargo, que Dios intervino<br />

directamente en el caso de Jesús de Nazaret avalando su<br />

causa a los ojos del mundo. Pero si es así, está claro que<br />

en algún modo Dios obró milagrosamente en Jesús de<br />

Nazaret. Y si obró milagrosamente, ¿qué diferencia existe<br />

en admitir que se trató de verdadera resurrección y de<br />

apariciones verdaderas y no de hechos anteriores y<br />

puramente visionarios? ¿Hay acaso algo que sea<br />

demasiado grande para Dios o quizás Dios ama el<br />

ilusionismo?<br />

Pero hay más. Si se niega el carácter histórico de<br />

acontecimiento real a la resurrección, el nacimiento de la<br />

Iglesia y de la fe se convierte en un misterio más<br />

inexplicable que la resurrección misma. “La idea de que el


imponente edificio de la historia del cristianismo sea como<br />

una enorme pirámide colocada sobre un fiel, es decir,<br />

sobre un hecho insignificante, es ciertamente menos<br />

creíble que la afirmación de que la resurrección ocupó<br />

realmente un puesto en la historia, parangonable a lo que<br />

le atribuye el Nuevo Testamento” (Dodd).<br />

¿Cual es, entonces, el punto de llegada de la investigación<br />

histórica a propósito de la resurrección de Cristo?<br />

Podemos recogerlo -como sugiere Kierkegaard- en las<br />

palabras de los discípulos de Emaús: algunos discípulos, la<br />

mañana de Pascua, fueron al sepulcro de Jesús y<br />

encontraron que las cosas eran como las mujeres habían<br />

relatado; pero a él no lo vieron (cfr. Lc. 24,22-24).<br />

También la historia va al sepulcro de Jesús y debe<br />

constatar que las cosas están así como lo dijeron los<br />

testigos. Pero a él, al Resucitado, no lo ve. No basta<br />

constatar históricamente, hay que “ver” al Resucitado, y<br />

esto no lo puede dar la historia, sino sólo la fe. Además,<br />

acontece lo mismo para los testigos de entonces: también<br />

para ellos fue necesario un salto: de las apariciones y tal<br />

vez del sepulcro vacío -que eran hechos históricos-<br />

llegaron a la afirmación: ¡Dios lo resucitó! , que es una<br />

afirmación de fe. En cuanto afirmación de fe, ésta más que<br />

una conquista es un don. Y de hecho, en el evangelio no<br />

todos ven al Resucitado, sino sólo aquéllos a quienes él<br />

mismo se da a conocer. Los discípulos de Emaús habían<br />

caminado con él sin reconocerlo hasta que, cuando él<br />

quiso, sus ojos se abrieron y lo reconocieron (Lc.24, 31).<br />

Sólo hay que rezar para que también nuestros ojos se<br />

abran en esta Pascua para recibir de un modo nuevo la luz<br />

de la resurrección para reconocer al Señor al partir el pan<br />

y así testimoniar también nosotros a nuestros hermanos<br />

que “El Señor resucitó verdaderamente”.<br />

COMENTARIOS GENERALES. SAN ISIDORO DE SEVILLA


Descendiendo, libró a los que quiso, de la muerte<br />

Porque descendiendo al infierno a aquellos que estaban<br />

cautivos los arrancó de la dominación del demonio,<br />

tomándolos a los goces celestiales, ya mucho tiempo antes<br />

Él mismo lo había anunciado por Oseas: “Yo, dice, yo haré<br />

mi presa y me iré con ella; yo la tomaré y no habrá quién<br />

me la quite, me marcharé y me volveré a mi habitación,<br />

esto es, al solio celeste” (Oseas 5 14) y más abajo: “No<br />

obstante, yo los libraré del poder de la muerte; de las<br />

garras de la muerte los redimiré. ¡Oh muerte!, he de ser la<br />

muerte tuya: seré tu destrucción, ¡oh infierno! (Oseas 13,<br />

14.)<br />

El cuerpo de Cristo no vio la corrupción en el<br />

sepulcro<br />

Porque el cuerpo de Cristo no vio la corrupción en el<br />

sepulcro, sino que inmediatamente, vencida la muerte,<br />

resurgiendo, salió de los infiernos, esto mismo por el<br />

profeta lo predijo en los salmos: “Porque yo sé que no has<br />

de abandonar Tú, oh Señor, mi alma en el sepulcro, ni<br />

permitirás que tu santo experimente la corrupción.” (Ps.<br />

15, 10 De esta misma resurrección canta el Salmo 3: “Yo<br />

me dormí, y me entregué a un profundo sueño y, me<br />

levanté, porque el Señor me tomó bajo su amparo” (Ps 3,<br />

6.)<br />

Para qué otra cosa indica el profeta, que habiendo<br />

dormido resucitó sino para indicar que este sueño era<br />

muerte, y el despertar resurrección, lo cual en el Ps.<br />

cuadragésimo más abiertamente se muestra cuando dice:<br />

“Pero Tú, Señor, ten piedad de mí. y levántame, que yo<br />

les daré a ellos su merecido (Ps. 46, 11). Y nuevamente:<br />

“¿Mas, por ventura, el que duerme, no ha de volver a<br />

levantarse?” (Ps, 40, 9.) Lo mismo se canta en el Ps. 4:<br />

“Mas yo, Dios mío, dormiré en paz y descansaré en tus<br />

promesas, porque Tú, oh Señor, sólo Tú, has asegurado<br />

mi esperanza.” (Ps. 4, 9-10.). “De una manera singular”,


porque sólo Él descansó de esta manera, para resucitar<br />

inmediatamente después de la muerte.<br />

También por Isaías de su misma resurrección así clama:<br />

“Mas ahora, me levantaré yo, dice el Señor; ahora seré<br />

ensalzado, ahora seré glorificado” (Is. 33, 10.) Con este<br />

testimonio abiertamente señala su resurrección y su<br />

ascensión. A continuación describe la envidia de los judíos<br />

diciendo: “Vosotros conseguiréis fogosos designios y el<br />

resultado será paja; vuestro mismo espíritu cual fuego, os<br />

devorará.”<br />

Resucitó de entre los muertos<br />

Porque había de resucitar al tercer día, el profeta Oseas lo<br />

había predicho diciendo: “En medio de sus tribulaciones se<br />

levantarán con presteza para convertirse a Mí. Venid,<br />

dirán, volvámonos al Señor, porque Él nos ha cautivado,<br />

pero Él mismo nos pondrá en salvo, Él nos ha herido, y Él<br />

mismo nos curará. Él mismo nos volverá a la vida después<br />

de dos días; al tercero día nos resucitará, y viviremos en<br />

la presencia suya.” (Oseas 6, 1-3.) Todo esto se cumplió<br />

en Cristo. Entregado y muerto el viernes y el sábado,<br />

resucitó el domingo muy de madrugada. Por esto añade el<br />

profeta: “Preparado está a su advenimiento como la<br />

aurora.” (Oseas 6, 3.) Empero, en cuanto a lo que dijo:<br />

“Nos resucitará y viviremos en la presencia suya”; esto el<br />

profeta lo dice de su persona o de los santos, que estaban<br />

en los infiernos y resucitaron con Él al tercer día.<br />

EL CONSUELO DEL SEPULCRO PASCUAL<br />

El silencio profundo, sepulcral, del Sábado Santo se rompe<br />

por el alegre repiqueteo de las campanas en el mundo<br />

entero. Los templos, corno ríos salidos de madre, echan


de sí corrientes de hombres, millares de fieles, y por<br />

doquiera se vuelva la mirada no se ve más que un gentío<br />

onduloso, rostros con expresión de fiesta, ojos que brillan<br />

de alegría.<br />

¿De dónde procede esta fuerza jubilosa de Pascua? ¿De<br />

dónde esta alegría del espíritu humano? ¿Para qué las<br />

procesiones, los cánticos entusiastas? ¿Para qué este salir<br />

