Domingo - Reflexiones Católicas
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DOMINGO DE LA PRIMERA SEMANA DE<br />
PASCUA<br />
¡ALELUYA!<br />
¡CRISTO HA RESUCITADO!<br />
¡ALELUYA ALELUYA!<br />
Exulten por fin los ángeles.<br />
Que se asocien a la Fiesta los<br />
creyentes,<br />
y por la victoria de Jesús sobre la<br />
muerte<br />
salga el pregonero a las calles<br />
anunciando la derrota del Hades.<br />
Alégrese la madre naturaleza<br />
con el grito de la luna llena:<br />
que no hay noche que no acabe en día,<br />
ni invierno que no reviente en<br />
primavera,<br />
ni muerte que no dé paso a la vida;<br />
ni se pudre una semilla<br />
sin resucitar en cosecha.<br />
Alégrese nuestra Madre la Iglesia<br />
porque en la historia del mundo
siguen los hombres resucitando,<br />
y abiertos con esperanza al futuro<br />
confiesan a Cristo glorificado.<br />
Esta es la noche del absoluto vacío<br />
que la Palabra llenó creadora.<br />
Esta es la noche de Abraham<br />
en que el Cordero redime a Isaac<br />
sobre la cumbre del monte Moria.<br />
Esta es la noche de Egipto<br />
con Moisés de caudillo,<br />
un Pueblo peregrino a la libertad<br />
y los esclavos vencedores del Esbirro.<br />
¡Qué noche maravillosa:<br />
Cristo subiendo del abismo<br />
y la muerte muerta!<br />
¡Qué maravilla de Dios:<br />
entregando al Hijo<br />
salvaste al esclavo!<br />
¡Qué maravilla de amor:<br />
porque hubo pecado<br />
conocimos el perdón!<br />
¿De qué nos sirviera nacer<br />
si la muerte fuera nuestro destino?<br />
Esta es la noche<br />
en que cayeron dictaduras.
Esta es la noche<br />
en que el avaro renunció a su fortuna.<br />
Esta es la noche<br />
en que el lascivo dejó la lujuria.<br />
Esta es la noche<br />
que acabó con viejas rupturas<br />
engendradas en guerras añejas,<br />
y encontró abrazados a hermanos<br />
que riñeron por líos de herencias.<br />
Esta es la noche que sacude<br />
conciencias,<br />
quema los ídolos, despierta<br />
vocaciones,<br />
alumbra virginidades, engendra<br />
esperanzas,<br />
convierte en arados las espadas,<br />
saca renacidos de las aguas,<br />
alegra a los tristes, provoca<br />
adoradores,<br />
descarga pistolas y derriba opresores.<br />
Esta es la noche<br />
que trae la Buena Noticia a los pobres,<br />
abre los ojos de los ciegos,<br />
libera a los prisioneros<br />
y anuncia el perdón a los pecadores.<br />
¡Sea bendito Nuestro Señor
que subiendo a la Cruz<br />
y entrando en la muerte,<br />
venció para siempre<br />
los poderes del mal!<br />
¡A gozar de la Luz...<br />
rota la oscuridad...<br />
victorioso de nuevo el Amor...!<br />
La celebración de Pascua<br />
Cristo con su resurrección de entre los muertos ha hecho<br />
de la vida de los hombres una fiesta.<br />
Los ha colmado de gozo al hacerles vivir no ya una vida<br />
terrestre sino una vida celestial.<br />
(Homilía pascual de Basilio de Seleucia, V siglo: PG 28,<br />
1081).<br />
Contenido:<br />
Introducción<br />
La Resurrección De Cristo:<br />
Del Kerigma A La Celebración<br />
El kerigma de la Resurrección<br />
Indicios de una celebración<br />
primitiva de la noche pascual<br />
Los más antiguos textos<br />
pascuales de la Iglesia
Los textos rituales más<br />
antiguos<br />
Una celebración diferenciada<br />
de la vigilia pascual: el rito<br />
latino y el rito bizantino<br />
Iconos de la Resurrección<br />
El icono de la victoria de Cristo<br />
en los abismos del infierno<br />
El icono de las mujeres<br />
miroforas<br />
Conclusión: La Vida Iluminada por<br />
la Pascua<br />
Introducción<br />
La celebración del misterio pascual está en el centro de la<br />
fe y de la vida de la Iglesia. La resurrección de Cristo no<br />
es solo su victoria sobre el pecado y la muerte. Es la<br />
manifestación de la divina economía de la Trinidad: el<br />
amor infinito y omnipotente del Padre, la divinidad del<br />
Hijo, el poder vivificante del Espíritu Santo.<br />
Toda la historia de la salvación tiene su centro y su<br />
culmen en la Resurrección de Jesús. Hacia ella tiende la<br />
creación entera, las maravillas realizadas por Dios en el<br />
Antiguo Testamento, y de modo especial la Pascua de<br />
Israel, profecía de la Pascua de Cristo, de su paso de la<br />
muerte a la vida.<br />
Hacia la resurrección del tercer día, tantas veces<br />
anunciada como coronación de su pasión por parte de
Jesús, va precipitándose toda su vida, sus palabras, sus<br />
milagros, sus enseñanzas. Hasta los últimos momentos,<br />
cuando Cristo de muestra con sus palabras y con sus<br />
gestos que está para pasar de este mundo al Padre. En<br />
efecto, El del Padre ha venido y al Padre va, y por ello su<br />
vida es una Pascua, un paso; pero en este éxodo, más<br />
glorioso que el paso del Mar Rojo, Jesús arrastra su<br />
propia humanidad, asumida de la Virgen Madre,<br />
haciéndola pasar por el misterio de la pasión y de la<br />
muerte, para que quede para siempre sellada por el amor<br />
sacrificial en su carne que lleva marcados los estigmas de<br />
su pasión gloriosa.<br />
A partir de la Resurrección se comprende todo el sentido<br />
de la historia del Antiguo y del Nuevo Testamento, la<br />
gracia de Pentecostés con la que del cuerpo glorioso de<br />
Cristo se desprenden las llamas del Espíritu Santo, para<br />
que la Iglesia viva siempre en contacto con este misterio<br />
que permanece para siempre y atrae hacia sí todo,<br />
anunciando ya su retorno final en la gloria y la pascua del<br />
universo.<br />
La Pascua del Señor es la fuente y la raíz del Año<br />
litúrgico. Una Pascua semanal, celebrada por la Iglesia<br />
apostólica y llamada ya desde antiguo, como dice el<br />
Apocalipsis (Ap 1:10) "Día del Señor" o "Día señorial." Y<br />
una Pascua anual celebrada por las primeras<br />
generaciones cristianas, al menos a partir del siglo II,<br />
como un memorial conjunto de la Muerte y de la<br />
Resurrección del Señor, dos caras de la misma medalla.<br />
En torno a esta celebración anual nace su prolongación<br />
de cincuenta días, hasta Pentecostés, y se forma el<br />
tiempo de su preparación con el tiempo de Cuaresma. La<br />
luz de la Pascua iluminará el misterio de la manifestación<br />
de Jesús en su nacimiento y su Epifanía. El misterio del<br />
Crucificado-Resucitado dará sentido al martirio y al culto<br />
de los mártires.
Desde las fórmulas primitivas de la confesión de la fe,<br />
que encontramos ya en las Cartas de San Pablo y más<br />
tarde en el Símbolo apostólico y en la profesión de fe<br />
bautismal, creer en Cristo, muerto y resucitado, adherir a<br />
él por la fe y el bautismo, es la condición y la garantía de<br />
la comunión con el Señor y de la nueva vida en Cristo y<br />
en el Espíritu. El cristiano no solo cree en Jesús sino que<br />
vive de su misma vida divina e inmortal.<br />
Por eso la predicación evangélica de la Resurrección de<br />
Cristo ha quedado plasmada, como otros misterios de la<br />
vida del Señor, en el arte iconográfico primitivo, como<br />
una muestra viva de la fe de los cristianos.<br />
Dos escenas, sobre todo, han plasmado en imágenes el<br />
misterio de la Resurrección. La primera, la más primitiva,<br />
ha representado, ya desde la antigüedad cristiana, en las<br />
Iglesia-sinagoga de Doura Europos (s. IV) o en las<br />
ampollas de Monza (s. V), o en el Evangeliario de<br />
Rabbula de Edessa (s. VI) los relatos evangélicos de la<br />
Resurrección: en torno al sepulcro vacío y a su cabecera<br />
la figura del Ángel con vestiduras blancas que anuncia<br />
que Cristo ha resucitado, están las mujeres que de buena<br />
mañana van al sepulcro con perfumes (las mujeres<br />
miroforas o portadoras de aromas), para ungir el cuerpo<br />
del Señor. Es el icono de las mujeres miroforas ante el<br />
sepulcro vacío de Cristo.<br />
Solo a partir del segundo milenio de la era cristiana, la<br />
iconografía, siguiendo algunos textos bíblicos que hablan<br />
del descenso de Jesús a los abismos infernales (Cfr. 1<br />
Ped 3:18-19), y algunas homilías primitivas de Pascua<br />
que se refieren al momento intermedio entre muerte y<br />
sepultura del Señor y a su Resurrección gloriosa, y a los<br />
cantos de Pascua de la liturgia bizantina, tienen la osadía<br />
de pintar lo que ningún ojo humano pudo ver. Es la<br />
escena que la tradición iconográfica oriental ha plasmado<br />
al presentar ante nuestros ojos la victoria de Cristo sobre<br />
el pecado, la muerte y el infierno y la gracia salvadora del<br />
Resucitado. Cristo, el Crucificado Resucitado, llevando a
veces en sus manos el trofeo de la Cruz, va anunciar la<br />
salvación a los primeros Padres y a los justos del Antiguo<br />
Testamento y los arranca de sus sepulcros para darles la<br />
vida.<br />
Es un icono más tardío pero que ha logrado fijar de la<br />
forma más elocuente la teología oriental de la<br />
Resurrección gloriosa de Cristo, en plena armonía con los<br />
cantos, los gestos, los ritos y la espiritualidad de la<br />
Pascua del Oriente cristiano. Un icono, una liturgia y una<br />
espiritualidad que todavía hoy tienen una vigencia<br />
extraordinaria y que constituyen un auténtico desafío<br />
evangelizador y un gozoso anuncio de victoria y<br />
esperanza, que como ha resonado durante muchos<br />
decenios en la oscuridad de los "gulags" del comunismo,<br />
sigue resonando en los ambientes secularizados de<br />
nuestra época.<br />
Es el canto de la victoria, el grito de la liberación,<br />
entonado con entusiasmo y convicción durante las fiestas<br />
pascuales: "Cristo ha resucitado de entre los muertos,<br />
con su muerte ha vencido a la muerte, y a los que<br />
estaban muertos en los sepulcros les ha dado la vida."<br />
Hay un tercer icono que completa de alguna forma, en<br />
una perfecta trilogía, el misterio de la Resurrección del<br />
Señor. Propone un episodio significativo que a veces<br />
queda explicitado en la imagen del sepulcro vacío y de la<br />
mujeres miroforas que van a ungir el cuerpo de Jesús. Se<br />
ve la imagen de Cristo Resucitado en el jardín que se<br />
aparece a María de Mágdala y le manda que vaya a<br />
anunciar a los apóstoles que El ha Resucitado. Así, los<br />
tres momentos fundamentales del "kerigma" o anuncio<br />
evangélico de la Resurrección se completan: el sepulcro<br />
vacío, el anuncio del Ángel, la aparición del Resucitado.<br />
El misterio de Cristo, que es nuestra Pascua, nos ofrece<br />
la oportunidad y el gozo de confesar nuestra fe en su<br />
Resurrección gloriosa partir del anuncio evangélico y de<br />
la catequesis apostólica. Nos permite evocar el sentido
pleno de la Resurrección a partir de la celebración<br />
litúrgica de la pascua, con el recuerdo de la historia y la<br />
ilustración de su vivencia y vigencia actual, para<br />
concentrar después nuestra mirada en los iconos<br />
orientales de la Resurrección que son imagen viva y fiel<br />
del misterio que la palabra proclama y la liturgia celebra<br />
con la poesía, el canto, los sacramentos de ese Cristo que<br />
los textos primitivos llaman nuestra Pascua.<br />
En efecto, el sentido primitivo del misterio pascual en su<br />
unidad característica que podría ser expresada en estas<br />
dos afirmaciones: Cristo es la Pascua o Cristo es nuestra<br />
Pascua, o también: el misterio de la Pascua es Cristo.<br />
La primera expresión recuerda el texto de Pablo: "Cristo<br />
nuestra Pascua ha sido inmolado" (1 Cor 5:7), texto que<br />
podría ser traducido: "La inmolación de Cristo es nuestra<br />
Pascua."<br />
La segunda expresión se encuentra en los primeros<br />
textos pascuales, como la homilía de Melitón de Sardes<br />
donde se dice explícitamente: "El misterio de la Pascua<br />
que es Cristo," o también "El, (Cristo) es la Pascua de<br />
nuestra salvación."<br />
La Iglesia, por tanto, concentra en Cristo, muerto y<br />
resucitado, la realidad de la Pascua que no es ya un<br />
acontecimiento solo, o un rito que se celebra, sino una<br />
persona viviente. Por lo tanto, en el Señor tenemos la<br />
Pascua de la Iglesia. Se comprende así, porqué en los<br />
textos líricos de las homilías de los Padres se dice por<br />
ejemplo: "Yo te hablo a tí, (Pascua) como a una persona<br />
viviente" (Gregorio Nacianceno: Oratio in S. Pascha<br />
45,30: PG 36,664).<br />
Los iconos de la Resurrección tienen pleno sentido y<br />
completan el anuncio y la celebración de la Pascua<br />
cristiana anual, e incluso de la pascua semanal del<br />
<strong>Domingo</strong>. Por eso reciben toda la luz de la Palabra que<br />
los ilumina y de la liturgia que los inserta en su
celebración. Contemplándolos tiene un sentido cabal la<br />
proclamación de los Evangelios de la Resurrección y de<br />
los cantos y troparios pascuales que se repiten durante<br />
los cincuenta días de Pascua y, sobre todo en la liturgia<br />
bizantina, cada domingo en el oficio matutino de la<br />
Resurrección.<br />
La Resurrección De Cristo:<br />
Del Kerigma A La Celebración<br />
El kerigma de la Resurrección<br />
El misterio de la Resurrección de Cristo de entre los<br />
muertos pertenece a la predicación fundamental del<br />
anuncio evangélico, desde el mismo día de Pentecostés,<br />
cuando los Apóstoles con la fuerza del Espíritu anuncian<br />
con confianza y sin temor el misterio de Cristo. "A este<br />
Jesús, dice Pedro, Dios lo resucitó, de lo cual todos<br />
nosotros somos testigos" (He 2:32). Es este el anuncio<br />
fundamental de la fe, el "Kerigma" que resuena con<br />
fuerza en toda la predicación primitiva.<br />
Los hechos que atestiguan este anuncio inaudito los han<br />
relatado con impresionante unanimidad los cuatro<br />
Evangelistas (Mt 28:1-15; Mc 16:1 ss; Lc 24:1-11; Jn<br />
20:1 ss.).<br />
En todos los anuncios hay unas constantes que suponen<br />
el modo unánime con que los discípulos proclaman lo que<br />
ha sucedido.<br />
Ante todo se constata la evidencia que el sepulcro donde<br />
habían puesto el cuerpo del Señor está vacío; su cuerpo<br />
ya no se encuentra allí. Son testigos de este hecho las<br />
mujeres que al alba del primer día van a ungir el cuerpo
del Señor, puesto en el sepulcro al atardecer del día de<br />
su muerte, el viernes. Se rinden a la evidencia también<br />
los soldados puestos a custodiar el cuerpo y los enemigos<br />
de Jesús que tratan de acusar a los apóstoles de haber<br />
substraído el cuerpo para afirmar que ha resucitado. En<br />
el lugar del sepulcro solo se encuentran las vendas en las<br />
que fue envuelto su cuerpo y el sudario que cubría su<br />
rostro (Cf. Jn 20:6-7).<br />
A este hecho que suscita el estupor de una ausencia y<br />
hace presentir una presencia diversa, la del Resucitado,<br />
sigue el anuncio de los Ángeles, mensajeros divinos, o de<br />
un Ángel con vestiduras blancas que explica el sentido de<br />
la ausencia y de una nueva presencia, la del Resucitado:<br />
"Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el<br />
Crucificado; no está aquí. Ha resucitado, como lo había<br />
dicho. Venid, ved el lugar donde estaba" (Mt 28:5-6).<br />
A la visión del sepulcro vacío con las vendas por tierra y<br />
al anuncio del Ángel que explica lo que ha sucedido,<br />
seguirá el tercer acontecimiento sobre el que se asienta<br />
el anuncio de la Resurrección: Jesús mismo, el<br />
Resucitado, se aparece a los discípulos y a las mujeres,<br />
confirmando el mismo el hecho de su victoria sobre la<br />
muerte. Está vivo. Jesús es mensajero y mensaje a la vez<br />
de su Pascua, de su Resurrección.<br />
Las primeras representaciones pictóricas de este misterio<br />
dan pleno sentido a estos tres momentos y representan<br />
al vivo el sepulcro vacío y las mujeres a van a visitarlo; el<br />
ángel con su vestido blanco, y algunas de las apariciones<br />
del Resucitado, especialmente, por lo que se refiere a la<br />
iconografía oriental a María de Mágdala.<br />
Pablo en su predicación pone siempre al centro del<br />
anuncio la buena noticia de Cristo Resucitado, hasta el<br />
punto de afirmar que si el Señor no ha resucitado vana<br />
es nuestra fe: "Os trasmití, en primer lugar, lo que a mi<br />
vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según<br />
las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer
día, según las Escrituras; se apreció a Cefas y luego a los<br />
doce..." (1 Cor 15:3-5).<br />
La Iglesia apostólica celebra siempre la presencia de<br />
Cristo Resucitado sobre todo en el sacramento del<br />
bautismo (Cf. Rm 6:3-11) y en la fracción del pan de la<br />
eucaristía, donde se anuncia la muerte del Señor, es<br />
decir del Kyrios resucitado hasta que él vuelva (Cf. 1 Cor<br />
11:26).<br />
Indicios de una celebración primitiva de la<br />
noche pascual<br />
Las primeras noticias acerca de una celebración anual de<br />
la Pascua nos han llegado a través de una polémica<br />
acerca de la fecha de la misma celebración. La<br />
controversia sobre la Pascua nos es conocida por el<br />
testimonio de Eusebio de Cesarea en su Historia<br />
Eclesiástica, libro V, cc. 23-25 (Madrid, Bac, 1973, pp.<br />
330-337). La fecha de la controversia está fijada hacia<br />
finales del siglo II, durante el pontificado del Papa Víctor<br />
(188-199). A través de los testimonios podemos<br />
remontarnos casi a principios del siglo II para afirmar que<br />
ya entonces existía una tradición acerca de la celebración<br />
de la Pascua anual en las iglesias del Asia menor.<br />
En la controversia narrada por Eusebio el gran<br />
protagonista es el Papa Víctor que amenaza con<br />
excomulgar a los obispos del Asia menor por motivo de<br />
su celebración pascual, fijada el 14 del mes de Nisán. A<br />
esta amenaza de excomunión responde Polícrates, obispo<br />
de Efeso. Interviene como mediador y hombre pacífico,<br />
según su nombre, Ireneo, obispo de Lyon, oriental de<br />
nacimiento ya que había nacido en Esmirna, pero que<br />
vivía en Occidente y seguía el uso de la iglesia de Roma.<br />
La controversia versa sobre la fecha de la celebración de<br />
la Pascua y no sobre el sentido de la celebración.
En Asia menor, siguiendo una costumbre que parece se<br />
remonta hasta Juan Evangelista, se celebra anualmente<br />
la Pascua el 14 de Nisán (en la misma fecha en que la<br />
celebraban los judíos) en cualquier día de la semana que<br />
caiga esta fecha.<br />
En Roma se celebrada el domingo que sigue al 14 de<br />
Nisán, también en fuerza de una tradición apostólica que<br />
parece remonta al apóstol Pedro. Los primeros son<br />
denominados cuartodecimanos por la fecha de la<br />
celebración,, 14 de Nisán. Los Obispos de Roma quieren<br />
imponer el uso romano que parece más de acuerdo con<br />
la tradición de la pascua dominical, para dar sentido<br />
gozoso al acontecimiento, probablemente por el temor de<br />
que una celebración del 14 de Nisán no refleje<br />
claramente el sentido del misterio, en su aspecto de<br />
Resurrección. Ireneo interviene como mediador, sabiendo<br />
bien que aquí no se trata de una cuestión doctrinal, a la<br />
que él es bien sensible, sino de diferentes uso litúrgicos;<br />
y pide al Papa Víctor que conserve la paz y respete la<br />
antigua tradición asiática que se remonta también a un<br />
legado apostólico.<br />
He aquí el testimonio de Eusebio acerca del sentido de la<br />
controversia: "Por este tiempo, suscitóse una cuestión<br />
bastante grave, por cierto, porque las iglesias de toda<br />
Asia, apoyándose en una tradición muy antigua,<br />
pensaban que era preciso guardar el decimocuarto día de<br />
la luna para la fiesta de la Pascua del Salvador, día en<br />
que se mandaba a los judíos sacrificar el cordero y en<br />
que era necesario a toda costa, cayera en el día en que<br />
cayese de la semana, poner fin a los ayunos, siendo así<br />
que las iglesias de todo el resto del orbe no tenían por<br />
costumbre realizarlo de este modo, sino que, por una<br />
tradición apostólica, guardaba la costumbre que ha<br />
prevalecido incluso hasta hoy: que no está bien terminar<br />
los ayunos en otro día que en el de la resurrección de<br />
nuestro el Salvador" (c. 23,1).
La decisión romana estaba expresada en estos términos:<br />
"Para tratar este punto hubo sínodos y reuniones de<br />
obispos y todos unánimes, por medio de cartas,<br />
formularon para los fieles de todas partes un decreto<br />
eclesiástico: que nunca se celebre el misterio de la<br />
resurrección del Señor de entre los muertos otro día que<br />
en domingo y que solamente en ese día guardemos la<br />
terminación de los ayunos pascuales" (c. 23,2).<br />
La intervención de Ireneo fue providencial. El afirma que<br />
la división no tocaba lo esencial de la fe: "Y todos ellos no<br />
por eso vivieron menos en paz unos con otros, lo mismo<br />
que nosotros; el desacuerdo en el ayuno confirma el<br />
acuerdo en la fe" (c. 24,13).<br />
Los más antiguos textos pascuales de la<br />
Iglesia<br />
Los dos textos homiléticos más antiguos sobre la Pascua,<br />
de finales del siglo II, son el Peri Pascha del Obispo<br />
Melitón de Sardes, y la homilía Sobre la Pascua del Ps.<br />
Hipólito.<br />
La Homilía sobre la Pascua de Melitón es un texto<br />
catequético y exegético, poético y académico a la vez,<br />
sobre la Pascua. Su lectura nos permite remontarnos a la<br />
teología pascual de los cuartodecimanos, basada sobre<br />
un comentario sapiencial de Ex 12 aplicado al misterio de<br />
Cristo en su pasión gloriosa. Consta de un Exordio, de<br />
una primera parte sobre la Pascua judía como figura de la<br />
realidad que está por venir, de una segunda parte sobre<br />
la Pascua cristiana cumplida en el verdadero Cordero que<br />
es Cristo y en su pasión; termina con un Epílogo muy<br />
hermoso del que transcribimos este texto:<br />
"Soy Yo, en efecto vuestra remisión;<br />
soy yo, la Pascua de la salvación;
yo el cordero inmolado por vosotros,<br />
yo vuestro rescate,<br />
yo vuestra vida,<br />
yo vuestra luz,<br />
yo vuestra salvación,<br />
yo vuestra resurrección,<br />
yo vuestro rey...<br />
El es el Alfa y el Omega<br />
El es el principio y el fin.<br />
El es el Cristo. El es el rey. El es Jesús,<br />
el caudillo, el Señor,<br />
aquel que ha resucitado de entre los muertos<br />
aquel que está sentado a la derecha del Padre...."<br />
El texto Sobre la Santa Pascua del Anónimo<br />
Cuartodecimano, se abre con un hermoso Exordio sobre<br />
el tema de la luz y de la primavera, inspirado en el<br />
momento de la celebración vigilar y una invitación a la<br />
fiesta, provisto de un plan de desarrollo general inspirado<br />
en Ex 12. Sigue la primera parte sobre la Pascua judía,<br />
realizada con una exégesis minuciosa de los textos.<br />
Tenemos después la segunda parte sobre la Pascua<br />
cristiana con una hermosa exposición sobre los<br />
momentos progresivos de la revelación del misterio de<br />
Cristo, el nacimiento, la pasión, con un hermoso himno a<br />
la cruz, la resurrección y glorificación de Cristo.
He aquí cómo describe el descenso a los infiernos: "Ya<br />
que muchos justos habían anunciado la buena noticia<br />
profetizando, lo esperaban como primogénito de entre los<br />
muertos por medio de la Resurrección, aceptó<br />
permanecer tres días bajo tierra para salvar a todo el<br />
género humano: los que vivieron antes de la ley, los que<br />
vinieron después de la ley y los de su tiempo. Quizá<br />
permaneció tres días en la tumba para resucitar a los<br />
vivientes en todo lo que compone su realidad: alma<br />
espíritu y cuerpo. Una vez resucitado son las mujeres las<br />
primeras que lo ven...`Mujeres, alegraos’; esta es la voz<br />
que resuena en sus oídos para que la primitiva tristeza de<br />
la mujer quede como engullida por gozo de la<br />
Resurrección."<br />
La homilía pascual se cierra con una exaltación lírica de<br />
Cristo nuestra Pascua, que parece haber influenciado<br />
muchos textos líricos pascuales de la antigüedad<br />
cristiana, que todavía hoy resuenan en el Exultet de la<br />
liturgia romana, y en los Estikirás de Pascua de la liturgia<br />
bizantina. He aquí un texto del Epílogo:<br />
"Oh, Pascua divina!<br />
Oh, festividad espiritual!<br />
Del cielo tú desciendes hasta la tierra<br />
Y de la tierra nuevamente subes al cielo.<br />
Oh, consagración común de todas las cosas!<br />
Oh, solemnidad de todo el cosmos!<br />
Oh, alegría del universo, su honor,<br />
festín y delicia...!<br />
Oh, Pascua divina! Por tí la gran sala de bodas
está llena;<br />
todos llevan el vestido de bodas,<br />
ninguno es echado fuera por estar privado<br />
del vestido nupcial..."<br />
En esta homilía el predicador anónimo describe también<br />
el misterio de la Resurrección con los tres momentos que<br />
hemos evocado al principio.<br />
Los textos rituales más antiguos<br />
Entre los textos más antiguos que nos recuerdan algún<br />
esquema de celebración primitiva de la Pascua debemos<br />
citar un fragmento de la Didascalía siríaca (siglo III)<br />
donde se expresa así el desarrollo de la vigilia pascual:<br />
"Ayunad los días de Pascua... la parasceve y el<br />
sábado pasadlos en ayuno íntegro sin tomar nada.<br />
Durante toda la noche, quedaos reunidos juntos,<br />
despiertos y en vela, suplicando y orando, leyendo<br />
los profetas, el Evangelio y los Salmos, con temor y<br />
temblor y con asidua súplica, hasta la hora de tercia<br />
de la noche pasado el sábado, entonces romped<br />
vuestro ayuno... Después ofreced vuestros<br />
sacrificios, comed y alegraos, gozad y exultad<br />
porque Cristo ha resucitado prenda de nuestra<br />
resurrección y esto sea legítimo para vosotros<br />
perpetuamente hasta el fin del mundo" (V, 17-19).<br />
Tertuliano en diferentes textos alude a la Pascua y al<br />
ayuno, pero habla claramente de una noche entera de<br />
vigilia para celebrar esta santa festividad cuando escribe:
"Quién finalmente se fiará de permitirle de pasar la noche<br />
fuera de casa con ocasión de los ritos anuales de la<br />
Pascua?" (Ad uxorem, 2, 4,2: PL 1,1407).<br />
Es justo preguntarse: ¿cómo se celebraba al inicio la gran<br />
vigilia de la Pascua? ¿Cuáles son los elementos rituales<br />
apenas citados, por ejemplo, en el texto de la Didascalía?<br />
Todo se desarrollaba durante la noche en un ambiente<br />
iluminado, por tanto en un lucernario permanente, que<br />
poco a poco inspirará el solemne rito de la luz con una<br />
referencia clara a Cristo luz del mundo. Pero al principio<br />
no tenemos algo semejante e la bendición del cirio<br />
pascual y del Exultet que son de época posterior. A.<br />
Hamman reconstruye el ambiente de la noche de Pascua<br />
con estas sugestivas pinceladas.<br />
"La noche del sábado toda la ciudad estaba<br />
iluminada; las antorchas alumbraban las calles<br />
mientras los fieles con sus luces se encaminaban a<br />
la asamblea litúrgica. Con actitud solemne, los<br />
cristianos escuchaban la lectura de las grandes<br />
páginas de la Biblia. Los catecúmenos oían<br />
proclamar por última vez las principales etapas de la<br />
historia de salvación, la historia del pueblo de Dios,<br />
convertida, en esta noche, en su historia personal.<br />
Hacia el final de la vigilia, el Obispo rodeado de sus<br />
ministros, pronunciaba la homilía... la gran vigilia de<br />
lecturas y de oraciones terminaba con el bautismo.<br />
Los candidatos se acercaban a la fuente bautismal y<br />
descendían desnudos a la piscina. Cuando salían<br />
vestían túnicas blancas con las cuales volvían a la<br />
iglesia en procesión, para participar por primera vez<br />
en la cena cristiana. Al alba cada uno volvía a su<br />
casa con los ojos resplandecientes de alegría<br />
pascual."<br />
Tratemos ahora de reconstruir en síntesis algunos de<br />
estos elementos rituales, apoyándonos en los testimonios<br />
de los Padres de la Iglesia.
El ayuno. Los cristianos se preparaban a la Pascua con<br />
un ayuno riguroso de al menos dos días enteros (viernes<br />
y sábado) como testimonia la Traditio Apostolica,<br />
Tertuliano y la Didascalía. Por esto la SC n. 110 lo<br />
recuerda todavía hoy y algunas comunidades<br />
diligentemente lo han restablecido. Este ayuno, según el<br />
testimonio de Tertuliano, está inspirado en las palabras<br />
de Jesús: ayunarán cuando les sea quitado el Esposo (cfr.<br />
Lc 5:35). Algunos pensaban que era un ayuno de<br />
reparación o de contestación por la Pascua de los judíos.<br />
Se ayuna en espera de la Pascua; el cuerpo participa con<br />
el ayuno en una tensión hacia el momento de la<br />
celebración pascual con la Eucaristía que rompe el ayuno.<br />
La gran vigilia nocturna. Al testimonio de la Didascalía<br />
acerca de la noche pasada en vela se pueden añadir<br />
algunos testimonios de los Padres. Así describe Gregorio<br />
de Nisa la celebración: "¿Qué hemos visto? El esplendor<br />
de las antorchas que eran llevadas en la noche como en<br />
una nube de fuego. Toda la noche hemos oído resonar<br />
himnos y cánticos espirituales. Era como un río de gozo<br />
que descendía de los oídos a nuestras almas, llenándonos<br />
de buena esperanza... Esta noche brillante de luz que<br />
unía el esplendor de las antorchas a los primeros rayos<br />
del sol ha hecho con ellos un solo día sin dejar intervalos<br />
a las tinieblas" (PL 38,1087-1088). 129).<br />
Juan Crisóstomo recuerda entre otras cosas como<br />
elementos celebrativos: "la predicación de la santa<br />
palabra, las antiguas oraciones, las bendiciones de los<br />
sacerdotes, la participación en los divinos misterios, la<br />
paz y la concordia" (PG 50,415-432).<br />
Los cristianos sienten que todo el mundo vela, que<br />
incluso los judíos y los paganos celebran la fiesta con<br />
ellos, que las antorchas encendidas son los símbolos de<br />
los deseos de todos. Esta es la vigilia de las vigilias, la<br />
madre de todas las vigilias cristianas.
Las lecturas y los salmos. Entre las lecturas que son<br />
señaladas aquí y allí por los Padres, es necesario<br />
recordar: El relato de la creación y quizás el sacrificio de<br />
Abrahán, el éxodo del pueblo hebreo Ex 12-14, el<br />
Evangelio de la Resurrección. Entre los salmos se citan el<br />
Salmo 117, y los salmos bautismales 22 y 41 (42) con su<br />
referencia a las aguas bautismales y a los otros<br />
sacramentos.<br />
Sobre estas lecturas los Padres dictan sus homilías,<br />
caracterizadas por un tono lírico kerigmático,<br />
mistagógico; con referencias poéticas a la primavera, a<br />
los sacramentos pascuales, a la Resurrección y a nuestra<br />
redención. Son particularmente hermosas las de Agustín,<br />
de Gregorio de Nisa y de Máximo de Turín, y la atribuida<br />
a San Juan Crisóstomo que todavía hoy se lee en la<br />
liturgia bizantina (PG 59,721-723). Jerónimo que no se<br />
sentía poeta dice sentirse arrebatado por el gozo<br />
inspirador de esta noche (PL 39 2058-2059).<br />
Entre los textos líricos más hermosos, nos gusta citar el<br />
texto de Asterio de Amasea, llamado el Sofista, que es<br />
una lírica exaltación de la Pascua cristiana como canto de<br />
la noche santa, con acentos que resuenan en nuestro<br />
Exultet pascual:<br />
"Oh noche más resplandeciente que el día.<br />
Oh noche más hermosa que el sol.<br />
Oh noche más blanca que la nieve.<br />
Oh noche más brillante que la saeta.<br />
Oh noche más reluciente que las antorchas.<br />
Oh noche más deliciosa que el paraíso.<br />
Oh noche libre de tinieblas.
Oh noche llena de luz.<br />
Oh noche que quitas el sueño.<br />
Oh noche que haces velar con los ángeles.<br />
Oh noche terrible para los demonios.<br />
Oh noche anhelo de todo un año...<br />
Oh noche madre de los neófitos... “(PG 40, 433-<br />
444).<br />
He aquí el hermoso texto con el que Basilio de Seleucia<br />
inicia con garbo una homilía pascual: "Cristo con su<br />
Resurrección de entre los muertos ha hecho de la vida de<br />
los hombres una fiesta" (PG 28, 1081).<br />
Entre los salmos resuena también el Aleluya pascual que<br />
los Padres comentan con el sentido típico de la alegría de<br />
Pascua.<br />
Célebre es el comentario de Agustín sobre el cántico<br />
nuevo: (PL 38,210-213).<br />
Los ritos de la iniciación cristiana. Por el testimonio<br />
de Tertuliano y los textos de la Tradición apostólica y de<br />
manera particular por las catequesis mistagógicas de<br />
Cirilo de Jerusalén, se puede afirmar que ya desde los<br />
primeros decenios del siglo III se celebra el bautismo, la<br />
unción con el crisma, y la primera eucaristía de los<br />
neófitos, con una variada expresividad de símbolos que<br />
los Padres comentan en sus homilías mistagógicas. Cada<br />
rito es explicado en su significado místico. El sentido beso<br />
de paz intercambiado en la asamblea, expresa en este<br />
momento el gozo particular de la vigilia pascual. Beso de<br />
paz y de reconciliación según este conocido texto de
Gregorio de Nisa que todavía hoy resuena en los Estikirás<br />
de Pascua en la liturgia bizantina.<br />
"Día de Resurrección, (feliz inicio! Celebremos con gozo<br />
esta fiesta y démonos el beso de paz. Invitemos (oh<br />
hermanos! a hacer Pascua aún a aquellos que nos<br />
odian... Perdonándonos todo en honor de la<br />
Resurrección, olvidemos las ofensas recíprocas" (PG<br />
35,396-401).<br />
La Eucaristía. El centro de la celebración es la<br />
Eucaristía, en la que el Señor Resucitado se hace<br />
presente y se entrega a la Iglesia. Es la unión nupcial con<br />
la Esposa. Los neófitos reciben la comunión con el cuerpo<br />
y la sangre del Señor por primera vez y se les ofrece un<br />
cáliz en el que saborean la leche mezclada con la miel,<br />
signo de su ingreso en la tierra prometida. La comunión<br />
interrumpe el ayuno y surge la alegría del encuentro con<br />
el Señor Resucitado que se prolonga cincuenta días.<br />
Pero en medio de la Pascua puede existir una experiencia<br />
dolorosa de persecución como la que nos transmite<br />
Eusebio en este hermoso texto antiguos: "Nos exiliaron<br />
y, solos, entre todos fuimos perseguidos y llevados a la<br />
muerte. Pero también entonces hemos celebrado la<br />
fiesta. Cada lugar donde se padecía, llegó a ser para<br />
nosotros un lugar donde se celebraba la fiesta: aunque<br />
fuese un campo, un desierto, una nave, una posada, una<br />
prisión. Los mártires perfectos celebran la más<br />
espléndida de las fiestas pascuales siendo admitidos a la<br />
gracia del festín celestial" (Eusebio, Historia Eccl. VII,<br />
22,4).<br />
El ágape. Con la Eucaristía se rompía el ayuno y con el<br />
ágape de la fraternidad se participaba en el gozo común.<br />
Todavía hoy el ágape forma parte de la celebración<br />
pascual en Oriente y expresa la participación del regocijo<br />
común después del largo ayuno de espera.
El Lucernario. Todo, lo hemos dicho, sucedía en la noche<br />
iluminada por las antorchas. El aula de la celebración<br />
iluminada como el día, era la más hermosa expresión de<br />
una obscuridad vencida por la luz de Cristo, y por la luz<br />
de los cristianos que resplandecen en las tinieblas con su<br />
vida de hijos de la luz.<br />
Ya se percibe en el exordio de la homilía del Anónimo<br />
Cuartodecimano este cántico lírico de la luz cuando<br />
escribe: "He aquí que brillan ya los sagrados rayos de la<br />
luz de Cristo... Aquél que es antes que la estrella<br />
matutina y que los astros, Cristo el inmortal, el grande, el<br />
inmenso, brilla sobre todas las cosas más que el sol...”.<br />
La continuación de la fiesta. La fiesta iniciada en la vigilia<br />
se prolongaba durante todo el día; más aún, por una<br />
semana entera y todavía después por cincuenta días.<br />
Escribe Hamman: "Desde la mañana los cristianos se<br />
intercambiaban augurios y felicitaciones. Todo el domingo<br />
era día de gozo. En Hipona, Agustín predicaba también a<br />
la mañana y frecuentemente también a la tarde. El tema<br />
pascual era inagotable. La fiesta se prolongaba por una<br />
semana entera, durante la cual los fieles escuchaban en<br />
la misa el relato evangélico de las apariciones del<br />
Resucitado..."<br />
Una celebración diferenciada de la vigilia pascual:<br />
el rito latino y el rito bizantino<br />
La vigilia pascual del rito romano<br />
Después de un día de silencio, de oración y de ayuno, los<br />
cristianos de disponen en el rito latino a celebrar la<br />
Pascua, el paso, la Resurrección del Señor. La vigilia<br />
pascual es la Pascua del Señor y la Pascua de la Iglesia,<br />
origen y raíz de todo el año litúrgico. La estructura actual
ecupera el pleno sentido de la antigua celebración<br />
pascual en el corazón de la noche. Debe ser celebrado<br />
como vigilia completa hasta las primeras horas del alba,<br />
con el gozo de vivir el vela orando y cantando en esta<br />
noche "esperada durante todo un año."<br />
En esta celebración de la vigilia reciben su consagración<br />
pascual las palabras, las oraciones, los sacramentos, y<br />
los símbolos de la Iglesia que son prolongaciones e<br />
irradiaciones de la Pascua. Todo es nuevo, todo confiere<br />
novedad a la Iglesia en los grandes símbolos cristológicos<br />
y litúrgicos.<br />
Estos grandes símbolos son: La asamblea santa que es<br />
siempre la Esposa y la comunidad del Resucitado. El<br />
tiempo nuevo que es siempre, de noche y de día, tiempo<br />
pascual insertado ya en nuestro hoy que es Cristo.<br />
La espera vigilante, celebración de la presencia y del<br />
retorno definitivo del Resucitado. La luz pascual que<br />
desde el Génesis al Apocalipsis bajo el signo de Cristo luz<br />
del mundo lo inunda todo. El fuego nuevo que recuerda<br />
la columna de fuego y el fuego del Espíritu encendido por<br />
el Resucitado y en los corazones de los fieles. El agua<br />
regeneradora, signo de la vida nueva en Cristo, fuente de<br />
la vida. El crisma santo de la unción espiritual de los<br />
bautizados. El banquete nupcial de la Iglesia, en el pan y<br />
en el vino de la Eucaristía tenemos el banquete<br />
escatológico, la comida del Resucitado y con el<br />
Resucitado. El canto nuevo del aleluya pascual, himno de<br />
los redimidos, cantar de los peregrinos en camino hacia<br />
la patria.<br />
Todos los otros símbolos son pascuales: la cruz, el altar,<br />
el ambón, el libro. Sobre todo, por la importancia ritual<br />
de la Vigilia, el Cirio pascual, signo de Cristo que ilumina<br />
con su presencia la asamblea. Todo, durante todo el año,<br />
será signo de Cristo resucitado. El templo su morada; el<br />
tiempo, espacio histórico donde él se hace presente. El<br />
altar el sepulcro nuevo; el ambón el jardín de la
esurrección desde donde se anuncia el "kerigma" de la<br />
resurrección y Cristo explica las Escrituras.<br />
La liturgia de la luz. Con la lógica bendición del fuego<br />
nuevo para encender la nueva luz, se recuerda que<br />
estamos en la noche donde todo se renueva en aquél que<br />
hace nuevas todas las cosas. El cirio es bendecido y<br />
adornado porque es símbolo de Cristo luz. La procesión<br />
de las tinieblas a la luz, la peregrinación de la Iglesia,<br />
nuevo pueblo de Dios, guiada por la columna de fuego,<br />
iluminación bautismal que cada uno recibe de Cristo para<br />
ser siempre hijo de la luz.<br />
La proclamación del anuncio pascual es momento<br />
solemne y antiguo, lírico y cargado de teología y de<br />
pathos que debe realizarse en una atmósfera de fe y de<br />
gozosa escucha, con plena participación.<br />
El texto actual contiene estos momentos:<br />
• Invitación al gozo pascual a la asamblea del cielo, a<br />
la tierra, a la Iglesia entera, a la asamblea reunida;<br />
• La gran oración de bendición y de exaltación de la<br />
Pascua del Señor, la noche dichosa, síntesis de las<br />
noches salvíficas de Dios en la historia de la<br />
salvación.<br />
• El canto de la teología de la redención pascual:<br />
"Feliz la culpa que mereció tal Redentor!." Es la<br />
noche verdaderamente dichosa que reconcilia la<br />
tierra al cielo y el hombre a su Creador. Se canta la<br />
victoria de Cristo, victoria de los cristianos.
• El ofrecimiento de la alabanza de la Iglesia y del<br />
signo luminoso del cirio pascual.<br />
La liturgia de la palabra. Se vuelve a la antigua<br />
estructura celebrativa de una gran vigilia de lecturas, de<br />
oraciones, de cantos. La proclamación de la palabra de<br />
Dios se hace simbólicamente a la luz de Cristo Resucitado<br />
centro del cosmos y de la historia. Las lecturas actuales<br />
tienen un triple carácter simbólico. Son lecturas<br />
progresivas de la historia de la salvación; tienen un<br />
carácter cristológico; poseen una estrecha relación con el<br />
bautismo. A la proclamación sigue el salmo o cántico. A<br />
continuación la oración de la Iglesia expresa el sentido<br />
tipológico de la lectura. Tras las lecturas del Antiguo<br />
Testamento a la luz de Cristo que ilumina la continuidad<br />
y la unidad entre los dos Testamentos se canta con<br />
solemnidad el Gloria, antiguo himno de la mañana, que<br />
por su alusión a las palabras del Ángel no puede menos<br />
de evocar en esta noche santa el sentido pascual de la<br />
encarnación y del nacimiento de Cristo. La oración<br />
colecta evoca la noche santísima, la gloria de la<br />
Resurrección, la renovación de todos los hijos en la<br />
adopción.<br />
Sigue la liturgia de la palabra del N.T. con la lectura de<br />
Rm 6:3-11: El bautismo, misterio pascual, el Salmo que<br />
canta la victoria pascual de Cristo: Este es el día en que<br />
actuó el Señor. Y se entona el Aleluya: Solemne anuncio<br />
del canto nuevo, con la triple proclamación ritual del<br />
Aleluya. Todo tiene su culmen en la proclamación del<br />
Evangelio: El Kerigma de la Resurrección: Mt 28:1-10, Mc<br />
16,1-8, Lc 24,1-12. A este punto se continúa con la<br />
homilía que en el estilo de la tradición patrística debería<br />
ser kerygmática, mistagógica y pascual.
La liturgia bautismal. Sigue la liturgia bautismal con la<br />
invocación de los santos, la bendición de la pila bautismal<br />
y todos los otros ritos del bautismo y de la confirmación<br />
cuando hay adultos para bautizar. Si no hay bautismos,<br />
se pasa en seguida a la bendición del agua lustral, a las<br />
renuncias y promesas del bautismo, con la aspersión del<br />
agua. Es el recuerdo memorial de la Pascua y del<br />
bautismo. Termina con la oración de los fieles.<br />
La liturgia eucarística. Encuentro con el Cristo<br />
resucitado en su sacrificio pascual, en la comunión con El,<br />
con los elementos propios de la oración para esta noche<br />
santísima en el canon romano y en las otras plegarias<br />
eucarísticas. Una monición prepara a los neófitos a la<br />
primera eucaristía.La celebración se cierra con la<br />
invitación pascual al final de la misa para llevar a todos el<br />
anuncio del Cristo Resucitado.<br />
Las celebraciones del día. La celebración del <strong>Domingo</strong><br />
de Pascua a continuación de la vigilia tiene algunos<br />
elementos característicos.<br />
La liturgia de la palabra se estructura ya partiendo de la<br />
lectura de los Hechos de los Apóstoles que sustituye el AT<br />
según la antigua costumbre de la Iglesia: la 10 lectura de<br />
Hch 10:34-43 recuerda la predicación de los apóstoles,<br />
testigos de la resurrección. El Salmo: 117:1-2, 16-23<br />
canta el día en que actuó el Señor. La segunda lectura<br />
del Apóstol evoca las exigencia de la ética pascual y de la<br />
vida nueva de los que han sido bautizados en Cristo.<br />
En el Evangelio se leen, según los ciclos, diversos textos<br />
que relatan el acontecimiento de la Resurrección del<br />
Señor.
En la misa de la tarde se lee muy apropiadamente el<br />
episodio de la aparición a los discípulos de Emaús,<br />
acaecida en la tarde del primer día de la semana.<br />
Entre la segunda lectura y el Evangelio se intercala la<br />
bella Secuencia de Pascua "Victimae paschali laudes..."<br />
de Vipone (+1048). Uno de los textos más bellos y<br />
sugestivos de la liturgia latina, cargado de nostalgia y de<br />
profesión gozosa de la fe. Actualmente le falta una<br />
estrofa que decía así: "Credendum est magis soli Mariae<br />
veraci quam turbae iudeorum fallac": "Es mejor creer a<br />
María que dice la verdad que a la multitud de los judíos<br />
que proclaman la mentira." En la celebración litúrgica del<br />
<strong>Domingo</strong> de Resurrección merecen un relieve especial las<br />
Vísperas como celebración vespertina de la presencia de<br />
Cristo en la Iglesia y de la gloria del Resucitado, Luz<br />
gozosa de la santa gloria del Padre.<br />
La liturgia bizantina de la vigilia pascual<br />
La vigilia pascual es ya la celebración del santo <strong>Domingo</strong><br />
de Pascua, en el que se celebra la vivificante<br />
Resurrección de Cristo. Cuando suenan las campanas de<br />
la media noche se hace una procesión alrededor de la<br />
Iglesia con las velas encendidas y comienza la<br />
celebración con el tropario: "Tu Resurrección, (oh Cristo<br />
Salvador! los ángeles cantan en los cielos, haznos dignos<br />
también a nosotros, sobre la tierra, de glorificarte con<br />
puro corazón." Después de la lectura del Evangelio de la<br />
Resurrección (Mc 16:1-8), se entona por tres veces el<br />
tropario que resonará todavía decenas y decenas de<br />
veces en la noche santa; "Cristo ha resucitado de entre<br />
los muertos con su muerte aplastó la muerte y los que<br />
estaban el sepulcro les dio la vida." La procesión gozosa<br />
entra en el templo adornado de luz y de flores, repitiendo<br />
incansablemente el tropario pascual y el augurio de la<br />
Resurrección, repetido en varias lenguas. Y comienzan<br />
los maitines de la Resurrección con hermosísimos textos
entre los cuales es necesario recordar el Canon poema de<br />
la Resurrección de Juan Damasceno.<br />
El texto clave de esta celebración es sin duda los Estikirás<br />
de Pascua pieza lírica de gran belleza e intensidad<br />
poética.<br />
Antes de la celebración eucarística se lee la hermosa<br />
catequesis u homilía pascual de Juan Crisóstomo que es<br />
una invitación al gozo del banquete pascual para todos.<br />
Se intercambia el beso de paz con la fórmula clásica que<br />
después se repite durante todo el tiempo pascual como<br />
saludo entre los cristianos (y también con ocasión de la<br />
muerte de algún familiar o pariente). En español:(Cristo<br />
ha resucitado! (Sí, verdaderamente ha Resucitado! En<br />
griego: (Christós anésti! — Alizós anésti!. En eslavo<br />
antiguo: Cristós voskriesse! — Voistinu voskriesse!<br />
Se proclama en la misa el Prólogo del Evangelio de Juan<br />
en varias lenguas. Se bendicen los panes y los huevos<br />
pascuales al final de la misa. Resuena también el tropario<br />
de los bautizados en la divina liturgia aunque no se<br />
administre el bautismo ya que se recuerda la<br />
participación de todos los cristianos en la pascua de<br />
Cristo por medio del bautismo:<br />
"Todos vosotros los que habéis sido bautizados en Cristo,<br />
habéis sido revestidos de Cristo." La vigilia, después del<br />
largo y extenuante ayuno, prolongándose durante varias<br />
horas hasta el alba, se concluye con el ágape pascual.<br />
La mañana del domingo la celebración eucarística es<br />
solemne; las puertas del iconostasio permanecen siempre<br />
abiertas, signo de que Cristo ha abierto de par en par a<br />
todos de las puertas del paraíso. En algunos lugares<br />
existe la costumbre de ir al cementerio a celebrar las<br />
Vísperas de la Resurrección, para cantar así la esperanza<br />
que está expresada por el tropario pascual: "Cristo ha<br />
resucitado de entre los muertos..."
Y con la vigilia pascual y el domingo de la Resurrección<br />
empieza los cincuenta días de Pascua, el "Pentecostario,"<br />
como se le llama también al libro que contiene los oficios<br />
de los cincuenta días.<br />
Iconos de la Resurrección<br />
Los textos evangélicos de la Resurrección del Señor y el<br />
texto de la 10 Carta de S. Pedro sobre el descenso de<br />
Jesús al infierno, anteriormente recordados, para liberar<br />
a los que estaban en poder de la muerte, ilumina el<br />
sentido pleno de los dos iconos de la Resurrección más<br />
comunes en la Iglesia de Oriente: el de la Anástasis o<br />
Resurrección bajo el signo del descenso de Cristo a los<br />
abismos y el de las Mujeres miroforas, portadoras de<br />
aromas, ante el sepulcro vacío.<br />
El icono de la victoria de Cristo en los abismos del<br />
infierno<br />
Empecemos por el icono de la Resurrección gloriosa que<br />
expresa el triunfo de Jesús Resucitado que baja a los<br />
infiernos para liberar a nuestros padres que estaban en<br />
los abismos de la muerte.<br />
A primera vista el icono de la Resurrección nos resulta un<br />
poco diverso de la forma con que ordinariamente se pinta<br />
en Occidente la Resurrección de Jesús. Lo solemos ver<br />
así: Cristo sale victorioso del sepulcro. La piedra ha sido<br />
levantada. Junto al sepulcro los guardias duermen. Jesús<br />
lleva el estandarte de la cruz. Es su victoria personal, su<br />
triunfo de Resucitado.<br />
El mensaje del icono oriental de la Resurrección es<br />
diverso y complementario; quiere indicar que el triunfo<br />
de Jesús nos envuelve a todos, que El ha bajado hasta el
abismo, para llenarlo de luz y para que su Resurrección<br />
se manifieste en toda su fuerza salvadora que llega hasta<br />
el primer hombre y la primera mujer, Adán y Eva.<br />
La Iglesia de Oriente conmemora en el Viernes santo y en<br />
el Sábado santo con hermosos cantos y símbolos esta<br />
presencia de Cristo bajo la tierra, como sol escondido,<br />
como vida engullida por la muerte, como grano de trigo<br />
que va a romperse para dar la vida en abundancia. Ahora<br />
contempla el camino de Cristo en su descenso, ya<br />
glorioso, a los infiernos, en una danza de victoria y de<br />
luz.<br />
Muchos son los iconos orientales que así representan este<br />
misterio, los frescos que engalanan las paredes de las<br />
iglesias y monasterios, los mosaicos de las antiguas<br />
catedrales que han recibido el influjo del Oriente<br />
cristiano, como San Marcos de Venecia o la Capilla<br />
Palatina de Palermo.<br />
Sin embargo, como hemos advertido, solo con grande<br />
recato esta contemplación de lo que estuvo fuera de la<br />
vista de los ojos de este mundo pasa a ser una<br />
representación pictórica.<br />
En realidad este icono oriental ha sido inspirado por los<br />
textos bíblicos, patrísticos y litúrgicos que han<br />
profundizado este misterio, lo han celebrado en los<br />
cantos litúrgicos y ahora, finalmente lo han iluminado con<br />
la pintura para que todo el pueblo santo de Dios lo<br />
contemple.<br />
Este descenso de Cristo a los abismos mantiene la<br />
continuidad que la Iglesia oriental mantiene en sus oficios<br />
litúrgicos con la pasión gloriosa y el "epitaphios trinos" o<br />
sepultura de los tres días que el Viernes Santo termina<br />
con el canto de la profecía de Ezequiel 37 acerca de los<br />
huesos áridos que el Espíritu tiene que resucitar y con el<br />
canto de María y de la Iglesia que clama por la<br />
Resurrección de Jesús.
Existen varios tipos de iconos orientales del descenso del<br />
Señor a los infiernos. Los más célebres son sin duda<br />
alguna el del "paraclession" de Kariye Kami en Istanbul.<br />
Algunos iconos griegos de Tesalónica, Dafni, y de la<br />
escuela de Creta. y fionalmente algunos iconos rusos de<br />
la escuela de Dionisio y de la ciudad de Novgorod.<br />
El icono de la Resurrección de Kariye Cami<br />
Todos los iconos repiten el mismo esquema que sintetiza<br />
la fe de la Iglesia y el canto de la liturgia en la noche<br />
santa de Pascua, cuando se repite decenas de veces el<br />
gran tropario pascual: "Cristo ha resucitado de entre los<br />
muertos; con su muerte ha vencido la muerte y a los que<br />
estaban en los sepulcros ha dado la vida."<br />
Hay, sin embargo, una pintura que se puede considerar<br />
el culmen de la teología iconográfica de la resurrección,<br />
así como el icono de la Trinidad de Andrej Roublëv es el<br />
culmen de la expresión del misterio trinitario. Es la<br />
pintura de la pequeña capilla o paraclession de San<br />
Salvador de Chora (de los campos), el templo de Kariye<br />
Camy en Estambul.<br />
En efecto, en Constantinopla existe una pequeña iglesia<br />
en la que se puede admirar la pintura más bella de la<br />
Resurrección. En el ábside de la capilla del paraclession,<br />
un fresco maravilloso expresa el arte y la teología<br />
bizantina del siglo XIV. Ante nuestros ojos un Cristo<br />
Resucitado lleno de poder y majestad, envuelto en un<br />
círculo de luz, en medio de la oscuridad del abismo. El<br />
fresco ofrece una visión extraordinaria del Resucitado en<br />
medio de un intenso fondo azul que dibuja una cavidad<br />
entre dos montañas. El Resucitado, lleno de luz, aparece<br />
majestuoso entre una "mandorla" ojival llena de<br />
estrellas, con su aureola dorada. Con fuerza<br />
extraordinaria arranca de sus sepulcros a Adán y a Eva,<br />
mientras con sus pies rompe las puertas de la muerte.
Campea sobre la figura del Resucitado escrita en griego<br />
la palabra Anástasis: Resurrección.<br />
Un autor ortodoxo comenta el mensaje de la imagen con<br />
estas hermosas palabras: "Cristo desciende a los<br />
infiernos para destruirlos; es de una blancura<br />
relampagueante, pero ahora ya no está en el monte de la<br />
trasfiguración sino en el abismo de la angustia y de la<br />
asfixia tenebrosa. Uno de sus pies, con un gesto de<br />
increíble violencia, rompe las cadenas de este mundo. La<br />
otra pierna, con un movimiento de danza, de nado,<br />
empieza ya a subir de nuevo, como el nadador que<br />
después de haberse zambullido en el fondo, toma fuerza<br />
para regresar al aire y a la luz. Pero es El el aire y la luz.<br />
El aire y la luz son irradiación de su rostro en el fulgor del<br />
Espíritu Santo. Y aquí está su gesto liberador: con cada<br />
mano Cristo agarra por las muñecas al Hombre y a la<br />
Mujer. Y no por la mano, porque la salvación no se<br />
negocia, se da. Así los arrastra fuera de sus tumbas.<br />
Ninguna sombra: todo rostro tiene la luz del infinito.<br />
Ninguna reencarnación: todo rostro es único. Ninguna<br />
fusión: todo rostro es un secreto. Ninguna separación:<br />
todos los rostros son llamas de un mismo fuego. Y la<br />
finalidad no es la de conseguir la inmortalidad del alma,<br />
porque inmortales ya lo son las almas en el infierno.<br />
Cada rostro es de esta tierra, pero de esta tierra que ha<br />
sido ya plasmada con el cielo" (O. Clément).<br />
Hay otros iconos de las escuelas rusas en los que el<br />
rostro de Cristo es dulce, amoroso, como el del Buen<br />
Pastor que ha ido hasta el infierno a buscar la oveja<br />
perdida y ahora le ofrece con su mano extendida, la vida<br />
inmortal.<br />
Dentro del canon fundamental del modelo iconógráfico<br />
del icono podemos destacar algunos detalles comunes. La<br />
figura central es siempre la de Cristo en el esplendor de<br />
su cuerpo ya glorificado: baja a los abismo infernales,<br />
representados por una cavidad oscura aplastando con sus<br />
pies las puertas de la muerte. Está con frecuencia
enmarcado en una "mandorla" redonda u ojival,<br />
punteada de estrellas. A veces lleva en sus manos el<br />
trofeo de la Cruz o el rollo de la revelación, para indicar<br />
el signo de la victoria y la Escritura donde estaba<br />
contenida la profecía de su victoria final. Otras veces loa<br />
ángeles en lo alto levantan la cruz gloriosa, signo de<br />
salvación y de continuidad entre la pasión y la victoria<br />
gloriosa de la resurrección. Sus vestidos son blancos y<br />
resplandecientes o bien dorados y luminosos, como si se<br />
descendieran centellas de luz de su cuerpo glorioso a<br />
través de sus vestiduras.<br />
Son figuras centrales Adán y Eva. A veces Cristo está<br />
situado en medio de ellos y con la fuerza de sus manos<br />
los arranca de sus sepulcros. Otras veces Cristo se acerca<br />
a Adán o a Eva para darles la mano y arrastrarlos fuera<br />
del sepulcro. Nuestros progenitores llevan un vestido de<br />
diverso color. Junto a ellos hay un grupo de Justos del<br />
Antiguo Testamento. Se distinguen algunos por algunos<br />
rasgos iconográficos, entre ellos Juan el Bautista, David y<br />
Salomón, otros reyes con sus coronas, un grupo de<br />
profetas entre ellos Isaías y Daniel. Moisés está algunos<br />
iconos y se le reconoce porque lleva en sus manos las<br />
tablas de la ley. Hombres y mujeres que representan los<br />
justos que esperaban la victoria del Mesías en el abismo<br />
infernal del Sheol.<br />
Todos los justos están en actitud adorante. A veces en<br />
algunos iconos extienden sus manos, recubiertas con sus<br />
vestidos en signo de adoración con la mirada puesta en el<br />
Resucitado.<br />
El infierno aparece bajo los pies de Cristo como un<br />
abismo oscuro en el que a veces vemos llaves y cerrojos,<br />
clavos y otros instrumentos, que simbolizan la victoria de<br />
Cristo sobre todo aquellos que tenía prisioneros a los<br />
justos.<br />
En algunos iconos bajo los pies del resucitado que aplasta<br />
rotas las puertas del Ades hay un grupo de figuras
oscuras y de figuras blancas, otros condenados y otros<br />
justos, mientras algunos ángeles encadenan al enemigo<br />
mortal del hombre que es el diablo.<br />
Los textos de la Vigilia pascual comentan esta imagen:<br />
"Has bajado de la tierra al seno del abismo, has roto los<br />
vínculos ternos de los que la muerte tenía prisioneros. Y<br />
ahora después de tres días, como Jonás, resucitas<br />
dejando vacío el sepulcro" (Oda VI). "Has bajado a la<br />
tumba, oh Inmortal y has destruido la potencia del Ades.<br />
Has resucitado vencedor, oh Señor. A las mujeres<br />
miroforas has dirigido un saludo de gozo. Has dado la paz<br />
a los apóstoles y a los caídos has otorgado la<br />
Resurrección." (Kontakion). "De la muerte celebramos la<br />
muerte y la destrucción del infierno. Cantemos,<br />
danzando, al autor de la vida inmortal, único y bendito<br />
Señor glorioso de nuestros Padres" (Oda VII) "Dormido<br />
en la carne como un muerto, oh Rey y Señor, has<br />
resucitado al tercer día. Comunicas a Adán la<br />
incorruptibilidad y la muerte ya no existe. Oh Pascua que<br />
vences la corrupción y eres del mundo la salvación"<br />
(Exapostilario).<br />
El icono de la vida que vence la muerte<br />
En su gran expresividad teológica y plástica este icono de<br />
la Resurrección canta la victoria de la vida sobre la<br />
muerte. Canta la vida, la penetración de Cristo en el<br />
abismo que se abre a sus pies. La canta el fulgor<br />
blanquísimo de sus vestidos que expresa la fuerza de su<br />
divinidad. Canta la vida el poder de su figura dulcísima y<br />
fuerte de Resucitado que anuncia la paz y la libertad.<br />
Aquí está el Libertador porque da la vida, arrancada de la<br />
muerte. Da la vida eterna. Promete una vida como la<br />
suya en la que cada uno recupera su propio ser, su<br />
propio cuerpo. Pisotea todo lo que es muerte, las puertas<br />
del abismo, los sepulcros, los mismos instrumentos que<br />
lo han llevado a la pasión.
El es la Luz y el Fulgor; el que da la Vida, porque es la<br />
Vida, va más allá de la muerte y del sepulcro. Es la vida<br />
divina que va más allá de las consecuencias del pecado. Y<br />
la infunde en los cuerpos. En su Humanidad nueva<br />
empieza la nueva Humanidad; en su Cuerpo de<br />
Resucitado la Iglesia empieza a tener un germen de vida<br />
inmortal que la alimenta y la aglutina. Los sacramentos,<br />
empezando por el Bautismo infunden en los hombres la<br />
vida que nace de la Resurrección.<br />
Los ángeles, como hemos recordado, en algunos iconos<br />
muestran la cruz gloriosa. En otros es Cristo quien con su<br />
cruz, victorioso, desciende llevando con la cruz como un<br />
báculo el anuncio de paz y de victoria. Unas rocas<br />
abiertas indican que toda la creación participa de esta<br />
victoria de Cristo, el Resucitado que ha vencido la muerte<br />
y anuncia en su cuerpo la nueva pascua del universo, los<br />
cielos nuevos y la tierra nueva.<br />
La blancura de los vestidos de Cristo indica su condición<br />
de Resucitado, su fuerza arrolladora con la que penetra<br />
en el abismo y todo lo ilumina, todo lo bautiza con el<br />
fulgor de su carne trasparente y verdadera, la misma que<br />
ha sufrido, la que tomó de la Virgen María y que ahora ha<br />
adquirido para siempre la condición del Resucitado: es<br />
carne vivificada y vivificadora, con la fuerza del Espíritu<br />
Santo.<br />
Un Cristo que desciende hasta nuestros sepulcros<br />
La figura de la Resurrección de Jesús contiene una<br />
hermosa teología, decisiva para la comprensión del<br />
misterio que se actualiza en nosotros. Ver a Cristo que<br />
desciende hasta el abismo es reconocer su poder<br />
inmenso para bajar hasta el abismo de cada hombre,<br />
hasta su propio sepulcro. Es confesar con un inmenso<br />
amor y con intensa fe que el Resucitado es también el<br />
Resucitador y que por lo tanto tiene que bajar hasta lo
más profundo de nuestro ser para arrancarnos de la<br />
muerte, vencer nuestro pecado, liberarnos de la<br />
esclavitud.<br />
Con su Resurrección Cristo es el Salvador. Puede<br />
anunciar a todos la Paz con el rostro iluminado. Viene a<br />
decirnos "Shalom": "La Paz sea contigo." Viene a<br />
anunciarnos que no hay pecado que El no pueda<br />
perdonar; afirma que el grande, decisivo, único pecado,<br />
es el de no reconocer su Resurrección, ignorar la<br />
maravilla de las maravillas del amor del Padre, rechazar<br />
el poder salvador de su misterio pascual.<br />
Creer en la Resurrección es afirmar que Cristo es el<br />
Salvador, el que cambia la muerte en vida, el dolor en<br />
amor, el pecado en gracia, el odio en perdón. Lo ha<br />
cambiado en su propia carne y ahora lo quiere cambiar<br />
en todos los que creen en su santa Resurrección.<br />
Creer en Cristo Resucitado es dejar que Cristo pueda<br />
hacer con cada uno de nosotros, lo que ha hecho con<br />
Adán y Eva: bajar hasta su abismo, su sepulcro de la<br />
muerte; arrancar con fuerza de este sepulcro y de este<br />
abismo a todos los que están sujetos a la fuerza de la<br />
muerte que es el pecado, la tumba en la que cada uno se<br />
encierra y en la que encerramos a los demás.<br />
El icono que canta la victoria de Cristo Libertador<br />
Uno de los cantos más bellos de la Iglesia oriental, en la<br />
noche de Pascua, expresa así la alegría de la<br />
Resurrección del Señor, con unos sentimientos que son<br />
característicos de toda la literatura cristiana primitiva tal<br />
como se expresan en las homilías pascuales de los Padres<br />
de la Iglesia:<br />
"Una Pascua divina hoy se nos ha revelado.
Pascua nueva y santa. Pascua misteriosa.<br />
Pascua solemnísima de Cristo Libertador.<br />
Pascua inmaculada y grande. Pascua de los creyentes.<br />
Pascua que abre las puertas del Paraíso.<br />
Pascua que santifica a todos los cristianos...<br />
Pascua dulcísima, Pascua del Señor. Pascua!<br />
Una Pascua santísima se nos ha dado.<br />
Es Pascua. Abracémonos mutuamente.<br />
Tú eres la Pascua que destruyes la tristeza.<br />
Porque hoy Cristo Jesús resucita resplandeciente.<br />
Sí, esta es la Pascua de Cristo Libertador. Una libertad<br />
que incluye la vida y la muerte. Una liberación que<br />
abraza todo el ser del cristiano. Una liberación de la<br />
muerte, para ser verdadera liberación de la vida, porque<br />
el que no ha resuelto el problema de la muerte, no ha<br />
resuelto el problema de la vida. Cristo libera la vida,<br />
librando de la muerte.<br />
Sí, Jesús ha librado con su muerte a todos aquellos que<br />
el diablo tenía prisioneros y esclavos por miedo a la<br />
muerte. Liberados de este miedo existencial que<br />
condiciona la naturaleza humana hasta hacerla esclava<br />
del pecado en un esfuerzo desesperado de vivir para no<br />
morir, ahora no hay que hacer las obras de la muerte;<br />
hay que dar frutos de vida nueva. Son frutos de todo<br />
aquello que empieza a ser nuevo y definitivo con la<br />
Pascua: gozo, bondad, magnanimidad, paz, justicia,<br />
fortaleza, amor verdadero.
Son los frutos del Espíritu, las bienaventuranzas<br />
evangélicas, la vida nueva de los hombres nuevos y<br />
resucitados por Cristo.<br />
El gozo de la Pascua cristiana<br />
En la Resurrección de Jesús está el centro de nuestra fe.<br />
Es nuestra salvación. Y es el mensaje que tenemos que<br />
gritar a todos con las palabras y con la vida.<br />
La Iglesia oriental canta así:<br />
"Día de la Resurrección.<br />
Resplandezcamos de gozo en esta fiesta.<br />
Abracémonos, hermanos, mutuamente.<br />
Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos<br />
odian.<br />
Perdonemos todo por la Resurrección<br />
y cantemos así nuestra alegría:<br />
Cristo ha resucitado de entre los muertos<br />
con su muerte ha vencido la muerte<br />
y a los que estaban en los sepulcros<br />
les ha dado la vida"<br />
En la fe y en el amor, siempre es Pascua. La vida es<br />
resurrección cuando se vive en Cristo y se manifiesta en<br />
su amor. Y el morir es también Pascua, porque en Cristo
Jesús la muerte ha sido vencida y todo marca un sendero<br />
de vida inmortal para los que creen y viven en Cristo que<br />
es la Resurrección y la Vida.<br />
No es verdad que nadie ha vuelto del cementerio, como<br />
plásticamente se expresa la más castiza filosofía popular.<br />
"Un tal Jesús," decía el Procurador romano ante las<br />
declaraciones de Pablo, que los cristianos afirman que ha<br />
resucitado. Nosotros así lo creemos y hemos hecho de<br />
este misterio el centro de nuestra fe. Y el que ha vuelto<br />
del sepulcro, es el que da ya la vida nueva a todos, y<br />
abre un sendero de vida en medio de la muerte y<br />
promete una vida imperecedera, como la suya, a la<br />
derecha del Padre.<br />
En la vida y en el dolor, ante la muerte y las desgracias,<br />
podemos decir como los cristianos de Oriente, que suelen<br />
reservar este saludo incluso para dar el pésame ante la<br />
muerte de un ser querido: "Cristo ha resucitado." Y se<br />
responde, tal vez con alegría, tal vez con el dolor y la<br />
esperanza: "Sí, de verdad, El ha resucitado." Un monje<br />
santo de la Rusia de siglo XVIII, Serafín de Sarov, acogía<br />
a los que iban a visitarlo con estas palabras, llenas de<br />
ternura y de esperanza: "Mi alegría, Cristo ha<br />
resucitado."<br />
El icono nos evangeliza de nuevo y quiere hacernos<br />
testigos de la Resurrección. Testigos que llevan luz de la<br />
fe en los ojos, alegría en el corazón, fortaleza ante las<br />
adversidades, amor en todas las manifestaciones, porque<br />
Cristo ha resucitado y nos ha dado la luz de la fe, la<br />
antorcha de la esperanza, nos ha anunciado la paz, nos<br />
fortalece ante las adversidades, y ha derramado sobre<br />
nosotros el Espíritu Santo, que es el don inefable de<br />
nueva vida que nace de la Pascua del Señor.<br />
Un grande testigo de la tradición ortodoxa ha escrito<br />
invitándonos a contemplar este icono: "Os invito a<br />
contemplar un icono litúrgico que expresa, mucho más y<br />
se manifiesta mucho más poderosa para hablarnos de
nuestra transformación teológica que muchos tratados<br />
cultos. Se trata del icono que en la tradición bizantina es<br />
la expresión litúrgica más fiel del icono del misterio de la<br />
Resurrección: el descenso de Cristo a los infiernos. Aquí<br />
tenemos, además, un indicio precioso de la cualidad de<br />
una y de otras tradición litúrgica. Vosotros conocéis todas<br />
esas pinturas, es decir esos iconos de épocas de<br />
decadencia, que representan a Cristo mientras sale del<br />
sepulcro... Sin embargo el icono del descenso de a los<br />
infiernos es un signo litúrgico mucho más cercano al<br />
misterio. Nos atrae hacia la interioridad del<br />
acontecimiento y nos introduce en él, nos pone en<br />
relación con él. Cristo Resucitado, resplandeciente de luz,<br />
imagen del Dios invisible en su Humanidad transfigurada,<br />
penetra en nuestras profundidades tenebrosas y arranca<br />
al hombre y a la mujer de la tumba en la que la muerte<br />
los tenía prisioneros. Aquí se expresa todo el dinamismo<br />
de nuestra vida nueva: `Conocerlo a Él y el poder de su<br />
Resurrección’ (Fil 3:10), consiste en este movimiento, en<br />
el cual Cristo baja a nuestras profundidades para<br />
hacernos volver a la luz de la vida. Es el mismo<br />
movimiento del Bautismo, un bajar y un subir (Cf. Rm<br />
6:3-4), con todo el realismo espiritual che el poder del<br />
espíritu actuará cada día en nuestra vida personal.<br />
Nuestra participación actual a la Resurrección de Cristo<br />
consiste en este bajar a los infiernos, es decir a nuestras<br />
profundidades para hacer pasar todo a la luz" (I. Hazim).<br />
El icono de las mujeres miroforas<br />
Un icono y una fiesta<br />
En la sugestiva unidad entre palabra e imagen, entre<br />
anuncio que llega al oído y pintura que se presenta ante<br />
nuestros ojos, el misterio de las mujeres de Pascua tiene<br />
una hermosa representación plástica en el icono oriental
llamado "Las miroforas ante el sepulcro." La tradición<br />
pictórica es muy antigua. Así aparece en los frescos<br />
murales de la Iglesia de Doura Europos del siglo III, o en<br />
las "ampollas de Monza" que provienen de Palestina y se<br />
remontan a los siglos IV-V. Así tenemos ilustrada la<br />
escena en el Evangeliario de Rabbula de Edessa que se<br />
conserva en la Biblioteca Laurenziana de Florencia, que<br />
viene del Asia menor y data del siglo VI. Y la tradición<br />
continúa a través de los mosaicos y los iconos clásicos de<br />
Grecia y de Rusia.<br />
La escena es siempre la misma. Un grupo de mujeres, de<br />
dos a cuatro, llevando bien visibles entre sus manos los<br />
tarros de ungüento perfumado para las unciones, se<br />
acercan al sepulcro. Contemplan la piedra levantada, los<br />
vestidos están por el suelo. Un Ángel o dos tal vez,<br />
vestidos con vestiduras blancas, les señalan el sepulcro<br />
vacío y las vendas por el suelo, con un gesto que parece<br />
acompañar con las palabras del anuncio evangélico: "Ha<br />
resucitado, no está aquí. Id a anunciar a sus discípulos"<br />
(Cf. Mt 28:5-7) .<br />
El porte de las miroforas es a la vez majestuoso y<br />
hierático. Sus ojos miran al Ángel y al sepulcro, pero se<br />
encuentran también en una mirada recíproca como si se<br />
diesen unas a otras la noticia. Parece que traen todavía el<br />
luto del día de la muerte del Señor pero poco a poco se<br />
van iluminando sus ojos con la luz de la Pascua del Señor<br />
que ha vencido a la muerte.<br />
La hierba verde del prado que se ve en algunos iconos es<br />
como un anuncio de la primavera divina inaugurada por<br />
la resurrección de Cristo. Y los vestidos que yacen en el<br />
sepulcro, vestidos blancos como las sábanas del lecho<br />
nupcial del Esposo, son según una hermosa intuición de<br />
Clément "como una crisálida de la que se ha evadido una<br />
mariposa." Y así se recupera el sentido simbólico del<br />
gusano de seda, como una profecía de la resurrección<br />
inscrita de alguna manera ya en esta metamorfosis del
gusano de seda, según la mitología de los egipcios s y<br />
algunos textos sugestivos de los Padres de la Iglesia.<br />
Las mujeres han visto y han creído. Este es el mensaje<br />
fundamental del icono de las miradoras.<br />
Pero la tradición litúrgica bizantina tiene algo más. Todos<br />
los años el tercer domingo de Pascua celebra la memoria<br />
de estas santas mujeres. Y lo hace con toda la<br />
solemnidad característica del oficio bizantino. En la<br />
celebración de la divina liturgia y en la oración de las<br />
horas. Es como un domingo que canta la dignidad de la<br />
mujer, una fiesta de las mujeres cristianas que pueden<br />
mirarse en el espejo de estas afortunadas "evangelistas."<br />
Una estrofa del canto de Pascua de la Iglesia oriental<br />
comenta así la presencia de las mujeres en este icono:<br />
"Las mujeres miradoras con la luz del alba<br />
Fueron al sepulcro del autor de la vida<br />
Y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.<br />
Dirigiéndose a ellas les decía así:<br />
Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?<br />
Por qué lloráis al Incorruptible<br />
como si hubiese caído en la corrupción?<br />
Id y anunciad a sus discípulos:<br />
Cristo ha resucitado de entre los muertos.
