DRÁCULA BRAM STOKER - Portal Académico del CCH
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Drácula Bram Stoker<br />
dejar el pueblo, pues su padre no está tan bien, y yo creo que la querida Lucy esta contando los minutos<br />
hasta que llegue. Ella quiere llevarlo a la banca en el cementerio de la iglesia sobre el acantilado y<br />
mostrarle la belleza de Whitby. Me atrevo a decir que es la espera lo que la pone impaciente: se sentirá<br />
bien cuando él llegue.<br />
27 de julio. Ninguna noticia de Jonathan. Me estoy poniendo intranquila por él, aunque no sé<br />
exactamente por qué; pero sí me gustaría mucho que escribiera, aunque sólo fuese una línea, Lucy<br />
camina más que nunca, y cada noche me despierto debido a que anda de arriba abajo por el cuarto.<br />
Afortunadamente el tiempo está tan caluroso que no puede resfriarse; pero de todas maneras la ansiedad<br />
y el estar perpetuamente despierta están comenzando a afectarme, y yo misma me estoy poniendo<br />
nerviosa y padezco un poco de insomnio. A Dios gracias, la salud de Lucy se sostiene. El señor<br />
Holmwood ha sido llamado repentinamente a Ring para ver a su padre, quien se ha puesto seriamente<br />
enfermo. Lucy se impacienta por la pospuesta de verlo, pero no le afecta en su semblante, está un<br />
poquitín más gorda y sus mejillas tienen un color rosado encantador. Ha perdido el semblante anémico<br />
que tenía. Rezo para que todo siga bien.<br />
3 de agosto. Ha pasado otra semana y no he tenido noticias de Jonathan. Ni siquiera las ha<br />
tenido el señor Hawkins, de quien he recibido comunicación. Oh, verdaderamente deseo que no esté<br />
enfermo. Es casi seguro que hubiera escrito. He leído su última carta y hay algo en ella que no me<br />
satisface. No parece ser de él, y sin embargo, está escrita con su letra. Sobre esto último no hay error<br />
posible. La última semana Lucy ya no ha caminado tanto en sueños, pero hay una extraña concentración<br />
acerca de ella que no comprendo; hasta cuando duerme parece estarme observando. Hace girar la<br />
puerta, y al encontrarla cerrada con llave, va a uno y otro lado <strong>del</strong> cuarto buscando la llave.<br />
6 de agosto. Otros tres días, y nada de noticias. Esta espera se está volviendo un martirio. Si por<br />
lo menos supiera adónde escribir, o adónde ir, me sentiría mucho mejor: pero nadie ha oído palabra de<br />
Jonathan desde aquella última carta. Sólo debo elevar mis oraciones a Dios pidiéndole paciencia. Lucy<br />
está más excitable que nunca, pero por lo demás sigue bien. Anoche hubo mal tiempo y los pescadores<br />
dicen que pronto habrá una tormenta. Debo tratar de observarla y aprender a pronosticar el clima. Hoy es<br />
un día gris, y mientras escribo el sol está escondido detrás de unas gruesas nubes, muy alto sobre<br />
Kettleness. Todo es gris, excepto la verde hierba, que parece una esmeralda en medio de todo; grises<br />
piedras de tierra, nubes grises, matizadas por la luz <strong>del</strong> sol en la orilla más lejana, colgadas sobre el mar<br />
gris, dentro <strong>del</strong> cual se introducen los bancos de arena como figuras grises. El mar está golpeando con<br />
un rugido sobre las poco profundas y arenosas ensenadas, embozado en la neblina marina que llega<br />
hasta tierra.<br />
Todo es vasto; las nubes están amontonadas como piedras gigantescas, y sobre el mar hay<br />
ráfagas de viento que suenan como el presagio de un cruel destino. En la playa hay aquí y allá oscuras<br />
figuras, algunas veces envueltas por la niebla, y parecen "Árboles con formas humanas que caminaran".<br />
Todos los lanchones de pesca se dirigen rápidamente a puerto, y se elevan y se sumergen en las<br />
grandes olas al navegar hacia el puerto, escorando. Aquí viene el viejo señor Swales. Se dirige<br />
directamente hacia mí, y puedo ver, por la manera como levanta su sombrero, que desea hablar conmigo.<br />
Me he sentido bastante conmovida por el cambio <strong>del</strong> pobre anciano. Cuando se sentó a mi lado,<br />
dijo de manera muy tímida:<br />
—Quiero decirle algo a usted, señorita.<br />
Pude ver que no estaba tranquilo, por lo que tomé su pobre mano vieja y arrugada en la mía y le<br />
pedí que hablara con plena confianza; entonces, dejando su mano entre las mías, dijo:<br />
—Tengo miedo, mi queridita, que debo haberle impresionado mucho por todas las cosas<br />
malévolas que he estado diciendo acerca de los muertos y cosas parecidas estas últimas semanas; pero<br />
no las he dicho en serio, y quiero que usted recuerde eso cuando yo me haya ido. Nosotros, la gente<br />
vieja y un poco chiflada, y con un pie ya sobre el agujero maldito, no nos gusta para nada pensar en ello,<br />
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