a la calle? ¿Por qué este júbilo desbordante, que pone<br />

tensas las venas? ¿A quién se dirige el festivo repiqueteo?<br />

Esta alegría efusiva, vibrante, de Pascua parte de un<br />

sepulcro e inunda el mundo entero. Junto al sepulcro de<br />

Jesucristo escarnecido, ultrajado, crucificado y ya<br />

resucitado, se apodera de nuestra mente un doble<br />

pensamiento:<br />

En el día de Pascua, la vida triunfó de la muerte, y la<br />

justicia pisoteada cantó Victoria sobre la maldad. Es decir,<br />

la Pascua es: 1º La fiesta del porvenir; y 2º La fiesta<br />

triunfal de la justicia.<br />

I- Pascua es la fiesta del porvenir<br />

La ley general de la caducidad de esta vida abruma<br />

nuestra alma; pero Jesucristo triunfador, que sale del<br />

sepulcro para no morir, nos asegura que más allá del<br />

perecer terreno nos espera un porvenir más hermoso, más<br />

completo.<br />

La fuerza motriz y jubilosa de Pascua brota de esta gran<br />

verdad: la muerte del individuo y la destrucción de los<br />

mundos no son una muerte y una destrucción definitivas,<br />

sino que la vida terrena tiene su continuación en una vida<br />

inmortal.<br />

De esta verdad brota la alegría vivificadora y perenne del<br />

acontecimiento más trascendental de la historia, la<br />

resurrección de Cristo, y por esto brotan también del


sepulcro del Resucitado las fuentes vivas del valor, de vivir<br />

y del optimismo, que triunfa del mundo.<br />

Desde el rosicler de la primera aurora pascual iluminó los<br />

pálidos rostros de los Apóstoles y les dio la magnífica y<br />

gozosa nueva, han pasado ya casi dos mil años en la<br />

historia. No es posible contar las corrientes culturales, que<br />

des de entonces se ofrecieron como guías, prometiendo<br />

conducir al hombre a la tierra de la felicidad.<br />

También por encima de los hombres de hoy, nerviosos y<br />

quebrantados, ondean, reclutando centenares de espíritus,<br />

banderas diferentes, mas los centenares de millones de<br />

hombres que en la noche sublime del Sábado Santo rinden<br />

tributo de pleitesía por todo el orbe a Cristo resucitado,<br />

confiesan con fuerza instintiva las palabras del Apóstol:<br />

“No se nos dio otro nombre en que podamos salvar nos,<br />

sino este nombre de Jesucristo”.<br />

Ved un sepulcro que desde hace ya dos mil años no se ha<br />

enfriado; un sepulcro al cual monta guardia la piedad de<br />

centenares de millares de fieles, porque todos saben que<br />

fuera de Jesucristo resucitado no puede haber una<br />

orientación segura de la vida, ni puede haber porvenir ni<br />

esperanzas ni punto de apoyo para ella.<br />

El hombre que se satura del misterio pascual siente<br />

también la fuerza del perecer, mas él no baja al sepulcro<br />

como vencido, sino como vencedor. Para El la muerte no<br />

es el final, sino el principio; no aniquilamiento, sino<br />

partida. Después de la patria terrena, la patria eterna;<br />

después del prólogo, el libro.<br />

Todas las veces que el pensamiento paralizador del<br />

perecer se presenta a su alma para apoderarse de ella, El<br />

muestra con una superioridad triunfal el sepulcro pascual<br />

vacío. ¡Sí! En Pascua germinan los brotes, en Pascua se<br />

abren los capullos, en Pascua se despliegan los pétalos, en<br />

Pascua empieza una nueva pulsación de vida después del<br />

anquilosa miento invernal, en Pascua, una fuerza


misteriosa llena los árboles, al parecer muertos. . ., y<br />

también las almas humanas.<br />

Los Césares pueden levantar imperios mundiales, los<br />

sabios pueden sorprender a la Humanidad con alardes<br />

siempre nuevos de la técnica, los artistas pueden brindarle<br />

obras maestras que llenen de admiración; pero nadie es<br />

capaz de llenar las profundidades del alma humana, si no<br />

quiere seguir las huellas del Resucitado.<br />

El héroe del Fausto, de Goetthe, lo probó todo; cuando<br />

desengañado de todo, desilusionado de todo, quiere<br />

arrojar de sí la vida, oye de repente el solemne repiqueteo<br />

de las campanas, que llega hasta él de una iglesia<br />

cercana; la mano, levantada ya para el suicidio, cae<br />

inerme, y un nuevo estremecimiento de vida sacude el<br />

corazón desalentado.<br />

El glorioso sepulcro pascual pregona una fiesta de<br />

consuelo para todos aquellos -y son legión- que con sudor<br />

en su frente, con las heridas de la lucha por la vida en su<br />

cuerpo, pero con la paz de una conciencia tranquila en su<br />

corazón, cumplen silenciosamente su deber con la santa<br />

convicción de que la Justicia y la Bondad no pueden<br />

perecer.<br />

¡Ah, cómo nos vivifica el Salvador resucitado! ¡Cuánta<br />

esperanza, y qué noble empuje brota de su sepulcro vacío!<br />

De modo que el Viernes Santo, ¿no es siempre sombrío y<br />

luctuoso? De modo que ¿no es posible ahogar por<br />

completo a la justicia?<br />

Cristo murió en la cruz. Murió el pastor y se dispersó la<br />

grey. . . ¡Infierno; ésta fue tu victoria!<br />

Cristo murió en la Cruz. Derramó toda su Sangre; los<br />

soldados montaban guardia delante de su sepulcro<br />

sellado; nadie creía que pudiera hablarse todavía de vida,<br />

de resurrección. . . ¡Infierno, ésta fue tu victoria!


Cristo murió en la cruz. Pero apenas inclinó su cabeza, se<br />

estremeció la tierra, se resquebrajaron las rocas, se<br />

abrieron las tumbas, el sol se obscureció... ¡Infierno,<br />

cuidado con tu victoria!<br />

Cristo murió en la cruz. Pero al tercer día el fulgor del<br />

sepulcro pascual puso en fuga todas las tinieblas, y al<br />

fúlgido resplandor de Cristo resucitado huyó el pecado y la<br />

muerte. . . ¡Infierno!, ¿dónde está tu victoria?<br />

Cristo murió en la cruz. Pero su muerte heroica infundió<br />

nueva vida a la grey dispersa; las almas se encendieron<br />

con el fuego de Pentecostés. . . ¡Infierno!, ¿dónde está tu<br />

victoria?<br />

Cristo murió en la cruz. Pero desde hace dos milenios los<br />

ojos de millones de hombres, arrasados de lágrimas,<br />

miran con amor agradecido el sepulcro pascual y cantan<br />

con alegría desbordante el himno triunfal: “Cristo ha<br />

resucitado hoy, ¡aleluya!”<br />

Sí, Pascua es la fiesta del porvenir, la fiesta de la vida.<br />

II- Pascua es la fiesta de la justicia<br />

¿Podrá tomarlo a mal alguno sí nosotros, húngaros<br />

atribulados, cobijamos con solicitud en nuestro espíritu,<br />

junto al santo misterio de Pascua, otro pensamiento<br />

amado?<br />

La presente festividad nos enseña que no hay vida sin<br />

muerte, que el sol sale de la noche, y que a través del<br />

sepulcro del sufrimiento se llega a la alegría pascual.<br />

El noble sacrificio y la Pasión de Cristo inocente atestiguan<br />

con toda claridad la gran verdad de la filosofía de la<br />

historia, es a saber, que los pueblos viven de los sacrificios<br />

que hacen de sí mismos los miembros mejores, más<br />

puros, más santos de la nación.


