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Manuel Buendía

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12<br />

Artículo<br />

“Los periodistas no<br />

somos Vanidosos”<br />

Por Miguel Ángel Sánchez de Armas<br />

¡ Atención República! consagro este mes<br />

al ejercicio periodístico en recuerdo de <strong>Manuel</strong><br />

<strong>Buendía</strong>, asesinado hace 29 años, el<br />

30 de mayo de 1984, sin que al día de hoy<br />

se haya despejado la bruma que envuelve<br />

aquel crimen. <strong>Buendía</strong> fue el periodista más<br />

leído e influyente de la segunda mitad del<br />

siglo XX y su figura hoy disminuye a santones<br />

y alienta a las nuevas generaciones. He<br />

dicho.<br />

Ahora al tema. “Los periodistas no somos<br />

vanidosos” tiene un complemento:<br />

Garbosa expresión, sin duda, aunque algunos<br />

la juzgarán pretenciosa y aderezada con<br />

el toque jactancioso de los viejos reporteros.<br />

La escuché hace años en “El Nivel”, tabernáculo<br />

en donde mi maestro Liguori presidía<br />

la mesa de . Yo me llegaba al lugar<br />

cada vez que podía pues entre los ocres olores<br />

apenas contenidos por capas de tosco<br />

aserrín y el bullicio de quince mesas y una<br />

barra, se recibía mejor instrucción que en<br />

la clase de literatura hispana que el epigramista<br />

impartía en un desangelado salón<br />

del tercer piso de la en Licenciado Verdad y<br />

Guatemala.<br />

“El Nivel”, lo habrán adivinado, era una<br />

cantina del centro histórico defeño. Estaba<br />

en la Calle de Moneda y ostentaba, cual orgulloso<br />

blasón, la licencia número uno de la<br />

ciudad. Era lugar favorito de los bachilleres<br />

del barrio universitario inficionados por el<br />

virus de la literatura y la poesía. Ahí cazábamos<br />

a los escritores cuando escapaban de<br />

ganarse el pan en las redacciones y acudían<br />

a la tertulia de animada por mi “El Nivel”<br />

fue víctima de la gazmoñería oficial y oficiosa<br />

y hoy, lamento decirlo, es un “centro cul-<br />

18 BRUMARIO<br />

LUNES 3 DE JUNIO 2013<br />

Francisco Liguor<br />

Juego de Ojos<br />

tural” en donde no creo que ningún joven<br />

aprenda nada. Carajo.<br />

Una tarde encontré al maestro en el rincón<br />

de la barra departiendo con un hombrón<br />

de espeso bigote y acento norteño.<br />

Como Liguori, vestía traje y corbata. Como<br />

Liguori a esas horas, tenía el aspecto de una<br />

cama destendida. Era José Alvarado y puso<br />

entre mis manos una cuando fui presentado<br />

como un alumno. Fue una velada alucinante.<br />

En la madrugada volví a pie a la casa<br />

de huéspedes de La Ribera de San Cosme,<br />

mareado y sin un céntimo en la bolsa.<br />

Si cierro los ojos puedo revivir la escena:<br />

Pepe Alvarado, con un fajo de cuartillas agitadas<br />

en la mano derecha, como si quisiera<br />

enviarlas volando a la revista -a donde las<br />

esperaban horas antes-, rugiendo: “¡Mu-<br />

chachito… los periodistas no somos vanidosos…<br />

debemos ser eficaces!” Eso fue por<br />

el 66, y Pepe seguiría iluminando al mundo<br />

hasta su muerte en 1974. <strong>Manuel</strong> <strong>Buendía</strong>,<br />

Paco Martínez de la Vega y José Emilio Pacheco<br />

presentaron los textos de Alvarado<br />

como ejemplos del estilo al que debemos<br />

aspirar todos los reporteros.<br />

En , la recopilación de sus textos aparecida<br />

bajo el sello de la UANL, se lee: “Alguna<br />

vez, si la vida me deja, escribiré algunas<br />

cuartillas para narrar mis recuerdos de periodista.<br />

Debo a este oficio momentos de<br />

suprema belleza y gracias a la profesión, escogida<br />

desde mi adolescencia y todavía con<br />

los libros bajo el brazo, he podido recorrer<br />

la mitad del mundo y tener entre mis amigos<br />

a hombres de todas las razas y de un<br />

gran número de lenguas. Ser periodista me<br />

ha permitido realizar algunos de los mejores<br />

sueños de mi juventud y conocer a varios<br />

de los seres superiores de mi tiempo; jamás,<br />

por otra parte, ha sido la amargura huésped<br />

dilatado en mi alma.”<br />

En cuenta que publicó su primer escrito<br />

en un periódico en octubre de 1926. Se<br />

trataba de una revista estudiantil -- con un<br />

tiraje de trescientos ejemplares, editada en<br />

Monterrey por un grupo de alumnos del<br />

Colegio Civil. En la ciudad de México fortaleció<br />

la vocación. Editó al lado de Octavio<br />

Paz y forjó una trayectoria como reportero,<br />

editorialista, columnista y cronista en diversas<br />

publicaciones, particularmente y Fue<br />

enviado de guerra en el Medio Oriente y<br />

corresponsal en varias ciudades de Europa<br />

y América del Sur. De sus viajes por África,<br />

China y la URSS dejó testimonios entraña-

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