artículos varios sobre competencias básicas - antonio montero alcaide
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Referencias de <strong>artículos</strong> <strong>sobre</strong> “Competencias educativas”<br />
Antonio Montero Alcaide<br />
ORGANIZACIÓN Y GESTIÓN EDUCATIVA<br />
(Revista del Fórum Europeo de Administradores de la Educación)<br />
▪ Montero, A. (2009), “Competencias educativas, diseño y desarrollo del currículo”, Organización y Gestión<br />
Educativa, 2, 28-32.<br />
ESCUELA (Periódico Profesional Escuela Española, Madrid)<br />
▪ Montero, A. (2008), “¿Son universales las <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong>”, Escuela, 3775, 31.<br />
▪ Montero, A. (2008), “Competencias, enseñanzas mínimas y aprendizajes básicos”, Escuela, 3779, 39.<br />
▪ Montero, A. (2008), “Competencias educativas y objetivos como capacidades”, Escuela, 3783, 35.<br />
▪ Montero, A. (2008), “Evaluar y reconocer <strong>competencias</strong>: una tarea compleja y necesaria”, Escuela, 3887<br />
32.<br />
▪ Montero, A. (2008), “Las <strong>competencias</strong> en el proyecto educativo de los centros”, Escuela, 3791, 39.<br />
▪ Montero, A. (2008), “A modo de balance: <strong>competencias</strong> y algo más”, Escuela, 3795, 33.<br />
▪ Montero, A. (2008), “No sólo de <strong>competencias</strong> vive el currículo”, Escuela, 3796, 39.<br />
▪ Montero, A. (2010), “Las <strong>competencias</strong> educativas. Tres riesgos y una oportunidad”, Escuela, 3867, 37.
28<br />
Aprendizaje por <strong>competencias</strong><br />
Competencias<br />
educativas,<br />
diseño y desarrollo del currículo<br />
Antonio Montero Alcaide<br />
Inspector de Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla<br />
Poco riesgo se corre al afirmar que, en el nombre<br />
de las <strong>competencias</strong>, caben, además del discurso<br />
más o menos genuino de éstas, otros y desigua-<br />
les “relatos” de ocasión, controvertidos o críticos.<br />
Así ocurre, es bien sabido, con los conceptos o<br />
las referencias “simbólicas” que fundamentan,<br />
aunque a veces sólo adornan, los procesos de<br />
cambio. Se estimarán, por tanto, en este artículo<br />
las <strong>competencias</strong> educativas con un triple propó-<br />
sito: dar algunas pistas de la dialéctica en torno a<br />
su naturaleza y alcance, situarlas en el diseño del<br />
currículo y de las enseñanzas del sistema educa-<br />
tivo, y proponer algunas claves para su desarrollo<br />
en los centros.<br />
Nº 2 • Marzo-Abril de 2009
www.oge.net / www.feae.es<br />
El discurso de las<br />
<strong>competencias</strong><br />
Puede argumentarse que las<br />
<strong>competencias</strong>, como hace poco las<br />
capacidades y algo más las conductas,<br />
o como el aprendizaje significativo, el<br />
constructivismo, la cognición… son<br />
términos de una jerga de iniciados que<br />
desconocen o han huido del patio de la<br />
escuela. E incluso que las <strong>competencias</strong><br />
traen de nuevo “una técnica convertida<br />
en una ideología fácil de echar raíces<br />
en terrenos baldíos” (Gimeno, 2008, p.<br />
57). Aceptarlo, sin más, restaría sentido<br />
a lo que sigue, o cambiaría el signo<br />
del análisis, pero es necesario revisar<br />
las objeciones porque la controversia,<br />
además de agudizar el ingenio, alumbra<br />
el conocimiento.<br />
Sin ánimo de exhaustividad, tres<br />
consideraciones se manejan desde<br />
perspectivas críticas y pueden referirse<br />
de manera escueta: la legitimidad de<br />
origen, el nombre de las cosas y la<br />
difusión del discurso. Ciertamente,<br />
en su configuración curricular, las<br />
<strong>competencias</strong> traen causa de las<br />
recomendaciones efectuadas por<br />
organismos internacionales (OCDE y<br />
Unión Europea, de forma principal), en<br />
nada ajenos al desarrollo económico<br />
–ahí el principio de la economía basada<br />
en el conocimiento– pero tampoco<br />
al impacto y los efectos del desajuste<br />
de los sistemas educativos. Cosa bien<br />
distinta es que tales premisas acaben<br />
por configurar un “pensamiento único”<br />
(lo que casi equivaldría a decir que<br />
las “enseñanzas mínimas”, decididas en<br />
las instancias democráticas, también lo<br />
son), impuesto como “discurso vertical”,<br />
o que se restrinja la participación de<br />
los distintos agentes educativos.<br />
Precisamente se alude a la falta de<br />
concreción de las <strong>competencias</strong> como<br />
una de las limitaciones de su diseño<br />
curricular, aunque también quepa<br />
considerar que tal “formato” facilita<br />
su manejo y desarrollo en los centros.<br />
Esto es, poco riesgo de determinación<br />
cabe en una formulación abierta<br />
que, como baza principal, tiene<br />
Nº 2 • Marzo-Abril de 2009<br />
la de orientar la formulación de los<br />
objetivos educativos, la selección de los<br />
contenidos, los procedimientos y efectos<br />
de la evaluación y, de manera más que<br />
principal, la definición de las tareas y el<br />
desarrollo de las interacciones, no sólo<br />
docentes y formales, para la enseñanza<br />
y el aprendizaje satisfactorios.<br />
El nombre de las cosas tampoco<br />
queda atrás y tal vez nos asistan, en este<br />
propósito, los versos de Juan Ramón:<br />
“¡Inteligencia, dame / el nombre exacto<br />
de las cosas”. Acudir al Diccionario<br />
académico, a los precedentes de uso en<br />
los ámbitos de la formación profesional<br />
e incluso a vinculaciones explícitas (las<br />
destrezas y habilidades de las conductas<br />
observables, la competencia lingüística<br />
-“gramática universal”- de Noam<br />
Chomsky, las <strong>competencias</strong> en algunos<br />
modelos de formación del profesorado,<br />
en el Espacio Europeo de la Educación<br />
Superior…) ayuda poco en la connotación<br />
educativa de las <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong>.<br />
Aunque los modelos teóricos y<br />
didácticos todavía resulten insuficientes<br />
-¿estuvieron bien resueltos los que<br />
avalaban las “capacidades”?-, puede<br />
decantarse un concepto de competencia<br />
que la caracteriza como el resultado de<br />
aprendizajes, adquiridos en la educación<br />
escolar básica y que se desarrollan a lo<br />
largo de la vida, por el que los sujetos<br />
son capaces de operar con un conjunto<br />
integrado de recursos (conocimientos,<br />
habilidades, destrezas, aptitudes,<br />
motivación…) para resolver problemas<br />
complejos y requerimientos sociales<br />
relevantes, mediados por los contextos<br />
de referencia.<br />
La adquisición de tales aprendizajes,<br />
hay que insistir en ello, sólo es factible a<br />
partir de tareas educativas consonantes,<br />
en las que toman espacio los procesos<br />
cognitivos y la autorregulación.<br />
Y, sin ánimo de acudir a conceptos<br />
prescindibles, importa estimar que las<br />
<strong>competencias</strong> se movilizan a partir de<br />
patrones de pensamiento e incluso<br />
del empuje de los sentimientos, por<br />
lo que aquél y éstos, el pensamiento<br />
Aprendizaje por <strong>competencias</strong><br />
y los sentimientos, conforman, entre<br />
otros elementos, lo que empiezan a<br />
denominarse “meta<strong>competencias</strong>”. En<br />
la fig. 1, además, se deja constancia de<br />
la evolución de tres conceptos mayores<br />
que han dado referencia al currículo<br />
del sistema educativo: las conductas,<br />
las capacidades y las <strong>competencias</strong>. Y<br />
aunque por razones de espacio no se<br />
entra en ello, cabe referir el interés de<br />
aportaciones en alguna medida próximas<br />
a la naturaleza de las <strong>competencias</strong>,<br />
tales como las “cualidades humanas<br />
fundamentales”, que Pérez Gómez (2008)<br />
destaca como prioridades educativas<br />
de clara inspiración humanista, o el<br />
“conocimiento básico imprescindible”<br />
que Coll (2006) describe tan propio del<br />
marco escolar como indispensable para<br />
el desenvolvimiento de los sujetos, en el<br />
marco de un consenso educativo <strong>sobre</strong><br />
lo básico y de una racionalización de<br />
los contenidos del currículo. Por último,<br />
hay que reparar en los agentes y los<br />
procesos de difusión de las reformas y<br />
los cambios, marco de las <strong>competencias</strong><br />
en este caso. Incluso llegan a deslindarse<br />
dos ámbitos, el de las fuentes genuinas,<br />
el “texto seminal”, y el “apostolado”<br />
y la “doctrina” de quienes difunden,<br />
y trastocan, la causa: “Son los<br />
divulgadores de las propuestas quienes<br />
generan el desarrollo de expectativas<br />
irrealizables, quienes se han convertido<br />
en técnicos que se hacen necesarios<br />
para desarrollar algo que ellos, sólo<br />
ellos, parecen entender, porque son<br />
quienes lo inventan. Son los que prestan<br />
legitimidad a las políticas que, carentes<br />
de contenidos, cubren con tecnicismo<br />
ese vacío” (Gimeno, 2008, 10-11).<br />
De la misma manera, se ha asociado<br />
el discurso de las <strong>competencias</strong> a un<br />
elenco de metáforas que lo aproximan<br />
al fundamentalismo, los eslóganes, la<br />
retórica, los artefactos, la quintaesencia,<br />
las buenas nuevas, el canto de sirenas,<br />
la tabla de salvación, las panaceas, los<br />
talismanes, hasta la “piedra filosofal” y la<br />
“transmigración de la sabiduría” (Gimeno,<br />
2008), de modo que las <strong>competencias</strong><br />
resultaran, artificiosamente, el más<br />
29
30<br />
Aprendizaje por <strong>competencias</strong><br />
literario bálsamo de Fierabrás que<br />
remedia los quebrantos de la educación.<br />
Algo hay que atemperar, entonces, tales<br />
juicios categóricos, porque el juego de<br />
intereses puede predicarse, ya que se<br />
habla de apóstoles y de doctrina, tanto<br />
de los conversos como de los apóstatas.<br />
Más pertinente parece situar el discurso<br />
de las <strong>competencias</strong> en la reflexión<br />
<strong>sobre</strong> las prácticas, no determinada por<br />
doctrina alguna y sí por los modos<br />
y resultados de la enseñanza y del<br />
aprendizaje, donde las <strong>competencias</strong>, si<br />
acaso, hacen explícito un acuerdo básico<br />
<strong>sobre</strong> el conocimiento y los saberes<br />
relevantes, que no es poco aunque<br />
incluso se entienda que son “una nueva<br />
manera de nombrar –cambian las<br />
palabras pero apenas los conceptos-,<br />
en clave más “modernizadora”, lo que<br />
se ha tratado de enseñar desde siempre”<br />
(Carbonell, 2008, 3).<br />
¿Un currículo "por"<br />
<strong>competencias</strong> o las<br />
<strong>competencias</strong> "en" el<br />
currículo?<br />
La recomendación del Consejo de<br />
Europa, con respecto a la incorporación<br />
de las <strong>competencias</strong> en los sistemas<br />
educativos de los Estados miembros, tuvo<br />
una pronta acogida en nuestro país con<br />
la promulgación, en el año 2006, de<br />
la Ley Orgánica de Educación. En ese<br />
marco, las <strong>competencias</strong> se incorporan,<br />
como elemento nuevo, a la definición del<br />
currículo que estableció, casi dos décadas<br />
antes, en 1990, la Ley de Organización<br />
General del Sistema Educativo. Así lo<br />
establece la LOE: “Se entiende por currículo<br />
el conjunto de objetivos, <strong>competencias</strong><br />
<strong>básicas</strong>, contenidos, métodos pedagógicos<br />
y criterios de evaluación de cada una de<br />
las enseñanzas” (art. 6.1). Posteriormente,<br />
los aspectos básicos del currículo que<br />
constituyen las enseñanzas mínimas<br />
se desarrollaron en sendos reales<br />
decretos para la Educación Primaria<br />
(R.D. 1513/2006, de 7 de diciembre) y la<br />
Educación Secundaria Obligatoria (R.D.<br />
1631/2006, de 29 de diciembre), y en la<br />
definición de las enseñanzas realizada por<br />
cada una de las comunidades autónomas.<br />
Así las cosas, los reales decretos que<br />
acaban de referirse incluyen un anexo, de<br />
redacción prácticamente similar para las<br />
dos etapas, donde se detallan las claves<br />
principales de la incorporación de las<br />
<strong>competencias</strong> al currículo y del alcance y<br />
