artículos varios sobre competencias básicas - antonio montero alcaide
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20 de mayo de 2010<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de<br />
Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias<br />
de la Educación, Universidad de Sevilla<br />
Los grandes conceptos educativos,<br />
para su adecuada consideración,<br />
siempre han corrido riesgos o han<br />
debido sortear prejuicios tal vez resultantes<br />
de las maneras en que se anuncian o difunden;<br />
aunque tampoco conviene omitir las<br />
disfunciones de la formación inicial para el<br />
ejercicio docente y las insufi ciencias del desarrollo<br />
profesional. Bien miradas las cosas,<br />
no cabe sino entender que el conocimiento<br />
da luces y razones cuando nuevos conceptos<br />
o nuevos modelos acaparan el interés o la<br />
actualidad. El discurso de las <strong>competencias</strong>,<br />
derivado de su incorporación al currículo de<br />
la educación básica y obligatoria en el sistema<br />
educativo, constituye una buena muestra<br />
de la afi rmación que acaba de hacerse. Porque,<br />
aplicados a desentrañar ese discurso, no<br />
pocos riesgos pueden salir al camino e importa<br />
sortearlos: es el caso del simbolismo,<br />
de la novedad y de la indiferencia. Y, puestos<br />
en este empeño, el recurso de entender la incorporación<br />
de las <strong>competencias</strong> al currículo<br />
como una oportunidad de refl exión y de<br />
mejora de las prácticas docentes, y de los resultados<br />
y logros que alcanzan los alumnos,<br />
quizás resulte adecuado para estimarlas de<br />
manera satisfactoria. Entremos en materia,<br />
por tanto, con tales referencias.<br />
A PROPÓSITO DE LOS RIESGOS<br />
Uno primero, como se anunciaba, acaso sea<br />
el riesgo del simbolismo: esto es, hacer de las<br />
<strong>competencias</strong> el icono, el emblema, el marchamo,<br />
casi el comodín de una reforma, otra<br />
más, del sistema educativo; de tal manera<br />
que como antaño lo fueron las conductas<br />
y, más recientemente, las capacidades, con<br />
las <strong>competencias</strong> se sostiene la dirección del<br />
cambio educativo. Pero cuando los conceptos<br />
adquieren tal carácter simbólico, acaban<br />
por ser incorporados a esa especie de jerga de<br />
ilustrados, de expertos, cuyo discernimiento<br />
no está alumbrado, se dice, por la tarea cotidiana<br />
y didáctica en el aula. Conocida es esta<br />
manera, fácil y simple, de despachar los fundamentos<br />
teóricos cuando son mal administrados,<br />
pero conviene anticipar que el riesgo<br />
del simbolismo no genera el sentimiento de<br />
apropiación: que viene a ser poco más o menos<br />
lo mismo que el compromiso, decidido<br />
y voluntario, de cuantos han de implicarse<br />
en llevar a cabo las innovaciones o la revisión<br />
de las prácticas. Por esto mismo, puede<br />
llegar a pensarse que las reformas priman<br />
la forma <strong>sobre</strong> el fondo, el símbolo <strong>sobre</strong><br />
la sustancia y que, ancladas en tan grandes<br />
fi nes e intenciones, tal vez descuiden las<br />
condiciones <strong>básicas</strong> para alcanzarlos. En<br />
este sentido, resulta apreciable la necesidad<br />
de marcos, modelos, supuestos, elaboraciones<br />
que faciliten el desarrollo del currículo<br />
en los centros y, sobe todo, el engarce de las<br />
<strong>competencias</strong> con los objetivos, los contenidos<br />
y los criterios de evaluación. De manera<br />
particular, interesa conocer las características<br />
de las tareas didácticas que procuran<br />
la adquisición de las <strong>competencias</strong> y los modos<br />
de establecer las interacciones educativas<br />
para facilitar los procesos de enseñanza y de<br />
aprendizaje. Las pruebas internacionales de<br />
evaluación del alumnado y las evaluaciones<br />
de diagnóstico contribuyen, de algún modo,<br />
a ello, pero se trata de normalizar, de hacer<br />
cotidianas, las tareas e interacciones que<br />
procuran la adquisición progresiva y el logro<br />
de las <strong>competencias</strong>.<br />
Otro riesgo no menos identifi cable es el<br />
de la novedad o, si se quiere, de la novele-<br />
Las <strong>competencias</strong> educativas<br />
Tres riesgos y una oportunidad<br />
Una buena manera<br />
de situarse es<br />
entender la llegada<br />
de las <strong>competencias</strong><br />
como oportunidad<br />
para aplicar la<br />
refl exión a las<br />
prácticas<br />
ría en tanto que novedad superfi cial; de tal<br />
modo que las <strong>competencias</strong> pueden recibirse,<br />
de forma alternativa, ya como argumento<br />
de adhesiones incontrovertibles y de defensas<br />
acérrimas, o ya como referencia para<br />
la oposición cerrada y el cuestionamiento<br />
mayor. No es que en el término medio esté<br />
la virtud -aunque también, con frecuen-<br />
foro de debate Núm. 3.867 (853) ESCUELA 37<br />
cia- sino que se trata de advertir un uso instrumental<br />
de las <strong>competencias</strong>, si se quiere<br />
incluso estratégico o ideológico, por el que<br />
priman, de alguna forma, parecidas claves a<br />
las del simbolismo. Y, así, las <strong>competencias</strong><br />
se aproximan a una “superestructura” curricular,<br />
pudiendo apreciarse tanto en la forma<br />