Los antiguos creían que para que los cimientos de un<br />

edificio fuesen resistentes era necesario mezclar en la<br />

argamasa sangre de hombres inocentes. Pues bien, la<br />

verdad pascual nos enseña que del sufrimiento que los<br />

húngaros soportan con tesón y virilidad -sufrimiento cuya<br />

cruz llevan cargada sobre sus hombros ensangrentados<br />

precisamente los mejores de la nación- puede brotar una<br />

fuerza de consistencia a un nuevo milenario en la historia<br />

húngara.<br />

En la aurora pascual, la Justicia condenada, pisoteada,<br />

ejecutada en medio de crueles tormentos, salió del<br />

sepulcro, enseñándonos que hemos de conseguir el<br />

derecho de la alegría pascual pasando por las estaciones<br />

sangrientas del Calvario.<br />

¿Es maravilla si Cristo, que salió de su sepulcro para una<br />

vida nueva y triunfadora, está hoy tan cerca del pueblo<br />

húngaro que lucha y está a la vera de una fosa abierta?<br />

¿Es maravilla, si la fuerza del gran misterio pascual<br />

acaricia nuestras almas como el rayo de sol de un<br />

resplandeciente día de mayo?<br />

La Justicia nunca gozó de popularidad; es posible sujetar<br />

con cadenas también a la Justicia durante cierto tiempo;<br />

es posible hacer befa de la Bondad; pisotear el Honor;<br />

pero su fuerza, superior al mundo, sale hasta del sepulcro<br />

cerrado y sellado, y se muestra triunfadora con el fulgor<br />

de la aurora pascual La suerte definitiva de la Justicia no<br />

puede ser la oscuridad del Calvario, el Viernes Santo, sino<br />

el resplandor deslumbrante de la aurora pascual.<br />

¡Repicad, pues, tocad campanas de la Pascua! Pregonad al<br />

mundo universo, doquiera que haya hombres oprimidos,<br />

hombres que sufren, decid que no durará para siempre la<br />

oscuridad del Viernes Santo que la noche huirá ante la luz<br />

de la aurora pascual. Nosotros creemos que después de<br />

cada Viernes Santo sigue la Pascua, Nosotros creemos que<br />

al final de todo camino ensangrentado y después del


Huerto de los Olivos y del Gólgota brilla siempre la luz del<br />

sepulcro pascual.<br />

Creemos que las estaciones ensangrentadas del Vía<br />

Crucis, que recorre la historia húngara, aun en medio de<br />

los latigazos de los Pilatos, Caifás y Herodes, conducen al<br />

sepulcro de la resurrección. Sí, creemos firmemente que si<br />

bien nuestro Viernes Santo durará más de veinticuatro<br />

horas, llegará, no obstante, la aurora pascual. ¿Cuándo?<br />

No lo sabemos. Pero que un día alboreará, nos lo pregona<br />

y lo exige también la ley fundamental del orden moral de<br />

este mundo.<br />

Toda Europa atraviesa por una hora de aguda crisis: quiso<br />

vivir volviendo las espaldas a Jesucristo y hubo de ver que<br />

el sufrimiento no se mitigaba, antes al contrario, que<br />

menguaba su alegría. Nosotros tenemos la obligación de<br />

volver fielmente al Amor crucificado, y entonces nos<br />

inundará él resplandor pascual.<br />

De ahí que hoy brote de nuestros labios, en dos sentidos,<br />

con pensamientos de la patria terrena y de la patria<br />

eterna, la viva súplica pascual a Jesucristo resucitado,<br />

pidiéndole que, en medio de la oscuridad de nuestro triste<br />

Calvario, se despeje el cielo y alboree sobre nosotros la<br />

suave luz de la mañana pascual.<br />

En ello consiste el consuelo vivificador del sepulcro vacío<br />

de Cristo resucitado.<br />

¡Exsurge Christe, adjuvanos, libéranos, sálvanos!<br />

¡Levántate, Cristo! ¡Ayúdanos, líbranos, sálvanos!<br />

La herida más grave de la tierra


LA TUMBA VACÍA<br />

En la historia del mundo solo se ha dado una vez el caso<br />

de que delante de la entrada de una tumba se colocara<br />

una gran piedra y se apostara una guardia para evitar que<br />

un hombre muerto resucitara de ella: fue la tumba de<br />

Cristo en la tarde del viernes que llamamos santo. ¿Qué<br />

espectáculo podría haber más ridículo que el ofrecido por<br />

unos soldados vigilando un cadáver? Pero fueron puestos<br />

centinelas para que el muerto no echara a andar, el<br />

silencioso no hablara y el corazón traspasado no volviera a<br />

palpitar con una nueva vida. Decían que estaba muerto;<br />

sabían que estaba muerto; decían que no resucitaría, y,<br />

sin embargo, vigilaban. Le llamaban abiertamente<br />

impostor. Pero ¿seguiría acaso engañando? ¿Acaso el que<br />

les había engañado dejándoles que creyeran que habían<br />

ganado la batalla, ganaría la guerra de la verdad y el<br />

amor? Recordaban que Jesús había dicho que su cuerpo<br />

era el Templo y que, después de tres días de que ellos lo<br />

hubieran destruido, Él volvería a edificarlo, recordaban<br />

también que se había comparado con Jonás, y había dicho<br />

que, así como Jonás había estado en el vientre de la<br />

ballena por tres días, así Él estaría en el seno de la tierra<br />

por tres días y luego resucitaría. Al cabo de tres días<br />

recibió Abraham a su hijo Isaac, ofrecido antes en<br />

sacrificio; tres días estuvo Egipto sumido en tinieblas que<br />

no eran naturales; al tercer día se apareció Dios en el<br />

monte Sinaí. También ahora existía cierta preocupación<br />

por lo que ocurriría el tercer día. Al amanecer del sábado,<br />

por tanto, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos,<br />

quebrantando el descanso sabático, se presentaron ante<br />

Pilatos para decirle:<br />

Señor, recordamos que aquel impostor dijo mientras vivía<br />

aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues,<br />

asegurar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que<br />

vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al<br />

pueblo: Ha resucitado de entre los muertos. Y el postrer<br />

error será peor que el primero. (Mt 27, 63s).


El que ellos pidieran una guardia hasta el “tercer día<br />

indicaba” que pensaban más en las palabras que había<br />

dicho Cristo que en el temor que pudieran sentir de que<br />

los apóstoles robaran un cadáver y lo colocaran de pie<br />

simulando una resurrección. Pero Pilatos no se sentía de<br />

humor para ver a aquel grupo porque ellos eran los culpables<br />

de que hubiera condenado sangre inocente. Había<br />

hecho su investigación oficial para cerciorarse de que<br />

Cristo estaba muerto; no se sometería a la idea absurda<br />

de usar los soldados del César para custodiar una tumba<br />

judía. Pilatos les dijo así:<br />

Tenéis una guardia; id, y guardadlo como sabéis. (Mt 27,<br />

65).<br />

La guardia era para prevenir la violencia, el sello era para<br />

prevenir todo fraude. Debería haber un sello, y los<br />

enemigos serian quienes lo pusieran. Debía haber una<br />

guardia, y los enemigos serian quienes se encargaran de<br />

ello. Los certificados de la muerte y resurrección serían,<br />

por lo tanto, firmados por los mismos enemigos. Por<br />

medio de la naturaleza, los gentiles se aseguraron de que<br />

Cristo estaba muerto; los judíos, por medio de la ley.<br />

Ellos, pues, se fueron, y sellando la piedra, aseguraron el<br />

sepulcro por medio de la guardia. (Mt 27,66).<br />

El rey yacía de cuerpo presente con su guardia personal a<br />

su alrededor. Lo más asombroso en este espectáculo de la<br />

vigilancia en torno a un cadáver era que los enemigos de<br />

Cristo esperaban la resurrección mas no así sus amigos.<br />

En este caso los fieles eran los escépticos; los infieles eran<br />

los que creían. Sus seguidores necesitaban y pidieron<br />

pruebas antes de darse por convencidos. En las tres<br />

grandes escenas del drama de la resurrección hubo una<br />

nota de tristeza e incredulidad. La primera escena fue la<br />

de una dolorosa Magdalena que vino por la mañana<br />

temprano a la tumba, provista de especias aromáticas, no<br />

para saludar al Salvador resucitado, sino para ungir su<br />

cuerpo inerte.


