TODAS LAS FOTOS FALLERAS - Levante-EMV

186 | MARZO DE 2009 | EXTRA FALLAS
TOROS ENTREVISTA
IGNACIO GARCÍA CAMPOS VALENCIA
—Cuando suenan los clarines de su retirada,
¿cómo resumiría su dilatado paso
por el planeta de los toros?
—Es algo que todavía no me he planteado,
aunque siempre he tenido muy claro
que el único recuerdo que guardaré
será mi relación con el toro.
—¿Está de acuerdo con la afirmación de
Ortega y Gasset: “el toreo es la comprensión
del toro en su embestida”?
—Por supuesto. El toro es mi material de
creación, no tanto por su aspecto físico
como por su reacciones. Ese ánimo aparente
de destrucción es el que hay que ordenar.
El hombre obtiene casi siempre
una respuesta caótica en su relación con
la naturaleza. Sus fuerzas ocultas y sus
poderes destructivos son exactamente los
mismos que los del toro. Hemos aprendido
a interactuar con ellos. Así como –
por ejemplo- utilizamos el viento para
navegar, también encauzamos la agresividad
del toro para obtener una respuesta
válida. Dicha armonía es el principal milagro
del toreo.
—Ese orden del caos, ¿se consigue por
compenetración con el animal bravo o se
trata de una imposición de la inteligencia
sobre su brutalidad?
—Hay que inducir en el toro un estímulo
permanente que le persuada de que es
él y no el torero el que domina la situación.
El animal muere con la certeza de
que ha impuesto su ley, aunque sienta la
espada clavada en el “hoyo de la agujas”.
—De hecho, no parece que sea consciente
de que va a morir cuando junta
las manos...
—La conciencia de los animales es diferente
a la de los hombres. Nosotros padecemos
en presente y en futuro. Somos
capaces de anticiparnos al dolor y experimentarlo
en ese mismo instante, por lo
que existe un sufrimiento previo y posterior
al suceso trágico. El animal sólo
sufre en presente. Además, en el toro se
da una circunstancia que lo distingue de
la mayoría de animales: no padece como
queremos. El toro bravo segrega endor-
LUIS FRANCISCO ESPLÁ
«Un espectáculo que invite a
una profunda reflexión entre
la vida y la muerte no
interesa a esta sociedad»
El alicantino se retira esta temporada de los ruedos tras 33 años de actividad artística
ininterrumpida. Conocido en el mundo del toro como un profesional de los pies a la
cabeza, nunca se ha sometido al dictado de los mediocres. Tampoco se ha mordido la
lengua cuando le han preguntado por los temas más polémicos. Genio y figura,
desgrana su magisterio sobre los temas más controvertidos de la tauromaquia.
«Estamos inmersos en un
minimalismo taurino que reduce
la tauromaquia a lo que se
efectúa con la muleta mientras
se dejan cosas por el camino».
«La conciencia de los animales
es diferente a la de los hombres.
Nosotros padecemos en
presente y en futuro. El animal
sólo sufre en presente».
finas que le ayudan a soportar los rigores
de la lidia. Se trata de un entrenamiento
genético, análogo al del corredor
de fondo, que le facilita vivir una situación
crítica con una solvencia y superioridad
absolutas, incluso llegado el momento
de su propia muerte.
—¿Cómo comunica esa relación al público
que les contempla desde el tendido?
—Trato, como todo artista, de compartir
mi experiencia. Cuando los toreros decimos
que podemos torear sólo para nosotros,
mentimos. Necesitamos que nuestra
obra sea entendida por el espectador;
de lo contrario, nuestro quehacer carece
de sentido.
—Usted se ha caracterizado por cuidar
hasta el más mínimo detalle de su tauromaquia,
hasta el punto de diseñar sus
propios vestidos de torear y elegir colores
que concuerden con lo que acontece
en el ruedo.
—El clima de una plaza de toros es siempre
de colores cálidos. Cuando lo que
pretendo es destacar en ese escenario sólo
concibo dos maneras: vestir colores fríos
o colores calientes, ambos saturados.
El torero debe ser una presencia contundente
que concite la mirada del espectador
en su conjunción con el toro.
—Usted que ha conocido públicos de tres
décadas distintas, ¿cree que el presente
es más ignorante que el de antaño?
—Es distinto. Parte del conocimiento y
las exigencias del actual se sustentan en
Levante EL MERCANTIL VALENCIANO
el reglamento taurino, mientras que los
anteriores se apoyaban más en la tradición.
Los públicos taurinos del pasado
basaban sus conocimientos en las esencias
y el contemporáneo vive más de la
imagen y la apariencia. Estamos inmersos
en un minimalismo taurino que reduce
la tauromaquia a lo que se efectúa
con la muleta -la pureza del natural y el
derechazo- mientras se dejan muchas cosas
por el camino. Esa tendencia a conceptualizar
el suceso taurino nos está privando
de la riqueza que tenía el toreo
hace treinta años.
—Ese reduccionismo, quizás, sea uno de
los motivos por el que muchos jóvenes
no están interesados en la tauromaquia.
—Se distancian por diversas causas.
También porque hay espectáculos muchos
más sugerentes. Vivimos en una sociedad
que valora mucho la inmediatez.
Los jóvenes quieren que todo les llegue
al instante y con facilidad. El toreo, sin
embargo, requiere tiempo, instrucción y
esfuerzo.
—¿El toreo, como tantas artes, se ha
vuelto mestizo?
—Cuando llegué al toreo, había veinte
matadores totalmente distintos: Dámaso
no se parecía a El Capea; El Capea no
se parecía a Paquirri; Paquirri no se parecía
a Palomo Limares; Palomo no se
parecía a Ángel Teruel y así un largo etcétera...
El Viti, Camino. La tauromaquia
era más abigarrada. Hoy está más globalizada
y existen menos diferencias entre
los toreros. Todos quieren ser como
la figura del momento. El toreo se ha
vuelto monotemático más que mestizo.
—Por cierto, aprovechando que habla de
toreros de otra época. Usted que sostiene
que la valentía de Manolete no era de
este mundo, ¿por qué matiza la de José
Tomás?
—Yo no la matizo. Si hay alguien con valor
intrínseco en la actualidad, es él. Lo
que pasa es que no disfruto. Cuando el
valor no responde a la razón y está sostenido
por sí mismo, deja de interesarme
porque me angustia. Existe un límite en-
ARTISTA
Mas allá del oficio
Esplá siempre ha entendido su relación con
el toro como un suceso artístico. Es de los
pocos matadores en activo que es capaz
de explicar su tauromaquia sin recurrir a los
consabidos estereotipos de parecidos e influencias.
El alicantino se explica por sí mismo,
aunque comparta actitudes en el ruedo
que recuerdan a maestros del toreo del
siglo XIX. Desde el diseño de vestidos de torear
muy recargados, hasta su concepción
de la lidia del toro en sus tres tercios y la
forma de entrar a matar. Todo un personaje
dentro y fuera de la plaza, conocido por su
seriedad en los planteamientos taurómacos
como por su facilidad innata de gastarles
bromas a los miembros de su cuadrilla
antes de que «rompa» el paseíllo. También
una personalidad acostumbrado a intervenir
en foros intelectuales de carácter internacional
que echaremos en falta que pisen
otros toreros cuando el de Relleu se retire.