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Número 2 - Txalaparta.com

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A Julia<br />

Julia es nombre de puta, me escribiste una vez. Enumeraste,<br />

recuerdo, unas cuantas Julias famosas y todas eran<br />

putas, de esquinas, de salón, del marido, de la circunstancia...de<br />

tantas clases. Pero Julia, mi Julia, la de los paquetes<br />

llenos de chorizos, salchichones y quesos, extraños<br />

ponchos y ovejeras salidas de dios sabe dónde, la de los mil<br />

duros del indefectible giro mensual, esa Julia, no era puta.<br />

Me consta.<br />

Iba a contar a continuación por qué no eras puta, pero<br />

precisamente, al pensar en esos razonamientos destinados<br />

a evaporar la más leve mácula de tu imagen, se me ha ocurrido<br />

que quizás pudieras haberlo sido. Quizás lo fuiste en<br />

aquel breve espacio de tiempo en el que las balas silbaban<br />

de continuo y la sangre corría más que el vino. Quizás la<br />

pasión nubló tu cartesiano entendimiento, quizás los besos<br />

finiquitaron los principios y las caricias, quizás, burlaron<br />

tus oficios. Los gritos sofocados, tiernos, lascivos, que tu<br />

amante te arrancó entre sacos descosidos, entre batalla y<br />

batalla...se me antoja que entonces Julia, eras todas las putas<br />

de tu carta, y que si no lo eras, quisieras haberlo sido<br />

para conocer las argucias del tálamo y dominar las artimañas<br />

que a tu querido amante todo el placer proporcionasen.<br />

Más llegó el tiempo en que los rifles callaron y los gemidos<br />

de dolor cesaron, pero también los de placer porque<br />

vosotros, amantes y esposos, estabais en el lado de los<br />

perdedores. Tocáronse entonces los orgullosos paseos hasta<br />

el frente recibiendo mil bendiciones de las viejas al borde<br />

del camino, pues sabían que sus hijos tenían quien lavara<br />

sus heridas, en humillantes caminatas con algunos pellejos<br />

flotando en el agua del puchero bajo el brazo hasta<br />

la prisión en la que tu amante expiraría. Mas no murió el<br />

amor con él; solamente contigo lo haría...<br />

Callaron las armas.<br />

Callaron las dulces palabras.<br />

Y hasta las esperanzas<br />

acallaron: tenías una rebelde asignatura que facilmente<br />

aprobarías en septiembre y con ella, tu licenciatura de<br />

Filosofía y Letras, pero antes se cruzó aquel julio fratricida.<br />

Pasó la época de batallas, de amores y de parcas y las<br />

gentes volvieron a los pupitres y las fábricas. Intentaste,<br />

¡cómo no, mi Julia cabezota! terminar la carrera y allí en<br />

las mismas escaleras de la facultad, cuando ibas a matricularte,<br />

la policía política te pegó tal paliza que quedaste postrada<br />

en una silla de ruedas durante mucho tiempo; eso te<br />

costó tu condecoración por ser herida en el frente. ¿Acaso<br />

no sabían los miserables que eras enfermera? Cuánto me<br />

duele ahora tu sufrimiento, querida Julia.<br />

Te conocí en Málaga, bueno, conocerte es un decir, más<br />

bien “supe de ti”. Era un momento difícil para mi, con tantos<br />

años de cárcel por delante, tantas cosas perdidas... y<br />

ahí estaba tu carta rebosante de ánimos, tu paquete colmado<br />

de ricas viandas que despertaba la envidia de los prisioneros<br />

y tu girito de mil duros, que el movimiento se demuestra<br />

andando, dijiste. Y tu mensaje, tan sorprendente<br />

<strong>com</strong>o diáfano, “estaré a tu lado”.<br />

Solo hemos tenido diez años para conocernos: tan poco<br />

tiempo...Aprendí muchas cosas de ti; leí aquel artículo<br />

sobre las llaves que te publicaron en el Gramma, el diario<br />

de la Cuba Libre, supe de tu colección de botijos, entrañables<br />

barrigudos con toda clase de pitorros, tu pasión taurina,<br />

estuvimos de acuerdo en muchas cosas, en desacuerdo<br />

en bastantes más, incluso algunas veces te odié, es cierto.<br />

Recuerdo por ejemplo aquella vez que, estando en El Salto<br />

del Negro, mataron los fachas a Josu Muguruza y en tu carta<br />

decías que se jodieran los batasunos y supieran lo que es<br />

perder a los suyos (alardeabas de tener carnet del partido<br />

Socialista desde la República...) y yo estaba allí, conviviendo<br />

con algunos gudaris amigos, íntimos del pobre Josu...<br />

Sabías ser borde en ocasiones, pero también sabías ser dulce,<br />

graciosa, cómplice, <strong>com</strong>pasiva, intuitiva (¿recuerdas<br />

que decías de Rabín que acabaría <strong>com</strong>o Sadat?) ingeniosa,<br />

crítica...<br />

Cuánto me gustaría que pudieses verme ahora, que conocieses<br />

a mi familia, que vieses todos los cuadros que<br />

pinté y los criticases, que leyeses todos los relatos que escribí<br />

aunque solo fuera para despellejarlos...<br />

¿Sabes qué, Julia? Creo que estaba equivocado cuando<br />

dije que el mágico amor que profesaste a tu esposo durante<br />

toda tu vida solo moriría contigo, porque en cierto modo<br />

sé que los paquetes que me mandaste a mí y a otros prisioneros<br />

en distintas épocas eran para ti la misma olla con<br />

peladuras de patata que llevabas a aquel <strong>com</strong>batiente rojo,<br />

y, por tanto, tu amor, vuestro amor, ese hermoso sentimiento<br />

que pudo cegar incluso al horror, permanecerá<br />

siempre <strong>com</strong>migo.❦<br />

Juan José Garfia<br />

Desde la cárcel<br />

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