la naturaleza de cada de las consideradas.<br />
Sin embargo, el diseño de las enseñanzas<br />
mínimas, de los aspectos básicos del<br />
currículo, sigue formulado a partir de<br />
las áreas o materias, cuya entidad es<br />
preponderante.<br />
Bien es verdad que, en el desarrollo de<br />
cada una de las áreas o materias, se hace<br />
explícita su contribución genérica a la<br />
adquisición de las <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong>,<br />
pero son los objetivos de las áreas o<br />
materias, los contenidos de las mismas en<br />
bloques por ciclos o cursos y los criterios<br />
de evaluación, también por ciclos o cursos,<br />
los que conforman el currículo. Empero,<br />
las <strong>competencias</strong> son referidas, además<br />
de los objetivos de las áreas o materias,<br />
como referentes para las decisiones <strong>sobre</strong><br />
la evaluación y promoción del alumnado,<br />
la adopción de medidas de atención<br />
a las necesidades específicas de apoyo<br />
educativo, o las pruebas de evaluación de<br />
diagnóstico. Por esto mismo, necesitan<br />
una definición más operativa, progresiva<br />
y asociada, <strong>sobre</strong> todo, a los objetivos<br />
y a los criterios de evaluación. Todavía<br />
más, conviene resolver la asimilación<br />
de dos elementos del currículo básico:<br />
los objetivos como capacidades y las<br />
<strong>competencias</strong> educativas (fig. 2). No sólo<br />
por la prelación y jerarquía de unas y<br />
otras, que también, sino para orientar,<br />
de mucha mejor manera, el desarrollo,<br />
como ahora veremos, que corresponde a<br />
los centros educativos.<br />
Por la naturaleza general de los<br />
conceptos, las capacidades (que<br />
conducen al desarrollo personal) pueden<br />
incluir a las <strong>competencias</strong> (dirigidas a<br />
afrontar requerimientos y situaciones<br />
complejas), pero, tal como se formulan<br />
en el currículo, las <strong>competencias</strong> tienen<br />
mayor espectro y es en torno a ellas<br />
donde deberían haberse situado el resto<br />
de elementos y, de manera principal, la<br />
tan repetida como parece que compleja<br />
interrelación entre las áreas y materias<br />
del currículo.<br />
Las <strong>competencias</strong> y el<br />
desarrollo del currículo en<br />
los centros: del simbolismo<br />
a la viabilidad<br />
Considerado lo anterior, no<br />
resulta fácil la tarea de manejar las<br />
<strong>competencias</strong> como elementos para el<br />
desarrollo del currículo en los centros.<br />
Las propias enseñanzas mínimas ayudan<br />
poco porque sus intenciones no quedan<br />
bien resueltas: el currículo se estructura<br />
en áreas o materias y “es en ellas en las<br />
que han de buscarse los referentes que<br />
permitan el desarrollo y la adquisición<br />
de las <strong>competencias</strong>. Así pues, en cada<br />
área o materia se incluyen referencias<br />
explícitas acerca de su contribución a<br />
aquellas <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong> a las que<br />
se orienta en mayor medida. Por otro<br />
lado, tanto los objetivos como la propia<br />
selección de contenidos buscan asegurar<br />
el desarrollo de todas ellas. Los criterios<br />
de evaluación sirven de referencia<br />
para valorar el progresivo grado de<br />
adquisición” (Anexo I de los Reales<br />
Decretos de Enseñanzas Mínimas de la<br />
Educación Primaria y de la Educación<br />
Secundaria Obligatoria).<br />
El carácter nuclear de las áreas y<br />
materias pretende hacerse compatible<br />
con la finalidad orientadora de las<br />
<strong>competencias</strong> para el resto de los<br />
elementos del currículo, y, a la vez,<br />
las <strong>competencias</strong>, genéricas y poco<br />
desarrolladas, se adoptan, ya se dijo,<br />
como referencia para la evaluación, la<br />
promoción, las medidas de atención a<br />
necesidades específicas del alumnado o<br />
las pruebas de evaluación de diagnóstico.<br />
La solución, por tanto, es difícil y en<br />
la fig. 3 se propone, manteniendo el<br />
carácter orientador de las <strong>competencias</strong>,<br />
un desarrollo del currículo en los centros<br />
del que deriven proyectos educativos<br />
construidos en torno a ellas. En primer<br />
término, interesa hacer de cada<br />
Nº 2 • Marzo-Abril de 2009
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competencia un patrón más operativo,<br />
de ahí que, a partir de su consideración<br />
en las propias enseñanzas mínimas y en<br />
otros documentos y experiencias afines<br />
(el marco teórico del Programa para la<br />
Evaluación Internacional de Alumnos,<br />
PISA, desarrolla la competencia<br />
científica, lectora y matemática),<br />
puedan plantearse tanto la definición<br />
general de la misma como los elementos<br />
(conocimientos, destrezas, habilidades,<br />
motivaciones, aptitudes…) que la<br />
integran y los resultados que se derivan<br />
de su adquisición. Una segunda tarea<br />
será la de hacer explícita, y también<br />
operativa, la contribución de cada<br />
área o materia para el logro de la<br />
correspondiente competencia.<br />
Definida tal contribución, cabe asociar<br />
los objetivos generales de las todas<br />
áreas o materias con la competencia en<br />
cuestión, de tal manera que sea factible<br />
una percepción de interdisciplinariedad<br />
a partir de objetivos generales de<br />
distintas áreas y materias que confluyen<br />
en la misma competencia. Y, por último,<br />
desde los objetivos generales de cada<br />
área o materia, identificar los contenidos<br />
por ciclos (Educación Primaria) o cursos<br />
(Educación Secundaria Obligatoria) que<br />
ayudan a conseguirlos y los criterios de<br />
Nº 2 • Marzo-Abril de 2009<br />
evaluación que informan tanto del logro<br />
de los objetivos como de la adquisición<br />
de las <strong>competencias</strong>. Porque, además de<br />
lo ya referido en el Anexo I de los Reales<br />
Decretos de las Enseñanzas Mínimas,<br />
éstos establecen en su articulado que<br />
los criterios de evaluación de las áreas o<br />
materias serán el referente fundamental<br />
para valorar tanto el grado de adquisición<br />
de las <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong> como el de<br />
consecución de los objetivos.<br />
Pero estas tareas de desarrollo no<br />
son “neutras”, ni se generan y adoptan<br />
de forma “natural”, sino que median<br />
culturas profesionales, modelos<br />
organizativos, liderazgos pedagógicos,<br />
posibilidades reales de autonomía,<br />
formación pertinente, situaciones de<br />
aprendizaje, desarrollos comunitarios,<br />
confluencia de instancias, modelos<br />
coherentes, sentimiento de apropiación<br />
de los cambios… no siempre garantizados<br />
e incluso en ocasiones contradictorios.<br />
De ahí que importen <strong>sobre</strong>manera los<br />
procesos de reflexión en los centros,<br />
últimamente activados por las pruebas<br />
de evaluación internacionales y de<br />
diagnóstico, para reparar en el sentido<br />
de lo que se enseña, las maneras de<br />
hacerlo y los aprendizajes que procuran.<br />
Y es aquí, de manera principal, donde las<br />
Figura1:<br />
De las conductas a las <strong>competencias</strong> pasando por las capacidades<br />
Aprendizaje por <strong>competencias</strong><br />
<strong>competencias</strong> resultan, si se quiere, hasta<br />
un magnífico pretexto.. .<br />
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS<br />
Carbonell, J. (2008). “Las<br />
<strong>competencias</strong> no bastan”.<br />
Cuadernos de Pedagogía, 380,<br />
p. 3.<br />
Coll, C. (2006). “Lo básico en la<br />
educación básica. Reflexiones en<br />
torno a la revisión y actualización<br />
del currículo de la educación básica”.<br />
Revista Electrónica de Investigación<br />
Educativa, 8 (1).<br />
Gimeno, J. (2008). “Diez tesis<br />
<strong>sobre</strong> la aparente utilidad de<br />
las <strong>competencias</strong> en educación”.<br />
En J. Gimeno (Comp.), Educar<br />
por <strong>competencias</strong>, ¿qué hay<br />
de nuevo?, pp. 15-58. Madrid:<br />
Morata.<br />
Montero, A. (2009). Las<br />
<strong>competencias</strong> han venido.<br />
Competencias educativas, diseño<br />
y desarrollo del currículo en los<br />
centros. Sevilla: Guadalturia.<br />
Pérez Gómez, A.I. (2008).<br />
“¿Competencias o pensamiento<br />
práctico? La construcción de los<br />
significados de representación y<br />
de acción”. En J. Gimeno (Comp.),<br />
Educar por <strong>competencias</strong>, ¿qué hay<br />
de nuevo?, pp. 59-102. Madrid:<br />
Morata<br />
LGE (1970) LOGSE (1990) LOE (2006)<br />
Manifestación de CONDUCTAS<br />
observables<br />
Conductismo<br />
Docencia magistral<br />
Demostración<br />
Alumno-medio<br />
Programa<br />
...<br />
IGUALDAD DE<br />
PORTUNIDADES DE ACCESO<br />
Desarrollo de CAPACIDADES<br />
personales<br />
Flexibilidad<br />
Diversidad<br />
Procesos<br />
...<br />
REQUERIMIENTOS DEL DESARROLLO<br />
PERSONAL<br />
Aprendizaje significativo<br />
Relevancia y funcionalidad<br />
Constructivismo<br />
Cognitivismo<br />
Intermediación docente<br />
...<br />
Logro de COMPETENCIAS <strong>básicas</strong><br />
Economía basada en el<br />
conocimiento<br />
Tecnificación<br />
Complejidad<br />
Incertidumbre<br />
Alternancia<br />
Calidad<br />
Resultados<br />
...<br />
REQUERIMIENTOS SOCIALES<br />
AFRONTAR SITUACIONES<br />
COMPLEJAS<br />
IGUALDAD DE<br />
OPORTUNIDADES DE<br />
ÉXITO<br />
31
32<br />
Aprendizaje por <strong>competencias</strong><br />
Figura 2:<br />
Naturaleza y consideración de los conceptos de competencia y capacidad<br />
Naturaleza y alcance de los conceptos<br />
CAPACIDADES COMPETENCIAS ELEMENTOS DE COMPETENCIA<br />
Potencial de desarrollo<br />
Disposición universal de lo sujetos<br />
Manejo de un conjunto integrado de recursos<br />
para afrontar situaciones y problemas complejos,<br />
mediados por contextos de referencia<br />
Consideración curricular<br />
Habilidades<br />
Conocimientos<br />
Destrezas<br />
Saberes prácticos<br />
Emociones y actitudes<br />
Motivación<br />
…<br />
COMPETENCIAS OBJETIVOS COMO CAPACIDADES CONTENIDOS<br />
Se definen para toda la educación básica y<br />
obligatoria.<br />
Son transversales al currículo.<br />
Se estiman en las pruebas de evaluación<br />
de diagnóstico.<br />
Dan referencia a la promoción y titulación<br />
del alumnado.<br />
Son consideradas para adoptar medidas de<br />
atención a la diversidad.<br />
Se definen para cada etapa (Primaria,<br />
Educación Secundaria Obligatoria).<br />
Se establecen para cada área y materia.<br />
Las áreas contribuyen al logro de las<br />
<strong>competencias</strong>.<br />
Dan referencia a la promoción y titulación<br />
del alumnado.<br />
Son consideradas para adoptar medidas de<br />
atención a la diversidad.<br />
Figura 3:<br />
Desarrollo del currículo en los proyectos educativos de los centros<br />
COMPETENCIA (Definición, Elementos, Resultados del Aprendizaje)<br />
Objetivo General Etapa (A) Objetivo General Etapa (B)<br />
Conocimientos, conceptos, principios,<br />
hechos.<br />
Procedimientos, habilidades, destrezas.<br />
Actitudes, valores, normas.<br />
Contribución Área/Materia (1) Contribución Área/Materia (1)<br />
Objetivo Área/Materia (1 a) Objetivo Área/Materia (1 a)<br />
Contenidos por Ciclos/Cursos Contenidos por Ciclos/Cursos<br />
Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos<br />
Objetivo Área/Materia (1 b) Objetivo Área/Materia (1 b)<br />
Contenidos por Ciclos/Cursos Contenidos por Ciclos/Cursos<br />
Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos<br />
… …<br />
… …<br />
… …<br />
Contribución Área/Materia (2) Contribución Área/Materia (2)<br />
Objetivo Área/Materia (2 a) Objetivo Área/Materia (2 a)<br />
Contenidos por Ciclos/Cursos Contenidos por Ciclos/Cursos<br />
Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos<br />
Objetivo Área/Materia (2 b) Objetivo Área/Materia (2 b)<br />
Contenidos por Ciclos/Cursos Contenidos por Ciclos/Cursos<br />
Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos Criterios Evaluación por Ciclos/Cursos<br />
… …<br />
… …<br />
… …<br />
Nº 2 • Marzo-Abril de 2009
7 de febrero de 2008 foro de debate<br />