Mujeres evangelistas, levantáos<br />
dejad la visión e id a anunciar a Sión:<br />
Recibe el anuncio de la alegría:<br />
Cristo ha resucitado.<br />
Alégrate, danza, exulta Jerusalén<br />
y contempla a Cristo tu Rey que sale<br />
del sepulcro como un Esposo."<br />
Los textos litúrgicos bizantinos<br />
La liturgia bizantina canta con entusiasmo el ministerio<br />
de estas mujeres que al alba del primer día de la semana<br />
fueron al sepulcro del Señor. Lo hace todos los años en la<br />
Vigilia pascual y a partir de este momento en todo el<br />
tiempo de Pascua, hasta Pentecostés. Pero precisamente<br />
porque la liturgia bizantina ha conservado al domingo el<br />
tono característico de pascua semanal, todos los<br />
domingos se hace memoria de estas santas mujeres.<br />
Es suficiente citar el canto más sugestivo de la pascua<br />
oriental el célebre himno de los "Stichirà" de Pascua que<br />
con gozo expresa la aventura de las mujeres y las<br />
apostrofa con estas palabras: "Mujeres evangelistas,<br />
levantáos; dejad la visión e id a anunciar a Sión: Recibe<br />
el anuncio de la alegría: "Cristo ha resucitado."... Las<br />
mujeres miroforas con la luz del alba fueron al sepulcro<br />
del autor de la vida y encontraron a un ángel sentado<br />
sobre la piedra. Dirigiéndose a ellas les decía así: "Id a<br />
anunciar a sus discípulos: Cristo ha resucitado de entre<br />
los muertos... Tú eres la pascua que destruye la tristeza.<br />
Porque hoy sale resplandeciente y abandona la tumba<br />
como un tálamo y ha llenado de gozo a las mujeres<br />
diciendo: Llevad este anuncio a los apóstoles."
Otros textos litúrgicos dramatizan las escenas y cantan<br />
otros posibles aspectos de la reacción de las mujeres:<br />
"A tu sepulcro, oh Cristo, que contenía la vida<br />
llegaron la mujeres miroforas gimiendo, y trayendo<br />
aromas querían perfumar tu cuerpo inmaculado.<br />
Pero encontraron un ángel luminoso, sentado sobre<br />
una piedra que les habla diciendo: )Por qué lloráis a<br />
Aquel que de su costado ha hecho brotar la vida<br />
para el mundo? ¿Por qué buscáis en la tumba como<br />
un muerto el que es Inmortal? Corred más bien y<br />
anunciad a sus discípulos su gloriosa resurrección<br />
que es gozo para todo el mundo..."<br />
Hay alusiones en los himnos al acto de fe de las mujeres<br />
al encuentro con el Señor Resucitado: "Las mujeres con<br />
divina sabiduría corrían detrás de ti con los perfumes y te<br />
buscaban con lágrimas, como si estuvieras muerto; pero<br />
te adoraron como Dios vivo, con inmenso gozo, y<br />
anunciaron a tus discípulos, oh Cristo, la Pascua mística."<br />
Resuena incluso en algunas estrofas pascuales la inicial<br />
desconfianza de los Apóstoles al escuchar la buena<br />
noticia de labios de unas mujeres, que en el ambiente de<br />
la época no contaban para nada. Así escuchamos en este<br />
texto poético:<br />
"Estaba amaneciendo y las mujeres vinieron al sepulcro,<br />
pero no encontraron tu cuerpo, oh Cristo. Por eso se les<br />
aparecieron, mientras permanecían inciertas, ángeles con<br />
vestidos blancos y les dijeron: Por qué buscáis al Viviente<br />
entre los muertos? Ha resucitado, como lo había dicho.<br />
¿No os acordáis de sus palabras? Y ellas, convencidas,<br />
anunciaban las cosas que habían visto. Pero este gozoso<br />
mensaje les pareció un delirio a los apóstoles que<br />
estaban todavía aturdidos."
Un texto final: "La mujeres miroforas llegaron de buena<br />
mañana al sepulcro y trataban de perfumarte, Oh Verbo<br />
Inmortal y divino. Pero animadas por las palabras de los<br />
ángeles afirmando con claridad que habías resucitado tú<br />
que eres la vida del universo y concedes a todos el<br />
perdón y la gran misericordia."<br />
Por eso una estrofa resume el gozo de las mujeres<br />
evangelistas y canta su sabiduría con estas palabras:<br />
"Hoy Cristo ha resucitado del sepulcro y ha ofrecido a<br />
todos la inmortalidad, renueva el gozo de las miroforas,<br />
después de la pasión y de la resurrección. Alegráos,<br />
pues, oh mujeres, portadoras de perfumes, pues habéis<br />
sido las primeras en contemplar la resurrección de Cristo<br />
y en anunciar a sus discípulos la salvación del mundo<br />
entero."<br />
Esta es la fiesta de las mujeres evangelistas en la que la<br />
liturgia bizantina canta: "Un Ángel resplandeciente se les<br />
apareció a las mujeres y les dijo: Se ha levantado la Luz<br />
que ilumina a los que duermen en las tinieblas de la<br />
muerte. Anunciad a los discípulos "iluminados" que el luto<br />
cese y empiece la alegría; aplaudid con vuestras manos y<br />
con la fe de vuestros corazones. Exultad por esta pascua<br />
gozosa que nos salva, porque Cristo ha resucitado y ha<br />
ofrecido al mundo la gracia de la salvación."<br />
El <strong>Domingo</strong> tercero de Pascua es en la liturgia bizantina<br />
una fiesta para las mujeres cristianas. Se hace alusión,<br />
con delicadeza, a las lágrimas de Eva que Cristo<br />
Resucitado convierte en gozo. Se dialoga con la Virgen<br />
María que es también "evangelista y mirófora," testigo de<br />
la resurrección, ya que la liturgia bizantina subraya<br />
también el gozo de la Madre en la victoria del Hijo;<br />
recuerda aquel anuncio del Ángel de la Encarnación,<br />
aquel "Alégrate" que ahora le repite como invitación a la<br />
más pura de las alegrías por la resurrección de Cristo:<br />
"Danza ahora y exulta, oh Sión, Tú alégrate, oh purísima<br />
Madre de Dios, en la Resurrección de tu Hijo."
Se repite en los textos litúrgicos que ellas son, las<br />
mujeres miroforas, las que en medio de los discípulos<br />
llevan y llevarán siempre, como primicias de su<br />
ministerio femenino, el gozoso anuncio de la<br />
resurrección. Así lo expresa con un texto de exquisita<br />
sensibilidad poética y dramática Romano el Melode en<br />
uno de sus versos cuando pone en boca de María estas<br />
palabras persuasivas y consoladoras a los discípulos<br />
incrédulos y todavía atribulados: "Vosotros, íntimos del<br />
Señor, que lo habéis amado con tanto entusiasmo. No<br />
tenéis que pensar así. Tened paciencia y no perdáis los<br />
ánimos. Todo lo que ha sucedido se ha hecho por<br />
disposición divina para que las mujeres que cayeron<br />
primero, fuesen también la primeras en contemplar al<br />
Señor. A nosotras ha querido dar las primeras el anuncio:<br />
"Shalom," a nosotras que estábamos en medio de la<br />
tristeza nos ha dado su saludo el que da a todos los<br />
caídos la resurrección."<br />
Tres nombres con mensaje teológico<br />
La dignidad de la mujer en la Iglesia de Oriente está<br />
plasmada en tres nombres bellos, cargados de teología y<br />
a veces difíciles de traducir en las lenguas modernas a<br />
partir del original griego. En efecto en los textos litúrgicos<br />
de la Resurrección resuenan estos tres apelativos<br />
dirigidos a las mujeres: miroforas, evangelistas,<br />
isapóstolas.<br />
El nombre di miroforas con el que sencillamente se<br />
designan las santas mujeres que fueron de buena<br />
mañana al sepulcro, significa literalmente portadoras del<br />
mirón o ungüento perfumado. Con él iban a embalsamar<br />
el cuerpo de Jesús que yacía en el sepulcro. También<br />
María de Betania habrá derramado a los pies de Jesús un<br />
perfume costosísimo (cfr. Jn 12:18). En ese ser<br />
"portadoras de aromas" o de perfumes aromáticos, se<br />
revela toda la ternura de estas discípulas de Jesús que
permanecen fieles al Maestro hasta la cruz y lo recuerdan<br />
tras la noche oscura del sábado santo, cuando van a<br />
ungir su cuerpo que todavía creen que está allí,<br />
prisionero de la muerte. Toda mujer cristiana, dicen los<br />
teólogos bizantinos, es una mirófora, una portadora de<br />
aromas, en la medida que es una fiel discípula del Señor.<br />
Simbólicamente el perfume que llevan en sus manos es<br />
el de las virtudes, especialmente el de la caridad, la<br />
compasión y la ayuda que se inclina sobre todos aquellos<br />
que hoy son el cuerpo del Señor y necesitan el cuidado<br />
de sus discípulos fieles. Pero también es perfume de buen<br />
olor de Cristo que es la palabra del Evangelio y del<br />
conocimiento de Cristo (Cfr. 2 Cor 2:15).<br />
El apelativo de evangelistas que nos es familiar para<br />
designar a los cuatro autores de los Evangelios<br />
canónicos, en femenino es empleado por la liturgia<br />
bizantina para designar a las mujeres que escucharon el<br />
primer anuncio de la Resurrección y fueron a su vez las<br />
primeras en anunciarlo a los apóstoles.<br />
Si Pablo ha podido hablar del buen olor de Cristo que<br />
deja rastro con la predicación evangélica, podemos<br />
afirmar que las mujeres miroforas perfuman el orbe con<br />
el anuncio evangélico de la resurrección y son<br />
"portadoras de la buena noticia," servidoras del<br />
Evangelio, evangelistas, las primeras que pronuncian el<br />
"kerigma" fundamental de la fe cristiana: "Cristo ha<br />
resucitado."<br />
El tercer nombre teológico es el de "isapóstolas" o a la<br />
letra "iguales a los apóstoles." Este nombre, que tiene<br />
algo de osadía, expresa simplemente que las mujeres<br />
que siguieron a Jesús fueron discípulas, como los otros<br />
discípulos, y fueron también enviadas a anunciar el<br />
Reino, incluso asumidas por los Apóstoles en su<br />
ministerio de predicación, como las diaconisas de las que<br />
nos habla San Pablo.
Por extensión e] Calendario de la Iglesia bizantina aplica<br />
este nombre a muchas mujeres que en su vida han<br />
tenido la oportunidad de colaborar en la fundación de las<br />
iglesias o en la extensión del Evangelio. Tales son María<br />
de Mágdala y de Betania, Marta y Tecla, la princesa Olga<br />
de Kiev y otras muchas que han dejado en la historia un<br />
modelo de santidad apostólica.<br />
El poema de Romano el Melode<br />
Hemos anticipado un texto poético de Romano el Melode,<br />
el gran himnógrafo bizantino, especialista en dar<br />
movimiento y vida, expresión lírica y hasta dramatismo a<br />
las escenas evangélicas.<br />
A este famoso himnógrafo debemos de los textos que la<br />
Iglesia canta en la liturgia bizantina pascual. Sobre todo<br />
a él hemos de referimos para recoger algunos acentos<br />
bellos y poéticos dedicados a las mujeres miroforas en<br />
uno de sus poemas que es casi como un auto<br />
sacramental o una dramatización poética en la que las<br />
mujeres evangelistas tienen un hermoso protagonismo.<br />
Esta pieza poética firmada por el "pequeño Romano"<br />
tiene un encanto singular y completa cuanto hemos<br />
podido escuchar en los textos litúrgicos.<br />
Es suficiente una selección de los versos más<br />
significativos. Empezando por esta especie de invitatorio<br />
que abre el poema: "Puestas en camino desde la aurora,<br />
hacia el Sol que es anterior al sol que se había ocultado<br />
en la tumba, las jóvenes miroforas se daban prisa como<br />
quien siente el deseo ardiente de la luz del día y se<br />
decían unas a otras: Adelante, amigas, vamos a ungir<br />
con aromas el cuerpo vivificante y sepultado, la carne<br />
que yace en el sepulcro pero que resucita a Adán el<br />
caído. De prisa, vamos y como ya lo hicieran los magos<br />
adorémoslo, a El que ahora está envuelto no en pañales<br />
sino en la sábana, llevemos como dones los perfumes. Y
llorando digamos: Resucita, Señor, tú que a los caídos<br />
concedes la resurrección."<br />
Estas mujeres, dice Romano, son sabias y valientes, son<br />
"theoforas," portadoras de Dios, tienen la memoria<br />
abierta al recuerdo de los episodios evangélicos que<br />
podían ser preludios de la Resurrección de Cristo.<br />
Recuerdan que Jesús resucitó el hijo de la viuda de Naim,<br />
la hija de Jairo. Por eso no puede quedar en el sepulcro.<br />
Romano, poeta y teólogo, pone en labios de Jesús esta<br />
apología de la mujer, una de las más bellas expresiones<br />
de su poema: "Que tu lengua, mujer, proclame<br />
públicamente estas cosas y las haga conocer a los hijos<br />
del reino que están esperando que me levante yo que soy<br />
el viviente. He encontrado en ti la trompeta con un<br />
sonido poderoso. Haz escuchar a los oídos de los<br />
discípulos miedosos y escondidos un canto de paz.<br />
Despiértalos como de un sueño para que puedan salir a<br />
mi encuentro con las antorchas encendidas. Diles: El<br />
Esposo se ha despertado y ha salido del sepulcro sin<br />
dejar nada allí dentro. Despejad, apóstoles, vuestra<br />
tristeza mortal, porque se ha despertado el que a los<br />
caídos da la resurrección."<br />
La lengua de la mujer es trompeta que anuncia el<br />
"kerigma" y lo hace resonar en los oídos y en el corazón<br />
de los discípulos. Pero es también pico de la paloma<br />
mensajera que tras el diluvio anuncia la paz: "Date prisa<br />
María — le dice el Señor. — Tómame en tu lengua como<br />
un ramo de olivo para anunciar la buena noticia a los<br />
descendientes de Noé y hazles saber que ha sido<br />
destruida la muerte y que ha resucitado el Señor."<br />
Y las mujeres se hacen solidarias del mensaje de María.<br />
Creen a sus palabras y forman un grupo compacto de<br />
testigos de Cristo que exclaman: "Ojalá podamos ser<br />
muchas las bocas que ratifiquen tu testimonio. Vamos<br />
todas al sepulcro para confirmar la aparición que ha
acaecido. Sea común a todas, compañera nuestra, la<br />
gloria que te ha reservado el Señor."<br />
Juntas cantan la gloria del sepulcro vacío con un himno<br />
sencillo y sugestivo a la vez: "Sepulcro santo, pequeño e<br />
inmenso a la vez, pobre y rico. Tesoro de la vida, lugar<br />
de la paz, estandarte de la alegría, sepulcro de Cristo.<br />
Monumento de uno solo y gloria del universo."<br />
A los Apóstoles dan la buena noticia con un anuncio<br />
cuajado de ternura, de comprensión, de entusiasmo que<br />
contagia: "Con una mezcla de temor y de gozo, como<br />
enseña el Evangelio, regresaron del sepulcro adonde<br />
estaban los Apóstoles y les dijeron: Por qué tanta<br />
tristeza? Por qué os cubrís el rostro? Levantad vuestros<br />
corazones: Cristo ha resucitado! Formemos coros para<br />
danzar y decid con nosotras: El Señor ha vuelto a la<br />
vida." He aquí la luz que brilla antes de la aurora. No os<br />
entristezcáis. Reverdeced!<br />
Ha aparecido la primavera. Cubríos de flores, oh ramos.<br />
Tenéis que ser portadores de frutos, no de penas.<br />
Aplaudamos todos con nuestras manos cantando: "Ha<br />
vuelto a la vida el que a los caídos da la resurrección."<br />
Hasta aquí la poesía y el canto de Romano el himnógrafo<br />
en honor de las mujeres evangelistas y miroforas. Valsa<br />
la pena evocar esta poesía eclesial y estos textos<br />
litúrgicos para recuperar un filón de la tradición cristiana<br />
que tan distante nos parece de ciertas interpretaciones<br />
antifeministas del misterio y de la misión de la mujer en<br />
la Iglesia.<br />
Conclusión:<br />
La Vida Iluminada por la Pascua
La palabra anunciada, el bautismo recibido, la comunión<br />
con el cuerpo y la sangre gloriosos del Resucitado nos<br />
ponen en comunión viva y vivificante con Cristo y con el<br />
poder de su Pascua, nos orientan hacia la definitiva<br />
esperanza realizada e inscrita para siempre en el cuerpo<br />
de Cristo Resucitado.<br />
La contemplación de los iconos de la Resurrección en los<br />
que la fe y el arte, guiados por el Espíritu Santo, han<br />
plasmado el misterio iluminan nuestra mirada.<br />
La espiritualidad litúrgica está enraizada en la teología de<br />
la Pascua, en el "paschale sacramentum" que comporta<br />
indisolublemente la pasión — muerte — resurrección.<br />
Esto es verdad para la Pascua de Cristo, para la Pascua<br />
de la Iglesia y para la Pascua del cristiano, que entra en<br />
la Pascua de Cristo por la iniciación bautismal y la<br />
consuma con su muerte abierta a la inmortalidad.<br />
En esta indisoluble secuencia de acontecimientos y de<br />
celebraciones es necesario dejarse plasmar por los<br />
textos, por los símbolos de la gracia de la liturgia, en la<br />
triple dimensión del celebrar, meditar, vivir el misterio.<br />
La celebración de la vigilia pascual es el punto central de<br />
una espiritualidad eclesial y personal porque plasma<br />
definitivamente el sentido de la historia personal y<br />
colectiva de los cristianos, a partir del memorial de la<br />
Pascua de Cristo y de la iniciación bautismal con la que<br />
también nosotros estamos ya insertados en esta Pascua.<br />
La victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, la<br />
perspectiva de victoria salvífica, es la clave del nuevo<br />
sentido que tiene la vida: morir para vivir, aceptar la<br />
muerte para resucitar, cambiar el sentido y el destino de<br />
las cosas en un dinamismo y en una cultura de la<br />
Resurrección. El misterio pascual de Cristo es el<br />
arquetipo fundamental de la vida de la Iglesia y de la<br />
existencia cristiana. Una vida, por lo tanto, de hombres<br />
vivos, de resucitados, no de hombres abocados a la<br />
muerte. Una vida de testigos que llevan luz en los ojos,
contagian la alegría del corazón, demuestran su fortaleza<br />
ante la adversidad, testifican el amor del Resucitado en<br />
todas sus obras. Vivir así significa "no pecar contra la<br />
resurrección" sino vivir en la atmósfera de la Pascua.<br />
Aquí es donde nace el verdadero sentido de la ascesis y<br />
la mística de la vida cristiana. Una ascesis pascual,<br />
liberadora y vivificante. Una mística que es comunión con<br />
el Señor en su misterio de muerte y de vida.<br />
El cristiano que celebra la Pascua lleva en sus ojos la luz<br />
de la Resurrección, en sus labios mensajes de paz, en su<br />
corazón la fortaleza ante todas las adversidades y en la<br />
vida el testimonio de la novedad del Espíritu, la promesa<br />
de la victoria final.<br />
La Iglesia proclama: "Ya todo tiende hacia la<br />
Resurrección universal. No sabemos en realidad a través<br />
de qué caminos, pero todo en realidad se orienta en este<br />
sentido. Entre todos los acontecimientos de la historia la<br />
Resurrección es el único absoluto, el solo acto que<br />
resume, en cierto modo, toda la realidad humana y toda<br />
la realidad cósmica. Es la Resurrección la que da sentido<br />
a la historia como a la misma gravitación del universo...<br />
Por eso hay que tener siempre fijos los ojos en la<br />
Resurrección de Cristo para acoger todo en su misma luz.<br />
Pascua significa paso. Si de veras estamos enraizados en<br />
el Resucitado, el mundo y la historia en nosotros están ya<br />
pasando a la eternidad. Nuestra vida debe estar<br />
iluminada por la esperanza y la espera pacificada y<br />
pacificadora de aquel que vendrá a consumar los siglos y<br />
a juzgar a los vivos y a los muertos."<br />
Los cantos de Pascua hacen reverdecer la esperanza,<br />
colman de alegría a los cristianos. Resuenan como un<br />
grito de victoria. Así lo expresa con fuerza y belleza el<br />
himno pascual de los Estikirás de Pascua:
Que se levante Dios y sean dispersados sus<br />
enemigos!<br />
Una Pascua divina hoy se nos ha revelado<br />
Pascua nueva y santa, Pascua misteriosa.<br />
La Pascua solemnísima de Cristo Redentor.<br />
Pascua inmaculada y grande, Pascua de los fieles<br />
Pascua que abre las puertas del Paraíso<br />
Pascua que santifica a todos los cristianos.<br />
Mujeres evangelistas, levantaos<br />
dejad la visión e id a anunciar a Sión:<br />
Recibe el anuncio de alegría:<br />
(Cristo ha resucitado!<br />
Alégrate, danza, exulta Jerusalén<br />
y contempla a Cristo tu Rey<br />
que sale del sepulcro como un Esposo.<br />
Las mujeres miroforas, con la luz del alba<br />
fueron al sepulcro del Autor de la vida<br />
y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.<br />
Dirigiéndose a ellas les decía así:
)Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?<br />
)Por qué lloráis al Incorruptible<br />
como si hubiese caído en la corrupción?<br />
Id y anunciad a sus discípulos:<br />
Cristo ha resucitado de entre los muertos.<br />
Pascua dulcísima, Pascua del Señor, (Pascua!<br />
Una Pascua santísima se nos ha dado<br />
Es Pascua. Abracémonos mutuamente.<br />
Tú eres la Pascua que destruyes la tristeza!<br />
Porque hoy Cristo Jesús, sale resplandeciente<br />
y abandona la tumba con un tálamo<br />
ha llenado de gozo a las mujeres diciéndoles:<br />
Llevad este anuncio a mis apóstoles.<br />
Día de la Resurrección<br />
Resplandezcamos de gozo por esta fiesta<br />
Abracémonos, hermanos, mutuamente.<br />
Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos<br />
odian<br />
y perdonemos todo por la resurrección<br />
y cantemos así nuestra alegría:
1.<br />
Cristo ha resucitado de entre los muertos<br />
con su muerte ha vencido a la muerte<br />
y a los que estaban muertos en los sepulcros<br />
les ha dado la vida.<br />
Cristo ha resucitado!<br />
En verdad ha resucitado!<br />
PREPARAR EL DOMINGO<br />
-LA MEMORIA DEL BAUTISMO. No todos los fieles -lo<br />
sabemos bien- vienen a la Vigilia Pascual. Mucho más<br />
numerosos son los que acuden a las misas del domingo de<br />
Pascua. Para los que no han participado en la Vigilia<br />
Pascual, hay que prever unos signos que les hagan<br />
renovar el bautismo. Durante los domingos de Cuaresma,<br />
hemos ido predicando que por Pascua hay que renovar la<br />
gracia bautismal. Para todos, pues, tiene que haber la<br />
ocasión de esta renovación en las misas del domingo.<br />
Por eso es de desear que la misa empiece con la aspersión<br />
del agua bendecida en la Vigilia Pascual. También es muy<br />
conveniente que la profesión de fe después de la homilía<br />
sea dialogada: al estilo de la renovación de las promesas<br />
bautismales en la Vigilia. El baptisterio debe permanecer<br />
iluminado y adornado con flores este domingo.<br />
Pero sobre todo la Eucaristía debe presentarse como el<br />
gran banquete de Pascua: la segunda lectura de la misa
(1 C 5, 6-8) invita a relacionar el pan eucarístico con el<br />
pan ácimo que hemos de ser los cristianos que,<br />
comulgando con el Cuerpo de Cristo, nos convertimos en<br />
aquello que comemos: la carne de Cristo, el cordero<br />
pascual inmolado. En la línea que he apuntado en la<br />
Vigilia, hay que poner de relieve la unidad de la iniciación<br />
cristiana que nos injerta en el Misterio pascual: siempre<br />
que celebramos la eucaristía renovamos nuestro bautismo<br />
y recibimos el Espíritu del Resucitado (en la epíclesis<br />
después de la memoria de la cena). La eucaristía nos<br />
mantiene siempre viva la pascua del Señor: y eso, que<br />
constituye el motivo supremo de la alegría cristiana,<br />
alcanza su cumbre en la pascua anual, hoy.<br />
-EL KERIGMA PASCUAL. Evangelizar es predicar la Pascua.<br />
Podríamos decir, pues, que la evangelización a partir de la<br />
liturgia, de la eucaristía en concreto, encuentra su<br />
momento pleno en la homilía de Pascua.<br />
Este domingo sí que los que predicamos nos tendríamos<br />
que revestir del valor y de la alegría de los ángeles junto<br />
al sepulcro, de María Magdalena, de los Apóstoles: ¡HA<br />
RESUCITADO! ¡No busquéis entre los muertos al que vive<br />
por siempre! A las misas de Pascua asisten a menudo<br />
bastantes practicantes ocasionales. Es muy conveniente<br />
que este domingo sientan una palabra límpida, clara,<br />
esencial, nuclear de la Iglesia, su mensaje único: ¡La<br />
muerte ha sido vencida definitivamente por la Vida! El<br />
Resucitado es el único Salvador; él nos libra del Mal, nos<br />
abre el camino de la verdadera felicidad. Este es el<br />
kérigma pascual, el que predicaron los apóstoles a partir<br />
de Pascua y Pentecostés, el que siempre ha de repetir la<br />
Iglesia de todas las generaciones.<br />
Las homilías de Pascua han de estar bien preparadas,<br />
convincentes, no deben irse por las ramas, han de<br />
mostrar el tronco firme de nuestra fe. Nuestra fe -<br />
respuesta positiva al kérigma- es radicalmente pascual:<br />
consiste en creer que Jesús HA RESUCITADO, que ¡es el<br />
SEÑOR!
2. LAS CELEBRACIONES DEL DOMINGO DE PASCUA<br />
Este domingo es el tercer día del Triduo Pascual, que ha<br />
tenido en la Vigilia su punto culminante y, a la vez, el<br />
primer día de la Cincuentena Pascual, las siete semanas<br />
de celebración de la Pascua, que concluirá con<br />
Pentecostés, el nombre griego del "día quincuagésimo".<br />
Tenemos que cuidar las celebraciones de este día. Por su<br />
importancia intrínseca y también porque bastantes fieles<br />
de los que vienen hoy a misa no han participado en la<br />
Vigilia. Las celebraciones de este domingo no tienen que<br />
ser como un apéndice poco festivo a la gran fiesta de la<br />
noche o a la Semana Santa.<br />
Una Eucaristía pascual y festiva<br />
Las misas del día de Pascua se deben celebrar con la<br />
máxima solemnidad. Deben transpirar la alegría y la<br />
importancia de la Pascua del Señor. La oración colecta se<br />
alegra porque "en este día nos has abierto las puertas de<br />
la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte". La<br />
de las ofrendas afirma que todos estamos "rebosantes de<br />
gozo pascual", y la poscomunión, que la Iglesia ha<br />
quedado "renovada por los sacramentos pascuales". A lo<br />
largo de esta misa sería bueno hacer referencia a la Vigilia<br />
que la comunidad cristiana ha celebrado la noche pasada.<br />
Hay varios rasgos que pueden destacarse en las misas de<br />
hoy:<br />
a) En el rito de entrada, la procesión se podría hacer con<br />
el Cirio llevado expresivamente, mientras un canto<br />
pascual, gozoso y prolongado, crea ambiente de fiesta y<br />
centra la atención de todos en Cristo Resucitado.<br />
b) El Cirio Pascual, que estará encendido durante toda la<br />
Cincuentena, se coloca cerca del ambón de la Palabra, en<br />
el lugar donde fue entronizado en la Vigilia. Lo que la
Palabra nos irá proclamando con su lenguaje, lo irá<br />
diciendo también, con su lenguaje propio, humilde pero<br />
constante, este Cirio encendido. En la monición de entrada<br />
el sacerdote hará bien en aludir a este sereno y expresivo<br />
signo pascual.<br />
c) La aspersión bautismal tiene sentido todos los<br />
domingos, pero más en los de Pascua, y sobre todo hoy:<br />
en lugar del acto penitencial y del Kyrie, es muy<br />
conveniente hacer la aspersión con el agua bendecida en<br />
la Vigilia. Es un gesto que vale la pena realizar con<br />
expresividad, pasando por toda la iglesia, mientras se<br />
canta un canto bautismal. Además, el sacerdote debe dar<br />
ejemplo: como indica el Misal, primero se asperja a sí<br />
mismo, porque también él necesita recordar y renovar su<br />
bautismo. Al rito de la aspersión le sigue el canto gozoso<br />
del Gloria.<br />
d) En cuanto a las lecturas bíblicas, "para la misa del día<br />
de Pascua, se propone el evangelio de san Juan sobre el<br />
hallazgo del sepulcro vacío. También pueden leerse, si se<br />
prefiere, los textos de los evangelios propuestos para la<br />
noche santa, o, cuando hay misa vespertina, la narración<br />
de Lucas sobre la aparición a los discípulos que iban de<br />
camino hacia Emaús. La primera lectura se toma de los<br />
Hechos de los Apóstoles, que se leen durante el tiempo<br />
pascual en vez de la lectura del Antiguo Testamento. La<br />
lectura del Apóstol se refiere al misterio de Pascua vivido<br />
en la Iglesia" (Leccionario 99).<br />
e) Antes del evangelio, se canta o se recita la hermosa<br />
secuencia Victimae paschali laudes con alabanzas al<br />
Resucitado que ha triunfado de la muerte. Hoy habría que<br />
cantar los títulos y las aclamaciones del evangelio y dar<br />
especial relieve al Aleluya: para bastantes de los<br />
presentes será la primera vez que lo cantan desde el inicio<br />
de la Cuaresma.
f) Algunas comunidades celebran en este día, en la misa<br />
central, los bautizos que se han ido preparando durante la<br />
Cuaresma.<br />
g) El Credo se podría decir en su forma dialogada, como<br />
en la Vigilia y en los bautizos. Incluida aquí, si se cree<br />
oportuno, la renovación de las promesas.<br />
h) Hoy es uno de los días en que más sentido tiene la<br />
comunión bajo las dos especies, al igual que en la<br />
Eucaristía de la Vigilia.<br />
i) Al final, a la despedida hay que darle un tono más<br />
festivo, con el doble Aleluya y un expresivo deseo de<br />
felices Pascuas.<br />
Vísperas bautismales<br />
Las Vísperas de este domingo han tenido en la historia un<br />
sentido bautismal que habría que aprovechar<br />
pastoralmente: ayudaría a concluir más expresivamente el<br />
Triduo Pascual, dando gracias por el don del Bautismo.<br />
a) Después de la entrada y una oportuna monición, se<br />
podría hacer el rito del "lucernario": el presidente<br />
enciende expresivamente el Cirio, mientras se canta un<br />
himno pascual al Resucitado.<br />
b) Después de los salmos, lectura y homilía, se organiza,<br />
mientras se canta un canto bautismal, la procesión al<br />
baptisterio, lugar que debe aparecer bien iluminado, con<br />
flores, con agua nueva. Allí puede hacerse una aspersión,<br />
aunque se haya hecho por la mañana. Este día el<br />
recuerdo bautismal debe ser muy explícito. Se podría<br />
hacer de modo distinto: pasan todos a mojar su mano en<br />
el agua de la fuente, bendecida en la Vigilia, y se<br />
santiguan.
c) Se concluye con el Magníficat (con incensación, si<br />
parece oportuno), las preces, el Padrenuestro y la<br />
bendición solemne.<br />
3.<br />
La misa de Pascua está llena de gozo, del gozo de la Vida<br />
que nos comunica el Resucitado. La misa de hoy la<br />
tenemos que entender y celebrar sobre todo como un<br />
encuentro con el Resucitado tal como lo disfrutaron los<br />
discípulos el mismo día de Pascua.<br />
1. LA BUENA NOTICIA PASCUAL<br />
Las lecturas bíblicas son hoy más abundantes. Hay que<br />
escogerlas con esmero, con sentido de acomodación con<br />
cada asamblea concreta.<br />
La primera es de los Hechos de los Apóstoles. Es el libro<br />
que nos acompañará durante el tiempo pascual. Conviene<br />
enseñarlo a los fieles: la Iglesia nace de Pascua por eso<br />
leemos en este tiempo el primer libro de su historia. La<br />
predicación de Pedro hoy en nuestras asambleas ha de<br />
sonar primero como un kerigma, un primer anuncio de la<br />
Buena Noticia: la muerte y la resurrección de Jesucristo,<br />
precisamente porque somos conscientes que hoy vienen<br />
algunos que quizás son débiles en la fe, que no tienen<br />
muy asumido ni claro lo que predica la Iglesia. Hay que<br />
mostrarles hoy lo que es realmente fundamental y nuclear<br />
en nuestra fe: acoger a Jesús que muriendo destruyó la<br />
muerte y resucitando nos devolvió a la vida. Es la vida<br />
nueva, que vivimos al estilo pascual, pasando como Jesús<br />
de la muerte de nuestros pecados y egoísmos, del mal<br />
que nos obsesiona y agobia, a la esperanza de la victoria<br />
de la resurrección que ya late en nuestra condición mortal<br />
y que nos proyecta hacia la participación plena de la vida<br />
J
eternamente feliz. Es la tensión celestial que nos presenta<br />
la epístola de Pablo a los colosenses.<br />
2. COMER Y BEBER CON EL RESUCITADO<br />
Otro texto a remarcar de la primera lectura es: "Nosotros<br />
hemos comido y bebido con él después de la<br />
resurrección". Los apóstoles continuaron compartiendo con<br />
el Maestro la mesa, la Cena. La comensalidad con el<br />
Resucitado los hizo testimonios de la resurrección,<br />
mensajeros de la Buena Noticia. Es el Resucitado quien<br />
nos continúa reuniendo cada domingo para compartir la<br />
resurrección, para ser testigos de ella ante todo el mundo.<br />
Hay que predicar que hoy es el domingo principal del año<br />
y que, para el cristiano, la celebración auténtica del<br />
domingo consiste en sentarse en la mesa con el<br />
Resucitado, compartir la Eucaristía con los hermanos,<br />
para ser testigos de la vida nueva en el mundo.<br />
3. "REALMENTE EL SEÑOR HA RESUCITADO"<br />
Hoy hay tres textos evangélicos para escoger.<br />
Primero, en las misas del día, hay que escoger entre el<br />
evangelio de Juan (20, 1-9), el tradicional, puesto que el<br />
tiempo pascual tiene el cuarto evangelio como preferido, y<br />
el de Lucas, que fue proclamado en la Vigilia Pascual. Un<br />
primer criterio es escoger el de Juan si se sabe que<br />
muchos de los presentes han acudido a la Vigilia. El texto<br />
de Lucas, como he comentado en las orientaciones de la<br />
Vigilia, es muy incisivo por su valor kerigmático: "¿Por<br />
qué buscáis entre los muertos al que vive?" Para muchos,<br />
Jesús ¿sólo es un personaje histórico, que ya ha pasado?<br />
¿o es la fuente de la vida, el Señor que vive para siempre<br />
después de vencer la muerte?<br />
En las misas vespertinas se puede leer Lc 24, 13-35. El<br />
encuentro del Resucitado con los dos discípulos que van<br />
de Jerusalén a Emaús tiene un verismo singular cuando se<br />
proclama en la tarde de Pascua. Es toda una catequesis
de la Eucaristía de la Iglesia peregrina, a menudo<br />
desencantada, agobiada por la muerte y el fracaso, que se<br />
encuentra con el Maestro que va retrayendo y explicando<br />
las Escrituras, que se sienta en la mesa con los<br />
peregrinos y estos lo reconocen cuando parte el pan;<br />
entonces con los demás comparten la alegría pascual y<br />
dan testimonio: "Realmente el Señor ha resucitado".<br />
4. RENOVAR EL BAUTISMO<br />
En todas las misas de Pascua, sea por aspersión del agua<br />
bautismal al comienzo en lugar del acto penitencial, sea<br />
con la renuncia y con la profesión de fe (con el texto de la<br />
Vigilia Pascual) después de la homilía, es muy<br />
conveniente renovar el compromiso bautismal en aquellas<br />
asambleas en que se prevé que muchos no han asistido a<br />
la Vigilia.<br />
No está de más recordar hoy que la Eucaristía de cada<br />
domingo hace revivir y perdurar, alimentándola y<br />
poniéndola al día, nuestra iniciación cristiana que<br />
comienza por el bautismo y la confirmación. La oración<br />
sobre las ofrendas es muy sugerente sobre esto:<br />
"Celebramos estos sacramentos en los que tan<br />
maravillosamente ha renacido y se alimenta tu Iglesia".<br />
5. LAS SEGUNDAS VÍSPERAS DE PASCUA<br />
El triduo pascual y la solemnidad anual de la Pascua se<br />
cierran con la celebración de vísperas que acaban con la<br />
procesión a la fuente bautismal. Es una celebración muy<br />
recomendable tanto para introducir a los fieles más y más<br />
en la liturgia de las horas, como para resaltar el carácter<br />
glorioso de la alabanza divina que entonan los bautizados<br />
el domingo central de todo el año cristiano.<br />
4. Lecturas para la Semana<br />
Lunes:
Hechos 2,14.22-23. Dios resucitó a este Jesús y todos<br />
nosotros somos testigos. Mateo 28,8-15. Id a comunicar a<br />
mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán.<br />
Martes:<br />
Hechos 2,36-41. Convertíos y bautizaos todos en nombre<br />
de Jesucristo. Juan 20,11-18. He visto al Señor y ha dicho<br />
esto.<br />
Miércoles:<br />
Hechos 3,1-10. Te doy lo que tengo: en nombre de<br />
Jesucristo, echa a andar. Lucas 24,13-38. Reconocieron a<br />
Jesús al partir el pan.<br />
Jueves:<br />
Hechos 3,11-26. Matasteis al autor de la vida; pero Dios le<br />
resucitó de entre los muertos. Lucas 24,35-48. Estaba<br />
escrito: El Mesías padecerá y resucitará de entre los<br />
muertos al tercer día.<br />
Viernes:<br />
Hechos 4,1-12. Ningún otro puede salvar. Juan 21,1-14.<br />
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el<br />
pescado.<br />
Sábado:<br />
Hechos 4 13-21. No podemos menos de contar lo que<br />
hemos visto y oído. Marcos 16,9-15. Id al mundo entero y<br />
predicad el Evangelio.<br />
5.<br />
* LA GRAN FIESTA
¡Feliz Pascua! Con estas u otras palabras parecidas hemos<br />
de disponernos a preparar la celebración. Esto es, de<br />
hecho, lo primero que dice quien preside, a la comunidad<br />
al empezar la misa, cuando saluda con "El Señor esté con<br />
vosotros". Y lo que el pueblo responde lo reafirma. Esta<br />
salutación "ritual", con tan gran contenido como el de<br />
afirmar la presencia-presidencia de Cristo resucitado en<br />
medio de su pueblo reunido, hoy ha de tener una fuerza<br />
especial. Y, a continuación, será bueno que las palabras<br />
introductorias sean muy cordiales, siendo adecuado<br />
iniciarlas con un sencillo "Feliz Pascua". También, en forma<br />
de cartel, éste podría ser el saludo que encuentre la gente<br />
a la entrada.<br />
PREPARÉMOSLA BIEN<br />
Siendo esta la gran fiesta de la Iglesia, hemos de<br />
prepararla bien. Y plantearnos cómo se destaca esta<br />
realidad. Tengamos presente, de entrada, que lo que<br />
motiva la fiesta es la resurrección de Cristo: no el que<br />
seamos muchos, que cantemos muy bien, o que<br />
compartamos todo lo que hacemos... Se trata de la gran<br />
fiesta de la fe. Será Pascua tanto si llenamos la iglesia<br />
como si está medio vacía, tanto si los músicos están como<br />
si han ido de vacaciones, tanto si tenemos buenos<br />
lectores como si no... incluso, aunque estemos muy<br />
cansados después de la Semana Santa. ¡Aun así es<br />
Pascua! Una buena preparación comportará, pues, partir<br />
de la realidad que tenemos para destacar a partir de ella,<br />
según las posibilidades, que Cristo ha resucitado. De<br />
manera que los cristianos puedan salir de la iglesia con el<br />
corazón lleno de alegría ya que, en una liturgia sencilla y<br />
tranquila, han podido celebrar que el Señor está vivo y<br />
presente entre nosotros.<br />
La primera preparación de la misa debiera de ser hoy la<br />
oración de aquellos que la preparan. Y a partir de ahí, ver<br />
qué elementos festivos nos proporciona la misma liturgia.<br />
Las flores, ausentes durante la Cuaresma, ahora<br />
destacarán, sobre todo si las colocamos adecuadamente
en los lugares clave: altar, ambón, pila bautismal... El cirio<br />
pascual, bien situado en el presbiterio, cerca de la<br />
Palabra, es muy expresivo; y, si está adornado con flores,<br />
más todavía. El color blanco de los ornamentos litúrgicos.<br />
Los cantos, partiendo de las posibilidades de la<br />
comunidad. Y el dar el tono adecuado a cada momento de<br />
la misa: la aspersión con el agua que nos recuerda el<br />
bautismo recibido; el gloria, bien presentado y destacado<br />
(incluso cuando no se pueda cantar); la proclamación del<br />
evangelio, con un aleluya; la profesión de fe bautismal; la<br />
plegaria eucarística; la comunión bajo las dos especies;<br />
una despedida distendida saludando personalmente en la<br />
cancela ...<br />
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO ES EL INICIO DE TODO<br />
He aquí la buena noticia: Todo nace en la Pascua.<br />
Naturalmente, todo lo referente a la fe, a la vida de los<br />
creyentes. Porque, por otra parte, todo continúa igual.<br />
Cristo resucitó la mañana de un día primero de una<br />
semana normal; después de un viernes y un sábado<br />
normales (sólo muy especiales para el grupo que iba con<br />
Jesús, quien para las autoridades no era más que un<br />
conflicto a resolver), en una ciudad y en un mundo que<br />
siguieron con la vida de cada semana... Pero todo empezó<br />
de nuevo para aquellos que "vieron y creyeron", que<br />
"comieron y bebieron con él después de que él resucitara<br />
de entre los muertos". La misma experiencia vivida con<br />
Jesús aquellos años es nueva: ahora se percatan de que<br />
Dios lo "había ungido con el Espíritu Santo y con poder",<br />
que si "pasó por todas partes haciendo el bien y<br />
devolviendo la salud", era "porque Dios estaba con él". Su<br />
muerte, "colgado de un madero", es también vista de una<br />
forma nueva. Y ahora "toman la palabra" y dan<br />
testimonio, aquellos que antes se habían escondido.<br />
También para nosotros la vida seguirá igual. La fiesta de<br />
estos días no habrá cambiado las circunstancias en las<br />
que vivimos. Pero la experiencia pascual que iniciamos con<br />
el bautismo nos hace ser de una manera nueva. La
Pascua anual, y la pascua semanal, debe re-hacer en los<br />
cristianos esta vida nueva recibida en el bautismo.<br />
Y la ha de re-hacer de tal manera que nos empuje a la<br />
acción. No sería consecuente con la Pascua del Señor que<br />
habláramos de esta novedad reduciéndola a una cuestión<br />
personal, íntima... Porque esta novedad nos hace creer<br />
que también el mundo, especialmente en lo referente a<br />
las circunstancias injustas que en él se viven, es renovado<br />
por la acción de Dios, la misma acción que ha resucitado a<br />
su Hijo de entre los muertos. Desde la Pascua que nos<br />
renueva, creemos que Dios lo renueva todo y queremos<br />
que Dios lo renueve todo. Por la comunión con esta<br />
Pascua nos ponemos a disposición de esta fuerza<br />
renovadora, para que el resucitado nos envíe a trabajar<br />
con todos los que luchan por un mundo nuevo.<br />
LA HOMILÍA, LAS ORACIONES...<br />
El contenido de la homilía y de las oraciones (y de las<br />
diversas moniciones que podamos hacer) bien pudiera<br />
basarse en una reflexión previa, hecha entre quien<br />
presidirá la celebración y los demás que la preparan. Una<br />
reflexión que podría partir de los aspectos puestos de<br />
relieve anteriormente: la motivación profunda de la gran<br />
fiesta y la renovación de todo que nace de la Pascua. Y<br />
también debiera partir de la realidad vivida por la gente<br />
del lugar donde estamos celebrando. Después cada cual<br />
deberá asumir su parte.<br />
1. VIO Y CREYÓ<br />
REFLEXIONES
Pedro y el otro discípulo, con un testimonio muy personal,<br />
confiesan que hasta entonces no habían entendido el<br />
sentido de la muerte y de la resurrección del Señor.<br />
Ahora, al encontrar la tumba vacía tal como las mujeres<br />
les han anunciado, es cuando llegan a la fe; es decir,<br />
cuando no lo ven es cuando creen. El Señor ha realizado el<br />
"paso" de Muerte a Vida. Ellos también realizan el "paso"<br />
por la fe. Ya no se quedan bloqueados en el escándalo del<br />
Viernes Santo sino que descubren como Dios les abre un<br />
horizonte de vida insospechado, y la vida que habían<br />
compartido con Jesús ahora toma un nuevo sentido:<br />
nosotros somos testigos de todo lo que hizo... dice Pedro<br />
en la primera lectura. Han quedado verdaderamente<br />
transformados por la Pascua del Señor. También ellos han<br />
realizado el "paso" a la fe y pasan a ser hombres nuevos.<br />
Ahora se tornan "misioneros" de esta Buena Nueva: ¡El<br />
Señor ha resucitado! El libro de los Hechos de los<br />
Apóstoles que ocupará la primera lectura de todo este<br />
tiempo pascual es el libro de la misión, del anuncio de la<br />
resurrección, de la vida nueva de los hombres nuevos que<br />
forman la Iglesia. Es el libro de los testigos. También hoy<br />
debemos seguir escribiendo páginas de este libro con la<br />
acción evangelizadora y misionera de la Iglesia que<br />
encuentra su fuente en la Resurrección del Señor que<br />
celebramos y que da sentido a nuestra vida.<br />
YA QUE HABÉIS RESUCITADO CON CRISTO<br />
Aspirad a los bienes de arriba, dice la segunda lectura. La<br />
invitación, que debemos transmitir con alegría a nuestras<br />
comunidades, es plenamente actual. Creer en la<br />
resurrección de Cristo nos lleva a creer que ya ahora<br />
vivimos esta nueva vida, resucitada, gracias al Bautismo<br />
que hemos recibido. Por él nos ha llegado la fuerza de la<br />
resurrección, nos han llegado los bienes de arriba. La<br />
Pascua nos invita a renovar nuestro Bautismo. Valdría la<br />
pena hacerlo hoy así en el momento de la profesión de fe.<br />
Así también nosotros habremos llegado a entender la<br />
Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
LA EUCARISTÍA SIEMPRE ES PASCUAL<br />
Sobre todo la de hoy, que coincide con la Pascua anual y<br />
nos permite "revivir" el momento de la resurrección del<br />
Señor. Así podemos celebrar la Pascua (1Corintios 5,8, la<br />
otra posible segunda lectura de hoy) porque es de ella<br />
que sacamos la levadura que hará fermentar toda la<br />
pasta de nuestra vida y de nuestro mundo.<br />
2. DOMINGO/DIA-PRIMERO<br />
"El primer día de la semana" fue María Magdalena al<br />
sepulcro. Todos los evangelios nos presentan la<br />
resurrección el "primer día de la semana". En la tarde del<br />
"primer día de la semana" los discípulos de Emaús<br />
reconocen a Jesucristo resucitado en la "fracción del pan".<br />
Y el "primer día de la semana" se reúne la comunidad<br />
cristiana para escuchar la palabra del Resucitado y hacer<br />
la fracción del pan, la Eucaristía. De ahí la importancia de<br />
la celebración de la Eucaristía del domingo. No es una ley,<br />
no es un mandamiento. Es una necesidad para el<br />
cristiano. Tenemos necesidad de encontrarnos, reunirnos,<br />
somos la comunidad de Cristo Resucitado. Y tenemos<br />
necesidad de escuchar su Palabra, su "Buena Noticia<br />
gozosa". Esa Palabra que se hace Pan, "carne para la vida<br />
del mundo". Y esa Palabra es luz y alimento para que a lo<br />
largo de la semana intentemos hacer las obras que el<br />
Padre quiere, en favor de nuestros hermanos los hombres.<br />
Obras concretas, como Jesús hizo.<br />
3. GRATUIDAD<br />
La vida no es un derecho, la vida es un don. Y el don, la<br />
gracia o lo gratuito, no es consecuencia de ningún<br />
derecho, sino del amor. Por eso, lo que contraría al amor,<br />
se opone a la vida. El odio pone fin a la vida y siembra la
muerte. El egoísmo asfixia la vida, la interrumpe y<br />
desertiza la tierra fecunda y fecundada.<br />
La vida nace del amor, ésa es su raíz, que no el derecho.<br />
Tampoco la muerte es un derecho, aunque habrá que<br />
reconocer el derecho a morir para descalificar tantas<br />
ansias de matar. También la muerte es un don. Pero,<br />
entiéndase bien, es un don, porque es una nueva vida, no<br />
porque sea fin de la vida. Aunque en el acotado campo de<br />
nuestra experiencia la muerte aparezca como fin de esta<br />
vida -no de la vida, sino de ésta- o, mejor dicho, de esta<br />
forma de vivir. Lo que supone un alivio para la inmensa<br />
mayoría de la humanidad, mortificada hasta el extremo<br />
por las pretensiones de los científicos, de los técnicos, de<br />
los políticos... o sea, de los poderosos.<br />
Debería bastarnos el testimonio perenne de la naturaleza<br />
no humana, que muere cada invierno y resucita cada<br />
pascua florida, para entender que la vida no termina, se<br />
transforma. (...).<br />
La fe cristiana es fe en la vida, porque es fe en Jesús que<br />
vive. Ciertamente pasó por la experiencia de la muerte,<br />
para desvelarnos su misterio y la esperanza, pero resucitó<br />
y vive para siempre. Así lo han atestiguado los que lo<br />
vieron vivo antes y después del tránsito de la muerte. Y<br />
así lo ha guardado celosamente y lo ha transmitido<br />
durante siglos la Iglesia. Así lo confesamos y proclamamos<br />
los cristianos: creemos en la resurrección, creemos en la<br />
vida sin fin. No sólo en la vida que esperamos como un<br />
don póstumo, sino en el don de la vida que ya poseemos y<br />
disfrutamos y reclamamos para nosotros y para todos los<br />
hombres.<br />
Por eso creer en la resurrección es apostar por la vida<br />
frente a la muerte y a los sistemas que recurren a la<br />
muerte como solución o justificación de cualesquiera<br />
intereses. Y en esta apuesta nos hemos comprometido<br />
con la vida, como don, para hacerla posible, para<br />
favorecerla en todos y en todo, para defenderla en todos
los niveles, para colmarla de sentido, para humanizarla,<br />
sin domesticarla ni degradarla, hasta descubrir en ella y<br />
por ella al verdadero dador del multiforme y siempre<br />
sorprendente don de la vida.<br />
4. PASCUA RESURRECCIÓN MUERTE.<br />
Pascua es el día que hizo el Señor, el día grande, la<br />
solemnidad de las solemnidades, el día rey, el día<br />
primero, día sin noche, tiempo sin tiempo, edad definitiva,<br />
primavera de primaveras...., pasión inusitada.<br />
"La Resurrección es la verdad fundamental del cristianismo<br />
y el motivo y garantía de nuestra esperanza". (...).<br />
La muerte no es toda la realidad, sólo una parte -y no la<br />
más importante- que remite al todo: Jesús resucitado.<br />
(...).<br />
Si el Señor no ha resucitado, que retornen a casa los<br />
misioneros, que se cierren las iglesias, que cese la<br />
caridad, dejemos la catequesis, que se hundan los<br />
conventos, que quemen el martirologio, que lloren los<br />
santos, camino de los museos, pues son meras tallas de<br />
arte..., que nadie luche, que nadie se esfuerce, porque<br />
"inane, inútil y estéril es nuestra fe" (1 Cor 15, 14 ss).<br />
Pero nuestra fe es roca viva, hormigón cada día más<br />
fuerte y compacto, y esta matinal, fresca, nueva y limpia<br />
Pascua volverá a llenar los caminos de los hombres de<br />
Teresas de Jesús o de Calcuta, de Franciscos-Javier en<br />
Goa o Pacos sindicalistas, aprenderán el nombre de Dios<br />
los niños de labios de sus madres, mientras los<br />
amamantan, y amanecerá el sol del pan y la justicia en<br />
Latinoamérica, aunque sigan los martirios de Romeros y<br />
Ellacurías. Sí, sí, porque es Pascua y "mi fuerza y mi poder<br />
es el Señor", que vive.
5.RECUERDO:<br />
"Seguiré desapareciendo mucho tiempo después de<br />
haberme dormido, porque mi nombre se apagará de<br />
nuevo cada vez que uno de los que me conocieron,<br />
admiraron, amaron, odiaron, exhale su último suspiro.<br />
Pero aun si de generación en generación algunos fieles<br />
transmitieran mi nombre, si mi memoria nunca se apagara<br />
y si recibiera esta seguridad, no encontraría en ello ni<br />
alivio ni consuelo, porque esta inmortalidad en la memoria<br />
de los hombres sólo puede parecer irrisoria a quien<br />
espera la inmortalidad verdadera".<br />
6. /SAL/117/POEMA:<br />
Este es el día en que actuó el Señor,<br />
que sea un día de gozo y de alegría.<br />
Este es el día en que, vencida la muerte,<br />
Cristo sale vivo y victorioso del sepulcro.<br />
Este es el día que lava las culpas y devuelve la inocencia,<br />
el día que destierra los temores y hace renacer la<br />
esperanza,<br />
el día que pone fin al odio y fomenta la concordia,<br />
el día en que actuó el Señor,<br />
que sea un día de gozo y de alegría,<br />
Hoy, Señor, cantamos tu victoria,<br />
celebramos tu misericordia y tu ternura,<br />
admiramos tu poder y tu grandeza,<br />
proclamamos tu bondad y tu providencia.<br />
Que sea para nosotros el gran día,<br />
que saltemos de gozo y de alegría,<br />
que no se aparte nunca de nuestra memoria<br />
y que sea el comienzo de una vida<br />
de esperanza, de amor y de justicia.<br />
7.
"Creer en la resurrección... es el acto de participar en la<br />
creación ilimitada... Tener fe, si es que yo alcanzo a<br />
descifrar la imagen cristiana, es percibir en su identidad la<br />
resurrección y la crucifixión. Sostener la paradoja de la<br />
presencia de Dios en un Jesús crucificado, es decir, en el<br />
fondo de la desgracia y de la impotencia, un Jesús<br />
abandonado de Dios. Tener tal fe es adquirir la libertad de<br />
hombre sobre toda ilusión, la del poder y la del tener.<br />
Dios no es ya el emperador de los romanos, ni aquel tipo<br />
de hombre estimado por los griegos como ejemplar de<br />
belleza y de fuerza..., sino más bien la certeza de que es<br />
posible creer un futuro cualitativamente nuevo, pero tan<br />
sólo si se identifica con aquellos que en el mundo son los<br />
más despojados y los más aplastados... Tal amor y la<br />
esperanza en la resurrección se identifican. Porque no hay<br />
amor más que cuando un ser es para nosotros<br />
irreemplazable, y nosotros estamos prestos a dar por él<br />
nuestra propia vida... Cuando de verdad estamos<br />
dispuestos a tal donación y entrega por el último de los<br />
hombres, es entonces cuando Dios está con nosotros; he<br />
aquí el poder de transformar el mundo".<br />
8.<br />
RECONCILIARSE PARA LA PASCUA<br />
Sigue teniendo sentido lo de "confesar par Pascua". El<br />
camino cuaresmal de purificación y conversión tiene para<br />
los cristianos una expresión sacramental muy válida en la<br />
Reconciliación penitencial.<br />
Antes, en la liturgia romana, se celebraba una Eucaristía<br />
para los penitentes en la mañana del Jueves Santo,<br />
último día de Cuaresma. Ahora organizamos una<br />
celebración comunitaria de la Penitencia con confesión y<br />
absolución personal este mismo día del Jueves por la<br />
mañana, o bien otro día anterior muy cercano. En la<br />
liturgia hispánica el gran acto penitencial se celebra el
Viernes Santo, ya dentro de la Pascua, con la<br />
impresionante ceremonia de la "indulgencia" o "perdón"<br />
en la que el pueblo clama centenares de veces pidiendo<br />
perdón a Dios.<br />
Es bueno entrar en la Pascua -el paso con Cristo a la<br />
Nueva Vida- celebrando con humildad y expresividad el<br />
sacramento de la Penitencia, el sacramento de la muerte a<br />
lo viejo y al pecado, el sacramento de la reconciliación<br />
con Dios y con la comunidad. La Pascua debe ser novedad<br />
total en nuestras vidas. Todo lo viejo, sobre todo el<br />
pecado, tiene que dejar paso a la Vida que nos quiere<br />
comunicar el Resucitado.<br />
9.<br />
Para orar con la liturgia<br />
Señor Dios, que en este día<br />
nos has abierto las puertas de la vida<br />
por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte,<br />
concédenos a los que celebramos la solemnidad<br />
de la resurrección de Jesucristo,<br />
ser renovados por tu Espíritu<br />
para resucitar en el reino de la luz y de la paz.<br />
“¿Por qué buscáis entre los muertos el que está vivo?” (Lc<br />
24,5)<br />
Para mí, hermanos, “la vida es Cristo y morir significa una<br />
ganancia” (Flp 1,21) Me voy, pues, a Galilea, a la montaña<br />
que Jesús nos ha indicado (Mt 28,10.16). Lo veré y lo<br />
adoraré para no morir ya más, porque todo aquel que ve<br />
al Hijo del Hombre y cree en él tiene la vida eterna,
“aunque haya muerto, vivirá.” (Jn 11,25)<br />
Hoy, hermanos, ¿cuál es el testimonio de la alegría que<br />
colma vuestro corazón por el amor de Cristo? Si alguna<br />
vez habéis experimentado el amor a Jesús, vivo o muerto,<br />
resucitado: hoy cuando los mensajeros proclaman su<br />
resurrección en la Iglesia, vuestro corazón exulta y<br />
exclama: “me han traído esta buena noticia: Jesús, mi<br />
Dios, vive. Al escuchar estas palabras, mi corazón que<br />
estaba hundido en la pena y en el desánimo,<br />
languideciendo de tibieza y cobardía, ha recobrado<br />
ánimo.” Hoy, la suave música de este gozoso mensaje<br />
reanima a los pecadores que estaban hundidos en la<br />
muerte. Sin este mensaje no habría más salida que<br />
desesperar y enterrar en e l olvido a aquellos que Jesús,<br />
saliendo de los infiernos, habría dejado en el abismo.<br />
Comprobarás que tu espíritu ha recobrado la vida en<br />
Cristo, si dices: “Si Jesús vive, esto me basta. Si él vive,<br />
yo vivo en él, mi vida depende de él. El es mi vida, él es<br />
mi todo. ¿Qué me puede faltar si Jesús vive? Mejor aun:<br />
que todo lo demás me falte, no me importa, si sé que<br />
Jesús vive.”<br />
LA PASCUA JUDÍA<br />
El pueblo de nuestros antepasados en la fe, celebra su<br />
liberación<br />
La fiesta pascual de los cristianos tiene sus raíces en la<br />
pascua de los judíos. Cuanto mejor conozcamos la<br />
celebración judía, tanto mejor comprenderemos el papel<br />
de la tipología pascual del Antiguo Testamento para<br />
interpretar el misterio de la muerte y la resurrección de
Jesús y tanto mejor comprenderemos lo que celebramos<br />
en la fiesta más importante de nuestra Iglesia.<br />
En Ex 12,1-28 se nos narra la razón por la cual los judíos<br />
celebraban la fiesta pascual. La narración está compuesta<br />
de diferentes relatos, que proceden de tiempos diversos.<br />
Podemos recordar lo siguiente:<br />
LO QUE ERA LA FIESTA DE LA PASCUA ANTES DEL ÉXODO<br />
Desde tiempos inmemoriales, los pastores nómadas<br />
celebraban, con ocasión del comienzo del año, o mejor<br />
aún, con ocasión de la época de transición entre el<br />
invierno y la primavera, una fiesta especial.<br />
Era la época del año en la cual nacían las crías de las<br />
ovejas. Era la época en la cual ellos tenían que comenzar<br />
de nuevo la peregrinación que los conduciría al país<br />
cultivado, en cuyas inmediaciones podrían pasar el<br />
tiempo del verano.<br />
En la noche del primer día de luna llena de la primavera<br />
se reunían los pastores en el desierto, sacrificaban un<br />
cordero, realizaban un rito mágico para espantar los<br />
espíritus que podían perjudicar a los ganados o para<br />
ganarse la protección de los buenos espíritus, y<br />
celebraban una cena. En esta cena comían las carnes del<br />
cordero, con los vegetales que podían encontrar en el<br />
desierto. Cuando la celebración tenía efectivamente un<br />
sentido religioso, agradecían a los dioses la protección<br />
sobre los ganados y la que ellos mismos experimentaban<br />
en la peregrinación que los llevaba más allá del desierto.<br />
En algún momento, cuando ya el pueblo era sedentario,<br />
la fiesta de la Pascua, que era una fiesta pastoril,<br />
coincidió con la fiesta de primavera de los agricultores,<br />
que consistía más que todo en comer los panes sin
levadura, amasados con los primeros frutos de la cosecha<br />
de cereales.<br />
LA FIESTA PROPIAMENTE DICHA DE LA PASCUA DE LOS<br />
ISRAELITAS<br />
La fiesta de primavera que ya existía antes del<br />
surgimiento de Israel como pueblo, se relacionó<br />
estrechamente con la experiencia de fe de la liberación<br />
de los hebreos, esclavos en el Egipto: Ex 12,12-13.21-<br />
23. Y ya no se celebró en función de los ganados (ni de<br />
las cosechas, en el caso de la fiesta de los campesinos),<br />
sino como conmemoración de la liberación del éxodo. La<br />
fiesta comenzaba con la cena pascual y se extendía por<br />
siete días, de acuerdo con la tradición de los ácimos: Ex<br />
12,14-20.<br />
Esta fiesta de la Pascua israelita tiene toda una historia,<br />
que nos obliga a considerar varios momentos:<br />
-Primero que todo, el de lo que podríamos designar como<br />
la celebración doméstica, cuando se realizaba un rito con<br />
la sangre (se marcaban el dintel y los postes de las<br />
casas), además de la cena propiamente dicha.<br />
-Luego la celebración centralizada en Jerusalén, que<br />
incluía un sacrificio cultual con la sangre (recogida por los<br />
sacerdotes en vasijas que se pasaban de mano en mano<br />
hasta el altar), la parte que correspondía a Dios en el<br />
banquete de la comunión; y una cena, que obedecía a un<br />
ritual bien establecido, en el que jugaban un papel<br />
fundamental las carnes del cordero, el pan ázimo, las<br />
hierbas amargas y las cuatro copas de vino. Todos estos<br />
elementos de la cena encarnaban simbólicamente el<br />
memorial del éxodo para ser compartido fraternalmente.<br />
La cena tenía una hermosa estructura pedagógica, que<br />
permitía que los niños aprendieran experimentalmente a<br />
ser judíos, a convertirse en miembros del pueblo elegido.
-En la época de Jesús, la cena pascual tenía además una<br />
importancia escatológica muy grande. Las esperanzas<br />
mesiánicas eran cultivadas de una manera especial en<br />
esta cena, lo que hace bien comprensible el hecho de<br />
que, ya en los mismos relatos por lo menos de los<br />
sinópticos, se dé tanta trascendencia a la referencia a<br />
esta fiesta.<br />
LA CELEBRACIÓN PASCUAL DE LOS JUDÍOS DE HOY<br />
¿Cómo nos narraría hoy un judío su celebración pascual?<br />
Hay que tener en cuenta que, desde la destrucción del<br />
templo en el año 70 d. C. por los romanos, los judíos<br />
renunciaron a comer en la cena pascual un cordero<br />
inmolado. Y también, que la cena pascual se celebra una<br />
vez que se ha asistido a la liturgia sinagogal.<br />
Todo comienza en la tarde del Seder. Seder significa<br />
orden: los judíos llaman a la cena pascual cena del<br />
Seder, porque en ella todo está rigurosamente ordenado,<br />
pues se trata de la tarde más solemne del año.<br />
Con anticipación ha sido retirado todo pan fermentado y<br />
ha sido guardada la vajilla ordinaria. Para la fiesta hay<br />
una vajilla especial. Se prepara pues la fuente del Seder<br />
(el plato), se ponen las copas en las que se servirá el<br />
vino como signo de la alegría, se acercan las sillas<br />
cómodas que reemplazan los triclinios en los cuales se<br />
recostaban los comensales en las cenas antiguas.<br />
La introducción consiste en el servicio de la primera copa<br />
de vino, que se bebe mientras se pronuncia una oración<br />
de alabanza. El padre de familia moja entonces la<br />
verdura en un agua salada, pronuncia una bendición y da<br />
algo a cada uno. Luego reparte un pan ázimo, del que<br />
separa la mitad para después de la cena.
Ahora tiene lugar la cena propiamente dicha. El padre de<br />
familia dirige una invitación a "los que tienen hambre y a<br />
los pobres". Se sirve entonces la segunda copa. El menor<br />
de los asistentes pregunta sobre la razón por la cual se<br />
celebra en esta forma la fiesta. Todos responden:<br />
Un día fuimos esclavos del Faraón en el Egipto; entonces<br />
nos condujo el Eterno, nuestro Dios, fuera de allí.<br />
Se narra entonces la historia de la liberación. Con ocasión<br />
de la narración del recuerdo de las diez plagas, cada uno<br />
mete un dedo en la copa de vino, toma diez veces una<br />
gotita y la derrama. No se debe beber completamente la<br />
copa de la alegría, pues entonces hubo mucho<br />
sufrimiento entre las gentes en el Egipto. A la narración<br />
de la historia de la liberación responden todos con el<br />
Hallel, el conjunto de salmos de alabanza que tienen que<br />
ver con la liberación del Egipto. Se bebe entonces la<br />
segunda copa. El padre de familia toma el pan, pronuncia<br />
la acción de gracias, lo parte y da de él un trocito a cada<br />
uno. De la misma manera toma de las hierbas amargas,<br />
las sumerge en la salsa, pronuncia una bendición, y da a<br />
cada cual de comer.<br />
En ese momento son traídas las viandas propiamente<br />
dichas de la cena. Antiguamente se comían ahora las<br />
carnes del cordero. El postre es simplemente el trozo de<br />
pan ázimo reservado para este momento.<br />
Después de comer se sirve la tercera copa. El padre de<br />
familia comienza la oración de la mesa con las palabras:<br />
"Alabemos a quien nos da el alimento!", y reza la oración<br />
de la mesa. Se bebe entonces la tercera copa.<br />
Se sirve finalmente la cuarta copa. Se abre la puerta para<br />
que pueda entrar el mensajero del Mesías, el profeta<br />
Elías. En medio de la mesa se pone una copa llena de<br />
vino para él. Se canta la segunda parte del Hallel y se<br />
bebe la cuarta copa.
Con una oración de conclusión se termina la celebración.<br />
Podría decirse que celebrar la fiesta de la Pascua ha sido<br />
siempre para el pueblo judío asumir la memoria de su<br />
historia, entendida como historia de liberación. Un<br />
hermoso poema, el Targum de Ex. 12,42, nos da una<br />
cierta idea de la manera como se evoca, en el sentido del<br />
éxodo, toda la historia en el memorial de los judíos.<br />
EL POEMA DE LAS CUATRO NOCHES<br />
(Targum de /Ex/12/42)<br />
Al final de los cuatrocientos años, aquel mismo día,<br />
salieron todos los ejércitos de YHWH liberados, del país<br />
de Egipto. Es una noche de vigilia, preparada para la<br />
liberación en nombre de YHWH, en el momento en que<br />
hizo salir a los hijos de Israel, liberados del país de<br />
Egipto.<br />
Pues bien, hay cuatro noches inscritas en el libro de las<br />
Memorias. La primera noche fue cuando YHWH se<br />
manifestó en el mundo para crearlo. El mundo estaba<br />
informe y vacío y las tinieblas se extendían sobre la<br />
superficie del abismo, y la palabra de YHWH era luz y<br />
brillaba. Y la llamó primera noche.<br />
La segunda noche, cuando YHWH se le apareció a<br />
Abrahán anciano de 100 años y a su esposa Sara, de<br />
noventa años, a fin de cumplir lo que dice la Escritura:<br />
"Es que Abrahán, a los cien años de edad, va a engendrar<br />
y su esposa Sara, de noventa años, va a dar a luz un<br />
hijo?" Pues bien, Isaac tenía 37 años cuando fue ofrecido<br />
en el altar. Los cielos se inclinaron y bajaron e Isaac vio<br />
sus perfecciones. Y la llamó la segunda noche.<br />
La tercera noche fue cuando YHWH se apareció a los<br />
egipcios en medio de la noche; su mano mataba a los<br />
primogénitos de Israel, para que se cumpliera lo que dice
la Escritura: "Israel es mi primogénito". Y la llamó la<br />
tercera noche.<br />
La cuarta noche será cuando el mundo llegue a su fin<br />
para ser disuelto. Los yugos de hierro se romperán y las<br />
generaciones perversas serán aniquiladas. Moisés subirá<br />
de en medio del desierto y el rey Mesías vendrá desde lo<br />
alto. Uno avanzará a la cabeza del rebaño y su palabra<br />
caminará entre los dos y ellos marcharán juntos.<br />
Es la noche de la pascua para el nombre de YHWH, noche<br />
reservada y fijada para la liberación de todo Israel a lo<br />
largo de sus generaciones.<br />
LA FIESTA DE LA PRIMERA GAVILLA<br />
O FIESTA DE LA PASCUA<br />
1. PRELIMINARES<br />
Hasta ahora no hemos encontrado en el calendario judío<br />
ninguna fiesta que haya pasado al calendario cristiano.<br />
En cambio, con la fiesta de la primera gavilla, la antigua<br />
fiesta de la primavera, llegamos a la primera solemnidad<br />
nacida en el paganismo de las religiones cósmicas y<br />
progresivamente espiritualizada hasta el punto de ser<br />
hoy la fiesta cristiana por antonomasia, en continuidad<br />
externa con las fiestas humanas antiguas, pero<br />
íntegramente renovada en cuanto a su alcance y<br />
contenido. Recordemos brevemente el punto de partida<br />
humano de la fiesta. La caracterizan dos ritos esenciales:<br />
el pan ácimo y la sangre protectora del cordero.<br />
El rito del cordero es clásico entre las tribus nómadas,<br />
incluso actuales: se inmola un cordero (no hay por qué<br />
comerlo necesariamente) y se derrama su sangre sobre<br />
las estacas de la tienda para que sirva de preservativo
contra las incursiones del espíritu maligno. En cuanto al<br />
rito de los ácimos, parece ser de origen agrícola y refleja<br />
la preocupación de los campesinos, al obtener la primera<br />
harina del nuevo trigo, por no mezclarle levadura<br />
procedente de la cosecha anterior. Con esto entramos de<br />
lleno en el sincretismo de los ritos nómadas y de los ritos<br />
agrícolas, tal como lo practicaba el mundo pagano<br />
cuando nació el pueblo hebreo: por una parte, la fiesta<br />
de la primavera, que pudo determinar durante algún<br />
tiempo el comienzo del año; por otra, el rito del cordero<br />
preservador.<br />
Se comprende que la aparición de la primavera pudiera<br />
concretarse en una fiesta con el mismo título que la<br />
riqueza de la recolección se plasmó en la fiesta del otoño.<br />
Si la fiesta de la primavera no llegó a alcanzar el<br />
esplendor de la fiesta de los Tabernáculos, ello se debió,<br />
sin duda, a que el duro trabajo de los campos coartaba<br />
en primavera un esparcimiento que el final de la<br />
recolección hacia más fácil y completo.<br />
Nuestros semipaganos de hoy día, que forman las masas<br />
populares, celebran espontáneamente, a menos que sea<br />
por un resto inconsciente de civilización cristiana, la<br />
fiesta de la primavera: vacaciones de Pascua, nueva<br />
costumbre de estrenar por Pascua, huevos de Pascua,<br />
etc. Todo esto alude al sentido de renovación, al olvido<br />
de la vida antigua, a la evasión del mundo de todos los<br />
días a cambio de "otra cosa". Pensando en estos ritos de<br />
la primavera pagana de nuestros días, podremos ver<br />
cómo se las ha ingeniado Dios para obligar a su pueblo a<br />
superar esos ritos sin oponerse a ellos, celebrando así la<br />
renovación de la vida espiritual y la marcha hacia la<br />
nueva era de los hijos de Dios.<br />
Si bien el rito mágico de la sangre del cordero no tiene<br />
prácticamente cabida en un mundo que cree poder<br />
sustituir la magia con la técnica para inmunizar al<br />
hombre contra los elementos, quedan todavía muchos<br />
cadáveres de pájaros o de roedores colgados a la puerta
de los establos para preservar de epidemias al ganado y<br />
muchos quicios pintados de tiza o cal, para que podamos<br />
considerar a nuestros contemporáneos absolutamente<br />
ajenos a ciertos ritos preservativos, como el de la sangre<br />
del cordero.<br />
Parece, pues, que existe la posibilidad de una catequesis<br />
a partir de esas realidades humanas para llevar al<br />
cristiano hasta la plenitud del misterio pascual. Las líneas<br />
esenciales de semejante catequesis nos las indicará Dios<br />
mismo, si somos capaces de seguir paso a paso el<br />
desarrollo de su pedagogía en la Escritura.<br />
2. COINCIDENCIA DE DOS RITOS<br />
El primer hecho que debemos considerar es la<br />
yuxtaposición del rito agrícola de los ácimos y del rito<br />
nómada del cordero. Entre ambos ritos no existe ningún<br />
nexo original, puesto que pertenecen a dos mundos<br />
distintos y, si el primero está ligado al decurso del año, el<br />
segundo depende de acontecimientos incontrolables. El<br />
uno pone al hombre en contacto con el ritmo cósmico y<br />
natural; el otro, en cuanto es posible, le previene de<br />
acontecimientos inesperados: epidemia, desgracia, etc.<br />
Sin embargo, los textos más antiguos de la Biblia -sobre<br />
todo, a partir del Deuteronomio- nos muestran ambos<br />
ritos en coexistencia pacífica. La Pascua se celebra el<br />
catorce de nisán, mientras que la fiesta de los ácimos<br />
comienza al día siguiente. Es probable que este<br />
sincretismo obedezca en gran parte a la lenta penetración<br />
de los hebreos nómadas en la región agrícola de Canaán.<br />
Pero la Biblia da de ello una explicación diversa, apenas<br />
comprensible para nuestra mentalidad moderna.<br />
Durante la estancia del pueblo en Egipto, se<br />
desencadenan sobre el país una serie de plagas<br />
espantosas. La última es particularmente trágica: el<br />
espíritu del mal (el "ángel exterminador", dice la<br />
Escritura) pasará dando muerte a todos los primogénitos.