Magdalena junto al sepulcro<br />

En el amanecer del domingo viose a varias mujeres que se<br />

acercaban al sepulcro. El mismo hecho de que las mujeres<br />

llevaran drogas aromáticas demuestra que no esperaban<br />

la resurrección. Esto parece extraño después de las<br />

muchas referencias que nuestro Señor había hecho a su<br />

muerte y resurrección. Veto, por lo visto, los discípulos y<br />

las mujeres, cuando Jesús les hablaba de su pasión, parecían<br />

recordar más lo que había dicho de su muerte que lo<br />

de su resurrección. Nunca se les ocurrió que esto fuera<br />

posible. Era algo extraño a su modo de pensar. Cuando la<br />

gran piedra fue rodada hasta la entrada del sepulcro, no<br />

solo quedó sepultado Cristo, sino también todas las<br />

esperanzas de ellos. La única idea que tenían las mujeres<br />

en aquellos momentos era la de ungir el cuerpo exánime<br />

de Cristo, acción que era fruto de su amor falto de<br />

esperanza y de fe. Dos de ellas, por lo menos, habían<br />

presenciado el sepelio; de ahí que lo que principalmente<br />

les interesaba fuera la acción práctica: ¿Quién nos<br />

apartará la piedra de la puerta del sepulcro? (Mc 16, 3).<br />

Era el grito de los corazones de poca fe. Unos hombres<br />

vigorosos habían cerrado la entrada de la tumba colocando<br />

contra ella aquella gran piedra; la preocupación de las<br />

mujeres era hallar el modo de apartarla para poder<br />

realizar su obra de misericordia. Los hombres no<br />

acudieron a la tumba hasta que fueron requeridos para<br />

que lo hicieran, tan poco era la fe que en aquellos<br />

momentos tenían. Veto las mujeres fueron solamente<br />

porque en su tristeza trataban de hallar consuelo al<br />

embalsamar al difunto. Nada resulta más anti histórico<br />

que decir que las piadosas mujeres estaban esperando<br />

que Cristo resucitara de entre los muertos. La resurrección<br />

era algo que nunca esperaron. Sus ideas no estaban<br />

alimentadas por ninguna clase de sustancia de la cual<br />

pudiera desarrollarse tal esperanza.<br />

Pero al aproximarse vieron que la piedra había sido<br />

retirada. Antes de que llegasen se había producido un gran


terremoto, y un ángel del Señor, descendido del cielo,<br />

apartó la piedra y se sentó sobre ella: Su aspecto era<br />

como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve; y<br />

por miedo de él los guardias temblaron y quedaron como<br />

muertos. (Mt 28, 4).<br />

Al acercarse las mujeres vieron que aquella piedra, a<br />

pesar de ser tan grande, había sido ya retirada de su sitio.<br />

Veto no llegaron inmediatamente a la conclusión de que su<br />

cuerpo había resucitado. La conclusión a que podían haber<br />

llegado era que alguien había retirado el cadáver. En vez<br />

del cuerpo de su Maestro, vieron a un ángel cuyo aspecto<br />

era como el de un deslumbrador relámpago y sus vestidos<br />

de nívea blancura, el cual les dijo: ¡No os asustéis! Buscáis<br />

a Jesús Nazareno, que fue crucificado; ha resucitado; no<br />

está aquí, mirad el lugar donde le pusieron. Más partid,<br />

decid a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros<br />

a Galilea; allí le veréis, así como os lo dijo.<br />

Para un ángel, la resurrección no era ningún misterio, pero<br />

si lo habría sido la muerte de Jesús. Para el hombre, la<br />

muerte de Jesús no era ningún misterio, pero si lo sería su<br />

resurrección. Par tanto, lo que ahora era objeto de<br />

anuncio era lo que había resultado cosa natural para el<br />

ángel. El ángel era uno más de los guardianes que los<br />

enemigos habían colocado junta a la tumba del Señor, un<br />

soldado más de los que Pilatos había autorizado.<br />

Las palabras del ángel fueron el primer evangelio<br />

predicado después de la resurrección, y este evangelio<br />

remontábase hasta la pasión, puesto que el ángel habló de<br />

El coma de Jesús el Nazareno, el cual fue crucificado.<br />

Estas palabras encerraban el nombre de su naturaleza<br />

humana, la humildad de su lugar de residencia y la ignominia<br />

de su muerte; estas tres cosas: humildad,<br />

ignominia y oprobio, son puestas en contraste con la gloria<br />

de su resurrección de entre los muertos. Belén, Nazaret y<br />

Jerusalén se convierten en las señales de identificación de<br />

su resurrección.


Las palabras del ángel: “Mirad el lugar donde le pusieron”,<br />

confirmaba la realidad de su muerte y el cumplimiento de<br />

las antiguas profecías. Las lápidas funerarias llevan la<br />

inscripción: Hic ictcet, (Aquí reposa); luego sigue el<br />

nombre del difunto y tal vez alguna frase de elogio sobre<br />

el mismo. Pero aquí, formando contraste con esto, el ángel<br />

no escribió, mas expreso un epitafio diferente: “El no está<br />

aquí”. El ángel hizo que las mujeres contemplaran el lugar<br />

en que el cuerpo del Señor había sido colocado como si la<br />

tumba vacía fuera prueba suficiente del hecho de la<br />

resurrección. Las indujo a que se apresuraran a anunciar<br />

la resurrección. El nacimiento del Hijo de Dios fue<br />

anunciado a una mujer virgen. A una mujer caída le fue<br />

anunciada su resurrección.<br />

Las mujeres que vieron la tumba vacía recibieron el<br />

encargo de ir a Pedro, que había tentado en cierta ocasión<br />

al Señor para que renunciara a su cruz y que por tres<br />

veces había negado conocerle. El pecado y la negación no<br />

pudieron reprimir el amor divino. Aunque pareciera<br />

paradójico, cuanto mayor era el pecado, menor era la fe;<br />

y, sin embargo, cuanto mayor era el arrepentimiento del<br />

pecado, mayor la fe. Los que recibieron las muestras más<br />

expresivas de amor fueron la oveja perdida, los publícanos<br />

y las rameras, los Pedros negadores y los Pablos<br />

perseguidores. Al hombre que había sido llamado la Roca<br />

y que quiso apartar a Cristo de su cruz, el ángel le<br />

mandaba ahora, por medio de tres mujeres, el mensaje de<br />

la resurrección: “Id y decid a Pedro”.<br />

La misma preeminencia individual que se dio a Pedro en la<br />

vida pública de Jesús continuaba dándose en el periodo de<br />

la resurrección. Veto aunque se mencionaba aquí a Pedro<br />

junto con los apóstoles de los cuales era ella cabeza, el<br />

Señor se apareció a Pedro a solas antes de manifestarse a<br />

los discípulos de Emaús. Esto resulta evidente del hecho<br />

de que más adelante dirían los discípulos que el Señor se<br />

había aparecido a Pedro. La buena nueva de la redención<br />

era dada así a una mujer que había caído y a un apóstol<br />

que había negado, pero ambos se habían arrepentido.


