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<strong>la</strong>s nubes, sus rayos se refl ejaban en <strong>la</strong> escarcha. Las sue<strong>la</strong>s de<br />
los gruesos zapatos de Beatrix ap<strong>la</strong>staban <strong>la</strong> alfombra he<strong>la</strong>da<br />
que formaban <strong>la</strong>s hojas secas y el musgo.<br />
La casa de los Phe<strong>la</strong>n, un antiguo pabellón real de caza,<br />
estaba tapizada <strong>por</strong> <strong>la</strong> hiedra y se emp<strong>la</strong>zaba en el centro de<br />
cuatro hectáreas de bosque. El sendero llevó a Beatrix hasta<br />
un coqueto camino empedrado que rodeaba <strong>la</strong> casa y llevaba<br />
hasta <strong>la</strong> puerta principal.<br />
—Beatrix... —<strong>la</strong> l<strong>la</strong>mó alguien en voz baja.<br />
Al volverse vio a Audrey Phe<strong>la</strong>n sentada en un banco de<br />
piedra.<br />
—¡Ah, ho<strong>la</strong>! —exc<strong>la</strong>mó con alegría—. Como hacía días<br />
que no te veía, he pensado que... —Dejó <strong>la</strong> frase en el aire al<br />
percatarse del aspecto de su amiga.<br />
Audrey llevaba un vestido mañanero muy sencillo y de<br />
un color grisáceo que se confundía con los colores de <strong>la</strong> arboleda.<br />
Estaba tan quieta y tan cal<strong>la</strong>da que Beatrix no había reparado<br />
en el<strong>la</strong> hasta que <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mó.<br />
Eran amigas desde hacía tres años, cuando Audrey se casó<br />
con John y se mudó a Stony Cross. Había cierto tipo de amiga<br />
a quien se visitaba cuando no existían problemas: Prudence,<br />
en su caso. Sin embargo, también había otro tipo de amiga<br />
a quien se visitaba en <strong>la</strong>s épocas difíciles: ésa era Audrey.<br />
Beatrix frunció el ceño al ver <strong>la</strong> palidez de su amiga, en<br />
vez de su saludable color de cara, y en ese momento reparó<br />
en que tenía los ojos y <strong>la</strong> nariz enrojecidos e hinchados.<br />
Preocupada, señaló:<br />
—No llevas capa ni chal.<br />
—Estoy bien —murmuró Audrey, si bien le temb<strong>la</strong>ban<br />
los hombros. Meneó <strong>la</strong> cabeza e hizo un gesto con <strong>la</strong> mano al<br />
ver que Beatrix se quitaba <strong>la</strong> capa y se <strong>la</strong> echaba <strong>por</strong> los hombros<br />
para cubrir su delgada fi gura—. No, Bea, no...<br />
—La caminata me ha dejado acalorada —le aseguró mientras<br />
se sentaba a su <strong>la</strong>do en el he<strong>la</strong>do banco de piedra. Se produjo<br />
un momentáneo silencio, durante el cual vio que su<br />
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