Inmediatamente los judíos nómadas echan mano del rito<br />
tradicional del cordero degollado y la sangre derramada.<br />
El yahvista refiere la tradición por su cuenta,<br />
entroncándola en la concepción del monoteísmo según la<br />
cual el ángel exterminador actúa por voluntad de Dios,<br />
pero pone gran cuidado en mostrar que los judíos<br />
poseían en su patrimonio un rito eficaz por cuya virtud se<br />
vieron protegidos al tiempo que sucumbían los egipcios:<br />
"Tomad unas cabezas de ganado menor para vuestras<br />
familias e inmolad la Pascua. Luego cogeréis un manojo<br />
de hisopo, lo empaparéis en la sangre que contiene la<br />
fuente y aplicaréis esta sangre de la fuente al dintel y a<br />
los quicios de las puertas. ¡Que nadie de vosotros salga<br />
de casa hasta la mañana siguiente! Así, cuando Yahvé<br />
recorra Egipto para castigarlo, al ver sangre en el dintel y<br />
en los quicios pasará por delante de aquella puerta sin<br />
permitir al Exterminador entrar en vuestras moradas<br />
para asestar sus golpes. Ex. 12, 21-24.<br />
Se adivina la preocupación del redactor de este pasaje<br />
por purificar la tradición, pero ello no quita que podamos<br />
ver todavía su trasfondo mágico en la prescripción de "no<br />
salir de casa hasta el día siguiente". Este aspecto<br />
preservativo de la sangre parece ser el portante del rito,<br />
pues el redactor se apoyará en una etimología fantástica<br />
de la palabra Pascua para hacerle decir que el<br />
exterminador "pasará adelante" o pasará por delante".<br />
Dios interviene en un antiguo rito mágico para manifestar<br />
así a su pueblo que Él le "salva" del peligro que aplastará<br />
a Egipto.<br />
El hecho acontece, como por casualidad, en primavera.<br />
Está cerca la fiesta de la primera gavilla, con que se<br />
inaugura el período de los panes sin levadura. He ahí los<br />
dos ritos fortuitamente unidos según el modo de ver del<br />
redactor yahvista, el cual presenta a los judíos<br />
abandonando Egipto precisamente en el momento en que<br />
se elabora el pan sin levadura. Pero el redactor atribuye<br />
luego a este pan ácimo un sentido nuevo que lo hace
pasar del nivel naturalista al nivel histórico. Será el pan<br />
que hubo de llevarse sin esperar a que fermentara,<br />
debido a la prisa por escapar de la tierra de la esclavitud:<br />
Los egipcios apremiaban al pueblo para apresurar su<br />
marcha, pues decían: "¡Vamos a morir todos!" La gente<br />
se llevó la masa antes de que fermentara, cargando las<br />
artesas al hombro, envueltas entre sus mantos... Los<br />
hijos de Israel partieron de Ramsés hacia Sukkot en<br />
número de unos seiscientos mil infantes -todos los<br />
hombres- sin contar sus familias. Se unió a ellos una<br />
numerosa y variada muchedumbre, así como ganado<br />
mayor y menor formando inmensos rebaños. Cocieron<br />
ellos, en forma de tortas ácimas, la masa que sacaron de<br />
Egipto, porque no había fermentado. Expulsados de<br />
Egipto sin la menor demora, no habían podido procurarse<br />
provisiones para el viaje. Ex. 12, 32-39.<br />
Este pasaje es particularmente interesante, porque nos<br />
demuestra una vez más cómo se las ha arreglado la<br />
liturgia para asimilar un rito de origen agrícola. Mientras<br />
que, por lo que se refiere al rito del cordero, se ha<br />
limitado a quitarle el carácter mágico y encuadrarlo en el<br />
monoteísmo (haciendo depender de Yahvé al ángel<br />
exterminador), en el caso del rito agrícola la labor de<br />
espiritualización consiste en procurarle nuevas<br />
referencias. Y así, en lugar de ser el signo del ciclo<br />
natural de las cosechas y de la renovación que ese ciclo<br />
introduce en la vida, el pan ácimo significa ahora un<br />
acontecimiento histórico: la prisa con que los israelitas<br />
abandonaron la tierra de Egipto. El rito pasa del<br />
significado agrícola al nómada, del naturalista al<br />
histórico. Es el proceso seguido por varios ritos agrícolas<br />
de la fiesta de los Tabernáculos, como hemos visto en el<br />
párrafo anterior: la experiencia del desierto es un foco<br />
universal de atracción que fuerza realmente el<br />
simbolismo obvio de los ritos. El rito hebreo no pierde de<br />
vista la renovación primaveral celebrada originariamente<br />
por el rito mismo; pero esa renovación adquiere una<br />
densidad inesperada: no es ya la simple novedad cíclica
producida anualmente por la naturaleza, sino la novedad<br />
de vida que hizo pasar a todo un pueblo de la esclavitud<br />
a la libertad, que le dio nacimiento y le lanzó a la vida, a<br />
raíz de librarle milagrosamente de un mal extraordinario.<br />
3. RITO Y PALABRA<br />
El primer documento legislativo importante que trata de<br />
la fiesta de Pascua pertenece a uno de los más antiguos<br />
estratos de la legislación judía: el Código de la Alianza.<br />
Este toma una posición decidida en favor de la<br />
interpretación histórica de la fiesta:<br />
Guardarás la fiesta de los ácimos. Durante siete días<br />
comerás ácimos, como te he mandado, en el tiempo<br />
fijado del mes de Abib: porque durante ese mes saliste<br />
de Egipto. Ex., 23, 14-16.<br />
No se puede concluir gran cosa de este texto por lo que<br />
se refiere al silencio sobre el rito del cordero. Sin<br />
embargo, es significativo que se hable de "fiesta de los<br />
ácimos", aplicándole el nombre agrícola, mientras que el<br />
término "Pascua" irá más bien ligado al rito del cordero.<br />
Advirtamos también cómo justifica su prescripción el<br />
texto legislativo: "porque durante ese mes saliste de<br />
Egipto". Tal justificación es importante y nos ilustra<br />
acerca de la necesidad de explicar la liturgia una vez que<br />
esta abandona el simbolismo simplemente natural.<br />
Mientras el rito no tiene otro significado que el natural,<br />
no hay necesidad de catequesis para hacerlo<br />
comprender. Un observador de la época que asistiera a<br />
una comida con pan ácimo, podía comprender su sentido<br />
obvio, sobre todo dentro de un contexto concreto. Pero,<br />
para que considere esos panes ácimos como signo de la<br />
salida de Egipto, le es necesaria una iniciación, una<br />
catequesis. Así es como nació la catequesis litúrgica:<br />
como compañera normal de un rito desde que éste<br />
adquiere otro significado además del contenido en su<br />
simbolismo obvio. Lo cual quiere decir que, desde que un<br />
rito pagano se espiritualiza para llegar a ser lo que es en
nuestra liturgia, debe ir acompañado de una catequesis<br />
explicativa: la Palabra acompaña al Rito para determinar<br />
su nuevo alcance. La "relectura" de un rito humano sólo<br />
puede realizarse a través de la Palabra. Vemos, en<br />
efecto, ya desde la época del yahvista y sobre todo en la<br />
reforma deuteronomista, cómo esa catequesis se va<br />
ritualizando de algún modo en el ceremonial de la comida<br />
pascual en familia:<br />
Durante siete días, comerás ácimos, y no se verá en tu<br />
casa pan fermentado; no se verá pan fermentado en todo<br />
tu territorio. Aquel día, darás a tu hijo esta explicación:<br />
"Esto es memoria de lo que Yahvé hizo por mi cuando salí<br />
de Egipto." Ex., 13, 7-8.<br />
Idéntica catequesis a propósito del rito del cordero:<br />
Cuando hayáis entrado en la tierra que Yahvé os va a<br />
dar, guardaréis este rito. Y cuando vuestros hijos os<br />
pregunten: "¿Qué significa para vosotros este rito?", les<br />
responderéis: "Es el sacrificio de la Pascua en honor de<br />
Yahvé, que pasa por delante de las casas de los hijos de<br />
Israel, en Egipto, cuando hirió a Egipto mientras<br />
perdonaba nuestras casas." Ex., 12, 25-27.<br />
El diálogo entablado entre los hijos y el padre a propósito<br />
de los dos ritos pascuales viene a ser el origen de la<br />
catequesis litúrgica. La referencia al acontecimiento<br />
asegura la nueva autenticidad del rito, y la Palabra<br />
proporciona al rito su nuevo significado. Nos hallamos en<br />
el punto de partida de una evolución que permanecerá<br />
fiel a sí misma y se consagrará en una ley fundamental<br />
de la celebración litúrgica cristiana: la unión entre la<br />
Palabra y el Rito. Pero, por desgracia, la mentalidad<br />
católica que sucedió a la Contrarreforma y privó a los<br />
católicos de la Biblia, los privará igualmente de toda<br />
catequesis bíblica de los ritos, desembocando en la triste<br />
situación de nuestra época, en que los ritos se celebran<br />
sin catequesis y tienden por tanto a ser comprendidos, no
ya en su significado sobrenatural, sino en su mero<br />
simbolismo humano<br />
4. RITO Y ACTUALIZACIÓN DEL ACONTECIMIENTO<br />
Poco después del reinado de Salomón, las costumbres y<br />
la religión del pueblo elegido experimentan un profundo<br />
relajamiento. El pueblo olvida los acontecimientos<br />
antiguos y los ritos recaen rápidamente en su simple<br />
significado naturalista o incluso pagano: es el culto del<br />
becerro de oro, de los baales, de los dioses de los<br />
elementos. Son conocidos los esfuerzos casi estériles de<br />
los profetas, desde Elías hasta Isaías, por purificar un<br />
culto lleno de simbolismos paganos. Más tarde, el rey<br />
Josías y la reforma deuteronomista marcan la primera<br />
etapa hacia una espiritualización. Por una disposición un<br />
poco draconiana y que no conseguirá grandes resultados,<br />
Josías exige que vayan todos a Jerusalén para celebrar la<br />
Pascua: suprime así las costumbres paganas que<br />
pudieran nacer en una celebración local de la misma y<br />
unifica la práctica al tiempo que la purifica. Pero el<br />
elemento en que más insiste la reforma deuteronomista<br />
es la actualización del acontecimiento expresado por el<br />
rito. La razón es fácil: los hebreos han ido perdiendo de<br />
vista los acontecimientos del desierto y se han apartado<br />
de la espiritualidad que el desierto llevaba consigo, por<br />
culpa de una vida cómoda en una tierra fértil. Todo<br />
aquello está demasiado lejos, y ellos prefieren aferrarse a<br />
la religión de la naturaleza, que asegura la fecundidad de<br />
la tierra y la regularidad de las cosechas. Para enderezar<br />
esta espiritualidad y reanimar el interés por los<br />
acontecimientos del pasado, el Deuteronomio declarará<br />
que el rito no se limita a recordar unos acontecimientos<br />
antiguos, sino que sitúa al fiel de hoy en el mismo<br />
acontecimiento. El rito no es tan sólo recordatorio de un<br />
hecho pasado que pierde su interés a medida que se<br />
adentra en el pretérito. Al contrario, lleva al individuo de<br />
todos los tiempos hasta el hecho originario.
Ya hemos visto algunos textos que presentan esta óptica<br />
en los ejemplos de catequesis antes citados: "Esto es en<br />
memoria de lo que Yahvé hizo por mi..." o porque<br />
durante ese mes saliste de Egipto". Pero el Deuteronomio<br />
consagrará definitivamente este género de catequesis<br />
que no se limita a tender un puente entre el rito y el<br />
acontecimiento, sino que nos implica en el<br />
acontecimiento del pasado:<br />
Procura guardar el mes de Abib celebrando en él una<br />
Pascua a Yahvé tu Dios, porque fue en el mes de Abib<br />
cuando Yahvé tu Dios, de noche, te hizo salir de Egipto.<br />
Inmolarás a Yahvé tu Dios una Pascua de ganado mayor<br />
y menor, en el lugar elegido por Yahvé tu Dios para hacer<br />
habitar su nombre. Durante siete días no comerás, con la<br />
víctima, pan fermentado; comerás con ella ácimos -pan<br />
de miseria-, porque con prisa abandonaste Egipto: así te<br />
acordarás todos los días de tu vida del día en que saliste<br />
del país de Egipto. Durante siete días, no se verá<br />
levadura en todo tu territorio, y de la carne que<br />
sacrifiques por la tarde del primer día, no quedará nada<br />
para la noche hasta la mañana siguiente. No podrás<br />
inmolar la Pascua en cualquiera de las ciudades que te dé<br />
Yahvé tu Dios; silo en el lugar elegido por Yahvé tu Dios<br />
para hacer habitar su nombre. Sacrificarás la Pascua, a la<br />
tarde, al ponerse el sol, a la hora de tu salida de Egipto...<br />
Dt., 16, 1-7.<br />
Varios pasajes de esta prescripción están simplemente<br />
tomados de legislaciones anteriores, pero la originalidad<br />
del Deuteronomio consiste en el afán de implicar en el<br />
rito a la persona del fiel: eres tú quien salió de Egipto.<br />
Esta observación nos permite descubrir un importante<br />
aspecto de la eortologia judía: la fiesta pone al individuo<br />
en contacto con el acontecimiento, pero no sólo por<br />
medio del simbolismo de los ritos, sino -y esto sobre<br />
todo- poniendo la conciencia del fiel en una actitud que<br />
se identifica con la actitud de los antepasados que<br />
vivieron realmente el acontecimiento. En otras palabras,
el común denominador entre el acontecimiento y la fiesta<br />
no es, en rigor, el simbolismo del rito que recuerda tal o<br />
cual acontecimiento, sino la actitud de espíritu común al<br />
antepasado y al fiel que revive la historia. En la Haggadá<br />
actual de la fiesta de Pascua, el ritual tiene prevista esta<br />
munición:<br />
No sólo liberó a nuestros antepasados, sino que también<br />
nos liberó a nosotros con ellos. Porque no se alza un solo<br />
enemigo contra nosotros para exterminarnos. El Santo -<br />
bendito sea- nos salva de sus manos (Ed. Durlacher).<br />
En este estadio de purificación, la fiesta tiende a<br />
provocar, mediante el recuerdo del acontecimiento y el<br />
simbolismo del rito, una actitud de espíritu, una posición<br />
de fe, la cual caracteriza, en último término, el objeto<br />
esencial de la fiesta. Sin embargo, esta "personalización"<br />
de la fiesta no se realiza a costa del simbolismo del rito:<br />
la continuidad con las etapas precedentes está bien<br />
asegurada. Por el contrario, el simbolismo del rito se<br />
sirve de ella, en cierto modo, para espiritualizarse más.<br />
Parece ser, en efecto, si nos atenemos al texto bíblico,<br />
que la fiesta de Pascua ve nacer por entonces un nuevo<br />
rito: la manducación del cordero. Es probable que tal<br />
costumbre se extendiera en el pueblo bastante antes de<br />
la reforma de Josías, quizá bajo la influencia del medio<br />
ambiente; de todos modos, el Deuteronomio, es el<br />
primer texto legal que consagra la existencia del<br />
banquete con el cordero pascual.<br />
Sólo en el lugar elegido por Yahvé tu Dios para hacer<br />
habitar su nombre sacrificarás la Pascua, a la tarde, al<br />
ponerse el sol, a la hora de tu salida de Egipto. La<br />
cocerás y la comerás en el lugar elegido por Yahvé tú<br />
Dios, y de allí, a la mañana siguiente, te volverás para ir<br />
a tus tiendas. Dt., 16, 6-7.<br />
Hasta entonces todo se reducía a la inmolación del<br />
cordero y a la efusión de su sangre sobre los quicios de la<br />
puerta. Si se comía luego el cordero, tal comida no
formaba parte del rito pascual, que se limitaba<br />
exclusivamente a la comida de los ácimos. Pero, a partir<br />
del Deuteronomio -y más aún en la legislación<br />
sacerdotal-, la comida del cordero pasa a primer plano.<br />
Semejante evolución es muy significativa por lo que se<br />
refiere a la personalización que se ha operado en el rito:<br />
lo que cuenta en primer lugar no es el simbolismo del rito<br />
(repetir lo que hicieron los antepasados), sino la actitud<br />
de espíritu provocada por el recuerdo del acontecimiento.<br />
La manducación del cordero es, a este respecto, mucho<br />
más apta para expresar la participación personal de los<br />
fieles en la fiesta que la sola inmolación. Téngase en<br />
cuenta, por lo demás, que la legislación del<br />
Deuteronomio no habla ya de derramar la sangre sobre<br />
las estacas de la tienda o los quicios de la puerta:<br />
asimilarse el cordero -y, más allá del cordero, el<br />
acontecimiento- supone un compromiso personal mucho<br />
más profundo, expresado claramente por la misma<br />
manducación. Cuando entre en vigor la legislación<br />
sacerdotal, tomará el aspecto de una compilación en que<br />
se fusionan elementos diversos: cordero y ácimos, rito de<br />
la sangre derramada y de la manducación, etc. Pero esta<br />
legislación no presenta novedad alguna, fuera del<br />
ceremonial para comer el cordero<br />
El diez de este mes, procuraos cada uno una cabeza de<br />
ganado menor por familia; una cabeza de ganado menor<br />
por casa. Si la familia es demasiado reducida para<br />
consumir el animal, asóciese con su vecino más cercano<br />
a la casa, según el número de personas. Tendréis en<br />
cuenta el apetito de cada uno para determinar el número<br />
de comensales. El animal será sin defecto, macho, de un<br />
año. Lo escogeréis entre los corderos o las cabras. Lo<br />
conservareis hasta el día catorce de este mes; entonces<br />
la asamblea entera de la comunidad de Israel lo degollará<br />
entre dos luces. Tomaréis de su sangre y untaréis los<br />
quicios y el dintel de las puertas de las casas donde se<br />
coma. Aquella noche comeréis la carne asada al fuego; la<br />
comeréis con los ácimos y hierbas amargas. No lo comáis
crudo o cocido, comedlo solamente asado al fuego, con la<br />
cabeza, las patas y las tripas. No guardéis nada para el<br />
día siguiente. Lo que sobrare, lo quemaréis al fuego. Lo<br />
comeréis así: ceñidos los lomos, calzados los pies, con el<br />
bastón en la mano. Lo comeréis con toda prisa, pues es<br />
una Pascua en honor de Yahvé. Ex., 12, 1-12.<br />
Prescindamos, por el momento, de los minuciosos<br />
preceptos de este ritual para quedarnos con los datos<br />
esenciales: cuando el fiel judío come el cordero pascual<br />
como lo haría un nómada, cree hacer algo más que<br />
recordar el acontecimiento; quiere hacer suya la actitud<br />
de sus antepasados, alcanzar su libertad, participar en la<br />
renovación de su vida interior. Por eso, el banquete está<br />
calcado sobre el antiguo rito de inmolación y de aspersión<br />
de la sangre. Así queda clara la rica evolución que ha<br />
seguido la fiesta de Pascua hasta llegar a nosotros. Antes<br />
hemos visto la exigencia de una catequesis; ahora vemos<br />
la exigencia de una actitud personal consciente,<br />
introducida por el banquete pascual: una manera de<br />
revivir el acontecimiento salvador en la medida en que<br />
cada uno se lo asimila por la fe. El rito evoca el<br />
acontecimiento, haciéndolo presente en cierto modo y<br />
exigiendo nuestra adhesión: tenemos ahí en primicias el<br />
alcance del Hodie de nuestra liturgia cristiana.<br />
5. FIESTA DE LA RESTAURACIÓN DEL PUEBLO<br />
Este aspecto de personificación no lo hemos encontrado<br />
tan intenso en nuestro análisis de la fiesta de los<br />
Tabernáculos ni en las fiestas de orden astronómico. Ello<br />
se debe, probablemente, a que la Pascua poseía el<br />
dinamismo interno necesario para supervivir<br />
definitivamente y doblar el cabo de la cristianización, en<br />
el cual se hundieron tantas fiestas judías. Esta<br />
preeminencia de la Pascua sobre las demás fiestas se va<br />
perfilando ya en el Antiguo Testamento, incluso en la<br />
época en que la fiesta de los Tabernáculos es todavía "la<br />
fiesta" por excelencia. Y así, en los distintos períodos de<br />
la historia del pueblo en que se afirma una restauración o
se sanciona de nuevo la alianza -sin cesar comprometida<br />
por la infidelidad del pueblo, los reformadores señalan la<br />
Pascua y no los Tabernáculos como fiesta de esa<br />
renovación o restauración. Josías, después de proclamar<br />
solemnemente la renovación de la alianza, la sanciona<br />
con la celebración de la fiesta de Pascua:<br />
El rey dio esta orden a todo el pueblo: "Celebrad una<br />
Pascua en honor de Yahvé vuestro Dios, del modio que<br />
está escrito en este libro de la alianza." No se había<br />
celebrado una Pascua como aquella desde los días de los<br />
Jueces que habían regido a Israel, ni durante todo el<br />
tiempo de los reyes de Israel y de los reyes de Judá. El<br />
año decimoctavo del rey Josías, en Jerusalén, se celebró<br />
aquella Pascua en honor de Yahvé. 2 Re., 23, 21-23.<br />
El aspecto moral pasa aquí a primer plano para afirmar el<br />
valor de esta renovación de la alianza sancionada por<br />
Josías y, al mismo tiempo, la restauración de la fiesta de<br />
Pascua. Más tarde, cuando Esdras concluya la<br />
restauración del pueblo liberado del destierro, tendrá<br />
lugar su celebración en torno a la fiesta de Pascua: Los<br />
exiliados celebraron la Pascua el catorce del primer mes.<br />
Todos los levitas, como un solo hombre, se habían<br />
purificado; y ellos inmolaron la Pascua por todos los<br />
exiliados, por sus hermanos los sacerdotes y por sí<br />
mismos comieron la Pascua: los israelitas que habían<br />
vuelto del destierro y todos los que, habiendo roto con la<br />
impureza de los pueblos de aquella tierra, se habían<br />
unido a ellos para buscar a Yahvé, el Dios de Israel.<br />
Celebraron con gozo durante siete días la fiesta de los<br />
Ácimos... Esd. 6, 19-22.<br />
La actitud personal, que es aquí actitud de conversión,<br />
ocupa realmente el lugar más importante de la fiesta.<br />
Poco después del destierro, los documentos sacerdotales<br />
dan cuenta de otra Pascua interesante: la que celebró el<br />
rey Ezequías para sancionar otra renovación de la<br />
alianza. Los Libros de los Reyes no habían prestado<br />
atención a esta celebración pascual, sin duda porque
todavía no estaban preparados para ello. Por el contrario,<br />
los Libros de las Crónicas, dependientes de la corriente<br />
deuteronomista y sobre todo de la corriente sacerdotal,<br />
dan gran relieve a esta Pascua de restauración celebrada<br />
por Ezequías y refieren, en particular, que entonces la<br />
Pascua fue celebrada el segundo mes en lugar del<br />
primero, para asegurar una mayor purificación por parte<br />
del pueblo (2 Cor., 30). No es imposible, por otra parte,<br />
que los cronistas hayan trasladado al pasado de Ezequías<br />
un hecho que debió de tener origen en la reforma de<br />
Josías. Se advierte el mismo procedimiento de<br />
anticipación en la descripción de la primera Pascua<br />
celebrada por el pueblo a su llegada a Guilgal (Jos., 5,<br />
10-12), relato ciertamente antiguo, pero "releído" en<br />
función de preocupaciones sacerdotales.<br />
Así, pues, tanto en el plano individual de la actitud de<br />
espíritu como en el plano colectivo de la restauración y<br />
renovación de la alianza, la Pascua aparece, cada vez con<br />
mayor claridad, como una fiesta personalista cuyo objeto<br />
esencial, provocado desde luego por el rito, es la actitud<br />
interior, la conversión, la fidelidad moral. Todo esto, sin<br />
embargo, se realiza en plena continuidad con el pasado:<br />
nunca faltan los ácimos para indicar la renovación<br />
primaveral, y la celebración de la antigua liberación de<br />
Egipto por la sangre del cordero sigue siendo el<br />
verdadero objeto de la fiesta, aunque sometido a<br />
incesantes relecturas por arte de unas almas llamadas a<br />
una conversión y una renovación interiores cada vez más<br />
profundas.<br />
Una última modificación en el ritual de la Pascua es<br />
introducida por la Thora de Ezequiel, que prevé una<br />
ceremonia de expiación antes de la celebración de la<br />
Pascua. Esta reforma, que desdobla la antigua fiesta de<br />
la expiación situada en dependencia de la fiesta de los<br />
Tabernáculos, viene a demostrar el creciente auge de la<br />
Pascua frente a la fiesta de los Tabernáculos y, sobre<br />
todo, la preocupación personalista y moralizante: si los<br />
antiguos pasaron de Egipto a la Tierra Prometida,
nosotros hemos de celebrar hoy aquel acontecimiento<br />
pasando, a nuestra vez, de la impureza a la pureza:<br />
Así habla el Señor Yahvé. El primer mes, el día primero<br />
del mes, tomarás un novillo sin defecto, para quitar el<br />
pecado del santuario. El sacerdote tomará sangre de la<br />
víctima por el pecado y la pondrá en los postes del<br />
templo y en los cuatro ángulos de la base del altar y en<br />
los postes de los pórticos del atrio interior. Así hará<br />
también el séptimo mes, en favor de los que hubieren<br />
pecado por inadvertencia o irreflexión... Ez., 45, 18-20.<br />
Aquí aparece un nuevo tema: la víctima expiatoria hace<br />
el papel del cordero pascual liberador. Sin tardar mucho,<br />
una sola persona asumirá los dos papeles en su único<br />
sacrificio: será a un tiempo el macho cabrío de la<br />
expiación y el cordero pascual.<br />
6. LA PASCUA Y EL CALENDARIO PERPETUO<br />
Parece ser que, hasta los documentos sacerdotales, la<br />
fecha de la Pascua estuvo bastante imprecisa. Los textos<br />
que hemos citado hablan tan sólo "del tiempo fijado en el<br />
mes de Abib" (Ex., 23, 15). Tampoco el Deuteronomio es<br />
demasiado claro:<br />
Procura guardar el mes de Abib celebrando en él una<br />
Pascua a Yahvé tu Dios, porque fue en el mes de Abib<br />
cuando Yahvé tu Dios, de noche, te hizo, salir de Egipto.<br />
Dt., 16, 1-2.<br />
Esta imprecisión se comprende si la fiesta está<br />
determinada por el comienzo de la siega de la cebada y<br />
la ofrenda de la primera gavilla. El mismo término Abib<br />
significa Espiga. Pero, a medida que predominaba el rito<br />
del cordero sobre el rito de la espiga y de los ácimos, la<br />
fiesta pudo liberarse un poco de su servilismo demasiado<br />
material al ritmo agrícola y concretarse con más<br />
exactitud. Además, mientras el cómputo del tiempo<br />
estuvo basado esencialmente en las fases de la luna, la
fiesta podía caer en cualquier día de la semana. Pero,<br />
después del destierro, se va imponiendo en ciertas<br />
esferas sacerdotales, aunque no sin provocar vivas<br />
reacciones, un nuevo computo, medio lunar y medio<br />
solar, que permite calcular de manera estable un<br />
determinado día del mes. A partir de entonces, en todos<br />
los documentos bíblicos de la época, los sucesos serán<br />
consignados con su fecha exacta, incluso con el día del<br />
mes.<br />
Este nuevo cómputo era un calendario perpetuo solar con<br />
algunas concesiones al calendario lunar. Así resultaba<br />
posible que el 14 de nisán (nueva fecha de la Pascua) no<br />
cayera nunca antes del plenilunio del mes.<br />
Todos los documentos bíblicos datados después del<br />
destierro lo están de acuerdo con este calendario<br />
perpetuo. Y así la Pascua cae siempre el 14 de nisán por<br />
la tarde (nisán era el nuevo nombre del primer mes); por<br />
tanto, siempre en martes, para que la fiesta se celebre<br />
durante la jornada del miércoles 15 de nisán. Pero no<br />
hemos de pensar que el calendario en cuestión se impuso<br />
por completo: oficialmente incluso, el clero del templo<br />
conservó (o adoptó de nuevo) el antiguo calendario en el<br />
que la Pascua podía caer en cualquier día de la semana,<br />
según el ritmo de las fases lunares.<br />
De hecho, parece ser que este calendario no será<br />
aplicado más que en ciertas comunidades judías de<br />
Palestina, en Babilonia y en Elefantina y sólo unos<br />
sectarios, como los miembros de la Comunidad de<br />
Qumrán, seguirían observando este calendario en abierta<br />
oposición con las costumbres vigentes en el Templo de<br />
Jerusalén, al menos en la época de Cristo. Las cuestiones<br />
de calendario siempre han sido, en todas las religiones,<br />
objeto de las peores querellas; no es extraño que<br />
también sucediera así en el pueblo elegido. Entre los<br />
argumentos que suscita la polémica, debemos fijarnos en<br />
uno: el que alegan los partidarios del calendario perpetuo<br />
diciendo que el otro cómputo, de base lunar, es de origen
pagano y contribuye a mezclar las costumbres paganas<br />
con las costumbres judías. Semejante argumento no<br />
carece de razón y no es imposible que se llegara a<br />
regular por un calendario propio la celebración de la<br />
liturgia y de las fiestas judías, precisamente para<br />
caracterizar mejor su originalidad.<br />
La inclusión de la fiesta de la Pascua en los problemas de<br />
los calendarios tendrá dos repercusiones importantes por<br />
lo que se refiere a la espiritualización de la fiesta. En ellas<br />
vamos a detenernos.<br />
La primera característica nueva es que, de ahora en<br />
adelante la Pascua se celebrará "el primer mes del año;<br />
así el Año Nuevo dependerá de la Pascua, perdiendo este<br />
privilegio la fiesta de los Tabernáculos:<br />
Este mes será para vosotros el comienzo de los meses, el<br />
primer mes del año. Ex., 12, 2.<br />
El primer mes, el día decimocuarto del mes, entre dos<br />
luces, es la Pascua de Yahvé y el día decimoquinto de ese<br />
mes es la fiesta de los Ácimos de Yahvé. Lv., 23, 5-6.<br />
En estas prescripciones hemos de ver una importante<br />
consagración de la evolución que ha hecho de la Pascua<br />
la fiesta más espiritual del ciclo judío. A propósito del<br />
ritual de la expiación, hemos visto que varias<br />
prerrogativas de la fiesta de los Tabernáculos han pasado<br />
o pasan a la de Pascua. Ahora le toca al comienzo del<br />
año. Se comprende fácilmente, en esta perspectiva, que<br />
la primera tradición cristiana, al trasladar de la fiesta de<br />
los Tabernáculos a la de Pascua el ritual de entronización<br />
del Mesías bajo la forma de la entrada de Cristo en<br />
Jerusalén, no hizo sino seguir el movimiento iniciado en<br />
el judaísmo. La segunda característica, por hipotética que<br />
sea, merece nuestra máxima atención. En la medida en<br />
que existieron dos cómputos pascuales distintos -el oficial<br />
del Templo, basado en la luna, y el sectario, basado en el<br />
calendario perpetuo-, ¿no habría también dos maneras
de celebrar el banquete pascual? No es fácil imaginar, en<br />
efecto, que los partidarios del calendario perpetuo, para<br />
quienes la Pascua caía en la tarde del martes, comieran<br />
el cordero pascual de acuerdo con lo prescrito, ya que<br />
éste debía ser inmolado en el Templo por los sacerdotes,<br />
los cuales seguían oficialmente un calendario en el que la<br />
inmolación del cordero podía caer varios días más tarde.<br />
Se podría pensar que prescindían de corderos pascuales,<br />
lo cual no sería demasiado extraño. Pero, en concreto,<br />
parece probable que los monjes de Qumrán inmolaban el<br />
cordero pascual, aunque no en el Templo de Jerusalén,<br />
pues juzgarían que su propia comunidad y su servicio,<br />
constituía un verdadero Templo (doctrina que es<br />
fundamental en Qumrán), lo cual les daba derecho a<br />
inmolar el cordero. La hipótesis es atrayente y podría<br />
muy bien señalar una nueva etapa en la espiritualización<br />
de la Pascua, etapa que prepararla el comportamiento de<br />
Cristo en su propio banquete pascual: el cordero no es<br />
sino el símbolo de una actitud de espíritu. Desde el<br />
momento en que está creada tal actitud -y lo está en el<br />
servicio mutuo, sobre todo si el cordero es el símbolo del<br />
"siervo"-, ciertas prescripciones rituales referentes a la<br />
inmolación del cordero pueden ceder ante lo esencial y<br />
desaparecer. Más adelante insistiremos en la importancia<br />
de esta espiritualización.<br />
Idéntico problema se plantea a propósito de los ácimos.<br />
Si hubo dos calendarios distintos, es probable que<br />
hubiera también cierta confusión en el ritual de la Pascua<br />
y que los partidarios del calendario perpetuo celebraran a<br />
veces el banquete pascual sin disponer ya de ácimos, al<br />
menos si la confección de éstos estaba condicionada por<br />
el calendario oficial del templo. Podríamos pensar por<br />
tanto, que Cristo celebró la Cena el martes 14 de nisán,<br />
sin cordero (puesto que no será inmolado hasta el<br />
viernes siguiente en el templo) e incluso sin ácimos. Tal<br />
es el punto que procuraremos dilucidar en el párrafo que<br />
sigue.<br />
7. CRISTO EN LA CELEBRACIÓN DE LA PASCUA
El rodeo que acabamos de dar con la cuestión de los<br />
calendarios no es inútil, porque nos permite, a la luz de<br />
los trabajos de A. Jaubert , ver más claro en la conducta<br />
de Cristo durante la Pascua que iba a ser suya como<br />
ninguna otra. La mejor explicación a las aparentes<br />
contradicciones entre los sinópticos y San Juan en cuanto<br />
a la cronología de la Semana Santa procede a partir del<br />
conflicto entre los dos distintos calendarios (conflicto que<br />
se prolongó en la primera tradición cristiana y dio origen,<br />
en parte, a las graves disputas pascuales que dividieron a<br />
la cristiandad hasta el siglo III). El año de la Cena, la<br />
Pascua del 14 de nisán según el calendario perpetuo caía,<br />
como estaba previsto, en martes, mientras que la Pascua<br />
según el calendario lunar, tal como se observaba en el<br />
Templo, era el viernes siguiente. Según esto, Cristo<br />
celebró el banquete pascual con sus apóstoles el martes<br />
par la tarde, sin cordero y, probablemente, sin ácimos. Y<br />
murió el viernes, precisamente a la hora en que se<br />
inmolaba el cordero en el Templo, como subraya<br />
discretamente San Juan. Estos datos parecen<br />
actualmente ciertos a la mayoría de los exegetas de la<br />
Semana Santa.<br />
Pero entonces, ¿qué sentido tiene, para nuestro propósito<br />
un banquete pascual sin cordero ni ácimos? ¿No es la<br />
negación de la evolución hasta aquí seguida? ¿O será,<br />
por el contrario, su coronamiento? Aquí conviene<br />
subrayar un punto: después del destierro, Pascua es ante<br />
todo la fiesta de la renovación de la actitud de espíritu, la<br />
fiesta de la "restauración”. Cada uno renueva su corazón<br />
y su fidelidad; renovación que se explicita en la comida<br />
del cordero pascual. La coordenada esencial de la fiesta<br />
no es ya la que pone en conexión el rito y su simbolismo<br />
con el acontecimiento del pasado que se conmemora,<br />
sino la que relaciona el rito con la presente actitud de<br />
espíritu del fiel.<br />
Pero he aquí que uno de esos fieles, Cristo, fiel por<br />
antonomasia, celebra la Pascua con una actitud de<br />
espíritu muy concreta, tan concreta que es el
acontecimiento máximo de toda la historia de salvación:<br />
su sumisión al Padre, su deseo de "servir" a sus<br />
hermanos mediante su muerte expiatoria. Este<br />
acontecimiento es tan esencial que ante él se desvanece<br />
todo rito, resultando caduco e inútil. Es inútil inmolar un<br />
cordero cuando el Cordero de Dios está presente, en<br />
persona, como el Siervo de Dios (Is., 53, 7) que se<br />
ofrece por los pecados de los hombres y se da en<br />
alimento.<br />
Así se comprende por qué Cristo, para celebrar la Cena,<br />
eligió el calendario perpetuo en vez del calendario lunar.<br />
Con ello se liberaba mejor de la sujeción del rito y podía<br />
presentarse más fácilmente, sin velo y sin intermediario,<br />
como el rito y el acontecimiento a la vez. El rito tenía<br />
sentido en ausencia del acontecimiento que<br />
conmemoraba, pero resulta vacío en el acontecimiento<br />
mismo.<br />
La densidad del banquete pascual de Cristo no reside en<br />
su ritualismo, sino en la actitud de espíritu del Señor que<br />
procura comunicar a sus apóstoles. Es curioso, a este<br />
respecto, comparar los diferentes relatos del banquete<br />
pascual en los evangelios y en San Pablo. Mateo y Marcos<br />
se limitan a describir la institución del nuevo rito en torno<br />
al pan y el vino. En cambio, Lucas da un paso más al<br />
referir una singular disputa entre los apóstoles, disputa<br />
que los otros sinópticos sitúan en distinto momento de la<br />
vida de Cristo:<br />
Surgió luego entre ellos una disputa sobre quién de ellos<br />
había de ser tenido por el mayor. El les dijo: "Los reyes<br />
de las naciones imperan sobre ellas y los que ejercen<br />
autoridad sobre las mismas se hacen llamar<br />
Bienhechores. Pero entre vosotros no es así, sino que el<br />
mayor entre vosotros debe comportarse como el más<br />
joven, y el que gobierna, como el que sirve. ¿Quién es,<br />
en efecto, el mayor: el que está sentado a la mesa o el<br />
que sirve? ¿No lo es el que está sentado? Pues bien, yo<br />
estoy entre vosotros como quien sirve". Lc., 22, 24-27.
Lucas tiene, sin duda, una intención muy concreta al<br />
añadir a la Cena -o al conservar en su puesto- esta<br />
tradición que la sitúa en su perspectiva exacta: la<br />
presencia de un "siervo" doliente y humilde basta por sí<br />
misma para justificar la celebración de la fiesta de<br />
Pascua, porque tal presencia es su contenido. Juan va<br />
todavía más lejos cuando sustituye totalmente el relato<br />
de la institución por el del lavatorio de los pies como<br />
elemento esencial del banquete de Pascua:<br />
Durante la cena, una vez que el diablo había inspirado a<br />
Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de<br />
entregarle, sabiendo que el Padre había puesto todo en<br />
sus manos y que él había salido de Dios y a Dios volvía,<br />
se alzó de la mesa, se quitó el manto y, tomando una<br />
toalla, se la ciñó. Luego vertió agua en una palangana y<br />
se puso a lavar los pies de los discípulos y a enjugarlos<br />
con la toalla que se había ceñido... Después de lavarles<br />
los pies, tomar de nuevo sus vestidos y sentarse a la<br />
mesa, les dijo: "¿Entendéis lo que he hecho con<br />
vosotros? Vosotros me llamáis Maestro y Señor, y decís<br />
bien, porque lo soy. Por tanto, si yo, que soy el Señor y<br />
el Maestro, os he lavado los pies, también vosotros<br />
debéis lavaros los pies unos a otros. Os he dado ejemplo,<br />
para que hagáis vosotros como yo he hecho. En verdad,<br />
en verdad os digo: no es el esclavo mayor que su señor,<br />
ni el enviado mayor que quien le envía." Jn., 13, 1-16.<br />
Incluso el pan ácimo experimenta aquí una importante<br />
modificación, pues no es imposible que Cristo tomara pan<br />
ordinario para significar su Cuerpo. Parece sugerirlo la<br />
palabra artos, así como la fecha anticipada del banquete<br />
pascual tomado por el Señor. Es radical el cambio que<br />
introduce Cristo en los ritos de la fiesta de Pascua.<br />
Trastorna el calendario y suprime los dos elementos<br />
esenciales desde el punto de vista ritual: e¡ cordero y los<br />
ácimos (lo cual tendrá como primera consecuencia<br />
permitir que las comunidades cristianas celebren la fiesta<br />
pascual todos los domingos), pero saca a plena luz el<br />
contenido subyacente a tales ritos: la sangre expiadora y
liberadora del cordero sigue estando presente, pero bajo<br />
la figura de un siervo y en el drama de una persona<br />
humillada; sigue también presente la renovación<br />
primaveral de la fiesta, pero bajo la forma de la "nueva"<br />
alianza sellada con esa sangre, y, si los ácimos han<br />
desaparecido, su contenido de novedad y de huida del<br />
pasado continúa tan esencialmente incorporado al nuevo<br />
rito de la Pascua que San Pablo puede aludir a él sin que<br />
dé la impresión de que vuelve atrás:<br />
Purificaos de la vieja levadura para ser masa nueva,<br />
puesto que sois ácimos. Porque ha sido inmolada nuestra<br />
Pascua, Cristo. Celebremos, pues, la fiesta no con vieja<br />
levadura, ni con levadura de malicia y perversidad, sino<br />
con ácimos de pureza y de verdad. 1 Cor., 5, 7-8.<br />
Este último pasaje expresa la nueva manera de celebrar<br />
la Pascua: la actitud de espíritu de Cristo le ha permitido<br />
personalizar la fiesta en su propio drama. Y la actitud de<br />
espíritu que nosotros adoptemos al participar en ese<br />
drama será asimismo el contenido de la fiesta: el rito de<br />
los ácimos será nuestra renuncia al mal y nuestra nueva<br />
alianza con Dios, al igual que el rito del cordero era Cristo<br />
mismo. No obstante, el rito perdura en la celebración<br />
cristiana de la Pascua:<br />
Cada vez que comáis este pan y bebéis este cáliz,<br />
anunciáis la muerte del Señor hasta que venga. Por<br />
tanto, quien come el pan o bebe el cáliz del Señor<br />
indignamente, tendrá que responder del cuerpo y de la<br />
sangre del Señor. 1 Cor., 11, 26-27.<br />
Esto quiere decir que, si la actitud de espíritu del fiel,<br />
unida a la de Cristo-Siervo, es el contenido esencial de la<br />
fiesta de Pascua, su rito no está menos presenté corno<br />
presencia objetiva de Cristo y de su actitud de espíritu y<br />
como levadura capaz de suscitar en nosotros la actitud<br />
de espíritu correspondiente. Ha nacido así una nueva<br />
manera de celebrar la Pascua, de suerte que el rito ya no<br />
tiene el alcance mágico de antaño, ni siquiera el antiguo
alcance simbólico, sino que pasa a ser sacramento, es<br />
decir, contiene el acto mismo de Cristo, objeto de la<br />
fiesta, y, al mismo tiempo, el acto del fiel que renueva en<br />
El la alianza eterna suscitada por el acto de Cristo.<br />
8. UNA HOMILÍA PASCUAL CRISTIANA<br />
Hemos advertido que la catequesis litúrgica apareció al<br />
lado del rito en el momento en que éste abandonó su<br />
simbolismo puramente natural para subir un grado en la<br />
escala de espiritualización. Podemos suponer con razón<br />
que esa catequesis litúrgica debió de alcanzar una<br />
importancia mucho mayor cuando el rito dobló el cabo<br />
del cristianismo y recibió el encargo de expresar y<br />
realizar el nuevo acontecimiento de Cristo y la<br />
correspondiente actitud de espíritu del fiel. Al parecer,<br />
tenemos una gran suerte a este respecto, pues poseemos<br />
una homilía del tiempo apostólico en los materiales de la<br />
primera carta de San Pedro. Carta que ha sido analizada<br />
recientemente y presentada como una composición que,<br />
entre numerosos. materiales reproduce un pequeño<br />
catecismo para la celebración de la noche pascual. Nos<br />
bastará señalar los puntos más característicos del estudio<br />
publicado por el P. Boismard, para descubrir a qué grado<br />
de purificación había llegado la fiesta de Pascua y qué<br />
exigencias concretas de vida suponía su celebración. Si<br />
prescindimos del encabezamiento de la carta, añadido en<br />
época tardía para incorporar la homilía al grupo de las<br />
cartas del Nuevo Testamento, leeremos en primer lugar<br />
una especie de himno introductorio a la Noche de Pascua,<br />
que Boismard -basándose en otros textos paralelos,<br />
como Tit., 3, 5-7- reconstruye de este modo:<br />
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor en su<br />
misericordia, el cual nos reengendró por la resurrección<br />
de Jesucristo de entre los muertos para una esperanza<br />
viva para una herencia incorruptible para una salud<br />
pronta a manifestarse. 1 Pe., 1, 3-5.
Después de esta bendición de entrada, se leería el<br />
capítulo 12 del Éxodo, lectura que se encuentra en todas<br />
las liturgias pascuales de la época, en toda la Iglesia, y<br />
que es ciertamente una herencia del judaísmo. Dicho<br />
capitulo contiene el relato del acontecimiento judío y la<br />
descripción del banquete pascual, que permite a los<br />
judíos asimilarse el acontecimiento y hacerlo suyo. A<br />
continuación, la primera carta de Pedro nos presenta<br />
unos elementos que podrían formar el tipo de homilía<br />
cristiana sobre esa lectura judía (1 Pe., 1, 13-21).<br />
Homilía particularmente interesante porque nos revela<br />
cómo desemboca el rito en una actitud de espíritu. He<br />
aquí lo que resulta del rito de los lomos ceñidos, previsto<br />
en el ceremonial del banquete (Ex., 12, 11):<br />
Ceñíos, pues, los lomos de vuestro espíritu, permaneced<br />
vigilantes, esperad plenamente en la gracia que os traerá<br />
la revelación de Jesucristo. 1 P., 1, 13.<br />
También el rito del cordero se espiritualiza 12, 5);<br />
Sabed que habéis sido liberados de la vana conducta<br />
heredada de vuestros padres, no con cosas corruptibles,<br />
sino con una sangre preciosa como de un cordero sin<br />
defecto ni mancha, Cristo, conocido antes de la creación<br />
del mundo y manifestado en los últimos tiempos por<br />
vuestra causa. 1 Pe., 1, 18-19.<br />
La salida de Egipto y el culto que había que tributar a<br />
Yahvé en el desierto (Ex., 12, 31) hallan también una<br />
traducción espiritual: son el abandono de los ídolos y el<br />
culto en espíritu y santidad:<br />
Como hijos obedientes, no os conforméis a las<br />
concupiscencias de antaño, del tiempo de vuestra<br />
ignorancia. Antes bien, lo mismo que el que os llamó es<br />
santo, sed santos vosotros en toda vuestra conducta,<br />
según está escrito: "Sed santos, porque yo soy santo." 1<br />
P, 1, 14-15.
El rito halla, pues, su cumplimiento en la actitud de<br />
espíritu del cristiano. Pero esa actitud de espíritu es<br />
provocada, a su vez, y desarrollada por el rito<br />
sacramental. Según el P. Boismard, después de esta<br />
homilía se administraba el bautismo a los nuevos<br />
cristianos. Y, acto seguido, la explicación del misterio de<br />
este sacramento era tema de otra homilía cuyo esquema<br />
figuraría en la continuación de la epístola.<br />
Tal homilía consta de dos dípticos: una breve catequesis<br />
mistagógica y una exhortación moral. Analicemos, en<br />
primer lugar, la catequesis:<br />
Obedeciendo a la verdad, habéis santificado vuestras<br />
almas para amaros sinceramente como hermanos. Con<br />
corazón puro, amaos los unos a los otros sin desfallecer,<br />
engendrados de nuevo de una semilla no corruptible, sino<br />
incorruptible: la Palabra de Dios vivo y eterno... Como<br />
niños recién nacidos, desead la leche espiritual no<br />
adulterada, para que, por medio de ella, crezcáis en<br />
orden a la salvación, si es que, al menos habéis gustado<br />
cuán bueno es el Señor. 1 Pe., 1, 22~2, 3.<br />
Esta exposición se centra, como vemos, en torno a las<br />
ideas del nuevo nacimiento y del tránsito de lo corruptible<br />
a lo incorruptible. Notemos la importancia que en este<br />
nuevo nacimiento tiene la "Palabra", la cual es, a un<br />
tiempo, la persona de Cristo y la del Espíritu en la<br />
enseñanza de la Iglesia: el bautismo es "baño de agua<br />
acompañado de una palabra", dirá un San Pablo (Ef, 5,<br />
26) como para indicar dónde reside la originalidad del rito<br />
cristiano; un rito, sí, pero acompañado de una palabra de<br />
Dios y de una obediencia a esa palabra. La catequesis<br />
prosigue entonces con una nota más eclesial: la<br />
constitución del nuevo pueblo, en torno al sacrificio y al<br />
sacerdocio espiritual:<br />
Acercaos a él, piedra viva, rechazada por los hombres,<br />
pero elegida por Dios, preciosa. Y vosotros, como piedras<br />
vivas, servid para la construcción de un edificio espiritual,
para un sacerdocio santo, en orden a ofrecer sacrificios<br />
espirituales, agradables a Dios, por medio de Jesucristo...<br />
Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio regio, una<br />
nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las<br />
alabanzas de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz<br />
admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo y<br />
que ahora sois el pueblo de Dios, que no habíais<br />
alcanzado misericordia y que ahora la habéis alcanzado.<br />
1 P, 2, 4-10.<br />
La intención de este texto es mostrar que la Iglesia<br />
hereda ciertos privilegios del pueblo judío: al<br />
acontecimiento pascual de antaño, que aseguró al pueblo<br />
semejantes privilegios, responde ahora la persona y el<br />
misterio de Cristo, el cual eleva a la categoría de pueblo<br />
a quienes se incorporan a su vida y se unen a él, piedra<br />
fundamental, en el nuevo edificio. Notemos también la<br />
importancia del tema del Espíritu: todo es "espiritual". La<br />
fiesta de Pascua nos introduce en la realidad<br />
escatológica, que se caracteriza precisamente por el don<br />
del Espíritu. Nos hallamos aquí en plena continuidad con<br />
el bautismo "según el Espíritu", que acaba de celebrarse.<br />
Una vez terminada esta catequesis, se pasa a una<br />
exhortación moral que procura aplicar a la vida de cada<br />
día los temas del nuevo nacimiento y de la vida<br />
espiritual. Se pasa revista a todas las categorías sociales<br />
de los recién bautizados, con el fin de señalar en qué se<br />
manifiesta el comportamiento social de los cristianos (1<br />
Pe., 2, 11-3, 12). Concluye la celebración con un nuevo<br />
himno que parece inspirado por el tema judío de los dos<br />
caminos y que ha sido reconstruido como sigue:<br />
Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los<br />
humildes. Humillaos, pues, ante Dios y El os ensalzará.<br />
Resistid al Diablo y huirá lejos de vosotros. Acercaos a<br />
Dios y El se os acercará. 1 P, 5, 5-1 1.<br />
Si se la toma demasiado sistemáticamente, la tesis del P.<br />
Boismard y de otros exegetas que consideran esta carta
como una homilía pascual resultará tal vez inexacta.<br />
Pero, en todo caso, hay que reconocer que esta<br />
catequesis utiliza un número impresionante de<br />
documentos parenéticos e himnológicos y que,<br />
catalogando esos documentos, se descubre en ellos una<br />
perfecta unidad con respecto a la fiesta pascual. Pero lo<br />
que se desprende, sobre todo, de tales documentos es la<br />
profunda "relectura" llevada a cabo en el medio cristiano<br />
primitivo sobre ciertos elementos antiguos de la fiesta de<br />
Pascua. En el centro de la celebración figura la persona<br />
misma del Señor: es la Palabra que acompaña al rito,<br />
Palabra que es "revelación" del plan de Dios en el rito y<br />
que exige "obediencia" por parte del fiel.<br />
9. CONCLUSIÓN<br />
A la luz de lo que Dios ha hecho para realizar su Pascua<br />
ideal, podríamos nosotros examinar nuestra manera de<br />
celebrar la Pascua. ¿Nos situamos realmente en ese nivel<br />
sacramental donde, en el rito, se une nuestra fe a la<br />
actitud de Cristo, o bien nos contentamos con la emoción<br />
suscitada por el simbolismo pascual... a menos que no<br />
hayamos pasado todavía del simple recordatorio histórico<br />
o nos hallemos en el rito de contenido mágico?<br />
La cuestión merece ser planteada, y un profundo examen<br />
de conciencia nos revelará tal vez que, si ciertas reformas<br />
como las que Roma introdujo recientemente en la<br />
Semana Santa y, más concretamente, en la Vigilia<br />
pascual- no dan los frutos apetecidos o manifiestan cierta<br />
inconsistencia, ello se debe principalmente a que<br />
pastores y fieles no se han situado de verdad en el nivel<br />
necesario. Es muy ilustrativo, a este respecto, seguir la<br />
decadencia de la Pascua en la historia de la Iglesia,<br />
examinando las sucesivas razones que la provocaron.<br />
Durante los primeros siglos, la noche de Pascua está<br />
dedicada esencialmente a los bautismos y a la eucaristía.<br />
Nos hallamos en pleno ámbito sacramental: el rito<br />
pascual, sea bautismal o eucarístico, moviliza a toda la<br />
comunidad (y no sólo a los neófitos) en una actitud de
conversión, en una profesión de fe consciente y<br />
comunitaria por la que todos expresan su deseo de unirse<br />
a Cristo en su nueva vida de resucitado. La asamblea<br />
había ayunado previamente para mejor unirse en la<br />
aceptación de su muerte. Apenas si había en aquella<br />
época otros ritos fuera de las sumarias ceremonias de los<br />
sacramentos, y todo se centraba en la renovación interior<br />
producida por esos sacramentos en conexión con el<br />
acontecimiento pascual de Cristo. Pronto, sin embargo,<br />
se inicia un segundo periodo en el que desaparecen los<br />
bautismos de la Vigilia Pascual. Y entonces nacen dos<br />
ritos de carácter más simbólico que propiamente<br />
sacramental. Se amplía desmesuradamente la bendición<br />
del agua, que sustituye a la administración del bautismo:<br />
el agua como elemento simbólico reemplaza al<br />
sacramento y al acto vital de conversión. Se da asimismo<br />
una gran importancia a la bendición de la luz (cirio<br />
pascual), precisamente en una época en que, por irse<br />
anticipando cada vez más la vigilia, se podía prescindir de<br />
luz. Es cierto que cabía la posibilidad, a partir de los<br />
símbolos del agua y la luz, de proclamar el misterio<br />
pascual, provocando la indispensable actitud de espíritu.<br />
Pero ¿se pasó siempre de la posibilidad al hecho?<br />
Un tercer periodo -coincidente, por lo demás, con el<br />
anterior- procurará dar a los ritos un contenido histórico.<br />
Se olvidará un poco que el rito actualiza el pasado para<br />
reducirlo a simple recordatorio de ese pasado, de igual<br />
modo que los primeros judíos celebraban la Pascua en<br />
memoria de la liberación de Egipto. Por eso, se<br />
"reproduce" la resurrección mediante la aparición<br />
repentina del cirio pascual en las tinieblas del templo, se<br />
reproduce la entrada de Cristo en Jerusalén mediante la<br />
procesión de los ramos, se reproduce el lavatorio de los<br />
pies. Una vez más, la catequesis, capaz de sacar fuego<br />
de cualquier astilla, podría servirse de estos ritos<br />
historicistas para llegar a lo esencial. Pero ¿llegó<br />
realmente? ¿No provocó, por el contrario, con harta<br />
frecuencia, algunas reacciones más emotivas que
auténticamente cristianas como, por ejemplo, esa<br />
"imitación" de la pasión que es el viacrucis o el rito de<br />
adoración de la cruz?<br />
El último período hará descender el contenido ritual de la<br />
Pascua a un nivel todavía inferior. Hay que encuadrar en<br />
este momento el tema del fuego sacado de la piedra que<br />
es Cristo (una forma de combatir ciertos ritos mágicos<br />
semejantes del mundo germánico), los trocitos de cirio<br />
pascual que tomaban los asistentes para llevárselos a<br />
casa a modo de "sacramental" y que se han convertido<br />
en los agnus Dei de nuestros días, la abundancia de agua<br />
bendita el sábado santo, la interminable bendición de los<br />
ramos, etcétera. ¿No nos da la impresión, al recorrer<br />
sumariamente la historia de esta decadencia, de que es<br />
la historia contada al revés de las sucesivas purificaciones<br />
a que Dios sometió la fiesta judía de la Pascua a lo largo<br />
del Antiguo Testamento? En cuanto a la feliz reforma de<br />
la Vigilia Pascual, dependerá de la manera en que los<br />
sacerdotes sepan adoctrinar a los fieles el que esa<br />
reforma logre su objetivo, restableciendo una verdadera<br />
fiesta pascual donde la renovación de Cristo se haga<br />
presente en el seno de una comunidad que toma<br />
conciencia de ello gracias a los sacramentos y que<br />
renueva igualmente su fe y se convierte de nuevo para<br />
acentuar su dignidad de hijos de Dios.<br />
PRIMERA LECTURA<br />
Evangelizar es testificar la resurrección de Jesús.<br />
Ciertamente, esta evangelización se refiere a Aquel que<br />
pasó su vida haciendo el bien y luchando por la liberación<br />
de los oprimidos, pero no puede reducirse únicamente a<br />
un proyecto de mera liberación intrahistórica.
Lectura de los Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43.<br />
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:<br />
Hermanos: Vosotros conocéis lo que sucedió en el<br />
país de los judíos, cuando Juan predicaba el<br />
bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me<br />
refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la<br />
fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien<br />
y curando a los oprimidos por el diablo; porque<br />
Dios estaba con él.<br />
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en<br />
Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo de un<br />
madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo<br />
hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que<br />
él había designado: a nosotros, que hemos comido<br />
y bebido con él después de su resurrección.<br />
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne<br />
testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de<br />
vivos y muertos. El testimonio de los profetas es<br />
unánime: que los que creen en él reciben, por su<br />
nombre, el perdón de los pecados.<br />
Palabra de Dios<br />
COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA<br />
Hch 10. 34a. 37-43<br />
1. TESTIGO/APOSTOL<br />
Tenemos aquí un compendio de la predicación de Pedro.<br />
Vemos en sus palabras cómo describe la actividad de<br />
Jesús siguiendo el esquema que hallamos en el evangelio<br />
de Mc, subrayando que la cosa comenzó en Galilea.<br />
Destaca igualmente los rasgos característicos del segundo
evangelio: Jesús, ungido por Dios con la fuerza del<br />
Espíritu, pasa haciendo bien, esto es, curando a los<br />
enfermos y liberando a los oprimidos por el diablo.<br />
Sabemos que Mc recogió en su evangelio la catequesis de<br />
Pedro. Así lo atestigua, ya en el año 130, Papías de<br />
Hierápolis.<br />
Pedro está convencido de lo que dice. No habla de lo que<br />
le han contado, sino de lo que él mismo ha visto con sus<br />
propios ojos.<br />
Pero él no es el único testigo; Pedro habla solidariamente<br />
con todos los apóstoles: "Nosotros somos testigos..." En<br />
sentido estricto, "apóstol", es el testigo cualificado, elegido<br />
por Dios para proclamar que Jesús de Nazaret, el mismo<br />
que fue crucificado en Jerusalén, es ahora el Señor que ha<br />
resucitado. Por eso, únicamente puede ser "apóstol" un<br />
hombre que haya conocido a Jesús, que haya vivido con él<br />
a partir del bautismo en el Jordán y hasta su ascensión a<br />
los cielos: cuando los apóstoles buscaron un sustituto que<br />
ocupara en el Colegio de los Doce el lugar del traidor, lo<br />
eligieron entre aquellos que conocieron a Jesús<br />
personalmente (Hch 1. 21-26). El testimonio de los<br />
apóstoles puede resumirse en estas palabras: Jesús es el<br />
Cristo, el Señor.<br />
Hay, pues, una identidad entre el Cristo predicado y el<br />
Jesús histórico, y esta misma identidad constituye la<br />
sustancia de la fe cristiana.<br />
Jesús es el Señor, el juez de los vivos y muertos; pero es<br />
también el rostro humano del amor de Dios: en él se ha<br />
manifestado que Dios nos ama y nos perdona. Pedro<br />
invoca el testimonio unánime de los profetas para<br />
anunciarnos la gran noticia: que todos sin distinción<br />
alguna, podemos recibir el perdón de Dios si creemos que<br />
Jesús es el Señor. El evangelio es el anuncio de la muerte<br />
y resurrección de Jesús y, en consecuencia, el anuncio del<br />
perdón de Dios a todos los que creen en el nombre de<br />
Jesús. El evangelio es siempre evangelio de reconciliación.
2.<br />
El cap. 10 de los Hechos señala un momento crucial en la<br />
vida de la Iglesia primitiva por sus consecuencias. Es el<br />
primer encuentro con un pagano. Lucas no ha inventado el<br />
hecho, aunque lo ha enriquecido y acomodado. Del relato<br />
que circulaba en la comunidad, Lucas deduce dos<br />
conclusiones fundamentales: 1ª. Dios ha mostrado que<br />
hay que admitir a los paganos sin imponerles la ley<br />
mosaica; 2ª. Pedro, por voluntad de Dios, acepta la<br />
hospitalidad de un incircunciso-pagano. En el trasfondo<br />
está la problemática de las relaciones entre judíocristianos<br />
y pagano-cristianos. La interpretación de la<br />
visión había hecho comprender a Pedro que no debía<br />
preocuparse por la impureza legal (Hech 10, 10-16). Lucas<br />
quiere dejar muy claro que acoger a los paganos en la<br />
Iglesia, sin las obligaciones de la ley judía, no es obra ni<br />
de Pablo, ni de Pedro sino de Dios.<br />
Según la concepción hebrea de la muerte y sepultura, el<br />
anuncio de la resurrección, al tercer día, tenía su<br />
importancia en orden a la realidad de la muerte y de la<br />
resurrección. Para el autor de los Hechos no es una<br />
determinación temporal, sino una afirmación históricosalvífica.<br />
Hay que separar los elementos que son expresión de la<br />
concepción del mundo de la época de Jesús y considerar la<br />
Pascua como un acontecimiento que está en relación con<br />
nuestra historia, pero que la supera. El resucitado se hace<br />
presente en este mundo, pero no pertenece ya a este<br />
mundo. Así los evangelistas no pueden describir el proceso<br />
que ha seguido la resurrección (=el modo de la<br />
resurrección), sino sólo el hecho de las apariciones.<br />
Si bien las narraciones de la resurrección sirven para<br />
explicar y hacer comprensible la Pascua, sin embargo no<br />
son relaciones de lo que aconteció. Son predicación y
profundización teológica. La resurrección no es<br />
directamente objeto de la ciencia histórica. Es realidad<br />
trascendente. Los discípulos llegan a la fe por las<br />
apariciones, no por el sepulcro vacío.<br />
1-3.<br />
Este quinto discurso de Pedro en Hechos es, en sus<br />
detalles, estructura y estilo una composición de Lucas,<br />
pero presenta los temas básicos de la predicación cristiana<br />
primitiva, del "kerigma" como suele decirse.<br />
En este anuncio lo esencial es el acontecimiento pascual,<br />
aunque "la cosa haya empezado en Galilea". La referencia<br />
rápida a la vida de Jesús sirve para introducir y razonar el<br />
acontecimiento central. No se puede separar la muerte de<br />
Jesús de toda su vida anterior, como si fuera algo mágico<br />
o inesperado, sino provocado por la misión de Jesús contra<br />
los poderes del mal encarnados en los personajes<br />
concretos de su tiempo. Los oprimidos que Jesús ayuda no<br />
son sólo victimas del "diablo", sino del mal producido por<br />
los hombres, simbolizado en esa figura, pero que no ha de<br />
despistar al lector.<br />
A Jesús lo matan los hombres (nótese el "lo mataron" del<br />
v. 39) y, en contraposición Dios lo resucita. Es decir, le da<br />
la razón y se la quita a los poderosos que lo han<br />
ejecutado. La resurrección es el Sí de Dios a la forma de<br />
vivir de Jesús en favor de los oprimidos y contra los<br />
opresores. No conviene ideologizar ese suceso quitándole<br />
su fuerza polémica y su significado de condena del mal en<br />
el mundo. La resurrección es la proclamación de la<br />
liberación.<br />
No es sólo algo positivo para Jesús, sino para todos los<br />
hombres. Ni sólo una esperanza, sino un juicio sobre la<br />
situación del mundo. Ni del mundo sólo de entonces. Una<br />
forma de "quitarle hierro" a la resurrección es referirla sólo
a los judíos, contra los que se yergue el Resucitado. En<br />
realidad es condena de toda opresión y mal humanos. Y<br />
un grito de esperanza liberadora para todos los que ahora<br />
viven.<br />
4.<br />
Nos encontramos ante uno de los varios discursos,<br />
construidos por Lucas, para presentar el anuncio de la<br />
primitiva Iglesia. Es paralelo a otros que nos encontramos<br />
en este libro. Reproducen los puntos fundamentales del<br />
anuncio, pero están construidos libremente por Lucas.<br />
En este párrafo destaca: 1) la realidad terrestre de Jesús,<br />
la referencia a El como base de lo demás. Aunque se nos<br />
escapen detalles de esa historia, es imprescindible para<br />
apoyar todo el resto; 2) anuncio de la muerte, también<br />
histórica y real del propio Jesús. Hay una alusión a los<br />
actores de esa muerte, no mítica o casual, sino provocada<br />
por su actividad anterior; 3) sobre todo el anuncio de la<br />
Resurrección de Cristo, atestiguada por los propios<br />
apóstoles. Es el acontecimiento sobre el que se basa el<br />
anuncio y la verdad de Jesucristo para nosotros. No se<br />
puede disminuir en lo más mínimo; 4) dimensión<br />
salvadora de todos estos hechos. No son puro recuerdo de<br />
algo pasado, sino ofrecimiento y realidad de la salvación<br />
de Dios, de su comunicación con el hombre que se abre a<br />
esta accción de Dios en la historia. La muerte y la<br />
resurrección nos constituyen, si nos abrimos a ella, en una<br />
relación diferente con Dios que recibe el nombre de<br />
salvación que es más que el mero perdón de pecados. Es<br />
la vida total de Dios en nosotros.<br />
5.<br />
Es la hora del testimonio. Es la hora de los testigos. Para<br />
empezar, nadie mejor que Pedro, el que siguió a Jesús
paso a paso desde el principio, desde lo de Galilea y el<br />
bautismo de Juan. Lo siguió paso a paso, menos en uno.<br />
Pero este fallo también formará parte de su testimonio.<br />
Pedro conoce bien a Jesús y toda su historia, que ahora<br />
cuenta a la familia de Cornelio.<br />
Este testimonio de Pedro es un modelo de predicación<br />
kerigmática, centrada en el anuncio de la salvación que<br />
nos viene de Cristo, el que encarnó entre nosotros la<br />
presencia de Dios, el que estaba ungido por el Espíritu, el<br />
que pasó como un meteoro de luz y alegría, el que fue<br />
apagado por los hombres, pero Dios lo devolvió a la luz y<br />
se ha convertido en la estrella viva de la mañana.<br />
Mirar esta estrella, creer en este Ungido, eso es la Pascua,<br />
una fiesta de liberación. Creer en el Cristo de Dios es<br />
nuestra alegría y nuestra vida, es perdón y reconciliación,<br />
es paz y principio de vida eterna.<br />
6.<br />
Lectura: Hechos 10,34a.37-43. Nosotros hemos comido y<br />
bebido con él<br />
La lectura es un fragmento del c.10 que narra la<br />
predicación de Pedro ante un prosélito romano: el<br />
centurión Cornelio en Cesarea. Es la primera vez que el<br />
mensaje cristiano sale del círculo estrictamente judío en<br />
sus diferentes grupos religiosos. Pedro se centra en el<br />
anuncio kerigmático típico de los múltiples discursos del<br />
libro de los Hechos: 1 / Cristo ha muerto y ha resucitado;<br />
2 / la Escritura, los profetas en este caso, ya lo<br />
anunciaban; 3/ nosotros somos testigos de todo lo<br />
sucedido; 4 / cambiad de vida, aceptad la fe en Cristo y<br />
bautizaos.<br />
Dios es protagonista absoluto: ha guiado a Jesús con su<br />
Espíritu, lo ha resucitado, ha dejado que lo vieran aquellos
que él ha querido, y ha encargado a los discípulos la<br />
predicación de su mensaje. La resurrección de Cristo es,<br />
pues, don de Dios para el pueblo, empezando por los<br />
judíos e incluyendo a los paganos.<br />
El salmo responsorial nos presenta la contraposición entre<br />
la piedra desechada y la piedra escogida como angular. La<br />
muerte aparente es vida en realidad. Y por eso mismo, es<br />
obra de Dios. "Es el Señor quien lo ha hecho..." En la línea<br />
de la lectura anterior, Dios es el único protagonista.<br />
SALMO RESPONSORIAL<br />
Sal 117,1-2. 16ab-17. 22-23<br />
R/. Este es el día en que actuó el Señor:<br />
sea nuestra alegría y nuestro gozo. [o, Aleluya]<br />
Dad gracias al Señor porque es bueno,<br />
porque es eterna su misericordia.<br />
Diga la casa de Israel:<br />
eterna es su misericordia.<br />
La diestra del Señor es poderosa,<br />
la diestra del Señor es excelsa.<br />
No he de morir, viviré<br />
para contar las hazañas del Señor.<br />
La piedra que desecharon los arquitectos,<br />
es ahora la piedra angular.<br />
Es el Señor quien lo ha hecho,<br />
ha sido un milagro patente.<br />
SEGUNDA LECTURA
El cristiano, por el hecho de tener ya asegurada su<br />
resurrección, no puede conformarse con los valores<br />
puramente terrenos e históricos, sino que debe estar<br />
constantemente proyectado hacia esa zona superior,<br />
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Si los<br />
cristianos ofreciéramos únicamente una esperanza de<br />
liberación terrena, engañaríamos al pueblo.<br />
Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los<br />
Colosenses 3,1-4.<br />
Hermanos:<br />
Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los<br />
bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a<br />
la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba,<br />
no a los de la tierra.<br />
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con<br />
Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo,<br />
vida nuestra, entonces también vosotros<br />
apareceréis, juntamente con él, en gloria.<br />
Palabra de Dios.<br />
O bien puede sustituirse por la siguiente:<br />
SEGUNDA<br />
LECTURA<br />
Los cristianos no pueden contentarse con la vejez y<br />
decadencia de un mundo que se cree orgullosamente<br />
autosuficiente; al contrario, deben poner en juego su<br />
imaginación para captar y producir los nuevos modos y<br />
maneras de transformar el mundo.
Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a los<br />
Corintios 5,6b-8.<br />
Hermanos:<br />
¿No sabéis que un poco de levadura fermenta toda<br />
la masa? Barred la levadura vieja para ser una<br />
masa nueva, ya que sois panes ázimos. Porque ha<br />
sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así,<br />
pues, celebremos la Pascua, no con levadura vieja<br />
(levadura de corrupción y de maldad), sino con los<br />
panes ázimos de la sinceridad y la verdad.<br />
Palabra de Dios.<br />
S E C U E N C I A<br />
Ofrezcan los cristianos<br />
ofrendas de alabanza<br />
a gloria de la Víctima<br />
propicia de la Pascua.<br />
Cordero sin pecado<br />
que a las ovejas salva,<br />
a Dios y a los culpables<br />
unió con nueva alianza.<br />
Lucharon vida y muerte<br />
en singular batalla
y, muerto el que es Vida,<br />
triunfante se levanta.<br />
¿Qué has visto de camino,<br />
María, en la mañana?<br />
-A mi Señor glorioso,<br />
la tumba abandonada,<br />
los ángeles testigos,<br />
sudarios y mortaja.<br />
¡Resucitó de veras<br />
mi amor y mi esperanza!<br />
Venid a Galilea,<br />
allí el Señor aguarda;<br />
allí veréis los suyos<br />
la gloria de la Pascua.<br />
Primicia de los muertos,<br />
sabemos por tu gracia<br />
que estás resucitado;<br />
la muerte en ti no manda.<br />
Rey vencedor, apiádate<br />
de la miseria humana<br />
y da a tus fieles parte<br />
en tu victoria santa.<br />
Amén. Aleluya.<br />
COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA<br />
Col 3. 1-4<br />
1. BAUTISMO<br />
La resurrección no es sólo lo que sucedió una vez en<br />
Cristo, sino lo que ha de suceder en nosotros por Cristo y<br />
en Cristo. Más aún: en cierto sentido, es lo que ya ha
sucedido por el bautismo. Ha sucedido radicalmente, en la<br />
raíz, pero ha de manifestarse aún en sus consecuencias,<br />
en los frutos.<br />
Porque ya ha sucedido en nosotros, es posible la nueva<br />
vida; porque todavía no se ha manifestado, es necesario<br />
dar frutos de vida eterna. Nuestra vida se mueve entre el<br />
"ya" y el "todavía-no".<br />
Hay, por lo tanto, un camino que recorrer y un deber que<br />
cumplir. Estamos en ello, en el paso o trance de la<br />
decisión. Hay que elegir, y nuestra elección no puede ser<br />
otra que "los bienes de arriba". Lo cual no significa que el<br />
cristiano se desentienda de los "bienes de la tierra", si ello<br />
implica desentenderse del amor al prójimo. Pues los<br />
"bienes de arriba", es decir, lo que esperamos, es también<br />
la transformación por el amor del mundo en que<br />
habitamos.<br />
Lo que ha sucedido visiblemente, es decir, en la<br />
expresividad del símbolo bautismal, y en la interioridad del<br />
espíritu, no ha cambiado aparentemente la vida de los<br />
bautizados, pues la auténtica vida está escondida con<br />
Cristo en Dios. Cristo, ascendido al cielo, es "nuestra vida"<br />
(sólo participando de la manera de ser de Cristo<br />
resucitado, podemos vivir de verdad).<br />
Cuando Cristo aparezca, se mostrará en él nuestra vida y<br />
entonces veremos lo que ahora somos ya radicalmente,<br />
misteriosamente.<br />
Entonces aparecerá la gloria de los hijos de Dios y la<br />
nueva tierra. Mientras tanto, la creación entera está ya en<br />
dolores de parto esperando la manifestación de los hijos<br />
de Dios (/Rm/08/19-22). Buscar las cosas de arriba es<br />
también llevar a plenitud las cosas de abajo.<br />
2.
La comunidad de Colosas, tras un momento inicial de<br />
desarrollo, está en crisis. La causa hay que buscarla en el<br />
fuerte influjo ambiental de la filosofía; 2,8. El autor<br />
presenta los elementos de este mundo como peligrosos<br />
poderes angélicos que quieren determinar el orden<br />
cósmico y el destino de cada uno de los hombres. Hacer<br />
caso de estos elementos es separarse de Cristo; 2,10. Las<br />
prácticas que se insinúan son caracterizadas como<br />
ejercicios ascéticos de procedencia judaica.<br />
El texto de hoy abre la parte parenética de la carta y es<br />
como el fundamento de la ética o comportamiento<br />
cristiano. Contrapone las cosas de arriba a las de abajo. La<br />
diferencia sustancial entre el anuncio de la filosofía y el del<br />
evangelio radica en la relación histórica que determina el<br />
fundamento de la ética cristiana. A la concepción dualista<br />
del mundo no contrapone una metafísica cristiana sino una<br />
realidad histórica: Cristo crucificado, resucitado y<br />
glorificado. Hay una identidad total entre el Cristo<br />
glorificado y el Cristo crucificado.<br />
Por tanto el paso de lo de "abajo" a lo de "arriba" no se<br />
realiza por prácticas ascéticas, gnosis o misterios, sino por<br />
la confesión de fe en Cristo Jesús.<br />
La contraposición entre las cosas de arriba y las de abajo<br />
ha influido fuertemente en la teología y en la piedad<br />
cristiana, y ha dejado a un lado con frecuencia la realidad<br />
de la vida. Basta recordar algunos textos de oraciones,<br />
incluso litúrgicas. Buscar las cosas de arriba no significa<br />
despreciar los bienes de la tierra para poder amar los del<br />
cielo. La responsabilidad del progreso material no se<br />
puede separar de la moral cristiana. La piedad ha valorado<br />
excesivamente algunas prácticas destinadas a mortificar el<br />
cuerpo para liberar el alma.
3. BAUTISMO/MUERTE/VIDA/NUEVA<br />
Estos cuatro versículos de la carta a los de Colosas<br />
cabalgan entre la parte de la carta en polémica con las<br />
falsas doctrinas -de la que sería al final- y la exhortación a<br />
lo que debe ser realmente la vida cristiana.<br />
Pablo nos define primeramente al cristiano como aquel<br />
que, al bajar a las aguas bautismales "murió", y salió de<br />
ellas "resucitado con Cristo" a una nueva vida. Si ésta es<br />
la realidad fundamental del creyente, todo su modo de<br />
pensar y de actuar debe acomodarse a ello: "buscad los<br />
bienes de allá arriba". El bautismo, la unión con Cristo<br />
resucitado, marca para el cristiano la orientación<br />
fundamental de su vida. Y se trata de una vida que camina<br />
hacia una plenitud y que está llamada a crecer<br />
continuamente.<br />
4.<br />
Este texto aparece en el contexto de la nueva vida en<br />
Cristo. Es insistir una vez más en la fuente de donde ella<br />
brota y en las consecuencias que tiene. Subraya la<br />
dimensión salvadora de la Resurrección, porque no otra<br />
cosa es la vida que Cristo resucitado nos da a quienes<br />
estamos unidos con él.<br />
Por un lado, se hace la afirmación fuerte de lo ya sucedido<br />
a quien por la fe y el bautismo, la vida en la iglesia, ha<br />
establecido relación íntima y total con Cristo. Unión que es<br />
también, y sobre todo, por el amor a Él y a los hombres.<br />
El autor de Colosenses llega a afirmar una resurrección del<br />
cambio que produce en la vida esta unión con el<br />
resucitado. De ahí surge la motivación de cualquier<br />
conducta del cristiano.<br />
La unión con Cristo lleva necesariamente consigo una<br />
forma de vivir acorde con eso que se es. Por otro lado,
también hay un recuerdo del "todavía no". La vida poseída<br />
está escondida. Aún no se vive en todas sus consecuencias<br />
de gozo, seguridad, imposibilidad de perderla. También<br />
por ello cabe la esperanza. Pero en algo que ya se tiene,<br />
no en algo sólo futuro.<br />
5. BAUTISMO/VIDA-NUEVA:<br />
Por su bautismo, los cristianos penetran en el campo<br />
abierto de una nueva vida. Lo que ha sucedido en ellos<br />
socialmente y en la interioridad de su espíritu ha de<br />
acreditarse ahora manifestándose en una vida orientada<br />
hacia Dios. Primero es siempre el indicativo evangélico:<br />
"Habéis resucitado con Cristo", y sobre este hecho se<br />
funda después el imperativo de la Nueva Ley: "Buscad las<br />
cosas de arriba".<br />
Sin embargo, aparentemente, nada ha cambiado para los<br />
cristianos que han sido bautizados: Cristo, "nuestra vida"<br />
(porque sólo participando de la manera de ser de Cristo<br />
resucitado podemos vivir), ha sido elevado al cielo y<br />
sentado a la diestra del Padre y, así, está ahora oculto a<br />
nuestros ojos carnales. En la Parusía se manifestará la<br />
gloria de Cristo y con ella también nuestra vida escondida<br />
ahora en Dios. Entonces veremos claramente lo que ahora<br />
ya somos misteriosamente y contra todas las apariencias:<br />
resucitados con Cristo e incluso sentados por él a la<br />
diestra del Padre (Ef. 2, 5).<br />
6.<br />
No sólo Cristo ha muerto y resucitado, también nosotros.<br />
No es que resucitaremos, sino que estamos resucitados.<br />
Lo que quiere decir que Cristo no sólo resucitó sino que<br />
resucitó para mí y que resucita en mí. Cristo vive y vive en<br />
mí. Dicho de manera insuperable: «Cristo, vida nuestra».
