DRÁCULA BRAM STOKER - Portal Académico del CCH
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Drácula Bram Stoker<br />
capturó y lo sostuvo un momento entre su índice y su pulgar, y antes de que yo pudiera advertir lo que iba<br />
a hacer, se lo echo a la boca y se lo comió. Lo reñí por lo que había hecho, pero él me arguyó que tenía<br />
muy buen sabor y era muy sano; que era vida, vida fuerte, y que le daba vida a él. Esto me dio una, o el<br />
rudimento de una idea. Debo vigilar cómo se deshace de sus arañas. Evidentemente tiene un arduo<br />
problema en la mente, pues siempre anda llevando una pequeña libreta en la cual a cada momento<br />
apunta algo.<br />
Páginas enteras de esa libreta están llenas de montones de números, generalmente números<br />
simples sumados en tandas, y luego las sumas sumadas otra vez en tandas, como si estuviese<br />
"enfocando" alguna cuenta, tal como dicen los auditores.<br />
8 de julio. Hay un método en su locura, y los rudimentos de la idea en mi mente están creciendo;<br />
pronto será una idea completa, y entonces, ¡oh, cerebración inconsciente!, tendrás que ceder el lugar a tu<br />
hermana consciente. Me mantuve alejado de mi amigo durante algunos días, de manera que pudiera<br />
notar si se producían cambios. Las cosas permanecen como antes, excepto que ha abandonado algunos<br />
de sus animalitos y se ha agenciado uno nuevo. Se consiguió un gorrión, y lo ha domesticado<br />
parcialmente. Su manera de domesticar es muy simple, pues ya han disminuido considerablemente las<br />
arañas. Sin embargo, las que todavía quedan, son bien alimentadas, pues todavía atrae a las moscas<br />
poniéndoles de tentación su comida.<br />
19 de julio. Estamos progresando. Mi amigo tiene ahora casi una completa colonia de gorriones, y<br />
sus moscas y arañas casi han desaparecido. Cuando entré corrió hacia mí y me dijo que quería pedirme<br />
un gran favor; un favor muy, muy grande; y mientras me hablaba me hizo zalamerías como un perro. Le<br />
pregunté qué quería, y él me dijo, con una voz emocionada que casi se le quebraba en sollozos:<br />
—Un gatito; un pequeño gatito, sedoso y juguetón, para que yo pueda jugar con él, y lo pueda<br />
domesticar, ¡y lo pueda alimentar, y alimentar, y alimentar!<br />
Yo no estaba desprevenido para tal petición, pues había notado cómo sus animalitos iban<br />
creciendo en tamaño y vivacidad. Pero no me pareció agradable que su bonita familia de gorriones<br />
amansados fueran barridos de la misma manera en que habían sido barridos las moscas y las arañas; así<br />
es que le dije que lo pensaría, y le pregunté si no preferiría tener un gato grande en lugar de un gatito. La<br />
ansiedad lo traicionó al contestar:<br />
—¡Oh, sí!, ¡claro que me gustaría un gato grande! Yo solo pedí un gatito temiendo que usted se<br />
negara a darme un gato grande. Nadie puede negarme un pequeño gatito, ¿verdad?<br />
Yo moví la cabeza y le dije que de momento temía que no sería posible, pero que vería lo que<br />
podía hacer. Su rostro se ensombreció y yo pude ver una advertencia de peligro en él, pues me echo una<br />
mirada torva, que significaba deseos de matar. El hombre es un homicida maniático en potencia. Lo<br />
probaré con sus actuales deseos y veré qué resulta de todo eso: entonces sabré más.<br />
10 p. m. Lo he visitado otra vez y lo encontré sentado en un rincón, cabizbajo.<br />
Cuando entré, cayó de rodillas ante mí y me imploró que por favor lo dejara tener un gato; que su<br />
salvación dependía de él. Sin embargo, yo fui firme y le dije que no podía decírselo, por lo que se levantó<br />
sin decir palabra, se sentó otra vez en el rincón donde lo había encontrado y comenzó a mordisquearse<br />
los dedos. Vendré a verlo temprano por la mañana.<br />
20 de julio. Visité muy temprano a Renfield, antes de que mi ayudante hiciera la ronda. Lo<br />
encontré ya levantado, tarareando una tonada. Estaba esparciendo el azúcar que ha guardado en la<br />
ventana, y estaba comenzando otra vez a cazar moscas; y estaba comenzando otra vez con alegría. Miré<br />
en torno buscando sus pájaros, y al no verlos le pregunté donde estaban. Me contestó, sin volverse a<br />
verme, que todos se habían escapado. Había unas cuantas plumas en el cuarto y en su almohada había<br />
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