Núm. 3.775 (199) ESCUELA 31<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de<br />
Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias<br />
de la Educación, Universidad de Sevilla<br />
L<br />
a lógica de las <strong>competencias</strong> -su<br />
encaje en el diseño y desarrollo<br />
del currículo, en las situaciones<br />
prácticas de enseñanza y aprendizajeregistra<br />
una notoria actualidad y forma<br />
parte del discurso pedagógico. Este mismo<br />
periódico publica un interesante y<br />
didáctico suplemento en el que se afrontan<br />
cuestiones <strong>básicas</strong> para comprender<br />
su naturaleza y alcance y para manejarlas<br />
en tanto que elementos del currículo<br />
y directrices mayores de la interacción<br />
educativa. Como concepto “simbólico”,<br />
las <strong>competencias</strong> -de parecida manera a<br />
las conductas en los 70 de la Ley General<br />
de Educación o a las capacidades en<br />
los 90 de la Ley de Ordenación General<br />
del Sistema Educativo- corren el riesgo<br />
de emplazarse como reclamo de identidad,<br />
en mucha mayor medida que resultar<br />
elementos manejables: esto es, que<br />
se pueda trabajar y operar con ellas de<br />
forma ágil y consistente. A su vez, con<br />
respecto al alcance y generalización de<br />
las <strong>competencias</strong>, cabe revisar si resultan<br />
universales o, antes que eso, están<br />
determinadas por elementos de distinta<br />
naturaleza.<br />
DIFICULTADES Y ORIENTACIONES<br />
PARA LA INCLUSIÓN DE LAS<br />
COMPETENCIAS EN EL CURRÍCULO<br />
Puesto que las <strong>competencias</strong><br />
forman parte del currículo básico<br />
-de las enseñanzas mínimas-,<br />
han de estimarse como<br />
los objetivos, los contenidos o<br />
los criterios de evaluación para<br />
conformar los proyectos educativos<br />
de los centros, consonantes<br />
con las posibilidades de<br />
autonomía pedagógica y con los<br />
ya conocidos niveles de concreción<br />
del currículo. Algunas<br />
dificultades, sin embargo, nos<br />
saldrán al paso:<br />
»<br />
La coexistencia y, en oca-<br />
siones, el solapamiento de las<br />
<strong>competencias</strong> con los objetivos<br />
generales de las etapas educativas<br />
expresados en capacidades.<br />
La relación entre <strong>competencias</strong><br />
y capacidades requiere modelos<br />
teóricos todavía no disponibles.<br />
En el ámbito curricular, las capacidades<br />
parecen derivadas de<br />
las <strong>competencias</strong> pero, desde la<br />
perspectiva de los conceptos,<br />
las capacidades, en tanto que<br />
potencial o disposición humana<br />
y universal, predisponen la<br />
adquisición de <strong>competencias</strong>.<br />
»<br />
La vinculación no explícita<br />
de las <strong>competencias</strong> educativas<br />
con los criterios de evaluación<br />
establecidos para las distintas<br />
áreas o materias.<br />
»<br />
La necesidad de desarrollar<br />
niveles no terminales de adquisición<br />
de <strong>competencias</strong>, al concluir<br />
la Educación Obligatoria,<br />
que den referencia a la evaluación<br />
y sus efectos a largo de los<br />
diferentes tramos o etapas.<br />
Además, las <strong>competencias</strong><br />
son descripciones de amplio<br />
alcance, con una medición li-<br />
¿Son universales<br />
las <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong>?<br />
“Es necesario hacer<br />
más explícita<br />
la vinculación<br />
entre <strong>competencias</strong>,<br />
objetivos y criterios<br />
de evaluación”<br />
“La universalidad<br />
de las <strong>competencias</strong><br />
no está exenta<br />
de controversia<br />
y escepticismo”<br />
mitada de su dominio, puestas en valor<br />
una vez concluida la escolaridad y alcanzadas<br />
no sólo con las áreas o materias<br />
del currículo. Aunque, a la vez, las enseñanzas<br />
de la educación básica acuden<br />
a las <strong>competencias</strong> para intenciones más<br />
concretas y operativas: la evaluación y<br />
promoción del alumnado, la puesta en<br />
práctica de medidas de atención a la diversidad,<br />
el ajuste de otros elementos del<br />
currículo o las evaluaciones externas y<br />
de diagnóstico.<br />
De tal manera que, considerada la<br />
naturaleza de las <strong>competencias</strong> -y los requerimientos<br />
de las enseñanzas en que<br />
intervienen-, es necesario, como se adelantaba,<br />
concretar las <strong>competencias</strong> para<br />
que puedan manejarse en el desarrollo<br />
del currículo; establecer vínculos y relaciones<br />
entre <strong>competencias</strong>, objetivos y<br />
criterios de evaluación; facilitar las prácticas<br />
docentes con materiales intermedios<br />
que despejen asimilaciones o confusiones;<br />
y, con mayor empeño, instalar<br />
las <strong>competencias</strong> no sólo en el espacio<br />
acotado del currículo, sino en la organización<br />
y el funcionamiento de los centros,<br />
en las relaciones que se establecen<br />
entre los sectores de la comunidad educativa,<br />
en las actividades complementarias<br />
y extraescolares… Esto es, en todos<br />
aquellos ámbitos o espacios que hacen<br />
Nuria Giralt<br />
del centro y de sus entornos, instancias<br />
educativas que predisponen el logro de<br />
<strong>competencias</strong> para el desenvolvimiento<br />
personal y social.<br />
Algunos apuntes <strong>sobre</strong> la universalidad<br />
de las <strong>competencias</strong>. Con lo hasta<br />
ahora descrito, tal vez pueda inferirse, al<br />
darse por obvia, la universalidad de las<br />
<strong>competencias</strong> y su encaje en el currículo.<br />
Sin embargo, resulta oportuno estimar<br />
algunos apuntes críticos que están en el<br />
origen de la definición de las <strong>competencias</strong>.<br />
En una edición española del año 2004<br />
del Fondo de Cultura Económica, Definir<br />
y seleccionar las <strong>competencias</strong> fundamentales<br />
para la vida, pueden revisarse<br />
las contribuciones de conocidos expertos,<br />
reunidos en el proyecto de la OCDE<br />
con ese objeto, que hacen dialéctico el<br />
discurso de las <strong>competencias</strong>:<br />
»<br />
La universalidad y generalización de<br />
las <strong>competencias</strong> clave para una “vida<br />
exitosa”, en todos los países, no está<br />
exenta de controversia y escepticismo.<br />
Se anticipó más arriba la ausencia de<br />
un marco teórico consistente <strong>sobre</strong> el<br />
concepto de competencia, a lo que hay<br />
que unir elementos o variables de orden<br />
político, económico e, incluso, ético.<br />
Así, la directora del Programa DESE-<br />
CO (Definición y Selección de Competencias:<br />
Fundamentos Teóricos y<br />
Conceptuales) de la OCDE sostiene<br />
(Rychen, 2004) que ningún marco<br />
de referencia es neutral (los conceptos<br />
de “individuo”, “sociedad” o<br />
“vida exitosa” son buena muestra);<br />
y que las <strong>competencias</strong> descritas “en<br />
abstracto” son “leídas” o asumidas<br />
de manera distinta en función de<br />
factores (cultura, género, niveles sociales,<br />
edad…) y contextos específicos<br />
de carácter sociopolítico.<br />
»<br />
Más explícitas son las premi-<br />
sas, desde al ámbito sociológico,<br />
de Perrenoud: “Declarar a algunas<br />
<strong>competencias</strong> como ‘universales’ es<br />
favorecer a una parte del planeta y<br />
al estilo de vida de las sociedades<br />
privilegiadas” (p. 221). Y, por esto<br />
mismo, “el intento de definir <strong>competencias</strong><br />
fundamentales para el siglo<br />
XXI es privilegio de las sociedades<br />
con un alto grado de educación,<br />
lo suficientemente ricas para contar<br />
con los medios para formular e implementar<br />
una política de <strong>competencias</strong><br />
y para quienes la <strong>sobre</strong>vivencia<br />
ya no es un problema esencial”<br />
(p. 225).<br />
»<br />
Por referir otro apunte, el an-<br />
tropólogo Jack Goody adopta una<br />
inequívoca postura etnográfica, con<br />
evidentes trazos críticos: “Todas las<br />
<strong>competencias</strong> son relativas y sólo<br />
tienen una relevancia contextual,<br />
tanto dentro de una sociedad como<br />
entre las diferentes sociedades. Tratarlas<br />
como necesarias subestima las<br />
capacidades de quienes no logran<br />
tenerlas (con respecto a este punto<br />
en particular) y que pueden hacer<br />
importantes aportaciones en muchas<br />
más áreas de la vida social” (p.<br />
324).<br />
En definitiva, encajar las <strong>competencias</strong><br />
en el currículo no deja de ser<br />
una acepción educativa y contextualizada,<br />
de un discurso universal en<br />
sus intenciones y determinado en su<br />
desarrollo.
6 de marzo de 2008 foro de debate<br />
Núm. 3.779 (367) ESCUELA 39<br />
Competencias, enseñanzas mínimas<br />
y aprendizajes básicos<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE/ Inspector<br />
de Educación. Profesor de la Facultad de<br />
Ciencias de la Educación, Universidad de<br />
Sevilla<br />
Entre las difi cultades que salen al<br />
paso para manejar las <strong>competencias</strong><br />
como concepto del que derivan<br />
prácticas educativas, no es menor la<br />
ambigüedad o, si se quiere, la asimilación<br />
con otros términos algo más característicos<br />
y habituales. Es el caso de las “enseñanzas<br />
mínimas” y de los “aprendizajes<br />
básicos”, aunque más generalizado el primero<br />
que el segundo. Entremos en materia,<br />
por tanto, con el empeño de precisarlos<br />
y de situar su alcance y efectos.<br />
¿QUÉ ELEMENTOS DAN SENTIDO A LAS<br />
COMPETENCIAS?<br />
Puesto de actualidad por la reforma del<br />
sistema educativo, del currículo de la<br />
educación básica, el discurso de las <strong>competencias</strong><br />
cuenta ya con un reciente, aunque<br />
intenso, curso de refl exión, debate y<br />
elaboraciones más teóricas, por otra parte,<br />
que prácticas. De tal forma que pueden<br />
identifi carse elementos o descripciones<br />
compartidas <strong>sobre</strong> su naturaleza: son el<br />
resultado de procesos educativos y formativos<br />
que no concluyen en la escuela; tienen<br />
un amplio espectro, en la medida en<br />
que reúnen conocimientos, habilidades,<br />
aptitudes, motivación… para afrontar situaciones<br />
complejas, aunque cotidianas,<br />
de la vida; más que ese conjunto integrado<br />
de recursos, cada uno de los cuales puede<br />
tener entidad propia, las <strong>competencias</strong><br />
aluden a la capacidad de movilizarlos y<br />
manejarlos -optar por los pertinentes,<br />
ponerlos en relación, comprender los requerimientos,<br />
ajustarlos a las demandas-;<br />
permiten a los sujetos un desenvolvimiento<br />
personal, social y profesional satisfactorio.<br />
Así las cosas, cuando el currículo<br />
incorpora las <strong>competencias</strong> entre sus<br />
elementos propios, cabe sostener que el<br />
sistema educativo contribuye, de manera<br />
principal, a la adquisición de las <strong>competencias</strong>:<br />
orientando la formulación de los<br />
objetivos y de los contenidos de la educación,<br />
estableciendo criterios para reconocer<br />
logros u ofreciendo directrices para<br />
el desarrollo de las prácticas educativas.<br />
Pero, como se adelantó, ni la adquisición<br />
de <strong>competencias</strong> concluye con la escolaridad<br />
obligatoria, ni la escuela es la única<br />
instancia que las facilita, ni el currículo<br />
el único instrumento para alcanzarlas, ni<br />
la evaluación educativa el mejor registro<br />
para informar de su logro y puesta en valor.<br />
A su vez, la lógica de las <strong>competencias</strong><br />
resulta más próxima al desarrollo que al<br />
diseño del currículo. Esto es, apela, preferentemente,<br />
a la interacción educativa y a<br />
los procesos didácticos, en los que cobran<br />
interés las dinámicas cognitivas y de autorregulación<br />
del alumnado, aplicadas a situaciones<br />
interdisciplinares de enseñanza<br />
y de aprendizaje.<br />
¿SON LAS COMPETENCIAS, ENTONCES,<br />
ENSEÑANZAS MÍNIMAS?<br />
Interesa precisar, primero, algo de estas últimas<br />
para entrar en la cuestión. Las enseñanzas<br />