Lo que pasa es que todo esto aún está muy «escondido en<br />
Dios». Pero algún día se manifestará gloriosamente.<br />
Mientras tanto, dejémonos atraer por Cristo, tendamos a<br />
él, aspiremos a él, vivamos para él, y no para las cosas del<br />
mundo. Toda esta vida de consumo no es vida.<br />
Leemos este texto pensando en el bautismo. En él fuimos<br />
sumergidos, muriendo en Cristo, y por él resucitamos en<br />
Cristo. «Cuando nos bautizaron nos llevaron a enterrar. En<br />
el mismo momento quedasteis muertos y nacisteis» (SAN<br />
CIRILO DE JERUSALEN). El bautismo es tumba y seno.<br />
7. /Col/03/01-17 CV/BAUTISMO/VCR<br />
Pablo considera al creyente como un hombre que ha<br />
muerto con Cristo a los elementos del mundo y ha<br />
resucitado juntamente con él. En esta misma línea aborda<br />
lo que hoy llamaríamos el compromiso cristiano. Este,<br />
como tal, lo es para la vida. Es decir, el creyente se ha<br />
comprometido a vivir de distinta forma que vivía antes.<br />
Creer implica, pues, descubrir esta nueva manera de vivir,<br />
llamada globalmente vida cristiana, como algo posible -si<br />
lo quiere- para el que cree. La vida cristiana, sin embargo,<br />
no se desarrolla por sí misma sin más, sino que, de hecho,<br />
se encuentra continuamente acechada por fuerzas hostiles<br />
que la obstaculizan y que anidan en el propio hombre. Es<br />
decir, el creyente, pese a su buena voluntad y a la<br />
atracción que pueda sentir por su nueva manera de vivir,<br />
no se ve -por eso sólo- liberado de los obstáculos a la hora<br />
de ser consecuente en sus decisiones con aquello que ha<br />
creído y ha visto. Por eso, lo que llamamos conversión es<br />
en realidad una tarea de toda la vida. Cristiano no será,<br />
pues, el hombre convertido, sino, más exactamente, el<br />
que nunca cesa de convertirse. Así se entiende la intención<br />
de Pablo de despertar esta conciencia en los creyentes:<br />
buscad, desead lo que es de arriba, no lo que es de la<br />
tierra.
Es evidente que, en la vida de un hombre que busca y<br />
desea efectivamente lo que es de arriba, las inevitables<br />
inconsecuencias no merecen sino comprensión y<br />
benevolencia. Ambas están presentes -aunque no<br />
explícitas- en el trasfondo del texto del Apóstol, el cual<br />
sabe muy bien que no se dirige a cristianos perfectos.<br />
Además es consciente de que a él no se le ha concedido<br />
juzgar a nadie. Su enseñanza no busca tampoco el<br />
perfeccionamiento de instituciones y estructuras. La<br />
doctrina de Cristo, tal como él la entiende, busca al<br />
hombre concreto y real, del que aquéllas tienden a<br />
adueñarse, para abrirle caminos de libertad. Juntamente<br />
con Cristo, a Pablo se le ha revelado el hombre.<br />
8.<br />
«Cristo, vida nuestra». La fe en Cristo resucitado no es<br />
sólo una convicción de que Jesús vive, es una experiencia<br />
de que Cristo es vida nuestra, que Cristo alienta nuestra<br />
vida, que nos hace resucitar. No sólo creemos que Cristo<br />
resucitó, sino que Cristo está resucitando en mí, en su<br />
Iglesia.<br />
Este texto es una catequesis bautismal. Todo bautizado<br />
muere y resucita con Cristo. Por eso, debe empezar a vivir<br />
una vida nueva, una vida resucitada. Hay que buscar "los<br />
bienes de arriba", no los de la tierra; los valores<br />
auténticos, no los del consumo. Hay que alzar la puntería,<br />
porque Cristo está arriba.<br />
Vida nueva. En la noche bautismal de Pascua todo era<br />
nuevo: el fuego, la luz, el agua, los vestidos, la levadura.<br />
Empezamos una vida nueva.<br />
9. /Col/03/1-17
Evidentemente, hay una cierta exigencia lógica entre lo<br />
que cada uno cree y su propio comportamiento. En eso se<br />
apoya el razonamiento de Pablo en relación a los<br />
creyentes cuando les dice: «Por tanto, si habéis resucitado<br />
con Cristo, buscad lo de arriba...; estad centrados arriba,<br />
no en la tierra» (vv 1s). Sin embargo, la inteligencia de lo<br />
que el Apóstol dice y el esfuerzo para vivir en consonancia<br />
con ello tropiezan con un escollo. Y tal escollo reside en<br />
que la vida no se presenta aquí como dice la doctrina; es<br />
decir, el creyente -pese a haber sentido que ha resucitado<br />
con Cristo- sigue sujeto a la muerte, como cualquier otro<br />
hombre, y vive atraído por todas las cosas de la tierra. En<br />
otras palabras: la fe no cambia la realidad que el hombre<br />
ve. La fe dice que la realidad no es como se presenta, pero<br />
no hace que se muestre como dice que es.<br />
Sin embargo, la enseñanza evangélica no cesa de hablar al<br />
hombre de una nueva manera de vivir que, si quiere,<br />
puede hacer realidad en sí mismo, ya que la vida, ante<br />
todo, sólo se da en la propia intimidad de cada uno. En<br />
este sentido, Pablo le dice que, aunque no pueda extirpar<br />
los deseos terrenos, sí puede -en su interior- oponerse al<br />
deseo de poseer las cosas de la tierra, ahorrándose las<br />
preocupaciones que comporta cualquier ley de posesión.<br />
La lógica de la recomendación de Pablo tiene un aspecto<br />
indiscutible: al poner de manifiesto la caducidad de<br />
cualquier posesión y, por tanto, su falta de sentido, revela<br />
que, a fin de cuentas, nada de aquí abajo vale la pena. Se<br />
trata de la muerte, que para el hombre significa la<br />
caducidad efectiva de todo. Es verdad que la comprensión<br />
que uno pueda tener de la muerte no parece bastar por sí<br />
sola para moverlo a vivir según el evangelio. Ahora bien:<br />
tal vez tampoco lo es siquiera la esperanza de una<br />
glorificación con Cristo en el futuro, dado que la opacidad<br />
de la misma muerte borra también cualquier certeza y<br />
seguridad. Todo eso hace pensar que probablemente sólo<br />
aquellos que libremente se empeñan en vivir según lo que<br />
creen pueden decir si realmente vale la pena. Y no en el<br />
otro mundo, sino ya ahora.
EVANGELIO<br />
María Magdalena, Pedro y Juan no eran unos visionarios,<br />
sólo constataban los hechos escuetos. Ahora bien, estos<br />
hechos no demostraban la resurrección de Jesús. Ellos<br />
llegaron a creer porque aceptaron la llamada invisible de<br />
Dios. Dios no suele hablar en medio del bullicio del<br />
fanatismo religioso.<br />
En lugar de este evangelio puede leerse el de la Vigilia<br />
Pascual. Cuando se celebra la misa por la tarde, también<br />
puede leerse en ella el evangelio Lc 24,13-35, como en el<br />
III <strong>Domingo</strong> de Pascua.<br />
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20,1-9.<br />
El primer día de la semana, María Magdalena fue al<br />
sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y<br />
vio la losa quitada del sepulcro.<br />
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el<br />
otro discípulo, a quien quería Jesús, y les dijo:<br />
-Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos<br />
dónde lo han puesto.<br />
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del<br />
sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro<br />
discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó<br />
primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas<br />
en el suelo: pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en<br />
el sepulcro: Vio las vendas en el suelo y el sudario<br />
con que le habían cubierto la cabeza, no por el<br />
suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio<br />
aparte.<br />
Entonces entró también el otro discípulo, el que<br />
había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.<br />
Pues hasta entonces no habían entendido la<br />
Escritura: que él había de resucitar de entre los<br />
muertos.<br />
Palabra del Señor<br />
1.<br />
COMENTARIOS AL EVANGELIO<br />
Jn 20. 1-9<br />
"El había de resucitar de entre los muertos"<br />
También en los relatos pascuales el evangelio de Juan<br />
presenta notables diferencias respecto a los evangelios<br />
sinópticos, si bien es probable que parta de tradiciones<br />
comunes, que, no obstante, han pasado por la criba de la<br />
teología propia del círculo juánico.<br />
En las palabras de María Magdalena resuena<br />
probablemente la controversia con la sinagoga judía, que<br />
acusaban a los discípulos de haber robado el cuerpo de<br />
Jesús para así poder afirmar su resurrección. Los<br />
discípulos no se han llevado el cuerpo de Jesús. Más aún,<br />
al encontrar doblados y en su sitio la sábana y el sudario,<br />
queda claro que no ha habido robo.
La carrera de los dos discípulos puede hacer pensar en un<br />
cierto enfrentamiento, en un problema de competencia<br />
entre ambos. De hecho, se nota un cierto tira y afloja: "El<br />
otro discípulo" llega antes que Pedro al sepulcro, pero le<br />
cede la prioridad de entrar. Pedro entra y ve la situación,<br />
pero es el otro discípulo quien "ve y cree".<br />
Seguramente que "el otro discípulo" es "aquel que Jesús<br />
amaba", que el evangelio de Juan presenta como modelo<br />
del verdadero creyente. De hecho, este discípulo,<br />
contrariamente a lo que hará Tomás, cree sin haber visto<br />
a Jesús. Sólo lo poco que ha visto en el sepulcro le<br />
permite entender lo que anunciaban las Escrituras: que<br />
Jesús no sería vencido por la muerte.<br />
2. TUMBA-VACIA:<br />
Ninguno de los discípulos se esperaba la resurrección de<br />
Jesús. Puede notarse el simbolismo de la escena del<br />
sepulcro vacío: Jesús se ha "desatado" de los lazos del<br />
reino de la muerte; en cambio, Lázaro tiene que ser<br />
"desatado" para poder caminar (para seguir a Jesús). Esto<br />
es lo que "ve", desde la fe, el Discípulo amado, y con él, la<br />
comunidad. Es el hoy del resucitado.<br />
3. DISCIPULO-ANONIMO:<br />
Algo, sin embargo, me parece importante destacar a<br />
propósito del discípulo a quien Jesús quiere y que nunca<br />
tiene nombre propio.<br />
Esta falta de nombre no parece obedecer a un recuerdo de<br />
modestia del autor para evitar referirse a sí mismo<br />
(interpretación anecdótica), sino a la intención del autor<br />
de englobar a todos y cada uno de los creyentes en Jesús,<br />
incluidos los que no han conocido a Jesús según la carne,<br />
como diría Pablo. Por eso este discípulo no puede tener un
único nombre propio. Su nombre es el tuyo y el mío, que<br />
este día de Pascua creemos en Jesús resucitado y<br />
experimentamos en nosotros el amor de Jesús resucitado.<br />
4.<br />
Texto. María hace una constatación en el sepulcro y<br />
comunica su interpretación a dos discípulos (vs, 1-2). Los<br />
dos discípulos inspeccionan por separado el sepulcro,<br />
llegando a conclusiones distintas (vs, 3-8). Comentario<br />
editorial explicando el presupuesto desde el que se había<br />
llevado a cabo la inspección (v. 9).<br />
Pre-texto. Isaías 26, 19-21: "¡Vivirán tus muertos, tus<br />
cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que<br />
habitan en el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz y la<br />
tierra de las sombras parirá. Anda, pueblo mío, entra en<br />
los aposentos y cierra la puerta por dentro: escóndete un<br />
breve instante mientras pasa la cólera. Porque el Señor va<br />
a salir de su morada para castigar la culpa de los<br />
habitantes de la tierra: la tierra descubrirá la sangre<br />
derramada y no ocultará más a sus muertos".<br />
Sentido del texto. María va al sepulcro poseída por la falsa<br />
concepción de la muerte; cree que la muerte ha triunfado;<br />
busca a Jesús como un cadáver. Su reacción, al llegar, es<br />
de alarma y va a avisar a Simón Pedro (símbolo de la<br />
autoridad) y al discípulo a quien quería Jesús (símbolo de<br />
la comunidad). Las dos veces que hasta ahora han<br />
aparecido juntos ambos (cfr. Jn. 13, 23-25; 18, 15-18), el<br />
autor ha establecido una oposición entre ellos dando la<br />
ventaja al segundo. Es lo mismo que vuelve a hacer en<br />
este relato y que volverá a hacer en 21, 7. El discípulo<br />
amado llega antes (v. 4) y cree (v. 8); Pedro, en cambio,<br />
llega más tarde (v. 6) y de él no dice que creyera. Correr<br />
(CORRER/SIMBOLO) más de prisa es imagen plástica para<br />
significar tener experiencia del amor de Jesús.
Pedro no concibe aún la muerte como muestra de amor y<br />
fuente de vida. En el atrio del sumo sacerdote había<br />
fracasado en su seguimiento de Jesús (cfr. Jn. 18, 17. 25-<br />
27); el otro discípulo, en cambio, siguió a Jesús (cfr. Jn.<br />
19, 26). De esta manera, puede ahora marcar el camino a<br />
la autoridad en la tarea, común a ambas, de discernir a<br />
Jesús y encontrarse con él; corriendo tras la comunidad es<br />
como podrá la autoridad alcanzar su meta. Ambas,<br />
autoridad (Pedro) y la comunidad (discípulo amado)<br />
habían partido de la misma no-inteligencia, de la misma<br />
obscuridad, del mismo sepulcro. Ni Pedro ni el otro<br />
discípulo habían entendido, cuando partieron, el texto de<br />
Is. 26, 19-21. Pero el otro discípulo, al ver, creyó, captó el<br />
sentido del texto: la muerte física no podía interrumpir la<br />
vida de Jesús, cuyo amor hasta el final ha manifestado la<br />
fuerza de Dios.<br />
5. CRUZ/TRONO.<br />
Contexto. Jesús ya ha transmitido el espíritu (cfr. Jn. 19,<br />
30). De ahí que el que no nazca de arriba no puede ser del<br />
Reino (cfr. Jn. 3, 3). Arriba es la cruz. El espíritu es el<br />
amor capaz de dejarse matar por los demás. En el cuarto<br />
evangelio la cruz es trono y gloria: es la hora del triunfo<br />
de Jesús, pues pone de manifiesto quién es Jesús. La cruz<br />
expresa un estilo, un talante de vivir y de ser.<br />
Sentido del texto. Este estilo, este talante, son una tarea<br />
ardua y difícil, pues pasa inevitablemente por la<br />
experiencia aniquiladora del que vive ese espíritu. En el<br />
relato de Juan, María Magdalena adquiere la función de<br />
recordar y hacer viva esta experiencia: "Se han llevado del<br />
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". En<br />
el relato de Juan no hay ángeles ni mensajes pascuales.<br />
Para Juan, el mensaje pascual y el triunfo de Jesús están<br />
en la cruz. La resurrección de Jesús es su amor a prueba<br />
de la propia vida. Es este amor el que ha roto la muerte,<br />
porque, al amar al máximo, Jesús se ha encontrado con la
potencia viva del Padre, que es sólo amor. Esto requiere<br />
un gran esfuerzo de credibilidad (fe), porque es un desafío<br />
a las reglas elementales de lo empírico.<br />
De los dos personajes que corren al sepulcro en el relato,<br />
sólo uno rompe el reto de lo empírico. El discípulo amado<br />
"vio y creyó" (v. 9). Una vez más, Pedro no capta la<br />
situación. De él sólo se dice que vio, pero no que creyó.<br />
Pedro todavía no ha entendido que vivir es amar. Pedro<br />
todavía no posee el espíritu que Jesús transmite. No lo<br />
poseerá hasta más adelante (cap. 21) y entonces sólo<br />
gracias a este discípulo amado que le ayudará en la ardua<br />
y difícil tarea de creer (cfr. Jn. 21, 7). De ser cierto lo que<br />
fundadamente dicen algunos exégetas de que el discípulo<br />
amado simboliza en el cuarto evangelio a la comunidad<br />
cristiana, habrá que restituir hoy para la comunidad<br />
cristiana el protagonismo que el autor del cuarto evangelio<br />
quiso darle.<br />
6.<br />
María ha visto que el sepulcro está abierto y corre adonde<br />
están los discípulos, pero sólo puede hacer una banal<br />
constatación: "Se han llevado del sepulcro al Señor". María<br />
piensa en ladrones de cadáveres. Es verdad que aún no ha<br />
despertado del todo y no es un modelo de creyente: a<br />
pesar de lo cual, para los tiempos venideros será la<br />
iniciadora, la que presintió las secretas promesas del<br />
cuerpo sin vida que ella tanto amó.<br />
Pero aún le queda camino por recorrer. Primero necesita<br />
escuchar el testimonio oficial de la Iglesia, el que da Pedro<br />
y para el que el príncipe de los apóstoles reunió todas las<br />
pruebas: las vendas por el suelo, y en un lugar aparte, el<br />
sudario cuidadosamente doblado. Son unas pruebas<br />
silenciosas, pero ¿acaso no es el tiempo de recogimiento,<br />
en que cada objeto adquiere el valor de signo visible que<br />
remite a lo invisible? La ausencia del cuerpo no es,
ciertamente, la prueba de la resurrección; es el indicio de<br />
que el poder glorificador del Espíritu no ha olvidado el<br />
cuerpo.<br />
Juan es el último en llegar al final del camino. Ve las<br />
vendas, pero no las hace caso. En efecto, su mirada se ha<br />
vuelto ya hacia el interior; si revuelve algo, es en sus<br />
recuerdos y en su corazón. El vino de las bodas, el templo<br />
purificado, Lázaro...<br />
Otros tantos presentimientos de lo posible, de un<br />
insospechado orden de las cosas. Un sepulcro abierto y<br />
unas vendas, una mujer y dos hombres para interpretar...<br />
Todo es ordinario y cotidiano, pero todo tiene valor de<br />
signo. "Vio y creyó"<br />
SAN AGUSTÍN COMENTA EL EVANGELIO<br />
Jn 20,1-9: ¿Qué necesidad tienes de lo que no amas?<br />
-Dámelo<br />
Hoy se ha leído la resurrección del Señor según el<br />
evangelio de San Juan y hemos escuchado que los<br />
discípulos buscaron al Señor y no lo encontraron en el<br />
sepulcro, cosa que ya habían anunciado las mujeres,<br />
creyendo, no que hubiera resucitado, sino que había sido<br />
robado de allí. Llegaron dos discípulos, el mismo Juan<br />
evangelista -se sobreentiende que era aquel a quien<br />
amaba Jesús- y Pedro con él; entraron, vieron solamente<br />
las vendas, pero ningún cuerpo. ¿Qué está escrito de Juan<br />
mismo? Si lo habéis advertido, dice: Entró, vio y creyó (Jn<br />
20,8). Oísteis que creyó, pero no se alaba esta fe; en<br />
efecto, se pueden creer tanto cosas verdaderas como<br />
falsas. Pues si se hubiese alabado el que creyó en este<br />
caso o se hubiera recomendado la fe en el hecho de ver y<br />
creer, no continuaría la Escritura con estas palabras: Aún<br />
no conocía las Escrituras, según las cuales convenía que
Cristo resucitara de entre los muertos (Jn 20,9). Así, pues,<br />
vio y creyó. ¿Qué creyó? ¿Qué, sino lo que había dicho la<br />
mujer, a saber, que habían llevado al Señor del sepulcro?<br />
Ella había dicho: Han llevado al Señor del sepulcro y no sé<br />
dónde lo han puesto (Jn 20,2).<br />
Corrieron ellos, entraron, vieron solamente las vendas,<br />
pero no el cuerpo y creyeron que había desaparecido, no<br />
que hubiese resucitado. Al verlo ausente del sepulcro,<br />
creyeron que lo habían sustraído y se fueron. La mujer se<br />
quedó allí y comenzó a buscar el cuerpo de Jesús con<br />
lágrimas y a llorar junto al sepulcro. Ellos, más fuertes por<br />
su sexo, pero con menor amor, se preocuparon menos. La<br />
mujer buscaba más insistentemente a Jesús, porque ella<br />
fue la primera en perderlo en el paraíso; como por ella<br />
había entrado la muerte, por eso buscaba más la Vida. Y<br />
¿cómo la buscaba? Buscaba el cuerpo de un muerto, no la<br />
incorrupción del Dios vivo, pues tampoco ella creía que la<br />
causa de no estar el cuerpo en el sepulcro era que había<br />
resucitado el Señor. Entrando dentro vio unos ángeles.<br />
Observad que los ángeles no se hicieron presentes a Pedro<br />
y a Juan y sí, en cambio, a esta mujer. Esto, amadísimos,<br />
se pone de relieve, porque el sexo más débil buscó con<br />
más ahínco lo que había sido el primero en perder. Los<br />
ángeles la ven y le dicen: No está aquí, ha resucitado (Mt<br />
28,6). Todavía se mantiene en pie llorando; aún no cree;<br />
pensaba que el Señor había desaparecido del sepulcro. Vio<br />
también a Jesús, pero no lo toma por quien era, sino por<br />
el hortelano; todavía reclama el cuerpo de un muerto. Le<br />
dice: «Si tú le has llevado, dime dónde le has puesto, y yo<br />
lo llevaré (Jn 20,15). ¿Qué necesidad tienes de lo que no<br />
amas? Dámelo». La que así le buscaba muerto, ¿cómo<br />
creyó que estaba vivo? A continuación el Señor la llama<br />
por su nombre. María reconoció la voz y volvió su mirada<br />
al Salvador y le respondió sabiendo ya quien era: Rabi,<br />
que quiere decir «Maestro» (Jn 20,16).
Hoy celebramos la Pascua, "la fiesta de las fiestas",<br />
porque es el día de la resurrección del Señor. Por esto,<br />
hoy, cielos y tierra cantan el aleluya, expresión de alegría<br />
que significa "alabad al Señor", antiguo grito de alabanza<br />
litúrgica heredado del culto israelítico.<br />
Celebramos hoy -después de escuchar esta pasada noche<br />
el anuncio pascual- el hecho central de nuestra fe: que<br />
Cristo, tal como decimos en el Símbolo de la fe, después<br />
de su crucifixión, muerte y sepultura, "resucitó al tercer<br />
día".<br />
-Pascua es un acto de fe: Cristo es el Viviente<br />
Con una conciencia clara de que no podemos agotar el<br />
contenido de esta fiesta de hoy, que continuamos -como<br />
en una sola y única fiesta- durante toda la cincuentena<br />
pascual, hasta Pentecostés, repasemos las tres lecturas<br />
bíblicas de esta celebración.<br />
Y, en primer lugar, el evangelio, que nos invita a dejarnos<br />
penetrar por la luz de la fe ante el hecho del sepulcro vacío<br />
de Jesús.<br />
Este hecho desconcertó primeramente a las mujeres y a<br />
los mismos Apóstoles, pero después entendieron su<br />
sentido: aceptaron un hecho histórico y comprendieron su<br />
sentido de salvación a la luz de las Escrituras. El cuerpo de<br />
Jesús, muerto en la cruz, ya no estaba allí. Pero no porque<br />
hubiera sido robado, sino porque HABÍA RESUCITADO.<br />
Aquel Cristo a quien habían seguido era el VIVIENTE; en El<br />
triunfaba la vida; en El se anticipaba el "Día del Señor", en<br />
el que los mejores israelitas esperaban la resurrección de<br />
los muertos. Cristo era el vencedor de la muerte: "Victor<br />
mortis".<br />
Sí, la Pascua nos pide sobre todo un gran ACTO DE FE.<br />
Creemos que Cristo vive; creemos que es nuestro<br />
Redentor, el Redentor del hombre y de todo hombre que
no lo rechaza; creemos que en Cristo tenemos la Vida<br />
verdadera...<br />
-Pascua es una transfiguración de nuestra vida<br />
Cristo resucitó por todos nosotros. El es la primicia y la<br />
plenitud de una humanidad renovada. Su vida gloriosa es<br />
como un inagotable tesoro, que todos estamos llamados a<br />
compartir desde ahora.<br />
Mediante el bautismo, su presencia se ha compenetrado<br />
con nuestro ser y nos da ya ahora, germinalmente, la<br />
gracia de nuestra futura resurrección. El pasaje de la Carta<br />
a los Colosenses que leemos en la misa de hoy es una<br />
reminiscencia de una homilía bautismal y nos sitúa muy<br />
bien en el sentido de esta fiesta para nosotros: "Ya que<br />
habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá<br />
arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios..."<br />
En Cristo todo adquiere un sentido nuevo. Por esto en la<br />
Pascua, como nos recuerdan a menudo las homilías de<br />
aquellos grandes obispos de los primeros siglos llamados<br />
"Padres de la Iglesia", se alegran a la vez el cielo y la<br />
tierra; los ángeles, los hombres y la creación entera:<br />
porque todo está llamado a ser transfigurado, a ser<br />
liberado de la esclavitud del pecado y a compartir la gloria<br />
del Señor Resucitado. Si nuestra fe es sincera, nuestra<br />
alegría pascual tiene que ser profunda y contagiosa.<br />
Pascua nos pide amar la vida más que a nadie.<br />
-Pascua es un compromiso de testimonio<br />
Sin la resurrección de Cristo no se habrían escrito los<br />
Evangelios ni existiría la Iglesia. Los Apóstoles fueron,<br />
antes que nada, testigos de la resurrección de Jesús, como<br />
vemos hoy escuchando la predicación de Pedro, leída en la<br />
primera lectura de esta misa del día de Pascua.<br />
Aquel mismo testimonio, que ha sido como un fuego que<br />
ha ido dando calor a las almas de los creyentes hasta hoy,
llega en este año de gracia hasta nosotros. No nos reúne<br />
nada más. Seamos conscientes de que no tenemos otro<br />
objetivo, en nuestra convocatoria de hoy y de cada<br />
domingo -¡todo el año es como una celebración pascual!-<br />
que acoger el don de Dios Padre en el Cristo Viviente y<br />
transmitir este mensaje a las nuevas generaciones. Sean<br />
cuales sean las dificultades, éste es nuestro deber más<br />
sagrado: transmitir la BUENA NOTICIA DE QUE, EN<br />
CRISTO, LA VIDA HA VENCIDO A LA MUERTE, como glosa<br />
poéticamente la secuencia de la misa. Digamos al mundo<br />
hoy, día santo de Pascua, y todo el año que:<br />
"lucharon vida y muerte<br />
en singular batalla<br />
y, muerto el que es Vida,<br />
triunfante se levanta".<br />
(Secuencia de Pascua)<br />
1.<br />
50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />
RESURRECCIÓN<br />
1-9<br />
A veces es útil hacerse preguntas. Y hoy, en este solemne<br />
y glorioso día de Pascua, al iniciar la gran fiesta de los<br />
cristianos -la gran fiesta de la fe- podría ser oportuno<br />
preguntarnos si sabemos exactamente lo que creemos. No<br />
quisiera ofender a nadie. Quisiera únicamente que todos<br />
hoy nos interrogáramos sinceramente para que así<br />
podamos celebrar bien estas siete semanas de fiesta<br />
cristiana que es el tiempo pascual. Y, para celebrarlo bien,<br />
es necesario que sepamos bien qué creemos.<br />
-¿Qué es ser cristiano? ¿El cristiano, es el hombre que<br />
cree en Dios? Sí, pero no es necesario ser cristiano para<br />
creer en Dios: hay millones de creyentes que no son
cristianos (y no únicamente en países lejanos; también<br />
entre nosotros).<br />
¿El cristiano, es aquel que cree en una vida que no<br />
termina con la muerte? Sí, pero tampoco es exclusiva<br />
nuestra creer en la pervivencia: también hay hombres que<br />
esperan otra vida sin ser cristianos.<br />
¿El cristiano, es el hombre que cree en la necesidad de<br />
cierto tipo de comportamiento, basado en el amor, en la<br />
justicia, en la verdad...? Sí, pero -una vez más- debemos<br />
reconocer que no es necesario ser cristiano para creer en<br />
la exigencia de un camino de amor, de lucha por la<br />
justicia, de búsqueda de la verdad... Hay muchos hombres<br />
-incluso no religiosos- que de hecho procuran vivir así.<br />
Todas estas preguntas no definen lo que es nuestra fe.<br />
Pero tampoco basta decir que el cristiano es aquel que<br />
quiere inspirar su vida en la palabra y en el ejemplo de JC.<br />
Ciertamente, el cristiano -como dice la misma palabra- se<br />
define en relación, en referencia con Cristo. Pero para<br />
nosotros, Jesús no es únicamente un maestro, un ejemplo.<br />
Nuestra fe nos pide un paso más, un paso de una<br />
importancia -y no lo escondamos: de una dificultad-<br />
decisiva.<br />
La pregunta sobre nuestra fe tiene una respuesta precisa y<br />
concreta: ser cristiano es creer en la resurrección de JC.<br />
Quien tiene esta fe -con todas sus consecuencias- es<br />
cristiano; quien no cree en la Resurrección, no puede<br />
llamarse cristiano (por más que pueda ser un hombre<br />
admirador de Jesús o un hombre religioso o un hombre<br />
justo). Ser cristiano no pide nada más ni nada menos que<br />
esto: creer que Jesús de Nazaret, después de seguir su<br />
camino de anuncio de la Buena Noticia del Reino de Dios,<br />
para ser fiel a ello hasta el extremo, aceptó el camino de<br />
la cruz con una fe, con un amor, con una esperanza total.<br />
Y que por ello Dios Padre le resucitó, es decir, le comunicó<br />
aquella plenitud de vida que Él había anunciado,
constituyéndole así Señor -es decir, criterio y fuente de<br />
vida-, para todos los que creyeran en Él.<br />
Pero hagamos un paso más. Hagámonos otra pregunta:<br />
¿Cómo los que creemos en JC resucitado, vivo, vivimos<br />
nosotros vinculados a su vida? Y la respuesta será: la<br />
consecuencia de nuestra fe en JC vivo, es que nosotros<br />
creemos que su Espíritu -aquel Espíritu de Dios que dicen<br />
los evangelios que estaba en él- está en nosotros.<br />
El tiempo de Pascua debe significar para los cristianos un<br />
progreso en esta fe en el Espíritu de JC que penetra,<br />
ilumina, fortalece, nuestro camino. Porque es gracias a<br />
que el Espíritu Santo está presente en mí, en ti, en cada<br />
uno de nosotros, que yo, tú, todos nosotros, estamos<br />
injertados, vinculados con JC resucitado.<br />
El error de los cristianos muy a menudo es éste: nos lo<br />
queremos arreglar solos, porque olvidamos el Espíritu de<br />
Dios que está en nosotros, como estaba en los primeros<br />
cristianos. Repitámoslo: creer en la Resurrección de JC -<br />
esto que define nuestra fe- es lo mismo que creer que<br />
tenemos en nosotros su Espíritu. El camino no lo hacemos<br />
solos: el camino es el Espíritu quien lo hace en nosotros.<br />
Y si ésta es nuestra fe, ésta es también la causa de<br />
nuestra alegría. Por eso, la Pascua es tiempo de alegría,<br />
de fiesta, de abrirnos sin miedo a la vida de Dios. De ahí<br />
que ahora, como hemos hecho en la celebración de<br />
anoche, en la solemne Vigilia Pascual, renovemos nuestro<br />
compromiso bautismal de lucha contra todo mal, de fe en<br />
el Padre que es amor, en el Hijo que es nuestro camino,<br />
en el Espíritu que está presente y vivo en nosotros.<br />
Renovación de nuestra fe que es renovación de vida y<br />
llamada a la alegría.<br />
2. CINCUENTENA:
-La gran fiesta que dura 50 días<br />
Hermanas y hermanos: hoy es la gran fiesta cristiana, la<br />
mayor de todas. Una fiesta tan fiesta que no tenemos<br />
bastante con un día para celebrarla: por eso la Pascua<br />
dura nada menos que 50 días, siete semanas, hasta la<br />
Pascua de Pentecostés (que significa precisamente<br />
"cincuenta"). Y todo como una sola y única y gran fiesta.<br />
En realidad, es la única fiesta de los cristianos porque es la<br />
que celebramos también cada domingo. Y es normal que<br />
así sea porque la Pascua significa aquello que ES EL<br />
NÚCLEO, LA RAÍZ Y LA FUERZA DE LA FE CRISTIANA: la<br />
gran afirmación de que Jesucristo ha resucitado, está<br />
plenamente vivo, es el triunfador de la muerte y de todo<br />
mal. Es la gran afirmación de nuestra fe y es una<br />
afirmación no para guardarla -como en el congelador para<br />
que se conserve- sino para sembrarla en lo más vivo de<br />
nuestra vida para que la renueve, penetre y transforme.<br />
Porque si Jesucristo vive, vive para nosotros y en<br />
nosotros.<br />
Ayer por la noche la comunidad cristiana se reunió para<br />
aquella VIGILIA expectante que desemboca en el canto<br />
jubiloso del aleluya: la vigilia pascual, la más importante<br />
de las reuniones cristianas del año. Y allí los cristianos que<br />
pudieron asistir, renovaron su COMPROMISO BAUTISMAL -<br />
como haremos nosotros en esta misa- para expresar<br />
sencillamente esto: queremos compartir la muerte y<br />
resurrección de Cristo, es decir, LUCHAR contra todo lo<br />
que hay de mal en nosotros y en el mundo, ABRIRNOS A<br />
LA VIDA que es de Dios, que nos enseñó Jesús de Nazaret,<br />
que siembra en nosotros el Espíritu Santo.<br />
-Pedro nos explica qué es la Pascua<br />
Para entender y vivir más esta realidad central de nuestra<br />
fe, podríamos fijarnos unos momentos en la 1. Lectura<br />
que hemos leído. Es un resumen de la fe y de la<br />
predicación de la PRIMERA COMUNIDAD cristiana. En las
palabras de san Pedro encontramos los ASPECTOS<br />
PRINCIPALES de la afirmación de la fe. Es decir, de lo que<br />
es la Pascua. Esquemáticamente podríamos decir que<br />
encontramos tres aspectos.<br />
1) En primer lugar la INICIATIVA, la acción gratuita y<br />
amorosa de Dios. Pedro insiste en que es Dios quien nos<br />
dio a Jesús de Nazaret, quien lo consagró con su Espíritu y<br />
su fuerza de verdad y amor. Jesucristo pasó haciendo el<br />
bien (dice san Pedro) y liberando del mal "porque Dios<br />
estaba con él". Pero la acción de Dios se MANIFESTÓ<br />
SOBRE TODO RESUCITANDO A JESÚS, no permitiendo que<br />
el mal y la muerte triunfara sobre Aquél que se había<br />
entregado totalmente al bien y a la vida.<br />
2) Esta acción de Dios sigue eficaz y actual hoy para<br />
nosotros.<br />
JC está vivo y está con nosotros, por gracia, por obra de<br />
Dios. Pero NOSOTROS TENEMOS QUE RECONOCERLO,<br />
tenemos que descubrir su presencia. Y éste es el segundo<br />
aspecto que es preciso entender.<br />
De nada nos serviría crecer y repetir que JC ha resucitado<br />
si no sabemos QUIÉN ES JC Y QUÉ es para nosotros. JC<br />
resucitado es el mismo Jesús de Nazaret que nos<br />
presentan los evangelios. El mismo que dijo: "YO SOY LA<br />
FUENTE del agua de vida que brotará dentro de vosotros";<br />
"Yo soy LA LUZ que guía hacia la vida y vosotros también<br />
tenéis que ser luz que guíe"; "Yo soy la RESURRECCIÓN y<br />
la vida, y el que crea en mí nunca morirá"; "Yo soy EL REY<br />
y mi misión es dar testimonio de la verdad". Aquella<br />
verdad que es simplemente: Dios es amor.<br />
3) Este es JC para nosotros, en nosotros. Es necesario que<br />
lo encontremos, lo reconozcamos, en el evangelio y en<br />
nuestra vida. Y es preciso también (es el tercer aspecto<br />
que subraya san Pedro) QUE LO VIVAMOS, QUE DEMOS<br />
TESTIMONIO de él, que lo anunciemos. Es nuestra misión<br />
de cristianos, de Iglesia en el mundo. Una misión que es
lucha por la verdad y el amor, por el Reino de Dios. Una<br />
misión que es un camino difícil, doloroso (como el de JC),<br />
pero que conduce HACIA LA PLENITUD de vida que la<br />
Resurrección de JC inicia y anuncia. Por eso es una lucha y<br />
un camino de esperanza e incluso de fiesta.<br />
Expresamos en la eucaristía de hoy estos tres aspectos de<br />
la Pascua: damos gracias al Padre por su constante acción<br />
amorosa y fecunda: reconocemos a JC vivo en nosotros,<br />
revelador y comunicador de la vida de Dios; pedimos ser<br />
más fieles a esta vida siempre nueva y para todos, que<br />
nos permite abrirnos sin miedo a la alegría, a la lucha, a la<br />
esperanza, a la fiesta.<br />
3.<br />
Hoy no es un domingo cualquiera: HOY ES PASCUA. Si<br />
cada domingo celebramos la resurrección del Señor, hoy la<br />
celebramos con mayor solemnidad junto con su Pasión.<br />
Rebosa tanto de sentido, lleva consigo tanto gozo el<br />
domingo de Pascua, que NECESITAREMOS CINCUENTA<br />
DÍAS para celebrarlo debidamente. Es el tiempo pascual, o<br />
la cincuentena pascual, que va desde la fiesta de hoy<br />
hasta domingo de Pentecostés, estos cincuenta días que<br />
son como un solo y único día festivo, como un gran<br />
domingo.<br />
-"Dios lo resucitó al tercer día... Nosotros somos<br />
testigos..." Este es el anuncio de Pedro en casa de<br />
Cornelio: "Dios lo resucitó al tercer día": Pedro y los<br />
demás discípulos nos dan testimonio. Podemos tenerlo por<br />
muy seguro. No pecan en absoluto de ilusos o mentirosos:<br />
¡BASTANTE LES COSTO creérselo! Primero, no se fían<br />
nada de unas mujeres visionarias. Luego, comprueban con<br />
sus propios ojos que efectivamente el sepulcro está vacío.<br />
Pero no descartan la sospecha de que alguien se haya
llevado el cuerpo del Señor. Y así, entre dudas y miedos,<br />
recordando las palabras del Maestro y leyendo de nuevo<br />
las Escrituras, avanzan hacia la luz. Hasta que llega LA<br />
PRUEBA DEFINITIVA, LA DE LA AMISTAD, LA DEL AMOR:<br />
se sientan a la mesa con él. Sí, Jesús de Nazaret, el hijo<br />
del carpintero, el que fue ungido con el Espíritu Santo y<br />
con poder, que pasó por el mundo haciendo el bien y<br />
terminó colgado en un patíbulo, a éste, ¡DIOS LO HA<br />
RESUCITADO! Nadie lo ha visto con los ojos de la carne,<br />
pero él no está en el lugar donde lo pusieron y por el<br />
contrario se ha aparecido, no a todo el pueblo, sino a unos<br />
testigos que Dios había designado.<br />
Nosotros creemos que Jesús resucitó porque UNOS<br />
HOMBRES, unos sencillos pescadores, NOS LO HAN DICHO<br />
Y LO HAN RUBRICADO con su sangre. Y porque, después<br />
de ellos, muchos otros cristianos han vivido y han muerto<br />
por esta misma causa durante veinte siglos.<br />
Nosotros estamos ahora aquí porque, habiendo sido<br />
BAUTIZADOS en esta fe, que es la de la Iglesia,<br />
QUEREMOS EXPERIMENTARLA una vez más y proclamarla<br />
en todo el mundo y TRANSMITIRLA, eslabones de la<br />
tradición, a las gene- raciones que vendrán.<br />
-Nosotros también somos testigos Eso es lo que<br />
deberíamos poder anunciar también nosotros, después de<br />
esta celebración, después de cada celebración, convertidos<br />
en apóstoles y evangelistas actualizados. Teniendo muy en<br />
cuenta que, si somos capaces de afirmar de palabra y de<br />
confirmar con las obras la resurrección de Jesús, es<br />
porque también nosotros hemos sido resucitados con él<br />
por la fuerza del Espíritu.<br />
-Debemos ser HOMBRES DE ESPERANZA. No se puede<br />
andar por el mundo con cara de angustias y profetizando<br />
calamidades. Debemos mantenernos, a pesar de todo, en<br />
un optimismo insobornable, hecho a prueba de amor y de<br />
muerte. Como el de Juan XXIII. Muy realista pero lleno de<br />
buen humor. Jesús, el martes de Pascua, comía arenques
con sus amigos junto al mar de Tiberíades. Debemos estar<br />
al lado de los jóvenes y de los hombres de buena voluntad<br />
que luchan por un mundo mejor. La salvación del hombre<br />
y de la humanidad no es una utopía. El amor y la vida<br />
triunfarán. Cristo ha vencido al pecado y la muerte.<br />
-Debemos entrar sin miedo "en el sepulcro de Dios" que es<br />
EL MUNDO MODERNO -tan secularizado, tan vacío de Dios<br />
aparentemente- para descubrir en él, contrastando los<br />
hechos con la Escritura, la presencia y la ACCIÓN DEL<br />
RESUCITADO. Juan llegó primero al sepulcro, pero fue<br />
Pedro el primero que entró y creyó. No tenemos que<br />
esperar que la jerarquía vaya siempre por delante; pero sí<br />
tenemos que esperar su palabra y que, dejándose de<br />
seguridades demasiado humanas, fiándose bastante más<br />
del Espíritu, acepte también ella el riesgo de la fe.<br />
-(MISA/DO)Debemos tomarnos en serio LA MISA DE CADA<br />
DOMINGO, no como un precepto religioso que hay que<br />
cumplir, como una mera ceremonia que nos puede<br />
justificar por sí misma, sino como el lugar y el momento<br />
privilegiado de nuestro encuentro semanal con el Señor,<br />
encuentro que nos ayudará a renovarnos en nuestro<br />
compromiso bautismal, a no perder nunca de vista el<br />
horizonte de la trascendencia en el atareamiento por las<br />
cosas temporales, a distinguir "los bienes de arriba" de<br />
"los bienes de la tierra", puesto que "allá arriba" es "donde<br />
está Cristo, sentado a la derecha de Dios". Deberíamos<br />
convertir siempre nuestra reunión dominical, y más<br />
especialmente en este tiempo, en una auténtica fiesta<br />
desbordante de alegría, que prefigurase el banquete del<br />
Reino.<br />
Dispongámonos, pues, a CELEBRAR la Pascua del Señor, a<br />
hacer la experiencia del Señor resucitado. El está aquí con<br />
nosotros. No lo vemos pero está. ¡Claro que está! Como<br />
estamos nosotros mismos. Sólo nos falta darnos cuenta,<br />
RECONOCERLO, intimar con él.
Lo acabamos de escuchar, nos sentamos con él a la mesa.<br />
En virtud del pan y del vino, también nosotros podemos<br />
decir que "hemos comido y bebido con él". Y entonces<br />
NUESTRA VIDA será como la de Jesús, y NUESTRO<br />
TESTIMONIO como el de los apóstoles.<br />
4. FIESTA<br />
Celebramos la Resurrección de Cristo. Celebramos nuestra<br />
propia resurrección, es decir, el hecho que hemos sido<br />
transformados en Nuevas Criaturas. Nuestra alegría<br />
consiste en que lo más profundo de nuestra persona, lo<br />
más íntimo, ese reducto que nadie ni nada puede llenar<br />
satisfactoriamente, se ha encontrado con Dios mismo.<br />
Y este encuentro tiñe toda nuestra vida, nuestra relación<br />
con los demás, y la ofrecemos, pobremente pero con<br />
inmensa confianza a todos los hombres y a todas las<br />
situaciones. Hoy es un día que debemos, como nunca,<br />
hablar desde nuestra fe.<br />
Pero debemos hacerlo también de la forma más realista,<br />
más inmediata, más sobria. Porque hemos de hablar de<br />
nuestra Fiesta real y concreta, a los hombres reales y<br />
concretos. Hoy se tiene que levantar la voz de la<br />
comunidad creyente con la misma sencillez y con la misma<br />
fuerza que tuvieron aquellas palabras: "Vosotros conocéis<br />
lo que sucedió...". Jesús "nos encargó predicar al pueblo,<br />
dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado<br />
juez de vivos y muertos".<br />
¿A quién predicamos esto? ¿A quién invitamos a la Fiesta?<br />
Predicamos e invitamos a los hombres -comenzando por<br />
nosotros mismos- que están en la lucha, en los afanes, en<br />
los logros y los reveses de su concreta vida. Proclamamos<br />
una fiesta distinta de la vacación, del descanso o del
desvarío. Proclamamos una fiesta que se refiere a lo más<br />
sagrado que el hombre tiene en sí.<br />
Proclamamos la fiesta siendo conscientes de que muchos,<br />
muchísimos hombres son heridos en su intimidad.<br />
Proclamamos la fiesta sintiendo en nuestra carne y en la<br />
de los hermanos los límites de nuestra condición.<br />
Para muchos hoy la fiesta cristiana es un contrasentido o<br />
una utopía. Muchos cristianos, incluso, se desalientan y no<br />
son capaces tampoco de afirmar la alegría de la Buena<br />
Nueva. Pero si la fiesta desapareciese, si no fuésemos<br />
capaces de celebrar, si creyésemos que todo se había de<br />
resolver en la horizontalidad de nuestras experiencias, la<br />
Iglesia no sería ya el lugar de comunión de todos los<br />
hombres y cada uno de nosotros habría perdido la<br />
posibilidad de entrar en comunión con los demás.<br />
La Fiesta cristiana de la Resurrección que se celebra cada<br />
domingo y especialmente en éste es el descubrimiento de<br />
que en lo más escondido de nuestra intimidad hay una<br />
salvación. Es el descubrimiento en cada uno de nosotros<br />
que la realidad de nuestra vida ha sido esencialmente<br />
transfigurada por el HECHO de la Resurrección de Cristo.<br />
La Fiesta cristiana es una convocación a aquello que<br />
tenemos en común. Esa soledad última, esa pregunta que<br />
nadie sacia, esa inquietud, si se quiere, que no nos deja<br />
descansar, esa búsqueda de sentido, ese anhelo por el<br />
bien en cualquiera de sus formas, esa razón que buscamos<br />
al dolor, al envejecimiento, al impulso por vivir<br />
dignamente... a esto nos convoca la Fiesta.<br />
Sentirse transformado porque Cristo ha dado sentido<br />
salvador a todo, porque nos hace pasar por el valle oscuro<br />
de la existencia y de la muerte y nos conduce más allá de<br />
toda lágrima, es ponerse en situación de fiesta.<br />
La resurrección de Cristo ha vencido los poderes<br />
demoníacos que hay en el fondo de nuestro ser: esos
desalientos y agresividades, esa búsqueda de lo inmediato<br />
y de lo egoísta, esa maldición de tener que morir. Y...<br />
cuando esto se descubre en la fe de un acontecimiento<br />
que es presente, se juega, se baila, se canta y se celebra.<br />
Se está en Fiesta.<br />
Jugar en vez de apostar. Esperar en vez de maldecir.<br />
Amar en vez de odiar. Creer en vez de "saber". Vivir la<br />
alegría de que "todo era verdad". La verdad de Jesús de<br />
Nazaret. Esa verdad que cambia todo sin cambiar nada.<br />
Sobre todo que nos hace cambiar a nosotros y nos<br />
impulsa a decir a todos que la alegría es una realidad que<br />
disuelve y asume todos nuestros dolores. Hoy sabemos<br />
que nuestra fe se mide por la capacidad de fiesta como<br />
iremos viendo en los domingos que vienen.<br />
5.<br />
Se abrió el mar en dos mitades, y un pueblo de esclavos lo<br />
atravesó "a pie enjuto". Este pueblo comenzó a vivir en<br />
libertad.<br />
He aquí la pascua de Israel. He aquí la fiesta de la<br />
liberación que año tras año celebran los judíos hasta<br />
nuestros días.<br />
Se abrió una tumba de par en par, y el que había muerto<br />
bajo el poder de Poncio Pilato resucitó: la muerte no pudo<br />
tragarlo, y la tumba quedó vacía. Esta es nuestra pascua:<br />
éste es el paso de la muerte a la vida: ésta es en verdad<br />
para todos los cristianos la gran fiesta de liberación. Año<br />
tras año, domingo tras domingo, la celebraremos.<br />
No hay pascua sin ruptura: no hay resurrección sin<br />
ruptura: no hay libertad sin ruptura. ¿Continuismo? El que<br />
padece la esclavitud no puede continuar, si quiere llegar a<br />
la libertad. En algún momento decisivo tiene que dar el<br />
paso hacia delante, ha de saltar, ha de romper; pues sólo
es posible llegar a la libertad, en libertad. Y esto vale para<br />
el hombre, para cada hombre, en la historia de su vida, y<br />
para el pueblo, para cada pueblo, en su larga biografía.<br />
Hay que dejar al faraón que se hunda con sus caballos en<br />
el Mar Rojo. La libertad está en la otra orilla.<br />
Es cierto que los hombres y los pueblos viven en la<br />
tradición, y aun de la tradición; pero la tradición de los<br />
hombres que aman la libertad no puede ser otra que la<br />
memoria inapreciable de todos los hechos de<br />
emancipación. Cualquier otra tradición que no sea ésta es<br />
un fardo inútil que retrasa la marcha, una trampa, un lazo<br />
que nos hace caer en el pasado, una tentación que nos<br />
hace volver el rostro para que nos convirtamos en<br />
estatuas de sal.<br />
La verdadera tradición cristiana, en la que estamos y en la<br />
que entramos por el bautismo, es la memoria subversiva<br />
de la muerte y resurrección de Jesús. Memoria subversiva<br />
sí, porque es la memoria que nos subleva ante cualquier<br />
tipo de esclavitud y mantiene despierta la conciencia de la<br />
vocación a la libertad de los hijos de Dios; pues para esto,<br />
para que vivamos en libertad, Cristo ha levantado la losa<br />
de la tumba y ha dejado abierto el camino a nuestra<br />
esperanza.<br />
En el principio de esta tradición hay unos hombres que<br />
perdieron el miedo a la muerte. Son los testigos, los<br />
apóstoles. Para ellos la experiencia pascual fue<br />
ciertamente liberadora: Desató su lengua cuando estaban<br />
callados como muertos, desató sus pies cuando estaban<br />
acorralados por el miedo a los judíos, irguió su esperanza<br />
cuando estaban abatidos, les abrió el sentido de las<br />
escrituras cuando éstas se hallaban herméticamente<br />
cerradas a su comprensión... Y estos hombres liberados<br />
salieron por las calles y plazas y por todos los caminos del<br />
mundo a predicar con valor el anuncio y la denuncia del<br />
evangelio. Es verdad que la fe en la resurrección del Señor<br />
no podrá evitar que Pedro y Pablo sean encadenados, pero<br />
¿quien ha podido encadenar ya el evangelio? ¿Quién podrá
detener ya la esperanza, una vez desatada? Pues hay una<br />
promesa pendiente que se ha de cumplir no obstante y a<br />
pesar de todo. Dios es fiel y no defrauda a sus testigos:<br />
"Si Cristo no ha resucitado, somos los más desgraciados<br />
de los hombres; pero ¡Cristo ha resucitado!" He aquí la<br />
adversativa que nadie puede dominar. "¡Si Cristo ha<br />
resucitado, también nosotros resucitaremos!" La<br />
resurrección, la pascua, es irreversible. Porque es un paso<br />
hacia delante. Cristo no resucita para volver a morir. La<br />
resurrección de Cristo no es el mito del eterno retorno:<br />
vivir para morir, morir para vivir, y vuelta a empezar. No,<br />
la resurrección es un hecho histórico, el hecho mayor de<br />
toda la historia de la salvación o de la liberación. No tiene<br />
que ver nada con un suceso de la naturaleza. Por eso es<br />
siempre una ruptura, pues el que resucita no vuelve ya a<br />
las andadas.<br />
En este sentido nos dice Pablo: "Ya que habéis resucitado<br />
con Cristo, buscad los bienes de allá arriba...; aspirad a<br />
los bienes de arriba, no a los de la tierra". Pero ¡cuidado!,<br />
la fe en la resurrección no pone a los creyentes en una<br />
órbita extraterrestre, no puede dispararlos más allá de las<br />
realidades de este mundo. Es decir, no puede privarnos de<br />
la responsabilidad de alumbrar con dolores de parto la<br />
nueva tierra en la que habita la justicia. La resurrección es<br />
una ruptura respecto al pecado del mundo, respecto a las<br />
estructuras injustas o formas de este mundo que pasan;<br />
pero es una vinculación y un compromiso con la esperanza<br />
de toda la creación que suspira para que un día se<br />
manifieste, al fin, la gloria de los hijos de Dios.<br />
6. JESÚS/PRIMOGENITO<br />
Jesús murió: ¿Cabía esperar otra cosa? Y si no cabía<br />
esperar nada más que la muerte de Jesús, porque era un<br />
hombre, y si no podemos los hombres esperar otra cosa<br />
que la muerte..., ¿qué sentido tiene la vida? ¿Es el hombre<br />
un ser para la muerte? Y, en este supuesto, ¿qué puede
ser la historia de la emancipación del hombre, sino una<br />
pasión inútil, al fin y al cabo? Pues la muerte no vencida,<br />
el último enemigo, es la gran necesidad a la que van a<br />
parar todas las libertades.<br />
Los idealistas esperan que llegue un día a florecer la<br />
revolución final y traiga consigo la cosecha de la sociedad<br />
deseada. Los idealistas esperan, y luchan..., y mueren por<br />
la justicia, por la paz y por la libertad de todos. Pero ¿qué<br />
justicia, qué paz y qué libertad habrá aquel día -si es que<br />
llega- para los que ya murieron y sacrificaron su vida a tan<br />
grandes ideales? Rehabilitar el nombre de los mártires y<br />
rescatar su memoria -"¡hermano, no te olvidamos!"- no es<br />
hacerle justicia. Entonces ¿qué? Entonces, nada; nada<br />
para los que ya murieron. Valga, pues, el refrán: "el<br />
muerto al hoyo y el vivo al bollo", y disfruten los vivos de<br />
la plusvalía de los muertos. ¿Cinismo? En absoluto, es el<br />
único realismo si no hay resurrección.<br />
Pero Cristo ha resucitado: Así lo confesaron los Apóstoles.<br />
Cuando todo parecía que había terminado en una tumba<br />
como siempre, hallaron la tumba vacía y anunciaron que<br />
había sucedido lo imposible y lo nunca visto: que Jesús, el<br />
justo, había sido rehabilitado por Dios, él mismo y no sólo<br />
su memoria; que Jesús de Nazaret, juzgado por el<br />
Sanedrín y ejecutado bajo el poder de Poncio Pilato, él<br />
mismo y no otro, había resucitado.<br />
No entenderíamos este mensaje si pensáramos que la<br />
resurrección no es más que la continuación en el mundo<br />
de la causa por la que él vivió y murió. No lo<br />
entenderíamos si creyéramos que Jesús, por su muerte<br />
ejemplar, en vez de pasar de la muerte a la vida pasó de<br />
la vida a la historia, como se dice de los "inmortales".<br />
-Primogénito de los muertos: La resurrección de Jesús fue<br />
para los Apóstoles, y es para los creyentes, un paso<br />
adelante y no un retroceso. Jesús no resucitó como<br />
Lázaro, para volver a morir. La resurrección auténtica de
la muerte, el paso definitivo del reino de la necesidad al<br />
reino de la libertad.<br />
Y así derribó Jesús, de una vez por todas, el muro de la<br />
desesperación. Ya hay camino hacia la nueva humanidad,<br />
porque ha sucedido lo imposible y ahora todo es posible<br />
con la gracia de Dios. Porque ha nacido en el mundo una<br />
esperanza contra toda esperanza, contra la muerte que<br />
todo lo mortifica. La acción y la pasión de los que luchan y<br />
esperan no será confundida, pues todos los dolores del<br />
mundo son ahora dolores de parto. Jesús encabeza el<br />
triunfo de la vida, es el primogénito: si él ha resucitado,<br />
también los que luchan y mueren como él resucitarán.<br />
RS/REVOLUCION: La resurrección de Jesús es la señal de<br />
que Dios ha decidido llevar a cabo la gran insurrección de<br />
todos los que fueron explotados hasta el límite de la<br />
muerte. A diferencia de las revoluciones humanas, que no<br />
redimen a los muertos, la revolución de Dios en Jesucristo<br />
es verdaderamente radical y universal. Y esto nos permite<br />
a los creyentes sentirnos solidarios en una misma lucha no<br />
sólo con las generaciones futuras, sino también con las<br />
generaciones pasadas.<br />
-Testigos de la resurrección: Creer en la resurrección de<br />
Jesús no es sólo tener por cierto que resucitó, sino<br />
resucitar con él.<br />
Porque es vencer, ya en esta vida, por la esperanza la<br />
desesperación de la muerte. La fe en la resurrección de<br />
Jesús es la única fuerza que puede disputar a la muerte su<br />
dominio. La muerte es el último enemigo y el arma más<br />
poderosa de todos los enemigos del hombre. El poder de<br />
la muerte se anuncia en el hambre, las enfermedades, la<br />
explotación, la marginación, las injusticias... y todo cuanto<br />
mortifica a los hombres y a los pueblos. Creer en la<br />
resurrección de Jesús es sublevarse ya contra ese dominio<br />
de la muerte.
7.<br />
La Resurrección no es un mito para cantar lo que siempre<br />
sucede, el eterno retorno de la naturaleza o el proceso<br />
interminable de continuadas reencarnaciones, un volver a<br />
la vida para volver a morir desesperadamente... Tampoco<br />
es una "historieta piadosa" nacida de la credulidad y de la<br />
profunda frustración de un puñado de discípulos, ni un<br />
hecho histórico hundido en el pasado y sin actualidad y<br />
vigencia para nosotros. La Resurrección de Jesús se<br />
presenta como un acontecimiento que sucede una sola vez<br />
y, por lo tanto, una vez por todas: El que murió bajo<br />
Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado de<br />
entre los muertos, Jesús vive ya para siempre y no vuelve<br />
a morir.<br />
Ciertamente no se trata aquí de un hecho documentado<br />
históricamente ni tan siquiera documentable -la "tumbavacía"<br />
no es una prueba histórica irrefutable de la<br />
Resurrección, los incrédulos pueden hallar otras hipótesis<br />
más "razonables" y plausibles-, no es un hecho que pueda<br />
ser objeto de una investigación histórica como las<br />
campañas de Julio César o el incendio de Roma. Pero<br />
aunque no puede ser registrado por una cámara<br />
fotográfica, es un acontecimiento real y verdadero para el<br />
creyente y para cuantos se dejan sorprender por la acción<br />
imprevisible de Dios. No queremos decir, sin embargo,<br />
que la Resurrección deba entenderse como lo que sucedió<br />
tan sólo en el interior de la fe de un grupo de discípulos,<br />
como un acontecimiento puramente subjetivo. No; es la<br />
Resurrección lo que hizo posible la fe y no la fe lo que<br />
produjo la Resurrección. La Resurrección como misterio de<br />
salvación es acción de Dios en Jesucristo que sale al<br />
encuentro de la incredulidad de sus discípulos<br />
-"Nosotros esperábamos...", "Si no veo en sus manos la<br />
señal de los clavos... no creeré"-, y así, un hecho exterior<br />
y objetivo. Este es el sentido de todo cuanto se dice en el<br />
Nuevo Testamento sobre las "apariciones" a "los testigos<br />
que Dios había designado". Los evangelistas presentan el
acontecimiento de la Resurreción como sentido último y fin<br />
de todo cuanto nos dicen de la vida concreta e histórica de<br />
Jesús, el Nazareno; por otra parte, la Resurrección es el<br />
fundamento y el principio de la historia de la comunidad<br />
de la que se ocupará San Lucas en el Libro de los Hechos.<br />
Este acontecimiento central y culminante no puede ser<br />
entendido como una ficción de cuanto supone y origina.<br />
Así, pues, aunque el relato de las apariciones exprese ya<br />
la fe de la comunidad cristiana, esa fe se presenta como<br />
una fe fundada en la Resurrección; y no obstante las<br />
contradicciones y oscuridades de estos relatos, una cosa<br />
clara dicen los textos: que Jesús vive, que es el Señor y se<br />
presenta a sus discípulos.<br />
La Resurrección es un hecho improbable desde cualquier<br />
punto de vista meramente humano, pues está en contra<br />
de lo que parece absolutamente cierto: que la muerte<br />
acaba con todas las posibilidades de vida. Pero he aquí<br />
que cuando todas las posibilidades humanas se han<br />
agotado, Dios actúa sorprendentemente y hace valer para<br />
el hombre la posibilidad que únicamente él tiene en sus<br />
manos. Este hecho imposible es por otra parte lo más<br />
conveniente y los más deseado, lo único que puede librar<br />
al hombre de todo cuanto le esclaviza y mortifica sus más<br />
hondas esperanzas. Si siempre pasara en el mundo lo que<br />
siempre es posible, no habría salvación para nosotros.<br />
Pero ahora es distinto: ¡Ha sucedido lo imposible! ¡La<br />
muerte ha sido vencida! Jesús, el Hijo de Dios, pero<br />
también un hombre entre los hombres, vive eternamente.<br />
Esta novedad radical, que supera de antemano todas las<br />
revoluciones y las hace posibles, actúa en el mundo para<br />
recrearlo desde un nuevo principio. Porque Jesús, el<br />
hombre que murió como un esclavo víctima de los poderes<br />
de este mundo, ha resucitado y ha sido constituido en<br />
Señor y Juez de la historia, podemos y debemos mantener<br />
la esperanza y llevarla adelante contras todas las<br />
injusticias hasta que todos los enemigos le sean<br />
sometidos.
El Cristo misterioso, Jesús, muerto y resucitado, es una<br />
garantía de que la lucha por la justicia tiene sentido.<br />
Jesús, vivo por la fe en la comunidad de los creyentes,<br />
funda una esperanza invencible que nadie ni nada pueden<br />
ya domesticar. Jesús, el Señor, es también la garantía de<br />
que "todas las fuerzas de intereses bastardos, de<br />
conformismo, de cobardía, de pesimismo histórico, que<br />
tratan de ahogar cuanto es contestación en nombre de la<br />
liberación y de la justicia, serán impotentes para eliminar<br />
de la historia la resistencia contra el egoísmo, la injusticia<br />
y la opresión".<br />
8. EL ANHELO DE VIVIR: V/DESEOS:<br />
Es un dato de experiencia que todos sentimos un profundo<br />
deseo de vivir, y de vivir en armonía, en comunión con los<br />
hombres y con el universo entero. Pero frente a tal deseo<br />
se impone una realidad muy distinta: la limitación de<br />
nuestro cuerpo, la injusticia, la separación... y la muerte.<br />
Sin embargo, algo dentro de nosotros se resiste a este<br />
fracaso; por eso, los hombres buscamos salidas a estos<br />
problemas, especialmente al mayor: a la muerte.<br />
-LOS ANHELOS Y LAS PROMESAS DE ISRAEL<br />
También Israel sintió tales anhelos y sufrió idénticas<br />
decepciones; sin embargo, a Israel se le habían hecho una<br />
serie de promesas: vivir por encima de fracasos y<br />
pecados, comunicación plena con todos los hombres,<br />
armonía con el Universo, etc. Todas estas promesas no<br />
eran sino respuestas, soluciones a las angustias del<br />
hombre.<br />
-EL CUMPLIMIENTO DE ESAS PROMESAS EN JESÚS<br />
En determinado momento de la historia surge un hombre,<br />
Jesús de Nazaret, que dice que en él se cumplen todas las<br />
promesas que le habían sido hechas a Israel: "Yo soy la
esurrección y la vida" (Jn 11, 25). Pero ese hombre, un<br />
buen día, es apresado, juzgado y condenado a muerte.<br />
-UN GRUPO DE HOMBRES PROCLAMAN EL HECHO<br />
Aquel hombre había formado un grupo de seguidores.<br />
Estos, tras su muerte, se dispersan. Pero a los pocos días<br />
estos hombres se reúnen y proclaman un hecho; que<br />
Jesús de Nazaret, aquél a quien los sumos sacerdotes<br />
habían crucificado, ha resucitado, cumpliendo así las<br />
promesas que se le habían hecho a Israel y dando<br />
respuesta al problema más angustioso de todos los<br />
tiempos: la muerte había sido derrotada. Los pescadores<br />
tímidos e ignorantes, llenos de miedo, se han convertido<br />
ahora en ardientes propagandistas que se dejarán matar<br />
por defender su convicción de que Jesús ha resucitado.<br />
-LOS APÓSTOLES VIVIERON UNA EXPERIENCIA<br />
DESCONCERTANTE<br />
Aquellos hombres habían quedado llenos de dudas tras la<br />
muerte de su jefe y su guía. Y aunque él les había hablado<br />
de resucitar al tercer día, esto no es sino una expresión<br />
que ellos la entendían como: "al final de los tiempos"; por<br />
eso, los apóstoles no esperaban la resurrección inmediata<br />
de Jesús; era algo que no entra, ni por asomo, en su<br />
imaginación. Tan cierto es esto que, cuando Jesús se<br />
manifieste a sus discípulos, éstos no le van a crecer al<br />
principio.<br />
Pero algo sucede, y algo desconcertante, que obliga a los<br />
discípulos a superar sus dudas, sus temores; algo distinto<br />
de una resurrección al estilo de la de Lázaro, y distinto a<br />
una aparición cualquiera; algo maravilloso, nuevo, distinto<br />
a cuantas experiencias podían haber tenido hasta<br />
entonces: viven la experiencia de que su maestro ha<br />
resucitado, de que un hombre como ellos ha resucitado,<br />
ha superado los fracasos de esta existencia, de que a uno<br />
como ellos, Dios, su Padre, lo ha introducido en la vida<br />
definitiva.
-LA PRIMERA COMUNIDAD CRISTIANA SE CONVIERTE EN<br />
TESTIGO<br />
Ese algo que han experimentado los discípulos ha<br />
cambiado, ha transformado radicalmente a éstos y da<br />
lugar a la aparición de la primera comunidad cristiana. Es<br />
el primer acontecimiento histórico que se ha producido<br />
tras la cruz. En el momento de la muerte de Jesús los<br />
discípulos tienen miedo. Ahora se deciden a formar una<br />
comunidad en nombre de aquel muerto; ¿qué ha sucedido<br />
en el intermedio? Que el muerto ha resucitado y así lo han<br />
experimentado los discípulos, y por eso forman esa<br />
comunidad, comunidad que, por los motivos que han<br />
ocasionado su origen, se ha convertido en testigo, en el<br />
primer signo histórico que aparece del misterio pascual.<br />
-JESÚS HA SIDO RESUCITADO<br />
Dios Padre ha resucitado a Jesús y ahora Jesús existe y<br />
establece, con esta su nueva existencia, su reinado sobre<br />
el mundo entero, un mundo transformado. Por su<br />
resurrección, un hombre de nuestra tierra y raza se<br />
convierte en la cumbre efectiva de la creación entera, con<br />
lo cual la humanidad toda queda exaltada. Por eso la<br />
resurrección de Jesús nos atañe a todos. Si Jesús ha<br />
resucitado, también nosotros resucitaremos. "Porque si los<br />
muertos no resucitan, tampoco ha resucitado el Cristo, y si<br />
el Cristo no ha resucitado, nuestra fe es ilusoria...” (1 Cor<br />
15, 16 s).<br />
En la resurrección de Jesús se hace realidad ante nosotros<br />
el acontecimiento del fin: en él contemplamos el término<br />
hacia el que caminamos nosotros. En el resucitado<br />
contemplamos un hombre que ha triunfado sobre todos los<br />
fracasos de esta vida y que existe totalmente orientado<br />
hacia Dios y hacia los demás. Su resurrección es la<br />
anticipación de la nuestra; en Jesús resucitado se ha<br />
cumplido la promesa de Dios para él y para nosotros. Y,<br />
sin embargo, todo queda aún por hacerse: la resurrección
de Jesús es nuestra esperanza y nuestra exigencia de<br />
transformación histórica de la vida.<br />
-JESÚS VIVE<br />
Que Jesús ha resucitado significa que, desde los primeros<br />
discípulos hasta nuestros días, hay una serie de personas<br />
que tienen la experiencia real de que Jesús vive. Se trata<br />
de descubrir y afirmar que Jesús está entre nosotros.<br />
Lo que interesa es que nosotros, como los primeros<br />
discípulos, tengamos la experiencia de que Jesús ha<br />
resucitado, sintamos en nuestras carnes que Jesús vive,<br />
porque hayamos entrado en contacto con él, y que esto<br />
transforme nuestras vidas como transformó las vidas de<br />
sus discípulos primeros.<br />
9.<br />
La Resurrección de J.C. es el origen, el objeto y el<br />
fundamento de la fe cristiana. En la medida en que fuera<br />
incierta o dudosa la Resurrección, sería incierta o dudosa<br />
la fe cristiana. No hay comunidad cristiana -ni del siglo<br />
primero ni del siglo XX- cuya verdad central no sea ésta:<br />
¡Cristo ha resucitado! Siempre habrá que traer a la<br />
memoria la frase tan sabida de Pablo: "Si Cristo no ha<br />
resucitado, vana es nuestra predicación y vana vuestra fe"<br />
(1Co/15/14). "Tanto ellos (los Doce) como yo, esto es lo<br />
que predicamos; esto es lo que habéis creído" (v. 11).<br />
Si la muerte de Jesús en la cruz hubiera sido el último<br />
episodio de aquella vida, no se hubiera escrito ni una<br />
página del N.T., ni hubiera surgido la Iglesia. No hubiera<br />
llegado a nosotros ni el Padre-nuestro, ni las<br />
Bienaventuranzas, ni sus bellísimas parábolas... La historia<br />
no hubiera conservado ni el nombre de Jesús de Nazaret.<br />
Hubiera quedado olvidado como uno más en la larga lista<br />
de condenados por Roma a la pena de la crucifixión.
Pero la muerte de Jesús no fue el último episodio de<br />
aquella vida. La sentencia dictada por Pilato contra Jesús<br />
no fue la última palabra en aquel proceso. La última<br />
palabra estaba todavía por decirse, por pronunciarse. La<br />
última palabra fue pronunciada por Dios Padre resucitando<br />
a Jesús de entre los muertos. La Resurrección es la<br />
revisión de aquel proceso entablado contra Jesús y que,<br />
aparentemente, sus enemigos habían ganado, y la<br />
ratificación de la sentencia. Dios había apostado por Jesús,<br />
confirmando solemnemente toda su predicación y<br />
actuación. Luego Jesús tenía razón. Luego Jesús tenía<br />
razón cuando proclamaba por los caminos que Dios es el<br />
Padre de todos, que Dios es amor al hombre, y nos decía<br />
que todos éramos hermanos y que teníamos que vivir<br />
como hermanos. Luego Jesús tenía razón cuando nos<br />
invitaba a pasar por la vida haciendo bien todas las cosas<br />
y haciendo el bien a todos.<br />
Hay verdades y verdades. Hay acontecimientos y<br />
acontecimientos. Hay verdades teóricas, que no nos<br />
conciernen íntima y vitalmente, y que nosotros aceptamos<br />
simplemente con la cabeza. Pero hay verdades y<br />
acontecimientos que son decisivos, radicalmente decisivos<br />
para el hombre: toda la persona queda comprometida,<br />
afectada. Exigen una respuesta total, que implican la fe y<br />
la conversión, es decir, un cambio radical en nuestra<br />
forma de pensar, de sentir y de vivir.<br />
La Resurrección es la verdad más importante, y es<br />
también la más decisiva, la más radicalmente decisiva. Es<br />
una verdad cargada de infinitas consecuencias para la<br />
persona que la acoge. Exige la conversión; exige decir que<br />
"sí" a Jesús, con todas las infinitas e imprevisibles<br />
consecuencias que ese "sí" implica. Confesar y celebrar la<br />
Resurrección exige vivir como Jesús vivió, vivir como<br />
Jesús nos enseñó a vivir. "Lo viejo pasó; ahora comienza<br />
lo nuevo" (2Co/05/17). Y surge un hombre nuevo, que no<br />
se pertenece a sí mismo, sino que pertenece a su Señor y<br />
vive para él. Y se convierte en testigo.
La Resurrección no es una verdad puramente teórica, que<br />
pueda, sin más, ser aceptada intelectualmente, sino que<br />
es una verdad vital, existencial, que afecta íntima y<br />
vitalmente a la totalidad de la persona, que sólo puede ser<br />
acogida en la fe y en la conversión. No creemos de verdad<br />
en la Resurrección si no creemos del todo, y no creemos<br />
del todo si no nos tomamos totalmente en serio aquello<br />
que creemos y ajustamos nuestra vida a las exigencias de<br />
esa verdad central de nuestra fe, que tiene luz y fuerza<br />
capaces de cambiar todas nuestras personas y todas<br />
nuestras vidas.<br />
Evoquemos, para confirmación de esto, el primer discurso<br />
de Pedro al pueblo judío: "Vosotros lo matasteis, pero Dios<br />
lo ha resucitado" (Hch/02/23-24). Los oyentes escuchan<br />
aquella predicación con el corazón compungido, y dicen a<br />
los Doce: "¿Qué hemos de hacer, hermanos?" (He 2'37). Y<br />
Pedro, en nombre de los Doce: "Convertíos y bautizaos en<br />
el nombre de Jesús". Y a continuación, el autor del libro de<br />
los Hechos nos describe aquel insólito, nunca visto ni<br />
imaginado estilo de vida de la primitiva comunidad<br />
cristiana. Se había estrenado, por primera vez en la<br />
historia, como consecuencia de la fe en la Resurrección, el<br />
ideal del Evangelio, que es el ideal del amor y de la<br />
fraternidad. Los tres famosos sumarios del libro de los<br />
Hechos son un conmovedor y bello testimonio de la<br />
conducta de aquellos hombres que creen en la<br />
Resurrección de Jesús (He 2,42-47; 4,32-35; 5, 12-16).<br />
Y podemos evocar también el caso ejemplar de Pablo. El<br />
encuentro de Pablo con Cristo Resucitado a las puertas de<br />
Damasco enciende en Pablo la fe en la Resurrección.<br />
Aquella fe parte en dos mitades la persona y la vida de<br />
Pablo. Pablo quedó deshecho y rehecho. Y surge un<br />
hombre nuevo. El encarnizado perseguidor se convierte en<br />
el más apasionado seguidor de Jesús. Y desde aquel<br />
instante vivirá totalmente para su Señor (Ro 14,8) y<br />
consagrará toda su vida para la causa de su Señor (He<br />
15,26).
La fe en la Resurrección iluminará y transformará las vidas<br />
de Pablo y de los Doce y los lanzará a todos los horizontes<br />
del mundo, proclamando con una audacia, firmeza y<br />
perseverancia indomables la Buena Noticia de la<br />
Resurrección. Y nada ni nadie -ni las prohibiciones, ni las<br />
amenazas, ni los castigos de las autoridades- podrán<br />
impedir que sigan inquietando a todos con aquel extraño<br />
mensaje. Y en pocos años, la increíble noticia, avalada y<br />
hecha creíble por el testimonio de vida de los<br />
predicadores, hará surgir florecientes comunidades<br />
cristianas por el vasto Imperio Romano.<br />
50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />
RESURRECCIÓN<br />
10-18<br />
10. EL DÍA QUE HIZO EL SEÑOR: /SAL/117/24<br />
Este es el DÍA que hizo el Señor, canta gozosa la Iglesia<br />
en el Día de Pascua. Este DÍA de triunfo, de gloria, de<br />
promesas cumplidas, es el DÍA que hizo el Señor, es el<br />
DÍA por antonomasia de los cristianos. No lo son el Jueves<br />
ni el Viernes Santos, días en los que Cristo dio la medida<br />
exacta de su talla gigantesca. No. El DÍA que no necesita<br />
calificativos ni apellidos (como son ahora los hombres<br />
famosos a los que se les conoce sólo por el nombre e<br />
incluso por las iniciales) es el <strong>Domingo</strong> de Resurrección.<br />
Hoy.<br />
Este DÍA irrumpe sin que nada ni nadie pueda detenerlo<br />
en el horizonte de la vida cristiana para que, como decía
San Pablo, no seamos los más miserables de los hombres<br />
ni sea vana nuestra fe. El sepulcro vacío, sin cadáver, es<br />
una llamada a la esperanza y a lo que debe ser el estilo de<br />
vida cristiano, un estilo de vida que tiene por norte un<br />
HOMBRE RESUCITADO, porque el Dios cristiano no es un<br />
Dios de muertos, sino de vivos, un Dios que quiere que los<br />
hombres sean felices y gocen y rían; un Dios que quiere<br />
que los hombres sean hombres de verdad, capaces de<br />
comprender al hombre, de compartir con él la alegría y el<br />
dolor, la escasez y la abundancia, los proyectos y las<br />
decepciones; un Dios que quiere que vivamos en una<br />
espléndida libertad porque El murió y vivió precisamente<br />
para que seamos libres, con una libertad como nada ni<br />
nadie puede darnos, porque está apoyada en la verdad. Lo<br />
dijo El en su vida pública con toda rotundidad.<br />
Es inconcebible cómo teniendo este DÍA como quicio en el<br />
que se apoya nuestra fe, y por consiguiente nuestra vida,<br />
hayamos dado al mundo, en tantas ocasiones, el<br />
espectáculo de un cristianismo duro, aburrido, intolerante<br />
y hasta cruel. Es incomprensible pero es funesta<br />
costumbre no arrumbada del todo. En buena lógica no<br />
podría haber en el mundo hombres más equilibrados que<br />
los cristianos, quizá porque tenemos como fundamento de<br />
nuestra vida la resurrección que supone el triunfo<br />
definitivo sobre lo que resulta más doloroso e inexplicable:<br />
la muerte.<br />
Hoy es un DÍA de buenas noticias y el mundo está<br />
necesitando sin duda que le lluevan noticias favorables,<br />
noticias que le descubran lo mucho que hay en el hombre<br />
de bueno si es capaz de vivir, como dice hoy San Pablo en<br />
su carta, buscando las cosas del cielo y no las de la tierra.<br />
Naturalmente que lo dice para aquéllos que, creyendo en<br />
la resurrección, se sienten ya resucitados con Cristo. Esta<br />
postura de Pablo, que la hizo vida de su vida, supone un<br />
estilo que apenas tiene nada que ver con el estilo al uso,<br />
pero hay que advertir que buscar las cosas del cielo no es,<br />
ni mucho menos, vivir un angelismo desencarnado y<br />
simplista (algo así como el famoso «opio del pueblo»).
