La Obra de Dios se fortalece

llegué a ser maestro de niños cuando sólo contaba
con 12 años de edad y a los 17 años fui
maestro de jóvenes.
En cada culto que había un mover especial
del Espíritu Santo, mientras muchos se gozaban,
yo lloraba de tristeza, pues a los nueves
años le había expresado al Señor que mejor
muerto antes de ser pastor. Es triste hermanos
que en la balanza de nuestras vidas hay cosas
que tienen mayor peso, yo le dije que no al Señor
porque deseaba estudiar en el colegio de
Mayagüez, en Puerto Rico, para ser alguien de
mucho futuro. En la Iglesia solo deseaba ser
un simple miembro.
Dios me había dicho: Te necesito. Y cuando
Él llama no se olvida. Quizás amado lector,
usted no ha tenido la oportunidad de servir a
Dios desde su niñez o juventud, pero el que
llama no hace distinción de edad, clase social
o raza.
No hizo distinción al llamar a Saulo de Tarso
cuando iba de camino a Damasco. Sus intenciones
no eran las mejores, porque llevaba
cartas y credenciales para ir a prender y a encarcelar
a los cristianos de toda la región. Para
él esto era un servicio a Dios, aunque equivocado.
Sus oraciones eran observadas por Jesús y
se le apareció en el camino y lo llamó: “Saulo,
Saulo, ¿por qué me persigues? Él dijo: ¿Quién eres,
Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues;
dura cosa te es dar coces contra el aguijón.” (Hechos
9:4, 5).
Es difícil y peligroso dar coces contra el Se-
g
junio 2013 61