mínimas, como resulta sabido, son<br />
los elementos básicos del currículo -objetivos,<br />
<strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong>, contenidos,<br />
métodos pedagógicos, criterios de evaluación-<br />
que se establece en la ordenación del<br />
sistema educativo. Su fi nalidad es explícita:<br />
“La lógica de las<br />
<strong>competencias</strong> apela<br />
a la interacción<br />
educativa y a los<br />
procesos didácticos”<br />
“Ni la adquisición<br />
de <strong>competencias</strong><br />
concluye con<br />
la escolaridad<br />
obligatoria, ni la<br />
escuela es la única<br />
instancia que las<br />
facilita”<br />
asegurar una formación común y garantizar<br />
la validez de los títulos correspondientes.<br />
Si se asimilan o confunden, enseñanzas<br />
mínimas con contenidos -es más habitual<br />
de lo que parece-, no deberían, en la misma<br />
medida, asociarse las <strong>competencias</strong> a<br />
las enseñanzas mínimas en tanto que “contenidos”.<br />
Pero, como se ha visto, las <strong>competencias</strong>,<br />
en la ordenación del sistema,<br />
forman parte de las enseñanzas mínimas,<br />
junto a otros aspectos básicos referidos a<br />
los objetivos, los contenidos y los criterios<br />
de evaluación.<br />
Ahora bien, conocidos el alcance y la<br />
entidad de las <strong>competencias</strong>, puede resultar<br />
algo forzado constreñirlas dentro de las<br />
enseñanzas mínimas. Y es que esta misma<br />
caracterización de “mínimas” despista, en<br />
alguna medida, porque resulta más cercana<br />
a un nivel o referencia para la evaluación<br />
que a una formación común con la<br />
que, además de homologar el sistema, se<br />
asegure una educación valiosa para todos.<br />
No es arriesgado sostener, entonces, que las<br />
enseñanzas mínimas, más que <strong>competencias</strong>,<br />
incluyen una “acepción escolar” de las<br />
<strong>competencias</strong>, próxima a la de los objetivos<br />
y contenidos de la educación y ciertamente<br />
privilegiada y decisiva para dar soporte<br />
y consistencia a aprendizajes posteriores y<br />
permanentes a lo largo de la vida.<br />
¿Y LOS APRENDIZAJES BÁSICOS?<br />
Los aprendizajes básicos tienen mucho<br />
que ver con los contenidos y con un debate<br />
de especial oportunidad: la incorporación<br />
de nuevos contenidos a la educación<br />
básica por los apremios del desarrollo<br />
económico, social y cultural, de una parte;<br />
y la difi cultad y casi imposibilidad de que<br />
puedan enseñarse y aprenderse contenidos<br />
tan amplios en extensión e intensidad,<br />
lo que conduce a la necesidad de reducir<br />
los contenidos de aprendizaje, de otra. De<br />
ahí la preocupación que autores como César<br />
Coll manifi estan por identifi car o redefi<br />
nir, qué es lo básico en la educación<br />
básica; y de superar los riesgos o las interpretaciones<br />
inconvenientes, cuando por<br />
“vuelta a lo básico” se toma una estrecha<br />
prioridad por aprendizajes instrumentales<br />
bajo patrones conductistas, si es que no<br />
se despacha con “bajar los niveles”. Antes<br />
que eso, el propio Coll propone diferenciar<br />
entre lo “básico imprescindible” y lo<br />
“básico deseable”. En el primer caso, se<br />
trata de aprendizajes que, cuando no se<br />
alcanzan al concluir la educación básica,<br />
afectan y condicionan el desarrollo<br />
personal y social, pudiendo incluso<br />
derivar en situaciones de exclusión.<br />
Mientras que forman parte de lo<br />
“básico deseable” aquellos aprendizajes<br />
que, aunque contribuyen<br />
igualmente al desarrollo personal y<br />
social, no son determinantes como<br />
los anteriores. Además, otra característica<br />
diferencia estos dos tipos<br />
de aprendizaje: lo “básico imprescindible”<br />
tiene muchas difi cultades<br />
para ser adquirido si no en el tiempo<br />
y las condiciones propias de la<br />
educación obligatoria, y lo “básico<br />
deseable” puede aprenderse o “recuperarse”<br />
concluida aquélla. Una<br />
utilidad de esta distinción de lo<br />
básico es destacada: puesto que, si<br />
se estima el rango ideológico de defi<br />
nir, precisamente, qué debe ser lo<br />
básico en la educación básica, ponerse<br />
de acuerdo en lo “básico imprescindible”,<br />
según el mismo Coll,<br />
ayuda a disponer de un “proyecto<br />
social compartido” que asegura la<br />
cohesión; mientras que lo “básico<br />
deseable” puede responder a la diversidad<br />
de visiones, a distintas opciones<br />
ideológicas <strong>sobre</strong> ese mismo<br />
proyecto que pretende compartirse.<br />
Así las cosas, los aprendizajes básicos<br />
imprescindibles no desentonan,<br />
ni con mucho, en el espacio de las<br />
enseñanzas mínimas, caracterizadas<br />
éstas de forma amplia, como el<br />
soporte de un proyecto acordado.<br />
Y, por lo que nos ha ocupado aquí,<br />
<strong>competencias</strong>, enseñanzas mínimas<br />
y aprendizajes básicos están más<br />
cerca de lo que parecía al principio.<br />
Otra cosa sería haber considerado,<br />
para el análisis, <strong>competencias</strong>, objetivos<br />
y criterios de evaluación,<br />
como elementos de las enseñanzas<br />
mínimas y con la perspectiva del<br />
desarrollo del currículo en el espacio<br />
de los proyectos educativos de<br />
los centros. Pero, una vez situado<br />
el panorama de los grandes conceptos,<br />
a ello habrá que volver en la<br />
próxima entrega.<br />
PACO DÍAZ
10 de abril de 2008 foro de debate<br />
Núm. 3.783 (539) ESCUELA 35<br />
Competencias educativas y objetivos<br />
como capacidades<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector<br />
de Educación. Profesor de la Facultad de<br />
Ciencias de la Educación, Universidad de<br />
Sevilla<br />
L<br />
a relación entre las <strong>competencias</strong><br />
educativas y los objetivos como<br />
capacidades es una de las cuestiones<br />
que inciden en la compresión y<br />
el diseño del currículo en los centros.<br />
Interesa ocuparse, por ello, del análisis<br />
de ambos elementos, con la intención<br />
de precisar ideas <strong>básicas</strong> que orienten su<br />
manejo. El trayecto recorrido por la naturaleza<br />
de los objetivos y la vinculación<br />
actual entre éstos y las <strong>competencias</strong> dan<br />
contenido, entonces, a los aspectos que<br />
ahora se estiman.<br />
DE LAS CONDUCTAS A LAS COMPETENCIAS,<br />
PASANDO POR LAS CAPACIDADES<br />
El rango de capacidades, atribuido a los<br />
objetivos, no resulta ajeno a los modelos<br />
que explican las situaciones y los procesos<br />
de enseñanza y de aprendizaje. De<br />
forma sucinta, cabe referir la primacía<br />
de las conductas en la década de los pasados<br />
70 y la manera en que se estiman<br />
en la Ley General de Educación: así, las<br />
conductas debían observarse, demostrarse<br />
y evaluarse con registros “objetivos”,<br />
tras situaciones de enseñanza magistral<br />
dirigidas al “alumno-medio”, desde el<br />
apremio del “programa”, y procesos de<br />
aprendizaje resueltamente memorísticos.<br />
En las últimas décadas del XX tan<br />
cerca como lejos por el salto de milenio,<br />
toman espacio las teorías y los modelos<br />
de aprendizaje que acentúan<br />
la significación, la relevancia o la<br />
funcionalidad del conocimiento<br />
adquirido a partir de una “construcción”<br />
personal del aprendizaje,<br />
mediada por la intervención<br />
docente y las interacciones educativas:<br />
tal es el espacio de los objetivos<br />
como capacidades y de los<br />
contenidos diversificados (conceptos,<br />
procedimientos, actitudes). Y,<br />
en los años más recientes, paradigmas<br />
como el de la complejidad o<br />
el de la incertidumbre, la preocupación<br />
por la calidad y los resultados,<br />
así como la economía basada<br />
en el conocimiento, sostienen la<br />
pujanza de las <strong>competencias</strong> para<br />
afrontar requerimientos sociales<br />
en clave de situaciones complejas.<br />
Estas diferencias pueden apreciarse<br />
mejor si se repasa una muestra<br />
de objetivos en el tiempo. Los Programas<br />
de la Educación General<br />
Básica, promulgada la Ley General<br />
de Educación (1970), establecían,<br />
entre otros, el siguiente objetivo<br />
para el área de Matemáticas: “Logro<br />
de los mecanismos del cálculo<br />
operacional elemental, partiendo<br />
de situaciones cuantificables”. Las<br />
Enseñanzas Mínimas de la Educación<br />
Primaria (1991) de la LOG-<br />
SE (1990) establecen: “Reconocer<br />
situaciones de su medio habitual<br />
en las que existan problemas para<br />
cuyo tratamiento se requieran<br />
operaciones elementales de cálculo,<br />
formularlos mediante formas<br />
sencillas de expresión matemática<br />
y resolverlos utilizando los algoritmos<br />
correspondientes”. Y en las<br />
Enseñanzas Mínimas de la Educación<br />
Primaria (2006) de la LOE<br />
(2006) figura este otro, próximo al<br />
“Conceptos como<br />
la economía basada<br />
en el conocimiento<br />
sostienen la pujanza<br />
de las <strong>competencias</strong>”<br />
“No se trata de<br />
garantizar el acceso<br />
al sistema educativo<br />
sino de igualar<br />
las posibilidades<br />
de éxito”<br />
“Desde el ámbito<br />
curricular, las<br />
<strong>competencias</strong> en<br />
el sistema educativo<br />
incluyen las<br />
capacidades”<br />
anterior, aunque de más alcance: “Reconocer<br />
situaciones de su medio habitual<br />
para cuya comprensión o tratamiento<br />
se requieran operaciones elementales<br />
de cálculo, formularlas mediante formas<br />
sencillas de expresión matemática<br />
o resolverlas utilizando los algoritmos<br />
correspondientes, valorar el sentido de<br />
los resultados y explicar oralmente y por<br />
escrito los procesos seguidos”. Es fácil<br />
apreciar que la capacidad operatoria elemental,<br />
presente en las intenciones de<br />
los tres objetivos, puede interpretarse a<br />
la luz de la evolución anterior: importancia<br />
de la cuantifi cación (“situaciones<br />
cuantifi cables”) o prioridad del proceso<br />
(“reconocer situaciones”, “comprensión”,<br />
“tratamiento”, “formulación”, “resolución”,<br />
“valorar el sentido”, “explicar los<br />
procesos”); aprendizajes mecánicos (“mecanismos<br />
del cálculo”) o vinculados al contexto<br />
(“reconocer situaciones de su medio<br />
habitual).<br />
Así las cosas, el trayecto de las conductas<br />
a las <strong>competencias</strong> es casi parejo<br />
a la evolución del principio de igualdad<br />
de oportunidades. No se trata ya de garantizar<br />
el acceso al sistema educativo -<br />
aunque preocupen el abandono temprano<br />
de éste en la educación básica y los<br />
bajos índices de continuidad en las enseñanzas<br />
posobligatorias-, sino de igualar<br />
en las posibilidades de éxito: ni las<br />
mismas ni idénticas para todos, pero sí<br />
aquéllas que cada alumno puede alcanzar<br />
y experimentar cuando las situaciones<br />
educativas son propicias y facilitan<br />
la adquisición general de las <strong>competencias</strong><br />
<strong>básicas</strong>.<br />
CAPACIDADES Y COMPETENCIAS<br />
Tras esta aproximación al desarrollo de<br />
los objetivos, hay que estimar las relaciones<br />
con las <strong>competencias</strong>. Habitualmente,<br />
el análisis se aplica al grado de<br />
jerarquía o de inclusión, entre unos y<br />
otras. Y, para ello, es necesario precisar<br />
los conceptos y convenir su alcance. Con<br />
respecto al de capacidad, puede advertirse<br />
su cercanía al potencial o a la aptitud<br />
que todas las personas presentan<br />
-de ahí su carácter universal-, de manera<br />
permanente, para acceder a nuevos<br />
aprendizajes. Por eso las capacidades se<br />
formulan de manera “abierta” y su logro<br />
se deduce de las situaciones y condiciones<br />
propias de quien aprende. El<br />
concepto de competencia ya nos ocupó<br />
en la entrega anterior y, de manera general,<br />
incluye dos aproximaciones: una<br />
funcional o “externa”, que tiene que ver<br />
con la resolución satisfactoria de tareas<br />
y de demandas individuales y sociales; y<br />
otra estructural o “interna”, propia de la<br />
actividad mental para integrar y poner<br />