María Magdalena, que en la semioscuridad del crepúsculo<br />

se había adelantado a sus compañeras, observó que la<br />

piedra había sido ya apartada y que la entrada del<br />

sepulcro estaba abierta. Una rápida mirada la convenció<br />

de que la tumba estaba vacía. En seguida pensó en ir a<br />

avisar a los apóstoles Pedro y Juan. Según la ley mosaica,<br />

no podía llamarse a una mujer a declarar coma<br />

testimonio. Veto María no les llevaba noticias de la<br />

resurrección, puesto que no la estaba esperando. Suponía<br />

que el Maestro se hallaba todavía baja el poder de la<br />

muerte cuando dijo a Pedro y a Juan: Han quitado del<br />

sepulcro al Señor, no sabemos donde le han puesto. (Jn<br />

20, 2).<br />

De todos los discípulos y seguidores hubo solo cinco que<br />

estuvieron “Velando”: tres mujeres y dos hombres, como<br />

las cinco vírgenes que aguardaban la llegada del esposo.<br />

Todos ellos estaban lejos de sospechar que Jesús hubiera<br />

resucitado.<br />

Llenos de excitación, Pedro y Juan corrieron al sepulcro<br />

dejando a María mucho más atrás. Juan era el que más<br />

corría, por lo cual llegó antes que su compañero. Cuando<br />

llegó Pedro, ambos entraron en el sepulcro, donde vieron<br />

los lienzos por el suelo, así coma el sudario que habían<br />

puesto sobre la cabeza de Jesús, pero este velo o sudario<br />

no estaba junto con los lienzos, sino doblado en cierto<br />

lugar aparte. Lo que había tenido efecto, había sucedido<br />

de una manera correcta y ordenada, no como si lo hubiera<br />

hecho un ladrón, ni siquiera un amigo. El cuerpo había<br />

desaparecido de la tumba; las vendas fueron encontradas<br />

enrolladas. Si los discípulos hubieran robado el cuerpo,<br />

con la prisa no se habrían entretenido en quitarle las<br />

vendas y dejado allí los lienzos. Cristo se había desembarazado<br />

de sus ataduras por su divino poder. Pedro y<br />

Juan No conocían todavía la Escritura, que decía que había<br />

de resucitar de entre los muertos. (Jn 20, 9).<br />

Tenían los hechos y la prueba de la resurrección, pero no<br />

comprendían todo su significado. El Señor dio comienzo


ahora a la primera de sus once apariciones registradas en<br />

la Biblia entre su resurrección y su ascensión: a veces a<br />

sus apóstoles, otras a quinientos hermanos juntos, y en<br />

otras ocasiones a las mujeres. La primera aparición fue a<br />

María Magdalena, la cual volvió al sepulcro después de que<br />

Pedro y Juan hubieron salido de él. Parecía no caberle en<br />

la cabeza la idea de la resurrección, a pesar de que ella<br />

misma había resucitado de una tumba sellada por los siete<br />

demonios del pecado. Al encontrar la tumba vacía, volvió a<br />

romper a llorar. Con los ojos bajos, mientras el sol<br />

matutino empezaba a extender su claridad por encima de<br />

la hierba cubierta de rocío, advirtió vagamente la presencia<br />

de alguien que le preguntaba: Mujer, ¿por qué lloras?<br />

(Jn 20, 13).<br />

Estaba llorando por lo que había perdido, pero la pregunta<br />

que se le hacía le hizo interrumpir su llanto para<br />

responder: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé<br />

donde le han puesto. (Jn 20, 14).<br />

No hubo terror al ver los ángeles, puesto que aun el<br />

mundo en llamas no la habría conmovido, tanta era la<br />

pena que se había adueñado de su alma. Al contestar,<br />

María se volvió y vio a Jesús de pie ante ella, pero no le<br />

reconoció. Creyó que era el hortelano, el hortelano de José<br />

de Arimatea. Suponiendo que este hombre sabría donde<br />

podía encontrar al Señor, María Magdalena se arrodilló y<br />

preguntóle: ¡Señor, si tu le has quitado de aquí, dime<br />

dónde le has puesto, y yo me lo llevaré! (Jn 20, 15).<br />

¡Pobre Magdalena! ¡Agotada par la fatiga del viernes<br />

santo, rendida par la angustia del sábado santo, con las<br />

fuerzas debilitadas al extremo, y todavía pensaba en<br />

“llevárselo”! Tres veces habló de Él sin mencionar su<br />

nombre. La fuerza de su amor era tan grande, que<br />

suponía que nadie podía crecer que se refiriera a ninguna<br />

otra persona. Díjole entonces Jesús: ¡María! (Jn 20, 15).<br />

Aquella palabra la sorprendió más que si acabara de oír un<br />

trueno repentino. Había oído decir una vez a Jesús que El


llamaba a sus ovejas por el nombre. Y ahora María se<br />

volvió hacia aquel que personificaba todo el pecado, la<br />

tristeza y las lágrimas del mundo y marcaba cada alma<br />

con un amor personal, particular e individual, y, al ver en<br />

las manos y pies de aquel hombre las llagas rojas y amoratadas,<br />

solo pronunció esta palabra: ¡Rabboni! (Jon 20,<br />

16). (Que en hebreo significa (Maestro). Cristo había dicho<br />

“María” y puesto todo el cielo en esta sola palabra. María<br />

había pronunciado también solo una palabra, Y en ella<br />

estaba comprendido todo lo de la tierra. Después de la<br />

noche del alma, producíase ahora este deslumbramiento;<br />

después de horas de desesperación, esta esperanza;<br />

después de la búsqueda, el hallazgo; después de la<br />

pérdida, este descubrimiento. Magdalena estaba<br />

preparada solamente para verter lágrimas de respeto<br />

sobre la tumba; para lo que no se hallaba preparada era<br />

para ver caminar al Maestro en alas de la mañana.<br />

Sólo la pureza y un alma exenta de pecado podía recibir al<br />

santísimo Hijo de Dios en su llegada a este mundo; de ahí<br />

que María Inmaculada saliera a su encuentro en las<br />

puertas de la tierra, en la ciudad de Belén. Pero solamente<br />

un alma pecadora arrepentida, que a su vez había<br />

resucitado ya de la tumba del pecado a una nueva vida en<br />

Dios, podía comprender adecuadamente el triunfo sobre el<br />

pecado. En honor a las mujeres, hay que pregonar<br />

eternamente: una mujer fue quien más cerca de la cruz<br />

estuvo en el viernes santo, y la primera junto a la tumba<br />

en la mañana de pascua.<br />

María estuvo siempre a los pies de Jesús. Allí estuvo al<br />

ungirle para su sepultura; allí estuvo en su crucifixión;<br />

ahora, llena de alegría al ver de nuevo al Maestro, se<br />

arrojó a sus pies para abrazarlo pero El le dijo,<br />

impidiéndolo con un ademán No me toques; porque no he<br />

subido todavía al Padre. (Jn 20, 17).<br />

Las muestras de afecto de María iban dirigidas más al Hijo<br />

del hombre que al Hijo de Dios. Por ello le decía que no le


tocase. San Pablo enseña a los corintios y a los colosenses<br />

la misma lección:<br />

Aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora<br />

empero ya no le conocemos así. (2Cor 5, 16).<br />

Pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra<br />

porque ya moristeis, y vuestra vida está escondida con<br />

Cristo en Dios. (Col 3, 2).<br />

Sugeríale Jesús que era preciso que se secara las<br />

lágrimas, no porque había vuelto a verle, sino porque El<br />

era el Señor de los cielos. Cuando subiera a la derecha del<br />

Padre, lo que significaba el poder del Padre; cuando<br />

enviara el Espíritu de la Verdad, que sería el nuevo<br />

Consolador de ellos y la presencia íntima de Jesús,<br />

entonces María tendría realmente a aquel por quien<br />

suspiraba: el Cristo resucitado y glorificado. Después de<br />

su resurrección era ésta la primera vez que aludía a la<br />

