14 familia cooperativa UNA COSTUMBRE PERDIDA <strong>La</strong>s fogatas de San Pedro y San Pablo ya no convocan a multitudes de chicos inocentes, encandilados por la luz del fuego en las noches de invierno. .............................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................. Varias son las costumbres <strong>que</strong> no pudieron soportar la vertiginosa vida contemporánea y cayeron víctimas del paso de los años, aun<strong>que</strong> muchas de ellas aún siguen tan vívidas como antes en la memoria de varias generaciones de adultos mayores. Tal es el caso de las fogatas de San Pedro y San Pablo, <strong>que</strong> cada 29 de junio reunían a cientos de chiquilines en las artes de juntar ramas y toda clase de elemento capaz de encender y mantener las llamas, aun<strong>que</strong> en rigor de verdad esta tarea se realizaba desde varios días antes, incluso semanas. El origen de esta costumbre se remonta a la antigüedad, y especialmente a los países nórdicos, donde se le daba la bienvenida al solsticio estival con una gran fogata. <strong>La</strong> luminosidad del fuego, símbolo de purificación, se fundía con el sol, <strong>que</strong> en esa parte del mundo en verano brilla a toda hora. Luego el ritual de la fogata se extendió por todo el Viejo Continente y fue empleado para celebrar el nacimiento de San Juan Bautista, hasta <strong>que</strong> la Iglesia lo hizo suyo para recordar a los apóstoles San Pedro y San Pablo, ejecutados por orden de Nerón en el año 67. Según el licenciado Conrado De Lucía, en la religiosidad popular, los elementos de la naturaleza (el agua, el árbol, las flores, el fuego), son signos de otra realidad trascendente e inefable. El simbolismo del fuego –comenta– tiene siempre un trasfondo religioso: expía el demonismo de las brujas, ahuyenta los malos espíritus, conmemora acontecimientos sagrados... El sentido purificador atribuido al fuego, se mezcla con el rito estival (entre nosotros invernal) de la fogata de San Juan. Del mismo modo, para la misma época del año, el martirio de los santos Pedro y Pablo se confunde con las ordalías en <strong>que</strong> se <strong>que</strong>maban presuntos cómplices del diablo. <strong>La</strong> muerte de los Apóstoles por crucifixión y decapitación se asocia de este modo, en el rito de la fogata, con el sacrificio en la hoguera. Así, en lo alto de la fogarata no suele faltar "el muñeco", una figura humana hecha al modo de los espantapájaros, <strong>que</strong> es <strong>que</strong>mado como expiación colectiva, o para rendir homenaje a mártires inocentes. Hasta suele atribuirse festivamente al muñeco, la identidad de algún vecino del barrio, como signo de popularidad o a veces de agravio. .............................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................................
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