de panacea como de pandemonio, aunque<br />
no estén presentes en el espacio del ejercicio<br />
profesional y de las prácticas educativas en<br />
el aula.<br />
Y queda otro riesgo por enunciar: el<br />
de la indiferencia. Éste acarrea efectos que<br />
han de cuidarse de manera especial, puesto<br />
que puede generar situaciones de desprofesionalización.<br />
En defi nitiva, mantenerse<br />
deliberadamente ajenos a los cambios que<br />
conciernen al desempeño docente, anclados<br />
tan solo en el conocimiento práctico que se<br />
deriva del ejercicio y de la experiencia, limita<br />
y encorseta las posibilidades de desarrollo<br />
profesional y, todavía más, la satisfactoria<br />
atención a las necesidades y condiciones de<br />
aprendizaje del alumnado.<br />
SOBRE LA OPORTUNIDAD<br />
El conocimiento, tal como se anunció, debe<br />
disipar el efecto de los riesgos anteriores en<br />
la medida en que facilite la comprensión,<br />
fundada, sistemática y rigurosa, de la lógica<br />
y el discurso de las <strong>competencias</strong>. Para ello,<br />
quizás una buena manera de situarse sea la<br />
de entender la llegada de las <strong>competencias</strong><br />
como oportunidad idónea para aplicar la<br />
ALICIA CAÑAS<br />
refl exión a las prácticas y a los resultados del<br />
sistema educativo, en términos de aprendizaje<br />
y logros de los alumnos. Dicho de otra<br />
forma, poner la lupa en lo que acontece, de<br />
ordinario, en las interacciones educativas y,<br />
de manera principal, en los modos, maneras<br />
y tareas a los que se acude para enseñar y<br />
para predisponer los aprendizajes.<br />
Porque afi rmar que la preocupación por<br />
el conocimiento aplicado y funcional, por la<br />
transferencia de los aprendizajes a situaciones<br />
ordinarias de la vida cotidiana, o por el<br />
sentido y la signifi cación de lo que se aprende,<br />
son premisas posmodernas de este tercer<br />
milenio que estrenamos, es desconocer las<br />
intenciones, universales y casi atemporales,<br />
que cualquier situación educativa asume:<br />
que lo que se aprenda sirva, sea útil y faculte<br />
a los alumnos para desenvolverse de manera<br />
efectiva.<br />
Pareja a esta evidencia -un tanto camufl<br />
ada o preterida por la novelería-, está la<br />
presunción de que se busca atemperar el<br />
valor de los contenidos, para que primen<br />
procesos tales como la autorregulación de<br />
los aprendizajes por el propio alumnado con<br />
dinámicas cognitivas. De tal guisa que quepa<br />
inferir algo así como que el aprendizaje<br />
puede operar en el vacío de conocimientos<br />
y facultar para su adquisición autónoma. Tal<br />
es el efecto péndulo que provocan acciones y<br />
reacciones antagónicas: de la manifestación<br />
de conductas por los alumnos, sufi cientemente<br />
observables o sujetas a cuantifi cación,<br />
tras procesos de instrucción magistral por el<br />
profesor y de demostración memorística de<br />
los alumnos, a la primacía del aprendizaje<br />
por descubrimiento o construcción, con<br />
intervenciones docentes mediadoras. Y ni<br />
tan rechazable es lo primero como incuestionable<br />
lo segundo, salvo adscripción a las<br />
excluyentes categorías del dogmatismo o de<br />
la intransigencia.<br />
Por tanto, de la incorporación de las<br />
<strong>competencias</strong> al currículo pueden resultar<br />
oportunidades útiles para el debate concienzudo,<br />
la refl exión profunda y la adecuación<br />
de las prácticas. Porque, como interesa constatar,<br />
las <strong>competencias</strong>, más que al diseño,<br />
interpelan al desarrollo del currículo, a las<br />
situaciones de enseñanza y de aprendizaje y<br />
a las actividades y tareas didácticas que las<br />
procuran. A partir de ello, es más fácil centrar<br />
el interés y la atención en el valor del conocimiento<br />
que se enseña y se aprende, en los<br />
elementos que conforman ese conocimiento<br />
y, <strong>sobre</strong> todo, en lo que permite a quienes lo<br />
obtienen. Por esto mismo, cabe atemperar,<br />
cuando no poner en solfa, la determinación<br />
de ciertas supersticiones docentes tales<br />
como el apremio de los programas o la referencia<br />
del “alumno-medio”. Con la primera,<br />
se pone el acento en el acervo de los contenidos<br />
sin reparar en su signifi cado, sentido y<br />
alcance, es decir, no se estiman a partir de su<br />
relevancia ni de manera integrada con otros<br />
elementos -destrezas, procedimientos, habilidades,<br />
estrategias, valores, motivaciones-<br />
para conformar <strong>competencias</strong> con las que los<br />
alumnos puedan acometer requerimientos<br />
complejos y de distinta naturaleza. Mientras<br />
que la superstición del “alumno-medio” no<br />
es consonante con la versatilidad didáctica<br />
y, en mayor medida, con las respuestas a la<br />
diversidad. Se trata, en defi nitiva, se someter<br />
a escrutinio el valor de lo que se enseña y de<br />
lo que se aprende, a partir de las maneras de<br />
llevar a cabo tales procesos y, <strong>sobre</strong> todo, de<br />
su alcance mayor. Que aprender la interminable<br />
lista de los reyes godos puede ser tan<br />
controvertido como no saber quiénes eran<br />
los godos y qué hicieron sus reyes. Salvo que<br />
Google y Wikipedia nos asistan.