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Saramago, Jose - Ensayo sobre la ceguera

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dejé de ver, Estaba en casa, No, Entonces fue cuando salió del<br />

consultorio de mi marido, Más o menos, Qué quiere decir más o<br />

menos, Que no fue inmediatamente después, Sintió dolor, Dolor, no,<br />

pero cuando abrí los ojos, estaba ciega, Yo no, No qué, No tenía los<br />

ojos cerrados, me quedé ciega en el momento en que mi marido subió<br />

a <strong>la</strong> ambu<strong>la</strong>ncia, Pues tuvo suerte, Quién, Su marido, así podrán estar<br />

juntos, En ese caso también yo tuve suerte, C<strong>la</strong>ro, Y usted, está<br />

casada, No, no lo estoy, y a partir de ahora no creo que nadie quiera<br />

casarse, Pero esta <strong>ceguera</strong> es tan anormal, tan fuera de lo que <strong>la</strong><br />

ciencia conoce, que no podrá durar siempre, Y si nos quedáramos así<br />

para toda <strong>la</strong> vida, Nosotros, Todos, Sería horrible, un mundo todo de<br />

ciegos, No quiero ni imaginarlo.<br />

El niño estrábico fue el primero en salir del retrete, ni tenía por<br />

qué haber entrado. Traía los pantalones enrol<strong>la</strong>dos hasta media pierna<br />

y se había quitado los calcetines. Dijo, Ya estoy aquí, <strong>la</strong> mano de <strong>la</strong><br />

chica de <strong>la</strong>s gafas oscuras se movió inmediatamente en dirección a <strong>la</strong><br />

voz, no acertó a <strong>la</strong> primera ni a <strong>la</strong> segunda, pero a <strong>la</strong> tercera encontró<br />

<strong>la</strong> mano vaci<strong>la</strong>nte del pequeño. Poco después apareció el médico, y<br />

luego el primer ciego, uno de ellos preguntó, Dónde están, <strong>la</strong> mujer del<br />

médico había cogido ya un brazo del marido, el otro brazo fue tocado y<br />

agarrado por <strong>la</strong> chica de <strong>la</strong>s gafas oscuras. El primer ciego no tuvo<br />

durante unos segundos quien lo amparase, después, alguien le puso<br />

una mano en el hombro. Estamos todos, preguntó <strong>la</strong> mujer del médico,<br />

El de <strong>la</strong> pierna herida se ha quedado aliviando otra urgencia,<br />

respondió el marido. Entonces, <strong>la</strong> chica de <strong>la</strong>s gafas oscuras dijo,<br />

Quizá haya otros retretes, empiezo a no aguantar más, perdonen,<br />

Vamos a ver si los hay, dijo <strong>la</strong> mujer del médico, y se alejaron con <strong>la</strong>s<br />

manos cogidas. Pasados unos diez minutos, volvieron, habían<br />

encontrado un gabinete de consulta que tenía unos servicios anejos.<br />

El <strong>la</strong>drón salía ya del retrete, se quejaba de frío y de dolores en <strong>la</strong><br />

pierna. Rehicieron <strong>la</strong> fi<strong>la</strong> por el mismo orden en que vinieron y, con<br />

menos trabajo que antes y ningún accidente, regresaron a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>. Con<br />

habilidad, sin que se notara, <strong>la</strong> mujer del médico les ayudó a alcanzar<br />

<strong>la</strong> cama correspondiente, <strong>la</strong> misma en que estaban antes. Fuera de <strong>la</strong><br />

sa<strong>la</strong>, como si se tratara de algo obvio, recordó que <strong>la</strong> manera más fácil<br />

de que cada uno encuentre su sitio era contar <strong>la</strong>s camas a partir de <strong>la</strong><br />

entrada, Las nuestras son <strong>la</strong>s últimas del <strong>la</strong>do derecho, <strong>la</strong> diecinueve y<br />

<strong>la</strong> veinte. El primero en avanzar por el pasillo fue el <strong>la</strong>drón. Estaba casi<br />

desnudo, tenía temblores, quería aliviar <strong>la</strong> pierna dolorida, razones

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