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A Julia<br />
Julia es nombre de puta, me escribiste una vez. Enumeraste,<br />
recuerdo, unas cuantas Julias famosas y todas eran<br />
putas, de esquinas, de salón, del marido, de la circunstancia...de<br />
tantas clases. Pero Julia, mi Julia, la de los paquetes<br />
llenos de chorizos, salchichones y quesos, extraños<br />
ponchos y ovejeras salidas de dios sabe dónde, la de los mil<br />
duros del indefectible giro mensual, esa Julia, no era puta.<br />
Me consta.<br />
Iba a contar a continuación por qué no eras puta, pero<br />
precisamente, al pensar en esos razonamientos destinados<br />
a evaporar la más leve mácula de tu imagen, se me ha ocurrido<br />
que quizás pudieras haberlo sido. Quizás lo fuiste en<br />
aquel breve espacio de tiempo en el que las balas silbaban<br />
de continuo y la sangre corría más que el vino. Quizás la<br />
pasión nubló tu cartesiano entendimiento, quizás los besos<br />
finiquitaron los principios y las caricias, quizás, burlaron<br />
tus oficios. Los gritos sofocados, tiernos, lascivos, que tu<br />
amante te arrancó entre sacos descosidos, entre batalla y<br />
batalla...se me antoja que entonces Julia, eras todas las putas<br />
de tu carta, y que si no lo eras, quisieras haberlo sido<br />
para conocer las argucias del tálamo y dominar las artimañas<br />
que a tu querido amante todo el placer proporcionasen.<br />
Más llegó el tiempo en que los rifles callaron y los gemidos<br />
de dolor cesaron, pero también los de placer porque<br />
vosotros, amantes y esposos, estabais en el lado de los<br />
perdedores. Tocáronse entonces los orgullosos paseos hasta<br />
el frente recibiendo mil bendiciones de las viejas al borde<br />
del camino, pues sabían que sus hijos tenían quien lavara<br />
sus heridas, en humillantes caminatas con algunos pellejos<br />
flotando en el agua del puchero bajo el brazo hasta<br />
la prisión en la que tu amante expiraría. Mas no murió el<br />
amor con él; solamente contigo lo haría...<br />
Callaron las armas.<br />
Callaron las dulces palabras.<br />
Y hasta las esperanzas<br />
acallaron: tenías una rebelde asignatura que facilmente<br />
aprobarías en septiembre y con ella, tu licenciatura de<br />
Filosofía y Letras, pero antes se cruzó aquel julio fratricida.<br />
Pasó la época de batallas, de amores y de parcas y las<br />
gentes volvieron a los pupitres y las fábricas. Intentaste,<br />
¡cómo no, mi Julia cabezota! terminar la carrera y allí en<br />
las mismas escaleras de la facultad, cuando ibas a matricularte,<br />
la policía política te pegó tal paliza que quedaste postrada<br />
en una silla de ruedas durante mucho tiempo; eso te<br />
costó tu condecoración por ser herida en el frente. ¿Acaso<br />
no sabían los miserables que eras enfermera? Cuánto me<br />
duele ahora tu sufrimiento, querida Julia.<br />
Te conocí en Málaga, bueno, conocerte es un decir, más<br />
bien “supe de ti”. Era un momento difícil para mi, con tantos<br />
años de cárcel por delante, tantas cosas perdidas... y<br />
ahí estaba tu carta rebosante de ánimos, tu paquete colmado<br />
de ricas viandas que despertaba la envidia de los prisioneros<br />
y tu girito de mil duros, que el movimiento se demuestra<br />
andando, dijiste. Y tu mensaje, tan sorprendente<br />
<strong>com</strong>o diáfano, “estaré a tu lado”.<br />
Solo hemos tenido diez años para conocernos: tan poco<br />
tiempo...Aprendí muchas cosas de ti; leí aquel artículo<br />
sobre las llaves que te publicaron en el Gramma, el diario<br />
de la Cuba Libre, supe de tu colección de botijos, entrañables<br />
barrigudos con toda clase de pitorros, tu pasión taurina,<br />
estuvimos de acuerdo en muchas cosas, en desacuerdo<br />
en bastantes más, incluso algunas veces te odié, es cierto.<br />
Recuerdo por ejemplo aquella vez que, estando en El Salto<br />
del Negro, mataron los fachas a Josu Muguruza y en tu carta<br />
decías que se jodieran los batasunos y supieran lo que es<br />
perder a los suyos (alardeabas de tener carnet del partido<br />
Socialista desde la República...) y yo estaba allí, conviviendo<br />
con algunos gudaris amigos, íntimos del pobre Josu...<br />
Sabías ser borde en ocasiones, pero también sabías ser dulce,<br />
graciosa, cómplice, <strong>com</strong>pasiva, intuitiva (¿recuerdas<br />
que decías de Rabín que acabaría <strong>com</strong>o Sadat?) ingeniosa,<br />
crítica...<br />
Cuánto me gustaría que pudieses verme ahora, que conocieses<br />
a mi familia, que vieses todos los cuadros que<br />
pinté y los criticases, que leyeses todos los relatos que escribí<br />
aunque solo fuera para despellejarlos...<br />
¿Sabes qué, Julia? Creo que estaba equivocado cuando<br />
dije que el mágico amor que profesaste a tu esposo durante<br />
toda tu vida solo moriría contigo, porque en cierto modo<br />
sé que los paquetes que me mandaste a mí y a otros prisioneros<br />
en distintas épocas eran para ti la misma olla con<br />
peladuras de patata que llevabas a aquel <strong>com</strong>batiente rojo,<br />
y, por tanto, tu amor, vuestro amor, ese hermoso sentimiento<br />
que pudo cegar incluso al horror, permanecerá<br />
siempre <strong>com</strong>migo.❦<br />
Juan José Garfia<br />
Desde la cárcel<br />
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