Buscar las cosas del cielo es vivir conociendo<br />
perfectamente las de la tierra para ordenarlas<br />
debidamente según una jerarquía de valores y cuando<br />
llegue la hora de elegir, que llegará en algún momento, lo<br />
hagamos desde una fe que se fortalece hoy: la fe en Cristo<br />
resucitado.<br />
Creer en Cristo resucitado tiene que producir en los<br />
cristianos, en todos nosotros, un cambio que -repito-<br />
resume San Pablo en la Epístola de hoy de modo tan<br />
conciso: buscar las cosas del cielo para hacerlas realidad<br />
en la tierra, que es donde vivimos y donde tenemos que<br />
hacer que Cristo viva para que los hombres crean de<br />
verdad que ha resucitado y camina con nosotros en el día<br />
a día que, a veces, resulta un tanto fatigoso. El DÍA que<br />
hizo el Señor, hoy, es un reto importante en nuestra vida.<br />
Es un DÍA que no puede acabar cuando hayamos cantado<br />
con especial énfasis el Gloria y el Aleluya que la liturgia<br />
pone como demostración comunitaria de alegría, sino que<br />
tiene que ser el origen de un cambio profundo para que<br />
quienes nos vean adivinen nuestra fe en la resurrección y<br />
perciban la impronta de esa buena noticia que tenemos y<br />
que no pretendemos guardar avaramente, sino darla a los<br />
demás, porque comprendemos que haciéndolo servimos al<br />
hombre y le indicamos, con toda sencillez, el camino que<br />
conduce a Dios, un Dios que ha vencido a la muerte<br />
precisamente para que el hombre no mate ni muera, sino<br />
que viva con la mayor intensidad posible.<br />
La resurrección necesitó testigos en su momento; los<br />
necesita hoy también: los cristianos. Pero sólo según<br />
vivamos, nuestro testimonio será fiable.<br />
11.<br />
1. El acontecimiento pascual, sacramentalmente celebrado<br />
en la eucaristía, no se reduce sólo a Cristo y a la Iglesia,<br />
sino que tiene relación con el mundo y con la historia. La
eucaristía pascual es promesa de la Pascua del universo,<br />
una vez cumplida la totalidad de la justicia que exige el<br />
reino. Todo está llamado a compartir la Pascua del Señor,<br />
que, celebrada en comunidad, anticipa la reconciliación<br />
con Dios y la fraternidad universal.<br />
2. En el día pascual de la resurrección, Jesús se apareció a<br />
las «mujeres», a los discípulos de Emaús y a los Once en<br />
el cenáculo. Comió con todos ellos. Son comidas<br />
transitorias entre la resurrección y la venida del Espíritu.<br />
Estas comidas expresan el perdón a los discípulos y la fe<br />
en la resurrección. Enlazan las comidas prepascuales de<br />
Jesús con la eucaristía.<br />
3. Denominada «fracción del pan» por Lucas y «cena del<br />
Señor» por Pablo, se celebraba al atardecer, a la hora de<br />
la comida principal. Había desde el principio un servicio<br />
eucarístico (mesa del Señor) y un servicio caritativo (mesa<br />
de los pobres). Se festejaba el «primer día de la semana»,<br />
con un ritmo celosamente observado. Surge así la<br />
celebración del día del Señor (pascua semanal), y poco<br />
después la celebración anual de la Pascua.<br />
REFLEXIÓN CRISTIANA:<br />
¿Vivimos un cristianismo gozosamente pascual?<br />
12.<br />
1. El amor nos hace ver a Jesús<br />
El evangelio de hoy es una alegoría de Juan que nos hace<br />
descubrir qué necesitamos para «ver» a Jesús en su nueva<br />
dimensión de Hombre Nuevo.<br />
Es el primer día de la semana, aún de madrugada, casi a<br />
oscuras, cuando la fe aún no ha iluminado nuestro día.<br />
Estamos, como la Magdalena, confusos y llorosos, mirando<br />
con miedo el vacío de una tumba. Ese vacío interior que a
veces nos invade: cansancio de vivir, acciones sin sentido,<br />
rutina. El vacío que se nos produce cuando estamos en<br />
crisis y los esquemas antiguos ya no tienen respuesta;<br />
cuando sentimos que tal acontecimiento o nueva doctrina<br />
nos quita eso seguro a lo que estábamos aferrados.<br />
Cuando tomamos conciencia de ello, nos asustamos,<br />
creyendo que se derrumba nuestro mundo bien armado.<br />
¿Y Jesús? Nos lo han robado, justamente a nosotros que<br />
creíamos tenerlo tan seguro, tan bien «conservado».<br />
Habíamos casado a Jesús con cierto modo muy definido de<br />
vivir, como si el tiempo se hubiera detenido para que<br />
nosotros pudiéramos gozar y recrearnos indefinidamente<br />
en ese mundo ya hecho y terminado.<br />
Pero sobreviene la crisis, cae ese mundo y Cristo<br />
desaparece... Entonces pedimos ayuda, y Pedro y Juan<br />
comienzan a correr... ¿Será posible que Jesús no esté allí<br />
donde lo habíamos dejado debajo de una pesada piedra<br />
para que no escapara?<br />
Es la pregunta de la comunidad cristiana, atónita cuando<br />
algo nuevo sucede en el mundo o en la Iglesia, y debe<br />
recomponer sus esquemas. Pedro y Juan se largan a la<br />
carrera. Pedro, lo institucional de la Iglesia. Juan, el amor,<br />
el aspecto íntimo. El amor corre más ligero y llega antes,<br />
pero deja paso a la autoridad para que investigue y<br />
averigüe qué ha pasado. Pedro observa con detenimiento<br />
todo, pero no comprende nada. Mas Juan, el discípulo «a<br />
quien Jesús amaba», el que había estado a los pies de la<br />
cruz en el momento en que todos abandonaron al<br />
maestro, el que vio cómo de su corazón salía sangre y<br />
agua, el que recibió a María como madre..., el Juan que<br />
compartió el dolor de Cristo, «vio y creyó». Intuyó lo que<br />
había pasado porque el amor lo había abierto más al<br />
pensamiento de Jesús. Pedro siempre había resistido a la<br />
cruz y al camino de la humillación; el orgullo lo había<br />
obcecado y no se decidía a romper sus esquemas galileos.
Pero tiempo más tarde, cuando junto al lago de Genesaret<br />
Jesús le exija el triple testimonio de amor: "¿Me amas más<br />
que éstos?", y le proponga seguirlo por el mismo derrotero<br />
que conduce a la cruz, entonces Pedro será recuperado y<br />
no solamente creerá, sino que -como hemos leído en la<br />
primera lectura- dará testimonio de ese Cristo resucitado<br />
que "había comido y bebido con él después de la<br />
resurrección".<br />
La lección del Evangelio es clara: sólo el amor puede<br />
hacernos ver a Jesús en su nueva dimensión; sólo quien<br />
primero acepta su camino de renuncia y de entrega,<br />
puede compartir su vida nueva.<br />
Inútil es, como Pedro, investigar, hurgar entre los lienzos,<br />
buscar explicaciones. La fe en la Pascua es una<br />
experiencia sólo accesible a quienes escuchan el Evangelio<br />
del amor y lo llevan a la práctica.<br />
El grano de trigo debe morir para dar fruto. Si no<br />
amamos, esta Pascua es vacía como aquella tumba. Si<br />
esta Pascua no nos hace más hermanos, sus palabras son<br />
mentirosas. Si esta comunidad no vive y crece en el amor,<br />
si no pasa «haciendo el bien y curando a los oprimidos»<br />
(primera lectura), ¿cómo pretenderá dar testimonio de<br />
Cristo? ¿Y cómo lo podrá ver y encontrar si Cristo sólo<br />
está donde "dos o tres se reúnen en mi nombre"?<br />
2. La Pascua, levadura del mundo<br />
El breve mensaje de Pablo (segunda lectura) sirve de<br />
magnífico cierre para estas reflexiones de cuaresma y<br />
semana santa. «Basta un poco de levadura para fermentar<br />
toda la masa.» No nos preguntemos con los técnicos de<br />
estadísticas cuántos somos los cristianos en el mundo, es<br />
decir, los bautizados por el agua. Lo que importa es cómo<br />
vivimos esa fe -y aquí no podemos hacer estadísticas-, si<br />
como levadura vieja o nueva. Hace dos mil años, un<br />
pequeño grupo de hombres, conscientes de la Presencia<br />
viva de Cristo y llenos de su Espíritu, se metieron
sigilosamente en la gran masa humana, colocando en ella<br />
la nueva levadura de la Pascua. Ya conocemos los<br />
resultados.<br />
Hoy los cristianos somos un escaso grupo, aunque<br />
numéricamente grande, en proporción al mundo moderno<br />
y sus problemas. Pero no es esa la cuestión que debe<br />
preocuparnos. El interrogante es otro: ¿Qué significamos<br />
para el mundo de hoy? ¿Qué nueva levadura aportamos?<br />
¿Qué representará para los hombres de este 1978 el que<br />
nosotros hayamos celebrado una Pascua más? Pablo nos<br />
invita a celebrarla «con los panes ácimos de la sinceridad<br />
y la verdad». Quizá sea éste nuestro camino y el mejor<br />
aporte a un mundo corrompido por la mentira. Predicarles<br />
el mensaje de la verdad con una vida nueva, amasada de<br />
sinceridad... Bastará un poco. y con el tiempo fermentará<br />
toda la masa.<br />
13.<br />
1. La Resurrección, signo del Reino<br />
Es muy común considerar la resurrección de Jesús como<br />
un simple milagro biológico por el cual un cadáver tomó<br />
nuevamente vida para no abandonarla. O bien centrar<br />
toda la atención en la crónica de los relatos evangélicos<br />
como si éstos trataran de una descripción minuciosa de<br />
hechos que hubiesen sido presenciados por testigos<br />
oculares, algo así como hacen nuestros periodistas<br />
modernos.<br />
Si todo se redujera a esto llegaríamos a una muy confusa<br />
conclusión, ya que si leemos los diversos relatos tanto de<br />
los evangelistas como de Pablo, nos encontraríamos con<br />
que existen evidentes contradicciones entre ellos, tanto<br />
acerca de la presencia de las mujeres, como de los<br />
apóstoles, del ángel y otras circunstancias más.
Si, en cambio, partimos de que para la primitiva<br />
comunidad cristiana la resurrección de Jesús es el<br />
acontecimiento fundamental de su fe y de que los relatos<br />
tratan de ahondar en el sentido de ese acontecimiento,<br />
nos encontramos con que nuestros ojos deben estar muy<br />
abiertos para saber descubrir el significado o los<br />
significados profundos de ese signo llamado<br />
«resurrección», que será siempre para la ciencia y para la<br />
historia un verdadero enigma.<br />
En efecto, la resurrección no se instala en el más acá de la<br />
historia, sino en el más allá, pues es la misma puerta de<br />
entrada al Reino definitivo de Dios y su manifestación<br />
suprema. Comprender o pretender comprender la<br />
resurrección con un criterio biologista o simplemente<br />
historicista es lo mismo que querer abarcar el misterio del<br />
Reino desde esos mismos ángulos. Si toda la vida de Jesús<br />
no fue sino el abrirse del Reino tanto por sus palabras<br />
como por sus actos (signos), su resurrección fue la<br />
irrupción plena del Reino en el mundo, como si se<br />
anticipara en Cristo a fin de que los demás hombres nos<br />
aferráramos a él con segura confianza. Es así como Pablo<br />
pudo decirles a los corintios que dudaban del significado<br />
de la resurrección: "si Cristo no ha resucitado, nuestra fe<br />
es inútil" (1 Cor 15,14).<br />
Quizá todo esto pueda sorprendernos, pero no nos debiera<br />
sorprender si pensamos que el Reino no es el<br />
establecimiento de cierta institución religiosa en el mundo<br />
(tal como pensaban los judíos) sino el advenimiento de la<br />
liberación total a un hombre que se siente pobre, ciego,<br />
oprimido, en lágrimas o muerto.<br />
La palabra "resurrección", que de por sí sólo significa<br />
«levantarse», es la expresión evangélica de que en Cristo<br />
el Reino es ya una plena realidad. Cristo -como recuerda<br />
Rom 6,3-11- es el primero en ser liberado radicalmente de<br />
toda forma humana de servidumbre (servidumbre a la ley,<br />
al pecado y a la muerte, según Pablo) para surgir como un<br />
hombre que sólo ahora puede llamarse con propiedad
«nuevo» porque no tiene ejemplar alguno similar en la<br />
raza humana adamítica.<br />
Y siendo Cristo la cabeza de una nueva raza de hombres,<br />
el primero entre todos, su resurrección no se cierra en él<br />
como una aureola particular, sino que pasa a ser en la<br />
esperanza el patrimonio de toda la humanidad creyente.<br />
Creer en la resurrección de Cristo es mucho más que<br />
afirmar que él fue sacado por Dios de la tumba; es<br />
reconocer que el proyecto de Dios se realiza en cada<br />
hombre, ahora sólo entre luchas y como primicias,<br />
mañana como total realidad. Por esto, la resurrección es la<br />
garantía de nuestro sentido de trascendencia. Los<br />
cristianos creemos --o debiéramos creer, por lo menos-<br />
que si hoy reina en el mundo la opresión bajo variadas<br />
formas, si nuestra historia se rige por la ley del más fuerte<br />
o astuto, si el odio y la ambición funcionan como motores<br />
de muchas gestas humanas, también estamos<br />
convencidos de que esa triste realidad puede cambiar y<br />
debe cambiar, no sólo relativamente sino absolutamente.<br />
En síntesis: la palabra o el concepto de «resurrección»<br />
pretende significar que el Reino triunfa sobre el mundo<br />
tenebroso. El triunfo del Reino es la victoria de la vida en<br />
cuanto tal, la victoria sobre las limitaciones humanas,<br />
sobre los conflictos que prostituyen al hombre, sobre los<br />
obstáculos que se oponen a una liberación plena.<br />
Subrayamos la palabra «plena» porque el Reino de por sí,<br />
por ser de Dios, es plenitud de vida. En Cristo está esa<br />
plenitud, por eso él es nuestra plenitud, y en él vemos<br />
como anticipadamente cuál es la última intención de Dios<br />
sobre el hombre.<br />
Jesús alcanza la resurrección después de pasar por la<br />
puerta estrecha de la muerte. En este sentido su<br />
resurrección nos muestra que morir como murió Cristo, en<br />
libertad y por amor, no es algo sin sentido, que su muerte<br />
no fue inútil ni el trágico desenlace que nos puede<br />
emocionar pero que sigue siendo un hecho «irreparable»,
tal como sucede en los cementerios donde encontramos<br />
lápidas que rezan la «irreparable pérdida que los deudos<br />
lloran acongojados».<br />
El viernes santo veíamos en la muerte de Jesús la muerte<br />
brutal, anónima, silenciosa o heroica de millones de<br />
hombres sacrificados al ritmo de una historia manejada<br />
por las manos de los poderosos. Pues bien, esas muertes<br />
no son un absurdo ni una pérdida definitiva. Desde la<br />
resurrección de Cristo, ellas aparecen como una positiva<br />
contribución a la caída definitiva de toda estructura<br />
opresora -sea del signo que sea- que impida al hombre<br />
llegar a ser aquello para lo que fue llamado: la imagen de<br />
Dios, del Dios de la vida.<br />
Que tal resurrección sea una utopía o un sueño de niños<br />
ingenuos no es algo que debamos discutir hoy. El cristiano<br />
no se avergüenza de creer en esta utopía, pues lo es, ya<br />
que «no tiene cabida aquí entre nosotros todavía».<br />
Porque creemos en esta utopía -la utopia del Reino- aún<br />
podemos llamarnos cristianos. Y a eso le damos el nombre<br />
de esperanza. Y esta esperanza es al fin y al cabo la<br />
palanca que mueve la historia.<br />
2. La Resurrección, fruto de la lucha diaria<br />
La resurrección del domingo de Pascua no puede ser<br />
entendida si la desconectamos de toda la vida de Jesús.<br />
En efecto, Cristo no se encontró de repente y<br />
sorpresivamente con la resurrección que le ofrecía Dios;<br />
en realidad, recogió en su muerte lo que había sembrado<br />
durante toda su vida. Jesús luchó por la pervivencia del<br />
Reino entre los hombres; lo anunció, pero también lo hizo<br />
efectivo: dio de comer a los hambrientos, curó a los<br />
enfermos, se enfrentó con las autoridades, rebatió sus<br />
esquemas religiosos, criticó duramente la actitud de zorros<br />
de algunos y la voracidad de otros, sin pensar en ningún<br />
momento que todo se iba a resolver buenamente en la<br />
otra vida. No fue un piadoso idealista, un romántico de la
evolución social o un poeta de la utopía. De ello dan<br />
testimonio todos los evangelios.<br />
Sin embargo, no siempre el cristiano entendió que la<br />
esperanza del Reino -o de la resurrección- no podía<br />
limitarse a cruzar los brazos para que con la muerte todo<br />
se solucionara. Esta actitud fue definida en el siglo pasado<br />
como «opio del pueblo», como cortina de humo que<br />
impide al hombre asumir toda su responsabilidad en la<br />
liberación de los pueblos y de sí mismo. El cristianismo -<br />
como se desprende de los relatos de la resurrección- no es<br />
la religión de los muertos. «No busquéis entre los muertos<br />
al que está vivo...» No anuncia que la muerte todo lo<br />
resuelve y que es mejor estar en el cementerio con Dios<br />
que aquí entre los hombres. Por todo ello, nuestra fe en la<br />
resurrección implica por su misma esencia un compromiso<br />
cotidiano y real para que la liberación del Reino se haga<br />
presente aquí y ahora, si bien reconocemos de antemano<br />
que tal liberación podrá no ser completa y definitiva. Pero<br />
menos podrá ser completa si nos desentendemos de los<br />
conflictos que hoy vive la humanidad para refugiarnos en<br />
la religión del sopor y de la mentira.<br />
La crisis de fe que atraviesa el mundo moderno no tiene<br />
por motivo la persona de Jesucristo ni la validez de su<br />
evangelio sino precisamente la ausencia de Cristo y del<br />
evangelio en el cristianismo tal como se lo vive. No es de<br />
fe de lo que se nos acusa sino de pereza y cobardía, dos<br />
vicios que son el anti-cristo por antonomasia. Decíamos<br />
que la resurrección del hombre y de la historia debe ser<br />
sembrada con hechos concretos. Los cristianos hemos<br />
pecado de idealismo y de buenas palabras. Tampoco<br />
bastan las buenas intenciones, ni siquiera las oraciones<br />
que hacemos por la paz, por los pobres y por cuanta<br />
necesidad hay en el mundo. Se necesitan estructuras<br />
concretas -perdonen si insistimos en esta palabra<br />
«concreta»- para que todo el esfuerzo que se derrocha en<br />
palabras durante todos los domingos del año se<br />
transforme en acciones mancomunadas, organizadas,
pensadas, evaluadas, criticadas y superadas con un<br />
esfuerzo constante.<br />
Por eso decíamos al principio que no se puede entender la<br />
resurrección de Jesús si no se la relaciona con toda su<br />
vida. Cuando Jesús dio su último aliento, terminó de<br />
triunfar en él la vida; pero ese triunfo comenzó cuando<br />
prefirió la pobreza de Belén, la oscuridad de Nazaret, la<br />
compañía de publicanos y prostitutas, el mal aliento de los<br />
leprosos, el hambre de los pobres, el dolor de los<br />
enfermos, etc.<br />
Signo de este inteligente esfuerzo de Jesús es la creación<br />
de una comunidad que continúa en el tiempo y en el<br />
espacio la obra iniciada por él. Si él se limitó más bien a<br />
las ovejas perdidas de Israel y no traspasó los confines de<br />
su patria, envió a los suyos a proclamar el evangelio del<br />
Reino hasta los confines del mundo y hasta el final de los<br />
tiempos.<br />
Por eso resucitó Jesús: para que hasta ese final, hasta la<br />
plenitud de la historia los hombres contáramos con su<br />
presencia, acicate y exigencia de una lucha que dentro o<br />
fuera del cristianismo no se puede detener...<br />
3. La Resurrección, eclosión del Espíritu Pascua es «la<br />
fiesta» cristiana por antonomasia; es «el día del Señor»,<br />
que se prolonga a lo largo de todo el año en cada<br />
domingo, pequeña pascua semanal. Pero es la fiesta de<br />
una comunidad renovada por el Espíritu de la vida. Según<br />
Pablo, fue el Espíritu Santo el que dio vida al cuerpo de<br />
Jesús transformándolo en el Señor y la cabeza de la<br />
Iglesia (Rom 8,11).<br />
Pues bien, la Pascua -tan íntimamente relacionada con<br />
Pentecostés por lo que acabamos de decir, de tal forma<br />
que conforma con ella una sola solemnidad- adquiere<br />
sentido desde una comunidad cristiana que se renueva<br />
permanentemente a impulsos del Espíritu. Si la Nueva<br />
Alianza es la obra del Espíritu que graba en nuestros
corazones la ley del amor, la Pascua es la eclosión e<br />
irrupción de ese Espíritu en hombres dispuestos a decirle<br />
sí a la vida.<br />
Una de las experiencias más tristes del cristianismo es la<br />
de haber perdido la frescura del Espíritu, el permanente<br />
rebrotar de la primavera. Nunca podemos olvidarnos de<br />
que Jesús resucita en la luna llena de la primavera, como<br />
si toda la naturaleza que despierta de la muerte invernal<br />
fuese el preludio de un renacimiento universal, tanto de<br />
los hombres como del universo entero, como interpreta<br />
Pablo (Rom 8,19-23).<br />
Pues bien -aunque en los domingos del tiempo pascual<br />
vamos a tener la oportunidad de reflexionar más<br />
detenidamente sobre este tema-, es importante que hoy<br />
tomemos conciencia de que una Pascua que no suponga la<br />
renovación de la comunidad es una pascua vacía. Es cierto<br />
que el empuje de una comunidad no puede ser constante<br />
y supone sus altibajos; por eso cada año surge la Pascua,<br />
cíclicamente, como una llamada a despertar y revitalizar lo<br />
que se ha transformado con el tiempo en rutina, tedio,<br />
cansancio, aburrimiento e indiferencia.<br />
Vivir esta Pascua supone, por ejemplo, el esfuerzo por<br />
cambiar, por pensar de nuevo las cosas como si hoy<br />
mismo comenzáramos a hacerlas, como si todo lo ya<br />
hecho fuese sólo un peldaño en el ascenso hacia el Reino,<br />
plenitud de la vida.<br />
La Pascua nos urge a profundizar en el significado de los<br />
textos bíblicos -tal como hace Jesús con los discípulos de<br />
Emaús- para aprender a ver con nuevos ojos cosas que<br />
antes no veíamos o veíamos de un modo imperfecto.<br />
La Pascua no exige hoy preguntarnos por la marcha de<br />
esta comunidad, para ver si todo lo que se hace en ella<br />
está orientado al proyecto de Cristo, para encontrar los<br />
motivos de ciertos fracasos o para revisar por qué cierto<br />
esfuerzo no logra sus objetivos. Es inútil que hoy digamos
celebrar la Pascua si la vida de nuestra comunidad no<br />
acusa cambio positivo alguno, si todo sigue con el mismo<br />
ritmo de inercia. Cierta quietud y perezosa estabilidad de<br />
nuestras comunidades suenan más a sábado que a<br />
domingo de Pascua.<br />
El mejor testimonio de la resurrección de Jesús no son los<br />
textos bíblicos sino la renovación de la Iglesia, su<br />
constante rejuvenecimiento, su permanente búsqueda, su<br />
incansable acción.<br />
En este sentido, hoy podemos preguntarnos: ¿Cuál es la<br />
pascua o «paso» que debemos dar este año? ¿Trabajamos<br />
en la comunidad con alegría, con espíritu de comprensión,<br />
con respeto mutuo, con espíritu de diálogo, con ganas de<br />
aportar sentimiento, pensamiento y acción al proyecto<br />
común? ¿No hay aspectos en los cuales nos hemos<br />
quedado dormidos, o no existen ciertas estructuras que<br />
más parecen una tumba vacía sobre la que nos inclinamos<br />
a llorar como aquellas mujeres del relato bíblico? Es triste<br />
constatar cómo muchos feligreses abandonan sus<br />
parroquias porque allí «no pasa nada» (no hay pascua),<br />
no se dan oportunidades o se coartan las iniciativas. Y, sin<br />
embargo, suele suceder... Pascua no es una palabra; es<br />
acción, es la fuerza del Espíritu. No es un orden estático<br />
sino el constante movimiento de la historia; es urgencia<br />
por pensar, por aportar, por mejorar. Es apertura a las<br />
nuevas ideas, a la sangre joven, a arriesgadas<br />
iniciativas... Podemos también hoy preguntarnos. ¿Por qué<br />
los varones y en general los jóvenes no se suelen sentir<br />
identificados con la Iglesia, y esa misma gente que nada<br />
pudo o supo hacer en su comunidad cristiana es capaz de<br />
hacer tantas cosas y con tanto sacrificio en un sindicato,<br />
en un partido político o en una organización de barrio? ¿O<br />
no será que tampoco creemos en la presencia del Espíritu<br />
en la gente de nuestro pueblo, que es lo mismo que negar<br />
que «todos hemos resucitado con Cristo»? La Pascua<br />
cuestiona hoy a toda la Iglesia para que se mire a sí<br />
misma con sinceridad y se pregunte si el abandono masivo<br />
de tantos cristianos no se debe precisamente a que la
esurrección sólo es una palabra ritual, pero no la fuerza<br />
que dinamiza la vida de la sociedad.<br />
La Pascua es el centro de la vida cristiana, de la liturgia,<br />
de la catequesis. Y esta Pascua debe ser anunciada. Pero<br />
anunciar la Pascua no es solamente decir que «Cristo<br />
resucitó»... Es creer, es tener confianza en el futuro, es<br />
vivir con optimismo, es derrochar energía y alegría. Hoy<br />
se necesitan, como ayer, testigos de la resurrección, pero<br />
¿en qué consiste este testimonio que debe estar acorde<br />
con los tiempos que vivimos y con nuestra situación<br />
cultural y política?<br />
En síntesis: hoy debemos interiorizar la Pascua, traducir el<br />
testimonio de los textos evangélicos en una forma de vida<br />
capaz de ilusionar y esperanzar a cuantos viven en esta<br />
coyuntura histórica.<br />
Los apóstoles -como veremos en los próximos domingos-<br />
fueron testigos de una experiencia que transformó sus<br />
vidas. Pues bien, ¿cuál es esta experiencia nueva que<br />
debemos vivir y testificar? ¿Qué implica el dicho de Pablo<br />
de que «todos hemos resucitado con Cristo»? ¿De qué<br />
resucitamos y a qué resucitamos? Si Cristo es la<br />
primavera del mundo..., ¿cuáles son los brotes de esa<br />
primavera?<br />
14.<br />
AMENAZADOS DE RESURRECCIÓN<br />
él había resucitado de entre los muertos.<br />
Cada vez es más intenso el afán de todos por estrujar la<br />
vida, reduciéndola al disfrute intenso e ilimitado del<br />
presente. Es la consigna que encuentra cada vez más<br />
adictos: «Lo queremos todo y lo queremos ahora».<br />
.
No dominamos el porvernir y, por ello, es cada vez más<br />
tentador vivir sin futuro, actuar sin proyectos, organizar<br />
sólo el presente. La incertidumbre de un futuro demasiado<br />
oscuro parece empujarnos a vivir el instante presente de<br />
manera absoluta y sin horizonte. No parece ya tan<br />
importantes los valores, los criterios de actuación o la<br />
construcción del mañana. El mañana todavía no existe.<br />
Hay que vivir el presente.<br />
Sin embargo, cada uno de nosotros vive más o menos<br />
conscientemente con un interrogante en su corazón.<br />
Podemos distraernos estrenando nuevo modelo de coche,<br />
disfrutando intensamente unas vacaciones,<br />
sumergiéndonos en nuestro trabajo diario, encerrándonos<br />
en la comodidad del hogar. Pero, todos sabemos que<br />
estamos "amenazados de muerte".<br />
En el interior de la felicidad más transparente se esconde<br />
siempre la insatisfacción de no poder evitar su fugacidad<br />
ni poder saborearla sin la amenaza de la ruptura y la<br />
muerte. Y aunque no todos sentimos con la misma fuerza<br />
la tragedia de tener que morir un día, todos entendemos<br />
la verdad que encierra el grito de Miguel de ·Unamuno-M:<br />
«No quiero morirme, no, no, no quiero ni puedo quererlo;<br />
quiero vivir siempre, siempre, siempre, y vivir yo, este<br />
pobre yo que soy y me siento ser ahora y aquí».<br />
Este pobre hombre que somos todos y cuyas pequeñas<br />
esperanzas se ven tarde o temprano malogradas e,<br />
incluso, completamente destrozadas, necesita descubrir en<br />
el interior mismo de su vivir un horizonte que ponga luz y<br />
alegría a su existencia. Felices los que esta mañana de<br />
Pascua puedan comprender desde lo hondo de su ser, las<br />
palabras de aquel periodista guatemalteco que,<br />
amenazado de muerte, expresaba así su esperanza<br />
cristiana:<br />
«Dicen que estoy amenazado de muerte... ¿Quién no está<br />
amenazado de muerte? Lo estamos todos desde que<br />
nacemos... Pero hay en la advertencia un error
conceptual. Ni yo ni nadie estamos amenazados de<br />
muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de<br />
esperanza, amenazados de amor.<br />
Estamos equivocados. Los cristianos no estamos<br />
amenazados de muerte. Estamos «amenazados» de<br />
resurrección. Porque además del Camino y la Verdad, él es<br />
la Vida, aunque esté crucificada en la cumbre del basurero<br />
del Mundo».<br />
15<br />
DIOS LO HA RESUCITADO<br />
Vio y creyó...<br />
Pocos escritores han logrado hacernos intuir el vacío<br />
inmenso de un universo sin Dios, como el poeta alemán<br />
Jean Paul en su escalofriante "Discurso de Cristo muerto"<br />
escrito en 1795. Jean Paul nos describe una visión terrible<br />
y desgarradora. El mundo aparece al descubierto. Los<br />
sepulcros se resquebrajan y los muertos avanzan hacia la<br />
resurrección. Aparece en el cielo un Cristo muerto. Los<br />
hombres corren a su encuentro con un terrible<br />
interrogante: ¿No hay Dios? y Cristo muerto les responde:<br />
No lo hay. Entonces les cuenta la experiencia de su propia<br />
muerte: «He recorrido los mundos, he subido por encima<br />
de los soles, he volado con la vía láctea a través de las<br />
inmensidades desiertas de los cielos. Pues bien, no hay<br />
Dios. He bajado hasta lo más hondo a donde el ser<br />
proyecta su sombra, he mirado dentro del abismo y he<br />
gritado allí: ¡Padre! ¿Dónde estás? Sólo escuché como<br />
respuesta el ruido del huracán eterno a quien nadie<br />
gobierna... Y cuando busqué en el mundo inmenso el ojo<br />
de Dios, se fijó en mí una órbita vacía y sin fondo...».<br />
Entonces los niños muertos se acercan y le preguntan:<br />
Jesús, ¿ya no tenemos Padre? Y él contestó entre un río
de lágrimas: Todos somos huérfanos. Vosotros y yo.<br />
¡Todos estamos sin Padre!...».<br />
Después Cristo mira el vacío inmenso y la nada eterna.<br />
Sus ojos se llenan de lágrimas y dice llorando: «En un<br />
tiempo viví en la tierra. Entonces todavía era feliz. Tenía<br />
un Padre infinito y podía oprimir mi pecho contra su rostro<br />
acariciante y gritarle en la muerte amarga: ¡Padre! saca a<br />
tu hijo de este cuerpo sangriento y levántalo a tu corazón.<br />
Ay, vosotros, felices habitantes de la tierra que todavía<br />
creéis en El. Después de la muerte, vuestras heridas no se<br />
cerrarán. No hay mano que nos cure. No hay Padre...».<br />
Cuando el poeta despierta de esta terrible pesadilla, dice<br />
así. «Mi alma lloró de alegría al poder adorar de nuevo a<br />
Dios. Mi gozo, mi llanto y mi fe en El fueron mi plegaria».<br />
Cristianos habitados por una fe rutinaria y superficial, ¿no<br />
deberíamos sentir algo semejante en esta mañana de<br />
Pascua? Alegría. Alegría incontenible. Gozo y<br />
agradecimiento. «Hay Dios. En el interior mismo de la<br />
muerte ha esperado a Jesús para resucitarlo. Tenemos un<br />
Padre. No estamos huérfanos. Alguien nos ama para<br />
siempre». Y si ante Cristo resucitado, sentimos que<br />
nuestro corazón vacila y duda, seamos sinceros.<br />
Invoquemos con confianza a Dios. Sigamos buscándole<br />
con humildad. No lo sustituyamos por cualquier cosa. Dios<br />
está cerca. Mucho más cerca de lo que sospechamos.<br />
16.<br />
Para este proyecto he optado, en las misas de la mañana,<br />
por el evangelio de Marcos, el mismo de la Vigilia, por ser<br />
él el "evangelista del año". Para las misas vespertinas, por<br />
el de Lucas (Emaús): en este caso se sustituye el primer<br />
párrafo por el segundo. Como segunda lectura he elegido<br />
la de Colosenses.<br />
• (La mejor noticia del año)
(En las misas de la mañana: Alegraos, hermanos. El ángel<br />
nos lo ha anunciado también a nosotros, no sólo a las<br />
mujeres que acudieron al sepulcro: "¿Buscáis a Jesús el<br />
Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado").<br />
(En las misas de la tarde: Alegraos, hermanos. Los<br />
apóstoles nos han asegurado también a nosotros, como a<br />
los dos discípulos de Emaús: "¡Era verdad: ha resucitado<br />
el Señor!". Y los que venían de Emaús, a su vez, contaron<br />
a todos la experiencia que habían tenido al reconocer al<br />
Señor Resucitado en la fracción del pan).<br />
Fue el acontecimiento que cambió la vida de aquellos<br />
primeros discípulos de Jesús. Y que nos llena de alegría<br />
también a nosotros. Tenemos todo motivo para cantar,<br />
como hemos hecho hace un momento: "Este es el día en<br />
que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo".<br />
Algunos de nosotros ya lo hemos celebrado esta noche<br />
pasada, en la solemne Vigilia Pascual. Y miles y miles de<br />
comunidades cristianas lo están celebrando en todo el<br />
mundo, en este domingo que es el más importante de los<br />
domingos del año y también el momento central del Año<br />
Santo del Jubileo. Por eso hemos encendido este hermoso<br />
Cirio Pascual, que arderá en las misas de las siete<br />
semanas del Tiempo Pascual que empieza hoy, 23 de<br />
abril, hasta el día 11 de junio, el domingo de Pentecostés.<br />
Como símbolo silencioso pero expresivo de la presencia<br />
viva del Señor Resucitado.<br />
• (Cristo ha iniciado su Vida Nueva; nosotros también)<br />
Las lecturas nos ayudan a darnos cuenta de la importancia<br />
de esta fiesta: Cristo Jesús, después del trágico camino de<br />
la cruz y de la muerte, ha sido resucitado a una Vida<br />
Nueva por la fuerza de Dios.<br />
¿Os habéis dado cuenta del valiente testimonio que ha<br />
dado Pedro, el que había negado cobardemente a Jesús?<br />
Ahora, como hemos leído en la primera lectura, delante de
todos declara: "A Jesús de Nazaret lo mataron colgándolo<br />
de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo<br />
hizo ver a nosotros, que hemos comido y bebido con él<br />
después de su resurrección". A partir de ahora nadie podrá<br />
hacer callar a Pedro. Ni a los demás discípulos, que irán<br />
anunciando a todos la buena noticia: "Dios ha nombrado a<br />
Jesús juez de vivos y muertos. Los que creen en él<br />
reciben, por su nombre, el perdón de los pecados".<br />
Si creemos esta buena noticia, algo tiene que cambiar en<br />
nuestra vida. Ante todo, se nos ha invitado a vivir<br />
pascualmente, o sea, según el estilo de vida de Jesús.<br />
Pablo, en la segunda lectura, nos ha propuesto, a los que<br />
hemos sido bautizados en Cristo Jesús, un programa muy<br />
dinámico y exigente: "Ya que habéis resucitado con Cristo,<br />
buscad los bienes de allá arriba... aspirad a los bienes de<br />
arriba, no a los de la tierra". Todos entendemos qué<br />
diferencia hay entre vivir según los criterios de este<br />
mundo, que se obsesiona con los intereses de aquí abajo,<br />
y vivir según los criterios de Jesús, que nos incita a poner<br />
los ojos en los valores definitivos. Vivir según la Pascua<br />
significa vivir en alegría, sin perezas, sin cobardías ni<br />
medias tintas. La Pascua de Cristo tiene que llegar a ser<br />
también nuestra Pascua. Para que nuestra vida sea más<br />
enérgica, más claramente inspirada en la alegría del<br />
Resucitado.<br />
• (Saber anunciar a otros la noticia de la Pascua)<br />
Pero además tendríamos que anunciara los que nos<br />
rodean nuestra fe pascual. La comunidad cristiana,<br />
siguiendo el ejemplo de aquellos primeros discípulos, y<br />
sobre todo de Pedro, hace ya dos mil años que proclama<br />
ante el mundo este acontecimiento que ha cambiado la<br />
historia. Entonces decía Pedro: "Nosotros somos testigos...<br />
nos encargó predicar, dando solemne testimonio, su<br />
resurrección". Las mujeres, después del susto inicial,<br />
fueron también las primeras anunciadoras de la noticia.<br />
Los de Emaús corrieron a decírsela a los demás discípulos.
¿Y nosotros? Todos podemos ser misioneros y mensajeros,<br />
no tanto con discursos sino con nuestro estilo de vida, de<br />
la noticia de la Pascua, de la convicción de que la salvación<br />
está en Cristo Jesús, que él es quien da sentido a nuestra<br />
existencia, que vale la pena seguir su camino porque ahí<br />
está la verdadera felicidad. Cada uno en su ambiente: en<br />
nuestra familia (los padres a los hijos y los hijos a los<br />
padres), en nuestra sociedad (en el mundo del trabajo o<br />
de las amistades o de la escuela o de las distintas<br />
actividades), en la comunidad cristiana (con la catequesis,<br />
con la colaboración en la vida parroquial)...<br />
Si celebramos bien la Eucaristía, nuestro encuentro con el<br />
Resucitado, en que él nos comunica su vida, tendremos<br />
ánimos para ser, en la historia de cada día, unas personas<br />
"pascuales", que contagian a todos la alegría de su fe.<br />
17.<br />
SI A LA VIDA<br />
Cuando uno es cogido por la fuerza de la resurrección de<br />
Jesús, comienza a entender a Dios de una manera nueva,<br />
como un Padre "apasionado por la vida" de los hombres, y<br />
comienza a amar la vida de una manera diferente.<br />
La razón es sencilla. La resurrección de Jesús nos<br />
descubre, antes que nada, que Dios es alguien que pone<br />
vida donde los hombres ponemos muerte. Alguien que<br />
genera vida donde los hombres la destruimos.<br />
Tal vez nunca la humanidad, amenazada de muerte desde<br />
tantos frentes y por tantos peligros que ella misma ha<br />
desencadenado, ha necesitado tanto como hoy hombres y<br />
mujeres comprometidos incondicionalmente y de manera<br />
radical en la defensa de la vida. Esta lucha por la vida<br />
debemos iniciarla en nuestro propio corazón, «campo de
atalla en el que dos tendencias se disputan la primacía:<br />
el amor a la vida y el amor a la muerte» (E. Fromm).<br />
Desde el interior mismo de nuestro corazón vamos<br />
decidiendo el sentido de nuestra existencia. O nos<br />
orientamos hacia la vida por los caminos de un amor<br />
creador, una entrega generosa a los demás, una<br />
solidaridad generadora de vida... O nos adentramos por<br />
caminos de muerte, instalándonos en un egoísmo estéril y<br />
decadente, una utilización parasitaria de los otros, una<br />
apatía e indiferencia total ante el sufrimiento ajeno. Es en<br />
su propio corazón donde el creyente, animado por su fe en<br />
el resucitado debe vivificar su existencia, resucitar todo lo<br />
que se le ha muerto y orientar decididamente sus energías<br />
hacia la vida, superando cobardías, perezas, desgastes y<br />
cansancios que nos podrían encerrar en una muerte<br />
anticipada.<br />
Pero no se trata solamente de revivir personalmente sino<br />
de poner vida donde tantos ponen muerte.<br />
La «pasión por la vida» propia del que cree en la<br />
resurrección, debe impulsarnos a hacernos presentes allí<br />
donde «se produce muerte», para luchar con todas<br />
nuestras fuerzas frente a cualquier ataque a la vida.<br />
Esta actitud de defensa de la vida nace de la fe en un Dios<br />
resucitador y «amigo de la vida» y debe ser firme y<br />
coherente en todos los frentes.<br />
Quizás sea ésta la pregunta que debamos hacernos esta<br />
mañana de Pascua: ¿Sabemos defender la vida con<br />
firmeza en todos los frentes? ¿Cuál es nuestra postura<br />
personal ante las muertes violentas, el aborto, la<br />
destrucción lenta de los marginados, el genocidio de<br />
tantos pueblos, la instalación de armas mortíferas sobre<br />
las naciones, el deterioro creciente de la naturaleza?
18.<br />
Los cristianos hablamos casi siempre de la resurrección de<br />
Cristo como de un acontecimiento que constituye el<br />
fundamento de nuestra propia resurrección y es promesa<br />
de vida eterna, más allá de la muerte. Pero, muchas<br />
veces, se nos olvida que esta resurrección de Cristo es, al<br />
mismo tiempo, el punto de partida para vivir ya desde<br />
ahora de manera renovada y con un dinamismo nuevo.<br />
Quien ha entendido un poco lo que significa la resurrección<br />
del Señor, se siente urgido a vivir ya esta vida como «un<br />
proceso de resurrección», muriendo al pecado y a todo<br />
aquello que nos deshumaniza, y resucitando a una vida<br />
nueva, más humana y más plena.<br />
No hemos de olvidar que el pecado no es sólo ofensa a<br />
Dios. Al mismo tiempo, es algo que paga siempre con la<br />
muerte, pues mata en nosotros el amor, oscurece la<br />
verdad en nuestra conciencia, apaga la alegría interior,<br />
arruina nuestra dignidad humana. Por eso, vivir<br />
«resucitando» es hacer crecer en nosotros la vida,<br />
liberarnos del egoísmo estéril y parasitario, iluminar<br />
nuestra existencia con una luz nueva, reavivar en nosotros<br />
la capacidad de amar y de crear vida.<br />
Tal vez, el primer signo de esta vida renovada es la<br />
alegría. Esa alegría de los discípulos «al ver al Señor».<br />
Una alegría que no proviene de la satisfacción de nuestros<br />
deseos ni del placer que producen las cosas poseídas ni<br />
del éxito que vamos logrando en la vida. Una alegría<br />
diferente que nos inunda desde dentro y que tiene su<br />
origen en la confianza total en ese Dios que nos ama por<br />
encima de todo, incluso, por encima de la muerte.<br />
Hablando de esta alegría, Macario el Grande dice que, a<br />
veces, a los creyentes «se les inunda el espíritu de una<br />
alegría y de un amor tal que, si fuera posible, acogerían a<br />
todos los hombres en su corazón, sin distinguir entre<br />
buenos y malos». Es cierto. Esta alegría pascual impulsa al<br />
creyente a perdonar y acoger a todos los hombres, incluso
a los más enemigos, porque nosotros mismos hemos sido<br />
acogidos y perdonados por Dios.<br />
Por otra parte, de esta experiencia pascual nace una<br />
actitud nueva de esperanza frente a todas las<br />
adversidades y sufrimientos de la vida, una serenidad<br />
diferente ante los conflictos y problemas diarios, una<br />
paciencia grande con cualquier persona.<br />
FE/EXP-PASCUAL: Esta experiencia pascual es tan central<br />
para la vida cristiana que puede decirse sin exagerar que<br />
ser cristiano es, precisamente, hacer esta experiencia y<br />
desgranarla luego en vivencias, actitudes y<br />
comportamiento a lo largo de la vida.<br />
19.<br />
50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />
RESURRECCIÓN<br />
19-27<br />
«Dinos, María, ¿qué has visto en el camino?»<br />
Una de las piezas maestras del canto gregoriano es, sin<br />
duda, la secuencia de la fiesta de hoy: Victimae paschali<br />
laudes, «Alabanzas a la víctima pascual». Con anterioridad<br />
al concilio de Trento existían numerosas secuencias<br />
litúrgicas medievales, un canto que precedía a la<br />
proclamación del evangelio. Desde ese Concilio, quedan<br />
sólo unas pocas en la liturgia que tienen una gran calidad<br />
musical: recordemos, por ejemplo, el famoso Veni Creator<br />
del día de Pentecostés, el Stabat Mater del Viernes de<br />
Dolores, o el Dies irae de la misa de difuntos.
El texto latino de la secuencia de hoy, que es del siglo Xl,<br />
no tiene especial valor, pero incluye un diálogo lleno de<br />
lirismo e ingenuidad con María Magdalena. La traducción<br />
oficial española lo versifica con dignidad: "¿Qué has visto<br />
de camino, María en la mañana?". Y María responde: «A<br />
mi Señor glorioso, la tumba abandonada, los ángeles<br />
testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y<br />
mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí<br />
veréis los suyos la gloria de la pascua».<br />
María Magdalena, la que los cuatro evangelios presentan<br />
al pie de la cruz, es la gran protagonista de las primeras<br />
apariciones del Resucitado. Su nombre está recogido por<br />
los tres sinópticos dentro del grupo de mujeres que fueron<br />
a embalsamar el cuerpo de Jesús y se encontraron con la<br />
tumba vacía y el anuncio de que Jesús había resucitado.<br />
En el evangelio de Juan, María Magdalena acude sola al<br />
sepulcro, lo encuentra vacío y vuelve corriendo a<br />
comunicarlo a los discípulos, como hemos escuchado en el<br />
relato de hoy. Inmediatamente después continúa con la<br />
aparición de Jesús a Magdalena en la que ésta le confunde<br />
con el hortelano.<br />
MAGDALENA/QUIEN-FUE: ¿Quién fue María Magdalena?<br />
Los datos que tenemos claros son los siguientes: aparece<br />
dentro del grupo de mujeres que acompañaban a Jesús y<br />
le ayudaban con sus bienes. De María Magdalena dirá<br />
Lucas que Jesús había expulsado siete demonios. Y, como<br />
indicábamos antes, Magdalena tiene un puesto muy<br />
importante, tanto al pie de la cruz, como en las primeras<br />
apariciones del Resucitado. Estos son los datos claros<br />
sobre María Magdalena procedentes de los evangelios.<br />
Es probable también que hubiese nacido en la población<br />
galilea de Magdala. Hay que añadir además que la<br />
tradición cristiana ha hecho coincidir a María Magdalena<br />
con aquella mujer, pecadora pública, que irrumpe durante<br />
la comida de Jesús con el fariseo Simón y a la que se le<br />
perdonan sus muchos pecados porque amaba mucho. Y<br />
también se la ha hecho coincidir con María, la hermana de
Lázaro y Marta. Sería también, por tanto, la que<br />
escuchaba a los pies de Jesús mientras su hermana Marta<br />
se afanaba en el trabajo doméstico, la que fue testigo de<br />
la resurrección de su hermano y, también la que vertió,<br />
ante el escándalo de Judas, una libra de perfume de nardo<br />
puro sobre los pies de Jesús. Pero notemos que, según los<br />
evangelios, no es claro que se dé esta coincidencia. Según<br />
esta interpretación Magdalena sería una conversa a la que<br />
Jesús había cambiado la vida, que se mantiene fiel cuando<br />
han huido atemorizados los discípulos y que es testigo<br />
privilegiado de las primeras apariciones del Resucitado.<br />
Últimamente se han construido sobre la figura de María<br />
Magdalena otras hipótesis que carecen de fundamento en<br />
los evangelios: recordemos desde lo que podía insinuar<br />
Jesucristo Superstar hasta La última tentación de Cristo de<br />
Martín Scorsesse. Sin que se pueda probar la imagen<br />
global de María Magdalena, que ha sido acentuada por la<br />
tradición cristiana, hay que reconocer que esa<br />
interpretación es bella y ajustada al mensaje del<br />
evangelio.<br />
María Magdalena pudo haber sido aquella mujer que<br />
experimentó, en aquella comida convencional ofrecida por<br />
el fariseo al maestro, que nadie la había mirado con tanta<br />
pureza y comprensión y nadie había sabido reconocer la<br />
existencia de su mucho amor en su corazón como lo hizo<br />
el maestro. Y fue ese amor nuevo, que la limpieza de<br />
Jesús había hecho surgir dentro de su ser, el que le<br />
empujó a derramar aquella libra de nardo puro, intuyendo<br />
de alguna manera que no lo iba a poder hacer en el día de<br />
su sepultura. Y aquella mujer nueva, que amaba mucho<br />
porque sentía que se la había perdonado mucho, será la<br />
que estará firme junto a la cruz y la protagonista del<br />
anuncio inesperado de que el maestro había resucitado.<br />
En este día de pascua en que, como dice la vieja<br />
secuencia, los cristianos presentan «ofrendas de<br />
alabanza», nos dirigimos a esta mujer que fue primer<br />
testigo del centro de nuestra fe: la muerte y la
esurrección de Cristo. Y, podemos preguntarle también<br />
con esa vieja e ingenua secuencia de pascua: « ¿Qué has<br />
visto de camino, María, en la mañana?». Ojalá nuestra fe<br />
nos pueda decir, en esta mañana de la pascua siempre<br />
florida -porque el grano de trigo ha comenzado a dar vida-<br />
lo que sintió aquella mujer que quizá había sido pecadora,<br />
de cuyo corazón Jesús había expulsado muchos demonios<br />
y que, fue fiel a su Señor en la cruz y en la resurrección.<br />
«Dinos, María», en esta mañana de pascua, que nadie<br />
hablaba tan de verdad al corazón como aquel a quien tú<br />
escuchabas sentada a sus pies. Dinos que tenemos que<br />
trabajar, que entregarnos a la lucha de la vida, a las<br />
personas a las que queremos... Pero que nunca nos<br />
olvidemos de lo que es últimamente lo único necesario:<br />
estar a la escucha de nuestro yo, en donde pueda resonar<br />
la palabra del Señor resucitado.<br />
«Dinos, María», que Jesús resucitado puede expulsar de<br />
nosotros todos esos demonios que están como agarrados<br />
a nuestro corazón; que él puede cambiar nuestro corazón<br />
de piedra por uno de carne y hacer que nos nazca una<br />
carne nueva sobre nuestra carne vieja y podrida.<br />
«Dinos, María», lo que sentiste cuando Jesús te miraba a<br />
los ojos y al corazón en aquella fría comida del fariseo.<br />
Dinos que podemos encontrar en Jesús a alguien que nos<br />
mira siempre con limpieza; que espera de nosotros lo<br />
mejor; que sabe descubrir en los escondrijos de nuestro<br />
ser y de nuestra vida ese pozo de bondad que todos<br />
llevamos dentro. Dinos que es más importante amar<br />
mucho que errar mucho, que al que mucho se le perdona,<br />
mucho ama. Dínoslo hoy, María, al corazón...<br />
"Dinos, María", que cuando se vive en el amor se está más<br />
allá de esas lógicas fariseas que siempre calculan todo;<br />
que la fuerza del amor es inseparable del riesgo y la<br />
generosidad, hasta de cierta locura... Es lo que tú hiciste<br />
derramando sobre los pies de Jesús esa libra de nardo<br />
puro.
"Dinos, María", que valió la pena estar junto a la cruz del<br />
Señor, intentándole dar aunque sólo sea tu compañía y tu<br />
amor, y que el seguidor del maestro tiene que estar junto<br />
a las cruces del hombre de nuestro tiempo.<br />
Y «dinos, sobre todo, María», en esta mañana de pascua,<br />
que podemos sentir que Cristo resucitado nos llama por<br />
nuestro propio nombre y nos dice siempre al corazón una<br />
palabra de aliento y esperanza. Dinos que hay siempre<br />
una Galilea, una patria de bondad, en la que Cristo nos<br />
aguarda. Dinos que Cristo debe ser nuestro amor y<br />
nuestra esperanza. Dinos que ese Cristo resucitó de veras<br />
que sigue hoy vivo ante mi propia vida. «Dinos, María»,<br />
que ha resucitado Cristo nuestra esperanza y nos llama<br />
por nuestro nombre, con el mismo cariño con el que<br />
pronunció el tuyo; que el amor es más fuerte que el<br />
pecado y la vida más fuerte que la muerte.<br />
«Dinos, María», en esta mañana de pascua, lo que decía la<br />
vieja secuencia medieval: "¡Resucitó de veras mi amor y<br />
mi esperanza! Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí<br />
veréis los suyos la gloria de la pascua.<br />
20.<br />
- El hecho.<br />
El evangelista Juan nos relata dos hechos. María<br />
Magdalena, la más madrugadora, va al sepulcro y se<br />
encuentra la losa quitada, el sepulcro vacío. No creyó. Se<br />
limitó a contar lo que le pareció más razonable: "se han<br />
llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". El<br />
segundo hecho es la visita temprana de Pedro y Juan,<br />
avisados por las palabras de María Magdalena. Salen<br />
corriendo. Naturalmente corre más y llega antes Juan,<br />
pero espera a que Pedro llegue y entre. Pedro ve el<br />
sepulcro vacío, pero también las vendas por el suelo y el<br />
sudario, cuidadosamente plegado y puesto aparte. Juan
vio lo mismo. Vio y creyó. Vio la tumba vacía y las vendas<br />
y el sudario aparte, y creyó que Jesús había resucitado. Y<br />
creyeron en las Escrituras y en las palabras de Jesús, que<br />
había anunciado su muerte y resurrección.<br />
-El evangelio.<br />
El evangelio es la Buena Noticia de la resurrección de<br />
Jesús. Más que un hecho, es un acontecimiento que<br />
cambia la vida y el mundo. Pues si Cristo ha resucitado,<br />
también nosotros resucitaremos. Por eso es una buena<br />
noticia, la mejor para los seres mortales. En el evangelio<br />
se anuncia lo imposible, sí, pero también lo irrenunciable,<br />
la resurrección, la vida después de la vida, el triunfo y<br />
desmitificación contra la muerte. Morir ya no es morir, es<br />
sólo un paso, el tránsito hacia la vida perdurable y feliz.<br />
Así lo entendieron los apóstoles. No entendieron sólo que<br />
la causa de Jesús perduraba, ni que Jesús pasaba a la<br />
historia de los inmortales. Entendieron que Jesús estaba<br />
vivo. Y comprendieron que su promesa de vida eterna era<br />
una promesa que se cumpliría a pesar de todo.<br />
-La evangelización.<br />
Y así lo proclamaron a los cuatro vientos, haciendo<br />
hincapié en su experiencia: nosotros somos testigos, lo<br />
hemos visto todo. Hemos vivido con él, hemos asistido<br />
atónitos a su muerte y, cuando todo parecía acabado en la<br />
frialdad de la tumba, la tumba está vacía y el muerto ha<br />
resucitado. Y nosotros con él. Evangelizar es siempre eso,<br />
anunciar la Buena Noticia, proclamar la resurrección del<br />
Señor, anunciar a todos que la muerte ha sido vencida,<br />
que la muerte no es el final, que la vida sigue más allá de<br />
la muerte. Jesús ha derribado de una vez por todas el<br />
muro de la desesperación humana. Ya hay camino hacia<br />
una nueva humanidad, porque lo imposible ya es posible<br />
por la gracia y con la gracia de Dios. ¿Lo creemos?<br />
-La fe que vence al mundo.
Creer en la resurrección de Jesús no es sólo tener por<br />
cierta su resurrección, sino resucitar, como nos dice san<br />
Pablo. Creer es realizar en la vida la misma experiencia de<br />
la vida de Jesús. Es ponernos en su camino y en el camino<br />
de nuestra exaltación, resueltamente y sin echar marcha<br />
atrás. Jesús entendió su exaltación como subida a la cruz,<br />
como servicio y entrega por todos, dando su vida hasta la<br />
muerte. El que ama y va entregando su vida con amor, va<br />
ganando la vida y verifica ante el mundo la fuerza de la<br />
resurrección, porque en "esto hemos conocido que hemos<br />
pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los<br />
hermanos", en que estamos dispuestos a dar la vida y no<br />
a quitarla. Sólo esta fe viva, esta experiencia de la nueva<br />
vida inaugurada por el Resucitado, puede discutir a la<br />
muerte y a la violencia su dominio. Sin esa experiencia,<br />
nada de lo que digamos sobre la resurrección podrá<br />
convencer a los otros. Tenemos que ser testigos de la<br />
resurrección, resucitando y ayudando a alumbrar la nueva<br />
vida.<br />
-El testimonio.<br />
Creer es ser testigos de la resurrección. Creer es resucitar,<br />
vencer ya en esta vida por la esperanza la desesperación<br />
de la muerte. La fe en la resurrección de Jesús es la única<br />
fuerza capaz de disputar a la muerte, y a los ejecutores de<br />
la muerte, sus dominios. La muerte es el gran enemigo, el<br />
mayor enemigo del hombre. El poder de la muerte se<br />
evidencia en el hambre, en las enfermedades y<br />
catástrofes, en la violencia y el terrorismo, en la<br />
explotación, en la marginación, en las injusticias, en todo<br />
cuanto mortifica a los hombres y a los pueblos. Creer en la<br />
resurrección es sublevarse ya contra ese dominio de<br />
muerte. Es trabajar por la vida, por la convivencia en paz.<br />
Es trabajar y apoyar a los pobres y marginados, a los<br />
desprotegidos, a los oprimidos. Y debe ser también plantar<br />
cara a los partidarios de la muerte, a los asesinos, a los<br />
violentos, a los explotadores, a los racistas y extremistas.<br />
Porque sólo trabajando para la vida puede resultar creíble<br />
la fe en una vida eterna y feliz.
21.<br />
1. Iglesia de hombres, Iglesia de mujeres.<br />
En el evangelio, María Magdalena, la primera que ha visto<br />
la losa quitada del sepulcro, corre a informar del hecho a<br />
los dos discípulos más importantes, Pedro, el ministerio<br />
eclesial, y Juan, el amor eclesial. Se dice que los dos<br />
discípulos corrían «juntos» camino del sepulcro, pero no<br />
llegaron a la vez: el amor es más rápido, tiene menos<br />
preocupaciones y está por así decirlo más liberado que el<br />
ministerio, que debe ocuparse de múltiples cosas. Pero el<br />
amor deja que sea el ministerio el que dictamine sobre la<br />
situación: es Pedro el primero que entra, ve el sudario<br />
enrollado y comprende que no puede tratarse de un robo.<br />
Esto basta para dejar entrar también al amor, que «ve y<br />
cree» no en la resurrección propiamente dicha, sino en la<br />
verdad de todo lo que ha sucedido con Jesús. Hasta aquí<br />
llegan los dos representantes simbólicos de la Iglesia: lo<br />
que sucedió era verdad y la fe está justificada a pesar de<br />
toda la oscuridad de la situación. En los primeros<br />
momentos esta fe se convertirá en verdadera fe en la<br />
resurrección sólo en María Magdalena, que no «se vuelve a<br />
casa», sino que se queda junto al sepulcro donde había<br />
estado el cuerpo de Jesús y se asoma con la esperanza de<br />
encontrarlo. El sitio vacío se torna ahora luminoso,<br />
delimitado por dos ángeles, uno a la cabecera y otro a los<br />
pies. Pero el vacío luminoso no es suficiente para el amor<br />
de la Iglesia (aquí la mujer antes pecadora y ya<br />
reconciliada, María Magdalena, ocupa sin duda el lugar de<br />
la mujer por excelencia, María, la Madre): debe tener a su<br />
único amado. Ella le reconoce en la llamada de Jesús:<br />
¡María! Con esto todo se colma, el cadáver buscado es<br />
ahora el eterno Viviente. Pero no hay que tocarle, pues<br />
está de camino hacia el Padre: la tierra no debe retenerle,<br />
sino decir sí; como en el momento de su encarnación,<br />
también ahora, cuando vuelve al Padre, hay que decir sí.
Este sí se convierte en la dicha de la misión a los<br />
hermanos: dar es más bienaventurado que conservar para<br />
sí. La Iglesia es en lo más profundo de sí misma mujer, y<br />
como mujer abraza tanto al ministerio eclesial como al<br />
amor eclesial, que son inseparables: «La hembra abrazará<br />
al varón» (Jr 31,22).<br />
2. El ministerio predica.<br />
Pedro predica, en la primera lectura, sobre toda la<br />
actividad de Jesús; el apóstol puede predicar de esta<br />
manera tan solemne, meditada y triunfante sólo a partir<br />
del acontecimiento de la resurrección. Esta arroja la luz<br />
decisiva sobre todo lo precedente: por el bautismo Jesús,<br />
ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, se ha<br />
convertido en el bienhechor y salvador de todos; la pasión<br />
aparece casi como un interludio para lo más importante: el<br />
testimonio de la resurrección; pues testimonio debe ser,<br />
ya que la aparición del Glorificado no debía ser un<br />
espectáculo para «todo el pueblo» sino un encargo,<br />
confiado a los testigos «que él había designado» de<br />
antemano, de «predicar al pueblo» el acontecimiento, que<br />
tiene un doble resultado: para los que creen en él, el<br />
Señor es «el perdón de los pecados»; y para todos será el<br />
«juez de vivos y muertos» nombrado por Dios. La<br />
predicación del Papa es la sustancia de la Buena Nueva y<br />
la síntesis de la doctrina magisterial.<br />
3. El apóstol explica.<br />
En la segunda lectura Pablo saca la conclusión para la vida<br />
cristiana. La muerte y resurrección de Cristo,<br />
acontecimientos ambos que han tenido lugar por nosotros,<br />
nos han introducido realmente en su vida: «Habéis<br />
muerto», «habéis resucitado con Cristo». Como todo tiene<br />
en él su consistencia (Col 1,17), todo se mueve y vive con<br />
él. Pero al igual que el ser de Cristo estaba determinado<br />
por su obediencia al Padre, así también nuestro ser es<br />
inseparable de nuestro deber. Nuestro ser consiste en que<br />
nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, ha sido
sustraída al mundo y por tanto ahora no es visible; sólo<br />
cuando aparezca Cristo, «vida nuestra», podrá salir<br />
también a la luz, juntamente con él, nuestra verdad<br />
escondida. Pero como nuestro ser es también nuestro<br />
deber, tenemos que aspirar ante todo a las cosas celestes,<br />
a las cosas de arriba; aunque tengamos que realizar<br />
tareas terrestres, no podemos permanecer atados a ellas,<br />
sino que hemos de tender a lo que no solamente después<br />
de la muerte sino ya ahora constituye nuestra verdad más<br />
profunda. En el don de Pascua se encuentra también la<br />
exigencia de Pascua, que es asimismo un puro regalo.<br />
22.<br />
«ESTE ES EL DÍA»<br />
Este es el día que hizo el Señor. Un día que empezó<br />
aquella madrugada del sábado al lunes de hace dos mil<br />
años y que perdurará para siempre. De lo que ocurrió ese<br />
día arranca «todo» para el cristiano.<br />
Es verdad que, como dijo Pedro, «la cosa empezó en<br />
Galilea», concretamente en Nazaret, cuando el ángel se<br />
llegó a María y le dijo: «Dios te salve, llena de gracia...».<br />
Pero, cuando las cosas empezaron a «tener sentido de<br />
verdad» fue aquella mañana de resurrección. Es decir,<br />
hoy.<br />
Porque daos cuenta. La muerte de Jesús cortó por lo sano<br />
todas las ilusiones de los apóstoles y de sus seguidores.<br />
¿Quiénes eran los apóstoles? Gentes que «lo habían<br />
dejado todo y le seguían». ¿Por qué? Porque «una rara<br />
virtud salía de Él y curaba a todos». Porque «tenía<br />
palabras de vida eterna». O porque, como los de Emaús,<br />
«esperaban que fuera el futuro libertador de Israel». Lo<br />
cierto es que «a aquel profeta poderoso en obras y<br />
palabras, los sumos sacerdotes y los jefes lo condenaron a<br />
muerte y lo crucificaron». Y entonces, a todos sus
seguidores, se les hundió el mundo. Y sobre sus vidas y<br />
sobre su corazón, cayó una losa, tan grande y fría como la<br />
que cayó sobre el sepulcro de Jesús. «Causa finita». Fin.<br />
Pero no. Más bien: Principio, Aurora definitiva. Día<br />
«octavo» de la Creación. «La primavera ha venido. Y todos<br />
sabemos cómo ha sido». Leed despacio el evangelio de<br />
hoy, y el de ayer-noche, y el de todo este tiempo. Y veréis<br />
cómo van «resucitando» todos: la Magdalena, los de<br />
Emaús, y los apóstoles desconcertados. Escuchad su grito<br />
estremecido que se les sube por los entresijos del alma:<br />
«Era verdad, ha resucitado y se ha aparecido a Simón».<br />
Es decir, tras el aparente fracaso de Cristo crucificado, que<br />
da al traste con todas sus ilusiones, la resurrección trajo<br />
un cambio radical en su mente y en su vida. Dio «sentido»<br />
a todo lo que los discípulos antes no habían entendido: al<br />
valor de la humillación, del dolor, de la pobreza;<br />
comprendieron aquella obsesión de Jesús por el Padre, la<br />
fuerza del «mandamiento nuevo», distinto, imprescindible.<br />
Todo lo entendieron.<br />
Y así, la resurrección se convirtió para ellos en la piedra<br />
fundamental de su fe, en el convencimiento de la divinidad<br />
de Jesús, y en el núcleo de toda su predicación. Eso. Ya no<br />
pensaron en otra cosa. Esa fue su chaladura: declarar<br />
oportuna e inoportunamente que «ellos eran testigos de la<br />
muerte y de la resurrección de Jesús». Y que «creer eso,<br />
era entrar en la salvación». Ese fue su pregón. Y ésa debe<br />
ser la única predicación de la Iglesia.<br />
Lo que ocurre es que, a partir de ahí, los hombres se<br />
dividen en dos: los que no creen y piensan que todo acaba<br />
con la muerte. Y prefieren no pensar en ella, aunque la<br />
ven cabalgando por todos lados, de un modo inevitable. Y<br />
se agarran a la «filosofía de la dicha», ya que el tiempo<br />
corre que vuela. Y proclamen como Camús: «No hay que<br />
avergonzarse de ser dichosos». Y, segundo los que<br />
creemos, a pesar del tormento de la duda y la humillante<br />
caducidad de las cosas. Los que hemos aceptado el
kerigma de Cristo resucitado. Porque algo nos dice en<br />
nuestro interior que no pueden quedar fallidas nuestras<br />
ansias de inmortalidad. Y, sobre todo, porque como dirá<br />
Pablo: «Si Cristo no hubiera resucitado, seríamos los seres<br />
más desdichados». Por eso, dejadme que os repita: «La<br />
primavera ha venido. Y todos sabemos cómo ha sido».<br />
23. «LA PRIMAVERA HA VENIDO»<br />
No hace falta ser profeta, ni experto en sociologías y<br />
sicologías, para reconocer que la vida del hombre es un<br />
tejer y un destejer, una línea ascendente de ilusiones y<br />
proyectos, y otra descendente, en la que todos<br />
terminamos cantando aquello de «las ilusiones perdidas,<br />
hojas son, ¡ay! desprendidas, del árbol del corazón».<br />
Cada uno hemos escalado una vereda de primaveras<br />
diciendo que «la vida es bella». Y cada uno también, de<br />
pronto, nos hemos encontrado en una niebla de tristezas,<br />
quebrantos y soledades. Añadid el despojo que hacen los<br />
años... Y entenderéis al poeta: «Todo el mundo es otoño,<br />
corazones desiertos..., palomares vacíos de las blancas<br />
palomas que anidaron ayer». Sí, con los años, después de<br />
combatir en mil batallas, hacemos el recuento de las<br />
«bajas» y nos llenamos de melancolía; acaso, de<br />
desolación.<br />
Pero, ¡ojo!, yo no quería salpicaros de pesimismo. Al<br />
contrario. Esta noche he leído muy atentamente los textos<br />
litúrgicos. Y muchos de mis «cables cruzados» se han<br />
puesto en orden. Os subrayaré algo:<br />
EL SEPULCRO VACÍO.-He aquí una primera realidad<br />
reconfortante. ¡Qué malo hubiera sido que María<br />
Magdalena hubiera descorrido la piedra y hubiera<br />
embalsamado a Jesús! A estas horas sus seguidores, si<br />
quedábamos, estaríamos diciendo: «Ni contigo, ni sin ti,<br />
tienen mis males remedio». Pero, no. Encontró el sepulcro
«vacío». Y tuvo que comprender que sus ungüentos eran<br />
regalos inútiles, alivios ridículos para un cuerpo inmortal.<br />
« ¡No estaba allí! ¡Había resucitado!» Allá sólo estaban las<br />
reliquias de la muerte: «unas vendas, un sudario».<br />
Constataciones de un dolor superado y redentor. Agua<br />
pasada. Banderas de la muerte, humilladas por el huracán<br />
de la Vida.<br />
Por eso, comprendió -y nosotros con ella- muchas cosas.<br />
Por ejemplo:<br />
1. ° Las sagradas escrituras.-«Era verdad», dijeron los de<br />
Emaús. Y «era verdad» es lo que nos vemos obligados a<br />
decir todos los que creemos. -Y nos referimos a todo lo<br />
que anunciaron los profetas, a todo lo que predijo Jesús.<br />
Desde entonces, el creyente sabe que la muerte y<br />
resurrección de Jesús son el broche final de toda la obra<br />
salvadora de Dios. La Creación, el pecado, las vicisitudes<br />
del pueblo de Israel, la Encarnación, la Cruz..., encuentran<br />
su culmen en la «Resurrección». ¡Aleluya!<br />
2. ° Comprendemos también «nuestra incorporación a<br />
Cristo». San Pablo lo pregona en la segunda lectura de<br />
hoy: «Si hemos muerto con Cristo, también viviremos con<br />
El, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado, ya no<br />
muere más...». Lo dice de mil maneras: «Si nuestra<br />
existencia está unida a Él en una muerte como la suya, lo<br />
estará también en una resurrección como la suya».<br />
¡Aleluya, Aleluya!<br />
3. ° No ha lugar al pesimismo.-Efectivamente, vistas<br />
desde esta panorámica, todas las tristezas y quebrantos<br />
que el hombre va acumulando, todas las enfermedades y<br />
soledades, todas las incomprensiones y frustraciones,<br />
empiezan a «tener sentido». Si al final de la vida el<br />
hombre tiene la sensación de que todo se le vuelve<br />
«otoño», con la resurrección de Jesús, tiene la certeza de<br />
que todo es primavera. Eterna primavera. Los árboles del<br />
«cielo nuevo y la tierra nueva» que ya no acabarán.<br />
Antesala del «séptimo día». O mejor, amanecer del Día
Primero. Día sin ocaso. Ocasión propicia para escuchar a<br />
Pablo: «Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los<br />
bienes de arriba». Y volver a cantar: « ¡Aleluya, aleluya,<br />
aleluya!»<br />
24. EL «PASO» Y LOS «PASOS»<br />
Durante esta semana que acaba de terminar, las calles<br />
más típicas de nuestras viejas ciudades, a pesar del clima<br />
de secularización reinante, han visto desfilar escenas<br />
bellísimas y entrañables, memoriales de nuestra fe,<br />
escultura dolorida y procesional de la Pasión del Señor,<br />
catequesis vivas -de hoy, de ayer y de mañana-, para<br />
quienes se quieran dejar interpelar. Joyas del arte y de las<br />
creencias de nuestro pueblo. Celebración popular de estos<br />
extremos de amor, por los que quiso «pasar» el Hijo de<br />
Dios. Son «los pasos» de la Pasión. Todos ellos -la entrada<br />
en Jerusalén, la cena, el prendimiento, la flagelación, la<br />
crucifixión, el descendimiento, los cristos yacentes- son<br />
«pasos hacia la muerte».<br />
Pero he aquí que, en esta noche recién terminada, ha<br />
cambiado la decoración. Han desaparecido los «pasos de<br />
la muerte» y sólo contemplamos el «Paso hacia la Vida»:<br />
la PASCUA. El gran PASO con mayúscula y definitivo. La<br />
Vigilia que ayer noche celebrábamos nos ha introducido en<br />
ese Paso ya para siempre. Y ésa es nuestra Vida. Repasad<br />
la liturgia de esta madrugada. Y veréis que todos los<br />
símbolos que en ella vemos expuestos, todas las lecturas<br />
que hemos proclamado, todas las aclamaciones que<br />
hemos cantado, dicen lo mismo: «El Señor no es un Dios<br />
de muertos, sino de vivos». Eso eran las lecturas del A.T.<br />
Hablan del Dios que es «creador», del Dios que «libera a<br />
Israel», del Dios que, con el diluvio, «hace brotar una<br />
naturaleza nueva». Es decir, un Dios que desborda vida. Y<br />
la bendición del fuego, el desfile del cirio pascual por entre<br />
las tinieblas del templo, el canto del pregón pascual, el<br />
gloria a toque de campanillas, lo mismo. Son
proclamaciones de que el Hijo de Dios ha vencido a la<br />
muerte, tal y como lo anunció: «Yo soy la resurrección y la<br />
vida».<br />
Yo no sé cómo los cristianos no vibramos más y nos<br />
dejamos arrastrar más por esta noticia, válida por sí sola<br />
para que hagamos cada uno nuestro verdadero «paso»<br />
hacia la Vida única. Quizá por esta razón, los obispos de<br />
nuestra tierra, siguiendo esa buena costumbre de<br />
ofrecernos cada cuaresma un alimento de primera calidad,<br />
nos han brindado esa magnífica carta-pastoral titulada «Al<br />
servicio de una vida más humana». ¿La habéis leído? ¿No?<br />
A mí, más que pastoral de cuaresma, me parece pastoral<br />
de Pascua. Si la leéis, llegaréis a convenceros de tres<br />
cosas «clave» por lo menos:<br />
Una. Aunque todos, hoy, parecemos proclamar el derecho<br />
a la vida y hemos avanzado asombrosamente en logros<br />
médicos increíbles, sin embargo, paradójicamente, vamos<br />
inventando más descarados sofismas para aparcar de la<br />
vida a muchos seres, generalmente indefensos,<br />
absolutamente menesterosos, juzgando de esta manera<br />
que esas vidas no eran necesarias.<br />
Dos. Aunque hemos conseguido cotas indiscutibles en<br />
cuanto a nivel de vida y a calidad de existencia, es posible,<br />
casi seguro, que esa «calidad» la hemos centrado<br />
únicamente en la vertiente material del hombre, en sus<br />
posibilidades de confort y de consumismo; y no en su<br />
dimensión espiritual.<br />
Y tres. Frente a todas las ofertas de «vida efímera» que<br />
nos brindan por ahí, la Fuente de «vida verdadera» sigue<br />
siendo Dios. El, «a través del sufrimiento liberador del<br />
crucificado» y de la «resurrección con Cristo», nos regala<br />
la oportunidad de «vivir una Vida Nueva». Por eso decimos<br />
que «nuestra Pascua es Cristo». Porque, frente a todos los<br />
«pasos de la muerte» nos ha traído el «PASO HACIA LA<br />
VIDA».
25.<br />
Frase evangélica: «El primer día de la semana»<br />
Tema de predicación: EL DÍA DE LA RESURRECCIÓN<br />
1. Después de la muerte de Jesús en el «último día», el<br />
evangelio de Juan presenta el «primer día», tiempo de la<br />
nueva Pascua y de la nueva Creación. De este modo<br />
culminan la obra de Jesús y el proyecto creador de Dios.<br />
Comienza el día por un «amanecer», aunque todavía<br />
«oscuro», porque el pensamiento de María Magdalena está<br />
en el sepulcro, en el cadáver de Jesús.<br />
2. El evangelio del <strong>Domingo</strong> de Resurrección descubre la<br />
búsqueda de Jesús por parte de los discípulos: una mujer<br />
(la Magdalena) y dos hombres (Pedro y Juan). La mujer se<br />
adelantó, y por su testimonio corrieron «juntos» los dos<br />
hombres. Los discípulos reconocen los signos: la losa<br />
retirada (roto el sello mortal), los lienzos aparte (el cuerpo<br />
desatado) y el sudario enrollado en otro sitio (la muerte<br />
superada). La muerte no tiene la última palabra: ha sido<br />
vencida por la vida.<br />
3. Pedro, a pesar de sus negaciones, pasa el primero,<br />
después de seguir a Juan, el cual se había adelantado por<br />
ser testigo de la cruz y por su experiencia de amor. La<br />
Escritura y la decisión de encontrar al Señor contribuyen a<br />
creer que Jesús «resucitó de entre los muertos».<br />
REFLEXIÓN CRISTIANA:<br />
¿Sabemos comprobar los signos de muerte?<br />
¿Transcendemos estos signos hasta constituir muestras de<br />
vida?