en juego distintos elementos y recursos<br />
(habilidades, conocimientos, motivación,<br />
emociones, valores, actitudes…)<br />
que permiten afrontar las demandas. No<br />
resulta fácil, por tanto, establecer diferencias<br />
consistentes entre “capacidades”<br />
y “<strong>competencias</strong>”, ni tampoco ayuda la<br />
insuficiencia de modelos teóricos. Aunque<br />
es interesante esta aportación que<br />
acude a la dialéctica entre la potencia<br />
y los actos, entre lo estático y lo<br />
dinámico: “La capacidad puede entenderse<br />
como la potencialidad de<br />
hacer una cosa. Implica poder, aptitud,<br />
pero es un concepto estático.<br />
La competencia sería la plasmación<br />
de esa potencialidad en acto, la capacidad<br />
llevada a contextos determinados,<br />
concretos, ligados a la acción.<br />
Se trata pues de un concepto<br />
dinámico. Los dos conceptos están<br />
íntimamente unidos: se necesita ser<br />
capaz para ser competente; la capacidad<br />
se demuestra siendo competente”<br />
(Mentxaka, 2008, Cuadernos<br />
de Pedagogía, 377, p. 82).<br />
Estimada la naturaleza y el alcance<br />
de cada uno de estos dos conceptos<br />
y su relación con los aprendizajes,<br />
las capacidades personales<br />
pueden incluir <strong>competencias</strong> o ayudar<br />
a su adquisición. Mientras que,<br />
desde el ámbito propiamente curricular,<br />
las <strong>competencias</strong>, en el sistema<br />
educativo, incluyen las capacidades.<br />
Pero esta relación “jerárquica”<br />
o de “inclusión” está matizada por<br />
un mutuo condicionamiento, en el<br />
que <strong>competencias</strong> y capacidades son<br />
interdependientes, tanto en el plano<br />
de la naturaleza general de los conceptos<br />
como en el de su perspectiva<br />
curricular. De la misma manera que<br />
los elementos o dimensiones integrados<br />
en las <strong>competencias</strong> guardan<br />
cierto correlato con los contenidos<br />
educativos; <strong>sobre</strong> todo, al formularse<br />
éstos de manera diversa, a partir<br />
de conceptos (conocimientos), procedimientos<br />
(habilidades, destrezas)<br />
y actitudes (valores, emociones,<br />
motivación). Queda pendiente, y<br />
será en la próxima, vincular la evaluación<br />
al carácter y al alcance de las<br />
<strong>competencias</strong> y los objetivos.<br />
ALICIA CAÑAS
32 ESCUELA Núm. 3.787 (720)<br />
Evaluar y reconocer <strong>competencias</strong>:<br />
una tarea compleja y necesaria<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de<br />
Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias<br />
de la Educación, Universidad de Sevilla<br />
Las relaciones entre las <strong>competencias</strong><br />
educativas y los objetivos como<br />
capacidades fueron objeto de la<br />
entrega anterior (ESCUELA, 10/04/2008)<br />
y queda estimar, como se anunciaba, distintos<br />
aspectos de la evaluación a partir<br />
de esas mismas <strong>competencias</strong> y objetivos.<br />
Dos cuestiones, en principio, tienen que<br />
ver con ello: el que sea factible o no evaluar<br />
las <strong>competencias</strong>, por una parte; y<br />
la dificultad de relacionar <strong>competencias</strong>,<br />
capacidades y criterios de evaluación,<br />
por otra. Aunque, como evidencia principal,<br />
no pueden evaluarse <strong>competencias</strong><br />
si antes no se enseñan; de la misma manera<br />
que son poco procedentes ajustes en<br />
la evaluación sin cambios parejos en el<br />
“qué” y en el “cómo” se enseña. Algo de<br />
esto nos resulta conocido con la perspectiva<br />
de la evaluación de los objetivos en<br />
tanto que capacidades y ahora concurren<br />
las <strong>competencias</strong> como nuevo elemento<br />
del currículo y marco básico de los procesos<br />
de enseñanza y de aprendizaje en la<br />
educación básica.<br />
CONCRECIÓN Y EVALUACIÓN<br />
DE COMPETENCIAS<br />
En el desarrollo curricular de las <strong>competencias</strong>,<br />
en su trabajo y manejo en los<br />
proyectos educativos de los centros, es<br />
reconocida la dificultad para concretar<br />
las <strong>competencias</strong> generales, previstas<br />
para toda la escolaridad obligatoria, en<br />
cada una de las áreas o materias del currículo<br />
de las diferentes etapas o niveles.<br />
Si esto concierne al “enseñar”, cuestión<br />
parecida se constata con el “evaluar”: las<br />
enseñanzas mínimas establecen criterios<br />
de evaluación por ciclos o cursos de la<br />
educación básica, que han de ponerse en<br />
relación con las <strong>competencias</strong> y los objetivos<br />
educativos. Pero, en este caso, la<br />
adquisición de las <strong>competencias</strong> no está<br />
determinada, de manera directa, por la<br />
superación de los objetivos de las diferentes<br />
áreas o materias. Dicho de otra forma,<br />
no cabe establecer una relación directa y<br />
unívoca entre áreas o materias y <strong>competencias</strong>:<br />
primero, porque estas últimas se<br />
alcanzan a partir de las aportaciones de<br />
las distintas áreas o materias; y, segundo,<br />
porque cada una de estas áreas o materias<br />
contribuye, a su vez, a la adquisición de<br />
distintas <strong>competencias</strong>. Situación próxima<br />
a la de las “capacidades” de la LOGSE<br />
(1990), como referencia de logro para los<br />
distintos niveles educativos. Por eso mismo,<br />
una capacidad puede entenderse adquirida<br />
aunque determinados objetivos<br />
de las áreas o materias no se alcancen del<br />
todo. Lógica, en último término, que sostiene<br />
la posibilidad de promocionar con<br />
materias pendientes, cuando la capacidad<br />
general prevalece <strong>sobre</strong> determinados<br />
objetivos de las áreas o materias. Ahora<br />
bien, este planteamiento resulta compatible<br />
con una organización del currículo<br />
por <strong>competencias</strong> y dificultoso cuando<br />
éstas sólo se formulan de manera general<br />
o se precisa una contribución, igualmente<br />
general, de las áreas o materias<br />
para la adquisición de las <strong>competencias</strong><br />
al concluir la educación básica. Es más,<br />
en el informe internacional ‘Las <strong>competencias</strong><br />
clave’ se afirma que “la valoración<br />
final de la eficacia de la educación obligatoria<br />
con respecto al desarrollo de las<br />
NURIA GIRALT<br />
“Evaluar<br />
<strong>competencias</strong> es<br />
consecuencia de<br />
enseñarlas: no se<br />
puede evaluar lo<br />
que no se enseña”<br />
“La adquisición<br />
de <strong>competencias</strong> no<br />
está determinada,<br />
de manera directa,<br />
por la superación de<br />
los objetivos de las<br />
diferentes materias”<br />
foro de debate<br />
<strong>competencias</strong> clave dependerá de que su<br />
transferencia a contextos distintos a los<br />
del centro educativo se realice de manera<br />
adecuada. Los centros pueden evaluar los<br />
conocimientos y destrezas de los alumnos<br />
pero no necesariamente sus <strong>competencias</strong>.<br />
Por lo tanto, los resultados de<br />
los exámenes no se deberían considerar<br />
como una valoración absoluta sino, más<br />
bien, como un indicador de la adquisición<br />
de <strong>competencias</strong> clave. Es la actuación<br />
individual en el lugar de trabajo y en<br />
la vida privada la que ofrecerá finalmente<br />
la prueba innegable de la eficacia de los<br />
canales de formación formal e informal”.<br />
(Eurydice, 2002, pp. 23-24). Suele argumentarse,<br />
por tanto, que la evaluación,<br />
en la escolaridad obligatoria, antes que<br />
el logro de <strong>competencias</strong>, registra ciertas<br />
capacidades de deducción del alumnado,<br />
a partir de las <strong>competencias</strong> educativas<br />
que se concretan en el currículo y<br />
se utilizan en situaciones “aproximadas”<br />
a la realidad. Aún así, puede afrontarse el<br />
diseño curricular de las <strong>competencias</strong> en<br />
el proyecto educativo con algunas tareas<br />
principales:<br />
En primer término, analizar y desarrollar,<br />
de manera más operativa y concreta,<br />
cada una de las <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong><br />
incluidas en las enseñanzas mínimas.<br />
Vincular, por su afinidad y alcance,<br />
las <strong>competencias</strong> educativas y los obje-<br />
8 de mayo de 2008<br />
tivos generales de las etapas (Educación<br />
Primaria y Educación Secundaria Obligatoria).<br />
Asociar, de parecida manera, los objetivos<br />
generales de las etapas con los objetivos<br />
de las áreas o materias. Cabe aquí,<br />
asimismo, la consideración de los contenidos<br />
como medios para el logro de los<br />
objetivos y elementos que, junto a otros,<br />
integran las <strong>competencias</strong>.<br />
Relacionar los criterios de evaluación<br />
con los correspondientes objetivos de las<br />
áreas o materias, previamente vinculados<br />
a los objetivos generales de las etapas y a<br />
las <strong>competencias</strong> de la educación básica.<br />
Esta secuencia, debidamente articulada,<br />
podrá concluir con un diseño del<br />
currículo en el que las <strong>competencias</strong> se<br />
estiman como eje principal, orientan al<br />
resto de elementos y son susceptibles de<br />
evaluación. Y es que las <strong>competencias</strong><br />
-generales, abstractas- no son directamente<br />
evaluables y los criterios de evaluación<br />
de las áreas o materias, a partir<br />
de los establecidos en las enseñanzas mínimas,<br />
deben ser el referente fundamental<br />
para valorar tanto el grado de adquisición<br />
de las <strong>competencias</strong> <strong>básicas</strong> como<br />
el de consecución de los objetivos.<br />
RECONOCIMIENTO PARCIAL<br />
DE LAS COMPETENCIAS<br />
Un apunte final tiene que ver con el reconocimiento<br />
del logro de las <strong>competencias</strong>,<br />
en distinto grado, al concluir<br />
la educación básica y obligatoria. A tal<br />
efecto, desde la perspectiva de las <strong>competencias</strong><br />
como marco principal para las<br />
decisiones <strong>sobre</strong> la promoción y titulación<br />
del alumnado, ha de considerarse la<br />
posibilidad de reconocer adquisiciones<br />
de determinadas <strong>competencias</strong> -aunque<br />
no sea de todas- e, incluso, elementos<br />
propios de algunas de ellas, cuando el<br />
alumnado que concluye la escolaridad<br />
obligatoria no alcanza, de manera suficiente,<br />
el conjunto de las previstas para<br />
la misma. Actualmente, el título de Graduado<br />
en Educación Secundaria Obligatoria<br />
se logra al adquirir las <strong>competencias</strong><br />
<strong>básicas</strong> y los objetivos de la etapa,<br />
y queda un certificado de escolaridad,<br />
en el que consten las materias y los años<br />
cursados, para quienes no obtengan el<br />
título. El reconocimiento parcial de las<br />
<strong>competencias</strong> o de elementos de éstas,<br />
facilitaría el ajuste de nuevas oportunidades<br />
formativas o de aprendizaje permanente,<br />
a lo largo de la vida; y, entonces,<br />
el desarrollo de las <strong>competencias</strong><br />
habría de estimarse, como se reitera, de<br />
manera bastante más descriptiva, con<br />
objeto de facilitar orientaciones y criterios<br />
para los procesos de evaluación y<br />
de reconocimiento. Porque ese mismo<br />
principio del aprendizaje permanente,<br />
así como la posibilidad de adquirir <strong>competencias</strong><br />
y cualificaciones en ámbitos<br />
distintos al escolar, recomiendan que, al<br />
concluir la escolaridad obligatoria, antes<br />
que obtener o no la “graduación”, se establezca<br />
y certifique el reconocimiento<br />
del grado de adquisición de las distintas<br />
<strong>competencias</strong>. Sin embargo, y esto genera<br />
disonancia, las nuevas convocatorias<br />
anuales para el alumnado, durante los<br />
dos años siguientes al finalizar la escolaridad<br />
obligatoria sin obtener el título, siguen<br />
referidas a las materias pendientes<br />
de calificación positiva. Ardua, compleja<br />
y necesaria, por tanto, la elaboración de<br />
un currículo basado en <strong>competencias</strong>.