nueva relación que existía entre Él y los hombres, relación<br />

de la que tanto había hablado durante la noche de la<br />

última cena.<br />

Habría que dar la misma lección a sus discípulos, que<br />

estaban demasiado preocupados por la forma humana de<br />

Jesús, diciéndoles que era conveniente que los<br />

abandonase. Magdalena deseaba estar con El cómo antes<br />

de la resurrección, olvidando que la crucifixión había sido<br />

necesaria para la gloria de Jesús y para que éste pudiera<br />

enviar su Espíritu.<br />

Aunque Magdalena se viera humillada por la prohibición<br />

que le dio nuestro Salvador, estaba destinada, sin<br />

embargo, a experimentar que era ensalzada al tener el<br />

honor de llevar la noticia de la resurrección. Los hombres<br />

habían comprendido el significado de la tumba vacía, pero<br />

no su relación con respecto a la redención y la victoria<br />

sobre el pecado y el mal. María Magdalena estaba<br />

destinada a romper el precioso vaso de alabastro de la<br />

resurrección de Jesús, para que su aroma llenara el


mundo. Jesús le dijo: Ve a mis hermanos, y diles que subo<br />

a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios.<br />

(Jn 20, 27).<br />

Está era la primera vez que llamaba a sus apóstoles mis<br />

hermanos. Antes de que el hombre pudiera ser hijo de<br />

Dios, tenía que ser redimido de la enemistad con Dios.<br />

En verdad, en verdad os digo que al menos que el grano<br />

de trigo caiga en tierra y muera, queda solo; mas si<br />

muere, lleva mucho fruto. (Jn 12, 24).<br />

Aceptó la crucifixión para multiplicar su condición de Hijo y<br />

hacer que muchos otros fueran también hijos de Dios.<br />

Pero había una gran diferencia entre El mismo como Hijo<br />

natural y los seres humanos que por medio de su Espíritu<br />

llegarían a ser hijos adoptivos. De ahí que, como siempre,<br />

hiciera una neta distinción entre mi Padre y vuestro Padre.<br />

Ni una sola vea en su vida dijo “nuestro Padre”, como si la<br />

relación entre Él y el Padre fuera la misma quo entre el<br />

Padre y ellos; su relación con el Padre era única e intransferible;<br />

la filiación era de El por naturaleza; los<br />

hombres solamente podían llegar a ser hijos de Dios por la<br />

gracia y el espíritu de adopción<br />

Tampoco dijo a María que informara a los apóstoles de que<br />

había resucitado, sino más bien de que subiría al Padre. La<br />

resurrección quedaba implicada en la ascensión, la cual<br />

tardaría cuarenta días en realizarse. Su propósito no era<br />

precisamente recalcar que el que había muerto estaba<br />

vivo ahora, sino que aquello era el comienzo de su reinado<br />

espiritual que se haría visible y unificado cuando el enviara<br />

su espíritu. Obediente, María Magdalena corrió a avisar a<br />

los discípulos, que estaban lamentándose y llorando. Les<br />

dijo que había visto al Señor y las palabras que El le labia<br />

dicho. ¿Como recibieron ellos la noticia? Una vea más el<br />

escepticismo, la duda y la falta de fe. Los apóstoles habían<br />

oído al Señor hablar en símbolos, parábolas, figura y<br />

también directamente acerca de la resurrección que<br />

seguiría a su muerte, pero:


Al oír quo e vivía y había sido visto por ella, no lo<br />

creyeron. (Mc 16, 11).<br />

Eva creyó a la serpiente, pero los discípulos no creían al<br />

Hijo de Dios. En cuanto a lo que María y cualquier otra<br />

mujer pudiera decir sobre la resurrección del Maestro, sus<br />

palabras les parecían un desvarío; y no las creían. (Lc 24,<br />

2).<br />

Esto era un modo de predecir como recibiría el mundo la<br />

noticia do la redención. María Magdalena y las otras<br />

mujeres no creían al principio en la resurrección; tuvieron<br />

que convencerse de ello. Tampoco creyeron los apóstoles.<br />

Su respuesta fue: “¡Ya conocéis a las mujeres! Siempre<br />

están imaginando cosas”. Mucho antes de que hiciera su<br />

aparición la psicología científica, la gente siempre tenía<br />

que la mente los hiciera alguna jugarreta. La incredulidad<br />

moderna frente a lo extraordinario no es nada en<br />

comparación con el escepticismo quo saludó<br />

inmediatamente las primeras noticias de la resurrección.<br />

Lo que los modernos escépticos dicen acerca del relato de<br />

la resurrección, los discípulos fueron los primeros en<br />

decirlo, o sea que se trataba de un cuento de viejas. Como<br />

agnósticos primitivos de la cristiandad, los apóstoles<br />

convinieron unánimemente en rechazar como un engaño<br />

toda aquella historia. Algo muy extraordinario había de<br />

ocurrir v una prueba muy concreta había de dárseles para<br />

que todos aquellos escépticos vencieran la repugnancia<br />

que sentía para creer.<br />

Su escepticismo era incluso más difícil de superar que el<br />

escepticismo moderno, porque el suyo procedía de una<br />

esperanza que aparentemente había sido frustrada en el<br />

Calvario; éste era un escepticismo mucho más difícil de<br />

curar que el escepticismo moderno, que carece de toda<br />

esperanza. Nada más lejos de la verdad que afirmar que<br />

los seguidores de nuestro Señor estaban esperando la<br />

resurrección, y que, por tanto, se hallaban dispuestos a<br />

creerla o a consolarse de una pérdida que parecía<br />

irreparable.


Ningún agnóstico ha escrito acerca de la resurrección algo<br />

que Pedro o los otros apóstoles no hubieran pensado<br />

antes. Cuando murió Mahoma, Omar salió corriendo de su<br />

tienda empuñando la espada, y declaro que mataría a<br />

cualquiera que dijera que el profeta hubiera muerto. En el<br />

caso de Jesús existía predisposición a creer que había<br />

muerto y aversión a creer que estuviera vivo. Pero quizá<br />

se les permitiera dudar para que los fieles de los siglos<br />

venideros no dudaran jamás.<br />

La guardia sobornada<br />

Una vez las mujeres hubieron ido a notificar a los<br />

apóstoles lo quo habían visto, los guardas que habían<br />

estado junto a la tumba y sido testigos de la resurrección<br />

fueron a la ciudad do Jerusalén y dijeron a los jefes do los<br />

sacerdotes todo cuanto labia sucedido. Los jefes de los<br />

sacerdotes reunieron al punto el sanedrín con el expreso<br />

propósito de sobornar a los guardas.<br />

Cuando se hubieron reunido con los ancianos, Y tomando<br />

consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo:<br />

“Decid que sus discípulos vinieron de noche, y le hurtaron,<br />

estando nosotros dormidos.” Y si esto fuere oído del<br />

gobernador, nosotros le persuadiremos, y os haremos<br />

seguros. Ellos, pues, tomando el dinero, hicieron como<br />

fueron enseñados Y este dicho ha sido divulgado entre los<br />

judíos hasta el día de hoy. (Mt 28, 12-15).<br />

El mucho dinero contrastaba con las escasas treinta<br />

monedas de plata que había cobrado Judas. El sanedrín no<br />

negó la resurrección; en realidad, lo que hacía era dar<br />

testimonio de la misma. Y este testimonio lo dieron a los<br />

gentiles a través de Pilato. Incluso dieron el dinero del<br />

templo a los soldados romanos a quienes despreciaban,<br />

puesto que hablan encontrado un odio mayor. El dinero<br />

que Judas les había devuelto no quisieron tocarlo porque<br />

era “precio de sangre”. Pero ahora estaban dispuestos a<br />

comprar una mentira para escapar a los efectos de la<br />

sangre purificadora del Cordero.