26.<br />
Frase evangélica: «Él había de resucitar de entre los<br />
muertos»<br />
Tema de predicación: LA VIDA DESDE LA MUERTE<br />
1. El tesoro más apreciado por el ser humano es la vida.<br />
Símbolo bíblico de la vida es el árbol -de por sí resistente-<br />
de la vida plena. Por ser don de Dios, es sagrada; por ser<br />
la suprema riqueza del ser humano, es inapreciable; y por<br />
estar amenazada por la enfermedad y la muerte, es frágil.<br />
De hecho, el dolor -sobre todo el injustamente infligido-<br />
domina la vida. Hay una distancia considerable entre la<br />
vida ideal y la fatigosa (y a menudo injusta) vida real.<br />
Pero todos deseamos y buscamos una vida placentera y<br />
plena, a pesar de estar tan sometidos y condicionados por<br />
influencias de todo tipo. Ciertamente, hoy se conocen y<br />
dominan muchos aspectos de la vida, pero se corre el<br />
peligro de desconocer el sentido de la vida. Se da esta<br />
paradoja: al crecer los medios de vida, decrecen las<br />
razones para vivir: en el «primer mundo» abundan dichos<br />
medios, mientras que en el «tercer mundo» sobreabundan<br />
las mencionadas razones.<br />
2. El ser humano ha recibido de Dios la vida, no<br />
simplemente para vivirla, sino para realizarla. Y sólo se<br />
realiza con una vida ética y, en el caso del creyente, con la<br />
práctica de la palabra de Dios. Una vida alejada de los<br />
hermanos y de Dios es la muerte, precisamente porque<br />
Dios es la síntesis de la vida. Por pertenecer a la vida el<br />
cuerpo y el espíritu, no hay vida sin cuerpo: de ahí la<br />
necesidad de prestar atención a los cuerpos desnutridos<br />
de vida. En suma, la vida espiritual no es vida abstraída<br />
del mundo, sino fuente de toda vida, con misericordia y<br />
con justicia.<br />
3. Frente a la vida presente -en continuidad y, a la vez, en<br />
ruptura- está la vida plena futura. Ésta sobreviene, no por<br />
la inmortalidad del alma, sino por la resurrección de los
muertos con la intervención de Dios. Según el Nuevo<br />
Testamento, dicha vida está determinada por la<br />
resurrección de Jesucristo y es comunión con Dios,<br />
vencedor de la muerte. El creyente vive ya una vida nueva<br />
por la fuerza del Espíritu, entre el ya y el todavía no: es<br />
realidad presente con dimensiones de futuro. Será plena<br />
cuando sea vencido el último enemigo, que es la muerte,<br />
con todas sus actuales mortandades.<br />
REFLEXIÓN CRISTIANA:<br />
¿Hacemos algo en beneficio de la vida de los demás?<br />
¿Cómo entendemos los cristianos la calidad de la vida?<br />
27.<br />
Los cristianos orientales tienen una manera muy bella y<br />
teológica de hablar de la resurrección. Dicen que el<br />
ateísmo es no creer en la resurrección. Sólo se puede<br />
creer en Dios si hay resurrección: la de Jesús y la nuestra.<br />
Porque si Dios permanece impasible e impotente en su<br />
bienaventuranza celeste, contemplando la historia de las<br />
injusticias, opresiones y asesinatos que es la historia<br />
humana, si ve cómo los injustos y malvados casi siempre<br />
triunfan, mientras que los justos e inocentes padecen en<br />
sus manos, y no hace nada, este Dios no es creíble.<br />
Pensemos sólo en los seis millones de judíos deportados y<br />
exterminados cruelmente en los campos de concentración<br />
nazis, o en los millares de "desaparecidos" bajo los<br />
regímenes militares sudamericanos, o de "campesinos"<br />
asesinados en Centroamérica, o de negros de Sudáfrica...<br />
Ante esta injusticia radical, si Dios no actúa, no es Dios,<br />
sino un monstruo o un impotente. Sólo un Dios que pueda<br />
resucitar a los muertos es digno de fe. Si no podemos<br />
creer en la resurrección, no podemos creer en Dios. La<br />
resurrección es el gran acto de justicia de Dios hacia su<br />
Hijo JC, y esperamos que también, hacia sus otros hijos
que han sufrido absurdamente, que han padecido<br />
inocentemente.<br />
Esto es esencial. La palabra definitiva de Dios no puede<br />
ser el oscuro silencio del Calvario, sino la luz<br />
resplandeciente de la Pascua.<br />
La Pascua es la protesta de Dios contra la malicia e<br />
injusticia de los hombres. La resurrección es el acto de<br />
protesta de Dios contra la injusticia que mata a su Hijo<br />
inocente, la protesta de Dios contra la maldad de los<br />
hombres que se matan unos a otros. Si la resurrección no<br />
ha acaecido "vana es nuestra fe" (1Co 15, 14). Se ha de<br />
poder creer en un Dios que hace justicia, y la justicia es<br />
que el inocente injustamente aplastado sea restablecido a<br />
la vida. Por eso la resurrección es realmente la llave de la<br />
Historia. Parece que los justos e inocentes son<br />
abandonados y que el mal siempre triunfa. Los malvados<br />
odian, engañan, hacen violencia, explotan, matan al débil,<br />
al pobre, al indefenso, y Dios parece que no hace nada<br />
para impedirlo. "Esta es vuestra hora y el poder de las<br />
tinieblas" (Lc 22, 53). Como si Dios no se entrometiera en<br />
este mundo.<br />
Es que éste es el mundo de nuestra responsabilidad, de<br />
nuestra libertad. Aquí hay que recurrir a lo que Jesús nos<br />
quiso decir con las parábolas del Reino de Dios. Dios es<br />
aquel señor de las parábolas que se fue a tierras lejanas<br />
(Lc 19. 11-27). Dejó a sus administradores a cargo de sus<br />
bienes, y ellos los malgastaron. Pero el Señor volvió. La<br />
resurrección es el momento en que el Señor vuelve, o en<br />
que nosotros volvemos al Señor y le tenemos que dar<br />
cuentas. Si no hubiese este momento, este señor que se<br />
va y deja que los otros hagan lo que quieran y no se<br />
preocupa de nada no es un Señor de verdad. Por eso la<br />
resurrección es la clave de nuestra vida cristiana. Creer en<br />
la resurrección no es sólo creer una doctrina. Se ha de<br />
creer en la resurrección con la vida; no sólo con la cabeza.<br />
Tenemos que hacer nuestra la resurrección haciendo<br />
nuestro el juicio de Dios contra el mal. Dios no tolera
impasible el mal de los oprimidos, y nosotros tampoco lo<br />
debemos tolerar. Sólo cree en la resurrección el que no<br />
está conforme con el mundo tal como es.<br />
Tenemos que creer en la resurrección con nuestra actitud<br />
y nuestras obras. Tenemos que hacer resurrección.<br />
Tenemos que preguntarnos si nuestra vida, nuestra<br />
existencia, es causa de vida o causa de muerte a nuestro<br />
alrededor, si es causa de crucifixión o de resurrección para<br />
los que nos rodean. Esto es importante, porque quizá<br />
podemos pasarnos la vida cantando el misterio pascual y<br />
"haciendo la pascua" a todo el mundo. Podríamos decir<br />
que nosotros somos como colaboradores de la<br />
resurrección. "Tenemos que completar lo que falta a la<br />
pasión de Cristo" (Col 1, 24).<br />
Y tenemos que completar también lo que falta a la<br />
resurrección de Cristo. Los Santos Padres decían que<br />
Cristo no está todavía totalmente resucitado y, según<br />
como se entienda, hay en esto cierta verdad.<br />
Cristo no posee el pleno gozo de la resurrección mientras<br />
haya alguien que sufra. No le dejamos, por así decir, ser<br />
plenamente resucitado, porque se ha identificado con<br />
todos nosotros. Si engañamos, si explotamos, si hacemos<br />
violencia, si estamos con las fuerzas del mal y de la<br />
muerte contra la resurrección, continuamos la pasión de<br />
Cristo y atrasamos la Pascua total. Si, por el contrario,<br />
amamos, servimos, compartimos, ayudamos, estamos con<br />
Dios contra el padecimiento del justo y a favor de la<br />
resurrección, hacemos resplandecer la gloria de la<br />
resurrección. La resurrección no es algo del último día,<br />
sino que la vamos haciendo. San Pablo lo dice de manera<br />
muy bella: Cristo es las primicias (1Co 15, 20), el primer<br />
fruto, el comienzo de una abundante y espléndida<br />
cosecha. Cristo ha resucitado ya, ciertamente. Pero<br />
nosotros vamos haciendo nuestra resurrección y la de los<br />
otros a medida que vamos madurando en el amor.
28.<br />
50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />
RESURRECCIÓN<br />
28-38<br />
De las distintas posibilidades de lecturas que se ofrecen<br />
para la misa de hoy, este proyecto supone que se lee<br />
como segunda lectura la carta a los Corintios y como<br />
evangelio el mismo de la Vigilia, de Lucas.<br />
La fiesta de las fiestas<br />
"No está aquí. Ha resucitado". Hermanos, alegrémonos de<br />
corazón. Ésta es la Buena Noticia por excelencia. En medio<br />
de tantas informaciones tristes o preocupantes que nos<br />
aporta la historia, los cristianos hemos escuchado con<br />
gozo el anuncio del evangelio: Dios ha dicho un "si"<br />
decisivo a la humanidad al resucitar de entre los muertos<br />
a su Hijo y Hermano nuestro, Cristo Jesús, que se había<br />
entregado a la muerte por solidaridad con todos nosotros.<br />
Aunque muchos no se hayan enterado, ha sido un<br />
inmenso regalo para toda la humanidad. Los cristianos<br />
tenemos motivos muy válidos para cantar con convicción<br />
lo que nos ha hecho repetir el salmo de hoy: "Este es el<br />
día en que actuó el Señor, sea nuestra alegra y nuestro<br />
gozo".<br />
Esta noche pasada, con la solemne Vigilia Pascual, hemos<br />
dado comienzo a la gran fiesta de Pascua, que va a durar<br />
siete semanas, hasta el día de Pentecostés, el 31 de<br />
mayo.<br />
La victoria de Cristo es también nuestra victoria
Lo que celebramos no es un aniversario. Es una realidad<br />
que todavía sigue sucediendo. Jesús, hace dos mil años,<br />
inauguró la Pascua: la Pascua sigue viva. Él, Cristo Jesús,<br />
sigue vivo. Aunque no le vemos, está en medio de<br />
nosotros.<br />
Con qué valentía lo ha dicho Pedro ante las autoridades,<br />
él, que negó a Jesús delante de una criada y unos<br />
guardias: "Lo mataron, colgándolo de un madero, pero<br />
Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver y lo ha<br />
nombrado juez de vivos y muertos". La resurrección de<br />
Jesús cambió la historia. Transformó a Pedro y a los<br />
demás discípulos de la primera comunidad.<br />
Y quiere transformarnos también a nosotros. La Pascua de<br />
Cristo es también nuestra Pascua. Cristo quiere crear algo<br />
nuevo en nosotros, darnos su vida, su energía, su<br />
entusiasmo, su alegría. Como nos ha dicho Pablo, en la<br />
carta a los Corintios: ya que los judíos celebran su Pascua<br />
con panes ácimos, sin levadura, destruyendo todo el pan<br />
que tuvieran de antes y comiendo sólo pan nuevo, así<br />
nosotros, los cristianos, hemos de celebrar nuestra Pascua<br />
no con levadura vieja, levadura de corrupción y de<br />
maldad, sino con los panes nuevos de la sinceridad y de la<br />
verdad.<br />
Una comunidad pascual<br />
Pascua es noticia festiva y, a la vez, compromiso y<br />
estimulo para una vida nueva, según Cristo Jesús. Se<br />
tiene que notar no sólo en nuestros cantos y en el color de<br />
los vestidos y las flores y en el cirio que estará encendido<br />
durante siete semanas: sino en nuestra vida, en nuestro<br />
amor, en nuestra actitud de verdad y sinceridad.<br />
Pascua es fiesta y es también tarea. Pedro nos ha dicho<br />
que Jesús, al aparecerse a ellos, llenándoles de alegría, les<br />
encargó que predicaran al pueblo y dieran testimonio de<br />
su resurrección. Es lo que hicieron aquellas valientes<br />
mujeres, las que habían estado al pie de la Cruz de Jesús
y ahora eran los primeros testigos de su nueva vida:<br />
"recordaron sus palabras, volvieron del sepulcro y<br />
anunciaron todo esto a los once y a los demás". Se<br />
convirtieron en "apóstoles de los apóstoles", en<br />
pregoneras de la Buena Noticia a todo el que quisiera<br />
escucharlas, aunque no les hicieran mucho caso. (Y lo que<br />
hicieron los dos discípulos de Emaús. Al reconocer a Jesús,<br />
fueron corriendo a Jerusalén y contaron lo que les habla<br />
pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir<br />
el pan).<br />
Cada uno en su ambiente -jóvenes, familia, escuela,<br />
mundo de los enfermos y los marginados, medios de<br />
comunicación, trabajo profesional, comunidad religiosa-<br />
debemos ser testigos de la Pascua de Jesús, contagiando a<br />
los demás, sin demasiados discursos, pero si con una vida<br />
convincente, su alegría y su dinamismo.<br />
Dejémonos llenar del mismo Espíritu de Dios que llenó a<br />
Jesús. Este año, especialmente, Pascua tendría que ser<br />
para nosotros totalmente llena del Espíritu del Resucitado.<br />
O sea, llena de vida, de energía, de novedad, de aire<br />
fresco, tanto personalmente como en la comunidad<br />
eclesial.<br />
Hermanos, dejemos actuar en nosotros al Espirito de Dios:<br />
el que resucitó a Jesús quiere resucitarnos también a<br />
nosotros. Y así, Pascua no sólo será fiesta por Cristo, sino<br />
también por cada uno de nosotros.<br />
29.<br />
La acción transformadora más palpable de la resurrección<br />
de Jesús fue su capacidad de transformar el interior de los<br />
discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y<br />
atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en<br />
torno a la causa del evangelio y llenarlos de su espíritu de<br />
perdón. La pequeña comunidad de los discípulos no sólo
había sido disuelta por el ajusticiamiento de Jesús, sino<br />
también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad<br />
que deja en un grupo la traición de uno de sus<br />
integrantes.<br />
Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la<br />
verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había<br />
entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por<br />
eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a<br />
su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos<br />
estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la<br />
comunidad de seguidores, darles cohesión interna en el<br />
perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la<br />
igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la<br />
presencia y la fuerza interior del resucitado lo logró.<br />
Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten<br />
interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y<br />
cuando la comunican, es cuando realmente experimentan<br />
su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas<br />
las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico<br />
de los relatos del Resucitado actuando que presentan a la<br />
comunidad, revela el proceso renovador que hace el<br />
Resucitado en el interior de las personas y del grupo.<br />
Veamos cómo demuestran esto las tres lecturas de este<br />
domingo. A nivel cronológico, debemos empezar por el<br />
evangelio (Jn 20, 19-31). La comunidad anda todavía<br />
disuelta. Tomás, el incrédulo, es sólo un ejemplo. ¿Qué<br />
hace Jesús para aunarlos? Dar al grupo su Espíritu de<br />
perdón, para que haga lo mismo con los demás y tomar a<br />
Tomás como ejemplo de reconciliación. En una comunidad<br />
reconciliada renace la fraternidad, la alegría, la capacidad<br />
de entrega... y se puede convertir en una comunidad<br />
creadora de nuevas comunidades reconciliadas. Este<br />
proceso de sentirse perdonado y de tener capacidad de<br />
perdonar a otros es el que va a ir activando la presencia<br />
del Resucitado en todos los que entren en contacto con la<br />
comunidad cristiana original. Es el mismo Jesús quien<br />
pone todo el énfasis de su resurrección en el sentirlo
interiormente, más que en el verlo o en palparlo<br />
físicamente, a través de apariciones. Esta afirmación<br />
queda sellada con sus palabras: "Dichosos los que sin<br />
haber visto han creído".<br />
Hch 5, 12-16 nos presenta el actuar de una comunidad<br />
que cree en el Resucitado: quien lo siente vivo y actuante<br />
en su interior, trata de comunicarlo de la misma forma. El<br />
testimonio que irradia la pequeña comunidad es el de una<br />
comunidad reconciliada, en la que todos tienen "un mismo<br />
espíritu" (v. 12), causan por eso impacto en la sociedad<br />
que los rodea (v. 13), despiertan nuevos seguidores y<br />
entregan gratuitamente a otros el amor que recibieron del<br />
Maestro. A partir de aquí, cualquier milagro es posible y es<br />
plenamente explicable. La lectura del libro del Apocalipsis<br />
(1, 12-13.17-19) nos coloca en medio de una comunidad<br />
perseguida por el solo hecho de seguir las enseñanzas del<br />
Crucificado, ahora Resucitado. Es la fuerza del Resucitado<br />
la que preside y guía la comunidad perseguida. Si ella<br />
sabe mantener viva la presencia de Jesús Resucitado, se<br />
mantendrá viva y fuerte aun en medio de la persecución<br />
más tenaz. El cristiano no debe tener miedo frente a nada<br />
ni nadie, pues no es la muerte su destino, sino la<br />
resurrección. A la comunidad cristiana no la preside la<br />
muerte. La preside la vida. Y es precisamente a partir de<br />
la vida, en cuyo servicio está, en donde el cristianismo<br />
tiene su fuerza. Cualquier participación o apoyo a procesos<br />
de muerte, es una traición al resucitado y un golpe mortal<br />
a su propia vida.<br />
Para la revisión de vida<br />
-¿Cómo va mi alegría, mi esperanza, mi optimismo o<br />
pesimismo frente a la realidad global?<br />
-¿Es mi fe en la resurrección de Jesús una opción también<br />
por la vida a todos sus niveles?<br />
Oración comunitaria
Oh Dios que en la resurrección de Jesús has dejado clara<br />
tu voluntad y tu propuesta de Vida abundante para todos;<br />
llenos de alegría te damos gracias por la confirmación que<br />
en la resurrección de Jesús has dado a todas nuestras<br />
esperanzas. Por N.S.J.<br />
Para la oración de los fieles:<br />
-Para que la resurrección de Jesús se expanda a toda la<br />
humanidad y el cosmos, y triunfe siempre el Amor y la<br />
Vida, roguemos al Señor...<br />
-Para que vivamos siempre el cristianismo como lo que es:<br />
una buena noticia de alegría y salvación...<br />
-Por la Iglesia entera, para que sea siempre testimonio de<br />
esperanza, de optimismo, de alegría, misericordia y<br />
acogida...<br />
-Por todos los que tienen esperanza en la transformación<br />
del mundo, para reciban el premio a sus esfuerzos...<br />
-Para que el Señor nos dé el coraje de afirmar siempre la<br />
vida sobre la muerte, la esperanza sobre la desesperanza,<br />
y el amor sobre toda forma de egoísmo...<br />
30.<br />
Este proyecto está redactado a partir del evangelio de<br />
Mateo, el mismo de la Vigilia. En las vespertinas, el de<br />
Lucas 24,13-35. En este caso, en lugar del primer párrafo<br />
del proyecto, se dice el segundo, el que va entre corchetes<br />
[ ]. Como segunda lectura escogemos la de Colosenses.<br />
-La fiesta principal del año<br />
"Ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí: ha<br />
resucitado, como había dicho". Hermanos, ¡qué anuncio
más gozoso nos hace el ángel! La mejor noticia de todo el<br />
año: Cristo ha resucitado.<br />
["Era verdad: ha resucitado el Señor". Y ellos contaron<br />
cómo lo habían reconocido al partir el pan. Fue el<br />
acontecimiento que cambió la vida de los dos discípulos de<br />
Emaús y de todos los demás. Habían visto a Cristo morir<br />
en la cruz y ahora se les aparece resucitado].<br />
Con razón hoy es la fiesta principal de los cristianos. Si<br />
cada domingo nos reunimos para celebrar la presencia del<br />
Resucitado en medio de nosotros, hoy, día de Pascua, con<br />
mayor motivo todavía. Estos últimos días hemos seguido a<br />
Jesús en su camino hacia la Cruz, en su Muerte y<br />
sepultura, y ahora nos gozamos, con todos los cristianos<br />
del mundo, de su resurrección.<br />
Muchos ya nos hemos reunido esta noche pasada, en la<br />
Vigilia Pascual, para escuchar las lecturas de la Historia de<br />
la Salvación, recordar nuestro Bautismo y, sobre todo,<br />
para proclamar el evangelio de san Mateo: que Cristo ha<br />
salido del sepulcro, triunfando de la muerte y del pecado.<br />
En esa celebración se ha encendido este Cirio que nos<br />
acompañará durante siete semanas, como símbolo del<br />
Señor victorioso, Luz del mundo.<br />
-Cristo ha resucitado<br />
Las lecturas nos lo han dicho con entusiasmo. Qué<br />
convicción muestra san Pedro cuando, en su catequesis de<br />
la primera lectura, nos ha resumido el misterio de Cristo:<br />
"Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del<br />
Espíritu: lo mataron, colgándolo de un madero, pero Dios<br />
lo resucitó al tercer día y lo nombró juez de vivos y<br />
muertos: los que creen en él reciben el perdón de los<br />
pecados".<br />
Dejándonos contagiar de su alegría, hemos cantado con el<br />
salmo: "Este es el día en que actuó el Señor". Y luego<br />
proclamaremos en el prefacio: "Cristo, nuestra Pascua, ha
sido inmolado: muriendo, destruyó nuestra muerte;<br />
resucitando, restauró la vida". Si hemos admirado, a lo<br />
largo de la Cuaresma y de la Semana Santa, la entrega<br />
generosa de Cristo a la muerte, por solidaridad con todos<br />
nosotros -su "sí" a la humanidad y a Dios-, ahora nos<br />
alegramos del "sí" que Dios Padre ha dicho a su Hijo, y a<br />
nosotros, resucitándole a una nueva existencia.<br />
-El testimonio de la comunidad<br />
La comunidad cristiana, siguiendo el ejemplo del ángel, y<br />
de las mujeres que acudieron al sepulcro, y de los<br />
discípulos de Emaús, y de la primera comunidad de los<br />
apóstoles, y sobre todo de Pedro, hace dos mil años que<br />
proclama ante el mundo este acontecimiento que ha<br />
cambiado la historia. Entonces decía Pedro: "Nosotros<br />
somos testigos... nos encargó predicar, dando solemne<br />
testimonio, su resurrección".<br />
Y lo seguimos diciendo ahora: que Cristo es el que da<br />
sentido a toda la existencia humana. Que, en medio de un<br />
mundo agitado por mil crisis, él es el Salvador y Liberador,<br />
que nos conduce a la salvación y la vida verdadera. Por<br />
eso nos gozamos en ser cristianos, agradecemos a Dios el<br />
don de la fe e intentamos evangelizar a la sociedad en<br />
torno nuestro: comunicarle esta Buena Noticia.<br />
-Invitación a una vida pascual<br />
Pero el mejor modo de comunicar a otros la noticia de la<br />
Pascua es que vean reflejada en nosotros la vida pascual<br />
de Jesús.<br />
Es lo que nos ha dicho san Pablo en la segunda lectura:<br />
"Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de<br />
allá arriba... aspirad a los bienes de arriba..."<br />
Por el sacramento del Bautismo (que hemos recordado con<br />
la aspersión al inicio de esta misa) fuimos incorporados al<br />
Señor Resucitado, a su muerte y resurrección. Por eso
somos invitados a vivir como "resucitados". La fiesta de<br />
hoy, junto con la alegría y la esperanza que nos comunica,<br />
nos compromete también a vivir según la vida nueva de<br />
Jesús, a mirar las cosas de arriba, dando a nuestra historia<br />
de cada día una dimensión pascual. La Cincuentena que<br />
hoy iniciamos -las siete semanas de Pascua, hasta el día<br />
de Pentecostés, 23 de mayo- supone que nuestra vida no<br />
es la misma de antes. Pascua no admite tristeza, ni<br />
pereza, ni egoísmo, ni desánimo, ni apego a lo viejo, ni<br />
esclavitud.<br />
La Pascua de Cristo Jesús quiere ser también Pascua<br />
nuestra. Porque "hemos resucitado con Cristo", tenemos<br />
que dejar a Cristo y a su Espíritu que actúen en nosotros<br />
el milagro de cada Pascua: una nueva vida, una vida más<br />
"pascual".<br />
31.<br />
Hch 10, 34a.37-43: Testigos de su resurrección Salmo<br />
117, 1-2.16-17.22-23 Col 3, 1-4: Si han resucitado con<br />
Cristo busquen las cosas de arriba Jn 20, 1-9: El primer<br />
día de la semana María Magdalena fue al sepulcro<br />
Los Hechos nos presentan el discurso de Pedro en<br />
presencia de los gentiles, antes del pentecostés de<br />
Cesarea. Las palabras de Pedro están articuladas en dos<br />
secciones.<br />
La primera parte sustenta la apertura a los no judíos. El<br />
Dios de la vida, que resucitó a Jesús, acoge sin acepciones<br />
a todos aquellos que anuncian el Reinado de Dios y<br />
construyen la paz. La práctica de Jesús fue siempre recibir<br />
a los excluidos y conformar un grupo humano donde se<br />
creciera en humanidad y amor al Padre. Por eso, la<br />
apertura a todas las naciones del mundo estaba inscrita en<br />
los planes de Dios y en el ministerio de Jesús. La Buena
Noticia se comunica a todos los seres humanos de buena<br />
voluntad.<br />
La segunda parte (Hch 10, 37-43), describe el ministerio<br />
de Jesús como una transformación de la humanidad<br />
marginada y deprimida: "haciendo el bien y curando a los<br />
poseídos por el demonio". La acción de Jesús rompía las<br />
mentalidades e ideologías esclavizadoras y posesivas. Con<br />
su enseñanza preparaba a hombres y mujeres a un nuevo<br />
éxodo: la liberación del ser humano hacia un nuevo pueblo<br />
de seres humanos libres.<br />
En esta parte, Pedro hace énfasis en el testimonio. Los y<br />
discípulos son testigos de la práctica liberadora de Jesús,<br />
de la injusta muerte a la que fue condenado, del triunfo de<br />
Dios sobre la tiniebla de la historia: Jesús fue resucitado.<br />
La resurrección es la experiencia del grupo de seguidores<br />
y seguidoras que compartieron con él la comida diaria, el<br />
trabajo y los afanes cotidianos. La comunidad se<br />
transforma en la presencia del resucitado y se siente<br />
llamada a dar testimonio de su presencia en la<br />
humanidad.<br />
La carta a los Colosenses enfrenta las dificultades de una<br />
comunidad que se ve expuesta a una desviación, práctica<br />
y doctrinal, de la auténtica enseñanza cristiana. La<br />
comunidad se encuentra en un medio con fuertes<br />
influencias de creencias misteriosas, gnosticismo y otras<br />
tendencias religiosas que pululaban en el momento. El<br />
problema es diferente al de las iglesias de Jerusalén y<br />
Antioquía. Ya no es el legalismo judío que amenazaba con<br />
absorber al cristianismo. La dificultad radica en la<br />
confusión respecto al lugar que Jesús ocupa en la historia<br />
humana. Por esto, Cristo es presentado como Señor del<br />
universo, cabeza de la Iglesia y vencedor de los grandes<br />
poderes que someten a la humanidad y al mundo.<br />
El pasaje que hoy leemos es la conclusión de una extensa<br />
exposición doctrinal. Enfatiza en la necesidad de<br />
permanecer abierto a las realidades históricas pero sin
crear innecesarias confusiones doctrinales. Exhorta a no<br />
trastocar lo que es una experiencia de vida fundada en la<br />
catequesis paulina con los caprichos religiosos de moda.<br />
Concluye contraponiendo lo que pertenece al mundo del<br />
Espíritu frente a las propagandas religiosas. Lo de arriba<br />
manifiesta la máxima aspiración de los creyentes: la<br />
resurrección. Lo de abajo las pasajeras modas ideológicas.<br />
La vida de la comunidad se convierte entonces en una<br />
semilla de esperanza: la voluntad de Dios es irrevocable.<br />
La comunidad está llamada a hacer de la "vida en<br />
abundancia" el derrotero de su acción, y para esto<br />
necesita estar firme en su enseñanza apostólica.<br />
El evangelista Juan nos presenta la resurrección como un<br />
acontecimiento del "primer día". La pasión, crucifixión y<br />
muerte presentadas como un acontecimiento del día<br />
sexto. Como en el Génesis el día sexto es la conclusión de<br />
la obra de creación, en el evangelio es el final de la vida<br />
física de Jesús. Ahora, en un nuevo día, en un nuevo<br />
génesis, Dios comienza una nueva etapa de la humanidad.<br />
La negatividad de la historia es transformada por la acción<br />
de Dios. Pero, al igual que toda la acción de Jesús, todo<br />
ocurre en la discreción de la vida humilde y sencilla. Sólo<br />
una comunidad, representada por tres figuras: María<br />
Magdalena, Pedro y el otro discípulo, da testimonio de lo<br />
acontecido. El evangelio nos presentará diversas actitudes<br />
frente a la ausencia del crucificado.<br />
El Evangelio nos relaciona a los testigos del resucitado<br />
representados en tres grupos con actitudes diferentes. El<br />
primero, el de María Magdalena. Ella se asoma a la tumba<br />
cuando todavía hay tinieblas. La oscuridad es símbolo de<br />
la oposición a Dios. Jesús vence las tinieblas. María,<br />
desafía la situación de oscuridad y busca el cuerpo del<br />
crucificado. En esta actitud priman el desconcierto y la<br />
constatación abierta e insistente: "se han llevado a mi<br />
Señor y no sé donde lo han puesto".
Luego viene el par de discípulos. Uno identificado con el<br />
nombre propio: Pedro. Lo acompaña alguien identificado<br />
genéricamente como el otro discípulo. Ambos corren a<br />
verificar el anuncio de la Magdalena. El otro se adelanta,<br />
examina la situación de la tumba y se abstiene de entrar.<br />
Pedro, por el contrario, entra y se encuentra con el<br />
sepulcro vacío. Ante las vendas que atan los pies e<br />
impiden la movilidad, y ante el sudario que representa la<br />
muerte, Pedro no tiene ninguna reacción. El "otro<br />
discípulo", por el contrario, al ingresar al sepulcro cree y<br />
alcanza la comprensión cabal de lo que le ha ocurrido a<br />
Jesús.<br />
Las tres actitudes ilustran tres diferentes procesos de la<br />
resurrección. De un lado el complejo y completo proceso<br />
de la primera testigo de la resurrección. De la actitud de<br />
desconcierto y zozobra pasa al encuentro desprevenido e<br />
inconsciente con el Señor en el huerto. Por último<br />
descubre la presencia del resucitado y se convierte en<br />
testigo cualificado de la buena noticia.<br />
Pedro, alterna con el "otro discípulo". Pedro representa a<br />
un grupo fiel a las expectativas del Israel histórico. Por<br />
eso, ante la ausencia del crucificado no se percibe reacción<br />
alguna. A pesar del diligente seguimiento, al grupo de<br />
Pedro le cuesta asumir la nueva situación de Jesús como<br />
una fuente de agua viva, como una semilla de vida (Jn 12,<br />
24). Su actitud se contrapone a la del "otro discípulo".<br />
Este es más ágil en el seguimiento. El texto simboliza su<br />
disposición con la frase "corría más que Pedro". A la vista<br />
de la tumba, guarda un silencio respetuoso y reflexivo. Las<br />
vendas en el piso le significan una nueva situación que se<br />
debe entender con la mirada. Luego, entra en el sepulcro<br />
y alcanza la inteligencia de la nueva realidad en oposición<br />
a la falta de comprensión de Pedro. Sin embargo, el "otro<br />
discípulo" comprende todo ante la evidencia de la tumba<br />
según la Escritura, y no a partir de una experiencia con el<br />
resucitado. Será la totalidad de la comunidad la que, a<br />
partir del testimonio de la mujer, llegue a una<br />
comprensión plena del Resucitado.
Para la revisión de vida<br />
¿He vivido esta Semana Santa como el camino que es a la<br />
resurrección y a la vida eterna? ¿He apostado por la vida,<br />
en mi vida?<br />
Para la reunión de grupo<br />
- Pedro describe a Jesús como el que pasó por la vida<br />
"haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo".<br />
¿Es también así nuestro paso por la vida, el de nuestro<br />
grupo, comunidad; el de la Iglesia? ¿Somos testigos de<br />
que Cristo ha resucitado?<br />
- El bautismo nos asocia a Cristo muerto y resucitado.<br />
¿Cómo vivimos el bautismo, como un rito mágico o como<br />
el gesto que nos da una nueva vida? Y nuestra vida<br />
posterior, ¿es coherente con esa nueva vida recibida en el<br />
bautismo?<br />
- Jesús ha resucitado; ¿esto es un artículo del credo, un<br />
enunciado que yo tengo que aceptar, o es una<br />
experiencia, un sentimiento en mi corazón y en mi vida,<br />
igual que experimento y siento, por ejemplo, el amor y el<br />
cariño de amigos y familiares? ¿Creo, sinceramente, en la<br />
resurrección de Cristo, en la resurrección de los muertos y<br />
en la vida eterna?<br />
Para la oración de los fieles<br />
- Para que la Iglesia dé testimonio de la resurrección<br />
trabajando siempre en favor de la vida, y de una vida<br />
digna y justa. Oremos.<br />
- Para que todos los pueblos avancen en el camino de<br />
libertad, la justicia y la paz. Oremos.<br />
- Para que el esfuerzo personal y colectivo de todos los<br />
que buscan una persona más humana y una sociedad más<br />
justa y fraterna, no resulte estéril. Oremos.
- Para que todos los que sufren las secuelas de la<br />
opresión, la violencia y la injusticia, encuentren más apoyo<br />
en nosotros para salir de su situación. Oremos<br />
- Para que nuestra fe en la resurrección nos haga perder<br />
todo miedo a la muerte y sus secuelas. Oremos<br />
- Para que el gozo por la resurrección de Cristo nos afiance<br />
en nuestro compromiso con el Reino de Dios y su justicia.<br />
Oremos.<br />
Para la hora acción comunitaria<br />
Dios, Padre nuestro, que nos llenas de gozo al abrir para<br />
todos en este día las puertas de la vida, por medio de tu<br />
Hijo, vencedor de la muerte; protégenos y ayúdanos para<br />
que, renovados por tu amor, trabajemos siempre por<br />
vencer a la muerte y hacer crecer tu Reino, hasta que<br />
recibamos el don de la resurrección. Por Jesucristo.<br />
32.<br />
Testigos de la Resurrección<br />
Durante todos los domingos del tiempo pascual la primera<br />
lectura será de los Hechos de los Apóstoles. En los<br />
primeros domingos encontraremos fragmentos de la<br />
primera predicación cristiana a través de los discursos de<br />
Pedro (domingos primero, tercero y cuarto) y el proyecto<br />
de vida de la primera comunidad cristiana (segundo<br />
domingo). En el quinto domingo veremos a Pablo tomando<br />
contacto con la comunidad de Jerusalén; y el domingo<br />
sexto ya estará marcado por la referencia al Espíritu. Los<br />
textos de la Ascensión y Pentecostés son los propios de<br />
estas solemnidades.<br />
El testimonio sobre la resurrección de Jesús que se<br />
encuentra en la parte final es el núcleo del fragmento de<br />
hoy. El discurso de Pedro en casa de Cornelio sigue el
esquema de la primitiva predicación apostólica, en la que<br />
la resurrección es el hecho fundamental, la más<br />
importante de las acciones salvíficas de Dios.<br />
La lectura nos ofrece también otros aspectos dignos de<br />
consideración. Los apóstoles han tenido una experiencia<br />
muy real de la presencia del Resucitado ("comimos y<br />
bebimos con él") que es la fuente de su predicación. La<br />
resurrección es el cumplimiento pleno de la salvación<br />
anunciada por los profetas; la fe en Jesús Resucitado es la<br />
aceptación explícita de la salvación.<br />
La resurrección y exaltación de Cristo es lo que da sentido<br />
a la vida de "Jesús de Nazaret", que Pedro ha resumido en<br />
la primera parte del texto ("Dios consagró a Jesús de<br />
Nazaret... pasó haciendo el bien").<br />
Resucitados con Cristo<br />
Estos cuatro versículos de Colosenses inician la parte<br />
exhortativa de la carta, en la que se quiere subrayar cómo<br />
debe ser la vida cristiana auténtica.<br />
Cristiana es aquella persona que, al bajar a las aguas del<br />
bautismo, "murió" y subió de estas aguas "resucitado con<br />
Cristo" para una nueva vida. Si ésta es la nueva realidad<br />
del creyente, todo su modo de pensar y de actuar tiene<br />
que estar de acuerdo con su ser: "busquen... piensen en<br />
las cosas de arriba". El bautismo, la unión con Cristo<br />
resucitado, marea la orientación fundamental de la vida<br />
del cristiano. Y se trata de una vida que camina hacia una<br />
madurez o plenitud, en crecimiento continuo.<br />
«Las 'cosas de arriba' en el lenguaje bíblico son las cosas<br />
de Dios. A ellas debemos aspirar (cf. Col 3,2). Lo propio<br />
de Dios es la vida, toda la vida; nada de lo que llamamos<br />
material y espiritual, temporal y definitivo, escapa al don<br />
gratuito de la vida. Creer en la resurrección del Señor<br />
significa 'dar testimonio' de aquel que es 'juez de vivos y<br />
muertos' (Hch 10,42). Sólo viviremos la alegría pascual si,
como el Cristo de nuestra fe, damos vida" (Gustavo<br />
Gutiérrez).<br />
Jesús debía resucitar de entre los muertos. Para Juan, el<br />
sepulcro abierto y vacío es un signo de la resurrección. Los<br />
discípulos lo ven y creen. Las apariciones que siguen (cf.<br />
segundo y tercer domingos de Pascua) vendrán a<br />
confirmar y a dar sentido pleno a este signo que en sí es<br />
ambiguo, y darán lugar a una profesión de fe más explícita<br />
(declaración de Tomás, en el próximo domingo).<br />
El cuarto evangelista pretende subrayar, por una parte, el<br />
realismo corporal de Cristo resucitado y, por otro, la<br />
condición nueva y definitiva de esta corporeidad. Se da<br />
también una referencia a la primacía de Pedro: él entra en<br />
el sepulcro, porque tiene que ser el primero en anunciar la<br />
Buena Noticia (cf. primera lectura de hoy). Pero sólo de<br />
Juan se subraya la fe (vio y creyó). Lucas nos mostrará<br />
que para comprender las Escrituras es necesario que el<br />
propio Cristo abra la mente del discípulo (cf. evangelio del<br />
tercer de Pascua).<br />
33.<br />
¡ALELUYA! CRISTO HA RESUCITADO. ALELUYA.<br />
1. Los enemigos de Jesús habían conseguido lo que tanto<br />
tiempo pretendían y creían que todo había terminado.<br />
Ahora, ya están tranquilos. También los amigos de Jesús<br />
creían que con su muerte había llegado el final. La fe de<br />
todos se tambaleó. Sólo María, la Madre de Jesús, se<br />
mantuvo firme, sin ninguna sombra de vacilación. La vela<br />
del tenebrario que queda encendida después de todas<br />
apagadas en maitines. Se lleva detrás del altar y se saca<br />
después. Es la fe de María. María Magdalena no hacía más<br />
que llorar. Para ella nada tenía ya sentido. Jesús ya no<br />
está con ellos. Su cadáver está en el sepulcro. Ella hacía<br />
poco tiempo que había derrochado una fortuna para
ungirle con perfume. Judas la criticó y Jesús la defendió<br />
porque le había perfumado ungiéndole para la sepultura.<br />
El viernes, a las tres de la tarde, todo se había<br />
consumado. José de Arimatea y Nicodemo le amortajaron<br />
y le enterraron. María Magdalena quiso perfumarle<br />
también, después de muerto, una vez transcurrido el<br />
descanso legal del sábado judío.<br />
2. Cargada iba de perfumes y llorando camino del sepulcro<br />
del Jesús que le había cambiado la vida y se la había<br />
llenado de alegría. ¡Pero qué impresión tan fuerte cuando<br />
vio el sepulcro abierto y las vendas depositadas y plegadas<br />
sobre el sepulcro! Juan 20,1.<br />
3. Corriendo ha ido a anunciar lo que ha visto a los<br />
Apóstoles. Pedro y Juan escuchan y reciben el mensaje de<br />
María Magdalena y van corriendo al sepulcro. "Entonces<br />
entró también el otro discípulo, el que había llegado<br />
primero al sepulcro; vio y creyó". Sólo en esta ocasión<br />
dice el Evangelio que alguien cree en la Resurrección al<br />
ver el sepulcro vacío. El evangelista tiene en cuenta que la<br />
mayoría de lectores a quienes no se les ha aparecido<br />
Cristo Resucitado, han de creer. Juan quiere demostrar<br />
que si él ha creído sólo por haber visto el sepulcro vacio,<br />
no es necesario verle resucitado, para creer en la<br />
resurrección.<br />
4. Para él fue un hecho inesperado, insólito, nuevo: "No<br />
había aún entendido la Escritura que dice que Él había de<br />
resucitar de entre los muertos". Los Apóstoles se fueron. Y<br />
María se quedó junto al sepulcro, llorando... "Se volvió<br />
hacia atrás y vió a Jesús allí de pie, pero no sabía que era<br />
Jesús. ¿Jesús le dijo: "Mujer, por qué lloras? ¿A quién<br />
buscas?". -"María". -"Maestro" (Jn 20,11). Cristo se<br />
aparece a una mujer, porque fue una mujer la causa del<br />
pecado de Adán, ha de ser una mujer la que anuncie a los<br />
hombres la resurrección y por tanto la liberación del<br />
pecado.
5."Jesús le dijo: Suéltame, que aún no he subido al Padre;<br />
ve a mis hermanos y diles que subo al Padre mío y<br />
vuestro" (Jn 20,17). María deja alejarse a su Amado, y en<br />
esa privación se encierra el más hermoso homenaje que<br />
una mujer haya hecho a un hombre, porque es su Dios.<br />
San Juan de la Cruz cantará con voz sublime el<br />
alejamiento del Amado: "¿Adónde te escondiste, Amado, -<br />
y me dejaste con gemido? -Como el ciervo huiste -<br />
habiéndome herido, - salí tras tí clamando - y eras ido".<br />
6. Otra vez María en busca de los discípulos. El amor es<br />
activo, no puede estar quieto. "Qui non zelat non amat",<br />
dice San Agustín. El encuentro con Jesús engendra<br />
caminos de búsqueda de hermanos para anunciarle. La<br />
experiencia de la belleza y del amor impone<br />
psicológicamente la comunicación de lo que se<br />
experimenta, de lo que se goza. Por eso sólo puede<br />
anunciar a Cristo con fruto, quien ha experimentado su<br />
amor. Los apóstoles son testigos de la resurrección porque<br />
han visto a Jesús, el que bien conocían, vivo entre ellos<br />
después de la resurrección. Vieron que no estaba entre los<br />
muertos, sino vivo entre ellos, conversando con ellos,<br />
comiendo con ellos. No anunciaron una idea de la<br />
resurrección, sino al mismo Jesús resucitado, con una<br />
nueva vida, que no era retorno a la mortal, como Lázaro,<br />
sino inmortal, la vida de Dios. Ha vencido a la muerte y ya<br />
no morirá más.<br />
7. Pedro, testigo de la resurrección, repite una y otra vez:<br />
"que lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo<br />
resucitó al tercer día y nos lo hizo ver a nosotros que<br />
hemos comido y bebido con él después de la resurrección.<br />
Los que creen en él reciben el perdón de los pecados"<br />
Hechos 10,34. En consecuencia: "Ya que habéis resucitado<br />
con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, no los de la<br />
tierra" Colosenses 3,1.<br />
8 Si María Magdalena se hubiera cerrado en su<br />
decaimiento, la resurrección habría sido inútil. María
Magdalena hizo, como Juan y Pedro, lo que debieron<br />
hacer: salir, abrirse, comunicar. Es el mejor remedio para<br />
curar la depresión. San Ignacio aconseja "el intenso<br />
moverse" contra la desolación (EE 319). De esta manera,<br />
la sabia colaboración de todos, ha conseguido la<br />
manifestación de Cristo Resucitado.<br />
9. Proclamemos que "este es el día grande en que actuó el<br />
Señor: sea el día de nuestra alegría y de nuestro gozo"<br />
Salmo 117. Exultemos de gozo con toda la Iglesia, porque<br />
éste es el gran día de la actuación de las maravillas de<br />
Dios. "¿De qué nos serviría haber nacido, si no hubiéramos<br />
sido rescatados?" (Pregón Pascual). Hay que profundizar<br />
en el misterio de belleza que encierra la resurrección de<br />
Jesús. Según los autores bíblicos «bello es todo aquello<br />
que ha sido tocado por la presencia de Dios». Según el<br />
mundo y la mentalidad dominante de la actual sociedad de<br />
la imagen, saturada de erotismo, la belleza parece ser el<br />
valor más buscado, hasta llegar a la idolatría, usurpando<br />
el puesto de Dios, con una extraña indiferencia por el bien<br />
y la verdad.<br />
10. Existe una ambigüedad intrínseca en la belleza,<br />
cuando sólo se la mira bajo el aspecto sensual, como lo<br />
demuestra la publicidad, el mundo del espectáculo, los<br />
medios de comunicación, la moda, e incluso el mundo<br />
telemático de Internet. Es decir, cuando la belleza se<br />
concentra únicamente en el cuerpo humano y en el<br />
erotismo.<br />
11. Ha escrito un autor ortodoxo: Dios no es el único que<br />
se reviste de belleza. El mal le imita y hace la belleza<br />
profundamente ambigua. Eva fue seducida por la belleza,<br />
se dio cuenta de que el fruto era bello, deseable,<br />
estéticamente atrayente. Esto quiere decir que, si bien la<br />
verdad siempre es bella, la belleza no siempre es<br />
verdadera. Esta ambigüedad es superada por Jesús, quien<br />
redimió la belleza privándose de ella por amor en el<br />
misterio de su pasión, muerte y resurrección. De este
modo, el Hijo de Dios demostró que sólo hay algo<br />
precioso: la belleza del amor que pasa a través de la cruz<br />
y que es purificada por la cruz. Más que cerrar los ojos<br />
ante la belleza ambigua hay que abrir de par en par la<br />
mirada a la belleza de Cristo resucitado.<br />
12. Y así como Cristo ha resucitado, nos resucitará a<br />
nosotros. Vivamos ya ahora como resucitados que mueren<br />
cada día al pecado. La resurrección se va haciendo<br />
momento a momento. Es como el crecimiento de un árbol,<br />
que no crece de golpe, sino imperceptiblemente.<br />
Tendremos tanta resurrección cuanta muerte. Con el<br />
auxilio de la gracia siempre actuante en nosotros.<br />
"Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección,<br />
Señor Jesús".<br />
34.<br />
"RESUCITO"<br />
1. Hoy es la fiesta de las fiestas, y el día de Cristo Señor<br />
por antonomasia.<br />
Hoy Jesús, vencedor de la muerte y del pecado, se<br />
manifestó a los suyos resucitado.<br />
En el templo de la Sagrada Familia de Barcelona, la figura<br />
de Cristo atado a la Columna, tiene la columna rota. Cristo<br />
rompe el mundo viejo del pecado y crea el mundo nuevo<br />
de la gracia. Crea al hombre nuevo. "Celebremos la<br />
Pascua, no con levadura vieja (de corrupción y de<br />
maldad), sino con los panes ácimos de la sinceridad y la<br />
verdad 1 Corintios 5, 6.<br />
2 "La cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de<br />
Nazaret" Hechos 10,34. Jesús ha vivido en Nazaret la<br />
mayor parte de su vida. En Nazaret ha crecido, se ha<br />
desarrollado. Ha pasado de niño a adolescente, de joven a
adulto. De Nazaret guarda recuerdos imborrables. De su<br />
dulce vida familiar de trabajo, silencio, oración en familia y<br />
personal solitaria. De sus horas de oración, donde ha ido<br />
descubriendo la ternura del Abbá, el cariño dulce y<br />
absorbente que ha ido llenando su corazón día a día,<br />
donde ha ido creciendo en edad y en sabiduría y gracia.<br />
Allí ha ido descubriendo la voluntad del Padre y ha<br />
resuelto seguirla hasta la muerte, con la fuerza del Espíritu<br />
Santo.<br />
3 "Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo". Es<br />
necesario que descubramos el papel principal que el<br />
Espíritu Santo ejerce en la vida de Jesús de Nazaret, y en<br />
cada cristiano, animado por él, y en la Iglesia. Un obispo<br />
maronita, León XXIII, llegó a decir en el Concilio: "La<br />
Iglesia latina es aún adolescente en pnematología".<br />
Conviene que en este año del ESPIRITU SANTO corrijamos<br />
este vacío. Con la fuerza del Espíritu Santo afirma Pedro<br />
que Jesús pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos<br />
por el diablo y soportó la muerte colgado de un madero, y<br />
Dios lo resucitó y nos lo hizo a ver a los testigos que él<br />
había designado y nos encargó predicar al pueblo, y según<br />
el unánime testimonio de los profetas, los que creen en él<br />
reciben el perdón de los pecados" (Is 49,6; Mal 1,11).<br />
4 "Entró también el otro discípulo: vio y creyó" Jn 20,1. Es<br />
la única vez que se dice en el evangelio que alguien cree<br />
sólo por ver el sepulcro vacío. Sabe el que lo escribe que<br />
sus lectores no habrán tenido un encuentro personal con<br />
Cristo resucitado, y quiere convencerles de que esa<br />
prueba no es necesaria para creer. Afirma también Juan<br />
que esta fe fue una novedad para él.<br />
5. Como resucitó a Lázaro, que estaba muerto (Jn 11,43),<br />
Cristo resucita al mundo. Aquella era una profecía de su<br />
Resurrección. Lázaro ya olía a muerto, pero Cristo lo<br />
resucita. A pesar de que el mundo huele ya a cadáver,<br />
Cristo lo resucita también. Pero la resurrección de Cristo<br />
no es como la de Lázaro, que es un cadáver que retorna a<br />
la vida anterior. La resurrección de Cristo es recibir la
plenitud de la Vida. Con la resurrección de Cristo nos llega<br />
toda la Vida, no sólo que durará, sino que se tiene toda a<br />
la vez: "Tota simul et perfecta possesio" (Boecio).<br />
6 Cristo hombre muere y vuelve a la tierra, como Adán.<br />
Antes de morir había entregado su espíritu al Padre. Su<br />
espíritu, su alma, la que le informaba hombre vivo. Porque<br />
el Verbo, no se había separado de él. El Padre le devuelve<br />
el espíritu y su cuerpo, al recibir de nuevo el alma,<br />
resucita y vive como hombre vivo, siguiendo unido a la<br />
persona divina. No dejará nunca de ser hombre, como<br />
nunca dejará de ser Dios.<br />
6. Pero, aunque Cristo ha hecho brotar el manantial,<br />
hemos de acercarnos a la fuente para sacar agua:<br />
"Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación"<br />
(Is 12,3). Jesús no nos chapuza en el agua a la fuerza.<br />
Como al hombre que llevaba treinta y ocho años paralítico<br />
le pide permiso para curarlo: "¿Quieres curarte?" (Jn 5,6),<br />
respeta nuestra voluntad libre. ¿Quieres curarte de tus<br />
viejos pecados, de tus defectos viejos? ¿De tu levadura<br />
vieja? Acude a la fuente. El sacramento de la penitencia<br />
actualizará en tí la Resurrección.<br />
7. Dice Juan que los Apóstoles no habían comprendido qué<br />
era la resurrección (20,9). Es difícil de comprender,<br />
porque es un misterio, que sólo se comprende por la fe.<br />
8. Estamos celebrando la Eucaristía, el sacramento de la<br />
fe. En él Cristo muere y resucita hoy, y cada día. Por<br />
nosotros, para quitar de nosotros la levadura vieja.<br />
9. "Nuestra víctima pascual: Cristo, ha sido inmolada" 1<br />
Corintios 5, 7. Celebremos la Pascua resucitando con él y<br />
colaborando con su Espíritu para permanecer resucitados<br />
siempre, inmolándonos con Cristo, para ser también<br />
víctimas con él, "extirpando lo que hay de terreno en<br />
nosotros: lujuria, inmoralidad, pasión, deseos rastreros y<br />
codicia" (Col 3,5); "pues hemos muerto con él, y nuestra
vida está escondida con Cristo en Dios" Colosenses 3,1,<br />
para gloria de Dios Padre, que por la fuerza del Espíritu<br />
Santo, ha resucitado y exaltado a su Hijo, constituyéndolo<br />
Señor. Y "cuando se manifieste él glorioso, que es nuestra<br />
vida, os manifestaréis también vosotros gloriosos".<br />
10 Glorifiquemos al Señor porque "este es el día en que<br />
actuó, y es la causa de nuestra alegría y gozo. Porque su<br />
diestra es poderosa y excelsa. Y porque resucitando a<br />
Jesús, nos promete que también nos resucitará a nosotros<br />
y nos hará partícipes de su vida gloriosa. No he de morir,<br />
no nos ha creado el Señor para la muerte, sino para la<br />
vida. Viviremos para cantar las hazañas del Señor " Salmo<br />
117. A El triunfante y glorioso la gloria por los siglos.<br />
Amen.<br />
35.<br />
CREER EN LA RESURRECCIÓN ES CREER EN EL DIOS DE<br />
LA VIDA<br />
Hoy la Iglesia celebra el día más grande de la historia,<br />
porque con la resurrección de Jesús se abre una nueva<br />
historia, una nueva esperanza para todos los hombres.<br />
Si bien la muerte de Jesús es el comienzo de nueva<br />
historia, porque su muerte es redentora, es en la<br />
resurrección donde se muestra todo lo que el Calvario<br />
significa. Por eso, la Pascua cristiana adelanta nuestro<br />
destino.<br />
Al modo, pues, de la muerte de Cristo, nuestra muerte,<br />
también, es el comienzo de algo nuevo, que se revela en<br />
nuestra propia resurrección.<br />
Explayaremos esas ideas en el comentario a las tres<br />
lecturas de la Misa.
1ª Lectura (Hch 10,34.37-42): La historia de Jesús se<br />
resuelve en la resurrección "Me refiero a Jesús de Nazaret,<br />
ungido por Dios..., que pasó haciendo el bien... Lo<br />
mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al<br />
tercer día y nos lo hizo ver... a nosotros, que hemos<br />
comido y bebido con él después de la resurrección".<br />
1.1. Esta primera lectura del día corresponde al discurso<br />
de Pedro ante la familia de Cornelio (Hch 10, 34.37-42),<br />
una familia pagana que con su conversión viene a ser el<br />
primer eslabón de una apertura imparable en el proyecto<br />
universal de salvación de todos los hombres. Pedro, tal<br />
como lo ha entendido Lucas, expone ante esta familia<br />
pagana, simpatizante de la religiosidad judía, la novedad<br />
del camino que los cristianos han emprendido después de<br />
la resurrección.<br />
1.2. El apóstol ha debido pasar por el trauma de salir de<br />
su judaísmo, de su mundo, de su ortodoxia, para ir a una<br />
casa de paganos con objeto de anunciar la salvación de<br />
Dios. En realidad es el Espíritu el que lo lleva, el que se<br />
adelanta a Pedro y a sus decisiones; se trata del Espíritu<br />
del Resucitado que va más allá de toda ortodoxia religiosa.<br />
1.3. El texto de la lectura es, primeramente, una<br />
recapitulación de la vida de Jesús y de la primitiva<br />
comunidad con él, a través de lo que se expone en el<br />
Evangelio y en los Hechos: la Predicación en Galilea y en<br />
Jerusalén, la muerte y la resurrección, así como las<br />
experiencias pascuales en las que los discípulos<br />
«conviven» con él, en referencia explícita a las eucaristías<br />
de la primitiva comunidad.<br />
Se trata, por tanto, de un discurso de tipo kerygmático,<br />
que tiene su eje en el anuncio pascual: muerte y<br />
resurrección del Señor.<br />
2ª Lectura (Col 3,1-4): Nuestra vida está en la vida de<br />
Cristo "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los
ienes de allá arriba....; aspirad a los bienes de arriba, no<br />
a los de la tierra..."<br />
2.1. Esta segunda lectura, de la carta a los Colosenses<br />
3,1-4, es, sin duda, un texto bautismal, y en ella se sacan<br />
las consecuencias que para los cristianos tiene el creer y<br />
aceptar el misterio pascual. Ese misterio supone pasar de<br />
la muerte a la vida, del mundo de abajo al mundo de<br />
arriba; un cambio bien simbolizado en el sacramento del<br />
bautismo.<br />
2.2. Por el bautismo, en efecto, nos incorporamos a la vida<br />
de Cristo y estamos en la estela de su futuro. Esto es muy<br />
importante, ya que creer en la resurrección no es adoptar<br />
una actitud estética que contemplemos pasivamente, sino<br />
comprometernos con Cristo. Aunque hemos de amar y<br />
transformar la historia humana, debemos saber que<br />
nuestro futuro no es consumirnos en la debilidad de lo<br />
histórico y de lo que nos ata a este mundo. Nuestra<br />
esperanza apunta más alta, hacia la vida de Dios, que es<br />
el único que puede hacernos eternos.<br />
3ª Evangelio (Jn 20,1-9): El discípulo verdadero creyó,<br />
porque había amado. "El primer día de la semana, María<br />
Magdalena fue al sepulcro al amanecer..., y vio la losa<br />
quitada del sepulcro.... Pedro y el otro discípulo salieron<br />
camino del sepulcro... El otro discípulo vio las vendas en el<br />
suelo y el sudario...Vio y creyó. Hasta entonces no habían<br />
entendido la Escritura...”<br />
3.1. El evangelio de Juan 20,1-9, que todos los años se<br />
proclama en este día de la Pascua, nos propone<br />
acompañar a María Magdalena al sepulcro, y nos hace vivir<br />
el asombro y la perplejidad de que el Señor ya no está en<br />
el sepulcro.<br />
¿Es que podía estar allí quien entregó la vida para<br />
siempre? No. En el sepulcro no hay vida, y El, Jesús, se<br />
había presentado como la resurrección y la vida (Jn<br />
11,25).
3.2. También el evangelio de hoy nos ofrece el ejemplo<br />
fascinante del «discípulo amado» -clave en la teología del<br />
cuarto evangelio-, que corre con Pedro, que corre incluso<br />
más que éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es<br />
el discípulo<br />
- que espera hasta que el desconcierto de Pedro pase;<br />
- que, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor<br />
por medio de la fe, nos hace comprender que la<br />
resurrección es el infinito; que las vendas que ceñían a<br />
Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta historia;<br />
que su presencia entre nosotros debe ser de otra manera<br />
absolutamente distinta y renovada.<br />
3.3. Creer en la resurrección conlleva, pues, asumir una<br />
calidad de vida que nada tiene que ver con la búsqueda de<br />
intereses mundanos que se hace entre nosotros, y con<br />
nuestras propuestas de tipo humano y social. Es asumir<br />
una calidad teológica de vida que nos lleva más allá de<br />
toda miseria y de toda muerte absurda. La muerte no<br />
debería ser absurda, pero, si lo es para alguien, debemos<br />
mostrarle, desde la fe más profunda, que Dios nos has<br />
destinado a vivir con Él. Rechazar esta dinámica de<br />
resurrección sería como negarse a vivir para siempre. No<br />
solamente sería rechazar el misterio del Dios que nos dio<br />
la vida, sino del Dios que ha de mejorar su creación en<br />
una vida nueva para cada uno de nosotros.<br />
3.4. Creer en la resurrección es creer en el Dios de la vida.<br />
Y no solamente eso; es creer en nosotros mismos como la<br />
verdadera posibilidad que tenemos de ser algo en Dios.<br />
Aquí, no hemos sido todavía nada, casi nada, comparado<br />
con lo que nos espera más allá de este mundo. No es<br />
posible engañarse.<br />
Aquí nadie puede estar realizado en ninguna dimensión de<br />
la nuestra propia existencia. Más allá está la esperanza.
La resurrección de Jesús es la primicia de que en la<br />
muerte se nace ya para siempre.<br />
36.<br />
MEDITACIÓN: " EL SEPULCRO ESTÁ VACÍO”<br />
¡Cristo vive! Esta es la gran verdad que llena de contenido<br />
nuestra fe.<br />
Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado<br />
de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la<br />
angustia.<br />
El tiempo pascual es tiempo de alegría.<br />
De una alegría que no se limita a esa época del año<br />
litúrgico, sino que se instala en todo momento en el<br />
corazón de los cristianos, porque Jesús está vivo.<br />
Jesús no es una figura que pasó, que existió en un tiempo<br />
y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo<br />
maravillosos. No: Cristo vive. Jesús es el Emmanuel; Dios<br />
con nosotros.<br />
Su Resurrección nos revela que Dios no abandona a los<br />
suyos.<br />
¿Puede la mujer olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues<br />
aunque se olvidara, yo no me olvidaré de ti, había<br />
prometido el Señor, según lo relata el libro de Isaías. Y ha<br />
cumplido su promesa.<br />
La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para<br />
interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe.<br />
Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda<br />
predicación sería inútil, y nuestra fe estaría vacía de<br />
contenido.<br />
La Resurrección de Cristo es la realidad central de la fe<br />
católica. La importancia de este milagro es tan grande,<br />
que los Apóstoles son, ante todo, testigos de la<br />
Resurrección. Anuncian que Cristo vive, y este es el núcleo<br />
de toda su predicación. Esto es lo que, después de veinte
siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! La<br />
Resurrección es el argumento supremo de la Divinidad de<br />
Nuestro Señor.<br />
Después de resucitar por su propia virtud, Jesús glorioso<br />
fue visto por los discípulos, que pudieron cerciorarse de<br />
que era Él mismo: pudieron hablar con Él, le vieron comer,<br />
comprobaron las heridas de los clavos y de la lanza. Los<br />
Apóstoles declaran que se manifestó con numerosas<br />
pruebas, y muchos de estos hombres murieron<br />
testificando esta verdad.<br />
Jesucristo vive. Y esto nos colma de alegría el corazón.<br />
Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe.<br />
Jesús, que murió en la cruz, ha resucitado, ha triunfado<br />
sobre el dolor y la muerte. En Él, encontramos todo. Fuera<br />
de Él, nuestra vida queda vacía.<br />
La Resurrección de Jesús, no tuvo otro testigo que el<br />
silencio de la noche pascual. Ninguno de los evangelistas<br />
describe la Resurrección misma, sino solamente lo que<br />
pasó después. El hecho de la Resurrección misma no fue<br />
visto por nadie, ni pudo serlo. La Resurrección fue un<br />
acontecimiento estrictamente sobrenatural. No se puede<br />
constatar por los sentidos de nuestro cuerpo mortal, ya<br />
que no fue un simple levantarse de la tumba para seguir<br />
viviendo como antes. La Resurrección es el paso a otra<br />
forma de vida, a la Vida gloriosa.<br />
María de Magdala fue a visitar el sepulcro de Jesús, al<br />
amanecer del primer día de la semana, del Día del Señor.<br />
Todas las apariciones de Jesús Resucitado ocurren en el<br />
día domingo.<br />
El día del Señor, fue el amanecer de la Nueva Creación en<br />
Jesucristo. En el Señor fue renovada la primera creación,<br />
que había caído bajo la corrupción del pecado. Por eso los<br />
cristianos santificaron desde el comienzo este día.<br />
María de Magdala es precisamente una de aquellas
mujeres que estaban al pie de la cruz de Jesús y que<br />
estaban presentes cuando lo sepultaron. Así que no hay<br />
error posible a propósito de la tumba de Jesús.<br />
Jesús, al resucitar de entre los muertos, no ascendió<br />
inmediatamente al cielo. Si lo hubiera hecho, los<br />
escépticos que no creían en la Resurrección, hubieran<br />
resultado más difíciles de convencer. El Señor decidió<br />
permanecer cuarenta días en la tierra. Durante este<br />
tiempo se apareció a María Magdalena, a los discípulos<br />
camino de Emaús y, varias veces, a sus Apóstoles.<br />
El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo<br />
había dicho. ¡Alegrémonos y regocijémonos todos, porque<br />
reina para siempre, aleluya!<br />
Nunca falta la alegría en el transcurso del año litúrgico,<br />
porque está permanentemente relacionado, de un modo u<br />
otro, con la solemnidad pascual, pero es en este día,<br />
<strong>Domingo</strong> de Pascua de Resurrección, cuando este gozo se<br />
pone especialmente de manifiesto.<br />
Con la Muerte y la Resurrección del Señor hemos sido<br />
rescatados del pecado, del poder del demonio y de la<br />
muerte eterna.<br />
La alegría profunda de este día tiene su origen en Cristo,<br />
en el amor que Dios nos tiene y en nuestra<br />
correspondencia con ese amor. Se cumple aquella<br />
promesa del Señor: Yo les daré una alegría que nadie les<br />
podrá quitar. La única condición que nos pone es no<br />
separarnos nunca del Padre, no dejar nunca que las cosas<br />
nos separen de Él; experimentar en todo momento que<br />
somos hijos suyos.<br />
Nexo entre las lecturas<br />
¡Qué noche tan dichosa! Canta el pregón pascual que se<br />
proclama en esta solemne vigilia. En esta noche toda la
comunidad cristiana está invitada a velar con sus lámparas<br />
encendidas porque Cristo triunfa de la muerte y del<br />
pecado mediante su resurrección. El sentido profundo de<br />
las lecturas de esta noche se anuncia claramente en la<br />
introducción que hace el celebrante principal al inicio de la<br />
liturgia de la Palabra: “Recordemos las maravillas que Dios<br />
ha realizado para salvar al primer Israel, y cómo en el<br />
avance continuo de la historia de la salvación, al llegar los<br />
últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que con<br />
su muerte y su resurrección, salvara a todos los hombres”.<br />
La vigilia de esta noche se ilumina con la Palabra de Dios<br />
que nos narra la historia de la salvación: la creación, el<br />
sacrificio de Abraham, el paso del mar rojo, la promesa de<br />
una misericordia que nunca acaba, la purificación de los<br />
corazones... el significado del bautismo. El evangelio de<br />
san Marcos pone de relieve que el “crucificado” ha<br />
resucitado, no para volver a una nueva vida terrenal, sino<br />
que ha sido elevado a una nueva dimensión: con la fe en<br />
la resurrección de Jesús encuentra la comunidad primitiva<br />
su propia salvación, contempla así su futuro definitivo.<br />
Mensaje doctrinal<br />
1. La resurrección del Señor el primer día de la semana.<br />
La Resurrección de Cristo es el principio y fundamento de<br />
la fe cristiana, pues "si Cristo no resucitó, vana es nuestra<br />
fe" ( 1 Cor 15, 16s). La Resurrección de Cristo es el<br />
culmen de la Historia de la Salvación: Jesús ha vencido al<br />
pecado y a la muerte y es el principio de nuestra<br />
justificación y de nuestra futura resurrección. Por eso, esta<br />
noche celebramos la fiesta de las fiestas, aquella que da<br />
significado a todo nuestro humano caminar.<br />
Después de escuchar atentamente las lecturas del Antiguo<br />
Testamento y la Epístola de san Pablo, llegamos al<br />
momento culminante de la proclamación del evangelio. En<br />
el ciclo B se lee el evangelio de Marcos quien pone su<br />
acento en que “el crucificado, es el mismo que ha<br />
resucitado”. La tres mujeres que habían estado en la
crucifixión: María de Magdala, María la de Santiago y<br />
Salomé se reúnen, como era costumbre entre los judíos,<br />
para visitar la tumba de Jesús, deseaban, además, ungirlo<br />
debidamente, pues la tarde del viernes todo había sido<br />
muy precipitado. El reposo sabático no les había dado la<br />
oportunidad de hacerlo. Ahora, al despuntar el día, se<br />
dirigen al sepulcro, no sin un profundo dolor y una viva<br />
emoción. Se debe notar que san Marcos habla del “primer<br />
día de la semana”. Hasta ahora, los anuncios de la<br />
resurrección hablaban del “tercer día”. Cómputo que se<br />
hacía a partir del día de la crucifixión (Cfr. Mt 16,21; Lc<br />
9,22). El tercer día en la biblia se reconocía como día de la<br />
teofanía. Al tercer día desciende Yahveh sobre el Sinaí (Ex<br />
19,16); al tercer día llega Abraham al lugar del sacrificio<br />
con su hijo Issac (Gen 22,4). Por su parte los santos<br />
Padres prefieren mencionar el “octavo día” poniendo de<br />
relieve la venida del Señor al final de los tiempos.<br />
Comenta el Card. Ratzinger al respecto: “De este modo,<br />
los tres simbolismos (primer día de la semana, tercer día<br />
de la semana, octavo día de la semana, respecto a la<br />
pascua ndr ) terminan por identificarse: el más importante<br />
de ellos, sin embargo, es del “primer día de la semana”.<br />
En el mundo mediterráneo en el que el cristianismo se ha<br />
formado, el primer día de la semana era visto como el día<br />
del sol,.... El día de la celebración litúrgica de los cristianos<br />
había sido elegido como memoria del obrar de Dios, a<br />
partir de la resurrección de Cristo” Joseph Ratizinger<br />
Introduzione allo spirito della liturgia, San Paolo Milano<br />
2001, p. 92 (la traducción es nuestra). Es decir, el tiempo<br />
encontraba su punto de referencia para los cristianos a<br />
partir de la resurrección de Cristo, de aquí nace la<br />
importancia del domingo cristiano. A esto se debe añadir<br />
que “el primer día” es el día de la creación. La nueva<br />
creación re-toma la antigua. Así, el día de la resurrección<br />
es también fiesta de la creación: la comunidad cristiana da<br />
gracias a Dios por el don de la creación. Esto ha quedado<br />
de manifiesto en la primera lectura de esta vigila que<br />
narra poéticamente la creación del mundo y del hombre.
Dios no permite que la creación se destruya, sino que la<br />
reconstituye después de las prevaricaciones del hombre.<br />
En el término “primer día de la semana” está también<br />
contenida la idea paolina según la cual la creación espera<br />
la manifestación de los hijos de Dios (Rm 8,19): como el<br />
pecado destruye la creación, así la creación se cura<br />
cuando los “hijos de Dios” se hacen presentes (Cfr.<br />
Ratzinger ibidem).<br />
2. Id a decir a sus discípulos y a Pedro. Las mujeres<br />
reciben el encargo de decir a Pedro y a sus discípulos que<br />
“el crucificado ha resucitado”. Aquellas mujeres que<br />
habían conocido a Jesús, que habían visto sus milagros,<br />
que habían oído su predicación, que habían sido objeto de<br />
su misericordia y que lo habían visto materialmente<br />
destrozado en la cruz, reciben un mensaje inesperado y<br />
desconcertante para ellas: “el crucificado ha resucitado”.<br />
Aquel que ellas tanto amaban y por el que habían<br />
arriesgado su vida siguiéndole hasta la cruz, ha<br />
resucitado. No simplemente ha vuelto a la vida, sino que<br />
ya no muere más. Así las mujeres fueron las primeras<br />
mensajeras de la Resurrección de Cristo para los propios<br />
Apóstoles (cf. Lc 24, 9_10). Jesús se apareció en seguida<br />
a ellos, primero a Pedro, después a los Doce (cf. 1 Co 15,<br />
5). Pedro, llamado a confirmar en la fe a sus hermanos<br />
(cf. Lc 22, 31_32), ve por tanto al Resucitado antes que<br />
los demás y sobre su testimonio es sobre el que la<br />
comunidad exclama: "¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado<br />
y se ha aparecido a Simón!" (Lc 24, 34). Se debe notar,<br />
sin embargo, que las primeras en anunciar la resurrección<br />
del Señor fueron las mujeres.<br />
El catecismo de la Iglesia católica nos dice: “La<br />
Resurrección de Jesús es la verdad culminante de nuestra<br />
fe en Cristo, creída y vivida por la primera comunidad<br />
cristiana como verdad central, transmitida como<br />
fundamental por la Tradición, establecida en los<br />
documentos del Nuevo Testamento, predicada como parte<br />
esencial del Misterio Pascual al mismo tiempo que la Cruz:
Cristo resucitó de entre los muertos.<br />
Con su muerte venció a la muerte.<br />
A los muertos ha dado la vida.<br />
(Liturgia bizantina, Tropario de Pascua)<br />
Catecismo de la Iglesia católica 638.<br />
Esto es lo que hoy también estamos invitados a anunciar.<br />
Sugerencias pastorales<br />
1. La meditación sobre la resurrección. La piedad cristiana<br />
se ha detenido siempre mucho en los misterios de la<br />
pasión y muerte, y con razón, pues de ellos depende<br />
nuestra salvación. Sin embargo, no siempre ha dado la<br />
importancia que merece al misterio de la resurrección, es<br />
decir, no siempre ha considerado el misterio pascual de<br />
Cristo de forma integral. Creo que sea muy útil introducir<br />
a nuestros fieles en la meditación del misterio de la<br />
resurrección del Señor como victoria sobre la muerte y el<br />
pecado. En un mundo transido de violencia y terror, es<br />
precisamente la resurrección del Señor la que debe alentar<br />
e impulsar llena de esperanza la vida de los cristianos.<br />
Ellos deben seguir siendo en la sociedad como el alma<br />
para el cuerpo, porque ellos tienen el deber de anunciar<br />
que el amor de Dios en Cristo ha vencido por encima de la<br />
mentira, del pecado, de la calumnia y, sobre todo, de la<br />
muerte. Aquello que el catecismo aplica a Pedro y a los<br />
apóstoles, podemos aplicarlo a nosotros creyentes de este<br />
nuevo milenio: “Todo lo que sucedió en estas jornadas<br />
pascuales compromete a cada uno de los Apóstoles _ y a<br />
Pedro en particular _ en la construcción de la era nueva<br />
que comenzó en la mañana de Pascua”. Lo que sucede en<br />
esta Vigilia Pascual, en este domingo de resurrección nos<br />
compromete a todos en la construcción de un nuevo<br />
mundo, en la construcción de la civilización del amor.
2. Valorar el propio bautismo. La vigilia pascual con su<br />
liturgia bautismal nos invita a considerar el valor del<br />
propio bautismo. Por medio de él, nos dice san Pablo,<br />
hemos sido injertados en Cristo, hemos sido incorporados<br />
al cuerpo de Cristo, liberados del pecado y hechos hijos de<br />
Dios. ¡Oh cuántas cosas grandes ha obrado Dios en favor<br />
nuestro! Sucede, sin embargo, que a veces vivimos<br />
distraídos de las verdades fundamentales que sostienen<br />
nuestras vidas. Nos dejamos arrebatar por el miedo, el<br />
cansancio, el sueño, porque no nos damos cuenta de las<br />
riquezas que llevamos en el alma: “Despierta tú que<br />
duermes y el Señor te alumbrará”. Que cada uno valore<br />
hoy la dignidad de su ser cristiano (Reconoce Oh Cristiano,<br />
tu dignidad decía san León Magno), que cada uno sienta<br />
en toda su belleza la alegría de ser hijo de Dios -porque en<br />
verdad lo somos-, de ser coheredero con Cristo, de ser<br />
partícipe de la misión de Cristo. Si, así lo hacemos,<br />
nuestra vida dará un vuelco y seremos “más cristianos”,<br />
alejaremos de nuestra vida la tentación de vivir de forma<br />
pagana como si Dios no existiese y como si Cristo no<br />
hubiese muerto y resucitado por nosotros.<br />
37.<br />
COMENTARIO 1<br />
PASION Y RESURRECCION DEL PUEBLO<br />
Cansado de sufrir, casi resignado a su suerte, nuestro<br />
pueblo se ha fijado en la pasión y muerte de Jesús de<br />
Nazaret. Su dolor y marginación, su vejación y postración<br />
de siglos se han proyectado religiosamente en la imagen<br />
del nazareno, varón de dolores, y de su madre, María. Los<br />
artistas han ido captando en los pasos de Semana Santa,<br />
uno a uno, todos los fotogramas de la película de los<br />
últimos días del profeta galileo, plasmándolos en tallas e<br />
imágenes de las más variadas escuelas escultóricas de los<br />
últimos siglos.
