artículos varios sobre competencias básicas - antonio montero alcaide
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32 ESCUELA Núm. 3.795 (1.078) foro de debate<br />
3 de julio de 2008<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de<br />
Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias<br />
de la Educación, Universidad de Sevilla<br />
En sucesivas entregas anteriores, han<br />
podido revisarse distintas cuestiones<br />
asociadas al discurso de las<br />
<strong>competencias</strong>: su universalidad (ESCUE-<br />
LA, 07/02/2008), las vinculaciones entre<br />
<strong>competencias</strong> educativas, enseñanzas mínimas<br />
y aprendizajes básicos (06/03/2008),<br />
la relación entre las <strong>competencias</strong> y los<br />
objetivos como capacidades (10/04/08), la<br />
evaluación y el reconocimiento de las <strong>competencias</strong><br />
educativas (08/05/2008), y la presencia<br />
de éstas en el proyecto educativo de<br />
los centros (05/06/2008). Tal vez proceda,<br />
entonces, adoptar las maneras del balance<br />
y que el análisis tome una perspectiva más<br />
abierta, en la que la entidad y naturaleza de<br />
los elementos, los apoyos y las determinaciones,<br />
las causas y los efectos, se estimen<br />
en su interdependencia. Así, dos claves vienen<br />
a propósito: el nominalismo retórico<br />
y el currículo estático. Con la primera, se<br />
apuntan determinados sesgos del alcance, o<br />
de la novedad, de las <strong>competencias</strong>; como<br />
si vinieran a denotar, con un nuevo término<br />
acuñado en el debate educativo internacional,<br />
signifi cados ya “clásicos” en la gramática<br />
de la escuela. Y el currículo estático,<br />
antes que al inmovilismo, a la inercia o a la<br />
reducción del mismo a los contenidos, alude<br />
a su no menos clásica organización en<br />
torno a las áreas o materias de conocimiento.<br />
Pues entremos en materia.<br />
DE LA SUPERSTICIÓN Y DEL NOMBRE<br />
DE LAS COSAS<br />
Advierte el Diccionario que la superstición es<br />
una fe desmedida o una valoración excesiva<br />
respecto de algo y no se trata, como pudiera<br />
parecer en principio, de utilizar ese término<br />
para denotar el rango de las <strong>competencias</strong>.<br />
Bien miradas las cosas, supersticiones siempre<br />
hubo en el elenco del currículo o en los<br />
preceptos de las teorías del aprendizaje. Del<br />
perro de Paulov al aprendizaje situado; del<br />
apremio de los productos a la preocupación<br />
por los procesos, para volver a los resultados<br />
en la encrucijada de la calidad; de la lección<br />
magistral a la mediación del profesor; del<br />
programa ortodoxo y completo al currículo<br />
fl exible; del alumno medio representativo al<br />
alumno medio inexistente; de la uniformidad<br />
y la homologación a la diversidad inclusiva;<br />
del pensamiento simple y mecánico a<br />
las redes de la complejidad; de las conductas<br />
a las capacidades, y de éstas, o con éstas, a<br />
las <strong>competencias</strong>. Y ahora, en fi n, las <strong>competencias</strong>.<br />
De las limitaciones que atemperan esta<br />
nueva lógica -¿retórica?- también se viene<br />
advirtiendo, y su constatación, más que poner<br />
en solfa los fundamentos, deslinda fallas<br />
o discontinuidades que han de salvarse<br />
de mejor manera. El de poner nombre a las<br />
cosas no es problema menor; <strong>sobre</strong> todo, si<br />
pesa el anatema de la jerga para despachar,<br />
con una displicencia facilona y poco ilustrada,<br />
los conceptos que sostienen el rango<br />
de la educación como ciencia, además de<br />
arte. Competencias, capacidades, objetivos,<br />
habilidades, destrezas..., toda una familia<br />
de términos emparentados con las intenciones<br />
educativas de atribuir valor a lo que<br />
se aprende. Pero, bien es verdad, también<br />
provocan el riesgo de despistar, confundir<br />
y hasta ahuyentar cuando hay que administrarlos<br />
para elaborar proyectos educativos<br />
útiles y marcos didácticos del ejercicio do-<br />
A modo de balance:<br />
<strong>competencias</strong> y algo más<br />
“Los desvaríos<br />
retóricos operan<br />
en la devaluación de<br />
los marcos teóricos<br />
que asisten<br />
a la educación”<br />
“Quedan pocos<br />
mediterráneos por<br />
descubrir si no es<br />
por los matices,<br />
la recreación o la<br />
actualidad de las<br />
grandes cuestiones<br />
educativas”<br />
cente. Una perspectiva algo más analítica<br />
-aunque levante sospechas en la ortodoxia<br />
del pensamiento complejo- no resultaría mal<br />
remedio, siquiera estratégico, para afrontar<br />
la cuestión. Y, a lo mejor, hasta permitiría<br />
comprobar que quedan pocos mediterráneos<br />
por descubrir si no es por los matices,<br />
la recreación o la actualidad que las grandes<br />
cuestiones educativas -decidir qué es lo importante<br />
para enseñar y aprender- registran<br />
con el paso del tiempo. Los desvaríos retóricos<br />
-tomada la noble retórica en la acepción<br />
