FRIEDRICH NIETZSCHE (1844-1900) - FILOMOLINOS
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ISABEL ZÚNICA TEMA 5. <strong>NIETZSCHE</strong>: CRÍTICA DE LA CULTURA OCCIDENTAL. 2<br />
El Romanticismo es un movimiento de la modernidad, que, consecuentemente,<br />
mantiene al hombre en el centro: el hombre como un ser consciente de sus fuerzas,<br />
de su autonomía, de su subjetividad, de su capacidad de transformar al mundo. Pero<br />
el Romanticismo tiene su novedad, que, en gran medida, es una reacción contra esa<br />
otra concreción de la modernidad que es la Ilustración. Las novedades fundamentales<br />
del Romanticismo son dos: 1) subrayar los aspectos históricos y genéticos de la<br />
realidad, y 2) poner en primer plano los aspectos o elementos volitivos, sentimentales,<br />
irracionales del hombre.<br />
1) La Ilustración se había caracterizado por su ahistoricismo y por su<br />
universalismo: todo estaba medido por una razón unilateral y abstracta, que no<br />
atendía a las particularidades de las personas y países; y la ciencia era la máxima<br />
expresión de la razón: un conocimiento válido para todos los lugares y tiempos.<br />
Frente a eso surge el particularismo: la idea de que las realidades concretas (la<br />
naturaleza, los seres humanos, cada lengua, cada país, etc.) debían ser explicadas<br />
histórica o genéticamente. Había, pues, que volver al pasado, a las raíces, a los<br />
antecedentes, si se quieren conocer las concretas realidades actuales. En<br />
consecuencia, tenemos un gran desarrollo de la historia de cada pueblo (la nueva<br />
historia nace con Leopold von Ranke (1795-1886), la aparición de los<br />
nacionalismos ligados a una lengua, la recuperación de los mitos y folklore de cada<br />
pueblo, el cultivo de la propia lengua en detrimento del latín (las Universidades van<br />
abandonando el latín como lengua culta y universitaria), enorme incremento de las<br />
literaturas de cada pueblo europeo, nueva vivencia del propio paisaje (vuelta a la<br />
naturaleza, el árbol como símbolo romántico), en ciencia aparecen las explicaciones<br />
genéticas: el darwinismo, el descubrimiento del indoeuropeo, etc. 1 .<br />
2) En oposición a la razón ilustrada, se ponen en primer plano la voluntad, los<br />
sentimientos, la imaginación, lo irracional. Los sentimientos son siempre particulares<br />
y se distinguen de los aspectos racionales del ser humano que son –o deberían<br />
ser– universales. La razón es desplazada: deja de ser la dimensión principal del ser<br />
humano y pasa a ser un poder infinito, vago, más allá de la racionalidad humana.<br />
Ahora están en primer plano la libertad del individuo y del científico, la originalidad<br />
y creatividad no sólo en el arte, sino en toda actividad humana, incluida la<br />
ciencia. El genio (artístico o científico) y el héroe (que encarna el espíritu del<br />
pueblo) son los nuevos prototipos de hombre.<br />
La preponderancia de lo volitivo-sentimental dará lugar en la segunda mitad del<br />
XIX a que la razón se ponga al servicio de las pasiones, de la parte instintiva del ser<br />
humano. Surgirían así las ideologías: pensamiento al servicio de los intereses de los<br />
grupos sociales.<br />
1 Nótese que no hay oposición entre individuo y colectividad (o nación): ambas son<br />
realidades particulares, son subjetividades: el sujeto individual o el sujeto colectivo (el<br />
Volkgeist, el espíritu del pueblo), y así la realidad particular de cada individuo se configura<br />
dentro de su pueblo (uno es primordialmente alemán o vasco o…).<br />
ii) La época de la fragmentación<br />
La segunda mitad se caracteriza por la fragmentación: no hay un pensamiento<br />
unitario sino una serie de ideologías o corrientes de pensamiento que no intentan<br />
una explicación válida para todos los hombres, sino una defensa de puntos de vista<br />
particulares o de intereses de grupos.<br />
Podemos considerar la segunda mitad del XIX como el inicio de la Edad<br />
Contemporánea. Los fenómenos culturales, sociales y políticos que se dan en ella<br />
duran hasta nuestros días, y son precisamente los que estamos liquidando sin poner<br />
algo nuevo (la Posmodernidad o, mejor, Tardamodernidad).<br />
La segunda revolución industrial (a partir de 1840) y las espectaculares aplicaciones<br />
técnicas de la ciencia transformarán la vida y la mentalidad de los europeos<br />
durante esta segunda mitad de siglo. La ciencia se populariza y todos se hacen<br />
concientes de la importancia de la ciencia y de la tecnología. Se difunde el<br />
positivismo de Auguste Comte (1798-1857), con todas sus variantes cientifistas: el<br />
único conocimiento válido es la ciencia.<br />
El predomino no ya de la ciencia, sino de la tecnociencia (la ciencias aplicadas<br />
con sorprendentes resultados) trajo dos consecuencias inmediatas. Una general: los<br />
conocimientos anteriores (de la Antigüedad, de la Edad Media e incluso de los<br />
siglos inmediatamente anteriores) parecían como balbuceos de niños o incluso<br />
como un montón de falsedades ingenuas; los libros dejaron de ser la memoria de<br />
los conocimientos de la humanidad, para ser la información de los últimos<br />
descubrimientos científicos. Y otra particular: la filosofía deja de ser el conocimiento<br />
y comprensión por excelencia de la realidad; ya no caben grandes sistemas<br />
filosóficos en los que se enmarca todo el conocimiento científico y humano<br />
(estética, ética, política…), sino sólo posiciones fragmentarias, puntos de vista,<br />
corrientes de pensamiento, que coexisten entre sí y que casi todas están aún<br />
presentes en nuestros días: psicoanálisis, fenomenología, existencialismo, hermenéutica,<br />
filosofía analítica, etc.<br />
La idea de que sólo la ciencia es conocimiento, deja a la filosofía y sus ramas<br />
(ética, política, etc.) en manos de la subjetividad arbitraria: ahí no cabe auténtico<br />
conocimiento, sino expresión de intereses subjetivos, o sea, de los aspectos no<br />
racionales del hombre, sino de los volitivos, pulsionales, instintivos. etc.<br />
En el periodo ilustrado la burguesía había comenzado a reivindicar sus derechos<br />
sociales y políticos, esas reclamaciones se extienden a lo largo del Romanticismo.<br />
A partir de la segunda mitad del XIX, esa reivindicación se hace universal: todo<br />
colectivo o grupo social, especialmente la clase obrera, exige sus derechos y la<br />
participación en la vida pública. Surgen así –a mitad del XIX– los partidos<br />
políticos, con sus respectivas ideologías, y nace también la figura del político<br />
profesional: arrebatada la soberanía a los monarcas, los ciudadanos corrientes<br />
luchan por conseguir el poder, para lo cual organizan los partidos políticos. Liberales<br />
y tradicionalistas son los dos grandes partidos con peso entre las clases<br />
acomodadas (las que tenían derecho al voto), y posteriormente surgen los socialistas<br />
como expresión de los intereses obreros.