5 de junio de 2008 foro de debate<br />
Núm. 3.791 (901) ESCUELA 39<br />
Las <strong>competencias</strong> en el proyecto<br />
educativo de los centros<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de Educación.<br />
Profesor de la Facultad de Ciencias de<br />
la Educación, Universidad de Sevilla<br />
Son conocidos los tres espacios que,<br />
con alcance y efectos distintos, dan<br />
acomodo a las <strong>competencias</strong> educativas.<br />
El de los “contenidos” previstos en las<br />
enseñanzas mínimas del currículo de las correspondientes<br />
etapas; el de la “planifi cación”<br />
concretada en los proyectos educativos de los<br />
centros; y el de la “interacción” que resulta<br />
de los procesos de enseñanza y de aprendizaje,<br />
en diferentes espacios y por diversos<br />
agentes. Nos ocuparemos aquí del referido<br />
a la planifi cación, apuntando algunas consideraciones<br />
<strong>sobre</strong> los principios que orientan<br />
esta tarea docente, las cuestiones que pueden<br />
salir al paso en su ejercicio y, de manera más<br />
general, la autonomía pedagógica de la que<br />
tal planifi cación se deduce.<br />
EL DISCURSO DE LA AUTONOMÍA<br />
PEDAGÓGICA<br />
Los conceptos y aportaciones un tanto gastados<br />
por el uso inconveniente, o elevados a la<br />
categoría de elementos simbólicos, registran,<br />
aún siendo relevantes, una devaluación de su<br />
naturaleza. Proceso parecido al que se deriva<br />
de hacer explícitas <strong>competencias</strong> o funciones<br />
para las que son necesarias condiciones<br />
de ejercicio no defi nidas de idéntica manera.<br />
Con la “autonomía pedagógica” podrían<br />
constatarse estas circunstancias si su discurso<br />
no las afronta de manera decidida. Es más,<br />
en el ámbito de la autonomía, considerado<br />
a partir del análisis de las organizaciones<br />
educativas, se manejan distintas interpretaciones:<br />
desde quienes la entienden como<br />
una “trampa” sofi sticada, hasta quienes la<br />
aprecian a modo de recurso preferente para<br />
que los centros, como “organizaciones inteligentes”,<br />
conformen su identidad y den mejores<br />
respuestas a las situaciones educativas<br />
en las que se desenvuelven y a los proyectos<br />
que incluyen la “visión” -los propósitos en<br />
el tiempo-, y la “misión” -el sentido de la<br />
actividad que se desarrolla- de los propios<br />
centros. La descripción de la “trampa” viene<br />
a ser algo así: otórguese un amplio margen<br />
de autonomía, limítense las condiciones de<br />
ejercicio, constátese el uso escaso de la autonomía<br />
ofrecida, justifíquense las prescripciones<br />
por el empleo insufi ciente o fallido de la<br />
misma. No se oculta una lógica “perversa”<br />
e instrumental en esta manera de proceder,<br />
pero referirla puede ser de utilidad porque<br />
ocasiones habrá en que, incluso sin premeditación,<br />
las consecuencias y los resultados<br />
puedan ser parecidos. Si se estima la consideración<br />
de las <strong>competencias</strong> educativas en las<br />
enseñanzas mínimas, y las encomiendas de<br />
desarrollo de las mismas a los centros, pueden<br />
advertirse difi cultades un tanto estructurales:<br />
como es sabido, las <strong>competencias</strong> se<br />
defi nen y establecen para la escolaridad obligatoria<br />
y, por esto mismo, su formulación<br />
es idéntica para la Educación Primaria y la<br />
Educación Secundaria Obligatoria. Además,<br />
su carácter “transversal”, “interdisciplinar”,<br />
“integrado”, se resuelve, de manera genérica,<br />
con la contribución de cada área o materia<br />
del currículo para la consecución de las <strong>competencias</strong>,<br />
sin que se aporten modelos que<br />
asocien tales <strong>competencias</strong> con los objetivos<br />
de las distintas áreas o materias y, <strong>sobre</strong> todo,<br />
con los criterios de evaluación. Por su parte,<br />
los centros han de apreciarlas en esas mismas<br />
decisiones <strong>sobre</strong> evaluación, promoción<br />
y titulación, que se adoptan al fi nalizar los<br />
cursos, ciclos o etapas; deben estimarlas para<br />
“El desarrollo de las<br />
<strong>competencias</strong> en<br />
los centros precisa<br />
marcos intermedios<br />
instrumentos<br />
y concreciones”<br />
“Los conceptos<br />
gastados por el<br />
uso inconveniente<br />
registran una<br />
devaluación de su<br />
naturaleza”<br />
adoptar medidas de atención a la diversidad<br />
del alumnado; han de tenerlas en cuenta para<br />
orientar al resto de los elementos del currículo<br />
en el que las <strong>competencias</strong> se integran; son<br />
el referente para las evaluaciones externas y<br />
de diagnóstico… Es decir, el uso y desarrollo<br />
de las <strong>competencias</strong> en los centros precisa<br />
marcos intermedios, instrumentos, concreciones<br />
también <strong>básicas</strong>, para que las tareas<br />
resulten factibles y, <strong>sobre</strong> todo, redunden en<br />
la mejora. Y nótese con ello, a su vez, que se<br />
olvida una organización genuina del currículo<br />
por <strong>competencias</strong>, ya que, en lugar de<br />
ser éstas el punto de referencia principal para<br />
identifi car o seleccionar los otros elementos<br />
del currículo (objetivos, contenidos, criterios<br />
de evaluación), continúan siendo las áreas y<br />
materias, y su lógica disciplinar, las que estructuran<br />
y conforman el currículo de las<br />
enseñanzas mínimas.<br />
Aunque sea de pasada, no conviene olvidar<br />
tampoco otra cuestión importante en<br />
el discurso de la autonomía: la dialéctica con<br />
la supervisión y el control. Si bien es aceptado<br />
que el ejercicio de la autonomía opera<br />
en el espacio de los principios y fi nes de la<br />
actividad educativa, de los derechos y deberes<br />
reconocidos, de manera principal, al<br />
alumnado, hay circunstancias en que, con el<br />
uso de la autonomía, pretenden justifi carse<br />
decisiones contrarias o que vulneran tales<br />
principios. Y justamente para salvaguardar<br />
estos últimos, e incluso para asesorar en la<br />
práctica de la autonomía, tienen sentido la<br />
supervisión y el control.<br />
EL ALCANCE DE LOS PROYECTOS<br />
EDUCATIVOS<br />
Desde la promulgación de la Ley Orgánica de<br />
la Participación, la Evaluación y el Gobierno<br />
de los Centros Docentes (LOPEG, 1995), la<br />
autonomía pedagógica de los centros -asociada<br />
a la organizativa y a la de gestión- se ha<br />
verifi cado con la elaboración de proyectos<br />
educativos. Cometido en el que, además de<br />
la autonomía, intervienen otros dos factores:<br />
la adaptación y la singularidad. Con el primero,<br />
se destaca la necesidad de proceder, en<br />
la realización del proyecto educativo, considerando<br />
las realidades, las situaciones y los<br />
entornos del centro; mientras que el segundo<br />
determina el carácter del propio proyecto<br />
como elemento que da identidad y singularidad<br />
al centro que lo presenta casi a modo de<br />
“oferta educativa”, en un documento que ha<br />
de hacerse público para su conocimiento por<br />
el conjunto de la comunidad. En defi nitiva,<br />
si la realización de un proyecto educativo se<br />
acomete desde el espacio de la autonomía<br />
pedagógica y estima, de manera consonante,<br />
las realidades en que actúa, cabe esperar,<br />
como resultado, una propuesta que<br />
atribuye identidad y singulariza. Esto<br />
es, una elaboración “real”, bastante más<br />
costosa y efi ciente que replicar proyectos<br />
“universales”, documentos “comodín”<br />
o elaboraciones “expertas” o “externas”<br />
con ligeros retoques. Se decía más<br />
arriba que la LOPEG (1995) introduce<br />
el proyecto educativo, pero habría que<br />
precisar que la autonomía se aplicaba,<br />
asimismo, a proyectos curriculares -espacio<br />
más propio de las <strong>competencias</strong>y<br />
a normas de funcionamiento. La Ley<br />
Orgánica de Calidad de la Educación<br />
(LOCE, 2002), por su parte, estableció<br />
el desarrollo de los currículos establecidos<br />
por las Administraciones educativas<br />
mediante las programaciones didácticas<br />
de las correspondientes áreas y asignaturas.<br />
Tanto LOPEG como LOCE reservaban,<br />
entonces, el proyecto educativo<br />
para fi jar los “objetivos”, las “prioridades<br />
educativas” y los “procedimientos<br />
de actuación”, y defi nían otro espacio<br />
para el desarrollo curricular. La Ley Orgánica<br />
de Educación (LOE, 2006) determina<br />
que la autonomía de los centros se<br />
materializa en elaborar, aprobar y ejecutar<br />
un “proyecto educativo”, un “proyecto<br />
de gestión”, así como “normas de<br />
organización y funcionamiento de los<br />
centros”; y, por lo que ahora nos ocupa,<br />
integra la concreción de los currículos<br />
establecidos por la Administración educativa,<br />
además de otros aspectos, en el<br />
proyecto educativo. Además de aludir<br />
a una programación general anual, elaborada<br />
al principio de cada curso, que<br />
recoge, a su vez, aspectos curriculares.<br />
Sea como fuere, la incorporación de<br />
las <strong>competencias</strong> al proyecto educativo<br />
constituye una tarea de planifi cación<br />
en la que deben cuidarse algunos elementos<br />
fundamentales: condiciones<br />
previas que lo faciliten (conocimiento,<br />
formación, aptitud…), procedimientos<br />
de elaboración sistemáticos y ajustados<br />
a la realidad, expectativas fundadas<br />
de mejora, y disposiciones para el<br />
análisis de los resultados y la revisión<br />
de la prácticas.<br />
PACO DÍAZ
32 ESCUELA Núm. 3.795 (1.078) foro de debate<br />
3 de julio de 2008<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de<br />
Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias<br />
de la Educación, Universidad de Sevilla<br />
En sucesivas entregas anteriores, han<br />
podido revisarse distintas cuestiones<br />
asociadas al discurso de las<br />
<strong>competencias</strong>: su universalidad (ESCUE-<br />
LA, 07/02/2008), las vinculaciones entre<br />
<strong>competencias</strong> educativas, enseñanzas mínimas<br />
y aprendizajes básicos (06/03/2008),<br />
la relación entre las <strong>competencias</strong> y los<br />
objetivos como capacidades (10/04/08), la<br />
evaluación y el reconocimiento de las <strong>competencias</strong><br />
educativas (08/05/2008), y la presencia<br />
de éstas en el proyecto educativo de<br />
los centros (05/06/2008). Tal vez proceda,<br />
entonces, adoptar las maneras del balance<br />
y que el análisis tome una perspectiva más<br />
abierta, en la que la entidad y naturaleza de<br />
los elementos, los apoyos y las determinaciones,<br />
las causas y los efectos, se estimen<br />
en su interdependencia. Así, dos claves vienen<br />
a propósito: el nominalismo retórico<br />
y el currículo estático. Con la primera, se<br />
apuntan determinados sesgos del alcance, o<br />
de la novedad, de las <strong>competencias</strong>; como<br />
si vinieran a denotar, con un nuevo término<br />
acuñado en el debate educativo internacional,<br />
signifi cados ya “clásicos” en la gramática<br />
de la escuela. Y el currículo estático,<br />
antes que al inmovilismo, a la inercia o a la<br />
reducción del mismo a los contenidos, alude<br />
a su no menos clásica organización en<br />
torno a las áreas o materias de conocimiento.<br />
Pues entremos en materia.<br />
DE LA SUPERSTICIÓN Y DEL NOMBRE<br />
DE LAS COSAS<br />
Advierte el Diccionario que la superstición es<br />
una fe desmedida o una valoración excesiva<br />
respecto de algo y no se trata, como pudiera<br />
parecer en principio, de utilizar ese término<br />
para denotar el rango de las <strong>competencias</strong>.<br />
Bien miradas las cosas, supersticiones siempre<br />
hubo en el elenco del currículo o en los<br />
preceptos de las teorías del aprendizaje. Del<br />
perro de Paulov al aprendizaje situado; del<br />
apremio de los productos a la preocupación<br />
por los procesos, para volver a los resultados<br />
en la encrucijada de la calidad; de la lección<br />
magistral a la mediación del profesor; del<br />
programa ortodoxo y completo al currículo<br />
fl exible; del alumno medio representativo al<br />
alumno medio inexistente; de la uniformidad<br />
y la homologación a la diversidad inclusiva;<br />
del pensamiento simple y mecánico a<br />
las redes de la complejidad; de las conductas<br />
a las capacidades, y de éstas, o con éstas, a<br />
las <strong>competencias</strong>. Y ahora, en fi n, las <strong>competencias</strong>.<br />
De las limitaciones que atemperan esta<br />
nueva lógica -¿retórica?- también se viene<br />
advirtiendo, y su constatación, más que poner<br />
en solfa los fundamentos, deslinda fallas<br />
o discontinuidades que han de salvarse<br />
de mejor manera. El de poner nombre a las<br />
cosas no es problema menor; <strong>sobre</strong> todo, si<br />
pesa el anatema de la jerga para despachar,<br />
con una displicencia facilona y poco ilustrada,<br />
los conceptos que sostienen el rango<br />
de la educación como ciencia, además de<br />
arte. Competencias, capacidades, objetivos,<br />
habilidades, destrezas..., toda una familia<br />
de términos emparentados con las intenciones<br />
educativas de atribuir valor a lo que<br />
se aprende. Pero, bien es verdad, también<br />
provocan el riesgo de despistar, confundir<br />
y hasta ahuyentar cuando hay que administrarlos<br />
para elaborar proyectos educativos<br />
útiles y marcos didácticos del ejercicio do-<br />
A modo de balance:<br />
<strong>competencias</strong> y algo más<br />
“Los desvaríos<br />
retóricos operan<br />
en la devaluación de<br />
los marcos teóricos<br />
que asisten<br />
a la educación”<br />
“Quedan pocos<br />
mediterráneos por<br />
descubrir si no es<br />
por los matices,<br />
la recreación o la<br />
actualidad de las<br />
grandes cuestiones<br />
educativas”<br />
cente. Una perspectiva algo más analítica<br />
-aunque levante sospechas en la ortodoxia<br />
del pensamiento complejo- no resultaría mal<br />
remedio, siquiera estratégico, para afrontar<br />
la cuestión. Y, a lo mejor, hasta permitiría<br />
comprobar que quedan pocos mediterráneos<br />
por descubrir si no es por los matices,<br />
la recreación o la actualidad que las grandes<br />
cuestiones educativas -decidir qué es lo importante<br />
para enseñar y aprender- registran<br />
con el paso del tiempo. Los desvaríos retóricos<br />
-tomada la noble retórica en la acepción<br />
de su uso impropio o intempestivo- operan,<br />