de su uso impropio o intempestivo- operan,<br />
por tanto, en la devaluación de los marcos<br />
teóricos que asisten a la educación. Algo<br />
así como si, amparados en la transparencia<br />
y la sencillez de los conceptos, no tuvieran<br />
espacio, en el fundamento de las prácticas,<br />
esos otros conceptos mayores <strong>sobre</strong> los que<br />
se levantan las teorías. Y en el debate <strong>sobre</strong><br />
las <strong>competencias</strong> puede constarse esto: ya el<br />
entusiasmo de la novelería y la infl ación de<br />
invocaciones en el nombre de las <strong>competencias</strong>,<br />
ya los mohines de desagrado cuando<br />
las <strong>competencias</strong> se alinean en el discurso<br />
ideológico, ya la beligerancia o la más dañina<br />
indiferencia cuando se desestiman o desconsideran.<br />
Pero los conceptos, por distintas<br />
y hasta inadecuadas que sean las maneras de<br />
nombrarlos o de introducirlos, siempre ape-<br />
ALICIA CAÑAS<br />
lan a la refl exión, a los esquemas de pensamiento,<br />
a la revisión y la toma de decisiones;<br />
y nada de esto último es reprochable, sino<br />
más que necesario y pertinente, en el ejercicio<br />
profesional de la docencia.<br />
¿LAS COMPETENCIAS EN EL CURRÍCULO O<br />
UN CURRÍCULO POR COMPETENCIAS?<br />
Otros cabos del balance tienen que ver con<br />
las reformas y los cambios en el sistema educativo,<br />
en tanto que son el espacio y el tiempo<br />
para los retoques del currículo. Conocidas<br />
son las características de las reformas,<br />
así como qué ocurre cuando no generan un<br />
“sentimiento de apropiación” en quienes<br />
han de convertir sus grandes preceptos en<br />
pautas cotidianas de acción. Y la estructura<br />
del currículo merece más y mejor desarrollo<br />
para que las <strong>competencias</strong> no resulten sólo<br />
un aditamento de grandes generalidades o<br />
una descripción somera de cómo se estiman<br />
en las distintas áreas o materias. Éstas continúan<br />
estructurando el currículo, por otra<br />
parte, y podría haberse puesto mayor creatividad<br />
o coherencia en el diseño para que el<br />
acercamiento interdisciplinario no parezca<br />
igualmente retórico y para que las <strong>competencias</strong>,<br />
además de ocupar el frontispicio<br />
del currículo, estén mejor trenzadas con los<br />
objetivos de cada unas de las etapas de la escolaridad<br />
obligatoria, con los propios de las<br />
áreas o materias y con los criterios de evaluación.<br />
Es decir, hacer de las <strong>competencias</strong><br />
un elemento operativo además de principal,<br />
una referencia concreta, ajustada y progresiva<br />
en lugar de abstracta y terminal. Nada se<br />
arriesga, en fi n, al ponderar que el currículo<br />
es una de las referencias más manejadas en la<br />
construcción teórica de la educación. Próximo<br />
a la Didáctica, su entidad evoluciona<br />
desde una conformación de elementos característicos<br />
-con primacía de los objetivos<br />
y contenidos de la enseñanza- hasta asimilarse<br />
a la propia educación cuando se acepta<br />
que cualquier situación educativa, por esto<br />
mismo, resulta curricular. Y las <strong>competencias</strong>,<br />
emblema del nuevo currículo, sólo lo<br />
remozan de manera tibia. Ahora bien, en<br />
los grandes retos -y el de defi nir un currículo<br />
por <strong>competencias</strong> no se queda atrás- es<br />
necesario estimar, con el debido realismo,<br />
las condiciones previas y la viabilidad de los<br />
empeños; porque desplazar las áreas y materias<br />
de conocimiento, como soportes del<br />
currículo, no sólo es un ejercicio de diseño<br />
curricular, sino que precisa cambios y modifi<br />
caciones de variables ancladas en las lógicas<br />
del sistema educativo y en el desarrollo de la<br />
escolaridad. Piénsese, sin ir más lejos, en el<br />
agrupamiento del alumnado, en la distribución<br />
de los tiempos y de los espacios, en la<br />
asignación de la docencia. De momento, las<br />
<strong>competencias</strong> “están” en el currículo, pero<br />
otra cosa es que operen cambios signifi cativos<br />
en el diseño y desarrollo de éste. En el diseño,<br />
considerando las enseñanzas mínimas,<br />
podría haberse procedido de forma que las<br />
<strong>competencias</strong> ordenaran, de manera sistemática<br />
y coherente, el marco curricular de<br />
las áreas y materias: sus objetivos, los contenidos<br />
educativos y la evaluación. Y así, antes<br />
que identifi car la contribución de aquéllas<br />
al logro de las <strong>competencias</strong>, serían éstas las<br />
que orientaran, de mejor manera, la selección<br />
del conocimiento y los aprendizajes básicos<br />
en la educación obligatoria.<br />
Pero el balance no acaba aquí, porque<br />
quedan elementos insoslayables como la<br />
formación inicial para la docencia, los liderazgos,<br />
la autonomía de los centros, la<br />
sociedad educativa. A ello habrá que volver<br />
cuando septiembre estrene el nuevo curso.