El Cristo de la borriquita, de la oración del huerto, del<br />
prendimiento, de la sentencia, amarrado a la columna, con<br />
la cruz a cuestas, caído, coronado de espinas... El Cristo<br />
que se encuentra con su madre, crucificado en el Calvario,<br />
de la buena muerte, descendido de la cruz, sepultado...<br />
Cristo de la expiación, de la clemencia, de la humildad y<br />
paciencia, de la misericordia, de la gracia y perdón.<br />
También María, su madre, su fiel compañera, María de la<br />
esperanza, de gracia y amparo, de la merced, de la<br />
piedad, del amor, del silencio, de la paz... María de los<br />
desamparados, de la amargura, de los dolores, de las<br />
lágrimas en su desamparo, del mayor dolor en su soledad,<br />
de la Madre de Dios en sus tristezas...<br />
De los pasos procesionales que tiene la Semana Santa,<br />
muy pocos son los que recuerdan el desenlace subversivo<br />
de tan trágico triduo sagrado, que el apóstol Pedro<br />
anunció así a los israelitas: «Rechazasteis al santo, al<br />
justo, y pedisteis el indulto de un asesino; matasteis al<br />
autor de la vida, pero Dios lo resucitó; nosotros somos<br />
testigos (Hch 3,14-15).<br />
Parece como si nuestro pueblo, vejado durante siglos, se<br />
hubiera identificado casi en exclusiva con tanto<br />
padecimiento y, armado de paciencia, se hubiera<br />
resignado a vivir zarandeado por los poderosos de la tierra<br />
que injustamente lo han oprimido. Al final o al principio,<br />
poco importa, este sentimiento, esta compasión se han<br />
hecho liturgia en la calle, rezo y fiesta, celebración del<br />
dolor compartido.<br />
Poca atención ha merecido en las procesiones de Semana<br />
Santa la Resurrección de Jesús. Sin embargo, el domingo<br />
de Resurrección presenta al creyente una rara utopía, el<br />
sueño dorado y frustrado de tanta marginación, la<br />
subversión de tantos derechos humanos pisoteados, el<br />
grito de victoria de un pueblo que no se deja vencer, que<br />
sabe llevar airosamente la cruz de sus dolores, pero que
espera, cada día con más fuerza, ver la luz, la libertad, el<br />
gozo, la alegría.<br />
Es una pena que toda esta celebración de Pascua de Resurrección<br />
se haya quedado encerrada en los templos,<br />
expresada en una hierática y fría liturgia que deja poco<br />
margen a la fiesta.<br />
En este día, los cristianos tendríamos que salir a las calles<br />
a gritar que es posible la vida, y otra vida, y otro mundo,<br />
sin tantas injusticias y desigualdades. Tendríamos que<br />
denunciar a todos los que, desde alguna de las gradas del<br />
poder, nos llevan a diario a la marginación, al paro, a la<br />
pobreza, a la dominación. Como los apóstoles, deberíamos<br />
denunciar el suplicio, la tortura, la muerte de todos<br />
aquellos que, injustamente, van cayendo a nuestro lado<br />
cada día, víctimas de un sistema que da vida a pocos y<br />
muerte a los más. Habría que entonar un 'no nos<br />
vencerán' dedicado a quienes manejan los hilos de nuestra<br />
historia y disponen de nuestro futuro. Tanto dolor no<br />
puede ser baldío ni tanta lucha sofocada. Y todo esto equivaldría<br />
a gritar con palabras de hoy el mensaje de<br />
siempre: que ese Cristo doloroso con el que se identifica<br />
nuestro pueblo no acabó en la muerte y en la tumba.<br />
Ninguna tumba puede encerrar tanto amor, tanta lucha,<br />
tanta ilusión, tanta fuerza, tanta vida. Tras tanto padecer,<br />
como Jesús, también a nuestro pueblo le espera la vida,<br />
¿lo creemos?<br />
38<br />
COMENTARIO 2<br />
EL AMOR SIGUE SIENDO SUBVERSIVO<br />
La muerte de Jesús no entraba, como tal muerte, dentro
del plan de Dios; pero era seguro que llegaría, al<br />
mantener Jesús con firmeza su compromiso de amor. Pero<br />
el amor es siempre la derrota de la muerte y la victoria de<br />
la vida. Murió por amor, y el amor lo devolvió a la vida.<br />
Decir esto en un mundo de muerte sigue siendo<br />
subversivo, pero, por eso, necesario.<br />
LO ENCONTRO EL AMOR<br />
El primer día de la semana, por la mañana temprano,<br />
todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio<br />
la losa quitada del sepulcro. Fue entonces corriendo a ver<br />
a Simón Pedro y también al otro discípulo a quien quería<br />
Jesús y les dijo:<br />
-Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde<br />
lo han puesto.<br />
Aquel día, aunque ya había amanecido, María Magdalena<br />
(que simboliza a la comunidad de Jesús) estaba aún en<br />
tinieblas, pues muy a su pesar creía que la tiniebla había<br />
vencido definitivamente a la luz, que la muerte había<br />
prevalecido sobre la vida, que el poder había vencido al<br />
amor. Cuando llegó al sepulcro no encontró al Señor: la<br />
tumba estaba vacía; sólo quedaban los lienzos con los que<br />
lo ataron después de su muerte. María se asustó. Y fue<br />
corriendo a avisar a los discípulos.<br />
Ante el anuncio de María reaccionan dos discípulos: Pedro,<br />
el que había negado a Jesús porque en el fondo creía que<br />
la muerte es más fuerte que el amor (Jn 18,16.25-27), y<br />
el que había entrado con Jesús en la sala del juicio y lo<br />
había acompañado hasta la misma cruz (Jn 18,15; 19,26),<br />
dispuesto a dar la vida, por amor, con él. Allí, al pie de la<br />
cruz, fue testigo de que cuando la vida se entrega por
amor es fuente de más y más vida. Por eso, al llegar al<br />
sepulcro, sólo él supo interpretar los signos que tenían<br />
ante sí y sólo creyó él.<br />
María tardó muy poco -lo cuenta el evangelio en el párrafo<br />
siguiente (20,1l-18)-en descubrir vivo a Jesús. María<br />
Magdalena y el discípulo amado son, en el evangelio de<br />
Juan, figuras simbólicas del amor de Jesús -ternura y compromiso-<br />
que da fruto en la comunidad cristiana; ellos son<br />
figura de la comunidad que ha recibido y aceptado el amor<br />
de Jesús, amor que están dispuestos a poner en práctica.<br />
Y porque están identificados con su amor, lo buscan y lo<br />
encuentran vivo.<br />
Pedro tardó un poco más. Entra el primero y ve antes que<br />
nadie que el sepulcro está vacío...; vio, pero no creyó.<br />
Porque no había aceptado todavía ni la fuerza<br />
revolucionaria del amor ni la revolución que nace de esa<br />
fuerza. El, preocupado de conseguir el poder y de<br />
aumentar el prestigio de su santa religión, tardó un poco<br />
más en acoger sin condiciones el mensaje de Jesús.<br />
Entonces sí: aceptó el amor sin límites a la humanidad y<br />
decidió seguir a Jesús y comprometerse a ser, como él,<br />
pastor dispuesto a dar la vida por las ovejas, compromiso<br />
que lo llevaría a manifestar, también él, con una muerte<br />
por amor, la gloria de Dios Jn 21,15-19).<br />
BARRED LA LEVADURA VIEJA<br />
¿No sabéis que una pizca de levadura fermenta toda la<br />
masa? Haced buena limpieza de la levadura del pasado<br />
para ser una masa nueva.<br />
(Segunda lectura) Colosenses 3,1-4
Era «el primer día de la semana», el día que empezó una<br />
nueva cuenta de los días porque un hombre nuevo y una<br />
nueva humanidad habían nacido del costado abierto del<br />
Nazareno; surgía una nueva posibilidad: un modo nuevo<br />
de ser hombre, comprometido en la tarea de transformar<br />
este mundo y de construir y consolidar un modelo de<br />
relaciones entre los hombres que de verdad se pudiera<br />
decir que procedía de Dios. Relaciones basadas en el amor<br />
y la vida, en la verdad y la justicia, y en la libertad, la<br />
única tierra que produce amor y vida, verdad, justicia y<br />
paz.<br />
En esta nueva etapa continuará el conflicto entre el amor<br />
y la muerte, pero desde ahora con la certeza de que la<br />
victoria se iría logrando. Aunque no sin resistencias, que<br />
persisten hasta el presente: el odio y la arrogancia del<br />
poder todavía son fuertes, el imperio aún se opone al<br />
designio de Dios, que quiere la libertad para los hombres y<br />
para los pueblos; todavía hay algún imperio que busca la<br />
alianza del altar para poner también a Dios a su servicio,<br />
mientras obliga a que se rece en las escuelas, dispone la<br />
muerte de los que están del lado de los pobres, y todavía<br />
hay algún altar que acepta con gusto la alianza con el<br />
imperio. Todavía queda mucha levadura (en este párrafo<br />
de Pablo la levadura simboliza todo lo que hay que<br />
abandonar para poder ser cristiano) por barrer para que<br />
este mundo llegue a «ser una masa nueva». En el<br />
momento presente no son el amor y la vida los valores en<br />
los que se funda la convivencia entre los hombres. Sigue<br />
siendo el dinero, el fanatismo, la adulación al poder<br />
imperial..., la muerte. La muerte voluntaria de aquellos<br />
que renuncian a amar para aparentar que siguen viviendo,<br />
y la muerte violenta de los que, para que otros vivan, se<br />
juegan la vida y momentáneamente la pierden. Por eso no<br />
podemos soltar la escoba. No podemos bajar la guardia.<br />
Hoy, domingo de resurrección, proclamamos la victoria de<br />
la vida; pero cuidado!, que defender la vida sigue siendo,<br />
ya en los umbrales del siglo XXI, subversivo. Y, además,
para algunos, pasado de moda. No hay más que oír lo que<br />
dicen y ver lo que hacen- algunos que fueron progres<br />
cuando estaba de moda -¡y cuando parecía que el viento<br />
del poder soplaba en esa dirección!- serlo. Pero si<br />
queremos dar testimonio de que a Dios no se le puede<br />
atribuir la muerte, sino la vida, si creemos que el amor<br />
vencerá, que está venciendo a pesar de las apariencias, si<br />
seguimos creyendo en la resurrección..., no podemos<br />
abandonar. ¡Aunque nos llamen subversivos! ¿Es que<br />
acaso no lo somos?<br />
39.<br />
COMENTARIO 3<br />
La acción transformadora más palpable de la resurrección<br />
de Jesús fue su capacidad de transformar el interior de los<br />
discípulos -antes disgregados, egoístas, divididos y<br />
atemorizados- para volver a convocarlos o reunirlos en<br />
torno a la causa del evangelio y llenarlos de su espíritu de<br />
perdón. La pequeña comunidad de los discípulos no sólo<br />
había sido disuelta por el ajusticiamiento de Jesús, sino<br />
también por el miedo a sus enemigos y por la inseguridad<br />
que deja en un grupo la traición de uno de sus<br />
integrantes.<br />
Los corazones de todos estaban heridos. A la hora de la<br />
verdad, todos eran dignos de reproche: nadie había<br />
entendido correctamente la propuesta del Maestro. Por<br />
eso, quien no lo había traicionado lo había abandonado a<br />
su suerte. Y si todos eran dignos de reproche, todos<br />
estaban necesitados de perdón. Volver a dar cohesión a la<br />
comunidad de seguidores, darles cohesión interna en el<br />
perdón mutuo, en la solidaridad, en la fraternidad y en la<br />
igualdad, era humanamente un imposible. Sin embargo, la<br />
presencia y la fuerza interior del resucitado lo logró.
Cuando los discípulos de esta primera comunidad sienten<br />
interiormente esta presencia transformadora de Jesús, y<br />
cuando la comunican, es cuando realmente experimentan<br />
su resurrección. Y es entonces cuando ya les sobran todas<br />
las pruebas exteriores de la misma. El contenido simbólico<br />
de los relatos del Resucitado actuando que presentan a la<br />
comunidad, revela el proceso renovador que hace el<br />
Resucitado en el interior de las personas y del grupo.<br />
Veamos cómo demuestran esto las tres lecturas de este<br />
domingo. A nivel cronológico, debemos empezar por el<br />
evangelio (Jn 20, 19-31). La comunidad anda todavía<br />
disuelta. Tomás, el incrédulo, es sólo un ejemplo. ¿Qué<br />
hace Jesús para aunarlos? Dar al grupo su Espíritu de<br />
perdón, para que haga lo mismo con los demás y tomar a<br />
Tomás como ejemplo de reconciliación. En una comunidad<br />
reconciliada renace la fraternidad, la alegría, la capacidad<br />
de entrega... y se puede convertir en una comunidad<br />
creadora de nuevas comunidades reconciliadas. Este<br />
proceso de sentirse perdonado y de tener capacidad de<br />
perdonar a otros es el que va a ir activando la presencia<br />
del Resucitado en todos los que entren en contacto con la<br />
comunidad cristiana original. Es el mismo Jesús quien<br />
pone todo el énfasis de su resurrección en el sentirlo<br />
interiormente, más que en el verlo o en palparlo<br />
físicamente, a través de apariciones. Esta afirmación<br />
queda sellada con sus palabras: "Dichosos los que sin<br />
haber visto han creído".<br />
Hch 5, 12-16 nos presenta el actuar de una comunidad<br />
que cree en el Resucitado: quien lo siente vivo y actuante<br />
en su interior, trata de comunicarlo de la misma forma. El<br />
testimonio que irradia la pequeña comunidad es el de una<br />
comunidad reconciliada, en la que todos tienen "un mismo<br />
espíritu" (v. 12), causan por eso impacto en la sociedad<br />
que los rodea (v. 13), despiertan nuevos seguidores y<br />
entregan gratuitamente a otros el amor que recibieron del<br />
Maestro. A partir de aquí, cualquier milagro es posible y es<br />
plenamente explicable. La lectura del libro del Apocalipsis
(1, 12-13.17-19) nos coloca en medio de una comunidad<br />
perseguida por el solo hecho de seguir las enseñanzas del<br />
Crucificado, ahora Resucitado. Es la fuerza del Resucitado<br />
la que preside y guía la comunidad perseguida. Si ella<br />
sabe mantener viva la presencia de Jesús Resucitado, se<br />
mantendrá viva y fuerte aun en medio de la persecución<br />
más tenaz. El cristiano no debe tener miedo frente a nada<br />
ni nadie, pues no es la muerte su destino, sino la<br />
resurrección. A la comunidad cristiana no la preside la<br />
muerte. La preside la vida. Y es precisamente a partir de<br />
la vida, en cuyo servicio está, en donde el cristianismo<br />
tiene su fuerza. Cualquier participación o apoyo a procesos<br />
de muerte, es una traición al resucitado y un golpe mortal<br />
a su propia vida.<br />
40.<br />
COMENTARIO 1<br />
PERO DIOS LO RESUCITO<br />
Si las tradiciones populares reflejan con fidelidad el modo<br />
de pensar de los pueblos, los cristianos andaluces<br />
deberíamos estar muy preocupados por nuestro modo de<br />
celebrar la Semana Santa. Aparte de otras muchas<br />
consideraciones que, desde el punto de vista de la fe,<br />
podríamos hacer, hay algo especialmente grave en<br />
nuestro modo de recordar los momentos culminantes de la<br />
misión de Jesús de Nazaret: celebramos su muerte más,<br />
mucho más, que su resurrección; y celebramos la muerte<br />
desconectada de la resurrección.<br />
TODAVÍA EN TINIEBLAS<br />
«El primer día de la semana, por la mañana temprano,<br />
todavía en tinieblas, fue María Magdalena al sepulcro y vio
la losa quitada».<br />
No podía ser. Los discípulos no se lo podían creer. No entraba<br />
dentro de las posibilidades que ellos manejaban. A<br />
pesar de que Jesús se lo había anunciado varias veces (Jn<br />
10,17-18; 12,7.23-28; véase también Mc 8,31; 9,31;<br />
10,33-34), no creían que Jesús pudiera resucitar. Por eso,<br />
aunque ya era de día, María Magdalena (que simboliza a la<br />
comunidad de Jesús) estaba aún en tinieblas. Porque, muy<br />
a su pesar, pensaba que la tiniebla había vencido<br />
definitivamente a la luz, que la muerte había prevalecido<br />
sobre la vida, que el poder había vencido al amor. Ella<br />
estaba triste; pero seguro que había muchos que todavía<br />
estaban celebrando la que creían que era su victoria.<br />
Todos se equivocaron. No había lugar para la tristeza de la<br />
Magdalena ni para la alegría de los que hicieron matar a<br />
Jesús. Su misión no era cosa de sólo tejas abajo, que se<br />
pudiera destruir con sólo derramar su sangre. Su misión<br />
estaba respaldada y lo habrían visto, si hubieran tenido<br />
ojos para verlo, en la inmensidad del amor que se<br />
manifestó en la cruz por el mismo Dios. Por eso, a pesar<br />
de que María Magdalena estaba todavía en tinieblas, aquel<br />
día amaneció.<br />
EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA<br />
Y empezó una nueva época para la humanidad. El proyecto<br />
que Dios había presentado a los hombres por medio de<br />
Jesús no se iba a ver interrumpido por la oposición del<br />
gobernador de una lejana provincia del Imperio romano y<br />
por algunos jerarcas religiosos con delirios de grandeza. Al<br />
contrario: su actuación iba a tener el efecto contrario al<br />
que ellos deseaban. Su mundo, el de ellos, y no el de<br />
Jesús, empezaba a desaparecer con la nueva era que
comenzaba aquel primer día de la semana.<br />
Aquel domingo (pronto empezaría a llamarse así, «día del<br />
Señor») comenzaba de nuevo la cuenta de los días del<br />
hombre, del hombre nuevo y la nueva humanidad nacidos<br />
del costado abierto del Nazareno; comenzaba una nueva<br />
posibilidad para el hombre: un modo nuevo de ser<br />
hombre.<br />
Era el principio de la primavera, y en aquel huerto/jardín<br />
(que recuerda el jardín del Edén, en donde sitúa el libro<br />
del Génesis la primera pareja humana: Gn 2,8ss) en el<br />
que estaba el sepulcro de Jesús se iba a manifestar la<br />
victoria de la vida sobre el poder homicida.<br />
VIO Y CREYO<br />
«Llegó también Simón Pedro,... entró en el sepulcro y<br />
contempló los lienzos puestos, y el sudario... Entró<br />
también el otro discípulo, el que había llegado primero al<br />
sepulcro, vio y creyó».<br />
Cuando llegó María al sepulcro, no encontró allí al Señor. Y<br />
corrió, asustada, a avisar a los discípulos. El sepulcro<br />
estaba vacío y los lienzos con los que habían atado a Jesús<br />
después de su muerte estaban allí como testigos<br />
silenciosos del triunfo del amor y de la vida.<br />
Ante el anuncio de María, reaccionan dos discípulos: Pedro,<br />
el que había negado a Jesús porque en el fondo creía<br />
que la muerte es más fuerte que el amor (Jn 18,16.25-<br />
27), y el que, siguiendo a Jesús, había entrado con él en la<br />
sala del juicio y lo había acompañado hasta la misma cruz<br />
(Jn 18,15; 19,26), dispuesto a dar la vida, por amor, con<br />
él. Y allí, al pie de la cruz, fue testigo de que, cuando la
vida se entrega por amor, es fuente de más y más vida.<br />
Por eso sólo él supo interpretar los signos que tenían ante<br />
sí. Por eso, vio y creyó. Pedro aún tenía que decidirse a<br />
ser pastor al estilo de Jesús, dispuesto a dar la vida por<br />
las ovejas. En ese momento aceptaría que el triunfo está<br />
en la vida y no en la muerte, en el amor y no en el poder<br />
(Jn 21,15-19).<br />
Y DIOS LO RESUCITO<br />
Sí. Porque la misión de Jesús no era sólo cosa suya. Dios<br />
estaba con él. Y Dios lo resucitó.<br />
Muchas veces, a lo largo de la historia y a lo ancho de la<br />
geografía, se ha querido presentar a Dios como el que<br />
justificaba los abusos homicidas del poder: en nombre de<br />
Dios condenaron a Jesús de Nazaret y en nombre de Dios<br />
se sigue condenando a los verdaderos luchadores por la<br />
liberación de los pueblos. Pues a pesar de que los tiranos<br />
invoquen a Dios, y a pesar de que existan profesionales de<br />
la religión que dan la razón a los tiranos, la resurrección<br />
de Jesús nos muestra de parte de quién está Dios. Y,<br />
además, la resurrección de Jesús demuestra que -aunque<br />
no siempre sea necesaria la mayor prueba de amor, dar<br />
de una vez la vida por aquellos a quienes se quiere- el<br />
amor es el único camino que conduce a la salvación de<br />
este mundo; que la entrega de la propia vida por amor es<br />
el único instrumento verdaderamente eficaz para construir<br />
un mundo en el que todos puedan vivir felices.<br />
MUERTE Y RESURRECCION<br />
Tenemos que tomar conciencia del significado de la resurrección<br />
de Jesús y preguntarnos por qué es tan poco<br />
importante para nosotros. María Magdalena, Pedro y el
otro discípulo, amigo de Jesús, seguían estando de parte<br />
de Jesús. Por supuesto que todos ellos consideraban que<br />
su muerte había sido una injusticia, un verdadero<br />
asesinato; pero les faltaba todavía la fe en la fuerza de la<br />
vida.<br />
Como a nosotros los andaluces. Jesús crucificado, el dolor<br />
de María, su Madre, lo injusto de esos sufrimientos, nos<br />
conmueven sinceramente; y así lo expresamos (allí donde<br />
lo que se haga sea una verdadera manifestación de fe).<br />
Pero conmemorar sólo la muerte de Jesús y olvidar su<br />
resurrección es o no querer comprometer nuestra propia<br />
vida en la lucha por la construcción de un mundo mejor, o<br />
presentar la muerte de Jesús como un fracaso y, de esa<br />
manera, hacer el juego a los opresores de todos los<br />
tiempos, a quienes conviene que se siga creyendo que la<br />
muerte es más fuerte que el amor. La resurrección de<br />
Jesús muestra lo contrario.<br />
41<br />
COMENTARIO 2<br />
Hoy conmemoramos la Pascua de Jesús, su paso de la<br />
muerte a la resurrección, paso al que fuimos asociados<br />
todos los creyentes al recibir el bautismo. Preside nuestra<br />
celebración el cirio pascual que anoche, en la solemne<br />
vigilia de resurrección fue bendecido, incensado y cantado,<br />
como símbolo de la luz que es Jesucristo, de su Palabra y<br />
su vida. En muchos lugares a la largo y ancho del mundo,<br />
donde haya cristianos, los recién bautizados de anoche<br />
participan hay en la fiesta pascual de la comunidad<br />
cristiana. Y nosotros mismos conmemoramos y renovamos<br />
hoy nuestro bautismo.<br />
En estos 50 días del tiempo pascual, que hoy se inaugura,<br />
leeremos el libro de las Hechos de los Apóstoles, donde se<br />
narran los orígenes de la Iglesia cristiana, nacida de la
muerte y de la resurrección de Jesús y del don de su<br />
Espíritu Santo. Una muy antigua tradición que data del<br />
siglo II, lo atribuye a San Lucas, lo mismo que el tercer<br />
evangelio. Se trata, según la misma tradición, de un<br />
discípulo de Pablo, mencionado en Flm 24; Col 4,14 y<br />
2Tim 4,11. Él habría sido testigo de muchas de las cosas<br />
que narra, otras las habría conocido por la tradición de los<br />
apóstoles y de los primeros cristianos.<br />
La 1ª lectura de hoy está tomada del libro de los Hechos.<br />
Es uno de los muchos discursos que Lucas pone en boca<br />
de las apóstoles Pedro y Pablo y que conservan el<br />
recuerdo fidedigno de lo que los apóstoles predicaban<br />
después de la resurrección de Jesús. Es el llamado<br />
"Kerygma" o proclamación solemne del núcleo de la fe<br />
cristiana, destinada a los judíos y a los paganos,<br />
invitándolos a creer en Jesucristo, a confiarse en El, a<br />
incorporarse a su Iglesia. No se trata de una ideología, ni<br />
de un código moral detallado. Se trata del anuncio de los<br />
acontecimientos que acabamos de celebrar en la Semana<br />
Santa: La vida, muerte y resurrección de Jesús de<br />
Nazaret. A sus oyentes -y a nosotros hoy- Pedro exhorta a<br />
creer en Jesucristo para obtener la salvación.<br />
Este es el contenido fundamental de nuestra fe, que todos<br />
debemos testimoniar gozosamente con nuestra vida y con<br />
nuestras palabras. Porque son hechos salvadores,<br />
liberadores, por los cuales Dios se nos entrega como<br />
Padre, perdonando nuestros pecados y dándole sentido a<br />
nuestra vida, a veces tan extraviada.<br />
La 2ª lectura, muy breve, es un pasaje de la carta de<br />
Pablo a los colosenses. Afirma categóricamente el apóstol<br />
que hemos resucitado con Cristo. Este es el efecto de<br />
nuestro bautismo: nos hace morir al pecado para resurgir<br />
a la vida de la gracia divina en el nombre de Jesús.<br />
El evangelio, tomado de Juan, narra el hallazgo de la<br />
tumba vacía de Jesús por parte de María Magdalena. Es
todo un signo de la victoria de Dios sobre la muerte. Los<br />
ojos del verdadero discípulo sabrán descifrar el significado<br />
de las vendas mortuorias tiradas por el suelo, del sudario<br />
que cubría el rostro del crucificado enrollado aparte de las<br />
vendas. Es que Jesús ha resucitado, ya no está aquí en la<br />
tumba, como dirán los ángeles en otros relatos. Más tarde<br />
se aparecerá a los suyos, se hará ver por sus discípulos, y<br />
los llenará con la alegría de su vida nueva y definitiva, la<br />
misma vida de Dios.<br />
Es significativo que el primer testigo de la resurrección sea<br />
una mujer, María Magdalena, discípula y amiga de Jesús.<br />
Ahora misionera y apóstol. En esto son unánimes los<br />
evangelistas: en que los primeros testigos de la<br />
resurrección de Jesús fueron mujeres de su grupo que<br />
llevaron la alegre noticia a los apóstoles. Para irnos<br />
curando de machismos, y para que comprendamos, por<br />
fin, que en la Iglesia de Jesucristo todos somos iguales.<br />
También nosotros hemos de correr hacia la tumba vacía<br />
de Jesús, hemos de entrar en ella, para ver con los ojos de<br />
la fe, no con los de la carne, que Jesús ya no está allí, y<br />
para creer entonces en El, que vive para siempre. La<br />
resurrección de Jesús da sentido a nuestra vida de<br />
cristianos. Sin ella, como dijo san Pablo (1Cor 15,14-15),<br />
«vana es nuestra fe», porque nos remitiríamos a una<br />
ilusión. Con ella cobra sentido todo: El compromiso en la<br />
lucha por hacer un mundo más justo y más humano, el<br />
servicio a los pobres y a los necesitados, el anuncio del<br />
Evangelio a todos los pueblos, llevado con tantos<br />
esfuerzos y sacrificios, hasta enfrentar la muerte por él.<br />
Con Cristo resucitado renace la esperanza en una vida<br />
nueva, donde no haya dolor ni sufrimiento, separación,<br />
muerte ni olvido, donde todos los seres humanos podamos<br />
ser felices como quiere Dios. Esto es lo que significan esa<br />
tumba vacía y esos lienzos y el sudario que vieron los<br />
discípulos.
42.<br />
50 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO DE<br />
RESURRECCIÓN<br />
42-50<br />
Este <strong>Domingo</strong>: Creer en la Resurrección es confiar en el<br />
Dios que da vida<br />
María Magdalena y un grupo de mujeres son las<br />
protagonistas en la mañana de Pascua. Ellas descubren,<br />
cuando aún es de noche, el gran acontecimiento de la<br />
historia. Es un amanecer desconcertante del todo: ¡Se han<br />
llevado al Señor y no sabemos dónde lo han puesto!<br />
Ponerse en camino movidos por el amor es el primer paso<br />
para encontrarnos con el Viviente y para anunciar que no<br />
entendemos nada, pero que algo grande ha ocurrido. Y<br />
por eso echan a correr, como echará a correr la noticia de<br />
que Dios, fiel a su Palabra, resucitó a su Hijo y con Él nos<br />
da la posibilidad de vivir una vida nueva<br />
La experiencia de las mujeres, y la de Pedro, es nuestra<br />
propia y cotidiana experiencia: Nosotros tampoco hemos<br />
visto a Jesús Resucitado, sólo hemos constatado el vacío<br />
de una tumba, pero en lo profundo de nuestro corazón,<br />
hemos experimentado la vida nueva, la cercanía del Dios<br />
viviente, de Jesús Resucitado.<br />
Hemos comido y bebido de su Cuerpo y de su Sangre,<br />
hemos podido superar el escándalo del viernes santo y un<br />
horizonte infinito se abre ante nuestras vidas: el Señor ha<br />
resucitado ¡y hay que celebrarlo!, ha vencido toda muerte<br />
y opresión y ni el pecado ni el mal tienen ya poder sobre
nosotros que hemos compartido su mesa y su suerte.<br />
Es tiempo de “buscar las cosas de arriba”. Es tiempo para<br />
la alegría y el gozo, para la vida nueva. La Pascua nos<br />
ofrece la oportunidad de “estrenar” nuevamente nuestro<br />
Bautismo y de profesar con convicción nuestra fe en Jesús<br />
que, según las Escrituras, ha resucitado de entre los<br />
muertos.<br />
Es Pascua, toca vivir y revivir la resurrección de Jesús<br />
porque su vida es la levadura que hará fermentar nuestra<br />
vida y la del mundo entero.<br />
Comentario bíblico:<br />
Creer en la Resurrección es confiar en el Dios que da vida<br />
Hoy la Iglesia celebra el día más grande de la historia,<br />
porque con la resurrección de Jesús se abre una nueva<br />
historia, una nueva esperanza para todos los hombres. Si<br />
bien es verdad que la muerte de Jesús es el comienzo,<br />
porque su muerte es redentora, la resurrección muestra lo<br />
que el Calvario significa; así, la Pascua cristiana adelanta<br />
nuestro destino. De la misma manera, nuestra muerte<br />
también es el comienzo de algo nuevo, que se revela en<br />
nuestra propia resurrección.<br />
1ª Lectura (Hch 10,34.37-42): La historia de Jesús se<br />
resuelve en la resurrección<br />
I.1. La 1ª Lectura de este día corresponde al discurso de<br />
Pedro ante la familia de Cornelio (Hch 10,34.37-42), una<br />
familia pagana ("temerosos de Dios", simpatizantes del<br />
judaísmo, pero no "prosélitos", porque no llegaban a<br />
aceptar la circuncisión) que, con su conversión, viene a<br />
ser el primer eslabón de una apertura decisiva en el<br />
proyecto universal de salvación de todos los hombres.<br />
Este relato es conocido en el libro de los Hechos como el
"Pentecostés pagano", a diferencia de lo que se cuenta en<br />
Hch 2, que está centrado en los judíos de todo el mundo<br />
de entonces.<br />
I.2. Pedro ha debido pasar por una experiencia traumática<br />
en Joppe para comer algo impuro que se le muestra en<br />
una visión (Hch 10,1-33), tal como lo ha entendido Lucas.<br />
Veamos que la iniciativa en todo este relato es "divina",<br />
del Espíritu, que es el que conduce verdaderamente a la<br />
comunidad de Jesús resucitado.<br />
I.3. El apóstol Pedro vive todavía de su judaísmo, de su<br />
mundo, de su ortodoxia, y debe ir a una casa de paganos<br />
con objeto de anunciar la salvación de Dios. En realidad es<br />
el Espíritu el que lo lleva, el que se adelanta a Pedro y a<br />
sus decisiones; se trata del Espíritu del Resucitado que va<br />
más allá de toda ortodoxia religiosa. Con este relato, pues,<br />
se quiere poner de manifiesto la necesidad que tienen los<br />
discípulos judeo-cristianos palestinos de romper con<br />
tradiciones que les ataban al judaísmo, de tal manera que<br />
no podían asumir la libertad nueva de su fe, como sucedió<br />
con los "helenistas". Lo que se había anunciado en<br />
Pentecostés (Hch 2) se debía poner en práctica.<br />
I.4. Con este discurso se pretende exponer ante esta<br />
familia pagana, simpatizante de la religiosidad judía, la<br />
novedad del camino que los cristianos han emprendido<br />
después de la resurrección.<br />
I.5. El texto de la lectura es, primeramente, una<br />
recapitulación de la vida de Jesús y de la primitiva<br />
comunidad con Él, a través de lo que se expone en el<br />
Evangelio y en los Hechos. La predicación en Galilea y en<br />
Jerusalén, la muerte y la resurrección, así como las<br />
experiencias pascuales en las que los discípulos "conviven"<br />
con él, en referencia explícita a las eucaristías de la<br />
primitiva comunidad. Porque es en la experiencia de la<br />
Eucaristía donde los discípulos han podido experimentar la<br />
fuerza de la Resurrección del Crucificado.
I.6. Es un discurso de tipo kerygmático, que tiene su eje<br />
en el anuncio pascual: muerte y resurrección del Señor.<br />
2ª Lectura: (Col 3,1-4): Nuestra vida está en la vida de<br />
Cristo<br />
II.1. Colosenses 3,1-4, es un texto bautismal sin duda.<br />
Quiere decir que ha nacido en o para la liturgia bautismal,<br />
que tenía su momento cenital en la noche pascual, cuando<br />
los primeros catecúmenos recibían su bautismo en nombre<br />
de Cristo, aunque todavía no estuviera muy desarrollada<br />
esta liturgia.<br />
II.2. El texto saca las consecuencias que para los<br />
cristianos tiene el creer y aceptar el misterio pascual:<br />
pasar de la muerte a la vida; del mundo de abajo al<br />
mundo de arriba. Por el bautismo, pues, nos incorporamos<br />
a la vida de Cristo y estamos en la estela de su futuro.<br />
II.3. Pero no es futuro solamente. El bautismo nos ha<br />
introducido ya en la resurrección. Se usa un verbo<br />
compuesto de gran expresividad en las teología paulina<br />
"syn-ergeirô"= "resucitar con". Es decir, la resurrección de<br />
Jesús está operante ya en los cristianos y como tal deben<br />
de vivir, lo que se confirma con los versos siguientes de<br />
3,5ss. Es muy importante subrayar que los<br />
acontecimientos escatológicos de nuestra fe, el principal la<br />
resurrección como vida nueva, debe adelantarse en<br />
nuestra vida histórica. Debemos vivir como resucitados en<br />
medio de las miserias de este mundo.<br />
II.4. El autor de Colosenses, consideramos que un<br />
discípulo muy cercano a Pablo, aunque no es determinante<br />
este asunto, ha escogido un texto bautismal que en cierta<br />
manera expresa la mística del bautismo cristiano que<br />
encontramos en Rom 6,4-8. En nuestro texto de<br />
Colosenses se pone más explícitamente de manifiesto que
en Romanos, que por el bautismo se adelanta la fuerza de<br />
la resurrección a la vida cristiana y no es algo solamente<br />
para el final de los tiempos.<br />
II.5. Esto es muy importante resaltarlo en la lectura que<br />
hagamos, ya que creer en la resurrección no supone una<br />
actitud estética que contemplamos pasivamente. Si bien<br />
es verdad que ello no nos excusa de amar y transformar la<br />
historia, debemos saber que nuestro futuro no está en<br />
consumirnos en la debilidad de lo histórico y de lo que nos<br />
ata a este mundo. Nuestra esperanza apunta más alto,<br />
hacia la vida de Dios, que es el único que puede hacernos<br />
eternos.<br />
III. Evangelio (Jn 20,1-9): El amor vence a la muerte: la<br />
experiencia del discípulo verdadero<br />
III.1. El texto de Juan 20,1-9, que todos los años se<br />
proclama en este día de la Pascua, nos propone<br />
acompañar a María Magdalena al sepulcro, que es todo un<br />
símbolo de la muerte y de su silencio humano; nos insinúa<br />
el asombro y la perplejidad de que el Señor no está en el<br />
sepulcro; no puede estar allí quien ha entregado la vida<br />
para siempre. En el sepulcro no hay vida, y Él se había<br />
presentado como la resurrección y la vida (Jn 11,25).<br />
María Magdalena descubre la resurrección, pero no la<br />
puede interpretar todavía. En Juan esto es caprichoso, por<br />
el simbolismo de ofrecer una primacía al "discípulo amado"<br />
y a Pedro. Pero no olvidemos que ella recibirá en el mismo<br />
texto de Jn 20,11ss una misión extraordinaria, aunque<br />
pasando por un proceso de no “ver” ya a Jesús resucitado<br />
como el Jesús que había conocido, sino “reconociéndolo”<br />
de otra manera más íntima y personal. Pero esta mujer,<br />
desde luego, es testigo de la resurrección.<br />
III.2. La figura simbólica y fascinante del "discípulo<br />
amado", es verdaderamente clave en la teología del cuarto<br />
evangelio. Éste corre con Pedro, corre incluso más que
éste, tras recibir la noticia de la resurrección. Es, ante<br />
todo, "discípulo", y por eso es conveniente no identificarlo,<br />
sin más, con un personaje histórico concreto, como suele<br />
hacerse; él espera hasta que el desconcierto de Pedro<br />
pasa y, desde la intimidad que ha conseguido con el Señor<br />
por medio de la fe, nos hace comprender que la<br />
resurrección es como el infinito; que las vendas que<br />
ceñían a Jesús ya no lo pueden atar a este mundo, a esta<br />
historia. Que su presencia entre nosotros debe ser de otra<br />
manera absolutamente distinta y renovada.<br />
III.3. La fe en la resurrección, es verdad, nos propone una<br />
calidad de vida, que nada tiene que ver con la búsqueda<br />
que se hace entre nosotros con propuestas de tipo social y<br />
económico. Se trata de una calidad teológicamente íntima<br />
que nos lleva más allá de toda miseria y de toda muerte<br />
absurda. La muerte no debería ser absurda, pero sí lo es<br />
para alguien, entonces se nos propone, desde la fe más<br />
profunda, que Dios nos ha destinado a vivir con Él.<br />
Rechazar esta dinámica de resurrección sería como<br />
negarse a vivir para siempre. No solamente sería rechazar<br />
el misterio del Dios que nos dio la vida, sino del Dios que<br />
ha de mejorar su creación en una vida nueva para cada<br />
uno de nosotros.<br />
III.4. Por eso, creer en la resurrección, es creer en el Dios<br />
de la vida. Y no solamente eso, es creer también en<br />
nosotros mismos y en la verdadera posibilidad que<br />
tenemos de ser algo en Dios. Porque aquí, no hemos sido<br />
todavía nada, mejor, casi nada, para lo que nos espera<br />
más allá de este mundo. No es posible engañarse: aquí<br />
nadie puede realizarse plenamente en ninguna dimensión<br />
de la nuestra propia existencia. Más allá está la vida<br />
verdadera; la resurrección de Jesús es la primicia de que<br />
en la muerte se nace ya para siempre. No es una fantasía<br />
de nostalgias irrealizadas. El deseo ardiente del corazón de<br />
vivir y vivir siempre tiene en la resurrección de Jesús la<br />
respuesta adecuada por parte de Dios. La muerte ha sido<br />
vencida, está consumada, ha sido transformada en vida
por medio del Dios que Jesús defendió hasta la muerte.<br />
Pautas para la homilía<br />
¡Alégrate, Cristo Ha resucitado!<br />
El Padre ha resucitado a Jesús y nos lo ha manifestado y<br />
ahora nos toca a nosotros dar testimonio de que Él nos ha<br />
merecido la liberación definitiva.<br />
Testimoniar a Jesús resucitado, que Vive, comporta el<br />
compromiso insobornable de hacer lo que Él hizo y de vivir<br />
a impulsos del Espíritu (el mismo Espíritu que le ungió a<br />
Él, se nos dio en plenitud en el Bautismo) que lo empujaba<br />
a “pasar haciendo el bien y a curar a los oprimidos”.<br />
“Dios estaba con Él”, -y está con nosotros- a pesar de que<br />
la “justicia humana le condenó a una muerte ignominiosa,<br />
al igual que como las que hoy sigue condenado a tantos<br />
inocentes. Dios su Padre –y nuestro Padre- no se dejó<br />
vencer y lo resucitó constituyéndolo como juez de vivos y<br />
muertos, ¡juez universal! El Padre, queriendo ejercer<br />
misericordia con los hombres y mujeres, nos lo puso fácil:<br />
Uno de los nuestros, uno que ha compartido nuestra<br />
suerte, nos juzgará y saldrá fiador nuestro porque es<br />
capaz de reconocernos como hermanos. Y esto es motivo<br />
de esperanza y alegría.<br />
Resucitados con Cristo, busquemos los bienes de arriba<br />
Pero el Padre no sólo ha resucitado a Jesús, nos ha<br />
resucitado también a nosotros regalándonos la posibilidad<br />
de vivir el acontecimiento pascual de su Hijo. La muerte,<br />
el pecado, la debilidad y el fracaso ya no tienen la última<br />
palabra. Si hemos compartido su mesa nutriéndonos de su<br />
Cuerpo y de su Sangre; pero sobre todo, si Él ha querido<br />
identificarse radicalmente con nosotros nos tiene, en
virtud de su naturaleza humana, “escondidos en Dios”, o<br />
sea, ganados para su causa. De este modo es imperativo<br />
buscar “las cosas de allá arriba” dónde está Cristo, pero<br />
donde también estamos nosotros. ¡La muerte ha sido<br />
vencida y ya nunca más podrá herir a sus amigos, a sus<br />
hermanos!<br />
Nosotros somos testigos<br />
Es la hora del testimonio y de la Buena Noticia. Como<br />
María Magdalena y las otras mujeres hemos de ir, movidos<br />
por el amor, al encuentro del Señor, al encuentro del que<br />
Vive. El sepulcro vacío nos abre los ojos de la fe para<br />
entender lo que tal vez hasta ahora no hemos entendido:<br />
la muerte y resurrección de Jesús, ¡la pasión y muerte de<br />
nuestro mundo y, en esta perspectiva, también su<br />
resurrección y su vida nueva!<br />
Es el momento de “creernos” la Buena Noticia de la<br />
Salvación y dejar que el Espíritu nos permita “entender las<br />
Escrituras” para, como Jesús, pasar haciendo el bien, dar<br />
la vida por amor y reconocer a Dios que nos da la vida<br />
nueva, como Padre, y a los hombres y mujeres, como<br />
hermanos en el Resucitado<br />
43.<br />
Nexo entre las lecturas<br />
Cristo resucitado, éste es el mensaje central de la liturgia<br />
de Pascua. Ante todo, Jesucristo resucitado, como objeto<br />
de fe, ante la evidencia del sepulcro vacío: "vio y creyó"
(Evangelio). Cristo resucitado, objeto de proclamación y<br />
de testimonio ante el pueblo: "A Él, a quien mataron<br />
colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día"<br />
(primera lectura). Cristo resucitado, objeto de<br />
transformación, levadura nueva y ácimos de sinceridad y<br />
de verdad: "Sed masa nueva, como panes pascuales que<br />
sois, pues Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha sido<br />
ya inmolado" (segunda lectura).<br />
Mensaje doctrinal<br />
1. Cristo resucitado, objeto de fe. El sepulcro, aunque esté<br />
vacío, no demuestra que Cristo ha resucitado. María<br />
Magdalena fue al sepulcro y llegó a la siguiente<br />
conclusión: "Se han llevado del sepulcro al Señor, y no<br />
sabemos dónde lo han puesto". Pedro entró en el sepulcro<br />
y comprobó que "las vendas de lino, y el paño que habían<br />
colocado sobre su cabeza estaban allí". Ni María ni Pedro<br />
creyeron, al ver el sepulcro vacío, que Jesucristo había<br />
resucitado. Sólo Juan, "vio y creyó", porque el sepulcro<br />
vacío le llevó a entender la Escritura, según la cual Jesús<br />
tenía que resucitar de entre los muertos (Evangelio). "Esto<br />
supone, nos enseña el catecismo 640, que constató en el<br />
estado del sepulcro vacío que la ausencia del cuerpo de<br />
Jesús no había podido ser obra humana". El conocimiento<br />
que, hasta entonces, Juan tenía de la Escritura era<br />
nocional, por eso afectaba solamente sus ideas; ahora, al<br />
entrar en el sepulcro vacío, ver las vendas y el sudario, el<br />
conocimiento de la Escritura se convierte en experiencia y<br />
vital. Todavía Cristo resucitado no se le ha aparecido, pero<br />
ya lo ha "visto", porque la Palabra de Dios es verdadera;<br />
las apariciones de Cristo a los discípulos no harán, sino<br />
confirmar la fe en la resurrección.<br />
2. Cristo resucitado, objeto de proclamación. Cuando el<br />
hombre vive una experiencia profunda, no la puede callar,<br />
por más que sea consciente de que sus palabras no<br />
lograrán nunca expresar la intensidad, viveza y plenitud
de la experiencia. La experiencia de Cristo resucitado fue<br />
tan marcada en el alma de los apóstoles y discípulos, que<br />
necesariamente tenían que hablar de ella, a quienes no la<br />
habían tenido. Bueno, no sólo hablar de ella, sino también<br />
testimoniarla, es decir, proclamar su verdad, incluso,<br />
llegado el caso, con el sufrimiento y con la vida. Callar esa<br />
experiencia, hubiese sido una muestra de egoísmo<br />
imperdonable. Por eso, los cristianos, durante los primeros<br />
años, y como primer anuncio, eran monotemáticos. Lo<br />
único que decían era que "Cristo fue matado por los<br />
judíos, pero que Dios lo resucitó de entre los muertos".<br />
Todo lo demás gira en torno a este grande mensaje. No<br />
proclaman ideas, por muy bellas que puedan ser, sino<br />
acontecimientos vividos en primera persona. Esta<br />
experiencia de Cristo resucitado no fue pasajera, sino que<br />
llegó a incorporarse, por así decir, a su misma existencia<br />
en este mundo, y por este motivo, nunca cesaron de<br />
proclamar con sus labios y con su vida la resurrección de<br />
Jesucristo.<br />
3. Cristo resucitado, objeto de transformación. Hay una<br />
relación estrechísima entre resurrección de Jesucristo y<br />
transformación del hombre. Cristo, hombre perfecto, es el<br />
primero transformado al ser resucitado por Dios, llegando<br />
a ser un hombre totalmente penetrado por el Espíritu. San<br />
Pablo nos habla de la transformación ética, que comporta<br />
la experiencia de Cristo resucitado, una transformación<br />
que toca las raíces mismas del hombre: la sinceridad y la<br />
verdad. A su vez, el hombre transformado por Cristo<br />
resucitado, es capaz de transformar a otros, como la<br />
levadura es capaz de hacer fermentar toda la masa. Esta<br />
transformación ética y misionera se fundamenta en la<br />
transformación interior, operada por el Espíritu de Cristo,<br />
que hace de todo el que ha experimentado a Cristo<br />
resucitado un hombre enteramente espiritual, impregnado<br />
del Espíritu.<br />
Sugerencias pastorales
1. Experimentar a Cristo resucitado. La experiencia se<br />
hace o no se hace, se tiene o no se tiene. No puedes<br />
mandar un representante para que haga la experiencia por<br />
ti. El cristianismo es una fe, pero penetrada por una<br />
experiencia vital, a fin de que la fe no decaiga. La<br />
experiencia viva de Cristo resucitado la puede hacer<br />
cualquier cristiano. Puesto que es un don que Dios<br />
concede, lo primero que habrá que hacer es pedirla. ¡Qué<br />
mejor día que el domingo de Pascua para pedir al Señor la<br />
gracia de esta experiencia! El cristiano puede disponerse a<br />
recibir el don de esta experiencia, mediante el desarrollo<br />
de una sensibilidad espiritual creciente. Al contacto con<br />
Dios, el hombre va gustando a Dios y las cosas de Dios, va<br />
adquiriendo una mayor capacidad de escucha y de<br />
docilidad al Espíritu, va sintonizando más con la fe de la<br />
Iglesia. Esto constituye el terreno cultivado para que en él<br />
pueda nacer y florecer la experiencia de Cristo resucitado.<br />
Todos sin excepción estamos llamados a hacer esta<br />
experiencia. No pensemos que es sólo para unos cuantos<br />
místicos, que tienen una cierta propensión a estos estados<br />
del alma. Es importante, para todo cristiano, el hacerla,<br />
porque, quien la haya hecho, no podrá seguir viviendo de<br />
la misma manera, incluso si ya se llevaba una vida<br />
cristiana buena. Esa experiencia viva e intensa toca y<br />
cambia la mentalidad, las costumbres, el estilo de vida, el<br />
modo de relacionarse con los demás, los criterios de<br />
acción, las mismas obras, hasta el mismo carácter. Si has<br />
hecho ya esta experiencia de Cristo resucitado, creo que<br />
estarás de acuerdo conmigo en que con ella nos vienen<br />
todos los bienes. Si todavía no la has hecho, pide al Señor<br />
que te conceda hacerla cuanto antes. ¡Ojalá sea el don<br />
que Dios te concede esta Pascua!<br />
2. La resurrección de Jesucristo y la ética cristiana. ¿Existe<br />
una ética cristiana? Digamos, al menos, que existe un<br />
modo cristiano de vivir la ética. Existe sobre todo un<br />
fundamento de la ética cristiana, que es la persona de<br />
Jesucristo, principalmente el misterio de su resurrección.
Una ética que no esté fundada en la persona y en el<br />
mensaje de Jesucristo, no podrá recibir el nombre de<br />
cristiana. Y cuando hablo de ética cristiana, no me refiero<br />
ni sólo ni principalmente a los profesores de ética en las<br />
universidades, en los institutos o en los seminarios, sino al<br />
comportamiento cristiano en su trabajo, ante los medios<br />
de comunicación, en el ámbito de la familia, ante los<br />
impuestos, ante el pluralismo religioso, etcétera. Cristo<br />
resucitado nos ha hecho partícipes de su vida divina<br />
mediante el bautismo y la gracia santificante, y desea<br />
continuar repitiendo en nosotros su presencia ejemplar en<br />
la historia. Vivamos la experiencia de Cristo resucitado, y<br />
estemos seguros de vivir siempre un comportamiento<br />
ético digno del hombre. Entonces realmente la<br />
resurrección de Jesucristo será el centro de nuestra vida y<br />
de nuestra fe.<br />
44.<br />
¡Ha resucitado el Señor!<br />
Juan 20, 1-9<br />
Reflexión<br />
“¡Exulten por fin los coros de los ángeles, exulten las<br />
jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso,<br />
que las trompetas anuncien la salvación!”. Con estas<br />
palabras inicia el maravilloso pregón pascual que el<br />
diácono canta, emocionado, la noche solemne de la Vigilia<br />
de la resurrección de Cristo. Y todos los hijos de la Iglesia,<br />
diseminados por el mundo, explotan en júbilo incontenible<br />
para celebrar el triunfo de su Redentor. ¡Por fin ha llegado<br />
la victoria tan anhelada!<br />
En una de las últimas escenas de la película de la Pasión<br />
de Cristo, de Mel Gibson, tras la muerte de Jesús en el<br />
Calvario, aparece allá abajo, en el abismo, la figura que en
todo el film personifica al demonio, con gritos estentóreos,<br />
los ojos desencajados de rabia y con todo el cuerpo<br />
crispado por el odio y la desesperación. ¡Ha sido<br />
definitivamente vencido por la muerte de Cristo! En este<br />
sentido es verdad –como proclamaba Nietzsche— “que<br />
Dios ha muerto”. Pero ha entregado libre y<br />
voluntariamente su vida para redimirnos, y con su muerte<br />
nos ha abierto las puertas de una vida nueva y eterna.<br />
Es muy sugerente el modo como Franco Zeffirelli presenta<br />
la escena de la resurrección en su película “Jesús de<br />
Nazaret”. Los apóstoles Pedro y Juan vienen corriendo al<br />
sepulcro, muy de madrugada, y no encuentran el cuerpo<br />
del Señor. Luego llegan también dos miembros del<br />
Sanedrín para cerciorarse de los hechos, y sólo hallan los<br />
lienzos y el sudario, y el sepulcro vacío. Y comenta<br />
fríamente uno de ellos: “¡Éste es el inicio!”.<br />
Sí. El verdadero inicio del cristianismo y de la Iglesia. De<br />
aquí arrancará la propagación de la fe al mundo entero.<br />
Porque la Vida ha vuelto a la vida. Cristo resucitado es la<br />
clave de todas nuestras certezas. Como diría Pablo más<br />
tarde: “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación,<br />
vana es vuestra fe; aún estáis en vuestros pecados… Pero<br />
no. Cristo ha resucitado de entre los muertos como<br />
primicia de los que duermen” (I Cor 15, 14.17.20). En Él<br />
toda nuestra vida adquiere un nuevo sentido, un nuevo<br />
rumbo, una nueva dimensión: la eterna.<br />
Y, sin embargo, no siempre resulta fácil creer en Cristo<br />
resucitado, aunque nos parezca una paradoja. Una de las<br />
cosas que más me llaman la atención de los pasajes<br />
evangélicos de la Pascua es, precisamente, la gran<br />
resistencia de todos los discípulos para creer en la<br />
resurrección de su Señor. Nadie da crédito a lo que ven<br />
sus ojos: ni las mujeres, ni María Magdalena, ni los<br />
apóstoles –a pesar de que se les aparece en diversas<br />
ocasiones después de resucitar de entre los muertos—, ni<br />
Tomás, ni los discípulos de Emaús. Y nuestro Señor tendrá
que echarles en cara su incredulidad y dureza de corazón.<br />
El único que parece abrirse a la fe es el apóstol Juan, tal<br />
como nos lo narra el Evangelio de hoy.<br />
Pedro y Juan han acudido presurosos al sepulcro, muy de<br />
mañana, cuando las mujeres han venido a anunciarles,<br />
despavoridas, que no han hallado el cuerpo del Señor.<br />
Piensan que alguien lo ha robado y les horroriza la idea.<br />
Los discípulos vienen entonces al monumento, y no<br />
encuentran nada. Todo como lo han dicho las mujeres.<br />
Pero Juan, el predilecto, ya ha comenzado a entrar en el<br />
misterio: ve las vendas en el suelo y el sudario enrollado<br />
aparte. Y comenta: “Vio y creyó”. Y confiesa<br />
ingenuamente su falta de fe y de comprensión de las<br />
palabras anunciadas por el Señor: “Pues hasta entonces<br />
no habían entendido la Escritura: que Él debía de resucitar<br />
de entre los muertos”.<br />
¿Qué fue lo que vio esa mañana? Seguramente la sábana<br />
santa en perfectas condiciones, no rota ni rasgada por<br />
ninguna parte. Intacta, como la habían dejado en el<br />
momento de la sepultura. Sólo que ahora está vacía, como<br />
desinflada; como si el cuerpo de Jesús se hubiera<br />
desaparecido sin dejar ni rastro. Entendió entonces lo<br />
sucedido: ¡había resucitado! Pero Juan vio sólo unos<br />
indicios, y con su fe llegó mucho más allá de lo que veían<br />
sus sentidos. Con los ojos del cuerpo vio unas vendas,<br />
pero con los ojos del alma descubrió al Resucitado; con los<br />
ojos corporales vio una materia corruptible, pero con los<br />
ojos del espíritu vio al Dios vencedor de la muerte.<br />
Lo que nos enseñan todas las narraciones evangélicas de<br />
la Pascua es que, para descubrir y reconocer a Cristo<br />
resucitado, ya no basta mirarlo con los mismos ojos de<br />
antes. Es preciso entrar en una óptica distinta, en una<br />
dimensión nueva: la de la fe. Todos los días que van desde<br />
la resurrección hasta la ascensión del Señor al cielo será<br />
otro período importantísimo para la vida de los apóstoles.<br />
Jesús los enseñará ahora a saber reconocerlo por medio
de los signos, por los indicios. Ya no será la evidencia<br />
natural, como antes, sino su presencia espiritual la que los<br />
guiará. Y así será a partir de ahora su acción en la vida de<br />
la Iglesia.<br />
Eso les pasó a los discípulos. Y eso nos ocurre también a<br />
nosotros. Al igual que a ellos, Cristo se nos “aparece”<br />
constantemente en nuestra vida de todos los días, pero<br />
muy difícilmente lo reconocemos. Porque nos falta la<br />
visión de la fe. Y hemos de aprender a descubrirlo y a<br />
experimentarlo en el fondo de nuestra alma por la fe y el<br />
amor.<br />
Y esta experiencia en la fe ha de llevarnos paulatinamente<br />
a una transformación interior de nuestro ser a la luz de<br />
Cristo resucitado. “El mensaje redentor de Pascua –como<br />
nos dice un autor espiritual contemporáneo— no es otra<br />
cosa que la purificación total del hombre, la liberación de<br />
sus egoísmos, de su sensualidad, de sus complejos;<br />
purificación que, aunque implica una fase de limpieza y<br />
saneamiento interior –por medio de los sacramentos— sin<br />
embargo, se realiza de manera positiva, con dones de<br />
plenitud, como es la iluminación del Espíritu, la vitalización<br />
del ser por una vida nueva, que desborda gozo y paz,<br />
suma de todos los bienes mesiánicos; en una palabra, la<br />
presencia del Señor resucitado”.<br />
En efecto, san Pablo lo expresó con incontenible emoción<br />
en este texto, que recoge la segunda lectura de este<br />
domingo de Pascua: “Si habéis resucitado con Cristo,<br />
buscad las cosas de allá arriba, donde está Cristo sentado<br />
a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a<br />
los de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está<br />
escondida con Cristo en Dios. Cuando aparezca Cristo,<br />
vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis,<br />
juntamente con Él, en gloria” (Col 3, 1-4). ¡Pidamos a<br />
Cristo resucitado poder resucitar junto con Él, ya desde<br />
ahora!
45.<br />
¡¡Ha resucitado y vive para siempre!!<br />
Autor: Autor desconocido<br />
Lo que tengo que decirles lo han oído otras veces, pero<br />
me gustaría que no pareciera lo de siempre. Es necesario<br />
que les suene a nuevo, que les dé la impresión de que no<br />
lo han oído nunca.<br />
Olviden un momento la rutina: esas reflexiones a veces<br />
tan monótonas que apenas les rozan la piel.<br />
Olviden un momento la vida diaria: las discusiones<br />
caseras, los huesos que duelen, las jaquecas, las rabietas<br />
de los niños, los pelmazos que no dejan vivir.<br />
Hoy quisiera que mis palabras sonaran a nuevas.<br />
Si creen mi palabra de hoy, si de verdad toman en serio lo<br />
que hoy les voy a decir... su vida será nueva, empezarán<br />
a vivir de una forma distinta, la rutina diaria tendrá una<br />
profundidad desconocida, las celebraciones religiosas les<br />
traspasará el alma, la alegría que nadie puede quitar será<br />
su huésped, incluso la muerte será una puerta llena de<br />
posibilidades, la vida será una ruta acompañada por la<br />
esperanza, la misma enfermedad tendrá una cara<br />
desconocida. Para que entiendan bien lo que voy a<br />
decirles, es necesario que el Señor esté con ustedes... que<br />
levantemos el corazón... que demos gracias al Señor<br />
nuestro Dios...<br />
Hermanos, esto es lo que hoy tengo que decirles: Jesús de<br />
Nazaret, el hijo de José y de María, el muerto<br />
injustamente y sepultado, ¡¡Ha resucitado y vive para<br />
siempre!!! La muerte ha sido vencida: el muro<br />
impenetrable, la oscuridad existencial, el mal constante
que nos envuelve, la queja permanente... no son verdad<br />
del todo.<br />
Alguien ha roto el misterio, ha trocado la noche en aurora<br />
luminosa, ha iniciado una nueva creación. Óiganlo todos:<br />
¡Cristo ha resucitado!<br />
Ustedes jóvenes, que les asusta la dureza de la vida:<br />
Cristo resucitado fortalece su rebeldía contra la injusticia.<br />
Ustedes padres y madres de familia, Cristo vivo<br />
resplandece en el amor fiel que se tienen, ilumina y<br />
sostiene la entrega generosa a los hijos.<br />
Solteros y solteras, Cristo resucitado los hace fecundos,<br />
pone en sus manos otro modo de crear vida, construye<br />
otra familia no según la carne y la sangre, sino en el<br />
Espíritu de hijos y hermanos.<br />
Hombres y mujeres de la tercera edad, Cristo resucitado<br />
vive con ustedes, no permite que se reseque su alma, con<br />
Él hasta el final llegarán llenos de vida.<br />
Ustedes, enfermos, Cristo vivo está con ustedes en la cruz<br />
de su dolor, con ustedes se pone en las manos del Padre,<br />
con ustedes cruza la frontera de la vida sin fin.<br />
Ustedes, pobres de la tierra, únanse a Cristo resucitado, Él<br />
está animando su lucha por salir de la miseria, por lograr<br />
que los respeten y los escuchen; Él está dentro de ustedes<br />
y se identifica con ustedes.<br />
Ustedes, los que luchan por la justicia, libertad, amor, y<br />
dignidad de todo ser humano, sepan que Cristo resucitado<br />
los está sosteniendo, les patrocina la tarea, les asegura<br />
que resucitarán y su vida será todo un éxito.<br />
Hermanos: Cristo, el amigo de los niños, el que perdona a<br />
la adúltera, el cercano a los enfermos, el que se sienta con
los pecadores, el que quiere a las prostitutas, el que<br />
acepta a todo hombre... resucitado, sigue haciendo lo<br />
mismo. No dejen de acercarse a su presencia; crean en él,<br />
enciendan las velas en su vida resucitada. Vengan y vean,<br />
experimenten una vida nueva.<br />
Que no pase este Tiempo de Pascua sin haber conectado<br />
con Cristo vivo.<br />
46.<br />
LECTURAS: HECH 10, 34. 37-43; SAL 117; COL 3, 1-4; JN<br />
20, 1-9<br />
SE HAN LLEVADO DEL SEPULCRO AL SEÑOR Y NO<br />
SABEMOS DÓNDE LO HABRÁN PUESTO.<br />
Comentando la Palabra de Dios<br />
Hech. 10, 34. 37-43. ¿Realmente creemos en Cristo?<br />
¿Realmente vivimos como hombres nuevos, liberados de<br />
la esclavitud del pecado y dejando atrás nuestros signos<br />
de muerte? Quien, en Cristo, ha sido hecho una criatura<br />
nueva, debe pasar haciendo el bien y curando a los<br />
oprimidos por el diablo, pues Dios estará con nosotros. Sin<br />
embargo nuestra lucha de liberación no puede reducirse a<br />
la liberación de los males que aquejan a la humanidad en<br />
la historia. Ciertamente no podemos cerrar los ojos ante<br />
las angustias, tristezas, pobrezas, injusticias,<br />
persecuciones y muerte, de que son víctimas muchos<br />
hermanos nuestros. Pero no podemos sólo levantar la voz<br />
para defenderlos. Sin dejar de hacerlo, debemos<br />
esforzarnos denodadamente para que la salvación y el<br />
amor de Dios llegue al corazón de aquellos que generan<br />
todos estos males; sólo así estaremos luchando<br />
efectivamente para que el Reino de Dios llegue a lo más<br />
íntimo del hombre y lo transforme. Nosotros, que nos
sentamos a la Mesa del Resucitado, demos testimonio de<br />
Él con una vida recta, justa e intachable; y proclamemos a<br />
todos el Evangelio de salvación para que el Señor anide en<br />
el corazón de cada uno de nuestros hermanos, y así,<br />
juntos, iniciemos el Reino de Dios hasta que llegue a su<br />
plenitud en nosotros por obra del mismo Dios.<br />
Sal. 117. Demos gracias a Dios porque su Misericordia es<br />
eterna. Él nos libró de la mano de nuestros enemigos con<br />
su diestra poderosa. Envió a su propio Hijo para<br />
rescatarnos del pecado y de la muerte y para que,<br />
reconciliados con Él, nos hiciera hijos suyos. Aquel que no<br />
tenía ya aspecto atrayente, y que más que un hombre<br />
parecía un gusano cualquiera, por su actitud reverente y<br />
por su obediencia incondicional y fiel a su Padre, ha sido<br />
elevado en gloria para reinar eternamente. Quienes<br />
unimos a Él nuestra vida participamos de su Victoria y<br />
somos hechos hijos de Dios. Pero ser hijo de Dios no es<br />
sólo una dignidad, es todo un compromiso para dar<br />
testimonio de que nuestras esclavitudes al pecado y a la<br />
muerte han quedado atrás. Ya no continuemos en la<br />
muerte; dejemos que Cristo nos levante de nuestras<br />
miserias y vivamos para contar las hazañas del Señor con<br />
una vida recta, que hable de que en verdad Dios está en<br />
nosotros y nosotros en Él.<br />
Col. 3, 1-4. Jesucristo, antes de padecer, rogó a su Padre<br />
Dios por sus discípulos diciendo: Ellos están en el mundo,<br />
sin ser del mundo. No te pido que los saques del mundo,<br />
sino que los preserves del mal. Los cristianos no somos<br />
seres desencarnados de la realidad, sino totalmente<br />
comprometidos con el hombre de nuestro tiempo.<br />
Hacemos nuestras sus aspiraciones y cargamos sobre<br />
nuestros hombros sus miserias para remediarlas con la<br />
gracia de Dios. Vamos esforzándonos continuamente por<br />
construir una ciudad terrena más digna del hombre;<br />
aportamos nuestro trabajo en la diversidad de campos en<br />
los que se desarrolle nuestra existencia; lo hacemos con<br />
un gran amor y con una altísima responsabilidad. Sin
embargo no podemos decir que nuestras aspiraciones se<br />
queden sólo en lo temporal y pasajero. Si así fuera<br />
estaríamos engañando al pueblo al que hemos sido<br />
enviados por Cristo para proclamarles su Buena Noticia de<br />
salvación. La salvación del hombre se inicia ya desde este<br />
mundo, pero no termina aquí. Nuestra mirada se eleva<br />
hacia los bienes eternos, ahí donde está Cristo dándole<br />
sentido a nuestro camino, a nuestra entrega, a nuestros<br />
sufrimientos y a nuestra muerte. Por eso la acción pastoral<br />
de la Iglesia no puede reducirse a una simple filantropía.<br />
Amamos a nuestro prójimo porque lo queremos ver como<br />
un lugar sagrado en el que Dios quiere hacer su morada y<br />
transformarlo para que pueda amar, trabajar por la paz,<br />
ser capaz de perdonar y de vivir en un auténtico amor<br />
fraterno. Cuando realmente el Espíritu de Dios habite en<br />
nosotros y guíe nuestros pasos por el camino del bien,<br />
podremos decir que estamos en camino hacia la posesión<br />
de los bienes definitivos, donde viviremos eternamente<br />
glorificados con Cristo y unidos todos como hermanos, ya<br />
sin sombras de pecado, de división ni de muerte, en torno<br />
a nuestro único Dios y Padre.<br />
Jn. 20, 1-9. Muchas veces el fanatismo religioso nos puede<br />
llevar a creer falsamente en Cristo. Hacer que nuestra fe<br />
en Él se base sólo en algunas señales que nos deben<br />
conducir a Él es una fe demasiado frágil. Nuestra fe no<br />
aumenta por tocar los lugares o las cosas que estuvieron<br />
en contacto con Cristo. Si después de llenarnos de objetos<br />
sagrados no sabemos dónde ha quedado Cristo, si Él se<br />
quedó fuera de nuestro corazón y sólo recibe incienso en<br />
sus imágenes estamos demasiado equivocados en lo que<br />
es la fe auténtica en Él. El que ha depositado su fe en<br />
Cristo abre su corazón para que Él haga ahí su morada; se<br />
deja invadir totalmente por el Espíritu Santo para que no<br />
sólo sus palabras, sino sus obras y toda su vida se<br />
conviertan en un signo del amor de Dios en el mundo.<br />
Creer en Cristo es entregarle nuestra vida para que la<br />
transforme cada día hasta llevarla a la perfección que Él<br />
posee, recibida del Padre, y de la que nos quiere hacer
partícipes. El Señor ha resucitado de entre los muertos, y<br />
ahora vive en cada uno de nosotros. ¿Dónde lo han<br />
puesto?; El no ha desaparecido de entre nosotros;<br />
busquémoslo en aquellos con quienes Él ha querido<br />
identificarse para que ahí lo amemos y sirvamos conforme<br />
al mandato que nos dio.<br />
La Palabra de Dios y la Eucaristía de este <strong>Domingo</strong>.<br />
Nuestro Dios y Padre, que nos ha reconciliado consigo por<br />
medio de la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo, nos<br />
sienta a su Mesa para que alimentados con este<br />
Sacramento podamos llegar a la gloria de la resurrección.<br />
Participar juntos de la Mesa del Señor, sin odios ni<br />
divisiones, nos hace sentirnos y vernos como hermanos;<br />
nos hace experimentar el amor de Dios y nos impulsa para<br />
que aprendamos a compartir lo nuestro con los demás. El<br />
Resucitado es nuestra Victoria sobre el pecado y la<br />
muerte. Entremos en comunión de vida con Él, de tal<br />
forma que en verdad podamos hacer nuestra su Vida y,<br />
revestidos de Él, podamos no sólo participar de su<br />
Banquete, Memorial de su Pascua, sino que también nos<br />
calcemos las sandalias para ponernos en camino y<br />
proclamar, desde una vida sencilla pero llena de amor,<br />
que Dios ha venido como el Camino que nos une como<br />
hermanos y nos conduce hacia la casa paterna para vivir<br />
eterna y plenamente unidos como hermanos con nuestro<br />
Dios y Padre, para que pueda en verdad lograrse que Dios<br />
sea todo en todas las cosas.<br />
La Palabra de Dios, la Eucaristía de este <strong>Domingo</strong> y la vida<br />
del creyente.<br />
Ser un signo de la Pascua de Cristo para nuestros<br />
hermanos debe llevarnos no sólo a invocar a Dios como<br />
Padre nuestro en la celebración Eucarística, sentándonos a<br />
su mesa junto con nuestros hermanos; sino que nos debe<br />
llevar a sentar también nosotros, a nuestra mesa, a todos<br />
aquellos que necesitan el pan de cada día, o que necesitan
vestir su cuerpo, o tener una vivienda digna, o ser<br />
asistidos en sus enfermedades y sacados de sus<br />
marginaciones. Si muchos han proclamado el Evangelio de<br />
la gracia a los demás dejando sus hogares, no pudieron<br />
llegar a ellos sólo para cumplir con una misión de unos<br />
días en que no tenían otra cosa que hacer, sino que deben<br />
haber iniciado un nuevo compromiso para estar cercanos a<br />
aquellos que necesitan el consuelo constante en sus<br />
desgracias, o una luz que los guíe y ayude a salir de sus<br />
pecados. El Señor espera de su Iglesia un auténtico<br />
compromiso de fe para hacer llegar el amor, la paz, la<br />
misericordia y la alegría a todos aquellos que viven<br />
oprimidos por el mal, por el pecado o por la pobreza. Al<br />
paso de los días no podemos dejar que se diluya nuestro<br />
amor por aquellos con quienes vivimos intensamente estos<br />
días pascuales; los hemos de seguir amando y hemos de<br />
volver a ellos para continuar recorriendo juntos el camino<br />
de fe, e impulsando hacia una vida más plena a quienes<br />
amamos como Cristo los ama y como Cristo nos ama a<br />
nosotros.<br />
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima<br />
Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber ser un<br />
signo de Cristo resucitado para todos aquellos con quienes<br />
constantemente entramos en contacto en la vida para<br />
conducirlos, con el Poder del Espíritu Santo que actúa en<br />
nosotros, hacia un encuentro personal con Cristo, y hacia<br />
un verdadero compromiso personal con Él para que,<br />
juntos, podamos manifestar nuestra fe y nuestro amor con<br />
las buenas obras, dando así razón de nuestra esperanza<br />
en el mundo. Amén.<br />
47.<br />
QUITEMOS LA LOSA<br />
La vida no está libre de problemas, pesadumbres y<br />
situaciones que amenazan con quitarnos la paz. Estas
contradicciones se pueden afrontar de diversas maneras,<br />
particularmente tras un primer movimiento de enfado o<br />
desolación pongo los medios posibles (humanos y divinos)<br />
para solucionarlos, hago algún comentario jocoso y al día<br />
siguiente continúo afrontando los problemas de ese día sin<br />
dejar que los pasados problemas sean una carga más en<br />
el caminar de mi vida. Perder la paz suele ser un problema<br />
muy relacionado con la soberbia y el orgullo que<br />
guardamos celosamente tras la losa de nuestro sepulcro<br />
íntimo y que no queremos abrir pues, como las hermanas<br />
de Lázaro, tenemos miedo a que “ya huela”. Tenemos a<br />
veces la manía de llenar nuestra vida de sepulcros, bien<br />
cerrados y sellados, y acabamos –como los reyes de<br />
España en el Monasterio de El Escorial-, del trono de la<br />
realeza de hijos de Dios a habitar en “el pudridero”, que es<br />
un nombre que por desagradable me hace gracia.<br />
“María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún<br />
estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.” Tal vez,<br />
a pesar de la luz que anoche rompió las tinieblas, sientas<br />
que sigues en la oscuridad, que no encuentras la paz, que<br />
tu alma sigue llena de sepulcros cerrados que guardan en<br />
su interior no el cuerpo de Cristo sino los cuerpos pútridos<br />
de tu soberbia, tu egoísmo, tu ira, tus envidias, … ¡Quita<br />
la losa!, anímate, no te dé miedo, descubre el feo rostro<br />
de todo lo que lleva a la muerte, y deja que Cristo<br />
resucitado airee esos rinconcillos de tu alma. ¡Quita esas<br />
losas!, con decisión, con fe y verás que, como los<br />
vampiros en las películas de serie B, esos monstruos que<br />
se esconden en las cavernas de tu alma se desvanecen al<br />
contemplar a Cristo resucitado, se vuelven polvo y ceniza,<br />
se quedan en nada. ¡Quita esas losas! y cuando las<br />
personas malvadas o las circunstancias quieran tocar tu<br />
orgullo encontrarán una cueva vacía, cuando te quieran<br />
herir en tu amor propio descubrirán un hueco vano,<br />
cuando te humillen tu soberbia habrá abandonado tu alma<br />
y sólo habrá sitio para el amor entrañable de Cristo<br />
resucitado que airea todo.
Un consejo, confía en la Iglesia “Llegó también Simón<br />
Pedro detrás de él y entró en el sepulcro” que te dirá que<br />
efectivamente los sepulcros de tus vanidades están vacíos,<br />
que lo que creías imposible, lo que no habías entendido,<br />
ha sucedido y tiene pleno sentido, que eres como Juan<br />
que “vio y creyó.”<br />
¡Quita la losa!, “quitad la levadura vieja para ser una masa<br />
nueva”, “panes ázimos de la sinceridad y la verdad”, y<br />
encontrarás la paz, el mensaje tan repetido de Cristo<br />
resucitado, que nadie te podrá arrebatar pues tu vida ya<br />
no es tuya, ya no te perteneces, eres de Cristo. La Virgen<br />
sabe que, si te dejas, su hijo Jesucristo arrancará las losas<br />
de los sepulcros de tu alma y convertirá un cementerio en<br />
el paraíso donde el Espíritu Santo hará de ti testigo de la<br />
resurrección.<br />
48.<br />
Sagrada Escritura:<br />
Primera: Hch 10,14ª 37-43<br />
Salmo: 117<br />
Segunda: Col 3,1-4<br />
Evangelio: Jn 20,1-9<br />
Nexo entre las lecturas<br />
La fe en la Resurrección del Señor es el tema fundamental<br />
de este día. “Este es el día en el que actuó el Señor” canta<br />
el Salmo 117. Es el domingo por excelencia. Es el día en el<br />
que se expresó su poder soberano venciendo la muerte y<br />
que, en consecuencia, es motivo de gozo y alegría para<br />
todos los cristianos. En su discurso, Pedro proclama que se<br />
le ha encomendado el anunciar y predicar la Resurrección<br />
de Cristo. Los apóstoles son los testigos que han visto al<br />
Resucitado, han comido y bebido con Él. Ellos han recibido<br />
el encargo de predicar que Cristo resucitado ha sido<br />
constituido juez de vivos y muertos (1L) San Pablo
subraya, de modo especial, que la Resurrección del Señor<br />
instaura una nueva vida en el bautizado. El cristiano es<br />
aquel que ha muerto con Cristo y ha resucitado con Él a<br />
una vida nueva. La fe en la Resurrección es la roca firme<br />
para san Pablo, el lugar donde se asienta todo su<br />
dinamismo apostólico. (2L). El Evangelio nos muestra a<br />
Pedro y Juan que, entrando en el sepulcro, “ven y creen”.<br />
El sepulcro vacío es para ellos el inicio de una meditación<br />
que los conduce a la fe en Cristo resucitado.<br />
Mensaje doctrinal<br />
1. Cristo ha resucitado. “La Resurrección de Jesús es la<br />
verdad culminante de nuestra fe en Cristo” nos dice el<br />
Catecismo de la Iglesia Católica (CCC 683). La comunidad<br />
cristiana de los primeros tiempos vivió esta verdad como<br />
el centro de su existencia. Todas sus certezas: su caridad<br />
patente a todos, su serenidad ante el martirio, su amor<br />
por la Eucaristía... todo se refería en último término al<br />
misterio Pascual de Cristo a su muerte y su resurrección.<br />
“Si Cristo no resucitó vana es nuestra fe” argumenta san<br />
Pablo.<br />
Así como las primeras comunidades cristianas vivían de la<br />
fe en la Resurrección del Señor, así también los cristianos<br />
están llamados a vivir más a fondo el misterio de la<br />
Resurrección en sus vidas. “Si habéis resucitado con<br />
Cristo, buscad las cosas de arriba”. Para el creyente la<br />
resurrección es el dato culminante de su fe en Cristo; por<br />
la resurrección se confirman todas las promesas del<br />
Antiguo Testamento. El Señor ha sido fiel a su amor y se<br />
ha dado sin límites, con sobreabundancia. Por la<br />
Resurrección se confirma la divinidad del Señor: verdadero<br />
Dios y verdadero hombre. La Resurrección nos enseña la<br />
verdad íntima acerca de Dios (Dios es amor) y acerca de<br />
la salvación humana. Cristo en su misterio pascual lleva a<br />
su plenitud la revelación de Dios. Auto revelación definitiva<br />
de Dios. Por eso, es contraria a la fe católica la tesis del
carácter incompleto, limitado e imperfecto de la revelación<br />
en Cristo y que se completaría con la revelación de otras<br />
religiones (Cfr. Dominus Iesus 6).<br />
Conviene poner de relieve el carácter universal y salvífico<br />
de la muerte y resurrección del Señor. Cristo murió por<br />
todos para perdonarlos a todos de sus pecados. Porque<br />
Dios quiere que todos los hombres se salven.<br />
2. El cristiano está llamado a “con-resucitar” con Cristo y a<br />
“buscar las cosas de arriba”. Él es una creatura nueva, lo<br />
antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado y su vida está<br />
escondida con Cristo en Dios. ¿Está muy lejos de nuestra<br />
vida diaria esta verdad fundamental? A veces parecería<br />
que sí, que es una verdad demasiado bella para ser<br />
realidad, que es un sueño, un ideal inalcanzable. Parecería<br />
que el pecado y la muerte son más fuertes y condenan al<br />
hombre a una vida de obscuridad. Sin embargo, cuando<br />
consideramos con mayor atención el problema nos damos<br />
cuenta de que el poder y el amor de Dios son más fuertes<br />
que el pecado. “El amor es más fuerte” y Dios suscita en<br />
el corazón de los hombres anhelos de conversión, de bien,<br />
de transformación, y, con su Providencia Divina los<br />
conduce por caminos de salvación. Creed vivamente en la<br />
resurrección del Señor para vivir una nueva vida llena de<br />
esperanza, de fortaleza, de amor. Resucitar con Cristo<br />
será no vivir más en el pecado; será participar con Cristo<br />
en el misterio de la cruz y la salvación de los hombres;<br />
será vivir esta vida como peregrinos hacia la posesión<br />
eterna de Dios.<br />
Sugerencias pastorales<br />
1. Las mujeres son las primeras encargadas de anunciar la<br />
resurrección. El Evangelio nos dice que fueron las mujeres<br />
las primeras mensajeras de la resurrección del Señor,<br />
incluso antes que los apóstoles. Por su feminidad la mujer<br />
tiene una particular sensibilidad religiosa y humana.