El soborno de los guardas fue realmente una manera<br />

estúpida de esquivar el hecho de la resurrección. Ante<br />

todo, existía el problema de lo que harían con el cuerpo<br />

una vez los discípulos se hubieran apoderado de él. Los<br />

enemigos de nuestro Señor no habrían tenido que hacer<br />

otra cosa sino sacar el cuerpo de Jesús para demostrar<br />

quo no había resucitado. Aparte el hecho de que era muy<br />

poco probable que toda una guardia de soldados romanos<br />

estuviera durmiendo en vez de cumplir con su deber, era<br />

absurdo que dijeran que lo que había sucedido ocurrió<br />

mientras estaban dormidos. A los soldados se les aconsejo<br />

que dijeran que estaban dormidos; y, sin embargo, al<br />

parecer habían estado lo suficientemente despiertos para<br />

ver a los ladrones y darse cuenta de que se trataba de los<br />

discípulos. Si todos los soldados dormían, nunca pudieron<br />

descubrir a los ladrones, si alguno de ellos estaba<br />

despierto, podría haber impedido el hurto. Es igualmente<br />

improbable que unos pocos discípulos temerosos<br />

intentaran robar el cuerpo del maestro de un sepulcro<br />

cerrado con una gran piedra, sellado oficialmente y<br />

custodiado por soldados, sin que al hacerlo despertara a la<br />

guardia dormida. Además, el orden en que se encontraron<br />

los lienzos dentro de la cueva constituía otra prueba de<br />

que el cuerpo no había sido sacado de allí por sus<br />

discípulos.<br />

Por lo que respecta a los discípulos de nada habría servido<br />

retirar secretamente el cuerpo del maestro, ni siquiera<br />

debió de ocurrírsele esta idea a ninguno de ellos; de<br />

momento, la vida del Maestro había resultado un fracaso y<br />

una derrota. El delito era ciertamente mayor de parte de<br />

los sobornadores que de parte de los sobornados, puesto<br />

que los miembros del sanedrín eran gente instruida y<br />

religiosa, los soldados eran sencillos. La resurrección de<br />

Cristo fue proclamada oficialmente a las autoridades<br />

civiles; el sanedrín creyó antes que los apóstoles en la<br />

resurrección. Habían comprado el beso de Judas y ahora<br />

esperaban comprar el silencio de los guardas.


“¿Quién no removerá la piedra de la puerta del sepulcro?”<br />

(San Marcos, 16, 3).<br />

El Viernes Santo, cuando Jesús hubo exhalado su espíritu<br />

en manos del Padre Celestial y su cuerpo se puso frío<br />

como se pone el cuerpo de todo hombre muerto, sin<br />

palpitar ya su corazón, amigos que se habían encerrado en<br />

sus casas y admiradores anónimos que habían escondido<br />

su entusiasmo en el granero, comenzaron a aparecer. No<br />

habían estado junto a Él en su agonía, cuando tenía<br />

necesidad de ellos, pero ahora se hallaban a su lado al<br />

morir, entretejiendo guirnaldas, vertiendo copiosas<br />

lágrimas sembrando elogios...<br />

Uno de ellos era José de Arimatea, que amaba<br />

secretamente al Salvador, no con el coraje suficiente para<br />

demostrarlo mientras El estaba vivo. Ahora buscaba<br />

mitigar su remordimiento, proveyendo a la sepultura del<br />

amigo ajusticiado. El rico consejero se dirigió<br />

resueltamente a Pilatos y le pidió el cuerpo de Jesús,<br />

queriendo con ello evitar al Señor deshonrosa sepultura,<br />

como el ser arrojado, por ejemplo, en una fosa común<br />

donde los cuerpos de los delincuentes eran amontonados y<br />

a veces quemados.<br />

Pilatos se mostró sorprendido al enterarse que el Señor ya<br />

había expirado y quiso del centurión una confirmación<br />

oficial de su muerte. Oído que hubo el informe del<br />

centurión, él accedió al pedido de José de Arimatea. José<br />

volvió entonces al Calvario, bajó a Jesús de la cruz, lo<br />

envolvió en un sudario recién adquirido y lo depositó en un<br />

sepulcro excavado en la piedra. Porque solamente una<br />

extraña tumba convenía a Aquel que es extraño a la<br />

muerte.


Entretanto se había difundido la noticia que el Señor había<br />

recibido decorosa sepultura de manos de José, el rico. Con<br />

la rapidez del rayo los fariseos acudieron a Pilatos para<br />

protestar contra la entrega de Su cuerpo a José. En vida<br />

habían querido la ofrenda de Su vida, y ahora, hasta<br />

después de muerto, sobre El tenían pretensiones.<br />

Reunidos delante de Pilatos, manifestaron: “Señor, nos<br />

acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún:<br />

«Después de tres días resucitaré.» Manda pues que se<br />

asegure el sepulcro hasta el día tercero; porque no vengan<br />

sus discípulos de noche y le hurten y digan al pueblo:<br />

Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que<br />

el primero “(San Mateo, 27, 63-64).<br />

Pilatos, irritado, respondió: “ Tenéis una guardia: id,<br />

aseguradlo como sabéis .” Las Escrituras nos refieren que,<br />

con la doble vigilancia de los romanos y de los fariseos<br />

“yendo ellos, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra,<br />

con la guardia.”<br />

De dos modos se aseguran contra el engaño; se sirvieron<br />

de una roca que, con palabras del Evangelio, era “enorme”<br />

y la sellaron. Y esto, para impedir que cualquiera pudiese<br />

tocar el cuerpo.<br />

Jamás ha habido en la historia del mundo espectáculo más<br />

grotesco que el de esos soldados desviviéndose en cuidar<br />

un cadáver. Pero se vigiló el sepulcro porque Jesús había<br />

dicho que resucitaría al cabo de tres días. Aquí se apostan<br />

centinelas por miedo a que el difunto camine, por miedo a<br />

que, aquel que ha callado, hable todavía y que el corazón<br />

traspasado se despierte al respiro de la vida. Lo dicen<br />

muerto; saben que está muerto; se obstinan en repetir<br />

que no resucitará al cabo de tres días, pero aún vigilan.<br />

Han llamado impostor a Jesús. ¿Los engañará una vez<br />

más? ¿Acaso no les ha engañado ya, haciéndoles creer, en<br />

conclusión, que Aquel que ha perdido la batalla ganará la<br />

guerra?


