Seeing Things - Estrany de la Mota

texto
suplement(s) [qui, on]
Celui qui attend, précisément ne t’attend pas.
Maurice Blanchot
La posibilidad de la transferencia: un itinerario circular y meándrico de una representación a otra, pasaje inagotable, pasividad sin paso,
como una quietud pasiva, no más allá (le pas au-delà), proyección sin aliento, mirada sin final, objetos en la abyección, transicionales,
subjetividad sin sujeto (auteur), la marca de un vacío, de una ausencia, de una falta (Désir, c’est Donner ce qu’on aguardaba paso à Quelques
‘ un quién n’en veut pas), el lugar de la herida, la evanescencia de los objetos nominales, la opacidad ireflectante de la sensación diferida
(différance) y de la actividad gramatològica (supplément): un meridiano que nos conduce de un extremo al otro, que recorre los surcos del
sentido, que hilvana las grietas (clivages) de la denegación que inaugura los márgenes últimos del nombre del padre. En el hoyo.
Viendo (las) cosas, viendo cosas, esperando un acto sin palabras, sin palabra (parole): la lógica probable del sentido como una óptica huida, una estructura
circular repetitiva y vacía, incapaz prácticamente de escrutar lo real a fin de ofrecer una posibilidad esbrinadora. Ya no hay artistas observadores
del mundo sino sujetos desencarnados mostrándose como incesantes reapariciones en el espacio de la repetición y del desdoblamiento del yo, en el
espacio último del suplemento. Y la posibilidad última, pues, de asistir al evento de la obra de arte como un acto de visión o como un acto de mirada:
cómo franquear los límites improbables de la representación y sus códigos. La obra de arte se instala en el espacio ininterrupto del presente como potente
efecto de lo real, ofrece sus mecanismos sólo como cara oculta y anestesiada, y se esfuerza por prevenir cualquier plaga de índole interpretativa.
Viendo cosas: imágenes de un mundo existente sólo como tal, poblado de presencias tridimensionales en perpetuo reflejo y sin ansia comunicativa,
que sorprende por su opacidad y que cautiva por su lejanía. Qué son estas obras? de quién son? como llegan a ser? y, sobre todo,
cuando llegan a ser como son?: palabra lejana y errante, que siempre se repite igual, ausente y desmenuzada, extraña y nómada, (quién?,
dónde?), buscando una eterna experiencia sin salida. Pensemos en la obra de arte como un potente dispositivo visual destinado a mostrar la
invalidez de los parámetros estrictos de la visión, un dispositivo periódicamente empeñado en reclamar la participación de la mirada como
otro eje fundamental que la define y que le da su definitiva carta de naturaleza, y necesariamente obligado a situarse, en los intersticios de
la creación como un elemento que ofrece diferentes posibilidades de salida y múltiples aspectos de presentación provenientes de la propia
esfera de la construcción de los espacios: palabra neutra esparcida por todas partes y presente por todas partes, palabra secreto sin secreto.
Imagen sin fondo y presencia sin paraíso, ruina impronunciable y lengua balba: la ilegibilidad (una escena primitiva?) Como sistema de acceso a la
obra y como posibilidad última de retención. La obra muestra algunos de sus márgenes y los perfiles de su capacidad especular: narra sus propios
límites e incluye la figura del espectador no sólo como receptor de un improbable discurso sino como elemento directamente físico, tridimensional
también, como la misma obra, sólido ya punto, igualmente, de desvanecerse en el aire. Incluye al mismo tiempo todas las otras obras y se hace, en sí
misma, esencia del espacio, termina por convertirse en el espacio y el sintomatizan en giros significantes e inacabables que recomienzan una y otra
vez. Perfilando los espacios perimetrales y recurriendo a la figura del espectador, tanto de lo que ve como lo que mira, y recurriendo a su presencia
tridimensional sumada a la del resto de obras, incorporada, la obra acaba por interrogarse respecto a la figura del autor, en un plausible efecto de deducciones
encadenadas. El estadio del espejo (auteur) se constituye definitivamente en el espacio neutro: la realidad se muestra, y lo real se demuestra.
La obra, como texto, es plural e irreductible, tiene lugar y se produce, se llena de sentido cuando es activa, se instala en el presente y se hace efectiva,
desplegando sus posibilidades todas en un territorio poco definido y abstracto, extraño y ilusorio, un resuello, del que han destruido trazas y vestigios,
pistas y señales, las voces y el origen, un territorio mutante en el que la obra se muestra, finalmente, como una escritura: un lugar neutro, complejo,
oblicuo, donde va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.
— Manel Clot
084/04