por tanto, en la devaluación de los marcos<br />
teóricos que asisten a la educación. Algo<br />
así como si, amparados en la transparencia<br />
y la sencillez de los conceptos, no tuvieran<br />
espacio, en el fundamento de las prácticas,<br />
esos otros conceptos mayores <strong>sobre</strong> los que<br />
se levantan las teorías. Y en el debate <strong>sobre</strong><br />
las <strong>competencias</strong> puede constarse esto: ya el<br />
entusiasmo de la novelería y la infl ación de<br />
invocaciones en el nombre de las <strong>competencias</strong>,<br />
ya los mohines de desagrado cuando<br />
las <strong>competencias</strong> se alinean en el discurso<br />
ideológico, ya la beligerancia o la más dañina<br />
indiferencia cuando se desestiman o desconsideran.<br />
Pero los conceptos, por distintas<br />
y hasta inadecuadas que sean las maneras de<br />
nombrarlos o de introducirlos, siempre ape-<br />
ALICIA CAÑAS<br />
lan a la refl exión, a los esquemas de pensamiento,<br />
a la revisión y la toma de decisiones;<br />
y nada de esto último es reprochable, sino<br />
más que necesario y pertinente, en el ejercicio<br />
profesional de la docencia.<br />
¿LAS COMPETENCIAS EN EL CURRÍCULO O<br />
UN CURRÍCULO POR COMPETENCIAS?<br />
Otros cabos del balance tienen que ver con<br />
las reformas y los cambios en el sistema educativo,<br />
en tanto que son el espacio y el tiempo<br />
para los retoques del currículo. Conocidas<br />
son las características de las reformas,<br />
así como qué ocurre cuando no generan un<br />
“sentimiento de apropiación” en quienes<br />
han de convertir sus grandes preceptos en<br />
pautas cotidianas de acción. Y la estructura<br />
del currículo merece más y mejor desarrollo<br />
para que las <strong>competencias</strong> no resulten sólo<br />
un aditamento de grandes generalidades o<br />
una descripción somera de cómo se estiman<br />
en las distintas áreas o materias. Éstas continúan<br />
estructurando el currículo, por otra<br />
parte, y podría haberse puesto mayor creatividad<br />
o coherencia en el diseño para que el<br />
acercamiento interdisciplinario no parezca<br />
igualmente retórico y para que las <strong>competencias</strong>,<br />
además de ocupar el frontispicio<br />
del currículo, estén mejor trenzadas con los<br />
objetivos de cada unas de las etapas de la escolaridad<br />
obligatoria, con los propios de las<br />
áreas o materias y con los criterios de evaluación.<br />
Es decir, hacer de las <strong>competencias</strong><br />
un elemento operativo además de principal,<br />
una referencia concreta, ajustada y progresiva<br />
en lugar de abstracta y terminal. Nada se<br />
arriesga, en fi n, al ponderar que el currículo<br />
es una de las referencias más manejadas en la<br />
construcción teórica de la educación. Próximo<br />
a la Didáctica, su entidad evoluciona<br />
desde una conformación de elementos característicos<br />
-con primacía de los objetivos<br />
y contenidos de la enseñanza- hasta asimilarse<br />
a la propia educación cuando se acepta<br />
que cualquier situación educativa, por esto<br />
mismo, resulta curricular. Y las <strong>competencias</strong>,<br />
emblema del nuevo currículo, sólo lo<br />
remozan de manera tibia. Ahora bien, en<br />
los grandes retos -y el de defi nir un currículo<br />
por <strong>competencias</strong> no se queda atrás- es<br />
necesario estimar, con el debido realismo,<br />
las condiciones previas y la viabilidad de los<br />
empeños; porque desplazar las áreas y materias<br />
de conocimiento, como soportes del<br />
currículo, no sólo es un ejercicio de diseño<br />
curricular, sino que precisa cambios y modifi<br />
caciones de variables ancladas en las lógicas<br />
del sistema educativo y en el desarrollo de la<br />
escolaridad. Piénsese, sin ir más lejos, en el<br />
agrupamiento del alumnado, en la distribución<br />
de los tiempos y de los espacios, en la<br />
asignación de la docencia. De momento, las<br />
<strong>competencias</strong> “están” en el currículo, pero<br />
otra cosa es que operen cambios signifi cativos<br />
en el diseño y desarrollo de éste. En el diseño,<br />
considerando las enseñanzas mínimas,<br />
podría haberse procedido de forma que las<br />
<strong>competencias</strong> ordenaran, de manera sistemática<br />
y coherente, el marco curricular de<br />
las áreas y materias: sus objetivos, los contenidos<br />
educativos y la evaluación. Y así, antes<br />
que identifi car la contribución de aquéllas<br />
al logro de las <strong>competencias</strong>, serían éstas las<br />
que orientaran, de mejor manera, la selección<br />
del conocimiento y los aprendizajes básicos<br />
en la educación obligatoria.<br />
Pero el balance no acaba aquí, porque<br />
quedan elementos insoslayables como la<br />
formación inicial para la docencia, los liderazgos,<br />
la autonomía de los centros, la<br />
sociedad educativa. A ello habrá que volver<br />
cuando septiembre estrene el nuevo curso.
11 de septiembre de 2008<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de<br />
Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias<br />
de la Educación, Universidad de Sevilla<br />
El que un concepto más o menos<br />
simbólico acapare el discurso educativo<br />
no es mal asunto si, debidamente<br />
administrado, reporta las bondades<br />
del debate, de la refl exión, del análisis y el<br />
ajuste de las prácticas, de la organización y<br />
el funcionamiento satisfactorios de las instituciones<br />
educativas, de las construcción<br />
compartida y vinculante de proyectos. La<br />
incorporación de las <strong>competencias</strong> al currículo<br />
de la educación obligatoria no es ajena<br />
a esta cuestión. Es más, si decir currículo<br />
activa el gris recordatorio de los papeles, de<br />
las tareas impuestas y del fárrago, importa<br />
desbrozar el camino para que, en primer<br />
término, pueda tomarse el rumbo. Porque,<br />
incluso con el riesgo de jugar con el nombre<br />
de las cosas, cabe sostener que cualquier<br />
situación educativa tiene un entronque curricular<br />
y, en defi nitiva, que aludir, como se<br />
hará aquí, a la formación inicial del profesorado,<br />
al desarrollo profesional y al liderazgo,<br />
a la autonomía pedagógica o a la sociedad<br />
educativa, es un análisis que se las ve<br />
con el currículo. Entendido éste, claro está,<br />
no sólo como un elenco de objetivos y contenidos<br />
sino, de manera principal, como el<br />
engarce de distintas situaciones, de redes de<br />
interacción, que se hacen curriculares por<br />
su naturaleza o su capacidad -mejor sería<br />
deducir su intencionalidad- educativa. Y,<br />
entonces, cobra sentido afi rmar, aunque sea<br />
como reclamo, que no sólo de <strong>competencias</strong><br />
vive el currículo. O, quizás mejor, que<br />
éstas no sólo se emplazan en las estrechas<br />
lindes del currículo como planifi cación,<br />
o en los espacios consabidos de las áreas y<br />
materias, sino que alumbran la naturaleza,<br />
la capacidad o la intención de esas tantas<br />
situaciones o interacciones educativas que<br />
hacen más universal que escolar el discurso<br />
de las <strong>competencias</strong>. Así las cosas, pueden<br />
revisarse los aspectos adelantados, ya porque<br />
no sólo de <strong>competencias</strong> vive el currículo<br />
o ya, también, porque, en distintas formas<br />
o maneras, predisponen o facilitan la<br />
adquisición de aquéllas.<br />
UNA FORMACIÓN INICIAL Y DISCIPLINAR<br />
Los efectos del modelo disciplinar, además<br />
de en la estructura del currículo, se advierten<br />
en la formación inicial para la docencia.<br />
Porque las disciplinas, su epistemología<br />
propia, dan identidad a esa otra acepción<br />
del currículo -plan de estudios-, insufi cientemente<br />
remozado, para acceder a la docencia<br />
como ejercicio profesional. Enseñar con<br />
el empeño de predisponer la adquisición de<br />
<strong>competencias</strong> o, apuntando más alto, educar<br />
en las edades propias de la escolaridad<br />
básica y obligatoria, es una tarea que, por<br />
compleja y difícil, requiere bagajes formativos<br />
pertinentes y a propósito. Cuando no es<br />
así, cuando el conocimiento aplicado a los<br />
procesos de enseñanza, de aprendizaje, de<br />
motivación, de resistencia a la frustración,<br />
de capacidad para desenvolverse en interacciones<br />
complejas, diversas y en los nuevos<br />
apremios que afectan al desempeño docente,<br />
sólo se adquiere como un barniz algo a<br />
destiempo, <strong>sobre</strong> las manos de pintura del<br />
conocimiento disciplinar, éste se constituye<br />
en la primera instancia de la socialización<br />
profesional docente; todo lo más una instrucción<br />
algo atenuada, pero bastante lejos<br />
de las intenciones y las fi nalidades características<br />
de la educación básica y obligatoria.<br />
No sólo de <strong>competencias</strong> vive<br />
el currículo<br />
“No cabe el<br />
discurso genuino de<br />
las <strong>competencias</strong><br />
educativas sin una<br />
sociedad articulada<br />
para propiciarlas”<br />
“La escuela es<br />
una instancia<br />
privilegiada con la<br />
que atribuir valor<br />
educativo<br />
y relevancia social<br />
al aprendizaje”<br />
foro de debate Núm. 3.796 (1.125) ESCUELA 39<br />
Por si acaso, no se está insinuando esa muletilla<br />
cómoda de “bajar los niveles”, sino de<br />
saberse valer para que la mayoría -recuérdese<br />
que las <strong>competencias</strong> aspiran a ser universales-<br />
sí pueda alcanzar aquellos niveles,<br />
no necesariamente iguales, que resultan accesibles<br />
con prácticas educativas adecuadas,<br />
en lugar de atiborrar el rincón del fracaso.<br />
LIDERAZGO DOCENTE Y PROFESIONALIDAD<br />
Si la formación inicial para la docencia no<br />
acaba bien resuelta, siempre queda la posibilidad<br />
del desarrollo profesional y el reto<br />
que traza el liderazgo educativo y pedagógico.<br />
No debe entenderse, en este caso, tan<br />
sólo el desempeño y las <strong>competencias</strong> de la<br />
dirección de los centros, sino también la legitimidad<br />
de las buenas prácticas docentes<br />
que redundan en otras maneras de autoridad<br />
y de liderazgo. Apelar a la profesionalidad,<br />
por tanto, no es sino confi ar en que la<br />
refl exión e, incluso, la evaluación formativa<br />
aplicada a las tareas docentes además de al<br />
aprendizaje del alumnado, redundarán en<br />
la revisión de las prácticas y en su más conveniente<br />
ejercicio. Y, para ello, tienen una<br />
infl uencia notoria la mejora de las condiciones<br />
en que se desarrolla la profesión y el<br />
respaldo institucional decidido.<br />
NURIA GIRALT<br />
AUTONOMÍA DE GESTIÓN<br />
Y GESTIÓN DE LA AUTONOMÍA<br />
La autonomía de los centros -ya pedagógica,<br />
organizativa o de gestión, como suele<br />
caracterizarse- es uno de los medios necesarios,<br />
pero con posibilidades reales de uso<br />
y una supervisión orientada, de manera<br />
preferente, al asesoramiento y la mejora. La<br />
cultura de la colaboración, que permita diseños<br />
y desarrollos del currículo ajustados<br />
a las realidades propias; las participación<br />
relevante de los sectores de la comunidad<br />
educativa; la consideración de los agrupamientos,<br />
los espacios y los tiempos como<br />
recursos educativos y fl exibles; la apertura<br />
del centro a los entornos y los recursos sociales<br />
que infl uyen en los procesos de enseñanza<br />
y de aprendizaje; la comunicación,<br />
información y corresponsabilidad de las<br />
familias; los proyectos de trabajo conjuntos…<br />
son ámbitos en los que la autonomía<br />
puede operar de manera efectiva. Aunque<br />
también debe reconocerse que el discurso<br />
de la autonomía resulta algo gastado por la<br />
reiteración, o no se acierta en su desarrollo<br />
o se requieren condiciones para su ejercicio<br />
no siempre garantizadas tanto en el marco<br />
de la prescripción como, asimismo, en las<br />
disposiciones profesionales para afrontarlo<br />
y llevarlo a término con diseños, proyectos<br />
y prácticas singulares. Unido esto a los<br />
usos improcedentes de la autonomía, o su<br />
instrumentalización, que pretenden legitimar,<br />
bajo su amparo, prácticas contrarias a<br />
los principios del sistema educativo. De ahí<br />
que, tan necesarios como la autonomía de<br />
la gestión, resultan los elementos o procesos<br />
de gestión de la autonomía, bien en el espacio<br />
del desarrollo profesional más arriba<br />
apuntado, ya por los responsables y los órganos<br />
de dirección y supervisión, o ya, a su<br />
vez, por los controles públicos y sociales que<br />
auspicia el funcionamiento democrático.<br />
LA UTOPÍA DE LA SOCIEDAD EDUCATIVA<br />
Cuando algo parece irrealizable, aunque<br />
cuente con fundamentos y proyectos que<br />
lo avalan, suele acudirse a la utopía si no al<br />
más modesto optimismo. Y algo de ello se<br />
constata en la tan reclamada articulación<br />
educativa de la sociedad: no sólo la integración<br />
de lo formal, lo informal y lo no formal<br />
como presentaciones del currículo y de las<br />
ofertas formativas, sino el encuentro de las<br />
grandes y diversas instancias sociales -familia,<br />
medios de comunicación, modelos de<br />
progreso y desarrollo, entornos educadores…-<br />
que resultan concernidas y afectadas<br />
en un sentido u otro, por el desenvolvimiento<br />
ciudadano, en sus distintas facetas,<br />
y por las <strong>competencias</strong> con que los sujetos<br />
lo llevan a término. Pero la adecuada adquisición<br />
de éstas no puede renunciar al tirón<br />
de la utopía, no cabe el discurso genuino de<br />
las <strong>competencias</strong> educativas sin una sociedad<br />
articulada para propiciarlas.<br />
Ahora bien, tener en cuenta todas estas<br />
claves, que saltan los muros de la escuela,<br />
no debería convertirse en un mecanismo<br />
de delegación con el que se justifi ca casi<br />
la imposibilidad de respuestas educativas<br />
en el propio ámbito escolar o se atenúa<br />
su alcance. En defi nitiva, no cabe ocultar,<br />
de ninguna manera, que la escuela es una<br />
instancia privilegiada, <strong>sobre</strong> todo para<br />
quienes tienen pocas más, con la que atribuir<br />
valor educativo y relevancia social a<br />
aprendizajes que habrán de remozarse, de<br />
manera permanente, a lo largo de la vida.<br />
Ésta sí parece la lógica de las <strong>competencias</strong><br />
y éste sí parece el tino con el que la escuela<br />
acierta y contribuye a su logro.