Comprende más rápida e intuitivamente las verdades<br />
religiosas y las verdades humanas. Se inclina<br />
espontáneamente al valor religioso, a la protección de la<br />
vida humana, al cuidado de los más débiles. A ella se le<br />
encomendó anunciar el triunfo definitivo de Cristo sobre la<br />
muerte. Ella experimenta, como lo muestra el Evangelio,<br />
una particular fortaleza de espíritu porque comprende que<br />
se le ha encomendado de algún modo el bien de los<br />
hombres.<br />
En el mundo post-moderno que nos toca vivir con un<br />
fuerte relativismo y pérdida de la fe, la mujer cristiana<br />
está llamada a ser nuevamente mensajera privilegiada de<br />
las verdades cristianas. Ella será en el hogar aquella que<br />
irradia amor, comprensión y que educa a la familia en los<br />
valores sobrenaturales. Podemos decir que de la mujer<br />
depende en gran medida la fe del hogar, porque ella la<br />
transmite no sólo por sus palabras, sino por medio de su<br />
vida, de sus actitudes, de su capacidad de sufrimiento, de<br />
perdón. Ella, en el seno del hogar, o en el seno de una<br />
comunidad religiosa, o en el seno de la sociedad, o en la<br />
vida pública, o en los hospitales, o en la escuela... es la<br />
que hace presente los valores trascendentes y, lo que es<br />
más importante, la que revela a Dios como amor, la que<br />
muestra a Cristo resucitado y conduce hacia Él. Ella es<br />
maestra de la fe. Ella es el sol de la familia y de la<br />
sociedad.<br />
2. La comprensión de la resurrección del Señor. Sabemos<br />
que hay una gran ignorancia religiosa en nuestras<br />
generaciones jóvenes. Surgen por todas partes ideas<br />
erróneas de la fe, de la Iglesia, del dogma... En el tema de<br />
la resurrección también se da este fenómeno. No son<br />
pocos los que piensan en la reencarnación o en cosas<br />
semejantes. Es pues importante, salir al encuentro de<br />
nuestros fieles y ayudarlos a conservar su fe. Ayudarles<br />
con nuestra predicación, con nuestra atención personal,<br />
proporcionándoles, además materiales de apoyo como<br />
buenas lecturas, folletos, documentales... que les ayuden
a ilustrar su fe. Promover círculos bíblicos, escuelas de<br />
oración, encuentros fortuitos o preparados para defender y<br />
promover la fe de nuestros fieles. Debemos hacer todo lo<br />
que está en nuestras manos para que ninguna oveja se<br />
pierda por ignorancia o por falta de cultivo de nuestra<br />
parte.<br />
María, reconoció a Jesús resucitado cuando escuchó<br />
pronunciar su nombre. Quizá muchos de nuestros fieles<br />
puedan descubrir a Cristo resucitado cuando experimenten<br />
su amor, cuando comprendan su pasado, su presente y su<br />
futuro a la luz de este amor. Cuando hagan la experiencia<br />
de Cristo resucitado en sus propias vidas.<br />
49<br />
“Ha resucitado verdaderamente”<br />
Los discípulos que la tarde de la pascua volvieron de<br />
Emaús a Jerusalén para anunciar que habían visto al<br />
Señor entrando en la sala donde estaban reunidos los<br />
otros discípulos, aun antes de que abrieran la boca fueron<br />
acogidos por un coro de voces que gritaban: el Señor ha<br />
resucitado verdaderamente y se apareció a Simón<br />
(Lc.24,34). Todas las lecturas de hoy dicen que Cristo<br />
“resucitó”, pero el texto de Lucas contiene además el<br />
adverbio “verdaderamente”. Es una palabra pequeña (en<br />
griego, ontos ), pero ¡cuan densa de significado!) quiere<br />
decir: en realidad (no por decirlo así), según el ser (no<br />
según la apariencia solamente).<br />
La comunidad apostólica nos inculca de tal modo que, a<br />
propósito de la resurrección, no basta una fe cualquiera,<br />
por ejemplo una fe en un significado espiritual y simbólico,<br />
sino que es necesaria una fe en el “hecho” de la<br />
resurrección, una fe en su verdad “histórica”. Este
adverbio será por tanto el núcleo de nuestra homilía<br />
pascual de este año.<br />
¿En qué sentido se puede hablar de la resurrección como<br />
de un acontecimiento histórico? En un sentido<br />
particularísimo: ella está en el límite de la historia, como<br />
el hilo que divide el mar de la tierra firme; está dentro y<br />
fuera al mismo tiempo. Con ella, la historia se abre a lo<br />
que está más allá de la historia, a la escatología. En cierto<br />
sentido, es la ruptura de la historia y su superación, así<br />
como la creación es su comienzo. De ahí resulta que la<br />
resurrección sea un acontecimiento en sí mismo no<br />
testimoniable y no asible con nuestras categorías mentales<br />
que están todas ellas liga das a la experiencia. Nadie<br />
asiste al instante en el cual Jesús resucita. Nadie puede<br />
decir haber visto “resucitar” a Jesús, sino sólo haberlo<br />
visto “resucitado”. La resurrección no se conoce sino “a<br />
posteriori”, en segundo momento. Exactamente como la<br />
Encarnación es la presencia física del Verbo en María que<br />
demuestra el lecho de que él se ha encarnado. Así es la<br />
presencia espiritual de Cristo en la comunidad, hecha<br />
visible en las apariciones, que de muestra que Jesús ha<br />
resucitado verdaderamente. Esto explica el hecho<br />
desconcertante de que ningún historiador profano<br />
mencione la resurrección. Tácito, que con todo, recuerda<br />
“la muerte de un tal Cristo en el tiempo de Poncio Pilato” (<br />
Annales , 25), calla de la resurrección. Ese acontecimiento<br />
no tuvo relevancia y sentido sino para aquéllos que<br />
experimentaron sus consecuencias en el seno de la<br />
comunidad.<br />
¿En qué sentido, entonces, hablamos de una aproximación<br />
histórica a la resurrección de Cristo? Lo que se ofrece a la<br />
consideración del historiador y le permite hablar de la<br />
resurrección son dos hechos: la imprevista e inexplicable<br />
fe de los discípulos (una fe tan tenaz que resiste hasta la<br />
prueba del martirio) y la explicación que de tal fe ellos<br />
mismos nos han dejado. Recorramos su testimonio para<br />
ver hasta qué punto nos es dado, con él, acercarnos al<br />
acontecimiento de la resurrección.
Cerca del año 56 d.C. el apóstol Pablo escribe: Les he<br />
transmitido lo que yo mismo recibí Cristo murió por<br />
nuestros pecados, conforme a la Escritura. Se apareció a<br />
Pedro y después a los apóstoles. Luego se apareció a más<br />
de quinientos hermanos al mismo tiempo, la mayor parte<br />
de los cuales vive aún, y algunos han muerto. Además, se<br />
apareció a Santiago y de nuevo a todos los Apóstoles. Por<br />
último se me apareció también a mí, que soy como el fruto<br />
de un aborto (1 Cor. 15,3-8).<br />
El núcleo central de este testimonio es un “credo” anterior<br />
a san Pablo que -él mismo como dice explícitamente-<br />
recibió de otros y que podemos remontar a cerca del año<br />
35 d.C., es decir, a 5-6 años después de la muerte de<br />
Jesús. Testimonios antiquísimos, pues.<br />
Pero, ¿qué testimonian en concreto sus palabras? Dos<br />
hechos:<br />
Primero: “Ha sido resucitado”, en el sentido de “se<br />
despertó de nuevo”, “resucitó”, o en el pasivo “ha sido<br />
redespertado, resucitado”, se entiende, por Dios. Son<br />
palabras claramente inadecuadas. Cristo, de hecho, no<br />
resucita hacia atrás (como parece sugerirlo la partícula<br />
“re” que precede estos verbos). No vuelve a la vida de<br />
antes como Lázaro para después morir de nuevo, sino que<br />
resucita hacia adelante, hacia el nuevo mundo, a la nueva<br />
vida según el Espíritu (cfr. Rom. 1,4). Se trata de algo que<br />
no tiene semejanza en la experiencia humana y por esto<br />
debe ser expresado en términos impropios y figurados.<br />
Segundo: “aparece”, en el sentido de “se mostró”, ha sido<br />
hecho visible por Dios. Se trata de una experiencia<br />
fortísima y concretísima, por lo cual no pueden no hablar<br />
(Hech. 4,20). Quien la hizo está seguro de haber<br />
encontrado personalmente a Cristo, Jesús de Nazaret, no<br />
sólo un fantasma. Pablo dice que la mayoría todavía viven,<br />
enviando así tácitamente al lector a ellos para que pueda<br />
cerciorarse. La experiencia hecha por los otros es<br />
confirmada después por la propia experiencia: se apareció
también a mí. Cuando alguien como san Pablo afirma con<br />
toda simplicidad y seguridad una cosa como ésta, quedan<br />
pocas alternativas: o vio realmente a Cristo resucitado y<br />
vivo o es un mentiroso.<br />
Las narraciones evangélicas reflejan una fase ulterior del<br />
testimonio de la Iglesia. El núcleo central, empero, sigue<br />
siendo el mismo: ¡El Señor resucitó y apareció vivo! A esto<br />
se añade un elemento nuevo: el sepulcro vacío. De ello<br />
saca san Juan una prueba casi física de la resurrección de<br />
Jesús (cfr. Jn. 20 ssq). Pero también para los evangelios el<br />
hecho decisivo siguen siendo las apariciones.<br />
He aquí, pues, en síntesis, lo que dicen las fuentes.<br />
Después de la muerte, Jesús se hizo visible corporalmente<br />
a una serie de testigos por los cuales se ha hecho<br />
reconocer como aquél que vivía y actuaba entre ellos<br />
antes de la muerte. Se trata de una experiencia concreta,<br />
corporal: vieron al Resucitado con sus ojos, lo escucharon<br />
con sus oídos, y, tal vez, lo tocaron (cfr. Mt. 28, 9; Jn. 20,<br />
27). Al aparecer Jesús dio la impresión de estar<br />
corporalmente presente en el espacio y el tiempo, de<br />
moverse en este mundo. Fueron encuentros personales,<br />
de tú a tú, como cuando él estaba vivo. Los testigos tenían<br />
la certeza de que se trataba de la misma persona de<br />
antes. El Nuevo Testamento, que bien conoce la<br />
experiencia de la visión, describe las apariciones del<br />
Resucitado como algo completamente distinto.<br />
Las apariciones testimonian, sin embargo, también la<br />
nueva dimensión del Resucitado, su modo de ser “según'<br />
el Espíritu” que un modo nuevo y diverso respecto del<br />
modo de existir de antes, “según la carne”. Él puede ser<br />
reconocido por ejemplo, no por cualquiera que lo ve, sino<br />
sólo por aquél a quien él mismo se da a conocer. Su<br />
corporeidad es distinta de la de antes está libre de las<br />
leyes físicas: entra y sale por las puertas cerradas;<br />
aparece y desaparece. ¿Dónde estaba Jesús cuando<br />
desaparecía y de dónde parecía? Es un misterio como es<br />
un misterio su comer después de la resurrección. Nos falta
cualquier experiencia del mundo futuro -el mundo de Dios<br />
en el cual él entró- para poder hablar de él como cuando<br />
uno llega corriendo con los propios pies hasta la orilla del<br />
mar y después debe detenerse y contentarse con echar<br />
más allá sólo su mirada, porque en el agua no rigen ya las<br />
leyes físicas que permiten caminar sobre la tierra firme. En<br />
el mundo de la resurrección se entra sólo con la fe.<br />
Todas las objeciones contra el cristianismo se rompen -se<br />
ha dicho- contra la piedra derribada del sepulcro de Cristo<br />
y son repelidas como olas contra un arrecife. Es verdad,<br />
pero los creyentes no pueden eximirse de mirarlas en la<br />
cara y darles una respuesta, aun sabiendo que sus<br />
respuestas serán siempre estériles hasta que el Resucitado<br />
mismo no eche luz en la mente del que escucha.<br />
Sobre todo a propósito de las apariciones. Una explicación<br />
común es que se trata de visiones psicógenas, es decir, de<br />
sensaciones, tan vívidas de Cristo que los afectados creen<br />
haberlo visto de verdad. Pero esto, si fuese verdad, sería<br />
un milagro no menos grande. Supone que distintas<br />
personas, en lugares y situaciones distintos, tuvieron la<br />
misma “impresión” (o alucinación).<br />
Los discípulos no pudieron engañarse, eran gente<br />
concreta, pensadores, todo, menos afectos a las visiones.<br />
Primero, no creen y Jesús debe casi derribar su resistencia<br />
(Lc. 24,25): ¡Hombres, duros de entendimiento, cómo les<br />
cuesta creer...! (Mc. 16,14): (Los reprendió por su<br />
incredulidad y dureza de corazón). No pudieron ni siquiera<br />
engañar a los otros: todos sus intereses se oponían a ello.<br />
Habrían sido ellos los primeros en estar y sentirse<br />
engañados por Jesús si él no hubiera resucitado. ¿Con qué<br />
fin, entonces, afrontar la persecución y la muerte por él?<br />
Las visiones llegan de costumbre al que las aguarda y las<br />
desea intensamente, no al que ni siquiera piensa en ellas.<br />
Pero los apóstoles, después de los hechos del Viernes<br />
Santo, no esperaban nada ya. Al contrario, dieron por<br />
concluido el caso de Jesús y estaban pensando volver a<br />
sus aldeas y a sus tareas de antes. ¿Qué determinó en
ellos el cambio súbito y radical del estado de ánimo para<br />
que crean, testimonien, funden iglesias, si no<br />
precisamente las apariciones de Jesús resucitado?<br />
De cuando llegó a la palestra la idea (propuesta por R.<br />
Bultmann) de la demitologización, se suele poner esta<br />
objeción de fondo contra el hecho de la resurrección: esto<br />
-se dice- refleja el modo de pensar y de representarse el<br />
mundo de una época pre-científica que concibe el universo<br />
como hecho de planos superpuestos (el de Dios, el del<br />
hombre y el de los infiernos) con la posibilidad de pasar<br />
del uno al otro. Esta sería una concepción “mítica” del<br />
mundo que hoy ya no puede ser mantenida. A esto se<br />
debe responder que la idea de la demitización no puede<br />
ser aplicada de esta manera al hecho de la resurrección de<br />
Cristo. La resurrección de la muerte, de hecho,<br />
contrastaba con la concepción antigua del mundo como<br />
contrasta con la de hoy, como demuestra el discurso de<br />
Pablo en Atenas (cfr. Hech. 17,32). Si, por tanto, los<br />
apóstoles la defendieron tan tenazmente no es porque ella<br />
es conforme a las representaciones de su tiempo, sino<br />
porque era conforme a la verdad, es decir, a lo que ellos<br />
habían visto, oído y tocado.<br />
Muchos de aquéllos que niegan el carácter histórico de la<br />
resurrección admiten, sin embargo, que Dios intervino<br />
directamente en el caso de Jesús de Nazaret avalando su<br />
causa a los ojos del mundo. Pero si es así, está claro que<br />
en algún modo Dios obró milagrosamente en Jesús de<br />
Nazaret. Y si obró milagrosamente, ¿qué diferencia existe<br />
en admitir que se trató de verdadera resurrección y de<br />
apariciones verdaderas y no de hechos anteriores y<br />
puramente visionarios? ¿Hay acaso algo que sea<br />
demasiado grande para Dios o quizás Dios ama el<br />
ilusionismo?<br />
Pero hay más. Si se niega el carácter histórico de<br />
acontecimiento real a la resurrección, el nacimiento de la<br />
Iglesia y de la fe se convierte en un misterio más<br />
inexplicable que la resurrección misma. “La idea de que el
imponente edificio de la historia del cristianismo sea como<br />
una enorme pirámide colocada sobre un fiel, es decir,<br />
sobre un hecho insignificante, es ciertamente menos<br />
creíble que la afirmación de que la resurrección ocupó<br />
realmente un puesto en la historia, parangonable a lo que<br />
le atribuye el Nuevo Testamento” (Dodd).<br />
¿Cual es, entonces, el punto de llegada de la investigación<br />
histórica a propósito de la resurrección de Cristo?<br />
Podemos recogerlo -como sugiere Kierkegaard- en las<br />
palabras de los discípulos de Emaús: algunos discípulos, la<br />
mañana de Pascua, fueron al sepulcro de Jesús y<br />
encontraron que las cosas eran como las mujeres habían<br />
relatado; pero a él no lo vieron (cfr. Lc. 24,22-24).<br />
También la historia va al sepulcro de Jesús y debe<br />
constatar que las cosas están así como lo dijeron los<br />
testigos. Pero a él, al Resucitado, no lo ve. No basta<br />
constatar históricamente, hay que “ver” al Resucitado, y<br />
esto no lo puede dar la historia, sino sólo la fe. Además,<br />
acontece lo mismo para los testigos de entonces: también<br />
para ellos fue necesario un salto: de las apariciones y tal<br />
vez del sepulcro vacío -que eran hechos históricos-<br />
llegaron a la afirmación: ¡Dios lo resucitó! , que es una<br />
afirmación de fe. En cuanto afirmación de fe, ésta más que<br />
una conquista es un don. Y de hecho, en el evangelio no<br />
todos ven al Resucitado, sino sólo aquéllos a quienes él<br />
mismo se da a conocer. Los discípulos de Emaús habían<br />
caminado con él sin reconocerlo hasta que, cuando él<br />
quiso, sus ojos se abrieron y lo reconocieron (Lc.24, 31).<br />
Sólo hay que rezar para que también nuestros ojos se<br />
abran en esta Pascua para recibir de un modo nuevo la luz<br />
de la resurrección para reconocer al Señor al partir el pan<br />
y así testimoniar también nosotros a nuestros hermanos<br />
que “El Señor resucitó verdaderamente”.<br />
COMENTARIOS GENERALES. SAN ISIDORO DE SEVILLA
Descendiendo, libró a los que quiso, de la muerte<br />
Porque descendiendo al infierno a aquellos que estaban<br />
cautivos los arrancó de la dominación del demonio,<br />
tomándolos a los goces celestiales, ya mucho tiempo antes<br />
Él mismo lo había anunciado por Oseas: “Yo, dice, yo haré<br />
mi presa y me iré con ella; yo la tomaré y no habrá quién<br />
me la quite, me marcharé y me volveré a mi habitación,<br />
esto es, al solio celeste” (Oseas 5 14) y más abajo: “No<br />
obstante, yo los libraré del poder de la muerte; de las<br />
garras de la muerte los redimiré. ¡Oh muerte!, he de ser la<br />
muerte tuya: seré tu destrucción, ¡oh infierno! (Oseas 13,<br />
14.)<br />
El cuerpo de Cristo no vio la corrupción en el<br />
sepulcro<br />
Porque el cuerpo de Cristo no vio la corrupción en el<br />
sepulcro, sino que inmediatamente, vencida la muerte,<br />
resurgiendo, salió de los infiernos, esto mismo por el<br />
profeta lo predijo en los salmos: “Porque yo sé que no has<br />
de abandonar Tú, oh Señor, mi alma en el sepulcro, ni<br />
permitirás que tu santo experimente la corrupción.” (Ps.<br />
15, 10 De esta misma resurrección canta el Salmo 3: “Yo<br />
me dormí, y me entregué a un profundo sueño y, me<br />
levanté, porque el Señor me tomó bajo su amparo” (Ps 3,<br />
6.)<br />
Para qué otra cosa indica el profeta, que habiendo<br />
dormido resucitó sino para indicar que este sueño era<br />
muerte, y el despertar resurrección, lo cual en el Ps.<br />
cuadragésimo más abiertamente se muestra cuando dice:<br />
“Pero Tú, Señor, ten piedad de mí. y levántame, que yo<br />
les daré a ellos su merecido (Ps. 46, 11). Y nuevamente:<br />
“¿Mas, por ventura, el que duerme, no ha de volver a<br />
levantarse?” (Ps, 40, 9.) Lo mismo se canta en el Ps. 4:<br />
“Mas yo, Dios mío, dormiré en paz y descansaré en tus<br />
promesas, porque Tú, oh Señor, sólo Tú, has asegurado<br />
mi esperanza.” (Ps. 4, 9-10.). “De una manera singular”,
porque sólo Él descansó de esta manera, para resucitar<br />
inmediatamente después de la muerte.<br />
También por Isaías de su misma resurrección así clama:<br />
“Mas ahora, me levantaré yo, dice el Señor; ahora seré<br />
ensalzado, ahora seré glorificado” (Is. 33, 10.) Con este<br />
testimonio abiertamente señala su resurrección y su<br />
ascensión. A continuación describe la envidia de los judíos<br />
diciendo: “Vosotros conseguiréis fogosos designios y el<br />
resultado será paja; vuestro mismo espíritu cual fuego, os<br />
devorará.”<br />
Resucitó de entre los muertos<br />
Porque había de resucitar al tercer día, el profeta Oseas lo<br />
había predicho diciendo: “En medio de sus tribulaciones se<br />
levantarán con presteza para convertirse a Mí. Venid,<br />
dirán, volvámonos al Señor, porque Él nos ha cautivado,<br />
pero Él mismo nos pondrá en salvo, Él nos ha herido, y Él<br />
mismo nos curará. Él mismo nos volverá a la vida después<br />
de dos días; al tercero día nos resucitará, y viviremos en<br />
la presencia suya.” (Oseas 6, 1-3.) Todo esto se cumplió<br />
en Cristo. Entregado y muerto el viernes y el sábado,<br />
resucitó el domingo muy de madrugada. Por esto añade el<br />
profeta: “Preparado está a su advenimiento como la<br />
aurora.” (Oseas 6, 3.) Empero, en cuanto a lo que dijo:<br />
“Nos resucitará y viviremos en la presencia suya”; esto el<br />
profeta lo dice de su persona o de los santos, que estaban<br />
en los infiernos y resucitaron con Él al tercer día.<br />
EL CONSUELO DEL SEPULCRO PASCUAL<br />
El silencio profundo, sepulcral, del Sábado Santo se rompe<br />
por el alegre repiqueteo de las campanas en el mundo<br />
entero. Los templos, corno ríos salidos de madre, echan
de sí corrientes de hombres, millares de fieles, y por<br />
doquiera se vuelva la mirada no se ve más que un gentío<br />
onduloso, rostros con expresión de fiesta, ojos que brillan<br />
de alegría.<br />
¿De dónde procede esta fuerza jubilosa de Pascua? ¿De<br />
dónde esta alegría del espíritu humano? ¿Para qué las<br />
procesiones, los cánticos entusiastas? ¿Para qué este salir<br />
a la calle? ¿Por qué este júbilo desbordante, que pone<br />
tensas las venas? ¿A quién se dirige el festivo repiqueteo?<br />
Esta alegría efusiva, vibrante, de Pascua parte de un<br />
sepulcro e inunda el mundo entero. Junto al sepulcro de<br />
Jesucristo escarnecido, ultrajado, crucificado y ya<br />
resucitado, se apodera de nuestra mente un doble<br />
pensamiento:<br />
En el día de Pascua, la vida triunfó de la muerte, y la<br />
justicia pisoteada cantó Victoria sobre la maldad. Es decir,<br />
la Pascua es: 1º La fiesta del porvenir; y 2º La fiesta<br />
triunfal de la justicia.<br />
I- Pascua es la fiesta del porvenir<br />
La ley general de la caducidad de esta vida abruma<br />
nuestra alma; pero Jesucristo triunfador, que sale del<br />
sepulcro para no morir, nos asegura que más allá del<br />
perecer terreno nos espera un porvenir más hermoso, más<br />
completo.<br />
La fuerza motriz y jubilosa de Pascua brota de esta gran<br />
verdad: la muerte del individuo y la destrucción de los<br />
mundos no son una muerte y una destrucción definitivas,<br />
sino que la vida terrena tiene su continuación en una vida<br />
inmortal.<br />
De esta verdad brota la alegría vivificadora y perenne del<br />
acontecimiento más trascendental de la historia, la<br />
resurrección de Cristo, y por esto brotan también del
sepulcro del Resucitado las fuentes vivas del valor, de vivir<br />
y del optimismo, que triunfa del mundo.<br />
Desde el rosicler de la primera aurora pascual iluminó los<br />
pálidos rostros de los Apóstoles y les dio la magnífica y<br />
gozosa nueva, han pasado ya casi dos mil años en la<br />
historia. No es posible contar las corrientes culturales, que<br />
des de entonces se ofrecieron como guías, prometiendo<br />
conducir al hombre a la tierra de la felicidad.<br />
También por encima de los hombres de hoy, nerviosos y<br />
quebrantados, ondean, reclutando centenares de espíritus,<br />
banderas diferentes, mas los centenares de millones de<br />
hombres que en la noche sublime del Sábado Santo rinden<br />
tributo de pleitesía por todo el orbe a Cristo resucitado,<br />
confiesan con fuerza instintiva las palabras del Apóstol:<br />
“No se nos dio otro nombre en que podamos salvar nos,<br />
sino este nombre de Jesucristo”.<br />
Ved un sepulcro que desde hace ya dos mil años no se ha<br />
enfriado; un sepulcro al cual monta guardia la piedad de<br />
centenares de millares de fieles, porque todos saben que<br />
fuera de Jesucristo resucitado no puede haber una<br />
orientación segura de la vida, ni puede haber porvenir ni<br />
esperanzas ni punto de apoyo para ella.<br />
El hombre que se satura del misterio pascual siente<br />
también la fuerza del perecer, mas él no baja al sepulcro<br />
como vencido, sino como vencedor. Para El la muerte no<br />
es el final, sino el principio; no aniquilamiento, sino<br />
partida. Después de la patria terrena, la patria eterna;<br />
después del prólogo, el libro.<br />
Todas las veces que el pensamiento paralizador del<br />
perecer se presenta a su alma para apoderarse de ella, El<br />
muestra con una superioridad triunfal el sepulcro pascual<br />
vacío. ¡Sí! En Pascua germinan los brotes, en Pascua se<br />
abren los capullos, en Pascua se despliegan los pétalos, en<br />
Pascua empieza una nueva pulsación de vida después del<br />
anquilosa miento invernal, en Pascua, una fuerza
misteriosa llena los árboles, al parecer muertos. . ., y<br />
también las almas humanas.<br />
Los Césares pueden levantar imperios mundiales, los<br />
sabios pueden sorprender a la Humanidad con alardes<br />
siempre nuevos de la técnica, los artistas pueden brindarle<br />
obras maestras que llenen de admiración; pero nadie es<br />
capaz de llenar las profundidades del alma humana, si no<br />
quiere seguir las huellas del Resucitado.<br />
El héroe del Fausto, de Goetthe, lo probó todo; cuando<br />
desengañado de todo, desilusionado de todo, quiere<br />
arrojar de sí la vida, oye de repente el solemne repiqueteo<br />
de las campanas, que llega hasta él de una iglesia<br />
cercana; la mano, levantada ya para el suicidio, cae<br />
inerme, y un nuevo estremecimiento de vida sacude el<br />
corazón desalentado.<br />
El glorioso sepulcro pascual pregona una fiesta de<br />
consuelo para todos aquellos -y son legión- que con sudor<br />
en su frente, con las heridas de la lucha por la vida en su<br />
cuerpo, pero con la paz de una conciencia tranquila en su<br />
corazón, cumplen silenciosamente su deber con la santa<br />
convicción de que la Justicia y la Bondad no pueden<br />
perecer.<br />
¡Ah, cómo nos vivifica el Salvador resucitado! ¡Cuánta<br />
esperanza, y qué noble empuje brota de su sepulcro vacío!<br />
De modo que el Viernes Santo, ¿no es siempre sombrío y<br />
luctuoso? De modo que ¿no es posible ahogar por<br />
completo a la justicia?<br />
Cristo murió en la cruz. Murió el pastor y se dispersó la<br />
grey. . . ¡Infierno; ésta fue tu victoria!<br />
Cristo murió en la Cruz. Derramó toda su Sangre; los<br />
soldados montaban guardia delante de su sepulcro<br />
sellado; nadie creía que pudiera hablarse todavía de vida,<br />
de resurrección. . . ¡Infierno, ésta fue tu victoria!
Cristo murió en la cruz. Pero apenas inclinó su cabeza, se<br />
estremeció la tierra, se resquebrajaron las rocas, se<br />
abrieron las tumbas, el sol se obscureció... ¡Infierno,<br />
cuidado con tu victoria!<br />
Cristo murió en la cruz. Pero al tercer día el fulgor del<br />
sepulcro pascual puso en fuga todas las tinieblas, y al<br />
fúlgido resplandor de Cristo resucitado huyó el pecado y la<br />
muerte. . . ¡Infierno!, ¿dónde está tu victoria?<br />
Cristo murió en la cruz. Pero su muerte heroica infundió<br />
nueva vida a la grey dispersa; las almas se encendieron<br />
con el fuego de Pentecostés. . . ¡Infierno!, ¿dónde está tu<br />
victoria?<br />
Cristo murió en la cruz. Pero desde hace dos milenios los<br />
ojos de millones de hombres, arrasados de lágrimas,<br />
miran con amor agradecido el sepulcro pascual y cantan<br />
con alegría desbordante el himno triunfal: “Cristo ha<br />
resucitado hoy, ¡aleluya!”<br />
Sí, Pascua es la fiesta del porvenir, la fiesta de la vida.<br />
II- Pascua es la fiesta de la justicia<br />
¿Podrá tomarlo a mal alguno sí nosotros, húngaros<br />
atribulados, cobijamos con solicitud en nuestro espíritu,<br />
junto al santo misterio de Pascua, otro pensamiento<br />
amado?<br />
La presente festividad nos enseña que no hay vida sin<br />
muerte, que el sol sale de la noche, y que a través del<br />
sepulcro del sufrimiento se llega a la alegría pascual.<br />
El noble sacrificio y la Pasión de Cristo inocente atestiguan<br />
con toda claridad la gran verdad de la filosofía de la<br />
historia, es a saber, que los pueblos viven de los sacrificios<br />
que hacen de sí mismos los miembros mejores, más<br />
puros, más santos de la nación.
Los antiguos creían que para que los cimientos de un<br />
edificio fuesen resistentes era necesario mezclar en la<br />
argamasa sangre de hombres inocentes. Pues bien, la<br />
verdad pascual nos enseña que del sufrimiento que los<br />
húngaros soportan con tesón y virilidad -sufrimiento cuya<br />
cruz llevan cargada sobre sus hombros ensangrentados<br />
precisamente los mejores de la nación- puede brotar una<br />
fuerza de consistencia a un nuevo milenario en la historia<br />
húngara.<br />
En la aurora pascual, la Justicia condenada, pisoteada,<br />
ejecutada en medio de crueles tormentos, salió del<br />
sepulcro, enseñándonos que hemos de conseguir el<br />
derecho de la alegría pascual pasando por las estaciones<br />
sangrientas del Calvario.<br />
¿Es maravilla si Cristo, que salió de su sepulcro para una<br />
vida nueva y triunfadora, está hoy tan cerca del pueblo<br />
húngaro que lucha y está a la vera de una fosa abierta?<br />
¿Es maravilla, si la fuerza del gran misterio pascual<br />
acaricia nuestras almas como el rayo de sol de un<br />
resplandeciente día de mayo?<br />
La Justicia nunca gozó de popularidad; es posible sujetar<br />
con cadenas también a la Justicia durante cierto tiempo;<br />
es posible hacer befa de la Bondad; pisotear el Honor;<br />
pero su fuerza, superior al mundo, sale hasta del sepulcro<br />
cerrado y sellado, y se muestra triunfadora con el fulgor<br />
de la aurora pascual La suerte definitiva de la Justicia no<br />
puede ser la oscuridad del Calvario, el Viernes Santo, sino<br />
el resplandor deslumbrante de la aurora pascual.<br />
¡Repicad, pues, tocad campanas de la Pascua! Pregonad al<br />
mundo universo, doquiera que haya hombres oprimidos,<br />
hombres que sufren, decid que no durará para siempre la<br />
oscuridad del Viernes Santo que la noche huirá ante la luz<br />
de la aurora pascual. Nosotros creemos que después de<br />
cada Viernes Santo sigue la Pascua, Nosotros creemos que<br />
al final de todo camino ensangrentado y después del
Huerto de los Olivos y del Gólgota brilla siempre la luz del<br />
sepulcro pascual.<br />
Creemos que las estaciones ensangrentadas del Vía<br />
Crucis, que recorre la historia húngara, aun en medio de<br />
los latigazos de los Pilatos, Caifás y Herodes, conducen al<br />
sepulcro de la resurrección. Sí, creemos firmemente que si<br />
bien nuestro Viernes Santo durará más de veinticuatro<br />
horas, llegará, no obstante, la aurora pascual. ¿Cuándo?<br />
No lo sabemos. Pero que un día alboreará, nos lo pregona<br />
y lo exige también la ley fundamental del orden moral de<br />
este mundo.<br />
Toda Europa atraviesa por una hora de aguda crisis: quiso<br />
vivir volviendo las espaldas a Jesucristo y hubo de ver que<br />
el sufrimiento no se mitigaba, antes al contrario, que<br />
menguaba su alegría. Nosotros tenemos la obligación de<br />
volver fielmente al Amor crucificado, y entonces nos<br />
inundará él resplandor pascual.<br />
De ahí que hoy brote de nuestros labios, en dos sentidos,<br />
con pensamientos de la patria terrena y de la patria<br />
eterna, la viva súplica pascual a Jesucristo resucitado,<br />
pidiéndole que, en medio de la oscuridad de nuestro triste<br />
Calvario, se despeje el cielo y alboree sobre nosotros la<br />
suave luz de la mañana pascual.<br />
En ello consiste el consuelo vivificador del sepulcro vacío<br />
de Cristo resucitado.<br />
¡Exsurge Christe, adjuvanos, libéranos, sálvanos!<br />
¡Levántate, Cristo! ¡Ayúdanos, líbranos, sálvanos!<br />
La herida más grave de la tierra
LA TUMBA VACÍA<br />
En la historia del mundo solo se ha dado una vez el caso<br />
de que delante de la entrada de una tumba se colocara<br />
una gran piedra y se apostara una guardia para evitar que<br />
un hombre muerto resucitara de ella: fue la tumba de<br />
Cristo en la tarde del viernes que llamamos santo. ¿Qué<br />
espectáculo podría haber más ridículo que el ofrecido por<br />
unos soldados vigilando un cadáver? Pero fueron puestos<br />
centinelas para que el muerto no echara a andar, el<br />
silencioso no hablara y el corazón traspasado no volviera a<br />
palpitar con una nueva vida. Decían que estaba muerto;<br />
sabían que estaba muerto; decían que no resucitaría, y,<br />
sin embargo, vigilaban. Le llamaban abiertamente<br />
impostor. Pero ¿seguiría acaso engañando? ¿Acaso el que<br />
les había engañado dejándoles que creyeran que habían<br />
ganado la batalla, ganaría la guerra de la verdad y el<br />
amor? Recordaban que Jesús había dicho que su cuerpo<br />
era el Templo y que, después de tres días de que ellos lo<br />
hubieran destruido, Él volvería a edificarlo, recordaban<br />
también que se había comparado con Jonás, y había dicho<br />
que, así como Jonás había estado en el vientre de la<br />
ballena por tres días, así Él estaría en el seno de la tierra<br />
por tres días y luego resucitaría. Al cabo de tres días<br />
recibió Abraham a su hijo Isaac, ofrecido antes en<br />
sacrificio; tres días estuvo Egipto sumido en tinieblas que<br />
no eran naturales; al tercer día se apareció Dios en el<br />
monte Sinaí. También ahora existía cierta preocupación<br />
por lo que ocurriría el tercer día. Al amanecer del sábado,<br />
por tanto, los príncipes de los sacerdotes y los fariseos,<br />
quebrantando el descanso sabático, se presentaron ante<br />
Pilatos para decirle:<br />
Señor, recordamos que aquel impostor dijo mientras vivía<br />
aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues,<br />
asegurar el sepulcro hasta el día tercero, no sea que<br />
vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al<br />
pueblo: Ha resucitado de entre los muertos. Y el postrer<br />
error será peor que el primero. (Mt 27, 63s).
El que ellos pidieran una guardia hasta el “tercer día<br />
indicaba” que pensaban más en las palabras que había<br />
dicho Cristo que en el temor que pudieran sentir de que<br />
los apóstoles robaran un cadáver y lo colocaran de pie<br />
simulando una resurrección. Pero Pilatos no se sentía de<br />
humor para ver a aquel grupo porque ellos eran los culpables<br />
de que hubiera condenado sangre inocente. Había<br />
hecho su investigación oficial para cerciorarse de que<br />
Cristo estaba muerto; no se sometería a la idea absurda<br />
de usar los soldados del César para custodiar una tumba<br />
judía. Pilatos les dijo así:<br />
Tenéis una guardia; id, y guardadlo como sabéis. (Mt 27,<br />
65).<br />
La guardia era para prevenir la violencia, el sello era para<br />
prevenir todo fraude. Debería haber un sello, y los<br />
enemigos serian quienes lo pusieran. Debía haber una<br />
guardia, y los enemigos serian quienes se encargaran de<br />
ello. Los certificados de la muerte y resurrección serían,<br />
por lo tanto, firmados por los mismos enemigos. Por<br />
medio de la naturaleza, los gentiles se aseguraron de que<br />
Cristo estaba muerto; los judíos, por medio de la ley.<br />
Ellos, pues, se fueron, y sellando la piedra, aseguraron el<br />
sepulcro por medio de la guardia. (Mt 27,66).<br />
El rey yacía de cuerpo presente con su guardia personal a<br />
su alrededor. Lo más asombroso en este espectáculo de la<br />
vigilancia en torno a un cadáver era que los enemigos de<br />
Cristo esperaban la resurrección mas no así sus amigos.<br />
En este caso los fieles eran los escépticos; los infieles eran<br />
los que creían. Sus seguidores necesitaban y pidieron<br />
pruebas antes de darse por convencidos. En las tres<br />
grandes escenas del drama de la resurrección hubo una<br />
nota de tristeza e incredulidad. La primera escena fue la<br />
de una dolorosa Magdalena que vino por la mañana<br />
temprano a la tumba, provista de especias aromáticas, no<br />
para saludar al Salvador resucitado, sino para ungir su<br />
cuerpo inerte.
Magdalena junto al sepulcro<br />
En el amanecer del domingo viose a varias mujeres que se<br />
acercaban al sepulcro. El mismo hecho de que las mujeres<br />
llevaran drogas aromáticas demuestra que no esperaban<br />
la resurrección. Esto parece extraño después de las<br />
muchas referencias que nuestro Señor había hecho a su<br />
muerte y resurrección. Veto, por lo visto, los discípulos y<br />
las mujeres, cuando Jesús les hablaba de su pasión, parecían<br />
recordar más lo que había dicho de su muerte que lo<br />
de su resurrección. Nunca se les ocurrió que esto fuera<br />
posible. Era algo extraño a su modo de pensar. Cuando la<br />
gran piedra fue rodada hasta la entrada del sepulcro, no<br />
solo quedó sepultado Cristo, sino también todas las<br />
esperanzas de ellos. La única idea que tenían las mujeres<br />
en aquellos momentos era la de ungir el cuerpo exánime<br />
de Cristo, acción que era fruto de su amor falto de<br />
esperanza y de fe. Dos de ellas, por lo menos, habían<br />
presenciado el sepelio; de ahí que lo que principalmente<br />
les interesaba fuera la acción práctica: ¿Quién nos<br />
apartará la piedra de la puerta del sepulcro? (Mc 16, 3).<br />
Era el grito de los corazones de poca fe. Unos hombres<br />
vigorosos habían cerrado la entrada de la tumba colocando<br />
contra ella aquella gran piedra; la preocupación de las<br />
mujeres era hallar el modo de apartarla para poder<br />
realizar su obra de misericordia. Los hombres no<br />
acudieron a la tumba hasta que fueron requeridos para<br />
que lo hicieran, tan poco era la fe que en aquellos<br />
momentos tenían. Veto las mujeres fueron solamente<br />
porque en su tristeza trataban de hallar consuelo al<br />
embalsamar al difunto. Nada resulta más anti histórico<br />
que decir que las piadosas mujeres estaban esperando<br />
que Cristo resucitara de entre los muertos. La resurrección<br />
era algo que nunca esperaron. Sus ideas no estaban<br />
alimentadas por ninguna clase de sustancia de la cual<br />
pudiera desarrollarse tal esperanza.<br />
Pero al aproximarse vieron que la piedra había sido<br />
retirada. Antes de que llegasen se había producido un gran
terremoto, y un ángel del Señor, descendido del cielo,<br />
apartó la piedra y se sentó sobre ella: Su aspecto era<br />
como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve; y<br />
por miedo de él los guardias temblaron y quedaron como<br />
muertos. (Mt 28, 4).<br />
Al acercarse las mujeres vieron que aquella piedra, a<br />
pesar de ser tan grande, había sido ya retirada de su sitio.<br />
Veto no llegaron inmediatamente a la conclusión de que su<br />
cuerpo había resucitado. La conclusión a que podían haber<br />
llegado era que alguien había retirado el cadáver. En vez<br />
del cuerpo de su Maestro, vieron a un ángel cuyo aspecto<br />
era como el de un deslumbrador relámpago y sus vestidos<br />
de nívea blancura, el cual les dijo: ¡No os asustéis! Buscáis<br />
a Jesús Nazareno, que fue crucificado; ha resucitado; no<br />
está aquí, mirad el lugar donde le pusieron. Más partid,<br />
decid a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros<br />
a Galilea; allí le veréis, así como os lo dijo.<br />
Para un ángel, la resurrección no era ningún misterio, pero<br />
si lo habría sido la muerte de Jesús. Para el hombre, la<br />
muerte de Jesús no era ningún misterio, pero si lo sería su<br />
resurrección. Par tanto, lo que ahora era objeto de<br />
anuncio era lo que había resultado cosa natural para el<br />
ángel. El ángel era uno más de los guardianes que los<br />
enemigos habían colocado junta a la tumba del Señor, un<br />
soldado más de los que Pilatos había autorizado.<br />
Las palabras del ángel fueron el primer evangelio<br />
predicado después de la resurrección, y este evangelio<br />
remontábase hasta la pasión, puesto que el ángel habló de<br />
El coma de Jesús el Nazareno, el cual fue crucificado.<br />
Estas palabras encerraban el nombre de su naturaleza<br />
humana, la humildad de su lugar de residencia y la ignominia<br />
de su muerte; estas tres cosas: humildad,<br />
ignominia y oprobio, son puestas en contraste con la gloria<br />
de su resurrección de entre los muertos. Belén, Nazaret y<br />
Jerusalén se convierten en las señales de identificación de<br />
su resurrección.
Las palabras del ángel: “Mirad el lugar donde le pusieron”,<br />
confirmaba la realidad de su muerte y el cumplimiento de<br />
las antiguas profecías. Las lápidas funerarias llevan la<br />
inscripción: Hic ictcet, (Aquí reposa); luego sigue el<br />
nombre del difunto y tal vez alguna frase de elogio sobre<br />
el mismo. Pero aquí, formando contraste con esto, el ángel<br />
no escribió, mas expreso un epitafio diferente: “El no está<br />
aquí”. El ángel hizo que las mujeres contemplaran el lugar<br />
en que el cuerpo del Señor había sido colocado como si la<br />
tumba vacía fuera prueba suficiente del hecho de la<br />
resurrección. Las indujo a que se apresuraran a anunciar<br />
la resurrección. El nacimiento del Hijo de Dios fue<br />
anunciado a una mujer virgen. A una mujer caída le fue<br />
anunciada su resurrección.<br />
Las mujeres que vieron la tumba vacía recibieron el<br />
encargo de ir a Pedro, que había tentado en cierta ocasión<br />
al Señor para que renunciara a su cruz y que por tres<br />
veces había negado conocerle. El pecado y la negación no<br />
pudieron reprimir el amor divino. Aunque pareciera<br />
paradójico, cuanto mayor era el pecado, menor era la fe;<br />
y, sin embargo, cuanto mayor era el arrepentimiento del<br />
pecado, mayor la fe. Los que recibieron las muestras más<br />
expresivas de amor fueron la oveja perdida, los publícanos<br />
y las rameras, los Pedros negadores y los Pablos<br />
perseguidores. Al hombre que había sido llamado la Roca<br />
y que quiso apartar a Cristo de su cruz, el ángel le<br />
mandaba ahora, por medio de tres mujeres, el mensaje de<br />
la resurrección: “Id y decid a Pedro”.<br />
La misma preeminencia individual que se dio a Pedro en la<br />
vida pública de Jesús continuaba dándose en el periodo de<br />
la resurrección. Veto aunque se mencionaba aquí a Pedro<br />
junto con los apóstoles de los cuales era ella cabeza, el<br />
Señor se apareció a Pedro a solas antes de manifestarse a<br />
los discípulos de Emaús. Esto resulta evidente del hecho<br />
de que más adelante dirían los discípulos que el Señor se<br />
había aparecido a Pedro. La buena nueva de la redención<br />
era dada así a una mujer que había caído y a un apóstol<br />
que había negado, pero ambos se habían arrepentido.
María Magdalena, que en la semioscuridad del crepúsculo<br />
se había adelantado a sus compañeras, observó que la<br />
piedra había sido ya apartada y que la entrada del<br />
sepulcro estaba abierta. Una rápida mirada la convenció<br />
de que la tumba estaba vacía. En seguida pensó en ir a<br />
avisar a los apóstoles Pedro y Juan. Según la ley mosaica,<br />
no podía llamarse a una mujer a declarar coma<br />
testimonio. Veto María no les llevaba noticias de la<br />
resurrección, puesto que no la estaba esperando. Suponía<br />
que el Maestro se hallaba todavía baja el poder de la<br />
muerte cuando dijo a Pedro y a Juan: Han quitado del<br />
sepulcro al Señor, no sabemos donde le han puesto. (Jn<br />
20, 2).<br />
De todos los discípulos y seguidores hubo solo cinco que<br />
estuvieron “Velando”: tres mujeres y dos hombres, como<br />
las cinco vírgenes que aguardaban la llegada del esposo.<br />
Todos ellos estaban lejos de sospechar que Jesús hubiera<br />
resucitado.<br />
Llenos de excitación, Pedro y Juan corrieron al sepulcro<br />
dejando a María mucho más atrás. Juan era el que más<br />
corría, por lo cual llegó antes que su compañero. Cuando<br />
llegó Pedro, ambos entraron en el sepulcro, donde vieron<br />
los lienzos por el suelo, así coma el sudario que habían<br />
puesto sobre la cabeza de Jesús, pero este velo o sudario<br />
no estaba junto con los lienzos, sino doblado en cierto<br />
lugar aparte. Lo que había tenido efecto, había sucedido<br />
de una manera correcta y ordenada, no como si lo hubiera<br />
hecho un ladrón, ni siquiera un amigo. El cuerpo había<br />
desaparecido de la tumba; las vendas fueron encontradas<br />
enrolladas. Si los discípulos hubieran robado el cuerpo,<br />
con la prisa no se habrían entretenido en quitarle las<br />
vendas y dejado allí los lienzos. Cristo se había desembarazado<br />
de sus ataduras por su divino poder. Pedro y<br />
Juan No conocían todavía la Escritura, que decía que había<br />
de resucitar de entre los muertos. (Jn 20, 9).<br />
Tenían los hechos y la prueba de la resurrección, pero no<br />
comprendían todo su significado. El Señor dio comienzo
ahora a la primera de sus once apariciones registradas en<br />
la Biblia entre su resurrección y su ascensión: a veces a<br />
sus apóstoles, otras a quinientos hermanos juntos, y en<br />
otras ocasiones a las mujeres. La primera aparición fue a<br />
María Magdalena, la cual volvió al sepulcro después de que<br />
Pedro y Juan hubieron salido de él. Parecía no caberle en<br />
la cabeza la idea de la resurrección, a pesar de que ella<br />
misma había resucitado de una tumba sellada por los siete<br />
demonios del pecado. Al encontrar la tumba vacía, volvió a<br />
romper a llorar. Con los ojos bajos, mientras el sol<br />
matutino empezaba a extender su claridad por encima de<br />
la hierba cubierta de rocío, advirtió vagamente la presencia<br />
de alguien que le preguntaba: Mujer, ¿por qué lloras?<br />
(Jn 20, 13).<br />
Estaba llorando por lo que había perdido, pero la pregunta<br />
que se le hacía le hizo interrumpir su llanto para<br />
responder: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé<br />
donde le han puesto. (Jn 20, 14).<br />
No hubo terror al ver los ángeles, puesto que aun el<br />
mundo en llamas no la habría conmovido, tanta era la<br />
pena que se había adueñado de su alma. Al contestar,<br />
María se volvió y vio a Jesús de pie ante ella, pero no le<br />
reconoció. Creyó que era el hortelano, el hortelano de José<br />
de Arimatea. Suponiendo que este hombre sabría donde<br />
podía encontrar al Señor, María Magdalena se arrodilló y<br />
preguntóle: ¡Señor, si tu le has quitado de aquí, dime<br />
dónde le has puesto, y yo me lo llevaré! (Jn 20, 15).<br />
¡Pobre Magdalena! ¡Agotada par la fatiga del viernes<br />
santo, rendida par la angustia del sábado santo, con las<br />
fuerzas debilitadas al extremo, y todavía pensaba en<br />
“llevárselo”! Tres veces habló de Él sin mencionar su<br />
nombre. La fuerza de su amor era tan grande, que<br />
suponía que nadie podía crecer que se refiriera a ninguna<br />
otra persona. Díjole entonces Jesús: ¡María! (Jn 20, 15).<br />
Aquella palabra la sorprendió más que si acabara de oír un<br />
trueno repentino. Había oído decir una vez a Jesús que El
llamaba a sus ovejas por el nombre. Y ahora María se<br />
volvió hacia aquel que personificaba todo el pecado, la<br />
tristeza y las lágrimas del mundo y marcaba cada alma<br />
con un amor personal, particular e individual, y, al ver en<br />
las manos y pies de aquel hombre las llagas rojas y amoratadas,<br />
solo pronunció esta palabra: ¡Rabboni! (Jon 20,<br />
16). (Que en hebreo significa (Maestro). Cristo había dicho<br />
“María” y puesto todo el cielo en esta sola palabra. María<br />
había pronunciado también solo una palabra, Y en ella<br />
estaba comprendido todo lo de la tierra. Después de la<br />
noche del alma, producíase ahora este deslumbramiento;<br />
después de horas de desesperación, esta esperanza;<br />
después de la búsqueda, el hallazgo; después de la<br />
pérdida, este descubrimiento. Magdalena estaba<br />
preparada solamente para verter lágrimas de respeto<br />
sobre la tumba; para lo que no se hallaba preparada era<br />
para ver caminar al Maestro en alas de la mañana.<br />
Sólo la pureza y un alma exenta de pecado podía recibir al<br />
santísimo Hijo de Dios en su llegada a este mundo; de ahí<br />
que María Inmaculada saliera a su encuentro en las<br />
puertas de la tierra, en la ciudad de Belén. Pero solamente<br />
un alma pecadora arrepentida, que a su vez había<br />
resucitado ya de la tumba del pecado a una nueva vida en<br />
Dios, podía comprender adecuadamente el triunfo sobre el<br />
pecado. En honor a las mujeres, hay que pregonar<br />
eternamente: una mujer fue quien más cerca de la cruz<br />
estuvo en el viernes santo, y la primera junto a la tumba<br />
en la mañana de pascua.<br />
María estuvo siempre a los pies de Jesús. Allí estuvo al<br />
ungirle para su sepultura; allí estuvo en su crucifixión;<br />
ahora, llena de alegría al ver de nuevo al Maestro, se<br />
arrojó a sus pies para abrazarlo pero El le dijo,<br />
impidiéndolo con un ademán No me toques; porque no he<br />
subido todavía al Padre. (Jn 20, 17).<br />
Las muestras de afecto de María iban dirigidas más al Hijo<br />
del hombre que al Hijo de Dios. Por ello le decía que no le
tocase. San Pablo enseña a los corintios y a los colosenses<br />
la misma lección:<br />
Aunque hayamos conocido a Cristo según la carne, ahora<br />
empero ya no le conocemos así. (2Cor 5, 16).<br />
Pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra<br />
porque ya moristeis, y vuestra vida está escondida con<br />
Cristo en Dios. (Col 3, 2).<br />
Sugeríale Jesús que era preciso que se secara las<br />
lágrimas, no porque había vuelto a verle, sino porque El<br />
era el Señor de los cielos. Cuando subiera a la derecha del<br />
Padre, lo que significaba el poder del Padre; cuando<br />
enviara el Espíritu de la Verdad, que sería el nuevo<br />
Consolador de ellos y la presencia íntima de Jesús,<br />
entonces María tendría realmente a aquel por quien<br />
suspiraba: el Cristo resucitado y glorificado. Después de<br />
su resurrección era ésta la primera vez que aludía a la<br />
nueva relación que existía entre Él y los hombres, relación<br />
de la que tanto había hablado durante la noche de la<br />
última cena.<br />
Habría que dar la misma lección a sus discípulos, que<br />
estaban demasiado preocupados por la forma humana de<br />
Jesús, diciéndoles que era conveniente que los<br />
abandonase. Magdalena deseaba estar con El cómo antes<br />
de la resurrección, olvidando que la crucifixión había sido<br />
necesaria para la gloria de Jesús y para que éste pudiera<br />
enviar su Espíritu.<br />
Aunque Magdalena se viera humillada por la prohibición<br />
que le dio nuestro Salvador, estaba destinada, sin<br />
embargo, a experimentar que era ensalzada al tener el<br />
honor de llevar la noticia de la resurrección. Los hombres<br />
habían comprendido el significado de la tumba vacía, pero<br />
no su relación con respecto a la redención y la victoria<br />
sobre el pecado y el mal. María Magdalena estaba<br />
destinada a romper el precioso vaso de alabastro de la<br />
resurrección de Jesús, para que su aroma llenara el
mundo. Jesús le dijo: Ve a mis hermanos, y diles que subo<br />
a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios.<br />
(Jn 20, 27).<br />
Está era la primera vez que llamaba a sus apóstoles mis<br />
hermanos. Antes de que el hombre pudiera ser hijo de<br />
Dios, tenía que ser redimido de la enemistad con Dios.<br />
En verdad, en verdad os digo que al menos que el grano<br />
de trigo caiga en tierra y muera, queda solo; mas si<br />
muere, lleva mucho fruto. (Jn 12, 24).<br />
Aceptó la crucifixión para multiplicar su condición de Hijo y<br />
hacer que muchos otros fueran también hijos de Dios.<br />
Pero había una gran diferencia entre El mismo como Hijo<br />
natural y los seres humanos que por medio de su Espíritu<br />
llegarían a ser hijos adoptivos. De ahí que, como siempre,<br />
hiciera una neta distinción entre mi Padre y vuestro Padre.<br />
Ni una sola vea en su vida dijo “nuestro Padre”, como si la<br />
relación entre Él y el Padre fuera la misma quo entre el<br />
Padre y ellos; su relación con el Padre era única e intransferible;<br />
la filiación era de El por naturaleza; los<br />
hombres solamente podían llegar a ser hijos de Dios por la<br />
gracia y el espíritu de adopción<br />
Tampoco dijo a María que informara a los apóstoles de que<br />
había resucitado, sino más bien de que subiría al Padre. La<br />
resurrección quedaba implicada en la ascensión, la cual<br />
tardaría cuarenta días en realizarse. Su propósito no era<br />
precisamente recalcar que el que había muerto estaba<br />
vivo ahora, sino que aquello era el comienzo de su reinado<br />
espiritual que se haría visible y unificado cuando el enviara<br />
su espíritu. Obediente, María Magdalena corrió a avisar a<br />
los discípulos, que estaban lamentándose y llorando. Les<br />
dijo que había visto al Señor y las palabras que El le labia<br />
dicho. ¿Como recibieron ellos la noticia? Una vea más el<br />
escepticismo, la duda y la falta de fe. Los apóstoles habían<br />
oído al Señor hablar en símbolos, parábolas, figura y<br />
también directamente acerca de la resurrección que<br />
seguiría a su muerte, pero:
Al oír quo e vivía y había sido visto por ella, no lo<br />
creyeron. (Mc 16, 11).<br />
Eva creyó a la serpiente, pero los discípulos no creían al<br />
Hijo de Dios. En cuanto a lo que María y cualquier otra<br />
mujer pudiera decir sobre la resurrección del Maestro, sus<br />
palabras les parecían un desvarío; y no las creían. (Lc 24,<br />
2).<br />
Esto era un modo de predecir como recibiría el mundo la<br />
noticia do la redención. María Magdalena y las otras<br />
mujeres no creían al principio en la resurrección; tuvieron<br />
que convencerse de ello. Tampoco creyeron los apóstoles.<br />
Su respuesta fue: “¡Ya conocéis a las mujeres! Siempre<br />
están imaginando cosas”. Mucho antes de que hiciera su<br />
aparición la psicología científica, la gente siempre tenía<br />
que la mente los hiciera alguna jugarreta. La incredulidad<br />
moderna frente a lo extraordinario no es nada en<br />
comparación con el escepticismo quo saludó<br />
inmediatamente las primeras noticias de la resurrección.<br />
Lo que los modernos escépticos dicen acerca del relato de<br />
la resurrección, los discípulos fueron los primeros en<br />
decirlo, o sea que se trataba de un cuento de viejas. Como<br />
agnósticos primitivos de la cristiandad, los apóstoles<br />
convinieron unánimemente en rechazar como un engaño<br />
toda aquella historia. Algo muy extraordinario había de<br />
ocurrir v una prueba muy concreta había de dárseles para<br />
que todos aquellos escépticos vencieran la repugnancia<br />
que sentía para creer.<br />
Su escepticismo era incluso más difícil de superar que el<br />
escepticismo moderno, porque el suyo procedía de una<br />
esperanza que aparentemente había sido frustrada en el<br />
Calvario; éste era un escepticismo mucho más difícil de<br />
curar que el escepticismo moderno, que carece de toda<br />
esperanza. Nada más lejos de la verdad que afirmar que<br />
los seguidores de nuestro Señor estaban esperando la<br />
resurrección, y que, por tanto, se hallaban dispuestos a<br />
creerla o a consolarse de una pérdida que parecía<br />
irreparable.
Ningún agnóstico ha escrito acerca de la resurrección algo<br />
que Pedro o los otros apóstoles no hubieran pensado<br />
antes. Cuando murió Mahoma, Omar salió corriendo de su<br />
tienda empuñando la espada, y declaro que mataría a<br />
cualquiera que dijera que el profeta hubiera muerto. En el<br />
caso de Jesús existía predisposición a creer que había<br />
muerto y aversión a creer que estuviera vivo. Pero quizá<br />
se les permitiera dudar para que los fieles de los siglos<br />
venideros no dudaran jamás.<br />
La guardia sobornada<br />
Una vez las mujeres hubieron ido a notificar a los<br />
apóstoles lo quo habían visto, los guardas que habían<br />
estado junto a la tumba y sido testigos de la resurrección<br />
fueron a la ciudad do Jerusalén y dijeron a los jefes do los<br />
sacerdotes todo cuanto labia sucedido. Los jefes de los<br />
sacerdotes reunieron al punto el sanedrín con el expreso<br />
propósito de sobornar a los guardas.<br />
Cuando se hubieron reunido con los ancianos, Y tomando<br />
consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo:<br />
“Decid que sus discípulos vinieron de noche, y le hurtaron,<br />
estando nosotros dormidos.” Y si esto fuere oído del<br />
gobernador, nosotros le persuadiremos, y os haremos<br />
seguros. Ellos, pues, tomando el dinero, hicieron como<br />
fueron enseñados Y este dicho ha sido divulgado entre los<br />
judíos hasta el día de hoy. (Mt 28, 12-15).<br />
El mucho dinero contrastaba con las escasas treinta<br />
monedas de plata que había cobrado Judas. El sanedrín no<br />
negó la resurrección; en realidad, lo que hacía era dar<br />
testimonio de la misma. Y este testimonio lo dieron a los<br />
gentiles a través de Pilato. Incluso dieron el dinero del<br />
templo a los soldados romanos a quienes despreciaban,<br />
puesto que hablan encontrado un odio mayor. El dinero<br />
que Judas les había devuelto no quisieron tocarlo porque<br />
era “precio de sangre”. Pero ahora estaban dispuestos a<br />
comprar una mentira para escapar a los efectos de la<br />
sangre purificadora del Cordero.
El soborno de los guardas fue realmente una manera<br />
estúpida de esquivar el hecho de la resurrección. Ante<br />
todo, existía el problema de lo que harían con el cuerpo<br />
una vez los discípulos se hubieran apoderado de él. Los<br />
enemigos de nuestro Señor no habrían tenido que hacer<br />
otra cosa sino sacar el cuerpo de Jesús para demostrar<br />
quo no había resucitado. Aparte el hecho de que era muy<br />
poco probable que toda una guardia de soldados romanos<br />
estuviera durmiendo en vez de cumplir con su deber, era<br />
absurdo que dijeran que lo que había sucedido ocurrió<br />
mientras estaban dormidos. A los soldados se les aconsejo<br />
que dijeran que estaban dormidos; y, sin embargo, al<br />
parecer habían estado lo suficientemente despiertos para<br />
ver a los ladrones y darse cuenta de que se trataba de los<br />
discípulos. Si todos los soldados dormían, nunca pudieron<br />
descubrir a los ladrones, si alguno de ellos estaba<br />
despierto, podría haber impedido el hurto. Es igualmente<br />
improbable que unos pocos discípulos temerosos<br />
intentaran robar el cuerpo del maestro de un sepulcro<br />
cerrado con una gran piedra, sellado oficialmente y<br />
custodiado por soldados, sin que al hacerlo despertara a la<br />
guardia dormida. Además, el orden en que se encontraron<br />
los lienzos dentro de la cueva constituía otra prueba de<br />
que el cuerpo no había sido sacado de allí por sus<br />
discípulos.<br />
Por lo que respecta a los discípulos de nada habría servido<br />
retirar secretamente el cuerpo del maestro, ni siquiera<br />
debió de ocurrírsele esta idea a ninguno de ellos; de<br />
momento, la vida del Maestro había resultado un fracaso y<br />
una derrota. El delito era ciertamente mayor de parte de<br />
los sobornadores que de parte de los sobornados, puesto<br />
que los miembros del sanedrín eran gente instruida y<br />
religiosa, los soldados eran sencillos. La resurrección de<br />
Cristo fue proclamada oficialmente a las autoridades<br />
civiles; el sanedrín creyó antes que los apóstoles en la<br />
resurrección. Habían comprado el beso de Judas y ahora<br />
esperaban comprar el silencio de los guardas.
“¿Quién no removerá la piedra de la puerta del sepulcro?”<br />
(San Marcos, 16, 3).<br />
El Viernes Santo, cuando Jesús hubo exhalado su espíritu<br />
en manos del Padre Celestial y su cuerpo se puso frío<br />
como se pone el cuerpo de todo hombre muerto, sin<br />
palpitar ya su corazón, amigos que se habían encerrado en<br />
sus casas y admiradores anónimos que habían escondido<br />
su entusiasmo en el granero, comenzaron a aparecer. No<br />
habían estado junto a Él en su agonía, cuando tenía<br />
necesidad de ellos, pero ahora se hallaban a su lado al<br />
morir, entretejiendo guirnaldas, vertiendo copiosas<br />
lágrimas sembrando elogios...<br />
Uno de ellos era José de Arimatea, que amaba<br />
secretamente al Salvador, no con el coraje suficiente para<br />
demostrarlo mientras El estaba vivo. Ahora buscaba<br />
mitigar su remordimiento, proveyendo a la sepultura del<br />
amigo ajusticiado. El rico consejero se dirigió<br />
resueltamente a Pilatos y le pidió el cuerpo de Jesús,<br />
queriendo con ello evitar al Señor deshonrosa sepultura,<br />
como el ser arrojado, por ejemplo, en una fosa común<br />
donde los cuerpos de los delincuentes eran amontonados y<br />
a veces quemados.<br />
Pilatos se mostró sorprendido al enterarse que el Señor ya<br />
había expirado y quiso del centurión una confirmación<br />
oficial de su muerte. Oído que hubo el informe del<br />
centurión, él accedió al pedido de José de Arimatea. José<br />
volvió entonces al Calvario, bajó a Jesús de la cruz, lo<br />
envolvió en un sudario recién adquirido y lo depositó en un<br />
sepulcro excavado en la piedra. Porque solamente una<br />
extraña tumba convenía a Aquel que es extraño a la<br />
muerte.
Entretanto se había difundido la noticia que el Señor había<br />
recibido decorosa sepultura de manos de José, el rico. Con<br />
la rapidez del rayo los fariseos acudieron a Pilatos para<br />
protestar contra la entrega de Su cuerpo a José. En vida<br />
habían querido la ofrenda de Su vida, y ahora, hasta<br />
después de muerto, sobre El tenían pretensiones.<br />
Reunidos delante de Pilatos, manifestaron: “Señor, nos<br />
acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún:<br />
«Después de tres días resucitaré.» Manda pues que se<br />
asegure el sepulcro hasta el día tercero; porque no vengan<br />
sus discípulos de noche y le hurten y digan al pueblo:<br />
Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que<br />
el primero “(San Mateo, 27, 63-64).<br />
Pilatos, irritado, respondió: “ Tenéis una guardia: id,<br />
aseguradlo como sabéis .” Las Escrituras nos refieren que,<br />
con la doble vigilancia de los romanos y de los fariseos<br />
“yendo ellos, aseguraron el sepulcro, sellando la piedra,<br />
con la guardia.”<br />
De dos modos se aseguran contra el engaño; se sirvieron<br />
de una roca que, con palabras del Evangelio, era “enorme”<br />
y la sellaron. Y esto, para impedir que cualquiera pudiese<br />
tocar el cuerpo.<br />
Jamás ha habido en la historia del mundo espectáculo más<br />
grotesco que el de esos soldados desviviéndose en cuidar<br />
un cadáver. Pero se vigiló el sepulcro porque Jesús había<br />
dicho que resucitaría al cabo de tres días. Aquí se apostan<br />
centinelas por miedo a que el difunto camine, por miedo a<br />
que, aquel que ha callado, hable todavía y que el corazón<br />
traspasado se despierte al respiro de la vida. Lo dicen<br />
muerto; saben que está muerto; se obstinan en repetir<br />
que no resucitará al cabo de tres días, pero aún vigilan.<br />
Han llamado impostor a Jesús. ¿Los engañará una vez<br />
más? ¿Acaso no les ha engañado ya, haciéndoles creer, en<br />
conclusión, que Aquel que ha perdido la batalla ganará la<br />
guerra?
Esta inaudita locura de vigilar una tumbe describe<br />
exactamente la actual situación del mundo, ya sea en<br />
Rusia como en el espíritu contemporáneo en general.<br />
Rusia ha difundido la idea de que Dios ha muerto y que la<br />
religión pasa por sus últimos momentos. El comunismo se<br />
basa en la teoría de que la religión es una invención del<br />
capitalismo para sostener la propiedad privada. Y afirma<br />
que, una vez eliminada la propiedad privada, la religión ya<br />
no será necesaria. En Rusia no existe el capitalismo desde<br />
1917: no hay pues ningún hombre alrededor de los<br />
cuarenta años de edad que haya recibido instrucción<br />
religiosa.<br />
Pero si Dios ha muerto, y la religión es un mito y la fe es<br />
el opio de los pueblos, ¿por qué vigilar entonces el<br />
sepulcro, sellarlo, difundir propaganda contraria a la<br />
religión, asesinar sacerdotes, desterrar a los fieles,<br />
deshumanizar a los Stepinac y a los Mindzenty? ¿A qué<br />
entonces el artículo 124 de la Constitución soviética, que<br />
prohíbe toda propaganda religiosa, si la fe ha muerto?<br />
¿Por qué la quema de todos los libros religiosos en la zona<br />
oriental de Berlín? ¿Por qué no difundir noticias contra el<br />
zar o custodiar la tumba de Trotzky, cuando se apostan<br />
millones de centinelas destinados a custodiar aquello que<br />
se cree una tumba? Si Jesús, en su Iglesia, ha muerto,<br />
¿por qué temer una Resurrección? ¿Por qué perifonear<br />
contra una ilusión, montar guardia junto a un cuerpo en<br />
corrupción, vigilar un sepulcro, hablar en contra de los<br />
cadáveres, atravesar con la espada una fantasía, armarse<br />
contra una ilusión, rechazar fantasmas que caminan de<br />
noche, desenfrenarse contra una invención de la mente?<br />
¡Rusia! Por una sola razón entre todas, tú sellas el<br />
sepulcro de un hombre: porque temes una resurrección.<br />
Porque temes que, de cualquier modo, no obstante toda la<br />
vigilancia, en otra Pascua, habrás de desfallecer cuando la<br />
alborada traiga en sus suaves alas al Cristo redivivo. Echa<br />
una mirada a tu alrededor, en esta primavera, y<br />
contempla las diminutas tímidas violetas surgir desde la<br />
tierra para contarles su secreto al sol y al aire. Ellas te
cuentan que otra resurrección te está rodeando y que ha<br />
de llegar un día en que Jesús redivivo, a quien tú has<br />
imaginado muerto para siempre, caminará nimbado por la<br />
luz para entonar un réquiem sobre tus tumbas y hacer<br />
nuevamente de Rusia, la Santa Rusia, en la fe de Cristo<br />
que es Resurrección y Vida.<br />
Lo que acaece en Rusia, sucede también en el espíritu<br />
contemporáneo. Para él también Dios ha muerto. Y los<br />
hombres, arrogándose, bajo el nombre de eutanasia, el<br />
derecho de tronchar la vida humana, estiman que ha<br />
dejado de existir el mandamiento moral “no matarás”. Y,<br />
evadiendo por medio del divorcio al divino mandamiento:<br />
“El hombre no separará lo que Dios ha unido “, dan por<br />
muerta la moral cristiana del matrimonio.<br />
La educación moderna sostiene que la religión ha muerto y<br />
a los jóvenes se les enseña que el hombre no está hecho a<br />
imagen y semejanza de Dios sino que es tan sólo un costal<br />
fisiológico repleto de libídine psicológica.<br />
Pero si Dios ha muerto y Jesús está sepultado para<br />
siempre como un hombre cualquiera ¿por qué afanarse<br />
entonces en plantar rocas delante de su sepulcro? ¿Por<br />
qué decir a los secuaces de Freud: “Vigilemos nuestras<br />
conciencias e impediremos que el sentido de culpa venga<br />
a atormentarnos durante la noche; digámonos que Dios no<br />
es otra cosa que un complejo de Edipo y ya lo veremos<br />
aparecer en el transcurso del análisis? “<br />
Si Dios ha muerto, ¿por qué insinuar a la inteligencia que<br />
selle la tumba de Cristo; por qué hablar de evolución y de<br />
bestias de la jungla primitiva si no por miedo a que Jesús<br />
resurja en nuestras conciencias donde lo habíamos<br />
sepultado?<br />
Jesús ha muerto en su Cuerpo Místico, ¿por qué escribir,<br />
publicar, escarnecer, atacar a la Iglesia y poner al<br />
descubierto las manchas solares para probar que el sol ya<br />
no alumbra?
De este modo, la conciencia moderna presenta el<br />
espectáculo más estúpido del mundo; no soldados y<br />
centuriones, mas filósofos, escépticos, agnósticos y<br />
psicoanalistas freudianos montan guardia ante la tumba<br />
de Jesús a fin de que El no resucite: amenaza y<br />
provocación en su pecaminosa vida.<br />
Yo os lo digo: ellos verdaderamente tienen miedo de una<br />
resurrección. Pero podrían, del mismo modo, montar<br />
guardia a fin de que el sol no surja. Y in embargo sus<br />
centinelas quedarán desmayados, rotos sus sellos, vencida<br />
su resistencia y Jesús ha de volver a brotar en sus<br />
conciencias y con El ¡el Amor!<br />
Y nosotros también, los que ensalzamos nuestra fe,<br />
tenemos necesidad de una lección. Muchos de entre<br />
nosotros son como María Magdalena, que se aprestaba a<br />
aromar un cuerpo muerto, aún sabiendo que El es la<br />
resurrección y la vida, y se preguntaba junto a la tumba: “<br />
Quién echará a rodar la piedra para liberar la entrada del<br />
sepulcro? “ Así también nosotros, viendo ochocientos<br />
millones de personas bajo el talón del Anticristo, con<br />
calvarios levanta lo largo de toda la Europa oriental y a la<br />
Iglesia misma en un momento de derrocamiento, nos<br />
hallamos tentados de dirigir, en lenguaje moderno, la<br />
pregunta de Magdalena: “ ¿Quién levantará la cortina de<br />
hierro de la tumba de la Iglesia? “<br />
La resurrección del Cuerpo Místico de Cristo se<br />
desenvolverá probablemente como en la primera Pascua,<br />
a través de una doble ceremonia en la cual tomarán parte<br />
cielo y tierra, porque Jesús renació de la muerte y la tierra<br />
se estremeció y el cielo envió a un ángel para remover la<br />
piedra. ¡Pueda nuestra generación asistir de nuevo a la<br />
misma unión de catástrofe terrestre y de manifestación<br />
divina, antes de que Jesús en su Cuerpo Místico vuelva a<br />
caminar triunfante sobre la tierra! Se inicia la nueva era<br />
con la llegada de los cosacos y el arribo del Espíritu Santo.<br />
Y, así como entonces, el poder divino no vino separado del<br />
temblor de tierra, del mismo modo no podrá comenzar
ahora una nueva época de paz, ni para la Iglesia ni para el<br />
mundo, si antes nuestros corazones no han de ser<br />
sacudidos y todas las rocas de nuestro egoísmo destruidas<br />
pedazo a pedazo.<br />
Si se avecina la hora del sacudimiento de la tierra,<br />
próximo se halla también el día del triunfo. El demonio<br />
tiene su cuarto de hora pero Dios tiene su día. La Iglesia<br />
no ha tenido jamás su Viernes Santo sin su <strong>Domingo</strong> de<br />
Ramos. La Iglesia ha nacido bajo el signo de la tragedia,<br />
siendo derrotada y su Jefe es Aquel que se abre camino<br />
fuera de la tumba. No está lejano el d en el cual el Lirio<br />
del Rey se abrirá sobre otra Pascua, y aquellos que<br />
pensaban que todo había terminado, oirán preguntar por<br />
los ángeles: “¿Por qué buscáis al Vivo entre los muertos? “<br />
Cuando las naciones yazgan en su sangre y sus reyes<br />
formen parte de las generaciones sepultadas, veremos<br />
venir hacia nosotros sus pies caminando sobre las aguas.”<br />
Ellos llaman a Jesús un impostor, y es la verdad. Pero sólo<br />
un impostor como Jesús puede satisfacer a nosotros que,<br />
del mundo, hemos tenido la primera desilusión: porque<br />
nos ha prometido paz y nos ha dado guerra; nos ha<br />
prometido eterno amor y nos ha dado la saciedad que<br />
traen los años.<br />
¡Ven, pues, oh Jesús, tú que eres segundo en engañarnos,<br />
tú que apareces tan majestuoso y severo porque estás<br />
“vestido de púrpura y coronado de ciprés “, tú que pareces<br />
crucificar nuestra carne y nuestro Eros! A la primera<br />
mirada, nos apartamos de ti protestando: “¿Es que acaso<br />
todos tus campos deben ser fertilizados con la muerte? “<br />
Mas ¡qué dulce engaño! porque, cuando comenzamos a<br />
conocerte hallamos en Ti el Amor que siempre habíamos<br />
buscado, desde el día en que el mundo nos engañó por<br />
vez primera.<br />
¡Divino Traidor! ¡Apareces tan muerto y eres en cambio la<br />
Vida renacida! ¡Engáñanos con tus llagas para que
nuestras almas frágiles, rompiendo sus cadenas, libres,<br />
vuelvan a Ti!