Esta inaudita locura de vigilar una tumbe describe<br />

exactamente la actual situación del mundo, ya sea en<br />

Rusia como en el espíritu contemporáneo en general.<br />

Rusia ha difundido la idea de que Dios ha muerto y que la<br />

religión pasa por sus últimos momentos. El comunismo se<br />

basa en la teoría de que la religión es una invención del<br />

capitalismo para sostener la propiedad privada. Y afirma<br />

que, una vez eliminada la propiedad privada, la religión ya<br />

no será necesaria. En Rusia no existe el capitalismo desde<br />

1917: no hay pues ningún hombre alrededor de los<br />

cuarenta años de edad que haya recibido instrucción<br />

religiosa.<br />

Pero si Dios ha muerto, y la religión es un mito y la fe es<br />

el opio de los pueblos, ¿por qué vigilar entonces el<br />

sepulcro, sellarlo, difundir propaganda contraria a la<br />

religión, asesinar sacerdotes, desterrar a los fieles,<br />

deshumanizar a los Stepinac y a los Mindzenty? ¿A qué<br />

entonces el artículo 124 de la Constitución soviética, que<br />

prohíbe toda propaganda religiosa, si la fe ha muerto?<br />

¿Por qué la quema de todos los libros religiosos en la zona<br />

oriental de Berlín? ¿Por qué no difundir noticias contra el<br />

zar o custodiar la tumba de Trotzky, cuando se apostan<br />

millones de centinelas destinados a custodiar aquello que<br />

se cree una tumba? Si Jesús, en su Iglesia, ha muerto,<br />

¿por qué temer una Resurrección? ¿Por qué perifonear<br />

contra una ilusión, montar guardia junto a un cuerpo en<br />

corrupción, vigilar un sepulcro, hablar en contra de los<br />

cadáveres, atravesar con la espada una fantasía, armarse<br />

contra una ilusión, rechazar fantasmas que caminan de<br />

noche, desenfrenarse contra una invención de la mente?<br />

¡Rusia! Por una sola razón entre todas, tú sellas el<br />

sepulcro de un hombre: porque temes una resurrección.<br />

Porque temes que, de cualquier modo, no obstante toda la<br />

vigilancia, en otra Pascua, habrás de desfallecer cuando la<br />

alborada traiga en sus suaves alas al Cristo redivivo. Echa<br />

una mirada a tu alrededor, en esta primavera, y<br />

contempla las diminutas tímidas violetas surgir desde la<br />

tierra para contarles su secreto al sol y al aire. Ellas te


cuentan que otra resurrección te está rodeando y que ha<br />

de llegar un día en que Jesús redivivo, a quien tú has<br />

imaginado muerto para siempre, caminará nimbado por la<br />

luz para entonar un réquiem sobre tus tumbas y hacer<br />

nuevamente de Rusia, la Santa Rusia, en la fe de Cristo<br />

que es Resurrección y Vida.<br />

Lo que acaece en Rusia, sucede también en el espíritu<br />

contemporáneo. Para él también Dios ha muerto. Y los<br />

hombres, arrogándose, bajo el nombre de eutanasia, el<br />

derecho de tronchar la vida humana, estiman que ha<br />

dejado de existir el mandamiento moral “no matarás”. Y,<br />

evadiendo por medio del divorcio al divino mandamiento:<br />

“El hombre no separará lo que Dios ha unido “, dan por<br />

muerta la moral cristiana del matrimonio.<br />

La educación moderna sostiene que la religión ha muerto y<br />

a los jóvenes se les enseña que el hombre no está hecho a<br />

imagen y semejanza de Dios sino que es tan sólo un costal<br />

fisiológico repleto de libídine psicológica.<br />

Pero si Dios ha muerto y Jesús está sepultado para<br />

siempre como un hombre cualquiera ¿por qué afanarse<br />

entonces en plantar rocas delante de su sepulcro? ¿Por<br />

qué decir a los secuaces de Freud: “Vigilemos nuestras<br />

conciencias e impediremos que el sentido de culpa venga<br />

a atormentarnos durante la noche; digámonos que Dios no<br />

es otra cosa que un complejo de Edipo y ya lo veremos<br />

aparecer en el transcurso del análisis? “<br />

Si Dios ha muerto, ¿por qué insinuar a la inteligencia que<br />

selle la tumba de Cristo; por qué hablar de evolución y de<br />

bestias de la jungla primitiva si no por miedo a que Jesús<br />

resurja en nuestras conciencias donde lo habíamos<br />

sepultado?<br />

Jesús ha muerto en su Cuerpo Místico, ¿por qué escribir,<br />

publicar, escarnecer, atacar a la Iglesia y poner al<br />

descubierto las manchas solares para probar que el sol ya<br />

no alumbra?


De este modo, la conciencia moderna presenta el<br />

espectáculo más estúpido del mundo; no soldados y<br />

centuriones, mas filósofos, escépticos, agnósticos y<br />

psicoanalistas freudianos montan guardia ante la tumba<br />

de Jesús a fin de que El no resucite: amenaza y<br />

provocación en su pecaminosa vida.<br />

Yo os lo digo: ellos verdaderamente tienen miedo de una<br />

resurrección. Pero podrían, del mismo modo, montar<br />

guardia a fin de que el sol no surja. Y in embargo sus<br />

centinelas quedarán desmayados, rotos sus sellos, vencida<br />

su resistencia y Jesús ha de volver a brotar en sus<br />

conciencias y con El ¡el Amor!<br />

Y nosotros también, los que ensalzamos nuestra fe,<br />

tenemos necesidad de una lección. Muchos de entre<br />

nosotros son como María Magdalena, que se aprestaba a<br />

aromar un cuerpo muerto, aún sabiendo que El es la<br />

resurrección y la vida, y se preguntaba junto a la tumba: “<br />

Quién echará a rodar la piedra para liberar la entrada del<br />

sepulcro? “ Así también nosotros, viendo ochocientos<br />

millones de personas bajo el talón del Anticristo, con<br />

calvarios levanta lo largo de toda la Europa oriental y a la<br />

Iglesia misma en un momento de derrocamiento, nos<br />

hallamos tentados de dirigir, en lenguaje moderno, la<br />

pregunta de Magdalena: “ ¿Quién levantará la cortina de<br />

hierro de la tumba de la Iglesia? “<br />

La resurrección del Cuerpo Místico de Cristo se<br />

desenvolverá probablemente como en la primera Pascua,<br />

a través de una doble ceremonia en la cual tomarán parte<br />

cielo y tierra, porque Jesús renació de la muerte y la tierra<br />

se estremeció y el cielo envió a un ángel para remover la<br />

piedra. ¡Pueda nuestra generación asistir de nuevo a la<br />

misma unión de catástrofe terrestre y de manifestación<br />

divina, antes de que Jesús en su Cuerpo Místico vuelva a<br />

caminar triunfante sobre la tierra! Se inicia la nueva era<br />

con la llegada de los cosacos y el arribo del Espíritu Santo.<br />

Y, así como entonces, el poder divino no vino separado del<br />

temblor de tierra, del mismo modo no podrá comenzar


ahora una nueva época de paz, ni para la Iglesia ni para el<br />

mundo, si antes nuestros corazones no han de ser<br />

sacudidos y todas las rocas de nuestro egoísmo destruidas<br />

pedazo a pedazo.<br />

Si se avecina la hora del sacudimiento de la tierra,<br />

próximo se halla también el día del triunfo. El demonio<br />

tiene su cuarto de hora pero Dios tiene su día. La Iglesia<br />

no ha tenido jamás su Viernes Santo sin su <strong>Domingo</strong> de<br />

Ramos. La Iglesia ha nacido bajo el signo de la tragedia,<br />

siendo derrotada y su Jefe es Aquel que se abre camino<br />

fuera de la tumba. No está lejano el d en el cual el Lirio<br />

del Rey se abrirá sobre otra Pascua, y aquellos que<br />

pensaban que todo había terminado, oirán preguntar por<br />

los ángeles: “¿Por qué buscáis al Vivo entre los muertos? “<br />

Cuando las naciones yazgan en su sangre y sus reyes<br />

formen parte de las generaciones sepultadas, veremos<br />

venir hacia nosotros sus pies caminando sobre las aguas.”<br />

Ellos llaman a Jesús un impostor, y es la verdad. Pero sólo<br />

un impostor como Jesús puede satisfacer a nosotros que,<br />

del mundo, hemos tenido la primera desilusión: porque<br />

nos ha prometido paz y nos ha dado guerra; nos ha<br />

prometido eterno amor y nos ha dado la saciedad que<br />

traen los años.<br />

¡Ven, pues, oh Jesús, tú que eres segundo en engañarnos,<br />

tú que apareces tan majestuoso y severo porque estás<br />

“vestido de púrpura y coronado de ciprés “, tú que pareces<br />

crucificar nuestra carne y nuestro Eros! A la primera<br />

mirada, nos apartamos de ti protestando: “¿Es que acaso<br />

todos tus campos deben ser fertilizados con la muerte? “<br />

Mas ¡qué dulce engaño! porque, cuando comenzamos a<br />

conocerte hallamos en Ti el Amor que siempre habíamos<br />

buscado, desde el día en que el mundo nos engañó por<br />

vez primera.<br />

¡Divino Traidor! ¡Apareces tan muerto y eres en cambio la<br />

Vida renacida! ¡Engáñanos con tus llagas para que


nuestras almas frágiles, rompiendo sus cadenas, libres,<br />

vuelvan a Ti!

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