20 de mayo de 2010<br />
ANTONIO MONTERO ALCAIDE / Inspector de<br />
Educación. Profesor de la Facultad de Ciencias<br />
de la Educación, Universidad de Sevilla<br />
Los grandes conceptos educativos,<br />
para su adecuada consideración,<br />
siempre han corrido riesgos o han<br />
debido sortear prejuicios tal vez resultantes<br />
de las maneras en que se anuncian o difunden;<br />
aunque tampoco conviene omitir las<br />
disfunciones de la formación inicial para el<br />
ejercicio docente y las insufi ciencias del desarrollo<br />
profesional. Bien miradas las cosas,<br />
no cabe sino entender que el conocimiento<br />
da luces y razones cuando nuevos conceptos<br />
o nuevos modelos acaparan el interés o la<br />
actualidad. El discurso de las <strong>competencias</strong>,<br />
derivado de su incorporación al currículo de<br />
la educación básica y obligatoria en el sistema<br />
educativo, constituye una buena muestra<br />
de la afi rmación que acaba de hacerse. Porque,<br />
aplicados a desentrañar ese discurso, no<br />
pocos riesgos pueden salir al camino e importa<br />
sortearlos: es el caso del simbolismo,<br />
de la novedad y de la indiferencia. Y, puestos<br />
en este empeño, el recurso de entender la incorporación<br />
de las <strong>competencias</strong> al currículo<br />
como una oportunidad de refl exión y de<br />
mejora de las prácticas docentes, y de los resultados<br />
y logros que alcanzan los alumnos,<br />
quizás resulte adecuado para estimarlas de<br />
manera satisfactoria. Entremos en materia,<br />
por tanto, con tales referencias.<br />
A PROPÓSITO DE LOS RIESGOS<br />
Uno primero, como se anunciaba, acaso sea<br />
el riesgo del simbolismo: esto es, hacer de las<br />
<strong>competencias</strong> el icono, el emblema, el marchamo,<br />
casi el comodín de una reforma, otra<br />
más, del sistema educativo; de tal manera<br />
que como antaño lo fueron las conductas<br />
y, más recientemente, las capacidades, con<br />
las <strong>competencias</strong> se sostiene la dirección del<br />
cambio educativo. Pero cuando los conceptos<br />
adquieren tal carácter simbólico, acaban<br />
por ser incorporados a esa especie de jerga de<br />
ilustrados, de expertos, cuyo discernimiento<br />
no está alumbrado, se dice, por la tarea cotidiana<br />
y didáctica en el aula. Conocida es esta<br />
manera, fácil y simple, de despachar los fundamentos<br />
teóricos cuando son mal administrados,<br />
pero conviene anticipar que el riesgo<br />
del simbolismo no genera el sentimiento de<br />
apropiación: que viene a ser poco más o menos<br />
lo mismo que el compromiso, decidido<br />
y voluntario, de cuantos han de implicarse<br />
en llevar a cabo las innovaciones o la revisión<br />
de las prácticas. Por esto mismo, puede<br />
llegar a pensarse que las reformas priman<br />
la forma <strong>sobre</strong> el fondo, el símbolo <strong>sobre</strong><br />
la sustancia y que, ancladas en tan grandes<br />
fi nes e intenciones, tal vez descuiden las<br />
condiciones <strong>básicas</strong> para alcanzarlos. En<br />
este sentido, resulta apreciable la necesidad<br />
de marcos, modelos, supuestos, elaboraciones<br />
que faciliten el desarrollo del currículo<br />
en los centros y, sobe todo, el engarce de las<br />
<strong>competencias</strong> con los objetivos, los contenidos<br />
y los criterios de evaluación. De manera<br />
particular, interesa conocer las características<br />
de las tareas didácticas que procuran<br />
la adquisición de las <strong>competencias</strong> y los modos<br />
de establecer las interacciones educativas<br />
para facilitar los procesos de enseñanza y de<br />
aprendizaje. Las pruebas internacionales de<br />
evaluación del alumnado y las evaluaciones<br />
de diagnóstico contribuyen, de algún modo,<br />
a ello, pero se trata de normalizar, de hacer<br />
cotidianas, las tareas e interacciones que<br />
procuran la adquisición progresiva y el logro<br />
de las <strong>competencias</strong>.<br />
Otro riesgo no menos identifi cable es el<br />
de la novedad o, si se quiere, de la novele-<br />
Las <strong>competencias</strong> educativas<br />
Tres riesgos y una oportunidad<br />
Una buena manera<br />
de situarse es<br />
entender la llegada<br />
de las <strong>competencias</strong><br />
como oportunidad<br />
para aplicar la<br />
refl exión a las<br />
prácticas<br />
ría en tanto que novedad superfi cial; de tal<br />
modo que las <strong>competencias</strong> pueden recibirse,<br />
de forma alternativa, ya como argumento<br />
de adhesiones incontrovertibles y de defensas<br />
acérrimas, o ya como referencia para<br />
la oposición cerrada y el cuestionamiento<br />
mayor. No es que en el término medio esté<br />
la virtud -aunque también, con frecuen-<br />
foro de debate Núm. 3.867 (853) ESCUELA 37<br />
cia- sino que se trata de advertir un uso instrumental<br />
de las <strong>competencias</strong>, si se quiere<br />
incluso estratégico o ideológico, por el que<br />
priman, de alguna forma, parecidas claves a<br />
las del simbolismo. Y, así, las <strong>competencias</strong><br />
se aproximan a una “superestructura” curricular,<br />
pudiendo apreciarse tanto en la forma<br />
de panacea como de pandemonio, aunque<br />
no estén presentes en el espacio del ejercicio<br />
profesional y de las prácticas educativas en<br />
el aula.<br />
Y queda otro riesgo por enunciar: el<br />
de la indiferencia. Éste acarrea efectos que<br />
han de cuidarse de manera especial, puesto<br />
que puede generar situaciones de desprofesionalización.<br />
En defi nitiva, mantenerse<br />
deliberadamente ajenos a los cambios que<br />
conciernen al desempeño docente, anclados<br />
tan solo en el conocimiento práctico que se<br />
deriva del ejercicio y de la experiencia, limita<br />
y encorseta las posibilidades de desarrollo<br />
profesional y, todavía más, la satisfactoria<br />
atención a las necesidades y condiciones de<br />
aprendizaje del alumnado.<br />
SOBRE LA OPORTUNIDAD<br />
El conocimiento, tal como se anunció, debe<br />
disipar el efecto de los riesgos anteriores en<br />
la medida en que facilite la comprensión,<br />
fundada, sistemática y rigurosa, de la lógica<br />
y el discurso de las <strong>competencias</strong>. Para ello,<br />
quizás una buena manera de situarse sea la<br />
de entender la llegada de las <strong>competencias</strong><br />
como oportunidad idónea para aplicar la<br />
ALICIA CAÑAS<br />
refl exión a las prácticas y a los resultados del<br />
sistema educativo, en términos de aprendizaje<br />
y logros de los alumnos. Dicho de otra<br />
forma, poner la lupa en lo que acontece, de<br />
ordinario, en las interacciones educativas y,<br />
de manera principal, en los modos, maneras<br />
y tareas a los que se acude para enseñar y<br />
para predisponer los aprendizajes.<br />
Porque afi rmar que la preocupación por<br />
el conocimiento aplicado y funcional, por la<br />
transferencia de los aprendizajes a situaciones<br />
ordinarias de la vida cotidiana, o por el<br />
sentido y la signifi cación de lo que se aprende,<br />
son premisas posmodernas de este tercer<br />
milenio que estrenamos, es desconocer las<br />
intenciones, universales y casi atemporales,<br />
que cualquier situación educativa asume:<br />
que lo que se aprenda sirva, sea útil y faculte<br />
a los alumnos para desenvolverse de manera<br />
efectiva.<br />
Pareja a esta evidencia -un tanto camufl<br />
ada o preterida por la novelería-, está la<br />
presunción de que se busca atemperar el<br />
valor de los contenidos, para que primen<br />
procesos tales como la autorregulación de<br />
los aprendizajes por el propio alumnado con<br />
dinámicas cognitivas. De tal guisa que quepa<br />
inferir algo así como que el aprendizaje<br />
puede operar en el vacío de conocimientos<br />
y facultar para su adquisición autónoma. Tal<br />
es el efecto péndulo que provocan acciones y<br />
reacciones antagónicas: de la manifestación<br />
de conductas por los alumnos, sufi cientemente<br />
observables o sujetas a cuantifi cación,<br />
tras procesos de instrucción magistral por el<br />
profesor y de demostración memorística de<br />
los alumnos, a la primacía del aprendizaje<br />
por descubrimiento o construcción, con<br />
intervenciones docentes mediadoras. Y ni<br />
tan rechazable es lo primero como incuestionable<br />
lo segundo, salvo adscripción a las<br />
excluyentes categorías del dogmatismo o de<br />
la intransigencia.<br />
Por tanto, de la incorporación de las<br />
<strong>competencias</strong> al currículo pueden resultar<br />
oportunidades útiles para el debate concienzudo,<br />
la refl exión profunda y la adecuación<br />
de las prácticas. Porque, como interesa constatar,<br />
las <strong>competencias</strong>, más que al diseño,<br />
interpelan al desarrollo del currículo, a las<br />
situaciones de enseñanza y de aprendizaje y<br />
a las actividades y tareas didácticas que las<br />
procuran. A partir de ello, es más fácil centrar<br />
el interés y la atención en el valor del conocimiento<br />
que se enseña y se aprende, en los<br />
elementos que conforman ese conocimiento<br />
y, <strong>sobre</strong> todo, en lo que permite a quienes lo<br />
obtienen. Por esto mismo, cabe atemperar,<br />
cuando no poner en solfa, la determinación<br />
de ciertas supersticiones docentes tales<br />
como el apremio de los programas o la referencia<br />
del “alumno-medio”. Con la primera,<br />
se pone el acento en el acervo de los contenidos<br />
sin reparar en su signifi cado, sentido y<br />
alcance, es decir, no se estiman a partir de su<br />
relevancia ni de manera integrada con otros<br />
elementos -destrezas, procedimientos, habilidades,<br />
estrategias, valores, motivaciones-<br />
para conformar <strong>competencias</strong> con las que los<br />
alumnos puedan acometer requerimientos<br />
complejos y de distinta naturaleza. Mientras<br />
que la superstición del “alumno-medio” no<br />
es consonante con la versatilidad didáctica<br />
y, en mayor medida, con las respuestas a la<br />
diversidad. Se trata, en defi nitiva, se someter<br />
a escrutinio el valor de lo que se enseña y de<br />
lo que se aprende, a partir de las maneras de<br />
llevar a cabo tales procesos y, <strong>sobre</strong> todo, de<br />
su alcance mayor. Que aprender la interminable<br />
lista de los reyes godos puede ser tan<br />
controvertido como no saber quiénes eran<br />
los godos y qué hicieron sus reyes. Salvo que<br />
Google y Wikipedia nos asistan.